El paso de una crisis como la del Covid-19, conlleva además de una crisis sanitaria, una crisis social y económica la cual trae consigo unas incertidumbres ante el futuro. Después de la declaración del estado de alarma en España el 14 de marzo de 2020 se desarrollaron unas medidas, como el confinamiento domiciliario, el uso de mascarillas o la distancia social, en la sociedad española, y mundial, que derivaron en un cambio en las actitudes y hábitos en la población.
Así, con la aparición de la vacuna y la mejora progresiva del impacto de la enfermedad, las medidas se fueron relajando, pero no así el impacto de las mismas en la sociedad. De este modo, el paso de la pandemia, y la crisis que conlleva, provocó un cambio en los comportamientos sociales. Por ello, cabe esperar que una vez finalizada, o suavizada, la crisis, la sociedad se plantee unas expectativas ante el futuro que estarán muy influidas por dichas medidas y comportamientos vividos durante la pandemia. Estas expectativas se traducen principalmente en temores y miedos ante lo que podrá venir en el futuro, tanto en su vida personal, como laboral o social.
Sin embargo, la afectación de la crisis en la población no se dio por igual para toda la sociedad, sino que a medida que iba avanzando se evidenciaron diferencias en el impacto en la salud según diferentes determinantes sociales (Trias-Llimós et al., 2020; González-Rábago et al., 2021). En este sentido, y también basándonos en crisis pasadas, el impacto social de la misma no será igual para toda la población, y, por tanto, las expectativas de futuro, los miedo y temores, tampoco se distribuirán y comportarán de la misma manera.
Este estudio, por tanto, busca realizar un análisis de las expectativas de futuro, traducidas en miedos, de la sociedad española durante la pandemia. Para ello, se estudian las inquietudes, miedos o temores que manifestó sentir la población española en tres momentos de la pandemia: octubre de 2020, septiembre de 2021 y diciembre de 2021.
Complementariamente, se realiza un análisis de las desigualdades sociales en la percepción de estas expectativas en el último momento analizado: diciembre de 2021. Para este estudio se trabajará con tres variables: la edad, el nivel educativo y el lugar de nacimiento.
COVID-19: UNA CRISIS SANITARIA, SOCIAL Y ECONÓMICA
La crisis ligada a la pandemia del Covid-19 comenzó como una crisis sanitaria, la cual impacto en la salud y el sistema sanitario, y rápidamente fue transformándose y ampliándose en una crisis económica y social.
El confinamiento domiciliario, que en España se extendió por 6 semanas, y las medidas de contención y limitación repercutieron en el normal y habitual funcionamiento de la población y, en definitiva, en sus rutinas diarias. Esto impactó en la salud mental de la población, en sus expectativas y sus planes de futuro (Paricio del Castillo y Pando Velasco, 2020; Sandín et al., 2020). Además, aunque posteriormente se evidenció que la pandemia no afectaba a toda la población por igual (Trias-Llimós et al., 2020; González-Rábago et al., 2021; Guijarro et al., 2021), las medidas acatadas por los gobiernos para la contención y el frene de la enfermedad, en ese momento, afectaban a toda la población por igual.
En esta situación el sistema económico y el mercado laboral pronto comenzaron a evidenciar señales de crisis (Malo, 2021), con las repercusiones sociales que ello conlleva. En un primer momento estas medidas estaban centradas en la urgencia y la gestión a corto plazo (con ayudas directas a los/las trabajadoras y las propias empresas), pero con la evolución de la enfermedad se ve la necesidad de plantear medidas más a largo plazo, que busquen una mejora del mercado laboral y no solventar situaciones puntuales (Malo, 2021). Igualmente, algunas de estas medidas, como los “Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE)”, mostraron una mayor rapidez y eficacia para mitigar el impacto económico y social que se preveía en esta crisis (Salido Cortés, 2022).
En esta situación, ante una crisis desconocida hasta el momento, la respuesta de la sociedad se ha ido modificando con la evolución de la misma. En un primer momento, con el inicio de la pandemia y del confinamiento, los escenarios de los posibles futuros esperables se movían entre lo “sobrenatural” y una mejor sociedad (Rodríguez Díaz, 2020). Con el paso del tiempo, la sociedad fue mostrando cada vez un perfil más resiliente con aprendizajes de cara el futuro, aunque con incertidumbres (Oltra y Boso, 2020).
Por tanto, esta pandemia, además de un impacto sanitario y psicológico también tuvo un impacto en los comportamientos sociales y, con ello, en las expectativas ante el futuro. En este sentido, la percepción de los distintos miedos, aunque se trate de una percepción individual, se convierte en social en el momento en el que afecta a la sociedad sistemáticamente y, además, podemos encontrar grupos sociales con mayor afectación y preocupación. Lo que conlleva a una necesidad de una gestión y tramitación social más allá de lo individual.
UN IMPACTO DESIGUAL EN LA SOCIEDAD
Al inicio de la pandemia, con el desconocimiento acerca de la enfermedad y las medidas acatadas para su contención (confinamientos domiciliarios, mascarillas, distancia social, etc.), se transmitía la idea de que la pandemia era igual para toda la población. Sin embargo, pronto se evidenció que, al igual que para la salud en general, la enfermedad del Covid-19 no afectaba por igual a todos los grupos poblacionales (Benach, 1997; Trias-Llimós et al., 2020; González-Rábago et al., 2021; Guijarro et al., 2021). Así, características como el nivel educativo o el lugar de nacimiento están ampliamente estudiados como principales ejes de desigualdad en la salud (Malmusi y Ortiz-Barreda, 2014), por lo que es de esperar que el Covid-19 afecte en mayor medida a una parte de la población con mayor vulnerabilidad. Por ejemplo, estudios preliminares revelan un mayor riesgo, y afectación, de Covid-19 entre la población inmigrante frente a la población autóctona (Andrasfay et al., 2021; Guijarro et al., 2021; Raghib et al., 2021). Es decir, esta pandemia sí que entiende de clase social y afecta a la población de manera desigual, incluso según región de residencia (Benach, 1997; Trias-Llimós et al., 2020; González-Rábago et al., 2021; Simón Cosano, 2021).
Así, los primeros estudios sobre las consecuencias sociales de la crisis ya apuntan un desigual impacto de la crisis en la sociedad, mostrando un impacto más negativo en aquellos sectores más vulnerables de la población (Rodríguez, 2021).
Además, más allá de las desigualdades que podemos encontrar, existen ciertos factores que modifican la percepción de la situación e, incluso, pueden llegar a agravarla.
Por un lado, toda comunicación de una crisis debe de seguir unas recomendaciones de establecerse con una claridad en la exposición de la misma y una confianza y credibilidad en los agentes que emiten el mensaje de crisis (Rodríguez Andrés, 2011; Oltra y Boso, 2020; Moreno-Espinosa et al., 2021). Así, en el caso de la crisis del Covid-19, dentro del desconocimiento e incertidumbre que existía, la confianza en el gobierno, unido a otros factores como la cultura o las creencias (Bruna et al., 2020), dio lugar a una mayor o menor credibilidad del mensaje de alarma y, por tanto, de credibilidad de la enfermedad y la crisis. Por ello, el propio posicionamiento ideológico o la confianza en el gobierno pueden conllevar a tener una visión distinta de la situación de crisis y de la confianza en las distintas medidas acatadas y, por tanto, modificar la percepción de miedo y sus expectativas futuras.
También el distinto grado de afectación sufrido individualmente o en el entorno a lo largo de la pandemia puede condicionar la percepción de los miedos e intranquilidades (Díez García et al., 2020).
La gran recesión del 2008 tuvo unas consecuencias sociales y económicas que impactaron a la población de manera desigual (Garrido Medina, 2010; Alcañiz, 2016; Salido Cortés, 2022). Uno de los colectivos más afectado fue el de los jóvenes. Estos se encontraron con unas vidas laborales truncadas y con incapacidades para proyectarse en el futuro (Santos Ortega y Martín Martín, 2012; Simón Cosano, 2021).
Las mujeres fue otro de los colectivos más afectados por la gran recesión del 2008 (Alcañiz, 2016; Simón Cosano, 2021). En la crisis sanitaria la afectación, además, se puede contemplar en dos vías distintas: la sanitaria y la económica. Por un lado, la mayor presencia femenina en profesiones de cuidados (sanitarias, cuidadoras, trabajadoras del hogar…) da lugar a que en distintas situaciones no pudieran parar de trabajar durante los picos de contagio y, por tanto, se encontraban más expuestas a la enfermedad (Ahrenfeldt et al., 2020; Gebhard et al., 2020; Moré, 2020). Sin embargo, los estudios apuntan a menores complicaciones de la enfermedad entre las mujeres, datos todavía cuestionables ya que, aunque los registros muestran esta mayor mortalidad por Covid-19 entre los hombres, existe una mayor sobremortalidad sin diagnóstico de Covid-19 entre las mujeres (Martín et al., 2021). Por otro lado, ciertas trabajadoras con contrataciones precarias se encontraron en situaciones de desempleo sin la posibilidad de cobrar el paro y, obviamente, tampoco de acceder a los ERTES (Aparicio Ruiz, 2020). Así, otros estudios ya muestran un mayor impacto de la crisis en el mercado laboral femenino, planteando la necesidad de prestarle especial atención para no volver a situaciones pasadas y evitar que recaiga un mayor peso del ámbito doméstico en las mujeres (Salido Cortés, 2022). Todo parece apuntar a que la crisis ha amplificado las desigualdades de género en el mercado laboral (Salido Cortés, 2021).
Sin embargo, aunque la gran recesión nos pueda servir de referencia para considerar distintas repercusiones y efectos en la sociedad, no podemos olvidarnos que el impacto desigual de la gran recesión también fue el resultado de unas políticas y situaciones previas al estallido, dando como resultado un impacto más desfavorecido a una parte de la sociedad (Torres y Fernández, 2021). Una mejor posición de España, en comparación con otras crisis pasadas, parece que puede favorecer para evitar un aumento de las desigualdades, la pobreza o la exclusión social (Torres y Fernández, 2021). En todo caso, más allá del impacto desigual por la situación previa, no cabe duda que una parte de la sociedad será la que experimente una mayor repercusión de esta crisis sanitaria.
La expectativa de futuro, tanto social como económicamente, tiene un claro componente de desigualdad, no encontrando los mismos temores, ni al mismo nivel, en función de distintas características, como puede ser el sexo, el nivel educativo, el lugar de nacimiento, la edad o el lugar de residencia.
METODOLOGÍA
Para el análisis de datos se trabajará con las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre los “Efectos y consecuencias del coronavirus” de octubre de 2020, septiembre de 2021 y diciembre de 2021 (CIS, 2020; CIS, 2021a; CIS, 2021b).
Estas encuestas son parte de una serie de cuestionarios del CIS donde se abordan temas sociales relacionados con la pandemia como pueden ser cambios de hábitos, grado y aspectos en los que está afectada la familia, temores emocionales, propósitos de cambios, etc. Hay un total de 6 cuestionarios repartidos temporalmente entre octubre de 2020 hasta diciembre de 2021.
Variables dependientes e independientes
Para este estudio se trabaja con unas variables dependientes relativas a los temores emocionales que experimenta la población. En los propios cuestionarios del CIS los temores se pueden dividir en tres grupos: laborales-económicos, sanitarios-salud y relaciones sociales. Estos, además, concuerdan con los encontrados en otros estudios sobre el impacto psicológico del confinamiento, donde se detectaron miedos a enfermar, el aislamiento social y problemas de trabajo/ingresos (Sandín et al., 2020). Comenzando con las inquietudes sanitarias-salud parece bastante lógico que después de una crisis sanitaria nos encontremos con diversos miedos acerca del estado de salud, como miedo a enfermar o morir, pero también otros como al colapso del sistema sanitario (Díez García et al., 2020). Por otro lado, las medidas acatadas para la contención de la enfermedad como el confinamiento domiciliario, el uso de mascarillas o la distancia social conllevan a la percepción de unos temores relacionados con las limitaciones de las relaciones cara a cara o a un cambio en la vida tal y como la conocíamos. Por último, las repercusiones laborales y económicas en la población de la gran recesión están muy presentes con temores por no poder hacer frente a los gastos o llegar a fin de mes, perder el empleo o no poder emprender o continuar con la vida laboral deseada.
Así, en las encuestas del CIS se pregunta concretamente por 9 temores: temor a enfermar, dolor por la pérdida de algún/a familiar, amigo/a o conocido/a, preocupación por haber perdido su empleo personal o el de algún/a familiar, inquietud por las medidas que pueden limitar los contactos y relaciones cara a cara con sus familiares, amigos/as y vecinos/as, miedo por la posibilidad de poder perder su empleo personal o el de algún/a familiar, intranquilidad por no poder afrontar sus gastos (hipotecas, alquileres, préstamos, suministros, telefonía, etc.), miedo por no recuperar su vida tal como era antes de la pandemia, miedo por no poder emprender ya proyectos vitales como emanciparse, o abrir un negocio, o hacer algún viaje, inquietud y temor ante el futuro. Para la primera parte del análisis se emplearán todos estos temores, sin embargo, para el análisis de las desigualdades solamente se trabajará con una selección de estas variables. Esta reducción responde a la búsqueda de obtener la mayor información mostrando aquello que aporte resultados relevantes sin caer en la redundancia de información. Por ello, se trabaja solamente con un temor por cada grupo, ya que la tendencia en cada grupo es similar, y con la inquietud y temor ante el futuro, como manifestación general de la expectativa de la sociedad para el futuro. Se estudian las siguientes inquietudes: temor a enfermar, miedo por la posibilidad de poder perder su empleo personal o el de algún/a familiar, inquietud por las medidas que puedan limitar los contactos y relaciones cara a cara con sus familiares, amigos/as y vecinos/as, y con la inquietud y temor ante el futuro.
Además, para el análisis de las desigualdades se emplean una serie de variables demográficas, sociales y geográficas que nos ayudan a comprender como se presentan los distintos temores en la sociedad.
Así, las variables principales que se emplean son:
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Variable demográfica: el sexo, se trabaja dicotómico, tal y como se encuentra en la base de datos; y edad, dividida en 4 grupos de edad: hasta los 30 años (jóvenes), de 30 a 49 años (jóvenes-adultos), de 50 a 64 años (adultos) y mayores de 65 años (población mayor).
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Variables sociales: el nivel educativo lo reducimos a 3 categorías: primarios (sin estudios y primarios), secundarios (primera y segunda etapa de secundaria y FP) y superiores (superiores). Y el lugar de nacimiento que queda tal y como aparece en la base: nacidos en España y nacidos fuera de España.
Además, junto con estas variables independientes se complementa con una serie de variables de control: el autoposicionamiento ideológico, la situación laboral, la afectación por la pandemia y Comunidad Autónoma. Así, se trata de una serie de variables que, aunque no nos interese el efecto que pueden tener en los temores, sí que son importantes, llegando incluso a modificar el propio efecto de otras variables y la propia percepción del temor.
Técnicas de análisis
Se comienza con un análisis descriptivo de los distintos miedos y temores analizados y su evolución temporal. A continuación, para el estudio de las desigualdades sociales, se realizan regresiones logísticas, se calculan las prevalencias de tener alguno de los miedos estudiados según las variables independientes, para hombres y mujeres, introduciendo, además las variables de control antes mencionadas.
MIEDOS E INQUIETUDES
En diciembre del 2021, el 40% de la población declaraba que su familia directa estaba muy o bastante afectada por la crisis del Covid-19. Además, de aquellos que declaraban estar afectados, independientemente del grado, al especificar de qué manera estaban afectados el 33% apuntaba a las relaciones sociales/familiares y las formas de vivir, muy seguido por afectaciones laborales o de salud (30% y 27% respectivamente), y de aspectos económicos (24%) y emocionales (18%). Si nos fijamos en estos mismos datos, pero un año antes, octubre de 2020, el porcentaje de afectación asciende a 55%. Si vamos al detalle, se observa un incremento en todos los porcentajes, además, aunque las relaciones y las formas de vivir sigue siendo el más mencionado (45%) seguido de los aspectos laborales (41%), la salud pasa a la última posición (aunque con un porcentaje mayor que en el 2021, un 29%), mientras que lo emocional pasa a la tercera posición, con un 37%, seguido de los aspectos económicos con un 35%.
De esta manera se observan los tres grandes temas por los que la sociedad española se ha visto afectada: la vida social, lo laboral-económico y la salud (física y mental).
En la Figura 1 se observan las distintas inquietudes que presentaba la sociedad española en esos tres momentos de la pandemia: octubre del 2020, septiembre del 2021 y diciembre de 2021. En la figura se ve como en los tres momentos de análisis la mayor inquietud era en lo relativo a la limitación de los contactos y relaciones cara a cara, aunque en octubre del 2020 la inquietud por el futuro lo superaba levemente. Si nos centramos en los temores en torno a lo laboral-económico, por un lado, la menor preocupación recae sobre haber perdido el empleo, con los valores más bajos en diciembre del 2021. Sin embargo, el miedo por la posibilidad de perder un empleo en octubre del 2020 superaba el 60%, con una diferencia de más de 10 puntos porcentuales respecto a los otros dos momentos analizados. En cuanto a los temores relativos a la salud sorprende como es en septiembre del 2021 cuando existe mayor temor a enfermar y dolor por la pérdida de algún familiar, amigo/a o conocido/a. Finalmente, las expectativas de cómo será la vida social, es la inquietud ante las medidas que pueden limitar los contactos y las relaciones cara a cara la que más preocupa a la población, como ya se comentó, destacando también, sobre todo en octubre del 2020 y en diciembre del 2021, el miedo por no recuperar la vida tal y como era antes de la pandemia. Así, se observa una bajada en septiembre del 2021 de estos temores, la cual asciende nuevamente en diciembre.
Por tanto, en general la tendencia es al descenso en todas las preocupaciones analizadas, salvo las relacionadas con la salud, las cuales en septiembre de 2021 asciende, aunque vuelven a descender en diciembre de 2021. Además, salvo para la inquietud por las medidas que pueden limitar los contactos y las relaciones cara a cara y la preocupación por haber perdido el empleo, aunque entre ambos años exista un descenso, entre septiembre y diciembre de 2021 ascienden levemente estas preocupaciones.
LA CRISIS NO AFECTA A TODA LA POBLACIÓN POR IGUAL
Si realizamos la diferencia según sexo de las distintas inquietudes se observa que, salvo para la limitación de contactos cara a cara y el dolor por la pérdida de algún ser querido, las mujeres presentan mayores temores con diferencias significativas respecto a los hombres. Destaca el miedo por no recuperar la vida tal y como era antes y el temor ante el futuro con una diferencia de en torno a los 13 puntos en cada caso.
En la Figura 2 se muestran las prevalencias de percibir alguno de los miedos trabajados según nivel educativo, lugar de nacimiento y grupos de edad para hombres y mujeres por separado y controlando por situación laboral, grado de afectación, autoubicación ideológica y Comunidad Autónoma. En general, solo se observan diferencias significativas en el miedo por la posibilidad de poder perder el empleo, donde aquellos con mayor nivel educativo tienen una menor prevalencia, con diferencias significativas entre los extremos, tanto en hombres como en mujeres. Por lugar de nacimiento no se muestran diferencias significativas, pero sí entre hombres y mujeres de cada grupo. En general, la población joven y joven-adulta (hasta los 49 años) presentan un mayor miedo por la posibilidad de poder perder su empleo, aunque solo hay diferencias significativas entre la población de hasta 49 años y los mayores de 65 años. Así, al realizar el análisis por sexos desaparecen las diferencias significativas entre hombres y mujeres de menor nivel educativo, nacidas fuera de España y mayores de 65 años, mientras que, entre el resto, las mujeres siguen presentando un mayor miedo con diferencias significativas.
En cuanto a la inquietud por las medidas que pueden limitar los contactos cara a cara no existen diferencias significativas ni dentro de las distintas variables analizadas ni entre hombres y mujeres, mostrando una prevalencia de temor muy similar en todos los casos, excepto para la edad. Así, la población de hasta 29 años presentan una mayor inquietud y además con diferencias significativas con el resto de grupos de edad, pero no existen diferencias significativas entre hombres y mujeres.
El temor a enfermar, aunque sin apenas diferencias significativas, sí que muestra unas tendencias interesantes: por un lado, son aquellos con menor y mayor nivel educativo los que presentan un mayor temor; por otro lado, la población nacida fuera de España presenta un temor menor; y es la población de entre 30 y 64 años los que tienen mayor temor a enfermar.
Por último, la población mayor de 65 años es la que presenta una menor inquietud ante el futuro con diferencias significativas con el resto de grupos de edad. En cambio, tanto por nivel educativo como por lugar de nacimiento no existen diferencias significativas, aunque sí que existe un leve gradiente educativo, donde a menor nivel educativo menor temor.
Figura 2. Prevalencias de sentir intranquilidad según sexo, nivel educativo, lugar de nacimiento y edad, controlando por variables independientes
Fuente: Elaboración propia basada en CIS (2021b).