Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2023.186

Los arraigos dinámicos en las ciudades como soportes frente a la vulnerabilidad


Dynamic roots in cities as supports against vulnerability


Margarita Barañano ORCID

Universidad Complutense de Madrid - Instituto TRANSOC. Departamento de Sociología Aplicada, España . Email

Jose Santiago * ORCID

Universidad Complutense de Madrid - Instituto TRANSOC. Departamento de Sociología Aplicada, España . Email

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 32 Núm. 4 (Octubre - Diciembre, 2023), a186. pp. 1-20. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 17/05/2022
Aceptado / Accepted: 29/01/2023



RESUMEN

El desarrollo de la globalización ha provocado que muchos teóricos hayan diagnosticado que nuestro mundo está abocado a la movilidad, mientras que los lugares y los arraigos dejan de tener relevancia en la vida social. Sin embargo, parece que las cosas no transcurren de esa forma, si atendemos especialmente a los países de la Europa del sur y, de forma específica, a sus ciudades y barrios vulnerables. Este artículo indaga en esta cuestión con tres objetivos. En primer lugar, buscamos poner de manifiesto la relevancia de los arraigos y proximidades en las sociedades y ciudades del sur de Europa, en diálogo crítico con esas perspectivas teóricas. A continuación, se da cuenta de su importante significación, en tanto que se nos revelan como soportes socio-existenciales frente a la vulnerabilidad. Por último, se analizan las transformaciones contemporáneas de estos arraigos, atendiendo a su carácter dinámico, es decir, mostrando de qué modo se combinan con las movilidades cotidianas y residenciales, sobre todo, en los barrios con situaciones de vulnerabilidad. La aproximación de carácter teórico-conceptual se fundamenta en una revisión crítica bibliográfica y en datos de fuentes secundarias, focalizando la atención en el caso de Madrid.

Palabras clave: Arraigos, vulnerabilidad, soportes, ciudades, Madrid.


ABSTRACT

The development of globalization has caused many theorists to diagnose that our world is doomed to mobility, while places and roots cease to have relevance in social life. However, it seems that things do not happen that way, if we pay special attention to the countries of southern Europe and, specially, to their vulnerable cities an neighbourhoods. This article investigates this issue with three objectives. In the first place, we seek to highlight the relevance of roots and proximities in the societies and cities of southern Europe, in a critical dialogue with those theoretical perspectives. Next, it seeks to account for its important significance as socio-existential supports against vulnerability. Finally, the contemporary transformations of these roots are analyzed, taking into account their dynamic nature, that is, showing how they combine with daily and residential mobilities in proximity, especially in neighborhoods with vulnerable situations. The theoreticalconceptual approach is based on a critical bibliographical review and on data from secondary sources, focusing attention on the case of Madrid.

Keywords: Roots, vulnerability, supports, cities, Madrid.




Este artículo es resultado de dos proyectos de investigación. Por un lado, COMURES (H2019/HUM-5738) “Comunidades resilientes, arraigo local y redes sociales en la ciudad global. El caso de Madrid desde un enfoque comparado” del Programa de Actividades de I+D de la convocatoria de Ciencias Sociales y Humanidades de la Comunidad Autónoma de Madrid, con Margarita Barañano como investigadora principal. Por otro lado, VULSOCU (CSO2016-76179-R; AEI/FEDER.UE) “Nuevas formas de vulnerabilidad socio-existencial, soportes y cuidados en España”, Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, Programa Estatal de Investigación, Desarrollo e Innovación Orientada a los Retos de la Sociedad, con Jose Santiago como investigador principal.

INTRODUCCIÓN


Las ciudades han sido históricamente espacios en los que se han localizado poblaciones en situaciones de vulnerabilidad. En las últimas décadas han contribuido en esta dirección diferentes procesos, como los derivados de las transformaciones del capitalismo neoliberal y globalizado: dificultad de acceso a través del mercado a diversos recursos de bienestar (vivienda y cuidados, entre otros) como consecuencia del desempleo y los bajos salarios; limitada provisión de estos recursos por parte del estado, más marcadamente en los regímenes mediterráneos de bienestar; concentración de trabajadores precarios atraídos por las ciudades globales; profundización de la segregación espacial como consecuencia de procesos de gentrificación, turistificación y expulsión. Ante estas situaciones de vulnerabilidad, los arraigos y las proximidades espaciales se muestran como elementos de relevancia para hacerles frente, especialmente en las ciudades del sur de Europa y más concretamente en sus barrios vulnerables. Gracias a ellos una parte de la población consigue acceder a la provisión de un cierto bienestar, en contraste con los efectos del desempleo y la precariedad, así como de los déficits de las políticas públicas.

Este tema de estudio muestra toda su profundidad cuando lo situamos en el marco del desarrollo de una literatura que ha teorizado la globalización minimizando el papel que estos arraigos y proximidades espaciales tienen en la vida social. Así lo atestigua una larga serie de obras. Entre ellas las que, refiriéndose a nociones como “capitalismo nómada” o “nómadas globales”, han incidido en la entronización de una escala global que habría supuesto una última vuelta de tuerca en el “desarraigo” que acarreó el capitalismo o la industrialización, y que ahora se manifestaría en el “nomadismo” (Tarrius, 2007; D’Andrea, 2006; Makimoto y Manners, 1997; Bourdieu y Sayad, 2017; Deleuze y Guattari, 1986). La perspectiva hiperglobalista asoma también detrás de las referencias a la expansión de los llamados “no lugares” o a la emergencia de un mundo o una economía sin fronteras (Barañano, 2021; Augé, 1993; Ohmae, 1990; Giddens, 2003). Diferentes enfoques coinciden, asimismo, en aludir a la importancia de los “desanclajes” en el dinamismo de la modernidad, que habría convertido a los lugares en “fantasmagóricos” (Giddens, 1993). En una dirección semejante, desde el llamado paradigma de las movilidades (Urry, 2007; Hannam et al., 2006), se afirma la necesidad de poner en el centro del análisis sociológico el estudio de las movilidades “de las personas y los sistemas de objetos”, dejando atrás “los preceptos fundamentalmente territoriales y sedentarios” (Urry, 2007, p. 19).

Pero no todos los enfoques sobre la globalización han minimizado la importancia de los arraigos territoriales. Citemos de forma destacada la obra de Castells (1997) , en la que los lugares tienen un papel muy relevante, en tanto que espacios de sociabilidad e identidad, en contraposición con el espacio de los flujos. Desde este punto de vista, los espacios de arraigo tenderían a emerger con fuerza, como respuesta al ascenso de lo global. Sin embargo, y más allá de la contribución que supone este enfoque, en él persiste una perspectiva que contrapone los espacios de arraigo a los flujos (Ramos, 1999; Smith, 2001; Barañano, 2021; Barañano, 2006) 1 .

En contraste con todas estas perspectivas, este artículo es deudor de la corriente analítica que, frente a la relegación de los anclajes o arraigos, o a su oposición dicotómica a lo global, ha venido focalizando la atención en sus transformaciones. Destacamos en esta perspectiva las propuestas de Sassen (1990, 2007, 2010), quien ha explicado el protagonismo de las ciudades globales teniendo en cuenta tanto la compleja organización de la espacialidad dispersa actual como la singularidad y relevancia de los territorios y lugares urbanos concretos, como en el caso de dichas ciudades, en las que se producirían los flujos hegemónicos. El llamado “giro espacial” (Urry, 2007) o “giro cultural” (McDowell, 2000, p. 20) , con su investigación sobre las diferentes dimensiones del espacio social, ofrece también valiosas herramientas teórico-conceptuales (Lefebvre, 2013; Soja, 1996; Gregory, 1994; McDowell, 2000). Las aportaciones centradas en la perspectiva de género, y en cómo esta se imbricaría con las distintas escalas del espacio social, desde la correspondiente al cuerpo hasta la del Estado-nación, pasando por el barrio, la casa o la ciudad, nos han proporcionado análisis y conceptos que nos ayudan a comprender las transformaciones contemporáneas de diversos espacios de arraigo (McDowell, 2000; Massey, 1994; Hayden, 1997; Rose, 1995). Por último, hay que mencionar las investigaciones que se han interesado por el devenir del sentido de pertenencia y de “casa”, y de la identidad territorial y su plasmación en nuevas realidades, como los hogares transnacionales o los espacios translocales (Blunt y Dowling, 2006; Boccagni, 2017; Bryceson y Vuorela, 2002).

Apoyándose en estos debates y contribuciones, este artículo pretende ir más allá, avanzando en la fundamentación teórica y conceptual de los espacios de arraigo y proximidad, en lo que tiene que ver, más concretamente, con los anclajes en espacios urbanos, especialmente en los vulnerables. Frente a su frecuente tematización en relación con cuestiones como el sentido de pertenencia o el reforzamiento de las identidades territoriales, se propone aquí un desplazamiento analítico. Con él se quiere mostrar cómo los “arreglos” cotidianos que permiten confrontar situaciones de vulnerabilidad se ven favorecidos por la permanencia residencial y por una vida en proximidad a las personas con las que se mantienen relaciones de cuidados y de ayuda mutua. De ahí la necesidad de analizar de qué modo estos arraigos se articulan tanto con las movilidades residenciales con las que se busca estar más cerca de dichas personas, como con las movilidades cotidianas que posibilitan esas relaciones de cuidados y ayuda mutua (Blokland, 2003 y 2017; López y García, 2020; Bonvalet, 2003; Authier et al., 2010; Mulder y Cooke, 2009; Hedman, 2013; Palomares-Linares y Van Ham, 2017; Clark et al., 2015). Precisamente, la noción de arraigo que se maneja en este trabajo abarca todas estas realidades, haciendo referencia al anclaje de la vida en espacios de proximidad y durante tiempos prolongados. No se identifica así sólo con la inmovilidad residencial, sino que se manifiesta también a través de los restantes procesos señalados. Todos ellos sustentan un tipo de arraigo cotidiano en los espacios de relativa proximidad, sea a través de la residencia o de la movilidad, y de manera relativamente duradera. Es por ello que hacemos referencia a estos arraigos como dinámicos, por su forma de articularse con las movilidades residenciales y cotidianas, lo que les dota de gran relevancia como soportes socio-existenciales frente a la vulnerabilidad.

La estructura del artículo atiende a los tres objetivos que se persiguen. El primer objetivo es defender la centralidad de los arraigos y las proximidades espaciales en el marco de una revisión crítica de otras perspectivas teóricas que han minimizado el papel que aquellos desempeñan en la vida social. A continuación, se muestra que dichos arraigos y proximidades se constituyen como soportes socio-existenciales con los que se contrarresta la vulnerabilidad. Para ello se entra en diálogo crítico con una de las interpretaciones de gran influencia en las ciencias sociales, la de Castel sobre la cuestión social y su concepción restringida de los soportes (Castel, 1997; Castel y Haroche, 2001). El tercer objetivo es analizar el carácter dinámico de estos arraigos, mostrando sus transformaciones contemporáneas y sus complejas combinaciones con las movilidades. El artículo finaliza con un apartado de conclusiones en el que se da cuenta de los principales resultados.

Para alcanzar los objetivos perseguidos, este artículo se fundamenta metodológicamente en un análisis teórico-conceptual realizado a luz de una revisión bibliográfica. Con el fin de realizar un estado crítico de la cuestión y presentar nuestro planteamiento, nos hemos centrado también en un caso de estudio (Ragin, 2014; Della Porta y Keating, 2008), el de Madrid, que se acompaña, asimismo, de algunas referencias puntuales a otras ciudades españolas. Los datos extraídos de fuentes secundarias sobre Madrid, aunque no de forma exclusiva, serán movilizados para fundamentar nuestra argumentación, en la medida en que las propuestas aquí defendidas cobran toda su relevancia en el marco de las ciudades de Europa del sur caracterizadas por un régimen de bienestar local (Allen et al., 2004; Arbaci, 2019), en el que las redes familiares y el capital social juegan un papel muy destacable, especialmente, en lo que se refiere a la consecución de alojamiento y de cuidados (Blokland y Savage, 2008).

Con este trabajo de índole teórico conceptual esperamos contribuir a diversos ámbitos de estudio, como la sociología urbana y del territorio, las movilidades espaciales y la literatura sobre la provisión de bienestar y cuidados en las ciudades.


LA CENTRALIDAD DE LOS ARRAIGOS Y DE LAS PROXIMIDADES ESPACIALES

Las perspectivas hiperglobalistas, difundidas desde la década de los noventa del siglo pasado, desde posiciones celebratorias o críticas, confluyeron, por lo general, en considerar agotado el protagonismo de los arraigos o las proximidades territoriales, los cuales habrían dejado de jugar un papel importante en la vida social (Barañano, 2021). Este ocaso se predicó incluso respecto de la dimensión territorial de los estados, y también en relación con los espacios de la vida cotidiana, como los hogares o las comunidades vecinales. La “sociedad red”, con la expansión del teletrabajo o la comunicación a distancia, habría reafirmado dicha irrelevancia. Esta perspectiva gozó de una gran aceptación hasta muy recientemente, cuando los obstáculos a la movilidad internacional que ha traído consigo la pandemia nos han recordado bruscamente la importancia de otras escalas, como la de los estados o los hogares, dentro de cuyas fronteras tuvieron que replegarse nuestras vidas durante el confinamiento (Barañano y Ariza, 2021; Lamo de Espinosa, 2021).

Otra perspectiva de gran interés para comprender el mundo contemporáneo, pero que, al centrar la atención en los flujos y movilidades, ha concedido una menor atención, a nuestro juicio, a la territorialización de la vida social, es el llamado paradigma de las movilidades. Su interés por contribuir a una reorientación de las ciencias sociales, convirtiendo los procesos fluidos y móviles en su objeto de estudio, en lugar de lo que, se considera, eran sus representaciones estáticas del pasado, acaba por afectar al debido reconocimiento de los espacios de arraigo y las proximidades. Este desplazamiento adopta tres versiones, que coexisten en las diferentes formulaciones y desarrollos que componen el mobile turn (Hannam et al., 2006, p. 1 ). La más extendida de estas versiones relega la consideración de dichos espacios, por ser expresión de una fijeza territorial en retroceso. La casa, los espacios de vecindad y proximidad o los lugares, apenas reciben atención, al considerar que habrían perdido protagonismo en la configuración de las redes. Así sucede en la obra central de esta perspectiva, Mobilities (Urry, 2007), que no dedica a aquellos ni siquiera un capítulo, y que se aproxima a los lugares haciendo hincapié, sobre todo, en los movimientos de entrada y salida de los mismos, como sucedería con los devenidos en enclaves turísticos. En consecuencia, no se analiza lo que sucede en el interior de los lugares, al ser convertidos, no sólo en cajas negras, sino en espacios periféricos, subsumidos en las redes y flujos imperantes. Por su parte, en la obra de 2010 que firman Elliot y Urry, Vidas móviles, el análisis de las subjetividades se focaliza en su reconfiguración global. Se atiende, sobre todo, a los grupos “cosmopolitas”, que atraviesan las fronteras con más facilidad, así como a las tecnologías que emplean y a la recomposición de los lazos sociales que producen, incluyendo la conformación de “personalidades móviles” (Elliot y Urry, 2010, p. 3) o de “intimidades a distancia” (Elliot y Urry, 2010, p. 85). No se analizan, sin embargo, los espacios de arraigo de dichas vidas, ni se alude a la relación de la desigualdad con la movilidad.

Una segunda versión de este paradigma de las movilidades pivota sobre la oposición entre el llamado paradigma del sedentarismo, en retroceso, y el de la movilidad, en ascenso. Se contempla la persistencia de lo territorializado, pero, si bien se plantea en algún caso atender a la “tensión dialéctica” entre aquellos, su dicotomización dificulta el análisis de su interrelación. Apoyándose en esa dicotomía, se conceptualiza la movilidad como el aspecto activo y transformador del espacio social, mientras la inmovilidad se piensa, en todo caso, como la espacialidad estática, que se resiste a ser modificada, y que, por tanto, permanece anclada en su versión del pasado.

El tercer, y más interesante, conjunto de formulaciones de este paradigma de las movilidades, se sintetiza en la editorial con la que se abre el primer número de la revista Mobilities, de 2006, debida a Hannam, Sheller y Urry. Este texto no sólo incluye la referencia a los moorings en su título, sino que expresa además la voluntad de tener en cuenta su relación con las movilidades y los procesos móviles. Constituye por tanto la aportación de este enfoque que más se acerca a lo que se propone en este artículo. Sin embargo, su aproximación a los espacios de arraigo sigue asociándolos a la inmovilidad y subordinándolos a las movilidades. Ello es debido a que los aborda fundamentalmente en tanto que “infraestructuras” o lugares en donde se producirían los “sistemas de movilidad”, contando con actantes que incluirían tanto flujos de personas como “sistemas de objetos”, tales como aeropuertos, autopistas o conexiones comunicativas virtuales. Se sigue echando de menos el análisis a escala de las vidas cotidianas desplegadas en los hogares, los barrios o las ciudades, que son mencionados por esos autores, pero evacuando su configuración contextual y situada, su territorialidad concreta, sus representaciones imaginarias o simbólicas o las múltiples tareas que se desarrollan en su seno.

En definitiva, el paradigma analizado, en su afán por identificar la profunda mudanza asociada al desplazamiento de la fijeza territorial por las nuevas movilidades, acaba por relegar el análisis de espacios básicos de organización de la vida social. Estos espacios se consideran preferentemente por lo que hace a su relación con las nuevas movilidades, oscureciendo el análisis de los importantes procesos que siguen desarrollándose en ellos en contacto con los flujos que les atraviesan. En otros casos, se identifican incluso con espacialidades en declive.

En contraste con ello, en este artículo sostenemos la centralidad de los arraigos espaciales en la organización de la vida social, especialmente en contextos con una cobertura pública del bienestar limitada, como sucede en las sociedades de Europa del sur. En estos contextos geográficos, el apoyo mutuo y las relaciones familiares y comunitarias cobran un papel más relevante en la consecución de bienestar (Esping Andersen, 2000; Arbaci, 2019; Allen et al., 2004), lo que se entrevera, además, con un régimen de género apoyado en una distribución claramente asimétrica de las responsabilidades. Estos entornos se caracterizan por un peso mayor de la vivienda en propiedad, como sucede en Madrid (Domínguez et al., 2021), así como por un mercado de cuidados precario. Este último ha crecido de manera importante en las últimas décadas, al calor de otros procesos sociales, como el aumento de la población envejecida, la doble o triple presencia de las mujeres en el trabajo, la crisis de cuidados o la incorporación de las cadenas globales, compuestas, sobre todo, por trabajadoras domésticas transnacionales. El resultado es una situación muy desigual en cuanto a la posibilidad de contratar cuidados, lo que se une al mantenimiento del protagonismo familiar en este terreno, que, a su vez, sigue pivotando sobre el desplazamiento de esta responsabilidad hacia las mujeres. En este contexto, cobra aún más fuerza el recurso a las denominadas “redes de hogares” (Barañano, 2006; Barañano y De La Paz, 1999) o a los “círculos familiares locales” (Bonvalet, 2003), asentados en intercambios cotidianos y regulares entre distintos hogares, orientados a la ayuda mutua, y desplegados en contextos de proximidad. Algo semejante cabe afirmar en relación con los vínculos que conforman el capital social en la ciudad (Blokland y Savage, 2008).

Para entender la centralidad de estos arraigos y proximidades espaciales en las ciudades del sur de Europa es oportuno caracterizar, aunque sea brevemente, el régimen de provisión de bienestar de estas sociedades. Retomamos con este propósito la tipología de los regímenes de bienestar, en la que los países de la Europa del sur son caracterizados por su modelo de tipo mediterráneo, donde la familia cumple un papel muy importante para asegurar el bienestar de los ciudadanos que más lo necesitan (González, 2008). Ello es debido a la fragilidad estructural de sus mercados de trabajo, así como a los déficits de provisión de recursos de bienestar por parte del Estado, en materias como cuidados, vivienda, etc. Este régimen de bienestar se ha visto además sacudido por sucesivas oleadas de crisis, sobre todo desde la financiera que se gestionó con políticas de austeridad que aumentaron las situaciones de vulnerabilidad. El modo en el que en las últimas décadas las políticas neoliberales se han articulado con una débil provisión de recursos del bienestar en algunos ámbitos como los cuidados o la vivienda ha hecho que las familias y las redes de apoyo hayan desempeñado un papel crucial a la hora de hacer frente a estas situaciones de vulnerabilidad.

Si bien la familia ocupa un lugar central a la hora de explicar la importancia de los arraigos y las proximidades espaciales en la Europa del sur, también es necesario destacar el ámbito comunitario. Nos referimos a la relevancia que tiene el barrio al permitir relaciones de solidaridad, reciprocidad y confianza como fruto de la sociabilidad vecinal, así como el papel que en ello tiene el pequeño comercio. Como han mostrado los estudios sobre la resiliencia social, la integración en redes sociales y comunitarias es una herramienta fundamental para afrontar situaciones de vulnerabilidad (Serrano et al., 2019).

Por todo ello, la dimensión espacial de las formas de organización social a las que hacemos referencia resulta especialmente reseñable en el caso de los colectivos y barrios vulnerables, cuyo recurso al mercado para la provisión de sus cuidados u otras necesidades es más reducida o inexistente, y entre los que la vida se desarrolla, en mayor medida, en los espacios de proximidad, como el barrio (Barañano y Ariza, 2021). En estos grupos, la cercanía a las redes familiares o de capital social adquiere un especial protagonismo (Blokland y Savage, 2008; Authier et al., 2010; Palomares-Linares et al., 2019, Duque-Calvache et al., 2021).

Antes de profundizar en el papel de los arraigos y las proximidades espaciales para hacer frente a la vulnerabilidad, atendiendo a su carácter de soportes socio-existenciales, terminaremos este apartado mostrando algunos datos de carácter general sobre Madrid que nos permiten dar cuenta de la importancia de aquellos.

En esta dirección apunta el dato que ofrece para 2018 el “Estudio básico de la situación de la vivienda y demanda residencial en el Municipio de Madrid”, de la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de Madrid, referido a la permanencia de las personas en el mismo hogar. Esta fuente pone de manifiesto el largo tiempo de residencia medio en la misma vivienda, equivalente en ese año a 24,84 años (ver tabla 1). Destaca el hecho de que un 52% de las personas declara haber vivido veinte años o más en el mismo hogar, porcentaje que asciende al 79% cuando se incluye a quienes llevan haciéndolo más de cinco años.


Tabla 1 Porcentaje de años de permanencia en la misma vivienda de los hogares de la ciudad de Madrid (2018)

Nº Años % Hogares
20 o más 52
De 5 a 19 27
De 1 a 4 19
Menos de 1 año 2
Tiempo medio por hogar 24.84 años

Fuente: Estudio básico de la situación de la vivienda y demanda residencial en el Municipio de Madrid.


Los aspectos del marco nacional y local relativos al régimen de bienestar y de alojamiento muestran, asimismo, una correspondencia con esta tendencia a la fijeza residencial. Así sucede con la centralidad del patrimonio familiar y de la vivienda en propiedad (Domínguez et al., 2021; Del Pino, 2015); el menor recurso al sistema de alquiler; y el peso residual del alojamiento de promoción pública (Domínguez et al., 2021; Arbaci, 2019). Pese al impacto creciente de procesos urbanos como la gentrificación o las expulsiones (Sassen, 2013), todos estos factores consuenan con la permanencia residencial, que sigue siendo mucho más elevada en el caso del parque de vivienda en propiedad, en el que no es infrecuente que quienes lo habitan lleven 40 años o más en la misma casa, como se muestra en la figura 1.

Fuente: “Estudio básico de la situación de la vivienda y demanda residencial en el municipio de Madrid”, EMVS, 2018.

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Figura 1 Tiempo que el hogar lleva en la vivienda en función del régimen de tenencia

Investigaciones empíricas realizadas sobre otras ciudades permiten también constatar la importancia de los arraigos territoriales. Prueba de ello es una encuesta realizada en Granada en la que una gran mayoría de la población no mostraba ni deseo ni intención de mudarse (Duque-Calvache et al., 2018). Estos apegos al lugar parecen estar directamente relacionados con el modo de organización de la vida social al que nos referíamos anteriormente. Así, los datos sobre la ciudad granadina muestran que estar conectado con la familia o tener fuertes vínculos comunitarios permite predecir una mayor permanencia en el mismo lugar (Clark et al., 2015). Considerando el caso de Barcelona, un reciente trabajo ha puesto de manifiesto la importancia de la búsqueda de proximidad o de arraigo cerca de familiares, por motivaciones como “buscar cuidados” o “prestar ayuda”, en las relocalizaciones de las personas mayores, y en sus movilidades residenciales. Las autoras concluyen que la “solidaridad intergeneracional, especialmente entre familiares”, basada en la cercanía residencial, constituye un aspecto central en estos procesos (López y García, 2020, pp. 182-183 ).

La fijeza residencial debe ser por tanto analizada también en relación con otras cuestiones relevantes, como el sentimiento de pertenencia (Del Acebo, 1996) o la configuración de relaciones vecinales sustantivas, a escala de los que cohabitan en dichos hogares, de los más próximos, o incluso a nivel del barrio o del distrito (Blokland, 2003 y 2017). Sin que quepa analizar estas cuestiones en este artículo, estos datos muestran la relevancia de los arraigos, en tanto que anclajes relativamente duraderos a un lugar, a un espacio, en contraste con las teorías anteriormente señaladas (Remy, 1996; Hirschhorn y Berthelot, 1996). Aquéllos incluirían entonces lo que podríamos denominar espacios de proximidades relativas, representados como tales en su contexto social concreto, en los que profundizaremos en el último apartado de este artículo.

Los arraigos territoriales como soportes socio-existenciales

Un segundo objetivo de este artículo es mostrar la relevancia de los arraigos y proximidades espaciales en la medida en que se nos revelan como soportes socio-existenciales con los que se hace frente a la vulnerabilidad. Para presentar en toda su profundidad esta tesis es preciso revisitar la obra de Castel y establecer un diálogo crítico con ella. Como es sabido, Castel acuña la noción de soportes para referirse a los recursos o capitales a disposición del individuo para su protección y supervivencia. Específicamente se refiere a ellos como “recursos o (…) capitales en el sentido de Bourdieu: es la capacidad de disponer de reservas que pueden ser de tipo relacional, cultural, económico, etc., y que son los cimientos sobre los que se puede apoyar la posibilidad de desarrollar estrategias individuales” (Castel y Haroche, 2001, p. 30). Esta forma de concebir los soportes se concreta en la narrativa de Castel (1997) sobre la metamorfosis de la cuestión social. Según esta, el soporte por excelencia, en el período que desembocará en la modernidad, es la propiedad privada. Pronto se pondrá de manifiesto, no obstante, la extrema vulnerabilidad de grandes masas de la población, sin acceso a este recurso, y carentes, al mismo tiempo, de otros soportes tradicionales, como la familia o la comunidad rural, socavados por el cambio social. Esta vulnerabilidad moderna va a constituir el corazón de la nueva “cuestión social”. La protección frente a la misma vendrá de la mano de lo que Castel denomina “la propiedad social”, centrada en la cobertura que proporciona el Estado a partir del ámbito central de la organización de la vida social, esto es, el trabajo. Gracias a este nuevo soporte, que cumplía la misma función que “la propiedad privada”, los individuos pertenecientes a las clases populares podían acceder a la propiedad de sí mismos, haciéndoles dueños de su destino. Sin embargo, en las últimas décadas la crisis de la sociedad salarial habría debilitado los soportes de la propiedad social, dejando a importantes sectores de la población sin protecciones, convirtiéndolos en “individuos por defecto” (Castel y Haroche, 2001, pp. 107-161).

Esta narrativa sobre la cuestión social, presentada aquí de forma muy sintética, ha ejercido una gran influencia en las ciencias sociales en las últimas décadas. Sin embargo, la centralidad que en la obra de Castel ocupa el soporte del trabajo ha dejado en un lugar muy subordinado, y fuera de sus análisis, a otro tipo de soportes, como los aquí nos interesan. El propio Castel ha reconocido que su análisis sobre los soportes no ha pretendido ser exhaustivo, pues ha quedado circunscrito a su interés por la sociedad salarial. Es precisamente la crisis de esta la que le ha hecho señalar la necesidad para un creciente número de individuos de buscar o “reactivar” otro tipo de soportes, como los familiares, “las raigambres territoriales” o la “pertenencia religiosa” (Castel, 2010, pp. 294-295). Castel no es ajeno, por tanto, a la importancia de los aspectos territoriales, pero el hecho de reconducir la “cuestión urbana” a la “cuestión social” (Castel, 2010, p. 42) le ha llevado a no prestar una mayor atención a los soportes del arraigo territorial. No nos interesa aquí evaluar si se ha producido un desplazamiento de la cuestión social hacia el territorio, tal como sostienen algunos autores como Donzelot (2006) . Para nuestro propósito es suficiente señalar la importancia de los aspectos territoriales en relación con la cuestión social, como lo evidencia, entre otros procesos, que una fracción de las clases populares haya visto como una parte muy importante de su sociabilidad se ha concentrado en el espacio cercano (Merklen, 2012, p. 104 ). Es por ello necesario que prestemos una mayor atención a los soportes del arraigo territorial con los que se hace frente a las situaciones de vulnerabilidad. Hay que añadir el hecho de la importancia que este tipo de soportes tienen en las sociedades de la Europa del sur. No hay que olvidar en este sentido que la narrativa de Castel sobre la metamorfosis de la cuestión social nace de una sociedad, la francesa, en la que su modelo de Estado de bienestar se ha fundamentado en la centralidad del trabajo y en las protecciones sociales a él asociadas. En las sociedades de Europa del sur, con mercados de trabajo tradicionalmente más débiles y con Estados de Bienestar menos protectores, la seguridad de los individuos ha seguido dependiendo también, en buena medida, de otros soportes. Por ello, la noción de soporte como aquí la utilizamos resulta de gran utilidad para comprender el persistente protagonismo de los arraigos y los espacios de proximidad en estas sociedades.

Los soportes del arraigo territorial no solo deben ser concebidos al modo en que lo hace Castel, como recursos o capitales en el sentido de Bourdieu. Si así fuera no quedaría muy justificado por qué añadir un nuevo término. Siguiendo las propuestas de Martuccelli (2007) , la forma de entender los soportes que aquí movilizamos desborda la concepción restringida de Castel, ampliándola para hacer referencia a los soportes socio-existenciales. No solo, por tanto, nos referimos a ellos como recursos o capitales de los que dispone un individuo y le confieren protección, sino también como soportes con un fuerte contenido existencial (Martuccelli, 2007; Santiago, 2021a). De este modo, siguiendo los planteamientos de Martuccelli, los soportes nos remiten a lo que sostiene a los individuos en un mundo que ya no los contiene con la fuerza que lo hizo en otros períodos históricos. Una cuestión que fue descuidada por la sociología en la medida en que la idea de sociedad de la que se partía fundamentaba el presupuesto de que el individuo se sostenía en el mundo por su posición en el espacio social. Hoy día se hace cada vez más evidente que las posiciones sociales no contienen ni sostienen a los individuos de este modo, reconciliando al individuo con el mundo, lo subjetivo con lo objetivo. Se hace así necesario prestar una creciente atención sociológica al reto, indisociablemente social y existencial, al que los individuos se enfrentan, consistente en lograr sostenerse en el mundo. Los soportes deben ser por tanto estudiados de una manera amplia, en la medida en que se hayan en la frontera entre el análisis sociológico y el existencial, ateniendo al conjunto de relaciones actividades, objetos, lugares que constituyen el “verdadero mundo” de los actores y sin los cuales sus existencias se resquebrajarían (Martuccelli, 2007, pp. 63-66). La crisis de la sociedad salarial hace aún más necesario atender a la diversidad de soportes de contenido socio-existencial (Santiago, 2021b).

Concebidos así, de forma más amplia a como los entiende Castel, los soportes, que pueden ser utilizados en ocasiones en tanto que capitales, actúan también en otros momentos más allá del control de los individuos. Los soportes derivados del arraigo territorial operan, de esta manera, pudiendo ser movilizados para hacer frente a determinadas situaciones, al mismo tiempo que forman parte de las singulares ecologías socio-existenciales de los individuos. Entendidos de este modo, los soportes son de crucial relevancia frente a la vulnerabilidad socio-existencial, aquella en la que se imbrican la vulnerabilidad social, propia de la cuestión social, y la vulnerabilidad antropológica o existencial, propia de la cuestión humana, tal y como se ve reflejada, entre otras de sus manifestaciones, en la necesidad de cuidados (Martuccelli, 2021; Martuccelli y Santiago, 2017, pp. 99-104; Santiago, 2021b). De ahí que, aunque los soportes territoriales resulten más relevantes en los espacios socialmente más vulnerables, tengan también una presencia en otro tipo de colectivos y espacios, como la investigación aplicada viene poniendo de manifiesto desde tiempo atrás (Andreotti et al., 2015; Leal y Domínguez, 2008).

Como sucede con otro tipo de soportes (Santiago, 2021b), se hacen necesarias investigaciones empíricas que den cuenta del papel que los arraigos territoriales desempeñan en la organización de la vida cotidiana, especialmente en situaciones de vulnerabilidad. Dado que, como decíamos anteriormente, los soportes pueden escapar a la voluntad y la conciencia de los individuos, la sociología ha de realizar investigaciones de tipo cualitativo que muestren de qué modo actúan específicamente los soportes territoriales en un sentido socio-existencial.

No obstante, algunos datos de encuesta también nos permiten mostrar el papel que tienen los arraigos en tanto que soportes, especialmente cuando estos son considerados de forma reflexiva e instrumental por los individuos. Cabe citar en esta dirección la información ofrecida por la última Encuesta de Vivienda de la Comunidad de Madrid, de 2003, que corrobora la importancia de la proximidad a familiares y a las personas con las que se mantiene un contacto más estrecho a la hora de elegir la localización de la vivienda (ver tabla 2).


Tabla 2 Motivos de elección de la localización de la vivienda en la Comunidad de Madrid (2003).

Cercanía a la familia 50
Buena conexión con el trabajo 25
Proximidad a los amigos 19
Precio 18
Buena comunicación 16
Estar acostumbrado/a 14
Me gusta/Es agradable 13
Más vivienda como la que buscaba 9
No cambiar 8
Calidad residencial 7
Hay mucha oferta 5
Céntrico, bien localizado 5
Servicios comerciales 3
Buen ambiente 3
Equipamiento para niños y niñas 2
Otra razón 2
Seguridad 1
No sabe/no contesta 1

Fuente: Encuesta de Vivienda de Madrid, Comunidad de Madrid, 2003.


Datos sociodemográficos adicionales, de carácter general y no sólo referidos a Madrid, ponen de manifiesto la prolongación de la cohabitación en la misma vivienda, por diferentes razones, hasta edades más avanzadas que en otros países, o de personas migrantes extranjeras. Asimismo, los estudios de uso de tiempo señalan la importancia de los intercambios de bienes y servicios entre distintos hogares enlazados por relaciones de apoyo mutuo (Durán, 2008 y 2018). Otros análisis referidos a la configuración de barrios han puesto de manifiesto la frecuente tendencia de personas migrantes de origen extranjero a habitar en barrios que se convierten para ellas en verdaderos soportes socio-existenciales, espacios de refugio y apoyo mutuo, fruto de la presencia de personas “paisanas” o de redes asociativas (Barañano, 2006; Pérez-Agote et al., 2010). Todo ello pese a las múltiples tensiones y conflictos que puedan existir en ellos. Por último, cabe hacer alusión a diversas investigaciones que convergen en evidenciar la elevada permanencia en la vivienda y el barrio de muchos de sus habitantes. Este sería el caso en la ciudad de Madrid de la Colonia de Tercio y Terol, del Poblado Dirigido de Fuencarral y de Palomeras Sureste, buena parte de cuyas personas vecinas los llegan a identificar “con un pueblo”, en el que se habitaría hasta “el final” (Barañano y Domínguez, 2018). De igual forma, podríamos hacer referencia a diversos barrios de la Comunidad de Madrid con gran vulnerabilidad, cuya situación sería semejante en cuanto a la radicación espacial aquí considerada, como en el caso de Rastro, Abrantes, Ascao y Entrevías en Madrid, Centro en Leganés, Centro en Fuenlabrada y Reyes Católicos en Alcalá de Henares (Brey et al., 2023). Por último, los estudios sobre resiliencia social ponen también de manifiesto la relevancia de la provisión de servicios mutuos a escala del espacio local en relación con las emergencias sociales básicas, y en contextos de crisis (Serrano et al., 2019; Revilla et al., 2018). Todo ello abunda en la relevancia de los arraigos y de los espacios de proximidad, y en su papel de soportes socio-existenciales.

Las transformaciones contemporáneas de los arraigos y sus complejas combinaciones con las movilidades

Para nuestro tercer objetivo, desarrollaremos a continuación un último planteamiento referido, en primer lugar, a la perspectiva desde la que se analizan aquí los arraigos y, en segundo, a la propuesta de centrar la atención en sus complejas combinaciones con las movilidades, y sus distintas dimensiones.

Se ha mencionado ya que el estudio de los arraigos en este artículo, más que atender, de manera exclusiva, a su relación con el sentido de pertenencia, bien se trate de los lugares o los hogares, se interesa por su importancia para la organización social cotidiana, sobre todo en relación con situaciones de vulnerabilidad. Queremos ahora defender la necesidad de apartarse de un tipo de aproximación esencialista a los arraigos que les atribuye una naturaleza constitutiva de carácter estático e invariable, para, en su lugar, trabajar con una noción que tenga en cuenta su complejidad y sus transformaciones en el actual contexto de globalización.

Diversos autores alertaron acerca de la equiparación improcedente del lugar, o de un territorio concreto, con un pueblo, una cultura y una comunidad (Beck, 1998; Massey, 1994; McDowell, 2000). También problematizaron el intento de comprenderlos desde una visión “topomonogámica” (Beck, 1998), como una suerte de islotes (Cruces, 1994), impermeables a los procesos y flujos de otras escalas espaciales. Massey (1994) profundizó no sólo en las transformaciones de los lugares en el marco de la globalización, sino también en las complejidades de las comunidades locales, atravesadas por múltiples divisiones, como las de género. Más recientemente, Blokland (2003; 2017; 2018) ha cuestionado la identificación apriorística del espacio local como el soporte, casi inevitable, de una comunidad, y, sin negar la relevancia de los lazos vinculados a la misma, ha puesto el foco en las múltiples dislocaciones que atraviesan hoy este tipo de organizaciones sociales. En una dirección semejante, esta autora se ocupa de la cuestión de los arraigos, a partir, de nuevo, de la propuesta de su consideración conjunta con las movilidades. Y, en fin, Maffesoli ha abundado en lo que denomina los “arraigos dinámicos”, configurados en la tensión o dialéctica entre la “vida errante” y la anclada (Maffesoli, 2004, p. 81). Para él, dicha tensión es una característica del mundo actual, y, al tiempo, una paradoja constitutiva de la propia existencia humana, en la dirección apuntada por Adorno.

Frente a las aproximaciones esencialistas a los arraigos, en este artículo nos alejamos de su concepción como: a) únicos, por ser, en cada vez más casos, múltiples, como sucede con las identidades, las adscripciones nacionales, (Bauböck y Faist, 2010), o con los propios sentidos de pertenencia a distintos hogares o lugares (Boccagni, 2017; Blunt y Dowling 2006); b) unívocos, por ser recreados mediante prácticas, representaciones e imaginarios muy diferentes, que sostienen identidades y dinámicas muy diversas, con frecuencia incluso, en disputa; c) exclusivamente producidos y referidos a la escala local, por estar atravesados por procesos en los que participan otras muchas escalas, como sucede, por ejemplo, con los regímenes de bienestar, de cuidados o de vivienda; d) equiparables a comunidades unificadas, porque no siempre se vinculan con lazos comunitarios, ni, de existir, carecen éstos de divisiones; e) inmodificables, porque cada vez más estamos ante arraigos dinámicos y fluidos, en la dirección de otros muchos procesos sociales (García Selgas, 2007; Bauman, 2022).

Nuestra aproximación a los arraigos, y es lo que aquí queremos destacar, tiene en cuenta sus complejas combinaciones con las movilidades, más que su oposición radical a ellas. Ambos aspectos, junto con sus articulaciones concretas en los espacios de proximidad, y su relación con los de distancia, formarían parte de esa “espacialización” de la vida social (Hirschhorn y Berthelot, 1996, p. 12 ) que constituye el foco de atención de este trabajo.

Conviene entonces ir más allá de la equiparación de los arraigos con una fijeza territorial inamovible, exclusivamente referida a la residencial, para incluir también, en una definición amplia, su prolongación en una serie de movilidades en proximidades relativas, que extienden su perímetro geográfico, pero que no los eliminan. El aspecto clave aquí sería la adecuación de esta reconfiguración ampliada de la proximidad y de los arraigos con el despliegue regular y cotidiano de los lazos de ayuda mutua que permiten hacer frente a la vulnerabilidad. Y es que dichos lazos, en muchos casos, requieren del contacto presencial, o se benefician del mismo, si bien se articulan también con relaciones a distancia, y, cada vez más, con las sostenidas de manera virtual, sobre todo, desde el impulso que al respecto ha representado la pandemia. Así sucedería con los flujos de interacción generados por las redes de hogares (Barañano, 2006), o los círculos familiares locales (Bonvalet, 2003). Las tensiones del mercado inmobiliario, los procesos de gentrificación o de expulsión, junto con otros factores, parecen estar incidiendo de manera creciente en este terreno, al dificultar el acceso a la vivienda en el territorio de preferencia y obligar a una movilidad residencial forzada. Algo semejante puede suceder con procesos de signo contrario, como la búsqueda de un alojamiento con mejores condiciones. A renglón seguido, conviene apuntar, no obstante, que parece seguirse manteniendo la tendencia a resolver este desplazamiento acudiendo a territorios relativamente próximos, o lo más posible de la región metropolitana, o a distritos adyacentes de la ciudad. Las movilidades que desplazan la residencia de una punta a otra de la ciudad o de la región parecen ser menores en número, al menos, en las grandes ciudades, como Madrid.

Efectivamente, los datos de la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo de 2018 apuntan en el sentido señalado (ver tabla 3). Así, la mayoría de los hogares que han cambiado su domicilio declara seguir residiendo en el mismo barrio o distrito o bien en un distrito adyacente. En total, la movilidad dentro de una localización cercana representa más del 70%. E incluso resulta más elevada en los hogares de personas extranjeras, poniendo en evidencia cómo las movilidades, incluso más alejadas, como las internacionales, se combinan de maneras complejas con las radicaciones espaciales en los puntos de llegada. Circunstancia ésta que entronca con otros trabajos (Barañano, 2005; Barañano, 2006; Pérez-Agote et al., 2010; Barañano, 2016) en los que la movilidad es interpretada a la luz del interés por vivir en cercanía a las redes migratorias de personas procedentes de entornos geográficos cercanos, configurando así barrios multiétnicos (Pérez-Agote et al., 2010) que se consideran espacios de refugio, verdaderos soportes socio-existenciales, como veíamos en el anterior apartado.


Tabla 3 Porcentaje de hogares que se han cambiado de vivienda en función de su localización respecto a la vivienda anterior y del lugar de nacimiento de sus miembros (2018).

Localización España Extranjero
Localización cercana: 72 76
En el mismo barrio 28 32
Mismo distrito, barrio diferente 19 19
Distrito Adyacente 25 25
Localización lejana: Distrito no adyacente 28 24
Total 100% 100%

Fuente: “Estudio básico de la situación de la vivienda y demanda residencial en el municipio de Madrid”, EMVS, 2018.


La Estadística de Variaciones Residenciales del Ayuntamiento de Madrid ofrece, asimismo, para 2019, una valiosa información al respecto, evidenciando que la gran mayoría de las movilidades residenciales entre barrios tienen lugar en entornos de proximidad, puesto que se concentran en las que la distancia es menor (ver figura 2, para cuya elaboración se ha divido la distancia entre los barrios en deciles en el eje horizontal).

Fuente: Estadística de Variaciones Residenciales del Ayuntamiento de Madrid, 2019.

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Figura 2 Proporción de desplazamientos residenciales entre barrios en 2019 en relación a los deciles de distancia entre ellos (1: mínima distancia; 10: máxima distancia)

Por último, cabe completar la información referida a las movilidades residenciales con un apunte sobre las movilidades cotidianas. Seguimos, así, en parte, la distinción conceptual propuesta por Bericat (1994) entre “movilidades traslacionales”, relativa a las primeras, y las “rotacionales”, con las que alude a las que hemos denominado “cotidianas”. Nos aproximamos además a éstas interesándonos por su regularidad y los puntos y actividades que conectan, y distinguiendo las relacionadas con los desplazamientos por razones laborales vinculadas a la economía remunerada y las relacionadas con los cuidados o las actividades de ocio. Más concretamente, de acuerdo con los objetivos de este artículo, focalizamos la atención en estas dos últimas, y en su cruce con la vulnerabilidad. Con este fin, y a partir de un tratamiento estadístico de la Encuesta Domiciliaria de Movilidad de la Comunidad de Madrid, se ha confeccionado un índice de movilidad cotidiana a través de dos variables (ver figura 3). La primera es el porcentaje de desplazamientos realizados por ocio y por cuidados en el barrio. La segunda es la distancia media de los desplazamientos realizados por estos dos motivos en este mismo espacio. Los desplazamientos por ocio y cuidados se han considerado agregando los motivos de movilidad que encajan en este concepto 2 .

Para construir el índice se han normalizado ambas variables en el rango 0-1 (la variable distancia se ha invertido para ello) y posteriormente se ha realizado su media -pues no hay ninguna base teórica para ponderar una sobre otra-. Se ha obtenido así un índice que, cuanto más elevado es, mayor es la proximidad espacial de los desplazamientos cotidianos. Todo ello se cruza con el índice de vulnerabilidad, apoyado en la metodología facilitada por el Ayuntamiento de Madrid 3 .

Fuente: Ayuntamiento de Madrid y Encuesta Domiciliaria de Movilidad de la Comunidad de Madrid. Elaboración propia.

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Figura 3 Relación entre el Índice de Vulnerabilidad y el Índice de Movilidad Cotidiana por ocio y cuidados en los barrios de Madrid (2018)

El resultado muestra que el índice de movilidad cotidiana por ocio y cuidados en los barrios de Madrid es más elevado en los espacios que arrojan el índice de vulnerabilidad mayor. Así se constata con una comparativa entre algunos de esos barrios. Orcasitas en Usera y Casco Histórico de Villaverde en Villaverde son barrios con alta vulnerabilidad y alta movilidad de arraigo cotidiano. Por el contrario, Valdemarín y el Plantío en el distrito de Moncloa-Aravaca son barrios con baja vulnerabilidad y escasa movilidad de arraigo cotidiano.

En concordancia con lo que señalan Barañano y Ariza (2021) , se pone de manifiesto que las movilidades por razones vinculadas a la provisión de cuidados y de ocio tienen lugar, sobre todo, en los espacios de proximidad, y, especialmente, en las zonas más vulnerables. Estas últimas son también en las que, como se ha apuntado, el recurso a las redes de hogares o a los círculos familiares locales es aún más intenso y necesario. Parece así que este tipo de movilidades cotidianas, que privilegian las proximidades relativas, como también sucede en el caso de muchas de las movilidades residenciales, forman parte de la espacialidad característica de la organización de la vida cotidiana en los entornos analizados. En el caso de las movilidades residenciales, la pandemia nos mostró hasta qué punto aquellas fueron, en buena medida, fruto de la necesidad de estar cerca y cuidar a los seres queridos, especialmente a las familias. Así lo confirma que el 46% de las personas que cambiaron de residencia durante la pandemia se refiriese a ello como motivo de su decisión (Duque-Calvache et al., 2021). Otros hallazgos, fruto de investigaciones empíricas sobre otras ciudades, como en el caso de Granada y su área metropolitana, muestran también el modo en el que los arraigos vinculados a las relaciones de familia se compaginan con las movilidades y proximidades espaciales. Con respecto a las movilidades residenciales, ello se constata al observar la relación que existe entre el apego al lugar, directamente relacionado con estos vínculos familiares, y la decisión de cambiar de hogar, pero permanecer en el mismo barrio (Clark et al., 2015).

Todo ello apunta en la dirección sugerida de aproximarse al análisis de las movilidades, residenciales y cotidianas, y de los arraigos, de manera conjunta, centrando la atención en cómo se combinan y articulan, más que en su concepción dicotómica. La propuesta de considerar los arraigos como plurales, fluidos, dinámicos y variables, en la dirección sugerida por Maffesoli (2004) , pretende también dejar atrás las concepciones más esencialistas de los mismos, primando una acepción de ese término que sea capaz de aprehender sus profundas transformaciones actuales.



CONCLUSIONES

La territorialización de la vida social, incluyendo la referencia a los arraigos espaciales en los hogares o los lugares, ha registrado una profunda transformación en el contexto de la globalización, como en el pasado sucedió también en relación con el proceso de desarraigo (Bourdieu y Sayad, 2017), que trajeron consigo la eclosión del capitalismo, la industrialización y la urbanización acelerada. El enraizamiento durante generaciones de buena parte de la humanidad, y de las actividades económicas locales, en determinados lugares, llegando al extremo de la identificación del propio apellido con el topos habitado, como narraba el sociólogo Veblen refiriéndose al condado de procedencia de su familia, saltó por los aires mucho tiempo atrás. Y donde pervive, lo hace en un contexto modificado, en el que los flujos han recompuesto de arriba abajo la vida en los hogares y en las localidades, por remotas que sean. Debido al impulso añadido de la globalización, algunas teorizaciones interpretaron que ese mundo acotado y localizado del pasado habría dejado paso a un mundo sin fronteras, en el que el territorio perdería relevancia. Esta vasta mudanza aconsejaría, además, un giro epistemológico correlativo, orientado a poner en el centro del análisis los flujos y las movilidades, frente a los espacios de “inmovilidad” (Urry, 2007), considerados, en todo caso, en tanto que sedes de los “sistemas de objetos” que contribuirían a hacer posibles las movilidades.

Las conclusiones alcanzadas en este artículo apuntan, empero, en una dirección muy distinta. En primer lugar, se ha defendido la centralidad que tienen los arraigos territoriales en la organización cotidiana de la vida social, especialmente en contextos con una cobertura pública del bienestar limitada, como en las sociedades de Europa del sur. En relación con ello, en segundo lugar, se ha sostenido que estos arraigos se conforman como auténticos soportes socio-existenciales con los que se afronta la vulnerabilidad. Para este propósito se ha entablado un diálogo crítico con la obra de Castel y su concepción de los soportes en el marco de su narrativa, de gran influencia, sobre la metamorfosis de la cuestión social y el crecimiento de la vulnerabilidad de masas. Arrinconar la relevancia de los soportes del arraigo territorial en esa narrativa no hace justicia al papel que estos desempeñan en la organización de la vida social, especialmente para personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Por último, el artículo ha defendido la necesidad de rehuir las interpretaciones de los arraigos que les atribuyen una naturaleza intrínseca de carácter estático. Las transformaciones contemporáneas de los arraigos nos obligan a repensar sus complejas relaciones con las movilidades, para mostrar así su carácter dinámico y diverso. Ello se evidencia tanto en las movilidades residenciales como en las movilidades cotidianas que nos muestran las “proximidades relativas” con las que se hace frente a la vulnerabilidad.

En este artículo de contenido fundamentalmente teórico-conceptual hemos abordado estas cuestiones a la luz de una revisión crítica de diversas perspectivas que han minimizado la importancia de los arraigos territoriales en las sociedades de modernidad tardía. A modo ilustrativo hemos aportado algunos datos empíricos que nos han permitido afianzar nuestro planteamiento. Más allá de la aproximación metodológica aquí seguida, entendemos que para futuras publicaciones se hace preciso movilizar otro tipo de metodologías que permitan captar en toda su profundidad la relevancia que tienen en nuestras sociedades los arraigos dinámicos en tanto que soportes con los que la población contrarresta los efectos de la vulnerabilidad. Es necesario recabar mayor evidencia empírica, tanto con estudios cuantitativos como especialmente con estudios de tipo cualitativo, que nos muestren el modo en que se articulan los arraigos con las movilidades en las ciudades del sur de Europa, particularmente en sus barrios vulnerables.


AGRADECIMIENTOS

Queremos agradecer a José Ariza de la Cruz su disponibilidad y ayuda con el suministro y tratamiento de material empírico. De igual modo, agradecemos a Ramón Ramos Torre sus comentarios a una primera versión de este artículo




NOTAS


1 Las referencias posteriores a los “arraigos del espacio de los flujos”, así como al impacto de los procesos e identidades locales en la configuración de lo global, debidas también a Castells (2009, p. 65), apuntan, sin embargo, en la dirección de lo sostenido en este artículo.

2 Más concretamente, se han incluido las movilidades por los siguientes motivos: ocio; deporte/ dar un paseo; otro domicilio; compras; consultas médicas; y acompañamiento a otra persona.

3 El Índice de Vulnerabilidad está desarrollado por el Ayuntamiento de Madrid: https://www.madrid.es/UnidadWeb/Contenidos/Publicaciones/TemaServiciosSociales/IndiceVulnerabil/indicevulnerabilidad.pdf


Sugerencia de cita / Suggested citation: Barañano, M., y Santiago, J. (2023). Los arraigos dinámicos en las ciudades como soportes frente a la vulnerabilidad. Revista Española de Sociología, 32(4), a186. https://doi.org/10.22325/fes/res.2023.186


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