Artículos / Articles

DOI: 10.22325/fes/res.2020.77

Generación, capital militante y activismo juvenil: los movimientos sociales desde dentro


Generation, militant capital and youth activism: The social movements from inside


Eduard Ballesté Isern ORCID

Universitat Pompeu Fabra, España eduard.balleste@upf.edu

José Sánchez García ORCID

Universitat Pompeu Fabra, España jose.sanchez@upf.edu

Revista Española de Sociología (RES), Vol. 29 Núm. 3 - Sup2 (Junio - Diciembre, 2020), pp. 113-130. ISSN: 1578-2824


Recibido / Received: 29/09/2020
Aceptado / Accepted: 03/11/2020




RESUMEN

El concepto de generaciones de Mannheim, aplicado al estudio de los movimientos sociales españoles, permiten comprender las lecturas diferenciadas que se han dado sobre un evento concreto (el 15M). Dichas lecturas muestran las diferenciaciones que se viven dentro de los movimientos sociales post-15M entre agentes y grupos variados. En este trabajo, como estudio de caso se analizará la participación de jóvenes en la Plataforma de Afectados por las Hipotecas de Lleida para comprender sus maneras de entender el activismo político y la qué relación tienen con su generación y la constitución de unidades generacionales diferenciadas. A través de la realización de un estudio etnográfico (2014 a 2017), se han podido reconstruir los diferentes formatos históricos que ha tenido la PAH a partir de variables como las relaciones de poder internas, las acumulaciones diferenciadas de capital militante entre miembros y, por último y central en este trabajo, de las diferenciaciones generacionales. Como resultado se han distinguido dos formas de entender la política activista ‒reformista y rupturista‒ que conviven en el interior de la PAH y que, según cual de ellas tiene más poder, condicionan su funcionamiento interno y externo. Ambas posturas tienen una clara relación con las diferenciaciones generacionales de los participantes.

Palabras clave: Unidad generacional; movimientos sociales; jóvenes; PAH; capital militante.



ABSTRACT

The concept of Mannheim generations, applied to the study of the Spanish social movements, allow to understand the differentiated readings that have been given on a concrete event (15M). These readings show the differences that are experienced within the post-15M social movements between agents and varied groups. In this work, as a case study we will analyze the participation of young people in the Platform of People Affected by the Mortgages of Lleida to understand their ways of understanding political activism and what relationship they have with their generation and the constitution of differentiated generational units. Through the realization of an ethnographic study (2014 to 2017), it has been possible to reconstruct the different historical formats that PAH has had from variables such as internal power relations, differentiated accumulations of militant capital among members and, by last and central in this work, of generational differentiations. As a result, two ways of understanding activist politics ‒reformist and rupturist‒ that coexist within the PAH and which, according to which of them have more power, condition their internal and external functioning, have been distinguished. Both positions have a clear relationship with the generational differentiation of the participants.

Keywords: Generational units; social movements; youths; PAH; militant capital.




INTRODUCCIÓN: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES POST-15M DESDE UNA ÓPTICA GENERACIONAL


El campo actual de la participación y el activismo político, especialmente el juvenil, ha sufrido una fuerte reconstrucción a través de la influencia que tuvo el movimiento indignado en la mayoría de ciudades españolas. Más allá de las grandes urbes como Madrid o Barcelona, es en las ciudades medias donde podemos explorar de forma más completa y profunda los marcos político-activistas que se abrieron a través del post-15M (Bellet y Llop, 2004; Olazabal y Bellet, 2017; Mansilla, 2015). Recientemente, la aparición de numerosos trabajos científicos que han buscado analizar el 15M y sus efectos se han centrado en analizar, a grandes rasgos, su propia evolución y la aparición de nuevos movimientos o partidos políticos vinculados a este (Feixa y Nofre, 2013, Castells, 2012; Subirats, 2015a; 2015b). En este artículo, partiendo del análisis local, investigaremos las trayectorias políticas que han seguido los jóvenes que participaron en el 15M (y que, en algunos casos, ya se encontraban políticamente activos con anterioridad) para considerar las consecuencias que para ellos tuvo dicho movimiento (Ballesté, 2018).

Las movilizaciones de 2011, y el 15M específicamente, visibilizaron la aparición de una doble vertiente contestataria; un doble camino que significaba la materialización de dos “almas” activistas en función de las formas, los discursos, las acciones y el caminar político que se siguió ya en el mismo movimiento (Taibo, 2011). Por un lado, muchos de los participantes del 15M buscaron resituar el marco de relaciones entre la economía de mercado, el papel del gobierno y los intereses de la gente (Fontana, 2013). Un camino que, de forma resumida, buscaba volver hacía etapas anteriores de un cierto “capitalismo de rosto humano”. Por otro lado, en el mismo 15M nacían proyectos políticos que buscaron superar el marco del sistema capitalista neoliberal y plantear nuevas formas de organizarse en la vida colectiva. Ese camino, heredero de movimientos políticos anteriores como por ejemplo el anarquismo (Graeber, 2013; Santos y Mendes, 2017), mostraba la necesidad de articular proyectos políticos diarios que mostrasen respuestas políticas cotidianas al modelo imperante. En definitiva, se trata de una diferenciación activista que podemos resumir entre proyectos de reforma o de ruptura y que se manifiesta de forma continua en los movimientos sociales que aparecen en el post-15M (Doménech, 2014; Taibo, 2011).

Mientras la propuesta política reformista apostaba por establecer marcos comunes de unión y aunar cuantas más afinidades mejor, el “proyecto” rupturista se centraba en manifestar la peligrosidad de generar marcos tan amplios de unión que desdibujasen las finalidades políticas de cada movimiento (Taibo, 2011; Candón Mena, 2013; Rodríguez, 2016). Asumiendo la división entre rupturistas y reformistas apuntada, el presente trabajo trata de comprender si esas diferencias responden a condicionantes generacionales. El análisis que se realizará tendrá como variables significativas la edad y la idea de unidad generacional para comprender la continuidad de esas formas políticas bifurcadas pasado el 2011 y comprender qué papel tienen en la actualidad los jóvenes activistas en los movimientos sociales locales.

El 15M se entiende como un acontecimiento generacional que afectó, aunque de formas diferentes, a distintos grupos generacionales presentes en las plazas, al mismo tiempo que tuvo su impacto específico en las distintas unidades generacionales presentes en el 15M. Las diferentes influencias que tuvo el 15M en cada unidad generacional permiten observar y entender la evolución de los movimientos sociales en el post-15M. Con ello, si atendemos a que el 15M, como evento generacional, ha sido percibido e interiorizado de formas diversas por los participantes en función de la edad, pero también de la clase social, del género, de las trayectorias militantes, podremos comprender qué posición ocupan los jóvenes en los movimientos sociales actuales y también qué diferencias existen entre ellos en función de las otras variables interseccionales.

La aplicación de las teorías generacionales de Mannheim a los procesos políticos aquí estudiados, nos permitirá visibilizar esas “lecturas” diferenciadas sobre el evento generacional (el 15M), al mismo tiempo que comprender cómo dichas diferencias permiten entender las disputas que se viven en la actualidad dentro de los movimientos sociales locales. Para ello, como estudio de caso, se analizará la participación de jóvenes en la Plataforma de Afectados por las Hipotecas de Lleida (PAH en adelante) para observar y analizar sus maneras de entender el activismo político y qué relación tienen con su generación y si, en su interior, cristalizan unidades generacionales diferenciadas. Así, a partir de la relevancia que Mannheim otorgó a los jóvenes como agentes de cambio, observaremos si la cristalización de unidades ideológicas diferenciadas en el grupo obedece a maneras diversas de percibir y comprender el mismo evento generacional. Para Mannehim las dinámicas históricas siempre se traducirán en realidades generacionales, las cuales serán llevadas adelante por agentes sociales activos dentro de sus respectivas restricciones estructurales, condicionados por su posición de clase.

Por último, y acorde con lo señalado, el objetivo del análisis es incorporar la variable generación en el análisis del funcionamiento interno de los movimientos sociales y del campo activista, para entender la materialización de esas dos posturas activistas (reformista y rupturista) y generar marcos de comprensión que nos permitan entender las formas de participación política juvenil actuales.


TEORÍA DE LAS GENERACIONES Y ACTIVISMO POLÍTICO


Las evoluciones diferenciadas que se producen en el 15M y reproducen en el post-15M, manifiestan las formas de acción diferentes que se traducen en luchas, pugnas o disputas por el liderazgo dentro de los movimientos sociales. La perspectiva generacional apuntada en los trabajos de Mannheim sobre generación, evento o acontecimiento generacional y unidad generacional (Mannheim, 1952), pocas veces utilizada en el estudio de los movimientos sociales, nos permitirá ubicar la edad (así como otras variables identitarias interseccionales que la acompañan) en la comprensión del papel que juegan ciertos jóvenes en los movimientos sociales actuales.

Para Mannheim es vital comprender las diferenciaciones entre los diversos grupos que forman una generación ya que visibilizan la aparición de unidades específicas, dotando de hetereogeneidad a la edad (o la generación). Si atendemos a esta heterogeneidad, la simple separación generacional realizada sobre una base biológica no proporciona un fundamento sólido para el análisis del proceso de cambio social. Mannheim (1952) distingue entonces entre (1) la conexión generacional, (2) la generación como actualidad y (3) la unidad generacional. En primer lugar, la conexión generacional se refiere a los individuos que se encuentran dentro de la misma generación simplemente en virtud del lugar de nacimiento y el momento del ciclo biológico. Sin embargo, más allá de la ubicación, las generaciones pueden dividirse en distintos grupos a través de la visión de un destino común para cada uno de ellos. Esas divisiones son entendidas como “unidades generacionales” (Mannheim, 1952) ya que las personas experimentan el acontecimiento a partir de distintos capitales sociales, recorridos biográficos y memorias históricas, respondiendo, entonces, de maneras diferentes al evento generacional conectivo.

Los jóvenes aquí estudiados, aunque conformantes de una misma generación, construirían unidades generacionales específicas en función de los significados que le dan a eventos históricos comunes como, por ejemplo, el 15M (Edmunds y Turner, 2002). En un sentido similar, el 15M no puede ser comprendido como un evento generacional único, sino que afecta de forma simultánea a distintas generaciones, lo que permite generar marcos conectivos entre grupos, al mismo tiempo que distorsiones y respuestas específicas sobre la visión “hegemónica” que se le atribuye al acontecimiento. Es decir, el evento, aunque entendido como evento común, genera significados diferentes entre generaciones y también dentro de una misma generación produciendo, con ello, unidades generacionales específicas y “opuestas”.

El análisis no estaría completado sin un abordaje de la cuestión desde la teoría de capitales de Bourdieu (2000a; 1999), adaptada al campo de los movimientos sociales a partir del concepto de “capital militante” (Matonti y Poupeau, 2004). Dicho capital se adquiere en función de las experiencias y saberes acumulados en espacios de lucha y militancia de los agentes, como por su facilidad en la expresión oral, su mayor o menor implicación en los colectivos o espacios políticos y las redes de contactos que tienen en el campo, entre otros (Ballesté, 2018).1 Esos capitales específicos que aparecen en el campo de los movimientos sociales permiten observar el rol diferenciado que ocupa cada agente en los espacios donde participa y entender las distintas “participaciones o lugares de poder” que se viven en una asamblea, en una acción o en una reunión. Así, la aplicación de la idea de capital militante en el análisis micro de la evolución de los movimientos sociales permite, al mismo tiempo, la utilización de diferentes perspectivas teóricas como las relacionadas con el “liderazgo(s)” y la normalización (Foucault, 2012), como también aquellas relacionadas con el campo político y sus relaciones/luchas de fuerza internas (Bourdieu, 2000b). La conjugación de todas ellas permiten observar, por un lado, las relaciones internas desiguales y, por el otro, las implicaciones que tiene en el propio movimiento la participación juvenil politizada con un alto capital militante; es decir, relacionar las formas de participación política con cuestiones generacionales atendiendo no sólo a su presunta homogeneidad por razones biológicas, sino asumiendo que se producen cristalizaciones diferenciadas en la forma de entender el activismo político como consecuencia de la pertenencia a diferentes unidades generacionales.

En última instancia, la posición que cada agente y movimiento ocupa en el campo activista nos permitirá indagar en la posición que dicho grupo generacional tiene dentro del espacio social general. Siguiendo a Bourdieu, el espacio social seria como un campo de campos o espacio de espacios (Bourdieu, 1999; Wacquant, 2017), en el cual se relacionan distintos agentes con capitales variados lo que les posiciona en un lugar específico -más o menos central- (Bourdieu, 2000b). Dicha posición delimitará la visión que el ciudadano, los medios de comunicación, los políticos institucionales, entre otros, tienen de cada agente y grupo generando procesos de aceptación o marginalización (Solís y Ballesté, 2018). Así, el campo del activismo como espacio específico, se inserta también dentro del campo político general (Bourdieu, 2000c; Ballesté, 2018), generando posiciones bifurcadas entre “profesionales” y “profanos” de la política (Bourdieu, 2000c). Ese doble posicionamiento permite comprender las normas generales que rigen el campo (hegemonizadas por aquellos militantes que, con un alto capital político, acumulan el poder), abriendo el camino a otros militantes, “profanos”, para revertirlas, reajustarlas o abrir nuevos marcos de los posible (Bourdieu, 2000c; Gledhill, 2000). En nuestro caso, nos centraremos en las disensiones que, en el campo del activismo, se producen alrededor de las formas de manifestación/acción hechas hegemónicas, y que permiten observar la forma en que distintos agentes buscan perpetuarlas o mantenerlas como las únicas válidas frente a otros que buscan revertirlas (Ballesté, 2018). En esa diferenciación de roles de poder, la edad, en tanto que una opresión interseccional relacionada con la clase, el género o la procedencia, ocupa una posición importante para comprender las dominaciones adultocéntricas que se producen en los movimientos sociales (Duarte, 2012).

A partir de la relación entre las teorías de campos y capitales y las aportaciones en torno al concepto de generación, podremos generar un acercamiento teórico y metodológico que permita examinar las formas actuales de participación política activista que tienen los jóvenes post-15M para entender a qué se deben dichas diferencias. En definitiva, observaremos luchas por el control de las formas de actividad política en el colectivo de la PAH Lleida entre maneras hegemónicas surgidas del 15M y otras alejadas de lo establecido o convencional, que sitúan estos espacios políticos como lugares para la expresión y emergencia de nuevas dinámicas, ampliando el campo de lo posible (Aguiló, 2017).


ETNOGRAFIANDO JÓVENES POLÍTIZADOS: APROXIMACIÓN METODOLÓGICA


El análisis se basa en un estudio etnográfico sobre participación política en el post- 15M (Mansilla, 2015) de jóvenes que, en distintas formas y formatos, participaron en el movimiento indignado en Lleida. El trabajo de campo se realizó en la ciudad por un período casi ininterrumpido de 2 años (finales de 2014 a principios de 2017), siguiendo los principales agentes de movilización presentes en el campo político activista de la ciudad: la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, la Marea Blanca y los Colectivos Anticapitalistas, aunque en este análisis se focalizará en el colectivo de la PAH, al tratarse de un espacio político donde conviven diferentes sensibilidades activistas (Colau y Alemany, 2013). En ese sentido, se realizó un seguimiento exhaustivo de manifestaciones, acciones y eventos específicos de cada movimiento para comprender qué herencias dejó el 15M y cómo viven ese post-15M los distintos jóvenes estudiados.

Para “dar voz” y construir una especie de análisis compartido (Arribas, 2015; Piñeiro y Diz, 2018), los propios agentes participantes de los movimientos han sido entrevistados a lo largo del trabajo de campo (35 entrevistas), mezclando distintas personas de distintos perfiles de cada grupo político (tanto jóvenes de colectivos anticapitalistas, activistas participantes de la PAH, militantes de partidos políticos o sindicalistas de diversas edades). Con ello, se pretendió observar las interrelaciones generacionales en el interior de cada movimiento y comprender qué función juega la categoría “joven” en la evolución reciente del activismo político de la ciudad. Al mismo tiempo, para contrastar esas posturas políticas diferenciadas en el interior de cada grupo, se realizaron tres grupos de discusión con personas de diferente perfil (adultos y jóvenes, con participación anterior o no, con militancia o no en partidos políticos, entre otros) y así poder recoger la evolución de cada movimiento desde distintos puntos de vista.

Además, la contextualización de los datos recogidos se basa en un análisis de los medios de comunicación locales (principalmente, el periódico Segre y la Mañana, ambos locales, y el telediario Comarques de Tv3). El contraste entre lo observado con lo relatado por esos medios, sobre todo después de una gran acción o un evento específico, permitió construir las disonancias existentes entre la visión de los activistas y la visión expresada por dichos medios. A todo ello se le sumó una etnografía “menos constante” con los distintos agentes que conforman el campo político (Bourdieu, 2000c) de la ciudad: partidos políticos, sindicatos y otros agentes, para observar la relación entre activistas, movimientos y posiciones ocupadas dentro del campo general.

Por último, metodológicamente el estudio se enfocó a través de tres puntos de vista analíticos. Por un lado, la realización de un trabajo de campo implicado o comprometido que permitió una aproximación continuada y en profundidad dentro de dichos movimientos, la construcción de un análisis compartido y, finalmente, la retroalimentación entre producción académica y herramientas para los propios movimientos (co-construcción) (Scheper-Hughes, 1995; Juris, 2007; Graeber, 2009). Como vemos, la investigación se desarrolla en un contexto local con la intención de penetrar en la comprensión de las dinámicas internas que se producen en el seno de asambleas, manifestaciones, acciones o reuniones de dichos movimientos, estableciendo cierta fenomenología de la participación política (Schütz, 1974).

En segundo lugar, la idea de la juventud como grupo específico se toma con una cierta cautela. Entendemos la edad como una categoría interseccional (Yuval-Davis, 2006) que debe ser comprendida a través de su relación con otras (clase social, género, procedencia, religiosidad, entre otras) lo que produce una complejización y problematización del concepto que se acerca más a la comprensión de la categoría como “juventudes” (Duarte, 2000). Así pues, entendemos que dentro de los jóvenes existen distintos mecanismos productores de diferencias y subjetividades diferenciadas a pesar de compartir la misma experiencia histórica, produciendo con ello la muestra de las heterogeneidades internas en ese grupo social indiscutiblemente heterogéneo (Ballesté y Sánchez, 2017; Solís y Ballesté, 2018). Así, los itinerarios cambiantes en las estrategias políticas de la PAH serán el eje para el análisis de las formas de participación y comprensión de la lucha y reivindicación política de los jóvenes activamente comprometidos en contraste con otras unidades generacionales. Al mismo tiempo, este tipo de análisis arrojará luz para comprender la propia evolución del movimiento, así como los diferentes caminos trazados en función de la participación y/o implicación de diversas unidades generacionales. Consecuentemente, esto nos llevará a analizar las distintas identificaciones que se generan en torno a los jóvenes activistas, marcadas por relaciones de poder y de liderazgo que, indudablemente, quedan vinculadas con las experiencias previas, los grados de implicación de cada actor y los capitales activistas acumulados.


POST-15M: LA CONSTRUCCIÓN DE CAMINOS ACTIVISTAS


La crisis generacional que fructificó en la llamada primavera indignada –una rotura (Mannheim, 1952)- se manifestaba de forma especial en la necesidad de encontrar nuevos espacios de participación para los jóvenes que reclamaban su derecho a hablar, a ser y estar (Spivak, 1988; Sánchez y Hakim, 2014; Bayat, 2017). En las plazas se proponía una manera de entender la participación en la toma de decisiones que se distinguía por las formas y las agencias de lo político, creando y tejiendo nuevos espacios y redes politizadas horizontales (Kriger, 2016), en las que los partidos políticos, los sindicatos y otros canales institucionalizados eran, en cierta forma, rechazados (Feixa y Nofre, 2013; Rodríguez, 2016).

Una vez terminadas las acampadas, el movimiento indignado facilitó la composición de grupos “temáticos” de movilización como las mareas en favor de los servicios públicos o la territorialización de las luchas mediante las asambleas de barrio, sentando las bases para un marco renovado en la participación política juvenil (Pastor, 2013; Mansilla, 2015). Por tanto, las luchas sectoriales y marcadamente vecinales aparecieron como el marco en el que los jóvenes del 15-M mantuvieron su apuesta por renovar las formas de lucha, de activismo y de toma de decisiones. Sin embargo, durante el proceso de entrada al campo se comprobó la dificultad por encontrar en las “nuevas expresiones quincemeras” nacientes como la PAH o las mareas a aquellos jóvenes que habían participado en la ocupación de la plaza Ricard Vinyes en Lleida. Muchos de los indignados ya no estaban presentes en estos nuevos espacios políticos, lo que llevaba a pensar en una creciente desmovilización o pérdida de protagonismo de éstos. Sin embargo, a través de las entrevistas iniciales se pudieron establecer tres modelos o tipos ideales (Weber, 2013) de trayectorias políticas individuales que habían tomado los activistas post-15M.2 Atendiendo a los modelos conceptuales propuestos por Della Porta y Diani (2006) para describir la evolución de los movimientos sociales a través principalmente de su interlocución (o no) con el Estado y los poderes facticos, nos proponemos hacer uso de las categorías de ‘desmovilización’ (o proceso de “muerte” del movimiento), ‘institucionalización’ (o asunción por parte de los mecanismos del Estado de algunas de sus demandas) y ‘re-politización’ (o incremento de las demandas políticas y las acciones), debidamente operacionalizadas, para describir la trayectoria política de los informantes juveniles entrevistados. Esas categorías, que definen los tipos ideales de evolución del movimiento, nos permiten acercarnos a los espacios políticos no institucionalizados en los que participan jóvenes, así como la evolución vivida en el post-15M, aunque deben ser observadas como categorías totalmente heterogéneas y en constante movimiento, cambio y, por tanto, fluidez.

En el caso de los “desmovilizados”, podemos observar que buena parte de los jóvenes con un cierto grado de implicación durante el 15M, en una fase post-indignada se encontraban en un proceso de disminución de su participación activista en movimientos como la PAH. Como ejemplo de ello, Pere, sobre esos primeros momentos post-15M, explica “bueno, sí que intentamos mantener las asambleas, pero llegó un momento en que éramos cuatro gatos y durante un tiempo decidimos desactivarlas” (entrevista realizada el 4 de marzo de 2015). A pesar de ello, su desmovilización no era, ni es, total. Muchos de ellos a día de hoy siguen simpatizando de forma puntual con manifestaciones y acciones masivas, apareciendo así de forma esporádica en todo el proceso de recopilación de datos de campo. De alguna manera, podemos afirmar que los jóvenes menos movilizados en la actualidad son aquellos que vivieron el 15M como un arranque político personal, como un momento histórico a través del cual, pensaban, conseguirían todos los cambios que se reclamaban. La actividad política de estos, principalmente los jóvenes, a menudo altamente implicados durante las acampadas, tanto en las discusiones asamblearias como en las comisiones internas del 15M -cocina, organización, medios digitales, etc.-, pasó a ser una participación puntual posteriormente. En ese sentido, Lucía señala “claro (…) la gente más joven que estaba en el 15M, estaban allí un poco por convivencia, por rebeldía porque son jóvenes y… pues… mola mucho estar allá. Pero no tenían muy clara su ideología y después es muy difícil que encuentren su lugar [en el campo político] después” (entrevista realizada el 7 de febrero de 2017).

En segundo lugar, algunos de los activistas con un perfil de edad más avanzada, generalmente personas que habían superado la treintena de años, fueron los que, pasado el 15M, apostaron por la vía institucional como espacio donde luchar por sus derechos. Cabe destacar que en el momento en que se realizó la recogida de datos (2014-1017), el panorama político electoral español estaba marcado por la aparición de nuevas formaciones políticas, siendo Podemos su máximo exponente, adjudicándose el título de herederos de las plazas (Tugas, 2014; Subirats, 2015a; Iglesias, 2015). En ese período, jalonado con cuatro procesos electorales (locales, autonómicas y dos elecciones generales), la exigencia política de las propuestas institucionales de cambio fue creciente, lo que hizo que muchos de aquellos activistas que formaban parte a la vez de movimientos y de partidos, en ese período se centraran en la participación electoralista. Siguiendo con nuestra categorización explicativa, estaríamos frente al “grupo” de activistas institucionalizados.

Por último, como eje para el análisis propuesto sobre las dinámicas de los grupos vindicativos seleccionados, encontramos aquellos que se han venido a denominar repolitizados. Remarcamos la concepción del “re” en sentido de incremento de la politización (y no de un abandono temporal de esta) ya que, como se observó, el 15M provocó, tanto para algunos que se activaron políticamente en él como para otros que ya traían experiencias políticas previas, un incremento de la participación y una adhesión a colectivos activos políticamente, normalmente con posicionamientos cercanos al anarquismo, comunismo o a la izquierda independentista catalana. Este tipo de activistas, por su incremento en la participación política no institucional, serán el centro de nuestro análisis, tanto por su implicación en la plataforma como por las consecuencias de su participación para el propio movimiento. La cuestión es si este tipo ideal de activistas frente a los otros dos tipos descritos, manifiesta una “unidad generacional” diferenciada como consecuencia de trayectorias políticas, formas de vivir y agenciarse el 15M o por la creación de redes militantes en nuevos espacios, y si han conseguido reconfigurar el resto de movimientos y generar una cierta pugna activista frente a otras unidades generacionales presentes en el mismo grupo.

A través de estas tres formas de participación política ideal, y centrando nuestra mirada en el último “grupo”, podemos observar las diferentes implicaciones que han tenido los jóvenes en el post-15M y, con ello, analizar los jóvenes repolitizados como una unidad generacional diferenciada que, por su alta implicación y experiencia, pasan a ocupar lugares centrales en los movimientos donde participan. Como se verá a continuación, esa participación provoca ciertos choques y confrontaciones con los grupos ya presentes en el movimiento, de unidades generacionales o generaciones diferentes, que pugnan con ellos por los roles de poder en cada movimiento.


LA PAH: ¿UN NUEVO REPARTO DE PODER?


Desde la creación de la PAH (2011) en Lleida, existen dos momentos clave que determinan, cada uno de ellos, un nuevo rumbo político y un cambio estructural y simbólico de la plataforma. Una vez constituida la PAH-Lleida, terminado el 15M, el grupo se organizó a partir de la configuración de un portavoz, como figura representativa tanto del movimiento como de los afectados, en su relación con las instituciones, con los medios de comunicación y con las entidades bancarias. Dicho portavoz, tanto por su participación en movimientos anteriores (desde las luchas contra la guerra de Iraq hasta el propio 15M) o en partidos políticos, por su competencia en oratoria y comunicación pública, como por su fuerte compromiso político, se situó como el referente de todo el movimiento en su construcción y constitución. Como vemos, se trataba de un individuo con un alto grado de capital militante reconocido por la propia asamblea, lo que le otorgaba un lugar destacado en la toma de decisiones y en la dirección política del movimiento. Había acumulado este capital militante en etapas anteriores de politización (como, por ejemplo, el mismo 15M) lo que le permitió mantenerse como portavoz a lo largo de más de dos años.

El movimiento, bajo su influencia, adoptó una estrategia basada en la resolución de conflictos y la negociación de forma más o menos individualizada en cada caso; una idea de movimiento cercano al asistencialismo. En este periodo, la participación de los jóvenes (re)politizados fue intermitente, acercándose al movimiento por el atractivo político que ejercían sobre ellos los objetivos de la plataforma, pero distanciándose, al mismo tiempo, al disentir en las formas de acción, la dirección y la función que tenía el movimiento bajo el liderazgo de dicha persona. Pedro, un joven participante del 15M que actualmente milita en un colectivo comunista, nos lo resume de esta forma: “… y entré a la PAH (…) hace 4 años y lo dejé porque estaba “X”… Y lo que veía era superior a lo que podía aguantar y no lo sé, proponía cosas y siempre… No lo sé, controlaban todo el cotarro” (entrevista realizada el 9 de mayo de 2015). En ese conflicto, que se genera por el choque entre los jóvenes que acuden a participar y el formato que tiene el movimiento en esos inicios, empiezan a aparecer indicios de dicha distensión entre generaciones y también entre unidades generacionales, marcadas todas ellas por el 15M como evento espectacular.

Centrando todos estos desacuerdos en la figura que ejercía de portavoz, la participación juvenil fue esporádica, asistiendo sobre todo a acciones y manifestaciones puntuales (como paradas de desahucios o ocupaciones de bancos), sin involucrarse de forma intensa en el funcionamiento interno del movimiento ni en la toma de decisiones. Durante dicho periodo, desde el final del 15M hasta mediados de 2014, la función política ejercida por el movimiento (reformista y negociadora), el formato organizacional adoptado (la figura del líder como portavoz) y el tipo de participación juvenil (re)politizada en esta primera fase (esporádica y desigual), apartó a los jóvenes politicizados del movimiento.

P: Solo hablaban los 3 de siempre y si intentabas hablar te cortaban, etc. Y esa gente también es responsable de haber convertido a la PAH en una gestoría o en una… en una ONG y no en un lugar de lucha, ¿no? Entonces eso se termina pareciendo más a Cáritas que no… que no a un movimiento social de lucha, ¿no? (Pedro)

El segundo momento clave para entender el cambio que sufrió la PAH es el abandono de las funciones y del movimiento del portavoz. A mediados del año 2014, a las puertas de un año repleto de elecciones, el portavoz decidió adherirse a un partido político tradicional de izquierdas de la ciudad. En un proceso polémico, presidido por numerosos debates en torno a la posible captación del movimiento por dicho partido, el líder decidió abandonar el movimiento por motivos éticos cuando se hizo oficial que sería el cabeza de lista de dicho partido.

En lo que siguió, el movimiento vivió unos momentos convulsos donde se nombraron distintos portavoces, todos ellos afines al antiguo portavoz –personas de confianza del antiguo líder-, generando un creciente malestar en la propia asamblea y un aumento de las discrepancias internas. Finalmente, la propia asamblea decidió eliminar la figura del portavoz y erigir a la propia asamblea y sus individuos/afectados como auto-representantes del movimiento en un proceso de igualdad de funciones y de repercusión pública.

Como consecuencia, a través de la nueva manera de entender la organización del grupo se produjo un proceso de reparto y reasignación del poder entre los distintos actores en la asamblea. Además, como momento clave en la disputa política interna, las discusiones sobre el rumbo a seguir provocaron la movilización de todos los participantes en la plataforma y su reubicación dentro del movimiento. En pleno proceso de modificación interna, los jóvenes (re)politizados vieron una oportunidad para volver a participar, y así modificar las formas, acciones y discursos en el seno de la PAH. Como nos explica Pedro “a los libertarios sobre todo los convencimos nosotros de que se implicasen… y quien dice los libertarios ojalá también viniesen, yo que sé, la gente de Arran (colectivo de jóvenes de izquierdas independentistas) (…) Cuanto más seamos que queramos ir un paso más allá del que propone la PAH, mejor” (entrevista realizada el 9 de mayo de 2015. Entre paréntesis, incorporación del autor). Así, a través de las relaciones entre distintos colectivos juveniles anticapitalistas y los llamamientos a su participación, estos pasaron a involucrarse activamente del movimiento y a asumir un papel más substancial dentro de las asambleas. El deseo de los jóvenes ya no era sólo poder participar en la PAH, sino revertir el modelo de movimiento, el discurso público y la estrategia de movilización que se había marcado anteriormente, intentando asaltar el modelo participativo según los valores compartidos por su unidad generacional. Se escrutaba la posibilidad de incrementar la presión política, provocar cambios significativos en el modelo hipotecario y de vivienda, ampliar (o profundizar) el discurso político del movimiento e incrementar tanto el número, como la contundencia de las acciones.

Este proceso permitió la aparición de, al menos, tres grupos diferenciados en el seno de la PAH. El primer grupo estaba formado por aquellos jóvenes (re)politizados que rápidamente entraron en sintonía con los afectados más implicados, o con las personas con casos más difíciles de resolver, e impulsaron un cambio que se manifestó en la ampliación de las acciones y en un constante pulso con las autoridades y las entidades bancarias (aumento de ocupaciones de sedes bancarias, la búsqueda de soluciones colectivas a cada caso, incremento de acciones nocturnas contra los bancos, entre otras). Estos jóvenes, normalmente procedentes de otros colectivos políticos de la ciudad (anarquistas, comunistas o de la izquierda independentista), acumulaban un alto capital militante y mantenían un posicionamiento político muy firme. El incremento de las acciones estimuló un aumento de la represión al movimiento, tanto por parte de las autoridades políticas en conjunción con los cuerpos policiales, como por parte de los medios de comunicación, tildándolos con los apelativos tradicionales reservados a aquellos grupos que desde instancias hegemónicas se pretende criminalizar: radicales, antisistema, anarquistas o violentos. La consecuencia directa fue el inicio de distintos juicios “colectivos” a la PAH, donde se sentaron, al menos en dos ocasiones, distintos miembros del movimiento en el banco de los acusados.

El segundo grupo estaba formado por aquellos activistas y afectados, normalmente con un recorrido temporal más grande en el movimiento, que seguían apostando por la vía de la negociación “individual” de los casos, por la “vigilancia” permanente de la opinión pública en torno a la PAH y la negociación de una nueva legislación en torno a los problemas de vivienda ocasionados por la crisis económica: dación en pago, control del mercado de arrendamiento y similares. En las asambleas, cuestiones como la violencia o la radicalidad de las acciones se situaban en el centro de los debates, discutiendo la necesidad de tener siempre a favor (o no) a una opinión pública que condenaría ese tipo de acciones y, aparentemente, bendeciría el camino de la reforma legislativa a través de los canales institucionales. Normalmente, este segundo grupo estaba formado por adultos con sus casos hipotecarios personales ya resueltos, que mantenían su vinculación con el movimiento por una razón militante y que se encontraban normalmente en una situación económica más favorable.

Por último, el tercer grupo, mucho más heterogéneo ideológicamente hablando, estuvo formado por aquellas personas que no se introdujeron de forma clara o permanente en ninguno de los dos anteriores. En este grupo, se encontraban las personas que fluctuaban entre las dos orientaciones estratégicas en función de distintas variables como el miedo a la represión de las ocupaciones o, por otro lado, el rechazo a las formas de organización/ acción que venía teniendo el grupo en el primer modelo. Dicha alternancia de posturas se visibilizaba, por ejemplo, en la participación de los miembros del tercer grupo en actos de solidaridad con los enjuiciados (por ejemplo, concentraciones frente a los tribunales) y, a su vez, en la no participación en las ocupaciones de sucursales bancarias que se produjeron a partir de los juicios. Se trataba principalmente de miembros que llevaban menos tiempos acudiendo a la PAH, buena parte de ellos jóvenes o jóvenes-adultos (entre 28 y 38 años), con un alto volumen de personas migrantes, con una situación a menudo bastante precaria.

Para observar las relaciones entre los miembros de estos tres grupos, creemos relevante tomar como argumentos teóricos, por un lado, las identificaciones como mecanismo de unión, y por el otro, el concepto de frontera “difusa” como barrera permeable entre grupos. Para Brubaker y Cooper (2000), hablar de identificaciones -y no de identidadespermite mantener una postura no homogeneizante del grupo, permitiendo observarlos como entes no herméticos que evolucionan constantemente. Por otro lado, hablar de fronteras difusas permite intensificar este proceso, sobre el cual en un momento dado los actores pueden pasar de un grupo a otro dependiendo de las distintas situaciones que viven (Barth, 1969). El tercer grupo, el intermedio, reforzaría esta idea de pivotación entre grupos, de entrada y salida eventual, y, en definitiva, de la poca hermeticidad de los grupos lo que los reafirma como espacios en constante evolución.

En conjunto, todos estos hechos permiten observar cómo a través de un conjunto de acontecimientos (aumento acciones, estigmatización del movimiento por la participación juvenil politizada y repercusiones judiciales), se produce un momento de ruptura en el seno movimiento. Una especie drama social (descrito, en parte, en el siguiente fragmento del diario de campo) que hizo tomar partido de forma diferenciada a los distintos actores, para, finalmente, posicionarse en función de la nueva realidad política del movimiento (Turner, 1986).

El aumento de acciones y de su contundencia (…) ha llevado al movimiento (la PAH) en Lleida a vivir algo así como un “juicio colectivo”. Catorce miembros se encuentran citados en los tribunales acusados de usurpación por la ocupación prolongada de una sede de Catalunya Caixa en diciembre de 2015. En el movimiento, (…) dos discursos contrapuestos dominan los debates (…). Los jóvenes anticapitalistas, recientemente integrados a la PAH, apuestan por el incremento de la tensión y por mantener una especie de escalada de fuerza contra los bancos, contra los cuerpos de seguridad y contra la justicia. (…) Frente a ellos, los miembros más antiguos del movimiento, después de años siguiendo un modelo asistencialista de atención a cada caso hipotecario, asumen que la PAH no debe variar y que debe seguir con el rumbo “histórico”: apostar por el diálogo, la negociación, y tantear y aprovechar los distintos momentos políticos-represivos que se suceden. Finalmente, el camino de resistencia y lucha del movimiento será el “victorioso” y, con ello, la postura radical propuesta por los jóvenes activistas, produciendo un incremento del número de acciones, lo que generó dos nuevas acciones judiciales contra el colectivo. Como consecuencia, la capacidad de movilización tanto del propio colectivo como de otros grupos de la ciudad se reduce, cuestionando, de nuevo, el rumbo que el movimiento debería haber seguido y seguir en el futuro (fragmento del diario de campo de diciembre de 2015).

De esa manera, aquellos jóvenes (re)politizados, junto a los afectados más activos, por su elevada implicación, participación y fuerza discursiva, acumularon un alto poder en el interior de la asamblea, pasando a ser su visión de la lucha, tanto discursiva como metodológica, la hegemónica en el nuevo tiempo que se abrió en la PAH. Además, esta victoria interna produjo un constante distanciamiento con los miembros del segundo grupo que, por su menor implicación y fuerza, cada vez se sintieron más solos en las asambleas y, enfrentados de forma más o menos directa con los otros, abandonaron progresivamente el movimiento.

J: (…) y que ha habido una evolución de muchas cosas, como decíamos antes, ¿no? De que se ha asumido que las ocupaciones, cuando antes parecían una locura, pues son un mínimo. Pues estoy seguro que las cosas evolucionaran, ¿no? De hecho, ya siento algunos comentarios por la PAH que no los oía hace tiempo. Un proceso muy lento, pero… Sí. Y estoy seguro de que cada vez más gente verá que no tiene un trabajo digno fijo, que cada vez recortan más (…) Que cada vez habrá más luchas y tiene que intentar… Porque si realmente la situación fuese a mejorar, ¿qué necesidad tendría el Estado de ejercer la represión con tanta fuerza? (Jordi) (entrevista realizada el 10 de junio de 2016).

Finalmente, podemos aventurarnos a pensar que la variable que permitiría comprender este proceso de luchas internas giraría en torno a la propia concepción de cada uno de los actores sobre qué debe hacer el movimiento, qué rumbo tomar, qué acciones llevar a cabo y qué profundidad política tener (como se puede ver en el fragmento del diario de campo anterior). El grupo mayoritariamente juvenil vendría a replantear las cuestiones que giran (desde el 15-M junto con movilizaciones anteriores) sobre la normalización de las formas de protesta y la necesidad de profundizar en las acciones y los discursos. En cambio, el grupo situado en un discurso más reformista de negociación con las instituciones y con un perfil de edad más mayor, buscaría mantener las posiciones políticas que permiten al movimiento insertarse dentro de los parámetros de lo políticamente correcto. Estaríamos frente a la creación de unidades generacionales diferenciadas y de construcción de visiones diferenciadas sobre el evento principal (el 15M) según la manera de entender la lucha política, afectada por la condición etaria, aunque nunca de forma exclusiva. Por tanto, la conformación de estas unidades generacionales parece depender de cuestiones biográficas, de clase y de la conceptualización de que la forma más efectiva de acción es la directa.


CHOQUE GENERACIONAL Y NORMALIZACIÓN: HACÍA UN CAMINO NO COMPARTIDO DE LA PROTESTA EN LA PAH


Como hemos descrito, en la PAH de Lleida, se generaron las estructuras específicas para la entrada y participación de los jóvenes repolitizados (nuevo espacio de reparto de poder) y, con ello, el cambio en la manera de entender el proceso, la participación y la lucha política. Su presencia activa en el grupo, en última instancia, modificó la correlación de fuerzas e incluso la dirección estratégica, proponiendo una redefinición de la concepción política del movimiento que supuso una ruptura con las formas hegemónicas sostenidas por la generación “adulta”. La aplicación del concepto de capital militante facilita la comprensión de las diferentes posiciones que ocupa cada agente dentro de una colectividad y entender los diferentes procesos internos de repartos de poder que se viven en el movimiento en las distintas fases. En la PAH, la aparición de esa situación dramática permitió la reestructuración de los capitales presentes y la asunción de un rol de poder y decisión por parte de los jóvenes, mostrando la formación de unidades generacionales diferenciadas.

Una cuestión clave para entender la lucha política generacional fuertemente visible en estos micro espacios políticos es la idea de cierta normalización que se pretende instalar sobre las formas de protesta, los discursos políticos y la propia organización de estos grupos reivindicativos (Gledhill, 2000). Como señalaba Foucault: “la normalización disciplinaria consiste en plantear ante todo un modelo, un modelo óptimo que se construye en función de determinado resultado, y la operación disciplinaria pasa por intentar que la gente, los gestos y los actos se ajusten a ese modelo” (Foucault, 2006, p. 75). En ese sentido, habría un componente de “buenas prácticas” políticas vindicativas, vinculadas con las formas generacionales hegemónicas (normalmente, las adultas, en nuestro caso las propuestas por el primer grupo), que podrían tomarse como uno de los aspectos centrales en la comprensión de dicha ruptura. En la PAH, los dos primeros grupos de activistas definidos (el tercero se mueve en medio de los dos) muestran la cuestión de la normalización del “buen activista” como el eje sobre el que recaen los conflictos internos. Precisamente, la toma del poder por parte de los jóvenes (re)politizados de la dirección de la PAH-Lleida revela la posibilidad de rebelarse frente al proceso de normalización y encauzamiento de sus actividades políticas hacia formas institucionalizadas, políticamente correctas. Para ello, compartiendo los mismos acontecimientos que sus pares generacionales, se sitúan frente a ellos al atender a tradiciones, posiciones de clase y capitales militantes diferentes.

Esta ruptura generacional, que aparece diáfana dentro del activismo político, distinguiría dos maneras de concebir la reivindicación política a la vez que una diferente comprensión, por parte de cada grupo, de lo que es “hacer política” o, en definitiva, de lo que significaría hacer “nueva política”. En este punto, es relevante recuperar la diferenciación que establece Bourdieu en el análisis de las luchas internas producidas en lo que el francés llama campo político, distinguiendo entre profesionales y profanos de la política (Bourdieu, 2000b). Esa diferenciación parecería tener un peso significativo para entender la materialización de los diferentes campos de fuerza existentes en el grupo analizado. En el interior del grupo se han observado dos tipos de activismo que luchan por establecer sus concepciones específicas de la movilización y la lucha política (o no) contra la normalización de la protesta. De alguna manera, el rechazo de los jóvenes (re)politizados hacia el camino propuesto por el primer modelo de PAH parece responder una pugna entre lo que Bourdieu llama políticos profesionales frente profanos, como muestra, por ejemplo, el caso del portavoz. Además, a partir del análisis, se ha observado cómo los políticos profanos, más jóvenes, optarían por formas de lucha y movilización directa, configurando dos unidades generacionales diferenciadas (políticamente incorrectas).

De esa manera, los miembros adultos de grupos como la PAH ejercerían un papel clave para la normalización política de los sujetos más jóvenes, una vanguardia para la conversión de este tipo de movimientos políticos en una especie de “mecanismos disciplinarios” (Foucault, 2006). Debemos comprender dichos mecanismos como herramientas que no se producen desde los propios movimientos sociales, sino que emergen a través de las influencias que otros agentes suelen tener dentro del campo político (medios de comunicación, cuerpos de seguridad, posición y discursos de los políticos institucionales, entre otros). Dichas influencias internas nos permitirían comprender no solo la acumulación de capitales internos por parte de los agentes, sino la percepción que se tiene de dichos grupos desde el afuera. Así, las unidades generacionales enfrentadas no se moverían exclusivamente a través de una acumulación diferenciada de capitales militantes, sino más bien a través el reconocimiento de esos capitales y de las formas propuestas por estos agentes desde dentro y desde fuera de los movimientos sociales. Estos serían los canales que trasvasan esas ideas normalizadas del “buen activismo”, al mismo tiempo que los espacios específicos dónde se producirían las luchas por revertir o perpetuar ese orden. Por eso, algunos de los miembros de edad más avanzada de la PAH plantean la necesidad de mantenerse en la no violencia, en la búsqueda de una creciente relación negociada con las instituciones y una constante preocupación por la aceptación del resto de la ciudadanía de la protesta, ya que establecen como válidas (y, hasta cierto punto, victoriosas) las formas políticas marcadas por esos otros agentes influyentes del campo.

P: Yo creo que la censura principal la recibes por tener una opinión política que va en contra del orden hegemónico. Después, como que… te atacan por esto y encima te vuelven a atacar diciéndote que eres joven. Porque, es como que cuando eres joven te atacan por ser así (…). Pero cuando eres joven (…) te ven como un inexperto o una persona que no sabe nada de la vida. (Piera)
E: ¿Y da miedo todo lo juvenil? (Entrevistador)
P: Yo creo que en parte sí porque sino no meterían tanta caña a los jóvenes. Dejarían que hiciesen (…). Lo que él decía “oh, no hacemos nada porque no sea peligroso, pero ya nos identifican”. Claro, te identifican para irte machacando, machacando, machacando y tarde o temprano te llegue una multa y se te quiten las ganas de hacer cosas (Piera)
Ll: Sí, yo creo que sí que hay una opresión como joven. Evidentemente, no comparable ni a la clase social ni al género ni tal, pero sí que esta la doble criminalización por ser joven (Llorenç) (grupo de discusión realizado el 7 de febrero de 2017).




CONCLUSIONES


Entender el propio 15M como un evento histórico que afectó a todos los agentes presentes en el campo político, nos permite visibilizar distintas unidades generacionales que conviven en movimientos como la PAH y que se delimitan cada una de ellas por otorgar un significado específico y diferenciado a dicho evento. Para los jóvenes (re)politizados o anticapitalistas, el 15M fue un evento que generó una criminalización y una ocultación de las prácticas políticas y los discursos que anteriormente ellos venían ejerciendo.

En el post-15M, como consecuencia de dicha criminalización, los jóvenes (re)politizados también son relegados a un espacio periférico dentro del campo político lo que provoca una creciente marginalización de sus formas contestatarias. En el caso específico de la PAH, vemos como los jóvenes, en respuesta a dicha marginalización, apuestan por incrementar su participación en el movimiento y acumular poder utilizando sus altos capitales militantes. Esa respuesta hace emerger una lucha interna en el propio movimiento por redefinir los marcos de los posible y lo normal dentro del activismo. Es decir, a través de su participación en dicho movimiento persiguen que sus prácticas y discursos políticos vuelvan a ser aceptados como forma de lucha válida.

La conjugación de la teoría de las generaciones con el análisis de los movimientos sociales ha permitido comprender las confrontaciones que se dan dentro de los espacios políticos actuales desde un prisma donde las juventudes ocupan un papel protagonista (Duarte, 2012). Movimientos sociales como la PAH, lejos de ser espacios completamente horizontales, muestran esas relaciones diferenciadas de poder internas entre agentes. Para comprender cómo funcionan dichas relaciones y qué efectos tienen en el actuar de los propios movimientos, establecer una mirada a través del significado que cada agente da a un evento generacional (el 15M y las lecturas que se hacen de él) nos permite observar de qué forma, pasado dicho evento, evoluciona el campo político y los propios movimientos sociales.

Esas luchas de poder internas se centralizan a través de las formas y el rumbo que cada grupo o agente cree debe tener un movimiento. Los cimientos de dichas creencias o apuestas políticas pueden buscarse a través de la visión que genera cada agente de un evento específico y espectacular. En ese sentido, el 15M, por su fuerza y su volumen de participantes, generó unas formas hegemónicas de protesta que se materializaron en los movimientos sociales que nacieron por y a través de él. Aun así, la influencia de dicho movimiento es renegociada o combatida con el paso del tiempo por aquellos grupos que no compartían ni comparten las consecuencias hegemónicas que el evento dejó. Como hemos visto, la formación de unidades generacionales diferenciadas permite elaborar una mirada compleja sobre el funcionar de dichos movimientos y las luchas contra-hegemónicas y no normalizadoras que se dan en sus interiores.

Las luchas de poder internas, delimitadas o marcadas por los rumbos políticos que cada unidad generacional adquiere a través del relato y la visión que construyen del 15M, revela el campo de los movimientos sociales como un espacio completamente heterogéneo, hasta cierto punto jerárquico, en el que recaen procesos normalizadores que buscan encauzar aquellas prácticas y discursos no reconocidos como legítimos o válidos desde instancias hegemónicas. Unas luchas de poder que normalmente tienen como vector central el establecimiento de unas formas de protesta como hegemónicas frente a otras. En definitiva, como hemos visto, se trata de un proceso de luchas por la hegemonía en el seno de grupos políticos cuya causalidad tiene una relación directa con la formación de unidades generacionales diferenciadas. Es decir, los jóvenes (re)politizados con la participación interna en la PAH y las disputas que se producen con otras unidades generacionales, mostrarían una lucha contra-hegemónica para modificar el movimiento y así hacer que este apueste por otras formas de protesta.

En ese sentido, todos los agentes protagonistas de este texto vivieron el 15M como un momento común ya que “una conexión generacional se constituye por medio de la participación de los individuos que pertenecen a la misma posición generacional, en el destino común y en los contenidos conexivos que de algún modo forman parte de éste. Las unidades generacionales específicas pueden nacer, entonces, dentro de esa comunidad de destino” (Mannheim, 1952, p. 225). De dicha conexión, los jóvenes estudiados serían constitutivos de una unidad generacional específica ya que le otorgaron un significado común y específico a un determinado momento histórico.

La formación de dicha unidad se materializaría a través de la búsqueda de una ruptura con la hegemonía adultocéntrica imperante en el interior de los movimientos sociales (Duarte, 2012), y, a su vez, encontraría apoyos en “individuos que, aunque vivan fuera de esos grupos concretos, se encuentran en afinidad de posición, y que también hallan en esas intenciones básicas la expresión correspondiente a su posición en los espacios históricos” (Mannheim, 1952, p. 226). En este caso, estos apoyos se pueden entender a través de una lógica de opresiones interseccionales (clase social, edad, género, etnia, etc.) y de trayectorias políticas, permitiendo comprender las alianzas que los jóvenes participantes de la PAH tienen con otros miembros del grupo.

Este estudio ha pretendido ofrecer un nuevo camino teórico y metodológico para comprender la evolución de los movimientos sociales poniendo el foco en los agentes que forman parte de ellos y de los significados (comunes o enfrentados) que se dan en su interior. Situar la edad, la construcción de unidades generacionales diferenciadas y las posiciones internas de cada miembro según sus capitales militantes, han permitido observar las luchas internas que se dan en movimientos que, lejos de ser horizontales y homogéneos, mantienen un pulso continuado por romper o seguir con las formas hegemónicas y aceptadas de protesta existentes. Dicha línea de estudio no solo permite radiografiar las relaciones internas de los movimientos, sino que también sirve para comprender los significados diferenciados que da cada unidad generacional da un evento masivo y espectacular (el 15M) que afecta y condiciona a todos los movimientos sociales y actores políticos presentes en el campo de estudio.




FINANCIACIÓN


Este proyecto ha recibido financiación del European Research Council (ERC) en el marco del programa de Investigación e Innovación de la Unión Europea HORIZON 2020, grant agreement No 742705.




NOTAS


1 En otro trabajo (Ballesté, 2018), se han sistematizado las diferentes formas en las que se muestra el capital activista acumulado como, entre otras,: la capacidad de hablar en público, los conocimientos políticos acumulados, el nivel de compromiso o implicación y las relaciones y contactos que se tienen en el campo.

2 Se realizaron un total de 8 entrevistas introductorias o contextualizadoras con participantes del 15M a finales de 2014 y principios de 2015 (4 jóvenes menores de 30 años y 4 adultos de más de 30 años) con participaciones políticas diferenciadas en la actualidad (miembros de partidos o sindicatos, participantes de movimientos sociales o otros menos activos).


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Weber, M. (2013). Ensayos sobre metodología sociológica. Madrid: Amorrortu Ediciones.


NOTA BIOGRÁFICA

Eduard Ballesté Isern (1988) es doctor en Antropología Social en la Universidad de Lleida. Actualmente, es investigador postdoctoral y coordinador etnográfico en la Universidad Pompeu Fabra por el proyecto ERC Advanced Grant TRANSGANG. Es miembro del grupo de investigación Juventud, Sociedad y Comunicación (JOVIScom). Es también secretario de Comité de Investigación 37 Estudios de Juventud de la FES. También es coordinador técnico de la Red de Estudios sobre Juventud 2.0. Recientemente, ha editado con José Sánchez i Carles Feixa el libro ¿Qué fue de la Primavera Indignada? Movimientos sociales, juventud y política en tres continentes (Milenio) y con A. Mercadé y P. Venteo Del Procés a la Revolta: crònica en primera persona dels dies que els carrers van dir prou (Pagès).

José Sánchez García (1965) es doctor en Antropología Social y Cultural en la Universidad de Barcelona. Actualmente es investigador senior y coordinador científico en la Universidad Pompeu Fabra por el proyecto ERC Advanced Grant TRANSGANG. Es miembro del grupo de investigación Juventud, Sociedad y Comunicación (JOVIScom) en la misma institución. Es editor junto con Elena Sánchez del libro Youth at the Margins: Perspectives on Arab Mediterranean Youth (Routledge) y ¿Qué fue de la Primavera Indignada? Movimientos sociales, juventud y política en tres continentes (Milenio) con Eduard Ballesté y Carles Feixa.