Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2022.136

Problemas socio-existenciales derivados del alargamiento de la juventud en un contexto de precariedad


Socio-existential problems derived from the prolongation of the youth in a precarity context


Erik Dueñas Rello ORCID

Universidad Complutense de Madrid, España. eduenas@ucm.es. Email

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 31 Núm. 4 (Octubre - Diciembrre, 2021), a136. pp. 1-19 ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 03/11/2021
Aceptado / Accepted: 27/01/2022



RESUMEN

En el presente artículo se revisa el alargamiento de la juventud que afrontan numerosos jóvenes en la actualidad, para comprender cómo entienden los jóvenes españoles las diferentes problemáticas derivadas de ella, y sus consecuencias socio-existenciales. Se parte del análisis de diecinueve entrevistas y tres grupos de discusión realizadas durante 2018 y 2019 a jóvenes españoles de entre 25 y 35 años en situación de precariedad. Los resultados apuntan a una comprensión generalizada de los problemas sociales desde una óptica de la individualización, junto a una normalización de la precariedad laboral en sus narraciones. Se profundiza en el presentismo desplegado ante el sentimiento de estar atrapados en presentes intransitables. Se analizan cómo las biografías de los jóvenes experimentan desfases temporales debido a sus dificultades para dar respuesta a los eventos transicionales. Por último, se incide en el papel de los soportes como amortiguadores cotidianos de los problemas de la precariedad.

Palabras clave: Juventud, precariedad, alargamiento de la juventud, problemas socioexistenciales, soportes.


ABSTRACT

This article reviews the phenomenon of youth prolongation currently faced by numerous young people, in order to realize how the problems derived from this are understood by Spanish youngsters, and its socio-existential aftermaths. To reach so, this paper analyzes nineteen personal interviews and three discussion groups carried out during 2018 and 2019, to Spanish youngsters from ages 25 to 35 in a precarious situation. The results aim at a widespread understanding of social problems from an individualization viewpoint, alongside a normalization of labor precarity in their narratives. The discussion presented here examines the present attitudes displayed by young individuals due to their sense of being trapped in impassable presents. We examine the temporary mismatches experimented by the youngsters in their biographies, caused by difficulties to handle their transitional events. Finally, we stress the role of supports as everyday shock-absorbers of precarity-related problems.

Keywords: Youth, precarity, youth prolongation, socio-existential problems, supports.




INTRODUCCIÓN


Las secuelas de la crisis económica del 2008 en las personas jóvenes españolas ha sido uno de los grandes debates en las ciencias sociales durante la pasada década. Las dificultades para insertarse en un mercado laboral cada vez más precarizado (Santamaría, 2018) o los problemas para acceder a una vivienda asequible (López Oller, 2020) son algunos de los obstáculos que se han ido agudizando en sus vidas. Las dificultades para acceder a recursos como el soporte laboral bloquean la realización de eventos transicionales, una serie de procesos institucionalizados mediante los que se adquiere el estatus de independencia que define la vida adulta (Buchmann y Kriesi, 2011, pp. 482-484 ), asistiendo a un alargamiento de la juventud 1 . Esta prolongación de la juventud se enmarca en un contexto de modernidad tardía en el que, tras la desintegración de las formas sociales de la primera modernidad, los individuos se ven empujados a realizar un trabajo sobre sí mismos, afrontando los problemas sociales desde el modelo de “biografía electiva” (Beck y Beck-Gernsheim, 2003).

En este contexto, los problemas sociales dejan de ser percibidos como fenómenos de la estructura socioeconómica para ser entendidos como “desafíos sociales” (Martuccelli y Santiago, 2017, pp. 84-86), retos estructurales socialmente significativos que se presentan como pruebas de las trayectorias individuales. Los individuos perciben sus vidas como una sucesión de pruebas que deben ir superando con éxito para poder ir dando forma y avanzar en sus proyectos biográficos. Superar exitosamente (o no) dichos desafíos, reviste las decisiones tomadas de una trascendencia notoria, al recaer la responsabilidad de la construcción de las trayectorias enteramente sobre sus hombros. Esto es clave en la experiencia de la juventud, en tanto etapa sociobiográfica marcada por unos eventos que, de ser vistos como desafíos sociales, pueden producir tensiones subjetivas en quienes se vean obligados a posponer su realización; la prolongación de la juventud en este contexto la convierte en una “fase específica del recorrido vital, con una clara trascendencia en todos los órdenes de la existencia” (Morán y Benedicto, 2008, p. 145 ).

Este artículo busca comprender cómo viven los y las jóvenes españolas el alargamiento de esta etapa y cómo afrontan los problemas derivados de ella en sus vidas cotidianas. La “moratoria de la juventud” (Feixa, 2020) puede entenderse como una estrategia empleada por jóvenes que por su situación material deciden posponer los eventos transicionales -cursando estudios superiores, o conviviendo con sus progenitores por más tiempo del deseado, por ejemplo- por no poder afrontarlos, pero también puede analizarse desde los efectos que generan en el desarrollo y la narración de sus biografías. No poder dar respuesta a los retos que se les presentan, fracasar en su resolución o incluso ser incapaces de plantearlos como desafíos a los que poder enfrentarse estaría bloqueando el desarrollo de las trayectorias biográficas de unos jóvenes que podrían sentir que carecen de proyectos.

La contribución de este artículo al estudio de esta problemática se centra en dar luz a las dimensiones y significados socioexistenciales que adquieren los problemas derivados de dicha moratoria. Son numerosas las investigaciones que comprenden el prolongamiento de la juventud como una actitud presentista que, si bien impide la orientación de proyectos hacia un futuro incierto, se resigna a quedarse atrapado en los límites de esa temporalidad no transitable al constituir una vía de escape a la incertidumbre, que proporciona gozos autosuficientes e inmediatos (Alonso et al., 2017, p. 159 ; Rodríguez y Ballesteros, 2013, p. 25 ; Ramos, 2007, p. 178 ). El sentimiento de no poder hacer avanzar las propias trayectorias invita a pensar que esta moratoria puede estar produciendo tensiones subjetivas en sus presentes; cabe preguntarse cómo sienten los jóvenes el estancamiento de sus temporalidades, si son capaces de narrarse sus trayectorias de manera coherente y de orientarlas hacia el futuro.

No obstante, la juventud se compone de una variedad de experiencias difícilmente agrupables bajo una misma categoría (Martín Criado, 1998, p. 88 ); la manera en que se afrontan dichos eventos transicionales varía según los recursos de los que disponen, así como según sus esquemas prácticos y lógicos (Bourdieu, 2011, p. 144 ), existiendo una multiplicidad de experiencias de la juventud. Por ello, desde la investigación en la que se inserta este trabajo, consideramos oportuno atender a las experiencias de jóvenes en situación de precariedad; quisimos recoger las experiencias de personas que por su situación material hubiesen caído o se encontrasen en riesgo de caer en las “zonas de vulnerabilidad social” (Castel, 1997; Mathieson et al., 2008), al proponer que las formas que concentran están adquiriendo nuevas dimensiones socioexistenciales.

Para abordar los significados socioexistenciales de los problemas que viven los jóvenes españoles en situación de precariedad se plantea en primer lugar el marco conceptual sobre pruebas sociales, narraciones y vulnerabilidades socioexistenciales. En segundo lugar, se concreta la metodología empleada, seguida de los objetivos planteados en el curso de la investigación. A continuación, se presentan los resultados mediante un análisis discursivo de las entrevistas realizadas, para proponer posteriormente un apartado de discusión y, finalmente, unas conclusiones.

MARCO TEÓRICO: NARRARSE A BASE DE DESAFÍOS

Para comprender cómo se presentan los problemas sociales en las vidas de los jóvenes españoles, debemos poner la mirada sobre el reciente proceso de “individualización”, que marca una ruptura entre lo que algunos sociólogos llaman primera y segunda modernidad, o modernidad clásica y modernidad tardía (Beck, 2008; Bauman, 2003; Touraine, 2016; Santiago, 2016). El periodo tardomoderno se caracteriza por la -relativa- desintegración de las formas sociales de la primera modernidad, adquiriendo los individuos un mayor protagonismo en la producción de sus proyectos biográficos debido al colapso de los marcos de referencia sancionados por las instituciones clásicas (Beck y Beck-Gernsheim, 2003, pp. 38-40); este proceso se internaliza en sus vidas cotidianas, viéndose impelidos a un trabajo sobre sí desde el cual construir de manera reflexiva las pautas que orienten sus trayectorias (Dubet y Martuccelli, 2000, p. 231 ).

El avance del neolibealismo y sus consecuencias en las configuraciones laborales de los jóvenes refuerzan esta idea del individuo hecho a sí mismo. Las reorientaciones de las políticas públicas promovidas durante las últimas décadas retradujeron formas sociales de dependencia (como el desempleo) en términos de patologías morales, a solucionar mediante formas de autogobierno como la “flexibilidad” o la “activación” (Serrano et al., 2013). En paralelo, la desregulación del mercado laboral conlleva la flexibilización de la fuerza de trabajo (Sola Espinosa, 2010), incrementando la temporalidad -estructural en el modelo español de contratación- y el aumento de empleos que podemos denominar “precarios” (Castel, 2010), convirtiendo las trayectorias laborales de amplias capas de jóvenes en una rotación constante entre trabajos inseguros (Furlong y Cartmel, 2007, p. 35 ).

Una revisión de la estructura laboral manifiesta el retraso generalizado en la inserción laboral de los jóvenes españoles (Moreno y Sánchez, 2020, p. 62 ) debido principalmente al aumento del desempleo, cuyas cifras para el grupo de edad aquí considerado (25-34 años) se situaron en un 15,83% para el año 2019. Síntoma de la gran incertidumbre a la que se ven abocados al unírsele la otra gran tendencia laboral, el aumento de la temporalidad (Santamaría, 2018, p. 4 ), que dificulta la estabilización en el empleo. De esta manera, la estabilidad se convierte en una quimera en la realidad laboral de los jóvenes españoles, que se ven atrapados en la moratoria de la juventud al enfrentarse a un contexto laboral sumido en procesos de precarización que impone mayores obstáculos a la adquisición de su autosuficiencia económica (Donat et al., 2020, p. 13 ).

El “precariado” es un término acuñado por Robert Castel (2010, pp. 128-132) para describir la condición propia de un segmento de los trabajadores que establecería unas relaciones más lábiles con el trabajo, contrastando con la estabilidad y las garantías estatutarias que definen la relación clásica de la norma del empleo (del salariado). Estas formas de “no empleo” se diferencian tanto de la norma del empleo, por presentar rasgos de temporalidad e inestabilidad, como de la noción del desempleo, al recoger intervalos de actividad seguidos de periodos largos de inactividad apenas sostenidos por soportes institucionales. En palabras de Guy Standing (2014) , “a diferencia de lo que es común en el salariado, el precariado tiene un empleo inseguro, inestable, cambiando rápidamente de un trabajo a otro” (p. 8).

Si bien la mayor temporalidad e inestabilidad, la preminencia de formas atípicas del empleo y la pérdida del poder adquisitivo de los jóvenes aquí estudiados son razones de peso para presuponer una mayor vulnerabilidad económica derivada de la precarización (Benedicto et al., 2020, p. 133 ), es necesario señalar cómo este proceso deja de limitarse únicamente a los trabajadores en condiciones precarias para expandirse a diversos estratos sociales (Tejerina, 2020, p. 106 ). La condición de vulnerabilidad adscrita a la precariedad -definida por la exposición a experiencias de riesgo, inseguridad e incertidumbre- se convierte en un hecho normal al habitar en “mundos de vida especulativos” donde debemos tomar constantemente decisiones frente a altos niveles de incertidumbre ( Parfitt y Barnes, 2020, p. 489; Jørgensen, 2016, p. 960 ).

En este contexto, la presentación de los problemas en la vida cotidiana como “desafíos sociales” invita a evaluar cómo la precariedad laboral se inserta en las vidas de los jóvenes españoles. Ante la falta de puntos de referencia institucionales que soporten esta fragilización del nexo laboral en un contexto de incertidumbre en sus vidas cotidianas (Alonso et al., 2017, p. 165 ), los individuos deben tomar decisiones por sí mismos para afrontar los desafíos sociales. Este trabajo sobre sí permite comprender la raíz del solapamiento entre problemas sociales y significados existenciales:

La singularidad de los individuos se forja a medida que afrontan los desafíos sociales, y más en tanto que en las sociedades contemporáneas se impone la visión de vidas personales asaltadas por un cúmulo de desafíos plurales a los que los individuos deben enfrentarse. El recorrido personal se construye justamente a través de la sinergia que los diferentes desafíos tienen entre sí. (Martuccelli y Santiago, 2017, p. 91 )

La tarea de construir las propias trayectorias dota a los desafíos y a las decisiones tomadas de significados trascendentales por su importancia para poder constituir sus recorridos biográficos. La “existencialización de los problemas sociales” (Martuccelli, 2013) produce nuevas dimensiones de la vulnerabilidad; el riesgo a caer en las zonas de vulnerabilidad social es un riesgo material, pero también entraña riesgos de corte existencial. En este sentido, la narrativa de los desafíos sociales puede ayudarnos a comprender las nuevas formas de vulnerabilidad derivadas del alargamiento de la juventud. Para Erik H. Erikson, la moratoria excesivamente prolongada de la juventud puede derivar en una crisis de identidad, que debe ser entendida como una “crisis normativa, cuya resolución dependerá de los instrumentos que ofrezca la sociedad para resolverla” (en Feixa, 2020, p. 14 ). En un contexto de erosión de los marcos de referencia institucionales, de reorientación de políticas públicas, y de falta de acceso a recursos clave para la independencia como la inserción laboral o la emancipación residencial, los jóvenes afrontan sus transiciones como caminos a ir construyendo únicamente con los instrumentos que ellos mismos vayan produciendo al caminar, sin apenas redes de seguridad que amortigüen la incertidumbre en su toma de decisiones.

Los obstáculos a la resolución de esta moratoria provocan en los jóvenes españoles la sensación de “no avanzar” en sus trayectorias (Tejerina, 2020, p. 106; Ramos y Callejo, 2016, p. 42 ; Benedicto et al., 2014, p. 105 ). Sienten sus biografías atrapadas en lo que Ramón Ramos (2007, p. 177) denominó “presentes terminales”, entre unos límites que no pueden ser traspasados, impidiendo que se desborden hacia el futuro y que retornen hacia un pasado tradicional del que apropiarse. La precarización a la que se someten amplias capas de jóvenes españoles disminuye la capacidad para afrontar los eventos transicionales -percibidos como desafíos- por no contar con los recursos o herramientas con los que superarlas.

Según la investigación que llevamos a cabo con jóvenes en situación de precariedad, estos recursos no son únicamente de índole material. Soportes esenciales como la vivienda, las redes familiares o un trabajo estable y bien remunerado no proporcionan mera seguridad financiera, sino que proporcionan una suerte de “seguridad ontológica” (Giddens, 1995; Ramos, 2020, p. 36 ) que permite anclar las trayectorias a un presente estable desde el que sentirse capaz de arrojar las trayectorias hacia el futuro sin bloquearse ante las posibles contingencias de la incertidumbre. El proceso de precarización es descrito por Standing (2014) como la “adaptación de las expectativas vitales a un empleo inestable y a una vida inestable. […] Precarización se refiere más bien a una pérdida del control sobre el propio tiempo y sobre el desarrollo y uso de las capacidades propias” (p. 8). Las experiencias de inestabilidad, inseguridad e incertidumbre propias de la situación de precariedad no sólo obstaculizan la narración de las trayectorias por la falta de recursos materiales, sino que se traducen en términos socioexistenciales en la falta de seguridad de que los proyectos biográficos puedan avanzar ante la ausencia de orientaciones y certezas, así como de estabilidad en sus presentes que aporte certidumbres ontológicas a las que aferrarse.

La precarización en los jóvenes afecta a su capacidad para controlar sus propias vidas; la incapacidad para superar los límites de sus temporalidades biográficas se traduce en un “presentismo” que rebaja las expectativas e incluso impide pensar en el futuro al medio plazo (Alonso et al., 2017, p. 168 ; Benedicto et al, 2014, p. 122 ; Rodríguez y Ballesteros, 2013, pp. 25-26 ). Esta estrategia responde a la inevitabilidad de los procesos de precarización laboral en que se hallan inmersos los jóvenes, que perciben como hechos independientes a sus vidas. Según Rahel Jaeggi (2014, p. 35) , los agentes se apropian de sus propias vidas cuando comprenden su capacidad de agencia en sus trayectorias, pudiendo identificarse con ellas, los acontecimientos que las componen, y los diferentes procesos y decisiones que las acompañan; las actitudes de resignación presentistas acaban por reificar unos procesos que son entendidos como omnipotentes conformadores de las trayectorias de unos jóvenes que no se ven capacitados para oponerse a ellos.

En este sentido, podemos preguntarnos si los jóvenes en situación de precariedad tienen dificultades a la hora de narrarse sus biografías. Si la precarización de la vida dificulta el acceso a recursos -materiales y socioexistenciales- para poder superar los “desafíos transicionales”, y con ello sienten que no pueden avanzar hacia el futuro al considerar la realidad laboral y económica que viven como una normalidad incontestable, la capacidad de agencia de estos jóvenes queda cuestionada. Volviendo al sugerente análisis sobre la alienación de Jaeggi (2014, pp. 63-64) , estar “presente” en la propia trayectoria, tomar una posición activa desde la que apropiarse de los resultados de las propias acciones, es condición necesaria para poder narrarse a uno mismo. No obstante, la identidad puede producirse de manera intersubjetiva a través de las relaciones entre el individuo y los otros (Bucholtz y Hall, 2005), pudiendo entenderse esta presencia como resultado del contexto relacional de los acontecimientos que constituyen sus narraciones (Gergen y Gergen, 1988, p. 39 ).

Los sujetos se construyen a partir de sus narraciones, mediante un “proceso de construcción de la experiencia” (Burguera, 2018, p. 50 ) por el que se expresa una interpretación de las experiencias relatadas. Esas experiencias se unen a través de un “tramado” como “la manera en que una secuencia de sucesos organizada en un relato se revela de manera gradual como un relato de un cierto tipo particular” (White, 1992, p. 18 ); la trama es aquello que sintetiza y organiza los acontecimientos en un todo inteligible, configurándolos en una sucesión guiada por valoraciones y expectativas que dan forma a dichas experiencias (Ricoeur, 2006). La narración de las trayectorias permite entonces generar un relato que una las diversas experiencias del sujeto en una trama coherente y lineal, sin reducir la heterogeneidad de los acontecimientos que la componen (De Castro, 2011, p. 211 ). De este modo se constituye la “identidad narrativa” del sujeto, como una identidad que, por su tensión constitutiva, queda siempre abierta al cambio (Ricoeur, 2009, p. 344).

¿Cómo traman los jóvenes en situación de precariedad unas trayectorias definidas por su a-temporalidad, bloqueadas por relaciones prácticas que impiden afrontar las pruebas que son el motor de su avance, y que incluso perciben como moldeadas por procesos en los que se encuentran insertos ante los que no pueden oponerle su capacidad de agencia? Propongo la idea de que la precariedad implica la fragilización de recursos socioexistenciales como las certezas o las orientaciones de las trayectorias, que en un contexto de incertidumbre e inseguridad producen “narraciones fragmentadas” (Sennett, 2000) que las transmutan en incertidumbres e inseguridades socioexistenciales.

METODOLOGÍA

El presente trabajo forma parte de un proyecto de investigación que trató de estudiar las nuevas formas de vulnerabilidad socioexistencial que afrontan diferentes grupos sociales, entre ellos las personas jóvenes. Para comprender los nuevos significados desplegados en los problemas sociales precisamos atender a aquellas personas en situación de precariedad. Medimos esta situación fijando un intervalo de entre el 40% y el 70% de la mediana de la renta equivalente del hogar para cada comunidad autónoma donde se realizaron entrevistas (Almería y Sevilla-Andalucía, Bilbao-Euskadi, y Madrid). Decidimos ampliar el tradicional umbral de la pobreza relativa del 60% a este 70% para abordar no sólo las vivencias de quienes hubiesen caído en las zonas de vulnerabilidad social, sino también de quienes estuviesen en riesgo de caer en ellas 2 . Consideramos relevante dicha ampliación debido al efecto que la inseguridad y las rotaciones laborales constantes ocasionan en las personas jóvenes, exponiéndoles a sacudidas puntuales que difícilmente pueden afrontar ante la falta de seguridad financiera. De esta manera pudimos captar cómo lidian con dicho riesgo en sus vivencias cotidianas, y las consecuencias socioexistenciales que éste entraña.

Las personas entrevistadas se encontraban en torno al 60% de la mediana de la renta en el momento de la entrevista. Tuvimos en consideración también el origen social de cada informante, al valorar que las diferentes posiciones de partida generarían discursos diferentes tanto en la consideración de su situación como en las maneras de afrontarla (Bourdieu, 2007; Martín Criado, 1998). Preguntamos por la renta de los progenitores -calculando un intervalo del 40%-70% de la mediana para considerar las clases bajas, y un mínimo del 130% para las clases medias- así como por sus ocupaciones. Complementamos esta visión multidimensional de las clases teniendo en consideración los estudios alcanzados por los informantes, al responder a modelos de transición diferenciados (Casal, 1998): para los casos procedentes de clases medias se optó por entrevistar a jóvenes con estudios universitarios terminados, mientras que en los casos originarios de clases bajas se priorizaron informantes que hubiesen optado por integrarse en el mercado laboral a edades más tempranas.

Se realizaron diecinueve entrevistas en profundidad y tres grupos de discusión (de ocho participantes cada uno) a jóvenes de entre 25 a 34 años. El trabajo de campo se llevó a cabo entre 2018 y 2019, contactando con jóvenes de las áreas metropolitanas de Bilbao, Madrid y Sevilla, así como de zonas rurales de Almería. Diez de las entrevistas realizadas fueron a mujeres (seis de ellas originarias de clase baja, y cuatro de clase media), y nueve a hombres (cuatro de los cuales procedían de clases bajas, por cinco de clases medias). Se realizaron dos grupos de discusión no mixtos compuestos por personas procedentes de clases bajas en Bilbao (mujeres) y Sevilla (hombres), además de un tercero mixto compuesto por jóvenes procedentes de clase media en Madrid. De esta manera pudimos comparar las diferencias entre los discursos de hombres y mujeres, así como los diferentes efectos socioexistenciales que acarrea la precariedad.

El guion de las entrevistas trató de orientar a las personas entrevistadas a desarrollar un relato de sus vidas, preguntando sobre las trayectorias realizadas para entender cómo las conectaban con sus situaciones presentes. Se pidió a los informantes que relatasen un día normal de sus vidas, para identificar las dinámicas sociales en las que se veían inmersos, así como los problemas cotidianos que afrontaban, para visibilizar las tensiones estructurales que vivían en sus cotidianeidades (Cardenal, 2016, p. 69 ). Se preguntó por las expectativas de futuro para atender a sus proyectos y a las tensiones suscitadas ante los obstáculos a su desarrollo; con esto se quiso comprender también el carácter dinámico de la identidad, para comprender las formas de representar y utilizar el tiempo en sus relatos (De Castro, 2011) y analizar la continuidad entre sus trayectorias, sus vivencias en el presente y sus futuros imaginados. Se preguntó también por los soportes de los que disponían las personas entrevistadas, tanto en su acepción más clásica de relaciones sociales e institucionales de apoyo y cuidados, como en una acepción socioexistencial de objetos, relaciones, experiencias o actividades con los que se construyen sus “entornos existenciales”, desde los que dotar de sentido a sus narraciones (Martuccelli, 2007), pudiendo comprender si los contextos desde los que se produce la identidad dejan de limitarse a la esfera laboral.

La metodología empleada favoreció el uso de técnicas cualitativas que permitieron la interpretación de la información producida por las personas entrevistadas. A través del desarrollo de sus relatos de vida, pudimos acceder a cómo los problemas sociales se enraízan en las vidas individuales, cómo los entienden las personas entrevistadas, y de qué manera lidian con ellos. Se empleó la técnica de la codificación para interpretar los sentidos y significados que los informantes dieron a sus trayectorias biográficas, sistematizando la información producida desde las ideas desplegadas en el marco teórico.

A partir de este trabajo, realicé un análisis que considerase cómo los informantes verbalizaron los problemas relatados. He partido de la tipología de “tramados” dispuesta por Hayden White (1992) para atender a cómo se sitúan los jóvenes en los acontecimientos que se relatan, a fin de comprender el rol que toman en sus vidas ante desafíos que no pueden superar, así como para captar la valoración moral de los procesos sociales que afrontan. Por último, para profundizar en los problemas en la narración de las trayectorias de las personas jóvenes, he reflexionado sobre el carácter dinámico de la “identidad narrativa” (Ricoeur, 2009) en diálogo con el trabajo de Rahel Jaeggi (2014) en torno a los procesos de alienación, a fin de comprender posibles desfases entre los sujetos y sus relatos. La posible falta de continuidad derivada de las trayectorias fragmentadas por la inestabilidad y la incertidumbre, o la desagencialización del narrador en su relato, pueden ayudarnos a captar cómo se entienden y se sitúan los jóvenes en las relaciones laborales que los atraviesan.

OBJETIVOS

Se plantea como objetivo principal del artículo comprender los problemas socioexistenciales derivados del alargamiento de la juventud en un contexto de precarización normalizada. El periodo temporal que abarca esta investigación se establece en los años de recuperación económica tras la crisis del 2008 -y antes de la crisis derivada de la pandemia-, pudiendo estudiar cómo los jóvenes en situación de precariedad experimentan el sentimiento generalizado de degradación multiforme a consecuencia de la crisis (Santos y Martín, 2012, p. 95 ), y cómo su dilatación en el tiempo -incluso acabada la crisis- estaría incidiendo en sus proyectos biográficos. Se plantean tres objetivos complementarios para dar cuenta de diferentes dimensiones de sus narraciones: (a) conocer cómo articulan sus experiencias respecto a la esfera laboral en una narración coherente; (b) atender a la “presencia” de los jóvenes en sus narraciones; y (c) profundizar en cómo perciben, experimentan y afrontan los obstáculos materiales en sus narraciones.

RESULTADOS

La precariedad como sujeto inexpugnable

La precariedad laboral atravesaba el discurso de todas las personas entrevistadas como la experiencia desde la que se explicaban sus trayectorias biográficas. La inseguridad laboral se convertía en la norma del empleo, sintiéndose desprotegidos ante formas de contratación precarias o prácticas laborales que flexibilizan las condiciones contractuales firmadas:

Es lo que hay ahora, es lo que yo digo, es que las empresas hoy en día o te hacen un contrato basura o… o te dicen en el seguro las horas que tienes y después echas más horas y es dinero negro, es lo que suelen hacer las empresas… Mucho engaño, vamos. (Hombre, orig.baja 3 , Sevilla).

La inestabilidad se convierte en el nexo de las trayectorias de los jóvenes entrevistados por dar respuesta a la fragmentación de sus experiencias laborales, pudiendo así establecer un relato coherente que conectase experiencias diferentes entre sí bajo el haz de la precariedad:

Y claro, si estuviera en el aeropuerto indefinida, vamos, me quedo sin pensarlo… Pero de otras cosas me da igual, digo: “venga, pues lo dejo y ya buscaré otro, no me voy a morir”. No pasa nada, si sé que me va a echar cuando quieran… (Mujer, orig.baja, Bilbao).

Los jóvenes desplegaron “narraciones de la incertidumbre” (Benedicto et al., 2016, p. 28 ) debido a sus experiencias laborales, pero también a consecuencia del contexto socioeconómico en que se socializaron y que les tocó vivir en el momento de su inserción laboral. Contexto que era aceptado con una suerte de resignación a “lo que nos ha tocado vivir”, ya que “no queda[ría] otra” en esta nueva normalidad de precariedad aceptada como realidad innegable e inevitable de nuestros tiempos:

Es incómodo pero bueno… pues es que es lo que nos ha tocado, no conocemos otra cosa… pues claro, porque si yo hubiera conocido la estabilidad, por ejemplo, laboral de mi padre y de repente me encuentro con esto… igual me generaría muchísima más ansiedad que esta situación que es la que siempre he tenido (Mujer, orig.media, Madrid)

Abres…abres la mente…ves más gente…ves cómo la gente se apaña y coge lo que puede, o sea, no trabajas en lo que te gusta, trabajas porque lo necesitas… no es… no es la ilusión de… he estudiado esto, me gusta, eso es lo que quiero ser… ahora lo que empuja a trabajar es la necesidad. (Hombre, orig.baja, Almería)

La situación de temporalidad e inestabilidad contractual era aceptada como una interrelación de procesos contra los que no cabe oposición alguna; la configuración normal en que se han socializado y en la que deben aprender a vivir 4 . En sus narraciones esto se tradujo en la semantización de la precariedad y sus procesos como un “sujeto total” (Ramos y Callejo, 2016), constituyéndose en el gran conformador de sus trayectorias. Si la inestabilidad surge como el pegamento que da coherencia narrativa a las trayectorias pasadas ante la falta de elementos comunes para trazar relatos lineales, mientras que la incertidumbre se convierte en la temporalidad común a los jóvenes precarios que desarrollan estrategias presentistas; podría entenderse que la precariedad como remanente de la crisis se reifica, sintiéndola como una entidad independiente a sus actos que engloba estas problemáticas haciéndolas inevitables, determinantes de las realidades y los devenires de sus trayectorias.

Esto sitúa a la precariedad como el sujeto agencial de sus narraciones, viéndose las personas entrevistadas sobrepasadas por aquella, sintiéndose con poca agencia para confrontar sus vaivenes y designios. Desde esta situación de dependencia leían los eventos transicionales, que entendían como desafíos fuera de su control a los cuales no pueden dar respuesta. Esto derivó en frustraciones, acentuadas en el caso de las mujeres al percibir mayores obstáculos al desarrollo de sus proyectos biográficos. Algunas entrevistadas señalaron cómo la temporalidad y la ausencia de salarios adecuados les obligaba a retrasar la maternidad o la emancipación residencial; si bien este último desafío era común en ambos géneros, muchas mujeres denunciaron la imposibilidad de poder costear alquileres por sí mismas ante un mercado inmobiliario fuertemente orientado a la vida en pareja, con pocas oportunidades para personas con ingresos precarios:

Es que es complicado… no pienso mucho… o sea, eso que ya te digo, que hago plazos de… de un año en mi vida… no sé… Sí que me gustaría ser por ejemplo ama, o madre, ¿no? Tener… pero, o sea, pero pienso y digo: ¿Con qué dinero? No sé… es difícil hacer planes de futuro. (Mujer, orig.media-alta, Bilbao).

El problema es irme de casa. Yo me quiero ir de casa y o me busco una amiga o… […] Es horrible, yo a este paso no me jubilo ni me independizo… (Mujer, orig.baja, Gdiscusión, Bilbao).

Tramas de la precariedad

La narración de las trayectorias de las personas entrevistadas quedaba definida por la existencia de un sujeto total que, al determinar las configuraciones prácticas que afrontan en sus relaciones laborales, se erigen como productoras privilegiadas de los tramados de sus narraciones. La trama es tejida por quien relata la narración, pero la agencia en ella dispuesta es producto del contexto intersubjetivo de agentes que participan de los acontecimientos que la componen (Bucholtz y Hall, 2005, p. 606 ); al experimentar las relaciones laborales como relaciones con esferas inapropiables, los jóvenes ceden la capacidad de dirección de sus vidas a éstas (Jaeggi, 2014, p. 150 ), que acaban por determinar las puntadas del tejido de sus narraciones, en las cuales incluso tienen dificultades para situarse:

Yo estoy cabreada por así decirlo con el… con esta sociedad, o sea… no me termino de habituar, no me termino de situar… quiero un cambio. Por otro lado, estoy como en stand by, me siento un poco paralizada ¿sabes? Porque sí, me quejo mucho de los trabajos y me quejo mucho de las condiciones y al final termino trabajando en otro trabajo de mierda… Pero claro, cuando dices de irte a otro sitio sin tener dinero, es que tampoco puedes… entonces… pues sigo aquí… (Mujer, orig.baja, Almería)

Articularon sus narraciones a partir de dos tramados marcados según White (1992) por la percepción de un eterno retorno de lo mismo en lo diferente. Una parte de las personas entrevistadas articuló una trama satírica, una narración dominada por el temor a la futilidad de la acción humana ante la tarea de derrotar a las fuerzas oscuras de las que los seres son prisioneros (White, 1992, pp. 19-20). Este tramado era articulado mayoritariamente por jóvenes procedentes de clases bajas, referenciando lo inapelable de las condiciones precarias que han ido experimentando, y a las cuales se habrían tenido que acostumbrar:

¿En qué ámbitos me siento más indefensa? Pues… bueno, laboralmente en muchos sitios, o sea porque no sé qué me voy a encontrar o con qué voy a tener que lidiar… si voy a tener que estar descifrando que me están engañando o que me la quieres colar o que me ¿sabes? No… me produce como… ¿Cómo se dice eso? Una indefensión aprendida ¿no? […] Esa sensación de que da igual lo que hagas… (Mujer, orig.baja, Almería)

El otro tramado que aparecía con fuerza en los discursos fue el del romance, la lucha del protagonista contra los obstáculos del mundo para reconciliarse con éste y completar su destino. Los jóvenes procedentes de clases medias articularon así sus relatos, describiendo los obstáculos a sus transiciones desde una “aproximación sucesiva” (Casal, 1998, p. 311) en la que alargarían sus presentes a la espera de una mejora de la situación (particular o estructural), aprovechando la moratoria para tantear diferentes opciones (sean empleos precarios o estudios postobligatorios). De esta manera afrontan los obstáculos inciertos del mundo, que superarían en un futuro indefinido gracias a sus recursos (sobre todo formativos).

No obstante, conforme avanzaban sus relatos y se enfrentaban a la tarea de describir ese futuro de reconciliación final, el temor a no poder escapar de la precariedad produjo un movimiento regresivo en sus historias (Gergen y Gergen, 1988, p. 24 ). La trama del romance se deslizaba hacia la tragedia, un choque de fuerzas que acaba en la caída del protagonista llevando a una toma de conciencia de la “ley que gobierna la existencia humana, provocada por los esfuerzos del mundo” (White, 1992, p. 20 ); la reconciliación final de este tramado no supone el éxito del protagonista, sino la resignación a las condiciones inalterables y eternas del mundo, dentro de cuyos límites se debe buscar la seguridad:

Pues expectativas, espero en un buen trabajo, a lo mejor, en principio no, pero, de lo mío, sabes, empezar de lo mío, pero en un trabajo tal, bajo, bajo pagado e ir cogiendo experiencia y… e ir subiendo un poquito, tener un trabajo estable, un sueldo, no pido la leche, pero que te dé para vivir normal. (Hombre, orig.media, Madrid)

Te obliga a un cambio de estructura mental. […] Planificas de una manera distinta, planificas... en mi caso, a corto plazo, a metas que van un poco en camino a lo que yo quiero pero que veo que son poco asequibles. (Hombre, orig.media, Gdiscusión Madrid).

Estos tramados poseen una extensión temporal que impone límites a la acción desplegada en el relato (Ricoeur, 2009, p. 245 ); su extensión quedaba marcada por la incertidumbre, haciendo del futuro una nebulosa de difícil predicción, que se afrontaba de forma diferente según el tramado. Los jóvenes procedentes de clases bajas consideraron sus futuros como completamente contingentes, definidos por el miedo al futuro (llegando a temer no poder emanciparse nunca, o incluso a no disfrutar de pensiones); mientras que los jóvenes procedentes de clases medias optaron por pensar únicamente en el corto plazo ante las dificultades para dibujar los contornos del futuro soñado de reconciliación en la estabilidad.

Presentes intransitables y desfases temporales

Si bien la aceptación de la precariedad fue generalizada entre las personas entrevistadas, que obstaculizasen el desarrollo de sus trayectorias produjo tensiones existenciales. El dinero o poder adquisitivo atravesaba todos los discursos como un mediador de las posibilidades sobre la vida cotidiana; en paralelo, el trabajo proporcionaba autonomía e independencia, tanto en el ámbito económico -por proporcionar la independencia económica adscrita al estatus adulto- como en un ámbito más socioexistencial. La precariedad del soporte laboral (y la falta de seguridad económica derivada de ésta) producía problemas para pensar en el futuro de sus trayectorias:

Mi miedo, en mi caso, es eso, no tener yo mi vida ¿no?, tener que estar a la costa de la habitación de mi… de cuando era pequeña, mi cama, vamos, mi casa de mis padres, no tener, joder, dinero para tener mi vida ¿sabes? No tener dinero para tener mi casa, ya no te digo mi casa con mi pareja, quiero para mí, una para mí. (Mujer, orig.baja, Gdiscusión Bilbao).

El trabajo actúa como un soporte material por proporcionar recursos con los que lograr la independencia (y permitir afrontar los demás eventos transicionales), pero también por garantizar la estabilidad y la seguridad ontológica necesarias para poder pensar en términos de futuro. Sus narraciones de la incertidumbre sitúan sus biografías en temporalidades no transitables, en presentes eternos, mientras que la inestabilidad amenaza con devolver ese eterno retorno que desarticula las trayectorias acumuladas por los jóvenes, generando una ruptura en sus temporalidades que suprime los progresos acumulados:

Cómo te da la vida tantas vueltas y te puede pasar esto, con lo que uno ha trabajado, es lo que uno puede pensar, con lo que yo he trabajado cómo me ha podido pasar esto, […] me daba rabia por todo lo que ha pasado en un pli de plas, con toda mi familia, ¿sabes?, cuando nosotros hemos sido honrados, trabajadores, ¿sabes? Puede… te puedes sentir mal, ¿sabes o no? Y sentirte vacío por dentro, con todo lo que ha construido uno. […] Es una sensación rara, porque creías que lo tenías todo y no te faltaba de nada y ahora que se achica todo y no tienes nada. (Hombre, orig.baja, Sevilla)

Aparecieron metáforas de movimiento para verbalizar que se sentían atrapados en temporalidades terminales, en “stand by”, en una “espera eterna”, sin posibilidad de “avanzar” hacia una dirección futura discernible; también verbalizaron cómo episodios de crisis como la pérdida del trabajo generan rupturas que deshacen los avances ya realizados, convirtiendo sus trayectorias pasadas en hechos difícilmente apropiables al no garantizarles una conexión lineal con sus futuros. Para explicarse este estancamiento emplearon diferentes metáforas sobre los obstáculos que afrontan, “muros que hay que saltar”, “pozos sin fondo” o “barreras que pone la vida”, otorgando así un estatus de realidad a los procesos de la precariedad, que se presentan en sus vidas como pruebas con vida propia que deben superar por sí mismos.

Este problema se tradujo en un agobio por no “subir de nivel” como el temor a que sus trayectorias no progresasen, acentuado al exponer las personas entrevistadas un desfase entre sus temporalidades subjetivas, atrapadas en presentes de los que no pueden extraer gratificación alguna, y la temporalidad del mundo, que avanzaría inexorablemente sin que puedan prepararse para afrontarlo. El futuro se presentaba como un desafío de difícil resolución ante los obstáculos que les aferran a sus presentes:

Es como si todo el mundo subiera de nivel, hablando en videojuegos, y yo no subiera mi nivel, y para mí encontrar trabajo es como que puedo subir nivel, equipararme o estar a la altura […] Pues no estar a la misma altura, vamos si dijera todo esto dirían: “No, tú estás como todos, no digas tonterías”, obviamente. Pero es algo interno, intrínseco, mi sensación personal… (Hombre, orig.media, Bilbao).

Yo creo que también lo que yo carezco es de proyecto, por eso no… empiezo ningún camino o no sé lo que me pasa, pero es lo que creo que me pasa y empezar a actuar para lo que realmente quiero… Y tener claro lo que quiero, claro… porque es que sin tenerlo claro y estando aquí y allí es muy complicado. (Mujer, orig.media, Sevilla)

El desfase entre el tiempo externo (o tiempo histórico) y el tiempo interno (o tiempo de la narración) es propiedad del dinamismo del relato, que configura la contingencia de cada evento que lo compone en hechos necesarios por el desarrollo temporal de la trama (Ricoeur, 2009, p. 346 ). Este desfase generó confusión e incoherencias en sus relatos, debido a la naturaleza abierta de la identidad narrativa. En los relatos de los jóvenes, este desfase como el miedo a que sus proyectos no pudiesen materializarse provocó que los futuros imaginados se diluyesen al narrarlos; el carácter contingente de sus temporalidades les supuso dificultades para entretejer los acontecimientos de sus trayectorias como hechos necesarios, poniendo por momentos en duda la continuidad de sus narraciones.

Nuevos anclajes existenciales

Los jóvenes que presentaban menores problemas o que narraban haber progresado en algún grado eran aquellos que contaban con soportes estables que les permitiesen aferrarse al presente para no temer los envites de la incertidumbre futura. A la hora de preguntar por los elementos que les proporcionaban mayor seguridad, los informantes remitían a un grupúsculo de relaciones, recursos o actividades en los que su capacidad de agencia aparecía con mayor fuerza, recobrando así una “presencia” desde la que narrarse su identidad (Jaeggi, 2014). En muchos casos se hablaba de las relaciones familiares o de pareja como fuente de bienestar emocional (y de apoyo material); otros jóvenes, sobre todo hombres, se describieron a sí mismos como sus principales soportes, refiriéndose a sus capacidades formativas o incluso actitudinales que darían la vuelta a su situación de dependencia:

La seguridad que me da a mí que… no se me caen los anillos por trabajar de lo que sea, o de… de hecho… vamos, que me emocionó y todo, mi hermano me escribió en feria, subido en el coche, caballo, nunca había acariciado un caballo y en dos semanas ya… todo lo que conlleva preparar un caballo y demás, coño, me escribió un mensaje, dice: “Quillo, dice, la verdad que lo tuyo es de admirar, dice, quillo”. Sin saberlo, voy abriendo puertas a… como te digo, como te dije antes… yo si necesito, vamos a ver cómo te lo explico, como cuando te dije antes, me he quedado parado, sí, pero por otro lado no me preocupo tanto, el quedarme parado porque yo sé que… que puedo trabajar de muchas cosas. (Hombre, orig.media, Sevilla)

Otros jóvenes señalaron soportes que no sólo les otorgaban seguridad al poder desconectarse de su situación precaria, sino que les permitían desarrollar su identidad en otras esferas en contraposición (o en complementación) a la laboral. Relataron así formas de rearticulación de actividades o experiencias cotidianas para dotarlas de un medio de expresión desde el cual poder anclar sus identidades, ante la inestabilidad que la precariedad asentaba en sus presentes:

Suelo hacer con un amigo, un poco de coña, le llamamos “footingterapia”, pues vamos a correr a las tardes y pues eso descargamos un poquito el uno y el otro y… la verdad que nos viene bien porque… tanto él como yo tenemos… pues nuestros dilemas… nuestras complicaciones vitales y pues al final ayuda. […] Puedes tienes otra visión de lo que te está pasando, externa, que al final siempre es necesaria ¿no? Porque como te metas tú en tu propio bucle, pues muchas veces, bufff… (Hombre, orig.media, Bilbao).

El ejemplo introducido aúna los componentes expresivos, relacionales y existenciales de estos amortiguadores cotidianos: él y un amigo practicaban el jogging como forma de desconexión de sus problemas para hacer algo “productivo” (gracias a la cercanía metonímica entre el deporte y ese estar “activo” o “moverse”), que reconfiguraron articulándolo con conversaciones sobre sus problemas personales (pudiendo expresar y compartir sus tensiones subjetivas), y así además contar con una “perspectiva externa” que permita racionalizar los problemas para no caer en un “bucle” del que sería imposible salir (suponiendo un claro amortiguador existencial, al descargar las tensiones verbalizadas y poder resituarse correctamente en sus trayectorias).

DISCUSIÓN

Se ha destacado que en la revisión de los discursos la precariedad aparece como la normalidad constitutiva de la experiencia biográfica de los jóvenes entrevistados; el haberse socializado durante el estallido de la crisis y haber intentado integrarse en el mercado laboral en una situación de mayor incidencia de la precariedad ha alterado los esquemas lógicos y prácticos de estos jóvenes. Se explica así la aceptación de la precariedad, tanto en términos materiales -al enfrentarse a contextos de precariedad en sus relaciones prácticas- como en términos discursivos: las ideas de inseguridad, inestabilidad e incertidumbre -que definen la condición de vulnerabilidad de la precariedad como exposición a contingencias (Parfitt y Barnes, 2020)- aparecen como elementos que permiten unir experiencias diferentes entre sí y así suturar la fragmentación pudiendo crear continuidad en sus relatos. La continuidad de la identidad de un sujeto depende de su capacidad para integrar los diferentes cambios experimentados en sus trayectorias (Ricoeur, 2006; Jaeggi, 2014); las rupturas experimentadas por los jóvenes en sus trayectorias acabarían explicadas por una inestabilidad constituida como el elemento común que da coherencia a sus trayectorias, fijadas al presente sin tener que orientarlas hacia un futuro insondable al establecer la incertidumbre como el eje pivotal de sus narraciones.

No obstante, la precariedad no es aceptada estoicamente. Las rupturas que narran, así como el miedo a la pérdida de las trayectorias acumuladas, producen desfases, verbalizados en la sensación de no poder “situarse”, “entenderse” o “habituarse” al mundo, y de encontrarse “entre aquí y allí”, entre dos espacialidades desdobladas y enfrentadas consigo mismas que provoca desgarramientos en sus formas de situarse en el mundo (Bourdieu, 1999, p. 210 ). Desfases ante la representación de un mundo hostil que obstaculiza motu proprio sus desarrollos biográficos. Si bien la articulación de tramados supone la cohesión de los diferentes acontecimientos y procesos vividos mediante sus narraciones, su formulación en términos satíricos, o la caída de sus tramas romances hacia relatos trágicos implica la supeditación de lo narrado a fuerzas ajenas a la agencia de los narradores. La consideración de la precariedad como sujeto total permite así a los narradores rellenar el hueco agencial vaciado por los obstáculos estructurales que les dificulta sentirse agentes de sus propias vidas.

Aparecían dificultades a la apropiación de sus trayectorias ante procesos reificados (Jaeggi, 2014, pp. 58-59 ) que, por escapar a su control y su capacidad de previsión, les impedían prefigurar un sentido o dirección futura hacia la que orientar sus trayectorias. Esto no limitó su capacidad para narrarse sus trayectorias, al introducir la incertidumbre como principio de continuidad, pero produjo tensiones cotidianas que aparecían en sus relatos en forma de rupturas no suturadas por completo. Los discursos eran inconsistentes, incoherentes por momentos al plantear elementos antagónicos; las expectativas de seguridad y estabilidad futuras se contraponían a sus temores a la incertidumbre y a la constatación de la precarización, situando dichos escenarios de mejora en espacios indeterminados cuyos contornos se diluían conforme avanzaban sus relatos. Esto lleva a repensar las ideas sobre el presentismo en los jóvenes, al aparecer como una vía de escape -de reducción de expectativas laborales, por ejemplo- pero también como una coerción del presente que atrapa en él, produciendo desfases entre las temporalidades de los sujetos y la temporalidad del mundo.

El origen de clase juega un papel relevante en las diferencias de percepción respecto a este desfase, aceptado por los provenientes de clases bajas como resultado de la contingencia en que les sume la precariedad, convirtiendo el futuro en un mar insondable de incertidumbre. Los jóvenes procedentes de clases medias tratan de responderla mediante respuestas individualizadas o biográficas (Beck y Beck-Gernsheim, 2003), acortando sus perspectivas de futuro al corto plazo a la espera de una mejora de su situación en un futuro indefinido. Comprender la precariedad, empleando el análisis desplegado por Tejerina (2020, p. 98) , implica entenderla como un hecho estructural y normalizado de la estructura que hace referencia al riesgo de caer en las zonas de vulnerabilidad, así como a la capacidad de gestión de recursos y competencias. Atender a los soportes de los que disponen los actores permitirá comprender sus formas de lidiar con la vulnerabilidad, tanto en términos materiales como existenciales.

Recientes investigaciones muestran que soportes tradicionales como las redes familiares o la seguridad financiera de los hogares siguen amortiguando el impacto de los procesos de precarización (Barnes y Weller, 2020, p. 539 ), al proveer seguridad y estabilidad con la que enfrentarse a las contingencias de la incertidumbre 5 . Pero debemos ampliar la tipología de soportes y sus potencialidades, atendiendo en palabras de Martuccelli (2007, p. 81) a cómo los individuos construyen su “entorno existencial combinando relaciones u objetos, experiencias o actividades diversas, próximas o lejanas, que, en la ecología así constituida, van o no a dotarse de significaciones absolutamente singulares”.

Los jóvenes relataron la importancia de actividades de ocio para “moverse” y “activarse” -cumpliendo las prerrogativas del trabajo sobre sí manifestadas en sus metaforizaciones- y así establecer una rutina cotidiana desde la que apropiarse de sus presentes, o de darse formas de expresión para verbalizar las tensiones derivadas de la esfera laboral. Este conjunto de actividades o experiencias remiten a modos de constitución de texturas existenciales que amortiguan las contingencias de la precariedad, y que permiten significarse dentro de los límites de sus presentes para así reagencializarse en sus narraciones. Dichas texturas permiten así mismo realizar un proceso de distanciamiento necesario respecto al contexto laboral para producir un nuevo orden temporal que coordine aspectos de la experiencia de diversas esferas (De Castro, 2011, p. 105 ); el distanciamiento permitía a muchos jóvenes ganar una perspectiva externa para reevaluar los problemas derivados de la precariedad, expresándolos de un modo coherente con sus relatos.




CONCLUSIONES


Las secuelas de la crisis económica del 2008 han profundizado los procesos de precarización en la estructura laboral española, incidiendo en las biografías de amplias capas de jóvenes que experimentan un alargamiento obligado de su etapa juvenil ante los distintos obstáculos a la realización de sus trayectorias. Alargamiento consecuencia de los diversos procesos entreverados por la precarización, que constituyen la nueva normalidad laboral para los jóvenes españoles. La individualización de los proyectos biográficos lleva a entender dichos obstáculos como desafíos propios de las trayectorias individuales, y el alargamiento de la juventud como consecuencia de no haber tomado las decisiones correctas, responsabilizándose de no poder avanzar hacia el futuro.

En este contexto, los problemas materiales que afrontan los jóvenes en situación de precariedad se traducen en problemas a la hora de narrar sus biografías. La generalización de narraciones de la incertidumbre lleva a sentirse atrapados en sus presentes; las actitudes presentistas aparecen como una estrategia ante la precariedad para lidiar con la imposibilidad de transitar hacia el futuro. Sin embargo, este presentismo supone un desfase respecto de los tiempos sociales del mundo externo, que avanza irremediablemente mientras los jóvenes se ven atrapados en los límites intransitables de sus presentes. Así, los jóvenes sentían ese presentismo como una imposición que obliga a permanecer estancados en espacio-tiempos de no-significación, los cuales no aportan los recursos necesarios para hacer frente a los eventos transicionales. El presentismo sería entonces un proceso paralelo al de la precariedad, una consecuencia de la vulnerabilización de los jóvenes, que encierra sus trayectorias sobre sí mismos, impidiendo hacer frente al avance del futuro.

Este desfase causa tensiones en los jóvenes que dificultaban la articulación de sus narraciones. Ante la sensación de no poder avanzar por cuenta propia, los jóvenes acudieron a una precariedad entendida como fenómeno total o reificado, en tanto variable explicativa de sus trayectorias para rellenar y dar sentido a los huecos entre sus experiencias fragmentadas. Entendieron la inestabilidad como el nexo que da coherencia a sus experiencias fragmentadas, articulando una trama a sus trayectorias aun dentro de los límites del presentismo; mientras que la incertidumbre permeaba en sus expectativas, convirtiéndose en la temporalidad de sus trayectorias para dar sentido al estancamiento en los límites de sus presentes. Esto quedaba estructurado dentro de los tramados empleados por los jóvenes, la sátira y la tragedia, que remitían a la sensación presentista del eterno retorno, del que es imposible escapar contra el que no se puede pugnar, o en cuyos límites uno debe reconciliarse. Tramados que reconocen el papel inefable de la precariedad como sujeto estructurador de las biografías de los jóvenes, y conformador de las situaciones en las que se hayan, que remite a un sujeto agencial, en cuyos contornos los jóvenes deben ver cómo reconfigurar su capacidad de agencia.

Queda señalar por último cómo la inseguridad derivada de la situación de precariedad afectaba al tramado de las narraciones de los jóvenes, constituyendo un condicionante central de sus trayectorias y de su capacidad para pensar al medio plazo. La inseguridad laboral conlleva problemas para sostener la independencia de los individuos; la falta de soportes con los que sostener la existencia -en términos metafóricos, arraigar las trayectorias a presentes fértiles de cuyo suelo absorber seguridad con la que poder desarrollarse- suponía que algunas situaciones se experimentasen como rupturas biográficas, que añadían a las tensiones derivadas por el presentismo el miedo al colapso del progreso acumulado. La fragilización del soporte laboral implicaba dificultades para anclar los incipientes proyectos de los jóvenes precarios. La inseguridad laboral, por tanto, se traducía en una inseguridad socioexistencial al desaparecer certezas sobre la posibilidad de realización de los proyectos biográficos. En este sentido, una ampliación del análisis de los soportes para dar cuenta de fuentes alternativas de sentido que amortigüen los efectos de la precariedad presenta una óptica privilegiada para estudiar la agencia de los jóvenes. Si los límites en los que atrapa el presentismo ya no proporcionan gozos autosuficientes apropiables para los jóvenes, comprender la seguridad aportada por soportes distintos a lo laboral permitirá comprender la forma en que los jóvenes sortean obstáculos para narrarse desde sus vidas cotidianas.

AGRADECIMIENTOS

Proyecto de I+D+i “Nuevas formas de vulnerabilidad socio-existencial, soportes y cuidados en España” (CSO2016-76179-R; 2016-2020), (AEI/FEDER, UE), financiado por el Programa Estatal de Investigación, Desarrollo e Innovación Orientada a los Retos de la Sociedad del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016. Agradezco al Investigador Principal del proyecto, Jose Santiago, los comentarios y sugerencias sobre los debates que plantea este texto. Quiero agradecer así mismo las revisiones anónimas facilitadas por la RES que han mejorado tanto en estructura como calidad la propuesta original de este artículo.




NOTAS


1 Si bien el término “juventud” permite englobar a los y las jóvenes empleando un sustantivo aparentemente neutro, incurre en problemas conceptuales al homogeneizar las experiencias de jóvenes de diversos orígenes y estratos sociales. Este término será empleado en el texto únicamente para designar la etapa socioetaria socialmente reconocida que presupone una serie de pautas, eventos y experiencias compartidas, y que se orienta hacia la adquisición del estatus de adulto (Revilla, 2001, p. 118). Para referirse a los casos concretos que experimentan este tránsito, el texto hará uso del término “los jóvenes” para designar a las personas de entre 25 y 34 años, hombres o mujeres, que se enfrentan a una serie de obstáculos materiales por su situación de precariedad.

2 La Red Europea de Lucha Contra la Pobreza (EAPN por sus siglas en inglés) hace uso de este umbral para conocer el espacio social de vulnerabilidad de aquellos cuya renta está ligeramente por encima del umbral de pobreza (Esteban y Losa, 2015, p. 10). Este espacio de vulnerabilidad quedaría constituido por aquellos expuestos a la contingencia de riesgos en su vida económica y laboral (Mathieson et al., 2013, p. 32).

3 Para agilizar la lectura, emplearé la abreviatura “orig.” como “origen de clase”, seguida de la clase propiamente dicha para referirme a la procedencia del entrevistado.

4 Incluso en la que ya han aprendido a vivir, como denota ese “si hubiera conocido la estabilidad laboral […] igual me generaría muchísima más ansiedad”; los jóvenes entrevistados crecieron y se socializaron en la época más aguda de la crisis, teniendo que incorporar esquemas de percepción (expectativas) más acordes a esa situación.

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