Artículos / Articles
DOI: 10.22325/fes/res.2023.187
Revista Española de Sociología (RES), Vol. 32 Núm. 4 (Octubre - Diciembre, 2023), a187. pp. 1-19. ISSN: 1578-2824
Recibido / Received: 19/05/2022
Aceptado / Accepted: 24/01/2023
RESUMEN
El artículo presta atención a los procedimientos y estrategias que las mujeres despliegan en su vida cotidiana para hacer frente a posibles dificultades, mediante el análisis de sus redes de apoyo y arraigos territoriales. El carácter innovador de este trabajo reside en su atención a la articulación entre distintas redes y arraigos locales. En entornos donde las redes institucionales ofrecen recursos limitados para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos, las redes de tipo informal, que se articulan en torno a familiares, vecinos y amistades, cumplen un papel fundamental para el bienestar de la población, junto con las redes formadas por entidades sociales. Además, el artículo aporta datos empíricos en clave comparativa sobre perfiles de mujeres que se diferencian por el momento de su ciclo vital (mayores, jóvenes con o sin hijos, adultas con hijos menores a su cargo) y su procedencia (nacidas en España o inmigrantes).
Palabras clave: Vulnerabilidad urbana, mujeres, redes de apoyo, arraigo local, migrantes.
ABSTRACT
This paper pays attention to the procedures and strategies deployed by women in their daily lives to cope with possible difficulties, by analyzing their support networks and territorial roots. The innovative character of this work lies in its attention to the articulation between different support networks and local roots. When institutional services provide limited resources to respond to the needs of citizens, informal networks, including family members, neighbors, and friends, play a fundamental role in the well-being of the population, together with support networks formed by social entities. Moreover, this paper provides empirical data on comparative profiles of women which are different according to the time of their life cycle (elderly, young women with or without children, adults with children under 18) and their background (born in Spain or immigrants).
Keywords: Urban vulnerability, women, support networks, territorial roots, migrants.
En el marco económico globalizado en el que nos desenvolvemos, las ciudades cumplen un papel central como centros de comunicación, producción y consumo (Zukin, 1995; Brenner y Theodore, 2002), al mismo tiempo que albergan una parte importante de los problemas sociales que caracterizan a las sociedades contemporáneas. Así, la otra cara de su dinamismo económico muestra desigualdad, pobreza y segregación social además de intensos problemas medioambientales (Sassen, 2004; Castells, 2005; Gómez y Kuronen, 2021).
Las grandes ciudades evidencian las dinámicas complejas propias de la modernidad líquida (Bauman, 2003a), caracterizada por situaciones cambiantes, precarias e impredecibles que afectan a una parte significativa de la población y se dejan sentir en distintos ámbitos de la vida cotidiana (Wacquant, 2007; Castel, 2010; Sassen, 2010). Sin cuestionar esta perspectiva y a pesar del consenso en torno al declive comunitario experimentado por los entornos locales (Villarreal, 1996; Borón, 1999; Aronskind, 2001), en muchos casos los barrios todavía mantienen e incluso han desarrollado nueva relevancia como entornos significativos en los que tienen lugar las actividades cotidianas y se desarrollan permanencias espacio-temporales a partir de ritmos rutinarios, círculos de interacción social y apego al lugar (Vaiou y Lykoggiani, 2006). Como afirman Blokland y Nast (2014) , a pesar de todos los cambios experimentados, lo local no ha perdido su significado. De hecho, en algunos casos, es posible observar cierta reactivación de su importancia en determinadas circunstancias (Brenner y Theodore, 2010; Barañano, 2021).
Esta mirada al escenario urbano exige, además, prestar cuidadosa atención a la dimensión de género y tener en cuenta que la concepción, la experiencia y el uso del espacio es diferente para hombres y mujeres (Rose, 1993; Massey y Bernal, 1998; McDowell, 2000), lo que lleva a formas distintas de conocimiento y utilización de la ciudad, con el consiguiente impacto diferenciado en comportamientos y modos de vida (Durán, 2018). Un acercamiento más pormenorizado obliga al mismo tiempo a explorar la problemática diferenciada de los distintos perfiles de mujeres.
Con este propósito, el artículo se centra en el espacio local y más concretamente en barrios considerados vulnerables, con el objetivo de explorar el impacto de la vulnerabilidad en el caso de las mujeres que los habitan, y examinar sus vínculos y dinámicas de relación como herramienta de resiliencia social (Westley y Antadze, 2010; Serrano et al., 2019). La hipótesis de este artículo es que las redes de apoyo que se manifiestan a nivel local pueden cumplir un papel fundamental amortiguador de la vulnerabilidad (Putnam, 1995; Laparra y Pérez Eransus, 2008; Pronyk et al., 2008; Dempsey et al., 2011), lo que cabe extender igualmente a los sentimientos de arraigo al barrio como espacio de identificación y referencia (Paugam, 1991 y 2012) y marco de la vida cotidiana de sus habitantes.
El artículo presta especial atención a los procedimientos y estrategias que las mujeres despliegan en el contexto de la vida cotidiana para hacer frente a posibles dificultades, mediante el análisis de sus redes de apoyo y arraigos territoriales (Barañano, 2021; Gómez y Kuronen, 2021). El carácter innovador de este trabajo reside en su atención a la articulación entre distintas redes y arraigos locales. En entornos donde las redes institucionales ofrecen recursos limitados para dar respuesta a las necesidades de los ciudadanos, las redes de tipo informal, que se articulan en torno a familiares, vecinos y amistades, cumplen un papel fundamental para el bienestar de la población, junto con las redes formadas por entidades sociales, a nivel local. Por otro lado, el artículo aporta datos empíricos en clave comparativa sobre distintos perfiles de mujeres que se diferencian por el momento de su ciclo vital (mayores, jóvenes con o sin hijos, adultas con hijos menores a su cargo) y su procedencia (nacidas en España o inmigrantes).
Los resultados se basan en el trabajo empírico realizado en 2018 y 2019, en siete zonas localizadas en cuatro barrios de la ciudad de Madrid: Rastro, Abrantes, Ascao y Entrevías; y tres barrios de la periferia metropolitana: Centro en Leganés, Centro en Fuenlabrada y Reyes Católicos en Alcalá de Henares.
A continuación, se expondrá el marco de análisis del presente artículo, seguido de la sección metodológica, que antecede a la presentación de los principales resultados para los tres perfiles de mujeres analizados: mayores, jóvenes con o sin hijos y adultas con hijos (principalmente inmigrantes). El artículo finaliza con un conjunto de claves de reflexión que pueden constituir la base de posibles líneas de investigación futura.
La realidad urbana contemporánea se muestra incierta y cambiante en consonancia con el nuevo paradigma de la complejidad (Morin, 1994; Maturana y Varela, 2004) y la sociedad del riesgo (Beck, 2006). Las ciudades aparecen divididas social y territorialmente en un escenario en el que la abundancia, la comodidad y la vulnerabilidad conviven a distintas escalas territoriales. El territorio, de hecho, resulta un factor condicionante de base que preside las posibilidades de relación con el Estado, el mercado y las redes sociales o familiares (Subirats, 2011) y, por tanto, condiciona el desarrollo de los individuos y los grupos sociales. Por ello, como señala Lefebvre (2020) , la ciudad es un espacio de contradicción entre las tendencias que “ordenan” y las que “subvierten” el orden mediante la recomposición y transformación de usos del espacio. En esta misma línea, Polanyi (2007) contrapone los procesos de mercantilización, a los procesos sociales de resistencia e innovación social (Rebollo, 2012; Martínez Moreno, 2015). Estos últimos promueven la reconstrucción de los lazos sociales (Moulaert et al., 2005) con su notable relevancia para combatir la vulnerabilidad y promover cohesión, resiliencia (Subirats, 2011; Serrano et al., 2019) y capital social (Putnam, 1995). Todo ello cobra especial importancia en un contexto como el español, mediatizado por la influencia del régimen familista de bienestar (Esping-Andersen, 1990 y 1999) típico de los países mediterráneos, en el que los hogares se ven obligados a asumir una parte importante de la responsabilidad del bienestar de sus miembros. En este marco, la protección pública a las familias ha sido muy limitada hasta momentos recientes, lo que se ha traducido en la incapacidad de dar respuesta efectiva a importantes carencias en términos de infraestructura y servicios de apoyo (Tobío et al, 2010), con un significativo impacto negativo en las vidas de las mujeres, particularmente en las que se hallan en situación de monoparentalidad (Lewis, 1992; Misra y Moller, 2005; Salido, 2015). De hecho, como viene poniendo de manifiesto la investigación académica, la distinta cobertura pública de las necesidades de hombres y mujeres muestra un impacto diferencial negativo para ellas, de carácter interseccional, que se manifiesta en términos de bienestar económico y material, empleo, y acceso a una vivienda digna o educación, entre otras (Ayala et al, 2020), y que además se acentúa en tiempos de crisis (Pérez Orozco, 2011).
Cuando desplazamos la mirada al espacio local, observamos cómo las tendencias mercantilistas e individualizantes, que ponen el acento en la desestructuración y atomización de la sociedad, conviven con dinámicas de distinto signo, más localistas y activas (Kuurne y Gómez, 2019). De este modo, los barrios muestran distintos grados de relevancia y significado para sus residentes que en ocasiones conviven en el mismo territorio, plasmándose en movimientos y articulaciones sociales capaces de mitigar algunos aspectos de la vulnerabilidad cotidiana.
En el caso particular de las mujeres, el entorno local desempeña a menudo un papel fundamental en razón de las actividades y prácticas relacionadas con la esfera reproductiva, el cuidado y las obligaciones del hogar, pero también por constituirse en escenario próximo y cotidiano de interacción natural y terreno propicio a las relaciones de colaboración y apoyo práctico y emocional, sobre todo en momentos de necesidad y situaciones de vulnerabilidad (Rose, 1993; McDowell, 2000; Sánchez de Madariaga, 2004; Barañano, 2021; Camps, 2021). Es esta naturaleza de las relaciones lo que Gomá (2020) denomina nuevas geografías del bienestar.
En este terreno observamos cómo las mujeres migrantes que llegan de otros países con los cuales mantienen vínculos a través de prácticas transnacionales, no solo deben hacer frente a dificultades socioeconómicas, sino que en ocasiones son percibidas, desde una perspectiva simbólica y cultural, como amenazantes, como si fueran símbolos de la fragilidad humana y la fragmentación social en la cual cualquiera puede verse atrapado. Bauman (2003b) denomina este temor a la convivencia con el otro diferente con el término de “mixofobia”. Sin embargo, también contrapone a esta actitud, la importancia de la “mixofilia”, entendida como propensión o deseo de mezclarse con el otro diferente en la búsqueda de nuevas experiencias culturales y vitales. En esta línea, en el ámbito local, Blokland y Nast (2014) señalan cómo algunas circunstancias pueden contribuir a incrementar la posibilidad de relación e intercambio en los barrios y crear cierta atmósfera de confort (comfort zone). En este punto cobra sentido el potencial que en las áreas vulnerables se deriva de los lazos débiles, considerados imprescindibles para la integración y la cohesión social por su capacidad de crear capital social ‘puente’ entre colectivos distantes, o de los lazos ausentes (vínculos poco relevantes como el saludo cotidiano) que en momentos de necesidad pueden resultar muy significativos (Granovetter, 1973).
Por tanto, sin cuestionar genéricamente los procesos de disolución de vínculos y la falta de participación social de las clases vulneradas en el ámbito de lo local (Villarreal, 1996; Borón, 1999; Aronskind, 2001; Rebollo, 2012), es preciso prestar atención a las redes sociales y los arraigos que constituyen un punto de referencia de las personas en los barrios, particularmente en el caso de las mujeres. Estas redes desempeñan un papel tanto simbólico como material como ámbitos de apoyo y protección social y, además, tienen la capacidad de convertirse en elemento clave a la hora de explicar los mecanismos de contención ante la pobreza y la exclusión social (Subirats, 2011). El papel de dichas redes puede analizarse en función de los recursos que proporcionan o de los actores sociales que participan en ellas. Así, Martiniello y Rea (2011) sintetizan, en su estudio de las redes sociales de los nuevos migrantes en Bélgica, el análisis de la estructura de capitales de Bourdieu (1979) y la tipología de redes de Lemieux (1999) , al distinguir los recursos que proporcionan las redes de apoyo en términos de capital económico, recursos materiales, capital cultural, información, recursos jurídicos y apoyo psicológico (Brey, 2016).
Por su parte, los actores sociales que conforman y participan en las redes muestran la relevancia del entorno local, pues las redes informales están compuestas por familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo y otros allegados, mientras que, en el otro extremo de un posible continuum, cabría situar a las redes institucionales que proporcionan recursos y servicios públicos de los gobiernos municipales, autonómicos y centrales. Entre unas y otras, se hallarían las redes no institucionales, pero de carácter formal, como asociaciones, plataformas u organizaciones no gubernamentales (Subirats, 2011).
Aunque con importantes variaciones territoriales, la reducción del gasto en sanidad, educación y servicios sociales (Navarro, 2015a y 2015b), derivada de las políticas de austeridad de predominio neoliberal de las últimas décadas, afecta a las capas más desfavorecidas de la sociedad y especialmente a las mujeres (Friedrich, 2018; Ayala et al, 2020). En este contexto, cabe preguntarse cómo se interpretan las situaciones de vulnerabilidad y cobran forma en la vida de las mujeres en el espacio local. Partimos de la premisa de que, en los barrios vulnerables, a la crisis de la provisión de bienestar por parte de las instituciones mencionada anteriormente, se une la limitación del alcance de las redes formales, mientras que la capacidad de las redes locales (informales y asociativas), así como los arraigos locales permiten ciertas formas de resiliencia social.
El contexto geográfico de referencia del análisis son los barrios vulnerables de la Comunidad de Madrid, un espacio regional caracterizado en las últimas décadas por su conectividad con los circuitos nacionales e internacionales, pero también un escenario de desigualdad creciente que alberga severas situaciones de vulnerabilidad.
Madrid cuenta con un amplio desarrollo de la industria de alto nivel y de los servicios y, de hecho, en 2020 fue la región con el PIB más elevado del país. No obstante, en los recientes períodos de recesión, la región ha sido uno de los espacios más afectados por la crisis y el aumento de la desigualdad. En Madrid, el cociente S80/S20 1 se ha mantenido por encima de la media nacional desde 2015. En 2019, el indicador era 5,9 en España, situándose Madrid como la cuarta región con mayor nivel de desigualdad (6,5), después de Melilla, Ceuta y Asturias (INE, 2022).
Fuente: Encuesta de Condiciones de vida (INE, 2022).
Figura 1 Evolución de la desigualdad (cociente S80/S20) en España y la Comunidad de Madrid (2008-2019).
Este aumento de la desigualdad muestra correspondencia con la distribución territorial interna de la población. De acuerdo con Leal y Sorando (2016) , entre 2001 y 2011 se produce un cambio en la composición y distribución de las categorías socioeconómicas en el área metropolitana de Madrid que refleja la creciente distancia que caracteriza su asentamiento espacial. Partiendo de esta base, se realizó un análisis cuantitativo del espacio regional madrileño para así seleccionar ámbitos locales distintos entre sí en cuanto a la evolución de la vulnerabilidad 2 . Se identificaron como variables clave: las condiciones residenciales, la actividad económica, el tipo de contrato laboral o la cercanía al empleo. También se tuvo en cuenta la presencia de población inmigrante en el espacio local, aunque no como indicador directo de la vulnerabilidad sino de cara a la caracterización del espacio local en términos de mayor o menor diversidad. Estas variables fueron reducidas a un único indicador sintético: el índice multidimensional de vulnerabilidad socio-residencial (VSR). Esta metodología 3 permitió la elaboración de una tipología de zonas de Madrid, a partir de una unidad territorial intermedia entre la sección censal y el barrio. Una vez identificadas las zonas vulnerables según el VSR, se seleccionaron siete donde llevar a cabo el trabajo de campo cualitativo mediante entrevistas y observaciones. Para dicha selección, se siguieron dos criterios. Por un lado, se consideró la evolución de la vulnerabilidad, entre 2001 y 2011, en términos de mejora, estabilidad o retroceso y por otro, se tuvo en cuenta la presencia o ausencia de población inmigrante como indicador del carácter diverso y multicultural del barrio al considerar que introduce cambios en la vida local de los residentes. La clasificación de los espacios seleccionados queda recogida en la siguiente tabla.
Tabla 1 Características de los barrios seleccionados para el trabajo de campo cualitativo
En cada uno de estos espacios, marcados por la vulnerabilidad de forma diferente en un momento u otro de su historia reciente, se llevaron a cabo entrevistas con vecinos, vecinas e informantes clave (coordinadores de servicios públicos y representantes de asociaciones vecinales, organizaciones sociales de nueva creación, lugares de culto y asociaciones de inmigrantes) entre septiembre de 2018 y mayo de 2019. Los entrevistados fueron contactados a través de las entidades a las que pertenecen (en el caso de servicios públicos y organizaciones sociales), informantes clave y la técnica de “bola de nieve”. Además, para contactar con perfiles de más difícil acceso, se llevaron a cabo procesos de observación participante en algunos espacios, asistencia a reuniones y a talleres organizados por entidades locales.
Para el presente artículo, se utilizaron 20 entrevistas que contienen los discursos de mujeres de los diferentes barrios, de las cuales 17 fueron individuales y 3 se realizaron de forma grupal (entrevistadas A10, A11 y A12, en Abrantes; A1, A2 y A13 en Alcalá de Henares; y M4 y M5 en Entrevías). Las entrevistas grupales se realizaron a solicitud de las participantes, cuando el contacto se había establecido previamente mediante una entidad social, y por ello, existía un lazo previo entre las entrevistadas que facilitaba su participación.
Del trabajo de campo emanan los discursos de 25 mujeres con perfiles varios. Dentro de la diversidad amplia de situaciones encontradas, hay algunos rasgos comunes, el primero es que ninguna de ellas tiene estudios universitarios superiores. Las edades varían de los 17 a los 74 años, pero se distinguen tres categorías básicas en función de la etapa de su ciclo vital. Así, son 7 las jóvenes (entre 17 y 29 años) con o sin hijos (J); son 13 las mujeres adultas (entre 30 y 44 años) que tienen al menos un hijo menor de edad que vive con ellas (A); y son 5 las mujeres mayores (entre 65 y 74 años) (M). El perfil (joven, adulta o mayor), el tiempo de permanencia en el barrio, la procedencia (nacidas en España u otro país), la actividad, el número de hijos y la convivencia en el hogar, se consideran datos de significativa relevancia (ver Anexo). La categoría de mujeres jóvenes se establece de acuerdo con la edad media de emancipación en España, de 29,5 años en 2020 (Simón y Clavería, 2020), mientras que la categoría de mujeres mayores incluye a mujeres cuyas circunstancias quedan marcadas por la jubilación (65 a 74 años) y se distinguen de mujeres más mayores, que pueden estar afectadas por la dependencia (75 años y más) (Lebrusán, 2019).
Tras la realización del trabajo de campo, se llevó a cabo la transcripción de las entrevistas y el análisis de contenido mediante categorías predefinidas (Coffey et Atkinson, 1996). Para el presente artículo, se seleccionaron principalmente las categorías relacionadas con las redes de interacción de las mujeres, ya fueran de carácter institucional o redes de apoyo informal, vecinales y comunitarias, además de otros vínculos relacionados con el arraigo y la pertenencia local. Para que el análisis de categorías fuera homogéneo, cada una de las entrevistas fue revisada por dos investigadoras.
Nos adentramos a continuación en el apartado de análisis y resultados del trabajo empírico, estructurado en torno a los perfiles de las mujeres: mayores, jóvenes (con o sin hijos), y adultas (principalmente inmigrantes) con hijos menores a su cargo, y los recursos que las redes de distinto carácter les proporcionan en el ámbito local.
En concordancia con el espacio vulnerado en el que residen, las situaciones precarias e inciertas constituyen un lugar común entre las entrevistadas. Las mujeres ponen de manifiesto la insuficiencia de los recursos institucionales y los servicios públicos, que son percibidos como escasos para cubrir, atender o cumplir la función cuidadora del Estado.
Seguimos en la crisis. Nos cogimos el cinturón, nos ahorcamos y ya está. Y yo creo que lo que hemos hecho es adaptarnos ya a vivir así y ya está. (J5)
Frente a la insuficiencia institucional, comprobamos la importancia de las ONGs asentadas en el espacio urbano local, como Cáritas o Cruz Roja, o las asociaciones vecinales. Por ejemplo, Barró en Ascao o Redes en Abrantes cumplen una doble función muy relevante que se traduce en apoyo para la supervivencia material, pero también en la oferta de actividades a los residentes que fomenta la participación y la integración social local. Las entidades sociales presentes a nivel local prestan bienestar social y psicológico y fomentan la integración entre la población que participa en sus actividades. Las mujeres no se limitan a recibir una ayuda, sino que participan de forma más activa, con el objetivo de que lleguen a entablar relaciones entre ellas.
En la zona de Abrantes, las mujeres comentan extensamente los beneficios derivados de los programas de apoyo escolar y psicológico y logopedia, de la asociación Redes, estableciendo una contraposición entre la actitud de los profesionales de esta asociación y la de los profesionales institucionales. De hecho, una de las mujeres afirma que el trabajador social de los servicios sociales no quiso atender sus demandas a pesar de que su hijo necesitaba logopeda y sin embargo en Redes les han tratado muy bien. Encontramos casos similares en Leganés y en Entrevías, con YMCA y la parroquia de San Carlos Borromeo, respectivamente.
Entonces eso es lo que yo pido, sinceramente, o sea, ayuda no económica, ayuda con profesionales, ayuda de grupos, ayuda de estas instituciones. (A10)
La presencia de asociaciones vecinales y otros recursos locales en ocasiones asegura, como vemos, una ayuda excepcionalmente valiosa en el devenir cotidiano de las mujeres. Pero, además, la esfera local constituye un escenario único para observar el desenvolvimiento de las relaciones vecinales de las mujeres y su capacidad para articular ciertas formas de resiliencia social. A menudo el barrio desempeña un papel fundamental en la vida cotidiana que se ve incluso incrementado en el caso de las mujeres (Vaiou y Lykoggiani, 2006). De este modo, la profundización en este terreno exige examinar más atentamente la posición diferenciada de los tres perfiles de mujeres seleccionados y exponer el alcance de sus redes de apoyo y sentimientos de arraigo, recorriendo similitudes y diferencias y considerando su capacidad para contrarrestar los efectos de la vulnerabilidad.
Para unas generaciones que llegaron a Madrid en los años sesenta y setenta en condiciones de vulnerabilidad, la idea de progreso está bastante arraigada. Son sectores que “hicieron ciudad” y construyeron sus barrios a partir de alianzas entre la escuela, las asociaciones, la parroquia y otros espacios, en el marco de una sociedad entonces industrial, que facilitaba la constitución de vínculos fuertes de capital social (Putnam, 2007). Las recientes y sucesivas crisis han hecho mella en sus percepciones, pero aun siendo conscientes de los problemas, su sentimiento de bienestar en el barrio es bastante alto. Sienten que han experimentado una mejora respecto a tiempos pasados y aunque consideran que sus pensiones son bajas tienen gran capacidad de adaptarse a las dificultades.
El barrio no tenía transporte, no tenía colegios, no tenía comedores (...), el problema era que llegabas con el barro hasta las orejas (risas), entonces bueno, los padres tuvimos que preocuparnos un poco de ir al ayuntamiento, pedirle (...). Los fines de semana, cuando no trabajábamos, pues hicimos un camino desde las urbanizaciones hasta la puerta del colegio. (M2)
Aun así, no niegan lo que perciben como problemas importantes en sus barrios como el abandono institucional, el tráfico, la inseguridad, la suciedad o la presencia de casas de apuestas, junto con la pérdida de vínculos y educación, en el día a día, entre sus nuevos pobladores. Ante la insuficiencia de soportes institucionales fuertes, las mujeres mayores cuentan en gran medida con sólidas, consolidadas y relevantes redes de vecinos y familiares. De hecho, las vecinas de toda la vida cubren muchas de sus necesidades de apoyo.
Los lazos familiares son muy relevantes. Los hijos suelen vivir cerca, aunque en algunos casos han tenido que salir de la zona y asentarse lejos debido a la carestía de la vivienda. De cualquier modo, están en contacto y actúan como “colchón” de ayuda, en reciprocidad al cuidado de los nietos, el apoyo o la acogida si surgen problemas, como la falta de pago del alquiler, de la hipoteca, la separación de la pareja o situaciones de malos tratos.
Cuando mi hija y mi yerno se tuvieron que venir a casa a vivir, pues prácticamente estuvieron viviendo con la pensión mía, y entonces estaba cobrando yo 700 euros. (...) y como no había ingresos suficientes, se vinieron a vivir a casa”. (M2)
Aun así, más allá de las relaciones familiares, el barrio desempeña en ocasiones un papel fundamental en la vida de las mujeres, un aspecto que resulta evidente en el caso de las mayores que, tras muchos años residiendo en el mismo espacio, lo consideran el lugar donde se reconocen, se sitúan y al que están habituadas. El sentimiento de pertenencia local cobra cuerpo en su voluntad de no marcharse de estos barrios donde llevan mucho tiempo residiendo, puesto que es aquí donde encuentran su hábitat natural.
A pesar de todas las dificultades que pueda tener o la fama, es un barrio con gente de mucha bondad, gente muy amable (...). Somos gente muy unida que nos apoyamos en todo, que nos queremos mucho, nos conocemos la mayoría, (...) gente que lleva aquí toda la vida, yo llevo 17 pero hay gente mayor que es que lleva aquí toda la vida, vaya, 50 o 60 años. (M3)
En estos lugares tan vinculados a su identidad, señalan que el pequeño comercio “de toda la vida” cumple una función positiva y lamentan cómo su desaparición como espacio de encuentro dificulta el establecimiento y conservación de las redes de vecindad.
Antes tú bajabas abajo y mandabas a tu niña o a tu niño a por las cosas, te conocían, si llevaba dinero suficiente pagaba y si no, al día siguiente, te lo apuntaban en un papelito y al día siguiente la mamá bajaba a pagar o el papá bajaba a pagar, pues veo que el comercio de barrio ha desaparecido. (M2)
Las vecinas conocidas del barrio constituyen un punto de referencia, aunque las mayores no dejan de echar de menos épocas pasadas cuando todos los residentes se conocían y cundían las manifestaciones de solidaridad con más frecuencia que ahora. La movilidad de la población, la fragmentación de las relaciones y el cambio en los estilos de vida conforman un panorama local diferente al de periodos precedentes, que las mujeres mayores atribuyen en ocasiones a la presencia de población migrante.
En estos barrios vulnerados las mujeres mayores dan cuenta de la fuerza y la importancia de los vínculos con vecinas y vecinos que siguen viviendo en el entorno. Sin dejar de constatar el retroceso de la solidez de sus antiguas redes, destacan el apoyo que se brindan entre sí y valoran los encuentros cotidianos y la afabilidad del trato presente en sus relaciones. Aun así, en los entornos con alta presencia de población migrante, las mujeres mayores entrevistadas perciben la gran diversidad del barrio como causante del cambio en el perfil de los vecinos, lo que se traduce en ocasiones en discursos cercanos a la mixofobia descrita por Bauman (2003b) .
Buena parte de las mujeres jóvenes entrevistadas suelen estar tan subsumidas en sus quehaceres cotidianos que no establecen muchas relaciones en el barrio, por lo que éste termina siendo solamente el lugar en el que duermen. Su estilo de vida disuelve la posibilidad de establecer lazos de conexión vecinales. Algunas viven en alquiler en zonas antiguas, a menudo están en un ciclo de vida diferente al de sus vecinas y así conviven en edificios con personas mayores con las que no hablan, a las que saludan, pero no conocen. Estas mujeres jóvenes llevan una vida de intenso movimiento y, por tanto, no conforman redes locales ni comparten espacios con el resto de los vecinos, por lo que representan de forma evidente las tendencias individualizantes y desestructuradoras de buena parte de los entornos locales anteriormente mencionadas. La preocupación de estas mujeres es el empleo, la vivienda y la conciliación, si tienen hijos. Además, como corresponde a su generación, sus conexiones virtuales son amplias lo que facilita la pertenencia a redes ajenas al espacio local.
Algunas de las mujeres jóvenes nacidas en España, se marcharían del barrio si pudieran. En los entornos vulnerables de la ciudad de Madrid, el barrio muestra connotaciones negativas y proyecta una imagen de espacio antiguo, abandonado, precario, inseguro y sucio a la que se añade la ausencia de zonas de ocio y centralidad según la mirada de algunas de las mujeres jóvenes españolas. Se aleja así de la imagen de Madrid como ámbito de multiculturalidad, modernidad, abundancia y diversión. En este sentido, su percepción de los problemas del espacio urbano converge en parte con la de las mujeres mayores, pero en contraposición a éstas, tienden a adscribir a sus barrios un estigma negativo. De este modo, algunas jóvenes españolas de estas zonas vulnerables de la ciudad sienten desapego, rechazo y abandono, como si el centro de Madrid donde desearían vivir, “no les llegase”.
Si, [me iría] sin pensármelo (risas), eso es… no sé, a mí nunca me ha gustado, no me va a gustar nunca… a no ser que cambie un poco… un poco más, quiero decir… (…) es que aquí no hay nada… (J1)
A diferencia de las mayores, no recurren al pequeño comercio sino al supermercado, a los centros comerciales o a la compra por Internet. Tampoco pasan mucho tiempo en el espacio público ni en los bares de su barrio que a su juicio son espacios aburridos y dominados por hombres.
En la calle ves a las mujeres con los niños (…) … A los hombres siempre les ves abajo bebiendo… los que luego la lían todo… (…) ese es el problema… y el machismo que hay aquí, increíble, o sea viven en otra época directamente (J1).
Sin embargo, la visión no es la misma en el caso de las mujeres inmigrantes, que encuentran en el espacio local un elemento de cierta identificación con el país de acogida que compensa de alguna manera la falta de redes de apoyo y de relación con otros espacios locales. De hecho, cuando se ven obligadas a marcharse del barrio, por el aumento de precio de la vivienda, lo experimentan como una ruptura.
A ver, yo lo comparo al único barrio al que me cambié un tiempo que fue a Usera y te digo que es el barrio más feo que he vivido en mi vida (...). (Risas) Entonces, como lo comparo a ese, lo veo súper bien. O sea, lo veo muy bien. (J6)
Yo por mi preferencia yo no quiero cambiar, pero yo creo que sí, que voy a cambiar por el tema de mi… de nuestra casa, porque ahora está… o sea, el alquiler está muy alto… (J4)
Por otra parte, el discurso negativo de algunas de las jóvenes residentes en el municipio cambia de signo si la referencia es el espacio metropolitano. En los municipios periféricos (Alcalá de Henares, Fuenlabrada y Leganés), las mujeres jóvenes entrevistadas expresan más afinidad y cercanía al entorno, en comparación con las que residen en los barrios vulnerables de la ciudad de Madrid. Han entablado relaciones locales más o menos intensas, muestran mayor satisfacción con su espacio de residencia y se sienten a gusto, por lo que cabe afirmar que la capacidad de suscitar afinidad y pertenencia es mayor en estos municipios de la periferia que en los barrios de Madrid, donde el referente es más insatisfactorio (Uceda y Domínguez, 2022).
Yo me encuentro muy bien en esta zona (...). No, no sé, me gusta, estoy super cómoda, estoy... ya es el vecindario, ya me he hecho a ellos, ya si me cambiaría pues... cogería una depresión. (J3)
Me gusta mucho Madrid Centro y todo lo que tú quieras, pero a lo mejor no me apetece ir hasta tan lejos. (...) Al fin y al cabo yo vivo aquí, mi circulo social suele girarse aquí, es decir, yo paso la mayoría de mi vida aquí, desde mis estudios, desde si busco un trabajo, intentaré buscarlo aquí. (J2)
No hay, por tanto, unanimidad en torno a las vivencias locales de las mujeres jóvenes. Como hemos visto, el desapego que algunas muestran hacia las zonas vulnerables del municipio madrileño no encuentra equivalencia en las ciudades periféricas metropolitanas en las que se observan actitudes de mayor afinidad hacia el espacio local. Este mayor apego también se observa entre las mujeres jóvenes inmigrantes, independientemente de la zona.
La mayor parte de las mujeres entrevistadas con hijos a su cargo son inmigrantes. En algunos casos, han sufrido maltrato por parte de sus parejas; en otros casos, los hijos sufren problemas de discapacidad; e incluso, en ocasiones, se unen las dos circunstancias. Son mujeres acostumbradas a enfrentarse a situaciones difíciles. Salvo excepciones, sus respuestas no contienen referencias nostálgicas al pasado vivido en los barrios porque sus trayectorias no son de largo recorrido, como las de las mujeres mayores. Están obligadas a vivir el presente y a solucionar problemas. Las mujeres con hijos carecen de tiempo, lo que se manifiesta repetidamente en sus afirmaciones y suele tener como consecuencia la dificultad de desarrollar lazos con sus vecinos y arraigar de algún modo en el entorno en el que residen. Su preocupación principal es su prole y todo el universo que la acompaña: colegios, actividades extraescolares, aficiones, apoyo escolar o demandas de actividad y equipamiento deportivo, y continuamente se debaten entre la necesidad de trabajar para poder satisfacer sus necesidades y la de pasar más tiempo con ellos.
En este difícil contexto, las mujeres reclaman más apoyo institucional y aún con excepciones, muestran un entramado de relaciones escaso. Además, no cuentan con el posible contrapeso de ayuda familiar a la que poder recurrir, por la lejanía prácticamente generalizada del país de origen dado que, siendo en su mayor parte inmigrantes, sus familiares no residen en España. Sin embargo, no sucede así en la zona de Reyes Católicos de Alcalá de Henares, pues en esta área, dos mujeres españolas con hijos aluden a la importante presencia de abuelas y abuelos, y a la gran ayuda que proporcionan a las madres con hijos. Del mismo modo, una mujer inmigrante, residente en Fuenlabrada, menciona el papel fundamental que su familia colombiana desempeña en la difícil situación que atraviesa, pues fue abandonada por su marido y tiene que hacerse cargo de sus dos hijos y de una hipoteca suscrita en el momento más álgido de la burbuja inmobiliaria.
Mi familia, gracias a Dios mi familia, tengo una familia maravillosa y entre todos así… me ayudan desde Colombia (…) pero es que llega un momento en que no pueden porque tienen hijos, los hijos están en la universidad, tienen que pagar la hipoteca, la comida y eso para mí es un... quebradero de cabeza. (…) Y yo aquí no, solamente mis hijos, mis hijos y ya. (A9)
Cuando la familia no puede echar una mano y las obligaciones diarias obstaculizan la posibilidad de entablar relaciones locales a las que poder recurrir en caso de necesidad, las situaciones se complican. De hecho, los términos ‘amigos’ y ‘amigas’ aparecen escasamente en sus manifestaciones. Observamos, consecuentemente, un universo de relaciones vecinales predominantemente frágil y carente de arraigo. Las mujeres manifiestan esa escasez de vínculos en sus barrios y la ejemplifican a partir de la actuación de vecinos que no acuden a ayudar ante robos o agresiones o que parecen muy activos a la hora de criticar, pero nunca están presentes cuando se les necesita.
Aquí no hay ni comunidad, o sea, los vecinos aquí en este barrio, mira (...). Me robaron, a mi frente había dos vecinos, viendo cómo me robaron y, o sea, nadie... (A10).
Sin embargo, esta posición, aun siendo mayoritaria, se ve contrapesada por algunos testimonios que ponen de relieve lo contrario. Así, en Entrevías observamos un nivel de apoyo mucho más claro e intenso que en otras zonas, lo que incluye la descripción de la relación con los vecinos como ‘somos una piña’ y explicaciones de lo que significa llegar tarde al barrio por causa del horario laboral y la respuesta solidaria de los vecinos ante esta situación.
Se puede contar con los vecinos (...). Entonces sí, al final vas haciendo amistad con... con todo el entorno de gente que sí ha estado en peores situaciones que tú, empatizas con ellos, te engrandece y el caso, te ayuda a ser mejor persona, o sea, valoras lo que realmente tienes que valorar, y te apoyas... nosotros allí somos una piña. Lo que hay... o si te falta, no tengo, yo tengo más arroz, tú no comes arroz, yo tengo, o sea... hay una colaboración... eres mejor, porque... porque te toca vivir eso. (A6).
Más allá de los testimonios de Entrevías, que fácilmente remitirían a las nuevas geografías del bienestar a las que alude Gomá (2020) , también en este colectivo resultan palpables las diferencias entre las zonas del sur municipal, que alojan las situaciones más precarias, y las que se hallan en los municipios del sur y el este metropolitano, en las que las mujeres parecen sentirse más cómodas y proclives a permanecer en el área. De hecho, un punto fundamental en la creación de vínculos locales, concordante con la reflexión de Blokland y Nast (2014) respecto a la creación de incipientes zonas de confort que generan satisfacción y pertenencia al entorno local, viene dado por las relaciones que las hijas y los hijos van tejiendo con sus amistades locales. Así lo explica elocuentemente una de las entrevistadas del municipio de Fuenlabrada.
Sí, me siento muy a gusto (…), mi hijo se la pasa con el hijo del dueño de un bar, con el otro el de la tienda (…), entonces son muy... son muy allegados ¿si me entiendes? entonces yo llamo “Mira, Carmen, ¿será que Felipe está con Manuel?” “Si Luz tranquila” o Carmen me llama “Luz ¿Manuel está con Felipe?” “Sí, aquí están en casa”. (A9)
Del mismo modo, hemos encontrado otros indicios de cercanía vecinal, que a veces se manifiestan en actitudes más solidarias, por ejemplo, frente a deudas con la comunidad, y a veces en la creación de vínculos sutiles y lazos incipientes que, aunque predominantemente débiles conforman ciertos círculos de relación básica que podrían transformarse en ayuda en caso de necesidad (Granovetter, 1973).
Estoy debiendo mil y algo de comunidad, hasta la presidenta fue allá a decirme, y yo le dije, le expliqué la situación que el esposo, el padre de mis hijos se había ido, que yo no estaba trabajando... y realmente no me han vuelto a molestar, son muy respetuosos (A9).
Yo me enteré porque tengo un niño especial ¿no? entonces, yo tenía una amiga que era de Nigeria que íbamos al mismo esto y me decía “Oye, el mío está acudiendo a un apoyo en esto de la Caixa y hasta los tres años y tal” (A12)
De forma general, las mujeres adultas migrantes con hijos a cargo, a pesar de las dificultades, tienden a valorar la zona donde residen, y no quieren marcharse.
El análisis de las entrevistas pone de relieve los aspectos en común pero también las distintas trayectorias y las diferencias en cuanto a los problemas, las redes de apoyo y el arraigo local a la zona en la que residen, de los tres perfiles de mujeres, lo que conforma un panorama complejo y diverso incluso en el interior de las áreas vulneradas.
El trabajo empírico realizado en áreas vulnerables de la ciudad y de los municipios periféricos de Madrid permite, a través del discurso de los tres perfiles de mujeres, confirmar las dificultades estructurales y cotidianas a las que se enfrentan y apreciar tanto similitudes y pautas comunes como discrepancias en su percepción y sus vivencias en torno al arraigo y las redes de apoyo local. Las mujeres entrevistadas nos acercan a una realidad social en la que todavía se dejan sentir los efectos de la crisis económica del 2008. A pesar de haber transcurrido más de una década en el momento de realización del trabajo de campo, la crisis aparece como telón de fondo que explica tendencias sociales y experiencias personales en los barrios objeto de estudio. En este contexto, hemos comprobado sus dificultades y la vulnerabilidad a la que las mujeres se enfrentan y la escasez de apoyos institucionales. En línea con lo constatado anteriormente (Friedrich, 2018; Ayala et al, 2020), la reducción de gastos en sanidad, educación y servicios sociales afecta a las capas más vulnerables de la sociedad y especialmente a las mujeres. Este elemento resulta crucial en tanto en cuanto las situaciones de las mujeres revisten más crudeza en las áreas del sur de la capital (contrapunto negativo del centro económico, turístico y geográfico de Madrid), que en las zonas ubicadas en municipios del sur metropolitano con el que a menudo colindan. Ahí, las diferencias son menores y se aprecia más y mejor asistencia a la ciudadanía por parte de los servicios municipales que en los barrios periféricos de la ciudad. De este modo, la mayor desprotección de las mujeres de los barrios del sur de la ciudad de Madrid podría influir en la ausencia de afinidad con la identidad madrileña (Uceda y Domínguez, 2022), frente a lo que sucede en el sur metropolitano, donde resulta más sencilla la identificación con el municipio de referencia en consonancia con la menor diferenciación espacial y socioeconómica. Aun así, esta observación no se verifica en el caso de las mujeres jóvenes inmigrantes, que muestran cierto sentimiento de pertenencia al barrio, también en las áreas vulnerables del municipio, lo cual se ve determinado por la carencia de otras referencias y la escasez de sus redes de apoyo en España.
La investigación nos ha permitido identificar estrategias, recursos, redes de apoyo y arraigo a los que las mujeres recurren para salir adelante. Atendiendo a los distintos perfiles de mujeres entrevistadas, observamos cómo las mayores expresan descontento y problemas de supervivencia, pero lo cierto es que han vivido épocas peores, y ante la retracción de la administración y la falta de otros soportes sociales, hacen uso de sus redes de relación: familiares, vecinas, amigas y asociaciones locales. Sin embargo, la llegada de personas migrantes a algunos de estos barrios, junto con la desaparición del pequeño comercio, y otros problemas del entorno local, llevan a que estas mujeres experimenten negativamente los cambios en el barrio y el aumento de diversidad (Putnam, 2007; Cachón, 2008; Rivera et al., 2021), planteando como amenaza a su bienestar la llegada de migrantes internacionales como nuevos vecinos. Como alerta Subirats (2011) , en estos barrios pueden surgir miedos y cerrazones ante los recién llegados e incluso identidades comunitarias basadas en la exclusión de los «otros», con la consiguiente erosión de la cohesión social y los peligros añadidos que estas actitudes entrañan en línea con actitudes mixofóbicas (Bauman, 2003b).
Aun así, las mujeres mayores se reafirman en su apego y sus vínculos con el espacio en el que residen y en la importancia de los encuentros con vecinas y conocidas con las que han compartido cotidianeidad, vivencias y experiencias.
En el caso de las mujeres jóvenes, el vínculo con el espacio es más débil. Algunas de las que residen en los barrios de la ciudad de Madrid desearían trasladarse a otros espacios más valorados del ámbito urbano. En estos casos, el estigma del barrio actúa en detrimento de la vinculación al espacio de residencia y de la creación de arraigo y pertenencia. Sin embargo, esta misma generación de mujeres muestra una significativa identificación local y lazos más intensos en los municipios de la periferia metropolitana de Madrid, al igual que sucede en el caso de las mujeres jóvenes inmigrantes, tanto en la capital como en la periferia.
En lo que concierne a las mujeres adultas con hijos menores a su cargo, principalmente inmigrantes, los vínculos con el espacio de residencia tienden a ser de carácter débil e inestable, principalmente por la carencia de tiempo que les permita realizar actividades más allá del empleo y la siempre buscada dedicación a sus hijos. Sin embargo, incluso en este contexto de dificultad, cabe observar actitudes relevantes de relación e intercambio que, aun mostrando carácter incipiente, podrían dar pie a una cierta articulación de vínculos locales en el caso de consolidarse, lo que cabe hacer extensivo a las mujeres jóvenes inmigrantes.
Los tres perfiles de mujeres se distinguen, por tanto, por el nivel e intensidad de vinculación a los barrios en los que transcurre su vida cotidiana. Las mayores reconocen vínculos fuertes con el espacio local, por los años de permanencia, pero el arraigo es menos intenso en lo que respecta a la mayor parte de las mujeres jóvenes e inmigrantes, quienes reconocen una vinculación limitada, bien por sus preferencias o porque trabajan y deben cuidar de sus hijos y por tanto no disponen de tiempo suficiente para construir lazos sociales consistentes en el barrio. En el caso de las jóvenes nacidas en España, estos limitados vínculos comunitarios vienen acompañados en ocasiones del deseo de marcharse a otra zona, cuando residen en los barrios vulnerables de la ciudad de Madrid. Sin embargo, no cabe extender esta afirmación a las jóvenes residentes en los municipios metropolitanos. Del mismo modo, la mayor parte de las mujeres inmigrantes, jóvenes o adultas, manifiestan su deseo de quedarse en la zona, al igual que las mayores, si bien por distintos motivos y a pesar de que, en ocasiones, se produzcan situaciones de desconfianza entre unas y otras como denotan sus relatos.
Por tanto, teniendo en cuenta la reflexión precedente, cabe afirmar que a pesar de que la idea de modernidad líquida (Bauman, 2003a) remite a desestructuración y fragmentación de lazos sociales, las mujeres de los barrios vulnerables nos dirigen a menudo hacia tendencias opuestas. Estas tendencias ponen de manifiesto la importancia de relaciones, vínculos locales y redes de apoyo de distinta intensidad que apuntan hacia la capacidad de creación de cierta atmósfera de confort (Blokland y Nast, 2014) y resiliencia vecinal que no aparece visibilizada y a menudo pasa desapercibida y silenciada.
Una vez completado el recorrido, conviene recapitular e incidir en la necesidad de explorar con atención las dinámicas internas de los barrios. Las residentes entrevistadas habitan en zonas vulnerables, lo que inmediatamente remite al cúmulo de situaciones adversas a las que se enfrentan cotidianamente, agudizadas, además, en contextos de crisis económica. Sin embargo, la variabilidad en la utilización de recursos y redes de relaciones locales invita a pensar en el desacierto de considerar las problemáticas de forma homogénea.
Teniendo en cuenta que la pandemia aún no había estallado en el momento de realización de las entrevistas, no resulta aventurado afirmar que sus consecuencias sociales y económicas han acentuado las situaciones de vulnerabilidad, ya que los grupos de población más afectados han sido precisamente los que residían en los entornos más desfavorecidos. Según López-Ruiz y Cabrera Cabrera (2021) , entre la población atendida por Cáritas Española, las redes de apoyo informal se han visto reducidas a raíz de la crisis provocada por el coronavirus, si bien se han mantenido los apoyos en el ámbito de los cuidados y el respaldo emocional. En el contexto reciente, es preciso seguir analizando en detalle qué repercusiones ha tenido la crisis sociosanitaria de la COVID-19, especialmente en la población de los barrios vulnerables.
Este artículo se enmarca en el proyecto VUPACI (Vulnerabilidad, participación y ciudadanía), dirigido por la profesora Marta Domínguez Pérez entre 2016 y 2019 (S2015/HUM-3413) y en el proyecto COMURES (Comunidades resilientes, arraigo local y redes sociales en la ciudad global. El caso de Madrid desde un enfoque comparado), iniciado en 2020 (H2019/HUM-5738), bajo la dirección de la profesora Margarita Barañano Cid. Ambos proyectos se financian con ayudas para la realización de programas de actividades de I+D entre grupos de investigación de la Comunidad de Madrid en Ciencias Sociales y Humanidades, cofinanciada con el Fondo Social Europeo. Además, se enmarca en el proyecto CAMVIVSOC (Influencia de los cambios en los regímenes de producción y acceso a la vivienda sobre la reestructuración social de las grandes ciudades españolas), dirigido por la profesora Marta Domínguez Pérez, con financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación (CSO2017-83968-R)
Las autoras quisieran agradecer la implicación de Daniel Sorando Ortin, Sara Porras Sánchez, Ivo André Jurado Álvarez, Triksia Paola Salvador Meza, Laura Castro Roldán, Mónica María Monguí Monsalve, Mino Fernando Chicangana Bayona, Ainhoa Ezquiaga Bravo, Erik Dueñas Rello, Pablo Serradilla y Lucía García, para realizar el trabajo de campo mediante entrevistas, observaciones, transcripciones y la codificación del material recabado
1 De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), para medir la desigualdad en la distribución de los ingresos se utilizan diferentes indicadores, entre ellos el cociente S80/S20 que permite una medición a través de ratios entre percentiles. El cociente se interpreta como la relación entre la renta media obtenida por el 20% de la población con la renta más alta (quintil más alto), en relación a la renta media obtenida por el 20% de la población con la renta más baja (quintil más bajo).
2 En el marco del proyecto VUPACI (Vulnerabilidad, Participación y Ciudadanía), desarrollado de 2016 a 2019, se caracterizó el espacio regional en función de una serie de indicadores obtenidos a partir de los dos últimos censos disponibles (2001 y 2011), para comprobar la evolución de la vulnerabilidad a nivel local.
3 La metodología fue diseñada e implementada por miembros del Grupo de Investigación de Sociedad, Medio Ambiente y Territorio (GISMAT) de la Universidad Complutense de Madrid (Sorando y Uceda, 2018; Domínguez et al, 2020; Sorando et al., 2021).
Sugerencia de cita / Suggested citation: Brey, E., Gómez, M. V., y Domínguez Pérez, M. (2023). Redes de apoyo y arraigos locales en mujeres de barrios vulnerables de la Comunidad de Madrid. Revista Española de Sociología, 32(4), 187. https://doi.org/10.22325/fes/res.2023.187