Lo niego todo incluso la verdad.
Joaquín Sabina
El discurso negacionista acompaña a la ciencia desde sus inicios, tanto es así, que el conocimiento científico crece con la negación del paradigma hegemónico, cuando uno nuevo lo reemplaza (Kunh, 1962). Popper sienta las bases de un método científico, el falsacionismo, por el cual una teoría solo es válida cuando no se ha conseguido demostrar que puede negarse (Popper, 1962). Así pues, el negacionismo forma parte del proceso de producción de conocimiento. Sin embargo, este “negacionismo” nada tiene que ver con el fenómeno al que estamos asistiendo en la actualidad, de proliferación de discursos que niegan hechos y realidades probadas o evidencias científicas incuestionables, desde el evolucionismo darwiniano cuestionado por el colectivo creacionista, pasando por la negación del cambio climático, defendida por líderes internacionales del calado de Donald Trump o Jair Bolsonaro, hasta el negacionismo pandémico que absorbe la actualidad. Este tipo de discurso negacionista tiene un importante impacto negativo en la salud pública, razón de más para tener en consideración a la población que sostiene y difunde este ideario, para ser analizada en profundidad.
Por negacionista entendemos aquí aquel discurso que niega evidencias científicas probadas. Este discurso puede resultar incluso cómico, como ocurre con el terraplanismo, pero, en otros casos, negar las realidades científicas evidentes, como el cambio climático o la pandemia, puede conllevar serias consecuencias en la salud y la calidad de vida de la población (Valenti y Silva, 2021).
Peretti‐Watel (2003) entiende el negacionismo como una estrategia para afrontar los comportamientos de riesgo, y asimila esta actitud a los mecanismos que Sykes y Matza (1957) proponen para explicar cómo las personas que delinquen tratan de neutralizar su comportamiento a través de la negación.
Caponi (2020) analiza el discurso negacionista del gobierno brasileño, que desde el más radical neoliberalismo cuestiona las medidas que imponen las autoridades sanitarias, por significar un freno a la libertad individual y especialmente a la economía global. Para la autora, esta ideología contrapone intereses del bienestar colectivo y acentúa las desigualdades, por lo que es preciso un esfuerzo de inversión en ayudas a las personas más desfavorecidas y afectadas por la pandemia.
Las teorías de la conspiración sustentan en buena medida el ideario negacionista, que, a pesar de ser testimonial, no es inocuo, y puede tener graves consecuencias en la salud física, psíquica y social. Estas creencias reprimen la adherencia a las medidas de contención del virus propuestas por las autoridades sanitarias e impuestas por las autoridades políticas. Comportamientos como el acaparamiento, las prácticas de salud pseudocientíficas, las actitudes de rechazo a la vacunación, entre otras consecuencias sociales negativas como la discriminación o la violencia, son el fruto de estas teorías (Mulukom et al., 2021). Para estos autores las teorías conspirativas están fundadas en la desinformación o la desconfianza en la información fiable.
Durante esta pandemia los discursos conspirativos se dispararon, pero entre los de mayor impacto deben destacarse los relativos al proceso de vacunación, que afectan a la seguridad y fiabilidad de este. Las redes sociales se inundaron de las más rocambolescas (des)informaciones acerca de las vacunas, desacreditándolas con argumentos fruto del desconocimiento. Entre los más frecuentes: la manipulación genética, el control absoluto de la población a través de la tecnología 5G y la implantación de microchips, el origen artificial o la creación de armas biológicas (Herrera-Peco et al., 2021; Soldevilla et al., 2021; Mulukom et al., 2022).
Para Hornsey et al. (2020) , la reticencia vacunal está fuertemente asociada con la desconfianza en la medicina convencional, aunque su trabajo muestra, igualmente, una débil asociación de esta reticencia con la confianza en la medicina alternativa. Para estos autores es clave el papel que desempeñan la educación y la ideología política en la formación del discurso antivacunas. (Hornsey et al., 2021).
Estos discursos se vinculan no sólo con posiciones políticas neoliberales, sino también con procesos relativos a la comunicación pública y la percepción social de las enfermedades, esto es, de cómo se construye la opinión pública o cómo opera el proceso de transmitir la información a dicha esfera. Lobera y Torres (2021) describen un problema de desinformación que incluye contenidos no solo incorrectos, sino también tendenciosos, que responden a intereses específicos, “la comunicación de la ciencia durante la pandemia se ha visto afectada por la existencia de incentivos perversos en empresas de noticias, desde los diarios digitales hasta las plataformas de redes sociales como Twitter o Facebook” (Lobera y Torres, 2021).
Por otro lado, el movimiento de oposición a las vacunas tampoco es reciente, nace ya con las vacunas en el siglo XIX, y su avance en el mundo occidental significa un enorme riesgo para la salud colectiva y la inmunidad de rebaño. “Personas de todas las edades han sido víctimas de brotes recientes de sarampión, una de las enfermedades erradicadas más notables que reapareció como consecuencia directa de no alcanzar el umbral de inmunización. Estos brotes no solo ejercen presión sobre los sistemas nacionales de salud, sino que también causan víctimas mortales”. (Hussain et al., 2018). Para estos autores, el movimiento antivacunas significa un retroceso en la medicina moderna.
Salvalerría et al. (2020) constatan que un factor clave en la alimentación de este discurso es la tecnología, especialmente la que posibilita acceso indiscriminado a la ingente cantidad de información que se divulga a través de internet y redes sociales, recurso que a menudo emplean los colectivos negacionistas para difundir información manipulada y tergiversada. Para Herrera-Peco et al. (2021) es fundamental que la vigilancia de la salud pública incorpore el monitoreo de las principales redes sociales, con el fin de combatir la desinformación, la manipulación o la tergiversación, ofreciendo contenidos de salud fiables, contrastados y de fácil comprensión para los usuarios de las redes sociales más seguidas por la población.
En España son varias las iniciativas que se han puesto en marcha, desde distintos organismos, para investigar las actitudes que la población ha mostrado a lo largo del período de pandemia. Una de estas iniciativas es la que coordina el profesor Josep Lobera, el estudio promovido por la FECyT sobre las percepciones y actitudes de la población española ante las vacunas, antes de la aparición en el mercado de estas en junio 2020. En ese momento un tercio de la población española manifestaba rechazo y desconfianza, los jóvenes en mayor medida, así como la población más formada. Una de cada diez personas manifiesta una nula confianza en las instituciones responsables del control de vacunación, así como en la información que se ofrece sobre la eficacia y la seguridad que se falsea y manipula, y, por último, una de cada cuatro personas es crítica con la industria farmacéutica (Lobera et al., 2019).
Centrándonos en las actitudes negacionistas y de reticencia vacunal señalamos entre los principales trabajos realizados en España, los del Instituto de Salud Carlos III, desde donde se coordina el estudio Monitorización del comportamiento y las actitudes de la población relacionadas con la COVID-19 en España, promovido por la OMS. Entre los resultados más relevantes de este trabajo destacamos las altas tasas de vacunación de la población española, y el crecimiento de la reticencia a una cuarta dosis. La población sin vacunar es, por ende, poco numerosa, y la razón que se aduce es mayoritariamente la desconfianza o el miedo a los riesgos que se corren. El estudio de panel realizado sobre una muestra de población no vacunada (apenas un 4% de la población), en noviembre de 2021, da a conocer las razones de la población reticente a la vacunación. Tres de cada cuatro personas consideran que no son seguras y no se conocen sus efectos secundarios; casi la mitad aseguran que las vacunas son un negocio y uno de cada diez estaría entre los negacionistas de la pandemia. Más de la mitad de la población que no se ha puesto ninguna dosis, tendría intención de hacerlo más adelante, cuando haya más información y más seguridad sobre las vacunas. En opinión de las personas no vacunadas la gravedad de la enfermedad es baja. Por otro lado, la adherencia a las medidas de prevención en esta población es más también más baja que en la población que ha accedido a vacunarse, de la misma manera que lo es su confianza en las distintas fuentes de información, incluidas aquellas más fiables como la ciencia, o sus grados de acuerdo con las medidas preventivas adoptadas.
Los resultados que presentamos aquí forman parte de otra de estas iniciativas que se llevan a cabo en España para conocer las actitudes y las opiniones de la población durante la actual pandemia, en este caso, centrados en la actitud negacionista, que, si bien es minoritaria, es preciso considerarla, dado el impacto que pueden tener las decisiones de este colectivo en la salud pública. Así, este trabajo tiene por objetivo caracterizar a este colectivo, conocer sus principales circunstancias sociodemográficas, así como sus motivaciones.
Partimos de la idea de la necesidad de comprender las razones que llevan a las creencias negacionistas, pero especialmente, las características de quienes las sustentan. Mulukom et al. (2022), al respecto de las teorías conspirativas, advierten que han sido poco investigadas, así como de la importancia de abordarlas para evitar sus consecuencias perjudiciales, ya se trate de COVID, del cambio climático o cualquier otra amenaza que pueda sobrevenir.
METODOLOGÍA
Para la consecución de este objetivo proponemos un ejercicio de triangulación metodológica, que conjuga datos primarios, procedentes de una encuesta ad hoc, que permite a su vez combinar datos cuantitativos y cualitativos, con otros secundarios obtenidos de distintas fuentes. La concurrencia de resultados obtenidos de la combinación de datos y fuentes otorga consistencia a la investigación.
Los datos primarios se obtienen de una encuesta ad hoc, realizada sobre una muestra de la población española adulta. Las principales variables dependientes consideradas aquí están relacionadas con la preocupación por la pandemia, el contagio, el acuerdo con las medidas adoptadas y la confianza en las autoridades y la actitud frente a las vacunas (Anexo 1).
En esta encuesta se ha seguido una estrategia que ha permitido combinar datos cuantitativos y cualitativos, por cuanto en todas las dimensiones abordadas en la misma, se han dejado preguntas abiertas que permitieron a las personas encuestadas razonar sus posicionamientos.
Tabla 1. Ficha técnica de la encuesta
En todas las preguntas cerradas se empleó la escala Likert de 0 a 10 (escala académica). Varios autores confirman las ventajas de este rango en la escala, que facilita y mejora el análisis sobre otras posibles (Bisquerra et al., 2015; Lozano et al., 2008). Se trata de una escala ampliamente extendida y recomendada en el área de salud como muestran el trabajo de Antiel et al. (2014) , o en OECD (2013). Son varios los autores que emplean técnicas similares para conocer las actitudes ante las crisis sanitarias (Santana López et al, 2019; Sanchez Carlessi et al., 2020; Erfani et al., 2020). Nuestra técnica, aunque cuenta con elementos originales, está basada en los análisis de Aguera (2020), sobre las redes sociales, y Mertens et al. (2020) , sobre la encuesta online.
Los datos secundarios provienen de diversas fuentes de información, principalmente los barómetros del CIS, que desde abril del 2020 vienen tomando el pulso a la población en relación con su preocupación ante la pandemia, así como la predisposición a vacunarse o las razones para la no vacunación.
Completan estos datos secundarios los procedentes de otros estudios como los realizados por el INE o el de la FECyT, coordinado por Josep Lobera, sobre las actitudes ante la vacunación, realizado en junio de 2021, con una buena parte de la población vacunada, o el estudio de monitorización de los comportamientos de la población ante la pandemia que pone en marcha la OMS, y se lleva a cabo en España por el Instituto de Salud Carlos III.
En el análisis, para la obtención de los perfiles se realizan tablas de contingencia. Para conocer si existen relaciones significativas entre variables dependientes e independientes (sociodemográficas) se han llevado a cabo contrastes de hipótesis (coeficiente de Pearson), además de un análisis de regresión para medir la intensidad de las asociaciones entre las variables analizadas.
La lógica de exposición de los resultados obedece a la siguiente estructura: en primer lugar, nos referimos a la población que presenta una nula preocupación por la pandemia, conjugando los datos secundarios y primarios sobre esta cuestión. Las preguntas abiertas de la encuesta ad hoc permiten poner a esta población en relación con su discurso. Seguidamente se caracterizan dos perfiles, el del negacionista puro: niega la pandemia, presenta nula preocupación, ningún temor al contagio, propio o ajeno, es crítico con las medidas impuestas, desconfía de las autoridades y es reticente a la vacunación; y por otro lado, el reticente a la vacunación, que sin negar la pandemia, sí niega la eficacia de las vacunas o expresa su negativa a vacunarse.
RESULTADOS
A lo largo de los últimos meses, desde que en marzo de 2020 comenzó el confinamiento, los grados de preocupación han experimentado fluctuación. En general, los momentos de mayor preocupación coinciden con los picos de las distintas olas de la pandemia. Este trabajo ha puesto su atención en la población que no ha mostrado preocupación alguna, sosteniendo discursos negacionistas con distintos grados de oposición a las medidas adoptadas para combatir la pandemia, incluido el proceso de vacunación.
Figura 1. Evolución del porcentaje de población nada preocupada por la pandemia
Fuente: Barómetros del CIS
Al inicio de la pandemia apenas había población que no mostrase preocupación alguna por la pandemia, este porcentaje se ha ido incrementando a lo largo del período, llegando en los últimos meses, con los menores grados de todo el periodo, a porcentajes en torno al 6% de población que no está en absoluto preocupada.
La nula preocupación está en relación con el discurso negacionista, presente testimonialmente entre la población española, apenas un 2% de la población suscribe este discurso, en su forma más radical. Incluimos en el colectivo negacionista puro aquellos que se posicionan en el extremo más negativo en cuanto a su preocupación por la pandemia y el contagio. Estos casos coinciden al otorgar idéntica puntuación (0) a cuestiones como la gestión de las autoridades políticas y sanitarias, el grado de acuerdo con las medidas adoptadas, o la confianza depositada en las vacunas. Hablamos de un volumen de población cercano al millón de personas en España, a las que debe prestarse atención.
En este colectivo de personas consideradas negacionistas puras, está incluida la población antivacunas, que constituyen, por su parte, un colectivo algo más numeroso, casi una persona de cada diez manifiesta tener poca o ninguna confianza en las vacunas. No se trata de personas que nieguen la pandemia o no manifiesten preocupación por esta. Son exclusivamente reticentes a la vacunación. La tabla 2 describe el perfil sociodemográfico en ambos colectivos.
Los discursos negacionistas están suscritos en mayor medida por mujeres, aunque el sexo no es aquí una variable determinante; mayoritariamente personas de mediana edad, con estudios superiores, y de clase alta o media-alta.
Tabla 2. Perfil sociodemográfico de la población negacionista
Variables sociodemográficas | Negacionistas puros (2%) | Antivacunas (9%) | |
Sexo | Mujeres | 57,9 | 72,0 |
Varones | 42,1 | 28,0 | |
Edad | 18 a 30 | 10,5 | 16,7 |
31 a 50 | 36,8 | 42,3 | |
51 a 70 | 47,4 | 35,7 | |
Más de 70 | 5,3 | 5,4 | |
Formación | Sin estudios/Primaria | 5,3 | 3,6 |
Secundaria obligatoria | 5,3 | 6,5 | |
Secundaria no obligatoria | 10,5 | 33,3 | |
Universitaria | 78,9 | 56,5 | |
Tamaño del municipio de residencia | Menos de 5000 | 11,1 | 11,6 |
De 5001 a 20000 | 33,3 | 25,0 | |
De 20001 a 100000 | 16,7 | 15,2 | |
De 100001 a 500000 | 27,8 | 38,4 | |
Más de 500.000 | 5,6 | 9,8 | |
Clase social 1 | Directivos y profesionales (con estudios universitarios) | 82,4 | 51,0 |
Trabajadores autónomos | -- | 9,7 | |
Administración | 5,9 | 14,2 | |
Trabajadores manuales | 11,8 | 25,2 |
Para determinar si la relación establecida entre las variables sociodemográficas y las variables dependientes: confianza en las vacunas y preocupación por la pandemia, es significativa o no utilizamos el coeficiente de correlación de Pearson. Sobre la preocupación por la pandemia se encontró asociación lineal estadísticamente significativa con las variables clase social (rp=0.083 y p=0.000), nivel de estudios alcanzado (rp=0.054 y p=0.017) y el sexo (rp=0.122 y p=0.000), y, por el contrario, no son significativas las asociaciones con la edad (rp=0.034 y p=0.132) ni con el tamaño municipal (rp=0.002 y p=0.930). Igualmente se encontró asociación lineal estadísticamente significativa entre la confianza en las vacunas y todas las variables sociodemográficas, con significación bilateral igual a 0.000, con excepción del sexo cuya significación bilateral es de 0.221 (Anexo 2). El análisis a través del modelo de regresión aclara que la confianza en las vacunas queda explicada en un 44% por el nivel de estudios, y en un 31% por la edad. Así, este discurso está más presente en la población con estudios universitarios, y adultos de mediana edad.
También son más las mujeres, pero en este caso, ni el sexo y el tamaño del municipio de residencia resultan asociaciones significativas para explicar la confianza depositada en las vacunas (Anexo 3).
Los barómetros del CIS permiten profundizar en las razones que predisponen a la población hacia la vacunación. Las razones que describe esta fuente son coincidentes con las que describe la población encuestada. La falta de confianza en las vacunas en general, la inmadurez de estas en concreto, así como los temores a los efectos secundarios o el hecho de considerarlas innecesarias, son las razones más aducidas.
Según el barómetro realizado en febrero de 2022, más del 96% de la población española está vacunada, y al menos dos tercios de la población han recibido 3 dosis, y estarían dispuestos a recibir una dosis de refuerzo. Además de un 16% que rechaza recibir una nueva dosis, existe un porcentaje cercano al 7% que lo haría si se dieran algunas condiciones como tener más información sobre su eficacia, especialmente aquella validada por la ciencia. Y, prácticamente una de cada diez personas tiene todavía dudas al respecto. Esto pone de manifiesto que la reticencia a la vacunación es nuestro país es baja, menos del 4% de la población no ha recibido ninguna dosis. La razón fundamental de este rechazo es la desconfianza y el desconocimiento, especialmente sobre su eficacia y efectos secundarios, tres de cada cuatro personas no vacunadas así lo manifiestan. (CIS,2022) De este barómetro se extrae el perfil sociodemográfico del colectivo reticente a la vacunación que se muestra en la tabla 3.
Tabla 3. Perfil de la población española reticente a la vacunación
El perfil sociodemográfico de las personas que manifiestan desconfianza en las vacunas que observa el CIS en su barómetro de febrero 2022, es bastante coincidente con el que arroja nuestra encuesta ad hoc en cuanto a las principales variables independientes analizadas, en ambos casos el discurso antivacunas está suscrito mayoritariamente por la población con más estudios y entre las clases alta y media alta. La desconfianza en las vacunas está más presente en las mujeres que en los varones.
El barómetro del CIS permite además conocer el perfil ideológico de este colectivo: el discurso antivacunas es más propio de la población más conservadora. Otros trabajos ponen en relación las posturas negacionistas con el ideario de partidos políticos conservadores, como el negacionismo del cambio climático y los republicanos en USA, el Partido Liberal de Bolsonaro en Brasil o el PP en España (Baigorri y Caballero, 2018).