En la historiografía tradicional, el anarquismo ha sido analizado en contextos nacionales determinados, bajo el paradigma del enfrentamiento político contra el Estado hegemónico, el sistema económico capitalista y la desigualdad social que conllevó. En ese sentido, su estudio ha estado dominado por la óptica política, y en menor medida social, que enfatiza sus propuestas políticas alternativas y su lucha económica en el marco laboral. Sin abandonar estos enfoques, en los últimos años se han incorporado otros elementos de análisis que destacan los aspectos culturales y artísticos, y también las historias de vida, así como las conexiones transnacionales y transfronterizas que los anarquistas establecieron entre distintos países, construyendo nuevas narrativas que están descubriendo otras dimensiones del anarquismo igualmente interesantes.
Fueron esas conexiones e interacciones constantes producidas más allá de las fronteras nacionales, y favorecidas por los movimientos y acciones de militantes anarquistas por los distintos países del mundo atlántico, las que, unidas al intercambio epistolar y a la importante circulación de prensa, folletos y otras publicaciones de doctrina anarquista, pero también de otras tendencias, permitieron, entre otras muchas cosas, la puesta en circulación de ideas y símbolos libertarios que contribuyeron a aumentar las relaciones entre los anarquistas europeos y americanos propiciando, a su vez, influencias mutuas o de ida y vuelta entre los distintos movimientos anarquistas, y no solo desde Europa a América, como tradicionalmente se ha planteado.
Estas nuevas formas de estudiar el anarquismo entroncan con toda una tradición historiográfica que planteó la historia global desde las décadas finales del siglo pasado al interesarse por explorar en profundidad la multitud de influencias en todas las direcciones entre los continentes de Europa, América y África desde que, en 1492, las distintas comunidades a ambos lados del Atlántico entraron en relación
Los primeros en utilizar este enfoque metodológico fueron los estudiosos de los movimientos migratorios. En sus investigaciones, descubrieron las continuas relaciones (familiares, económicas, políticas, religiosas, etc.) que los migrantes establecen y mantienen entre sus comunidades de origen y aquellas en las que se asientan
De ahí que la historia transnacional se ocupe «de los vínculos y flujos de las personas, de las ideas, de los productos, de los procesos y de los patrones que operan sobre, a través, mediante, más allá, arriba, debajo o entre las políticas y las sociedades»
Por ello, partiendo de la premisa de que el movimiento anarquista solo puede comprenderse en toda su expresión si se analiza como una red transfronteriza, aunque informal y en muchos casos difusa y opaca, este
De modo que los distintos textos que componen este
A través del estudio de los diferentes casos que se proponen, se podrá observar, por ejemplo, cómo las conexiones entre las redacciones de los periódicos a ambos lados del Atlántico facilitaron las migraciones de los anarquistas entre los distintos países americanos y europeos. Veremos también cómo, en la organización de esas redes, que fueron tanto formales como informarles, algunas de esas figuras anarquistas jugaron un papel primordial, contribuyendo, en muchos casos, a ayudar a otros militantes y obreros que lo necesitaban, y lo hicieron a través de la puesta en marcha de grandes campañas de solidaridad o de la recepción y emisión de exilios y reexilios de sus correligionarios, facilitados en muchos casos a través de la prensa.
Quedará visible cómo las publicaciones periódicas desempeñaron en el mundo anarquista múltiples funciones, todas ellas de enorme importancia para la organización y expansión del movimiento libertario. Fueron vehículo de propaganda, de educación, de integración social de los obreros. Pero, además, realizaron una amplia labor de enlace, al tejer una red de militantes activos en diversos países y continentes. A través de ellas, los distintos grupos y activistas estaban en permanente comunicación y establecían un intenso intercambio intelectual que fluyó de manera dinámica a nivel intercontinental.
Por otro lado, el estudio de esas relaciones y sus repercusiones nos introducirá en los influjos de ida y vuelta entre los distintos movimientos anarquistas, especialmente visibles en la puesta en marcha de organizaciones, escuelas racionalistas, tácticas y principios ideológicos comunes, y también en el intercambio de noticias acerca de la situación de los trabajadores en los distintos países, contribuyendo a crear una comunidad internacional de trabajadores inspirada por los mismos principios y tácticas. De modo que, no solo estamos ante un influjo en la corriente migratoria, sino también en la propia ideología y en las expresiones prácticas de los distintos países; en definitiva, en la confección de una cultura política común.
Toda esa actividad hizo que las autoridades y los Gobiernos tuvieran en el punto de mira tanto a los militantes como a sus publicaciones. Así, vemos reflejadas en el
Pero no solo las experiencias vividas por los militantes nos ilustran sobre la represión y la persecución constante a que eran sometidos los anarquistas; sus periódicos y editoriales resultan asimismo vehículos fundamentales para conocer la vida azarosa que muchos de ellos llevaban y, sobre todo, la de aquellos que se sacrificaron por el ideal. Algunos textos nos cuentan cómo las publicaciones anarquistas sirvieron igualmente para ensalzar al panteón de mártires y héroes de la causa a aquellos que habían sufrido cárcel, torturas, e incluso habían dado su vida por el anarquismo. Esas noticias eran ampliamente difundidas en los distintos países, contribuyendo así a la internacionalización de sus causas locales, al tiempo que ayudaban a difundir métodos de lucha y defensa que se estaban implementando en algunos lugares, en especial la conocida como «propaganda por el hecho». Y al mismo tiempo, el intercambio de este tipo de noticias, que denunciaban los encarcelamientos, ajusticiamientos y la represión internacional, en general, del movimiento anarquista, servía para sortear de otra manera las constantes barreras que les imponían la censura y la represión estatal.
En el caso de las editoriales y las publicaciones periódicas se vislumbran esas redes transfronterizas, más o menos difusas según los casos, a través de las relaciones sostenidas, en primer lugar, por los miembros de sus equipos de redacción y edición, y, en un segundo plano, por otras muchas personas que también intervenían en el proceso de elaboración y sostenimiento, entre ellos los impresores y tipógrafos, así como los «corresponsales» y «periodistas a tiempo parcial» que mandaban sus crónicas a las redacciones, pero también los paqueteros, suscriptores y distribuidores-vendedores —canillitas— en la distancia. Al mismo tiempo, alrededor de estas publicaciones, aparecen involucradas muchas acciones distintas, como las labores de edición y distribución que desempeñaban esos hombres, pero también las de difusión que corrían a cargo de los lectores y «publicistas», tareas todas que ocupaban a los militantes y que suponían una carga de trabajo adicional e importante a sus extenuantes jornadas laborales diarias.
Todo ello da cuenta de cómo los militantes y la prensa anarquista se vieron inmersos en un constante diálogo transnacional, fruto, sin duda, de esa característica intrínseca al anarquismo, su espíritu internacionalista, que les llevó a influencias recíprocas entre los movimientos anarquistas de los distintos países, que no solo trascienden esa idea típica de europeización del movimiento anarquista americano, sino que ejemplifican cómo los anarquismos americanos alimentaron ampliamente también a los europeos y, sobre todo, cómo hubo una relación transnacional muy importante entre los movimientos anarquistas de los propios países americanos. A la creación y fortalecimiento de estas redes, no solo contribuyó la cercanía geográfica, sino también la propia movilidad de los militantes, sus exilios y reexilios, sus relaciones personales y familiares, a veces propiciadas gracias al intercambio epistolar, pero sobre todo al canje de sus publicaciones periódicas.
Todas estas cuestiones tienen una presencia más o menos directa en cada uno de los cinco textos que componen el
En el texto de Susana Sueiro, primero de la serie, se pone en primer plano a los militantes y, sobre todo, al catalán Pere Esteve, uno de los líderes anarquistas más conocidos entre la comunidad libertaria de habla hispana en Estados Unidos. En segundo término, aparece el periódico
El artículo de Amparo Sánchez Cobos, por su parte, hace la relación inversa. El periódico
María Migueláñez amplía el marco de análisis a la labor editorial en general, como elemento también vertebrador de los lazos transnacionales establecidos a ambos lados del Atlántico. En su estudio, vemos cómo las editoriales anarquistas argentinas y españolas estuvieron especialmente relacionadas y funcionaron como un complemento perfecto, sorteando los distintos contextos represivos a lo largo de las tres primeras décadas del siglo
También el artículo de Óscar Freán expresa de forma pormenorizada esas relaciones de ida y vuelta entre los movimientos anarquistas de Europa y América, en este caso ejemplificados a través de la prensa gallega, donde se dio cuenta de forma constante de aquellos militantes que, por motivos diversos, emigraron a América, dejando allí con el tiempo su impronta de líderes y militantes peninsulares. Muchos de ellos, después, una vez retornados a su tierra natal, esparcieron la semilla libertaria americana. Freán nos muestra de manera precisa las múltiples funciones que desempeñó la prensa anarquista y los usos tan variados que le dieron los militantes, demostrando cómo trascendió la mera transmisión de información y propaganda.
Finalmente, Javier Navarro cierra el
Este
Bentley (
El concepto
Gruzinski (
Sobre esta cuestión, puede verse, Glick Schiller
Van der Linden (
Iriye y Saunier (
Entre los primeros trabajos que contemplan el análisis transnacional, en este caso para el movimiento anarquista argentino, destaca Moya (