Reseñas de libros e informes / Books and Reports Reviews

DOI: 10.22325/fes/res.2023.153

Jose Santiago (Coord.) Caras y soportes de la vulnerabilidad (2021) Editorial: Los libros de La Catarata (España)


Guillermo Jurado Villacañas

Universidad Complutense de Madrid, España. gujurado@ucm.es. Email

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 31 Núm. 2 (Enero - Marzo, 2023), a153. pp. 1-3 ISSN: 1578-2824





Desde un primer momento, hacia el siglo XVIII, las ciencias sociales modernas han sido herederas de las dicotomías clásicas del pensamiento renacentista, condenándose a miradas y comprensiones siempre parciales de la realidad social. La trampa del antropocentrismo nos ha tenido oscilando entre dos tipos de determinismos, a la vez contrarios y simétricos, el social y el biológico. Las aportaciones de la teoría postestructuralista, encabezada por Foucault, o la reteorización del monismo spinoziano, de la mano de Deleuze y Guattari, nos han permitido poner en cuestión la centralidad de lo humano, pero no han terminado de darnos las herramientas para recomponer el abismo que Descartes abrió cuando encerró la mente en la cuba. De la mano de los STS y de propuestas como las de Braidotti o Haraway, hemos sido capaces de concebir nuevos escenarios posthumanos o cyborgs, bajando al Hombre del pedestal en el que lo habíamos subido, y abriéndonos a escenarios conceptuales que contemplan nuevas comprensiones de los sujetos, ya no individuales y ya no meramente humanas. El libro que aquí se reseña, Caras y soportes de la vulnerabilidad, se acerca empíricamente a una renovada visión de los sujetos, recuperando y actualizando las propuestas que conciben la vulnerabilidad como analizador potencial de nuestro tiempo. Se presenta, así, una respuesta efectiva y aterrizada a un problema conceptual que tiene a las ciencias sociales en una encrucijada, el humanismo antropocéntrico no puede dar cuenta de la pluralidad de actores, no necesariamente humanos, que construyen la realidad social. Se dan aquí algunos pasos interesantes para pensar en y a los sujetos como complejos ensamblajes, sostenidos por cuidados e imbricados con soportes humanos y no humanos.

En los dos primeros capítulos, de la mano de Jose Santiago y Danilo Martuccelli, se expone la propuesta teórico-metodológica. Esta comienza por salvar la dicotomía que escinde el sentido más antropológico y existencial de la vulnerabilidad del puramente social. Articulan, de ese modo, una concepción socioexistencial de la vulnerabilidad, en la que procesos sociales y subjetividades se imbrican de un modo creciente. Proponen, así, una noción más humilde de las capacidades humanas de control del entorno social y natural, cuestionando el mito de la omnipotencia humana, cuestionamiento que se hace especialmente pertinente en un contexto de crisis del proyecto de la modernidad. El libro se dedica, en palabras de los autores, a analizar algunas concreciones de la “existencialización de las cuestiones sociales”, y lo hace considerando dos ejes: los cuidados y los soportes. Para ello, sobre la base de un amplio trabajo de campo, se analizan tres perfiles en los que la vulnerabilidad se muestra de una manera más acentuada, estos son: i) el de población joven, de entre 25 y 35 años, en una situación de precariedad laboral; ii) el de las personas adultas, de entre 45 y 59 años, en una situación de pérdida de empleo o inestabilidad laboral; y iii) el de las cuidadoras de personas dependientes, que llegan a serlo como resultado de una situación de precariedad.

Los capítulos tres y cuatro se dedican al perfil de personas adultas en situación de desempleo, y lo hacen desde distintos enfoques. El capítulo tercero, escrito por Fernando J. García Selgas, sugiere una reconceptualización de las propuestas de la sociología crítica que sea más sensible a reconocer la capacidad de agencia en los colectivos vulnerables. En ese sentido, propone atender a la (re)activación que se da paralela a los procesos de vulnerabilización. Impulsando la idea de que existe una complementariedad que aúna vulnerabilidad y agencia, pero sin obscurecer la existencia de ejes de desigualdad por cuestiones raciales, de género o de clase. Así, el capítulo recoge, en la población tratada, algunas tipologías de (re)activación y abre la discusión a su eventual extensión a otros sectores de población vulnerable. Por su parte, en el capítulo cuatro, Álvaro Briales y María del Mar Maira Vidal invitan a pensar la vulnerabilidad, no sólo en función de la fragmentación social inducida por cuestiones de clase, género o raza, sino también atravesada por procesos plurales de estructuración. De este modo, con el propósito de comprender cómo la experiencia de la vulnerabilidad en personas adultas se inserta dentro de un contexto histórico determinado, en este caso la herencia de la crisis de los 70, enumeran los efectos del desempleo en una serie de ejes estructurantes de la subjetividad, por citar solo algunos: la crisis de la masculinidad masculinista o la afectación en la salud mental.

Los capítulos cinco y seis se ocupan de la experiencia de la vulnerabilidad socioexistencial en las personas jóvenes. Ambos parten de una serie de intuiciones comunes, entre las que destacan: i) la incertidumbre generada por la disolución de la pauta sociolaboral fordista-keynesiana que impide a los jóvenes proyectar sus vidas conforme a los planes que habían funcionado para generaciones anteriores, con un inevitable aumento de la incertidumbre vivida, o ii) la inserción de sus proyectos biográficos en un periodo de “estabilización de la inestabilidad” marcado por la sucesión de las crisis económica de 2008 y la provocada por la pandemia en 2020. En el capítulo quinto, de modo similar al capítulo anterior, Concepción Castrillo Bustamante y Ana Vicente Olmo se centran en la afectación de la coyuntura histórica sobre el proceso biográfico y en las interpretaciones que los propios jóvenes se dan sobre su situación. Para ello atienden a tres ejes: la ruptura del proyecto biográfico, la comparación con las generaciones pasadas y la directamente vinculada a la búsqueda de sentido. El capítulo seis, escrito por Antonio Álvarez-Benavides y Matthew L. Turnbough, atiende a la existencia de distintos soportes, por mencionar algunos: las redes personales o distintas prácticas que van desde la búsqueda continua de empleo al consumo de fármacos, alcohol o drogas. Más allá de la perspicacia de los autores para reconocer y categorizar esos soportes, llama la atención su propuesta sobre la “ambivalencia de los soportes” que, invita a entenderlos siempre en su propio devenir, pensando que su afectación sobre los distintos individuos, o incluso sobre un mismo individuo en distintas ocasiones, no será nunca homogénea.

Los dos últimos capítulos abordan la situación de las personas que prestan cuidados. Subyace en ambos una prometedora, para las ciencias sociales, concepción ontopolítica de los cuidados que, frente a los principios de autonomía, independencia o emancipación, resalta la interdependencia del ser humano en relación a sus cuidadores y al conjunto de tecnologías con los que se imbrica para mantener la vida, una vida siempre precaria y cuya durabilidad depende de la fortaleza de los vínculos establecidos. Alba Artiaga Leiras, María Teresa Martín Palomo e Inmaculada Zambrano Álvarez se ocupan, en el capítulo siete, de atender a cómo la atención a la vulnerabilidad se produce, muchas veces, a costa del bienestar de las cuidadoras. Para ello, describen el contexto de mercantilización, individualización y feminización de los cuidados derivado de las políticas de austeridad que siguen a la crisis de 2008. Un contexto que desemboca en la refamiliarización de los cuidados y que, por los propios requisitos y características de los mismos, sitúa a las cuidadoras en situaciones de precariedad, condenándolas a los que Amaia Pérez Orozco llama economía de retales y de rebusque. El capítulo ocho, aunque fundado en el trabajo de campo, tiene un carácter más teórico. En él, María Teresa Martín Palomo y José María Muñoz Terrón, se fijan en la interrelación mostrada por tres conceptos centrales en todo el libro: vulnerabilidad, soportes y cuidados. Lo hacen difuminando algunas líneas fuertemente trazadas por la tradición sociológica: cuidar de/cuidarse, cuidar al vulnerable/cuidar desde la vulnerabilidad… Para concluir con una propuesta que, de cierta forma subyace a todo el libro, la de que es preciso ofrecer respuesta a las situaciones de mayor vulnerabilidad desde una política del cuidado que se ocupe de solventar el problema de que el entramado de cuidados se sostenga “en el sobreesfuerzo de los mismos brazos y la sobrecarga de los mismos hombros”.

En definitiva, el libro ofrece un aterrizaje metodológico inspirador para todos aquellos interesados en aplicar en su propio campo la mirada sociológica que se describe en el primer párrafo. Queda esbozada una esperanzadora visión del ensamblaje que constituye al sujeto, en cuyo horizonte se atisba quizá una disolución, ya no de la idea clásica de sujeto, sino de la propia viabilidad de sus reformulaciones, abriéndonos a nuevas comprensiones de los elementos que componen la realidad social, nunca más desprovistos de voluntad propia. En esa línea, nuevas contribuciones podrían explorar esa mirada y, como diría Bruno Latour, con alguna nueva y suficientemente alambicada idea recuperar la esperanza que se encontraba en el fondo de la caja de Pandora.