Artículos / Articles
DOI: 10.22325/fes/res.2025.279
Departamento de Sociología y Trabajo Social, Euskal Herriko Unibertsitatea
/ Universidad del País Vasco (EHU/UPV).
isabel.deblas@ehu.eus.
Euskal Herriko Unibertsitatea / Universidad del País Vasco (EHU/UPV).
sof.ugena@gmail.com.
Departamento de Economía General, Universidad de Cádiz, España.
lucia.delmoral@uca.es.
Revista Española de Sociología (RES), Vol. 34 Núm. 4 (Octubre - Diciembre, 2025), a279. ISSN: 1578-2824
Recibido / Received: 14/10/2024
Aceptado / Accepted: 19/05/2025
RESUMEN
Considerando la conexión entre la crisis de los cuidados y la expansión de iniciativas comunitarias de cuidados, el estudio busca analizar cómo estas iniciativas se articulan hacia la Democratización del cuidado y la configuración de una Democracia Cuidadora, poniendo el foco en su accesibilidad a través de cauces de acceso, estrategias de inclusión frente a barreras de acceso y aspiración de generalización. Metodológicamente se opta por un enfoque etnográfico. La investigación se basó en entrevistas semiestructuradas, observación participante y e-research, analizando tres iniciativas (Ciudados, Merapi, Urcoop) seleccionadas por sus trayectorias consolidadas y la cobertura de cuidados en diferentes momentos del ciclo vital. Las conclusiones revelan una realidad compleja pero inspiradora tanto en cuanto a la accesibilidad de las prácticas comunitarias de cuidados, como en relación con su potencial democratizador como horizonte.
Palabras clave: democratización del cuidado, cauces de acceso, barreras de acceso, estrategias de inclusión, generalización.
ABSTRACT
Considering the connection between the care crisis and the expansion of community care initiatives, the study seeks to analyse how these initiatives are articulated and contribute to the `Democratisation of Care’ and the configuration of a ‘Caring Democracy’. The focus is on their accessibility through admission processes, inclusion strategies to overcome access barriers and ‘generalising aspirations’. An ethnographic approach was chosen for the study. The research was based on semi-structured interviews, participant observation and digital research. Three initiatives were analysed: Ciudados, Merapi and Urcoop, which were selected for their established trajectories and care coverage at different points in the life cycle. The conclusions reveal a complex and yet inspiring reality in terms of the accessibility of community care practices and their democratising potential as a horizon.
Keywords: Democratization of care, admission processes, inclusion strategies, access barriers, generalisation.
La proliferación de iniciativas comunitarias en torno a los cuidados de la última década ha venido acompañada por un creciente interés por su estudio 1 . La literatura especializada en esta temática ha analizado distintos tipos de experiencias evidenciando cómo el (re)surgimiento de estos proyectos responde a una transformación de las necesidades de cuidados que, en su dimensión social y política, constituye un reto para su sostenimiento presente y futuro 2 . Por un lado, los procesos de envejecimiento, la prolongación de la vida de personas con enfermedades crónicas y en situación de discapacidad, y las mayores exigencias en atención a la infancia, han generado un aumento de las necesidades de cuidados que recae sobre las familias. Por otro, las transformaciones en los hogares, los mercados de trabajo y los actuales modos de vida, dibujan un escenario en el que la capacidad cuidadora por parte de las familias, y en ellas, de las mujeres, disminuye, y no se ve compensada por un aumento significativo de los tiempos y protagonismo de los hombres (Legarreta y Sagastizabal, 2018; Moreno-Colom et al., 2024). La provisión del cuidado mediado por el mercado, a través del empleo del hogar, genera nuevas asimetrías de poder entre mujeres y hombres y entre unas mujeres y otras por razones de clase, etnia o lugar de procedencia (Hochschild, 2000; Pérez Orozco y López Gil, 2016).
Estos desafíos derivados de la quiebra del modelo tradicional de cuidados se han analizado desde perspectivas feministas bajo el término “crisis de cuidados" (Hochschild, 2000; Pérez Orozco, 2006; Legarreta, 2017; Herrero, 2021). El término crisis enfatiza la situación de encrucijada: un cierre reaccionario (Pérez Orozco, 2006, 2019; Ezquerra, 2018) de la misma puede intensificar la sobrecarga de las mujeres en la prestación de cuidados y su falta de reconocimiento. Sin embargo, encauzada desde una mirada feminista, “la crisis de cuidados” puede abrir oportunidades para resignificar las relaciones de género y los cuidados (Legarreta, 2017), avanzar hacia una democratización de los mismos (Ezquerra y Mansilla, 2018; Comas-D’Argemir, 2019; Keller-Garganté, 2023), o incluso, hacia una “Democracia Cuidadora” (Tronto, 2013).
En este contexto, las prácticas locales de cuidados comunitarios generan escenarios emergentes que cuestionan la actual organización social de los cuidados, e invitan a repensar e imaginar nuevos modelos de cuidados comunitarios más democráticos, para quien los recibe y los provee. Lo comunitario es un terreno de contornos difusos, que “remite a un campo tremendamente heterogéneo” pero caracterizado por las formas que “exceden su concepción como usuarios o receptores [de cuidados] pasivos” (Martínez-Buján y Vega, 2021, p. 3), pudiéndose definir la comunidad como sujeto colectivo constituido por “un conjunto de personas que se vinculan entre sí en el entorno inmediato generando vínculos de cooperación en torno a distintas cuestiones” (p. 3) entre las que destacan cuidar de sus participantes y la colectividad. En el caso específico de los cuidados, la participación de las mujeres en estas comunidades es mayoritaria, algo que puede asociarse tanto a su rol tradicional en la sociedad (Comas-d’Argemir, 2017) como a la desigualdad laboral y la falta de promoción observada en otros colectivos masculinizados (Ribas, 2006). La intersección entre género y origen (o raza) condiciona la escasa o nula presencia de mujeres migrantes en proyectos transformadores ajenos a los cuidados (Di Masso et al., 2021). Precisamente destaca su participación en colectivos específicos de trabajadoras del hogar, cuya lucha colectiva (Bofill-Poch, 2017) parte desde un sector feminizado, racializado, precarizado y frecuentemente atravesado por situaciones de irregularidad administrativa (Gutiérrez, 2019; Giménez, 2023).
Partiendo de estas ideas, el presente texto se plantea como objetivo analizar cómo las iniciativas comunitarias de cuidado se articulan hacia la transformación de la organización social de los mismos, es decir, hacia su democratización, y a la configuración de una Democracia Cuidadora. Para ello se aborda una dimensión concreta de esta articulación, su accesibilidad, a partir de tres ejes analíticos: los cauces de entrada, las estrategias de inclusión frente a las barreras que los obstaculizan, y el horizonte común de aspiración generalizadora de sus propuestas comunitarias de cuidado.
Metodológicamente, se presenta un estudio multicaso. Desde un enfoque cualitativo, se ha desarrollado un trabajo etnográfico sobre tres iniciativas de ámbitos de actuación diferente 3 : Ciudados, una asociación sin ánimo de lucro que surge con el propósito de ofrecer cuidados dignos y lucha por dignificar las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar, un sector extremadamente precarizado (Gutiérrez, 2019; Giménez, 2023); Merapi, una asociación de familias que socializa el cuidado de sus criaturas con respeto a los ritmos de desarrollo infantil frente a otro tipo de espacios públicos o privados-elitistas orientados al lucro particular de capital (Pérez Rueda, 2023); Urcoop, una cooperativa que elabora alimentos agroecológicos y ofrece catering, que integra medidas que atienden a la conciliación y la corresponsabilidad en un contexto de falta de acceso a servicios públicos de atención a la primera infancia en el entorno rural (Sánchez, 2019). Cada una de las iniciativas se sitúa en entornos distintos (dos grandes urbes y una pequeña población rural) pero tienen en común que, en sus idearios y prácticas, el cuidado cobra un lugar relevante a la hora de estructurarse, definirse y vertebrar lo cotidiano.
Este artículo está planteado de la siguiente manera: 1) marco teórico que aborda la Democracia Cuidadora, la democratización del cuidado y su enfoque universalizador, ahondando en las dimensiones relativas a la accesibilidad y la capacidad generalizadora de las iniciativas del Marco de democratización de los cuidados; 2) planteamiento metodológico; 3) presentación y discusión de resultados del análisis de los tres casos estudiados a la luz del marco teórico, incidiendo en los cauces de entrada a las iniciativas, las estrategias de inclusión frente a barreras de acceso, y la pretensión generalizadora de las iniciativas; 4) conclusiones finales.
La noción de Democracia Cuidadora (caring democracy) de Tronto (2013) invita a “redefinir la democracia como la gestión/resolución (settling) de disputas sobre responsabilidades de cuidados” (Tronto, 2013, p. 17), y también a imaginar una democracia centrada en el cuidado, capaz de “detectar las necesidades de todas y todos y distribuir las responsabilidades desde el compromiso ético, político y relacional en un mundo sometido a la incertidumbre” (Diz et al., 2023, p. 363). Este compromiso pasa por situar el «cuidar con» (caring with) como fase esencial de las formas democráticas de cuidar, es decir, persigue que las necesidades de cuidados y las formas de satisfacerlas sean coherentes con los principios democráticos de justicia, igualdad y libertad de carácter universal (Tronto, 2013).
El trabajo de Tronto resulta muy sugerente, pero, al mismo tiempo, es complejo de aterrizar como marco de análisis. No se orienta a ofrecer recomendaciones concretas, pues estas deben emerger del debate político de la sociedad en su conjunto (Tronto, 2013). Para avanzar en esta línea consideramos de gran utilidad la propuesta del Marco de democratización del cuidado de Ezquerra y Mansilla (2018), construida sobre las nociones de reconocimiento y redistribución de Nancy Fraser (1995). Las autoras entienden como objetivo político prioritario “la democratización del conjunto de relaciones sociales, económicas, institucionales y simbólicas que estructuran la organización social del cuidado” (Ezquerra y Mansilla, 2018, p. 22). Su propuesta es un instrumento apropiado para diseñar, implementar y evaluar políticas que apuesten por la democratización. El marco establece cuatro ejes estratégicos: dos transversales y dos centrales. Los primeros, son la eliminación de la “(mala) división” social del trabajo característico del status quo desde una perspectiva interseccional, y el empoderamiento de las personas proveedoras de cuidados y de quienes los reciben; los segundos, la promoción del reconocimiento de la centralidad social de los cuidados, y la socialización de la responsabilidad hacia los mismos, hacia lo comunitario, lo público y lo privado. En la adecuación de servicios y espacios a los ejes estratégicos centrales la propuesta introduce “el objetivo marco de garantía de un acceso universal a unos cuidados dignos desde la singularidad” (Ezquerra y Mansilla, 2018, p. 43): la universalidad indica la capacidad de inclusión de cualquiera que necesite cuidados para poder acceder a ellos; la singularidad se refiere a la habilidad de la prestación para adaptarse a la diversidad de situaciones y necesidades particulares personales o contextuales (Ezquerra y Mansilla, 2018).
Comas-d'Argemir (2019), en referencia a la propuesta de Ezquerra y Mansilla, afirma que “el término democratización de los cuidados es potente y evocador” (p. 21). La autora recoge los 4 ejes de Ezquerra y Mansilla y, sin mencionar la interseccionalidad, subraya el reparto del cuidado entre mujeres y hombres, reformula la idea de empoderamiento, y, finalmente, conecta los cuatro ejes al mismo nivel, pues considera que avanzar sólo en uno conllevaría una democratización parcial que podría generar retrocesos (Comas-d'Argemir, 2019). La autora también entiende que, al abordar la democratización de los cuidados, es necesario garantizar el cruce entre universalidad y singularidad, e interpela a lo público para la provisión de cuidados como fórmula de redistribución que garantice el “acceso universal con independencia de los ingresos individuales” (p. 22).
Keller-Garganté (2023) amolda el Marco de democratización de los cuidados a la naturaleza y particularidad de las iniciativas comunitarias. En su análisis, al abordar el reconocimiento de la centralidad social del cuidado profundiza en la idea del derecho al cuidado poniendo el foco en la accesibilidad a los proyectos comunitarios y su capacidad generalizadora. Desde ahí propone que “aunque los proyectos comunitarios no tengan ni la obligación ni la capacidad de universalizar derechos, la capacidad de generalizarse determina su potencial democratizador” (p. 75). Con el fin de analizar la capacidad generalizadora de los proyectos comunitarios, estudia sus cauces y barreras de acceso que, a su vez, determinan el perfil de quienes conforman los proyectos comunitarios. Los canales de acceso se distribuyen en un espectro que recoge desde los más excluyentes hasta las más incluyentes. En el extremo más excluyente, Keller-Garganté (2023) posiciona el acceso por contactos y relaciones familiares, de vecindad o de amistad. En un lugar intermedio del espectro, se sitúa el acceso por vínculos basados en intereses compartidos y motivaciones ideológicas. Con frecuencia la totalidad de sus miembros, o al menos una parte, ha participado, y se conoce en procesos de movilización y activismo más amplios (Diz et al., 2023, Martínez-Buján et al., 2021). En el extremo más incluyente, se posicionan los “canales democratizadores” (Keller-Garganté, 2023, p. 181) como los servicios públicos (no generalizados ni protocolizados), o Internet y el “open source” (Bassetti et al., 2019), que permiten llegar a sectores más amplios y favorece la “mixticidad social” de sus participantes (Keller-Garganté, 2023, p. 75), aunque persistan formas de exclusión digital, como la denominada “fractura gris” (Dupuy, 2007, p. 121), que afecta especialmente a las personas mayores. En general las vías más incluyentes amplían el alcance a sectores menos politizados, si bien la propia participación en estas iniciativas fomenta la toma de conciencia y la capacidad de agencia y acción política de quienes las componen (Celi y Ezquerra, 2020; Vega, 2016).
Las barreras de acceso incluyen los “costes de participación” (Keller-Garganté, 2023, p. 182) que consisten, por un lado, en los pagos monetarios que hay que enfrentar al inicio de los proyectos como forma de inversión, así como las mensualidades para sufragar el mantenimiento cotidiano, como salarios, alquileres o comida. Por otro lado, la autora identifica la barrera temporal que constituye igualmente una traba monetaria para quienes no pueden reducir su jornada laboral. García et al. (2021) afirman que mientras que hay personas cuyo sostén dinerario no peligra por dedicar tiempo a los proyectos, hay otras "que tienen que escoger entre participación laboral y comunitaria" (p. 242) o viven situaciones de “triples presencias” cuando se solapan no solo el empleo y el trabajo doméstico, sino también el realizado en la esfera sociopolítica (Sagastizabal, 2019). Berná Serna et al. (2024) describen cómo el acceso a la información y la disponibilidad de tiempo son dos de los límites más relevantes en la accesibilidad de las iniciativas colectivas ecotransformadoras, condicionando “la participación con relación al capital cultural, social y económico” (p. 15). Di Masso et al. (2021) establecen “ejes de desigualdad” (p. 129) relativos a las barreras de entrada que enfrentan las mujeres en colectivos socioeconómicos alternativos, destacando, entre otras, el nivel socioeconómico como "limitación material" (p. 138), que dificulta la participación de las personas precarizadas. Las limitaciones generan, según Caffentzis y Federici (2019), una homogeneidad entre participantes que a menudo da lugar a “comunidades cerradas” (p. 55) que, estudiada en proyectos comunitarios como los grupos de crianza, desarrollan fuertes identidades grupales, entorpeciendo su aportación a un cambio social más amplio (Díaz Gorfinkiel y Elizalde San-Miguel, 2021). Así, ya no solo la accesibilidad condicionada, sino también el posible repliegue en torno a los propios intereses frente al deseo de generalización, emergen como límites para avanzar en la democratización de los cuidados (Keller-Garganté, 2023).
Ante la propia percepción de límites, las iniciativas desarrollan “estrategias de inclusión” (Keller-Garganté, 2023, p. 185) que engloban desde cuotas sociales hasta trabajos voluntarios. En esta línea Zibecchi (2018) desarrolla el caso de los jardines comunitarios en Argentina como espacios de crianza alternativa para la primera infancia, donde, en colaboración con lo público, se establecen modalidades de acceso no monetario con participación directa en forma de trabajo de cuidado, de mediación, y de gestión, y, con participación indirecta, mediante la transferencia de saberes prácticos.
Todo colectivo tiene una historia que contar sobre sus inicios, evolución, logros y retos de futuro. El enfoque de caso permite documentar y determinar, en un momento y espacio sociopolítico concreto, la complejidad de esas experiencias (Simons, 2009). Aunque la finalidad del enfoque es investigar la singularidad de cada caso, plantear un estudio multicaso tiene un resultado más sólido; su solvencia deriva de la lógica de replicación que permite demostrar más convincentemente la validez y la generalizabilidad analítica (Yin, 2003). Se adopta un enfoque etnográfico, que combina entrevistas semiestructuradas, observación participante, e-research, y talleres de creatividad social 4 .
El trabajo de campo tuvo lugar entre noviembre de 2021 y agosto de 2023. Las entrevistas semiestructuradas, con una duración de entre una hora y dos horas y media, fueron registradas digitalmente tras recabar los consentimientos informados. Su análisis ha proporcionado información sociodemográfica de las personas entrevistadas, características de las iniciativas, así como narraciones sobre itinerarios individuales de militancia o participación asociativa, y dimensiones relativas a los cuidados, incluida la que tiene que ver con la participación en el propio proyecto. Asimismo, ha permitido “llegar al núcleo de los temas del caso con mayor rapidez y profundidad (...) y facilitar que las personas cuenten sus historias” (Simons, 2009, p. 70). La observación participante, registrada en cuaderno de campo, se ha realizado en escenarios cotidianos de las prácticas sociales comprendidas como acciones y situaciones relevantes para los colectivos estudiados (Díaz de Rada y Cruces, 1991). A su vez, ha enriquecido la información de las entrevistas, al ampliar la visión contextual, incluir la perspectiva de quienes no han participado en las entrevistas, y permitir conocer más profundamente dinámicas informales que rigen los tres proyectos (Simons, 2009). El uso de la e-research como técnica de investigación se ha realizado bajo la consideración de que las tecnologías digitales abren espacios de creación de saberes en las ciencias sociales (Estalella y Ardévol, 2011) a fin de conocer contenidos relativos a la accesibilidad de los proyectos que las propias iniciativas publican en la red de redes.
Tabla 1 Técnicas de investigación utilizadas en el trabajo de campo
El procedimiento de análisis de la información recogida mediante diferentes técnicas se hizo de forma manual partiendo de los tres ejes analíticos centrales planteados en el objetivo (cauces, barreras y estrategias, y vocación generalizadora), pues con tal volumen de información resulta pertinente y permite prestar atención a los matices, al tiempo que da gran flexibilidad y control del proceso (Flick, 2015).
Las tres iniciativas estudiadas tienen, al finalizar la investigación, una trayectoria consolidada desde al menos 2016. Todas funcionan de forma autogestionada, asamblearia, con pretensión horizontal y responden a los principios de la Economía Social y Solidaria (en adelante ESS). Están situadas en territorios que recorren diametralmente la península Ibérica, y se sitúan en el medio rural y urbano. Ciudados, Merapi y Urcoop abordan los cuidados desde vertientes diversas y complementarias. Sin embargo, en conjunto cubren todo el ciclo vital (desde la infancia hasta la vejez) y reflejan las distintas configuraciones del cuidado comunitario (Vega, 2016): integrar prácticas de cuidado como parte de su actividad, asumir sistemas socializados de atención, interpelar a actores institucionales y, hacer de la socialización del cuidado una forma de subsistencia ante la falta de alternativas.
Ciudados es una asociación situada en una gran urbe del centro del estado español, surge de la conjunción de movimientos vecinales, colectivos migrantes, grupos de iglesia de base y plataformas dedicadas al trabajo del hogar, y está vinculada al Movimiento Feminista. Se crea en torno a la dignificación de las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar y ofrece cuidados dignos, mayoritariamente a la vejez. Gestiona una bolsa de trabajo de casi 80 trabajadoras del hogar, opera como plataforma de intermediación laboral y ofrece formación profesional gratuita en cuidado y autocuidado a las trabajadoras del hogar, en su mayoría mujeres migrantes. La figura de las intermediadoras (2 mujeres) regula las relaciones entre familias empleadoras solicitantes de cuidado y trabajadoras del hogar, establece sueldos y acompaña a las trabajadoras a lo largo de sus procesos laborales.
Merapi es una asociación de familias (13 parejas heterosexuales y sus criaturas al finalizar el trabajo de campo) que persigue poner en común tiempo y experiencias de cuidados de criaturas de entre 2 y 6 años. El proyecto está ubicado geográficamente en un contexto urbano en el sur del estado español. Desarrolla un modelo inspirado en las escuelas activas y las relaciones no directivas apoyado en la figura de las acompañantes, a quienes contrata la asociación (2 mujeres y 1 hombre asalariados) para atender a las criaturas en horario de mañana. El resto del día la gestión del espacio y el acompañamiento de las criaturas lo realizan las propias familias. El colectivo se financia fundamentalmente mediante un sistema flexible de cuotas mensuales que aportan las familias. Gestiona sus propios procesos mediante comisiones, grupos de trabajo y turnos rotativos, como son, la comida diaria de las criaturas o la limpieza del espacio.
Urcoop es una sociedad cooperativa de 5 personas socias (3 mujeres y 2 hombres al finalizar el trabajo de campo) y 2 trabajadores contratados (hombres). El trabajo en la iniciativa es la única fuente de ingresos de sus cooperativistas. En una zona rural sin guarderías al norte de la península, elaboran alimentos agroecológicos, sirven catering y favorecen la corresponsabilidad y la conciliación. El proyecto trabaja con principios basados en la ESS, la soberanía alimentaria, el sostenimiento medioambiental y el ecofeminismo, e integra en su quehacer diario el “turno de niños”, equiparando el cuidado de sus criaturas con el resto de actividades, que se remunera y cotiza de igual manera. Así, a lo largo de 5 años, rotando diariamente, cuando sus criaturas no tenían la edad obligatoria de escolarización, cada una de las personas socias de la cooperativa cuidó durante su jornada laboral de todas las criaturas de las personas asociadas (hasta 6 en ciertos períodos). Actualmente, al estar las criaturas escolarizadas, el “turno de niños” se realiza durante vacaciones escolares y ciertos fines de semana.
El análisis se estructura en tres apartados. El primero explica los cauces de acceso a las iniciativas, desde los más excluyentes hasta los más democráticos; el segundo se centra en las estrategias que los colectivos implementan para hacer frente a barreras temporales, dinerarias, legales y etarias que obstaculizan la accesibilidad; el tercero aborda las distintas formas en las que se muestra la aspiración de las iniciativas a generalizar sus propuestas. Transversalmente, el análisis de estos factores muestra algunas de las características de quienes participan en las iniciativas (Keller-Garganté, 2023). Los resultados sobre prácticas concretas y horizontes comunes se sistematizan y se categorizan en la Tabla 2 situada al final del presente apartado.
En primer lugar, analizamos los cauces de acceso a las iniciativas comunitarias de cuidados desde su puesta en marcha hasta su consolidación en el tiempo. En segundo lugar, presentamos los procesos de entrada a las actividades comunitarias, una vez sus participantes han accedido a ellas (ver Tabla 2).
En los inicios y puesta en marcha de los proyectos observamos los cauces de acceso más excluyentes: los tres comparten las redes de amistad como primer canal de acceso. En Urcoop, un socio fundador relata que conectó varias de sus amistades, generando un vínculo que derivaría, más adelante, en la creación de la cooperativa agroecológica:
“intentamos organizarnos alrededor de los cuidados de los niños, de la producción de la huerta, con la aspiración a más ¿no? con la idea de compartir más. (...) ‘Oye ¿por qué no hacemos algo juntos?’ (...) Entonces, los presenté [a dos parejas amigas suyas] y hablamos”. (Urcoop, socio hombre 2).
En Ciudados y Merapi el boca a boca entre personas del círculo más próximo, como familiares y amistades cercanas, fue clave para facilitar el acceso. Así lo atestiguan una trabajadora del hogar y una de las socias de los inicios del espacio de crianza respetuosa:
“Yo vengo por mi prima y una amiga de ella… Me dijeron que aquí iba a estar yo bien, con trabajo y bien, y sí, sí, qué razón”. (Ciudados, trabajadora del hogar, cuaderno de campo, II)
“Resulta que unos amigos muy íntimos (...) estaban llevando a su hijo mayor a Merapi (…) y teníamos muy buenas referencias”. (Merapi, socia mujer 3)
Las redes que abren los cauces de acceso a los proyectos se van expandiendo más allá del círculo íntimo. Así, el “boca a boca” también se da cuando algunas de las familias que participan en Ciudados invitan a ser parte de la asociación a otras familias con necesidades similares de provisión de cuidados, tal y como lo expresa una voluntaria de la asociación:
“Ha funcionado el boca a boca y entonces, pues nos recomiendan otras familias”. (Ciudados, antigua intermediadora y actual voluntaria)
En Merapi, la expansión de vías de acceso se da a través de las relaciones vecinales, y el barrio aparece como entorno fundamental, según relatan sus participantes: “esta [las familias asociadas] es la gente que vive ahí” (Merapi, socio hombre 2), en referencia a uno de los barrios más cercanos al espacio donde se sitúa el proyecto.
Los cauces se van ensanchando mediante las conexiones que los tres colectivos tienen con los Movimientos Sociales y con la ESS (García et al., 2021; Diz et al., 2023), que facilita el alcance de sectores sociales más amplios. En este sentido, Ciudados entiende su conexión con grupos activistas como facilitadora de la difusión de información sobre el colectivo y sus proyectos (Berná Serna et al., 2024). Así, expresan que “El Mercado Social [estrechamente vinculado a Movimientos Sociales y ESS] nos dio un gran empuje (...). Poníamos nuestro stand con nuestro tríptico, como una campaña de difusión” (Ciudados, intermediadora laboral 1). En Merapi las conexiones con colectivos militantes locales facilitan conocer la existencia de la asociación de familias. Así, uno de sus socios relata que “sabíamos que había un proyecto educativo desde antes de tener al niño (…) lo conocíamos más desde el activismo” (Merapi, socio hombre 2).
Observamos, pues, una tendencia inicial a la homogeneización de participantes (Caffentzis y Federici, 2019) que acceden a las tres iniciativas estudiadas, en consonancia con el carácter sociopolítico, transformador y colectivo de sus propuestas (Díaz Gorfinkiel y Elizalde-San Miguel, 2021; Keller-Garganté, 2023; Rendueles, 2024). Sin embargo, una vez los proyectos están en marcha, en Ciudados y Merapi comienzan a combinarse las vías excluyentes con otras más incluyentes y democráticas (Keller-Garganté, 2023). Es importante comprender que ambas iniciativas, por la naturaleza de su actividad relacionada con el ciclo vital de criaturas y personas ancianas, requieren una rotación constante y acceso fluido de participantes, mientras que Urcoop, al ser una cooperativa de trabajo asociado, además, pequeña (5 cooperativistas), exige un mayor compromiso de permanencia por parte de quienes se asocian a ella. Así, años después de la creación de Ciudados, el boca a boca sigue siendo fundamental, también en circuitos informales con trabajadoras sociales de centros de salud y centros relacionados con temática migratoria (cuaderno de campo III), pero se amplía la presencia de los proyectos a Internet. Una intermediadora de la asociación expresa que “a partir del 2018 ya es la gente, el boca a boca, (...) y la página web” (Ciudados, intermediadora laboral mujer 1). En Merapi, algunas familias recién llegadas a la ciudad o sin trayectoria activista conocen la asociación mediante la búsqueda en la red de redes de iniciativas alternativas al sistema formal educativo, donde encuentran a Merapi como proyecto idóneo del que formar parte (e-reserch), atestiguado así por un socio con recorrido en Merapi:
“Hay una plataforma [página web] de proyectos educativos alternativos y lo encontraron por ahí y creo que no tienen ningún recorrido en movimientos asamblearios o en organizaciones sociales o políticas; que venían más por la búsqueda de otro tipo de educación para sus hijos”. (Merapi, socio hombre 2)
En ambos casos, la búsqueda por Internet de fórmulas alternativas de cuidado está condicionada por un interés previo (Keller-Garganté, 2023), como son las condiciones dignas en el empleo del hogar en Ciudados, y los modelos educativos y de crianza respetuosos en Merapi, lo cual redunda en las “comunidades cerradas” (Caffentzis y Federici, 2019, p. 55) con reducida “mixticidad social” (Keller-Garganté, 2023, p. 55). Ante esto, los colectivos hacen labores divulgativas de sus propuestas (Berná Serna et al., 2024) saliendo a la calle: Merapi distribuye cartelería en los alrededores de distintos centros educativos y zonas verdes de la ciudad, y, Ciudados pega carteles y reparte trípticos informativos en las calles de su barrio, que da cuenta de la necesidad de ampliar sus cauces a diferentes sectores sociales.
Una vez dentro, la participación en las actividades de las iniciativas es paulatina y se acompaña en los tres proyectos. En Urcoop, primero se adquiere carácter de trabajadora contratada y después de socia cooperativista con acceso a la asamblea, acompañada de socias cooperativistas con recorrido, tal y como explican una recién asociada a la cooperativa y la socia que la acompaña en su “integración”:
“Y hace dos años como con [una socia fundadora] tenía mucha relación y eso pues me dijo que ellos estaban agobiados de trabajo (...) entonces estuve colaborando con ellos en varias cosas. Y así poco a poco pues he ido entrando en la cooperativa. Hasta ahora que ya llevo eso, un año lo que pasa es que ya como socia llevo menos”. (Urcoop, socia mujer 2)
“En el último tiempo lo que más me ha ocupado ha sido la integración de X [persona recién asociada a la cooperativa]”. (Urcoop, socia mujer 1)
El acceso pausado de Ciudados tiene lugar mediante encuentros entre intermediadoras laborales y trabajadoras del hogar recién asociadas. La “acogida de las nuevas” es un proceso mediado por la “escucha” (Ciudados, intermediadora laboral 2) y por la formación en cuidados y autocuidado (cuaderno de campo III). En Merapi la entrada gradual de las personas recién asociadas implica que sólo una vez pasados tres meses desde que sus criaturas comienzan a asistir al espacio, pueden participar en las asambleas y entrar en un whatsapp grupal. Hasta entonces se pone en práctica el “amadrinamiento”, proceso que proporciona una acogida “cálida” de las familias entrantes. Así lo atestigua una recién asociada al colectivo, que describe su puerta de acceso como un acto cuidador:
“El acompañamiento de familias nuevas, es llamar , esperarte ahí 3 horas a que vengan las nuevas familias al espacio… esto lo hacía ella [la socia que la “amadrinó”] con una sonrisa y con mucho amor (…). Fue la persona que me llamó, estuvo media hora contándome de qué iba Merapi, como súper simpática, luego llegué y, pues siempre como cálida, abrazando, con una sonrisa”. (Merapi, socia mujer 6)
El análisis sobre las barreras que obstaculizan el acceso a las iniciativas comunitarias de cuidados revela los “costes de participación” (Keller-Garganté, 2023) en estos colectivos. Por un lado, emerge la importancia de las trabas monetarias o límites materiales (Di Masso et al., 2021), que abordamos mediante el estudio de aportaciones de capital de cooperativistas y compra de materiales (Urcoop), pago de cuotas de las familias asociadas (Merapi y Ciudados), establecimiento de sueldos de las personas asalariadas y socias cooperativistas, que afecta a las tres iniciativas. Por otro lado, se abordan límites etarios (Urcoop). Asimismo, observamos los costes de tiempo (García et al., 2021; Keller-Garganté, 2023) que conlleva la dedicación a los tres proyectos. Finalmente, consideramos las trabas legales que afrontan en Ciudados. Sin negar la realidad precaria que viven estos colectivos organizados en torno a los cuidados, se abordan los esfuerzos que realizan mediante la implementación de distintas “estrategias de inclusión” (Keller-Garganté, 2023) para responder a los retos que presentan estas barreras (ver Tabla 2).
Observamos que las iniciativas tienen en común formas diversas de balancear limitaciones monetarias del acceso (Di Masso et al., 2021; Keller-Garganté, 2023) mediante estrategias de socialización de gastos y de financiación, como venta de material promocional (camisetas y bolsos), de bebidas y comida en foros como mercados sociales, jornadas de puertas abiertas o fiestas celebradas en espacios públicos (e-research y cuadernos de campo).
Por su carácter cooperativista, Urcoop se rige por una aportación inicial de capital para acceder a la figura de socia. Las aportaciones han incrementado su valor a medida que los sueldos se han asegurado, de manera que los esfuerzos iniciales de quienes fundaron la iniciativa se compensan con los esfuerzos monetarios de quienes acceden posteriormente, mediante una estrategia de “contraprestación” no hacia lo público como en los casos analizados por Zibecchi (2018), sino hacia la propia comunidad, y en forma monetaria, tal y como lo relata una socia fundadora:
“Hicimos una aportación al capital social como cualquiera que accede a una cooperativa. Los que la fundamos aportamos 1.000 euros al capital social en aquel momento. (...) las dos últimas compañeras que han entrado han puesto 3.000 euros (...) entre otras cosas porque los socios que iniciamos la cooperativa nos pasamos varios años sin cobrar. Entonces, ahora mismo esto ya no pasa”. (Urcoop, socia mujer 1)
Como estrategia de socialización de gastos y financiación que afronta costes materiales de los inicios de la cooperativa, se acciona una campaña de crowdfunding avalada por activistas de referencia (e-research) que muestra la fuerte conexión de Urcoop con los Movimientos Sociales. Para alcanzar parte del dinero necesario para la puesta en marcha del proyecto en la cofinanciación participan 200 personas o entidades (e-research). Paralelamente, destacan los esfuerzos monetarios y temporales realizados para lograr salarios del conjunto de cooperativistas: a la falta de rentabilidad de sus alimentos agroecológicos y su difícil competencia en el mercado, se suma que, realizar el “turno de niños” durante los primeros cinco años supuso un gasto equivalente a la financiación recibida por parte de una cooperativa de servicios financieros éticos y solidarios para la puesta en marcha de su actividad, tal y como lo relata una de sus socias fundadoras:
“Hasta el momento no hemos hecho ninguna valoración sobre el ‘turno de niños’. Lo único que hemos calculado es que todo el dinero que recibimos de X [cooperativa de servicios financieros éticos y solidarios] para la puesta en marcha del proyecto, los 60.000 euros, los hemos gastado en estos cinco años en el ‘turno’”. (Urcoop, socia mujer 1, cuaderno de campo)
Frente al aparente acceso limitante al “turno de niños” por su condición etaria, se implementa una estrategia de readaptación de roles. Al incorporarse una nueva socia cuya hija difiere ampliamente en la edad de las criaturas del “turno de niños”, el colectivo adapta y amplía la comunalización del cuidado de sus criaturas mediante la creación de una nueva figura, que prevén facilitará el acceso al “turno de niños” de una joven que toma el rol de cuidadora de las criaturas. Así lo explica una de las socias que entró a la cooperativa años después de su puesta en marcha:
“Yo no, no pude [participar en el turno de niños] por eso porque me he metido más tarde y mi hija es mayor. Ya para este año en algunos momentos, mi hija, va a cuidarles ella. (...) ella también va a ser parte [del ‘turno de niños’]”. (Urcoop socia mujer 2)
Las cuotas que pagan mensualmente las familias asociadas en Merapi se destinan mayoritariamente a costear los sueldos de las acompañantes contratadas. Son salarios bajos, tal y como perciben las acompañantes, y generan cierto malestar al percibir que no compensan el trabajo realizado, y también al entender que las cuotas suponen trabas monetarias para algunas familias. Así lo atestiguan una acompañante asalariada y una socia de Merapi:
"nuestro sueldo es bajo, esa es la verdad. Entonces en ese sentido, pues a veces tengo un poco de… jolín, me encanta lo que hago, pero también me gusta que se me valore también económicamente (...) hay familias que se lo pueden permitir y otras que no”. (Merapi, acompañante mujer 1)
“el perfil de familias de Merapi es un perfil…hay un poco de todo pero que no es un cole elitista y hay gente, bueno, que le cuesta pagar el cole”. (Merapi, socia mujer 5)
En Merapi, para hacer frente a los “costes de participación” (Keller-Garganté, 2023, p. 182) monetarios se acciona otro mecanismo de contraprestación intra-comunitaria (a diferencia de la estudiada por Zibecchi, 2018), en este caso doble, que sustituye dinero por tiempo y trabajo. Por una parte, existe un conjunto de tareas “obligatorias” recogidas en un cuadrante rotativo (Merapi, cuaderno de campo), como la limpieza de los baños, que reducen costes colectivos. Por otra parte, establecen un sistema de trabajo “voluntario” que se remunera y permite rebajar las cuotas de las familias que se prestan a ello como, por ejemplo, acompañar a las criaturas mientras se celebran las asambleas. Que las tareas de carácter “voluntario” sean remuneradas puede reflejar una paradoja que, sin embargo, permite acceder a familias que de otra manera no podrían hacerlo. Este aspecto favorece la “mixticidad social” (Keller-Garganté, 2023, p. 75) de perfiles monetarios de las familias asociadas, lo que hace que el acceso al espacio no resulte elitista a diferencia de otros (Pérez Rueda, 2023). Mediante el relato de una de las socias de Merapi conocemos la variación de cuotas en función de la dedicación de las familias a determinados trabajos:
“Yo ahora estoy pagando casi 300 euros [mensuales], depende de lo que hagas. (...) hay familias que están pagando 56 euros, porque limpian todos los fines de semana, por ejemplo, y bueno, acompañan [a las criaturas] y se ha ido repartiendo ¿no? Pero si haces mucha limpieza y luego te ofreces para acompañar a los peques (...) te vas reduciendo la cuota”. (Merapi, socia mujer 6)
Sin embargo, la realización del trabajo “voluntario” supone un importante coste temporal que entorpece el acceso de familias con menor autonomía en la gestión de sus tiempos y la disponibilidad de tiempo también deviene una de las barreras más acuciantes (Keller-Garganté, 2023; Berná Serna et al., 2024). Así es en Ciudados, donde las trabajadoras del hogar dedican su escaso tiempo de ocio a participar políticamente en la asociación, emergiendo como factor de exclusión en el complicado manejo simultáneo de tiempos, además, entre el sostén dinerario, y la participación sociopolítica (Sagastizabal, 2019). Asimismo, debido al marco legal migratorio (Giménez, 2023), sólo quienes hayan regularizado su situación administrativa pueden acceder a la bolsa de trabajo y, por tanto, al estatus de socia. Frente a esta barrera legal, la iniciativa ofrece acceso total, independiente de la situación administrativa legal de quienes se acercan a la asociación, a todas las actividades como la formación en cuidados y autocuidado así como a los recursos específicos de asesoramiento legal y laboral.
La propuesta inclusiva de Ciudados se asienta en plantear una cuota mensual “simbólica” a las familias que apuestan por afrontar los cuidados de la vejez con la provisión de los cuidados de las trabajadoras del hogar de la bolsa de empleo de Ciudados. Se trata de una cuota mensual de “30 euros por mes (...) que, en realidad, es muy simbólica” (Ciudados, antigua intermediadora), no supone una barrera monetaria importante según se percibe en el colectivo y hace partícipes del proyecto comunitario a las familias. Además, se abre la opción a cualquiera que así lo desee de hacer aportaciones dinerarias a la asociación (e-research). Pero las familias también han de hacer frente al coste monetario de los salarios de las trabajadoras que contratan mediante la intermediación laboral que presta la asociación. Ciudados fija los salarios de las trabajadoras del hogar en base a las tablas del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y en el caso específico de la provisión de cuidados establece incrementos en las nóminas. Así, las familias que acceden a este tipo de cuidados están dispuestas a afrontar estos costes adicionales, lo que da muestra de su sensibilidad y concienciación previa (Keller-Garganté, 2023). Así retrata una de las participantes de Ciudados la sensibilidad hacia el sector de trabajadoras del hogar de las familias que acuden a la asociación:
“las familias que (...) contratan a través de Ciudados, es porque ya tienen, una determinada conciencia y entonces están predispuestas a respetar las condiciones de trabajo que hay que respetar, y son, fundamentalmente, los salarios”. (Ciudados, antigua intermediadora y actual voluntaria)
En este colectivo son conscientes de que estos salarios de las trabajadoras del hogar suponen un obstáculo material para aquellas familias que no disponen de recursos suficientes para afrontar los costes de esta provisión de cuidados y muestran su inquietud por quienes no pueden acceder, tal y como expresa una de sus fundadoras:
El reclamo específico de generalización de sus propuestas está presente de diversas maneras en las tres iniciativas: la negativa a replegarse a sus propios intereses, la reafirmación de la dimensión política de los proyectos y, una aspiración al cambio total del sistema de cuidados (ver Tabla 2).
En todas ellas se percibe un claro distanciamiento de un modelo empresarial de prestación de servicios, pues la premisa colectiva y su sostenimiento en común requieren de un compromiso más amplio y de no replegarse a los propios intereses (Keller -Garganté, 2023). Así expresa el carácter más “global” de Merapi una de sus antiguas socias, se recalca a las trabajadoras del hogar en una asamblea de Ciudados, y lo subraya una de las intermediadoras laborales entrevistadas:
“El proyecto no es una empresa o un servicio externo que tú decidas: ‘Pues voy a traer a los niños los lunes y los miércoles y voy a pagar los lunes y los miércoles’. Nooooo, esto es algo más global”. (Merapi, antigua socia mujer)
“Que sepamos qué es Ciudados: Somos asociación, chicas, no somos una empresa”. (Ciudados, cuaderno de campo II)
“hay muchas diferencias entre una agencia de empleo y Ciudados (...) somos asociación”. (Ciudados, mujer intermediadora 1)
La negativa a replegarse a sus propios intereses, se plasma en una reivindicación de la dimensión política de los proyectos estudiados. Ciudados hace referencia continua al “carácter político del proyecto” (cuaderno de campo I y II) y Urcoop se plantea su trabajo como “una aportación al entorno” desde la “priorización de los cuidados” en su web, mientras hace una divulgación sistemática en sus redes sociales de contenido politizador vinculado a la transformación social (e-research). La cooperativa proyecta el deseo de generalizar su modelo transformador feminista y anticapitalista, una postura que deviene acto, según lo expresa una de sus socias, al reivindicar su modelo de vida:
“te das cuenta de cómo estás interpelando, o sea, estás sacando una voz que mucha gente necesita oír (...) desde ahí puedes hacer una crítica, pues bueno, al capitalismo, por ejemplo, al patriarcado también. Y que la estás haciendo, de hecho”. (Urcoop, socia mujer 1)
El carácter político de los proyectos implica la voluntad de extender su modelo transformador de cuidados más allá de sus propias experiencias. En este sentido, las familias de Merapi son conscientes de que el tipo de atención recibida por sus criaturas en el proyecto podría entenderse como “un privilegio” pues, aunque “afortunadamente hay otros ámbitos dentro del sistema en los que también se consigue (...) hay que ser conscientes de que no hay muchos”. En algunos casos esto genera luchas internas pues “los privilegios, como individua, también son una fuente de conflictos” (Merapi, socia mujer 2) y de injusticias, tal y como lo atestigua una socia de Merapi:
“a ver cómo lidio yo con estas contradicciones porque… Bueno, pues porque es muy injusto, o sea que haya, que haya niñas que no puedan acceder a esto”. (Merapi, socia mujer 4)
Frente a esta expresión de contradicciones de la socia de Merapi, el discurso de Ciudados va un paso más allá en la aspiración de generalización. Por un lado, participa en foros públicos para concienciar a la población mediante actos de sensibilización (al menos dos al año) y trabajo de denuncia y concienciación a través de las redes sociales, y, también participa en movilizaciones de otros colectivos y causas sociales (e-research). Por otro, su discurso interpela a la transformación del sistema de cuidados en su totalidad, tal y como refleja la siguiente afirmación de una de las participantes entrevistada:
“no creemos que se pueda hablar del empleo de hogar y de cuidado sin hablar de políticas públicas y de la necesidad de reorganizar todo el sistema [de cuidados]”. (Ciudados, antigua intermediadora, actual voluntaria)
En definitiva, el deseo de generalización y cambio al que aspiran los tres proyectos conecta con su compresión del cuidado, según lo expresa una de las fundadoras de Ciudados, como “un derecho de todo el mundo y de la gente más precaria y más vulnerable”. (Ciudados, mujer grupo motor)
Tabla 2 Accesibilidad de las iniciativas comunitarias de cuidado: prácticas concretas y horizontes comunes
Comenzábamos este artículo conectando el surgimiento reciente de iniciativas comunitarias de cuidados con la “crisis de los cuidados” y señalando cómo estas experiencias nos invitan a imaginar horizontes donde los cuidados reciben el reconocimiento social y político que merecen, y se proveen mediante relaciones horizontales y democráticas, avanzando hacia lo que se ha denominado Democracias Cuidadoras (Tronto, 2013).
Desde un enfoque de casos de estudio, nuestro trabajo aborda el potencial democratizador de las iniciativas estudiadas, desde su accesibilidad. En concreto, partiendo del Marco de democratización del cuidado (Ezquerra y Mansilla, 2018) reajustado por Keller-Garganté (2023), analizamos tres proyectos comunitarios de cuidados: Ciudados, Merapi y Urcoop. Para ello indagamos en cómo estas iniciativas conforman maneras accesibles de articularse para llegar a sectores de la población más amplios y generalizar sus propuestas, y hasta qué punto adolecen de una accesibilidad condicionada y limitada (Di Masso et al., 2021; Keller-Garganté, 2023; Berná Serna et al., 2024) y se constituyen en “comunidades cerradas” (Caffentzis y Federici, 2019, p. 55) no generalizadas ni generalizables.
Nuestro análisis aborda, en primer lugar, los cauces de entrada. Identificamos, por un lado, coincidencias en la expansión de canales y procesos de acceso. Inicialmente predominan las entradas excluyentes, desde “estrechos” circuitos informales preexistentes condicionados por lazos de parentesco y amistad. Más adelante el círculo “se ensancha” hasta las relaciones de barrio y cauces intermedios vinculados a circuitos formales preexistentes de militancia. Sin embargo, puede redundar en una homogeneización endógena identitaria pues estos círculos aparentemente ampliados generan, a su vez, estrechez mediada por el “cierre” del colectivo y una fuerte identidad grupal, en línea con lo detectado en el trabajo de Díaz Gorfinkiel y Elizalde-San Miguel (2021).
Por otro lado, sin embargo, encontramos una diversificación de cauces de entrada conforme los proyectos se van consolidando. Resulta evidente que la necesidad de incluir nuevos participantes en Ciudados y Merapi es determinante debido a que su actividad es intrínseca al ciclo vital de criaturas y personas ancianas. Así los cauces más excluyentes se solapan con accesos más “anchos”, incluyentes y democráticos (webs, redes sociales, cartelería) impulsando la entrada de nuevas participantes y, en el caso particular de Ciudados, sumándole algunas redes informales no protocolizadas de colaboración con lo público, que redundan en una facilitación del acceso y un aumento del potencial generalizador. Frente a eso, en Urcoop, los cauces son más restrictivos y el flujo de participantes tiene menos recorrido mayoritariamente por el compromiso que requiere la figura de persona socia de pequeña cooperativa de trabajo.
En segundo lugar, observamos que los cauces de entrada se entrelazan con costes de distinto carácter que derivan en obstáculos limitantes. Los estudios de Keller-Garganté (2023) identifican “costes de participación” monetarios y temporales. Junto a estos, el análisis de nuestros casos revela, además, obstáculos legales y etarios. Los colectivos, conscientes de estos costes, implementan diferentes estrategias de inclusión. Por un lado, las iniciativas enfrentan una serie de gastos de puesta en marcha y actividad cotidiana (compra de material, salarios…). Esto genera barreras monetarias (compra de materiales, cuotas mensuales o aportaciones iniciales al capital) limitando la accesibilidad de sectores precarizados, que los colectivos solventan mediante estrategias de socialización de costes y financiación externa. Por otro lado, los proyectos adolecen de altas demandas temporales y el tiempo invertido opera de manera antitética: en el caso de Merapi, actúa como factor de inclusión reduciendo las cuotas a cambio del trabajo y el tiempo dedicado, en lo que puede entenderse como una estrategia de contraprestación. Pero, en otras ocasiones, la necesaria disponibilidad temporal actúa en las iniciativas como barrera limitante para quienes tienen jornadas laborales más amplias o poca autonomía en la gestión de sus tiempos. En Urcoop la estrategia contraprestativa opera de manera inversa en el tiempo mediante aportaciones de capital posteriores que compensan esfuerzos de quienes fundaron la iniciativa. Además, al analizar el caso de Ciudados, encontramos barreras legales que impiden el acceso a un contrato laboral de aquellas personas en situación de irregularidad administrativa. Frente a ello, se implementan estrategias internas de politización que trascienden la coyuntura normativa y establecen cauces alternativos que permiten su acceso a la formación en cuidados y autocuidados, así como asesoramiento legal y laboral. Finalmente, esta misma estrategia de politización se plasma en las cuotas simbólicas que facilitan la inclusión de las familias a Ciudados, la cotización y remuneración del “turno de niños” en Urcoop y, además, se refleja en los procesos de entrada paulatinos y acompañados de las nuevas incorporaciones que proponen los tres colectivos. Finalmente, frente a los límites etarios, se implementan estrategias internas de readaptación de roles como en la ampliación del “turno de niños” de Urcoop, que facilita el acceso de nuevas participantes.
El potencial democratizador de las tres iniciativas se evidencia en un horizonte común de vocación generalizadora que se plantea en dos direcciones: incluir a más personas y no excluir a nadie. Las tres iniciativas muestran su negativa a replegarse a sus propios intereses y reivindican su dimensión política y colectiva, algo que ya identificó Keller-Garganté en investigaciones previas (2023). Junto a esto, nuestro estudio revela cómo las prácticas comunitarias de cuidados analizadas aspiran a trascender sus experiencias particulares para incidir en su entorno y, en última instancia, contribuir a una transformación total del sistema de cuidados. Sin embargo, cabe preguntarse si la propuesta de las iniciativas comunitarias de cuidados podría resultar atractiva y alcanzar a sectores menos politizados. En este sentido se abre un interesante debate político de la sociedad en su conjunto (Tronto, 2013): la posibilidad, los desafíos y complejidades de ensanchar, incluso universalizar el acceso a la provisión y/o recepción de estos cuidados, mediante el surgimiento o refuerzo de redes público-comunitarias (Comas-D’Argemir, 2019; Martínez-Virto y Hermoso-Humbert, 2021). Sin duda, esto plantearía nuevas preguntas y líneas de investigación como conocer los encuentros y desencuentros de las iniciativas comunitarias de cuidado con lo público, o estudiar las alianzas entre las propias iniciativas, y entre estas y otros agentes de su entorno.
Retomando la pregunta que da título a nuestro artículo ¿Un derecho de todo el mundo y de la gente más precaria y vulnerada también?, podemos concluir que las iniciativas analizadas ofrecen ejemplos esperanzadores de prácticas locales insertas en tramas del cuidado comunitario que replantean la organización social de los cuidados a la vez que incorporan la potencia para “remodelar nuestra vida política” (Tronto, 2013). Conscientes de sus limitaciones y contradicciones, reafirman su compromiso con el sostenimiento de lo común desde el reconocimiento de la centralidad del cuidado como eje vertebrador de sus proyectos de vida y empleo. Ciudados, Urcoop y Merapi son nombres ficticios pero su cotidianidad se desenvuelve entre precariedades reales que viven desde la creación e imaginación colectiva para diseñar estrategias de inclusión comunitaria. Son sólo tres iniciativas concretas, pero son referentes que nos inspiran para dibujar un horizonte de democratización y transformación de la organización social de los cuidados.
[1] Ver especialmente el monográfico de esta revista coordinado por Martínez-Buján y Vega (2021), así como los volúmenes editados por Vega et al. (2018) y por Ezquerra et al. (2022).
[2] Por ejemplo, del Moral-Espín (2017) aborda bancos de tiempo, Celi y Ezquerra (2020), Keller-Garganté y Ezquerra (2021), los espacios de cuidados de personas mayores; Keller-Garganté (2017) y Martínez-Bujan et al. (2021) los espacios de cuidados para la primera infancia.
[3] Los nombres originales de estas iniciativas han sido sustituidos por otros ficticios para garantizar su anonimato y la privacidad de quienes han participado en la investigación.
[4] Aunque los talleres de creatividad social no se analizan en este artículo, consideramos necesario mencionarlos por constituir una de las herramientas del conjunto de técnicas de la presente investigación. Los talleres, en los que participaron 28 personas (22 mujeres y 6 hombres) han sido ampliamente analizados en otras publicaciones como Legarreta-Iza et al. (2024).
[5] Sugerencia de cita / Suggested citation: de Blas-Buruaga, I., del Moral-Espín, L., y Ugena-Sancho, S. (2025). ¿“Un derecho de todo el mundo y de la gente más precaria y vulnerada también”? Iniciativas comunitarias de cuidado, accesibilidad y transformación de la organización social de los cuidados. Revista Española de Sociología, 34(4), a279. https://doi.org/10.22325/fes/res.2025.279