Artículos / Articles
DOI: 10.22325/fes/res.2023.192
Revista Española de Sociología (RES), Vol. 32 Núm. 4 (Octubre - Diciembre, 2023), a192. pp. 1-23. ISSN: 1578-2824
Recibido / Received: 25/07/2022
Aceptado / Accepted: 22/12/2022
RESUMEN
La investigación que se presenta aborda, las relaciones entre la sociología y el desarrollo local a través del estudio de la formación en métodos y técnicas de investigación social de las candidaturas al puesto de Agente de Empleo y Desarrollo Local. (AEDL). Se trata de un trabajo empírico que utiliza, por un lado, el análisis documental de materiales institucionales de los procesos de selección a AEDL en la provincia de Valencia en 2019 y la revisión de los planes de estudio de las carreras (licenciaturas, diplomaturas y grados) de dichas candidaturas. Por otro lado, estos resultados se ponen en relación con los requerimientos de formación del personal en activo. Esto sienta la base para la demanda de profesionales formados en sociología, capacitados para enfrentarse de manera integral al proceso de análisis en profundidad de las realidades y desafíos del ámbito local, lo que puede fortalecer y revalorizar nuestra disciplina.
Palabras clave: Desarrollo local, métodos y técnicas de investigación social, agente de desarrollo local (ADL-AEDL), provincia de Valencia, administración pública.
ABSTRACT
The research presented here addresses the relationship between sociology and local development through the study of the training in methods and techniques of social research of candidates for the post of Employment and Local Development Agent (AEDL). This is an empirical work that uses, on the one hand, the documentary analysis of institutional materials of the selection processes for AEDL in the province of Valencia in 2019 and the review of the curricula of the degrees (degrees, diplomas and bachelor's degrees) of these candidates. On the other hand, these results are put in relation to the training demands of active staff. This lays the foundation for the demand for professionals trained in sociology, capable of comprehensively facing the process of in-depth analysis of the realities and challenges of the local sphere, which can strengthen and revalue our discipline.
Keywords: Local development, methods and techniques of social research, agent and local development, province of Valencia, public administration.
Desde la perspectiva de la intersección entre la producción de conocimiento científico y la intervención socioterritorial, el objetivo del presente trabajo es conocer la relación entre sociología y desarrollo territorial a través del estudio de la formación en métodos y técnicas de investigación social (en adelante MTIS) de las candidaturas al puesto de Agente de Empleo y Desarrollo Local (AEDL, o simplemente ADL) en la provincia de Valencia, por ser éste el ámbito de actuación del Grupo de Investigación en Desarrollo Territorial de la Universitat de València (GRIDET, GIUV2019-440), al que pertenecen los autores, siempre con la intención de ampliar geográficamente el estudio en investigaciones posteriores. Simultáneamente, el objetivo de análisis planteado nos instará -sin pretender ser objeto de un debate que excedería el presente trabajo- a avizorar de forma inherente a la necesidad permanente del refuerzo identitario de la profesión, pues intrínsecamente los MTIS son una especificidad que diferencia a la Sociología, como ciencia que estudia la realidad social, de otras disciplinas. Así se observa a la luz de los resultados y, en concreto, del análisis de los planes de estudios de las diferentes carreras que se realiza en el estudio.
Asimismo, desde hace más de dos décadas, en diferentes estudios sobre el perfil de los/as ADL y sus necesidades formativas se destaca la carencia de estudios específicos en MTIS por parte de estos/as profesionales, así como la demanda de formación en este ámbito (APPEDL, 1997; FOREM, 2000; Alburquerque, 2002; Sanchís et al., 2001; Divalterra, 2017; Martínez Puche, 2019; Calvo et al., 2021).
Por ejemplo, los/as encuestados/as de la investigación de Sanchís et al. (2001) , pertenecientes a estas figuras profesionales, dan una importancia a la realización de estos estudios (23,5%) que es superior que la asignada a la realización de trámites (17,7%) y a la gestión interna de oficina (5,9%), y similar a la de gestión de recursos (23,5%), orientación sociolaboral (23,5%) y difusión de información (23,6%).
Sin embargo, sólo un 18,7% de las agencias de DL realizan algún tipo de estudio (el 81,3% no realizan ninguna). De ellas, sólo el 11,1% utilizan sistemas formales mediante la aplicación de un proceso estandarizado, el 66,7% emplean sistemas informales -basados en mediciones parciales, la experiencia de años anteriores o en la percepción personal del técnico- y el 22,2% no utilizan ninguno -por falta de tiempo o para considerar que no es necesario. Los trabajos desarrollados por Calvo (2011) , ya advertían que sólo el 12% miden los efectos de los programas de ocupación que desarrollan.
Tanto es así que, en un estudio reciente (Divalterra, 2017), entre las 15 acciones formativas planteadas por el área de Promoción Económica, Innovación y Proyectos de Formación de Divalterra para los/as técnicos/as de la provincia de Valencia, el 24% se inclinaba por la formación en “Análisis del entorno económico” y un 19,5% en “Análisis de las principales fuentes de información, herramientas cartográficas e indicadores económicos para el desarrollo local”.
Lo antedicho pone en evidencia que el personal técnico de desarrollo local actúa en muchas ocasiones basándose en su intuición, voluntad o predisposición, sin contar con una base de información técnico-científica que asegure el éxito de las intervenciones (Calvo, 2011). De hecho, en el estudio de la APPEDL (1997) ya se señala que estos/as agentes, para la obtención de diferentes recursos necesarios para desarrollar sus funciones, como la investigación, a menudo se derivan a instituciones más dotadas de competencias, consultoras privadas y, en todo caso, a otras instituciones más adecuadas, entre otras cosas para buscar estudios socioeconómicos.
Pero, las producciones teóricas sobre desarrollo local (en adelante DL) se enmarcan en una dialéctica entre la realidad socioeconómica, las políticas para activar y dinamizar sus procesos y su análisis académico (Gómez, 2011). Desde este punto de partida, la pregunta de investigación es si la formación en MTIS, las herramientas teóricas e instrumentos metodológicos propios de la sociología, es un terreno propicio para “tender puentes” entre el conocimiento académico y la actividad técnico profesional desde una implicación y una finalidad prácticas (Pérez y Lutsak-Yaroslava, 2017) que genera conocimiento instrumental, “pragmático” (Ibáñez, 1994, 1997), y no sólo reflexivo; es decir, para la demanda de profesionales formados en sociología.
Desde este punto de vista, si en lugar de observar la demanda de formación se presta atención al papel de la sociología, por ejemplo, en el grado con mayor formación en MTIS -como se observará en los resultados-, según la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación [ANECA] (2005, p. 111), el 32,2% de los/as licenciados/as en sociología que trabajaban como asalariados/as en 2005 lo hacían para las AAPP. No obstante, pese al requerimiento de formación en MTIS en el DL indicadas, trabajaban en este ámbito sólo un 1,4% de ellos/as, frente a los puestos de técnicos/as en administración pública (3,8%), programas sociales (6,7%), estudios sociales (5,3%) y trabajadores/as sociales (4,3%) (ANECA, 2005, p. 115, p. 273; Muñoz y López, 2016, p. 76). Estos datos que corroborean trabajos similares sobre la profesión (Alonso-Domínguez et al., 2019), quiénes en su análisis empírico sobre la identidad profesional, regulación y práctica de la Sociología y la Ciencia Política en el contexto español, apuntan entre sus principales conclusiones, la incertidumbre que afrontan ambas disciplinas y sus dificultades para alcanzar un mayor desarrollo y una mayor penetración profesional.
En efecto, desafortunadamente, la sociología todavía hoy no ha sido capaz de proporcionar un camino sólido hacia la profesionalización, pues la disciplina se practica en torno a especialidades y se lleva a cabo en contextos multidisciplinarios (Fernández Esquinas, 2019). Precisamente por ello, de forma simultánea, la investigación permitirá indagar acerca del DL como salida profesional de los/as egresados/as en sociología.
Para llevar a buen puerto nuestro objetivo, tras abordar en el marco teórico la importancia de investigación social en las administraciones públicas (AAPP) y en el ámbito concreto del DL, se expone el resultado del análisis de los perfiles de las personas candidatas a ADL del proceso de selección de este personal técnico en diciembre de 2019. Para ello, previa revisión de los planes de estudios de las carreras (licenciaturas, diplomaturas y grados) de dichos/as aspirantes, se estudia su formación concreta en MTIS. Para una mayor validez de las aportaciones, estos resultados se ponen en relación con las demandas de formación en la materia del personal técnico en activo extraídas de diferentes estudios. El texto concluye que las personas candidatas tienen una base suficiente en formación en MTIS. Esto sienta la base para la creación de nuevos contextos de actuación para la investigación social en el ámbito del DL, así como para la demanda de profesionales formados en sociología, capacitados para enfrentarse de manera integral al proceso de análisis en profundidad y de reflexión, estudio de las realidades y desafíos del ámbito local, lo que puede fortalecer y revalorizar nuestra disciplina. Y ello sobre la base de la versatilidad de herramientas técnicas, analíticas y metodológicas de nuestra disciplina, así como el conocimiento acumulado de múltiples áreas de la realidad social que proporcionan saberes y recursos útiles para el mercado laboral (Fernández Esquinas, 2019).
Las transformaciones del modelo de DL valenciano, pueden observarse en la siguiente tabla (Tabla 1):
Tabla 1 Evolución del modelo de desarrollo local
Fuente: Adaptación de Calvo (2011) .
Si bien a mediados del siglo pasado (1955) existía en España la figura de los Agentes de Extensión Agraria, como responsables de dinamizar el territorio desde el punto de vista sectorial, es ante la crisis económica y de reestructuración productiva de los años 70 y 80 cuando empieza a promoverse el interés por la cuestión del desarrollo socioeconómico desde lo local. En dicha época, las actuaciones de control de los desequilibrios macroeconómicos articuladas “desde arriba” (inflación, déficit público, de balanza de pagos), demuestran su ineficacia frente a los problemas de estancamiento y desempleo, y su incapacidad para lograr la equidad, al generar desigualdades territoriales por la agrupación de las inversiones públicas en los polos de desarrollo (Calvo, 2011, Calvo et al., 2017; González y Micheletti, 2021).
Esta incompetencia genera formas alternativas de entender los procesos de desarrollo. Siguiendo el referente del Reino Unido, Francia o Italia, la perspectiva “macro” deja paso a la “micro”, y los entes locales implementan actuaciones para contrarrestar los efectos de la crisis, impulsando la creación de empresas y el fomento del empleo, originando el modelo de DL actual (Pérez, 2005; Carboni y Orazi, 2020).
El concepto de “desarrollo local” puede entenderse como la “participación local en el desarrollo económico global” (p. ej. atracción de multinacionales al territorio, grandes estructuras y equipamientos, etc.) o como el “desarrollo económico local con proyección global”, fomentando la innovación y el emprendedurismo para facilitar el acceso de la producción local a los mercados globales (p. ej. turismo, denominaciones de origen, etc.), que es la tendencia predominante los últimos años (Estela, 2012). Pero también como “desarrollo endógeno”, la dimensión más sostenible en la escala local, que puede definirse como:
Una política pública que tiene como objetivo favorecer un proceso reactivador de la economía y dinamizador de las sociedades locales, que, mediante el aprovechamiento de los recursos endógenos existentes en un territorio determinado y la cooperación público-privada, es capaz de estimular y fomentar su crecimiento económico, creando empleo, renta y riqueza con el fin de mejorar la calidad de vida y el bienestar de las poblaciones locales (Jiménez, 2012, p. 3 ).
Estas estrategias endógenas tienen una perspectiva alternativa a la de las políticas asistenciales, constituyen una vía emergente para abordar de manera eficaz los procesos de DL (Esparcia, 2009) y para responder a los diferentes desafíos de los territorios (Pérez y Lutsak-Yaroslava, 2017). Primero, diseñando respuestas imaginativas al problema del paro, entre las que se incluyen las “iniciativas locales de empleo” y, posteriormente, elaborando estrategias de DL que ofrecen nuevos horizontes de promoción a sus comunidades (Salom et al., 1999).
Para ello, revalorizan el territorio como el principal activo, entendido como un elemento dinámico para asegurar unos sistemas productivos locales competitivos y duraderos (Pérez y Lutsak-Yaroslava, 2017; Avalem Territori, 2018; Hermosilla, 2020). Pretenden así un cambio estructural del tejido económico local, en el nivel “micro”, en un enfoque de “abajo a arriba” que devuelve el protagonismo a la ciudadanía para conducir su propio desarrollo (Alburquerque, 2002; Moltó y Hernández, 2002; Esparcia, 2009), interpretando el desarrollo de lo local como algo integral, integrado e integrador (Calvo, 2011).
Desde esa perspectiva, para comprender las tendencias del mercado de trabajo y realizar políticas coherentes con las mismas es “fundamental” considerar la dimensión territorial, para permitir el ajuste necesario entre las necesidades del territorio y la oferta de actuaciones que se planteen (Avalem Territori, 2018). Sobre esta base pueden identificarse los problemas de organización del sistema de gestión territorial e identificar herramientas innovadoras para la gestión pública del desarrollo de las comunidades locales (Mordvinov et al., 2021).
Todo este proceso da lugar a los/as ADL o AEDL, al personal técnico que se dedica a la planificación, gestión, desarrollo y estudio de iniciativas de dinamización territorial, fomentando el empleo y la promoción económica, social y ambiental en el ámbito local, de forma general o con especialización sectorial, tomando como base el potencial endógeno del propio territorio (Esparcia, 2009). En cuanto figuras profesionales que han marcado la evolución de modelo, son uno de los principales protagonistas y exponentes del mismo (Calvo et al., 2017).
La pandemia de la COVID-19 ha originado una crisis sistémica sin precedentes que ha afectado a todos los rincones del planeta y a todos los actores. Igualmente, ha evidenciado una multitud de vulnerabilidades, fragilidades y brechas en ámbitos estratégicos como el sistema de salud, la paralización de sectores económicos, la reducción de la demanda de bienes y Servicios, y ha originado una sensación generalizada de incertidumbre e inseguridad vital y social en los ámbitos no sólo sanitario sino económico, personal, laboral, etc. (Badré y Jean, 2020). Como consecuencia, los fenómenos socio-territoriales se muestran extraordinariamente dinámicos, tanto en el tiempo como en el espacio. Por ello, para ajustar las políticas a las necesidades de la ciudadanía, su comprensión reclama un seguimiento constante. En este sentido, adquiere gran importancia la capacitación de las AAPP para reducir la confusión y el ruido (Alonso-Domínguez et al., 2016) y apuntalar el conocimiento -la certidumbre- para congelar el azar, dando forma al -construyendo un mapa del- medio en el que se actúa, transformando la mera información conocimiento para la acción (Ibáñez, 1994, 1997).
Las instituciones de una sociedad reflexiva como la actual precisan la producción, difusión y consumo (uso) de ciencia social para analizar, sintetizar y simplificar la complejidad y así comprender la realidad social. Para analizar(se) y diagnosticar(se) sistemáticamente, para conocer(se), gestionar(se), evaluar(se), modificar(se) e incluso prever problemáticas sociales rutinariamente como parte del proceso mismo de toma de decisiones, de gestión y reproducción social (Lamo de Espinosa, 2005; Pérez Yruela, 2011; Alonso-Domínguez et al., 2016; Domínguez y Gómez, 2016; Muñoz y López, 2016).
En consecuencia, en todo el proceso de las políticas públicas (Stanganelli et al., 2020) se precisan iniciativas que aporten información contrastada y conocimiento experto de manera actualizada y permanente para estudiar y sintetizar la complejidad de la realidad social en términos fácilmente comprensibles (Sanchís et al., 2001; Alonso-Domínguez et al., 2016). Y ello, tanto para informar más y mejor sobre los servicios que se ofrecen y los entornos dónde se actúa (García Rodríguez, 2009), como para conocer las valoraciones que las personas usuarias tienen sobre sus relaciones con la Administración (Pérez Yruela, 2011; Domínguez y Gómez, 2016; Alonso-Domínguez et al., 2016). Para ello, se posiciona como imprescindible el conocimiento continuo del territorio y de sus necesidades. En esta líniea, es destacable en los últimos años, la elaboración de documentos de planificación estratégica capaces de ser aplicados a diversas escalas territoriales, desde un enfoque integral y global, cuya finalidad tentativa es la adecuación de estrategias a las singularidades de cada territorio, buscando potenciar las sinergias entre los actores del terrritorio y las diversas políticas sectoriales (Avalem Territori, 2018; Carratalá et al., 2019; Hermosilla, 2020; Fernández-García y Olay-Varillas, 2021).
El híbrido de formas institucionales y prácticas estándar abarcadas por la categoría de métodos para conocer la realidad social y de enfoques participativos en el territorio se ha demostrado que propician las condiciones para que las personas y las organizaciones de diversos setores del territorio hagan llegar sus voces y propuestas a todos los niveles de gobierno en aquellos asuntos que les competen (Williams, 2004; Hart, 2010; Carratalá et al., 2019; Sigalat et al., 2019).
Todo lo expuesto, por una parte, populariza la perspectiva sociológica, aunque no necesariamente a los/as sociólogos/as (Guilló, 2007), pues según diferentes autores se trataría de una “sociología sin sociólogos” (Pérez Yruela, 2007, 2011; Díaz et al., 2016; Domínguez y Gómez, 2016). Pero, por otra parte, convierte a las ciencias sociales en un elemento común de nuestra época (Mills, 1974; Blois, 2014). Ello es fruto de la adhesión de los conceptos de la sociología a la cultura general y a la sociedad, a través de los procesos de “incorporación cultural” (difundidos a través del lenguaje cotidiano) y, paralelamente, de “incorporación social” (las instituciones y otros elementos de la estructura social se apoyan en los métodos y descubrimiento de la sociología) (Lamo de Espinosa, 2005).
En este entorno de incerteza por la crisis sanitaria y económica, en el cual, para sobrevivir, las economías han de apuntalarse en el conocimiento -en la certidumbre-, es una tendencia común, desde hace décadas, resaltar la importancia fundamental de la elaboración de un diagnóstico previo del territorio como punto de partida para cualquier estrategia de desarrollo (Calvo et al., 2020), de evaluación de las políticas y de planificación estratégica, mediante información contrastada, actualizada, precisa y con el método, rigor y objetividad científicos. Coinciden con esta afirmación, a grandes rasgos, tanto organismos internacionales, como la OCDE (1984), la Carta de Leipzig (2007), la Unión Europea (CCE, 2001), su Estrategia Territorial (CE, 1999) y su Agenda Territorial 2020 (CE, 2011), como asociaciones profesionales (ADLYPSE, 2015) y estudiosos de la materia (Alburquerque, 2002; Sanchís et al., 2001; Moltó y Hernández, 2002; Pérez, 2005; Ioppolo et al., 2012; Chemezova, 2013; López Jiménez, 2016; Glinskiy et al., 2016; Pérez y Lutsak-Yaroslava, 2017; Ramírez y Lorente, 2019).
En esta línea apuntan también, desde hace más de dos décadas, las tesis sobre los programas, servicios, características y funciones de las agencias y del personal técnico que implementan las políticas de desarrollo socioeconómico destacadas en diferentes estudios (APPEDL, 1997; FOREM, 2000; Sanchís et al., 2001; Alburquerque, 2002; Esparcia, 2009; Noguera, 2016; Raszkowski y Bartniczak, 2018; Martínez Puche, 2019). De forma breve, afirman que entre sus funciones están las de investigación para determinar el potencial endógeno de la zona con la finalidad de determinar una planificación estratégica local, la participación en el diagnóstico del territorio, a través de la identificación de problemas, la prospección del potencial de los recursos ociosos o infrautilizados y el conocimiento de las problemáticas, los recursos y las demandas económicas y sociales de cada demarcación, realización de estudios del mercado de trabajo local y de necesidades formativas para diseñar iniciativas de intervención.
También se manifiestan en la misma dirección, desde prácticamente sus inicios, la normativa reguladora española, estatal y autonómica, sobre desarrollo territorial. En la actualidad, en el art. 3 de la Orden 18/2016, de la Conselleria d’Economia Sostenible, Sectors Productius, Comerç i Treball, que regula el proceso de selección estudiado, entre las funciones de los ADL se destacan, entre otras, la prospección de recursos ociosos o infrautilizados de proyectos empresariales e iniciativas innovadoras para la generación de empleo, la difusión y estímulo de las potenciales oportunidades de creación de actividad y el asesoramiento e información sobre la viabilidad técnica, económica y financiera de los mismos.
Por tal razón, en el ámbito del desarrollo territorial son necesarias metodologías facilitadoras y dispositivos que estén integradas por indicadores cercanos y prácticos, como herramientas que valoren y analicen la información de forma rigurosa y objetiva. Sólo de esta forma pueden aprehenderse las tendencias existentes e identificar las oportunidades de intervención gubernamental y privada para retroalimentar el proceso de elaboración de las políticas de desarrollo. Y, por consiguiente, para dotar de recursos adecuados las líneas más eficientes (Gómez, 2011; Alonso-Domínguez et al., 2016; Huber y Mungaray, 2017; Morel et al., 2020; Marks-Bielska et al., 2020).
En este sentido, en la actualidad existen diferentes metodologías que intentan paliar estas carencias. Entre ellas, instrumentos y guías para la planificación estratégica de gobernanza territorial participativa. Sin embargo, éstas desatienden muchos otros ámbitos para la gestión del DL como el aprovechamiento de los recursos específicos y potenciales del territorio (Cheshire et al., 2015; Morel et al., 2020), la consideración del desarrollo de las capacidades institucionales (Marks-Bielska et al., 2020), la existencia de redes sociales de diversa índole que robustecen el capital social (Shabunova & Leonidova, 2011; Esparcia, 2017; Vaňová et al., 2019) y sus posibles implicaciones e interdependencias como factores esenciales para el desarrollo territorial (Esparcia, 2017; Calvo et al., 2021).
Asimismo, en un repaso a la literatura académica existente también pueden encontrarse modelos que basan sus análisis en el desarrollo de matrices en base al atractivo de una región y su competitividad (Chemezova, 2013), modelos basados en el desarrollo sostenible de los sistemas socioeconómicos y la identificación de herramientas e indicadores de gestión a nivel de regiones (Popkova et al., 2013; Pires et al., 2014; Gabdrakhmanov et al., 2014; Glinskiy et al., 2016; Reznichenko et al., 2018; Rizzi et al., 2018), otros que se fundamentan en la competitividad regional a partir de la agrupación de indicadores mediante comparaciones multicriterio (Florea y Florea, 2019), índices parciales e integrales del desarrollo socioecológico-económico (Matvieieva et al., 2019; Barile et al., 2018), o modelos centrados en estudios de casos (Boggia y Cortina, 2010; Cárdenas y Nieto 2017; Raszkowski & Bartniczak, 2018).
En España también existen iniciativas recientes, como el Plan de Acción de evaluación de las políticas activas de empleo tanto estatales como autonómicas de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF, 2017) o el diagnóstico Avalem Territori (2018), elaborado por tres universidades valencianas sobre el escenario actual del desarrollo territorial en relación con el mercado laboral, con la idea de implementar un nuevo modelo de gestión, que adapte la ejecución de las políticas al territorio. Asimismo, recientemente se ha confeccionado un instrumento metodológico (matriz READI de indicadores) y un aplicativo informático para la (auto)evaluación del grado competencial para el desarrollo local por parte de los territorios (Calvo et al., 2021).
Pese a todas estas iniciativas y a la importancia mostrada de las MTIS en el DL, en la realidad aplicada del DL, puede afirmarse que, aunque la Administración local conoce a los agentes socioeconómicos, sus necesidades, virtudes y defectos y la evolución económica de su territorio, en general, se trata de mera opinión conjetural (dóxa), de sentido común (Lamo de Espinosa, 2005), basada en realidades empíricamente fundadas, a-científicas, basadas en la creación de modelos para llenar los vacíos de información. Por ello, resulta parcial, incompleta y sesgada, mediada por valores, emociones, juicios y prejuicios y por afinidades culturales. Además, cuando existen datos, estos son poco fiables, parciales o incompletos, o aplicables a escalas agregadas superiores estatales, autonómicas o provinciales, inadecuados para la medición del desarrollo en el ámbito local (García Rodríguez, 2009; Alonso-Domínguez et al., 2016).
Por consiguiente, es significativa la ausencia de una cultura y una metodología de investigación en las políticas públicas para desarrollar buenos sistemas de observación e información sistematizada y no se sabe cómo hacerlo ni se plantea su puesta en valor. Esto se traduce en la pérdida de datos importantes para responder a las cuestiones fundamentales a las cuales se enfrentan estas AAPP y definir las políticas más adecuadas para cada objetivo (Sanchís et al., 2001; Bourdieu, 2013).
En este sentido, puede sostenerse que, transcurridos cuarenta años desde sus inicios, el modelo de DL español, y el valenciano en particular, se caracterizan por: mayor énfasis en la ejecución que en la articulación de un sistema de control, seguimiento y evaluación de la misma; la formalización de lo informal como metodología de actuación; la inexistencia de unos indicadores de gestión válidos y validados, y su no concreción en unos mecanismos e instrumentos de generación de información técnico-científica actualizados y continuos para la toma de decisiones y el aprovechamiento correcto y útil del conocimiento generado en sus actuaciones. Todo ello conlleva la ausencia de una planificación estratégica adecuada, que dificulta la aplicación de una visión integral y ajustada a las prioridades o necesidades básicas de la población (Sanchís et al., 2001; Calvo, 2011; Gómez 2011; Calvo et al., 2021).
Pero, precisamente, se trata de un ámbito en el que la sociología se puede utilizar con intensidad (Beltrán et al., 2016) y convertir estas carencias en MTIS en una oportunidad profesional para los futuros sociólogos y sociólogas (Pérez Yruela, 2011; Domínguez y Gómez, 2016). En esta línea, Gómez Yáñez (2021) advierte de la significativa falta de profesionales de la Sociología en las Administraciones cuando éstas últimas son clientes habituales de investigación sociológica en lo referente a programas, proyectos y evaluación de políticas públicas y cuestiones sectoriales asentadas en el territorio. Este mismo autor destaca la prolífica aparición de trabajos de campo online mediante el uso de encuestas minusvalorándose todo conocimiento sobre el muestreo y tratamiento de datos estadísticos para conferir calidad y viabilidad a los mismos, banalizando en definitiva la realización de encuestas y el rigor de los propios análisis por la ausencia de sociólogos y sociólogas. Esta es una cuestión que debería ser tenida en cuenta, pues no solamente se utilizan tales estudios para definir políticas públicas, sino que también, se menoscaba la imagen de las técnicas de investigación social y agrava más si cabe los difusos límites de la profesión del sociólogo/a. De hecho, un amplio abanico de sectores (urbanismo, el transporte, la energía, la innovación, los recursos humanos, la investigación de mercado, entre otros), han sido ocupados progresivamente por otras disciplinas con una estrategia profesional más proactiva y con mayor capacidad de adaptación en los mercados laborales públicos y privados (Sigalat, 2016).
Por lo antedicho, constatada la importancia de los MTIS en el ámbito del DL, el trabajo pretende conocer la relación entre sociología y desarrollo territorial a través del estudio de la formación en MTIS de las candidaturas al puesto de ADL en la provincia de Valencia. Aunque como hemos advertido al principio, la especificidad de los MITS como algo intrínseco a la Sociología también nos sitúa de manera connatural a deliberar de la “profesión” en el ámbito del DL. Para ello se analizan las asignaturas de la materia incluidas en los planes de estudios de la formación (licenciaturas, diplomaturas, grados y postgrados) de dichos aspirantes a personal técnico de la convocatoria de la Conselleria d’Economia Sostenible, Sectors Productius, Comerç i Treball de diciembre de 2019 1 .
En la convocatoria de diciembre de 2019 se concede la subvención para la contratación de ADL a 25 entidades (que incluyen ayuntamientos y mancomunidades intermunicipales), que solicitan 34 plazas en total. Tras una búsqueda exhaustiva y el contacto con alguna de dichas entidades, se ha encontrado la documentación del proceso en las páginas Web de 16 de ellas (con 1.533 candidaturas en total), de las cuales se han estudiado en profundidad 8, con 916 candidaturas (la presentación como persona preseleccionada por el Espai LABORA en diferentes entidades simultáneamente), en las que se ha podido tener constancia de la formación universitaria de 488 candidaturas, correspondientes a 164 personas candidatas (116 mujeres, 63,7%, 47 hombres, 25,8% y una persona sin determinar) debido a que son las que podían ser contrastadas e identificadas, por carecer de las informaciones indicadas más abajo en el procedimiento de extracción de información (partes del DNI, puntuación de los/as candidatos/as) o por no haberse indicado formación universitaria concreta de las personas participantes (Tabla 2 ).
Tabla 2 Muestra proceso de selección de ADL
| Entidades | Candidaturas | Candidatos/as | |
|---|---|---|---|
| Total plazas | 34 | ||
| Total entidades | 25 | ||
| Entidades con documentación | 16 | 1533 | |
| Entidades estudiadas | 8 | 916 | |
| Candidaturas identificadas y analizadas | 8 | 488 | 164 |
Las candidaturas analizadas equivalen a una muestra con un nivel de significación del 95% (z = 1,96), con una frecuencia esperada del parámetro de 0,5 (50/50) y un error muestral del 3,67% sobre el total de candidaturas.
Asimismo, el promedio de candidaturas analizadas por entidad (101,8) es superior a la media del total de las entidades (95,8) y significativamente mayor que el de las corporaciones sin información (88,1), por lo que incluyen a las personas más interesadas en participar en el proceso, lo que confiere mayor fiabilidad al estudio.
Las 25 entidades y las candidaturas se detallan en la Tabla I del Anexo, siempre teniendo en cuenta que las mancomunidades pueden abarcar un número significativo de municipios. Por ejemplo, la de la Ribera Alta incluye 35 localidades, la de La Safor 30 y La Serranía 12.
Más concretamente, para conocer la formación universitaria de las personas candidatas se ha solicitado la base de datos a 4 entidades que no se indican en cumplimiento de lo recogido en la Ley Orgánica de Protección de Datos. El procedimiento de extracción de información se ha realizado considerando las partes del DNI (inicio, centro o final de la cifra) de las diferentes actas y la puntuación de los/as candidatos/as. Posteriormente, se han unificado las bases de datos completas y se han contrastado las actas del resto de entidades con éstas para conocer no sólo los/as candidatos/as sino las candidaturas.
Por otra parte, del Baremo del procedimiento para la selección de los ADL marcado en la normativa indicada, se ha considerado la titulación académica universitaria.
Asimismo, se ha recopilado la información académica de 157 personas candidatas, el 95,73% de la muestra. Para ello, se han considerado las asignaturas relacionadas directamente con los MTIS, contabilizando los créditos que se imparten en cada uno de los grados estudiados por las personas candidatas. Se han examinado los de la Universitat de València (UV) y de la Universitat Politècnica de València (UPV), puesto que no se ha podido comprobar dónde han estudiado efectivamente su carrera y la mayoría de las candidaturas son de la provincia de Valencia, por lo que se parte del supuesto que han estudiado en la misma. Por otra parte, para ajustar la puntuación, se han considerado los créditos totales de las asignaturas de Formación Básica y la Obligatoria, valorando los créditos de las Optativas en un 50%, pues pueden haberse estudiado o no.
Además, para hacer más comprensibles los resultados, ciertos grados se han unificado por materias afines. Por ejemplo, uniendo los resultados de Sociología, CC Políticas y Sociología y Antropología; los de CC. del Trabajo, Graduado Social, Relaciones Laborales y RRLL y RRHH; o los de Filosofía y CC. Educación y Pedagogía. El resultado por grados unificados y la valoración de las asignaturas consideradas en cada uno de ellos, con la puntuación detallada se exponen en las Tablas II y III del Anexo, respectivamente.
Hay que aclarar que en la investigación no se ha considerado la especialización en MTIS que se imparte en los estudios de postgrado especializados, pues al coincidir en gran medida con las candidaturas con formación en la materia, no aporta una información significativamente diferenciada.
En cuanto a los resultados, atendiendo a las medidas de tendencia central, el promedio es de 5,2 asignaturas por candidato/a relacionadas con MTIS. Éstas equivalen a 31,8 créditos, siendo estos 28,5 si valoramos las optativas al 50% de créditos (Tabla 3).
Tabla 3 Medidas de tendencia central
| Asignaturas | Créditos | Con Opt. 50% | |
|---|---|---|---|
| Media | 5,2 | 31,8 | 28,5 |
| Mediana | 5 | 30 | 27 |
| Moda | 4 | 24 | 24 |
De forma detallada, las personas egresadas en el grupo de Sociología - CC. Políticas son las que cursan más asignaturas de MTIS (13), tal como cabría esperar al tratarse de las herramientas teóricas e instrumentos metodológicos propios de la carrera. Estas asignaturas equivalen a 87 créditos (66 si contamos las optativas al 50% de créditos). Estas candidaturas están seguidas por las formadas en CC. Econ. y Empresariales (8 asignaturas, 43,5 créditos, 33 con optativas al 50%), excepto las que han cursado el Grado en Economía (incluido en el grupo) con 5 asignaturas, 30 y 27 créditos; seguidas por las de Psicología con 6 asignaturas y 40,5 y 38,25 créditos).
Asimismo, como se observa en la tabla siguiente (Tabla 4), atendiendo a la formación de las personas candidatas, los grados con mayor presencia en el proceso de selección estudiado son los de CC. Econ. y Empresariales (19,9% del total), Psicología (19,9%), CC. Trabajo, RRLL y RRHH (16,8%) y Derecho (14,3%).
Tabla 4 Candidatos/as por grado estudiado
Por otra parte, se han distribuido los grados en tres grupos, según los créditos en MTIS de los mismos estén por encima, sean iguales o por debajo de la moda. Se ha tomado como decisión cualitativa que dicha medida de tendencia central (4 asignaturas o 24 créditos por grado) son el equivalente a “base suficiente en formación en MTIS”, puesto que los que quedan por arriba están también por encima de la media aritmética, excepto 5 personas que han cursado el Grado en Economía (incluido en el grupo de CC. Econ. y Empresariales), equivalentes a la mediana.
El grupo A, por encima de dicha medida, incluye los grados unificados de Sociología - CC. Políticas (CC. Políticas y Sociología, Sociología y Antropología), Psicología, CC. Econ. y Empresariales (Admón y Dirección Empresas, CC. Econ. y Empresariales, y Economía). El grupo B, igual a las medidas centrales comprende CC. Trabajo, RRLL y RRHH y Pedagogía - CC. Educación. Por debajo de las mismas se ubican CC. Políticas, Trabajo Social, Educación Social, Turismo, Geografía (incluyendo Geografía y Medio Ambiente), Arquitectura, Comunicación Audiovisual, Derecho, Magisterio y otras. La distribución de personas candidatas por grupos es la siguiente (Tabla 5):
Tabla 5 Grupos de asignaturas
| Grupo | Frecuencia | Porcentaje |
|---|---|---|
| A | 67 | 41,1 |
| B | 33 | 20,2 |
| C | 63 | 38,7 |
| Total | 163 | 100,0 |
En concreto, el grupo A (superior a la moda) equivale a un 41,1% de los/as aspirantes, representando la formación en Sociología - CC. Políticas sólo un 4,3% del total, y la agrupación equivalente a estas medidas centrales (grupo B) es de un 20.2%. Por lo tanto, estarían por debajo (grupo C) el 38,7%. Por consiguiente, puede afirmarse que el 61,3% de las candidaturas tienen dicho fundamento formativo.
Como se ha indicado al inicio del texto, desde hace más de dos décadas, menos del 20% de las agencias de DL realizan algún tipo de estudio y poco más de un 10% de ellas lo hacen mediante sistemas formales por medio de la aplicación de un proceso estandarizado. Por consiguiente, en los estudios sobre el perfil de los/as ADL y sus necesidades formativas se destaca la carencia de estudios específicos en MTIS por parte de estos/as profesionales, así como la demanda de formación en este ámbito.
Por otra parte, en el grado con mayor formación en MTIS, el de sociología, según la ANECA (2005, p. 111), del 32,2% de los/as licenciados/as que trabajaban como asalariados/as en 2005 para las AAPP, sólo un 1,4% de ellos/as lo hacía en el ámbito del DL. Igualmente, como se ha observado en los resultados, sólo un 4,3% de los/as aspirantes a ADL estudiados tienen formación en Sociología - CC. Políticas. Datos que vienen a corroborar trabajos similares sobre la profesión (Alonso-Domínguez et al., 2019).
Sobre esta base, y vista la importancia de las MTIS para el DL, el hecho de que el 61,3% de las personas candidatas (41,1% superior a la moda - promedio, y 20,2% equivalente a estas medidas centrales) tenga una base suficiente en formación en MTIS, sin contar con la formación especializada que se imparte en los estudios de postgrado, es una muy buena noticia. Lo es porque, aunque esto puede dificultar la identidad profesional (Díaz et al., 2016) al no tener un espacio profesional definido, precisamente por ello, adquieren especial importancia las capacidades instrumentales específicas relacionadas con la formación disciplinar y profesional de la sociología. En concreto, el dominio de la metodología de las ciencias sociales y de sus técnicas cuantitativas y cualitativas de investigación social, el análisis de los principales conceptos y generalizaciones sobre la sociedad humana y sus procesos, el estudio de las transformaciones y evolución de las sociedades contemporáneas y de sus movimientos sociales y políticos (ANECA, 2005; Beltrán et al., 2016; Domínguez y Gómez, 2016, Gómez Yáñez, 2021). Rasgos que son coincidentes con los que se predican de los/as ADL u otras figuras similares (APPEDL, 1997; Sanchís et al., 2001; Esparcia, 2009; Calvo, 2011).
En definitiva, teniendo en cuenta las permanentes transformaciones en el contexto socioeconómico -globalización, sociedad informacional, DL endógeno, crisis económica y sanitaria- y en la Administración Local -nuevas competencias, nueva gestión pública-, y tras el debate sobre las relaciones entre las MTIS y el ámbito del DL -, puede afirmarse que éste es un terreno propicio para tender puentes entre la disciplina académica y la ejercida en ocupaciones como la de AEDL, una importante línea de trabajo profesional actual y futura es esta sociología “aplicada” al servicio de la sociedad, dedicada a analizar, sintetizar y simplificar la complejidad de la realidad social para generar conocimiento útil para la toma de decisiones frente a determinados problemas (Guilló, 2007; Pérez-Yruela, 2011; Alonso-Domínguez et al., 2016; Domínguez y Gómez, 2016; Muñoz y López, 2016). Y ello, considerando el territorio no como dado a priori sino como el resultado de un proceso de generación de interacciones humanas e interdependencias entre diversos factores y códigos simbólicos que lo construyen y estructuran (Moltó y Hernández, 2002).
Para concluir, afirmamos que el hecho de que las personas candidatas tengan una formación suficiente en MTIS es una muy buena noticia porque, al tender puentes entre la disciplina académica y la profesional, permite generar nuevos contextos de actuación que, a su vez, pueden fortalecer la investigación social y sus métodos y técnicas, y su aplicación.
Con carácter general, y a falta de ampliar geográficamente el estudio en investigaciones posteriores más allà de la provincia de Valencia, puede afirmarse que toda crisis puede ser también una oportunidad. Ante la catástrofe provocada por la COVID-19, las intervenciones de países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, pero también la Unión Europea, están siendo más “atrevidas” que las posteriores a 2010, adoptando políticas fiscales y monetarias expansivas agresivas y rápidas sin precedentes (Badré y Jean, 2020; Moschonas, 2020; Hamilton, 2020). Además, debido a las actuaciones frente a la pandemia se han modificado los discursos públicos y las opiniones ciudadanas, por lo que, al igual que durante el brote de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (popularmente conocida como mal de las vacas locas), los problemas sanitarios, de salud pública y de empleo posiblemente logren introducirse temporalmente en la arena política mundial y obtengan una mayor prioridad en las futuras políticas públicas (Huotari y Teivainen, 2020).
Ante este escenario, la ciencia social aplicada en el ámbito del DL puede actuar como “innovación estratégica”, de manera similar al imperativo ético de von Foerster (1988, p. 26) e Ibáñez (1997, p. 377) , o abriendo “una pluralidad de futuros” (Huotari y Teivainen, 2020, p. 82 ), el ámbito del DL puede ser uno más en los que puede darse una revitalización del papel de la sociología (Pérez Yruela, 2011).
Un campo “multiparadigmático, plural cognitivo y plural ideológico” (Ortí, 2007, p. 67 ) como el sociológico, puede hacer importantes contribuciones a un mercado profesional con fronteras disciplinarias difusas, competencias transversales o genéricas como es el del DL. La literatura académica (ANECA, 2005; Pérez-Yruela, 2007; Alonso-Domínguez et al., 2016; Beltrán et al., 2016; Díaz et al., 2016; Domínguez y Gómez, 2016) destaca, entre otras aportaciones: un conocimiento profundo de la realidad social, la gestión de la información de diversas fuentes, la capacidad de análisis y de síntesis, la gestión de proyectos, la organización y planificación del trabajo y de equipos, la resolución creativa de problemas, la estadística, las técnicas de negociación y la capacidad de adaptarse a contextos sociales plurales.
Este estudio del funcionamiento de nuestras sociedades complejas y de los fenómenos y problemas socio-territoriales presentes y emergentes puede centrarse, según diversos autores (Moltó y Hernández, 2002; ANECA, 2005; Esparcia, 2009; García Rodríguez, 2009), por ejemplo, en la estructura y el cambio social -mercados, sociedad-, el tejido socioeconómico, los actores sociales e institucionales, sus estrategias, las redes organizativas y relacionales, el mundo del trabajo, la equidad y la diversidad social, la diversificación de las pautas culturales y de consumo, la relación entre territorio y poder, la búsqueda de propuestas operativas de intervención social, etc.
Conocer la realidad y sus necesidades, favorece la toma de decisiones basadas en datos empíricos con la finalidad de encontrar soluciones a problemas concretos, relevantes para la sociedad, también refuerza el vínculo y la proximidad entre los diferentes agentes socioeconómicos existentes en el territorio (Pérez Yruela, 2011; Alonso-Domínguez et al., 2016; Muñoz y López, 2016).
No obstante, hay que advertir que no se trata de apostar por una aplicación de los MTIS técnicamente impecable, descontextualizada de las tendencias o problemas socioterritoriales generales y por lo tanto socialmente poco significativa (Pérez Yruela, 2011), cayendo en un empirismo abstracto (Bourdieu, 2013) o en abdicaciones del empirismo (Mills, 1974), sino en una apuesta vinculada con el territorio y con su desarrollo futuro.
[1] Puede consultarse el proceso en: https://labora.gva.es/es/corporacions-locals-mancomunitats-diputacions/foment-de-l-ocupacio/-/asset_publisher/liY5jXMyswom/content/emsa01-2019-programa-de-subvenciones-destinadas-a-financiar-la-contratacion-de-agentes-de-empleo-y-desarrollo-local-en-la-comunitat-valenciana
Sugerencia de cita / Suggested citation: Sigalat Signes, E., Aguado i Hernàndez, J. A., y Calvo Palomares, R. (2023). Sociología y desarrollo territorial: la formación en métodos y técnicas de investigación social de las candidaturas a agente de empleo y desarrollo local. Revista Española de Sociología, 32(4), a192. https://doi.org/10.22325/fes/res.2023.192
Tabla I Muestra detallada del proceso de selección de ADL
Tabla II Planes de estudios unificados
Tabla III Planes de estudios, por asignaturas