El impacto como estrategia educativa en la televisión del siglo XXI

Autores/as

  • Nuria Rajadell Puiggròs profesora de la Universidad de Barcelona (España). Pertenece al Grupo de Investigación y Asesoramiento Didáctico
  • Carme Oliver Vera profesora de la Universidad de Barcelona (España). Pertenece al Grupo de Investigación y Asesoramiento Didáctico
  • Inmaculada Bordás Alsina profesora de la Universidad de Barcelona (España). Pertenece al Grupo de Investigación y Asesoramiento Didáctico

DOI:

https://doi.org/10.3916/25796

Palabras clave:

Estrategia educativa, impacto, emoción, programación televisiva, adolescencia, juventud

Resumen

Se debería ser algo más conscientes de que la televisión modifica los vínculos con el entorno que rodea; la relación con las personas y con el mundo. La televisión actual ya no crea imágenes sino que presenta realidades, y cuanto mayor sea el impacto que generen, mayor será el atractivo que provoquen en los telespectadores. Programas como «Salsa Rosa» o «Gran Hermano» someten a nuestros adolescentes (y por descontado adultos) a una auténtica educación paralela a la de la escuela, con un currículum no escrito pero exageradamente flexible. En esta comunicación interesa profundizar sobre dos conceptos: el impacto y el directo, acorralados desde hace pocos años por una exagerada obsesión por la omnipotencia de la mirada, o sea, por observarlo todo, incluso lo más íntimo. Parece que cada vez se sabe «mirar» menos y se va «tragando» más, y las consecuencias de esta baja fundamentación se verán en un futuro no lejano. Hay que establecer una mayor distancia entre la pantalla y los ojos del espectador. El elevado porcentaje que engloba el impacto y la superficialidad en la programación televisiva española actual no es del adolescente, sino de la sociedad en la que vive. La producción sin el análisis crítico no sirve de nada, simplemente calca el modelo social que impera. Mirar requiere esfuerzo, tiempo y preparación; y para ello es indispensable la aplicación de una metodología integradora, que recopile las emociones y la reflexión. Se debe ayudar progresivamente a confrontar emociones y razonamiento. Desde el Grupo de Investigación y Asesoramiento Didáctico (GIAD) se ofrece una triple propuesta: 1. Aprender a ver la imagen La educación en comunicación interesa a los alumnos y a los profesores, y debe constituirse como un eje transversal básico en la escuela. Los adolescentes interpretan como telebasura tanto estos «reality shows» como algunas noticias y publicidad. 2. Reflexionar sobre la necesidad conjunta de placer y formación La formación requiere la obtención de un aprendizaje, aunque sea de manera inconsciente. La combinación entre placer y aprendizaje se debe configurar a partir de la preparación por parte de equipos profesionales. 3. Aplicar a la actuación cotidiana las propuestas interiorizadas La mayoría de las personas se mueve gracias a las emociones, y simplemente una minoría se mueve por las ideas. La eficacia de una imagen, o un programa, se concentra en llegar a la parte más emotiva. Por todo ello, si se interpreta el impacto como una estrategia educativa, necesita presentar solamente una parte de la realidad, y resguardar el resto; ni se puede contemplar todo ni es necesario contemplarlo. Por todo ello una educación en comunicación garantizará el desarrollo de la autonomía personal y consecuentemente permitirá un análisis y una toma de decisiones críticas. Después de estas reflexiones de carácter conceptual se decide observar y analizar la programación televisiva a lo largo de una semana correspondiente a todos los canales televisivos de carácter gratuito a los que tiene acceso cualquier adolescente o joven, incidiendo básicamente en la franja de tarde y noche. Los resultados mostrarán la existencia de una serie de estrategias televisivas que utilizan el impacto a partir de temáticas, lenguajes, imágenes y otros elementos ciertamente interesantes; aunque no siempre garantizan un nivel adecuado de calidad.

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Publicado

2005-10-01

Número

Sección

Investigaciones