Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2024.210

La influencia del trabajo en la identidad personal. Una investigación cualitativa


The influence of work on personal identity. A qualitative investigation



Alejandro Mantecón * ORCID

Universidad de Alicante, España. alejandro.mantecon@ua.es. Email

Luis Garrido-Sánchez ORCID

Universidad Complutense de Madrid, España. lgarridosanchez13@gmail.com. Email

Thomas Caneva ORCID

Universidad de Alicante, España. tcaneva1@gmail.com. Email

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 33 Núm. 1 (Enero - Marzo, 2024), a210. pp. 1-19. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 10/05/2023
Aceptado / Accepted: 29/10/2023



Sugerencia de cita / Suggested citation: Mantecón, A., Garrido-Sánchez, L., y Caneva, T. (2024). La influencia del trabajo en la identidad personal. Una investigación cualitativa. Revista Española de Sociología, 33(1), a210. https://doi.org/10.22325/fes/res.2024.210




RESUMEN

El propósito de este estudio es entender algunas de las relaciones que se establecen entre el trabajo y la identidad personal. Con ese objetivo, se lleva a cabo una investigación cualitativa basada en la aplicación de 77 entrevistas. La muestra está formada por personas pertenecientes a dos generaciones, residentes en dos entornos socioeconómicos habituales en la España mediterránea: la ciudad turística de la costa y la ciudad industrial ubicada en los valles del interior. El principal hallazgo que se presenta es la identificación de un discurso predominante cuyas características son: a) la resistencia a reconocer una influencia significativa del trabajo en la identidad individual, b) la aceptación de una influencia relevante (y solo positiva) en los casos excepcionales en los que el trabajo permite el desarrollo de una vocación y c) la creencia en la capacidad de cada trabajador/a para proteger su identidad de las experiencias laborales más negativas.

Palabras clave: Capitalismo, consumo, discurso, personalidad, socialización.


ABSTRACT

The aim of this study is to recognize some of the relationships that are established between work and personal identity. Qualitative research involves the collection of data through 77 personal indepth interviews. The sample is composed by people from two generations, living in two common socio-economic contexts in the Mediterranean Spain: the tourist city on the coast and the industrial city located in the inland valleys. The main finding is the identification of a predominant discourse whose characteristics are a) resistance to recognize a significant influence of work on individual identity, b) acceptance of a relevant influence (and only positive) in exceptional cases in which work allows the development of a vocation and c) belief in the ability of each worker to protect his or her identity from more negative work experiences.

Keywords: Capitalism, consumption, discourse, personality, socialization.




INTRODUCCIÓN


La crisis de la sociedad salarial y el auge del capitalismo flexible suscitan interesantes debates acerca de los cambios en los significados que se asignan a la experiencia laboral (Alonso, 2007; Durán-Vázquez, 2006; Prieto, 2013; Recio, 2007). Al respecto, la creciente precarización de las condiciones de trabajo parece rebajar la importancia que históricamente había ejercido el entorno laboral como espacio determinante en la formación de la identidad de los individuos. Ante esta definición de la situación, la sociología identifica en las últimas décadas un desplazamiento y sustitución de los contextos de producción por los de consumo como escenarios a los que las personas recurren buscando objetos, imágenes y experiencias con las que dotar de sentido a su existencia y, en definitiva, a su identidad (Alonso, 1999; Bauman y May, 2001). En las próximas páginas se ahonda en esta idea, que es cuestionada y matizada a través de una investigación cualitativa realizada en cuatro municipios de tamaño medio, tipológicamente representativos de dos modelos urbano-productivos característicos del sur de Europa y, en particular, del sudeste de España: la ciudad turística de la costa y la ciudad industrial ubicada en los valles del interior de las regiones mediterráneas.

El objetivo es identificar los discursos acerca de la influencia que el trabajo ejerce en la identidad de los individuos de dos generaciones coetáneas, cuya socialización tiene lugar en dos contextos y en dos etapas diferenciadas de la historia reciente del capitalismo español. La primera se corresponde con la conocida como “baby boomers”, que en el caso de España encaja en términos demográficos con los nacidos desde finales de los cincuenta hasta mediados de los setenta (Abellán et al., 2018). Estas personas realizaron su transición a la vida adulta entre los últimos años del franquismo y el inicio de la democracia, es decir, en una época en la que la población en edad de trabajar aspira a conseguir un empleo de larga duración, a tiempo completo, con un único empleador, basado en un salario que se ajusta al coste de la vida y que se determina a través de la negociación colectiva (Alonso, 2007; Serrano-Pascual, 1998). La segunda es la conocida como “generación Z”: nativos digitales nacidos entre principios de los noventa y los primeros 2000 (Scholz y Rennig, 2019). Son jóvenes que transitan a la vida adulta cuando la democracia ya está consolidada y en el mundo del trabajo impera la norma del empleo flexible. Esta norma se define en primer lugar por la temporalidad de las experiencias laborales, la proliferación de formas contractuales inestables y la asignación a cada individuo de la responsabilidad acerca de su situación socioeconómica (Miguélez y Prieto, 2009; Prieto, 2002). En 2020, ambas generaciones ven cómo la crisis motivada por el coronavirus perturba sus proyectos biográficos, caracterizados cada vez más por la incertidumbre.

El artículo se estructura así: primero, se expone un argumento teórico que sintetiza aquellos aspectos de la discusión sociológica relativa al vínculo entre trabajo e identidad más pertinentes para orientar el estudio; a continuación, se detalla la estrategia metodológica que se utiliza para dar respuesta al objetivo planteado; después se presentan y discuten los resultados obtenidos; y se termina con una reflexión que confronta las conclusiones con las ideas previamente desarrolladas.

Trabajo e identidad personal

Cuando en este texto se habla de trabajo se hace referencia a la realización de actividades productivas remuneradas. Esta definición es problemática, entre otras razones porque parece incidir en la recurrente confusión que genera el hecho de no diferenciar entre empleo y trabajo. Margaret Maruani (2000, 2023) intentó aclarar esa distinción definiendo el trabajo como las condiciones bajo las que se lleva a cabo una actividad profesional, reservando el término empleo al hecho de tener acceso al mundo laboral. La cuestión se complica al considerar el conjunto de actividades no remuneradas (muy feminizadas y ligadas al trabajo doméstico y a economías informales) que se orientan tanto a la producción como a la reproducción del orden social (Frau, 1998). La complejidad sigue aumentando si se observan los cambios que históricamente han afectado al significado del trabajo (Gorz, 1988; Joyce, 1989; Prieto, 2020; Sanchis, 2004). Sin perder de vista estas dificultades, y enfrentando la necesidad de conducir una investigación cualitativa basada en entrevistas a personas poco familiarizadas con discusiones técnicas o académicas, se creyó conveniente utilizar de modo genérico el concepto trabajo en la forma indicada al inicio de este párrafo, siendo conscientes de que esta elección simplifica una realidad compleja y, con ello, se restringen las posibilidades analíticas.

La aproximación sociológica que se propone fija la atención en la construcción de la identidad personal y, aunque existen importantes nexos entre ambas, escapa a los intereses de la investigación el ámbito de las identidades colectivas. La identidad de un individuo es el resultado de un proceso condicionado por su sistema de relaciones sociales, donde cada ser humano construye una historia relativamente coherente en la que integra de forma selectiva episodios pasados, presentes y expectativas desplazadas a momentos futuros (McAdams, 1999). El proceso social de interacción comunicativa que desemboca en la formación de la “persona que toma conciencia de sí misma” (self) viene precedido por la sucesión de dos fases distinguibles constitutivas de un todo: el “yo” (I) y el “mí” (me). El “mí” se compone de las actitudes de los otros una vez organizadas como guías para la propia conducta. El “yo” son los aspectos activos de la persona, las respuestas a las actitudes de los otros. El self es una realidad dinámica que resulta de la continua interacción entre el “yo” y el “mí”. Por lo tanto, la esencia de la persona es su reflexividad: la conciencia no es un hecho dado, la interacción la va moldeando (Mead, 1972).

Como la interpretación de la trayectoria biográfica no es estable, la identidad de una persona tampoco es una realidad inmutable. Depende del modo en el que cada uno encara la realidad social en la que se halla inmerso, elaborando significados con los que intenta dotar de sentido a los cambios que acontecen en su vida (De Castro, 2012; Ibarra, 2003; Ibarra y Lineback, 2005). De acuerdo con esta perspectiva, la identidad de un individuo resulta de acumular y ordenar una continuidad de experiencias vitales mediadas por el desempeño de roles socialmente estructurados (Goffman, 1963; 1974). En los roles, entendidos como las funciones y expectativas de comportamiento asignadas a cada una de las posiciones que ocupamos en la sociedad, convergen: a) los valores y requerimientos producidos por las instituciones sociales con b) las habilidades y los principios morales que orientan el modo en el que cada ser humano se relaciona con el mundo (Dahrendorf, 1973). Así, la formación de la identidad individual queda ligada al desarrollo de un proyecto biográfico en el que la persona goza de una cierta libertad para pactar su manera de vivir en sociedad, asumiendo (o tolerando) la realización de unas funciones concretas asociadas a unos roles específicos (Castells, 1998).

Una conocida variación de estas ideas, adaptada a la crítica de la sociedad de consumo desde una mirada marxista, fue expuesta por Jean Baudrillard (1970) . Este autor se servía de su particular interpretación de lo sucedido a los protagonistas del clásico de la literatura romántica Peter Schlemihl, el hombre que perdió su sombra y, sobre todo, de la película El estudiante de Praga. En ambos relatos, un joven pierde una parte de su ser tras pactar con el diablo, que en la lectura de Baudrillard sería una metáfora del propio mercado. De tal manera, en las dos obras se identifican personajes arquetípicos del mundo moderno representativos de quienes renuncian a su identidad a cambio de la oportunidad de enriquecerse con las dinámicas del capitalismo. Al final, el individuo quedaría condenado a una pérdida de identificación con el trabajo que realiza, con el resultado de ese trabajo, con la comunidad a la queertenece y consigo mismo.

En esta lógica argumental, de gran influencia en el discurso sociológico, se asume que: a) nos convertimos en lo que hacemos (la identidad individual se alimenta de las experiencias y estas quedan determinadas por los roles que ocupamos); b) en el capitalismo, los roles vinculados a la esfera del trabajo son los que más influyen en la vida de una persona y, por lo tanto, en su identidad; c) la plena implicación en la red de interacciones que promueve la sociedad capitalista requiere “venderse al diablo” (siguiendo la imagen de Baudrillard) y, en la era del capitalismo flexible, supone involucrarse en una serie de fragmentos de trabajo desconectados entre sí, en los que se ocupan roles transitorios y precarios, hasta que la persona se convierte en un individuo alienado (Sennett, 1998; 2006). La supuesta renuncia a una parte del yo ante las lógicas capitalistas sería una suerte de estrategia adaptativa. Esta se mostraría útil para incorporarse a los mercados laborales, obteniendo los recursos que permiten satisfacer las necesidades básicas y, también, para acceder a símbolos de estatus reconocidos por la sociedad. En este sentido, y como precisan Alonso y Fernández-Rodríguez (2020, p. 533) , las empresas exigen a sus trabajadores una implicación en las funciones adscritas a cada rol que proyecte una imagen pública de “auténtico entusiasmo”.

Si se aceptase este diagnóstico, cabría preguntar si los significados que envuelven nuestras vidas se están redirigiendo hacia ámbitos alejados del mundo del trabajo, sobre todo al considerar las cicatrices psicológicas que dejan la acumulación de experiencias inconexas en entornos laborales estructurados alrededor de organizaciones percibidas por los trabajadores como “invivibles” (Revilla-Castro, 2017). Esta cuestión se torna más evidente al aludir a personas atrapadas en actividades muy precarizadas, donde se imposibilita la articulación de respuestas colectivas capaces de mejorar la autoestima personal y grupal (Asforth y Kreiner, 1999). De hecho, Sennett (2008) se esforzó en explicar que es en la extinción de contextos laborales favorecedores del intercambio estable de saberes y experiencias donde reside la insatisfacción con el trabajo, y no tanto en el propio hecho de trabajar. A su vez, esta tesis debe situarse en un marco cultural en apariencia contradictorio que, por un lado, publicita la retórica del trabajo en equipo y, por otro, impone las políticas de individuación y aislamiento del trabajador como corriente principal de gestión empresarial (Castillo, 2008).

Bauman y May (2001) aceptan las premisas de Baudrillard y, desde esa posición, advierten de la normalización de dinámicas que propician la mercantilización de la identidad. O’Connor (1984) fue aún más explícito al referirse a las mercancías como medios a través de los que adquirir un yo social. La identidad personal sería entonces la consecuencia de las experiencias que cada individuo procesa a través de biografías pautadas antes por el consumo que por la producción. Así, en el tránsito de la sociedad salarial en crisis a la expansión del capitalismo flexible habría empezado un nuevo tiempo regido por “la soberanía simbólica del consumo” (Alonso, 1999, p. 202 ).

Esta reflexión desemboca en la aceptación de la pérdida de relevancia del trabajo como eje regulador de las identidades individuales. En todo caso, las investigaciones sociológicas emprendidas en España acerca de los impactos que provocan las mutaciones experimentadas por el capitalismo subrayan los nexos que se establecen entre la flexibilización de las relaciones laborales y la degradación de la vida cotidiana de los trabajadores. En un escenario dominado por la incertidumbre, amplias capas de población serían incapaces de imaginar proyectos biográficos bien valorados (ver, por ejemplo, Alonso et al., 2017; Arnal et al., 2013; Castillo y López-Calle, 2007; Poveda-Rosa, 2006; Santos-Ortega, 2006; Tejerina, 2020). Las evaluaciones críticas también impregnan los escasos estudios llevados a cabo en la sociedad española a propósito de la crisis de las identidades laborales en el sector turístico (muy destacables son las aportaciones de Castellanos y Pedreño, 2005, 2006, o Cañada, 2015, 2018).

No obstante, y teniendo en cuenta todo lo apuntado, también se puede pensar si, más que una contracción de la importancia del mundo laboral como espacio de socialización, lo que están generándose son nuevos discursos sobre el trabajo (De Castro, 2012; Durán-Vázquez, 2006). Estos se expresarían de modo variable en función de la etapa vital, los perfiles profesionales y las características de los contextos más amplios en los que los individuos se encuentran. El análisis que se propone en las siguientes páginas se adentra en este asunto y, como se retomará en la discusión planteada en las conclusiones, también presta atención a la línea de investigación sobre los vínculos entre trabajo e identidad impulsada en Francia por Renaud Sainsaulieu (1977) y continuada de modo más evidente por Claude Dubar (1991, 1992, 2000, 2007). Estos autores asumen que las relaciones entre la identidad personal y el mundo del trabajo son, por su propia naturaleza, construcciones sociales inciertas y cambiantes. De hecho, sus hallazgos muestran procesos identitarios diferentes dependiendo de las condiciones de acceso y del reconocimiento y el poder que los distintos trabajadores logran acumular en el entorno laboral. Como consecuencia de ello, y entre otras posibilidades, las identidades laborales pueden sustentarse en: la lucha colectiva canalizada a través de un líder (entre los empleados con cotas de poder individual muy limitadas); alianzas negociadas (entre trabajadores más cualificados y con más recursos); acuerdos estratégicos basados en intereses personales; la situación de exclusión de quienes ven cómo sus habilidades profesionales quedan obsoletas; la ambición de jóvenes comprometidos con proyectos que trascienden su contexto laboral inmediato; o, como advirtió Sainsaulieu para el caso de muchos jóvenes, mujeres, inmigrantes o trabajadores abocados a empleos no cualificados, la identidad personal simplemente puede terminar nutriéndose de experiencias cada vez más alejadas del trabajo (identité de retrait).


Metodología


El objetivo de la investigación es identificar discursos, sin pretensión de cuantificar opiniones o hacer inferencias estadísticas. La aproximación metodológica es cualitativa y la técnica de recogida de información es la entrevista, útil para profundizar en la comprensión de los significados con los que las personas dan sentido a las realidades sociales en las que se ven implicadas (Valles, 2002). Su aplicación se lleva a cabo con un guion flexible integrado por preguntas abiertas que se repiten con cada entrevistado, si bien, durante la interacción comunicativa se intercalan comentarios y cuestiones que ayudan a entender los argumentos específicos desarrollados en cada caso. Las preguntas comunes a partir de las cuales se obtiene la información que se presenta en este texto son las siguientes:

  1. ¿Qué opinas de la frase “Mi trabajo define quien soy”? ¿Por qué?

  2. ¿Cómo crees que puede influir tu situación laboral en la percepción que tienes de ti mismo? ¿Por qué?

  3. ¿Qué crees que explica mejor el tipo de persona que eres: tu trabajo o en qué te gastas el dinero? ¿Por qué?

  4. ¿Crees que el trabajo puede enriquecerte como persona o más bien el trabajo es solo una obligación para poder conseguir dinero? ¿Por qué?

  5. Si te tocaran un montón de millones en la lotería ¿te olvidarías de trabajar para siempre o intentarías realizar algún trabajo?

Como se indicaba, el estudio aborda dos generaciones socializadas en ciudades medias de entre 20.000 y 100.000 habitantes, con modelos productivos distintos aunque muy frecuentes en multitud de regiones del sur de Europa:

  1. La ciudad industrial de tamaño medio: En las provincias mediterráneas, estas poblaciones suelen encontrarse en sus valles interiores. En el caso del sudeste español, aprovechan la apertura comercial de la dictadura franquista (a finales de los cincuenta) para fomentar un desarrollo industrial basado en las exportaciones y en el aumento del consumo de una incipiente clase media local. El sobredimensionamiento de las plantillas, la escasa innovación tecnológica y la baja cualificación de la mano de obra son características del tejido empresarial del final del franquismo (Babiano, 1993; González-Madrid y Ortiz-Heras, 2018; Portella-Carbó, 2017; Sola, 2014). Ello provoca que en los setenta estas ciudades encuentren serias dificultades para mostrarse competitivas en mercados cada vez más globales. En los ochenta una respuesta frecuente es la extensión de la economía informal (Benton, 1990; Ybarra, 1999). Esa reacción debe situarse en el proceso de incorporación de España a la Comunidad Económica Europea: la eliminación de los controles a las importaciones europeas se realiza sin tiempo para consolidar la modernización de la industria nacional. Este hecho lanza al país a un entorno competitivo para el que no está preparado. El resultado es un brusco aumento de las importaciones que: a) hace pasar un superávit comercial del 1,4% del Producto Interior Bruto en 1985 a un déficit del 11,2% en 1989 y b) provoca la destrucción de casi dos millones de empleos ante la imposibilidad de las pequeñas y medianas empresas de competir con los productos que inundan el mercado español (Busqueta et al., 2014).

  2. La ciudad turística del litoral: El turismo irrumpe en los sesenta como un fenómeno al que se aferran aquellas regiones olvidadas por los planes de inversión industrial de la dictadura, pero que, en cambio, tienen playas y condiciones climáticas en poco tiempo convertidas en recursos de gran valor por los promotores inmobiliarios. Entonces se crean las condiciones sobre las que se forma la imagen publicitaria de España en las décadas siguientes (Callejo et al., 2005; Pack, 2006). El proceso de expansión en el que se había embarcado la Europa capitalista después de la Segunda Guerra Mundial, sustentado en el desarrollo de las diferentes versiones de los Estados de bienestar, favorece un boom turístico en las periferias mediterráneas del continente. La demanda de turismo es muy elástica respecto a las variaciones en la renta, por lo que el aumento del poder adquisitivo de millones de familias europeas desemboca en un alto consumo de ocio vacacional. Así, en los sesenta, la creciente llegada de turistas internacionales transforma para siempre pequeños núcleos de población costeros en centros de actividad turística e inmobiliaria (Gaviria, 1974; Huete, 2009; Jurdao, 1979; Mantecón, 2008; Vera, 1987).

El análisis se articula a través de cuatro municipios de la provincia de Alicante. Son ejemplos paradigmáticos de las dos estrategias de especialización territorial mencionadas. Por un lado, Ibi y Elda, ubicados a unos 35 kilómetros de la costa, son casos representativos del modelo industrial (Elda, orientada a la fabricación de calzado, fue identificada en 2018 por el Instituto Nacional de Estadística como la ciudad española de más de 20.000 habitantes con mayor porcentaje de empleo industrial; Ibi es una ciudad dedicada históricamente a la fabricación de juguetes y, en las últimas décadas, a la producción de plásticos y materiales metálicos). Por otro lado, Benidorm y Torrevieja son dos ciudades muy dependientes del turismo (Benidorm combina una importante oferta de alojamiento en viviendas privadas con 42.095 plazas en hoteles; Torrevieja, con una capacidad hotelera muy pequeña, es un municipio hiper-especializado en la oferta de alojamiento en viviendas secundarias: según los datos del Censo de 2011, cuenta con 39.855 viviendas principales frente a 82.472 viviendas no principales).

En cada municipio se seleccionan dos muestras formadas por individuos pertenecientes a cada una de las generaciones señaladas. El requisito para ser un potencial entrevistado de la generación de los baby boomers es tener una experiencia laboral de más de diez años en los sectores predominantes de su ciudad (o en actividades estrechamente asociadas). Para quienes forman parte de la generación más joven, el criterio a cumplir es ser mayor de 18 años residente en el municipio desde al menos los cinco años de edad. La selección de los entrevistados se realizó mediante muestreos por bola de nieve: partiendo de unos informantes iniciales se consigue una cadena de contactos que permite reclutar al conjunto de la muestra. Los incluidos en la generación mayor pertenecen a clases trabajadoras y clases medias empleadas en trabajos que no requieren una formación superior. Por su parte, los de la generación joven provienen de familias que encajan con el perfil apuntado para la generación mayor. Es decir, la muestra no incluye a perfiles de clase media-alta ni de los extremos inferior y superior de la estructura social (la presentación de resultados y las conclusiones deben leerse tomando en consideración este hecho). Se realizan 77 entrevistas (ver la tabla 1).


Tabla 1 Datos de la muestra

Generación baby boom en las ciudades turísticas Género Edad Situación profesional
E1 (Ben.)Hombre56Cocinero en un hotel
E2 (Ben.)Mujer47Camarera de pisos
E3 (Ben.)Mujer57Camarera de pisos
E4 (Ben.)Mujer56Gobernanta en un hotel
E5 (Ben.)Hombre59Recepcionista
E6 (Ben.)Mujer44Administrativa y conductora en una empresa de autobuses turísticos
E7 (Ben.)Hombre47Animador sociocultural en un hotel
E8 (Ben.)Mujer53Administrativa en una asociación de hoteles
E9 (Ben.)Mujer61Dependienta y camarera
E10 (Ben.)Mujer50 Camarera de pisos
E11 (Ben.)Mujer56Administrativa en un hotel
E12 (Tor.)Mujer44Empleada en el servicio urbano de limpieza
E13 (Tor.)Hombre60Cocinero y propietario de un bar
E14 (Tor.)Hombre48Peón de obra
E15 (Tor.)Mujer44Empleada en una agencia inmobiliaria
E16 (Tor.)Hombre58Empleado en el mantenimiento de fincas urbanas
E17 (Tor.)Mujer46Dependienta
E18 (Tor.)Hombre59Taxista
E19 (Tor.)Hombre53Pequeña empresa de impresión de publicidad para negocios turísticos y hostelería
E20 (Tor.)Mujer50Empleada en una agencia inmobiliaria
E21 (Tor.)Hombre45Recepcionista
Generación baby boom en las ciudades industrialesGéneroEdadSituación profesional
E22 (Ibi)Hombre53Empleado en empresa de menaje con amplia experiencia como operario en la industria del plástico
E23 (Ibi)Hombre53Pequeño empresario de la fundición de metales
E24 (Ibi)Hombre63Trabajador especializado en matricería y moldes
E25 (Ibi)Mujer50Operaria en cadenas de montaje
E26 (Ibi)Hombre63Técnico especializado en matricería y moldes
E27 (Ibi)Hombre53Técnico en una fábrica de inyección de plástico
E28 (Ibi)Hombre54Profesor de FP del módulo en inyección de plástico
E29 (Elda)Hombre62Trabajador en una fábrica de calzado
E30 (Elda)Mujer52Aparadora
E31 (Elda)Hombre54Trabajador en una fábrica de timbrados con amplia experiencia en la fabricación de calzado
E32 (Elda)Mujer53Revisadora en una fábrica de calzado
E33 (Elda)Hombre51Pequeño empresario del calzado
E34 (Elda)Hombre53Trabajador en una fábrica de calzado
E35 (Elda)Hombre51Pequeño empresario del calzado
E36 (Elda)Mujer52Trabajadora en una fábrica de calzado
E37 (Elda)Mujer50Aparadora
E38 (Elda)Hombre55Trabajador en una fábrica de calzado
Generación Z en las ciudades turísticasGéneroEdadSituación profesional
E39 (Ben.)Hombre25Estudiante y dependiente en un comercio
E40 (Ben.)Mujer20Estudiante
E41 (Ben.)Mujer21Estudiante
E42 (Ben.)Mujer24Administrativa en un hotel
E43 (Ben.)Mujer 26Maestra
E44 (Ben.)Mujer19Estudiante
E45 (Ben.)Hombre25Opositor
E46 (Ben.)Hombre19Estudiante
E47 (Ben.)Mujer21Camarera en un hotel
E48 (Ben.)Mujer24Monitora de comedor
E49 (Tor.)Mujer20Estudiante
E50 (Tor.)Mujer23Desempleada
E51 (Tor.)Mujer22Estudiante
E52 (Tor.)Hombre24Estudiante y monitor en un gimnasio
E53 (Tor.)Mujer 21Estudiante
E54 (Tor.)Hombre22Estudiante
E55 (Tor.)Mujer25Desempleada
E56 (Tor.)Hombre25Actor de teatro y redactor en una web local
E57 (Tor.)Hombre24Camarero
E58 (Tor.)Mujer22Estudiante y empleada en una discoteca
Generación Z en las ciudades industrialesGéneroEdadSituación profesional
E59 (Ibi)Mujer21Estudiante y administrativa en la fábrica de la familia
E60 (Ibi)Mujer20Estudiante
E61 (Ibi)Hombre24Estudiante
E62 (Ibi)Hombre21Administrativo en una fábrica
E63 (Ibi)Hombre19Desempleado
E64 (Ibi)Hombre23Estudiante
E65 (Ibi)Hombre20Estudiante
E66 (Ibi)Hombre25Trabajador en una fábrica de inyección de plástico
E67 (Ibi)Mujer23Empleada en el dpto. comercial de una empresa
E68 (Elda)Hombre 24Estudiante y trabajador en una fábrica de calzado
E69 (Elda)Hombre23Opositor
E70 (Elda)Hombre22Militar
E71 (Elda)Mujer23Estudiante y dependienta
E72 (Elda)Mujer18Estudiante
E73 (Elda)Hombre24Opositor exempleado de una fábrica de calzado
E74 (Elda)Hombre 22Realiza un programa de voluntariado
E75 (Elda)Mujer22Estudiante
E76 (Elda)Mujer21Estudiante
E77 (Elda)Mujer23Estudiante


El número de entrevistas en cada generación y ciudad no se decide a priori. En cambio, la decisión se toma siguiendo el criterio de saturación de los discursos para los asuntos esenciales que se abordan de modo recurrente en todas las entrevistas. Su duración media es de 46 minutos y en ellas se tratan una diversidad de asuntos no incluidos en este texto. Aquí se presentan y discuten los resultados que tienen que ver específicamente con el nexo trabajo-identidad. La primera entrevista se hace en diciembre de 2020 y la última en octubre de 2021. Tras garantizar su anonimato y recalcar los fines académicos del estudio, todos los entrevistados consintieron en ser grabados menos el empleado de un hotel (muy interesado en compartir sus opiniones aunque, también, intranquilo ante la posibilidad de que su nombre acabase en las “listas negras” que manejan las empresas hoteleras). Tras completar la transcripción de las entrevistas, el material textual se reordena catalogándolo en función de las ciudades, las generaciones y los temas tratados. Se inicia después una etapa de lecturas sucesivas, acompañada de anotaciones que caracterizan de forma sistemática las valoraciones de los entrevistados para cada tema, asociando ideas y comprobando razonamientos, hasta reconocer líneas argumentales. Este procedimiento responde a la lógica general del análisis cualitativo y se repitió hasta hallar patrones de regularidad discursiva (Conde, 2009; Marshall y Rossman, 1999). Los fragmentos que se insertan en el siguiente apartado poseen una voluntad exclusivamente ilustrativa.


Resultados


Una vez expuesto el diseño metodológico, puede apreciarse sin dificultad la intención previa de emprender un análisis comparado entre dos generaciones y dos contextos urbano-productivos diferentes. De hecho, esa mirada comparativa consigue realizarse al tratar varios de los asuntos esenciales incluidos en las entrevistas, pero no es eso lo que sucede con el bloque temático destinado a profundizar en las relaciones que se fraguan entre el trabajo y la identidad personal. Al contrario, a propósito de este tema se reconoce entre el conjunto de los entrevistados un discurso nítido y bastante homogéneo que apenas permite advertir variaciones entre ciudades o grupos de edad. Precisamente, su naturaleza hegemónica y la claridad con la que se expresa en la muestra entrevistada motiva a los autores a redactar este texto y, con todas las precauciones que deben tomarse al tener en cuenta que se trata de un estudio cualitativo, a sugerir algunas reflexiones que pueden servir para, quizá, animar un diálogo de interés.

Así pues, cuando se ha preguntado acerca de la influencia que ejerce la situación laboral en la imagen que un individuo tiene de sí mismo, se reconoce un discurso predominante que empapa la práctica totalidad de los argumentos: solo los buenos trabajos influyen en la identidad de una persona. Esta idea es redundante entre los entrevistados a partir de la concepción restringida que estos proponen sobre qué es un buen trabajo: aquel que, ante todo, permite expresar inquietudes e intereses previos. De tal modo, el buen trabajo canalizaría hacia las prácticas laborales algunas de las actitudes y cualidades conformadoras de la personalidad.

Se admite que la situación laboral afecta a las relaciones con la familia, la pareja o las amistades, habitualmente con efectos críticos en épocas de inactividad, pues la estabilidad de esas relaciones con frecuencia depende de los recursos económicos adquiridos en el ámbito profesional. Pero no se acepta que debido a cambios en la situación laboral, en el tipo de actividades que se llevan a cabo o en las condiciones en que se realizan pueda variar la percepción que cada persona tiene de sí misma. Los ambientes laborales tóxicos, con condiciones precarias, influyen en la vida cotidiana. Sin embargo, los entrevistados no consideran que ello altere la identidad del individuo. La definición de “quién soy” quedaría a salvo tanto de las dinámicas laborales perniciosas como de las perturbaciones que se pudieran producir en otras esferas a causa de la degradación del entorno en el que se realiza el trabajo.

Tú en una circunstancia de tu vida puedes trabajar en una cosa porque lo necesites, pero no tiene por qué definir quién eres. Yo conozco gente que tiene carreras y trabaja en el Mercadona y es un abogado, por ejemplo. No tiene por qué definir. Es abogado, trabaja en el Mercadona y no tiene nada que ver. No define para nada quién es (E15: mujer de 44 años, empleada en una agencia inmobiliaria en Torrevieja).

Yo creo que tu trabajo no define quién eres realmente. Son tus acciones, tu forma de ser es lo que define quién eres. Un trabajo tú lo puedes coger por necesidad. Y es que yo creo que nunca te va a definir. Es un poco cómo te relacionas tú con tu entorno, cuáles han sido tus decisiones y cuáles serán. Y cómo quieres vivir tu vida (E44: mujer de 19 años, estudiante, de Benidorm).

Yo, por ejemplo, solo del estrés llego a mi casa y no me encuentro bien, y a lo mejor hay un plan de salir a cenar y a mí no me apetece porque he tenido un mal día, porque estoy estresada porque me ha llamado mucha gente por teléfono, etc. En el caso de mi pareja su trabajo requiere mucho esfuerzo físico y a lo mejor un sábado por la noche en lugar de salir de fiesta le apetece quedarse durmiendo. Sí que influye, y además bastante […] No es que mi trabajo defina quien soy, sino que soy yo la que define mi trabajo. O sea, yo pienso que por cómo yo soy pienso que hago un buen trabajo. Por ejemplo, me considero perfeccionista, pero no creo que eso me lo haya hecho el trabajo a mí. Lo soy yo, me gusta que las cosas queden muy bien. Como yo soy, trabajo. El trabajo es un reflejo de mí (E59: mujer de 21 años, estudiante y administrativa en una fábrica de Ibi).

Únicamente la minoría de buenos trabajos, en los que se dan las condiciones para desplegar elementos preexistentes en la personalidad, podrían influir (y tan solo de forma positiva) en la identidad individual reafirmando intereses previos.

Para mí no me define. Si yo fuera un cargo grande en el hotel sí me definiría, pero a mí el trabajo no me define (E1: hombre de 56 años, cocinero en un hotel de Benidorm).

Si tú te tomas tu trabajo en serio y acabas comprometiéndote con él y prácticamente dedicas tu vida a conseguirlo, por ejemplo en mi caso, en el que oposito y tal, pues está claro que al final ese trabajo algo de ti va a decir. Pero es verdad que hay mucha gente que no hace el trabajo que les gusta. Si tú haces un trabajo que no te gusta porque lo estás pasando mal en ese momento concreto, pues está claro que ese trabajo no dice quién eres (E51: mujer de 22 años, estudiante, de Torrevieja).

¿Cuántas personas pueden estar hoy en día haciendo un trabajo que siempre han deseado? […] Puede ser que sea bueno o malo, que reciban un mejor o peor sueldo o que estén éticamente conformes con lo que tienen, pero ese es otro tema. Lo importante es que la gente tiene que trabajar para proveer a su familia y poder subsistir. Hoy día, que el trabajo te defina, de cada mil personas lo podrán decir una y media (E74: hombre de 22 años, realiza un programa de voluntariado, de Elda).

Los entrevistados de la generación “baby boom”, al igual que los jóvenes con experiencia laboral, no piensan que los trabajos que han desempeñado les hayan cambiado, aunque sí indican que, además de ser una fuente de ingresos, han contribuido a su desarrollo personal. De esta manera, cuando el trabajo que se realiza no ofrece la posibilidad de proyectar una vocación, la influencia positiva tendría que ver tanto con las relaciones que se entablan en el entorno laboral como con la madurez que esas experiencias proporcionan para afrontar los distintos desafíos vitales.

Tienes que trabajar porque tienes que vivir, pero el trabajo te aporta muchas cosas: el contacto día a día con la gente, aprendes a relacionarte con la gente, a escuchar… cuando trabajas te encuentras con gente de otros países, puedes aprender otro idioma al hablar con ellos, es la cultura, la comunicación… es que aparte de hacer tu trabajo diariamente eso conlleva otras cosas. Hay un contacto diario en el que das y recibes. Todos los días aprendes algo si quieres, y en el trabajo también (E9: mujer de 61 años, dependienta y camarera en Benidorm).

Yo tengo una curiosidad innata y yo no sé estar en un trabajo sin saber un poquito de todo para yo tener herramientas con las que saber desenvolverte. Entonces, eso depende también mucho de cada uno. A mí me gusta aprender cosas nuevas y al final en la vida muchas cosas se parecen entre sí… y puedes sacar. Cosas que aprendes en el curro de cómo comportarte… te da agilidad y vidilla para el resto de aspectos de tu vida (E17: mujer de 46 años, dependienta en Torrevieja).

Las valoraciones del trabajo son positivas y, salvo dos excepciones, todos los entrevistados (también los jóvenes que aún no han dado sus primeros pasos en el mundo laboral) subrayan que trabajarían aunque tuvieran sus necesidades materiales cubiertas, si bien lo harían en entornos estimulantes y dedicándose a actividades que les permitieran experimentar sensaciones de equilibrio emocional y desarrollo personal. De acuerdo con los razonamientos de los entrevistados -y en sintonía con la tesis apuntada de Sennett (2008) -, los problemas no tienen que ver con el hecho de trabajar, sino con la escasez de trabajos susceptibles de ser catalogados como buenos trabajos.

Trabajar es una manera de tener algo que hacer, de no aburrirse, de sentirse productivo. El hecho de tener algo que hacer todas las mañanas es importante y le acaba dando sentido a la vida también […] Trabajar sirve para motivarte, para no aburrirte, para realizarse […] El trabajo es muy importante para sentirse bien. Te hace sentir útil y le da sentido a tu vida. La alternativa es quedarse todo el día en el sofá, aburrido, sin metas, desafíos… Eso a nivel mental no puede ser muy bueno (E51: mujer de 22 años, estudiante, de Torrevieja).

A mí el hecho de trabajar me gusta, aunque desde luego la manera en la que se establece el trabajo en el sector en el que estamos no me parece la adecuada, pero sí que me gusta trabajar, porque es una manera de formarte también a ti mismo […] Es muy importante para que una persona no entre en una vida sedentaria, por los problemas que eso conlleva. El hecho de no trabajar puede incluso llevarte a sentirte inútil y hacerte entrar incluso en problemas mentales, con depresión. Entonces, aunque no estoy de acuerdo en cómo se establecen las condiciones de trabajo, sí que creo que el trabajo es importante (E62: hombre de 21 años, administrativo en una fábrica de Ibi).

Al preguntar acerca de los efectos de los hábitos de consumo en la identidad, se reconocen dos posiciones con fronteras borrosas. Por un lado, se apunta que en el campo del consumo puede accederse a más espacios de libertad que en el laboral. Se ha razonado este argumento señalando que los empleos a los que puede optar una persona son limitados y que, a su vez, cada puesto de trabajo está prefijado por un margen de acción reducido dentro del cual las tareas asociadas deben hacerse de un modo específico. En cambio, en el mundo del consumo las posibilidades aumentan y, además, no existen controles que exijan la repetición de los mismos comportamientos. De tal manera, ese escenario de libertad se ajustaría mejor a la personalidad de cada individuo, pues en él se retroalimentarían las actitudes e intereses previos con los actos de consumo. En cierta forma, ello daría lugar a conductas más relacionadas con la identidad de la persona.

Yo creo que en lo que te gastas el dinero, pero depende de la persona. Si te lo gastas en ir con prostitutas te define mucho como persona, si te lo gastas en apoyar a una ONG pues también (E40: mujer de 20 años, estudiante, de Benidorm).

Para mí en qué te gastes el dinero. Tú te puedes esforzar, pero luego lo que manda es en qué te lo gastes. Uno es más o menos libre de comprarse lo que quiera. A veces trabajas de cosas que no te gustan (E43: mujer de 26 años, maestra en Benidorm).

Pero, por otra parte, hay entrevistados reacios a asignarle al consumo unas capacidades que no le han concedido al trabajo, ya sea porque le restan valor al hecho de consumir o porque entienden que el consumo depende de la disponibilidad económica, y esta, además de fluctuar, escapa a los deseos de cada persona. En consecuencia, no se consume en libertad, sino en un marco de elección limitado que no se ajusta a las verdaderas aspiraciones adquisitivas de un individuo. Así, al no poder proyectarse los auténticos intereses personales, tampoco se darían las condiciones necesarias para que se creara un proceso de retroalimentación que tuviera efectos reales en la identidad.

Ninguna de las dos cosas, porque yo el dinero que consigo con mi trabajo me da simplemente para pagar mi casa y para vivir, y alguna vez para hacer algún pequeño viajecito de cuatro días. Mi trabajo tampoco me define. Ninguna de las dos cosas. Yo creo que lo que define cómo eres es cómo actúas (E3: mujer de 57 años, camarera de pisos en Benidorm).

No creo que me defina ni el trabajo ni en lo que me gasto yo mi dinero. Yo creo que lo que me define es cómo me comporto en mi día a día con otras personas. En mis acciones diarias y mis relaciones. Eso creo que encaja más en quién soy yo (E32: mujer de 53 años, revisadora en una fábrica de calzado de Elda).

Finalmente, se distingue el intento constante de asociar la formación de la identidad individual a un proceso consciente en el que cada cual se dota, en libertad, de unos atributos que se superponen sobre los rasgos de personalidad inoculados por la familia durante la infancia.

Yo creo que eso es lo que más influye para tu futuro. Yo nací en una familia humilde. Mis padres trabajaron muchísimo, porque en aquella época también se ganaba muy poquito y trabajaban también los dos, pero estaban muy compaginados, porque cuando éramos pequeños nos llevaban al colegio, nos recogían. Yo creo que la base principal para que una persona sea persona es el principio de tu vida. Es que es lo principal. Es que, si tus padres no te inculcan la formación para tú después seguir, pues la mayoría de la gente fracasa (E4: mujer de 56 años, gobernanta en un hotel de Benidorm).

La educación a fin de cuentas es lo que forja el carácter de una persona. La educación que te dan en casa, no la del colegio, porque la del colegio es enseñarte a sumar, restar, dividir y todo lo demás. Pero la verdadera educación está en casa, que es la que te enseña tu sistema de valores y tu carácter. Entonces qué pasa, pues que la educación tiene que ver todo con el trabajo, porque tú a fin de cuentas eres de una manera o de otra. Puedes ser más sociable o menos sociable, más ambiciosa o menos ambiciosa, más meticulosa o menos meticulosa. Entonces, ese tipo de educación es la que te va a determinar tu ritmo y tu manera de trabajar (E57: hombre de 24 años, camarero en Torrevieja).

Aunque los entrevistados aceptan que las experiencias vitales influyen en la concepción que una persona tiene de sí misma, se reservan el derecho a decidir cuáles tienen capacidad real para ejercer esa influencia. La mayor parte de los trabajos (es decir, los malos trabajos) carecerían de esa facultad, igual que para muchos sucedería con los espacios de consumo. Solo las interacciones con las personas y círculos sociales a los que cada individuo conscientemente otorga esa posibilidad se hallarían en disposición de producir efectos en la percepción que tenemos de nosotros mismos.

La negación del trabajo y el cuestionamiento del consumo como esferas capaces de influir de forma crítica en la identidad de las personas podrían interpretarse como un deseo de control sobre vidas insertas en sociedades organizadas por complejos vínculos entre el trabajo y el consumo donde se generan expectativas de muy difícil satisfacción.



Conclusiones


La información recopilada a través de las entrevistas articula un discurso según el cual la identidad personal quedaría preservada de las vivencias laborales y, en gran medida, de los actos de consumo, pues, a pesar de que el consumo se basa en comportamientos configurados en un marco de opciones más amplio, estos no dejarían de ser el reverso de los recursos económicos (limitados e inestables) que provienen del trabajo. Se admite que la identidad puede verse influida por el trabajo que una persona realiza, pero solo si ese trabajo es elegido libremente y las tareas que lo integran sirven para expresar una vocación.

La lógica argumental que se ha reconocido con más nitidez es la siguiente:

Cuando las tareas a realizar en el trabajo permiten el desarrollo de elementos constitutivos de la personalidad, entonces se produce una interacción positiva entre el trabajador y el entorno laboral que favorece una afirmación de la identidad. Si esto no ocurre, las relaciones con la familia, las amistades o el ocio pueden llegar a resentirse (sobre todo en momentos en los que se alarga la interrupción del suministro de trabajo o en situaciones que implican involucrarse en contextos con condiciones laborales precarias), pero ello no afectaría a la identidad pues, normalmente, no se acepta que el trabajo (o el consumo) tengan esa capacidad. En cambio, solo el propio individuo (y apenas su círculo más cercano) estaría en disposición de ejercer semejante influencia, y siempre sobre la estructura de la personalidad construida con solidez en la infancia dentro del núcleo familiar.

La expansión creciente del nexo entre el ocio y el consumo no se cuestiona. Las dudas surgen al plantear que las dinámicas generadas por esa unión puedan exceder el cumplimiento de funciones de distracción y entretenimiento poco significativas. Más aún cuando todos los entrevistados acceden al consumo condicionados por las variaciones que experimentan en su disponibilidad de recursos pecuniarios.

Quizá, podría admitirse con más facilidad que el consumo de productos con una inequívoca connotación experiencial (asociada a los aspectos simbólicos que envuelven la asistencia a un restaurante o a un evento cultural o festivo) es solo un medio para interactuar con aquellas personas con las que, en libertad, se elige pasar un tiempo determinado. Es en esa comunicación con individuos a los que se asigna la posibilidad de producir una interacción relevante donde las personas satisfacen necesidades expresivas coherentes con la percepción que tienen de sí mismas. El hecho de consumir no serviría per se para canalizar esas necesidades expresivas y de percepción de desarrollo personal.

Si el consumo es un medio para la adquisición de productos y un pretexto para participar en relaciones sociales libremente escogidas, el trabajo es un medio para obtener recursos económicos y una vía de desarrollo personal. Ahora bien, este solo cumpliría la función de proyectar y retroalimentar rasgos de la identidad en aquellos casos excepcionales en los que la actividad laboral está ligada al desempeño de un buen trabajo, en la concepción positiva en la que los entrevistados lo definen: como un conjunto de actividades remuneradas que permiten a quien las lleva a cabo reconocer una sensación de autorrealización.

A partir de lo apuntado, otro debate que puede recuperarse es el que sostiene que la identidad de una persona se halla en gran medida determinada por la posición que ocupa en el entramado laboral. Si, siguiendo las premisas marxistas, se acepta que no es la conciencia de un individuo la que determina su ser material y que, por el contrario, es su existencia material la que moldea su conciencia, y si a continuación también se asume que esa existencia material toma forma en primer lugar en las relaciones que entablamos en el trabajo, entonces se atribuye a este una influencia decisiva en la identificación o el extrañamiento que el trabajador establece con las actividades que desempeña, con los productos resultantes de esas actividades, con sus relaciones dentro y fuera del trabajo y, finalmente, consigo mismo. Ante este enfoque podría contraponerse una perspectiva según la cual los significados que dotan de sentido a nuestra existencia se volverían independientes de la mayor parte de nuestras experiencias laborales. Los resultados del estudio presentado no encajan bien con estas maneras de encarar el asunto. Más bien, se ajustan a posiciones intermedias que requieren aclaraciones.

Casi todos los entrevistados, con independencia de sus trayectorias, entienden que los cambios que se puedan producir en su situación laboral son susceptibles de afectar a otros espacios de sus vidas, sobre todo cuando esos cambios implican un empeoramiento de las condiciones laborales. La falta de identificación con las tareas en las que cada persona se ocupa o la precarización de las condiciones en donde esas actividades se insertan pueden generar tensiones que se trasladan fuera del entorno laboral. Pero, admitiendo esto, no se acepta que como consecuencia de todo ello alguien llegue a cuestionarse quién es, cuáles son sus valores básicos o los rasgos profundos de su personalidad, pues el sistema de creencias que configura la identidad individual tendría su origen en otros lugares: la primera socialización en la familia.

Se subraya que aquí no se busca comprobar la consistencia de esta idea en la realidad empírica, sino identificar discursos sobre el significado del trabajo y entender cuáles son los argumentos que los sustentan. No obstante, todo lo expuesto anima a escrutar el muro que los entrevistados levantan entre, por un lado, la percepción de la influencia que la socialización laboral ejerce en sus vidas y, por otro, la modificación de su identidad como consecuencia de esa influencia. La investigación sociológica se ve estimulada por la posibilidad de llegar a discernir si esa separación representa un mecanismo de resistencia más o menos consciente ante el temor a que, como señalaba Sennett, los cambios en las estructuras laborales puedan provocar (o lo estén haciendo ya) una “corrosión del carácter” o si, por el contrario, esa tesis no se ajusta a las lógicas que explican los vínculos entre la identidad y el trabajo en las ciudades donde se ha llevado a cabo el estudio.

Por supuesto, tampoco debe descartarse que esta particular homogeneidad discursiva esté relacionada con limitaciones metodológicas de la investigación. Si, como se ha indicado, la información recopilada permitió elaborar argumentos comparativos sobre otros asuntos no incluidos en este artículo, es verdad que la cuestión de la identidad personal es un tema especialmente sensible. En el marco de las entrevistas realizadas (donde también se planteaban preguntas relativas al entorno familiar o la educación recibida), el cuestionamiento de la identidad como consecuencia de la experiencia laboral podría implicar el reconocimiento de una situación de inadecuación personal con ramificaciones complejas y difíciles de expresar.

La composición de la muestra, que excluye a individuos susceptibles de ser adscritos a clases medias-altas o a los extremos de la estructura social, también ha de tenerse en cuenta a la hora de valorar las posibilidades interpretativas de los resultados. Al respecto, conviene retomar las ideas apuntadas de Sainsaulieu y Dubar para preguntarnos si, en realidad, lo que se ha identificado en el trabajo de campo de este estudio son los discursos de unos estratos sociales concretos en contextos donde, más allá de variaciones entre generaciones o entre ciudades especializadas en funciones turístico-inmobiliarias o industriales, se extiende una atmósfera laboral (la del capitalismo flexible y la precarización de las condiciones de trabajo) propiciadora del tipo de proceso identitario que Sainsaulieu (1977) denominó “de retirada”. Este modelo serviría para explicar la situación de personas cuya posición (vulnerable o descualificada) en el sistema de relaciones laborales complica el desarrollo de fuertes vínculos de apego y compromiso hacia el trabajo. Se correspondería con un tipo característico de trabajadores que no esperan nada del trabajo, aparte de una retribución básica, y que, por ello, desplazan sus interacciones sociales más significativas a entornos ajenos del laboral. La insatisfacción, la inestabilidad o la desmotivación ligada a la ausencia de perspectivas de progreso profesional dejarían poco margen para el surgimiento de lazos identitarios.

Siguiendo con la composición de la muestra, también habría que resaltar el hecho de que 25 de los 39 entrevistados de la generación Z son estudiantes u opositores. Es decir, aspiran a mejorar su posición social a través de la formación o el empleo público y, en esas coordenadas biográficas, esperan que su identidad personal se vea influida por sus futuros trabajos únicamente de forma positiva, reforzando rasgos preexistentes. Todo ello facilita la comprensión de los resultados obtenidos.

Para terminar se hacen explícitas dos carencias evidentes. La primera apunta al hecho de que solo 3 de los 77 entrevistados son desempleados, impidiendo abordar el objeto de estudio tomando también en consideración a quienes están buscando un trabajo. La segunda alude a la ausencia de un análisis que ahonde en los modos diferentes en los que hombres y mujeres incorporan el trabajo a su identidad. En la muestra hay una equiparación de hombres y mujeres (39 y 38), pero no se consiguió una participación de ambos que, teniendo en cuenta el género, permitiera alcanzar criterios de saturación sustentadores de posiciones discursivas distintivas, ni mucho menos implementar una perspectiva de género que, como plantea Carlos Prieto (2015, p. 252) , articule “unos componentes con otros dentro de la trama social de la vida cotidiana y el sentido de la trama como totalidad en tanto que ordenamiento social”. En próximas investigaciones se repararán estas deficiencias aprovechando el aprendizaje acumulado para avanzar en la exploración de las relaciones entre identidad y trabajo.




Agradecimientos



Los autores muestran su gratitud a los profesores Raquel Huete y Daniel La Parra por la ayuda y facilidades prestadas para llevar a cabo este estudio. Igualmente, agradecen a los evaluadores anónimos sus valiosos comentarios


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