Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2021.62

El dispositivo emprendedor: Interpelación ética y producción de nuevos sujetos del trabajo


The entrepreneurship dispositif: Ethical accountability and production of new labour subjets



Antonio Santos Ortega ORCID

Universidad de Valencia,España Juan.A.Santos@uv.es


Amparo Serrano-Pascual ORCID

Universidad Complutense de Madrid, España. aserranop@cps.ucm.es


Efrén Borges ORCID

Universidad Complutense de Madrid, España eborges@ucm.es

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 30 Núm. 3 (Mayo - Junio, 2021), a62. pp. 1-17. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 21/03/2020
Aceptado / Accepted: 27/08/2020





RESUMEN

Asistimos actualmente a una multiplicación de prácticas de promoción del emprendimiento que, aunque desplegadas en diversos espacios y géneros, confluyen en la difusión de nuevos fundamentos de interpelación ética. El artículo propone el concepto foucaultiano de dispositivo como herramienta de acercamiento a estas prácticas. Tras describir el potencial heurístico de esta herramienta, se procede a aplicarla al estudio de la promoción de las éticas de la empreabilidad. Se destacan tres pilares que conforman dichos procesos de interpelación ética y que conforman un nuevo sujeto del trabajo: cultura de la evaluación y de la (auto)vigilancia; ethos de la responsabilidad y de la autonomía (repertorios de explicación y atribución de responsabilidades) y psicoempresarización del yo (capitalización de la subjetividad). Se identifican las tramas intertextuales que conforman el dispositivo emprendedor y que promueven una relación mercantilizada y productivista del sujeto consigo mismo.

Palabras clave: Dispositivo emprendedor, neoliberalismo, psicoempresarización, autovigilancia.



ABSTRACT

Although being heterogeneous and deployed in different areas, a series of recent practices converge in the dissemination of a new common sense and a novel foundation for ethical questioning. The article develops the Foucauldian instrument as a device to approach these practices. Following the description of the heuristic potential of this deployment, it is used to study the promotion of entrepreneurship ethics, and more particularly: accountability ethos in a culture of (self)vigilance, repertoires of attributions of behaviors (culture of independence) and psycho-enterprising processes of the self (capitalization of subjectivity). An interwoven complex of heterogeneous practices of this apparatus are identified and the capacity of these practices to enhance dispositions to intensify the commercial and productive relation of the individual with him or herself is discussed.

Keywords: entrepreneurship dispositive, neoliberalism, psycho-enterprising, selfsurveillance.




INTRODUCCIÓN


Se ha convertido en un lugar común destacar los importantes cambios que experimentan nuestras sociedades contemporáneas en ámbitos tan centrales para la institucionalización de las culturas sociales como son el trabajo y la economía. El trabajo ha constituido el principal territorio de articulación de las aporías con las que hemos nombrado y regulado la cuestión social. Por ello, los cambios que experimenta el mundo del trabajo remiten, de forma inexorable, a transformaciones profundas en las formas de pensar la justicia y la vulnerabilidad.

Sin embargo, estas transformaciones no se limitan al ámbito laboral o económico. Comprenden una reformulación de los aprioris con los que nos hemos pensado y gobernado como sociedad. Numerosos autores ubican estas mutaciones en un contexto de reformulación de las racionalidades de gobierno, que se han calificado bajo el concepto paraguas de neoliberalismo. Esta noción, extremadamente polisémica (nuevo gobierno económico; rediseño de la relación del Estado con la economía; desocialización del gobierno del mercado; etc.) (Kelly, 2006; Brown, 2015; Byrne, 2017), nos remite a procesos de redefinición de las prácticas y espacios de gobierno que promueven la intensificación de las relaciones, aspiraciones y disposiciones productivas del sujeto consigo mismo (Dean, 1999; Rose, 1999). Funciona como un metaconcepto que difunde una racionalidad empresarial y valores mercantiles y los conecta con espacios no económicos (universidades, educación, cultura, individuo, etc.) cauterizando (Brown, 2015) sus principios originarios. La empresa, y sus valores constituyentes, van a pasar a ser el principal espacio de producción discursiva a partir del cual se justifica (hace razonable), orienta y hace inteligible el comportamiento e intensifica los procesos de interpelación identitaria.

Uno de los principales exponentes de estos procesos viene dado por la emergencia y alojamiento en nuestros imaginarios del paradigma emprendedor. Su naturaleza omnicomprensiva hace de este referencial una metanoción capaz de amalgamar un amplio consenso social (Nicoli y Paltrinieri, 2019). Enraizado en una retórica del cambio, este metaconcepto incluye un diagnóstico y juicio de las sociedades salariales que interpela sus pilares éticos y nos impele a superar los valores y culturas que han articulado sus modos de pensar (y regular) lo social. Por ello, el emprendimiento comprende no solo una interpelación económica sino sobre todo ética (Kelly, 2006). Reclama un cambio en las normas morales con las que hemos gobernado nuestros cuerpos y nuestras voluntades. Constituye, por ello, un concepto guía que le convierte no solo en una norma referencial sino también en una categoría antropológica1.

El objetivo de este artículo es plantear una propuesta de análisis de estas éticas de la empreabilidad y sus racionalidades de gobierno, que permiten hacer pensable y regulable un nuevo tipo de sujeto. Para ello, se analiza el potencial del concepto de "dispositivo emprendedor" para explorar las éticas de autogestión empresarial que promueven estas nuevas racionalidades de gobierno. A fin de fundamentar la relevancia de esta noción a la hora de estudiar las éticas de la empreabilidad, un primer apartado aborda una reflexión acerca de la definición foucaultiana de dispositivo. Un segundo apartado explora el potencial analítico de esta noción en su aplicación al estudio de las prácticas y tecnologías dirigidas a reformular los principios de regulación del mundo del trabajo. Finalmente, en el apartado 3, se propone el concepto de “dispositivo emprendedor” como herramienta analítica para el estudio de las tramas interdependientes que promueven nuevos principios de interpelación ética. Destacamos tres ejes que articulan las éticas2 de la empreabilidad: imperativo de la autoevaluación; la demanda inexorable de responsabilidad y la adhesión a una psicoempresarización del yo. Estas éticas neoliberales median y conforman la relación (intensificada) del sujeto consigo mismo (subjetividades contables, autorresponsables y productivas). En consonancia con la definición foucaultiana de dispositivo, en este tercer apartado del artículo identificamos una red de prácticas, técnicas, discursos que se alinean con las mencionadas racionalidades emprendedoras. En ese apartado, no hacemos un análisis exhaustivo, ni completo, de dicha red, sino que buscamos impulsar la discusión entre los especialistas en esta línea de investigación sobre la interconexión entre prácticas aparentemente dispersas y su contribución en la difusión del espíritu emprendedor y en la producción de subjetividades emprendedoras. En este sentido, el propósito de este texto no sería tanto una disquisición profunda del concepto foucaultiano de dispositivo, ni una descripción exhaustiva de la red que conforma, sino una reflexión acerca del potencial analítico del concepto de “dispositivo emprendedor”.


LA DEFINICIÓN FOUCAULTIANA DE DISPOSITIVO


El concepto de "dispositivo" -dispositif- aparece en la obra de Michel Foucault en el marco de estudio de lo que él denominó la gubernamentalidad (Revel, 2002). Hace su aparición en 1973 en una de las clases en el Collège de France dedicadas a El poder psiquiátrico y se usa frecuentemente hasta el curso de 1979 – Nacimiento de la biopolítica-. En sus libros Vigilar y castigar (publicado en 1975) y La Voluntad de saber (1976), tiene, pues, una presencia destacada. A pesar de que esta noción ha sido escasamente usada en la obra de Michel Foucault, Deleuze definiría la filosofía foucaultiana como una filosofía de los dispositivos (Deleuze, 1989)3. Ello resalta la importancia de este concepto a pesar de que Michel Foucault no dedicó un tratamiento muy sistemático a su definición4. La ambigüedad que rodea el uso que hace Michel Foucault de esta noción tal vez se deba a que estas reflexiones no son consideradas por su autor como un producto totalmente formado, sino un territorio o perspectiva de investigación (Gordon, 2015). A pesar de esta cierta vaguedad en su definición, podrían destacarse tres cuestiones que caracterizan el uso que hace Michel Foucault de este concepto: el énfasis en el conjunto de tramas de fuerzas interdependientes y de conflictos estratégicos, más que aludir a una institución específica; su carácter propositivo; y su naturaleza performativa (produce sujetos).

En la definición de dispositivo, Michel Foucault (1985) se refiere a este como "conjunto de discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, enunciados científicos, que, puestos en relación, cumplen una función estratégica concreta inscrita en relaciones de saber/poder" (p. 128). El paso de los individuos a través de esta red -instituciones, saberes, praxis- produce formas de subjetividad que se inscriben en su cuerpo y en sus formas de ser. Además de la idea de producción de sujetos, otra idea fundamental para hacer inteligible un dispositivo es encontrar la génesis de su formación. En esta, Michel Foucault (1985, p. 129) considera que prevalece un objetivo estratégico que tiene como función mayor la de responder a una urgencia que, inicialmente, impone relaciones de fuerza con una orientación concreta: encaminarlas, bloquearlas, estabilizarlas o utilizarlas. El dispositivo se inscribe, pues, en relaciones de poder y de saber y tiene una posición estratégica dominante. En este sentido, Foucault pone como ejemplo histórico de respuesta a una urgencia la reabsorción -a través del mecanismo de control-sujeción de la locura, de la enfermedad mental- de toda una masa de población flotante a finales del XVIII que, a una economía de corte mercantilista, le resultaba embarazosa. Este hecho se convierte en un imperativo estratégico y constituye la matriz de un dispositivo. A partir de ese primer momento, el dispositivo se va configurando como tal y combina "un complejo haz de relaciones entre instituciones, sistemas de normas, formas de comportamiento, procesos económicos, sociales, técnicos y tipos de clasificación de sujetos, objetos y relaciones entre éstos, un juego de relaciones discursivas y no discursivas, que producen sujetos que como tales quedan sujetados a determinados efectos de saber/poder". (García Fanlo, 2011, p. 3).

De esta concepción podríamos destacar, en primer lugar, que la noción de dispositivo no alude a una entidad (práctica, institución, fuerza o reglamento), sino a una relación o, más bien, a un conjunto o trama de relaciones interdependientes. García Fanlo (2011) sintetiza la definición de Foucault señalando que el dispositivo no es una institución, tampoco un conjunto de instituciones, sino una red de relaciones entre instituciones, sistemas normativos, formas de comportamiento, tipos de clasificación de sujetos e, igualmente, prácticas que sirven de soporte a lo anterior. El dispositivo no es una máquina que produzca siempre el mismo resultado ni los mismos efectos sobre los sujetos. Genera reglas y procedimientos, esquemas corporales, éticos y lógicos que orientan las prácticas. El dispositivo no es una fórmula, reglamento o mapa. Introduce determinadas disposiciones de manera que se produzca una propensión a que las cosas sucedan de una cierta manera. (Raffnsøe, 2008).

En segundo lugar, es importante resaltar que esta noción plantea una agenda de investigación, que establece internas conexiones con la cuestión de la gubernamentalidad. En el exhaustivo tratamiento que dedican Raffnsøe, Thaning y Gudmand-Hoyer (2016) a las ideas de dispositivo y gubernamentalidad, se puede captar la capacidad heurística de estos dos conceptos y su proyección en el análisis social contemporáneo. El potencial del concepto de dispositivo radica en que, a través de él, pueden abordarse el análisis social y sus diferentes elementos entrelazados (leyes, discursos, instituciones). En definitiva, es un instrumento de análisis de las relaciones de poder/saber. En los últimos cursos en el Collège de France, sobre todo en los de 1977-78 y 1978-79, Foucault desarrolló su idea de gubernamentalidad tan asociada a la de dispositivo. En esos cursos, Foucault entiende por gubernamentalidad "el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la población, por forma mayor de saber la economía política y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad”. (Foucault, 2006, p. 136).

En tercer lugar, en el uso que de esta noción hace Foucault destaca su naturaleza performativa: produce sujetos. Giorgio Agamben (2011), en su contribución al análisis sobre el concepto de dispositivo, resalta el proceso de subjetivación como actividad de gobierno, que se apoya en este "conjunto de praxis, de saberes, de medidas y de instituciones cuya meta es gestionar, gobernar, controlar y orientar –en un sentido que se quiere útil– los comportamientos, los gestos y los pensamientos de los hombres" (Agamben, 2011, p. 252). Para el filósofo italiano, los dispositivos son una máquina de gobierno que produce subjetivaciones.

Nuestro interés particular se centra en sondear la validez y pertinencia del concepto de dispositivo aplicado al campo del trabajo y la empresa actual donde la ética emprendedora y la figura del emprendedor ("empreado"), entendido este como un nuevo arquetipo de sujeto trabajador, se han difundido y ramificado en ámbitos diversos del espacio social. En este marco analítico, encontramos un grupo de autores que han coincidido en la idea de que las reflexiones de Foucault sobre gubernamentalidad, dispositivo, subjetivación y biopolítica podían encontrar una continuidad y una actualización en los campos del trabajo, las políticas de empleo y la empresa. La importancia de esta institución en los tiempos posteriores a la muerte de Foucault justificaría una lectura foucaultiana proyectada sobre dichos campos (Petitet, 2005; Lemoine, 2013; Cukier, 2017).


USOS DEL CONCEPTO DE DISPOSITIVO: APLICACIONES POSTFOUCAUTIANAS EN EL CAMPO DEL TRABAJO Y DE LA EMPRESA


Tras la muerte de Foucault en 1984, la enorme expansión y auge del poder material y simbólico del campo de la empresa ha conducido a diferentes autores, inspirados en el trabajo de Foucault, a considerar la racionalidad de la empresa como una gubernamentalidad. Estos trabajos han adoptado énfasis distintos según el área de estudio: gestión managerial; políticas públicas; prácticas culturales; violencia de género; etc. Vamos a destacar algunas de las orientaciones analíticas que esta perspectiva conceptual propuesta por Foucault ha promovido, centrándonos y limitándonos a aquellas perspectivas con su punto de mira puesto en las transformaciones en el mundo del trabajo y la empresa5. Podríamos diferenciar en el seno de estos dispositivos de gubernamentalidad managerial entre aquellas investigaciones que se centran en identificar los fundamentos normalizadores en torno a los cuales se organizan estas tecnologías dentro de la empresa; otro tipo de estudios que se orientan a analizar los principios que guían la racionalidad empresarial en un contexto de externalización de sus prácticas a otros ámbitos extraempresariales; otra línea de investigación se centra en identificar los espacios de gobierno a los que se dirigen estas prácticas. No es el objetivo de este apartado cubrir todas las líneas de trabajo de esta noción en el área de la gestión del trabajo, la empresa y las políticas públicas, sino aportar algunas ilustraciones que manifiesten la potencialidad (Amigot y Pujal, 2009) y la riqueza analítica de esta noción y que justifican el uso que queremos proponer de esta.

En relación con el primer tipo de estudios, podríamos destacar la investigación de Vincent Petitet (2005) sobre la gouvernementalité managériale en la que identifica, a partir de una larga observación participante sobre la consultora Andersen Consulting, un triple fundamento en su funcionamiento como dispositivo disciplinario en el seno de la empresa. En primer lugar, este dispositivo cumple el objetivo de gestionar la docilidad y sujetar al individuo a la organización. En segundo lugar, esta sujeción descansa sobre la construcción de un relato (contrebande trascendentale) que promueve adhesión al discurso managerial. En tercer lugar, desde la empresa se produce una apropiación de la comunicación que regula de manera unívoca la palabra en el seno de la organización e impide la circulación de cualquier otro discurso.

En cuanto al primer fundamento, Petitet lo ejemplifica a través de las tecnologías manageriales sobre el cuerpo que confirman el orden de la organización. El cuerpo ocupa un espacio importante en este nivel, un cuerpo modelado por prácticas empresariales, que van desde el dress code a la expresión física, la manera de presentarse o la conducta de cara al otro. El sujeto va incorporando, somatizando estos discursos y prácticas que circulan y promueven una autovigilancia y una vigilancia de todos contra todos. La arquitectura laboral basada en el open space es puesta como ejemplo de esta visión abierta, generadora de una serie de interacciones y procesos de control. Los procesos mencionados no están regulados por la fuerza o la coacción, pero activan las jerarquías y encauzan los modos de relación.

El segundo de los fundamentos que distingue Petitet consiste en los relatos que la empresa genera sobre sí misma para legitimarse y perennizar su funcionamiento como institución clave. Storytelling, teatralización, autohistoria gloriosa, success stories constituyen tácticas narrativas puestas al servicio de la empresa para solicitar la adhesión del sujeto, a quien se promete el éxito si adopta el relato. Estas imágenes bloquean cualquier otra contraimagen que pueda entorpecer alternativas de éxito, u ofrecer resistencias. Estos relatos instituyen una verdad que, al ser compartida, convierte a los sujetos en sujeto de verdad, sujeto de poder.

El tercer fundamento supone, en continuidad con el anterior, el control de la comunicación y de cualquier posible resistencia o "voces obscenas", discordantes con el relato y el funcionamiento de la empresa, como podrían ser la queja por el estrés, el burnout, la sobrecarga de trabajo, o algún otro conflicto. Para disciplinar estas resistencias o comportamientos inesperados, se movilizan seminarios de formación, la justificación y glorificación institucional de ritmos intensos de trabajo, la condena de la queja, la regulación de conflictos mediante la ortopedia pseudopsicológica del coach y el desarrollo personal, el imperativo de la transparencia, la comunicación empresarial como elemento de movilización de los trabajadores al servicio de la organización.

En consonancia con el concepto de gubernamentalidad, Petitet añade que los procesos anteriores estructuran el campo de acción de los trabajadores mediante un ejercicio del poder que incita, induce, facilita o limita la acción. Mediante una normatividad blanda, positiva del dispositivo, se produce un sujeto bajo unas condiciones, pero constituyen también el marco en el que puede desarrollarse su aparente libertad. Los individuos se insertan en un dispositivo que les permite, a un mismo tiempo, ser sujetados y convertirse en sujetos.

Como ejemplo del segundo tipo de estudios, podría destacarse la investigación de Thibault Le Texier (2011). Este autor retoma el mismo término de gouvernementalité managériale para argumentar su pertinencia en el análisis de la empresa. La empresa va adoptando un papel central en los últimos 30 años como institución generadora de relaciones de poder/saber, lo que invita a observarla como una racionalidad de gobierno que desborda el espacio meramente empresarial. En este periodo, señala Le Texier, la empresa, a la par que el Estado, ha sido la principal institución capaz “de encuadrar a los individuos, de abordar su cuidado, de producir información, de educarlos, vigilarlos, castigarlos, protegerlos, evaluarlos, recompensarlos, de modificar sus representaciones, de obtener su consentimiento e incluso de influir en sus deseos” (Le Texier, 2011, p. 74). El poder de subjetivación de la gestión y el marketing de la empresa es indiscutible. Le Texier enfatiza la capacidad de expansión de la razón empresarial, que ha ido ocupando los espacios de la administración del Estado, de la universidad, del hospital, de la escuela, de la policía, de la familia o del individuo, hasta en los estratos más hondos de la vida cotidiana (Le Texier, 2011, p. 79).

Entender la gestión empresarial como forma de gubernamentalidad requeriría determinar los principios que la guían y que constituyen su fuerza de poder organizador. Pensar las organizaciones, incluido el Estado, y los individuos como empresas es lo que caracterizaría, según Le Texier, a una racionalidad no ya neoliberal, sino empresarial. Los principios de esta racionalidad serían la eficacia, la organización, el control y el saber (Le Texier, 2011, p. 74). La eficacia constituye el fundamento de las ciencias de la administración. La organización aplica reglas para la utilización de herramientas, espacios, cuerpos, procedimientos, comportamientos, símbolos que permitan producir y alcanzar resultados predeterminados. Formaliza dispositivos materiales, simbólicos y comportamientos de individuos y colectivos humanos. El control se caracteriza por la reducción del conflicto, la mediación y la negociación. Estas formas de conjurar el conflicto no priorizan la disciplina o la autoridad basadas en la fuerza física, sino que los gestores de empresa prefieren la prescripción, la influencia, el consenso y hasta la seducción motivadora, de forma que los propios trabajadores colaboren y asuman el gobierno de unas normas objetivas que emanan de la organización. Controlar es así, también, autocontrolar. El principio de liderazgo agrupa estos procedimientos creando “un arte de la motivación, la estimulación, la seducción, la incitación y la inspiración” (Le Texier, 2011, p. 77). El saber empresarial, además de la formación técnica de los individuos con contenidos afines a los objetivos de la empresa, persigue crear sistemas de medida, de planificación, de estandarización.

Un tercer tipo de investigaciones se dirige a identificar los espacios de intervención de los dispositivos de poder managerial. Alexis Cukier (2017) ha hecho uso recientemente de la noción foucaultiana de dispositivo para analizar el trabajo y la gestión empresarial actual. Considera que el auge que han conocido los análisis de Foucault sobre la gubernamentalidad neoliberal y el "emprendedor de sí", que se desarrollan en El nacimiento de la biopolítica (Foucault, 2007), puede relegar el interés del enfoque de los dispositivos, de las disciplinas y las estrategias de poder que Foucault realizó en años anteriores. Propone una tipología compuesta por tres tipos de dispositivos entrelazados a través de los cuales la empresa consigue ejercer el control. El primer tipo se basa en el control de las "capacidades objetivas" de la actividad instrumental del trabajo y de los gestos y procesos ligados al este. Pone como ejemplo las formas organizativas del trabajo guiadas por el just in time, las normas de calidad y estandarización en el trabajo, el control tecnológico, el trabajo por objetivos y los sistemas de indicadores que lo acompañan, la extensión de la auditoría, el establecimiento de nuevos tipos de contrato (por ejemplo, la subcontratación). Esta "hiperadministración" se impone a cualquier posible control concreto de los trabajadores, implantando sistemas de abstracción y de estandarización alienantes.

El segundo tipo de dispositivo despliega el control de las relaciones de comunicación, que conlleva una actividad simbólica y que permite fabricar sentido y actuar sobre el campo informativo del trabajo. Cukier ejemplifica esta dimensión del control mediante el ejemplo de los sistemas de evaluación. Para ello, se sirve en parte de los argumentos de Christophe Dejours (2003) sobre el lugar de la evaluación individual en el trabajo y su producción de formas de alienación social. El sistema de normas que subyace a la lógica de evaluación impone al sujeto la competición y el cumplimiento de objetivos y restringe la conciencia intersubjetiva, con lo que acaba produciendo formas de apatía moral y neutraliza las relaciones sociales de cooperación en el trabajo. La evaluación cortocircuita la comunicación con uno mismo y con los compañeros.

El tercer tipo de dispositivo se fundamenta en el control de las relaciones de poder, que conlleva una definición de las jerarquías y de las relaciones de los individuos hacia ellas. Cukier propone que la preconización del autocontrol y la intención de ocultar las relaciones de poder son dos de los objetivos de los dispositivos de este tercer tipo. El ejemplo utilizado es el de los sistemas de desarrollo personal. Estos dispositivos no solo producen subjetividades; también modifican las relaciones e interacciones sociales en el trabajo. El desarrollo personal oculta las relaciones de poder. Cukier entiende el "trabajo de sí" como resultado de los procesos de desposesión establecidos por la disciplina empresarial que impiden a los trabajadores ejercer un poder de transformación sobre la organización del trabajo. Este "trabajo sobre sí" sería el resultado de un dispositivo empresarial previo que orienta la acción. En este sentido, las loas que la retórica empresarial dedica al desarrollo personal van encaminadas a controlar el proceso de trabajo.

En su propuesta, Cukier contrapone el Foucault de los dispositivos disciplinarios y de control, donde hay una lógica institucional de control, frente al Foucault del "empresario de sí mismo" y de la gubernamentalidad neoliberal, donde las instituciones empresariales podrían quedar en un segundo plano, para ocupar el lugar central el mercado, la competición y los comportamientos regidos por el homo economicus alojado en la subjetividad individual. Sin embargo, consideramos que ambas dimensiones coexisten y se refuerzan. Integrar ambas en una definición abierta de dispositivo permitiría explicar mejor las formas de gobernabilidad de la empresa actual.


EL DISPOSITIVO EMPRENDEDOR Y LAS ETICAS DE LA EMPREABILIDAD


Los elementos que componen el dispositivo emprendedor tienen como rasgo común una racionalidad de saber/poder empresarial que articula una serie de prácticas a partir de las cuales los individuos son interpelados como sujetos éticos, y que reclaman la adhesión del sujeto a un nuevo código moral con el que regularse y juzgarse a sí mismos. Como Foucault (1985) destacaba, no puede hablarse de un poder que resida en una institución concreta del mundo empresarial, sino de una analítica del poder empresarial que evoluciona y va agregando un semillero de nuevas prácticas y elementos, tal vez inesperados para los objetivos estratégicos iniciales, pero que se van reajustando en la red del dispositivo. Conforma una base descentralizada, variada, heterogénea y acéfala del dispositivo, que induce, sin embargo, un replanteamiento de los fundamentos y éticas de la sociedad salarial y promueve nuevas subjetividades laborales (Serrano-Pascual, 2016).

El dispositivo emprendedor obliga a analizar las homologías, y coliga toda una gama de "tecnologías" que trascienden el espacio de la empresa, y que se han ido sucediendo, agregando y componiendo a lo largo de estas últimas cuatro décadas. Algunas tienen un carácter más prescriptivo, otras más preventivo, que impiden que aparezca lo perturbador, otras más ortopédico/paliativo/reparador. La propuesta de composición del dispositivo emprendedor que se resume a continuación no es exhaustiva ni completa; es abierta, y combinaría distintos elementos y prácticas. Se trataría de analizar de qué manera convergen y funcionan y cómo contribuyen a la empresarialización de las subjetividades laborales. Para ello, organizaremos esta multiplicidad de prácticas en tres ejes que actúan como vectores de subjetivación y de interpelación ética: las prácticas de evaluación y rendición de cuentas; el imperativo de autorresponsabilidad y la psicoempresarización del yo. La noción de dispositivo emprendedor nos dota de una caja de herramientas (Cruz, 2006) con la que explorar estos tres pilares que articulan las gramáticas morales de los nuevos sujetos laborales.

El dispositivo emprendedor y la producción de nuevas cartografías del sujeto: mecanismos de autoevaluación y autovigilancia

La intersección del mundo empresarial y la cultura terapéutica ha promovido el trazado de nuevos territorios del yo (Dean, 1999; Rose, 1999; Illouz, 2007). Ha inducido una relación del sujeto consigo mismo en términos de sospecha, de autorreificación, de permanente rendición de cuentas e impele a conquistar el autogobierno. La extensión de prácticas que someten a la conducta a un continuo proceso de vigilancia induce una disposición a una permanente autoproblematización ética (Kelly, 2006). Estas prácticas promueven subjetividades contables (Laval y Dardot, 2013) en el doble sentido de la palabra, dispuestas a rendir cuentas y capacitadas para extraer información y traducirla, primero, a cálculos y, posteriormente, a decisiones. La producción política de sujetos impugnables promueve una disposición a la autointerrogación y al autoescrutinio, convirtiendo al self en un territorio susceptible de ser cartografiado, documentado, interpretado. Induce procesos que reorientan la crítica social hacia la autocrítica y la duda (Scharff, 2016). De este modo, la subjetividad se convierte en un espacio preparado para ser analizado, (auto)monitorizado y controlado, intensificando la autoconciencia y el autoconocimiento, a través de la movilización de herramientas de visibilización, reificación y cuantificación de los rendimientos individuales.

Este es el caso de las técnicas del yo cuantificado, de la dataficación del yo, de la auto-medida (self tracking) (Moore y Robinson, 2016). Promueven una disposición al autoseguimiento y exploración de nuestro verdadero yo a través de la acumulación de datos personales -sobre salud, productividad, consumo, gastos, etc.- y, en muchas ocasiones, de su exposición pública. Desde 2007, cuando surge esta práctica en EE. UU., han aparecido miles de aplicaciones informáticas y tecnologías digitales (bandas de fitness; relojes inteligentes; apps que miden el hierro ingerido, las calorías consumidas, los pasos realizados, felicidad experimentada, estrés vivenciado, etc.) que impulsan la cuantificación y vigilancia de los datos. Los usos son muy diferentes y, en muchos casos, se trata de un seguimiento de datos médicos o la mejora del bienestar. Sin embargo, el interés del quantified self para el dispositivo emprendedor no se encuentra en estos últimos usos, sino en la conexión de la cultura de la medición y autoseguimiento con el espíritu emprendedor y, por tanto, con la promoción de la competitividad, la emulación del rendimiento, la desactivación de lo social y el elogio del autocontrol. Este yo cuantitivizado permite hacer inteligible, calculable, comparable al sujeto, y posibilita jerarquizar los rendimientos personales. El yo cuantificado se emparenta con otros términos y corrientes como el body-hacking. A esta producción de sujetos rasteables y registrables contribuyen también los métodos de autoevaluación presentes en ámbitos tan distintos como la industria cultural (test de autoaplicación) o la intervención terapéutica (los métodos de registro de manifestaciones del sufrimiento en el cuerpo, la mente, las emociones) (Allard-Poesi y Hollet-Haudebert, 2012). En resumen, se trataría de tecnologías que permiten rastrear y visibilizar prácticas a fin de hacerlas más gobernables y predecibles.

Esta tendencia a la intensificación de la vigilancia y medición del rendimiento es particularmente notoria en el mundo del trabajo. Asistimos, en el momento actual, a la multiplicación de mecanismos de evaluación y control del rendimiento con el objetivo de normalizar y disciplinar el comportamiento laboral. El caso de la universidad sería antológico: las agencias de evaluación (Aneca), la bibliometría, el rastreo de las citas y difusión académica (perfiles de Google Académico), los cuestionarios de evaluación de la docencia y de los títulos universitarios articulan una telaraña de procedimientos de evaluación basados en medidas e indicadores cuantitativos que atraviesan la vida laboral. Inmunes a cualquier crítica, estas políticas de producción de datos e indicadores acaban haciendo funcionar a cada individuo mediante una especie de piloto automático cuyo rumbo es heterodeterminado, pero que se asume personalmente y con ello se activa su productividad y rendimiento. Esta visibilización y producción de datos permite no solo medir sino también comparar los rendimientos con comportamientos pasados o con otros sujetos, induciendo una disposición de permanente autovigilancia (Lupton, 2016).

Estas herramientas dirigidas a promover la medición, evaluación y emulación de la competitividad y la calidad no se restringen solo al ámbito del trabajo y las empresas, sino que se extienden a instituciones extralaborales. Al igual que en el campo del trabajo y de las empresas, los sistemas de buenas prácticas, el Benchmarking y los rankings cumplen la función de establecer jerarquías que ordenan, clasifican y encuadran a las diferentes organizaciones, administraciones públicas o individuos competidores en un área de actividad (empresa, país, educación, consumo) (Bruno y Didier, 2013). Las prácticas de ranking avanzan a pasos agigantados. En China, el ranking social es ya una realidad que se extiende con sabor orwelliano (Hvistendahl, 2017). Estas prácticas convierten herramientas para la autogestión reflexiva en disposiciones al autocontrol, a la autotransformación y al autoseguimiento, esto es, la gestión de sí mismo autorresponsable.

Dispositivo emprendedor y la ética de la autorresponsabilidad: el sujeto propietario de sí mismo

Un segundo eje que articula las culturas ontológicas del neoliberalismo está vinculado con la hegemonía de la norma de autonomía e interiorización del principio de la responsabilidad frente al éxito (y fracaso) económico, siendo el mercado el oráculo que proporciona los criterios de su validación. La creciente codificación de la vulnerabilidad en un marco psicologicista induce la extensión del imperativo moral de conquistar la propiedad de uno mismo, e integra una ética de la autorresponsabilidad, que interviene en los procesos de atribución causal y en los patrones de explicaciones cotidianas. Induce un proceso de psicologización política que desactiva la capacidad de hacer visibles los vínculos entre experiencias de vulnerabilidad y relaciones de poder y opresión y neutraliza marcos colectivistas. El (des)empleo, la desigualdad, la salud, el bienestar, la felicidad dejan de representarse en clave colectiva para pasar a entenderse como responsabilidad del propio individuo. Prácticas de muy diversa índole, como son los programas de lucha contra la dependencia del desempleado (la activación para el empleo), la transformación de las racionalidades políticas en el gobierno de la vejez (“el envejecimiento activo”), la industria de la felicidad (“Happycracia”; Cabanas e Illouz, 2019), confluyen en promover un proceso de incorporación de la metáfora de la empresa, y sus valores subyacentes, como marco de sentido, restringiendo la conciencia intersubjetiva y fragilizando los sujetos colectivos.

En este sentido, se han movilizado numerosas prácticas dirigidas a promover una mentalidad emprendedora y responsable. La infancia está siendo, de hecho, un objetivo privilegiado de intervención del dispositivo emprendedor. La educación emprendedora, que conduce a explorar los nichos de talento, es otra de las áreas principales de difusión del hecho emprendedor. Acecha a los niños desde la guardería: pequeños emprendedores que crean su propia app de éxito o que resuelven las dudas científicas de los mayores6. Junto a la educación emprendedora, vemos extenderse, a través de los media, prácticas de difusión de modelos de rol, en donde emprendedores de éxito reconstruyen, de forma autobiográfica, el proceso que les ha permitido encontrarse a sí mismos y hacer brotar sus talentos latentes. Se trata de tecnologías del yo dirigidas a producir espacios especulares que reflejan los principios nucleares de un nuevo arquetipo de sujeto, el conquistador de sí mismo.

Esta retórica de enaltecimiento de los valores empresariales se difunde también a través de otras prácticas como son los blogs de gestión, libros de autoayuda y revistas, etc. que impelen al sujeto a explorar su “interior” y tomar las riendas de la propia vida. Los discursos empresariales vehiculan, difunden y traducen al campo del trabajo y de la vida una serie de pautas de gestión de las empresas y de los comportamientos favorables a su desarrollo (Alonso y Fernández-Rodríguez, 2018). El saber empresarial es puesto como ejemplo de saber vivir e impone pautas de conducta a los individuos. La difusión de la retórica empresarial organiza desde el comportamiento (y su justificación) en el lugar de trabajo, a la vida que desborda la experiencia en el trabajo, así como los repertorios emocionales. Sobre estos últimos, asistimos al auge de la inteligencia emocional, que significa poner la ingeniería emocional al servicio de la optimización individual. De igual manera, se invoca a los individuos a abrazar el pensamiento positivo y lo que Mark Fisher (2016) denomina el voluntarismo mágico: “si quieres, puedes…" declinado en mil expresiones que se transmiten cotidianamente a los sujetos de manera, supuestamente, activadora (Rodríguez López y Borges Gómez, 2018).

Estas prácticas activadoras se extienden también a áreas como son las técnicas vinculadas con el cuidado del cuerpo. Sirviéndose de la cultura del fitness y el wellness, estas técnicas invocan a un individuo responsable de su propia salud, del cuidado de sí y de definir sus estilos de vida. La intensificada autorresponsabilización frente al proceso de degeneración física, la cirugía estética o las biotecnologías (Sibilia, 2005) convierten al soporte físico del cuerpo en espacio de cultivo del capital humano. Mantener una actitud positiva (Ehrenreich, 2011; Davies, 2016) constituye el secreto del bienestar y la salud. Huir del mundanal ruido internándose en la profundidad de los jardines del yo profundo para el cuidado de la paz interior del individuo es hoy una exhortación del breviario emprendedor. Todas estas técnicas son prescritas como indicadores de dedicación al cuerpo, pero también la cultura del cuerpo muestra un lado de proscripción y denuncia al descuido corporal. Asistimos a una incitación a optimizar cuerpos de bajo rendimiento por obesidad, vejez, desatención u otros excesos o defectos corporales. En resumen, las técnicas de cuidado del cuerpo son prácticas destinadas a maximizar las propias capacidades (de rendimiento) y experiencias (de placer y bienestar) en contextos de creciente autorresponsabilización.

En un espacio muy cercano a las técnicas corporales, encontramos las prácticas deportivas como optimizadoras del cuerpo y la mente (potenciar la motivación, la “cultura del esfuerzo” y la disciplina). Entregarse a fondo al running, completar una maratón o dedicarse al crossfit, supone enviar un mensaje sobre tu capacidad de sufrimiento, de superación y rendimiento competitivo extremo y tu compromiso con valores emprendedores. El mercado de este sector ofrece a diario innovaciones, desde la intervención de un personal trainer, epítome del coach para el cuerpo, hasta las nuevas tendencias como el Hiit (high intensity interval training) o el electro-fitness para quienes buscan resultados rápidos, a costa, muchas veces, de perjudicar la idolatrada salud. La creciente esponsorización es un indicador de las conexiones entre empresa y deporte. También la instrumentalización del deporte como forma de difusión de valores empresariales (la filantrópica cultura del esfuerzo y superación que promociona Mercadona) (Santos-Ortega, 2019) o los ejemplos de conexión entre las finanzas, la autoayuda y el deporte, como son los casos de los atletas extremos Kílian Jornet o Josef Ajram. En todos estos casos, se trataría de prácticas que, aunque fundamentadas en el cuidado y desarrollo del cuerpo, se orientan a convertirlo en un activo que expandir, invertir y perfeccionar (Landa y Córdoba, 2020).

Dispositivo emprendedor y la capitalización del yo: la psicoempresarización del sujeto

Un tercer eje alude a la subjetividad como territorio de gobierno (Rose, 2007) y de intervención optimizadora, de perfeccionamiento permanente y de maximización del rendimiento productivo, como si de una start up se tratara (Nicoli y Paltrinieri, 2019). Estos procesos de ingeniería capitalizadora del yo abarcan prácticas de muy diversa índole que conforman un modo de relación del sujeto consigo mismo, pero también de orientación de las relaciones sociales, familiares y culturales.

La interiorización del deseo de convertir al self en objeto de incesante e ilimitada transformación conforma subjetividades exitosas (Scharff, 2016; Han, 2016). Prácticas culturales como la publicidad, revistas dirigidas a mujeres, las industrias culturales, libros de autoayuda alojan aspiraciones personales, como la felicidad, la estética, la igualdad, el empoderamiento, en nuevos espacios de sentido que convierten interpelaciones políticas en incentivos para el rendimiento y la productividad. Las emociones (Illouz, 2007), la igualdad (Scharff, 2016), la estética (Hakim, 2011), el cuerpo (Valdés, 2018), la subjetividad (Han, 2016), las relaciones sociales y la producción de sociabilidad (Gil García, 2018) se convierten en potenciales activos susceptibles de ser capitalizados. Son incorporados a un lenguaje de la optimización que permite convertir todo capital corporal, emocional y relacional en un recurso económico potencial.

A este objetivo de rentabilizar la relación con uno mismo responden numerosas prácticas como son el "trabajo clínico" (Cooper y Waldby 2016), que promueve la capitalización del cuerpo como fundamento físico a través de la venta y cuidado de tejidos, ovocitos, reproducción asistida, vientres de alquiler, participación en experimentación farmacéutica. También obedecen a este objetivo aquellas prácticas dirigidas a promover una adecuada gestión y optimización del tiempo a fin de maximizar su uso productivo y evitar la censurada procastinación. En los últimos años, se han multiplicado los cursos, las publicaciones, los programas televisivos que empujan a los sujetos a controlar y capitalizar el tiempo y a poner orden, desde la propia carrera vital hasta el armario de casa, pasando por las finanzas personales, a través de la educación financiera, o la gestión del tiempo infantil.

Otro tipo de prácticas van dirigidas a capitalizar la reputación y marca personal con los que generar confianza a través de la inversión en uno mismo. El currículum vitae (CV), un medio clásico en la selección de personal, adquiere, en la actualidad, un auge que va en paralelo a la hegemonía del capital humano como lógica de funcionamiento del mercado de trabajo. La producción de currículums optimizados es la representación por antonomasia del capital humano y una manera de rendir cuentas ante el imperativo de rendimiento y adhesión a los criterios de mejora continua. En la actualidad, el CV ha presenciado las novedades que aportan las nuevas tecnologías: vídeo, blog, selección de personal on line, instrumentos propuestos por las redes profesionales, seguimiento de la presencia en redes sociales por parte del candidato/a, análisis de microgestos, voz, expresión del rostro, etc.

En esa misma dirección irían encaminadas también las prácticas de búsqueda estratégica de prestigio y el marketing del yo: creación de networks, la articulación de redes de relaciones y reputación, como son las redes sociales profesionales como Linkedin y otras tantas. En el mundo académico, Academia.edu, Researchgate ofrecen la visibilización y reputación a través de las cuales el digital academics (Lupton, Mewburn y Thomson, 2017) se asocia con la recomendación general que el mundo empresarial ha difundido desde hace dos décadas. Las redes productivas, las conexiones, etc. son una de las representaciones predilectas del razonamiento managerial desde antes de los años noventa (Boltanski y Chiapello, 2002). Constituyen un significante que condensa la innovación y la nueva gestión flexible. Se manifiestan en numerosas prácticas desde las redes de empresas, el trabajo colaborativo y las relaciones socioprofesionales hasta ámbitos menores de desarrollo, como la preocupación por el matching (el encuentro de intereses, de mano de obra, etc.), la comunicación y ofertas entre emprendedores; ferias, encuentros, conferencias, etc., en donde se expanden las técnicas de comunicación empresariales estandarizadas, como son las demos (demostraciones de productos, extendidas, sobre todo, entre los productores de tecnologías) u otros formatos comunicativos y relacionales como las citas rápidas, el elevator pitch y otras propuestas de speed dating. En el mundo académico, encontramos los concursos de tesis en 3 minutos, frecuentes en las universidades españolas. Con el desarrollo de las tecnologías, se han visto multiplicadas las aplicaciones de estas redes y se han extendido a muchos otros ámbitos más allá del trabajo (citas on line para la búsqueda de parejas; plataformas para practicar deporte), y han inducido un tipo de sociabilidad calculada, instrumentalizada, rentable (Gil García, 2018).

En el mundo del trabajo, otro tipo de prácticas de gestión empresarial van orientadas a capitalizar la pasión, la creatividad, el compromiso, el juego, con fines productivos (Zafra, 2017). Se induce una alianza entre los valores personales (y de abnegación) y los objetivos valorados a fin de responder a valores de naturaleza superior como la creatividad, la libertad, el crecimiento personal, que se traducen en jornadas bulímicas (Gill, 2019) de trabajo. En complicidad con la cultura del exceso y extensión del trabajo y de implicación creativa, estas prácticas, aunque vivenciadas como expresiones de compromiso y carácter, pueden actuar como mecanismos de autoexplotación (ethos sacrificial, Ross, 2000) ante vulnerabilidades que devienen innombrables (Gill, 2019). A su vez, con prácticas de gamification, ludification, dirigidas a aumentar la motivación, creatividad y desarrollo del talento, las empresas introducen la lógica del juego y los pasatiempos en el trabajo. Se aprovecha su atractivo para conseguir objetivos que van más allá del divertimiento que contiene el propio juego. Con el objetivo de mejorar el rendimiento y reforzar el compromiso con la tarea, se gamifica la actividad –premios, clasificaciones, acceso a niveles superiores-. Para conseguir estos objetivos se exige a los trabajadores seguir determinados tipos de comportamiento que vienen marcados por el esquema del juego, cuyas reglas son inamovibles (Maturo, 2015; Ippolita, 2017). La gamification-ludification rompe las fronteras entre el juego y el trabajo, entre la vida y el trabajo.

Estas tecnologías emprendedoras se ven reforzadas por toda una gama de prácticas y apoyos al rendimiento y a la gestión reparadora, procedentes del campo de la terapia psicológica o parapsicológica en permanente renovación (coaching, mindfulness, PNL, yoga, fitness corporativo, etc.) (Ampudia de Haro, 2010; Cabanas e Illouz, 2019). Este campo se ha constituido como un rentable sector económico y académico. Parten del principio de que todos disponemos de un potencial que estas terapias ayudan a exteriorizar. Reinventarse, afrontar los riesgos de la competitividad, reducir el estrés, reforzar la capacidad de autoayuda del sujeto son algunas de las promesas de esta psico-empresarización del sujeto. Estas tecnologías permiten maximizar la autoeficiencia y rendimiento, pero también actúan como prácticas de reconstitución subjetiva ante estas intensificadas demandas emprendedoras.




CONCLUSIONES


El objetivo de este artículo ha sido desarrollar el potencial heurístico del concepto de dispositivo emprendedor para analizar las tramas que contribuyen a generalizar una racionalidad y ética emprendedora: las éticas neoliberales de la empreabilidad. Nos hemos centrado fundamentalmente en identificar las prácticas y vectores de subjetivación que conforman nuevos territorios de interpelación ética e identitaria: la autoevaluación; autorresponsabilidad y psicoempresarización. Individualizando y psicologizando las coacciones, y canalizando los conflictos sociales al enfrentamiento consigo mismo, estas prácticas de gobierno emprendedor convierten a la subjetividad en un recurso productivo estratégico, y, por tanto, en objeto de optimización y criterio de eficiencia personal (Han, 2016).

Dicho análisis nos muestra, en primer lugar, que el concepto de "dispositivo emprendedor" permite explorar la trama de procedimientos y estrategias interdependientes (discursos, instituciones, disposiciones científicas, prácticas, etc.) que operan hoy, aunque no exclusivamente, en el campo empresarial-laboral y entender lo que Foucault calificó como la "posición estratégica dominante" para gestionar las relaciones de fuerza, orientarlas, bloquearlas, y normalizarlas y para conseguir, en un espacio social, hegemonía política alentando, sugiriendo, haciendo posible, incitando o impidiendo ciertos procesos, afectos, pensamientos. Una característica de estas tramas de relaciones que conforman el dispositivo emprendedor en un contexto neoliberal es la de desbordar los límites de la empresa, de modo que se irradia y se ramifica en otros ámbitos como el académico, el estatal o el asociativo intensificando su potencial subjetivador. Este análisis sobre las tramas que conforman el dispositivo permite explorar cómo cada uno de los elementos del dispositivo responde y contribuye a los cambios en el espacio sociolaboral y posibilita un análisis de las prácticas, como el mismo Foucault destacaba, más que en el más habitual de las instituciones.

En segundo lugar, el dispositivo emprendedor conforma una redefinición de los modos de relacionarnos con (las culturas d)el trabajo y de pensarnos como sociedad, de las gramáticas sociales del trabajo asalariado (desindividualización; desmercantilización; sociedad de equivalentes). Estas transformaciones resultan indisociables de las evoluciones experimentadas en el último tercio del siglo XX, en un contexto complejo de crisis de acumulación del capital en el seno de los países del capitalismo avanzado y específicamente en un espacio social y laboral en transformación. Esta redefinición del trabajo asalariado promueve una concepción empresarializadora del trabajo y de la vida. Estas prácticas subjetivadoras van más allá de las demandas de flexibilidad, autonomía, disponibilidad, empleabilidad, rendimiento; reclaman la adhesión dóxica del trabajador, la incorporación de una serie de disposiciones y orientaciones empresariales en la gestión de sí mismo. Estas subjetividades desactivan registros colectivistas y disuelven la emergencia de aporías sociales (Nicoli y Paltrinieri, 2019). La empresarialización del trabajo cobra la forma de una deconstrucción del paradigma del empleo asalariado, tanto en el marco asalariado (intraemprendedor), como en la variada proliferación de nuevas figuras basadas en el trabajo independiente, autónomo, por cuenta propia. Aunque la empresa es la fuente fundamental de producción y difusión de esta racionalidad política, otras muchas esferas (enseñanza, mundo académico, estructuras estatales, mundo asociativo) juegan también un papel clave, sin cuya consideración, el análisis del/los dispositivo/s sería incompleto y fragmentario.

En tercer lugar, la noción de dispositivo nos invita a entenderlo más que como un estado, como un proceso perpetuo (o proyecto), en frágil equilibrio y conflicto permanente, en continua tensión y redefinición, en donde confluyen prácticas normalizadoras, muchas veces contradictorias, así como espacios de resistencia7, de creatividad e imaginación política y de reformulación normativa.




FINANCIACIÓN


Este artículo forma parte del proyecto El emprendimiento como estrategia de lucha contra el desempleo juvenil: de la política institucional a la vivencia y experiencia de los sujetos financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. Plan Nacional. Programa Excelencia (2018). Querríamos dejar constancia de nuestro agradecimiento a los miembros del equipo, particularmente a Patricia Amigot, Laureano Martínez y Eduardo Crespo por sus comentarios sugerentes al texto.




NOTAS


1 En Santos-Ortega (2014) y Serrano-Pascual y Fernández-Rodríguez (2018) se desarrollan los ejes semánticos que articulan este nuevo modelo virtuoso de sujeto emprendedor.

2 Usamos la noción de éticas en el sentido planteado por Rose (1998): “Ethics are thus understood as means by which individuals come to construe, decipher, act upon themselves in relation to the true and the false, the permitted and the forbidden, the desirable and the undesirable. Along this dimension, then, we would consider the ways in which the contemporary culture of autonomous subjectivity has been embodied in our techniques for understanding and improving ourselves in relation to that which is true, permitted and desirable” (p. 153).

3 Sverre Raffnsøe (2008) coincide con Deleuze en otorgar un lugar prominente a este concepto en la obra de Foucault. Raffnsøe recoge las alusiones a este término en los cursos finales en el Collège de France, donde Foucault señalaba que la historia podía interpretarse como la historia de los dispositivos.

4 Una definición de esta noción puede encontrarse en una entrevista publicada en 1977 (Foucault, 1977). También aparece en las primeras lecciones del curso de 1978 en el Collège de France, -Seguridad, territorio, población-. Foucault bosqueja allí una clasificación de los dispositivos, lo que le permite organizar los rasgos comunes y presentar una definición general (Foucault, 2006).

5 Desde una perspectiva analítica afín a la noción foucaultiana de dispositivo, se ha puesto en marcha recientemente en España gran número de excelentes investigaciones aplicadas al ámbito del gobierno empresarial del trabajo (Fernández Rodríguez, 2007; Lahera, 2004; Revilla y Tovar, 2011; Pérez Zapata, 2015; Castro, Moraes y Cutillas, 2017; Candil Moreno, 2020) y que, desde el enfoque del Critical Management Studies, han reflexionado acerca de las prácticas de normalización y subjetivación puestas en marcha en el seno de las organizaciones para movilizar la subjetividad intraemprendedora del trabajador. Estos estudios se han orientado a analizar las estrategias discursivas del management y las praxis organizacionales dirigidas a la sujeción del comportamiento de los trabajadores a un campo de posibles prácticas en un contexto de intensificación de las exigencias productivas, que han convertido a la subjetividad en el principal recurso de maximización empresarial. También es importante destacar la orientación que esta perspectiva está adoptando en otros países europeos dirigida a una reflexión crítica que deconstruye las prácticas de subjetivación y discursos normalizadores orientados al enaltecimiento del espíritu emprendedor (“critical entrepreneuship studies”; Dey, Verduyn, Essers y Tedmanson, 2017).

6 Véase el blog, promovido por Vodafone, “familias conectadas”.

7 Lo que Foucault calificó como “reversibilidad estratégica” de las relaciones de poder.


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