SUMARIO
  1. Referencias

El giro afectivo en las ciencias sociales y las humanidades tiene su origen tanto en ciertas insatisfacciones epistemológicas como en ciertas incapacidades explicativas de las diferentes disciplinas. Las emociones fueron tradicionalmente rechazadas por estos saberes, y aún lo son, quedando separadas o relegadas hacia disciplinas como la psicología o la medicina.

En el campo concreto de la ciencia política, el análisis de la política moderna ha estado dominado por un constante hiperracionalismo dibujado de manera clásica en la radical diferenciación entre racionalidad y emoción, asumiendo la primera premisa como el factor principal de la toma de decisiones humanas. En este contexto, las emociones han sido sistemáticamente ignoradas en la explicación política, se las ha caracterizado como fuerzas misteriosas y salvajes, inhibidoras de la capacidad de razonamiento humano (‍Marcus, 2002), o simplemente nos hemos referido a ellas como componente afectivo imposible de abarcar y medir al margen de las actitudes. Así, la dicotomía razón-emoción se ha presentado tradicionalmente en términos antagónicos, como si de dos compartimentos estancos se tratasen, como si la una se mostrase cuando la otra desaparece, siendo la razón lo positivo y la emoción lo negativo. Y por ello, las emociones han sufrido una constante discriminación en la tradición de la literatura y del pensamiento occidental, hasta el punto que «la política se ha elaborado teóricamente como el reino de la excelencia de lo racional, como la hazaña de la razón» (‍Máiz, 2010: 14).

A partir de la segunda mitad del siglo xx, y como respuesta crítica a esta perspectiva, autores como Michel Foucault o Pierre Bourdieu trataron de abordar su lectura de la realidad incluyendo a la emoción como un componente social y, por ello, como elemento indisociable de sus circunstancias políticas e históricas. Sobre esta base, las emociones influyen de forma irremediable en nuestros juicios (‍Marcus et al., 2005), tendiendo a orientar la forma en la cual almacenamos y procesamos la información y, en consecuencia, dirigiendo la manifestación más básica de nuestras preferencias. Se comienza a construir de esta forma una visión no dicotómica de la relación razón-emoción, sino complementaria.

Durante los últimos años, el papel que juegan las emociones en la política, y especialmente en el comportamiento de los actores políticos, ha adquirido una mayor relevancia, protagonizando así lo que se ha denominado como giro afectivo, y que condiciona nuestra visión y nuestro estudio de los fenómenos políticos. A través de esta nueva lectura de los afectos se revisan las dicotomías tradicionales, cuerpo y mente, razón y pasión, naturaleza y cultura, y se impone la necesidad de otorgar un papel fundamental en el análisis a la dimensión afectiva y a la relectura que de la política tiene su consideración.

En este sentido, el giro afectivo refiere a todos aquellos trabajos que se encuentran dentro de las ciencias sociales, y tienen como principal intención teórica dos aspectos diferenciados (‍Lara y Enciso, 2013): por un lado, lo que podemos entender como el interés por las emociones que residen en la vida pública y, por otro, la vocación por construir un conocimiento que profundice en la emocionalidad de la vida pública. Desde este enfoque han surgido algunas teorías orientadas a explicar el componente afectivo de los comportamientos, tales como la reformulación contemporánea de la teoría psicoanalítica, la teoría del actor red, los movimientos y las teorías feministas, la geografía cultural y el postestructuralismo. Estas teorías se han centrado en nuestras disciplinas en los estudios sobre del impacto de los afectos vistos desde un enfoque normativo.

El estudio del comportamiento político ha desarrollado también algunas de las estructuras teóricas que permiten reconsiderar el peso de la razón y la emoción. Algunas de las más fructíferas son la teoría de la inteligencia afectiva (‍Marcus et al., 2000, ‍2006, ‍2007a, ‍2007b, ‍2011, ‍2017); la teoría de la ambivalencia partidista (‍Basinger y Lavine, 2005; ‍Greene, 2005); la teoría de la transferencia afectiva (‍Ladd y Lenz, 2008), o la teoría del razonamiento motivado (‍Lodge y Taber, 2000; ‍Taber et al., 2001).

Obras fundamentales como Affective intelligence and political judgment (‍Marcus et al., 2000), Le politique et la dynamique des passions (‍Mouffe, 2003), The political brain. The role of emotion in deciding the fate of the nation (‍Westen, 2007) y Political emotions: Why love matters for justice (‍Nussbaum, 2015) son ejemplo de una literatura previa que refiere, en líneas generales, tres grandes premisas:

  • a)Las emociones tienen una influencia directa en la toma de decisiones por parte de los ciudadanos, pero no solo en el comportamiento electoral o en la decisión de voto, sino también en las más diversas formas de movilización y de participación política, llegando a prevalecer sobre la razón. De esta forma, estamos condicionados no solo por el hecho cognitivo, sino también por la emoción que en última instancia funciona como un atajo heurístico a la hora de resolver el problema que significa tomar una decisión y rechazar otra.

  • b)El cultivo de las emociones públicas para parte de los actores políticos es una herramienta que, entre otras cosas, permite legitimar y estabilizar el sistema, dotando de significado a lugares comunes como la justicia, la libertad o la igualdad. Esto convierte a las emociones en un hecho social, de carácter compartido y, consecuentemente, adquiere dimensión pública.

  • c)Las emociones ocupan un lugar preponderante en el seno de las democracias a la hora de construir las identidades políticas. La construcción de estas constituye un ejercicio de abstracción, pero fija la definición partidaria, ideológica y delimita los afectos entre grupos y de estos con el resto de la sociedad.

De esta forma, el presente monográfico toma como base esta literatura previa para dar respuesta a una coyuntura política española, europea y planetaria en dónde existe un rearme de los nacionalismos contrarios a lo que ellos denominan «mundialización», con el auge del discurso populista y de novedosas formas de expresión de la sociedad civil, también desde las redes sociales en las que la emociones juegan un papel fundamental. Y es que la configuración de un nuevo espacio público como son las redes sociales digitales (en un ecosistema híbrido de comunicación) abre nuevas posibilidades de análisis y nuevos retos metodológicos, también desde la perspectiva lingüística, en el estudio del contenido expreso del lenguaje.

El presente monográfico trata de avanzar en varias líneas: la primera, en la de realizar una revisión epistemológica que permita actualizar las discusiones académicas que incluyan a la emoción como un factor decisivo en el posicionamiento del ciudadano, y que complemente el análisis sociológico iniciado por la escuela de Columbia, la psicológica (percepción) de la escuela de Michigan o la económica de Rochester; la segunda, la de estudiar la generación de marcos de interpretación que realizan los medios de comunicación y las redes sociales en el contexto de la comunicación política, bien sea a través del framing o de la red de atributos, identificando su influencia en la competición; finalmente, determinar el componente emocional en relación con la percepción sobre las distintas campañas y discursos que realizan los candidatos o los propios partidos.

Por ello, en esta sección monográfica se abordarán varias preguntas sobre la relación entre política y emociones: ¿cuál es el papel de las emociones en la construcción y en la percepción de los procesos políticos? ¿Existen unas emociones específicas o un régimen emocional que explican la aparición de partidos de extrema derecha como Vox? ¿Se puede establecer una clasificación de votantes en función de las emociones? ¿Existe alguna conexión entre tipo de ideología y expresión emocional? ¿Las emociones se construyen principalmente de forma colectiva o se trata de un fenómeno principalmente individual? ¿Qué relación existe entre la creación de nuevos espacios mediáticos y dialógicos y la construcción emocional?

Desde una lectura constructivista de la política, el trabajo de Lagares, Máiz y Rivera responde a la primera de las cuestiones planteadas, al analizar el régimen emocional del procés en Cataluña; es decir, cuáles son las emociones presentes en los catalanes de acuerdo con su posición ante el procés, al mismo tiempo que se abordan las diferentes arquitecturas emocionales de los catalanes en función de la distribución de esas emociones, y más concretamente, a la cantidad en la que dichas emociones están presentes. Lo realmente novedoso del trabajo reside en que para el desarrollo de la investigación se ha diseñado a propósito un estudio con el que, desde un enfoque metodológico cuantitativo, se realiza un análisis descriptivo del componente emocional de los catalanes hacia los líderes y los partidos, de cómo se articulan los diferentes regímenes emocionales y de qué relación establecen con el proceso independentista.

La existencia de una relación específica entre las emociones y el voto a la extrema derecha es otro de los interrogantes surgidos en el marco de esta investigación y ese es el objetivo que persigue el trabajo de Oñate, Pereira y Mo, donde se pone de relieve la importancia del componente emocional en la explicación del apoyo electoral a la formación de extrema derecha Vox. Para ello, se analizan los componentes del voto a esta formación, prestando especial atención a la presencia e intensidad de distintos tipos de emociones en sus votantes en las dos últimas elecciones generales, las de abril y noviembre de 2019. Los principales resultados presentados en este trabajo permiten concluir la existencia entre los votantes de Vox de un perfil altamente emocional que se expresa en sentido positivo hacia su propio líder y al partido.

El papel que desempeñan los medios de comunicación, tradicionales y nuevos, en la construcción no solo individual sino colectiva de las emociones se aborda en el artículo de Cazorla, López y Montabes, que tiene como objetivo discutir en qué medida y en qué condiciones los medios de comunicación y las redes sociales determinan las emociones ciudadanas respecto de los distintos actores políticos en España. Con este cometido se ha realizado un análisis descriptivo utilizando la Encuesta postelectoral para las elecciones generales de noviembre de 2019. Los principales resultados apuntan a que la ciudadanía que consume información política en España, a través de cualquier tipo de medio, presenta un perfil emocional más activo, con mayor presencia de las emociones negativas que las positivas y con una mayor intensidad de aversión en la red.

Partiendo de una de las principales premisas de la literatura, de que las emociones afectan no solo al comportamiento de voto, sino también a las diversas formas de movilización y participación política en las sociedades democráticas, las dos siguientes aportaciones incluidas en este monográfico se sitúan en el contexto vasco, utilizando una serie temporal de datos del Euskobarómetro de veinticinco años.

En el caso concreto del País Vasco, la existencia de la banda terrorista ETA ha provocado consecuencias negativas en el espacio público y en la construcción de la opinión pública. En el trabajo de Llera, García Rabadán y León Ranero, a partir de las mediciones del Euskobarómetro durante casi veinticinco años, se analiza la percepción de la existencia del miedo y el sentimiento de libertad para hablar de política, esta última variable introducida por sugerencia de la Universidad de Yale, convirtiéndolas en variables en largas series temporales. El objetivo era el de determinar los efectos de la teoría de la espiral de silencio, formulada por Elisabeth Noelle-Neumann, en el seno de la sociedad vasca y las conclusiones muestran una distribución asimétrica del miedo social entre los distintos electorados.

Dentro del mismo contexto político, y en un período temporal que va desde 1994 hasta 2019, en el artículo de Moreno y Bartolomé se analizan a través de datos de encuesta cuáles son los posibles factores, variables y contextos que explicarían los distintos sentimientos hacia la política que ha habido en el País Vasco en los últimos veinticinco años. El trabajo apuesta por combinar el estudio de sentimientos con la construcción de indicadores de polarización afectiva. Las conclusiones indican que los sentimientos hacia la política en el País Vasco han evolucionado desde posturas más bien positivas de entusiasmo, compromiso e interés a principios del siglo xxi hacia una posición actual en la que han crecido significativamente los sentimientos negativos de desconfianza e irritación.

El uso de las emociones en las campañas electorales es uno de los recursos fundamentales de la comunicación, en la elaboración de los mensajes y los discursos de los actores políticos. El texto de Crespo, Garrido y Rojo comienza por una revisión de las principales perspectivas teóricas y los enfoques de análisis que han estudiado los efectos del uso de las emociones en las campañas electorales, para continuar centrándose en dos de los instrumentos más utilizados por la comunicación política de carácter emocional para la transmisión de mensajes electorales: el storytelling y los anuncios o spots electorales. El último apartado del trabajo aborda los distintos tipos de emociones (la esperanza y el entusiasmo, el miedo, la ansiedad o la ira) y su relación con los diferentes tipos de campañas (positivas o propositivas, negativas o identitarias), para concluir con un balance general del impacto de las emociones en las campañas.

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