Monográfico/ Monographic
Universidad Carlos III de Madrid, España. *Autor para correspondencia mdiazg@polsoc.uc3m.es
Universidad Pública de Navarra, España. begona.elizalde@unavarra.es
Revista Española de Sociología (RES), Vol. 30 Núm. 2 (Enero - Abril, 2021), a30. pp. 1-16. ISSN: 1578-2824
Recibido / Received: 17/01/2020
Aceptado / Accepted: 15/06/2020
RESUMEN
Este artículo analiza las iniciativas de cuidado comunitario surgidas en la ciudad de Madrid durante los últimos años y cuyo objetivo es promover la participación de la comunidad en el cuidado de los menores durante la primera etapa de la infancia. El trabajo reflexiona sobre la presencia de lo comunitario en los discursos de sus participantes y analiza la capacidad de estos grupos para revertir las desigualdades que plantea la actual organización social de los cuidados. Los resultados muestran que, si bien la composición y estructura de estas iniciativas ha conseguido dotarlas de una fuerte identidad social que genera fuertes vínculos comunitarios entre sus miembros, esta misma identidad limita su capacidad de traspasar las fronteras de estos grupos y contribuir a una transformación social más amplia.
Palabras clave: crianza comunitaria, primera infancia, comunidad/comunes, identidad grupal.
ABSTRACT
This paper analyses the co-parenting groups projects emerging in Madrid over the last years. The document explores the concept of community applied in these communityled initiatives for childcare and their capacity to overcome the existing inequalities of the current care system. Results show that participants develop a strong sense of belonging to these care-oriented communities, a shared social identity that limits their capacity to reach other groups and contribute to a larger process of social change.
Keywords: shared care, early childhood, community/commons, group identity.
Las familias, los Estados, los mercados y la comunidad constituyen los cuatro ejes que producen, gestionan y distribuyen cuidados en las sociedades actuales (Rodríguez, 2015), cuatro elementos que constituyen un diamante de los cuidados (Razavi, 2007) que en los países del Sur de Europa presenta una forma profundamente irregular, puesto que son las familias quienes siguen asumiendo la mayor parte de esta responsabilidad mientras los Estados siguen teniendo una participación muy limitada. Como respuesta a este modelo tradicional e insuficiente, el mercado ha aumentado su protagonismo en el sector de forma importante en los últimos años, siendo un recurso habitual tanto entre las familias, que recurren a su contratación en caso de poder permitírselo, como para el Estado, que recurre al mercado a través de la subcontratación de servicios. Esta organización social de los cuidados dibuja un mapa de potencial reproducción de desigualdades sociales, de clase, género y etnia (Moreno-Colom, 2018) que constituye un riesgo social creciente.
Desde principios de este siglo, en gran parte como respuesta a la crisis económica del año 2008 y a las debilidades inherentes de este sistema de organización del cuidado, han surgido planteamientos que proponen reforzar el cuarto polo del diamante, el eje comunitario, y es en este contexto en el que se ha producido el desarrollo de las iniciativas comunitarias de cuidado de menores que se analizan en este artículo. Estas iniciativas se plantean como una alternativa a un modelo político y económico que durante décadas ha priorizado el papel de los mercados y los Estados como proveedores de servicios y recursos (Architektur, 2010; Fumagalli & Lucarelli, 2015; García-Alonso, Etxano, & Garmendia, 2018). La institucionalización de los Estados de bienestar y la implantación de una lógica mercantilista han contribuido a extender la idea de los cuidados como recursos externalizables que no requieren de la implicación ciudadana (Carbonell-Esteller, Gálvez-Muñoz, & Rodríguez-Modroño, 2014; Fumagalli et al., 2015). Sin embargo, el envejecimiento poblacional y la revalorización de la crianza han puesto en evidencia que la demanda de trabajo de cuidados aumenta de manera continuada y que para poder responder a dicha demanda es necesario adoptar una posición crítica y reflexiva respecto a los actores tradicionales (Del-Re, 2013; Moreno-Colom, 2018).
En España, el cuidado de los niños y niñas constituye un reto de gran complejidad en el que confluyen dos procesos fundamentales: la insuficiencia del modelo de cuidados institucional y el auge de la llamada crianza respetuosa o con apego. Con respecto al primero, el modelo actual se presenta insuficiente ya que el acceso a los centros educativos públicos no está garantizado hasta los tres años y, por tanto, desde que finaliza la baja parental y hasta que el/la menor cumple tres años las familias deben poner en marcha estrategias individuales diversas para garantizar su atención. El uso de escuelas infantiles -públicas y privadas- en el periodo 0 a 3 años apenas alcanza al 40% de los niños y niñas y la oferta existente no se ajusta a las expectativas de las familias en cuestiones como los precios, los horarios o las características concretas del servicio (Elizalde-San-Miguel, Díaz-Gandasegui, & Díaz-Gorfinkiel, 2015; Elizalde-San-Miguel, Díaz-Gandasegui, & Sanz-García, 2019). En consecuencia, su atención se garantiza a través de la contratación de cuidadoras en el hogar, de escuelas infantiles privadas, mediante el cuidado directo por parte de las familias extensas, principalmente abuelos y abuelas, o por las madres que se retiran del mercado laboral o reducen sus jornadas (Tobío-Soler, 2012). Por otro lado, el auge del conocido como paradigma de la ‘parentalidad intensiva’ apuesta por una mayor participación de las familias en la crianza de sus hijos e hijas durante esta primera etapa de la infancia, proponiendo la articulación de redes comunitarias de apoyo en respuesta a una institucionalización que se considera excesiva. La confluencia de ambos procesos ha dado lugar al surgimiento de iniciativas autogestionadas que se definen como una alternativa al actual modelo de cuidados, que apuestan por la comunidad como un actor clave en el cuidado a los y las menores y que constituyen un ejemplo de ese papel creciente que la comunidad está desempeñando en la organización social de los cuidados desde hace algunos años.
En este artículo se analizan los grupos de crianza comunitaria en la ciudad de Madrid, definidos como grupos que plantean un sistema de organización de los cuidados en la primera etapa de la infancia en el que las familias y la comunidad juegan un papel protagonista. Se pretende explorar la relación entre cuidados durante la primera infancia y la noción de comunidad para indagar en el potencial que tienen estos colectivos de promover la participación ciudadana y conformar proyectos sociales emancipadores. Para ello se proponen dos líneas de análisis: a) reflexionar sobre el grado de presencia de lo común y lo comunitario en los discursos de las personas que participan en estas iniciativas, analizando la manera en la que convergen y/o se priorizan los intereses individuales frente a los comunitarios o colectivos en sus prácticas cotidianas; b) analizar la capacidad para superar las desigualdades de clase social y género ocasionadas por el modelo actual de cuidados, en función de la composición de estos grupos y su relación con otros modelos de crianza y educativos. El análisis parte de la hipótesis de que las iniciativas de crianza comunitaria contribuyen a generar conciencia democrática entre sus miembros y se convierten en una herramienta fundamental para promover la cohesión social, pero los proyectos actuales han sido asumidos por colectivos minoritarios muy concretos y se enfrentan, por tanto, a dificultades importantes para implicar al conjunto de la ciudadanía, limitando así su capacidad de transformación social.
Los recursos ‘comunes’ o de ‘uso común’ han existido a lo largo de toda la historia y es en momentos de crisis cuando resurgen con más fuerza para señalar maneras alternativas de gestionar la sostenibilidad de la vida y las formas de relación con el mercado y/o los Estados. La primera década del siglo XXI fue testigo de una crisis económica global que provocó una importante movilización de una ciudadanía que cuestionaba las limitaciones y los riesgos provocados por el sistema económico capitalista dominante. La progresiva imposición durante las décadas anteriores de una visión única, economicista, de gestionar las sociedades (Fumagalli et al., 2015) dio lugar a la privatización de variados ámbitos de vida y la consecuente dificultad de acceder a bienes fundamentales para diversos colectivos (educación, sanidad, cuidados…). Este modelo ha sido cuestionado por diversos movimientos sociales que proponen avanzar hacia una democracia participativa a través de nuevas formas de hacer política en las que la ciudadanía aporte soluciones que prioricen lo local y lo común frente a las formas de vida neoliberales (Pleyers, 2018).
En este escenario de resurgimiento de movimientos sociales diversos, la noción de procomún o de comunidad se presenta enormemente compleja ya que su propio desarrollo teórico-práctico no ha sido capaz de definir de manera nítida sus conceptos vertebradores (Laval & Dardot, 2015; Vega, Martínez-Buján, & Paredes-Chauca, 2018; Vega-Solís & Martínez-Buján, 2017). La ambigüedad del concepto y la diversidad de iniciativas que engloba no debe en ningún caso ser interpretada como una cuestión inquietante (Lafuente, 2007) sino como un reflejo de la posibilidad de generar modelos variados del proceso de commoning, de nuevas relaciones sociales que, potencialmente, den lugar a nuevas formas de vida cotidiana priorizando los beneficios colectivos sobre los individuales (García-Alonso et al., 2018; Stavrides, 2016). De manera general se puede establecer que todas las propuestas relacionadas con ‘lo común’ comparten un sentido político, en cuanto constituyen prácticas alternativas que llevan implícitos valores que cuestionan las formas teóricas y prácticas de concebir el sistema socio-económico actual (Laval et al., 2015) . Este tipo de iniciativas se conforman como espacios tejidos por la propia sociedad (Helfrich, 2008) con el fin de experimentar posibilidades de funcionamiento alternativo sobre nuevas bases y nuevos conceptos tangibles.
En el caso concreto de los cuidados a los niños y niñas durante la primera etapa de la infancia, el sistema de organización existente se caracteriza por la creciente presencia de los mercados en la gestión de los servicios educativos y de cuidado y, en general, por la consideración de estos servicios como activos sub-aprovechados (Bollier, 2008) que deben transformarse en nichos lucrativos de negocio, provocando la exclusión de los grupos más desfavorecidos. A este proceso de mercantilización del cuidado se debe añadir la creciente institucionalización de la atención a la primera infancia, que tiene como efecto secundario la progresiva desaparición de los entramados de apoyos informales, tanto familiares como comunitarios, que tradicionalmente contribuían a garantizar el cuidado en entornos cercanos e informales. La reciente revalorización de los ‘comunes’ en los cuidados a la primera infancia (iniciativas observadas en este trabajo y en otras investigaciones como Araiza-Díaz and González-García (2016); Keller-Garganté (2017) se explica, precisamente, como una reacción ante el paradigma de la mercantilización e institucionalización como modo imperante de cuidado. Esta situación ha facilitado el surgimiento de comunidades que se movilizan con el objetivo de defender su ejercicio de ciudadanía y de ofrecer alternativas dentro del propio sistema para intentar modificarlo (Architektur, 2010; Lafuente, 2007; Subirats, 2013). Como señala Castoriadis en (Laval et al., 2015) los individuos no se movilizan para transformar la sociedad de manera abstracta e intemporal, sino como forma de realizar algo que para ellos tiene valor y que no puede hacerse en las condiciones existentes. En este sentido, las propuestas comunitarias surgidas en torno al cuidado de los hijos e hijas se ponen en marcha con el objetivo de disminuir la brecha entre producción, reproducción y consumo y recuperar de esta forma el control sobre las condiciones materiales de la reproducción (Ezquerra, 2013; Federici, 2013).
Dentro de este paradigma, en España la última década ha sido testigo del surgimiento de diversas iniciativas que plantean estas cuestiones de la reorganización comunitaria de los cuidados durante la primera infancia. Se utiliza en este artículo la etiqueta ‘iniciativas de crianza comunitaria’ como una herramienta conceptual que aglutina, de forma general, a los grupos constituidos por familias con hijos e hijas en esta primera etapa (hasta los 3-4 años) y que tienen como eje aglutinador de su actividad los elementos propios del alter-activismo, caracterizado por el rechazo a asumir los modelos dominantes a través de la creación de propuestas alternativas concretas coherentes con los valores transformadores en la esfera privada (Pleyers, 2018).
Por lo demás, y como se apuntó previamente, las iniciativas de cuidados comunitarios presentan sistemas de organización y objetivos muy variados. Respecto a la primera cuestión, las formas de organización, las iniciativas aquí analizadas responden a dos perfiles diferentes que son: los ‘grupos de crianza’ y los colectivos conformados como una alternativa a las escuelas infantiles, en ambos casos iniciativas autogestionadas. Los primeros constituyen espacios de encuentro donde las familias, habitualmente las madres, se reúnen con sus hijos e hijas de forma puntual una o dos veces por semana. El grado de compromiso derivado de la participación en estos grupos es mínimo y su estructura organizativa escasa, existiendo gran diversidad en la frecuencia de su uso por parte de las participantes y en la duración de las iniciativas. Se constituyen como pequeñas comunidades de encuentro donde se intercambian experiencias y recursos, redes informales que suplen las carencias de la familia extensa tradicional, y que reflejan la necesidad de ‘crear comunidad’ en una sociedad cada vez más individualizada y en unas ciudades cuyo diseño urbanístico dificulta el uso del espacio público por parte de familias e infancia (Danenberg, Doumpa, & Karssenberg, 2018). El segundo tipo de iniciativas, las escuelas infantiles, presentan una mayor intensidad en el número de horas de funcionamiento y en su gestión, y suelen funcionar como alternativa a los centros tradicionales. Constituyen un paso más en el tejido de redes de apoyo que requieren un elevado grado de compromiso y participación activa por parte de las familias, además de una contribución económica para su mantenimiento. Cabe señalar que con frecuencia existe un vínculo entre ambos tipos de iniciativas, de forma que las segundas acogen a muchas de las familias que han participado en las primeras. En relación a los objetivos, éstos se pueden presentar muy variados entre los distintos grupos, algunos guiándose por idearios estructurales de transformación social y urbana y otros planteándose fines más concretos de promoción de cuidados de los niños y las niñas y de generación de redes de apoyo y acompañamiento.
La teoría de la identidad social y las relaciones entre grupos (Deschamps, 1982; Tajfel & Turner, 1979) entre otros) así como la referida a la construcción social de la realidad (Berger & Luckmann, 2001 [1968]) constituyen referentes teóricos interesantes para entender el funcionamiento de estos grupos de crianza comunitaria, en cuanto que éstos constituyen grupos autodefinidos creadores de discursos y comportamientos sociales.Turner (1982) define a un grupo como a dos o más personas que comparten una identificación social y se perciben como miembros de una misma categoría, es decir como agrupaciones de individuos con algún tipo de interés, práctico y/o ideológico, común. Esta identificación con los objetivos del grupo constituye un elemento fundamental en la movilización de las personas, ya que proporciona a sus miembros una identidad social, un marco interpretativo común y, en ocasiones, una identidad política que facilita la movilización de sus miembros (Melucci, 1995).
El auge de las iniciativas de cuidado comunitario, de manera similar a otro tipo de movimientos, se caracteriza por constituir un tipo de movilización que ha apostado por generar respuestas en el ámbito local y que se encuadra dentro de lo que ha sido definido como altermundismo (Pleyers, 2018). Se trata de movilizaciones en la que los propios activistas construyen sus ‘espacios de experiencia’ generando alternativas vividas en primera persona y con potencial para contribuir a una transformación social más amplia. Se trata, por tanto, de iniciativas en la que ‘la distancia entre la vida cotidiana y el compromiso militante desaparece’ (Laval et al., 2015; Pleyers, 2018) y en las que la identidad de los miembros se desarrolla a través de un compromiso personal y político. La identidad grupal surge mediante la identificación con el objetivo y constituye un elemento fundamental de las acciones de sus participantes, hasta el punto de que la transformación de la subjetividad individual es identificada como el resultado más importante de estos movimientos sociales (Glasius & Pleyers, 2011; Touraine, 2002). En este sentido, los grupos de crianza comunitaria son representativos de esta nueva corriente de movilización ciudadana, conformándose como espacios alternativos donde los cuidados se ponen en común y en los que sus miembros se involucran participando en la gestión y organización diaria de las tareas.
Asimismo, los miembros de estas iniciativas potencian su identidad a través de la sensación de similitud percibida con respecto a los otros miembros del grupo, así como a través de la cooperación y la empatía emocional que se genera entre ellos (Turner, 1982). Estos elementos promueven la lealtad intra-grupal y funcionan como requisito para justificar y proteger los intereses de la comunidad. Estas iniciativas grupales, por tanto, cuentan con una fuerte identidad social que facilita la implicación de sus miembros en la consecución de sus objetivos (Berger et al., 2001 [1968]; Scandroglio, López-Martínez, & Sebastián, 2008). En el caso de las iniciativas de crianza comunitaria la identificación grupal se ve facilitada en la medida en que con frecuencia sus participantes comparten ciertos rasgos sociodemográficos como la edad, clase social u orientación política. Su oposición al modelo imperante de cuidados les lleva a crear propuestas alternativas para participar y ofrecer nuevas formas de cuidar, un tipo de movilización que ha sido definida como ‘vía de la subjetividad’ en referencia a que la transformación social requiere de cambios profundos en la vida cotidiana (Pleyers, 2018). Así, estos grupos se caracterizan por su reivindicación de unas formas de vida sostenibles que, si bien tienen a los cuidados como eje principal, suelen presentar planteamientos coincidentes en torno a otras cuestiones como la igualdad de género, el consumo o el respeto al medioambiente (Del-Re, 2013), tal como lo refleja esta investigación o estudios precedentes (Araiza-Díaz et al., 2016; Keller-Garganté, 2017). La existencia de una visión compartida en aspectos diversos que van más allá del objetivo mismo del grupo facilita la cohesión interna dentro de éstos, pero constituye asimismo uno de sus principales retos, puesto que al tratarse de grupos con un fuerte carácter identitario presentan dificultades para extender su proceso transformador a otros colectivos.
Este trabajo de investigación se ha realizado a través de una metodología cualitativa y participativa que ha permitido el acercamiento a los discursos existentes en torno a la crianza comunitaria. La relevancia de esta aproximación se justifica por la propia naturaleza del objeto de estudio, un fenómeno relativamente reciente que está creciendo de forma importante en la ciudad de Madrid pero que todavía no cuenta con objetivos consensuados ni con una definición cerrada respecto al concepto de comunidad.
La estrategia metodológica ha estado guiada por el protagonismo de quienes participan de forma directa en iniciativas comunitarias así como de informantes clave que colaboran y promueven dichas iniciativas. Las técnicas de análisis empleadas han sido las entrevistas en profundidad, los grupos de discusión y una participación definida como “observacción”. Esta última se refiere a la asistencia durante casi dos años a las reuniones mensuales de la Comunidad de Aprendizaje (CAP) de Educación infantil y crianza compartida de la iniciativa ‘Mares de cuidado’ con objeto de superar los objetivos tradicionales de la observación participante y generar implicación y colaboración con este colectivo bajo el convencimiento de que la labor de la investigación social requiere de la implicación activa para contribuir a procesos de transformación social (Araiza-Díaz et al., 2016; Rappaport, 2018) y que la sociología debe reconocer a los actores sociales como generadores de conocimiento en sí mismo, y no sólo como ‘proveedores’ de casos de estudio (Pleyers, 2018).
El trabajo de campo se llevó a cabo durante los años 2017 y 2018. El primer acercamiento empírico fue en los meses finales de 2017 con la realización de un mapeo de iniciativas de crianza comunitaria realizado a partir de fuentes secundarias. Este mapeo permitió una primera clasificación de iniciativas a partir de la cual se organizó un grupo de discusión, organizado en torno a un formato de taller. El objetivo general de este grupo era identificar las dimensiones clave que estructuran la actividad de estas iniciativas comunitarias y los actores principales en la ciudad de Madrid, para lo cual se diseñó un guion muy amplio estructurado en torno a los siguientes temas: los objetivos que persiguen estos grupos de crianza compartida, su composición, su estructura organizativa y su potencial para transformar la actual configuración social del cuidado a menores. Los resultados de este taller permitieron diseñar guiones de entrevista diferenciados para informantes clave y los participantes de las iniciativas de crianza comunitaria.
En el taller participaron representantes de dos grupos de crianza y tres informantes clave pertenecientes al sector público y al Tercer Sector. Posteriormente se realizaron entrevistas semi-estructuradas con las que obtener una visión complementaria entre lo conceptual y las prácticas concretas que se reproducen en estos grupos. Con este objetivo se entrevistaron a ocho personas, cuatro informantes clave o personas expertas que han contribuido a promover estas iniciativas y a posicionar modelos distintos de crianza en la agenda y el discurso público, y cuatro miembros de tres iniciativas de crianza comunitaria, tanto personas usuarias como dinamizadoras o promotoras de las mismas. Respecto al género, cabe señalar que todas las personas participantes en el grupo de discusión, así como las entrevistadas (salvo en un caso) fueron mujeres, una composición que en sí misma refleja la feminización de estos espacios. El número de entrevistas fue definido en base al principio de saturación del discurso y algunas iniciativas fueron incorporadas tanto al taller como a la fase de entrevistas mediante perfiles distintos. Los materiales fueron grabados y transcritos de forma literal y posteriormente analizados a través del software Atlas.ti.
Con respecto a la observacción, se ha participado de forma continuada en la CAP de Educación infantil y crianza compartida de la red ‘Mares de cuidado’, iniciativa que formaba parte de una propuesta más amplia, ‘Mares’, promovida por el anterior equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid y cuya característica era la asociación de distintas iniciativas relacionadas con la economía social y solidaria en un espacio de reflexión sobre nuevos modelos de gestión socio-económica y de promoción de otro modelo de ciudad 1 . La participación en las reuniones mensuales de ‘Mares de cuidados’ supuso tanto la oportunidad de observar las dinámicas relacionales y organizativas que se producían entre las iniciativas participantes como un espacio donde contribuir y reflejar los avances que en plano más conceptual iba realizando el equipo investigador.
La siguiente tabla resume la información del trabajo de campo realizado.
Técnica de análisis |
Perfil: Iniciativa / Informante clave |
Perfil personas entrevistadas |
Sexo M/H |
Código |
---|---|---|---|---|
Taller participativo |
Iniciativa 1: comunidad educativa ubicada en el barrio de Arganzuela gestionada de forma directa por las familias. |
Usuaria |
M |
I1 |
Iniciativa 2: grupo de encuentro familiar semanal promovido por la sociedad civil ubicado en Distrito Centro. |
Promotora |
M |
I2 |
|
Informante clave 1: personal técnico de centro público gestionado por el Ayuntamiento de Madrid que ofrece espacios de conciliación en el distrito de Chamartín. |
Promotora |
M |
IC1 |
|
Informante clave 2: miembro de cooperativa de comunicación y género que ha dinamizado varios proyectos de uso del espacio por parte de familias con hijos e hijas pequeños |
Promotora |
M |
IC2 |
|
Informante clave 3: Personal técnico del Departamento de familia del Ayuntamiento de Madrid, responsables de la promoción y diseño de iniciativas vinculadas a la crianza compartida |
Promotora |
M |
IC3 |
|
Entrevistas |
Iniciativa 2: grupo de encuentro familiar semanal promovido por la sociedad civil ubicado en Distrito Centro |
Promotora |
M |
I2 |
Iniciativa 3: comunidad educativa ubicada en el barrio de Lavapiés gestionada de forma directa por las familias. |
Promotora Usuaria |
M M |
I3 |
|
Iniciativa 4: grupo de encuentro familiar semanal ubicado en el Centro socio-comunitario del distrito Embajadores/Centro. |
Promotora |
M |
I4 |
|
Informante clave 4: Directora de Escuela Infantil Pública integrada dentro de la Red de Escuelas Infantiles de la Comunidad de Madrid, con amplia experiencia en el desarrollo de iniciativas que vinculen la escuela con el distrito donde se inserta, Villaverde. |
Promotora |
M |
IC4 |
|
Informante clave 5: coordinador de iniciativa “paraguas” promovida por el Ayuntamiento de Madrid (anterior legislatura) |
Promotor |
H |
IC5 |
|
Informante clave 6: personal directivo del Ayuntamiento de Madrid responsable del diseño de espacios de promoción del juego en la primera infancia. |
Promotora |
M |
IC6 |
|
Informante Clave 7: experta en el análisis de la consideración de los cuidados y de la transformación de las redes de apoyo a la crianza. |
|
M |
IC7 |
|
Observ(a)cción |
Grupo Promotor: iniciativa “paraguas” promovida por el Ayuntamiento de Madrid (anterior legislatura) |
Participación continuada por parte del equipo investigador |
Fuente: elaboración propia.
Las iniciativas comunitarias experimentaron un fuerte impulso en la ciudad de Madrid durante la legislatura gracias a un gobierno municipal que apostó por promover el tejido social a través de distintos tipos de recursos. Fórmulas como los presupuestos participativos o la reactivación de los centros socio-comunitarios de los distintos distritos, entre otras, facilitaron el surgimiento y funcionamiento de iniciativas diversas que pretendían promover la participación de la ciudadanía en sus entornos cercanos, y este contexto favorable es el que explica el auge de los grupos de crianza comunitaria durante los últimos años en Madrid.
Las iniciativas analizadas en este trabajo conforman pequeñas comunidades que comparten una visión respecto al modelo de crianza que desean para sus hijos e hijas. Constituyen un buen ejemplo de la llamada “vía de la subjetividad”, vía que se pone en marcha en respuesta a la percepción de una insuficiencia en los recursos necesarios para gestionar la vida cotidiana, en este caso el actual sistema de organización social del cuidado. Se trata de grupos representativos de esta nueva forma de “hacer política” que ha caracterizado a los movimientos sociales en los últimos años y que, en este caso, proponen formas de cuidado alternativas al sistema “tradicional”. El surgimiento de la experiencia de la ma(pa)ternidad activa, o reactiva, entre sus miembros una conciencia crítica que impulsa a estas familias a buscar alternativas para la organización de la crianza. No se debe olvidar, como señala Arnaiz (2016), que la maternidad y la paternidad son funciones sociales que implican numerosas transformaciones personales y que, a pesar de ser asumidas individualmente, poseen una clara función colectiva, tal como asumen los participantes de estas actividades que apuestan por una implicación en el cuidado que va más allá de sus propios hijos e hijas, constituyendo una plataforma para el surgimiento de una ciudadanía crítica más implicada.
No, yo tenía experiencia así de tipo… de tipo cooperativa, no tenía ninguna experiencia previa, la verdad. Y… participación ciudadana… dentro de unas cosas normales, tampoco he estado súper involucrada…. O sea, como que sí tengo el perfil, pero no lo había aplicado a la manera constructiva, sino que siempre ha sido como la protesta, no sé qué… y sí, la primera experiencia que he tenido ha sido aquí… en este proyecto. (I3, usuaria)
Yo he sido siempre muy… activa en redes sociales y tal pero no activista, entonces he sido sindicalista y eso, pero vamos, así como… el movimiento que hemos tenido este año de participación en un montón de… de cosas relacionadas con la infancia, como este año nunca. (I2, usuaria)
Los discursos recogidos para este trabajo muestran un elevado grado de articulación crítica en torno a la insostenibilidad de un modelo de cuidados individualizado y tradicional donde las mujeres asumen en solitario y dentro de las fronteras del hogar los cuidados, sin apoyo de ‘tribus’ o redes informales propias de la organización precapitalista (Federici, 2013). Las entrevistadas defienden que la actual organización individualizada del cuidado no da respuesta a las necesidades de las familias, especialmente durante los primeros años de la crianza y en un contexto urbanizado como la ciudad de Madrid, donde la accesibilidad a la familia extensa se presenta más compleja. La lógica de gestión en esta primera etapa de la crianza excede las posibilidades que brinda la individualidad, tanto para el desarrollo de los niños y niñas como para el de sus madres (y padres), por lo que es necesario superar los límites de las escalas meramente familiares establecidos en las dinámicas actuales para movilizar a la comunidad cercana (Ezquerra, 2013).
Nosotros no tenemos familia ni nadie que nos acompañe, o sea llegó un momento que para ella, para mi hija, esas 10 familias [de la I1] eran sus familias. Con todas ha comido, con todas… entonces llegó un momento de bua…esto ya… esto ya marcha. (I1, usuaria)
Yo empecé a venir, como el niño era muy pequeño, necesitaba un poco de… de que me arropara alguien que estuviera un poco en la misma situación para poder compartir un poco ese momento y es que con un niño de seis meses te ves ahí en casa de repente y dices: ay Dios mío… (I4, usuaria)
Políticamente ha habido mucha destrucción de los tejidos vecinales…, en todos los barrios de la ciudad… Igual, la crianza metida en las casas, todo individual, … entonces yo creo que está habiendo un cambio de paradigma ahí ¿no? (IC2, Promotora)
Los discursos, de manera explícita o implícita, expresan la necesidad de reapropiarse del funcionamiento de la reproducción social. Como señalan (Laval et al., 2015) la orientación hacia los movimientos sociales constituye una abstracción hasta que no se materializa en un medio para la transformación de condiciones concretas, en este caso una forma alternativa de organizar socialmente el cuidado.
Teniendo en cuenta la heterogeneidad de las iniciativas analizadas, resulta muy complejo delimitar su alcance en términos de transformación social. En algunas ocasiones se trata de comunidades pequeñas y cerradas en sí mismas que no buscan activar redes más allá del grupo; construyen su comunidad de apoyo dentro de las fronteras de las familias implicadas en la iniciativa, sin extender su actividad más allá de la misma. Una limitación en su capacidad de movilización y transformación que se explica por la propia estructura organizativa de estas iniciativas. Autogestionadas y en algunos casos informales, la falta de autorizaciones administrativas pertinentes (caso de la I3) o el miedo a crecer por encima de sus capacidades de gestión (I2) limita su capacidad de implicación comunitaria. En estos casos los grupos funcionan como recursos de acompañamiento que sirven como una solución personal frente al descontento con el modelo de organización social del cuidado, satisfaciendo una necesidad concreta (de crianza) sin participar en un proceso más amplio de activación del tejido comunitario.
Es nuestro rato de quedar, y si vienen mamás bien, pero no lo estamos publicitando, ya te digo no es un espacio suficientemente adaptado, grande… (I2, usuaria)
(…) Luego con lo que es el barrio tampoco tenemos mucha relación, también es verdad que nosotros de primera intentamos mantener un perfil bajo de… de no… no se oiga mucho, no se sepa mucho… porque… podría causar problema en nuestro estado de alegalidad que estamos ahora. (I3, usuaria)
En otros casos, sin embargo, sí se articula de forma explícita una voluntad transformadora más ambiciosa a través de la propuesta de actividades que trascienden el “mandato” de los propios grupos para incorporar a otros actores de los barrios y activar redes sociales más amplias y diversificadas. Así lo señalan algunos discursos de los informantes clave:
A estas iniciativas les cuesta poco imaginarse interactuando con el contexto, el problema que suelen tener es la limitación de los recursos y el tiempo. (IC5, promotor)
Creo que es una forma de vivir, y, y, esto, los años que llevamos trabajando [haciendo iniciativas en el barrio] al final nos hemos dado cuenta que al ser abierto y darnos a conocer todo funciona mejor. (IC4, promotora)
Independientemente de sus objetivos últimos, esta amalgama de iniciativas autogestionadas prioriza uno de los elementos propios del alter-mundialismo: las alternativas pedagógicas para la primera infancia. El sistema educativo tradicional provoca una enorme desconfianza, tanto por sus métodos, como por sus objetivos y su concepción de la comunidad educativa. Se defiende, en consecuencia, una mayor participación de las familias en los centros educativos (un mayor autogobierno) y una mayor adaptación de los mismos a los ritmos de los niños y niñas, relegando la función originaria de conciliación de la escuela en beneficio de un modelo socializador colectivo (Arnaiz, 2016).
Claro, y luego es verdad que, en España en particular, este tema es increíble. Es decir, yo soy italiana… y, es decir, en Italia es un poco más respetuoso… a ver… dentro de lo que haya, ¿no?... Y luego… no tienen esta necesidad de… hacer fichas, sentarse, no sé qué… espera que…. el margen al juego libre, en general. Luego dependerá de la ciudad, de… nosotros en España cuando yo empecé un poco a mirar, me asusté un poco de lo que había... (I2, promotora)
En el sistema convencional es como que se parcela ¿no? Se parcela de forma… unidireccional ¿no? Que es escuela y familia sin interacciones entre ellas (…) entonces los grupos de crianza de repente redimensionan y los cuidados no son unidireccionales de familia y escuela hacia los peques sino que se entiende el conjunto como una comunidad interconectada. (IC6, promotor)
La crítica al modelo educativo tradicional y las barreras a las que se enfrentan para interactuar con una comunidad más amplia que la constituida por el grupo de crianza suponen la principal dificultad a la hora de analizar el potencial transformador de estas iniciativas. La cuestión radica en si su capacidad de transformación existe sólo entre aquellas que movilizan tejido social más allá de sus propios grupos o si, por el contrario, el mero hecho de ser grupos que funcionan con una lógica distinta al modelo tradicional de cuidados tiene validez social en sí misma, en tanto en cuanto generan vínculos de participación y devolución que fortalecen la comunidad y aseguran los cuidados, aportando el ejercicio de la experimentación y de las prácticas colectivas desde abajo (Laval et al., 2015; Vega et al., 2018).
Mi lucha está aquí. Mi lucha política, digamos, es aquí… es como… para mí es un privilegio, ¿no? Porque otras personas tienen que estar militando, ¿no? Trabajas de asalariado en Burger King y luego por la noche te mueves y no sé qué, y de repente yo pago mis cuentas con algo en lo que creo, porque creo en la comunidad, creo en el asamblearismo, creo en todo esto… (I3, promotora)
La construcción de una identidad social compartida depende, en gran medida de la distinción que los miembros de un grupo hacen entre el “nosotros” y el “ellos”, una distinción que produce universos simbólicos propios que generan confianza y cohesión interna dentro de un grupo. Dotar al endogrupo de rasgos de distintividad positiva frente al otro constituye uno de las fases fundamentales en el proceso de construcción de la identidad social grupal (Tajfel, 1974) y, en el caso de las iniciativas de cuidado comunitario, la distintividad positiva se construye, primordialmente, a partir de la diferenciación con el modelo de crianza tradicional. A partir del ya mencionado descontento con el sistema educativo hegemónico se elabora una respuesta alternativa que, a su vez, les define como grupo. Principalmente se articulan en torno a dos rasgos: la defensa de un modelo de desarrollo niño-céntrico y, en segundo lugar, la implicación de los progenitores en la crianza. En cuanto al primer elemento, estos grupos realizan una defensa de los menores como agentes centrales de sus cuidados frente al modelo ‘adulto-céntrico’ del paradigma educativo (así como social y urbanístico) actual. Defienden que la socialización en la primera infancia se encuentra excesivamente centrada en las formas y necesidades de los adultos, impidiendo de esta manera un desarrollo personal completo e imponiendo normas ajenas a la infancia. En cuanto a lo segundo, el compromiso materno y paterno, los discursos reflejan una autoubicación en una escala de compromiso y reflexión en torno a la crianza superior al de otras familias, otorgándose una dedicación mayor en la relación con los hijos e hijas. La situación no se plantea únicamente en relación al anhelo de la autonomía sino al deseo de control de todo el proceso de crecimiento de sus hijos e hijas.
Claro así también la gente tiene hijos, hijos, hijos porque claro… si lo llevas a la guardería 9 horas al día y solamente le das la cena y le metes en la cama pues claro no sé… yo ahora mismo no me atrevo a tener otro, vamos. (I4, promotora)
A mí nadie me viene a decir “tú no te preocupes, déjala... que, si llora, llora un ratito y no pasa nada”, ¿sabes? Si hay un problema, yo sé que me lo comentan… realmente sabes lo que le está pasando a tu hijo. (I3, usuaria)
Las familias que entramos en I1, entramos porque tenemos una manera de ver la crianza que básicamente es que te apetece vivir con ellos, o sea no el rollo de te dejo y me voy a trabajar un poco… (I1, usuaria)
Estos elementos originan una fuerte identidad social compartida entre los miembros de las iniciativas y se constituyen, a la vez, como el germen y la consecuencia de la endogamia en la composición de estos grupos, tanto en términos de clase social como de relaciones de género. En relación a lo primero, se trata de colectivos que poseen un elevado capital cultural, cuyos miembros desempeñan profesiones que les permiten un alto grado de flexibilidad horaria y que se ubican en un espectro ideológico mayoritariamente progresista. El estudio deKeller-Garganté (2017) sobre la ciudad de Barcelona también refleja que estas iniciativas involucran a grupos sociales muy determinados, con un alto capital económico, educativo y de disponibilidad temporal. La conjunción de estos elementos facilita la comprensión automática de los intereses colectivos al compartirse un ‘sentido común’ de la crianza, su cotidianeidad y sus valores. Así, por ejemplo, entre los sentidos comunes compartidos, y parte de los valores altermundistas, se ubica tanto la correcta nutrición, definida a través del consumo de comida ecológica y de cercanía, como la organización de los grupos en base a sistemas asamblearios.
Las familias con que nos… en que nos movemos a nivel de ideología es bastante parecida… y entonces pues… puedes más o menos desear lo mismo, el mismo tipo de proceso de educación para sus hijos, es verdad que a lo mejor te vas a otro barrio y… lo que ves no es lo mismo. (I3, usuaria)
Pues vienen mujeres, blancas, de entre treinta y cuarenta y pico… con nivel de estudios normalmente bien, superiores, y bueno pues eso es lo que también nos llama la atención ¿no? Que realmente haya… o sea la población es mucho más diversa que esto, ¿no? (I2, promotora)
La consciencia respecto a la endogamia de estos grupos se extiende también con respecto a su composición por género. Los grupos de crianza compartida se presentan, mayoritariamente, como grupos de madres, y aunque en los discursos hacen un esfuerzo por visibilizar la existencia de padres en los turnos de cuidado y/o en las asambleas se trata de discursos construidos por mujeres y con la presencia mayoritaria de las mismas. Estos movimientos que reivindican la participación de la comunidad más allá del entorno familiar no han conseguido revertir, de manera notoria, las dinámicas de género existentes en torno a la individualidad femenina respecto al cuidado, debido probablemente a que, como señala Ezquerra (2013), los comunes no se encuentran en condiciones de erigirse en alternativa dentro de un contexto que no ha logrado romper con la división sexual del trabajo y la privatización de los cuidados. Esta feminización también se señala en otras investigaciones (Araiza-Díaz et al., 2016; Keller-Garganté, 2017), que indican, por ejemplo, que los turnos de cuidados se encuentran cubiertos por mujeres y las acompañantes/educadoras también lo son, mientras que el mayor protagonismo en las asambleas sigue recayendo en los hombres. En nuestro caso de estudio, la feminización de los grupos se explica aludiendo a argumentos esencialistas que manifiestan la existencia de una ‘naturaleza femenina’ de la crianza y que se desarrollan en la línea de la ‘ideología de la maternidad intensiva’ (Hays, 1998) y de la ‘ofensiva naturalista’ (Badinter, 2011) que refuerzan la ideología del cuidado femenino. Todas estas cuestiones remitirían al complejo debate sobre las formas de integrar a los hombres en este tipo de cuidados (Barbeta-Viñas, 2019; Elizalde-San-Miguel, Díaz-Gandasegui, & Díaz-Gorfinkiel, 2019; Fraquer, Navarro-Varas, Antón-Alonso, Ruiz-Forès, & Cónsola, 2019) y la manera en que ya en la actualidad se están insertando en este ámbito.
yo antes de ser madre esto iba a ser 50% y todo igualitario, y luego ya cuando sale la madre que tienes dentro dices ‘pero si es que esta lucha…’, o sea no me voy a poner con lo de una noche duermes tú u otra yo, o sea, no. (I1, usuaria)
La fuerte identidad de género y clase social de estos grupos contribuye a su cohesión social y promueve la implicación individual dentro de los mismos, remitiendo, de nuevo, al debate respecto a su capacidad transformadora más allá de la consecución de un objetivo temporal concreto (garantizar un tipo de cuidado que se considera más respetuoso en todos los sentidos). La distancia con otros grupos sociales y su propia identificación como vanguardia se puede interpretar como un alejamiento de lo público, entendido como la universalización del acceso a recursos fundamentales, y una priorización de la satisfacción individual y endogrupal por encima del bienestar general que supone, inevitablemente, una limitación en la capacidad de estos grupos de contribuir a una transformación social más amplia.
Me parece que la apuesta por la escuela pública, yo no voy a pedir a nadie que sacrifique el bienestar de su hijo por apostar por la educación pública ¿no? Pero que sacrifique un 2% de la creatividad de su hijo a lo mejor sí (…) es duro porque nadie quiere sacrificar ni un pelo del bienestar de su hijo, pero es verdad que no se debe perder el enfoque colectivo ¿no? Yo creo que… eso, que las familias de clase media y de capital cultural hacemos un papel importante al quedarnos en la pública. (IC7)
La ciudad de Madrid ha sido testigo en los últimos años de la reactivación de las iniciativas comunitarias, dando lugar a la formación de “grupos de crianza comunitaria” que responden a una amplia horquilla de intereses y objetivos. Las iniciativas de crianza comunitaria analizadas en este trabajo presentan, en términos generales, las características propias de los nuevos movimientos sociales surgidos tras la crisis de principios de siglo. Estos grupos mantienen elementos representativos de la democracia participativa canalizada a través de la vía de la subjetividad, en torno a una actividad tan cotidiana como es el cuidado de las y los menores, y extienden sus prácticas transformadoras cotidianas a otros elementos propios del alteractivismo como la ecología, el consumo sostenible o la nutrición. No obstante, la heterogeneidad de las iniciativas actualmente existentes, las limitaciones de su estructura organizativa (autogestionadas e informales) y su caracterización como grupos con una identidad social muy marcada las señala como iniciativas minoritarias y con escasa capacidad para alcanzar a colectivos más amplios.
Su marcada identidad como grupos con alto capital cultural y su feminización conlleva inevitablemente a cuestionarse el potencial transformador real de estas iniciativas frente al riesgo que presentan de convertirse en nuevos colectivos privilegiados con una fuerte identidad compartida. Se plantea, entonces, la propia función que se les debe exigir a estos grupos de crianza en un entorno de deficiencias que, posiblemente, supere su capacidad de incidencia desde una perspectiva social global.
…Obviamente, los grupos de crianza compartida no son la solución al problema general de la sociedad, pero si tuviésemos…permisos de maternidad y paternidad más amplios, si tuviésemos eh… sueldos más dignos hace que esto… no lo soluciona, es pedirle de repente… pervertimos y ahora es como que esto no vale porque no soluciona el problema, pero es que este problema que tenemos no es de los grupos de crianza compartida, está en otro lugar, no le metamos la tensión ahí, ¿no? (I10, promotor)
El cuestionamiento de estos colectivos por su limitada capacidad de transformación política en el sentido más tradicional no debe, sin embargo, olvidar el potencial que supone interiorizar las prácticas participativas comunitarias entre sus miembros. Este potencial remite precisamente a la cuestión de la vía de la subjetividad que caracteriza a estos nuevos movimientos sociales y que pasa por la aplicación de este modelo de implicación en el entorno más cercano. Si bien resulta complejo afirmar que constituyen colectivos con capacidad transformadora en el plano más macro, sí presentan un compromiso con objetivos concretos que produce una transformación en la comprensión de lo que significan las relaciones sociales.
Yo creo que cuando aprendes a hacer comunidad ya… funcionas así, o sea mi recorrido son 3 años pero me da la impresión de que, de que, para q vas a salir, o sea una vez que ella vaya al cole [su hija] ¿yo vuelvo a lo de antes?, es que ya no puedes, tu vida ya ha cambiado. (I3)
Este trabajo ha sido llevado a cabo dentro del marco del proyecto “Cuidados en el ámbito comunitario. Experiencias, prácticas y vínculos para el sostenimiento de la vida en España y América Latina” (CSO 2016-77960-R) financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Ha contado asimismo con el apoyo del Instituto de Investigación I-Communitas, Institute for Advanced Social Research de la Universidad Pública de Navarra.
Magdalena Díaz Gorfinkiel es licenciada en sociología en la Universidad Complutense de Madrid (1997y Doctora Europea en Sociología por la Universidad Carlos III de Madrid (2008). En la actualidad ejerce como Profesora Visitante Lectora en el Departamento de Análisis Social de esta última universidad y ocupa el cargo de Vicedecana del Grado de Sociología y del Doble Grado en Ciencias Políticas y Sociología. Realiza también, dese hace más de diez años, labores como consultora de la Organización Internacional del Trabajo -OIT- para temas relacionados con el empleo del hogar. Sus temas fundamentales de trabajo son los relativos a la sociología de los cuidados, tanto desde una esfera individual (la privatización de los cuidados, el empleo del hogar) como colectiva (la organización comunitaria, las políticas de conciliación).
Begoña Elizalde-San Miguel es profesora del departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad Pública de Navarra. Doctora en Sociología por la Universidad Carlos III de Madrid, donde trabajó entre 2009 y 2018, su investigación se centra en la transformación de la institución familiar desde una perspectiva de igualdad de género. Sus trabajos analizan la evolución de las formas de organizar socialmente el cuidado tanto a menores como a personas mayores. Aborda el estudio de las políticas públicas familiares dirigidas a la conciliación de la vida laboral y familiar; el proceso de envejecimiento poblacional y la adaptación de las familias al cuidado de personas mayores; las iniciativas de cuidado comunitarias existentes para contribuir a garantizar socialmente los cuidados.