La investigación sobre los movimientos sociales en España ha crecido exponencialmente en los últimos años, sobre todo a partir del estallido del 15M y sus consecuencias (Betancor y González Santos, 2023; Romanos y Aguilar, 2016). Sin embargo, todavía quedan aspectos poco explorados, entre ellos, los relativos a los destinatarios o targets de las protestas. Tradicionalmente, el foco de la investigación se ha puesto en el lado de los activistas, prestando mucha menos atención a quienes tienen enfrente (Jasper y King, 2020). Nuestro conocimiento sobre los contrincantes a uno u otro lado de la protesta es por lo tanto muy desigual. No faltan las voces que alarman, de hecho, sobre la configuración de una “fenomenología de los movimientos sociales” (Tarrow, 2012, p. 8) preocupada casi exclusivamente de sus dinámicas internas. Sin embargo, los investigadores van progresivamente levantando su mirada para estudiar los actores que los movimientos sociales tienen enfrente y las interacciones estratégicas que se despliegan entre unos y otros en el campo de batalla que es la protesta. ¿Hacia quiénes va dirigida la acción de los movimientos sociales? ¿Hasta qué punto los activistas utilizan diferentes formas de protesta en función de a quién va dirigida? ¿Cómo han cambiado las interacciones estratégicas entre movimientos y targets a lo largo del tiempo y en los diferentes ciclos de protesta? ¿Qué ha pasado en periodos de crisis como la Gran Recesión o la emergencia sanitaria durante la pandemia de COVID?
Este artículo pretende contribuir a contestar a estas preguntas a través de un análisis de acontecimientos de protesta centrado en la relación entre los repertorios y el destino de la acción de los movimientos sociales en España durante las dos primeras décadas del siglo XXI. Más específicamente, nuestro objetivo es analizar las asociaciones entre los distintos destinatarios y repertorios de protesta, considerando la transgresión y amplitud de los segundos y observando la evolución en el tiempo de dicha asociación, con especial atención durante las crisis de diversa índole. El artículo se estructura como sigue. En primer lugar, elaboramos un breve estado de la cuestión sobre los repertorios de protesta y sus destinatarios que sirve para señalar algunas de las lagunas existentes en la literatura y plantear las principales hipótesis de la investigación, a saber, que los repertorios empleados contra el Estado son menos transgresivos y amplios que los empleados contra las corporaciones y que los eventos que tienen targets directos e indirectos diferentes emplean métodos más transgresivos. Igualmente, sugerimos la pregunta de investigación sobre con qué destinatarios se asocian los repertorios que combinan tácticas con distintos niveles de transgresión. A continuación, presentamos un breve contexto sobre el caso de estudio: la evolución de la protesta en España entre el 2000 y el 2020 y, en concreto, de los repertorios y destinatarios de esa protesta. Seguidamente, ofrecemos una estrategia metodológica que combina el análisis de eventos de protesta con el análisis de correspondencias para contrastar las hipótesis y contestar a la pregunta de investigación. Tras esto, exponemos los resultados obtenidos. Finalmente, abrimos su discusión en relación con la bibliografía existente y proponemos nuevas líneas de trabajo.
Formas y targets de la protesta
Los movimientos sociales emplean diferentes formas de acción dentro de amplios repertorios de protesta que van cambiando poco a poco a partir de pequeñas innovaciones introducidas por los activistas. De manera general, Charles Tilly definió estos repertorios como el "conjunto de medios que tiene [un grupo] para hacer reclamaciones de distinto tipo a distintos individuos" (Tilly, 1986, p. 2). Llevado al terreno de la protesta, los repertorios están formados por las distintas formas de acción que tiene a su disposición un grupo, organización o movimiento social en determinado contexto para plantear sus demandas. La idea implícita es que los activistas no disponen de un abanico infinito e inmutable de tácticas, sino que su conocimiento sobre lo que se puede (y se debe) hacer es limitado y dinámico. Ese abanico se va abriendo y cerrando, nutriéndose de experiencias propias y ajenas transmitidas a través del tiempo (por ejemplo, entre diferentes generaciones) y el espacio (como entre personas de distintos países) y también desechando formas que van perdiendo su sentido y eficacia en detrimento de otras nuevas con las que los activistas van experimentando en sus protestas.
Igual que el repertorio musical de un artista incluye obras más sencillas y otras más arriesgadas, unas con más matices o colores y otras con menos, unas más planas y otras más rompedoras, las diferentes formas de acción dentro de un repertorio de contienda pueden agruparse y ordenarse de múltiples maneras. Dalton (1988) estableció un continuo entre esas acciones a partir de cuatro umbrales:
“El primer umbral indica la transición desde la política convencional a la no convencional. La recogida de firmas y la participación en manifestaciones legales son actividades políticas no ortodoxas que, sin embargo, se enmarcan dentro de las normas democráticas aceptadas. El segundo umbral representa el salto a técnicas de acción directa, como los boicots. Un tercer nivel de actividades políticas conllevaría actos ilegales pero no violentos. Las huelgas no oficiales o las ocupaciones pacíficas de edificios son típicas de este nivel. Por último, un cuarto umbral incluiría actividades violentas como el perjuicio personal o el daño físico” (Dalton, 1988, p. 65, citado en della Porta y Diani, 2015, p. 221).
En su influyente investigación sobre el ciclo de protesta italiano de las décadas de 1960 y 1970, Tarrow (2012, cap. 8) planteó una diferenciación similar pero más limitada entre acciones convencionales, confrontacionales y violentas. En el desarrollo del conflicto, los movimientos sociales pueden inclinarse hacia un lado u otro en su repertorio. Hablamos de radicalización para explicar el cambio de acciones no violentas a otras violentas (Bosi y della Porta, 2022), pero también podemos hacerlo en términos de un gradiente, en el sentido de una creciente transgresión en los repertorios, según se vayan traspasando puertas o umbrales hacia formas más contundentes de acción.
Las performances contenciosas (Tilly, 2008) de los movimientos sociales tienen obviamente un destinatario. Buena parte de las protestas van dirigidas hacia el Estado (Martin, 2022). Aunque el Estado no sea el responsable directo de todos los problemas alrededor de los cuales se construyen los movimientos sociales, sí que es o ha sido el agente con mayor capacidad para corregirlos. En cualquier caso, no es el único destinatario de la acción de los movimientos. Sus protestas también se dirigen hacia otros actores, entre ellos, determinadas empresas, corporaciones, organizaciones, contra-movimientos o el público en general. De hecho, algunas investigaciones sostienen que solo la mitad de las protestas tienden a dirigirse hacia el Estado (Van Dyke et al., 2004; Salehyan y Stewart, 2017). En un trabajo reciente, González Santos (2021) identifica tres factores que influyen en las probabilidades de que el Estado se convierta en el destinatario de la protesta: la ideología del Gobierno, el presupuesto del Estado y el desarrollo económico. Las protestas hacia el Estado aumentan cuando el Gobierno es de signo opuesto al de los activistas, su presupuesto es elevado y el crecimiento se ha estancado o está en retroceso. Por otro lado, Martin (2022) sostiene que las corporaciones están atrayendo cada vez más protestas por dos factores interrelacionados: el poder cada vez mayor de las empresas y el viraje del Estado hacia el neoliberalismo, con la consiguiente pérdida de su capacidad como mediador en los conflictos.
Sin embargo, más allá de esta variabilidad en los destinos de la protesta, poco sabemos sobre la relación entre esos dos elementos: targets y protestas. En uno de los pocos trabajos que tratan de desentrañar esa relación, Martin et al. (2009) estudiaron diferentes tipos de protestas (concentraciones en campus universitarios, disturbios urbanos, marchas y mítines, y actos de desobediencia civil) para concluir que el tamaño de las colectividades implicadas en ellas aumenta la probabilidad de violencia contra algunos objetivos, especialmente el Estado, mientras que reduce los ataques contra otros. La investigación de Walker et al. (2008) invierte el foco para centrarse en las características (fortalezas, debilidades y capacidades) de los targets que influyen en los patrones de acción de los activistas, condicionando parcialmente los métodos o formas utilizadas por estos activistas en sus protestas. La mayor capacidad del Estado para la represión, facilitación, canalización y rutinización, así como su mayor apertura y meno vulnerabilidad, explica que los métodos empleados por los activistas sean más contenidos. Otros actores están por lo general menos preparados para defenderse. Las empresas pueden despedir a trabajadores, pero esa medida puede agravar la situación, expandiendo el conflicto. Así, las corporaciones son más vulnerables a la protesta y tienen menos capacidad de respuesta mientras que el Estado tiene más poder, no solo represivo, sino también de canalización y concesión. En este sentido, podemos entender que el contexto corporativo tiende a radicalizar la protesta. De aquí se deriva una primera hipótesis a contrastar en nuestra investigación:
H1: Los repertorios empleados contra el Estado son menos transgresivos que los utilizados contra las corporaciones.
Apoyado en estas y otras evidencias, Martin (2022) amplía la cuestión para plantear una hipótesis adicional en relación con la amplitud de los repertorios. Las formas empleadas por los movimientos sociales en sus acciones contra el Estado no solo serían más convencionales sino también más limitadas en comparación con las desplegadas contra otros targets, como las corporaciones. El Estado dispone de múltiples canales institucionales que los activistas pueden emplear para conseguir una reacción por su parte. Las corporaciones tienen una estructura más cerrada y, por consiguiente, el repertorio utilizado contra ellas no solo será más transgresivo (de acuerdo con la H1) sino también más amplio en sus formas de protesta, ya que se requiere mayor ingenio estratégico para obtener una respuesta favorable . En resumen, esta hipótesis adicional sostiene que:
Por último, Walker et al. (2008) establecen una distinción entre targets directos e indirectos que también parece relevante. En ocasiones, los activistas protestan en la sede o alrededores de una institución, empresa u organización para provocar una reacción o cambio en otro actor más distante. En este sentido, toman al primero como proxy del segundo. Walker et al. (2008) plantean como hipótesis que los activistas tienden a emplear métodos más transgresivos contra un target (directo) que sirve de proxy (a otro target más distante) ya que los costes asociados a la protesta son menores dada la cercanía de los targets directos y el mayor conocimiento que los activistas tienen de sus puntos débiles. Sin embargo, el análisis de Walker et al. (2008) no es concluyente en este sentido. De cara a nuestro estudio, la hipótesis quedaría como sigue:
H3: Los eventos que tienen targets directos e indirectos diferentes emplean métodos más transgresivos.
Los datos analizados por Walker et al. (2008) y las evidencias recopiladas por Martin (2022) se centran en un caso específico: Estados Unidos. Nosotros vamos a contrastar las hipótesis derivadas de estos trabajos en el estudio de otro caso para el que, hasta el momento, no hemos encontrado prácticamente análisis sobre los destinatarios de la protesta y mucho menos sobre la relación entre repertorios y targets: España.
La evolución de la protesta en España
En investigaciones anteriores (Romanos y Sádaba, 2022; Romanos et al., 2022) hemos dibujado cuatro ciclos de protesta en la evolución de la contienda política en la España del siglo XXI: el declive o fin del ciclo vinculado con el movimiento antiglobalización hasta 2004; un breve ciclo entre 2005-2007 que anunció algunas de las características que después despuntaron durante la Gran Recesión; el ciclo anti-austeridad propiamente dicho entre 2008-2015, durante la crisis económica; y un nuevo ciclo a partir de 2016 protagonizado por otros conflictos (revitalización del movimiento feminista, recrudecimiento del conflicto territorial en Cataluña, surgimiento de movilizaciones ecologistas impulsadas por la juventud por el clima, protestas de la ultraderecha) que se vio afectado irremediablemente por la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias.
En general, el repertorio de protesta empleado por los movimientos sociales en el nuevo siglo en España remite a acciones de manifestación y ocupación (real o simbólica) del espacio público urbano (Romanos y Sádaba, 2022). Eso no quiere decir que las formas concretas de acción no hayan cambiado. Los ciclos de protesta son "crisoles en los que se forjan nuevas armas de protesta social" (Tarrow, 2012, p. 134). Un ejemplo paradigmático es el ciclo anti-austeridad, en el que se pusieron en marcha pequeñas innovaciones sobre estrategias ya conocidas, como las acampadas (Adell, 2011), y se ensayaron combinaciones entre formas propias de ámbitos diferentes, como la movilización laboral-civil experimentada en las Mareas (Köhler y Calleja Jiménez, 2015; Luque Balbona y González Begega, 2016). En este repertorio amplio y dinámico, las acciones violentas son relativamente escasas (disturbios y asaltos) y muy concentradas en torno a 2012, uno de los momentos álgidos de la protesta contra las medidas de austeridad en respuesta a la Gran Recesión, cuando se producen choques más visibles con la policía en acciones como la llamada ‘Rodea el Congreso’ [de los Diputados] (véase Fernández de Mosteyrin, 2013).
Siguiendo a Tarrow, las acciones convencionales, confrontacionales y violentas coinciden en el tiempo en los diferentes ciclos de protesta, siendo las convencionales las más numerosas seguidas de las confrontacionales y, por último, las violentas. Sin embargo, el crecimiento relativo de cada de ellas difiere de lo observado para la contienda italiana de 1966-1973. Allí, las acciones confrontacionales crecían al inicio del ciclo y las violentas lo hacían al final, mientras que las convencionales aumentaban hacia la mitad de este (Tarrow, 2012, p. 137). En España, en el ciclo 2005-2008 las acciones violentas también crecen hacia el final, pero el incremento de las convencionales precede al de las confrontacionales, mientras que durante el ciclo anti-austeridad los tres tipos de acciones alcanzan sus valores máximos al mismo tiempo, en 2012. La organización y la difusión de la acción colectiva del siglo XXI parecen estar aceleradas gracias al uso de nuevas tecnologías de la información y la comunicación. De ahí que el paso de unas formas de acción a otras no marque ritmos tan nítidos, difuminándose y solapándose en el tiempo.
Con respecto a los targets, el Gobierno central destaca con mucha diferencia con respecto al resto de los destinatarios últimos de la protesta (Romanos y Sádaba, 2022). La evolución de los objetivos directos ha sido, sin embargo, algo distinta. El Gobierno central sobresale de nuevo frente al resto, pero no lo hace a lo largo de todos los ciclos. En los años más intensos del ciclo anti-austeridad (2011-2012), en plena crisis económica, el Gobierno central cedió el protagonismo a los Gobiernos locales y regionales. Esta evolución parece ampliar el anclaje en el territorio del ciclo anti-austeridad sugerido por della Porta y Mattoni (2014) . Nuestro análisis mostraba que durante la Gran Recesión el cambio de escala hacia abajo no se detuvo en el nivel nacional, sino que continuó hasta el local y regional en cuanto a objetivos directos se refiere. La dinámica se restauró, sin embargo, en el último ciclo de protesta del periodo (2016-2020), que estuvo dominado parcialmente por el enfrentamiento del independentismo catalán contra el Gobierno central, convirtiendo de nuevo a éste en el objetivo predominante, posición que mantendría también en el contexto de la pandemia (Romanos et al., 2022).
Sin embargo, persiste la duda de cómo se han contestado preferentemente los diferentes objetivos con distintos repertorios o si, por el contrario, no ha habido una inclinación a emplear las diversas tácticas de protesta según el destinatario al que se dirigían, cuestión que trataremos de responder en los siguientes apartados.
METODOLOGÍA
En los últimos años, el análisis de eventos de protesta o PEA (por sus siglas en inglés: protest event analysis) ha tenido un gran desarrollo (especialmente gracias a las herramientas tecnológicas y a las técnicas asistidas por ordenador) proporcionando gran cantidad de datos empíricos relevantes. Esta técnica puede entenderse como un tipo de análisis de contenido (cuantitativo) que recoge los acontecimientos de protesta (y sus principales características) en una base de datos que permite estudios estadísticos. Para ello, es necesario transformar los registros de estos eventos (a menudo procedentes de los medios de comunicación y otras fuentes) en números, fechas o códigos con los que trabajar a través de un proceso de codificación. Este enfoque facilita aproximaciones comparativas y longitudinales de tal manera que permite una descripción muy completa de los fenómenos de acción política y colectiva, incluidos los repertorios y destinatarios de la protesta (Hutter, 2014).
Hemos empleado una base de datos de eventos de protesta construida a través de la codificación de las noticias publicadas entre el 1 de enero del 2000 y el 31 de diciembre de 2020 en los dos principales periódicos generalistas (El País y El Mundo) en sus ediciones impresas diarias nacionales. Se han recopilado 4623 eventos de protesta. Entendemos por protesta cualquier ejercicio público de reivindicaciones políticas de parte de un individuo o colectivo, constituyendo una unidad significativa a partir de un objetivo común y pudiendo expandirse en distintas localizaciones a lo largo del tiempo. Este tipo de eventos debe incluir alguna acción pública con objetos, fines, demandas y agravios políticos reivindicados. La codificación de cada noticia como evento de protesta o no, así como el registro de sus características, se hizo con un acuerdo entre un equipo de codificadores entrenados al efecto y según esta definición de protesta y un libro de códigos prestablecido. 1 No se han encontrado otras fuentes que proporcionen datos de protestas para el conjunto de España con ese nivel de desagregación temporal y detalle descriptivo para ese periodo.
En los estudios sobre PEA se ha reconocido el sesgo de selección de la prensa a la hora de reportar las protestas (no así el descriptivo para hechos objetivos, menos presente en las publicaciones con cierta calidad), así como que no registra todos los eventos acontecidos. Sin embargo, si los sesgos se mantienen suficientemente constantes en el tiempo, es posible que las tendencias temporales sí que sean representativas. Esto permite estudiar con este tipo de muestras la relación de la tendencia temporal de las protestas con la evolución de otras variables, postura que se defiende en este artículo, en la estela de la escuela representacional de PEA. El objeto de estudio y la información proporcionada por la muestra empleada no son los valores absolutos de protestas, sino su evolución en el tiempo y su covariación con otros fenómenos (Earl et al., 2004; Hutter, 2014; Koopmans y Rucht, 2002; Mueller, 1997). Entre los autores que empíricamente sostienen esta argumentación se encuentran McCarthy y colaboradores (2008) o Koopmans (1998) y Koopmans y Rucht (2002). Estos obtienen una alta correlación (mayor a .84 y .90, según los casos) entre datos procedentes de prensa y aquellos generados con registros policiales. Asimismo, en un análisis descriptivo de la base de datos aquí empleada (Romanos y Sádaba, 2022) no se han detectado indicios de los principales sesgos posibles según la literatura (Earl et al., 2004; Koopmans, 1998; Mueller, 1997).
Siguiendo una distinción fundamental en la literatura (Walker et al., 2008; Martin, 2022) y de cara a poder contrastar las dos primeras hipótesis planteadas en el marco teórico (H1 y H2), para los targets o destinatarios de cada evento de protesta se han definido cuatro variables dicotómicas, en función de si hay objetivos estatales en dicho evento, 2 si presenta objetivos corporativos, 3 si la protesta apunta a objetivos donde se entremezcla lo estatal y lo corporativo (en una categoría mixta de Estado y corporaciones) 4 o si se identifican otros objetivos 5 (de otro tipo). De manera alternativa, estas cuatro variables dicotómicas se han codificado interactivamente a fin de caracterizar los destinatarios de un evento de protesta con una sola variable.
En cuanto a los repertorios, se han codificado con cuatro variables dicotómicas según la presencia de distintos métodos asociados a diferentes niveles de transgresión: si se emplean repertorios convencionales, que incluyen acciones como presentar una demanda, peticiones, cartas abiertas, conferencias de prensa o panfletadas; si se utilizan formas confrontacionales, que agrupan protestas como marchas, manifestaciones, concentraciones, representaciones y colgar pancartas; si se recurre o no a tácticas directas, entre ellas el boicot, la huelga, sentadas, cadenas humanas, ocupaciones y obstrucción de las calles, carreteras y otras infraestructuras de transporte; y, por último, si se realizan ataques tales como ciber-ataques, asaltos tanto a propiedades como personas, las autolesiones y los disturbios o revueltas. Esta clasificación se inspira en los diferentes umbrales establecidos por Dalton (1988: 65) para ordenar las formas de participación, desde las menos a las más extremas.
Siguiendo el ejemplo de otros autores (por ejemplo, Tarrow, 2012), hemos empleado una simplificación de estas variables (dicotómicas), reduciéndolas en nuestro caso a dos: repertorios con baja transgresión (aquellos anteriormente clasificados en convencionales y confrontacionales) y los que son altamente transgresivos (antes definidos como acciones directas y ataques). De cara a facilitar la contrastación de hipótesis, estas dos variables se han codificado interactivamente dando lugar a una única variable, el tipo de repertorio según el nivel de transgresión empleado, con tres valores posibles: bajo, alto y ambos (bajo y alto). Aunque a primera vista pueda parecerlo, no es una variable ordinal. Un evento puede combinar formas muy transgresivas con otras que lo son menos, pero no por ello tiene por qué ser menos transgresivo que otro que solo tenga algunas de las formas con alto nivel de transgresión. Por tanto, cuando se combinen niveles altos y bajos, simplemente se está ante una protesta con un repertorio más variado que con los otros dos estados posibles.
Finalmente, los objetivos de protesta pueden ser directos y últimos simultáneamente o no. De manera análoga a Walker et al. (2008) , por target directo entendemos a una persona, autoridad, institución u organización, cuyas infraestructuras u oficinas son el escenario de un evento de protesta dado o quien es física o verbalmente agredido por los manifestantes. Por el contrario, un target último o indirecto es la persona, institución u organización que le corresponde reaccionar a las demandas y agravios de los manifestantes. Así, se define la variable coincidencia de objetivos de protesta directos y últimos según si el evento de protesta tiene los mismos destinatarios en ambos tipos o no.
Para contrastar las hipótesis se aplicarán análisis de correspondencias, un conjunto de técnicas multivariadas y exploratorias que permiten (Beh y Lombardo, 2014; Greenacre, 2017):
Estudiar la asociación entre dos o más variables y su estructura.
Representarla de forma óptima en un espacio multidimensional, con una serie de ejes que descomponen las dimensiones o ejes fundamentales de dicha asociación. La cantidad de ejes puede seleccionarse de forma parsimoniosa minimizando el número de ejes retenidos a la vez que maximizando la parte de la asociación entre las variables, variabilidad o inercia total que se recoge con ellos. Mediante bootstrap puede evaluarse qué ejes son estadísticamente significativos.
Asignar puntuaciones a las categorías o individuos según su posición en esos ejes. Estas puntuaciones pueden tener en cuenta la inercia o cantidad de la asociación entre las variables que recogen cada uno (coordenadas principales) o no (estandarizadas). Estos ejes y coordenadas son gráficamente representables. Siempre que una de las variables se encuentre en coordenadas principales y otra en estandarizadas, cuanto mayor sea la proyección o el producto interno de las coordenadas de categorías distintas variables, más se asociará la presencia de una a la de la otra. Si ocurre lo contrario, más se relacionará la ausencia de una con que la otra se dé. Si el producto interno es nulo, no hay una inclinación particular en un sentido u otro.
Esta técnica puede aplicarse a dos variables, mediante el análisis de correspondencias simple, o más, con su versión múltiple o, eventualmente, a tres variables, con la de tres vías. Puede distinguir entre variables independientes o predictores y dependientes o respuestas, mediante las versiones asimétricas del análisis de correspondencias simple y de tres vías, o, en el análisis de correspondencias múltiple, introduciendo las independientes como variables suplementarias (que no influyen en el cálculo, solo lo ilustran) y las dependientes como activas (las utilizadas para computar el análisis). También es posible estudiar la asociación entre las variables sin establecer estas distinciones con el análisis de correspondencias simple simétrico (Beh y Lombardo, 2014; Greenacre, 2017; Greenacre y Blasius, 2006, p. 27; Konig, 2010).
En las versiones simétricas de dos y tres variables, los indicadores de asociación de partida son ji-cuadrado y sus residuos, permitiendo contrastar la asociación entre las variables. Para aquella entre las categorías, pueden emplearse los residuos estandarizados corregidos de Haberman. Para las asociaciones asimétricas entre dos variables, se emplea la tau de Goodman-Kruskal; entre tres, con dos dependientes y una independiente, delta de tres vías, con dos independientes simétricamente asociadas entre sí, el índice de Marcotorchino, y, cuando no se las considera asociadas, el de Gray-Williams. Igualmente, hay opciones que permiten tener en cuenta la naturaleza ordinal de las variables (Beh y Lombardo, 2014).
Con distintos métodos de bootstrap (p. ej.: Ringrose, los convex hull de Greenacre) o algebraicamente (círculos y elipses de confianza) es posible reflejar el área del espacio multidimensional en que se desenvuelve una categoría con cierta probabilidad, contrastando si es explicada o contribuye significativamente a un eje o, estando en coordenadas principales, si se distribuye de forma distinta al resto de las posibilidades de la variable a lo largo de los valores de la otra (Beh y Lombardo, 2014; Greenacre, 2017).
El análisis de eventos de protesta se fundamenta en el examen de una serie de sucesos distintos que ocurren a lo largo del tiempo. De cara a los análisis cuantitativos, se pueden tomar dos posturas: 1) dado que se trata de eventos diferentes, asumirlos como independientes unos de otros, 2) como se suceden en el tiempo, es probable que los que ocurran primero condicionen a los siguientes. Además, protestas originadas en distintos contextos históricos no son conmensurables. Si se adopta la primera postura, cabe aplicar los análisis propuestos sin mayor reparo. Con la segunda, hay una dependencia serial de las observaciones que podría oscurecer los resultados de no controlarse y conocerse sus efectos, así como una inserción de las protestas en la historia que no se puede eludir. Además, en lo referido a indicadores estadísticos de asociación entre variables, la independencia de las observaciones es uno de los supuestos básicos, por lo que su incumplimiento puede perjudicar su contraste estadístico (Pardo et al., 2015). 6 Desde el análisis de correspondencias, esto se ha enfrentado introduciendo el tiempo como una variable independiente más en el diseño, aunque también se ha apostado por suponer la independencia de eventos que se suceden en el tiempo, siempre que sean distintos (Greenacre, 1984; Higgs, 1990; Husson et al., 2017; Konig, 2010; Kroonenberg, 1989; Silic et al., 2012). En este trabajo, a modo de triangulación, se optará por ambas estrategias siempre que sea posible, lo que además abre la puerta a estudiar la evolución temporal de las variables y de su asociación.
Partiendo de las bases y estrategias metodológicas propuestas, para contrastar la primera y segunda hipótesis (H1 y H2) y contestar la pregunta de investigación se recurrirá al análisis de correspondencias simples asimétrico entre los tipos de objetivo como predictor y los repertorios como respuesta; con la tercera (H3) se empleará este mismo conjunto de técnicas pero con las variables de tipo de repertorio como dependiente y, como independiente, coincidencia de objetivos directos y últimos interactivamente codificada con los años. 7 En la H1 y H2, añadiendo el tiempo como segunda variable independiente, se realizará un análisis de correspondencias asimétrico de tres vías. Todo esto incluye estudios preliminares de asociación de las variables con ji cuadrado, 8 V de Cramer, los residuos estandarizados corregidos de Haberman y la tau de Goodman-Kruskal o, con tres variables, el índice de Marcotorchino. 9
RESULTADOS
Como se puede observar en la Tabla 1, los destinatarios de la protesta guardan una asociación simétrica estadísticamente significativa con el nivel de transgresión utilizada contra ellos, siguiendo ji-cuadrado, con una intensidad media-baja, según la V de Cramer. No obstante, como indica la tau de Goodman-Kruskal, la capacidad de predecir los niveles de transgresión a partir de los objetivos de protesta es muy reducida. Partiendo de los residuos de Haberman, el Estado se inclina a ser contestado con repertorios mixtos y tiende a no ser objeto de repertorios altos en transgresión. Las corporaciones se asocian con una confrontación desde una mayor cantidad de repertorios distintos: aquellos altos en transgresión y mixtos. No suelen emplearse contra las corporaciones repertorios bajos en transgresión. Los objetivos estatales-corporativos, en los que quizás su carácter híbrido aporte más recursos, diversidad y posibilidades en sus respuestas y exija mayor ingenio y riqueza en las formas de acción, tienden a ser el punto de mira de actuaciones mixtas y no se suele protestar contra ellos con tácticas poco transgresivas.
Otros objetivos se caracterizan como receptores de repertorios de baja transgresión y no suelen enfrentarse con niveles altos, lo que los asemeja a los objetivos estatales e, incluso, parecen ser protestados con mayor contención, abriendo el interrogante sobre por qué esa coincidencia. Siguiendo a della Porta y Diani (2015) y las distintas reacciones posibles a la represión o negociación en las protestas, cabe plantear diversas preguntas: ¿son confrontados en casos en que el Estado se sitúa de fondo como protector, conteniendo los repertorios más transgresivos con distintas actuaciones simbólicas o materiales? ¿Se encuentran el Estado y otros objetivos en espacios donde los agravios y demandas pueden ser más fácilmente dialogados, negociados o absorbidos (simbólica o materialmente) que en las corporaciones, reduciendo la explosividad del conflicto? ¿Se dan estos aspectos en mayor medida en otros objetivos que en aquellos con naturaleza estatal? O, finalmente, ¿son objeto de menor conflictividad y, por tanto, no requieren tantos recursos para limitar el conflicto, siguiendo nuestra hipótesis, como el Estado posee y aplica o como las corporaciones no disponen?
No obstante, el poder predictivo de los repertorios de protesta por parte de los destinatarios sigue siendo muy bajo, como reflejan los valores de tau, aunque sean estadísticamente significativos por el elevado tamaño muestral (Tabla 1). Sin embargo, según la V de Cramer, la intensidad de la asociación simétrica, aunque pequeña, es más resaltable. Esto apunta a terceras variables que puedan no estar teniéndose en cuenta y que produzcan esta asociación.
En definitiva, se aprecia que las corporaciones, como objetivo, se vinculan con repertorios más amplios, en términos de los distintos niveles de transgresión con los que se protesta contra ellas, y menos contenidos, en comparación con el Estado. Esto apoya las dos primeras hipótesis (H1 y H2) planteadas en este trabajo. Los repertorios mixtos, a luz de los análisis hasta este punto, parecen primar cuando coinciden objetivos estatales y corporativos en una misma protesta. Como se apuntaba, pareciera que hay algo en las corporaciones, como receptoras de protestas, que atrae los repertorios altos en transgresión, así como cierta característica en objetivos estatales y de otro tipo que lleva a los contendientes a emplear tácticas poco transgresivas.
El análisis de correspondencias asimétrico a las variables de tipo de repertorio y tipo de objetivo proporciona ejes con una inercia estadísticamente no significativa. Así, no nos detendremos en el análisis de los ejes, que podrían ser relativamente azarosos y no constituyen el objeto principal de este estudio. Sin embargo, los indicadores de asociación previamente estudiados muestran la existencia de una relación relevante entre las variables y, por tanto, entre las categorías. Sumado a que el cruce de categorías puede contar con poca muestra, dificultando la aplicación de los residuos de Haberman, y dado el objeto de este estudio, el análisis descriptivo ofrecido por el análisis de correspondencias es de especial interés. Esta postura será aplicada a lo largo de todo el trabajo.
El biplot (Figura 1) revela descriptivamente que los repertorios mixtos son predichos en mayor medida cuando los destinatarios son “Estado, corporaciones y otros”, “Estado y corporaciones” y “corporaciones y otros”, así como cuando no lo son las “corporaciones”, el “Estado”, “otros” o los dos anteriores simultáneamente. Los altamente transgresivos acontecen más si el objeto se sitúa en “corporaciones”, “corporaciones y otros” y, en menor medida, “Estado y corporaciones” y “Estado, corporaciones y otros”; asimismo, si no se dirige la protesta contra “Estado y otros” o, menos intensamente, contra estos últimos por separado. Finalmente, aquellos métodos que presentan una baja transgresión parecen más habituales en enfrentamientos contra el “Estado”, “otros” y ambos simultáneamente e improbables en eventos que se centran en “corporaciones”, “corporaciones y otros”, “Estado y corporaciones” y “Estado, corporaciones y otros”.
Consecuentemente, se observa que los repertorios mixtos se vinculan con la coincidencia de las corporaciones con alguno de los tipos restantes como destinatarios de la protesta. En estos casos, tiende a resultar infrecuente que se empleen métodos poco transgresivos y hay cierta inclinación a utilizar, además, tácticas de alta transgresión. En comparación, cuando se combina el Estado con otros objetivos, sin las corporaciones, las formas altamente transgresivas o mixtas tienden a no ser utilizadas. Por tanto, estas variaciones parecen deberse a la presencia de las corporaciones entre los destinatarios de la protesta. Reafirmando lo dicho, esto apoya la hipótesis 1, es decir, que el repertorio utilizado contra empresas es menos contenido que el destinado al aparato estatal.
La amplitud del repertorio de ambos objetivos es más difícil de comparar, aunque por la intensidad de los productos internos, parece que el de las corporaciones está más definido que el del Estado. Asimismo, por sus combinaciones con el resto de los blancos de protesta, el caso corporativo tiende a ser más amplio que el estatal. Siempre que las corporaciones coinciden con otros receptores de protestas, se asocian dos métodos diferentes, mientras que, si el Estado se simultanea con otros objetivos, solo se le vincula un único tipo de tácticas. Así, parecen obtenerse más argumentos en favor de la hipótesis 2.
Sin embargo, se deben investigar varios aspectos. ¿Por qué los repertorios son más contenidos o menos transgresivos con el Estado, pero más aún con otros? Previamente, se han propuesto algunas posibles razones como líneas a explorar. En cualquier caso, estos resultados podrían contradecir la teoría de que la contención es mayor debido a la superioridad de recursos del Estado para controlar la protesta (Martin, 2022), ya que otros objetivos son generalmente menos capaces y, sin embargo, se les asocia el repertorio menos transgresor. Por otra parte, cabría estudiar las posibles terceras variables en la asociación entre los repertorios y los destinatarios de la protesta y que puedan sostener una relación simétrica entre ambos. Como se indicaba, la asociación asimétrica no parece estadísticamente significativa, pero sí la simétrica, con una intensidad más relevante.
Es posible estudiar si estas asociaciones han cambiado con los años mediante el análisis de correspondencias asimétrico de tres vías. Siguiendo la Tabla 2, conocer los destinatarios y el año individualmente y en conjunto contribuyen significativamente a reducir el error de predicción del nivel de transgresión de los repertorios empleados en los eventos de protesta. En otras palabras, los repertorios de protesta parecen depender en cierta medida del objetivo al que se dirijan y el año en que se produzcan. Asimismo, el estadístico de asociación simétrica entre los años y los objetivos es estadísticamente significativo, es decir, los destinatarios de la protesta han presentado una variación relevante a lo largo de los años. 10
Dado que el número de categorías es muy elevado, el biplot es poco claro. Así, resulta especialmente ilustrativo estudiar los productos internos de las coordenadas de los destinatarios-años con la transgresión, analizando cómo ha cambiado esta asociación a lo largo del tiempo.
Como sugiere la hipótesis 1, a lo largo de los años (Figura 2), el repertorio por excelencia contra las “corporaciones” tiende a ser el de transgresión alta. Hay leves picos de utilización habitual de repertorios mixtos y pocos con bajo nivel de transgresión (alrededor del periodo de la crisis de 2007), que tienden a no ser empleados contra las corporaciones.
Coherentemente, el “Estado” se asocia a ser contestado con repertorios bajos en transgresión todos los años menos del 2000 al 2004, en 2011 y 2019. Los métodos altamente transgresores han tendido a no emplearse contra el Estado, salvo en el 2006 y en 2014 y 2015, cuando no se percibe inclinación alguna en este sentido. Esta situación se repite con las formas mixtas, que sólo fueron típicamente utilizadas contra este objetivo en los años 2004, 2008 y 2012-14, reafirmando la crisis económica de 2008 como un periodo donde se emplearon fórmulas híbridas (Köhler y Calleja Jiménez, 2015; Luque Balbona y González Begega, 2016), mientras en el resto la relación detectada es la opuesta. En definitiva, el patrón del repertorio de las protestas contra el Estado son las estrategias poco transgresivas, en ausencia de actuaciones mixtas o altas en transgresión. Esto mismo ocurre respecto a “otros” objetivos que, en términos globales, se tienden a enfrentar al mismo conjunto de métodos de protesta que el Estado.
Asimismo, se observa que, cuando los destinatarios han sido “corporaciones y otros”, la pauta se fundamentó en métodos altamente transgresivos y mixtos, mientras que la aplicación de bajos niveles de transgresión era infrecuente. Sin embargo, “Estado y otros” sólo se han inclinado a ser contestados con repertorios de alta transgresión en periodos muy concretos (2000-2002 y 2020), mientras que en el resto de los años no se solía emplear estas tácticas para enfrentarlos. Igualmente, la mayor parte de los años se relacionan más con no enfrentarse a repertorios mixtos. En suma, los métodos poco transgresivos han sido el método habitual contra “Estado y otros”, así como, levemente, niveles mixtos; salvo excepciones, no se utilizaban los repertorios de alta transgresión.
La forma de protesta modelo contra el objetivo “Estado y corporaciones” parece ser aquella de tipo mixto (especialmente durante la Gran Recesión) y altamente transgresiva, generalmente carente de tácticas de poca transgresión. Finalmente, a la vista de la tendencia general, parece que el objetivo “Estado, corporaciones y otros” se ha caracterizado por la mezcolanza de todo tipo de métodos en los años estudiados, nuevamente, de forma destacada durante la crisis de 2008.
En resumidas cuentas, se llega a conclusiones homólogas a las anteriores: el repertorio usado para protestar contra las corporaciones es más amplio y transgresor que el que se emplea contra el Estado. De la misma manera, las formas mixtas aparecen como método frente a combinaciones de distinto tipo de objetivos, especialmente, cuando están incluidas las corporaciones. Asimismo, parecen haber sido utilizadas abundantemente durante la depresión económica de 2008.
Dicho esto, cabe pasar a examinar la tercera hipótesis (H3) que defiende que los eventos que tienen targets directos e indirectos diferentes emplean métodos más transgresivos.
χ2 = 76.725; g.l. = 2 (p < 0.0001) | Diferentes | Iguales |
Alto | 5.435 | -5.435 |
Bajo | -8.672 | 8.672 |
Bajo y alto | 5.826 | -5.826 |
V de Cramer | .13 | |
Tau | .012; g.l.= 2; C = 108.528 (p < .001) |
Como se aprecia en la Tabla 3, de forma estadísticamente significativa, siguiendo ji-cuadrado, el tipo de repertorio empleado está asociado a la coincidencia de los objetivos directos y últimos. Cuando los objetivos de protesta directos y últimos difieren se tiende a emplear en mayor medida repertorios de alta transgresión y mixtos, mientras no suelen darse tácticas poco transgresivas. Cuando coinciden, ocurre lo contrario. La intensidad de la asociación simétrica (V de Cramer) y asimétrica (tau), no obstante, es débil, aunque significativa, probablemente por el tamaño muestral. En cualquier caso, las evidencias apoyan la hipótesis propuesta: los métodos de protesta parecen ser más transgresivos cuando los objetivos de protesta directos y últimos difieren.
Si se elabora un análisis de correspondencias asimétricas con el tiempo interactivamente codificado con la coincidencia o no de los objetivos de protesta directos y últimos, se puede estudiar la evolución de esta asociación. Los indicadores de asociación llevan a las mismas conclusiones. 11 Bajo la argumentación previamente reseñada, se estudian directamente las asociaciones entre las categorías de forma descriptiva con el análisis de correspondencias. En el biplot (Figura 3) se observa que, con excepciones, cuando en las protestas no coinciden objetivos directos y últimos los repertorios empleados tienden a ser altos y mixtos en transgresión, mientras que los métodos poco transgresivos se encuentran asociados a momentos en que estos sí coinciden. Se puede obtener una mirada más detallada analizando los productos internos.
La Figura 4 refleja esta evolución temporal de la asociación entre repertorios y coincidencia de objetivos de protesta directos y últimos a través de los productos internos. Se aprecia una tendencia a lo largo de los años, primando los repertorios altamente transgresivos en los años 2000-2004; del 2005 al 2007, aquellos bajos en transgresión; de nuevo, durante la crisis económica, entre el 2008-2013, mixtos; en 2014-2017, bajos y, en 2018, combinados con mixtos; y en 2019 y 2020, repertorios altamente transgresivos. Sería de interés profundizar en la relación que puede tener esta sucesión de tipos de acciones con los ciclos de protesta y otras propuestas como la de Tarrow (2012, cap. 8) para Italia, que sugiere que en los ciclos de protestas aumentan primero las acciones más convencionales para luego hacerlo las confrontacionales y, por último, las violentas. Asimismo, podría percibirse la inclinación destacada de la protesta hacia formas mixtas en transgresión como uno de los efectos de la parte más intensa de la crisis económica de 2008, agudizando el ingenio y la estrategia a fin de conseguir más resultados en condiciones más acuciantes.
También es apreciable que, tanto con objetivos directos y últimos coincidentes como distintos, la evolución de la asociación con los repertorios es similar, aunque más intensa en este último caso, con excepción del 2000 al 2003, donde la pauta era la opuesta. Este matiz de intensidad es importante ya que, mayoritariamente, cuando coinciden objetivos directos y últimos parece ser levemente más esperable que se empleen repertorios bajos en transgresión, mientras que, cuando no, se observa una cierta inclinación mayor hacia tácticas altamente transgresivas y mixtas.
En resumen, los resultados sugieren que las protestas con objetivos directos y últimos diferentes han tenido asociados repertorios más transgresivos (altos y mixtos) más años y de forma más intensa que aquellas en que estos objetos eran coincidentes. No obstante, la mezcla repertorial de este primer tipo de protestas es destacable, aunque comparativamente se aprecien estas diferencias.