Juan Jesús González es catedrático de Sociología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, donde imparte la asignatura de Estructura Social de España. El profesor González se ha formado en el oficio de sociólogo con lo mejor de la tradición sociológica española: Víctor Pérez Díaz, Ángel de Lucas y Alfonso Ortí. Gracias a ello tiene experiencia directa en el manejo del abanico completo de las técnicas principales para la recogida de datos —entrevistas en profundidad, grupos de discusión, encuestas—, algo no muy habitual en el gremio. Sus importantes contribuciones se han orientado en tres grandes líneas de investigación: sociología rural, sociología política y estratificación y estructura social. En cada una de estas grandes áreas ha realizado aportaciones de mucha enjundia en la forma de compilaciones, monografías o numerosos artículos e informes de investigación. Así, por ejemplo, Gómez Benito y González (
A esta sucinta enumeración se une la reciente publicación de esta ambiciosa obra que ha elaborado y compilado. El libro presenta un análisis sociológico empírico de la realidad española tras la Gran Recesión (2008-2013) y reúne catorce capítulos, en seis de los cuales participa nuestro autor, solo o acompañado por otros coautores: la España poscrisis; el cambio social desde la transición a la austeridad; el mercado de trabajo y las clases sociales (con Luis Garrido y Jacobo Muñoz); el Estado del bienestar (con Obdulia Taboadela); las bases sociales de la «nueva» y la «vieja» política, y medios de comunicación y política (con Jacobo Muñoz). Junto a ellos distintos autores analizan en sus capítulos otras cuestiones cruciales: el envejecimiento demográfico (Julio Pérez y Antonio Abellán); la consolidación de la inmigración (María Miyar); los cambios familiares en perspectiva comparada (Teresa Jurado); la segregación de género (Daniel Guinea y Ricardo Mora); la integración socioeconómica de los inmigrantes (Jacobo Muñoz); la distribución de la renta y la desigualdad (Luis Ayala y Olga Cantó); la desigualdad de oportunidades y movilidad social (Olga Salido), y la estratificación social de la práctica deportiva (Jacobo Muñoz y Juan Ignacio Martínez). El libro ofrece una muy completa panorámica de los importantes cambios sociales que han tenido lugar desde la Transición democrática, los efectos de la grave crisis económica y sus repercusiones políticas. Todo ello con un impresionante y cuidadoso manejo de datos que proporcionan un análisis muy detallado de todas las áreas mencionadas. La publicación resulta muy oportuna ahora que, al parecer, algunos se percatan ya de que las políticas públicas deben fundamentarse en evidencias empíricas y no en prejuicios doctrinarios.
No obstante el interés de todas las contribuciones, ciño mi comentario a los asuntos más directamente políticos: primero, el análisis del período de la Transición a la austeridad y la caracterización de la España postcrisis; en segundo lugar, los problemas de nuestro Estado del bienestar; en tercer lugar, la contraposición de la «vieja» y la «nueva» política y su fracaso; para terminar con un breve examen de la mediatización política.
Respecto al primer punto, González analiza con detalle el declive de lo que denomina orden socialdemócrata de baja intensidad, caracterizado por los originarios intercambios de la Transición: de la moderación salarial por la implantación de la reforma fiscal operada gracias a los Pactos de la Moncloa y la aceptación de la economía de mercado a cambio del desarrollo de un incipiente Estado de bienestar (p. 17, nota 7). Aunque ciertamente en el periodo democrático, el PSOE ha gobernado veintiún años y el PP solo doce, la denominación resulta un tanto exagerada pues se trata de una construcción consensual y no exclusiva. Y ello porque, como él mismo señala con brevedad más adelante (p. 293), históricamente las políticas sociales que crean el Estado de bienestar tal como lo conocemos en Europa se originan con el
Otro aspecto matizable es su conceptuación sobre que «La democracia es […] un régimen de libertades, pero también un sistema de autogobierno. […] para mantener la capacidad del sistema político dentro de unos límites aceptables para los representados. [Pues] los gobiernos deben conseguir al mismo tiempo la confianza de los electores y la confianza de los mercados en los que se financian» (p. 37). El problema es que, a mi juicio, esta extensión de la democracia —«morbosa» la denominó Ortega y Gasset ya en nuestra crisis de 1917 (
González apunta interesantes posibilidades de reforma para la España postcrisis, aún más dificultadas por la aparición de la COVID-19, y señala al diseño institucional de la democracia de partidos como el nudo gordiano que dificulta la renovación. Creo también que no se trata solo del deterioro de la clase política fruto de la selección adversa operada por los partidos políticos. Piénsese, por ejemplo, que la mayoría de los líderes nacionales y regionales actuales derivan sus presuntas habilidades para la profesión política del trabajoso ascenso en la cucaña partidista y sus enjutos resultados a la vista están. Creo que la actuación del PSOE en los Gobiernos que consolidaron la democracia desde su triunfo en 1982 no es ajena al imparable proceso de patrimonialización partidista de lo público operada desde entonces por todos los partidos en todos los ámbitos territoriales, de ahí que pueda hablarse del cártel de partidos que ha controlado nuestro régimen político constitucional. La desconfianza política hacia las Administraciones públicas y sus altos funcionarios, no sin razón en algunos casos, contribuyó al deterioro de los instrumentos de control internos y al menoscabo de los contrapesos judiciales. La llegada del PP mantuvo la dinámica, como era esperable en un partido trufado de altos funcionarios. Lo significativo es que al inicio de la Transición se excluyó de la vida política a los militares, como parecía lógico, pero se permitieron los viajes de ida y vuelta entre la política y las Administraciones a los altos funcionarios civiles y judiciales, lo que además de injusto respecto a aquellos, es la fuente de la malhadada politización y de su mantenimiento.
El diagnóstico de nuestro modesto Estado de bienestar, su deterioro y su crisis crónica quedan bien retratados por González y Taboadela, dado el peso del gasto en protección social (pensiones principalmente) fruto del envejecimiento por la mejora de la esperanza de vida frente al gasto en inversión social (educación y sanidad). Sin embargo, un mayor desarrollo de la atención dedicada a estas dos últimas rúbricas habría sido de mucho interés. En especial si en vez de utilizar la habitual comparación de nuestra presión fiscal con la de otros países europeos, se utilizase la noción de sacrificio fiscal, mucho más útil a estos efectos. Pues como han mostrado Sanz y Romero (
El análisis de González sobre la polarización política (partidos) e ideológica (medios de comunicación) y las bases sociales de la política es iluminador y convincente. Las elecciones generales de 2015 clausuraron el ciclo político abierto en la Transición, poniendo fin a su culminación bipartidista, y abriendo el de la contraposición entre «nueva» y «vieja» política. En esta fecha la distancia ideológica entre los votantes de los partidos situados en los extremos de la escala (Podemos y PP) era de 4 puntos porcentuales comparados con los 4,8 que separaban a los votantes de los extremos en 1980 (PCE y AP). Sin embargo, la distancia entre esos mismos partidos pasó de 5,6 puntos porcentuales en 1980 a 5,9 en 2015. Es decir, la polarización parece afectar más a los partidos que a los votantes. Además, se ha modificado la distribución del voto, pues mientras que PCE y AP representaban el 17,7 % del voto en 1977, sus equivalentes funcionales en 2015 (Podemos y PP) suponían el 53 % en 2015. Con la moción de censura que supuso el ascenso de Sánchez al poder, se abrió una nueva fase de polarización, impulsada también por las erradas estrategias polarizadoras de los nuevos partidos (Podemos forzando la repetición electoral en 2016 y Cs haciendo lo propio en 2019). La repetición electoral en noviembre de 2019 ha clausurado de hecho el ciclo inaugurado en 2015. La doble elección de 2019 ha supuesto la superposición del eje ideológico izquierda-derecha con el eje nacionalismo español-nacionalismos periféricos y la aparición de VOX, fragmentando el espacio del centro-derecha. La supervivencia del PSOE y del PP como fuerzas debilitadas pero hegemónicas en los campos respectivos se fundamenta en amplias coaliciones de clases pasivas y amas de casa, socializadas políticamente en los años de la Transición.
Por último, González y Muñoz plantean un modelo de esfera pública diferenciando el predominio de partidos, medios y audiencia y caracterizan el sistema de medios y política español, siguiendo el análisis de Hallin y Mancini (
El libro contiene también, como ya se ha mencionado, análisis muy relevantes sobre problemas sociales de envergadura: el envejecimiento, la inmigración, los cambios familiares, la participación laboral desigual de hombres y mujeres en la estructura ocupacional, la dualidad del mercado de trabajo, la integración de los inmigrantes, la desigualdad y la movilidad sociales y la estratificación de las prácticas deportivas. Asuntos todos elllos que se han agravado por la COVID-19. El volumen resultará de interés para el público culto en general y para distintas audiencias especializadas en la sociología, la ciencia política y la economía. Debiera ser también de obligada lectura para políticos y periodistas de todos los partidos para que obtengan un atisbo de la realidad social que suelen ignorar. Por último, aunque me consta que la edición se ha cuidado mucho dada la abundancia de tablas y gráficos, es una lástima que se haya deslizado todavía alguna errata, pues descoloca al lector: por ejemplo, en la leyenda del gráfico de la página 236.