Reseñas de libros e informes / Books and Reports Reviews

DOI: 10.22325/fes/res.2023.154

José Ángel Bergua. (2021). Nada. Eones, conciencias e ignorancias. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza


Maite Posada Arechabala

I-Communitas - Institute for Advanced Social Research. Universidad Pública de Navarra (UPNA), España. maite.posada@unavarra.es. Email

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 32 Núm. 1 (Enero - Marzo, 2023), a154. pp. 1-4 ISSN: 1578-2824





La nada no es nada, la nada es. Históricamente, las ciencias sociales -en especial la filosofía- han abordado este concepto como la negación del ser, como un elemento a partir del cual el ser puede ser articulado, explicado y comprendido. Para estos primeros esfuerzos -en los que se enmarcan las reflexiones de clásicos del pensamiento filosófico como Parménides- la nada no tiene existencia, solo hace referencia a lo que no es, por tanto, no tiene valor ni suscita interés.

“La nada parece ser "algo" que no es, pero entonces se comete una contradicción(Neumann, 2016, p. 12). La ‘contradicción’ a la que hace referencia Neumann es, sin duda, una paradoja de la que se pueden derivar un sinfín de preguntas -y, por lo tanto, de respuestas-. En lo que respecta a esta reseña a nosotros nos interesa destacar las siguientes: ¿realmente el ‘ser de la nada’ se limita a su condición de elemento de apoyo? ¿su existir se limita simplemente a otorgarle un humus, un sustrato, una base conceptual al ser, o dicho ‘existir de la nada’ puede articularse independientemente como una idea con sentido propio? Si la opción de respuesta a la pregunta anterior es la segunda, ¿sobre qué patrones afirmativos se puede desarrollar la noción de la nada? Nada: Eones, conciencias e ignorancias de José Ángel Bergua se aventura a dar respuesta a estas preguntas de una forma creativa y alternativa a la aportada por la tradición intelectual heredada.

Con este objetivo, en el capítulo introductorio, Bergua hace un breve repaso por esa tradición académica en torno a la nada partiendo del apeiron, ya que es el lugar en el que encontramos el origen y el fin de las cosas que existen, y su diálogo con el arjé. Aquí Bergua destaca las importantes reflexiones de Anaximandro, ya que “frente a Parménides o Heráclito, que solo son pensadores de los inicios, Anaximandro trae consigo un pensar del comienzo 1 ” (2021, p. 13). Y continúa:

Si bien el apeiron es el origen del que brotan y en el que se diluyen las cosas, no es nada arriesgado suponer que la verdadera existencia depende del vínculo que esas injustas cosas tienen con la nada (…) la realidad caótica y metaestable [está] entre esta realidad y la nada (2021, pp. 13-14).

El debate en torno al apeiron sirve de punto de partida para un análisis en el que Bergua realiza un acercamiento a la consideración de la nada en diferentes tradiciones culturales (orientales y occidentales) e intelectuales (deteniéndose en dos acercamientos alternativos, como pueden ser el de la escuela de Kyoto o los análisis sobre el daimon), que, para el autor, aportan una serie de premisas fundamentales para acercarnos a la nada como objeto de estudio, como son los análisis del vacío o la presencia de figuras como el daimon, el trickster o el bufón, figuras, estas dos últimas, con un marcado carácter liminar.

Antes de concluir este recorrido por el primer capítulo del libro, cuyo objetivo principal es presentar destacadas perspectivas de análisis de la nada, nos parece interesante detenernos brevemente en dos destacados acercamientos a este fenómeno como son los realizados por Martin Heidegger y por Jean Paul Sartre (1954).

Para Heidegger (1967) la nada sería algo así como el envoltorio del ser; mientras que para Sartre la nada es parte consustancial de dicho ser. Para el primero, la nada tiene una existencia propia, una ontología propia; mientras que para Sartre la nada es generada por el propio sujeto. Mientras que para el primero la nada ‘nadifica’; para el segundo la nada ‘es nadificada’. Mientras que para el primero el papel del sujeto con respecto a la nada es pasivo; para el segundo es claramente activo. Mientras que para el primero, el ser se construye sobre la nada: “Existir (ex-sistir) significa: estar sosteniéndose dentro de la nada” (Heidegger, 1967, p. 75); para el segundo la nada es el culmen de la existencia. Para Bergua estos dos análisis, siendo dos aproximaciones importantes desde la perspectiva de la filosofía a la nada, no ponen en cuestión la tradición heredada en torno a ella, no cambian la perspectiva, ni el foco de análisis, algo que se necesita para realizar un acercamiento con garantías, esto es, que nos permita acceder al ser de la nada. En este sentido, Bergua apuesta por aportar una mirada diferente sobre el problema. Para comprenderla, es indispensable detenernos en la base de su propuesta teórica, centrada en el análisis del socius de la nada, que estudia tras realizar una aproximación a las nociones de fisis y bios.

Para acercarnos a la nada desde la fisis y partiendo del conocimiento que nos ofrece la astrofísica, Bergua toma como punto de partida los descubrimientos e inquietudes de F. Hoyle, quien en la búsqueda del destino de las estrellas desarrolló algunas teorías fundamentales para la comprensión del universo. Partiendo de estas inquietudes y descubrimientos astrofísicos sobre el inicio y el fin del universo, Bergua analiza el concepto de ‘ignorancia positiva’, entendida como un no saber que me acerca al ser de la nada, esto es, que me permite saber que existe ‘algo’, aunque no pueda descifrarlo. “Por lo que respecta a fisis, el estudio de los inicios y el arjé ha terminado llevando a nuestros científicos al encuentro con la nada o lo indeterminado, así como reconocer su ignorancia.” (Bergua, 2021, p. 26). Esta aceptación de lo desconocido conlleva estar en condiciones de denominarlo. En este caso el nombre que ha adquirido es el de ‘materia oscura’, que sería toda aquella materia que interactúa en el devenir del universo, pero no es conocida. La materia oscura sería la parte de la materia de la cual se desconoce su base científica. Algo que, sin duda, evidencia la existencia de una tensión de fondo en lo que respecta al conocimiento del universo y, por lo tanto, sobre la que se asientan las discusiones entre los teóricos de estas disciplinas en torno a las diferentes interpretaciones sobre el origen y al fin del universo. En esos conflictos teóricos lo desconocido juega un papel fundamental. En definitiva, la materia oscura sería la nada de la fisis.

En lo que respecta a la nada del bios, Bergua se acerca desde la perspectiva de la ‘ignorancia negativa’, que, al contrario de lo que ocurría con la ‘positiva’, sería una ignorancia que no tendría capacidad para revelarnos los contornos del ser de la nada, debido a que simplemente la niega. Si bien desde la fisis lo desconocido es ‘materia’, aunque sea oscura o esté oscurecida, desde el punto de vista de la genética todavía no existe un reconocimiento explícito de la existencia de la nada, que se expresa claramente a través de la noción de ‘ADN basura’, una parte del ADN que sería prescindible, desechable, no significativa, un desperdicio: “los hermanos científicos que se ocupan del bios siguen tan enfrascados en el estudio de los inicios y su particular arjé, que no han sido capaces de reconocer la nada en la que está inscrita la tenue y frágil vida” (Bergua 2021, p. 31).

La tercera área -y la fundamental desde el punto de vista de su análisis- desde la que se acerca Bergua al ser de la nada es el socius. Desde esta perspectiva, asistimos a una presencia combinada de ignorancias positivas y negativas en lo que respecta a los acercamientos realizados desde las ciencias humanas y sociales al objeto de estudio de este libro. Por ejemplo, en la búsqueda del inicio y el arjé, el socius ha tomado como punto de partida la historia escrita, la cual solo se remonta hasta el imperio egipcio, sumergiendo en la penumbra el 95% de nuestra historia. Este enfoque de análisis olvida que la escritura es producto de otras evoluciones previas en el plano de lo cognitivo y lo cultural. Que para llegar a la cultura teórica se necesita previamente el tránsito por lo mimético y por lo mítico (Donald, 1991). La única manera de asumir la inmensidad/nada en la búsqueda del inicio y el arjé, es impulsándose hacia lo desconocido. “Para superar la ignorancia negativa, es necesario asumir las penumbras” (Bergua, 2021, p. 33).

La primera vez que el científico social asumió que no sabía, sumergiéndose así en las penumbras, fue en la admisión de los ‘sentidos invisibles’, aquellos que se hacen presentes en las relaciones de dominación entre culturas, incluso en las sociedades multiculturales donde no se aprecia esa dominación. Bergua nombra a Coulon (1988) y a Wolf (1988) quienes fueron conscientes de dichos sentidos y dieron el paso hacia la ignorancia positiva del socius: “De modo que bajo la aparente homogeneidad, redundancia y estabilidad del orden social se esconde un enorme abanico de recursos o procedimientos que convierten a la sociedad en algo heterogéneo, diverso y dinámico” (2021, p. 35) En esta aceptación de la nada observamos, por primera vez, la ignorancia positiva, tanto en la fisis al aceptar la materia oscura, como en el socius al aceptar los ‘sentidos invisibles’.

Tras analizar este tránsito de las ignorancias negativas a las positivas en lo que respecta a los estudios sociales sobre la nada, Bergua se centra en analizar cómo, esto es, con qué instrumentos, se puede acercar o se ha acercado desde el socius al conocimiento de la nada. Para él, la herramienta básica son las conciencias. En los capítulos 3, 4, 5, 6, y 7, Bergua desarrolla diferentes tipos de conciencias a través de las que la nada se revela o es revelada como una parte inherente del ser. En su evolución y desarrollo, el socius tiende a la búsqueda de conocimiento, diferenciándose con respecto a la ignorancia negativa, y en esta superación de la ignorancia negativa surgen las distintas conciencias que Bergua expone a lo largo de su obra. Encontrarse con la nada del socius es el primer paso para entenderla, eso sí, asumiendo previamente la ignorancia. En el transcurso de una conciencia a otra se manifiesta un momento de impasse, un evento que brota desde la ignorancia negativa con el objetivo de aceptarla y transformarse en ignorancia positiva. Durante esta aceptación de la ignorancia se crea el choque entre el eón a desaparecer y el eón a emerger, dando lugar a una nueva conciencia: “los puntos de impasse activan modalidades de conocimiento muy relacionadas entre sí que permiten un contacto directo y sincero con la nada o ápeiron” (Bergua, 2021, p. 41).

Pasemos brevemente a analizar los tipos de conciencia que presenta Bergua. La conciencia primaria sería la inconsciencia plena de la nada. Revelaría un primer escenario en el que la nada lo abarca todo, pero que, al mismo tiempo, empieza a tratar de comprender el ser, lo que implica que la nada inicia su recorrido también. La primera sabiduría alcanzada durante esta etapa es el entrelazamiento del cosmos con el cuerpo humano. Esta cosmovisión dará paso a las practicas chamánicas, en las cuales el ritual está destinado a la elevación sobre el vacío, al choque con la nada.

De este encuentro con la nada surge la segunda conciencia, la conciencia mágica, situada en el eón denominado Uróboros. La característica principal de este eón es la no separación, es decir, se entiende que aquello que estuvo unido una vez siempre lo estará. La distinción entre ignorancia negativa e ignorancia positiva se observa en la división entre magia blanca y magia negra, respectivamente. El contacto con la muerte, con la incertidumbre e indeterminación, o, lo que es lo mismo, con la nada, empuja a la creación de los mitos y, con ellos, a la conciencia mítica.

En el siguiente capítulo, nos encontramos con el tercer tipo o conciencia mítica. Se desarrolla el eón matriarcal donde los mitos de nacimiento-resurrección priman en la concepción de la humanidad, por lo que nos encontramos sumergidos en ese continuum, en ese ciclo sin fin, una rueda en la que también se ve inserta la nada. El matriarcalismo propio de la conciencia mítica se vuelve inconsciente, resurgiendo en momentos socio-históricos puntuales. El despertar de la nada en esta fase se produce como consecuencia del surgimiento de la palabra, y, por tanto, de la capacidad para nombrar cosas inmateriales e inconmensurables como la eternidad.

La cuarta conciencia es la conciencia mental. Conciencia que todavía no se ha desplegado por completo, proyecto ‘todavía no acabado’, por hacer un guiño a Habermas. La conciencia mental desde la inmensidad de la palabra, la nada de la palabra, que todavía no ha llegado a su propio momento de impasse, ni de descenso, pero que se acerca a la nada mediante la incertidumbre que evocan el riesgo y la creatividad. Este eón tiene como base la construcción de la familia entendida como un microcosmos en el que el padre se configura como el nexo de unión entre lo privado y lo público, y el tránsito desde deidades femeninas a masculinas.

La quinta y última conciencia expuesta es la integral, conciencia que no termina de emerger debido a la no desaparición de la anterior. Aun así podemos observar cómo algunos de los elementos que permiten su desarrollo están emergiendo. El centro según el cual esta conciencia se desarrollará es el amor, pero no el amor matriarcal como en la conciencia mítica. Este amor es entre iguales y a la vez igualador, por lo que, crea fratrias, arquetipo de gente: “Este amor, tan ilimitado e indeterminado que recuerda al primer Eros, no es sino el reverso de la nada y ha vuelto o regresado a la conciencia de Occidente encarnándose en la fratria, arquetipo de gente” (2021, p. 141). La gente o sociedad será la característica principal de este momento, el núcleo en el que la conciencia se envolverá. Precisamente esta característica de la gente, lo social, será la nada.

Consideramos que Nada es un aporte al estudio de las ciencias humanas y sociales, gracias a la introducción de una perspectiva de análisis novedosa. Partiendo de estudios ya existentes que han sido citados en esta reseña, Bergua avanza en la investigación de la nada centrándola como objeto de estudio. Nos demuestra de una manera decidida, como la nada -generalmente obviada en la búsqueda de conocimiento- es un pilar fundamental hacia el conocimiento sobre el ser social. Nunca vemos la cara oculta de la luna o siempre vemos la misma cara de la luna. Esto que es debido a la convergencia de los movimientos de traslación de planeta y satélite no significa que dicha cara ‘b’ no exista, sino que no la vemos. Bergua se embarca en la difícil tarea de hacer visible dicho lado oscuro y de certificar que tiene un efecto sobre el lado iluminado, si es que es adecuado utilizar estos adjetivos para definir el fenómeno que tenemos entre manos. Para Bergua desentrañar el ser de la nada se convierte en una fórmula de acceder de una forma más exhaustiva al conocimiento del ser que somos cuando somos nada.




NOTAS


1 Cursiva nuestra.


REFERENCIAS


Bergua, J. Á. (2021). Nada. Eones, conciencias e ignorancias. Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza.

Coulon, A. (1988). La etnometodología. Madrid, Cátedra.

Donald, M. (1991). Origins of the Modern Mind: Three Stages in the Evolution of Culture and Cognition. Cambridge: Harvard University Press.

Habermas, J. (2010). La modernidad, un proyecto incompleto. En H. Foster (Ed.), La posmodernidad. Barcelona: Kairos.

Heidegger, M. (1967). ¿Qué es la metafísica?. Buenos Aires: Ediciones Siglo XXI.

Neumann Soto, H. (2016). Casos de pérdida del sentido. La tabla de la nada en Kant. Ideas y valores, 65(162), 9-34.

Sartre, J. P. (1943). El ser y la nada. Buenos Aires: Losada.

Wolf, M. (1988). Sociología de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra.