Presente y futuro del abordaje de la fragilidad en el marco de la Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el Sistema Nacional de Salud
Resumen
Nuestro país ha alcanzado una de las esperanzas de vida más altas del mundo, pero este incremento no se ha acompañado de un crecimiento similar en años de vida en buena salud. Para dotar de calidad de vida los años ganados, es fundamental mantener la capacidad funcional de las personas a medida que envejecen, actuando en factores que son modificables y, por tanto, sujetos a intervención, como la fragilidad. Por ello, ésta fue una de las intervenciones priorizadas en la Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el SNS (EPSP), que comenzó en el año 2013. En el esfuerzo colectivo por afrontar el reto del abordaje de la fragilidad, las comunidades y ciudades autónomas (CCAA) han tenido un papel fundamental en la implementación de acciones sobre la prevención de la fragilidad y caídas en la persona mayor. La evaluación de 2019 del Documento de consenso sobre prevención de fragilidad y caídas en la persona mayor, arrojó datos muy positivos, con una implementación alta o muy alta en las CCAA.
La pandemia de COVID-19, ha condicionado también el abordaje de la fragilidad. Ésta se ha mostrado como un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad y fallecimiento, a la vez que la COVID-19 se ha manifestado como una enfermedad fragilizante. Para facilitar la atención de las personas mayores y el abordaje de la fragilidad desde el Ministerio de Sanidad, en el seno del Grupo de Trabajo de Fragilidad 2 y Caídas de la EPSP, se desarrolló el documento de Recomendaciones para el abordaje de la fragilidad en situación de crisis sanitaria generada por la COVID-19. El futuro del abordaje de la fragilidad en la EPSP está recogido en la Hoja de Ruta para el abordaje de la Fragilidad, elaborada en el marco de la EPSP y de la Acción Conjunta ADVANTAGE, mediante la que se propone contribuir a convertir la fragilidad en una prioridad de salud pública y a promocionar su abordaje a nivel poblacional e individual, incluyendo su prevención, detección precoz poblacional y vigilancia/monitorización, desde un modelo integrado y coordinado de cuidado, sin olvidar el fortalecimiento de la formación e investigación.
En la situación actual de tensión del sistema socio-sanitario, que se ha manifestado a partir de la crisis por la COVID-19, es necesario articular cómo continuar prestando una atención de calidad, no solo a la situación aguda, sino también a otras situaciones como la fragilidad, la atención de las enfermedades crónicas, síndromes geriátricos y a las necesidades físicas, mentales y sociales. Una expectativa de vida libre de discapacidad debe basarse en la promoción de un envejecimiento activo y saludable que garantice que las personas mayores mantengan la máxima capacidad funcional. Para ello es fundamental evaluar y prevenir o revertir la fragilidad, evitando la progresión hacia la discapacidad y la mayor sobrecarga del sistema, las personas, familias y la sociedad en su conjunto.