Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2020.74

La diversidad de las transiciones juveniles en España desde unanálisis socio-demográfico


The diversity of youth transitions in Spain from asocio-demographic perspective


Almudena Moreno Mínguez

Universidad de Valladolid, España almudena@soc.uva.es

F. Javier Sánchez Galán ORCID

Universidad de Valladolid, España javiersg@soc.uva.es Autor para correspondencia

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 29 Núm. 3 - Sup2 (Junio - Diciembre, 2020), pp. 47-68. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 10/01/2019
Aceptado / Accepted: 13/02/2019





RESUMEN

Este artículo presenta un modelo interpretativo sobre las tendencias de cambio observadas en las transiciones a la vida adulta de los jóvenes españoles durante el período 2007-2015 desde la perspectiva analítica e interpretativa del curso de la vida. Para tal fin se han utilizado los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (2007-2015) por cohortes de edad desde los 17 a los 34 años, con el objetivo de poder combinar diferentes situaciones transicionales para cada cohorte definida, y analizar así la complejidad y heterogeneidad de las mismas a partir del análisis de entropía y desde una perspectiva de género. Los resultados apuntan a que, a pesar de los efectos de la crisis, la estructura de las transiciones se ha mantenido relativamente estable durante el período considerado, sobre todo en lo que se refiere a la salida del hogar familiar y a la formación de la pareja. Otro resultado destacado es que las transiciones de las mujeres jóvenes se han complejizado y desestandarizado más que las masculinas, advirtiéndose una relativa reducción de las diferencias entre hombres y mujeres durante el período de crisis.

Palabras clave: Jóvenes; transición; crisis; género.



ABSTRACT

This article presents an interpretive model of the change patterns observed in the transitions to adult life for young people in Spain during the period 2007-2015 from the analytical and interpretative perspective of the course of life. For this purpose, data from the Living Conditions Survey (2007-2015) were used for age cohorts from 17 to 34 years old, in order to be able to combine different transitional situations for each defined cohort and to therefore analyze the complexity and heterogeneity of these from the analysis of entropy and from a gender perspective. The results suggest that, despite the effects of the crisis, the structure of transitions has remained relatively stable during the period considered, especially in terms of leaving the family home and the formation of the couple. Another important result is that the transitions for young women have become more complex and de-standardized than male ones, noting a relative reduction in the differences between men and women during the crisis period.

Keywords: Youth; transition; crisis; gender.




INTRODUCCIÓN


La transición a la vida adulta incluye diversas trayectorias tales como finalizar los estudios, integrarse en el mercado laboral, salir de casa de los progenitores, formar la pareja y tener hijos. Estas transiciones, según la literatura, se han pospuesto, complejizado e individualizado en Estados Unidos y Europa (Buchmann y Kriesi, 2011; Settersten y Ray, 2010; Shanahan, 2000). Diversos modelos teóricos han tratado de explicar las transiciones juveniles en Occidente. De hecho, contamos con un gran número de estudios que han analizado los procesos transicionales de los jóvenes desde la sociología, la economía y la demografía en perspectiva comparada (Billari, Philipov y Baizán, 2001; Casal, García, Merino Pareja y Quesada, 2006; Iacovou, 2010). Estos análisis comparados destacan la individualización, la desestandarización y la segunda transición demográfica como contextos teóricos interpretativos adecuados para analizar las transiciones juveniles actuales, destacando la posible existencia de una pauta común aunque no convergente en los eventos demográficos y sociales que definen las transiciones juveniles tipificadas por estos investigadores como complejas, retardadas y prolongadas en el tiempo (Billari y Liefbroer 2010; Brückner y Mayer, 2005; Lesthaeghe, 2010). Por otra parte, las teorías más críticas con estas interpretaciones sobre las transiciones juveniles han subrayado la relevancia y efectos reproductores de los factores estructurales que conforman la condición e identidad juveniles, tales como la clase social o el género (Machado Pais, 2000; Molgat, 2007). En este análisis nos basaremos en la teoría del life course o curso de la vida para analizar las trayectorias diferenciadas de los jóvenes españoles. Si bien son numerosos los estudios realizados a nivel internacional, en España son más bien escasos los estudios empíricos que han utilizado la perspectiva del curso de la vida. Esta teoría sugiere que el significado de las transiciones difiere dependiendo del momento en el que ocurren en la vida del joven (timing), cómo se producen (intervalos y duración de las mismas) (range) y cómo varían en un grupo o colectivo de población (heterogeneity) (Elder, Johnson y Crosnoe, 2003). Esta modelización interpretativa nos permite analizar y valorar los cambios producidos en las transiciones juveniles (edad a la que se producen y duración de las mismas), así como el grado de diversidad y heterogeneidad en un colectivo determinado.

El análisis presentado en este artículo propone un modelo interpretativo sobre las tendencias de cambio ocurridas en las transiciones juveniles a la vida adulta en España para el periodo 2007-2015 (previo y posterior a la crisis económica) desde la perspectiva del life course. En este periodo la sociedad española experimentó una profunda crisis económica que afectó especialmente a los jóvenes, incrementando la incertidumbre, el desempleo y la precariedad ante la autonomía e independencia residencial (García Montalvo, 2009; Pérez Camarero, Calderón, Hidalgo e Ianova, 2010; Pedreño y Carmona, 2015; Valls Fonayet, 2015). Para conseguir este objetivo hemos utilizado los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida desde los años 2007 a 2015. El rango de edad utilizado, dependiendo del análisis, ha sido la edad unitaria y por cohortes de tres años desde los 17 años a los 34 años, con el fin de poder combinar diferentes estatus/trayectorias para cada cohorte (situación laboral, residencial, formativa y familiar). Se ha realizado el análisis considerando que la variable sexo puede condicionar y diferenciar las oportunidades vitales en las transiciones juveniles en el contexto español en el que la desigualdad de género ha sido una constante (Levy, Ghisletta, Le Goff, Spini y Widmer, 2005; Moreno y Marí-Klose, 2013; Moreno Mínguez, 2016).

Los resultados obtenidos apuntan que, a pesar de los efectos de la crisis económica sobre la población joven, las transiciones en general en cuanto a su estructura se mantienen relativamente estables, sobre todo en lo que se refiere a la formación de la pareja y a la salida del hogar familiar, aunque se observan diferentes matices entre ambos periodos que cabe interpretar como efecto de la crisis. Otro hallazgo a destacar es que las transiciones de las mujeres son relativamente más complejas y desestandarizadas que las de los hombres, aunque se hayan reducido ligeramente las diferencias durante la crisis, lo que parece denotar mayor flexibilidad y adaptación familiar y laboral de las mujeres que de los hombres en el proceso de transición a la vida adulta.


MODELO TEÓRICO


El interés por el estudio de las transiciones de los jóvenes y la adaptación de sus expectativas normativas a los condicionantes estructurales del entono socio-económico se ha incrementado en los últimos años (Tosi, 2017). Son numerosos los marcos interpretativos que han tratado de analizar la condición juvenil desde las lentes del concepto de transición. Tradicionalmente las transiciones se han definido como las etapas en las que el joven adquiere el estatus de adulto a través de la independencia residencial, el empleo, la formación de la pareja y los hijos (Furlong, 2012). Autores como Arnett (2004) han utilizado el concepto de emerging adulthood para referirse a las transiciones como un proceso prolongado en el tiempo en el que el joven experimenta y define su identidad desde su individualidad. Otros investigadores se refieren a las transiciones como un proceso retardado en el que los jóvenes se tienen que adaptar a los determinantes de las estructuras sociales, ensayando itinerarios reversibles (Côté, 2000; Bynner, 2005). De acuerdo con Woodman y Wynn (2015, p. 82) la nueva transición a la vida adulta no puede ser interpretada únicamente como el resultado de las trayectorias cambiantes sino como el trayecto que una generación va trazando con nuevos discursos y significados.

En este contexto interpretativo emerge con fuerza la combinación de la perspectiva teórica estructural con la teoría de la acción individual (agencia y elecciones biográficas), convirtiéndose en una línea de investigación prioritaria en los últimos años en el marco de lo que se ha denominado la teoría del curso de la vida (Heinz y Krüger, 2001; Mayer, 2009). Este modelo interpretativo se basa en el hecho de que los distintos cambios en la experiencia vital de las personas, tales como el abandono de los estudios, la inserción en el mercado laboral, el abandono del hogar familiar, la formación de la pareja y la llegada del primer hijo, forman parte de trayectorias más amplias que determinan y dan sentido a la secuencia transicional en el momento histórico y lugar concreto en que acontecen (Elder, 1998; Elder y Giele, 2009). De acuerdo con Sepúlveda (2013), el curso de la vida de los jóvenes está asociado al tiempo y al lugar en el que viven lo que condiciona sus experiencias y acciones concretas. Esto supone considerar el contexto geográfico, socioeconómico y cultural en el que viven los jóvenes, puesto que la biografía personal de los sujetos será el reflejo de condicionantes sociales que trascienden la propia individualidad de los mismos (Elder, 1998). A este respecto hay que señalar que la perspectiva del curso de la vida introduce el concepto de agencia a través de lo que Elder denomina acoplamiento flexible, según el cual los individuos son sujetos activos de sus propias biografías en el contexto de las condiciones estructurales de su entorno. Esto se traduce en el hecho de que los individuos de una misma edad viven en contextos estructurales muy diferentes y, por tanto, no transitan de la misma forma en los distintos estatus, advirtiéndose diferencias significativas en el momento de la transición y en las causas que motivan dichas decisiones por sexo, situación económica o nacionalidad. La consideración de la variabilidad y heterogeneidad de estas experiencias vitales dentro de un grupo social es un elemento clave para entender las trayectorias de los individuos y en este caso las transiciones juveniles a lo largo del tiempo (Elder, Johnson y Crosnoe, 2003; Mayer, 2009).

Partiendo de estos mimbres teóricos y a partir de la diferenciación que hace Sepúlveda (2013) entre transición y trayectoria, en este trabajo nos vamos a referir al concepto de transición que hace referencia a los diferentes episodios en los que se desagrega esa trayectoria, que aunque no estén previamente definidos marcan cambios en el estado, posición o situación de los individuos, tales como el ingreso en el mercado laboral, abandonar el hogar familiar, formar una pareja o convertirse en padre o madre. Este modelo analítico del curso de la vida concede gran relevancia a las trayectorias individuales y biográficas que experimentan los sujetos desde el punto de mira teórico de la agencia, destacando la heterogeneidad de trayectorias observables en un mismo colectivo social, relativizando o cuestionando aquellos modelos analíticos excesivamente estandarizados. Al mismo tiempo, este modelo interpretativo subraya la importancia de los factores sociales y culturales que inciden en las secuencias de las transiciones para ser analizadas a partir de la perspectiva longitudinal del ciclo de la vida que contempla, por una parte, el momento en el que ocurre el evento (edad del individuo) y, por otra parte, la vinculación de los jóvenes con su generación y con el intervalo y secuencia del evento (inserción en el mercado laboral, salida del hogar familiar) (Levy y Bühlman, 2016). El reto precisamente de esta investigación es delimitar la estructura de las transiciones juveniles en España desde la perspectiva que incorpora el life course y situarlas en relación al contexto histórico-social en el que se producen los eventos. A este respecto hay un amplio consenso en la literatura sobre los estudios de juventud en el que, por un lado, el marcador de la edad, tradicionalmente utilizado para definir la ocurrencia de las transiciones, ha debilitado su fuerza explicativa frente a la experiencia de ser joven (Heinz y Krüger, 2001) y, por otro lado, se advierte también un debilitamiento de los procesos normalizados del curso de la vida, subrayando la importancia de la desestandarización de los marcadores que tradicionalmente definían la condición juvenil (Melucci, 2001; Walther, 2006). En este contexto interpretativo cobra sentido el debate actual sobre el proceso de individualización/desestandarización del curso de la vida que define la condición juvenil y las transiciones. Si bien en los últimos años se han multiplicado en el ámbito internacional los estudios sobre las trayectorias de los jóvenes con un enfoque de género, en España son más bien escasos los estudios que hayan incorporado el debate sobre los efectos de la individualización/desestandarización de las trayectorias juveniles desde una perspectiva de género. En este contexto interpretativo destaca el debate en torno a los condicionantes estructurales que determinan los procesos de transición y la capacidad de acción individual (agencia) de los jóvenes para desarrollar experiencias individuales y cambiar sus destinos (Furlong, Woodman y Wyn, 2011). En línea con este debate gestado en Estados Unidos y en la demografía histórica, Kohli (1985) ha desarrollado un modelo teórico y analítico para estudiar la estandarización/desestandarización del curso de la vida en el marco creciente de la individualización. Este modelo distingue tres dimensiones para aprehender el proceso de estandarización versus individualización en el curso de la vida de los jóvenes (chronologisation, sequentialisation and biographisation). Las dos primeras dimensiones se refieren a los factores estructurales que inciden en la vida de los jóvenes y la tercera a los factores culturales e institucionales. Desde esta perspectiva y de acuerdo con Levy y Bühlmann (2016), para quienes el curso de la vida se define como una secuencia de eventos, la perspectiva interpretativa sobre la linealidad de estos eventos es limitada, ya que la estandarización de las biografías de las transiciones y trayectorias son más complejas, y no responden únicamente a los procesos de normalización delimitados por los marcadores tradicionales.

Partiendo de este marco interpretativo nuestra propuesta consiste en analizar los cambios en las transiciones juveniles en España antes y después de la crisis desde la perspectiva del life course. Para tal fin se considerará la edad a al que se producen las transiciones (timing) (utilizado para estudiar el posible retraso de las mismas), el intervalo y duración de las mismas range (utilizado para analizar si las transiciones son más o menos lineales) y la heterogeneidad heterogeneity de las mismas (utilizado para valorar la diversidad y desestandarización). La idea de partida es que las trayectorias responden a comportamientos individuales determinados socialmente por factores estructurales que explican en parte la complejización y diversificación que caracteriza a las transiciones actuales de los jóvenes (Levy y Bühlmann, 2016; Settersten, 2003). En el caso concreto español, una de nuestras hipótesis se refiere al hecho de que la crisis económica y la falta de políticas públicas destinadas a favorecer las transiciones juveniles podrían haber acentuado el retraso de las transiciones (algo ya clásico en la sociedad española) y aumentado la diversidad y complejidad de las trayectorias, acentuando las diferencias y, por tanto, la posible desigualdad según género. Como hipótesis esto se traduciría en una mayor desestandarización de las transiciones incorporando nuevos procesos de diferenciación ante las posibilidades que tienen los jóvenes de activar sus recursos y habilidades personales para transitar hacia la vida adulta dependiendo de factores tales como el sexo. En concreto partimos de la idea presente en los trabajos de Levy de que existen trayectorias claramente diferenciadas e interdependientes en el tránsito a la vida adulta según sexo, que explicarían las diferencias existentes en las transiciones juveniles (Levy, 1996; Levy, Widmer y Kellerhals, 2002; Levy et al., 2005). Los hallazgos de sus trabajos empíricos revelan que la desestandarización de las transiciones en el curso de la vida no es homogénea para hombres y mujeres, siendo las transiciones de las mujeres más diversas y plurales que las de los hombres (estas últimas serían más lineales). Las mujeres se ven obligadas a adaptar y acoplar sus trayectorias laborales y familiares en función de su rol de madres y cuidadoras, lo que redunda en procesos de desigualdad que se reproducen en el curso de la vida (Levy et al., 2005; Widmer y Ritschard, 2009). Este planteamiento del life course permite ilustrar una relación más amplia entre la dimensión individual y estructural, subrayando la necesidad de incorporar al debate teórico y empírico sobre las transiciones, las diferencias por sexo, la acción individual (agencia) y los factores institucionales, culturales y socio-económicos que condicionan y estructuran la vida de los individuos en sus trayectorias vitales.

En base a estos planteamientos teóricos e hipotéticos se han planteado los siguientes interrogantes de investigación: 1) ¿hasta qué punto la crisis económica en España ha propiciado una mayor diferenciación y desestandarización en las transiciones juveniles según sexo?, 2) ¿en qué medida la crisis ha retrasado los diferentes eventos de las transiciones y las ha complejizado?, 3) ¿cómo ha afectado la crisis a la duración e intervalos de las transiciones (trabajo, emancipación, formación de la pareja e hijos) en el período de crisis según sexo? El presente trabajo trata de dar respuesta a estos interrogantes y contribuir a un mayor conocimiento sobre las transiciones a la vida adulta en España en el período de crisis desde la perspectiva del curso de la vida focalizando la atención en las diferencias por género.


METODOLOGÍA


Datos y variables

La base de datos utilizada es la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del Instituto Nacional de Estadística (INE). A pesar de que la encuesta es prioritariamente transversal es posible la obtención de información longitudinal al estar diseñada de tal manera que se entrevista a las mismas personas en diferentes momentos a lo largo del tiempo, si bien, únicamente en periodos de cuatro años. Considerando las limitaciones que tiene la ECV para el análisis longitudinal hemos decidido utilizarla construyendo una secuencia que aun no siendo estrictamente longitudinal, aporta información relevante para los objetivos de nuestro análisis. En los análisis descriptivos hemos comparado los datos de los años 2007 como previo a la crisis y el año 2015 como año que representa el comienzo de la salida de la crisis.

El rango de edad elegido ha sido el comprendido entre los 17 y 34 años de edad por ser un intervalo habitual en los estudios de juventud sobre los procesos de transición (Rindfuss, 1991). Para el cálculo de los índices de entropía, donde se consideran las posibles combinaciones de estatus en cada cohorte de edad, se ha decidido aumentar la edad hasta los 46 años, con el único propósito de visualizar más claramente el término de la transición. Los indicadores se presentan para la edad unitaria cuando se analiza la edad media a la que se producen los eventos y el intervalo en el que se producen. Para el análisis de entropía, los datos se presentan por cohortes de tres años y para obtener el porcentaje de quienes ya han completado todas las transiciones los datos se presentan por cohortes de seis años (el número reducido de casos de jóvenes que han experimentado todas las transiciones y la segmentación por sexo han motivado el uso de agrupaciones de mayor tamaño)

Las transiciones a la vida adulta han sido medidas a través de cinco estatus (situación formativa, laboral, situación de emancipación, situación de pareja y, por último, la condición de ser padre o madre). Por tanto consideramos que cada transición se produce cuando se ha experimentado cada uno de los eventos y la transición en su conjunto cuando se experimentan todos los eventos. Se trata de una definición de transición hacia la adultez un tanto reduccionista, pues no incorpora cuestiones como la reversibilidad de los eventos, pero los datos disponibles en la ECV no permiten realizar este tipo de análisis. De entre las numerosas variables que ofrece la ECV se han seleccionado aquellas que más directamente influyen en los procesos de transición, algunas de ellas tal y como las ofrece la encuesta, y otras modificadas e incluso creadas a partir de las que la encuesta incluye (ver anexo). Las variables dependientes son las siguientes:

1. Estar o no estar estudiando: esta variable la ofrece tal cual la ECV.

2. Ser o no activo: esta variable no está como tal en la encuesta, se ha creado a partir de la agrupación de las categorías de ocupados (trabaja por cuenta propia, por cuenta ajena, a tiempo parcial y a tiempo completo más los parados) de la variable relación con la actividad.

3. Estar o no estar emancipado: esta variable no está incluida en la ECV. Se ha creado sumando a los que tienen y viven en pareja (se ha supuesto que los que tienen pareja estarían todos emancipados) más aquellos que no tienen pareja, pero son responsables de hogar.

4. Tener o no tener pareja: esta variable la aporta la encuesta, pero con tres categorías, sí con base jurídica, sí sin base jurídica y no, agrupando las dos primeras categorías se dispone de la variable dicotómica buscada.

5. Ser o no ser padre: esta variable no se incluye en la encuesta y se ha obtenido sumando a los jóvenes que tienen pareja y que viven en hogares con hijos, así como los responsables de hogar sin pareja que viven con hijos (familias monoparentales).

Métodos

El análisis se basa en una combinación de análisis descriptivos y de entropía para valorar los cambios producidos en las transiciones juveniles en el período 2007-2015 en España. El análisis se ha realizado por sexo, ya que consideramos que es una variable que condiciona las transiciones, además de considerar la coyuntura económica, seleccionando los años 2006-2007 (previos a la crisis) y 2014-2015 (posteriores a la crisis). Hemos utilizado las siguientes medidas para analizar el posible cambio en los procesos de transición como consecuencia de los efectos de la crisis: momento de las transiciones (timing), duración e intervalos de las mismas (range), así como la diversidad de las mismas (hererogeneity).

El indicador del timing mide el retraso en las transiciones y en qué momento o edad suceden los diferentes eventos. Este dato se ha obtenido a partir de la edad media a la que se producen los eventos.

La medida referida al intervalo y duración (range) nos permitirá analizar el intervalo de años en el que se produce cada transición antes y después de la crisis, a partir de tres indicadores: la edad a la que comienza una transición, el número de años en los que se estaría produciendo esta transición y la edad a la que finalizaría la transición. La duración de las mismas es una medida utilizada para estimar en qué medida las transiciones se retardan o reducen como consecuencia de la crisis según sexo. La extensión o duración de la transición se refiere al tiempo en el que se realiza una transición en el conjunto del colectivo estudiado. Este indicador corresponde con la diferencia entre la edad al noveno y al primer decil de la distribución de los individuos considerados. De esta manera no se consideran los que realizan la transición antes del primer decil ni los que lo realizan después del noveno decil, por considerarlos fuera del grupo central. El cálculo se ha realizado entre los individuos con edades comprendidas entre los 17 y los 34 años. Tanto la edad media a la que se produce un suceso determinado como la extensión de este son datos que pueden variar dependiendo del grupo de edad que sea objeto de estudio. No obstante, lo que más interesa para el presente trabajo no es tanto la edad media o la duración de una transición en sí mismo, sino las diferencias que se puedan detectar atendiendo a las variables seleccionadas.

Se ha realizado un análisis de regresión logística para cada una de las variables que define cada transición con el fin de obtener la significación estadística de las variaciones que se han observado en la evolución de las edades medias a las que se producen la emancipación residencial, la vida en pareja y la maternidad/paternidad, además de valorar la capacidad predictiva de las variables independientes. En el análisis de regresión se ha incluido además del sexo y coyuntura económica las variables edad, riesgo de pobreza y grado de urbanización del hábitat donde se reside, aunque estas últimas no son objeto de estudio en el presente trabajo.

Finalmente, la medida de la heterogeneidad (heterogeneity) se ha utilizado como indicador para analizar en qué medida las transiciones se han diversificado. Para tal fin hemos utilizado el índice de entropía como una medida de descomposición para calcular la heterogeneidad de las transiciones a lo largo del tiempo (Fussell, 2005; Theil, 1972). Puntuaciones más altas en este índice está indicando que las transiciones son más heterogéneas y, por lo tanto, más individualizadas.

El índice de entropía es un indicador que puede ser utilizado para valorar la heterogeneidad de los jóvenes en la transición a la vida adulta según la mayor o menor complejidad en la distribución de posibles combinaciones de los estatus que definen cada transición (Fussell, Gauthier y Evans, 2007; Tian, 2016; Vieira, 2013; Vieira y Miret, 2010). En el trabajo que nos ocupa, el índice de entropía se utilizará para medir la heterogeneidad de las transiciones juveniles a través de las posibles combinación de estatus por cohortes de tres años y en el intervalo de años en el que se produce la transición a la vida adulta, midiendo este proceso a través de los cinco estatus ya mencionados: momento en el que los jóvenes terminan su formación, se incorporan al mundo laboral, momento en el que asumen la responsabilidad de encabezar un nuevo hogar, momento en el que forman la pareja y afrontan la maternidad/paternidad. Estos estatus se producen en diferentes momentos y en ocasiones se solapan, de tal manera que la combinación de los diferentes estatus es distinta según el momento vital en el que el joven se encuentre.

Las posibilidades de aplicación del análisis de entropía en ciencias sociales han sido exploradas por diversos autores, fundamentalmente para los análisis de la desigualdad de la renta (Dagum, 1993; Fernández Morales y Costa, 1998; Lechuga, 1998), pero apenas ha sido utilizado para analizar la complejidad y heterogeneidad de las transiciones juveniles con algunas excepciones (Vieira y Miret, 2010; Tian, 2016; Vieira, 2013). Desde el enfoque del curso de vida el análisis de entropía es un instrumento pertinente para analizar la trayectoria hacia la adultez en función del grado de complejidad en la distribución de la combinación de estatus que proporciona el índice de entropía. Para poder valorar las diferencias en el proceso de transición se realizarán diferentes comparaciones según sexo y años de referencia. El interés para estas comparaciones está fundamentado en los resultados que se derivan del análisis descriptivo realizado previamente.

La fórmula matemática para calcular el índice de entropía es la siguiente:

Ex = ΣPs,x • ln ( 1/Ps,x)

Donde E es el índice de entropía, s indica una determinada combinación de estatus, x a una cierta edad y Psx la proporción de la población x que se encuentra en el estatus s. El índice de entropía es el sumatorio de la proporción de una edad determinada que se encuentra en la combinación de estatus multiplicado por el logaritmo natural de la probabilidad inversa de esa proporción.

El índice de entropía va desde el 0 cuando la homogeneidad es perfecta, es decir, cuando todos los individuos están concentrados en el mismo estatus o combinación de estatus, hasta la entropía máxima que varía dependiendo del número de posibles combinaciones de estatus y se refiere a la máxima heterogeneidad, cuando existe el mismo número de casos para cada combinación de estatus. En Fussell (2006) se recomienda convertir los índices en porcentajes para hacer más comprensible la información que se presenta, para ello es necesario conocer la entropía máxima que equivale al 100%. La representación gráfica permite visualizar claramente la evolución de la entropía facilitando los análisis y la comprensión de los resultados (Vieira y Miret, 2010).

La entropía máxima está definida por la siguiente fórmula:

Emax = Σ ( 1/Cs ) • ln [1/(1/Cs )]

Donde Emax es la entropía máxima y Cs es el número total de combinaciones de estatus posibles. Teniendo en cuenta el estatus o estado que corresponde con cada transición (estudiante, activo, emancipado, viviendo en parea y padre/madre, más su respectivos dicotómicos, no es estudiante, no es activo, etc.) las posibles combinaciones de estatus son 32, aplicando la formula anterior la entropía máxima es 3,466. Este dato es instrumental y se utilizará como referente para transformar en porcentaje los índices de entropía obtenidos en cada caso.

Es necesario enfatizar las posibilidades y limitaciones del análisis que nos ofrecen los datos disponibles en esta encuesta. El tamaño muestral en la ECV es aceptable, ya que para el colectivo que está siendo objeto de estudio (jóvenes de 17-34 años) estaríamos ante un tamaño muestral de en torno a 8000 casos, dependiendo del año al que pertenezca el fichero utilizado para cada caso. La primera de las limitaciones se deriva de la base de datos utilizada, puesto que se trata de una encuesta por muestreo. La ECV tiene una calidad reconocida por su rigor en la obtención y tratamiento de los datos que supone una garantía en sí misma, y dispone de una variable factor de ponderación que minimiza en parte la posible distorsión de los datos cuando estos son escasos y se cruzan varias variables. Por otra parte, los datos no permiten un análisis estricto sobre cómo se están produciendo las respectivas transiciones con el propósito de definir posibles tipologías de transición (por ejemplo trayectorias de adscripción familiar, trayectorias de precariedad, trayectorias erráticas o de bloqueo) para lo que sería necesario un estudio longitudinal amplio que la ECV no permite. La encuesta posibilita únicamente describir las diferencias en cuanto a la estructura de las transiciones, cuándo se producen, en qué intervalo de tiempo, su heterogeneidad y cuándo terminan. Y, por último, la encuesta no permite analizar la posible reversibilidad de las transiciones, lo que pone de manifiesto la limitación que supone un enfoque de transición que contempla únicamente una secuencia de eventos lineal y rígida de transición hacia la adultez (finalización de los estudios, incorporación al mercado laboral, emancipación residencial, vida en pareja y ser padres). No obstante, las investigaciones realizadas para España, subrayan la reducida reversibilidad de los eventos (Casal et al., 2006)


ANÁLISIS DE RESULTADOS


Edad media de las transiciones

Los resultados sobre el momento (timing) en que ocurren los eventos se recogen en la Figura 1 destacando el aumento de casi un año en la edad a la que se producen la transición escolar y la transición laboral. Esta tendencia estaría relacionada con la prolongación del tiempo de formación y las dificultades que tienen los jóvenes para incorporarse al mercado laboral durante la crisis económica. Por otra parte, la edad en la que se produce la emancipación, el inicio de la vida en pareja y la maternidad/paternidad no parecen experimentar cambios sustantivos, aunque sí se observa un relativo retraso en estas transiciones, especialmente la que se refiere a la formación de la pareja. Se trataría de una respuesta lógica ante las incertidumbres que ha provocado la crisis económica en el ámbito laboral y económico de los jóvenes, dificultando la toma de decisiones sobre la formación de la pareja y la familia.


Figura 1. Edad media a la que se producen las transiciones para los jóvenes de entre 17 y 34 años de edad
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Fuente: Elaboración propia con datos de la ECV.


En la Figura 2 se presenta la edad media en la que se producen las respectivas transiciones en el mismo periodo 2007 al 2015, pero en años alternos y comparándolas por sexo. La lectura de los datos es similar a la de la figura anterior, es decir, destaca el ligero aumento progresivo de la edad media a la que se producen las transiciones desde el comienzo de la crisis hasta la salida de esta, y especialmente en las transiciones escolar y laboral. En la Figura 2 se comparan las transiciones de ambos sexos y se observa con claridad cómo, por una parte, las transiciones escolar y laboral coinciden y cómo las mujeres tienen una edad media mayor en 0,3 años que los varones en ambos eventos. La edad media, tanto de las mujeres como de los varones, habría aumentado un año hasta 2013, con tendencia a disminuir en el año 2015 para ambas transiciones. Con relación a la transición residencial, se observa una diferencia entre ambos sexos en la edad media de 0,5 años más para los varones que para las mujeres en todo el periodo. En términos generales habría aumentado la edad media en medio año para ambos sexos, con una edad media de 30,9 años en varones y de 30,5 años en mujeres. En lo que respecta a la edad media en las transiciones a la vida en pareja y parental se observa una diferencia entre los varones y mujeres de un año más para los varones, y un aumento de medio año aproximadamente para ambos sexos en todo el periodo considerado.


Figura 2. Edad media a la que se producen las respectivas transiciones por sexo
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Fuente: Elaboración propia con datos de la ECV.


Ante lo sutil de las variaciones en la evolución de la edad media a la que se producen la transición residencial, a la vida en pareja y parental, se ha considerado oportuno el incluir un análisis de regresión logística binaria que mida la significación estadística de los datos y la dirección en la que se producen los cambios. Los p-valor que se reflejan en la Tabla 1 muestran la significación estadística de los resultados. Todas las variables consideradas presentan un p-valor inferior a 0,05, lo que nos está indicando que la variable independiente es estadísticamente significativa. El signo del coeficiente estimado del modelo B aporta la dirección en la que se produce la probabilidad, cuando es positivo está indicando que aumenta la probabilidad de ser activo, emancipado, tener pareja, etc., y negativo a la inversa (ver tabla 1). El análisis de regresión muestra cómo en los años de crisis y de poscrisis la probabilidad de emanciparse disminuye con respecto a los años anteriores a la crisis, considerando precrisis 2006 y 2007, crisis 2011 y poscrisis 2014 y 2015. En los periodos de crisis y poscrisis la probabilidad de tener pareja disminuyó con respecto a los años anteriores a la crisis y, por último, en los años de crisis y poscrisis la probabilidad de ser padre también disminuye con respecto a los años anteriores a la crisis. Estos datos coincidirían claramente con los cambios observados en la evolución de la edad media en relación a la emancipación residencial, la vida en pareja y la transición parental. En la regresión logística se han utilizado todas aquellas variables de las que ofrece la ECV consideradas relevantes en los procesos de transición.


Tabla 1. Análisis de regresión logística para las variables emancipación, vida en pareja y parental

Variables predictoras seleccionadas T. residencial Vida en pareja T. parental
B (ET) p-valor B (ET) p-valor B (ET) p-valor
Edad 0,31 (0,01) < 0,001 0,30 (0,01) < 0,001 0,30 (0,01) < 0,001
Sexo (mujer vs. hombre) 0,68 (0,04) < 0,001 0,75 (0,04) < 0,001 0,81 (0,05) < 0,001
Estudios
Ed. primaria Ref
Ed. secundaria -0,07 (0,07) 0,356 -0,08 (0,07) 0,255 -0,36 (0,08) < 0,001
Ed. superior -0,43 (0,08) < 0,001 -0,53 (0,08) < 0,001 -1,25 (0,09) < 0,001
Cursando estudios (sí vs. no) -0,79 (0,06 < 0,001 -1,24 (0,08) < 0,001 -1,45 (0,10 < 0,001
Situación (activos vs. no activos) 0,33 (0,06) < 0,001 -0,02 (0,07) 0,828 0,57 (0,07) < 0,001
Hogar en riesgo de pobreza (sí vs. no) 0,38 (0,05) < 0,001 0,07 (0,05) 0,189 0,64 (0,06) < 0,001
Año
Precrisis Ref
Crisis -0,10 (0,05) 0,024 -0,25 (0,05) < 0,001 -0,21 (0,05) < 0,001
Postcrisis -0,18 (0,05) < 0,001 -0,24 (0,05) < 0,001 -0,20 (0,06) < 0,001
Hábitat (urbano vs. rural) 0,01 (0,04) 0,862 -0,09 (0,04) 0,039 -0,17 (0,05 < 0,001

Fuente: Elaboración propia con datos de la ECV años 2006-2007-2011-2014-2015.


Duración e intervalos de las transiciones

La Tabla 2 muestra el intervalo de años que duran las transiciones en cada uno de los periodos considerados por sexo, con el fin de tener una secuencia más clarificadora de la evolución del proceso. En lo que se refiere a la transición escolar no se observan diferencias significativas en la duración de las mismas por sexo, destacando la prolongada duración de las mismas (entre 12 y 13 años). Se observa que la crisis económica ha retrasado en dos años la transición escolar en el colectivo masculino y un año entre las mujeres. En cuanto a las transiciones laborales, la pauta es prácticamente similar, aunque finaliza antes en el caso de las mujeres hasta el año 2011, siendo similar a la de los varones en el año 2015. Esto se puede explicar en base al hecho de que en los primeros años de la crisis, el desempleo afectó más a los varones que a las mujeres (Dolado, 2015). En cuanto a la transición residencial destaca en primer lugar el hecho de que se inicia relativamente tarde (26-27 años en el caso de los varones y 25-26 años en el caso de las mujeres). Esta transición dura menos que las anteriores, aunque se prolonga hasta los 34 años, tanto en varones como en mujeres. Por otro lado, destaca el hecho de que la crisis habría retrasado ligeramente el comienzo de la transición residencial, pero no de forma sustantiva como cabría esperar. Si nos referimos a la formación de la pareja destaca el hecho de que las mujeres inician su relación en pareja con dos años de diferencia respecto a los varones. Esto se puede explicar en base a la diferencia de edad entre los cónyuges o a la diferencia en el tipo de relación de pareja, fenómenos documentados en numerosos estudios (Castro Martín, 2003; Domínguez-Folgueras y Castro Martín, 2008; Instituto Nacional de Estadística, 2010; Miret, 2007; Pereiro, Pace y Didonna, 2014). También la incidencia de la crisis habría tenido algún tipo de incidencia en el comienzo de la relación de pareja, ya que en los años centrales de la crisis se retrasa tanto para hombres como para mujeres. La misma tendencia se observa en la transición parental, aunque es preciso subrayar que en el caso de los varones no se observan cambios significativos en el período considerado, pero sí en el caso de las mujeres, quienes en el año 2007 comenzaban a ser madres a los 26 años y en el año 2015 a los 27. Este retraso podría quizás estar asociado con las consecuencias económicas que la crisis ha tenido en el colectivo juvenil.


Tabla 2. Duración de las transiciones escolar, laboral, residencial, conyugal y parental por sexo
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Fuente: Elaboración propia con datos de la ECV.


La heterogeneidad de las transiciones

Las Figuras 3 y 4 representan los índices de entropía para cada cohorte de edad y para los años 2007 y 2015 por sexo. En ambos gráficos las secuencias representadas siguen una línea de U invertida, lo que significa que la heterogeneidad de las transiciones a la vida adulta es menor en los primeros años y aumenta en los últimos años de la juventud para decrecer y estabilizarse en el periodo de la adultez (Fussell, 2005). Las Figuras 3 y 4 permiten apreciar que los índices de entropía son mayores en el colectivo femenino que en el masculino en todo el período considerado. Esto podría estar significando que en las mujeres la heterogeneidad de las transiciones es más compleja y diversa que en el caso de los varones, debido entre otras razones a factores culturales relacionados con roles de género tradicionales asociados a la formación de la familia y el rol de madre (Crespi y Moreno Mínguez, 2017). Esto podría explicar que las transiciones de las mujeres sean menos lineales que las de los hombres, puesto que se debaten entre adaptarse a los cambios del nuevo escenario laboral y familiar, y los tradicionales roles de género asociadas al rol de madres y cuidadoras implícitos en las transiciones femeninas, mientras que las de los hombres son más estandarizadas y lineales en términos comparados.


Figura 3. Índice de entropía antes de la crisis económica por sexo
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Fuente: Elaboración propia con datos de la ECV años 2006-2007-2014-2015.



Figura 4. Índice de entropía en la salida de la crisis por sexo
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Fuente: Elaboración propia con datos de la ECV años 2006-2007-2014-2015.


Entre los varones el índice de entropía no experimenta cambios sustanciales entre los dos periodos considerados, con la excepción de la cohorte de los jóvenes de menos edad, colectivo en el que el índice de entropía disminuye 10 puntos. Este dato tendría clara relación con las dificultades de acceso al mercado laboral y la etapa formativa en la que se encuentran inmersos estos jóvenes. Podríamos decir que lo mismo ocurre entre las mujeres, pero en menor medida, pues incluso en periodos de bonanza económica las mujeres tienen más dificultades para incorporarse al mercado laboral y además permanecieron más tiempo formándose. En términos comparados se observa que aunque se mantiene la mayor complejidad y heterogeneidad entre las mujeres que entre los hombres durante el período considerado, sí se aprecia que se reduce la heterogeneidad entre ambos colectivos durante la crisis. Esto podría estar significando que los efectos de la crisis han hecho que las mujeres asimilen parte de los comportamientos transicionales de los hombres, tendiendo a ser más estandarizados, especialmente en las cohortes inferiores (17-19 y 20-22 años). Las razones de este fenómeno habría que buscarlas en los posibles efectos que ha tenido la crisis en las expectativas familiares y laborales de las mujeres. Mientras que antes de la crisis formar una pareja y tener hijos era una decisión que en muchas mujeres se anteponía a la estabilidad laboral, los efectos devastadores de la crisis en el empleo pueden haber contribuido a cambiar estas prioridades en el colectivo femenino (Vieira y Miret, 2010).

Hemos incorporado otro indicador para complementar el análisis de heterogeneidad en las transiciones. En la Figura 5 se presentan los porcentajes de jóvenes que habrían experimentado todos los eventos de transición (no estudiarían, serían activos, estarían emancipados, vivirían en pareja y serían padres o madres).


Figura 5. Evolución en el porcentaje de los jóvenes que habrían completado los cinco eventos de transición por sexo y grupos de edad
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Fuente: Elaboración propia con datos de la ECV.


Los datos corroboran lo ya observado en los análisis realizados anteriormente. Destaca el hecho, como cabía esperar, de que en el intervalo de los jóvenes de menor edad el porcentaje de quienes han completado todo el proceso de transición son muy pocos, por lo que no es posible realizar un análisis más allá de su poca significación, no obstante sí es posible observar cómo la secuencia que corresponde a las mujeres está ligeramente por encima de la que corresponde a los varones, lo que indica que dentro de los pocos jóvenes que habrían completado sus procesos de transición a estas edades, estos son mayoritariamente mujeres. Destaca el hecho de que son las mujeres quienes más han completado todos los eventos de transición en toda la serie, desde el año 2007 al año 2015 (en torno al 7%), mientras que los varones, aunque en el comienzo de la serie se sitúan muy próximos a las mujeres, desciende el porcentaje progresivamente hasta situarse por debajo del 5% en el año 2015. En definitiva, las mujeres completarían antes las transiciones a la vida adulta en todos los grupos de edad con pequeñas variaciones a lo largo de la crisis económica, mientras los varones retrasarían más este proceso, habiéndose acentuado las diferencias con las mujeres durante el período de crisis económica.




DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS


El artículo ofrece una interpretación crítica sobre los cambios acontecidos en las transiciones juveniles en España para el período 2007-2015 desde la perspectiva del life course. Los resultados sugieren que, contrariamente a lo que cabía esperar pese a los efectos de la crisis económica sobre la población joven, las transiciones en cuanto a su estructura se mantienen relativamente estables, sobre todo en lo que se refiere a la formación de la pareja y la salida del hogar familiar, aunque se advierten ligeras diferencias que son expresivas de los efectos de la crisis económica. Con respecto al momento en el que se producen las transiciones los resultados apuntan a un relativo retraso en la finalización de los estudios y en la incorporación al empleo, mientras que no se observan cambios significativos en el momento de salir del hogar familiar, la formación de la pareja y la llegada de los hijos en el período considerado. En lo que se refiera a los intervalos de duración de las transiciones los resultados reflejan una prolongación en la finalización de los estudios y también que se pospone ligeramente la formación de la pareja y la maternidad/paternidad. Lo realmente destacado en este análisis descriptivo son las diferencias observadas por sexo. Las mujeres adelantan las transiciones residenciales, la formación de la pareja y la maternidad en comparación con los hombres y, en general, sus transiciones son menos prolongadas. Esto podría ser un indicio de la posible incidencia normativa de los roles de género diferenciados, pero también de los efectos de la desestandarización en las transiciones de las mujeres que optarían por estrategias más flexibles y menos lineales en la formación de la familia y el empleo (Cuervo y Wyn, 2017; Miranda y Arancibia, 2017, aunque la crisis habría matizado esa tendencia. De las mujeres se espera que sean madres y formen la pareja, mientras que en los hombres las expectativas están más vinculadas a consolidar su situación laboral y económica (Crespi y Moreno Mínguez, 2017). En definitiva estos resultados parecen confirmar que las transiciones se han complejizado más para las mujeres que para los hombres.

En cuanto al tercer elemento de análisis referido a la heterogeneidad, medida a través del índice de entropía, cabe destacar como conclusión general y en concordancia con lo mencionado anteriormente que la complejidad no ha aumentado e incluso se ha reducido ligeramente durante la crisis. Desde una perspectiva de género se observa que las diferencias entre hombres y mujeres se han reducido, siendo mayor en todo caso la complejidad entre las mujeres. En definitiva, todo parece apuntar a que los comportamientos transicionales entre hombres y mujeres tienden a igualarse como consecuencia de los efectos de la crisis. Estos datos españoles contradicen en parte los resultados de Furstenberg (2013), según los cuales no hay tendencia convergente entre hombres y mujeres en las trayectorias transicionales. De hecho, a la luz de estos resultados podríamos interpretar que los efectos de la crisis, la precarización del mercado laboral y el aumento de la incertidumbre en España han atenuado una tendencia que se observaba antes de la crisis relativa a una mayor complejidad y desestandarización de las transiciones, fundamentalmente en las mujeres. Podríamos decir que las mujeres antes de la crisis eran más modernas que los hombres y arriesgaban más en los procesos transicionales. Después de la crisis aun siendo las transiciones de las mujeres más flexibles y desestandarizadas que las de los hombres tienden a reducir esas diferencias. Por tanto, una de las principales aportaciones de este análisis es que los jóvenes definen sus trayectorias transicionales en función de condiciones contextuales que actúan de diferente manera para hombres y mujeres (Lesthaeghe, 2010; McDonald, 2006; Woodman y Wyn, 2015). En definitiva, los jóvenes trazan trayectorias diversas según sexo dependiendo del contexto económico, institucional y cultural en el que definen sus propios itinerarios vitales (Blossfeld, Mills, Klijzing y Kurz, 2005; Buchmann, 1989). Esto se traduce en que los jóvenes de una misma cohorte no definen de la misma forma sus trayectorias en las diferentes dimensiones descritas según sean hombres o mujeres (Mayer, 2009), advirtiéndose un efecto relativo de la crisis económica en este índice de heterogeneidad para el caso español.

Estos resultados parecen coincidir con la tesis de que las transiciones de las mujeres son más complejas y diversas que las de los hombres, quienes parecen responder a un patrón más lineal (Brückner y Mayer, 2005; Widmer, Kellerhals y Levy, 2003; Vieira y Miret, 2010; Widmer y Ritschard, 2013). Sin embargo, hay que subrayar que la brecha entre sexos ha disminuido, siendo esta una tendencia que se viene observando desde 1981 y que se ha acentuado durante la crisis económica. También se observa que formar la familia y tener hijos a edades más tempranas es un hecho generalizado entre las mujeres. En concreto el estatus laboral es el que mayor heterogeneidad generaba entre las mujeres en ambos años de referencia en comparación con los hombres. Puesto que estamos trabajando con datos transversales, no queda del todo clarificado si se trata de un tema de edad (si las mujeres anticipan la formación de la familia debido a la incertidumbre del mercado laboral para encontrar empleo) o si se trata de un efecto generacional de las mujeres nacidas en la década de 1980, quienes optarían por formas más plurales de transitar a la vida adulta y combinarían la formación de la familia y la incorporación al trabajo de una forma más flexible y menos estandarizada que los hombres.A este respecto el análisis de entropía ha evidenciado que las transiciones familiares y laborales de las mujeres son más desestandarizadas que las de los hombres en el sentido de que la complejidad y diversidad es mayor entre las mujeres en las diferentes combinaciones de estatus definidos para medir las transiciones. En definitiva, estos resultados plantean el interrogante ya apuntado por Krüger y Levy (2001) de si los efectos de la desestandarización podrían estar generando una posible re-tradicionalización de los roles de género o por el contrario son el resultado diferenciado de los efectos que la crisis está generando según la estructura de oportunidad de pertenecer a diferentes posiciones socio-económicas (Biggart, Furlong y Cartmel, 2008). En definitiva, podríamos estar en un nuevo escenario social y económico en el que las desigualdades de género tienden a reducirse, pero se siguen reproduciendo en un contexto de mayor individualización, incertidumbre y flexibilidad. Las aportaciones de esta investigación abren el camino a posibles nuevas investigaciones que incorporen la perspectiva longitudinal y de género en el análisis de las transiciones a la vida adulta en España con el fin de identificar procesos de desigualdad que se producen en estos procesos.

Estos resultados sobre las diferencias de género observadas en las transiciones juveniles en España deberían centrar el foco de atención de las políticas de empleo y de conciliación laboral y familiar destinadas a los jóvenes con el fin de diseñar estrategias que contribuyan a reducir la desigualdad de género observadas en las transiciones juveniles.




FINANCIACIÓN


Este artículo se ha redactado dentro del proyecto de I+D+I (CS0215-69439-R), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, cuya investigadora principal es Almudena Moreno Mínguez.


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NOTA BIOGRÁFICA

Almudena Moreno Mínguez es Doctora en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona y Profesora Titular de la Universidad de Valladolid. Es experta en temas de juventud, familia y género. Ha realizado varios informes sobre la situación de la juventud en España para diversas instituciones y ha participado en numerosas investigaciones en el ámbito internacional y nacional. Recibió el Premio Internacional de Jóvenes Sociólogos de la Asociación Internacional de Sociología. Ha sido profesora e investigadora visitante en la Universidad de Oxford, Chicago y Stirling, entre otras. Es autora de numerosas publicaciones sobre jóvenes, cambio familiar, Estados de bienestar y género.

F. Javier Sánchez Galán es Profesor Asociado en la Universidad de Valladolid en el Departamento de Sociología y Trabajo Social y tutor en el Centro Asociado de la UNED en Segovia. Doctor en Economía por la Universidad de Valladolid. Líneas de investigación juventud y desigualdad.