Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2020.78

La juventud que sale de la crisis


Youth coming out of the crisis


Jorge Benedicto ORCID

Universidad Nacional de Educación a Distancia, España jbenedicto@poli.uned.es

Antonio Echaves ORCID

Universidad de Sevilla, España aechaves@us.es

Teresa Jurado ORCID

Universidad Nacional de Educación a Distancia, España tjurado@poli.uned.es

María Ramos ORCID

Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, España mariaramosmartin2018@gmail.com

Benjamín Tejerina ORCID

Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea, España b.tejerina@ehu.eus

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 29 Núm. 3 - Sup2 (Junio - Diciembre, 2020), pp. 131-147. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 24/04/2020
Aceptado / Accepted: 03/11/2020




RESUMEN

A partir de los resultados de una encuesta realizada en 2016 a una muestra de 5.002 jóvenes españoles entre 15 y 29 años, que da continuidad a una serie de informes cuatrienuales sobre la situación de la juventud, se intenta responder a la cuestión de qué sabemos del modus vivendi de la juventud española que sale de la crisis. En esta reflexión colectiva se profundiza en el impacto de la crisis sobre las condiciones laborales y el proceso de precarización de la juventud, el rol de la educación en situaciones excepcionales, la activación política de amplios sectores frente a la idea extendida de apatía y desinterés, la estabilidad de sus estilos de vida, el alto nivel de satisfacción con la vida y las perspectivas de futuro, a pesar del retraso en la emancipación residencial y los desajustes entre deseos y realidad.

Palabras clave: juventud; crisis; emancipación; precariedad.



ABSTRACT

Based on the results of a survey carried out in 2016 on a sample of 5,002 young Spaniards between between 15 and 29 years old, which gives continuity to a series of four-yearly reports on the situation of youth, we try to answer the question of what we know about the modus vivendi of Spanish youth coming out of the crisis. In this collective reflection, the impact of the crisis on working conditions and the process of precarization of youth, the role of education in exceptional situations, the political activation of broad sectors in the face of the widespread idea of apathy and disinterest, the stability of their lifestyles, the high level of satisfaction with life and future prospects, despite the delay in housing emancipation and the mismatch between desires and reality, is examined in depth.

Keywords: youth; crisis; emancipation; precariousness.




En fecha reciente, The Conversation publicaba un artículo de Rafael Merino en el que se hacía portavoz de los ecos de la crisis vivida en España. En él señalaba que, aunque todavía es temprano para hacer un balance del impacto de la gran recesión, tres aspectos parecen haber alcanzado mayor relevancia por lo que respecta a los jóvenes: el retorno a la educación y, en particular, a la formación profesional; el aumento de la precariedad en el empleo hasta convertirse en modus vivendi de muchos jóvenes; y el mantenimiento de la edad de emancipación familiar a edades muy elevadas1.

Con unos pocos meses de antelación, aparecía el Informe Juventud en España 2016 donde, a partir de una encuesta mediante entrevistas personales domiciliarias a una muestra de ámbito nacional de 5.002 jóvenes entre 15 y 29 años, se presentaban los datos más relevantes de lo que se llamó una generación marcada por la crisis2. La información que se contempla en dicho estudio analiza además del contexto demográfico, muchos otros temas relevantes para conocer la situación de la juventud en España, tales como las trayectorias educativas y la relación con el empleo, la emancipación, el bienestar subjetivo, la construcción de subjetividades juveniles o sus valores colectivos. A lo largo del informe se acumula multitud de información y análisis sobre estas cuestiones que ofrecen una especie de rompecabezas que es necesario armar. Con este propósito los autores del informe han reunido aquí su visión sobre la juventud que sale de la crisis en torno a tres cuestiones básicas: qué podemos decir de la situación actual, de dónde venimos y qué futuro inmediato nos aguarda. El siguiente diálogo intenta aportar luz a estos interrogantes.


¿SE PODRÍA SEÑALAR ALGO INESPERADO A PARTIR DEL ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE LA SITUACIÓN DE LA JUVENTUD EN ESPAÑA?


JB. Uno de los resultados más interesantes y relativamente sorprendentes del último Informe Juventud en España 2016 es la constatación de que estamos asistiendo –o, por lo menos, así sucedía en las fechas en que se hizo la investigación- a un intenso proceso de politización por parte de amplios sectores de la juventud española. Frente a la idea, bastante extendida, de que política y juventud conjugan mal, se puede constatar que no sólo alrededor del 40% de los jóvenes entrevistados declara estar muy o bastante interesado en las cuestiones políticas, sino que la mayoría afirma que habla de cuestiones políticas con relativa frecuencia. Es decir, la política parece haber pasado a formar parte de la cotidianeidad juvenil, lo cual, como seguro luego comentaremos, no implica que haya mejorado la opinión que suscita. Mas bien, al contrario.


SE HABLA MUCHO DE LA PECULIARIDAD Y LAS DIFICULTADES DEL PROCESO DE TRANSICIÓN JUVENIL A LA VIDA ADULTA EN ESPAÑA CUANDO LO COMPARAMOS CON LAS CARACTERÍSTICAS QUE SE DAN EN OTROS PAÍSES DE NUESTRO ENTORNO ¿CÓMO HA EVOLUCIONADO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS LA SITUACIÓN ECONÓMICA DE LOS JÓVENES Y CUÁLES HAN SIDO SUS CONSECUENCIAS?


AE. En el tránsito de la juventud a la vida adulta, y para el logro de la emancipación y la posibilidad de desarrollar proyectos residenciales autónomos, la adquisición de una relativa independencia económica es un factor clave, como han mostrado, entre otros, los trabajos de Ballesteros y coautores (2012) o el de Echaves (2018a y 2018b). La independencia económica ha empeorado en nuestro país en los últimos años como consecuencia de la crisis, y continúa teniendo efectos negativos en las condiciones de vida de los jóvenes. En este sentido, las Encuestas de Juventud de los últimos años muestran un claro deterioro de la situación material de los jóvenes españoles, que se traduce en un aumento significativo, entre 2008 y 2016, de los jóvenes dependientes económicamente y un descenso/retraso de su independencia. Por dar algunas cifras, si en 2008 el 50% de los jóvenes entrevistados decía ser independiente (los que viven exclusivamente de sus ingresos y aquellos que viven principalmente de sus ingresos con la ayuda de otras personas), en 2016 el porcentaje había disminuido hasta el 35%. Por el contrario, el porcentaje de los que dependen completamente de los ingresos de otras personas ha aumentado doce puntos en estos años, pasando del 35% al 47%. Hay, pues, menos jóvenes que viven principalmente de sus ingresos, y más jóvenes que viven principalmente de los ingresos de otras personas, concretamente de la ayuda económica de los parientes. Este es, sin duda, otro aspecto a destacar: de 2008 a 2016 hay un incremento importante de padres y madres que ayudan económicamente a estos jóvenes sin autonomía.

A la luz de estos datos podemos afirmar que la crisis económica aún sigue teniendo repercusiones evidentes sobre la vida de los jóvenes, y amplifica las situaciones de vulnerabilidad económica, dificultando así el tránsito a la edad adulta. La explicación fundamental del deterioro de la situación económica de los jóvenes debemos buscarla en el contexto laboral. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en el año 2016 el 37% de los jóvenes de 16 a 29 años se encontraba en paro. Este dato macroeconómico impacta de manera directa tanto en las condiciones de vida de los jóvenes como en el logro de la autonomía, tan crucial en el proceso de transición juvenil. Sin embargo, la clara disminución de la proporción de jóvenes que viven exclusivamente de sus ingresos debería explicarse de otras maneras, fundamentalmente a partir de otros factores. Por un lado, desciende el trabajo regular como principal fuente de ingresos de los jóvenes. Este concepto ha pasado de suponer el 92% en 2008 al 81% en 2016, algo más de diez puntos menos, que son prácticamente cubiertos por el incremento del trabajo esporádico. Una segunda razón se encuentra en la caída de los ingresos medios personales (euros mensuales netos), que conlleva una mengua tanto en la capacidad de gasto de los jóvenes como en la decisión sobre el destino de dicho gasto. Ahora bien, las consecuencias del deterioro de la situación económica de los jóvenes españoles, tiene una secuela inmediata en sus trayectorias residenciales.


LA EDUCACIÓN, TANTO EN CONTEXTOS DE NORMALIDAD ECONÓMICA COMO EN PERIODOS DE CRISIS, PARECE HABERSE CONVERTIDO EN UN FACTOR CAPAZ DE EXPLICAR LAS ENTRADAS EN Y SALIDAS DE SITUACIONES DE PRECARIEDAD LABORAL. ¿CÓMO INFLUYE LA FORMACIÓN ALCANZADA EN LA SITUACIÓN LABORAL DE LOS JÓVENES?


TJ. El extenso grupo de jóvenes con niveles de estudios por debajo de la formación profesional se encuentra con muchas desventajas a la hora de enfrentarse al mercado laboral. Entre los jóvenes que no estudian y alcanzaron el nivel de primaria o de secundaria de primera etapa (Graduado en ESO), más del 60% se encontraba en situación de desempleo o de inactividad económica en 2016, mientras que entre los que habían alcanzado una educación superior (FP2) el desempleo afectaba al 22%, y algo más a los jóvenes con un título universitario (24%). De nuevo los datos de la EPA muestran que estas mayores tasas de desempleo entre los jóvenes con menos preparación es una constante desde 1994. Por lo tanto, entre la población joven a más educación se reduce el riesgo de estar desempleada. Curiosamente las desventajas educativas no protegen mejor contra la rotación en el empleo ni contra los ingresos bajos. La mayoría de los jóvenes que trabajan o han trabajado en algún momento ha rotado en su corta vida laboral entre más de dos empleos, y el 40% ha tenido entre cuatro y siete empleos, independientemente del nivel educativo alcanzado. Tampoco influye la formación en los ingresos que declaran los jóvenes que están empleados o tuvieron un empleo anteriormente, porque los bajos salarios parecen estar ligados a la edad. En 2016 el 25% de los jóvenes con educación primaria o secundaria ganaba como mucho 600 € netos al mes, el segundo cuartil ganaba entre 600 y 900€, y el tercer cuartil ganaba alrededor de 1.000 € mensuales. Solo un 1% de los jóvenes ganaba 1.500€ o más. Los titulados superiores ganaban de media 100 € más que sus coetáneos con titulaciones inferiores. Podríamos decir, en definitiva, que hay pocos “mileuristas” jóvenes: la mayoría no llegan a los 1.000€, incluso aunque tengan estudios superiores. Es cierto que los jóvenes con educación superior (universitaria o profesional) son el grupo que menos sufre el desempleo y que en media gana algo más que sus coetáneos, en cambio se enfrentan a otro problema muy acusado en el mercado laboral juvenil español. Un 30% de estos jóvenes bien preparados trabaja o ha trabajado en ocupaciones manuales cuando por su nivel educativo debería trabajar, al menos, en ocupaciones intermedias o como profesionales y directivos. Esto explica, en parte, los relativamente bajos ingresos de los titulados superiores. No solo ganan comparativamente poco por estar sobrecualificados para sus ocupaciones, sino que además perciben en gran medida que su trabajo y su nivel de estudios están poco o nada relacionados con ese trabajo. La sobrecualificación de los jóvenes con formación superior depende en gran medida del tipo de empleos que se crean. Varios escenarios y estimaciones sobre la creación de empleo hasta el año 2025, como por ejemplo el trabajo de Serrano y Soler (2015), prevén un aumento importante de las ocupaciones para personas con educación superior, y un crecimiento mucho menor de las ocupaciones intermedias y manuales. Si esos escenarios se cumplen, se puede augurar una disminución de la sobrecualificación de los titulados superiores. Ahora bien, esto no solucionará otro gran problema del mercado laboral juvenil, la alta incidencia del desempleo entre los menos cualificados, a no ser que se consiga reducir el abandono escolar temprano. El mayor reto consiste en disminuir el paro, la rotación laboral, y en aumentar los ingresos si se desea promover una formación familiar más temprana y contribuir a un aumento de la fecundidad, al menos para lograr alcanzar la tasa de reemplazo generacional. Los jóvenes desean tener una media de dos hijos, pero un alto porcentaje solo tiene una hija o un hijo, y una proporción no desdeñable de mujeres en España se queda sin descendencia. Si no se apoyan desde el Estado políticas para un mejor aprovechamiento de la educación, para la incorporación a empleos más estables y mejor remunerados, y para el acceso a una vivienda asequible, las tardías transiciones a la edad adulta y sus consecuencias persistirán en el futuro. Quizás el relativo reducido número de jóvenes brinde la oportunidad histórica de romper con estos problemas juveniles que duran ya más de tres décadas.


EN ESPAÑA VIVIMOS UNA SITUACIÓN VERDADERAMENTE PARADÓJICA EN RELACIÓN CON EL TEMA DE LA EDUCACIÓN. ¿CÓMO SE PODRÍA EXPLICAR QUE TENGAMOS, AL MISMO TIEMPO, LOS JÓVENES PEOR FORMADOS Y LOS JÓVENES MEJOR FORMADOS DE EUROPA?


TJ. La integración de jóvenes de origen migrante en las distintas etapas educativas se ha realizado en un sistema con una de las tasas más altas de abandono temprano de la educación en la Unión Europea, es decir, jóvenes que no consiguieron el título de la enseñanza secundaria o lo obtuvieron, pero no prosiguieron con una formación profesional ni con el bachillerato. En 2006 la tasa de abandono temprano era del 30% y ésta ha disminuido hasta el 20% en 2015, un gran avance teniendo en cuenta la integración de la población inmigrante. No obstante, esta tasa de abandono temprano es la más alta de la Unión Europea, y se sitúa por encima de nuestro vecino Portugal, que desde 2007 ha conseguido reducir su tasa más que España. El sistema educativo español no consigue adecuarse a las necesidades de su público ni en la escuela primaria ni en la enseñanza secundaria, como muestran las tasas de idoneidad que nos informan indirectamente sobre el porcentaje de repetidores en cada nivel. Alrededor de un 10% de los niños hasta los 10 años había repetido curso y hasta los 15 años el 36% de los jóvenes había repetido alguna vez. Esto nos indica que a más de un tercio de los jóvenes les cuesta mucho seguir el ritmo y las exigencias de los centros escolares y, al final, pasan al mercado laboral con niveles por debajo de una formación profesional. Entre los jóvenes con edad de haber terminado la enseñanza secundaria postobligatoria, es decir, aquellos entre 25 y 34 años, los jóvenes con un nivel educativo por debajo de una formación profesional (FP) o del Bachillerato alcanzaban el 35%, y solo el 10% había adquirido una FP. Esta bajísima proporción de titulados de FP, también llamados Ciclos Formativos de Grado Medio, nos sitúa de nuevo a la cola de nuestros vecinos europeos. Ahora bien, el bajo rendimiento escolar de muchos jóvenes no está en contradicción con un sorprendente contrapunto, y es que España tiene una de las tasas más altas de jóvenes que han alcanzado una titulación universitaria dentro del contexto de Europa. La juventud española está polarizada en dos extremos: más del 30% de los jóvenes no tiene titulación alguna de secundaria postobligatoria y más del 40% tiene estudios universitarios. Lo que falta en este país son jóvenes titulados de formación profesional.

Frente a lo que algunos podrían pensar, esta polarización educativa no es consecuencia de la entrada de jóvenes de origen migrante al sistema educativo español, ya que los problemas son anteriores. Además, el factor que mejor predice el rendimiento escolar es el nivel educativo de los padres, mientras que el lugar de nacimiento de los jóvenes genera desigualdades menores. De hecho, según los datos del Informe Juventud 2016 el 62% de los jóvenes de 25 a 29 años que había nacido en España y tenía nacionalidad española había alcanzado un título de formación profesional de segundo grado o de universidad frente al 56% de los jóvenes nacidos en el extranjero, es decir, una diferencia de solamente 6 puntos porcentuales. Son muchos los factores que explican la alta proporción de jóvenes que dejan de estudiar, pero cuando se pregunta a los jóvenes cuyos padres no tienen estudios o tienen estudios de primaria por los motivos para no seguir estudiando, éstos destacan que las necesidades económicas no les han permitido pagar los estudios (18%) o refieren que no se le daban bien los estudios (15%). Estas cifras parecen indicar que hay bastante margen para recuperar a jóvenes para los estudios si se bajase el coste de los estudios postobligatorios o se concedieran más becas, y es que según los datos del Informe Juventud 2016, apenas un 4% de los estudiantes recibían una ayuda para el estudio o una beca.


SERÍA DE ESPERAR QUE ESTA DESALENTADORA SITUACIÓN MOVIERA A LA JUVENTUD A EXPRESAR SU DESCONTENTO DE ALGUNA MANERA. ¿QUÉ NOS DICEN LOS ESTUDIOS DISPONIBLES AL RESPECTO?


JB. La encrucijada actual fluctúa entre una importante desafección política, asumida por muchos como un rasgo normal de la democracia española, y los síntomas de una creciente politización entre los sectores juveniles más movilizados. La gran explosión movilizadora del 15M a partir de 2011 ha supuesto una reconfiguración de los esquemas interpretativos hasta entonces manejados sobre las relaciones jóvenes-política. No es este el lugar de profundizar en las características del movimiento 15M, pero sí merece la pena mencionar que constituye la referencia simbólica del comienzo de una nueva etapa de protagonismo político juvenil, caracterizada por una repolitización crítica de muchos jóvenes, a través de la que expresan su profundo malestar con la situación económica y sociopolítica española. Si en el Informe Juventud Española (IJE) de 2012 ya se atisbaban signos de este cambio, será en el IJE2016 cuando aparecen en toda su extensión. La generación de la crisis afronta la realidad colectiva en la que le ha tocado vivir con una sensación generalizada de insatisfacción, no solo por el deterioro de las condiciones de vida en las que tienen que transitar a la vida adulta sino por la propia situación de la sociedad española en la que, según la mayor parte de los jóvenes, predomina la desigualdad y la injusticia social. Esta insatisfacción, junto a la desconfianza institucional que manifiestan, explica el alto grado de malestar democrático predominante entre los jóvenes en España en el momento de realizar la encuesta. Ahora bien, esta posición crítica sobre el funcionamiento del sistema político coexiste con un renovado interés por las cuestiones políticas, que alcanza niveles desconocidos en las décadas anteriores. La generación de la crisis se caracteriza, por consiguiente, por la politización de su descontento. Centrándonos en los resultados del IJE2016 cabe resumir en cuatro puntos los principales resultados de esta parte del Informe. En primer lugar, se constata que la insatisfacción con la situación sociopolítica provocada por la excesiva desigualdad y las grandes dosis de injusticia social llevan a muchos jóvenes a pedir cambios profundos en el sistema: para una cuarta parte estos cambios deben ser de corte revolucionario. Si tradicionalmente, los jóvenes españoles se habían mostrado más inclinados al reformismo que al conservadurismo, desde el inicio de la crisis esta tendencia se ha agudizado, hasta el punto de que más del 85% apuesta por cambios más o menos radicales en el sistema. Esta crítica radical al funcionamiento del sistema sociopolítico no implica, sin embargo, que se pongan en cuestión los fundamentos económicos y sociales de ese mismo sistema. Los diferentes indicadores disponibles nos hablan de una juventud mayoritariamente adaptada al orden social imperante pero muy insatisfecha con la situación actual.

El segundo punto a considerar es el notable incremento del interés manifiesto de los jóvenes hacia las cuestiones políticas. Mientras que en los estudios previos a la crisis el interés político no alcanzaba a más de una quinta o cuarta parte de la población juvenil, en esta ocasión cuatro de cada diez se muestran muy o bastante interesados en estos temas. A ello hay que unir, como se comentaba antes, que la mayoría habla de estos temas en sus círculos cercanos con relativa frecuencia, y que cada vez muestran un nivel de competencia política más alto. Esta repolitización de una parte importante de la población juvenil no significa ni mucho menos que su opinión sobre la actividad política -término que suele identificarse con la política institucional- haya mejorado, al contrario ha empeorado sensiblemente. Si hace unos años, la política suscitaba sobre todo indiferencia (44% en 2009) ahora suscita rechazo (54% en 2016). En resumen, puede decirse que el interés por la política no es contradictorio con la irritación que produce.

El tercer aspecto está estrechamente relacionado con el anterior porque se refiere a la profunda desconfianza que manifiestan los jóvenes hacia las instituciones y los responsables políticos: en una escala de 0 a 10, ni los partidos, ni los políticos, ni el Congreso de los Diputados superan el 3, algo que por cierto también le ocurre a la Iglesia católica. Los jóvenes, por tanto, se desarrollan como ciudadanos en un entorno de intensa desconfianza institucional, sobre todo política, un hecho que unido a la mayor insatisfacción con el funcionamiento de la democracia justifica el malestar y la desafección democrática hoy predominante.

El cuarto y último aspecto es el relativo a la participación sociopolítica de los jóvenes en España. En este caso, los datos confirman, por una parte, que la crisis se ha convertido en una etapa de movilización política juvenil pero, al mismo tiempo, se comprueba, una vez más, que existen importantes sectores de la población joven que no encuentran los incentivos necesarios para expresar activamente sus inquietudes en la esfera pública a través de la participación sociopolítica. Según los datos recogidos en la encuesta del IJE2016, casi un 20% de los jóvenes no ha realizado ninguna actividad política, y casi un 25% de los mayores de 18 años no ha votado nunca. En el extremo opuesto se sitúa el 18% de los jóvenes que podríamos calificar de “activistas”. Para el resto de los jóvenes, las dos formas más habituales y “normales” de participar son la protesta y el voto, especialmente este último que es considerado por la mayoría como la forma más eficaz de intervenir en el espacio público.


HEMOS VISTO QUE LOS JÓVENES TIENEN UNA SITUACIÓN LABORAL Y ECONÓMICA PEOR QUE SUS MAYORES, Y ADEMÁS SE HAN VISTO FUERTEMENTE PERJUDICADOS POR LA CRISIS, MÁS INCLUSO QUE OTROS GRUPOS DE EDAD. SIN EMBARGO, COMPROBAMOS EN EL INFORME QUE LOS JÓVENES SIGUEN MOSTRANDO NIVELES DE SATISFACCIÓN CON LA VIDA MUY ALTOS, MUCHO MAYORES QUE EL RESTO DE LA POBLACIÓN. ¿NO ES ESTO UNA PARADOJA?


MR. En cierto modo sí. Es verdad que la cifra de jóvenes que afirman estar altamente satisfechos con la vida, que es cercana al 80%, es bastante mayor que en otros grupos de edad. Pero no podemos pasar por alto que durante los años de la crisis la satisfacción con la vida, que está muy relacionada con las condiciones objetivas, ha descendido durante los años de empeoramiento económico generalizado. Además, hay que tener presente que la satisfacción con la vida tiene distintas dimensiones o aspectos, y resulta problemático que los jóvenes no estén plenamente satisfechos con todos ellos. En términos generales podríamos identificar tres grandes dimensiones: una que tiene que ver con la integración socioeconómica, como el trabajo y la situación personal; otra relacionada con la propia libertad y sensación subjetiva de independencia; y, finalmente, una tercera dimensión más relacional, que tiene que ver con las amistades y las relaciones familiares. Cuando analizamos con detalle los diferentes elementos de la vida, comprobamos que a los jóvenes lo que más satisfacción les producen son los amigos, la salud y la familia, todos ellos aspectos vinculados a la dimensión relacional, y en los que más del 80% de los jóvenes se siente altamente satisfecho. Por el contrario, como probablemente no sorprenda a nadie, la satisfacción es mucho menor con el trabajo y la situación económica. En ambas cuestiones la cifra de jóvenes altamente satisfechos apenas ronda el 35%. En definitiva, podríamos concluir que sí, que efectivamente en promedio los jóvenes están más satisfechos que sus mayores, aunque los aspectos económicos, y especialmente el empleo, son las principales fuentes de insatisfacción de la juventud.


EN CUANTO A LA SATISFACCIÓN PERSONAL Y LAS PERSPECTIVAS DE FUTURO, ¿PODRÍAMOS DECIR TAMBIÉN AQUELLO DE QUE “SPAIN IS DIFFERENT”?


MR. Bueno, pues un poco sí, aunque dentro de lo esperable. Lo cierto es que los niveles de satisfacción de los jóvenes españoles están algo por debajo de la media europea, y sólo nos ganan en pesimismo países del Este como Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia, Estonia o Letonia. En España apenas uno de cada cuatro jóvenes (26%) está altamente satisfecho con la vida en general, cuando en la mayor parte de los países europeos los niveles de alta satisfacción son mucho mayores, llegando en países como Finlandia o Austria a alcanzar prácticamente a la mitad de los jóvenes. Pero si hay algo en lo que los jóvenes españoles contrastan de manera muy marcada con sus contrapartes europeos es en la satisfacción laboral, y es que los niveles de satisfacción con el trabajo son particularmente bajos entre los jóvenes españoles. Apenas uno de cada cinco se muestra muy satisfecho en este aspecto concreto, y a ese respecto sólo son más pesimistas que los jóvenes españoles los griegos, los búlgaros y los rumanos, países en los que la situación económica tampoco ha sido muy halagüeña en los últimos años. No se trata por tanto de diferencias culturales en la forma de afrontar la vida en unos países u otros, sino que todo apunta a que las diferencias en satisfacción que observamos entre países tienen que ver claramente con características económicas e institucionales. Y lo que es más, que hay margen de acción desde los poderes públicos. Por ejemplo, en una investigación de Melike Wulfgramm (2014), de la Universidad de Dinamarca, se muestra cómo las políticas laborales tienen un gran impacto en la satisfacción individual. Por un lado, se señala cómo evidentemente el desempleo individual tiene un efecto negativo sobre la satisfacción con la vida, y que esto sucede en todos los países europeos considerados. Es decir, que el desempleo reduce de manera considerable la satisfacción con la vida, incluso teniendo en cuenta otras características personales. Sin embargo, se muestra también cómo, a nivel agregado, las políticas laborales de cada país tienen un efecto moderador sobre la satisfacción personal.


ESTAMOS HABLANDO DE LA SATISFACCIÓN CON LA VIDA DE LOS JÓVENES EN GENERAL, Y VEMOS QUE EL EMPLEO PARECE SER UN ELEMENTO CENTRAL. PERO, ¿SON TODOS LOS JÓVENES IGUALES, O REALMENTE ESTÁN MÁS SATISFECHOS QUIENES TIENEN UNA MEJOR POSICIÓN ECONÓMICA?


MR. Absolutamente. Aunque es importante subrayar que no tiene tanto que ver con la posición económica de sus familias, sino con la propia, y con cómo esas condiciones objetivas o materiales configuran el propio imaginario y las posibilidades para la autonomía personal. Con los datos de la encuesta del Informe Juventud en España 2016 comprobamos que tanto quienes están emancipados como quienes tienen un empleo tienden a estar mucho más satisfechos con la vida que aquellos que viven con sus padres o no tienen trabajo. Es decir, que el empleo es, sin duda, el aspecto más determinante para entender la visión que tienen los jóvenes sobre la vida y su futuro: el 70% de los jóvenes con trabajo está muy satisfecho con sus perspectivas de futuro, mientras que la cifra de satisfacción es la mitad (37%) entre los que están en paro. De todas formas, todo apunta a que, en la mayoría de los casos el empleo no es para ellos un fin en sí mismo, sino el medio para ser autónomos y poder tomar sus propias decisiones. Es verdad que vemos que vivir con los padres o no tener empleo reduce muchísimo la satisfacción personal de los jóvenes, pero la explicación no es que estas circunstancias influyan sólo de manera directa en la satisfacción, sino que además influyen indirectamente al reducir la sensación de control de la propia vida y la capacidad de tomar sus propias decisiones que es, en último término, lo que reduce la satisfacción. Por eso no es casualidad que la movilización de Juventud sin futuro, que se inició hace unos años en el punto álgido de la crisis, se acompañara de las proclamas “sin curro” y “sin casa”. Es decir, con el empleo y la vivienda en el centro de las protestas, que son los dos elementos que más comprometen no sólo el bienestar subjetivo en un momento concreto sino, sobre todo, las perspectivas y expectativas vitales futuras.


ATRAPADOS ENTRE UN PRESENTE LLENO DE DIFICULTADES DE CARÁCTER LABORAL, AL MENOS PARA UNA BUENA PARTE DE LA JUVENTUD, Y UN FUTURO LLENO DE INCERTIDUMBRE, HACIA EL QUE DEBEN TRASLADARSE O POSTERGARSE PLANES Y DESEOS DE EMANCIPACIÓN, CABRÍA PENSAR QUE EL ESTILO DE VIDA DE LA JUVENTUD EN ESPAÑA HA TENIDO QUE EXPERIMENTAR PROFUNDAS TRANSFORMACIONES


BT. Los estilos de vida no cambian con tanta celeridad como se transforman otros aspectos de la vida cotidiana. De hecho, una característica de la vida cotidiana es su regularidad, la tranquilidad que proporciona lo ya conocido, los territorios visitados con asiduidad. Si observamos el tiempo dedicado por la juventud a diversas prácticas, al margen de las destinadas a las funciones biológicas, trabajo y estudio, vemos que la socialidad es una parte importante de las actividades de tiempo libre y de ocio. Estar con amigos y dedicar tiempo a las relaciones interpersonales es la actividad a la que más tiempo se destina y las que más personas jóvenes realizan. Por descontado existen otras actividades de ocio que no son exclusivas de la juventud, pero que ésta las practica con gran asiduidad: ir a conciertos, al cine, de excursión, viajar o hacer deporte. En realidad, hay dos grandes grupos en los que podemos agrupar las actividades que configuran los estilos de vida de la juventud en relación con el ocio y el tiempo libre: el que aglutina las actividades que se hacen con otras personas, como la mayoría de las que hemos mencionado, y las que se realizan en soledad, tales como escuchar música, usar el ordenador, leer, oír la radio. El otro aspecto destacable es que aquellas actividades que implican gasto económico – no necesariamente muy alto- se practican con menor frecuencia que aquellas que son gratuitas o tienen un coste comparativamente más bajo. Entre las primeras, la lógica apunta a afirmar que es posible que los efectos de la crisis financiera hayan tenido un alto impacto, aunque la información disponible no nos permite ser categóricos al respecto, pues aparte del aspecto económico existen otros elementos de preferencias y hábitos personales que intervienen en el proceso de toma de decisiones. Los datos de la encuesta señalan que la mayor distancia entre las actividades que se desea hacer y las que realmente se llevan a cabo se produce en aquellas que cuestan dinero, mientras que la distancia menor la encontramos en las actividades de ocio que implican poco gasto.

El factor económico sí resulta claramente relevante cuando analizamos el destino de los ingresos propios, ya que a medida que aumenta la edad –y entendemos que el volumen de recursos propios- aumenta la autonomía en el gasto. Como regla general se puede decir que los gastos más frecuentes se relacionan con lo personal –cuidado, imagen, ropa, calzado- y lo que se hace en el tiempo libre y de ocio –compras de productos de entretenimiento-, aunque los distintos estilos de vida establecen diferencias significativas. De todos los datos disponibles, los relacionados con el uso de las nuevas tecnologías, las prácticas en redes sociales y la portabilidad de la conexión virtual son los que más desarrollo han tenido en estos últimos años, hasta el punto de ser un territorio visitado con tanta frecuencia como intensidad por la juventud. En este sentido, estamos muy lejos de conocer con precisión los efectos que estas prácticas tienen en los procesos de aprendizaje, relación y subjetivación de la juventud, más allá de las periódicas alarmas sobre las consecuencias socialmente menos deseables de su excesivo uso.


TODO ELLO PARECE APUNTAR A CAMBIOS PROFUNDOS ENTRE LA JUVENTUD, QUIZÁS EMPEZANDO POR UN CAMBIO MUY IMPORTANTE COMO ES EL PROGRESIVO ADELGAZAMIENTO DEMOGRÁFICO DE LAS ACTUALES COHORTES JUVENILES


TJ. Efectivamente, una de las novedades que constata el Informe Juventud 2016 son los importantes cambios demográficos acontecidos desde el inicio del milenio. El colectivo de jóvenes se ha hecho mucho más pequeño, porque las tasas de fecundidad han sido muy bajas durante las últimas décadas, y la emigración no ha compensado la escasez de nacimientos. De los 10 millones de jóvenes entre 15 y 29 años que había en 1995 hemos pasado a 7,1 millones en 2015. Ser pocos jóvenes puede tener ventajas importantes, como una menor competición por puestos de trabajo y contar con más recursos familiares por tener que compartirlos con menos hermanos o con ninguno en el caso de las hijas e hijos únicos. Desde mediados del año 2000 la mayoría de las familias que conviven con hijos tienen únicamente un hijo o una hija. No obstante, tener un menor peso en la población también significa tener menor peso electoral y, por lo tanto, tener que defender los intereses como colectivo con más dificultad. Las proyecciones de la población juvenil auguran una estabilidad del colectivo hasta 2021 y un ascenso hasta 7,3 millones de jóvenes en 2026, en un contexto social marcado por el progresivo envejecimiento de la población en España. El leve aumento de jóvenes previsto a partir de 2022 vendrá más de la mano de la inmigración que de un aumento de los nacimientos, al menos tal como muestran los últimos datos del Movimiento Natural de la Población. De hecho, la inmigración ya ha equilibrado algo nuestra pirámide de población. Desde 2002 ha aumentado el número de jóvenes nacidos en el extranjero, sobre todo nacidos fuera de la Unión Europa. Hemos pasado de un 8% de jóvenes nacidos en el extranjero en 2002 a un 18% en 2015. A esto hay que sumarle alrededor de un 3% de jóvenes con nacionalidad española cuyos padres nacieron fuera de España. Por lo tanto, los jóvenes con orígenes migratorios rondan el 20%, aunque la proporción varía mucho entre las diferentes zonas de España. Su presencia nos hace una sociedad más diversa, lo que presenta importantes retos al sistema educativo, pero también enriquece nuestra cultura y nuestro capital humano. únicos. Desde mediados del año 2000 la mayoría de las familias que conviven con hijos /p>


UNA CONSECUENCIA DE LA PROLONGACIÓN DE LOS AÑOS DE ESCOLARIZACIÓN Y LA CONTINUIDAD DE LOS ESTUDIOS EN LOS NIVELES POSTOBLIGATORIOS POR PARTE DE NUMEROSAS PERSONAS JÓVENES HASTA BIEN AVANZADA LA VEINTENA DE AÑOS ES LA PERMANENCIA DE MUCHO MÁS TIEMPO EN CASA DE LOS PROGENITORES Y LA INCORPORACIÓN MÁS TARDÍA AL MERCADO LABORAL. ¿CUÁLES SON LOS EFECTOS EN LA INDEPENDENCIA ECONÓMICA, LA TRANSICIÓN A LA VIDA ADULTA Y LA EMANCIPACIÓN RESIDENCIAL DE LA JUVENTUD?


AE. La realidad económica de los jóvenes impacta de manera clara en uno de los hitos fundamentales y últimos en el paso de la juventud a la edad adulta y en el logro de la tan ansiada autonomía: la emancipación residencial, entendida, tal como se define en la literatura, por ejemplo en el estudio de Echaves (2018a), como aquel proceso que puede marcar el fin de la etapa juvenil y el comienzo de la etapa adulta, y que supone el abandono del domicilio (de forma irreversible o no) en el que se residía con los padres, para formar un hogar en una vivienda independiente. En cualquier caso, es sumamente importante recalcar que la transición a la vida adulta, y la emancipación residencial como elemento clave para este tránsito, hay que contextualizarla en dinámicas y trayectorias de menor linealidad, mayor complejidad y desestandarización, que es algo en lo que han insistido distintos estudios como el de Furlong, Cartmel y Biggart (2006). Para alcanzar la etapa adulta la emancipación residencial es fundamental, pero esta última no implica necesariamente la consecución de un hogar independiente definitivo. Es más, en numerosas ocasiones y atendiendo a la situación económica y social actual de muchos jóvenes en España, tras haber disfrutado de la vida independiente en un hogar y vivienda propia, el joven debe volver a la residencia familiar al no poder afrontar todos los gastos y responsabilidades que exige el estar emancipado, bien por no poder alcanzar el nivel suficiente de ingresos bien por no poder garantizarlos a lo largo del tiempo. Son los que Alexando Gentile (2010) llamó “boomerang kids”.

Retomando el hilo argumental del comienzo, en paralelo al empeoramiento de su situación económica, hay un deterioro de la emancipación. El empeoramiento entre 2008 y 2016 se ha traducido en un incremento de jóvenes no emancipados y el consiguiente descenso de la proporción de jóvenes que afirman estar emancipado. Además, vemos que esta tendencia sigue profundizándose conforme pasan los años.

Las razones a las que aluden los jóvenes para emanciparse, tanto para los jóvenes que están emancipados como para los que continúan residiendo en el hogar y vivienda de origen son diversas. Estas razones para emanciparse podrían interpretarse, en cierta medida, como el significado que para los jóvenes comporta la emancipación residencial, pero también, y más importante, como factores que están incidiendo en el estado de la emancipación. Cuando se pregunta a los jóvenes no emancipados por cuáles son/ serían las razones para abandonar el hogar de los padres, la mayoría (54%) sostiene que el principal motivo para emanciparse del hogar de origen es conseguir “independencia económica para llevar la vida que quiero”, seguido de “tener un empleo” (18%). De esta manera, el empleo (sus características, la falta del mismo) parece confirmarse como un elemento que condiciona el proceso de emancipación residencial de los jóvenes. De hecho, en ocasiones, es considerado el principal freno a la emancipación. El acceso a un puesto de trabajo por el que se obtiene una remuneración económica significa la obtención de la tan deseada independencia económica. Pero, ¿qué otros factores estarían incidiendo en la emancipación residencial? En el proceso de emancipación residencial, la vivienda (o para ser más exactos el Régimen de Provisión de Vivienda) constituye otro factor objetivo, tan importante como el empleo, para explicar el retraso en España en el abandono del hogar familiar. En estudios previos se ha contrastado la hipótesis que apunta al contexto residencial específico español como menos favorable a la emancipación residencial que el existente en otros contextos geográficos, debido a la baja presencia del alquiler como vía alternativa a la compra en propiedad. Parece confirmarse la idea de que, de producirse, el alquiler, como régimen de tenencia más idóneo para las fases iniciales del ciclo de la emancipación, ejercería un efecto positivo en las tasas de emancipación. Para medir la relevancia específica del régimen o sistema de provisión de vivienda en la independencia habitacional juvenil, debe relacionarse la función social de los regímenes de tenencia y las dificultades en el acceso a la vivienda. La cuestión residencial, en el caso de los países del sur de Europa y España, se encuadra en una cultura dominada por una extensión desmedida de la propiedad como forma dominante de tenencia frente al alquiler, y que sitúa al costoso crédito hipotecario como mecanismo fundamental de financiación de los bienes inmuebles.


VOLVIENDO OTRA VEZ AL TEMA DE LA RELACIÓN DE LOS JÓVENES CON EL ÁMBITO POLÍTICO, ¿QUÉ ASPECTOS SE PODRÍAN RESALTAR DE LA EVOLUCIÓN RECIENTE DE LOS JÓVENES EN ESPAÑA?


JB. Para poder valorar la significación de los resultados obtenidos en el IJE2016 hay que aplicar una cierta perspectiva temporal y repasar cómo ha evolucionado en los últimos años la relación jóvenes-política. La mayoría de las investigaciones llevadas a cabo desde el periodo de consolidación democrática de la década de 1980 hasta el inicio de la crisis a finales de la primera década del siglo XXI han puesto el énfasis, de una u otra forma, en el sentimiento de alejamiento y desinterés hacia las cuestiones políticas que predominaba entre los jóvenes españoles. Unos sentimientos que estarían en el origen de una notable desafección política juvenil que, sin embargo, no parecía cuestionar la legitimidad del sistema democrático. Durante casi 25 años, el imaginario colectivo de la despolitización de la juventud ha estado presente en la sociedad española. Sin duda, se han producido vaivenes a lo largo de estos años, alternándose periodos en los que las cuestiones políticas han adquirido mayor relevancia coincidiendo con distintos procesos políticos (movilizaciones contra las guerras de Irak, cambios de gobierno) y periodos de mayor apatía política. Pero lo cierto es que tanto en unos periodos como en otros la conclusión era la misma. Las cuestiones colectivas de orden político suscitaban poco interés entre unos jóvenes que parecían más preocupados por cuestiones relacionadas con sus experiencias vitales como el ocio, el consumo o las perspectivas laborales.

A pesar de que de una manera cíclica aparecía un discurso pesimista sobre los efectos que para el futuro de la democracia española podía tener la desafección de las nuevas generaciones, el hecho cierto es que en la mayoría de las ocasiones no se ha puesto en cuestión ni las causas ni las consecuencias de esta despolitización juvenil. De alguna forma podría decirse que, durante mucho tiempo, la desafección política de los jóvenes no se ha considerado un problema colectivo relevante, habiéndose convertido hasta cierto punto en un rasgo funcional para el propio sistema político democrático. Y ello ha sido así por varias razones que conviene mencionar.

En primer lugar, la vida democrática española se ha caracterizado, casi desde los primeros momentos de su existencia, por un excesivo énfasis en los aspectos formales del sistema político, en la dimensión más institucional, en detrimento de los componentes participativos y ciudadanos. Esta concepción formalista de la democracia provocó con el paso del tiempo una intensa rutinización de la vida democrática en la que la despolitización de la ciudadanía no solo adquirió carta de naturaleza, sino que terminó por convertirse en un componente eficaz en el funcionamiento de un sistema político dominado por las elites de los partidos, y muy poco receptivo a la intervención de actores no institucionales. Porque no sólo cabe hablar de una despolitización juvenil sino también adulta, tal y como han puesto de manifiesto múltiples investigaciones empíricas.

Otra razón muy vinculada a la anterior es la debilidad de los marcos culturales de la participación en la democracia española. Aparte de las singularidades del diseño institucional del sistema político, el hecho constatable es que apenas han existido estructuras de significación que incentiven la participación cívica en todos los sentidos. Mas allá de una concepción bastante individual y voluntarista del asociacionismo, no se encuentran en estos años discursos, símbolos, imágenes potentes sobre la importancia de la participación en la vida pública como elemento imprescindible para la realización del ideal ciudadano.

Una tercera razón a tener en cuenta tiene que ver con la propia concepción de juventud como una etapa de transición y preparación para la vida adulta. De esta manera, el joven no pasa de ser un ciudadano en proceso que no se ve presionado para implicarse activamente en la esfera pública a cambio de que acepte su posición de subordinación y dependencia respecto a los adultos. No es extraño, por tanto, que prime una visión de los jóvenes como individuos preocupados básicamente de sus intereses más cercanos e inmediatos, alejados de las inquietudes colectivas. Según esta visión, ni los políticos ni los partidos serían los responsables de la apatía política juvenil, sino los propios jóvenes que se autoexcluirían de un ámbito de cuestiones que no les interesarían.

A pesar de la práctica hegemonía que el imaginario de la juventud despolitizada ha tenido durante bastantes décadas en la sociedad española, en los años previos a la crisis se fue abriendo paso una visión alternativa que ponía el énfasis en los procesos de politización de diferentes ámbitos de la vida juvenil, en sus dinámicas de movilización en el mundo digital y en el protagonismo que ciertos sectores juveniles estaban empezando a adquirir en determinadas prácticas cívicas. En palabras de la profesora Funes, la mirada tradicional ignoraba todo un mundo de creatividad política juvenil, minoritario pero muy significativo, que nos hablaba de una juventud mucho más interesada por las cuestiones políticas de lo que reflejaban las encuestas, para la que lo político adquiría nuevos significados y abarcaba nuevos campos de expresión más allá del ámbito institucional.


ESTA VISIÓN DESCARNADA DE LA RELACIÓN ENTRE JUVENTUD Y POLÍTICA QUE AFECTARÍA A UNA MAYORÍA SE CONJUGA BIEN CON LA IDEA DE UNA JUVENTUD HEDONISTA, AUTOCENTRADA EN EL CONSUMO Y EL OCIO. PERO ¿QUÉ ES LO QUE SEÑALAN LOS DATOS RECIENTES? SI ANALIZAMOS LO QUE HA SUCEDIDO EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, PONGAMOS A PARTIR DE LA CRISIS FINANCIERA DE 2008, ¿CUÁLES SERÍAN LOS ASPECTOS MÁS DESTACABLES?


BT. En realidad los efectos más reseñables ya han sido apuntados: aumento del desempleo, reducción de recursos disponibles, incremento de la incertidumbre, disminución del consumo, retraso en la autonomía residencial, emigración al exterior, ralentización de proyectos personales de vida en solitario o en pareja. No voy a insistir más en ello. Pero sería bueno pensar qué aspectos parecen no haber sido afectados mucho por la crisis, es decir, mantienen una tendencia a la continuidad en el tiempo, así como qué aspectos han resultado más variables o flexibles. Entre los primeros señalaría la fuerte continuidad del ocio nocturno y, en especial, durante el fin de semana. Pocos cambios señalan los estudios en este aspecto. Si tuviera que señalar un tema relevante, apuntaría la distancia creciente entre las prácticas de ocio de bajo coste y el ocio organizado (espectáculos) que implica un coste mayor para poder disfrutar de él. En cierta forma parece obvio señalar que el dinero disponible condiciona esta selección, que no elección, respondiendo más a factores estructurales como la clase social y a la desigual distribución social de capital cultural. Sin embargo, más allá de estas consideraciones se marca un cambio generacional por el que ciertas actividades como ir al teatro, danza, leer periódicos o ir al cine pierden adeptos, mientras salir con amigos, escuchar música, usar el ordenador, descansar, no hacer nada o ver la televisión se consolidan. En este sentido, el desarrollo de nuevos soportes tecnológicos portables posibilita que la juventud dedique cada vez más tiempo al entretenimiento audiovisual, a su consumo en distintos dispositivos y en cualquier lugar. Comparando las prácticas preferidas por la juventud y su evolución entre 1977 y 2016 se observa una gran continuidad, al tiempo que se está produciendo un relativo desplazamiento de las prácticas que tienen un carácter más social por las que se practican mayoritariamente o preferentemente en solitario.

Las pautas que orientan el consumo de la juventud han ido cambiando con el tiempo, aunque están lejos de confirmar la existencia de un colectivo de consumidores ávidos por las marcas y la última vanguardia estética. Gran parte de la juventud prefiere el valor de uso y de cambio al valor de signo y distinción, al menos en lo que se refiere al consumo de ropa y complementos, pues la comodidad y la relación calidad-precio son los criterios que orientan las preferencias de compra. En cuanto al ocio nocturno, se ha terminado concentrando básicamente en los fines de semana, al menos para casi la mitad de la juventud, destacando una fuerte segmentación por edades de su significación social que oscila entre la transgresión (más jóvenes) y la relajación (jóvenes adultos). Más allá de los excesos en el consumo de bebidas y sustancias estupefacientes, la juventud se manifiesta preocupada por su cuerpo, las dietas y el peso. Esta conciencia por la salud personal y el bienestar ha llevado a muchos jóvenes a seguir regímenes de adelgazamiento o control de peso, en mayor medida entre las jóvenes, la práctica frecuente de ejercicio físico, que se reduce paulatinamente con la edad, al igual que el consumo de tabaco y alcohol. Todo ello se debe a un cambio de hábitos que se ha venido expandiendo en la última década, impulsado también por cambios legislativos y reglamentaciones más estrictas sobre edades y consumos en el espacio público.

Un fenómeno interesante que ha surgido recientemente en lugares como el País Vasco y Navarra –aunque no se limita a ellos- es el tema de las lonjas o bajeras, explorado con mayor detalle en el estudio de Tejerina et al. (2012). Se trata de antiguos locales comerciales a la altura de la calle que grupos de jóvenes (entre 20 y 30 jóvenes) alquilan, acondicionan y autogestionan para su utilización como lugar de reunión entre amigos, la práctica de juegos y actividades recreativas, donde se puede consumir a precios más económicos que en bares y otros establecimientos públicos y que podría entenderse simplemente como una forma de “economía sumergida de ocio”. En su interior se combinan socialidad entre pares, consumo y ocio al margen de la sociedad adulta como respuesta a la precarización y la reglamentación de estas prácticas en lugares públicos.


TODO PARECE INDICAR QUE SE HA PRODUCIDO, Y LA CRISIS LO HA PODIDO AUMENTAR, UN DISTANCIAMIENTO, UN DESAJUSTE ENTRE EL DESEO Y LA REALIDAD, ¿CUÁLES SERÍAN LOS RETOS FUTUROS?


AE. En el estudio de la transición a la vida adulta y emancipación residencial es necesario abandonar aquella visión en la que los jóvenes son percibidos como un colectivo acomodado, sin iniciativa y sin estímulos a la hora de abandonar la vivienda de los padres. Hay que abordarlo en relación a la “precariedad, signo de nuestro tiempo y condicionante de primer orden para los y las jóvenes” como afirma Ballesteros et al. (2012, p. 10), y al deseo de autonomía e independencia por parte de este colectivo. Es cierto que las familias protegen a sus hijos y que éstos aceptan la protección de los primeros aun contando con ciertos medios económicos, pero estudios como el Informe de Juventud 2016 revelan que la mayoría de los jóvenes en nuestro país muestra el deseo de emanciparse a una edad mucho más temprana de la edad a la que realmente lo hacen; prefieren (o preferirían) residir en su propia vivienda. Esta predisposición a vivir en una casa independiente al hogar y vivienda de origen se mantiene inalterable con el paso de los años. Es más, comparando los porcentajes con respecto a 2008, en 2016 la preferencia de los jóvenes por residir en una casa propia ha aumentado en 3 puntos porcentuales, desde el 67% al 70%. Parece que las crecientes dificultades por las que atraviesan los jóvenes para emanciparse no solo no les han desanimado en su aspiración de abandonar el hogar familiar y formar uno nuevo en una vivienda independiente, sino que les lleva a reivindicarlo en mayor medida. Ante contextos adversos, como son el empeoramiento de las condiciones laborales y pérdida de poder adquisitivo, la falta de trabajo o alto desempleo y la dificultad en el acceso a la vivienda, las estrategias familiares (de padres y de hijos) son fundamentales: retraso de la emancipación y permanencia en casa de los padres hasta que las condiciones sean las adecuadas, y apoyo familiar (de diversa índole) cuando la emancipación se produce. Estamos, hoy más que nunca, ante un modelo de lo que podríamos llamar una “dependencia familiar impuesta” y no tanto un modelo “escogido”, ni por los padres, ni por los hijos. Ante esta situación, las políticas públicas podrían ser más fuertes y permitir desvincular dichos proyectos residenciales de las redes familiares y de los circuitos de un mercado mal regulado para dar respuesta a las necesidades juveniles. Pero esto, de momento, no es así, por lo que éste es un gran reto futuro.


¿SERÍA POSIBLE IDENTIFICAR ALGÚN RETO PARA EL FUTURO DESDE LA PERSPECTIVA DE LA PARTICIPACIÓN CÍVICA Y POLÍTICA?


JB. El reto más importante que tiene la investigación sobre la politización juvenil en España es descifrar la intensidad y significación generacional que este proceso de repolitización vivido al calor de la crisis y la movilización sociopolítica va a tener en este final de década y principios de la siguiente. Como se ha puesto de manifiesto en varios estudios, la politización crítica de amplios sectores de la juventud en España posee rasgos generacionales indudables, es decir, constituye la respuesta que la generación socializada durante la crisis ha articulado para enfrentarse a una situación social y política ciertamente problemática que ha incidido directamente sobre sus expectativas y proyectos vitales. Sin embargo, la inestabilidad que caracteriza la situación política española en años recientes, los problemas en Cataluña, la reconfiguración en marcha del sistema de partidos o la propia evolución de la crisis socioeconómica introducen muchos interrogantes sobre la influencia que este cambiante contexto tiene sobre las relaciones que los jóvenes mantienen con el ámbito de lo político. En último término, lo que tenemos que comprobar es si esta politización crítica de la que hemos hablado constituye un rasgo generacional que tendrá consecuencias sobre las posiciones futuras de estos ciudadanos o, por el contrario, constituye un fenómeno coyuntural dependiente de un contexto muy específico, como es el que transcurre entre 2011 y 2015.

Otra de las cuestiones a las que habrá que prestar especial atención es la repercusión que el entorno de bajísima confianza en las instituciones y elevada insatisfacción con el funcionamiento de la democracia tiene en su proceso de legitimación entre la población juvenil y, sobre todo, entre las cohortes que se van incorporando a la vida pública. La sociología política tradicionalmente había hecho hincapié en los peligros que para la legitimidad de los regímenes democráticos podían tener tanto la prolongada desconfianza en los responsables públicos como el descontento ciudadano con los resultados del sistema socioeconómico y político. Estos vaticinios pesimistas, fruto en muchos casos de extrapolar experiencias de crisis democráticas ya lejanas en el tiempo, parecen exagerados a la luz de los acontecimientos más recientes en los que las democracias persisten en contextos de desconfianza y malestar bastante generalizado. Sin embargo, tampoco hay que desdeñar las transformaciones que se están produciendo en los últimos años, y que introducen alteraciones significativas en principios básicos de las democracias occidentales. En el caso español, esta situación adquiere algunas singularidades asociadas a su corta historia democrática, a la ausencia de una cultura política participativa, a las dificultades para articular un debate público en el que se reconozca una pluralidad de actores y se alcancen acuerdos racionales. La erosión de las instituciones políticas de ámbito local, regional, nacional y europeo, de un lado, y el auge de las manifestaciones y cristalizaciones políticas extremistas, son solo dos de sus síntomas más visibles.


AUNQUE EL ESCENARIO FUTURO DE LA JUVENTUD ESTÁ DEFINIDO POR LA CRECIENTE INCERTIDUMBRE ¿SE PUEDEN APUNTAR ALGUNAS LÍNEAS DE POR DÓNDE VAN A IR LOS RETOS EN AÑOS VENIDEROS EN EL ÁMBITO MÁS PRIVADO O COTIDIANO?


BT. Las tendencias que los datos agregados señalan en relación con las experiencias juveniles y las prácticas de ocio apuntan a un reforzamiento de los procesos de individuación, de refugio en relaciones sociales en torno al consumo pasivo de ocio y las actividades de tiempo libre. Como resulta evidente, esto no tiene porqué realizarse necesariamente en solitario, pero en casi todos los casos se circunscribe al espacio más íntimo y a la pequeña comunidad de amigos y conocidos. Esta tendencia se ve impulsada también por la digitalización de los juegos, y el uso de tecnologías y formas de comunicación mediadas. El espacio de una habitación adquiere nuevas y diferentes significaciones cuando en ella se introduce una pantalla de ordenador con conexión a la red, una tableta o un móvil. La multiplicidad de aplicaciones que pueden monitorizar cada aspecto relevante o insignificante de nuestra vida cotidiana, los wearables, el internet de las cosas, abren enormes posibilidades a la investigación sociológica. Y no podemos olvidarnos de una tendencia en alza en los últimos años como es la preocupación de la juventud por la práctica deportiva, el cuidado corporal y las dietas. Junto a los peligros y riesgos que han apuntado algunos estudios en torno al consumo y las nuevas tecnologías, también se han hecho visibles las enormes potencialidades de transformación social del binomio actor-tecnología.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


Ballesteros Guerra, J. C., Megías Quirós, I., Rodríguez San Julián, E. (2012). Jóvenes y emancipación en España. Madrid: Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).

Echaves García, A. (2018a). Emancipación residencial y sistema de provisión de vivienda en España. Hacia un análisis explicativo comparado por comunidades autónomas. Madrid: Politeya.

Echaves García, A., Navarro Yañez, Cl. J. (2018b). Regímenes de provisión de vivienda y emancipación residencial: análisis del esfuerzo público en vivienda en España y efecto en las oportunidades de emancipación desde una perspectiva autonómica comparada. Política y Sociedad, 55(2), 615-638. https://doi.org/10.5209/POSO.56719

Furlong, A., Cartmel, F., Biggart, A. (2006). Choice biographies and transitional linearity: Reconceptualising modern youth transitions. Papers. Revista de sociología, (79), 225-240. https://core.ac.uk/reader/13270160

Gentile, A. (2010). De vuelta al nido en tiempos de crisis. Los boomerang kids españoles. Revista de Estudios de Juventud, 90, 181-203

INE (2016). Encuesta de Población Activa. Madrid.

Serrano, L., Soler, A. (2015). La formación y el empleo de los jóvenes españoles. Trayectoria reciente y escenarios futuros. Fundación BBVA/IVIE

Tejerina, B., Carbajo, D., Martínez, M. (2012). El fenómeno de las lonjas juveniles. Nuevos espacios de ocio y socialidad en Vitoria-Gasteiz. Informes del CEIC, no 4, CEIC: Universidad del País Vasco, URL: http://www.identidadcolectiva.es/pdf/INFORMES%20DEL%20CEIC%204%20LONJAS%20.pdf

Wulfgramm, M. (2014). Life satisfaction effects of unemployment in Europe: The moderating influence of labour market policy. Journal of European Social Policy, 24(3), 258-272. https://doi.org/10.1177%2F0958928714525817


NOTA BIOGRÁFICA

Jorge Benedicto es Catedrático de Sociología de la UNED. Es presidente del Comité de Investigación en Estudios de Juventud de la F.E.S. y forma parte del equipo investigador de la Red de Excelencia de Estudios en Juventud y Sociedad 2.0. Ha dirigido el Informe Juventud en España 2016 publicado por el INJUVE Especializado en la investigación sobre juventud, ciudadanía y política ha publicado un buen número de artículos científicos e informes sobre la materia.

Antonio Echaves es Licenciado, Máster y Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro de diversos grupos de investigación del ámbito académico, como es el grupo Sociología Política y Políticas Locales (SEJ 345). Antiguo Investigador FPU en el Departamento de Sociología II de la Facultad de CC.PP y Sociología de la UCM, en la actualidad es profesor del departamento de Sociología de la Universidad de Sevilla.

Teresa Jurado Guerrero es Doctora en CC.PP. y Sociología por el Instituto Universitario Europeo de Florencia, Italia, Profesora Titular de Universidad y Directora del Departamento de Sociología II (Estructura Social) de la UNED. Su investigación se centra en políticas sociales comparadas, juventud, familia y género. Publicaciones: “Child and family policy in Southern Europe”, 2018; “Against the Odds? Keeping a Nontraditional Division of Domestic Work After First Parenthood in Spain”, 2018. IP del proyecto de la Comisión Europea “Men in Care: Workplace Support for Caring Masculinities”, 2019-2022.

María Ramos es Doctora en Economía y Licenciada en Sociología y en Ciencias Políticas y de la Administración. Sus investigaciones han aparecido en revistas como la European Sociological Review, Journal of Ethnic and Migration Studies, Social Inclusion o Societies y ha impartido docencia en la Universidad Carlos III de Madrid y en la UNED. Actualmente es la Directora General del Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno.

Benjamín Tejerina es Catedrático de Sociología y Director del Centro de Estudios sobre la Identidad Colectiva de la Universidad del País Vasco. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran Crisis and Social Mobilization in Contemporary Spain: The 15M Movement (editado con I. Perugorría, Routledge 2017); Pensar la agencia en la crisis (editado con G. Gatti, CIS 2016); La sociedad imaginada. Movimientos sociales y cambio cultural en España (Trotta 2010).