Reseñas de libros e informes / Books and Reports Reviews

DOI: 10.22325/fes/res.2022.141

Mariano Urraco Solanilla. Una juventud zaleada. Crisis y precariedades. Tirant lo Blanch, Valencia, 2021


Antonio Santos Ortega ORCID

Universidad de Valencia, España. juan.a.santos@uv.es. Email

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 31 Núm. 4 (Octubre - Diciembre, 2022), a141. pp. 1-4 ISSN: 1578-2824




La primera información para quien se adentre en la lectura del libro reseñado se refiere a su título: “Una juventud zaleada”. La semántica del verbo zalear, tal y como se recoge en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, ofrece dos acepciones. En primer lugar, zalear hace referencia a “arrastrar o menear con facilidad algo a un lado y a otro” y, en segundo lugar, significa “espantar y hacer huir a los perros y otros animales”. Dos acepciones muy sugerentes cuando se aplican, como es el caso del libro de Mariano Urraco, a la juventud como grupo social y a sus condiciones vitales. Ciertamente, una juventud “zaleada” dispara la connotación y nos ofrece asociaciones entre el sujeto “juventud” y la acción que se le impone mediante el verbo “zalear”. Una juventud arrastrada, meneada, manejada, sacudida, maltratada, espantada. El encadenamiento de significados podría continuar y con ello las interpretaciones, adjudicaciones de sentido y descripciones que han acompañado a la juventud en estos últimos treinta años y que aportarían una lexicografía rica e inagotable sobre su devenir durante este tiempo. Generacionalmente, a la juventud que ha vivido en estos años se la ha descrito como generación “perdida”, “sacrificada”, “precaria”, “incierta”, “flexible”. Ahora, gracias a la sugerencia de Urraco, podemos agregar una generación “zaleada”.

Mariano Urraco resultó ganador de la segunda edición del Premio Mejor Tesis Doctoral en Sociología del Trabajo, otorgado por el Comité de Investigación de Sociología del Trabajo de la Federación Española de Sociología (FES). Esto permitió que el libro fuese publicado en la colección de tesis doctorales de la FES que se incluye en el catálogo de la editorial valenciana Tirant lo Blanch. Todos estos membretes no hacen sino dar más valor a un trabajo de tesis que ya era excelente. Convertir una tesis en un libro es un mérito añadido, pues supone desvestir un dispositivo académico -como es la tesis- y acicalarlo para una vida fuera de la academia.

El libro analiza los últimos treinta años en la evolución de las condiciones de vida y trabajo de los jóvenes. La sociología de la juventud ha sido una línea de investigación prolífica en la sociología en España. Los jóvenes han sido un objeto de investigación estudiado desde todo tipo de perspectivas: se les ha sondeado, encuestado, recogido en un sinnúmero de tablas y gráficos, convertido en dato estadístico, en línea de tendencia. Han sido, también, objeto de entrevistas, grupos de discusión, historias de vida y toda la gama de técnicas cualitativas. La juventud ha constituido uno de los temas que más preocupación ha despertado en la sociología española y gracias a ello, contamos con un diagnóstico bastante compartido y matizado. Un diagnóstico, por lo general, oscuro y pesimista cuando se refiere a sus condiciones de vida y trabajo. Mariano Urraco se integra en esta rica y poblada línea de investigación. Su aportación, sin embargo, cuenta con una particularidad que conviene tener como punto de partida: su trabajo no es uno más en este campo de investigación de la juventud, sino que tiene un carácter de síntesis y recopilación de los estudios realizados en estas últimas décadas y de reactualización de las cuestiones claves sobre las que continuar investigando. Esta es, por tanto, la primera virtud del libro de Urraco.

Esta tarea recopilatoria tiene un valor añadido debido a la inflacionaria producción de publicaciones generada por la dictadura bibliométrica a la que está sometido el mundo académico y que obliga a publicar sin cesar. El resultado es una abultada y a veces repetitiva biblioteca de Babel, frecuentemente, en manos del sinsentido y el exceso. En el libro, se pone orden y se distinguen, se resaltan, se singularizan, las principales aportaciones. Cediendo a la jerga del momento, se podría decir que se cartografían dichas aportaciones para la sociología del trabajo de los jóvenes. En este sentido, se obtiene un mapa de este extenso territorio sociológico. Quien desee guiarse por esta parcela de la juventud, obtendrá en el libro una guía metódica y minuciosa, que se concreta en la exhaustiva bibliografía final. Todo un inventario de textos, no exento, a veces, de espíritu detectivesco e investigación bibliográfica. Apunto un pequeño ejemplo de esto en forma de anécdota personal: en la lista final de referencias, se incluye el famoso “Informe Petras”, obra del sociólogo y activista estadounidense James Petras, que se publicó muy oportunamente en la revista Ajoblanco en 1996 y que fue cita obligada de todo artículo sobre la juventud escrito a finales de los noventa. En pocos años, el Informe Petras -un informe oportuno y comprometido- despareció de las bibliografías, se olvidó, se perdió en el marasmo de publicaciones, hasta volverlo a ver citado en el libro de Urraco. Una recuperación por su parte que me provocó un curioso, y hasta nostálgico, déjà vu bibliográfico.

Como ya hemos anticipado, Una Juventud Zaleada tiene como objetivo analizar las repercusiones que los cambios laborales han provocado en la juventud de los últimos treinta años. Además, analiza también cómo estos cambios han repercutido en sus modelos de transición a la vida adulta. El objetivo es muy ambicioso y se despliega en numerosas preguntas: ¿Cómo el cambio de norma de empleo estable se ha tornado inestable y se ha extendido una nueva norma de empleo precario? ¿Cómo se han ajustado los jóvenes a estas nuevas trayectorias erráticas que impone la inestabilidad/precariedad? ¿Qué lugar ocupan en estos procesos la educación, la familia y las condiciones de vida? El momento de crisis en que se concentra la investigación -la crisis de 2007 y la década posterior de recesión y recortes-, es de particular interés para la tarea reflexiva del libro y sitúa al autor en la necesidad de preguntarse acerca de la existencia de una “generación de la crisis”.

A todos estos interrogantes, Urraco dedica una primera parte teórica del libro, compuesta por cinco capítulos en los que revisa el proceso sociohistórico en el que se desarrolla la norma de empleo estable durante el fordismo (caps. 1-2); su descomposición y crisis (cap. 3) y el posterior despliegue de una nueva norma laboral flexible y precaria (caps. 4-5), que se ha convertido en el topos de una juventud precarizada y marcada por la incertidumbre. Esta situación ha afectado a la mayor parte de los jóvenes, creando un modelo de juventud precaria caracterizado por una difícil inserción laboral, largas trayectorias educativas y una prorrogada permanencia en el domicilio familiar de origen. En estos capítulos, el lector encontrará las respuestas que se han dado desde la abundante investigación sociológica a todos estos problemas. Urraco aporta una exposición ordenada, pero también pasión e intensidad a la hora de mostrar las controversias y debates en torno a la cuestión juvenil. Es necesario leer hasta la última nota a pie de página porque todo es importante en una trama explicativa tejida cuidadosamente. En este bloque de capítulos, el autor compone una especie de enciclopedia crítica del auge y declive del fordismo y de sus efectos sobre la juventud, y, a la vez, aporta una síntesis y actualización de los debates en un momento de crisis subprime, donde los interrogantes acentúan su complejidad y es difícil ofrecer respuestas concluyentes.

Estos capítulos de corte teórico juegan el papel de fundamentación de los resulta-dos que se presentarán en la segunda mitad del libro, que se abre con el apartado metodológico (cap. 6). Urraco ha optado por una investigación de corte cualitativo, basada en entrevistas en profundidad a una muestra de jóvenes extremeños en edades universitarias. Aunque el trabajo de campo se ha realizado en Extremadura, los resultados pueden ser extrapolables al conjunto de la juventud española.

Con esta información recogida, el autor se lanza a dar respuesta a sus objetivos de investigación y a explorar todas las ambiciosas preguntas que laten en el libro y que hemos apuntado en párrafos anteriores. Esta tarea de análisis de los datos la desarrolla entre los capítulos 7-11. En ellos, se realiza un trabajo de interpretación muy sagaz. Urraco encuentra hilos argumentativos que nos orientan acerca de la construcción del sentido de la juventud actual. Este trabajo se ve facilitado por unas estupendas entrevistas cargadas de expresiones, asociaciones, condensaciones que hablan por sí solas, casi sin necesidad de análisis. Como, por ejemplo, cuando un joven entrevistado habla del “acantilado” que se abre con la finalización de los estudios, o utiliza la metáfora del “salto al vacío” para describir ese mismo momento; en algunas entrevistas se usa la idea de “juguetes rotos” cuando se hace referencia a la sensación de que la formación adquirida no funciona para el empleo; o cuando se describe la sensación de “sentirse en el alambre” o de “estar casada con las oposiciones”, entre otras muchas elocuentes expresiones que Urraco selecciona.

Aunque quienes lean el libro podrán abordar detalladamente el contenido de esos capítulos de análisis, entresacamos en esta reseña algunos de los hallazgos más destacables. El primero tiene que ver con el campo de tensiones y contradicciones que se abre ante estos jóvenes, que buscan desarrollar una carrera lineal y estable en un contexto en el que parece haberse impuesto la falta de patrones, la falta de certidumbre que provoca trayectorias un tanto erráticas y poco lineales. En este contexto poslineal que explora Urraco, los jóvenes siguen anhelando un trabajo estable, siguen apostando por el valor del trabajo en una sociedad pretendidamente poslaboral. En este marco de tensiones entre lo viejo y lo nuevo, donde a los jóvenes se les superponen estatutos vitales provisionales, donde priman los parches de lo atípico y la precariedad, los jóvenes hacen acopio de recursos para adaptarse a la incertidumbre. Este interrogante de cómo los jóvenes tratan de reaccionar ante la incertidumbre es otra de las aportaciones más destacables del libro, cómo “desarrollan sus branquias” para respirar en la nueva atmósfera inestable. Resignación, negación de la realidad, relativización, vagabundeo y prueba de caminos que tan solo se entrevén son algunas de las actitudes que caracterizan y diferencian a los jóvenes. Los recursos que utilizan para gestionar dicha incertidumbre pasan, en primer lugar, por acumular una formación cada vez más excedentaria, pensada para la empleabilidad y para engrosar el capital humano, un capital llamado a generar dividendos en el futuro. En segundo lugar, sus recursos pasan por adaptarse a la flexibilidad, estar disponible para la movilidad laboral, ajustarse a los turnos y acumular experiencia. En tercer lugar, pasan por abrazar la competitividad y el espíritu emprendedor. Estos recursos parecerían servir a los jóvenes para aumentar su capacidad de control ante tanta incertidumbre. De hecho, constituyen el alma de la actual doctrina dominante del capital humano, pero las conclusiones de Urraco irían por la línea de que este control que creen lograr los jóvenes abrazando el evangelio del capital humano no es para ellos más que una ilusión.

Este sistema politeísta compuesto por la formación, el capital humano, la adaptación a la flexibilidad y la competitividad emprendedora no despierta una fe sólida entre los jóvenes. Es un panteón aparentemente sólido, que crea una teodicea que debería despertar fuertes creencias basadas en la solidez de la fe económico-laboral. Sin embargo, los jóvenes son más practicantes, que creyentes en esta teodicea del capital humano. Más que en esta fe, los jóvenes se sitúan, subjetivamente, en el descreimiento, en el no pararse a pensar, en la resignación individual y hasta en la desesperanza o el abandono.

Las decepciones y los embustes por parte de la iglesia del capital humano se han acumulado a lo largo de estos treinta años. La impostura es cada vez más visible e hiriente. Primero, se demandó a los jóvenes experiencia laboral, sin la cual no podrían acceder al deseado empleo. La inexperiencia, condición de vida normal de los jóvenes, se convertía en el pecado original por el que ningún empleador los quería y que los condenaba al paro o, en el mejor de los casos, al sacrificio de la precariedad contractual y de las prácticas gratuitas en empresas. Las empresas pedían y piden experiencia: ¿Experiencia? ¿pero no se trataba de abrir caminos, de ser pioneros? Cuando eran adolescentes, ¡que nadie abuse de su inexperiencia, de su inocencia! Cuando son jóvenes, pasan a abarrotar, sin ningún escrúpulo, la bolsa de explotación laboral que ha multiplicado el patrimonio empresarial.

Segundo, se les pidió formarse como capital humano de primera en los cuarteles de la universidad. Sin embargo, no se pretendía tanto su formación, como orientarles a hacer de su propia vida una vida de empresa. El capital humano no significaba incrementar sus habilidades y competencias, sino crear una estructura de sentido de las acciones económicas de los individuos, mediante la cual se convertirían en capitalistas de sí mismos. En un mercado volátil, la teoría del emprendedor enseña que la única salida es la producción de uno mismo bajo los criterios de una automejora permanente e incesante. Trasladar esto a la propia vida implica que cuando empiezas con este proyecto, ya estás cansado. Tan cansado que no queda tiempo para preguntarse cómo han ido desapareciendo los derechos sociales, ni para reclamar nada.

En las estanterías de las librerías, abundan hoy los libros sobre millenials quemados que se preguntan quién les ha robado su tiempo o su estado de bienestar. Engatusados por el trabajo creativo pregonado desde Silicon Valley, no se dieron cuenta de que la auténtica reforma laboral que traían las políticas neoliberales no eran los contratos temporales, los salarios bajos o las jornadas largas, sino la extensión de la lógica del capital humano, y del trabajo creativo o emprendedor.

Como Angela McRobbie ha mostrado en su libro Ten creatividad, el dispositivo del trabajo creativo ha conseguido que la responsabilidad recaiga sobre el trabajador y que mengüen progresivamente los derechos laborales y la protección social casi sin enterarse. Esta ha sido, según ella, la verdadera reforma laboral en la que nos encontramos. Probablemente, conforme vaya disipándose la euforia del capital humano y del empresario de sí, los jóvenes irán apreciando las auténticas relaciones de poder y de explotación que determinan su vida. Si esto se produce, podrán ver claro que en el seno del caballo de troya del capital humano se encontraban las relaciones de poder y disciplina de siempre. Con, y contra, estas relaciones tendrán que lidiar para recomponer algún tipo de futuro común. Este es un proceso que necesitará décadas si catástrofes mayores no lo impiden o fuerzan otras salidas.

Mariano Urraco recoge en las conclusiones de su libro el bloqueo provisional y el clima generalizado de precariedad en que viven los jóvenes de manera muy generalizada y que ha analizado a fondo a lo largo de su libro. En el último párrafo, expresa -como no podría ser de otra manera-, su preocupación por el futuro los jóvenes, que, por otra parte, es el futuro de todos: “el mañana se juega en el modo en que frustración, desafección, expectativas, condiciones reales, individualismo, competitividad, recuerdos y perspectivas se articulen con los distintos discursos que habrán de integrar los individuos poscrisis en el diseño de sus nuevas hojas de ruta, las que empleen para salir de su bloqueo y moverse (y construir su biografía y construirse a sí mismos), siquiera tentativamente y siempre en la provisionalidad, en un escenario confuso, esencialmente incierto. El/la joven se manifiesta como augurio para comprender la mutación actual y para vislumbrar las tendencias del futuro.

De hecho, el libro se cierra con la palabra “futuro”, que, a decir de los sondeos que en estos tiempos se publican sobre las preocupaciones de la juventud, es su mayor miedo. Jóvenes de 17-18 años, en el momento de máxima expansión de su potencial, manifiestan temer al futuro. Este debería ser el principal interrogante hoy del mundo adulto que le lleve a impulsar una nueva economía política de las generaciones sobre la cual los más jóvenes puedan preguntarse sobre su futuro.