Artículos/ Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2022.87

¿Cuál es el vínculo entre las estrategias de cuidado infantil y la inserción laboral de las cuidadoras?


What is the link between childcare strategies and the job of caregivers?


Natalia Genta ORCID

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay. Autor/a para correspondencia. natalia.genta@gmail.com


Karina Batthyany ORCID

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay. kbatthyany@gmail.com


Valentina Perrotta ORCID

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay. vperrottag@gmail.com


Sol Scavino ORCID

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay. solscavino@gmail.com


Sharon Katzkowicz ORCID

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay. sharon.k.junio@gmail.com

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 31 Núm. 1 (Enero - Marzo, 2022), a87. pp. 1-27. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 19/11/2020
Aceptado / Accepted: 14/06/2021




RESUMEN

El presente artículo tiene como objetivo analizar las estrategias de cuidado infantil de las mujeres trabajadoras, en términos de su participación y de sus horas de dedicación. Los datos surgen de la Encuesta de Estrategias de Cuidados para Montevideo y Área Metropolitana, representativa de los hogares con población en situación de dependencia. Los hallazgos principales dan cuenta de dos casos de riesgo para la autonomía económica de las mujeres. En 1 de cada 3 hogares en el NSE bajo encontramos hogares tradicionales de Único proveedor y Única cuidadora, lo que implica vulnerabilidad en el acceso a derechos al trabajo para las mujeres y ausencia de los varones en la responsabilidad de cuidado. Casi 1 de cada 4 hogares de los sectores medios responden al modelo de Doble proveedor, pero donde solo una mujer participa de los cuidados, es decir, mujeres que trabajan a jornada completa pero que solo ellas dedican tiempo al cuidado. Padres que asumen escasamente el cuidado y mujeres que afrontan las tensiones de trabajo remunerado y cuidado ponen en riesgo la capacidad de mantener su autonomía económica.

Palabras clave: Estrategias de cuidado infantil, trabajo remunerado de las mujeres, modelos de articulación trabajo y cuidados, familismo.


ABSTRACT

The objective of this article is to analyze the childcare strategies of working women, in terms of their participation and their hours of dedication. The data come from the Survey of Care Strategies for Montevideo and the Metropolitan Area, representative of households with a dependent population. The main findings account for two cases of risk for the economic autonomy of women. In 1 of every 3 households in the low SES, we find traditional households of Sole provider and Sole caregiver, which implies vulnerability in access to rights to work for women and absence of men in the responsibility of care. Almost 1 in 4 households in the middle sectors respond to the Double provider model, but only one caregiver, that is, women who work full-time but who only dedicate time to care. Parents who undertake little care and women who face the stresses of paid work and care risk their ability to maintain their economic autonomy.

Keywords: Child care strategies, women's paid work, work and care articulation models, familism.




INTRODUCCIÓN


El objetivo del presente artículo es analizar las estrategias de cuidado infantil en las mujeres trabajadoras en Montevideo. Se enfoca en las modalidades de cuidado infantil según la situación de las mujeres en el mercado laboral, en términos de su participación y de sus horas de dedicación. El articulo analiza las distintas estrategias desarrolladas por las mujeres para poder trabajar y cuidar (o derivarlo). Al mismo tiempo, se analiza como la carga de cuidado es determinante en la participación laboral de las mujeres y de sus horas de trabajo remunerado.

La participación de las mujeres en el mercado laboral ha experimentado una expansión considerable a nivel mundial y regional, a pesar de una fuerte desaceleración de su crecimiento en América Latina desde el 2000 a esta parte, período que se caracterizó por un contexto de crecimiento económico de los países de la región (Longo, 2009; Filgueira y Martínez, 2019).

La autonomía económica es una condición necesaria para el empoderamiento de las mujeres, que les otorga mayor poder relativo en las estructuras familiares, pudiendo negociar e incidir en la toma de decisiones que afectan sus vidas cotidianas. El trabajo continúa siendo fuente de identidad a la vez que contribuye a la generación de lazos sociales y participación en la comunidad, más allá de las relaciones familiares (UN Women, 2019).

A partir del concepto de división sexual del trabajo, las mujeres suelen ser mandatadas a la realización de las tareas domésticas y de cuidados de manera no remunerada, siendo el epicentro de su desarrollo social el ámbito privado, mientras que en los varones están presentes los mandatos de proveeduría económica a partir de su inserción en el ámbito público. No obstante, esta división sexual del trabajo se ha visto modificada a partir de la mencionada incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral y el sistema educativo, aunque la mayoría de los análisis empíricos que estudian el reparto de tareas de cuidados y domésticas entre varones y mujeres han señalado que dichos trabajos no han sido redistribuidos (Genta y Perrotta, 2015). Esto coloca una fuerte tensión sobre la vida de las mujeres quienes se hacen cargo del trabajo de cuidados y doméstico y, a la vez, buscan autonomía económica y realización personal a partir de su incorporación en el mercado de empleo.

Las estructuras familiares, los servicios de cuidados, la cantidad de personas dependientes en los hogares son aspectos que están relacionados con la incorporación de las mujeres en el mercado laboral pero no así con la de los varones. La carga de cuidados de niños/as y personas dependientes, continúa siendo un elemento fundamental para entender el acceso de las mujeres al mercado laboral.

El presente artículo se centra en el caso montevideano, la capital del país pionero en el desarrollo de un Sistema Nacional Integrado de Cuidados en la región (Aguirre et al, 2014).

Este Sistema surge como una respuesta pública a la crisis de un modelo de cuidados familista, que evidenciaba importantes desigualdades de género y sociales, y que logró colocarse en la agenda pública y ser tomada por los actores de gobierno. El Sistema se constituye en la política nacional de cuidados, que entre sus principales objetivos se ha propuesto la articulación y regulación de los servicios y prestaciones para el cuidado de personas dependientes. Entre sus principios orientadores y sus propósitos se encuentra la transformación de las relaciones de género inequitativas en los cuidados a través de la promoción de la corresponsabilidad social y de género, es decir de una redistribución de las cargas de cuidado al interior de los hogares, y entre las familias y el Estado, así como entre las familias y un mercado mejor regulado.

La organización social del cuidado en América Latina

En América Latina, el régimen de cuidados (Bettio y Plantenga, 2004; Aguirre, 2009) es familista y feminizado; lo cual implica que los cuidados de personas en situación de dependencia son provistos principalmente por las mujeres de las familias sin remuneración a cambio y sin profesionalización. A diferencia de otros regímenes de bienestar como los presentes en los países del Norte Europeo, el rol del Estado no es central, relegando a las mujeres los costos de su realización (Aguirre, 2009; Martínez, 2014).

Esto supone un régimen de desigualdad extendido, aunque en países como Uruguay, se ha abierto la discusión política sobre la distribución social de los costos y responsabilidades de cuidado (Batthyány, 2015; Filgueira y Martinez, 2019). La prevalencia de una división sexual del trabajo, en donde se asigna a las mujeres la responsabilidad de realizar trabajo doméstico, de cuidados o comunitario durante toda su vida sin remuneración y acceso a la protección social, basado en una naturalización de esas tareas, limita el goce de una ciudadanía plena de las mujeres (Esquivel, 2016; OIT, 2018).

Respecto a los aspectos estructurales, la distribución de tiempo, dinero y servicios de cuidados en una sociedad depende de orientaciones políticas e ideológicas respecto al rol del Estado en relación con el bienestar y la organización social de los cuidados. Esta última permite reconocer una estructuración heterogénea y dinámica en la que intervienen la oferta de servicios y la demanda. La organización social de los cuidados puede considerarse la provisión y producción de bienes y servicios por parte de Estado, mercado, familias y comunidad (Razavi, 2007), así como su feminización o masculinización. En un mismo país pueden convivir diversos regímenes de cuidados (Faur y Pereyra, 2018), conforme la diversidad de contextos de interacción.

La literatura ha señalado que los Estados socialdemócratas tienden a redistribuir los costos de los cuidados a través de la desmercantilización y desfamiliarización de los mismos, buscando que la responsabilidad sea colectiva a través del Estado y la comunidad. Los regímenes de carácter neoliberal, por el contrario, individualizan los costos y los riesgos, y en algunos casos atendiendo necesidades específicas de poblaciones altamente vulnerables mediante el desarrollo de políticas sociales de carácter focalizado (Tronto, 2013; Fraser, 2015).

Estos son dos modelos esquemáticos y antagónicos que muestran cómo los posicionamientos políticos e ideológicos impactan en acciones distintas en relación con los cuidados. El primero busca redistribuir responsabilidades y costos del cuidado en el total de la población, intentando revertir las inequidades sociales existentes, mientras que los segundos, construyen al cuidado como un problema privado, a ser resuelto por las personas que cuentan con diferentes recursos para ello. De esta manera, el cuidado como social care admite la revisión de los derechos y los deberes de ciudadanía, al tiempo que permite cuestionar y evaluar los modelos sociales y las respuestas colectivas a la resolución del bienestar (Esping-Andersen, 1993, Razavi, 2007; Daly y Lewis, 2011). Así la definición de la organización social del cuidado desde una perspectiva de derechos supondría la necesidad de estimular la corresponsabilidad en la realización de la tarea entre varones y mujeres y en la redistribución de costos del cuidado, aspectos que requieren una reorganización material pero también simbólica y de representaciones sociales de género y cuidados (Adelantado et al, 1998; Daly y Lewis, 2011; Esping-Andersen, 2008; Pautassi, 2007).

Existen varias caracterizaciones a partir de las cuales se puede clasificar regímenes de bienestar como promotores de corresponsabilidad en los cuidados. Esping-Andersen (1993) propuso analizar la producción de bienestar social en base a dos dimensiones: la mercantilización/desmercantilización y la familiarización/desfamiliarización de la producción de bienes y servicios para el sostenimiento de la vida.

Saraceno y Kreck (2008) analizaron las políticas y la organización sociales de cuidados en distintos países y elaboraron cuatro categorías de regímenes de bienestar. La primera incluye países en donde no hay políticas para el cuidado ni protección social para las familias. Las personas (frecuentemente mujeres) se hacen cargo como pueden del cuidado de las personas con quienes tienen una relación de parentesco (hija/o, pareja, padre o madre, etc). Lo hacen ante la ausencia de otras opciones. Son regímenes de familismo por defecto. Un segundo tipo, es el de familismo soportado en el cual los Estados realizan políticas focalizadas como transferencias monetarias para apoyar a las familias para poder brindar cuidados, es decir, refuerzan que las familias sean las principales cuidadoras (lo cual no contribuye a modificar la división sexual del trabajo), pero brindan recursos económicos vinculados al cuidado. El tercer modelo es el familismo opcional, en donde existen opciones de atención como servicios que se prestan para proporcionar cuidados a familiares, de uso público que implican apoyo en las tareas de cuidado. En este modelo, el cuidado realizado por las familias es una opción ya que existen opciones de cuidado, que permiten que las personas puedan elegir cuidar o no de mano propia, en un marco de oportunidades de desfamiliarización del cuidado. Sin embargo, en este modelo el cuidado no es un derecho individual, ya que el sujeto de la política es la familia, a diferencia del modelo desfamiliarizador. En este último, existe una individualización de los derechos sociales, los cuales reducen las responsabilidades familiares y aumentan las responsabilidades colectivas canalizadas a través del Estado, colectivizando los riesgos del cuidado (Tronto, 2020), de corresponsabilidad entre el Estado, el mercado, la comunidad y las familias y principalmente entre varones y las mujeres.

Las características de la organización social del cuidado, en términos de la familiarización/desfeminización del cuidado es determinante para la participación laboral de las mujeres. En términos generales, cuando aumentan las oportunidades de desfamiliarizar el cuidado (servicios, prestaciones, etc) permiten a las mujeres incrementar su acceso al trabajo remunerado. De todas formas, como han demostrado los antecedentes (Pfau-Effinger, 1998) el contexto institucional de oferta de servicios y políticas de cuidado no es el único factor que determina el acceso de las mujeres al mercado laboral, pero debe ser tenido en cuenta en el análisis.

Desigualdades de género en la participación en el mercado laboral

La desigualdad en la participación en el mercado laboral entre varones y mujeres se relaciona con la distribución de las tareas domésticas y de cuidados de niños/as, particularmente en parejas heterosexuales de doble ingreso. La carga de cuidados afecta a las mujeres independientemente de su edad, participación o nivel socioeconómico, generando una superposición de trabajos que las perjudica particularmente. Hirata (2015) señala la existencia de cuatro modelos de distribución del trabajo remunerado y los cuidados: aquel en que las mujeres no trabajan de manera remunerada y se hacen cargo del trabajo doméstico y de cuidados, siendo el varón el proveedor económico (tradicional), aquel en que las mujeres trabajan pero son ellas quienes se hacen responsables del trabajo no remunerado siendo los varones “eximidos” de la responsabilidad por los mandatos de género (de con-ciliación), aquel en donde mujeres y varones comparten el trabajo doméstico y de cuidados, siendo necesaria una igualdad de condiciones entre varones y mujeres (de asociación) y aquel en donde las mujeres delegan el cuidado y las tareas domésticas a otras mujeres remuneradas o no, familiares o no (modelo de delegación). Este último reproduce desigualdades de clase entre las mujeres, favoreciendo el posicionamiento irresponsable de los varones en la realización del trabajo de sostenibilidad de la vida (Tronto, 2018).

La sobrecarga de trabajo de reproducción (tareas domésticas y cuidados) se asocia con las desventajas de las mujeres en la participación en el mercado laboral, viéndose restringidas sus oportunidades de crecimiento profesional para acceder a trabajos más valorados y oportunidades de capacitación y calificación (Troncoso, 2020; Batthyány, Genta y Scavino, 2019).

A su vez, la sobrecarga de trabajo de las mujeres convive con la persistencia de una noción del empleo femenino como un “complemento” al empleo de los varones (principales proveedores del hogar), mandatado por una clásica noción de división sexual del trabajo en donde el ámbito productivo es el ámbito de desarrollo por excelencia de los varones. Este posicionamiento, si bien es fuertemente exigente, coloca a los varones en una situación de poder respecto a la dimensión económica a la interna de los hogares (Batthyány, Genta y Perrotta, 2012).

Si bien desde el 2000 se ha registrado un crecimiento económico en la región, que como ha sido mencionado, se vio acompañado por una desaceleración de la participación femenina en el mercado laboral, entre la década del 80 y el 2000 las condiciones del mercado en AL se deterioraron fuertemente, siendo una situación similar a la que podría ocurrir en el contexto económico actual. La desigual dis-tribución del trabajo de cuidados y doméstico no remunerado entre varones y mujeres (Batthyány et.al., 2018; Arraigada, 2009) y las desigualdades sociales entre las mujeres que acceden y permanecen en el mercado laboral, han generado la creación de un límite en la inserción de las mujeres al mercado laboral. Las mujeres de niveles socioeconómicos altos, más y mejor integradas al mercado laboral, dependen más del mercado para resolver los cuidados (incluyendo la contratación de mujeres del sector bajo); y quienes pertenecen a estratos bajos se apoyan más de las familias, fortaleciendo las desigualdades socio estructurales preexistentes (Batthyany, Genta y Scavino, 2019).

Ante esta situación de desigualdades de género, (donde no se logra repartir el trabajo doméstico y de cuidados con los varones) y socioeconómicas, las mujeres han generado estrategias adaptativas disminuyendo el número de hijos, aceptando trabajos más precarios y flexibles y obteniendo una mayor presencia de familiares (deseada o no) no remunerados para el cuidado (Durán, 2004; Aguirre, 2009; Filgueira y Martínez, 2019).

En el caso argentino, Faur (2018) dio cuenta de cómo las situaciones de mayor informalidad en el empleo de las mujeres generan dificultades en sus vidas como cuidadoras y trabajadoras. Las situaciones de informalidad limitan el acceso a las políticas de cuidados canalizadas a través del empleo formal como las licencias parentales o los bonos a servicios de cuidados (Faur, 2018). Sumado a esto, la cultura empresarial repite la premisa: “las mujeres son más caras para las empresas” por sus roles reproductivos (no compartidos con sus pares varones).

Al igual que Faur (2018), Esquivel (2016) plantea que las diferencias en los posicionamientos sociales entre las mujeres son muy importantes y se han conjugado procesos que favorecen un incremento en la polarización social. Los mismos refieren al plano educativo, tasas de fecundidad, participación en el mercado laboral, participación en ámbitos políticos y esperanza de vida.

En relación con la participación de las mujeres en el mercado laboral, un reciente informe de la ONU (2017) señaló las características de los escenarios de empoderamiento económico y las restricciones presentes en cada uno. Para las mujeres de niveles educativos más altos, los techos de cristal señalan las restricciones de estas a las decisiones y al patrimonio. En el caso de las mujeres de niveles educativos medios la imagen de escaleras rotas sugiere su vulnerabilidad en el mercado laboral al entrar y salir, particularmente cuando están encargadas de los cuidados de personas en situación de dependencia. Las mujeres de niveles educativos y económicos más bajos, con mucha dificultad logran entrar al mercado laboral, obtener empleos formales y salarios dignos los cual las coloca en un escenario de pisos pegajosos, sin recursos suficientes para poder salir de su situación social.

La carga de cuidados como determinante para la participación en el mercado laboral

Los determinantes en la participación en el mercado laboral de las mujeres han sido regularmente estudiados por economistas y sociólogas haciendo énfasis en distintas dimensiones. Nicole-Drancourt (1994) sostenía que los factores determinantes de las trayectorias laborales podían identificarse como: estructurales (contextuales –desempleo, programas y políticas de gestión de la mano de obra), sociodemográficos (edad, sexo, situación familiar, formación y calificaciones) y de factores estratégicos (capacidad para tomar decisiones, combinar recursos, definir su situación).

Las mayores cargas de cuidados (presencia de niños y edades), la disponibilidad de cuidadoras (tipo de hogar), la situación conyugal, además de los determinantes como pobreza o educación impactan en el acceso y en las horas de trabajo de las mujeres. Un estudio a nivel mundial mostró que la presencia de niños/as menores de 6 años en el hogar, el número de hijos y la edad de estos son factores claves para determinar si una mujer participa o no en el mercado laboral (Azcona, et al, 2020, p. 8). Los hogares monomarentales (a cargo de mujeres con sus hijos), tienen más chances de participar en el mercado laboral en relación con el promedio de las mujeres en edad de trabajar (Azcona, et al, 2020).

Como señalan varios estudios, la inserción laboral femenina se ve condicionada por el trabajo no remunerado (cuidados y tareas domésticas) que asumen las mujeres en el marco de las familias (Lupica, 2015; CEPAL, 2016a; ONU Mujeres, 2016 en Salvador y De los Santos, 2016).

En Montevideo, según los datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH, INE, 2019), la brecha en el empleo según sexo es similar en hogares con y sin niños de entre 0 y 12 años (en torno a 13 puntos porcentuales). Sin embargo, cuando observamos las diferencias en la participación entre varones y mujeres, según el nivel de ingresos del hogar y cuando hay niños, la brecha de género aumenta a medida que disminuyen los ingresos del hogar, especialmente para el tramo de edad de 0 a 3 años. En los hogares del tercil de ingresos más bajo y con presencia de niños de 0 a 3 años, se observa la brecha de género más alta, con la tasa de participación de las mujeres más baja, de 46,7%, siendo la brecha de 28,7 puntos porcentuales. Esta brecha es de tan solo 4,7 puntos porcentuales en el tercil más alto en los hogares con presencia de niños de 0 a 3 años (Tabla 1)


Tabla 1. Tasa de ocupación de mujeres y varones según tercil1 de ingresos, pertenencia o no a un hogar con niños/as y tramos de edad de los/as niños/as. Montevideo, 2019.

0 a 3 años

4 a 12 años

0 a 12 años

Varón

Mujer

Total

Varón

Mujer

Total

Varón

Mujer

Total

Bajo

75,4

46,7

58,9

65,3

50,3

56,9

67,2

49,0

56,9

Medio

87,8

77,8

82,4

82,3

71,5

76,3

83,3

72,3

77,3

Alto

90,6

85,9

88,2

85,8

80,1

82,8

86,9

81,7

84,1

Fuente: Elaboración propia en base a la Encuesta Continua de Hogares, INE, 2019.


Es decir que, en hogares de ingresos altos, donde las posibilidades de externalizar el cuidado en el mercado aumentan, las mujeres logran una mayor inserción laboral más cercana a la tasa de participación de los varones.

Las desigualdades de género como una limitante a las capacidades de desarrollo de las economías son visualizadas como una problemática cada vez más central para los estudios económicos (Bárcena y Prado, 2016 en Salvador y De los Santos, 2016: 4). Los cuidados como articuladores de los procesos de producción y reproducción contribuyen a explicar los frenos en el desarrollo económico en general y su carácter desigual, siendo central analizar el papel de los cuidados en relación a las trayectorias laborales de las personas (CEPAL, 2016a en Salvador y De los Santos, 2016, p. 4).

Las trayectorias laborales débiles de las mujeres que son madres suelen afectar a corto plazo la percepción de ingresos, pero, además, tienden a generar una posición permanentemente más débil de las mismas en relación al mercado laboral (Joshi et al., 1996; Sigle-Rushton y Waldfogel, 2007; Waldfogel, 1998 en Gambaro, Marcus y Peter, 2016). En casos en los que las madres tienen vínculos más fuertes con el mercado laboral, y los apoyos gubernamentales son más extensos, estos tienen un efecto en la reducción de los costos en la maternidad (Gambaro, Marcus y Peter, 2016). El cuidado de los niños por parte de instituciones aumenta las tasas de empleo de las madres, así como las horas de trabajo.

La compatibilidad de horarios entre trabajo y servicios de cuidado tienen un papel relevante, por ejemplo, la oferta de servicios en horario vespertino aumenta las chances de que las madres trabajen (Gambaro, Marcus y Peter, 2016). Es importante atender que los resultados encontrados no reportan efectos en la participación de los padres varones en el trabajo remunerado, confirmándose el hecho de que la ausencia de corresponsabilidad en los cuidados afecta exclusivamente las trayectorias laborales de las mujeres, quienes son mandatadas a ser las principales cuidadoras.

En Canadá (2001) se llevó a cabo un análisis comparativo con países europeos que muestra que la presencia de servicios de cuidado infantil tiene efectos positivos en la participación de las mujeres en el mercado laboral. Concluyen que los servicios de cuidado infantil deberían ser más abundantes y asequibles en caso de que se busque garantizar los derechos al trabajo por parte de las mujeres, principalmente de aquellas que forman parte de familias de bajos y medianos ingresos. Señalan como ejemplo de política a los écoles maternelles de día completo en Francia, que son gratuitos y están disponibles universalmente para todos los niños a partir de los tres años y que funcionan durante ocho horas por día (White, 2001).

En Uruguay, un análisis de la participación de los niños en centros de cuidado infantil mostró que el hecho de que las madres trabajen 40 horas o más es estadísticamente significativo a la hora de explicar su asistencia cuando la misma no es obligatoria de 0 a 3 años (Katzkovitcz, 2020).

En este caso, la asistencia de los niños aumenta conforme lo hace la edad, y las motivaciones de no asistencia se vinculan con la no incorporación de las mujeres jóvenes en el mercado laboral y la sobrecarga de cuidados en los hogares (Failache, et al. 2018). El hecho de que la madre esté ocupada aumenta un 6,3% la probabilidad de que los/as niños/as asistan a servicios de cuidados infantiles. Por su parte, la disponibilidad de servicios públicos impacta positivamente en la decisión de asistir, aunque de manera moderada (Failache et al, 2018). La asistencia a centros por parte de niños/as de 3 años impacta positivamente en el aumento de las horas que las mujeres jóvenes dedican al mercado laboral. La universalización de la cobertura de servicios de cuidados potenciaría la incorporación de las mujeres jóvenes que son madres en los quintiles de menores ingresos y en ciudades del interior de Uruguay, comprobando que una política de cuidados tendría efectos redistributivos en pos de la mayor igualdad social entre mujeres (Failache et al, 2018).

En Uruguay, actualmente asistimos a un período de reducción de brechas de género de trabajo doméstico y de cuidados entre varones y mujeres, aunque son resultados que deben matizarse y continuar profundizándose. Con datos de las Encuestas de Uso del Tiempo (2007 y 2013) puede observase que hay un aumento de las horas de trabajo remunerado de las mujeres y una leve disminución del tiempo dedicado al trabajo doméstico. Al mismo tiempo tanto varones como mujeres aumentaron el tiempo que dedican al cuidado de niños/as y disminuyeron el tiempo dedicado a otras actividades del hogar como por ejemplo el trabajo doméstico (Buchelli y Lara, 2018).

En el caso europeo la tendencia en el reparto del trabajo doméstico y de cuidados tiende a la convergencia en términos generales. En un texto de Altintas y Sullivan (2016) se analizan 66 encuestas de uso del tiempo de 19 países de modo de dar cuenta de las diferencias de género en las tareas del hogar en el periodo 1961-2011. En general hay cambios hacia la mayor igualdad de género, pero con diferencias significativas entre países tanto en el nivel como en el ritmo de convergencia.

Específicamente, hubo una desaceleración de la convergencia de género desde finales de la década de 1980 en países donde el tiempo de hombres y mujeres en las tareas del hogar ya era más equitativo. La convergencia de género más pronunciada continúa en aquellos países donde la división de género de las tareas del hogar era más desigual. El panorama nacional muestra una tendencia continua hacia una mayor igualdad de género en la realización de las tareas del hogar. En los países nórdicos, donde la política social y ideología de género son más propicias para la igualdad de género, parece que el movimiento en la dirección de la igualdad de género continúa, aunque quizás a un ritmo más lento.

En cuanto a la tendencia al alza de la participación de la mujer en la fuerza laboral, se señala que su continuidad depende de la conciliación del trabajo remunerado con el trabajo de cuidados, particularmente de las mujeres con menores niveles educativos, y menores ingresos personales y del hogar, señalando el papel central de las políticas públicas en impulsar estos cambios (Espino et al, 2016).

Contexto institucional de oferta de cuidados en Uruguay

En el año 2015 se promulga la Ley Nro.19.353 de creación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados en Uruguay, la cual busca garantizar el derecho al cuidado. Su objetivo es la promoción del desarrollo, autonomía personal, atención y asistencia de las personas dependientes entre los que se incluyen los niños-as. En este marco, uno de sus objetivos refiere a la transformación del modelo familista de cuidados proveyendo nuevos servicios y regulando la oferta existente. También se propone la transformación de la división sexual del trabajo que redunda en una sobrecarga de trabajo de cuidados para las mujeres. A continuación, se hará una breve descripción de los servicios y prestaciones vigentes en el país.

En cuanto a las políticas de servicios de cuidados, no se cuenta con una oferta pública extendida de servicios de al menos 20 horas semanales para los niños de 0 a 2 años. La asistencia a centros de cuidados de niños/as de 0 a 4 años aumenta con la edad. Los indicadores clásicos de cobertura suelen considerar únicamente la asistencia (si concurre o no); en Uruguay, según los datos de la Encuesta Nacional de Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS, 2018), 13,3% de los niños de 0 años asistían a un centro, aumentando a 38,7% cuando tienen 1 año, 57,0% cuando tienen 2 y 77,7% cuando tienen 3. Los niveles de cobertura de centros de los/as niños/as de 4 años y más son cercanos al 100%. A la edad de 4 años es obligatoria la concurrencia a un centro educativo, y por tanto las tensiones en su cuidado son menores en relación con cuando tienen entre 0 y 3 años. Existen evidencias de preferencias más familistas del cuidado a menor edad de los niños/as, así como también a menores niveles socioeconómicos de los hogares (Batthyány, Genta y Perrotta, 2013).

Si se consideran 20 horas semanales de asistencia de los/as niños/as a centros de cuidados, los datos de la ENDIS muestran que las proporciones son menores: solo el 2,5% de los de 0 años asisten, 13,8% de los de 1 año, 42,0% los de 2 y 70,4% los de 3 años. Esta situación se agudiza cuando se considera la asistencia a un centro de cuidados de 40 horas o más a la semana. Sólo el 4,9% de los/as niños/as de 0 a 4 inclusive asisten a centros 40 horas semanales o más, lo que cubriría una jornada laboral de lunes a viernes de 8 horas diarias. Para las edades de 0 a 3 años inclusive, los datos no permiten realizar afirmaciones con significación estadística. En el caso de los de 4 años, el 11,2% asisten 40 horas o más a centros. Agrupando los/as niños/as de 0 a 2 años inclusive y 3 y 4, es posible afirmar que del primer grupo de niños/as sólo el 2,4% asiste a centros 40 horas o más, mientras que lo hace el 8,6% del segundo grupo.

Esto indica que el cuidado está fuertemente familiarizado, que se realiza principalmente en los domicilios privados y que la disponibilidad de tiempo para la realización de otras actividades como trabajar, estudiar o gozar del tiempo libre está restringida por la escasa oferta de medios para poder desfamiliarizar. Esto último afecta principalmente a las mujeres encargadas del cuidado. A su vez, la mayor parte de los niños/as de 0 a 2 años inclusive, concurre a centros privados, costeados de manera privada. La elección de centros privados muchas veces obedece a su mayor extensión horaria y flexibilidad en el manejo de los tiempos. Pero solo una parte de las mujeres puede acceder a ellos, lo que condiciona la inserción laboral de las mujeres más pobres o que no cuentan con recursos para costearlos.

Las licencias por maternidad, paternidad y parentales son ejemplos de políticas de tiempo disponibles en el país para el cuidado de niños/as de 0 a 2 años. Desde 2013, se amplió la licencia maternal de 12 a 14 semanas y la licencia paternal de 3 a 13 para trabajadores dependientes de la actividad privada (Ley 19.161). Las licencias por maternidad son utilizadas por 96,6% de las mujeres, mientras las licencias por paternidad por 83,0% de los varones según los datos de la Encuesta de Usos de Licencias Parentales y Roles de Género en el Cuidado (Batthyány, Genta y Perrotta, 2018).

Existe también reducción horaria de medio horario para el cuidado, pudiendo ser utilizado tanto por la madre como por el padre hasta los seis meses del hijo/a. El permiso puede ser fraccionado entre mujeres y varones, de forma alternada, lo cual representa una acción concreta en vías de promover la equidad de género en los cuidados, pero al no ser un derecho individual e intransferible, desde su implementación los varones representan alrededor de un 2% de quienes lo utilizan (Batthyány, Genta y Perrotta, 2018, Batthyány y Perrotta, 2020)

La principal debilidad de las políticas de licencias en Uruguay radica en su aparente “neutralidad” respecto a quién puede hacer uso del medio horario parental, además del escaso tiempo que se ofrece a los varones en su licencia por paternidad. Los sistemas de licencias parentales “neutrales” al género han demostrado no impactar en un mayor involucramiento de los varones en los cuidados, requiriéndose de incentivos específicos para que hagan uso, es decir tiempos etiquetados para los padres, que si no los usan los pierden, bien remunerados y que no compitan con el tiempo de licencia del que hace uso la madre.


METODOLOGÍA


La base empírica de este artículo es la Encuesta de Estrategias de Cuidado (en adelante, EnEC) desarrollada por el Grupo Sociología de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Fue implementada durante los meses de mayo y noviembre de 2019, siendo representativa de los hogares con niñas/os y personas en situación de dependencia de Montevideo y Área Metropolitana (niños/as de 0 a 12 años, personas dependientes de entre 13 y 69 años, o personas mayores de 70 años con dependencia). La misma es de carácter transversal, y debe tenerse presente que al momento de la encuesta Uruguay se encontraba con bajos niveles de desempleo y altos niveles de empleo formal. La evidencia empírica fue recogida antes de la crisis por la pandemia Covid-19, por lo que los resultados han de entenderse en dicho contexto. La muestra constó de 1201 hogares integrados por 4572 personas, lo cual representa 1.020.845 personas.

Los hogares fueron contactados previamente por los-as encuestadores-as, a partir de las bases de datos provistas por organismos estatales en el marco de convenios institucionales de estricta confidencialidad. Dicha información permitió ubicar a hogares con presencia de población dependiente. A partir del acuerdo telefónico se concretaba la entrevista, contando en todos los casos con el consentimiento de las personas entrevistadas y explicitando de manera clara el uso de los datos por parte de las investigadoras. La persona que responde la encuesta es mayor de edad y declara conocer cómo se realiza la distribución de los cuidados en el hogar.

Las principales dimensiones abordadas por la encuesta fueron: estrategia de cui-dados, factores intervinientes en las estrategias, costos del cuidado, representaciones sociales del cuidado, composición del hogar y caracterización sociodemográfica de los hogares.

Para conocer la estrategia de cuidado, se consultaba quién era la persona o la institución que se hacía cargo principalmente del cuidado de cada niño o niña para cada hora del día, considerando las 24 horas.

En relación con los costos, para cada persona o institución que se declaraba cuidadora se consultaba el costo que el hogar afrontaba por mes por dicho servicio, tanto para el pago de personas familiares como no familiares, así como para instituciones. Las representaciones sociales del cuidado refieren a mandatos culturales presentes en población respecto a la participación de varones y mujeres en los cuidados y en el empleo, consultadas a partir del nivel de acuerdo con frases respecto a quiénes deben cuidar a niños pequeños, cómo debe ser el reparto de estas tareas entre varones y mujeres, cuánto deben participar las instituciones, cómo debe ser la participación de varones y mujeres en el mercado laboral cuando hay niños pequeños en el hogar, entre otras. La caracterización socioeconómica y sociodemográfica se midió a partir del Índice de Nivel Socioeconómico (INSE), que es una medida sintética computable a partir de un breve cuestionario al hogar que en base a una batería de preguntas indirectas permite estimar y clasificar a la población según su capacidad de consumo o poder adquisitivo. Esta medida es consensuada por Cámara de Empresas de Investigación Social y de Mercado del Uruguay (CEISMU).

Teniendo en cuenta los múltiples factores que determinan la participación de las mujeres en el mercado laboral encontrados en la revisión bibliográfica, el presente trabajo se centrará en cómo impacta la carga de cuidados de niños/as hasta 12 años en la participación de varones y mujeres en el mercado laboral

¿Cómo afecta la carga de cuidados el acceso de las mujeres al mercado de trabajo?

La EnEC, arroja información sobre la dedicación horaria de varones y mujeres al cuidado de los niños de hasta 12 años de Montevideo y Área Metropolitana, así como de su vínculo con el mercado laboral y del uso que hacen de las distintas alternativas de cuidado durante sus horas de trabajo remunerado.

A partir de esta encuesta se observa que, de las horas diarias de cuidados demandadas por los hogares con niños/as de hasta 12 años, el 72,7% son cubiertas por mujeres, el 14,6% por varones y 12,7% por instituciones. Considerando que dentro de la primera infancia los cuidados tienden a ser más feminizados y familiarizados, puede verse que para niños/as de entre 0 y 3 años el 81,2% de las horas son aportadas por mujeres, 12,6% por varones y 6,3% por instituciones.

Entre niños/as de 4 a 12 años aumenta el aporte de cuidado institucional (15,1%), aliviando la carga de las mujeres (70,1%), lo cual se relaciona a la universalidad de la educación escolar para este tramo etario. En cuanto a la participación de los varones en el cuidado, se mantiene similar en las distintas edades de los niños (14,7%) con la particularidad de que, en los niños de 4 a 12 años, el tiempo que aportan los varones a los cuidados es menor al brindado por las instituciones (Tabla 2).

Cuando hablamos de “Participación de mujeres” se refiere a a las horas de cuidado que los niños quedan a cargo de mujeres tanto familiares, como no familiares, y siempre en el marco del hogar. La categoría “Participación de varones” refiere a lo mismo en el caso de varones. La categoría “Participación en instituciones” refiere a las horas que los niños están cuidados en instituciones.

Las diferentes variables utilizadas en las tablas deberían definirse mejor. Por ejemplo, cuando se trata de instituciones, ¿qué se incluye exactamente aquí, y dónde se vería el cuidado aportado por familiares o cuidadoras informales? La categoría de mujer cuidadora parece problemática, ¿incluye solo a las madres, o también a otras mujeres cuidadoras?


Tabla 2. Distribución porcentual de horas dedicadas por cada agente de cuidados Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Niños/as de 0 a 3

Niños/as de 4 a 12

Niños/as de 0 a 12

Participación de mujeres

81,2

70,1

72,7

Participación de varones

12,6

14,7

14,6

Participación de instituciones

6,2

15,1

12,7

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.


La participación laboral de las mujeres que son las principales cuidadoras de los niños influye en su dedicación al cuidado. En el caso del cuidado de los niños menores de 3 años se observa un quiebre en la dedicación de las mujeres al cuidado cuando superan las 30 horas de dedicación al trabajo remunerado. En las mujeres que no trabajan o lo hacen hasta 30 horas semanales, la participación en el cuidado infantil alcanza al 90% de las horas necesarias para el cuidado, mientras que cuando trabajan entre 30 y 39 horas semanales, las mujeres cubren el 78,1% de cuidados y cuando lo hacen por más de 40 horas, esta dedicación baja al 73% de las horas (Tabla 3). Por tanto, a medida que aumentan las horas de trabajo remunerado, se reducen las horas dedicadas al cuidado.


Tabla 3. Distribución porcentual de horas dedicadas por cada agente de cuidados según nivel socioeconómico y situación ocupacional de la PCP en niños de 0 a 3 y 4 a 12 años. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Hogares con presencia de niños/as de 0 a 3

Hogares con presencia de niños/as de 4 a 12

Participa-ción de Mujeres

Participa-ción de Varones

Participa-ción de Ins-tituciones

Participa-ción de Mujeres

Participa-ción de Varones

Participa-ción de Ins-tituciones

No trabaja

88,0

8,8

3,3

81,6

9,5

8,9

Trabaja hasta 20 horas

88,6

9,7

1,7

77,8

11,4

10,9

De 20 a 29 horas

90,1

6,3

3,6

70,5

15,7

13,8

De 30 a 39 horas

78,1

13,8

8,1

70,4

11,9

17,7

De 40 horas en adelante

73,0

18,8

8,2

62,7

18,4

19,0

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.


En el caso del cuidado de los niños de 4 a 12 años, cuando las mujeres trabajan hasta las 20 horas semanales, cubren prácticamente el 80% de las horas de cuidado, lo que se reduce a 70% en el caso de las mujeres que trabajan entre 20 y 40 horas semanales y a 62,7% entre quienes lo hacen por más de 40 horas semanales.

El cuidado brindado por los varones no presenta una tendencia clara en función de la dedicación al cuidado de las mujeres, es decir, que por ejemplo cuando las mujeres trabajan mayor número de horas y reducen su dedicación al cuidado, esto no tiene consecuencias en el comportamiento de los varones.

Cuando observamos los hogares según trabajo remunerado de madre y padre, podemos ver que en el total de los hogares con niños/as de 0 a 12 en Montevideo y Área Metropolitana, el 23,3% tiene madres que no trabajan, ante un 4,3% de hogares donde los padres no trabajan (Tabla 4). Este indicador también muestra un sentido clásico de la división sexual del trabajo en donde las mujeres que cohabitan en parejas y con niños/as tienden a retirarse más del mercado laboral o a no trabajar, y en los varones recaen los mandatos de proveeduría económica. A su vez, cuando los niños son más pequeños se mantiene la brecha de participación laboral entre mujeres y varones. Particularmente, en el 27,1% de los hogares con niños/as de 0 a 3 las madres no trabajan y esto sucede con el 7,4 de los hogares en el caso de los padres que no trabajan (Tabla 4).


Tabla 4. Distribución de hogares con presencia de niños/as de 0 a 12 años, de 0 a 3 y 4 a 12, según horas de trabajo de padres y madres. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

De 0 a 12

De 0 a 3

De 4 a 12

Madre

No trabaja

23,3

27,1

23,4

Trabaja hasta 20 horas

10,7

11,1

11,5

21 - 30 horas

13,6

13,4

13,7

31 - 40 horas

22,8

21,2

21,8

Más de 40 horas

15,0

10,9

15,4

No participa o no vive en hogar

14,5

16,4

14,2

Total

100

100

100

Padre

No trabaja

4,3

7,4

3,8

Trabaja hasta 20 horas

2,1

2,0

2,0

21 - 30 horas

3,9

3,5

3,6

31 - 40 horas

18,2

20,2

17,5

Más de 40 horas

17,0

16,6

16,6

No participa o no vive en hogar

54,5

50,4

56,4

Total

100

100

100

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.

A continuación, se analiza la distribución del trabajo de cuidados entre padres y madres en el hogar según las horas de dedicación al trabajo remunerado de las madres. La elección de utilizar la situación laboral de la madre y no tomar en cuenta la situación laboral de los padres se debe a que, en prácticamente la totalidad de los casos, los padres de la muestra están insertos en el mercado de trabajo. En todas las categorías se explicita la situación del padre y de la madre respecto al cuidado. Por tanto, fue considerada una variable constante para la elaboración de las categorías. Se clasifican los hogares en las siguientes categorías:

1. Único proveedor- Único cuidador: La madre cuida y no trabaja de forma remunerada y el padre no cuida.

2. Proveedor y medio- Única cuidadora: La madre cuida y trabaja de forma remunerada por menos de 30 horas semanales y el padre no cuida.

3. Doble proveedor- Única cuidadora: La madre cuida y trabaja de forma remunerada por más de 30 horas semanales y el padre no cuida.

4. Único proveedor y Doble Cuidador: La madre cuida y no trabaja de forma remunerada y el padre cuida.

5. Proveedor y medio y Doble cuidador: La madre cuida y trabaja de forma remunerada por menos de 30 horas semanales y el padre cuida.

6. Doble proveedor y Doble cuidador: La madre cuida y trabaja de forma remunerada por más de 30 horas semanales y el padre cuida.

A continuación, se coloca una tabla con los modelos clasificados y sus características.


Tabla 5. Características de los Modelos de articulación trabajo-cuidados.

Modelos de articulación trabajo y cuidados

Trabajo remunerado madre

Cuidado madre

Cuidado padre

Único/a proveedor/a-

Único/a cuidador/a

No trabaja

No

Proveedor/a y medio/a-

Único/a cuidador/a

Menos de 30 horas semanales

No

Doble proveedor-

Único/a cuidador/a

Más de 30 horas semanales

No

Único/a proveedor/a y

Doble Cuidador/a

No trabaja

Proveedor/a y medio y

Doble cuidador:

Menos de 30 horas semanales

Doble proveedor/a y

Doble cuidador/a

Más de 30 horas semanales

Fuente: Elaboración propia.


A través de estas categorías es posible observar las variaciones de las distribuciones del cuidado entre padre y madre en los hogares según la situación laboral de las mujeres de forma de dar cuenta si dicha participación y dedicación al trabajo remunerado incide en una distribución en el hogar más o menos equitativa.

Un primer dato relevante es que en casi la mitad de los hogares solo cuida la madre, más allá de su situación laboral. Existe un 44,1% de los hogares donde solo cuida la madre, y tan solo un 4,4% donde solo cuida el padre. Por otro lado, encontramos un 41% donde cuidan ambos padres.

Del 44% donde solo cuida la madre, en el 17,3% no trabaja respondiendo a una división del trabajo de cuidados tradicional, en donde las madres cuidan en forma exclusiva y no trabajan remuneradamente. Sin embargo, en el 26,8% de los casos en donde solo cuidan ellas (de ese 44%), además participan en el mercado laboral dedicando en el 12, 1% de los casos menos de 30 horas y en el 14,7% más de 30 horas (Tabla 6).

Por otro lado, tenemos los hogares donde ambos padres cuidan, (41%) en los cuales el 22% de las mujeres trabajan más de 30 horas semanales. En los hogares donde los padres también cuidan, las mujeres destinan más horas al trabajo remunerado.


Tabla 6. Distribución de hogares con presencia de niños/as de 0 a 12 años, de 0 a 3 y 4 a 12, según participación en los cuidados por parte de la madre y el padre y horas de trabajo de las madres. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

De 0 a 12

De 0 a 3

De 4 a 12

Único/a proveedor/a- Único/a cuidador/a

17,3

17,9

17,6

Proveedor/a y medio/a- Único/a cuidador/a

12,1

11,0

12,9

Doble proveedor- Único/a cuidador/a

14,7

10,1

15,8

Único/a proveedor/a y Doble Cuidador/a

6,8

9,2

5,8

Proveedor/a y medio y Doble cuidador:

12,2

13,4

12,3

Doble proveedor/a y Doble cuidador/a

22,0

22,0

21,4

Otras

15,4

16,4

14,2

Total

100

100

100

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.


La distribución de cuidados y de trabajo remunerado entre padres y madres, son diferentes en los distintos niveles socioeconómicos. Encontramos dos casos claves por la inequidad que representan para las mujeres. Por un lado, un 30% de hogares de sectores bajos en los cuales solo las madres cuidan y no acceden al mercado laboral. Esta situación no registra casos en los niveles altos y se presenta en tan solo el 8,3% de los medios. Estudios antecedentes han destacado que a menores niveles económicos se encuentra una presencia de mayor familismo en los cuidados y representaciones de género más tradicionales que en los sectores económicos más altos (Batthyány, Genta y Perrotta, 2012) En estos hogares, encontramos una vulnerabilidad en el acceso a derechos al trabajo y a la autonomía económica de las mujeres.

Un segundo grupo que tenerse en cuenta son los de sectores medios en los cuales el padre no cuida, solo la madre cuida, pero además trabaja más de 30 horas semanales, Esto son el 17,3% de los hogares con niños de 0 a 12 años de los sectores medios. Aquí nos encontramos con mujeres que viven en una tensión permanente debido a la articulación entre trabajo y cuidados y con padres que no presentan involucramiento en el cuidado.

Esta reconocida doble carga de trabajo repercute en el uso del tiempo en primera persona por parte de las mujeres, quienes también pueden asociarse a la categoría “pobres de tiempo”, ya que la sumatoria del trabajo remunerado y de cuidados, deja pocas horas al día para la realización de actividades básicas como alimentación, sueño, ocio, deporte, recreación, entre otros.


Tabla 7. Distribución de hogares con presencia de niños/as de 0 a 12 años, según trabajo y cuidados de padres y madres y niveles socioeconómicos del hogar. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Alto

Medio

Bajo

Total

Único/a proveedor/a- Único/a cuidador/a

0,0

8,3

30,7

17,3

Proveedor/a y medio/a- Único/a cuidador/a

5,7

11,9

13,8

12,1

Doble proveedor- Único/a cuidador/a

10,2

17,1

13,4

14,7

Único/a proveedor/a y Doble Cuidador/a

0,0

6,1

9,1

6,8

Proveedor/a y medio y Doble cuidador:

20,6

15,8

6,4

12,2

Doble proveedor/a y Doble cuidador/a

52,4

29,1

7,1

22,0

Otros

11,2

11,7

19,5

15,1

Total

100

100

100

100

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC *En negrita: se alerta una baja cantidad de casos por celda.


La estrategia más frecuente en la distribución entre madre y padre en los sectores altos, que llega a ser el 52,4% de los hogares, es aquella en que ambos padres cuidan y las mujeres trabajan más de 30 horas semanales. En el caso de los sectores medios, también esta es la categoría más frecuente, aunque llega a 1 de cada 3 horas (29,1) seguida de aquellos hogares en donde solo las madres cuidan y trabajan más de 30 horas semanales y los padres están ausentes en el cuidado (17%) que ya fue mencionada como un caso clave a tener en cuenta (Tabla 7).

En el caso de los sectores más pobres, la distribución más frecuente que llega al 30,7% de los hogares es aquella en la que el padre no está involucrado en los cuidados, y la madre cuida, pero no trabaja remuneradamente. De hecho, solo el 7,1% de los hogares de niveles económicos bajos presentan madre y padre cuidador y madres con una inserción laboral de más de 30 horas semanales.

En la tabla 8, podemos observar las distribuciones entre padres y madres en los hogares en cuanto al reparto de cuidado y de trabajo remunerado de las madres, según la edad de los niños y el porcentaje de horas en que participan de los cuidados.

En los niños menores de 4 años, y cuando los padres no cuidan, observamos que las madres varían su dedicación entre 88% cuando no trabajan para el mercado y se reduce al 62,2% del tiempo cuando lo hacen por más de 30 horas semanales. Por lo tanto, en el caso de que las madres cuiden y trabajen más de 30 horas es donde encontramos el porcentaje más alto de cuidados a cargo de otros agentes 37,8% del tiempo, frente a 12% cuando las mujeres no trabajan para el mercado y el padre no cuida.


Tabla 8. Distribución de hogares con presencia de niños/as, según distribución de cuidados de padres y madres y situación laboral de la madre, por edades de los niños. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Hogares con niños de 0 a 3 años

Hogares con niños de 4 a 12 años

Hogares con niños de 0 a 12 años

Madre

Padre

Otros

Madre

Padre

Otros

Madre

Padre

Otros

Único/a proveedor/a- Único/a cuidador/a

88,0

0,0

12,0

81,7

0,0

18,3

83,2

0,0

16,8

Proveedor/a y medio/a- Único/a cuidador/a

71,3

0,0

28,7

71,2

0,1

28,7

71,7

0,1

28,2

Doble proveedor- Único/a cuidador/a

62,2

0,0

37,8

61,3

0,0

38,7

62,4

0,0

37,6

Único/a proveedor/a y Doble Cuidador/a

77,4

9,1

13,4

68,7

11,2

20,1

72,5

10,4

17,1

Proveedor/a y medio y Doble cuidador:

62,8

17,2

20,0

57,0

19,1

23,9

58,7

18,7

22,6

Doble proveedor/a y Doble cuidador/a

50,6

25,4

24,0

44,6

24,7

30,6

46,8

24,5

28,7

Total

66,7

9,9

23,3

61,8

9,8

28,4

62,9

10,1

27,0

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC *En negrita: se alerta una baja cantidad de casos por celda.


Respecto al porcentaje de participación de varones y mujeres, en los casos en los cuales los padres cuidan, en ningún caso lo hace por más del 17% de tiempo necesario para el cuidado, salvo cuando la madre trabaja más de 30 horas semanales, en donde si bien el 50,6% de los cuidados los hace la madre, el padre aporta con un cuarto del tiempo, (25,4%) y los otros agentes con el 24%. Es decir, cuando las madres están insertas en jornadas completas de trabajo, la mitad del tiempo necesario para el cuidado de los más pequeños igualmente lo brinda la madre, y la otra mitad, entre el padre y otros agentes.

Cuando los niños tienen entre 4 a 12 años, aumenta la provisión de cuidados de parte de otros agentes que superan en todos los casos la participación de los padres. Es decir, en las edades de 4 a 12, si bien las madres siguen siendo quienes cubren mayor porcentaje de cuidado de los niños, se coloca en segundo lugar las instituciones y recién en tercer lugar a los padres.

Estrategias de cuidados según participación de las mujeres en el mercado laboral y participación de los padres en el cuidado

Del tiempo total de cuidados que reciben los niños/as, es posible considerar qué porcentaje brindan las instituciones y las familias. En general, se observa que la participación de la familia en los cuidados infantiles es mayor cuando los niños son pequeños y no hay una cobertura pública extendida de instituciones cuidadoras. En el caso de los hogares con niños de 0 a 3 años, la mayor presencia de instituciones se da en los hogares en que las mujeres trabajan más de 30 horas, de forma independiente de que el padre cuide (10,4%), o no cuide (9,6%).

Las tendencias asociadas a la cantidad de horas de participación de las mujeres en el mercado laboral y la utilización de instituciones de cuidados como parte de la estrategia se mantienen para el caso de los hogares con niños/as de 4 a 12, y de 0 a 12.


Tabla 9. Distribución de hogares con presencia de niños/as de 0 a 12 años, según trabajo y cuidados de padres y madres y estrategia de cuidados familista o institucional. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

De 0 a 3 años

De 4 a 12 años

De 0 a 12

Familia

Instituciones

Familia

Instituciones

Familia

Instituciones

Único/a proveedor/a- Único/a cuidador/a

95,2

4,8

79,7

20,3

87,0

13,0

Proveedor/a y medio/a- Único/a cuidador/a

93,6

6,4

76,3

23,2

84,8

15,2

Doble proveedor- Único/a cuidador/a

90,4

9,6

76,4

23,6

79,1

19,5

Único/a proveedor/a y Doble Cuidador/a

94,7

5,3

79,1

20,9

82,1

17,9

Proveedor/a y medio y Doble cuidador:

95,3

4,7

76,5

23,4

84,0

15,7

Doble proveedor/a y Doble cuidador/a

89,6

10,4

72,3

27,6

79,3

20,7

Total

92,8

7,1

76,2

23,6

83,5

16,4

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.

* Se excluye la categoría comunidad que para el grupo de hogares de menores de 4 representa el 0.1% del total y para los otros dos universos, el 0,2%.

*En negrita: se alerta una baja cantidad de casos por celda.


Cuando tomamos en cuenta la utilización del mercado para cubrir el cuidado, tanto de servicios de cuidado infantil como de cuidadoras a domicilio encontramos una tendencia similar referente a las diferencias en el trabajo remunerado de las mujeres (Tabla 10)

En la tabla 10 podemos observar que en el caso de los hogares con niños/as en donde las madres trabajan más de 30 horas (cuiden o no los padres) es donde hay mayor utilización del mercado, probablemente porque se ven ante la necesidad de cubrir la jornada laboral mayor de 30 horas semanales.

Por otra parte, el Estado participa significativamente más a mayores edades de los niños/as, aunque se mantienen niveles mayores de contratación de mercado cuando las mujeres están insertas a tiempo completo en el mercado laboral, mostrando la ineficacia de las propuestas estatales a la hora de cubrir necesidades de cuidado para viabilizar la incorporación de las mujeres en el mercado laboral y fomentar su autonomía económica. Esto ocurre porque la oferta de cuidados estatales se restringe a las 20 horas semanales, por tanto, para poder cubrir las horas restantes (40 horas semanales para una jornada de 8 horas diarias de trabajo remunerado) es necesario acudir al mercado para contratar estos servicios, que no están presentes prácticamente en la oferta estatal.


Tabla 10. Distribución de hogares con presencia de niños/as de 0 a 12 años, según trabajo y cuidados de padres y madres y tipos de instituciones cuidadoras. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Hogares con niños de 0 a 3 años

Hogares con niños de 4 a 12

Hogares con niños de 0 a 12

Mercado

Estado

Mercado

Estado

Mercado

Estado

Único/a proveedor/a- Único/a cuidador/a

43,8

56,3

11,3

88,7

11,5

88,5

Proveedor/a y medio/a- Único/a cuidador/a

89,0

11,0

32,3

67,7

14,2

85,8

Doble proveedor-

Único/a cuidador/a

66,7

33,3

44,3

55,7

34,4

65,6

Único/a proveedor/a y

Doble Cuidador/a

0,0

100

27,1

72,9

7,2

92,8

Proveedor/a y medio y

Doble cuidador:

80,0

20,0

40,2

59,8

63,0

37,0

Doble proveedor/a y

Doble cuidador/a

72,4

27,6

60,8

39,2

72,5

27,5

Total

62,6

37,4

38,1

61,9

38,8

61,2

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC *En negrita: se alerta una baja cantidad de casos por celda.


Representaciones sociales del cuidado infantil, género y trabajo

En relación con los ideales acerca de cómo resolver el cuidado de niños/as durante una jornada laboral, se encuentra que las madres (66,4%) son la principal figura preferida para cuidar de niños de 0 a 3 años. Los padres y otros familiares son recomendados en segundo lugar y en igual proporción que otros familiares (49,6% y 48,2%), seguidos de los centros de cuidados (10,5%) y de las personas contratadas en el hogar (10,5%).

En tanto a la relación entre las estrategias feminizadas y las recomendaciones para resolver los cuidados, se aprecia que quienes mencionan al padre, presentan una pequeña diferencia en la cobertura de horas provistas por varones (15,5%) lo que da cuenta de cierta concordancia entre representaciones y prácticas de cuidado. Algo similar ocurre entre quienes recomiendan centros de cuidado. Así, el 8,8% de las horas de cuidado son cubiertas por instituciones entre quienes menciona a los centros como opción recomendada, mientras que esto sucede con el 4,5% de las horas entre quienes no los recomiendan.

Se busca de esta manera ver cómo las prácticas de cuidados se encuentran completamente permeadas por las representaciones y construcciones sociales, de acuerdo con las cuales son las madres quienes deben cuidar (Moreno, 2016). En la tabla 8, se puede observar específicamente cómo casi 2 de cada 3 personas (66,7%), considera que las madres deberían dejar de trabajar para cuidar a sus hijos/as durante su primer año de vida; en cambio, en el caso de la misma pregunta para los padres, solo 1 de cada 3 personas presenta esta opinión (34,0%). En el caso de los hogares en los que hay niños-as de entre 0 y 3 años, la proporción de personas que consideran las madres no deberían trabajar, es aún mayor (67,9%) (Tabla 11).


Tabla 11. Distribución porcentual de horas dedicadas al cuidado de niñas/os, según opción recomendada para el cuidado de 0 a 3 durante la jornada laboral. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Qué se recomienda para cuidar niños/as de 0 a 3 años.

Estrategia utilizada en hogares con niños/as de 0 a 3 años

Total, en hogares de 0 a 3

Horas cubiertas por mujeres

Horas cubiertas por varones

Horas cubiertas por instituciones

Madre

66,4

81,6

12,6

5,9

Padre

49,6

78,2

15,5

6,3

Otro familiar

48,2

83,3

12,3

4,4

Persona contratada en el hogar

10,5

84,7

12,4

2,9

Centro de cuidados

39,0

78,3

12,9

8,8

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.


¿Qué aspectos emergen si consideramos las recomendaciones sobre el trabajo de las mujeres según inserción de la madre en el mercado laboral y la edad de los y las niñas? Se condicen las representaciones con las prácticas, siendo que cuando la madre no trabaja de manera remunerada, son mayores las afirmaciones sobre que es deseable que no trabajen, aumentando en hogares con niños/as de 0 a 3 años (70,4% y 79,4%). Mientras que disminuyen estas valoraciones tradicionales en los hogares en los cuales las madres sí trabajan de manera remunerada. De todas formas y como puede verse, la cantidad de personas dentro de este subgrupo que consideran que las madres deberían dejar de trabajar remuneradamente es aún muy alta (64,3% y 57,1%). La misma pregunta para el caso de los padres se reduce a aproximadamente la mitad de las respuestas (Tabla 12).


Tabla 12. Proporción de personas que acuerdan con las siguientes frases sobre género y cuidados en hogares con presencia de niños de 0 a 3 años y sin presencia de niños de 0 a 3 años. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Madre no trabaja remunerado

Madre trabaja remunerado

Total

Sin presencia de niños/as de 0 a 3 años

Con presencia de niños/as de 0 a 3 años

Sin presencia de niños/as de 0 a 3 años

Con presencia de niños/as de 0 a 3 años

Sin presencia de niños/as de 0 a 3 años

Con presencia de niños/as de 0 a

3 años

Sería deseable que la madre deje de trabajar para cuidar a los hijos/as durante el primer año de vida

70,4

79,4

64,3

57,1

66,0

64,9

Sería deseable que el padre deje de trabajar para cuidar a los hijos/as hasta el año de vida

27,3

31,3

36,2

35,6

33,8

34,1

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.


En esta línea, se presentan en la Tabla 13 otras frases sobre las representaciones de las personas sobre los cuidados y el rol de los varones y mujeres en estos. Al momento de la pregunta se consideró una escala de cinco categorías, que para su presentación se reducen a tres, según el grado de acuerdo con algunas frases.

Realizando una mirada general de las respuestas, se observa cómo entre los hogares en los cuales las madres trabajan de manera remunerada, tienden a encontrarse más en desacuerdo con las representaciones tradicionales de género. Por ejemplo, frente a la afirmación “las mujeres tienen que realizar tareas en el hogar para que los varones puedan desarrollarse fuera del hogar”, un 76,9% de las personas en los hogares en los cuales la madre trabaja de manera remunerada señalan su desacuerdo, frente a un 57,6% en los hogares con madre no trabajadora remunerada (Tabla 12).


Tabla 13. Grado de acuerdo con frases referidas al cuidado y el trabajo o la economía según si la madre trabaja o no en hogares con niños/as de entre 0 y 12 años. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Madre no trabaja remunerado

Madre trabaja remunerado

Las mujeres deberían elegir trabajos que les permitan cuidar a los hijos

Desacuerdo

13,9

29,0

Ni de acuerdo, ni en desacuerdo

11,4

15,6

De acuerdo

74,7

55,4

Los varones deberían elegir trabajos que les permitan cuidar a los hijos

Desacuerdo

24,3

35,0

Ni de acuerdo, ni en desacuerdo

23,7

22,7

De acuerdo

52,0

42,4

Cuando no hay necesidad económica, es preferible que las mujeres en vez de trabajar atiendan a los hijos

Desacuerdo

23,5

42,7

Ni de acuerdo, ni en desacuerdo

5,7

14,2

De acuerdo

70,8

43,2

Cuando no hay necesidad económica, es preferible que los varones en vez de trabajar atiendan a los hijos

Desacuerdo

37,8

52,8

Ni de acuerdo, ni en desacuerdo

15,5

16,8

De acuerdo

46,7

30,4

Es preferible que el padre varón cuide porque es el que sabe lo que les pasa a los hijos

Desacuerdo

34,0

48,6

Ni de acuerdo, ni en desacuerdo

25,2

24,1

De acuerdo

40,8

27,4

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.


Finalmente, se han analizado las preferencias de cuidados según la participación de los padres en el cuidado y la inserción laboral de las madres. Encontrándose que de manera general la madre es la más mencionada como modalidad de cuidado ideal. En los hogares en donde los padres no cuidan, excepto cuando las madres cuidan y no trabajan, se prefiere con mayor frecuencia que cuide otro familiar respecto al padre (por ejemplo, en hogares donde el padre no cuida, la madre sí y trabaja menos horas, se menciona más a otro familiar (45,5%) y a los centros de cuidados (45,0%) que a los padres (38,4%) (Tabla 14).


Tabla 14. Distribución de hogares con presencia de niños/as de 0 a 12 años, de 0 a 3 y 4 a 12, según participación en los cuidados por parte de la madre y el padre y horas de trabajo de las madres. Porcentaje. Montevideo y Área Metropolitana, 2019.

Madre

Padre

Otro familiar

Persona contratada en el hogar

Centro de cuidados

Único/a proveedor/a- Único/a cuidador/a

65,4

51,1

45,4

7,7

35,0

Proveedor/a y medio/a- Único/a cuidador/a

66,9

38,4

45,5

12,7

45,0

Doble proveedor-

Único/a cuidador/a

72,9

40,4

54,1

18,2

17,3

Único/a proveedor/a y Doble Cuidador/a

69,8

35,3

50,6

5,6

48,2

Proveedor/a y medio y Doble cuidador

59,5

56,5

59,0

14,5

37,1

Doble proveedor/a y

Doble cuidador/a

60,9

52,9

46,2

8,4

51,1

Total

66,4

49,6

48,2

10,5

39,0

Fuente: Elaboración propia en base a los microdatos de la Encuesta de Estrategias de Cuidados en Montevideo y Área Metropolitana, 2019. GISG-FCS-ANII-SNIC.

 

De manera contraria, cuando los padres cuidan, los mismos son más mencionados como opción de cuidados, junto a otros familiares. En los hogares en donde los padres cuidan y las madres además de cuidar trabajan menos de 30 horas, el cuidado provisto por las madres y otros familiares es el más mencionado, seguido de los padres y con una menor proporción de preferencia sobre el cuidado institucional; 37% lo menciona como un actor deseable para las estrategias ideales de cuidados. Sin embargo, la mención de las instituciones en los hogares en donde las madres trabajan más de 30 horas es mayor (51,1%), con lo cual se podría hipotetizar que las posiciones ocupacionales y los niveles de involucramiento horario con el trabajo remunerado por parte de las mujeres se vinculan con las preferencias sobre los actores de cuidados infantiles.




REFLEXIONES FINALES


Este artículo, elabora una tipología de distribución de las tareas de cuidado entre varones y mujeres, padres de niños de hasta doce años en el hogar y busca analizar cómo incide el reparto de las tareas del hogar en la participación de la madre en el mercado de trabajo y las horas que dedica.

Los resultados muestran que el mercado, especialmente las instituciones y otras mujeres de la familia, son los actores más importantes en la estrategia de cuidados de los hogares que permiten el acceso al trabajo de las mujeres. En la mitad de los hogares de la muestra los varones no participan en el cuidado, y cuando lo hacen solo cubren el 17% de las horas que los niños requieren de cuidado.

Es decir, no es el reparto equitativo de los cuidados y la conformación de hogares de Doble cuidador, el que está permitiendo el trabajo de las mujeres, sino el sostén de redes familiares y el pago, vía mercado de instituciones de cuidado. Esto cuestiona claramente la garantía del derecho al trabajo de las mujeres, porque sin esas redes y/o el dinero para hacer frente a los costos de cuidado en instituciones privadas, las mujeres encuentran obstáculos reales para poder ingresar al mercado laboral y capacidad de obtener ingresos propios, con todo lo que implica en términos de autonomía económica, pero también física y en la toma de decisiones. Una vez más, es clave comprender las desigualdades de clase junto con las de género, ya que en forma independiente a la participación del varón o no en el cuidado, las mujeres de los terciles más altos, logran acceder al empleo a través del uso más frecuente del mercado.

La participación de las mujeres en el cuidado puede tener otro efecto que tiene que ver con las representaciones sociales sobre varones y mujeres en el cuidado y en el trabajo. Las representaciones sociales coinciden con lo que ocurre en las prácticas, y las mujeres que trabajan suelen tener representaciones de género menos tradicionales.

Finalmente queremos destacar dos casos de riesgo para la autonomía económica de las mujeres a partir de los resultados presentados. Por un lado, encontramos que en 1 de cada 3 hogares del tercil uno, se configuran hogares tradicionales de Único proveedor y Única cuidadora. Las mujeres no están insertas en el mercado laboral, con la vulnerabilidad consecuente que trae la falta de acceso al trabajo mientras subsiste la ausencia de los varones en la responsabilidad de cuidado.

Por otro lado, encontramos que casi 1 de cada 4 hogares de los sectores medios responden al modelo de Doble proveedor y Única cuidadora, es decir, mujeres que trabajan a jornada completa pero que solo ellas cuidan. Son mujeres que viven en una tensión permanente debido a la articulación entre trabajo y cuidados y con varones que están ausentes del cuidado, lo que las coloca en una situación de riesgo sobre la permanencia de su autonomía económica.




NOTAS


1 Los terciles se calcularon de acuerdo a los ingresos per cápita de cada hogar considerados en pesos constantes para el año 2019 (ECH, INE)


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