La ansiedad, la depresión y otros trastornos que afectan a la salud mental han sido parte de la vida humana desde siempre, afectando al trabajo, a la vida y al desarrollo personal. Los asuntos de salud mental pueden considerarse un problema generalizado pero que ha sido considerado del ámbito privado y en ciertas épocas históricas un tabú. Según Naciones Unidas la salud mental se puede definir como un estado de bienestar en el que un individuo se da cuenta de sus propias capacidades y puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, trabajar productivamente y hacer una contribución a su comunidad. En el caso de los niños, niñas y adolescentes, se refiere a la capacidad de lograr y mantener un funcionamiento y bienestar psicológico óptimos (United Nations, 2017).
Se estima que alrededor de mil millones de personas en todo el mundo padecen algún tipo de enfermedad mental y durante el período de pandemia por COVID-19, en 2020, los casos de depresión y ansiedad aumentaron más del 25% (World Health Organization [WHO], 2022). Por otro lado, pero directamente relacionado, la tasa de suicidios en España sigue aumentando. Según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2023 hubo 4.116 suicidios en España, lo que supone un aumento considerable en comparación con 2019 (3.671 suicidios) (Instituto Nacional de Estadística [INE], 2024; Confederación Salud Mental España, 2021). En este contexto los riesgos de la salud mental y la necesidad de tratamientos se han abierto al debate público y social, y se han desarrollado medidas desde las áreas de salud pública, como la nueva estrategia de salud mental propuesta por el gobierno en 2023, 1 que la señala como una prioridad dentro del ámbito sanitario.
Haro et al., (2006) en el Estudio Europeo de la Epidemiología de los Trastornos Mentales describieron que un 15,7% de los hombres y un 22,9% de las mujeres en España presentaron alguna vez en la vida un trastorno mental (las mujeres mostraron mayores niveles de ansiedad y trastornos emocionales, mientras que los hombres tienen una mayor prevalencia de trastornos relacionados con el uso de sustancias), e indicaron que las tasas son más altas entre las personas con un estatus socioeconómico inferior (en términos de ingresos, educación y empleo), pero son más bajas entre las personas casadas en comparación con las solteras.
Ello muestra que la salud mental o los problemas de salud no son compartimentos estancos, sino que se ven condicionados por factores personales y externos (Comisión Europea, 2023). Por lo tanto, la salud mental merece al menos el mismo nivel de atención que la salud física.
Con todo ello, el objetivo principal de esta investigación es analizar los factores que pueden tener un efecto en la salud mental de las mujeres que trabajan en el área de la ciencia y la investigación científica en España.
MARCO TEÓRICO
Entre los diversos factores que influyen en la salud mental, el estrés laboral se da en el ámbito profesional, vinculado a variables como fatiga, depresión o ansiedad y tiene efectos adversos claros en los trabajadores (Boyd, 1997), como la inestabilidad emocional que impide ejercer sus tareas correctamente (Díaz et al., 2019), o la falta de capacidad respuesta frente a las presiones laborales (Navinés et al., 2021).
Una de sus patologías comunes es el síndrome de desgaste profesional o burnout, considerado un trastorno que ocurre como resultado del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito (Organización Mundial de la Salud, 2023).
Lundberg (1986) descubrió que, cuando se observan medidas fisiológicas, en todos los niveles ocupacionales, las mujeres que trabajan en entornos laborales estresantes obtienen puntuaciones significativamente más bajas en variables de salud, en comparación con los hombres. Por otra parte, las mujeres también informan que el estrés laboral interfiere más en su vida personal, lo cual puede ser un reflejo de la mayor carga de responsabilidades familiares que asumen (Doyle y Hind, 1998).
En el ámbito académico, los estudios previos indican que el personal presenta niveles más altos de estrés psicológico y niveles más bajos de satisfacción laboral en comparación con otros grupos profesionales (Kinman, 2001; Kinman y Jones, 2003; Winefield et al., 2003). Además, el trabajo se presenta como la causa más importante de estrés en sus vidas y la investigación como la principal causa de estrés en el trabajo (Abouserie, 1996; Thorsen, 1996). Los académicos que trabajan más de 50 horas a la semana, o que se llevan trabajo a casa con regularidad, presentan una salud psicológica significativamente peor (Kinman et al., 2006), y en estudiantes de doctorado o postgrado hay preocupantes síntomas de ansiedad y/o depresión (ya sean moderados o graves) demostrados en estudios previos (Hall, 2023; Chirikov et al., 2020; Sorrel et al., 2020; Evans et al., 2018; Levecque et al., 2017). La falta de atención a la salud mental de los empleados puede disminuir la calidad de la investigación y provocar la pérdida de talento en la investigación (Wellcome, 2020).
Los efectos del estrés son diferentes en función de factores como el género, la etnia, la clase social, o la situación familiar, y pueden afectar de manera interseccional a la salud mental. En cuanto al factor género, hombres y mujeres presentan diferencias en el impacto que ejerce el estrés laboral sobre su salud mental. Las dinámicas de género en los contextos académicos actuales siguen siendo muy complejas, desde el enfoque de igualdad hasta el capitalismo académico. La precariedad laboral se asocia significativamente con mala salud mental en hombres y en mujeres, aunque dimensiones específicas como el nivel salarial o la vulnerabilidad (mayor en mujeres) se relacionan con un peor estado de salud mental (Valero et al., 2022). Las mujeres, en sus primeros años de carrera profesional experimentan un mayor grado de estrés que los hombres (Garcés-Delgado et al., 2023). En la productividad académica, especialmente en publicaciones o citas, las mujeres se enfrentan a barreras como la falta de tiempo para la investigación, la sobrecarga de trabajo administrativo y de enseñanza y el sesgo en las redes de citación (Dorantes-Gilardi et al., 2022; Segado-Boj et al., 2021; Huang et al., 2020). Desde la perspectiva de género, los usos del tiempo dedicado al trabajo de cuidados y doméstico ha sido largamente estudiados (Moreno-Colom et al., 2023; Selma Penalva, 2019; López y Rasskin-Gutman, 2019; Gamboa Solís y Pérez Abreu, 2017; Pacheco Ladrón de Guevara, 2017; Arriagada, 2005).
Las mujeres que trabajan en el sistema científico y académico suelen enfrentar una doble carga de trabajo, el laboral y el cuidado no remunerado, ya sea de hogar, mayores o hijos, lo que crea un estrés adicional por la gestión de sus responsabilidades.
Este trabajo de cuidados de las mujeres -tradicionalmente circunscrito al ámbito privado- se replica en la universidad tanto respecto de sus pares hombres como con estudiantes, principalmente a partir de su inserción predominante en labores de gestión universitaria (Crocco-Valdivia y Galaz-Valderrama, 2023). El cuidado es una fuente de recursos invisibles, que no se recogen en indicadores económicos, pero que supone un coste para las personas sobre las que recae, mayoritariamente las mujeres (Durán, 2018a; Durán, 2018b). El cuidado es “una actividad relacional, con varias dimensiones, aparte de la material, ya que involucra además una dimensión emocional (afectos, emociones, sentimientos, implicados en el cuidado), y otra dimensión moral (la responsabilidad que se adquiere, quién se siente llamado a cuidar y cómo lo hace)” (Martín Palomo y Damamme, 2020, p. 206)
De este modo la desigual distribución de las tareas en las sociedades occidentales afecta en mayor medida a las mujeres, en el ámbito personal hacia dimensiones como la salud, la economía o las relaciones sociales (Rogero-García, 2010), mientras que en la academia las cargas de trabajo no reconocidas formalmente afectan a su participación en actividades de investigación (Pérez-Sedeño y Ortega, 2017), y en muchas ocasiones el apoyo necesario para equilibrar las responsabilidades de cuidado y laborales es insuficiente o no existe.
Otro factor relevante de la desigualdad de género es la falta de políticas laborales flexibles, de conciliación o más apoyo institucional que facilite el cuidado, lo que se puede equiparar a una red de apoyo en el ámbito familiar privado y del mismo modo ser determinante para aliviar la carga. Esto no solo agrava el estrés laboral, sino que también afecta al desarrollo personal y profesional, afectando de manera desproporcionada a las mujeres en la academia española (Montes-López y Simbürger, 2021).
El acceso al capital social y a las redes de apoyo puede ser más limitado en los ambientes académicos, donde las jerarquías están dominadas por hombres (van Helden, 2023; van Emmerik, 2006), lo que puede afectar a la percepción de apoyo social disponible y real que presentan las mujeres.
El apoyo social puede definirse en términos generales como la disponibilidad de relaciones de ayuda y la calidad de esas relaciones (Leavy, 1983). El concepto de apoyo se considera una sensación cognitiva, donde no se trata de recibir un apoyo real o sistemático, sino más bien una sensación general de tener un entorno constructivo, preocupado, atento, comprensivo y tranquilizador (Dericks et al., 2019). El apoyo social percibido es la percepción individual de que se recibirá ayuda cuando sea necesario. El apoyo social proveniente de un grupo social permite a las personas hacer frente a eventos estresantes (Atri y Sharma, 2006; McCorkle et al., 2008).
A lo largo del tiempo, los investigadores en ciencias sociales han intentado identificar los factores que reducen o eliminan los impactos negativos del estrés en el entorno laboral y el apoyo social de la familia o amigos es uno de los que ha demostrado tener efecto regulador beneficioso en la relación entre trabajo y estrés (Wu et al., 2021) y una asociación positiva con la salud mental (Barrón López de Roda y Sánchez Moreno, 2001). A medida que aumenta el nivel percibido de apoyo social, la relación entre el estrés y la tensión laboral disminuye, es decir, las personas con altos niveles de apoyo social mostrarán menos estrés laboral (Blau, 1981; Ganster et al.,1986; Sears et al., 2000) y el apoyo social del supervisor reduce los efectos nocivos del conflicto trabajo-familia sobre el agotamiento profesional (Rhnima et al., 2016). Existe un óptimo apoyo social cuando el apoyo social percibido y el apoyo social real se alinean (Onuoha y Idemudia, 2020).
Por otro lado, el apoyo social como moderador ha generado controversia, ya que algunos estudios lo corroboran (Cobb, 1976; House y Wells, 1978), mientras que otros no (LaRocco y Jones, 1978; Hogan et al., 2002). Otros autores apuntan a que el apoyo social puede ser un modulador del impacto de las fuentes de estrés en la depresión y las molestias físicas, por lo que cuando hay altos niveles de apoyo social, el impacto de las fuentes de estrés se reduce (LaRocco et al., 1980; Ganster et al.,1986).
El objetivo principal que se plantea esta investigación es analizar el estrés y el apoyo social, como factores que tienen efectos sobre la salud mental de las mujeres que trabajan en investigación y ciencia en España, y en base a ello enunciamos las siguientes hipótesis (Se expone el modelo de investigación en la Figura 1):
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H1. El estrés percibido ejerce un efecto directo negativo sobre la salud mental de las mujeres investigadoras españolas.
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H2. El apoyo social percibido es un moderador de la relación de influencia entre el estrés y la salud mental de las mujeres investigadoras españolas, de manera que, a mayor apoyo social percibido, menor efecto del estrés sobre la salud mental de las mujeres investigadoras españolas.
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H3. La edad es un moderador de la relación de influencia entre el estrés y la salud mental de las mujeres investigadoras españolas, de manera que, a mayor edad, menor efecto del estrés sobre la salud mental de las mujeres investigadoras españolas.
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H4. El apoyo social y la edad son moderadores de la relación de influencia entre el estrés y la salud mental de las mujeres investigadoras españolas, de manera que, a mayor apoyo social percibido, menor efecto del estrés sobre la salud mental y a mayor edad, menor efecto del estrés sobre la salud mental de las mujeres investigadoras españolas.
Figura 1 Modelo de investigación de la relación entre el estrés y la salud
mental, moderado por el apoyo social y la edad
METODOLOGÍA
Participantes
La muestra de conveniencia estaba comprendida por 231 registros de mujeres investigadoras de cualquier área científica de España (M años = 49,94, DE = 11,09, rango de edad = de 25 a 75). Las Comunidades Autónomas más presentes fueron Madrid (26,52%), Cataluña (13,04%), Valencia (11,30%), Andalucía (12,61%) y Aragón (11,74%). Se recogió el consentimiento informado de todas las participantes, respetando las normativas éticas y deontológicas y los datos fueron anonimizados para su tratamiento.
Instrumento y medidas
En primer lugar, se consideraron las variables sociodemográficas: edad (divididas en grupos de 18-25, 26-35, 36-45, 46-55, 56-65, más de 66), estado civil (Soltera/ Pareja de hecho/ Casada / Separada / Divorciada / Viuda), comunidad autónoma de residencia y circunstancias familiares (tener hijos menores o mayores de edad, o no tener hijos).
Salud mental auto-percibida. Se utilizó el cuestionario GHQ-12 (Goldberg y Williams, 1988), test auto-administrado de cribado que identifica el malestar psicológico y detecta trastornos comunes en la población general (Goldberg y Williams, 1988; McDowell, 2006) y es uno de los instrumentos de cribado validado más utilizado (Brabete, 2014). Consta de 12 ítems, distribuidos en positivos (ítems 1, 3, 4, 7, 8 y 12) y negativos (ítems 2, 5, 6, 9, 10 y 11), cada uno de los cuales evalúa la gravedad de un problema mental durante los últimos meses utilizando una escala tipo Likert de 4 puntos (desde 0 = Nunca / No, en absoluto a 3 = Siempre / Mucho más de lo habitual). La puntuación se utiliza para generar un índice total, que va desde 0 hasta 36, sumando todos los valores obtenidos en los enunciados de la escala (a medida que aumentan las puntuaciones disminuye el nivel de salud mental; valores positivos α = 0.85, M =3.09, DE = 0.75; valores negativos α = 0.84, M = 3.53, DE = 0.62).
Apoyo social percibido. Se utilizó la escala multidimensional de apoyo social percibido (MSPSS) (Zimet et al., 1988), que se compone de 12 ítems sobre el apoyo social percibido de tres fuentes: familia (ítems 1, 2, 3, y 4; α = 0.93), amigos (ítems 5, 6, 7, y 8; α = 0.93) y pareja/persona especial (ítems 9, 10, 11 y 12; α = 0.97), utilizando una escala Likert de 5 puntos (desde 1 = totalmente en desacuerdo hasta 5 = totalmente de acuerdo).
Estrés percibido. Se utilizó la Escala de Estrés Percibido (Perceived Stress Scale, PSS) de Cohen et al. (1983) . Esta escala es un instrumento de auto informe que evalúa el nivel de estrés percibido durante los últimos meses. Consta de 14 ítems de carga positiva (ítems 1, 2, 3, 8, 11, 12, y 14; α= 0.82) o negativa (4, 5, 6, 7, 9, 10, y 13; α = 0.80; desde 0 = nunca, hasta 4 = muy a menudo. Se detallan los indicadores utilizados en las escalas en la tabla 1.
Tabla 1 Variables, escalas y medias por ítems.
Procedimiento
Se realizó una encuesta online a mujeres investigadoras pertenecientes a cualquier área científica de España. Para ello, el cuestionario fue distribuido de forma online a través de la plataforma Qualtrics. Las respuestas se recogieron entre marzo y abril de 2023.
Análisis de datos
Se comenzó el análisis realizando una revisión de los datos después de codificarlos para detectar posibles errores. Los valores perdidos fueron estimados con la media. A continuación, con los datos depurados, se realizó un análisis descriptivo de todas las variables. Para contrastar las hipótesis planteadas se llevó a cabo un análisis de moderación con la macro PROCESS v.4.2 para SPSS v.28 (Modelo 1 y 3) (Hayes, 2022). Este método está basado en el análisis de regresión lineal múltiple estimado por mínimos cuadrados ordinarios (OLS).
RESULTADOS
Análisis preliminares
A través de un ANOVA de un factor, se observó que existían diferencias en el bienestar y estrés en función del grupo de edad (p < 0,001). El grupo de edad de entre 26 a 35 años (M = 2,25, DE = 0,61), mostró mayores niveles de estrés con respecto a las personas de 46 a 55 años (p = 0,01), de 56 a 65 años (p = 0,001) y aquellas de 66 o más años (p = 0,002). En el caso del bienestar, las personas jóvenes (M = 4,55, DE = 0,00) o mayores de 66 años (M = 4,31, DE = 0,52), eran los que reportaron mayores niveles de bienestar con respecto al resto de grupos de edad. Así mismo, se observaron correlaciones estadísticamente significativas entre la salud metal, el apoyo social y el estrés. Es decir, a mayores niveles de estrés, peor salud mental (r(228) = 0,78, p < 0,001) y a menor apoyo social, peor salud mental (r(223) = 0,.247, p < 0,001).
Análisis de moderación de las variables apoyo social y edad
El modelo hipotetizado presentado en la figura 1 esperaba observar un efecto de interacción estadísticamente significativo entre el estrés y la salud mental moderado por la edad y el apoyo social. En primer lugar, se realizó un análisis de moderación con el modelo 1 de PROCESS (Hayes, 2022) (figura 2). Se observó un efecto estadísticamente significativo y positivo entre el estrés y la salud mental (B = 0,71, SE = 0,19, p < 0,001), lo que significa que, a mayores niveles de estrés por parte de las mujeres investigadoras, peor salud mental (Tabla 2). Esto confirma H1, que enunciaba que el estrés percibido ejerce una influencia directa negativa sobre la salud mental de las mujeres investigadoras españolas.
Ahora bien, no se observó un efecto del apoyo social sobre la salud mental (B = -0,00, SE = 0,09, p = 0,98) y, por tanto, no existe un efecto de interacción o de moderación del apoyo social entre la relación de estrés y salud mental (Tabla 2). La H2, que enunciaba que el apoyo social percibido es un moderador de la relación de influencia entre el estrés y la salud mental de las mujeres investigadoras españolas, no recibió soporte empírico (Figura 3).
A continuación, se realizó un análisis de moderación con el modelo 1 de PROCESS (Hayes, 2022) con la variable edad como variable moderadora (figura 4).
Coeficientes no normalizados de regresión (B)
*** = P < 0,001
Se observó un efecto estadísticamente significativo y positivo entre el estrés y la salud mental (B = 0,76, SE = 0,15, p < 0,001), lo que significa que, a mayores niveles de estrés por parte del personal investigador, peor salud mental (Tabla 2). Ahora bien, no se observó un efecto de la edad en la salud mental (B = -0,00, SE = 0,00, p = 0,91) y, por tanto, no existe un efecto de interacción o de moderación entre la edad en la relación de estrés y salud mental (Figura 5). Esto no apoya H3, que enunciaba que la edad es un moderador de la relación de influencia entre el estrés y la salud mental de las mujeres investigadoras españolas, de manera que, a mayor edad, menor efecto del estrés sobre la salud mental de las mujeres investigadoras españolas.
Finalmente, se llevó a cabo un análisis de moderación con el modelo 3 de PROCESS (Hayes, 2022) con la edad y la salud mental como variables moderadoras (figura 6)
No se observaron efectos entre el estré s (B = 0,03, SE = 0,92, p = 0,97), la edad ( B = - 0,00, SE = 0,03, p = 0,80) y el apoyo social ( B = - 0,18, SE = 0,45, p = 0,69) sobre la variable dependiente. (Tabla 2) Tampoco se observaron efectos de interacción entre las variables consideradas (p > 0,05), por lo tanto, la edad y el apoyo social no moderan el efecto del estrés sobre la salud mental de las mujeres investigadoras españolas (Figura 7). Con ello, la H4 no recibió apoyo empírico.
Figura 6 Moderadores apoyo social y edad
Coeficientes no normalizados de regresión (B) *** = P < 0,001
Tabla 2 Efectos de las variables estrés, apoyo social y edad sobre la salud mental en los tres modelos analizados
Aunque no se detectaron efectos condicionales significativos de las variables moderadoras, a través de un modelo 4 (PROCESS versión 4.3.; 10000 muestras de boostraping) se observó que un mayor apoyo social mejoraba el bienestar de las personas (B = 0,19, SE = 0,05, p = 0,001) y, con ello, disminuía el estrés (B = -0,48, SE = 0,04, p < 0,001). De este modo se aprecia un efecto indirecto estadísticamente significativo en el cual el apoyo social reduce el estrés gracias al incremento del bienestar de las personas (B = -0,09, SE = 0,03, CI 95% [-.16008, -.0365]).
El apoyo social por parte de una persona especial puede ser un mediador relevante entre el estrés y la salud mental. El estrés se veía reducido cuando se incrementaba el apoyo en concreto de una persona especial (B = -0,30, SE = 0,11, p = 0,007) y esto, a su vez, incrementaba la salud mental de las personas (B = -0,04, SE = 0,02, p = 0,04). Es decir, se observó un efecto indirecto estadísticamente significativo donde el apoyo social de la persona especial ejercía como mediador relevante en dicha relación (B = 0,01, SE = 0,00, CI 95% [.0006, .0346]).