In memoriam / In memoriam

DOI: 10.22325/fes/res

In memoriam José Castillo Castillo


Gaspar Brändle ORCID

Universidad de Murcia, España gbrandle@um.es

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 29 Núm. 3 - Sup 1 (Junio - Diciembre, 2020), pp. 1-4. ISSN: 1578-2824




En el mes de noviembre de 2019 nos dejó el profesor Castillo, maestro de varias generaciones de sociólogos y sociólogas en su medio siglo de dedicación a la profesión. Sirvan estos breves apuntes como homenaje y recordatorio a su admirable trayectoria académica y su respetada figura personal.

José Castillo Castillo nació en Granada en el año 1931, ciudad donde estudió la licenciatura de derecho, para posteriormente, y tras la influencia decisiva de Luis Sánchez Agesta, interesarse por la Sociología y recorrer el mismo camino que antes habían transitado otros ilustres académicos de esa generación hacia Estados Unidos. En 1956 consiguió una beca del Institute of International Education para matricularse en The Catholic University of America (Washington, D. C.), donde inició su formación sociológica. Difícilmente podría imaginar entonces que esa sería la disciplina a la que le dedicaría el resto de su vida. Al terminar su beca de un curso en Estados Unidos se instaló en Madrid, donde se concentraba la escasa atención a la Sociología en nuestro país. En ese impulso inicial de su carrera fue importante la figura de Enrique Gómez Arboleya -que había conseguido en el año 1954 la primera cátedra de Sociología totalmente independiente de la Filosofía Social, de la Ética y del Derecho Político-, quien le ayudó para la consecución de su primer puesto como profesor adjunto interino en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales.

Pero como él mismo confesaba cuando recordaba aquellos comienzos profesionales, el futuro de la nueva Sociología española se presentaba incierto, los trabajos propiamente sociológicos eran una rareza e incluso -reflexionaba Castillo entonces- se miraba a la Sociología con una mezcla de desconcierto, cautela y cierto recelo. De manera que, tras casarse con Eulalia Escudero -quien le acompañó durante toda su vida-, volvió a Granada para trabajar en los negocios de su padre. Pero aquella interrupción profesional duró solo seis meses, el tiempo suficiente para retomar con energía la vocación académica que ya nunca abandonaría. En 1961 consiguió una nueva beca para estudiar Sociología en Estados Unidos, esta vez en la Columbia University de Nueva York, donde pudo recibir clases de Merton o Lazarsfeld y obtener el título de Master of Arts in Sociology. En esa segunda estancia le fueron muy valiosas las orientaciones académicas y el apoyo personal que le prestó Juan J. Linz. La formación sociológica que recibió en Estados Unidos le permitió ir asentando los solventes fundamentos teóricos que le caracterizaban, pero sobre todo tuvo una fuerte influencia metodológica en su desarrollo académico.

Con el regreso a Madrid accedió a diferentes empleos de perfil sociológico, a veces en situación de pluriempleo y no siempre exentos de cierta precariedad, pasando por diversos organismos como el Gabinete de Estudios Sociales del Ministerio de Trabajo, la Escuela de Productividad Industrial o la Comisión Nacional de Productividad del Ministerio de Industria, colaborando también en aquellos años con la Fundación FOESSA, el Instituto Social León XIII o el Instituto Balmes de Sociología. La estabilidad laboral como sociólogo habría de esperar hasta el año 1971, cuando ganó la cátedra de Sociología, metodología y sistemática en la Universidad de Santiago. Un lustro después se incorporó a la Universidad Complutense de Madrid.

En esa institución disfrutó de los mejores años de plenitud intelectual, docente e investigadora, asumiendo también distintos cargos de relevancia en la gestión universitaria. Por ello, y aunque a lo largo de su carrera recibió diversas distinciones y su trabajo fue elogiado en distintos foros académicos, uno de los actos que más ilusión le hizo fue el homenaje que se le brindó en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, la que fue su casa durante más de un cuarto de siglo, con motivo de su jubilación. Acto que tuvo su continuidad con el libro homenaje publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas, Reflexiones sociológicas (CIS, 2004), que recoge trabajos firmados por más de cincuenta colaboradores que contribuyeron a este magnífico tratado de Sociología que supera las mil páginas. Una demostración del afecto y la admiración que despertó el profesor Castillo entre sus colegas de profesión.

La Sociología fue para él un oficio apasionante, disfrutaba del descubrimiento de lo desconocido aplicando la razón sociológica y el rigor científico. Quizá por ello siempre se mantuvo crítico con aquellas concepciones que para él constituían perversiones de la disciplina, al prevalecer los intereses doctrinarios sobre la neutralidad axiológica que él trataba de aplicar. Se desenvolvía con soltura en el campo de la investigación de corte cuantitativo, lo que le permitió responsabilizarse de varios cursos de métodos y técnicas de investigación y poner en práctica la Sociología empírica en un buen número de investigaciones sobre muy variadas temáticas sociales. Una de las primeras fue la que realizó sobre el consumo de bienes cuando todavía trabajaba en la Escuela de Organización Industrial a principios de los sesenta, un campo de estudio poco desarrollado dadas las estrecheces que todavía acuciaban a la mayoría de los españoles en aquellos años, pero que fue decisiva para que Castillo abriera la senda de la Sociología del consumo en España con varios trabajos posteriores.

El estudio del consumo fue precisamente lo que me vinculó a él en el último periodo de su vida académica, yo comenzaba mis estudios de doctorado, mientras que él iniciaba su etapa de emérito tras la jubilación. Cuando le planteé el proyecto de tesis podía haber renunciado amablemente a dirigirlo y seguir con las limitadas obligaciones que le permitía su condición, pero probablemente encontró en esa tarea un estímulo con el que cerrar el círculo que inició con los que fueron sus maestros. De aquella época recuerdo las minuciosas revisiones que hacía a los sucesivos borradores que le iba entregando él mismo se ocupaba de leerme sus anotaciones al margen, y la amplia biblioteca que conservaba en su despacho un espacio de considerable tamaño en la primera planta de la Facultad, alguno de cuyos valiosos fondos recibí como obsequio cuando entre los dos vaciamos el despacho que ocupó durante tantos años. Tras cerrar aquella puerta por última vez, me confesó que tenía la firme intención de no leer más libros de Sociología, empeño del que desistió seguramente muy pronto. En las ocasiones en las que nos encontramos en los años posteriores mantuvo siempre su avezada mirada sociológica, ejercitándola con la naturalidad de quien lo ha hecho durante toda una vida.

Esa particular manera de observar la realidad quedó reflejada en su valiosa obra, de la que se podrían destacar muchas contribuciones a temas centrales de la Sociología, como el trabajo, las migraciones, el consumo o, en fin, el estudio de los más insospechados aspectos de la vida cotidiana, campo en el que era maestro. Buena parte de ellas bien merecerían una revisión por su vigencia y fino análisis social. Sobresalen, a mi juicio y por distintos motivos: ¿Es España sociedad de consumo de masas? (1966); Las clases medias ¿mito o realidad? (1971); La función social del castigo: el caso de la prohibición legal de la droga (1986); Sociedad de consumo a la española (1987); El creciente cometido instrumental del trabajo (1988); La democracia industrial: paradojas del poder en las organizaciones formales (1989); Teorías sociológicas de las migraciones humanas: diversidad e integración (1992); Funciones sociales del consumo: un caso extremo (1994); El cuerpo recreado: la construcción social de los atributos corporales (1997); Consumo de naturaleza (2001) o Instantáneas sociológicas (2002). También han sido muy utilizadas por varias generaciones de sociólogos/as sus aproximaciones históricas y teóricas a la disciplina y a varias de sus figuras como, por ejemplo: Sociología e historia (1970); Apuntes para una historia de la Sociología española (1988); El estilo de Simmel (1998); A través del espejo: el mundo fantástico de Thorstein Veblen (1999) y Ortega y Gasset y sus discípulos (2001).

José Castillo era un intelectual en estricto sentido, con vastos conocimientos sobre arte, literatura e historia, que no le iban a la zaga a su extraordinario bagaje sociológico. Quien haya leído alguna de sus obras o asistiera a una de sus conferencias, habrá podido apreciar un estilo muy personal, con un refinado gusto por el lenguaje y las palabras, para construir textos y discursos de intensa carga sociológica, pero también de exquisita prosa literaria. En otros lugares se ha destacado su fina ironía, un recurso que manejaba con elegancia en el ámbito cotidiano y también, cuestión aún más difícil, en el académico.

Animo al lector de estas líneas a que visite, o revisite, la obra de José Castillo -una parte de ella es fácilmente accesible a través de Internet: https://dialnet.unirioja.es/ servlet/autor?codigo=21490 será el mejor homenaje que se le pueda hacer, pero sin duda también un ejercicio placentero y provechoso por la claridad con la que abordaba los temas y la pulcra redacción, que dota de un valor añadido, casi seña de identidad, a sus escritos. Las siguientes líneas, extraídas de su trabajo sobre un objeto de estudio tan peculiar como las reliquias de santo, dan buena cuenta de ello.

A la fría mirada del no creyente, las reliquias de santos no presentan el menor encanto. Lo que se comprende: ni la osamenta, ni la piel, ni las vísceras, ni ninguna otra porción del cuerpo humano, ya cadáver, poseen cualidad alguna que las haga apetecibles; mientras que todas ellas poseen sobradamente las que las hacen aborrecibles. Tampoco los despojos corporales constituyen un bien escaso, deseable por su propia rareza: en múltiples ocasiones representa un problema el deshacerse de ellos. No obstante, desde tiempos remotos, para muchas gentes, ciertos restos humanos han constituido objeto digno no sólo de pública veneración, sino de regalo, trueque, robo, compra y venta, como correspondería a una mercadería apreciada (Castillo, 1994: 66).

Gracias por su excelso legado, querido profesor Castillo.