En las sociedades europeas y en la española en particular los bajos niveles de fecundidad constituyen sin duda uno de los fenómenos demográficos con mayor impacto en los cambios poblacionales y sociales de las últimas décadas. La evolución de la fecundidad es un factor clave en la sostenibilidad de nuestro sistema de bienestar y un reto demográfico cuyo abordaje institucional se alinea directamente con varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
Las transformaciones socioeconómicas y culturales de las últimas décadas han provocado cambios en las estrategias familiares que se traducen, particularmente en el caso de las mujeres, en el retraso de la maternidad y de la formación familiar hasta la consecución de otros proyectos educativos y/o profesionales que acompañan el desarrollo vital de las personas. Estas pautas, entre otras, no solo inciden en los indicadores de fecundidad de la población, sino también en la posible aparición de problemas reproductivos y en la frustración de expectativas relacionadas con los deseos de maternidad y su desarrollo junto a otras aspiraciones. Aunque el debate sobre la conciliación familiar y profesional tiene larga andadura, este contexto evidencia la dificultad que todavía existe en nuestra sociedad para propiciar trayectorias vitales donde los deseos de maternidad y los proyectos profesionales sean compatibles para un amplio número de mujeres.
Desde un enfoque de investigación que considera los grupos especialmente representativos como casos clave para el análisis, este trabajo tiene por objetivo el estudio de las trayectorias de fecundidad de las mujeres militares como caso paradigmático de una situación específica: la dedicación a una profesión que implica un alto nivel de exigencia, rendimiento y compromiso durante las edades reproductivas. Para ello, se obtendrán los principales indicadores de fecundidad de este colectivo profesional, las mujeres militares en el ejército español, y se realizará una comparativa con los indicadores correspondientes a la población general. Los resultados de este estudio contribuyen a visibilizar pautas diferenciales de fecundidad que pueden justificar investigación ulterior centrada en la especificidad de la situación y expectativas de las mujeres en el ejército.
Este grupo profesional constituye un caso ideal para el análisis de las pautas de fecundidad por varios motivos. La profesión militar, que solo recientemente ha alcanzado una presencia destacable de mujeres (alrededor de uno de cada seis efectivos) implica una dedicación exigente al requerir el mantenimiento de las capacidades físicas y corporales para el desarrollo de las distintas actividades, pudiendo condicionar las decisiones y calendario de gestación. En la escala más numerosa -tropa y marinería-, coinciden habitualmente en el tiempo el ciclo profesional y el período de fertilidad. Asimismo, los ejércitos actuales se caracterizan por la alta movilidad de sus efectivos en misiones internacionales de larga duración y una disponibilidad casi permanente, condiciones que pueden influir en la formación y estabilidad de las parejas, en la conciliación familiar y en el calendario reproductivo.
Aunque existe una amplia literatura en el campo de la Sociología de las profesiones, los estudios de fecundidad profesional resultan escasos debido a la dificultad de conocer con precisión los nacimientos por profesión de las madres y, especialmente, de establecer las bases poblacionales para el cálculo de tasas. La mayor parte de los análisis en este sentido se relacionan más con comparaciones de indicadores según categorías ocupacionales (Daguet, 2019) que con estudios de fecundidad en profesiones específicas. Pero en nuestro estudio, al tratarse de una población -la militar- bien definida, se ha podido obtener información detallada de los nacimientos y de los efectivos que comprende el colectivo utilizando dos fuentes de datos. Desde esta perspectiva, el análisis realizado tiene interés, no sólo por la aportación que supone al estudio de la fecundidad profesional, sino por la amplitud con la que puede realizarse frente a estudios de caso muy limitados.
En el primera parte del artículo comenzaremos planteando el contexto general de la baja fecundidad en España y su explicación a partir de diferentes enfoques teóricos, presentando seguidamente diversas aproximaciones que han abordado la situación de maternidad en el colectivo de mujeres militares. Tras explicar la metodología del trabajo, tanto en el uso de fuentes como en el tipo de análisis realizado, presentaremos los resultados, donde compararemos los principales indicadores de fecundidad entre mujeres militares y mujeres de la población general. Finalmente ofreceremos las principales conclusiones del análisis y posibles líneas a desarrollar a partir de esta investigación.
Contexto y marco teórico
Situación y explicaciones de la fecundidad en España
Es bien conocido que España se encuentra actualmente en el grupo de los caracterizados como lowest-low fertility countries 1 , es decir, entre los países con las tasas de fecundidad más bajas del mundo, muy por debajo del umbral de relevo generacional. Existe un enorme consenso en la investigación demográfica al considerar el retraso de la maternidad como factor fundamental en el descenso de dichos niveles en los países con baja fecundidad (Wilkins, 2019). En el caso de España, si comparamos los datos desde comienzos de este siglo para la población general (INE), podemos observar que el Índice Sintético de Fecundidad (ISF), que se ha mantenido en niveles cercanos a 1,3 hijos por mujer durante la mayor parte del período, cayó por debajo de esa cifra desde 2018 coincidiendo con la crisis de la Covid-19, hasta alcanzar un mínimo de 1,16 en 2022. Paralelamente, la edad media a la primera maternidad ha aumentado continua y paulatinamente hasta situarse en 31,57 años en 2022, siendo además España el país de la Unión Europea, tras Italia, con mayor proporción de madres que tienen su primer hijo a partir de los 40 años (Castro et al., 2018; Del Rey et al., 2022). Este retraso no solo incide en la baja fecundidad de mujeres menores de treinta años, sino también en el número total de hijos de aquellas que deciden ser madres, pues la primera maternidad a edades avanzadas condiciona el número de hijos posterior y se ha relacionado, entre otros factores, con la drástica reducción de las familias con tres o más hijos en las últimas décadas (Davia y Legazpe, 2013; Ibáñez, 2010).
Si bien el retraso en la edad al nacimiento del primer hijo tiene una incidencia clara en la tendencia descendente de la fecundidad, la cuestión es comprender los procesos implícitos en la decisión de posponer o incluso renunciar a la maternidad para un número creciente de mujeres, así como determinar las consecuencias de tales pautas y decisiones en sus expectativas y formas de vida. Con este objetivo se han desarrollado diferentes teorías que tratan de explicar, bajos distintos supuestos, la evolución decreciente de la fecundidad en sociedades que, como la española, han experimentado cambios socioculturales importantes, sobre todo desde los años 80. La aproximación económica convencional de Becker y De Grado (1987), que relacionaba la disminución de la “demanda de hijos” con el coste de oportunidad que para la inversión femenina en educación y acceso al mundo laboral supone la renuncia de ingresos -el precio- de la crianza de hijos de “calidad” (Del Rey et al., 2022; Baranda, 2019; Sánchez y Sánchez, 2008), ha sido contestada por otras teorías que han cuestionado esa linealidad en el comportamiento reproductivo de las mujeres, entre ellas, el enfoque preferencial de Hakim (1998) sobre prioridades “trabajo-hogar” en conflicto entre grupos de mujeres, y la teoría de la Segunda Transición Demográfica propuesta por Van de Kaa (1987), que explica la evolución de la fecundidad como resultado de decisiones en el marco de profundos cambios de mentalidad hacia valores post-materialistas sobre las relaciones personales, la natalidad, las formas de convivencia y la familia, en la búsqueda de autonomía individual y realización personal, y en detrimento del modelo familiar nuclear tradicional basado en vínculos de larga duración (Martínez-Martínez y Bote, 2019; Baranda, 2019; Ibáñez, 2010).
Sin embargo, investigaciones cualitativas y cuantitativas más recientes han constatado diferencias entre la fecundidad observada y la fecundidad deseada (González y López, 2021; Baranda, 2019), poniendo en cuestión algunas de las tesis de la segunda transición demográfica: aunque se perciben los costes personales en términos de ocio y libertad de movimientos que implica la crianza de los hijos, se desea tener más hijos de los que se tienen. No sería -o al menos no totalmente- el deseo de autorrealización y autonomía lo que estaría motivando el retraso de la maternidad y la baja fecundidad, sino las dificultades materiales de las mujeres con mayor formación y aspiraciones profesionales para conseguir estabilidad laboral y económica en contextos de incertidumbre y precariedad en el empleo, tanto en España como en otros países del sur de Europa (Esteve et al., 2021; Wilkins, 2019; Martín, 2010), siendo además estos entornos donde los servicios sociales para el cuidado de los hijos están insuficientemente desarrollados en comparación con los modelos de bienestar de otros países del norte que registran mayor fecundidad (Alonso-Antón et al., 2015; Davia y Legazpe, 2013).
En cualquier caso, si hay un elemento común en este conjunto de aproximaciones es la consideración de la participación de la mujer en el mercado de trabajo como factor modulador de la fecundidad. Esta incorporación a la actividad laboral se ha analizado fundamentalmente en estrecha relación, o como consecuencia, del aumento del nivel educativo de las mujeres. Las mujeres han buscado consolidar su situación laboral y económica a partir de fuertes inversiones en educación, siendo la maternidad tardía una consecuencia de esa trayectoria (Sampedro et al., 2002). La mayor parte de los estudios recientes subrayan el efecto del nivel educativo en la fecundidad: a mayor nivel de estudios, más tardía es la participación de la mujer en la vida laboral y, por tanto, más tarde se consigue un grado de estabilidad económica considerado aceptable para tener hijos, preferentemente en pareja -dos sueldos- y con vivienda independiente (Ibáñez, 2010; Martínez-Martínez y Bote, 2019; Davia y Legazpe, 2013). Todo ello nos habla de una situación compleja en la configuración de expectativas de las mujeres: por un lado, se necesita disponer de un trabajo para conseguir condiciones económicas propicias para tener hijos, pero una vez se participa en el mercado laboral es difícil compaginar trabajo y familia si no hay suficientes políticas sociales y medidas de conciliación que contribuyan a desarrollar y conciliar ambos ámbitos. No es de extrañar, por tanto, que el aplazamiento de la maternidad sea una consecuencia de estas trayectorias, sobre todo teniendo en cuenta que, a pesar del desarrollo de políticas igualitarias, el tiempo de cuidado de los hijos sigue siendo asumido en gran medida por las madres.
Se ha señalado que esta situación afecta fundamentalmente a las mujeres profesionales con nivel educativo superior, pues son quienes más tienen que renunciar en términos de carrera laboral y estatus social al convertirse en madres (Del Rey et al., 2022). Sin embargo, aunque los estudios específicos sobre fecundidad profesional son muy limitados, en el caso de España se ha mostrado que en los últimos años son las mujeres que ocupan categorías profesionales más elevadas las que, teniendo una maternidad más tardía, presentan finalmente una mayor fecundidad en comparación con otros escalones profesionales (Alonso-Antón et al., 2015; Vidal-Coso y Miret, 2017). En efecto, los datos aportados por la Encuesta de Fecundidad 2018 (EF18-INE) indican, a diferencia de países como Francia (Daguet, 2019), que las mujeres “directoras y gerentes” tienen un número medio de hijos mayor (1,25) que las empleadas administrativas y de oficina (1,06), y las trabajadoras de restauración, venta y otros servicios (1,08). Son, en cambio, las técnicas y profesionales científicas e intelectuales quienes presentan una fecundidad menor (1,01), lo cual podría interpretarse, a falta de estudios más específicos, como trayectorias de alto nivel educativo y cualificación que necesitan y no disfrutan de condiciones y apoyos suficientes para la conciliación.
En todo caso, una vez establecida la relación de la fecundidad con el nivel educativo y la participación de las mujeres en la vida laboral, y más allá de consideraciones sobre la flexibilización de las jornadas o los trabajos a tiempo parcial como facilitadores de la conciliación y la disposición a tener hijos (Sánchez y Sánchez, 2008; Alonso-Antón et al., 2015), poco se sabe sobre las características y requerimientos específicos de las distintas ocupaciones como elementos que pueden influir e incluso condicionar las decisiones de maternidad. Cabe preguntarse si, además de los mencionados anteriormente, hay otros factores específicamente vinculados al desarrollo de una determinada actividad profesional que pueden influir en la edad media a la maternidad y en la fecundidad del colectivo de mujeres que la desempeña. Consideramos esta una cuestión relevante para los estudios de fecundidad profesional, pues hay ocupaciones en las que el trabajo a desarrollar requiere un alto nivel de compromiso, rendimiento y mantenimiento de capacidades, también corporales, que coincide además con el período de vida fértil de las mujeres, pudiendo condicionar las decisiones y el calendario de la maternidad.
Un ejemplo paradigmático de estas ocupaciones, que hemos denominado de alta exigencia, es la profesión militar. Nuestro objetivo será abordar las características que hacen de la profesión militar una ocupación de alta exigencia y observar empíricamente la evolución de la fecundidad de las mujeres militares en comparación con la población general a fin de identificar pautas diferenciales.
Mujeres militares, maternidad y alta exigencia profesional
En palabras de Coser (1978) y Segal (1986), las Fuerzas Armadas constituyen organizaciones de trabajo absorbentes -greedy institutions- que demandan un fuerte compromiso al individuo, una específica forma de trabajar, incluso una determinada forma de vida que afecta a otros proyectos vitales (Gómez-Escarda et al., 2020). Desde el propio ámbito castrense (Cañadas, 2010) se admite que el trabajo en el ejército implica una serie de servicios -guardias, ejercicios tácticos, despliegues en el exterior, traslados- que se han de asumir al adquirir la condición de militar y que, sin embargo, dificultan considerablemente una organización de la vida personal que no interfiera en la profesional.
Según datos del Ministerio de Defensa 2 para el año 2023, las mujeres constituyen el 13,1% de los efectivos del ejército español, un porcentaje todavía reducido. Dentro del colectivo femenino, la gran mayoría (casi un 79%) pertenece a la escala de tropa y marinería. En este grupo, cuyo contrato tiene una duración limitada, resultan coincidentes en edad el período reproductivo y el profesional. Aunque el modelo tradicional de lealtad a la profesión militar ha ido perdiendo peso, y cada vez son más los hombres y mujeres en el ejército que deciden compatibilizar su vida familiar y profesional (Gómez-Escarda, 2013), es relevante plantearse si esta diferencia en la composición del ejército por sexos, que también se produce en los ejércitos de otros países, constituye al menos en parte un reflejo de mecanismos sociales que dificultan una mayor presencia femenina, entre ellos, la necesidad de reorientar la propia carrera ante las decisiones de maternidad, o la desigualdad en el tiempo dedicado al cuidado de la familia y de los hijos en comparación con los hombres militares (Thura, 2017).
Si bien en España los estudios sobre fecundidad en el ámbito militar han sido hasta ahora inexistentes, los datos de países de nuestro entorno son elocuentes. Los trabajos de Jankowski (2008) para el caso francés muestran que, cuando las parejas no son duales (ambos pertenecientes al ejército), las mujeres militares tienen menos hijos que los hombres militares, sobre todo a partir de los 30 años. Diversos estudios de ámbito nacional e internacional han mostrado también diferencias notables en relación al significado y al trabajo de cuidado familiar en función de si la pareja militar es hombre o mujer, hasta el punto de plantear (Colas y Vautier, 2011) si existe una especificidad de la maternidad y de la paternidad en el medio militar. Eran-Jona (2011) señala que mientras los hombres militares tienden a dejar el peso del trabajo y organización familiar a sus esposas, las mujeres militares sostienen un modelo más igualitario en el reparto de trabajo y cuidado familiar que implica un esfuerzo adicional para no renunciar a ninguno de los dos ámbitos. Igualmente, el trabajo de Gómez Escarda et al. (2016) muestra que los hombres militares tienen menos problemas que las mujeres a la hora de afrontar misiones que implican movilidad exterior debido a que a ellas les cuesta más separarse de sus hijos o de su familia. Incluso si se trata del derecho a medidas de conciliación, la investigación de Hossain-López y Ruiz-Berdún (2022a) muestra que solo un 4% de las mujeres estudiadas declaraban que eran sus parejas y no ellas quienes tenían concedidas dichas medidas, tendencia que se mantenía incluso si la pareja comparte el mismo ambiente y puede acceder a las mismas medidas de conciliación.
Estas diferencias se proyectan al plano simbólico. Tal como señalan Hampson et al. (2018), “maternidad” y “ejército” son frecuentemente considerados conceptos dicotómicos, siendo el primero adscrito a los deseos y expectativas femeninas, mientras el segundo a ideales y normas masculinas. Un imaginario que incluso ha podido llevar a contemplar la maternidad de las mujeres militares como algo imposible o inadecuado en determinados colectivos (Mercer, 2018). En todo caso, como recuerdan Colas y Vautier (2011), los interrogantes en torno a la maternidad de las mujeres en el ejército están atravesados por el concepto de “operatividad” que, si bien se plantea de forma recurrente en las madres militares, simplemente se ignora en la paternidad masculina.
En efecto, uno de los debates más complejos pero, sin duda, más interesantes sobre la maternidad de las mujeres militares es el que enfrenta la consecución de este proyecto vital con la demanda de operatividad en unidades donde la falta de personal derivada de permisos u otras medidas de conciliación (Gómez-Elvira, 2020) podría comprometer las funciones (misiones, despliegues, traslados) de dichas unidades. Es abundante la bibliografía que, desde distintos enfoques, aborda esta discusión sin que, sin embargo, se haya profundizado lo suficiente en las posibles soluciones. En primer lugar, se ha constatado que en este contexto laboral la intención de formar una familia incide negativamente en la retención femenina (King et al., 2020; Smith y Rosenstein, 2017) y en las posibilidades de promoción (Aparicio et al., 2020). La protección ante el desarrollo de determinadas funciones o misiones, fundamentalmente durante el período gestante y lactante, además de comprometer el ascenso a determinados puestos, puede hacer más difícil la incorporación tras concluir los períodos de licencia. Pero además, se ha mostrado que los permisos y medidas de conciliación concedidos pueden ejercer para las mujeres militares que se plantean la maternidad cierto “estigma” de la protección (Hossain-López y Ruiz-Berdún, 2022a, 2022b; Thura, 2017) que se expresa en una percepción personal y colectiva de “devaluación profesional” al ser apartadas de sus funciones previas o relegadas a trabajos que no comprometen su salud física pero que se consideran de poco valor para su carrera. El estigma de la “menor operatividad”, tanto por la situación vinculada a la maternidad, como por la percepción de una devaluación implícita en las medidas de protección, dificulta la fidelización de las mujeres a la carrera militar (King et al., 2020), e incide en las estrategias de fecundidad al planificar los nacimientos y crianzas en función de los puestos ocupados y las perspectivas de promoción (Colas et Vautier, 2011).
En las últimas décadas se ha avanzado notablemente en la conciliación familiar de la Fuerzas Armadas en nuestro país, pero subsisten problemas en este sentido no muy distintos a los de otros países de nuestro entorno (Gómez-Elvira, 2020). El gran reto en la actualidad es encontrar claves para mejorar la satisfacción de las mujeres en el ejército, no solo al compatibilizar los proyectos personales y profesionales, sino también hacia las medidas diseñadas para dicha conciliación, pues ello es determinante para que estas no sean contempladas como “parches” que terminan degradando las aspiraciones profesionales de estas mujeres.
Una vez planteado el debate sobre las exigencias y especificidad de la profesión militar interesa conocer si existe algún correlato con los datos sobre fecundidad de las mujeres en el ejército español. Aunque los datos estadísticos que proporciona el Índice Sintético de Fecundidad (ISF) de las mujeres militares no puede per se hablarnos de sus actitudes, expectativas y problemáticas, sí constituyen una buena pista para visibilizar situaciones diferenciales que permitan identificar, con posteriores análisis, las potencialidades o los problemas del entorno militar para las decisiones de maternidad de sus profesionales.
Metodología
Los datos necesarios para nuestro análisis se han obtenido de dos fuentes independientes. Los nacimientos vienen registrados en el Movimiento Natural de la Población (MNP) que realiza el INE. La profesión de las madres se corresponde con la clasificación CNO11 -rama Q: Ocupaciones militares, e incluye oficiales, suboficiales y tropa y marinería. La ocupación registrada en el MNP es muy precisa dado que se contrasta con la información procedente de las mutualidades -ISFAS, Muface, Seguridad Social-.
Los datos de las mujeres militares han sido proporcionados por el Ministerio de Defensa con referencia al 1 de enero de cada año. Las bases para el cálculo de las tasas incluyen, al igual que los nacimientos, las mujeres oficiales, suboficiales, soldados y marineros, tanto en activo como de baja. Este detalle es importante, pues si sólo se hubieran computado las militares activas se habría subestimado la población que pudiera estar de baja por maternidad.
La disponibilidad de los datos ha permitido analizar el bienio 3 2019-20, afectado por el efecto de contracción natalista de la pandemia de covid-19, y el bienio 2018-2019, que supone una situación de fecundidad menos excepcional. Para las series de tendencia se han empleado datos anuales, tal y como se explica en el texto.
Para el cálculo de las tasas se ha empleado la media de los nacimientos de dos años. De esta forma se reduce el efecto excepcional que pudiera suponer un año. Al ser un bienio el periodo considerado, el punto central corresponde al 1 de enero del segundo año del mismo. De esta forma la población base es la población media de dicho período, coincidiendo edad cumplida y edad exacta.
Los indicadores se han calculado a partir de las tasas específicas por edad -año a año- dentro del intervalo entre 15-49 años según el manual del INE 4 . Los nacimientos de madres menores de 15 y de mayores de 49, resultan poco habituales, y se computan en las edades 15 y 49 respectivamente.
A partir de las tasas específicas se han calculado las edades medias de las madres al primer hijo y para el total de hijos. De la misma forma se han calculado los Índices Sintéticos de Fecundidad, que indican el número total de hijos que tendrían las mujeres con el comportamiento observado en ese año a lo largo de su periodo fértil -sin considerar el efecto de la mortalidad-. El ISF simula las tasas de fecundidad de cada una de las edades en el año de referencia a una generación ficticia que hacemos vivir todo su periodo fértil (Vinuesa y Puga, 2017). En líneas generales el ISF puede interpretarse a partir del valor umbral. Cuando el ISF alcanza un valor mayor a 2 las generaciones posteriores serán mayores, mientras que para valores menores de dicha cifra los nacimientos no llegarán a reemplazar numéricamente a las precedentes.
Resultados
La Tabla 1 presenta los principales indicadores que resumen la fecundidad de las mujeres militares comparativamente con el conjunto de las mujeres españolas, desde 2018 hasta el último año disponible.
Orden de Nacimiento | Mujeres Militares | Total Mujeres | |||
---|---|---|---|---|---|
2018-19 | 2019-20 | 2018-19 | 2019-20 | ||
Edad Media | Todos | 34,39 | 34,24 | 32,21 | 32,28 |
Primero | 33,44 | 33,33 | 31,10 | 31,19 | |
ISF | Todos | 1,029 | 0,948 | 1,247 | 1,197 |
Primero | 0,531 | 0,481 | 0,649 | 0,630 |
Los datos muestran con claridad una menor fecundidad militar en comparación con el conjunto de españolas -el ISF total se sitúa en torno a un nacimiento, frente al 1,2 que alcanza el conjunto de mujeres de la población general- y también una edad mayor al nacimiento del primer hijo, que se sitúa en más de 33 años, alrededor de dos años más que en la población general. El resultado muestra diferencias importantes que deben ser interpretadas de forma más detallada (ver figuras 1 y 2).
El análisis de las tasas de fecundidad por edad muestra diferencias en las edades jóvenes. De forma aproximada podemos señalar que la maternidad en las mujeres militares no es habitual antes de los 30 años. Es un resultado que no resulta extraño, pero es significativo. El arranque de la vida militar excluye comparativamente los proyectos de maternidad. La estabilización posterior, sin embargo, hace que la maternidad se desarrolle a niveles muy similares al comportamiento de la población general. Las diferencias a partir de los 30 años se reducen notablemente.
Dado que se produce un retraso, la diferencia en la edad media a la maternidad de las militares resulta importante, pero eso no significa que haya un abandono del proyecto. Probablemente la carrera militar desanima a las mujeres que quieren ser madres en edades jóvenes, pero no tanto a todas aquellas que prefieren posponer su proyecto de formación familiar.
El ISF para el primer nacimiento nos informa de la proporción de mujeres que tendrán descendencia a lo largo de su vida. Para las militares, como podemos apreciar en la tabla 1, se sitúa en torno a la mitad. De forma generalista podemos decir que la mitad de ellas tendrán al menos un hijo y la otra mitad ninguno. Para la población general la cifra es mayor, ligeramente superior al 60%.
Con objeto de valorar con mayor precisión estas diferencias se ha procedido a estudiar las tasas globales de fecundidad y, dadas las diferencias en composición por edad entre militares y población general, a compararlas a través del método de tasas-tipo. El método de las tasas-tipo aplica el comportamiento de una población -en este caso de la fecundidad- a otra con una estructura etaria distinta. Para ello, hemos considerado la distribución por edad de la población militar y hemos aplicado las tasas específicas por edad observadas en la población española (Tablas 2 y 3), obteniendo de esta forma las tasas corregidas. Las tasas corregidas nos indican cuál sería la tasa global para las militares suponiendo que tienen la misma fecundidad por edad que la población general. Es decir, se neutralizaría el efecto de composición por edad.
Mujeres | Nacimientos | Tasas x 1000 | |||
---|---|---|---|---|---|
Militares | Observados | Corregidos | Observadas | Corregidas | |
2018/2019 | 16.490 | 763 | 801 | 46,3 | 48,6 |
2019/2020 | 16.941 | 666 | 726 | 39,3 | 42,8 |
Mujeres | Nacimientos | Tasas x 1000 | |||
---|---|---|---|---|---|
Militares | Observados | Corregidos | Observadas | Corregidas | |
2018/2019 | 16.490 | 360 | 373 | 21,8 | 22,6 |
2019/2020 | 16.941 | 307 | 343 | 18,1 | 20,2 |
Las diferencias entre las tasas globales de natalidad observadas y corregidas se sitúan, tanto para el primer nacimiento como para el total, en torno al 2-3 por mil. Este sería el efecto que tiene el menor atractivo de la maternidad a edades jóvenes en la profesión militar, es decir, las militares tienen un 2,5 por mil menos hijos que la población general. El contraste entre los periodos analizados apunta una tendencia hacia el incremento de la diferencia en la edad media a la maternidad de las militares a la par que una reducción de su fecundidad. Surge aquí la cuestión de si puede tratarse de un efecto coyuntural en la medida en que la pandemia haya podido tener una mayor incidencia en el colectivo de mujeres militares.
Los datos disponibles nos permiten una aproximación a las tendencias para un periodo corto entre 2016 y 2020. Para el estudio de la tendencia se ha establecido una serie con datos para cada año (t) tomando la población media de los años t y t+1. Con este procedimiento se aprovecha mejor la información disponible, si bien a costa de reducir la robustez de la serie al no aislarse el hipotético efecto que pudiera tener un año excepcional.
Como puede apreciarse en la Figura 3, los resultados muestran la progresiva caída de la fecundidad de la población general con una mayor incidencia en la población militar. Los datos deben ser tomados con cautela, pero permiten observar que en los últimos años se amplía de forma significativa el diferencial de fecundidad entre ambos colectivos, y que dicha diferencia no se debe necesariamente al efecto de pandemia.
La edad media de las madres al nacimiento de sus hijos (Figura 4) muestra la misma tendencia de alejamiento. En el breve periodo observado, la edad media al nacimiento de las mujeres militares ha aumentado en más un año, creciendo el diferencial sobre la población general hasta los dos años. No parece tampoco que la pandemia tenga que ver con esta tendencia, e incluso en 2020 se reduce ligeramente la edad respecto a 2019.
Como se observa en la Figura 5, en el caso de las mujeres militares el crecimiento de la edad media a la maternidad se debe fundamentalmente a la edad al primer nacimiento, pero también se puede apreciar que la diferencia entre ambos componentes (edad media al total de nacimientos y al nacimiento del primer hijo) se hace mayor a partir de 2019. Si comparamos con la población general (Figura 6), en esta se mantiene la distancia entre edad media al total y al primer nacimiento.
No es fácil interpretar estos resultados, pero como hipótesis estos datos podrían ser indicios de una tendencia de distanciamiento en el intervalo intergenésico, entre nacimientos, en el caso de las mujeres militares. Dentro del contexto de la progresiva caída del ISF también podría indicar que hay menos militares madres, pero a su vez quienes tienen hijos están aumentando el tamaño familiar. Ello abriría a considerar la polarización entre modelos familiares en la profesión militar: bien sin hijos, bien con un número superior a la media.