Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2024.240

Imaginarios en conflicto sobre el trabajo doméstico: responsabilidad, privilegio, supervisión y aprendizaje


Social imaginaries and conflict about domestic work: responsibility, privilege, supervision and learning



Sara Moreno-Colom * ORCID

Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo, Instituto de Estudios del Trabajo, Universidad Autónoma de Barcelona, España. sara.moreno@uab.cat. Email

Vicent Borràs Català ORCID

Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo, Instituto de Estudios del Trabajo, Universidad Autónoma de Barcelona, España. vicent.borras@uab.cat. Email

Joan Rodríguez-Soler ORCID

Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo, Instituto de Estudios del Trabajo, Universidad Autónoma de Barcelona, España. joan.rodriguez.soler@uab.cat. Email

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 33 Núm. 3 (Julio - Septiembre, 2024), a240. pp. 1-20. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 07/12/2023
Aceptado / Accepted: 28/04/2024


Suggested citation / Sugerencia de cita: Moreno-Colom, S., Borràs Català, V., y Rodríguez-Soler, J. (2024). Imaginarios en conflicto sobre el trabajo doméstico: responsabilidad, privilegio, supervisión y aprendizaje. Revista Española de Sociología, 33(3), a240. https://doi.org/10.22325/fes/res.2024.240


*Autor para correspondencia / Corresponding author: Sara Moreno-Colom, sara.moreno@uab.cat



RESUMEN

Partiendo del marco conceptual de women as gatekeepers, el artículo analiza los discursos de mujeres y hombres en torno al trabajo doméstico con el fin de profundizar en las tendencias de cambio respecto a los usos del tiempo. Para ello, se toma en consideración el juego de percepciones e influencias sobre el rol de las mujeres y los hombres dentro del hogar, y como estos influyen en sus respectivos comportamientos. En concreto, se plantea un doble objetivo: captar los imaginarios que sustentan los comportamientos de género dentro del hogar; así como los relatos acerca de las relaciones de control e influencia que se establecen entre ellas y ellos. A partir de una estrategia metodológica cualitativa basada en la realización de grupos de discusión, los principales resultados apuntan que las mujeres perciben falta de responsabilidad masculina, mientras que los hombres perciben vigilancia femenina. Como consecuencia, se observa una relación de aprendizaje donde la responsabilidad femenina explica porque las mujeres ejercen de supervisoras, mientras que los hombres se acomodan en el rol de aprendices ostentando el privilegio masculino de la elección. En definitiva, se observa cómo el hecho de que los hombres dediquen más tiempo al trabajo doméstico no implica necesariamente que sean más corresponsables.

Palabras clave: Convergencia de género, usos del tiempo, women as gatekeepers, clase social, corresponsabilidad.


ABSTRACT

The article analyses the discourses of women and men regarding domestic work from the conceptual framework of women as gatekeepers. The main objective is improving the knowledge about the trends of change in the gender relations and time uses. Specifically, it is proposed a double objective: to capture the imaginaries that support gender behaviours at home and to analyse the discourses about the relationships of control and influence between them. The methodological strategy is qualitative, and it is based on focus groups. The results indicate that women perceive a lack of male responsibility regarding domestic work, while men perceive female supervision. Consequently, a learning relationship is observed: female responsibility explain why they act as supervisors, while men accommodate to the learner role. In sum, the results suggests that the men participation in domestic work does not imply necessarily male co-responsibility.

Keywords: Gender convergence, time uses, women as gatekeepers, social class, coresponsibility.




INTRODUCCIÓN


El campo de estudio sobre los usos del tiempo incluye una línea de investigación que parte del potencial heurístico de la dimensión temporal para analizar las desigualdades entre mujeres y hombres según el reparto de los trabajos. En el caso español, destacan, entre otros, el pionero análisis de Durán (1988) sobre el tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados con una mirada “de puertas adentro”; el estudio de Izquierdo et al. (1988) donde se realiza una tipología de la población según los usos del tiempo a partir de los datos de la Encuesta Metropolitana de Barcelona; las aportaciones de Ramos (1990) en torno a la temporalidad de la estructura social; o los análisis de la doble presencia desde una aproximación crítica a las políticas de conciliación de Torns (2005) . El conjunto de estas contribuciones tiene continuidad en una amplia producción científica que incluye desde los trabajos de corte cualitativo de Legarreta (2008) acerca del tiempo donado en el ámbito doméstico hasta distintos estudios cuantitativos sobre los usos del tiempo y las desigualdades de género (Domínguez Folgueras, 2012; Ajenjo Cosp y García Román, 2014; Gracia, 2014; Moreno-Colom, 2017).

Uno de los debates que incluye la literatura especializada a nivel internacional plantea hasta qué punto se da una tendencia a la convergencia de género en los usos del tiempo (England, 2010; Sullivan et al., 2019). Buena parte de la evidencia empírica respalda distintas tendencias de dicha convergencia, si bien también se apuntan limitaciones socioculturales que plantean cierta revolución estancada y algunos retrocesos. Por un lado, se observa cómo disminuyen las diferencias entre el tiempo que mujeres y hombres dedican al trabajo doméstico. Sin embargo, por otro lado, se evidencia que persiste la desigualdad tanto en la cantidad de tiempo dedicado a dichas tareas, como en la segregación de estas según su contenido y dimensión temporal (Bianchi et al., 2006; Hook, 2010; Altintas y Sullivan, 2016).

La mayoría de las investigaciones fija la atención en la brecha de género, pero menos atención han recibido cuestiones como la percepción subjetiva de la participación en los tiempos de trabajo, las tensiones que provocan los cambios en forma de resistencia o el impacto de las transformaciones en las prácticas cotidianas sobre las relaciones de género. El presente artículo aborda estas cuestiones focalizando su atención en una aproximación cualitativa a los usos del tiempo con el fin de captar las relaciones de control e influencia dentro del hogar. En concreto, parte del marco conceptual que ofrece la idea de women as gatekeepers para analizar los discursos e imaginarios de mujeres y hombres acerca de cómo se reparte el tiempo y cómo se realiza el trabajo dentro del ámbito doméstico. El objetivo es captar la percepción tanto de la responsabilidad que se asume individualmente como de la relación que se establece con la pareja respecto al desempeño de las tareas. Para ello, el artículo se estructura en cuatro apartados donde el primero y el segundo se dedican a la presentación del marco teórico y las cuestiones metodológicas. En tercer lugar, se presentan los resultados de los grupos de discusión realizados para, desde la perspectiva de género, analizar los imaginarios en conflicto en torno al trabajo doméstico. Finalmente, se concluye con un apartado que recupera los debates teóricos con el fin de señalar las contribuciones del artículo.


Marco teórico

El análisis pormenorizado de la especialización, complementariedad y substitución en el reparto de las tareas domésticas entre mujeres y hombres representa una de las líneas de investigación que incluye el campo de conocimiento sobre los usos del tiempo. Algunos estudios analizan cómo los significados sociales permean el valor y la distribución de las actividades, mientras que otros se centran en la naturaleza temporal de las tareas y su relación con el género (Treas, 2008; Van der Lippe et al., 2018). A partir de ambas aproximaciones, se identifican tres tipos de tareas domésticas, a saber: las tareas feminizadas y rígidas desde el punto de vista temporal, las tareas masculinizadas y flexibles desde el punto de vista temporal, y, finalmente, las tareas neutras desde el punto de vista del género con cierta rigidez temporal (Kolpashnikova y Kan, 2021). En este sentido, los resultados de las investigaciones ponen de manifiesto que, con independencia del enfoque teórico de partida (recursos relativos, socialización o doing gender), la disminución en la brecha de género con relación a los usos del tiempo incluye el límite de la segregación de las tareas (Moreno-Colom, 2017; Moreno-Colom et al., 2018). Un límite que se puede analizar en términos de resistencias al cambio introduciendo la perspectiva relacional y siguiendo el referente conceptual del doing gender (West y Zimmerman, 1987). Esta propuesta teórica permite considerar la importancia de la dimensión dinámica en las relaciones de género, así como contemplar la posibilidad de cambio.

En este sentido, además del valor social y las exigencias temporales que implican cada una de las actividades, resulta interesante analizar las relaciones que se establecen entre mujeres y hombres en torno a la organización, distribución y ejecución de los trabajos dentro del hogar. Muchas investigaciones se fijan en la estigmatización y los estereotipos de género. Sin embargo, menos atención se ha dedicado a las relaciones de control e influencia respecto a las tareas domésticas y de cuidados, condicionando los roles que ellas y ellos asumen en lo cotidiano. Algunos estudios focalizados en los cuidados de criaturas señalan como la principal responsabilidad sigue recayendo sobre las mujeres a pesar de ciertos cambios en su posición social, ya sea porque ocupan puestos de alta responsabilidad (Blair-Loy, 2001) o trabajan en turnos atípicos (Barnett et al., 2008). Otras investigaciones muestran cómo los hombres perciben, independientemente de la clase social, que el hogar y las criaturas siguen siendo un ámbito de poder femenino (Torns, 2005). Una percepción que invita a preguntarse hasta qué punto su actitud busca la corresponsabilidad en lo doméstico o, por el contrario, prefiere mantener la posición de ayudante que se limita a ejecutar las tareas sin asumir su organización. Del mismo modo, también surge el interés por analizar cómo las mujeres perciben la actitud de sus parejas y hasta qué punto esta influye en su comportamiento. Con el fin de profundizar sobre estas relaciones de control e influencia este artículo toma como referencia el marco conceptual de la idea women as gatekeepers.

Counihan y Kaplan (1998) se refieren a dicho concepto, women as gatekeepers, para analizar el significado social de las actividades relacionadas con la comida según las relaciones de género. En la misma línea, Allen y Hawkins (1999) acuñan el término maternal gatekeeper con el fin de conceptualizar el control materno para explicar cómo la madre, en ocasiones, restringe la participación del padre en el cuidado de las criaturas. Desde el marco teórico de la construcción social del género, definen dicho concepto como

A set of beliefs about mothering and fathering that influences mothers’ behaviours in relation to the allocation of family work. Maternal gatekeeping is the mother’s reluctance to relinquish responsibility for family matters by setting rigid standards, wanting to be ultimately accountable for domestic labour to confirm to others and to herself that she has a valued maternal identity, and expecting that family work is truly a woman’s domain. (Allen y Hawkins, 1999, p. 205)

Las mismas autoras identifican las tres dimensiones que incluyen en la definición del maternal gatekeeper (resistencia de la madre a renunciar a su responsabilidad familiar estableciendo estándares rígidos, valoración de la identidad materna y concepción de los roles de género) como el límite y la oportunidad para la implicación de los hombres en las tareas domésticas y los cuidados de las criaturas.

En el campo de los estudios sobre las relaciones familiares distintas investigaciones tratan el papel que desempeña esta vigilancia materna en los roles y las interacciones de madres y padres (Fagan y Barnett, 2003; Fagan y Cherson, 2017). Desde esta perspectiva, Puhlman y Pasley (2013) se interesan por cualquier comportamiento, consciente o subconsciente, que la madre desempeña para influir en la participación del padre, sea para facilitar o restringir su interacción con las criaturas. Cannito (2020) distingue las investigaciones que interpretan el control materno como una supervisión para establecer los estándares propios y criticar la participación de los hombres en las tareas domésticas y de cuidados, de las investigaciones que parten del control materno pero enfocado a comprender como la madre facilita la construcción del rol de padre. El trabajo de Tina Miller (2018) problematiza el enfoque unilateral adoptado con la conceptualización de la vigilancia. Particularmente, se cuestiona si las conductas que inhiben las prácticas de los hombres son solo de origen materno; o, si el hecho de que ellos reclamen falta de competencia es, en realidad, una forma de control paterno que les permite mantener los privilegios patriarcales. Esta reflexión se encuadra dentro de la concepción socialmente compartida de que existe una responsabilidad primaria que recae en las mujeres. En esta misma línea, Walker y McGraw (2000) insisten en la necesidad de contextualizar los análisis sobre la responsabilidad paterna a partir de los roles socialmente construidos en torno al papel de mujeres y hombres en los cuidados. Siguiendo esta aproximación dinámica, otros estudios evidencian la importancia de considerar las expectativas previas sobre la maternidad y la paternidad para analizar los comportamientos de madres y padres (Shockley y Allen, 2018).

Si bien la mayoría de los estudios responden a estrategias metodológicas cuantitativas, Abril et al. (2015) realizan un estudio longitudinal para comparar el grado de correspondencia entre los ideales previos a la crianza y las prácticas en torno a la misma. Igualmente, Radcliffe y Cassell (2015) proponen un análisis cualitativo para analizar cómo el control materno influencia en la participación de los padres. Estas autoras explican que existe un vacío en la investigación sobre cómo dicho control materno afecta a las experiencias diarias en términos de gestión de las responsabilidades del hogar, así como un vacío en los análisis a nivel de pareja que reporten la perspectiva conjunta de hombres y mujeres. Una referencia interesante se encuentra en el pionero trabajo de Hochschild (1989) al explicar cómo las esposas restringen el acceso de los maridos a los hijos e hijas cuando los hombres no participan adecuadamente en las tareas del hogar. Otros estudios también señalan como este control materno o los comportamientos asociados al mismo son desconocidos por las propias madres y sobre todo las posibles consecuencias que dichos comportamientos pueden tener en la participación de los padres (Gaunt, 2008). En este sentido, Altenburger et al. (2018) presentan un estudio longitudinal sobre la influencia del control materno en la calidad de la crianza de los padres durante el primer año de la criatura. Los resultados muestran cómo abrir la puerta a la participación de los padres durante los tres primeros meses de vida mejora su implicación a corto plazo, pero no la asegura a medio plazo.

En cualquier caso, se observa cómo la idea del control materno no se suele considerar para analizar las relaciones en torno al trabajo doméstico con independencia de las responsabilidades de cuidado de las criaturas. Algunas investigaciones se focalizan en las relaciones de género a partir de los procesos de negociación y conflicto acerca del reparto de las tareas domésticas (Agirre Miguélez, 2015; Sánchez-Mira, 2021), pero no incluyen la dimensión del control y la influencia. En este punto, y tomando como referencia el trabajo citado de Counihan y Kaplan (1998) , surge el interés por profundizar en el análisis de los usos del tiempo y el reparto de las tareas domésticas desde el marco conceptual que ofrece la idea de women as gatekeepers. Es decir, tomando en consideración las relaciones de control e influencia sobre los comportamientos y las identidades. El presente artículo parte de estos referentes teóricos y entiende el género en su dimensión relacional (West y Zimmerman, 1987) siguiendo la propuesta que Crompton (2006) define para analizar la división sexual de los trabajos entre la esfera productiva y reproductiva. Las preguntas específicas que orientan el análisis plantean: ¿Cómo el comportamiento de las mujeres en relación con el tiempo dedicado a lo doméstico influye en el de los hombres y viceversa?; ¿se trata de una influencia que refuerza la continuidad en los roles tradicionales de género o abre la puerta al cambio en el reparto de responsabilidades domésticas?; ¿el control femenino inhibe la responsabilidad de los hombres o es la excusa perfecta para no asumirla?; ¿la responsabilidad masculina supone una renuncia al control por parte de las mujeres?.


Metodología


Con el fin de dar respuesta al conjunto de preguntas específicas planteado, se parte de una aproximación cualitativa orientada a captar los discursos y analizar los imaginarios que mujeres y hombres mantienen en relación con los usos del tiempo y el trabajo doméstico.

Para la consecución de estos objetivos, se utilizó el grupo de discusión como método consolidado para obtener discursos e imaginarios colectivos o “representaciones simbólicas” (Alonso, 1998) a partir de la producción de consensos compartidos por las personas participantes (Callejo, 2001; Aliaga et al. 2012). Se realizaron ocho grupos de discusión a partir de perfiles diferenciados según las variables estructurales género, clase social y ciclo de vida. Abundante es la investigación que apunta estos tres ejes como esenciales para analizar los cambios y continuidades, así como los conflictos en la participación y dedicación de hombres y mujeres en la esfera productiva y el trabajo doméstico y de cuidados (Bianchi y Milkie, 2010). Para las variables identificadas se utilizaron las categorías siguientes: mujeres y hombres (género); clase trabajadora y clase media, teniendo en cuenta el nivel de estudios y el tipo de empleo de la persona (clase social); sin responsabilidades de cuidados, con cuidado de criaturas y con cuidado de personas adultas dependientes (ciclo de vida). Además de cumplir estas características, las personas participantes debían vivir en parejas heterosexuales de doble ingreso. Aunque resulta oportuna una mirada interseccional al estudio de los usos del tiempo (atendiendo, por ejemplo, a variables como el origen étnico o la orientación sexual), el objetivo de la realización y análisis de los grupos de discusión fue la identificación de consensos o imaginarios compartidos (Aliaga et al., 2012). La composición final de los grupos realizados fue de cuatro grupos de mujeres y cuatro grupos de hombres. La distribución, atendiendo a la clase social, también fue equitativa. Los grupos estuvieron compuestos por ocho participantes, siendo siete participantes la composición final en dos de ellos por cuestiones imprevistas.

El guion de los grupos de discusión contempló el planteamiento de preguntas y situaciones que ponían en relación los usos del tiempo vinculados con los trabajos remunerados y no remunerados (doméstico y de cuidados). El análisis presentado en este artículo solo toma en consideración los ejes de género y clase social. El ciclo de vida no se ha considerado pertinente para este análisis porque los imaginarios con respecto al trabajo doméstico afloran, con más o menos intensidad, independientemente del momento vital (Moreno-Colom et al., 2018).

Para la realización de los grupos de discusión se garantizó el cumplimiento de las normas éticas de la universidad 1 . Tanto las personas participantes como las moderadoras firmaron un consentimiento informado y un acuerdo de confidencialidad. Las grabaciones audiovisuales de los grupos de discusión fueron transcritas y analizadas con el programa Atlas.ti. Se realizó un análisis de contenido cualitativo de carácter deductivo (Mayring, 2000; Mayring, 2014), aunque abierto a nuevas categorías emergentes en el análisis. De esta manera, se diseñó un libro de códigos que se aplicó a los grupos de discusión, permitiendo la inclusión de nuevas categorías o códigos a medida que se avanzaba en el análisis, siguiendo una lógica abductiva de análisis del texto (Mayring, 2004; Verd y Lozares, 2016). La codificación de cada grupo de discusión se hizo de manera combinada entre las personas investigadoras del equipo, de tal forma que cada grupo de discusión contó con tres codificaciones de personas diferentes. Ello permitió la complementación en el análisis, así como su posterior discusión en sucesivas reuniones del equipo.


Resultados


Este apartado analiza los discursos en torno al trabajo doméstico con el doble objetivo de captar, por un lado, los imaginarios que sustentan los comportamientos de mujeres y hombres dentro del hogar y, por otro lado, los relatos acerca de las relaciones de control e influencia sobre dichos comportamientos que se establecen entre ellas y ellos. En ambos casos, se toma como referente empírico la dimensión simbólica de los usos del tiempo a partir de las percepciones subjetivas, las representaciones y los significados sociales que emergen en los grupos de discusión realizados.

Los imaginarios sobre el trabajo doméstico

El análisis de los discursos que fundamentan los imaginarios sobre el trabajo doméstico evidencia como estos están fuertemente marcados por el género y, en menor medida, por la clase social. A pesar de que se vislumbra cierta diversidad entre las personas participantes en los grupos de discusión, en líneas generales, se pueden identificar dos imaginarios socialmente compartidos con relación al reparto de las tareas domésticas: la responsabilidad femenina y el privilegio masculino de la elección.

La responsabilidad femenina

En primer lugar, se observa que las mujeres asumen la responsabilidad del hogar entendido como el espacio material y simbólico donde se organiza, gestiona y ejecuta el tiempo dedicado al trabajo doméstico. En este sentido, su discurso pone de manifiesto como la situación de doble presencia aparece como una norma naturalizada que se expresa en términos de carga mental, y el trabajo doméstico es percibido como una responsabilidad femenina que se relata en primera persona. Como se evidencia en la siguiente cita, esta naturalización de su rol dentro del hogar explica porque, de entrada, no problematizan el comportamiento de sus parejas y asumen que son distintos.

M3: La verdad. O sea, él hace de todo. De todo es de todo. De todo. Y él no para. O sea, desde que sale del trabajo hasta que se duerme, no para. Pero nunca estará al nivel que estoy yo. Primero porque, para mí, la manera que ellos tienen de ser… Yo, por ejemplo, tengo la carga mental de mañana tienen que llevar esto al cole, tienes que hacer esto hoy, no sé qué, mañana...

M1: Ellos no tienen esa preocupación.

M3: Y esa carga no la tienen. No existe para él. Que eso ya es una carga muy grande. Entonces, por mucho que colabore, nunca está al nivel. (Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

Sin embargo, la manera de afrontar esta realidad cotidiana difiere según la clase social de las mujeres, evidenciando la heterogeneidad social del colectivo. En efecto, el discurso socialmente compartido en el grupo de clase media deja entrever una suerte de apropiación del tiempo dedicado a determinadas tareas domésticas al revestirlas de un lenguaje más cercano a las actividades de ocio. Así se interpreta la mención al batch cooking. Además, incluye la reivindicación del bienestar cotidiano que conlleva el resultado de ciertas tareas domésticas como tener la ropa bien doblada o el baño limpio.

M5: A mí me ocurre lo mismo, pero con la cocina. Por la noche que quede todo... Porque cocinamos bastante y hacemos mucho “batch cooking” y así pues el resto de la semana no... Y el día que haces la cocina es como ¡Dios!, pero cuando la dejas toda limpia, impoluta...

(Mujeres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

Si bien es preciso subrayar que este discurso puede estar influenciado por unas condiciones materiales de clase media que posibilitan la externalización de una parte del trabajo doméstico. Una posibilidad que, como se observa en la siguiente cita, puede responder tanto a la voluntad de evitar el conflicto en torno al reparto de las tareas con la pareja, como al hecho de no querer responsabilizarse de las más tediosas y pesadas.

M4: Digo “Tío”. Entonces, llegué a un punto que lo más grande es que... Es un dúplex y es bastante grande y al final, escaleras incluso, no, no... Y dije... Digo “Mira, pudiendo pagar… prefiero no irme a una cena y tener a alguien que haga lo grande”.

(Mujeres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

En cambio, en el discurso de las mujeres de clase trabajadora se tiende a una mayor naturalización de la responsabilidad del trabajo doméstico a pesar de representar una carga cotidiana temporalmente rígida. En este sentido, se observa como las tareas marcan la rutina diaria, tanto a nivel físico como mental, resultando mucho más difícil desarrollar estrategias en la línea de lo apuntado por las mujeres de clase media como puede ser: compactar las tareas domésticas resignificando el tiempo que conllevan (por ejemplo, batch cooking) o afrontar el conflicto acerca de su reparto con la pareja.

M1: No puedo, no descanso, es como que estoy pensando, tengo que hacer esto... Y el otro es como en plan, a ver, a veces, ¿eh? Se pone en el sofá... Y digo, joder, todo lo que tengo que hacer y yo...

(Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

A diferencia de la clase media, las mujeres de clase trabajadora manifiestan ciertas resistencias a externalizar las tareas domésticas, tanto por razones materiales como simbólicas. En este último sentido, se alude a la privacidad del espacio doméstico y a la desconfianza que genera la entrada de personas externas. En última instancia, ambos argumentos apuntan a la voluntad de conservar la capacidad de decidir cómo hacer las cosas dentro del hogar. Así, junto la asunción de la responsabilidad femenina del trabajo doméstico que tienden a naturalizar, también es posible reconocer cierta reivindicación del ámbito doméstico como propio, ostentando el poder de decisión en su interior. En este sentido, cabe preguntarse hasta qué punto la naturalización del rol femenino dentro del hogar es un mecanismo para conservar la capacidad de decidir cómo hacer las cosas según criterios propios.

M7: ... Yo sí que soy muy maniática en todo el orden de la casa. Si esto va aquí, va aquí, y que no me lo pongan al otro lado. Entonces yo creo que a mí me gustaría tener a alguien... O sea que me hiciera una limpieza a fondo... Sí, porque eso ya me iría bien. Pero lo del día a día... Que me toque las cosas de sitio y que no estén en el mismo sitio...

(Mujeres, clase trabajadora, sin responsabilidades de cuidados)

El privilegio masculino de la elección

En segundo lugar, se observa que el discurso de los hombres difiere considerablemente del de las mujeres en cuanto a la percepción de su responsabilidad doméstica, si bien se expresa con ciertas ambivalencias. Por un lado, se manifiestan conscientes del volumen de tareas domésticas vinculadas al mantenimiento del hogar: limpiar, ordenar, comprar, cocinar o planchar no son realidades ajenas a la cotidianeidad masculina. Sin embargo, por otro lado, esta consciencia no se refleja en su práctica cotidiana en la medida que su relato deja entrever una menor dedicación temporal al no asumir la responsabilidad diaria de muchas tareas. En este punto, se evidencia el privilegio masculino de la elección que permite a los hombres escoger qué hacer y cuándo hacerlo, lejos de percibirse atrapados en la situación de doble presencia que relatan las mujeres. Comparando los grupos de discusión, se observa que dicho privilegio masculino aparece tan naturalizado como la responsabilidad femenina.

H5: Cocinas tú. H8: ¿Dónde? H5: En la segunda residencia. H8: Sí. (Hombres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

Ellos tienen la capacidad de limitar el tiempo dedicado a las tareas domésticas. En algunas ocasiones, la participación masculina responde al hecho de considerar que tienen una mayor pericia para realizar determinadas actividades reforzando, con ello, los estereotipos de género y la segregación de actividades. Una narración que se contrapone a la naturalización de las tareas domésticas por parte de las mujeres; mientras que ellas hacen mucho cotidianamente y reivindican poco, ellos hacen poco puntualmente y reivindican mucho. Así se deduce de la siguiente cita:

H8: Hay cosas que ella no puede hacer. Por ejemplo, descolgar las cortinas. Son muy grandes. Lo hago yo. O limpiar los altillos de los armarios, las zonas altas. Esto es cosa mía. H5: He dicho. (Hombres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

En efecto, el carácter puntual de la responsabilidad masculina con relación a las tareas domésticas es otro aspecto que aparece en el discurso de los hombres y que, lejos de responder a una obligación ineludible, se puede interpretar bajo la lógica de una elección sobre el tiempo flexible. Es decir, mientras que ellas asumen la rigidez de la obligación del tiempo dedicado al trabajo doméstico, ellos parecen ostentar el privilegio de poder escoger qué tipo de tarea realizar, asimismo decidir dónde y cuándo llevarla a cabo. Dicha diferencia de género se observa en los siguientes verbatims relativos al hecho de cocinar los fines de semana o ir a comprar, dos de las actividades en qué más participan los hombres.

H2: Yo voy a comprar, pero lo que no voy a hacer es meterme en una superficie comercial un sábado. No, porque es superior a mí. Para mí es sagrado irme por la montaña, desconectar. Y luego escucharme musiquita y tal. Para mí es sagrado. ¿Qué necesitas? Esto, esto, y esto. Pasas un momento por el supermercado, pam, pam, pam, lo compras, llego a casa, y ya está, y no tengo nada más. (Hombres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

H5: …he trabajado de cocinero varios años. Entonces en mi casa yo cocino. No friego, por ejemplo. Las tareas están fijas, yo cocino. Me relaja muchísimo cocinar. También me gusta hacer la compra: ir al mercado, comprar el producto que se va a comer. Y, como ellos, al cocinar yo pongo la música y me relaja. Mientras cocino me relaja y además no tiene que haber nadie en la cocina. A la tercera vez que noto alguien que pasa por al lado rozando, muerdo ya. (Hombres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

La evidencia presentada permite apuntar que, con relación a las tareas domésticas, frente a la responsabilidad femenina ineludible está el privilegio masculino de la elección. Este contraste de comportamientos se evidencia en el relato de ellas cuando explican cómo asumen determinadas tareas que, a pesar de no agradarles, las llevan a cabo ante la negativa de su pareja a realizarlas. Es más, en el caso de la clase trabajadora, la resignación que acompaña a esta situación se esconde detrás de una justificación que intenta poner en valor el hecho de que ellos realizan otras actividades.

M2: Yo el mío lo hace todo pero la cocina es algo que no... No puede. Pero eso sí, si yo he cocinado, me dice “Lo recojo” y lo recoge. Como lo haría yo, lo hace él, pero cocinar no, el resto te... Lo hace todo, pero cocinar es algo que... Y encima yo odio la cocina también, o sea que... Es maravilloso todo.

(Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

La manera de referirse a la asunción de las responsabilidades domésticas también difiere entre los hombres según la clase social mostrando la heterogeneidad del colectivo. A partir del discurso de la clase media, se observa cómo ellos sobrevaloran su participación en lo doméstico al describir las tareas que escogen realizar con tintes de profesionalidad y pericia. Esta tecnificación de lo doméstico aparece bañada de satisfacción cuando explican lo que hacen dentro del hogar. En este punto, se da cierta coincidencia con el discurso de las mujeres de clase media que muestra cómo se apropian del tiempo dedicado a determinadas tareas domésticas resignificando su valor social.

H5: Y pasar la mopa. Tenemos un aspirador. Y es curioso porque la verdad es que desde que tenemos ese aspirador, tiene una luz y con esa luz... tiene como un led, una luz. Y entonces cuando pasas el aspirador... No te lo diré [dirigiéndose a H3], porque si no, aún te descoloca más... cuando ves ese suelo que está super limpio, si cierras la luz y pasas el aspirador, ves pelos por todas partes, ves una de polvo que vaya.

(Hombres, clase media, cuidado de personas adultas)

En cambio, el discurso de los hombres de clase trabajadora revela que su participación es más bien obligada hasta el punto de que, si pudieran, no se implicarían. En este caso, más allá del privilegio de la elección y el elogio de las propias capacidades, sostienen una lógica pragmática donde, si se da la posibilidad de elegir, los criterios de decisión priorizan las tareas que implican menos tiempo y esfuerzo.

H3: Tengo dos hijos también y odio toda tarea doméstica posible. Si pudiera, no haría ninguna, pero bueno [Risas] como no hay más remedio, pues lo que me toque. Es que no me gusta, pero bueno, si hay que hacerlo. se hace. Como él, me pongo música y tal. Pero si me necesitara la mujer en casa, siempre tengo que irme por alguna cosa o algo. Siempre me escabullo. (Hombres, clase trabajadora, cuidado criaturas)

Como se explicita en la última frase de la cita anterior, el hecho de percibir las tareas domésticas como una obligación conlleva, también, el intento de escapar de la responsabilidad que se les ha asignado contra su voluntad o convencimiento. Este escaqueo masculino da cuenta de las relaciones de control e influencia que se establecen entre las mujeres y los hombres en torno al trabajo doméstico.

Relaciones de control e influencia

Siguiendo con el análisis de la última frase del verbatim anterior, el conjunto de los discursos analizados pone de manifiesto que el reparto del tiempo dedicado al trabajo doméstico representa, en mayor o menor medida, un aspecto conflictivo dentro de la pareja. Tomando como referencia el marco conceptual de women as gatekeeper junto a la perspectiva relacional del doing gender, este apartado analiza dicho conflicto, a menudo latente, según las interacciones que se dan a nivel de pareja. Es decir, cómo las relaciones de control pueden ser causa y consecuencia de los comportamientos. Se trata de una aproximación complementaria a los estudios focalizados en los procesos de negociación y conflicto. Para profundizar en este tema resulta fundamental preguntarse qué factores explican las distintas maneras que mujeres y hombres tienen de ver y hacer las cosas dentro del hogar. A continuación, se aborda dicha pregunta considerando que los imaginarios descritos en el apartado anterior forman parte de la respuesta.

La falta de responsabilidad masculina

En la medida que las mujeres asumen la principal responsabilidad del trabajo doméstico ante la desidia de los hombres, estas ejercen el control dentro del hogar. Así, ellas son las que, en la mayoría de las situaciones, organizan, gestionan y deciden sobre lo doméstico. Su discurso manifiesta cierta desconfianza hacia la capacidad de los hombres, a quienes consideran carentes de aptitudes, faltos de pericia y, sobre todo, poco implicados en las tareas domésticas. En este último sentido, coinciden en señalar que para ellos lo doméstico no se incluye entre sus prioridades hasta el punto de que, a menudo, se sienten obligados a realizar unas tareas de las que podrían prescindir. Una percepción que aparece socialmente compartida en los grupos de mujeres más allá de la clase social y que plantea un escenario inaceptable para ellas.

M3: Bueno, sí, porque sabe que de esto y porque yo, por ejemplo, en el caso del mío, que le da igual, de verdad. De hecho, en alguna época he hecho eso de, bueno, voy a hacer huelga y me dice “Fuá, sería maravilloso vivir siempre así”. (Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

M2: No tengo nada sucio, pero “¡Hola!” [hace gesto de levantar una prenda]. Hay que hacer algo. Y él si algún día le dices “Plánchate tú una camisa”, él te hace caso, como en todo. Lo que ocurre es que es muy lento y a mí me pone muy nerviosa. (Mujeres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

La percepción de esta actitud masculina aparece relacionada con la asunción del rol de supervisión y control que ejercen ellas. A pesar de que este papel les puede resultar poco amable, la desidia y falta de responsabilidad de los hombres las fuerza a estar pendientes. En esta línea, las mujeres consideran que los hombres no tienen “la casa en la cabeza”, es decir, no interiorizan la organización del trabajo, el funcionamiento del hogar ni la globalidad del trabajo doméstico. Esto se evidencia en el siguiente fragmento que relata una escena dentro de la cocina donde ellos se limitan a hacer lo que les apetece, ostentando el privilegio de la elección, mientras que ellas se encargan del resto de tareas, aunque no les apetezca o no les guste hacerlas. Además, asumen que la manera de realizar el trabajo doméstico por parte de su pareja también puede acarrear más tiempo de trabajo para ellas. Básicamente, porqué consideran que ellos no conciben lo doméstico en su globalidad, como un conjunto donde una tarea lleva aparejada otra. En este sentido, piensan que no son conscientes de hasta qué punto la manera de cocinar condiciona el volumen de trabajo vinculado a limpiar la cocina, o cómo la manera de tender la ropa puede condicionar el volumen de trabajo vinculado a doblarla, plancharla y guardarla.

M5: ... Lo único que me gusta que haga es cocinar. Yo cocino, vamos...Incluso mejor que yo. Porque a mí no me gusta la cocina tampoco como...

M6: Pero luego deja la...

M7: A mí, a mí me gusta. M6: Pero luego deja las cosas por en medio. M5: Sí, eso es la cosa, que luego tengo que fregar. M6: Porque a mí, el mío hace un huevo y deja la cascara del huevo ahí. (Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

Como se ha señalado, el trasfondo de esta situación permite identificar el privilegio masculino de la elección. Ante este escenario simbólico, toma fuerza el imaginario de la responsabilidad femenina: las mujeres asumen el rol obligado de supervisoras frente lo que perciben como una falta de responsabilidad de los hombres. La desconfianza que planea sobre dicha situación explica porque las mujeres, en ocasiones, prefieren asumir directamente el desempeño de las tareas antes que supervisar lo que ellos hacen y, con frecuencia, tener que rehacerlo. En ningún caso se plantean revisar su criterio con relación a cómo deben hacerse las cosas porque piensan que el nivel de exigencia de la pareja es inferior a los estándares que ellas consideran apropiados.

M4: Pues yo más bien, lo dejo hacer. Con que saque a los perros yo soy feliz. M1: Ah ves. MOD: [Ríe] ¿Y eso? M4: Porque sí, porque sé que después voy a tener limpiar o retocar. M2: No te fías… M4: Entonces, pues si lo tengo que retocar, lo hago bien una vez y ya está. M1: Exacto, eso está bien. (Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

La ausencia de un espacio para la revisión de criterios anula la posibilidad de cambio tanto porque ellas no conciben otro escenario como porque ellos no conciben otro grado de implicación. Los relatos de unas y otros coinciden en justificar estos comportamientos apelando a “la manera de ser” y, como consecuencia, contribuyendo a naturalizar la responsabilidad femenina y el privilegio masculino de la elección. Este debate sobre los estándares emerge en los grupos como una tensión latente en las relaciones de género en la medida que alude a la ostentación de poder dentro del hogar. Un aspecto evidenciado en este diálogo que mantienen las mujeres del grupo de clase trabajadora:

M7: Lo que pasa es que nosotras vamos cocinando y vamos limpiando. M1: Exacto. M3: Sí. M7: Y ellos no. M1: Yo hago siempre eso también. M7: Ellos no, ellos lo dejan y limpian al final. El mío dice “Déjalo, ya lo haré yo”, digo “Ya”, pero es que a mí me molesta, ¿no? (Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

Con todo, el verbatim anterior señala un aspecto fundamental para explicar las relaciones de control: la estructura sexuada de la vida cotidiana. Se trata de una cuestión visible en la narración sobre las diferencias de género respecto a los estándares y niveles de exigencia atribuidos al trabajo doméstico. Por un lado, ellas quieren que las tareas se realicen a su manera; por el otro lado, ellos no muestran interés en construir modelos alternativos. De manera que, de nuevo, se establece una relación de control femenino ante la desidia y el desinterés masculino. En este sentido, cabe preguntarse hasta qué punto la ausencia de confrontación de criterios por parte de los hombres es una estrategia para conservar el statu quo masculino con relación a la distribución del tiempo dedicado al trabajo doméstico. Una cuestión que en el siguiente verbatim se puede traducir en términos de una pregunta clave: ¿ellos “no ven o no quieren ver”?:

M1: Parece que tengamos ojos nosotras solo, ¿Eh? Te lo juro...

M3: Sí no lo vemos nosotras…

M1: ...Es increíble a veces.

M3: Ellos no ven... No lo ven.

(Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

La estructura sexuada conlleva distintas maneras de estar y pensar dentro del hogar. Con relación a las maneras de pensar, el relato de ellas contiene una crítica a la actitud despreocupada que tienen los hombres en casa al no considerar que sea necesario mantener los estándares muy altos.

M6: Sí, todo está bien para ellos. O me dice, “Deja eso, va gorda, ya está ponte conmigo a ver la tele, vamos a ver una serie ya, eso lo haremos mañana”. Alguna vez lo he dejado para hacerlo mañana, digo, “Venga, vamos a hacerlo”. “Pero si está bien, ¿qué quieres que haga? Pero si está bien”. Para él siempre todo está bien. (Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

Con relación a las maneras de estar, el discurso de las mujeres crítica el comportamiento de los hombres por responder a una lógica temporal de carácter lineal y diacrónico donde las tareas se enlazan, pero no se superponen. Se trata de una temporalidad que queda lejos de la lógica simultánea y sincrónica que rige la situación de doble presencia propia de la responsabilidad femenina dentro del hogar.

M6: Yo qué sé, por ejemplo, mi marido mete algo en el microondas, pues, y se está así mirando el microondas. M3: [Ríe].

M6: Y le digo, en vez de estar mirando el microondas...

M1: Haz otra cosa.

M6: ...Ve poniendo la mesa. “Ah, no, pero es que esto...”. Eso, tranquilo, que ahora pitará y ya no pasa nada.

(Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

En contraste, la versión de los hombres pone de manifiesto que perciben claramente la situación de malestar de ellas, pero consideran que es fruto de su manera de ser descartando cualquier tipo de autocrítica acerca de su comportamiento, a la vez que problematizando la actitud de vigilancia y exigencia femenina.

H7: Para ella nunca es suficiente, nunca llega a ser suficiente. Y eso a mí me da rabia, porque en ese sentido yo creo que lo necesita. Por ejemplo, yo puedo estar en el sofá tirado y no me pasa nada. Ella no puede estar una hora en el sofá tirada. Tiene que hacer algo, yo qué sé, recoger esto, recoger lo otro. (Hombres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

La percepción del control femenino

En este punto, resulta interesante analizar el discurso de los hombres para captar como perciben el control femenino. En términos generales, ellos manifiestan que se sienten constantemente evaluados y supervisados por ellas, quienes imponen sus propios criterios respecto de cómo deben hacerse las cosas. Sin embargo, la identificación del control que ejercen sus parejas conlleva, implícitamente, el reconocimiento de la responsabilidad de las mujeres en lo doméstico. En este sentido, se identifica cierta acomodación de los hombres en el rol de ayudante renunciando a asumir su corresponsabilidad dentro del hogar. La ausencia de un reclamo masculino para tener más competencia a la hora de decidir cómo hacer las cosas se interpreta como un indicador de dicha acomodación que no cuestiona el poder de decisión femenino.

H8: A mí me pasa igual. No me deja ni tender. Dice que no sé tender. H7: Exacto. H8: ¡Cómo que no sé tender! Pero si es poner dos pinzas. H7: Y si lo hago, veo corrección después. Entonces es como que no.

H8: Es que este pantalón, si lo coges bien con la pinza, pues...

H7: Y doblar la ropa, y no sé qué. H6: Es un trastorno compulsivo también. (Hombres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

Desde esta perspectiva, se observa cómo el discurso de ellos introduce anécdotas cotidianas acerca de las relaciones de control que condicionan las interacciones sobre el reparto del trabajo doméstico. En la medida que ellos asumen los criterios de ellas, bien porque se acomodan bien porque renuncian al conflicto, señalan distintas situaciones de supervisión que influyen en su comportamiento.

H7: Bueno, yo soy más dejao y yo lo cuelgo. Yo qué sé. La camisa, pues lo pongo así de aquí cogido. Claro, así no, porque tienen que ir las mangas, porque si no luego se arruga y tal. Claro, es una técnica que cuando te lo explica, lo haces al siguiente día, pero a los dos o tres días ya a mí se me olvida. (Hombres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

H7: Otra una cosa es que lo hagas bien. Porque, por ejemplo, mi mujer es muy perfeccionista y a la hora colgar la ropa, hay toda una técnica para poder colgar la ropa, como dice él, y que quede, que quede bien, no colgarlo en cualquier momento. (Hombres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

Sin embargo, especialmente en el caso de los hombres de clase media, también se vislumbra cierto cuestionamiento del poder femenino con un discurso más reivindicativo que emerge cuando reclaman espacio propio para realizar las tareas sin supervisión. En esta tesitura, una de las estrategias masculinas para evitar el conflicto pasa por realizar la tarea solo con la clara voluntad de sortear lo que se percibe como una vigilancia de la mujer.

H2: Y, entonces, con el tema doméstico, me gusta ir de compras. Me gusta cocinar, pero yo solo. Cómo empiecen a mí a decirme... “Eh, tú cuando estés en la cocina, pero ahora estoy yo”. Entonces me deja solo y entonces voy a comprar. También a la hora de limpiar nos combinamos, y limpio y hago todo lo de la casa.

(Hombres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

H2: “No, hoy cocino yo”. Pues ya está. Y mientras estoy allá, estoy en un espacio, allá. Pero entonces cuando empiezan a ponerme cosas, no. (Hombres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

Pero se trata de un cuestionamiento puntual del poder femenino puesto que el consenso más generalizado en los grupos de hombres se construye en torno a la identificación del control femenino y la acomodación en el rol de eterno aprendiz. En particular, el consenso parte de los imaginarios sobre trabajo doméstico identificados en el apartado anterior: responsabilidad femenina y privilegio masculino de la elección. En tanto que ellas naturalizan la responsabilidad del trabajo doméstico, ellos no la cuestionan, asumiendo una posición más cómoda a partir de la simple ejecución de tareas, sin la carga mental que supone la organización y supervisión del trabajo doméstico.

H8: Mira que llevo años, y doblar toallas me dice que no sé. ¿Qué no sé? Si doblar una toalla son cuatro vueltas. Pues dice que no lo hago igual. [Risas] Ya no voy a aprender. (Hombres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

La supervisora y el ayudante aprendiz

Junto al análisis unidireccional de los imaginarios presentados en el apartado anterior, se observa como a nivel de pareja las percepciones de desconfianza y control dibujan un juego de roles al interactuar. En concreto, ellas asumen el papel de supervisoras ante lo que consideran una falta responsabilidad masculina, y ellos asumen el papel de aprendices ante lo que interpretan como un exceso de vigilancia femenina. En esta tesitura, se observa la retroalimentación de los comportamientos y las relaciones de control. De manera que el binomio supervisión y aprendizaje se basa en la aceptación de una mayor pericia doméstica de las mujeres que refuerza la autoridad femenina, así como en la desidia de los hombres que refuerza su acomodación en el papel de ayudante aprendiz. Y es precisamente esta imagen de la mujer vigilante lo que genera complicidad entre los hombres y refuerza su rol, también naturalizado, de ayudantes en permanente aprendizaje que aceptan acríticamente. De este modo, la vinculación del control femenino con la pasantía masculina también supone aceptar las relaciones de poder quedando eximidos de asumir responsabilidad dentro del hogar y, con ello, preservando su privilegio de la elección. El rol de eternos aprendices les permite descargarse de una responsabilidad que no les interpela. De manera que la posibilidad de una mayor implicación masculina encuentra una excusa en el estándar femenino de domesticidad. Al no cuestionarlo se reconoce como una parcela de poder femenina que justifica su menor dedicación y responsabilidad.

H7: Ya te digo yo que no. H6: Ahí no has limpiado. [Risas] H4: Siempre falta, siempre te habrías dejado algo. H7: Seguro, eso seguro, y nunca estaría todo perfecto. (Hombres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

Por el contrario, la percepción de las mujeres en torno al rol de eterno aprendiz bascula entre un discurso de culpa y crítica. Por un lado, se observa como las mujeres de clase trabajadora argumentan que quizás ellas sean el problema, se culpabilizan pensando que su nivel de exigencia puede ser contraproducente. Así, además de una mayor carga de trabajo en comparación a su pareja, acarrean con cierta culpa por asumirla.

M3: Porque yo también sé hasta cierto punto que el problema lo tengo yo. Porque, sí que es verdad que el nivel de exigencia que yo tengo es mi problema y no el suyo…Si él ve todo limpio también es un poco mi problema, que yo necesito que esté todo extra limpio para descansar. Pues él no lo necesita. Pues a mí me encantaría ser como él y vivir más feliz… Hay un punto que es mi culpa también. ¿Sabes? O sea...

M1: Nos autoexigimos...

(Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

Una culpa que no aparece en el caso de las mujeres de clase media entre las cuales se observa cierta intención de cambiar las cosas, aunque sea a costa de algunas renuncias propias. Así se evidencia en el siguiente diálogo donde se relata el éxito del proceso de aprendizaje masculino a la vez que se advierte del riesgo de no actuar.

M4: Entonces vi llegar un momento en que mi madre decía, dice “Tú, si él lo hace así, pues déjalo. ¿Esto está hecho?”, dice “Pues ya está”. Entonces yo opté por eso, entonces... Que el baño es verdad que él poner la mano, con guante ya ves tú, y rascar, eso lo ve... mmm... pero en otras cosas, o sea, la lavadora, al final, le enseñé. Oscuro, color y blanco.

[Risas de algunas informantes]

M4: No, porque si no, mezcla todo. Pero al final ha terminado aprendiendo. Entonces yo creo que también es importante dejar un poco de margen, aunque no esté como tú lo querías tener. M5: Porque si no, no hacen nada.

M4: Es... Sí.

(Mujeres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

Efectivamente, como se desprende de este último verbatim las mujeres son conscientes de la necesidad de actuar contra la desidia masculina porque, en el trasfondo, se puede esconder la estrategia masculina que busca escabullirse de realizar las tareas. En este sentido, se apunta que la no confrontación de los estándares domésticos por parte de los hombres puede responder a una estrategia masculina para construirlos como la excusa o justificación a su escasa corresponsabilidad.

M7: En esto hay que ponerse algo durilla ¿No? M5: Sí, sí.

M7: Aunque al final supervisas un poco los trabajos, entre comillas. Y lo hacen no mal. No, es que peor que mal. Entonces dices “Mira, no lo hagas...” y menos según qué cosas ¿no?

M4: Con desgana, ¿no? (Mujeres, clase media, sin responsabilidades de cuidados)

Pero más allá de la culpa o la renuncia, ellas coinciden en criticar la actitud de los hombres con relación al trabajo doméstico y comparten un conjunto de estrategias orientadas a influenciar su comportamiento dentro del hogar. Un buen ejemplo se observa en el caso de esta mujer de clase trabajadora que relata como organizó y gestionó la situación de paro de su marido:

M6: O sea, para que yo, por ejemplo, si... Él estaba en paro y yo trabajando, pues claro, cuando él ha trabajado y yo no, él ha llegado y lo ha tenido todo hecho, la mesa puesta y todo, impecable. Pues yo no, yo tengo que ponerle una lista, fregar los platos... Y por orden, fregar los platos, tender la ropa, tal, tal, tal... Y él iba tachando la lista y siempre se dejaba algo, porque yo le decía, “Te lo pongo de más importante a menos” y siempre se dejaba algo. Pues entonces yo siempre le ponía de más, digo, así que me haga todo lo que yo quiero. Y lo otro... Claro, como engañándolo, digo, así de esto, pero, o sea, al punto de tener que hacerte una lista porque si no, no sabes por dónde empezar... Te enteras.

(Mujeres, clase trabajadora, cuidado de criaturas)

En definitiva, el análisis de los grupos de discusión permite confrontar dos maneras distintas de percibir lo que pasa dentro del hogar en relación con el tiempo dedicado al trabajo doméstico. Ambas se sustentan sobre la base de los imaginarios que emanan de los discursos captados. Desde la perspectiva del doing gender, cabe plantear que se trata de dos cosmovisiones que reproducen y producen las relaciones de género: por un lado, se refuerza la naturalización de los roles tradicionales de género; y, por el otro lado, emergen nuevas tipologías cuando se analizan las relaciones de control e influencia.



DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES


El presente artículo parte del marco conceptual que ofrece la idea de women as gatekeepers (Counihan y Kaplan, 1998; Allen y Hawkins, 1999) para analizar los discursos e imaginarios de las mujeres y los hombres en torno al trabajo doméstico. El interés ha sido el de profundizar en las relaciones de género según los usos del tiempo (England, 2010; Sullivan et al., 2019) fijando el foco analítico en la dimensión simbólica y relacional (West y Zimmerman, 1987; Crompton, 2006). Para ello, se ha planteado un doble objetivo orientado a captar, por un lado, los imaginarios que sustentan los comportamientos de mujeres y hombres dentro del hogar y, por otro lado, los relatos acerca de las relaciones de control e influencia sobre dichos comportamientos que se establecen entre ellas y ellos.

Los resultados obtenidos encuentran respaldo en la literatura especializada a la vez que aportan nuevas evidencias respecto a algunos de los debates teóricos. Retomando las preguntas que han guiado el análisis de los grupos de discusión, en primer lugar, se constata como el trabajo doméstico sigue considerándose como una responsabilidad femenina, si bien los discursos también evidencian la tendencia a una mayor dedicación de tiempo de los hombres (Bianchi et al., 2006; Hook, 2010; Altintas y Sullivan, 2016). Con relación a la discusión teórica acerca de la convergencia de género, se observa un conjunto de límites relacionados con la segregación de las tareas y su dimensión temporal (Treas, 2008; Van der Lippe et al., 2018 Kolpashnikova y Kan, 2021). De manera que, a pesar del discurso igualitario entre los hombres que dicen implicarse en las tareas domésticas, su participación responde a una situación de actor secundario como ayudante o especialista. Por el contrario, el discurso de las mujeres refleja su persistencia como las principales responsables de pensar, gestionar y realizar las tareas domésticas. Además, los resultados obtenidos con los grupos de discusión permiten identificar un aspecto fundamental del trasfondo social sobre el cual se sustentan los límites a la convergencia de género: el privilegio de escoger de los hombres. En definitiva, aunque se vislumbra cierta diversidad entre las personas participantes según la clase social, en líneas generales se pueden identificar dos imaginarios socialmente compartidos con relación al reparto de las tareas domésticas: la responsabilidad femenina y el privilegio masculino de la elección. Así, la mayor dedicación de tiempo de los hombres no implica necesariamente más corresponsabilidad.

En segundo lugar, se aborda el conjunto de preguntas relativas al juego de percepciones e influencias sobre el rol de las mujeres y los hombres dentro del hogar, y como estos influyen en sus respectivos comportamientos. A grandes rasgos se observa que ellas perciben falta de responsabilidad y capacidad masculina, mientras que ellos perciben vigilancia femenina. Como consecuencia, se observa el establecimiento de una relación de aprendizaje donde la responsabilidad de ellas explicaría porque ejercen de supervisoras, mientras que ellos se acomodan en el rol de aprendices renunciando, o evitando, asumir la corresponsabilidad. En este punto, la estructura sexuada de lo cotidiano (Saraceno, 1986) reforzaría esta relación de género definida por la supervisión femenina y la pasantía masculina: las mujeres critican la desidia masculina hacia el trabajo doméstico expresando desconfianza hacia ellos, mientras que los hombres se sienten vigilados por ellas al realizar las tareas. Los estándares domésticos sirven de excusa a los hombres. Siguiendo a Cannito (2020) , estos resultados se enmarcarían en la línea de investigación que interpreta el control femenino como una supervisión para establecer los estándares propios y criticar la participación de los hombres en dichas tareas domésticas. Si bien, adoptando la perspectiva relacional sugerida por Miller (2018) y Radcliffe y Cassell (2015) , se observa la acomodación de los hombres en el rol de aprendices sin apenas cuestionar el poder femenino. Como consecuencia de este comportamiento que no cuestiona el poder de las mujeres, ellos aceptarían el control femenino dentro del hogar en la línea de lo apuntado por Torns et al. (2003) . Una actitud masculina que, en última instancia, reconoce y refuerza el papel de gatekeepers en las mujeres.

Sin embargo, esta realidad muestra algunas diferencias según la clase social. Mientras que los hombres de clase media ejercen el privilegio de la elección elogiando su capacidad y buscando la satisfacción, los de clase trabajadora lo usan para dedicar el menor tiempo y esfuerzo al trabajo doméstico. Diferencias que explicarían porque los primeros empiezan a cuestionar el poder femenino, reivindicando estar solos para sortear la vigilancia femenina, pero siempre desde la posición del privilegio de la elección. La otra cara de la moneda se encuentra en el discurso de las mujeres que, a diferencia de la inconsciencia apuntada por Gaunt (2008) respecto al desconocimiento de como el rol de gatekeeper puede influenciar el comportamiento de los hombres, relatan estrategias orientadas a cambiar la figura del eterno aprendiz. Estos resultados se alinearían con la otra línea de investigación apuntada por Cannito (2020) focalizada en analizar cómo la madre facilita la construcción del padre lejos de restringir su responsabilidad (Hochschild, 1989).

Con todo, se abren nuevos interrogantes para seguir analizando los cambios respecto a los usos del tiempo y la distribución del trabajo doméstico. En este sentido, se concluye apuntando la necesidad de profundizar en las investigaciones para conocer hasta qué punto los imaginarios identificados en torno a la responsabilidad, el privilegio, la supervisión y el aprendizaje actúan como resistencias al cambio; asimismo, hasta qué punto, siguiendo lo apuntado por Walker y McGraw (2000) , reflejan el peso de la construcción social en las relaciones de género.




NOTAS


[1] El proyecto “La igualdad de género en los usos del tiempo: cambios, resistencias y continuidades-GENERA” ha recibido el informe favorable de la Comisión de Ética en la Experimentación Animal y Humana (CEEAH) de la Universitat Autònoma de Barcelona (ref. CEEAH 6435).

Financial disclosure
Esta publicación es parte del proyecto de I+D+i “La igualdad de género en los usos del tiempo: cambios, resistencias y continuidades-GENERA” de referencia PID2021-122515NB-I00, financiado por MCIN/ AEI/10.13039/501100011033/ y “FEDER Una manera de hacer Europa”.


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