In memoriam / In memoriam

In Memoriam Salvador Giner



Cristóbal Torres Albero ORCID

Universidad Autónoma de Madrid, España cristobal.torres@uam.es

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 30 Núm. 3 (Mayo - Junio, 2021), a54. ISSN: 1578-2824




El pasado 3 de marzo de 2020, justo en la semana previa a la declaración del estado de alarma por la pandemia del Covid 19, un grupo de académicos llevamos a cabo un homenaje y recuerdo del profesor Salvador Giner, fallecido unos pocos meses antes. Fue un acto íntimo y emocionante en el que, entre otros, participaron Victoria Camps, José García-Velasco, Emilio Lamo de Espinosa, Francisco Laporta, Luis Moreno Fernández, Manuel Pérez Yruela, Enrique Rodríguez Ibáñez, Amelia Valcárcel, Fernando Vallespín y Ramón Vargas-Machuca.

Las siguientes palabras constituyen mi evocación en dicho homenaje de una figura académica descollante, que tanto trabajó y tanto prestigio aportó a la sociología española en general y a la Federación Española de Sociología (FES), muy particularmente en los siempre difíciles tiempos fundacionales. Y, claro está y aun con la distancia generacional, de un entrañable y siempre divertido amigo (mi buen Voret).

El primer recuerdo personal que tengo del bueno de Salvador es de hace ya algo más de 25 años. Bajaba las escaleras de la Fundación Ortega y Gasset con el mismo donaire que lo hubiera hecho la actriz Rosa María Sardá. Así que enseguida intuí que su bonhomía personal iba a estar, por lo menos, a la altura de la vis cómica de la Sardá. No me equivoqué. Emilio Lamo de Espinosa me había pedido que llevara la coordinación ejecutiva del Diccionario de Sociología de Alianza Editorial. Un ambicioso proyecto que impulsó la perspicacia editorial y el tino académico de María Cifuentes y que me iba a permitir trabajar estrechamente con Salvador en los siguientes tres años. Pero no necesité de ese tiempo para darme cuenta de su calidad humana. Tras las presentaciones oportunas por parte de Emilio nos fuimos los tres a comer, y a los postres sus zascandiles ocurrencias ya me habían conquistado.

La primera edición del Diccionario la hicimos toda a golpe de carta postal y teléfono. Cada cierto tiempo, y aprovechando sus frecuentes viajes a Madrid, los tres editores nos reuníamos. Y en todo ese trato personal y telefónico profundicé no solo en conocer su calidad humana, sino también en su siempre jovial y positiva actitud ante sus amigos, conocidos y colegas. El común origen alicantino de nuestras respectivas familias (en el caso de Salvador por la vía paterna) reforzó la relación de amistad a partir de las mutuas chirigotas de burla que con destino a nuestros pueblos nos dedicábamos a la menor ocasión. El de su padre era Aigües de Busot que él hacia como propio. El concurso de chascarrillos y chanzas en valenciano/catalán hubiera servido para más de un sketch de Polònia, el conocido programa de sátira política y ciudadana de la TV3. Un día que fui a verle a su despacho de la Universidad de Barcelona y me invitó a comer en un cercano restaurante me dijo al sentarnos: “Mira el titular que mañana sacarán los periódicos, ¡¡¡¡catalán invita a valenciano!!!!”. Acerté a decirle que esa si era una buena prueba empírica para confirmar su teoría de las aporías en las sociedades modernas, pero que por su propio anuncio ya tenía que ser una profecía que se autocumpliera. Su capacidad de autoburla era tan infinita y ocurrente como sus chanzas quevedianas dedicadas a sus amigos y colegas a los que quería o apreciaba con sincera actitud. Varias veces me refirió la nostalgia que embargaba a su padre en los últimos años de su vida y enseguida entendí que eso mismo ya le ocurría a él. Incluso entreví que el origen de su afecto por mí podía tener que ver con mi niñez alicantina que él imaginaba hubiera podido ser también la suya.

Pero en el trato personal de todos estos años también conocí su honestidad y humildad, su honda finura intelectual y su vasto conocimiento teórico y conceptual. Incluso antes de conocerle personalmente la lectura de su libro Sociología fue un hito crucial para reforzar mi orientación juvenil hacia el quehacer sociológico. Tengo una preciosa anécdota a propósito de que este era el libro obligatorio que hacía leer a mis alumnos de primero de la licenciatura de Económicas. En mitad de un examen final se me acerca un estudiante nervioso y me dice que la pregunta no figuraba en el manual del profesor Giner y que podía demostrármelo. Cuál no sería mi sorpresa, y la del despistado alumno, al comprobar que el libro del estudiante cuyas tapas exteriores en efecto correspondían con el ya mencionado libro de Salvador, en realidad escondía en su cuerpo el conocido ensayo de Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. El alumno me regaló este fallido ejemplar de la cadena de producción de la imprenta, que había mezclado tapas de un libro y cuerpo de otro, y yo tuve una temporada ocurrencias para hacerle guasa sobre la transmutación catalana del protestantismo alemán encarnada en su profeta Max Weber i de San Julián (pues ese era su segundo apellido).

En el verano de 2016, coincidiendo con el Congreso Nacional de Sociología en Gijón, tratamos desde la ejecutiva de la FES de hacerle un homenaje a toda su trayectoria contando con su presencia, pero su entonces ya delicada salud nos hizo desistir de ello. Sin embargo, en octubre de 2016 me lo encontré en Córdoba con motivo del homenaje por la jubilación de su gran amigo Manuel Pérez Yruela. Me llevé una gran alegría al verle tan animado, simpático y ocurrente como siempre. En 2017, estando en el CIS, traté de animarle para que recopilara algunos de sus artículos o ensayos desperdigados por la galaxia Gutenberg y los hilara con un ejercicio reflexivo autobiográfico. Hubiera sido una gran contribución a la colección Trayectorias que por esos días yo impulsaba para revitalizar las publicaciones del CIS. Lamentablemente no tuve éxito porque su salud había vuelto a deteriorarse. Llegué tarde. Aunque me queda el consuelo que en 2001, y con ocasión del primer número de la Revista Española de Sociología (la RES), sí que conseguí de él ese ejercicio reflexivo de combinar trayectoria personal, contexto social y producción intelectual sustantiva. En la web de la RES se puede encontrar ese texto titulado “Algunas notas sobre mi trabajo sociológico” al que, en la introducción editorial que entonces preparé, califiqué como una pieza maestra de cómo se gesta una vida intelectual trufada de avatares políticos. Animo a todos los lectores de estas líneas que no conozcan este texto para que puedan abordarlo tranquilamente, porque ahí se encuentran muchas de las claves de su vida y de su producción intelectual contadas por él mismo. Y en esta misma senda, también puede consultarse su entrevista con el profesor Héctor Romero Ramos aparecida en la revista Política y Sociedad en 2005 (41.2).

El último contacto con Salvador lo tuve en la semana santa de 2019 cuando, tras visitar la Universidad de Chicago, le mandé a través del whatsApp de su esposa Montserrat unas fotos del histórico edificio de ciencias sociales donde él estudio a principios de la década de los sesenta del siglo pasado. Me contestó con un emocionante email lleno de nostalgia por esos años y de afecto por acordarme de él.

No era para menos pues, lazos personales aparte, con libros como Sociología y con otros como El progreso de la conciencia sociológica o su Historia del pensamiento social, aprendí la mejor tradición clásica de la teoría social y sociológica que él conocía y exponía con un virtuosismo inigualable. Algo que alcanzó el cenit con su libro Teoría sociológica clásica y con su trabajo como editor en el volumen Teoría sociológica moderna, ambos publicados a principios del siglo XXI. Sus escritos sobre la sociología de la sociología en España, su labor como impulsor de la Federación Española de Sociología, y su dedicación como coordinador de varias iniciativas editoriales contribuyeron a empatizar personal e intelectualmente todavía más con él. Pero sin duda fue el trabajo mano a mano con Salvador en las dos ediciones del Diccionario de Sociología, lo que más nítidamente me permitió apreciar y disfrutar de su sabiduría y clarividencia intelectual. Tomando el famoso dictum newtoniano no tengo duda de que si algo he podido aprender de las ciencias sociales y de la sociología en particular es porque, en más de una ocasión, pude subirme a hombros de Salvador Giner, un gigante del pensamiento sociológico contemporáneo.

Así que por todo esto, por tu amistad, por tu bonhomía y por todo tu magisterio allí donde ahora estés, moltes graçies querido, volgut, Voret.