RESUMEN
El artículo estudia las opciones selectivas, una doctrina de empleo de armas nucleares planteada por Estados Unidos en 1974 para reforzar su postura disuasoria y que posibilitaba una guerra nuclear limitada. Sin embargo, al ampliar la brecha estratégica con la Unión Soviética y explotar sus peores miedos, la implementación de esta doctrina casi provocó una crisis nuclear en 1983. Constituyendo uno de los escasos fallos de disuasión nuclear conocidos, el estudio de este caso histórico puede contribuir a explicar el funcionamiento de este proceso que está volviendo a adquirir un papel central en los estudios estratégicos. El artículo se divide en dos partes: una primera parte teórica profundiza en la literatura sobre la disuasión hasta la actual cuarta ola de estudios sobre este fenómeno y la consolidación de los modelos de disuasión a medida. La segunda, a modo de estudio de caso histórico, tratará sobre las opciones selectivas. Se plantea que esta doctrina vigente durante la última etapa de la Guerra Fría no solo constituye un protomodelo de disuasión a medida, sino que también su ejecución provocó un fallo de disuasión que, afortunadamente, no culminó en catástrofe. Aunque los escasos casos de fallos de disuasión nuclear impiden establecer conclusiones generales, el artículo concluye alertando sobre la contextualidad, credibilidad y relativismo de la disuasión.
Palabras clave: opciones selectivas, disuasión, estrategia competitiva, cultura estratégica, Able Archer, crisis nuclear, fallo de disuasión, ventana de vulnerabilidad.
ABSTRACT
The article is aimed at studying the selective options, a nuclear weapons employment doctrine launched by the United States in 1974 to reinforce its deterrent position by enabling a limited nuclear war. However, by widening the military gap with the Soviet Union and exploiting its worst fears, the implementation of this doctrine almost caused a nuclear crisis in 1983. Since this constitutes one of the few known nuclear deterrence failures, the study of this historical case may contribute to explaining the working of this process which is regaining its central role in the field of Strategic Studies. The article is divided into two parts: the first theoretical part delves into the literature on deterrence up to the fourth wave of studies on the phenomenon and the consolidation of tailored deterrence models. The second one, as a historical case study, analyzes the selective options. It is argued that this doctrine, in force during the last stage of the Cold War, does not only constitute a proto-model of tailor-made deterrence, but its realization also caused a failure of deterrence that fortunately did not culminate in catastrophe. Even if the few cases of nuclear deterrence failures prevent drawing general conclusions, the article concludes by warning about the contextuality, credibility and relativism of deterrence.
Keywords: selective options, deterrence, competitive strategy, strategic culture, Able Archer, nuclear crisis, deterrence failure, window of vulnerability.
Considerada como uno de los pilares de los estudios estratégicos, la disuasión (deterrence) fundamentó los debates de este subcampo de la ciencia política durante la Guerra Fría. En los años noventa del pasado siglo, la agenda investigadora en esta materia mutó hacia los estudios sobre la proliferación de armamento de destrucción masiva y sus vectores de lanzamiento hasta que los sucesos del 11-S motivaron tanto su redefinición (centrándose en el potencial uso de estas armas por parte de actores no estatales) como el resurgimiento de la disuasión (contra actores no estatales con motivaciones ideológicas y religiosas). Hoy en día, la degradación del régimen de no proliferación y una paulatina proliferación vertical y horizontal, la maduración de tecnologías susceptibles de alterar los parámetros clásicos de la disuasión, doctrinas nucleares cada vez más asertivas y planteamientos disuasorios tendientes al multidominio e interdominio, han vuelto a situar la disuasión nuclear en un puesto central de los estudios estratégicos.
A pesar del renovado interés en la disuasión nuclear y la ampliación del objeto de estudio al dominio cibernético o la zona gris del conflicto, en nuestro país existe una escasa conciencia sobre su relevancia que se traduce en una insignificante producción científica. Ello puede deberse tanto a la propia situación embrionaria de los estudios estratégicos en España y las agendas de investigación en el campo de la seguridad y defensa, como al hecho de que nuestro país carezca de estas capacidades (Bueno, Alberto. 2019. «La evolución de los estudios estratégicos en la comunidad académica española: análisis de su agenda de investigación (1978-2018)», Revista Española de Ciencia Política, 51: 177-203. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00396338.2016.1257176.Bueno, 2019: 189).
Más concretamente, en la década de los ochenta existió un cierto interés por estos asuntos debido a los euromisiles y la guerra de las galaxias, de los que Bardají (Bardají, Rafael. 1986. La Guerra de las galaxias. Problemas y perspectivas de la nueva doctrina militar de la administración Reagan. Madrid: INAPPS.1986) era su principal exponente. En los 2000, este se centró en la proliferación de armamento de destrucción masiva y la posibilidad de que actores no estatales se dotaran de ingenios de este tipo, entre los que Garrido (2001, 2012) es el más destacado. Pueden hallarse referencias más recientes sobre disuasión y doctrina nuclear, en su mayoría procedentes del Instituto Español de Estudios Estratégicos del Ministerio de Defensa o de la revista de divulgación militar Ejércitos. En este sentido, es posible destacar a Frías (Frías, Carlos. 2016. «La disuasión convencional», Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, 8: 103-125.2016) sobre disuasión convencional; Rajmil (Rajmil, Daniel. 2015. «Oriente próximo; disuasión y disuasión nuclear», Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, 6: 1-23.2015) sobre estos procesos en Oriente Medio; Pulido (Pulido, Guillermo. 2019. «Supremacía nuclear. ¿Es posible ganar un enfrentamiento nuclear?», Ejércitos. Disponible en: https://www.revistaejercitos.com/2019/01/09/supremacia-nuclear.2019) sobre doctrina y tecnología o Frías et al. (2020) sobre no proliferación y control de armamentos. Además, debería citarse La evolución de la estrategia nuclear de Lawrence Freedman (1992 [1981]) que, a pesar de su antigüedad, continúa siendo un trabajo de referencia para cualquiera que desee adentrarse en estas temáticas. El único manual de estudios estratégicos escrito en lengua española también contiene dos capítulos que introducen las teorías sobre la disuasión y las doctrinas nucleares de las principales potencias (Jordán, Javier (ed.) 2013. Manual de estudios estratégicos y seguridad internacional. Barcelona: Plaza y Valdés.Jordán, 2013).
En otras palabras, la escasa madurez de los estudios estratégicos como subcampo académico en nuestro país puede explicar el limitado interés intelectual y significativo desconocimiento práctico de todos los asuntos que rodean la disuasión en sus múltiples concepciones. Precisamente, este trabajo pretende contribuir al avance de los estudios estratégicos como subcampo de la ciencia política española, analizando las opciones selectivas (selective options). Para ello, el artículo empezará repasando la evolución de la disuasión nuclear desde sus inicios hasta hoy, para trazar las grandes líneas del debate académico. Continuará analizando este protomodelo de disuasión a medida que, vigente entre 1974 y 1994, pretendía reforzar la postura disuasoria de EE. UU. posibilitando una guerra nuclear limitada, pero cuyos efectos desestabilizadores casi provocaron un fallo de disuasión.
Aunque la disuasión existe desde la antigüedad clásica, fue durante la Guerra Fría cuando alcanzó su plena madurez. Muchos académicos, militares, técnicos y políticos estudiaron cómo impedir una guerra atómica entre EE. UU. y la URSS, cómo evitar que una guerra convencional escalara hacia una nuclear y, coincidiendo con los primeros casos de proliferación horizontal, cómo afrontar la disuasión múltiple con arsenales asimétricos. En palabras de Brodie (Brodie, Bernard. 1946. The Absolute Weapon: Atomic Power and World Order. Nueva York: Harcourt Brace.1946: 76), uno de los padres de la estrategia nuclear, «hasta ahora el principal objetivo de los ejércitos era ganar guerras. Desde ahora, su prioridad será evitarlas. No pueden tener ningún otro propósito útil». Sin embargo, estaba equivocado. A pesar del punto de equilibrio estratégico alcanzado con la destrucción mutua asegurada (MAD), existieron numerosos intentos para superar esta situación que ambos contendientes percibían de manera distinta. Las opciones selectivas son uno de ellos.
Fundamentadas en unas estimaciones alarmantes sobre las capacidades e intenciones soviéticas, las opciones selectivas pretendían cerrar una ventana de vulnerabilidad que parecía haberse abierto en la defensa estadounidense[1]. Sin embargo, a diferencia de los modelos clásicos de disuasión de naturaleza racionalista, mecanicista y universalista, las opciones selectivas propusieron adaptar la disuasión general al contexto específico soviético. Integrando los primeros análisis sobre cultura estratégica, sus creadores intentaron descubrir los miedos del liderazgo soviético para diseñar una disuasión a medida. Sin plantearlo, estaban sentando las bases del modelo disuasorio actual, adaptado al contexto y especificidades de cada actor que disuadir.
Aunque las opciones selectivas reforzaron la disuasión, las recientes desclasificaciones también han revelado sus enormes efectos indeseados. Al sobrevalorar las capacidades, malinterpretar las intenciones y explotar los miedos soviéticos, Washington aumentó la brecha de capacidades con Moscú y abrió una ventana de vulnerabilidad que la URSS consideraba imposible de cerrar. Ello parecía corroborar sus peores miedos: que EE. UU. intentaría aprovechar esta ventaja para realizar un ataque nuclear preventivo y así acabar con la Guerra Fría.
Tradicionalmente considerado como algo infundado y absurdo, producto de la paranoia soviética, o una operación de desinformación para evitar el despliegue de los euromisiles en suelo alemán e incrementar las tensiones en la OTAN (Central Intelligence Agency (CIA).1983b. U.S. and Soviet Strategic Forces (NI-83-10002X). Washington DC: CIA.Central Intelligence Agency, 1983b, Central Intelligence Agency (CIA). 1984. Implications of Recent Soviet Military-Political Activities (SNIE-11-10-84). Washington DC: CIA.1984), el miedo a un ataque estadounidense por sorpresa condicionó el pensamiento soviético desde 1941. Sin embargo, fue esta ventana de vulnerabilidad la que indujo al Kremlin a concluir que la única solución para sobrevivir era anticiparse. Aunque Washington no parecía percibir su dominio ofensivo ni tampoco su aparente ventana de oportunidad, Moscú percibía que se había abierto una ventana de vulnerabilidad. En consecuencia, interpretaba esta situación como una espiral ofensiva que solo podía resolverse atacando previamente y por sorpresa.
Estas razones motivaron la operación RYAN. Condicionada por los intereses en juego y por la determinación del Kremlin por no repetir la debacle de 1941, esta operación pretendía descubrir los preparativos del ataque nuclear estadounidense. Esta paranoia culminó en los ejercicios Able Archer 83, cuando se produjo una crisis nuclear que, por poco, no se convierte en una profecía autocumplida. Durante años se ha minimizado este suceso. Sin embargo, las desclasificaciones documentales que se han ido produciendo desde 2009 sugieren lo contrario.
¿Qué interés puede tener el estudio de la configuración de las opciones selectivas
y su contribución a la escalada que culminó en Able Archer hace casi cuarenta años?
Aunque existe un creciente número de trabajos historiográficos sobre la Directiva
Presidencial 59 (PD-59) que establecía las opciones selectivas o los ejercicios Able
Archer 83, pocos estudian ambos sucesos en conjunto para extraer relaciones de causalidad
(Jones, Nate. 2009. One misstep could trigger a great war: Operation RYAN, Able Archer 83, and the 1983
war scare. Washington DC: George Washington University Press.Jones, 2009, Jones, Nate. 2016. Able Archer 83: The Secret History of the NATO Exercise That Almost Triggered Nuclear
War. Nueva York: New Press.2016). Y por extraño que pueda parecer, son prácticamente inexistentes —exceptuando las
aportaciones de Cimbala (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and
Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.2014, Cimbala, Stephen. 2016. The New Nuclear Disorder: Challenges to Deterrence and Strategy. Nueva York: Routledge. Disponible en:
En consecuencia, este artículo pretende responder a la siguiente pregunta: ¿por qué las opciones selectivas, un modelo que a priori tenía todos los elementos necesarios para ser un éxito, casi provocaron un fallo de disuasión? Para ello, se plantearán tres hipótesis:
H1. Las opciones selectivas constituyen el primer modelo de disuasión a medida (taylored deterrence) de la historia. Este enfoque se planteó varias décadas antes de que la teoría y la doctrina de la disuasión concibieran este modelo.
H2. Las opciones selectivas generaron una situación de dominio ofensivo y abrieron una insalvable ventana de vulnerabilidad en la Unión Soviética que condujo a un fallo de disuasión.
H3. Las opciones selectivas corroboran la contextualidad de la disuasión, donde los elementos objetivos pesan menos que las percepciones, motivaciones e intenciones de los actores.
Para alcanzar estos objetivos, el trabajo se dividirá en dos partes: la primera, a modo de marco teórico, describirá brevemente la evolución de la disuasión nuclear desde sus inicios hasta la actualidad para trazar las grandes líneas del debate académico en la materia y exponer la consolidación de nuevos enfoques como la disuasión a medida. La segunda estudiará las opciones selectivas. Codificada en 1974, esta doctrina de empleo de las armas nucleares debía proporcionar a EE. UU. una amplia gama de opciones limitadas para evitar el wargasm (el lanzamiento de todo el arsenal nuclear de primer golpe y, con ello, acabar en un escenario de MAD). Este caso es relevante por dos grandes razones: por un lado, se trata de un protomodelo de disuasión a medida, y por el otro, su implementación desestabilizó el equilibrio entre EE. UU. y la URSS hasta culminar en un cuasi fallo de disuasión.
Aunque existen múltiples formas de definir la disuasión, existe un amplio consenso en reconocer que su principal finalidad es desincentivar que un potencial agresor altere el statu quo mostrando las capacidades propias y la determinación de utilizarlas. Contrapuesta a la imposición (compellence), donde un actor fuerza a otro para que actúe conforme a sus pretensiones, esta persuasión se consigue con la amenaza (Schelling, Thomas. 1966. Arms and Influence. New Haven: Yale University Press.Schelling, 1966). Ambas estrategias —indistinguibles en la concepción china (weishe), que combina disuasión, persuasión y coerción, y complementarias en la visión rusa de prevención (sderzhivanie) e intimidación (ustrashenie)— pueden combinarse para ejercer la diplomacia coercitiva. En este sentido, la disuasión es ejercida por un actor para manejar sus relaciones políticas, desincentivar que estalle un conflicto o evitar que una crisis escale militarmente. Convenciendo al adversario de que no alcanzará sus objetivos o que pagará un alto precio por ellos (negación) y que la represalia por alterar el statu quo será implacable (castigo), la disuasión busca modificar el cálculo de costes, beneficios y riesgos o influir sobre las percepciones del agresor. Si el disuasor logra que el disuadido se ajuste a sus parámetros, este dominará la escalada y logrará, hipotéticamente, el éxito de la disuasión (Payne, Keith. 2011. «Understanding Deterrence», Comparative Strategy, 30 (5): 393-427. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2011.624814.Payne, 2011).
En consecuencia, la disuasión se construye sobre tres pilares (Snyder, Glenn. 1961. Deterrence and Defense. Princeton: Princeton University Press.Snyder, 1961: 10-13): a) capacidad (disponiendo de los medios necesarios para evitar que el adversario alcance sus objetivos y poder responder de forma implacable); b) credibilidad (demostrando su determinación a cumplir con la amenaza), y c) comunicación (exponiendo los supuestos de disuasión y las respuestas que se adoptarán en cada caso para que el potencial agresor comprenda las consecuencias de sus acciones) (Montgomery, Evan. 2020. «Signals of strength: Capability demonstrations and perceptions of military power», Journal of Strategic Studies, 43 (2): 309-30. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01402390.2019.1626724.Montgomery, 2020).
Las teorías sobre la disuasión podrían remontarse hasta la antigüedad clásica. Sin embargo, fue durante la Guerra Fría cuando la disuasión nuclear se consolidó como el pilar de los estudios estratégicos y el fundamento de las políticas de defensa y militares de las principales potencias. Tras permanecer en un segundo plano durante los noventa, el 11-S motivó su resurgimiento para estudiar la disuasión de actores no estatales cuya racionalidad parecía condicionada por motivos ideológicos y religiosos. Coincidiendo con la degradación del régimen de no proliferación, el potencial desestabilizador de los ciberataques, las actividades en las zonas grises del conflicto o la nueva era de competición entre potencias, la disuasión ha vuelto a adquirir un papel relevante en los estudios estratégicos. No obstante, este resurgimiento ha coincidido con la consolidación de una concepción menos racionalista-mecanicista y más adaptada al contexto estratégico.
Tradicionalmente, la disuasión fue considerada como una función racional, universal
y fundamentada en la interacción entre ambiciones, objetivos, beneficios, costes y
riegos del disuasor y disuadido (Schelling, Thomas. 1980. The Strategy of Conflict. Cambridge: Harvard University Press.Schelling, 1980: 16). Vinculada con el realismo clásico y la noción de equilibrio de poder, este enfoque
asumía la posibilidad de gestionar las rivalidades interestatales mediante un modelo
de coste-beneficio basado en la teoría de juegos (Wohlstetter, Andrew. 1959. «The Delicate Balance of Terror». Foreign Affairs, 37 (2): 211-34. Disponible en:
Sin embargo, a pesar de constituir uno de los fundamentos de la disuasión, cómo conseguir
que el agresor perciba que la amenaza lanzada por el disuasor es real todavía no ha
sido resuelto y posiblemente nunca lo será (Press, Daniel. 2005. Calculating Credibility. Ithaca: Cornell University Press.Press, 2005). No solo por la falta de casos de estudio sobre la disuasión nuclear Se tiene constancia de 37 casos, 25 de ellos susceptibles de considerarse crisis nucleares
y 12 motivados por errores técnicos. Aunque el análisis no arroja resultados concluyentes,
plantea dos grandes opciones: escalada debida a errores de cálculo o pérdida del control
en el proceso de toma de decisiones ( Tetrais, Bruno. 2017. «On The Brink-Really? Revisiting Nuclear Close Calls Since 1945»,
The Washington Quarterly, 40 (2): 51-66. Disponible en: https://doi.org/10.1080/0163660X.2017.1328922 Sagan, Scott. 1993. The Limits of Safety: Organization, Accidents, and Nuclear Weapons. Princeton: Princeton University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/ 9780691213064 Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and
Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.
Cimbala, Stephen. 2016. The New Nuclear Disorder: Challenges to Deterrence and Strategy. Nueva York: Routledge. Disponible en: https://doi.org/10.4324/9781315555133
El corolario de este enfoque clásico-racional sería la disuasión asegurada, posibilitada
por la capacidad de responder de forma masiva e inequívoca a la agresión (Kahn, Herman. 1961. On Thermonuclear War. Princeton: Princeton University Press.Kahn, 1961). Fundamentada en el equilibrio del terror que proporcionaba la MAD, este punto de
equilibrio se alcanzó cuando los arsenales estadounidense y soviético alcanzaron la
paridad, sus fuerzas nucleares se integraron en una tríada que garantizaba la capacidad
de contragolpe efectivo y la disuasión unilateral dejó paso a la disuasión mutua.
Sin embargo, también proporcionó la racionalidad necesaria para promover iniciativas
de control de armamentos y fijó el marco estratégico sobre el que se definieron las
opciones selectivas. Aunque el Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) y las Conversaciones
para la Limitación de Armas Estratégicas (SALT) limitaban la carrera armamentística
entre Washington y Moscú y permitían avanzar interpretaciones institucionalistas de
la disuasión (Nye, Joseph. 1987. «Nuclear Learning and the U.S.-Soviet Security Regime», International Organization, 41 (3): 371-402. Disponible en:
Sin embargo, ello no significa que el SALT o las negociaciones que culminaron en el
Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) tuvieran efectos directos sobre
la estabilidad estratégica entre ambas potencias. Aunque mejoraron la transparencia
y la predictibilidad en materia nuclear, ambos contendientes tenían distintas percepciones
sobre el significado de la estabilidad estratégica o de la misma MAD ( Yost, David. 2011. Strategic Stability in the Cold War. Lessons for Continuing Challenges. París: Institut Français des Relations Internationales.
Actualmente se concibe la disuasión como algo menos mecánico y racional. Ello se debe
a las contribuciones de los estudiosos de la cultura estratégica. Entendida como el
conjunto de factores objetivos (geográficos, sociodemográficos, económicos, históricos
o tecnológicos) y subjetivos (creencias, actitudes, valores, ideas o tradiciones militares
derivadas tanto de la cultura como de experiencias pasadas) que explican las percepciones
nacionales acerca del empleo de la fuerza o su predilección por un estilo militar
concreto, la cultura estratégica condiciona la configuración de las políticas de defensa
nacionales (Gray, Colin. 1999. «Strategic Culture as Context: The First Generation of Theory Strikes
Back», Review of International Studies, 25 (1): 49-69. Disponible en:
Sus orígenes se sitúan en 1977, cuando Jack Snyder publicó La cultura estratégica rusa: implicaciones para las operaciones nucleares limitadas.
Este informe, elaborado para la RAND Corporation para apoyar las opciones selectivas,
cuestionaba el existencialismo y la lógica de la disuasión. Lo hizo explotando el
marco histórico, organizativo, político o tecnológico de la doctrina nuclear soviética
y sus potenciales efectos sobre la disuasión. Concluyó que factores como el equilibrio
de fuerzas europeo, la superposición del teatro de operaciones europeo con el soviético,
la dispersión de la población o la percepción de inferioridad estratégica junto con
el materialismo histórico y su determinismo tecnológico, las experiencias de Segunda
Guerra Mundial y el estalinismo habían generado unas dinámicas burocráticas y unos
intereses corporativos entre sus élites distintos de los estadounidenses También debería añadirse la Iglesia ortodoxa, que desde 1991 se ha convertido en un
actor esencial en el ecosistema nuclear ruso al alzarse como guardiana del arsenal
atómico y legitimadora de su doctrina de seguridad nacional ( Adamsky, Dima. 2019. Russian Nuclear Orthodoxy: Religion, Politics and Strategy. Stanford: Stanford University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/ 9781503608658 Precisamente, este enfoque cooperativo justificó la doctrina de no ciudades. Esta pretendía que Moscú descartara atacar los centros económicos, políticos o de
población norteamericanos y reforzar la capacidad negociadora de Washington con una
baza que Moscú intentaría conservar. Sin embargo, debido a la dispersión geográfica
de su población, la URSS no valoraba tanto como EE. UU. las ciudades ( Snyder, Jack. 1977. The Soviet Strategic Culture: Implications for Limited Nuclear Options. Santa Monica: RAND.
En otras palabras, la disuasión no solo estaba condicionada por distintas concepciones
que no tenían por qué ceñirse a los parámetros estadounidenses (a pesar de que Moscú
era un actor racional), sino que los factores sociales, culturales o psicológicos
tenían, junto con las capacidades militares, un importante papel para influir sobre
el potencial agresor (Ermath, Fritz. 2006. Russia’s Strategic Culture: Past, present, and…in transition? Washington: Defense Threat Reduction Agency.Ermath, 2006). En consecuencia, la disuasión sería algo contextual en el que si bien las capacidades
militares son objetivables Sin embargo, las ciberarmas no lo son debido a su intangibilidad y especificidad (la
mayoría son de un solo uso y su utilidad está condicionada al desconocimiento del
adversario de debilidades concretas de sus sistemas). En consecuencia, la credibilidad
de la ciberdisuasión —más vinculada al castigo que a la negación y cada vez más integrada
con la disuasión convencional y nuclear— está condicionada por la ambigüedad sobre
las capacidades propias y la comunicación indirecta. Ello está obligando a replantear
los criterios tradicionales de la disuasión ( Welburn, Jonathan, Justin Grana y Karen Schwindt. 2019. Cyber Deterrence or How We Learned to Stop Worrying and Love the Signal. Santa Monica: RAND. Disponible en: https://doi.org/10.7249/WR1294
Esta cuarta ola ya no estudia solamente las relaciones de disuasión simétrica entre
Estados, sino también otros modelos menos institucionalizados que los tradicionales
de la Guerra Fría y de naturaleza asimétrica. De esta manera, analiza la disuasión
sobre Estados canallas con ambiciones nucleares (Irán o Corea del Norte) u organizaciones
terroristas (desde Hizbolah a Daesh) o interacciones con múltiples actores (desde
alianzas como la OTAN a las negociaciones P5+1 con Teherán). También replantea sus
supuestos clásicos para acomodarlos al ciberespacio, donde la disuasión por negación
es inviable, la credibilidad no puede sustentarse en la comunicación de capacidades,
la dificultad de atribuir responsabilidades degrada la posibilidad de respuesta y
la disuasión por castigo puede tener efectos escalatorios (Paul, T. V., Patrick Morgan y James Wirtz (eds.). 2009. Complex Deterrence: Strategy in the Global Age. Chicago: University of Chicago. Disponible en:
Paralelamente, la ampliación de la agenda a actores, procesos, modelos y dinámicas
que escapan a la lógica bipolar, los debates sobre la psicología de la disuasión Muchos de estos estudios centrados en la disuasión convencional han revelado que las
motivaciones del agresor —especialmente las expectativas inmediatas de sus élites—
pueden influir más que las perspectivas de victoria o las consecuencias de alterar
el statu quo. Por lo tanto, su éxito parece estar más condicionado por las percepciones del adversario
que por la persuasión de la disuasión. Estas motivaciones no solo se relacionan con
el tradicional oportunismo táctico o agresividad del régimen, sino también por la
insatisfacción por el statu quo existente (tal y como está sucediendo con China y Rusia), el riesgo de colapso de
un régimen (Japón en la Segunda Guerra Mundial) o cualquier otra situación que sus
élites perciban como peligrosa e imposible de resolver por otros medios y que les
puede llevar a aceptar más riesgos de los que, en situaciones normales, podrían aceptar
( Morgan, Patrick. 2003. Deterrence Now. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511491573
La disuasión a medida se interesa por toda la gama de supuestos planteados por la
cuarta ola de estudios de disuasión y combina las enseñanzas de la disuasión clásica
con aportaciones de la cultura estratégica —especialmente, el papel de la identidad
nacional, la tradición histórica y la cultura militar en la disuasión (Lantis, Jeffrey. 2009. «Strategic Culture and Tailored Deterrence: Bridging the Gap
between Theory and Practice», Contemporary Security Policy, 30 (3): 467-485. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13523260903326677.Lantis, 2009: 471-473)— y los debates sobre la psicología de la disuasión para elaborar modelos específicos
para cada actor, circunstancia o escenario. Más concretamente, la disuasión a medida
pretende conocer la estructura de valores y normas del adversario para descubrir las
razones e incentivos que pueden llevarle a alterar el statu quo, identificar los condicionantes y funcionamiento de su toma de decisiones y determinar
los actores y relaciones clave para aplicar la disuasión (Kartchner, Kerry. 2009. «Strategic Culture and WMD Decision Making», en Jeannie Johnson,
Kerry Kartchner y Jeffrey Larsen (eds.), Strategic Culture and Weapons of Mass Destruction. Culturally Based Insights into
Comparative National Security Policymaking. Nueva York: Springer. Disponible en:
Además de mejorar la comprensión de la disuasión como objeto de investigación, estos
estudios también tienen una aplicación práctica para elaborar estrategias adaptadas
a cada adversario y contingencia. De hecho, tras constatar que un actor no estatal
como Al Qaeda era inmune al modelo disuasorio planteado en la inmediata posguerra
fría, en 2004 el Pentágono ya propuso adaptar la disuasión general a las percepciones,
cálculos estratégicos y contexto cultural de sus competidores (Joint Chiefs of Staff. 2004. Strategic Deterrence Joint Operating Concept. Washington DC: Government Printing Office.Joint Chiefs of Staff, 2004: 17-18). En este sentido, la última Revisión de la Postura Nuclear (Nuclear Posture Review) estadounidense contempla específicamente la disuasión a medida. Elaborada por la administración
Trump en 2018 para adecuar la estrategia vigente de la era Obama Este documento, cuya primera edición data de 1994, muestra tanto pautas de continuidad
(como puede ser la modernización del arsenal nuclear) como de cambio (adoptando un
marco de competición entre potencias, planteando aumentar las tipologías y empleabilidad
de los ingenios nucleares, ampliando los supuestos de disuasión y refinando la política
de primer uso tras haberla limitado contra potencias nucleares). Asimismo, mantiene
las limitaciones del nuevo START (2010) mientras este continúe en vigor hasta principios
de 2021 (aunque si Washington y Moscú lo desean, su vigencia podría mantenerse cinco
años más). Para un análisis más detallado de la revisión y de sus implicaciones, Lonsdale
( Lonsdale, David. 2019. «The 2018 Nuclear Posture Review: A return to nuclear warfighting?»,
Comparative Strategy, 38 (2): 98-117. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2019.1573074.
Kristensen, Hans y Matt Korda. 2020. «United States nuclear forces, 2020», Bulletin of the Atomic Scientists, 76 (1): 46-60. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00963402.2019.1701286 De hecho, entre las medidas para mejorar la flexibilidad de esta disuasión a medida
podría hallarse la modificación de un número indeterminado de ojivas termonucleares
W76-1 de 90 kilotones al estándar W76-2 con 5-7 kilotones. Aunque pueda parecer extraño,
este tipo de decisiones técnicas influyen sobre la disuasión a medida, reforzando
la relación entre el avance de la teoría de la disuasión nuclear y la práctica estratégica.
En un escenario nuclear cada vez más complejo por la confluencia de muchos factores —la degradación del régimen de no proliferación y la demolición de los últimos vestigios de la Guerra Fría, el incremento de actores que requieren ser disuadidos, la proliferación de nuevos vectores y tecnologías, una creciente asertividad de las doctrinas nucleares, aparentes reducciones en el umbral nuclear, una creciente competición entre potencias y un entorno de disuasión cada vez más multipolar (Loss, Rafael, Lesley Kucharski, Andrew Reddie y Jaceck Durkalec. 2018. Annotated Bibliography for Workshop: «Adapting Deterrence Strategies to a Changing Security Environment», LLNL-TR-752761. Livermore: Lawrence Livermore National Lab. Disponible en: https://www.osti.gov/servlets/purl/1465277/.Loss et al., 2018)— es posible pronosticar un incremento de las disuasiones a medida. De la misma manera, es muy probable que se produzcan grandes avances en las teorías sobre la disuasión, dejando atrás la cuarta ola y entrando en una nueva etapa de desarrollo teórico para mejorar la comprensión y praxis de este proceso.
Tras haber repasado la evolución y desarrollos actuales de la teoría de la disuasión, a continuación se regresará a la época dorada del pensamiento nuclear para analizar las opciones selectivas. En vigor desde 1974 hasta el final de la Guerra Fría, las opciones selectivas constituyen el primer caso práctico de disuasión a medida décadas antes de su consolidación técnica y académica. Además, el estudio de esta doctrina que casi provoca una crisis nuclear de consecuencias imprevisibles puede arrojar interesantes conclusiones susceptibles de utilizarse en los modelos disuasorios actuales.
Aunque las opciones selectivas tienen su génesis durante la Administración Nixon (1969-1974) Podría argumentarse que sus orígenes se hallan en el informe que Nixon presentó al
Congreso en 1970, donde se podía leer lo siguiente: «Should a President […] be left
with the single option of ordering the mass destruction of enemy civilians, in the
face of the certainty that it would be followed by the mass slaughter of Americans?
Should the concept of assured destruction […] be the only measure of our ability to
deter the variety of threats we may face?» (Nixon, 1970: 122). Tras cuatro años trabajando
en ampliar las alternativas estratégicas a ataques nucleares contrafuerza, en enero
de 1974 se presentó el Memorándum Decisorio de Seguridad Nacional 242 (NSDM 242). Este solicitaba el desarrollo de opciones «[…] which enable the United
States to conduct selected nuclear operations» ( Nixon, Richard. 1974. National Security Decision Memorandum 242. Disponible en: https://www.nixonlibrary.gov/virtuallibrary/documents/nsdm/nsdm_242.pdf.
Estas valoraciones desataron la alarma en Washington y mediaron para que Jimmy Carter
(1977-1981) solicitara en la Directiva Presidencial 18 (PD-18) de 1977 revisar la
política de selección de objetivos nucleares. Materializada en la PD-59, su objetivo
era «garantizar —y dejarlo claro— que ni los líderes soviéticos ni su régimen sobreviviría
a una guerra termonuclear general; que no había posibilidad de victoria en tal guerra
porque el resultado sería una destrucción total» (Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/.
Brown, 2012). Estudios posteriores con fuentes soviéticas argumentan que el Kremlin creía imposible
triunfar en un conflicto nuclear, apenas había considerado utilizar opciones limitadas
y sabía que no sobreviviría a una guerra atómica (Cimbala, Stephen. 2016. The New Nuclear Disorder: Challenges to Deterrence and Strategy. Nueva York: Routledge. Disponible en:
No obstante, EE. UU. siempre consideró necesario mantener una superioridad cualitativa
frente a la URSS. De hecho, esta era percibida como un elemento clave de la estabilidad
estratégica y, por lo tanto, de la destrucción asegurada. Sin embargo, ello no implica
que Washington intentara dejar de lado la MAD por la primacía nuclear ( Petrelli, Niccolò y Pulcini Giordana. 2018. «Nuclear Superiority in the Age of Parity:
US Planning, Intelligence Analysis, Weapons Innovation and the Search for a Qualitative
Edge 1969-1976», The International History Review, 40 (5): 1191-1209. Disponible en: https://doi.org/10.1080/07075332.2017.1420675.
Planteadas en la nueva Política de Empleo de Armas Nucleares Tal y como se expone en la nota 10, este trabajo del Pentágono respondía al requerimiento
del NSDM-242. Este solicitaba una nueva guía para el empleo limitado y selectivo de
armas nucleares, ya que los planes existentes ofrecían respuestas limitadas que no
llegaban a la respuesta total, pero cuyos daños directos y colaterales eran muy elevados
( Lambeth, Benjamin. 1976. Selective Nuclear Options in American and Soviet Strategic Policy. Santa Monica: RAND.
La Administración Kennedy había calificado la concepción estratégica de Eisenhower
basada en la represalia masiva —o, mejor dicho, de convertir cualquier contingencia
limitada en una guerra nuclear— de «suicidio o rendición» y que el incremento de las
capacidades nucleares soviéticas fue lo que llevó a los demócratas a buscar otras
opciones más flexibles y realistas.
Asumiendo que la disuasión a medida «implica la identificación de los líderes y élites
políticas, así como los individuos en el mando militar nacional que deberían ser los
blancos de los mensajes de las amenazas e incentivos» (Lantis, Jeffrey. 2009. «Strategic Culture and Tailored Deterrence: Bridging the Gap
between Theory and Practice», Contemporary Security Policy, 30 (3): 467-485. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13523260903326677.Lantis, 2009: 474), Andrew Marshall y Walter Slocombe adaptaron las opciones selectivas a las especificidades
soviéticas creando un modelo a medida. Para ello, se adentraron en la mentalidad de
su liderazgo para descubrir que la racionalidad soviética difería de la estadounidense,
que los instintos jugaban un papel central en su toma de decisiones y que la supervivencia
del régimen, la vida de los mandatarios y el control del país eran los elementos que
más valoraba el liderazgo soviético (Barrass, Gordon. 2009. The Great Cold War. Stanford: Stanford University Press.Barrass, 2009: 208) Harold Brown ( Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/.
Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice»,
Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015
Oficializada en la PD-59 que Carter firmó en 1980 y refinada en la Directiva de Seguridad Nacional 13 (NSDD-13) que Reagan ratificó un año después, esta estrategia de compensación refinaba las opciones selectivas «a la luz del creciente arsenal estratégico soviético y del incremento de sus capacidades» (Presidente de los Estados Unidos. 1981. National Security Decision Directive 13. Nuclear Weapons Employment Policy. Washington DC: Government Printing Office.Presidente de los Estados Unidos, 1981: 1).
Basada en la flexibilidad, el control de la escalada, la supervivencia y la resiliencia
de las fuerzas nucleares (Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/.
Brown, 2012), esta contemplaba la posibilidad de mantener una guerra limitada que no escalara
hacia un conflicto total que amenazando —de forma precisa, graduada y exhaustiva—
el aparato político y militar soviético (Burr, William. 2012. «How to Fight a Nuclear War», Foreign Policy. 14-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/14/how-to-fight-a-nuclear-war.
Burr, 2012). Ello suponía un importante cambio doctrinal, ya que los objetivos contravalor (centros
urbanos, económicos e industriales) dejaban paso a la decapitación de la élite político-militar
y la destrucción de los objetivos contrafuerza (silos de misiles, bases de bombarderos,
atraques de submarinos o nodos de mando y control) como blancos de la respuesta estadounidense Los blancos prioritarios eran las fuerzas nucleares estratégicas y de teatro, los
sistemas de mando, control, comunicaciones e inteligencia y el resto de fuerzas y
las infraestructuras industriales que apoyaran el esfuerzo militar en caso de guerra
( Presidente de los Estados Unidos. 1981. National Security Decision Directive 13. Nuclear Weapons Employment Policy. Washington DC: Government Printing Office.
Tras haber identificado aquello que más valoraba el Kremlin y diseñado una doctrina que explotaba estos miedos, ahora se hacía necesario ejecutar la disuasión incidiendo sobre la capacidad (para posibilitar su ejecución), la credibilidad (para certificar su cumplimiento) y la comunicación (para advertir a Moscú de las consecuencias de alterar el statu quo).
Para generar la capacidad, el Pentágono elaboró un catálogo de opciones de respuesta
que se integrarían en un nuevo Plan Operativo Único Integrado para guiar el planeamiento
de contingencia y la selección de blancos nucleares Las orientaciones planteadas en las directivas presidenciales tienen que traducirse
en planes de contingencia concretos. Durante la mayor parte de la Guerra Fría, esto
se realizaba mediante la elaboración —por parte del Pentágono— de la Política Nacional
de Selección de Blancos y Ataque Estratégico (NSTAP), que planteaba el concepto de
operaciones, y el Plan Operativo Único Integrado (SIOP) que detallaba los objetivos
y los medios para batirlos.
Para comunicar la disuasión, Washington filtró las secciones de la PD-59 y NSDD-13
que detallaban la selección de los blancos para que el Kremlin advirtiera que era
el primer objetivo de Washington y que su decapitación comprometería la continuidad
del régimen, erosionaría el control interno y colapsaría la defensa nacional (Barrass, Gordon. 2009. The Great Cold War. Stanford: Stanford University Press.Barrass, 2009: 234). Segundo, en un discurso televisado propuso desarrollar una guerra de las galaxias que «proporcionaría los medios necesarios para convertir a estas armas nucleares en
impotentes y obsoletas» Discurso de Reagan sobre la Iniciativa de Defensa Estratégica, 23 de marzo de 1983,
disponible en:
Finalmente, para demostrar su credibilidad, Washington implementó varias medidas —especialmente tras el nombramiento de Reagan— para demostrar su determinación de combatir. Primero, mediante el repunte de la monitorización de las comunicaciones cerca de la URSS y aumentando las incursiones sobre su espacio aéreo para identificar las vulnerabilidades de sus sistemas de defensa. Segundo, autorizando operaciones navales tras la brecha GIUK (Groenlandia, Islandia, Reino Unido) y en los mares Báltico, Negro, Noruego y de Barents para negar el control del mar a la flota soviética y obligarla a replegar los submarinos lanzamisiles a sus costas y el mar Negro. Tercero, mediante maniobras aeronavales agresivas como el ejercicio Magic Sword North con el despliegue de dos portaaviones al Báltico, el FleetEx 82 con la proyección de dos grupos aeronavales en la costa oriental soviética, o el FleetEx 83 con la participación de tres grupos aeronavales a setecientos kilómetros de Kamchatka, ejercicios cerca de la base de submarinos de Petropavlovsk o incursiones aéreas en las islas Kuriles. Estos movimientos revelaban la capacidad estadounidense para proyectar fuerzas aeronavales cerca de las costas soviéticas sin oposición, eludiendo sus sistemas de observación y superando sus defensas (Central Intelligence Agency (CIA). 1982. Soviet Naval Strategy and Programs (NIE-11-15/82D). Washington DC: CIA. Central Intelligence Agency, 1982: 12-14). También ponían de manifiesto su capacidad para evitar que los submarinos lanzamisiles soviéticos —objetivos prioritarios en la PD-59 y NSDD-13, ya que su destrucción degradaría la capacidad de contragolpe soviética— pudieran salir de sus bastiones defensivos en caso de conflicto (Colom-Piella, Guillem. 2018. «Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)», Ayer, 112: 265-293.Colom-Piella, 2018).
En resumen, la estrategia de compensación que culminó en las opciones selectivas fue
un éxito: Moscú advirtió que esta doctrina permitiría a Washington librar una guerra
nuclear limitada (Starudubov, en Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice»,
Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en:
En otras palabras, el dilema de seguridad erróneamente percibido por EE. UU. como
una espiral ofensiva había generado una falsa ventana de vulnerabilidad en Washington
y otra de oportunidad para Moscú. Para cerrarla, el Pentágono desarrolló esta estrategia
de compensación que abrió una ventana de vulnerabilidad en el ejército rojo. Enfrentándose
a una imaginaria espiral ofensiva y desconociendo las intenciones reales de Washington,
Moscú concluyó que estos movimientos podrían anticipar un ataque preventivo (Barrass, Gordon. 2009. The Great Cold War. Stanford: Stanford University Press.Barrass, 2009: 234-235) Ello podría dar lugar a múltiples interpretaciones relacionadas con la degradación
de la situación de dominio de la defensa (defense-dominance situation) consolidada cuando ambas potencias se dotaron de capacidades de contragolpe ( Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.
Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.
Booth, Ken y Nicholas Wheeler. 2007. The Security Dilemma: Fear, Competition, and Trust in World Politics. Londres: Palgrave.
Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en: https://doi.org/ 10.2307/2539239.
Esta preocupación no era injustificada: el temor a un ataque por sorpresa estaba presente
en su pensamiento estratégico desde el final de la Segunda Guerra Mundial (Sidorenko, Andreï. 1970. The Offensive (A Soviet View). Washington DC: Government Printing Office.Sidorenko, 1970: 115). Condicionado por la debacle de 1941, la vulnerabilidad de sus silos de misiles,
el tiempo requerido para completar su ciclo de lanzamiento y la limitada efectividad
de sus sistemas de mando y control para garantizar el contragolpe, Moscú siempre imaginó
que Washington atacaría primero y que la única opción para sobrevivir era adelantarse
(Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during
the Cold War. McLean: BDM Federal.Hines, 1995: 22-47). Aunque en la década de 1960 la URSS se había decantado por la disuasión mutua —incrementando
el número de ojivas, acorazando los silos de misiles para protegerlos de ataques contrafuerza,
aumentando la redundancia y resiliencia de los sistemas de mando y control para garantizar
su supervivencia o desarrollando una tríada nuclear que facilitara el contragolpe—
siempre continuó percibiéndose inferior a EE. UU. Disponía de menos ojivas (9002 frente
a 10 619 en 1983), poseía una tríada pesada, poco flexible y basada en ICBM (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and
Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.Cimbala, 2014: 247) y tanto sus sistemas de alerta temprana como sus nodos de mando y control eran inferiores
a los estadounidenses (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice»,
Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en:
Cuando Washington lanzó las opciones selectivas, la alerta temprana soviética se basaba
en los obsoletos radares Duga, capaces de identificar misiles lanzados desde EE. UU.
diez minutos antes de alcanzar sus objetivos. Aunque el flamante sistema orbital Oko
doblaba este lapso, tenía importantes limitaciones (Podvig, Pavel. 2002. «History and the Current Status of the Russian Early-Warning
System», Science and Global Security, 10: 21-60. Disponible en:
Quizás por ello, cuando Moscú empezó a barajar seriamente la posibilidad de que la
OTAN lanzara un ataque preventivo, redujo el proceso de armado de los SLBM a 20 minutos,
el montaje de bombas nucleares tácticas en aviones a 25 minutos y la transmisión de
la orden de lanzamiento de los cohetes a 13 segundos, y desplegara cazabombarderos
capaces de montar armas nucleares en Alemania, Polonia o Hungría y piezas de artillería
equipadas con proyectiles atómicos ( Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en: https://bit.ly/3kLi8uJ Fischer, Benjamin. 1997. A Cold War Conundrum: the 1983 Soviet War Scare. Langley: CIA.
Todavía faltaba un último elemento para que afloraran los más profundos miedos de
Moscú: el despliegue de las fuerzas nucleares de alcance intermedio previsto para
1983. Para responder al emplazamiento de los misiles balísticos de alcance intermedio
SS-20 Saber en la frontera occidental soviética en 1977, la OTAN amenazó con desplegar
464 misiles de crucero BGM-109G Gryphon y 108 misiles balísticos de alcance medio
Pershing II si la URSS no cancelaba el despliegue de sus cohetes. Moscú temía que
mientras los primeros incrementaban el riesgo de conflicto en Europa, los segundos
eran una amenaza existencial para el régimen. Con un alcance de 1770 kilómetros y
un error circular de 30 metros, estos misiles equipados con ojivas nucleares de 5
a 80 kilotones no solo podían enviar más carga bélica a más distancia y más precisión
que sus predecesores Pershing I, sino que sus lanzaderas móviles también los convertían
en objetivos difíciles de detectar y destruir. Washington había previsto desplegar
estos misiles en la retaguardia alemana para evitar que los centros de poder y los
estados mayores de las fuerzas estratégicas estuvieran dentro de su alcance para evitar
que fueran percibidos por Moscú como armas de decapitación (Santese, Angela. 2016. «Ronald Reagan, the Nuclear Weapons Freeze Campaign and the
Nuclear scare of the 1980s», International History Review 39 (3): 496-520. Disponible en:
Aunque los euromisiles apoyaban las opciones selectivas, Washington inicialmente habían
planteado ambas iniciativas de manera aislada. Sin embargo, para Moscú los Pershing
II, los Gryphon y la PD-59 formaban parte del mismo plan (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice»,
Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en:
Junto con la codificación de las opciones selectivas, el repunte del gasto militar
tras la llegada de Reagan a la Casa Blanca y el inminente despliegue de los euromisiles
parecían ratificar los peores temores soviéticos (Barrass, Gordon. 2016. «Able Archer 83: What Were the Soviets Thinking?», Survival 58 (6): 7-30. Disponible en:
En un contexto de dominio ofensivo y ventana de oportunidad, la teoría pronostica
que el sistema será altamente inestable al existir una elevada probabilidad de que
desemboque en conflicto. Aunque el actor que disfrute de esta superioridad tendrá
grandes incentivos para atacar porque podrá alcanzar sus objetivos a un coste aceptable,
la potencial víctima también estará tentada en cerrar la ventana de vulnerabilidad
atacando preventivamente, explotando así la ventaja estratégica que le otorga la sorpresa
y la iniciativa (Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en:
En consecuencia, operando bajo tres ventanas de vulnerabilidad —sus sistemas de alerta
temprana no podían detectar con suficiente rapidez el lanzamiento de los Pershing
II, sus nodos de mando y control no podían garantizar la represalia y los complejos
de ataque automatizados podían batir con precisión sus blancos (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice»,
Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en:
RYAN (Raketno Yadernoye Napadenie —Ataque con Misiles Nucleares—) fue la mayor operación de inteligencia de la historia soviética. Activa entre 1981 y 1991, pretendía detectar y neutralizar un ataque aliado por sorpresa. RYAN se basaba en el temor que despertaban «las aspiraciones estadounidenses y aliadas de alterar el equilibrio estratégico-militar existente mediante un ataque termonuclear» (Chebrikov, Victor. 1983. Informe anual de trabajo del KGB en 1982 (547-CH/OB). Moscú: KGB.Chebrikov, 1983: 3). Consciente de su incapacidad para reducir la brecha militar con EE. UU., con una enorme ventana vulnerabilidad imposible de cerrar y con un presidente estadounidense aparentemente determinado a ganar la Guerra Fría, Moscú temía que Washington aprovecharía su ventana de oportunidad para asestar el golpe definitivo a la URSS (Colom-Piella, Guillem. 2018. «Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)», Ayer, 112: 265-293.Colom-Piella, 2018).
Moscú entendía que Washington, consciente de la vulnerabilidad soviética frente a un ataque de decapitación, intentaría burlar a sus servicios de inteligencia con una operación de engaño (maskirovka) encubriendo el ataque como unas maniobras (Shvets, Yuri. 1994. Washington Station: My Life as a KGB Spy in America. Nueva York: Simon y Schuster.Shvets, 1994: 74). El Kremlin asumía que si RYAN podía detectar los preparativos del ataque, dispondría de una ventana de oportunidad de 36 horas entre la orden de ataque y su lanzamiento. En consecuencia, si Moscú detectaba a tiempo estos preparativos todavía podía anticiparse y atacar primero. Estos miedos —ampliados tras el derribo de un vuelo comercial surcoreano en la costa oriental soviética tras confundirlo con un avión militar estadounidense o el falso positivo del sistema orbital Oko— convergieron en noviembre de 1983, coincidiendo con el ejercicio Able Archer. Realizado para evaluar los protocolos de empleo de armas atómicas, simulaba una crisis entre la Alianza Atlántica y el Pacto de Varsovia que escalaba hasta un guerra nuclear. Able Archer 83 transcurrió entre el 7 y 11 de noviembre de 1983. Su escenario contemplaba una crisis en Yugoslavia que motivaba una intervención del Pacto de Varsovia y desembocaba en la invasión de Finlandia, Noruega, Grecia, Alemania y Austria y el empleo de armas químicas contra la OTAN.
En esta coyuntura comenzaba el ejercicio: incapaz de detener el avance enemigo, el el jefe supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa solicitaba emplear armas nucleares tácticas contra blancos fijos de los países satélites. Tras las consultas políticas, se atacaban 25 objetivos de Europa Oriental sin detener la ofensiva. Ello motivaba la aprobación de un nuevo ataque contra las fuerzas de segundo escalón y la retaguardia enemiga, que se realizaría el día 11 por la mañana con un centenar de armas nucleares contra blancos soviéticos situados en los países satélites. El ejercicio terminaba el 11 por la tarde con el cese de las operaciones.
A diferencia de otros juegos de guerra, este parecía tener ciertas características —la participación de altos funcionarios y líderes políticos aliados, la movilización de un número inusial de fuerzas, el transporte de armas nucelares simuladas, el aumento del nivel de alerta, el empleo de un nuevo cifrado de las comunicaciones o la puesta en práctica de nuevos protocolos para el lanzamiento de armas nucleares— que lo hacían más realista (Colom-Piella, Guillem. 2018. «Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)», Ayer, 112: 265-293.Colom-Piella, 2018; Pry, Peter. 1999. War Scare: Russia and America on the nuclear brink. Westport: Greenwood Publishing Group.Pry, 1999: 37; Fischer, Benjamin. 1997. A Cold War Conundrum: the 1983 Soviet War Scare. Langley: CIA.Fischer, 1997). Moscú interpretó que Washington podía estar aprovechando estas maniobras para encubrir el ataque preventivo (Andrew, Christopher y Oleg Gordievsky. 1990. KGB: The Inside Story of Its Foreign Operations from Lenin to Gorbachev. Nueva York: Harper Collins.Andrew y Gordievsky, 1990: 599-601).
Asumiendo que los preparativos se dilatarían durante 36 horas, Moscú solicitó a los
servicios de información del Pacto de Varsovia que confirmaran la alerta, a sus unidades
de inteligencia electrónica que interceptaran las comunicaciones aliadas y a los aviones
de reconocimiento disponibles que monitorizaran cualquier movimiento de tropas (Jones, Nate. 2016. Able Archer 83: The Secret History of the NATO Exercise That Almost Triggered Nuclear
War. Nueva York: New Press.Jones, 2016: 26-34). Aunque el generalato soviético consideraba la situación alarmante pero no creía
que el ataque fuera inminente (Danilevich, en Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during
the Cold War. McLean: BDM Federal.Hines et al., 1995: 26), Moscú se preparó para atacar (Barrass, Gordon. 2016. «Able Archer 83: What Were the Soviets Thinking?», Survival 58 (6): 7-30. Disponible en:
Aunque los informes de inteligencia advertían de que los movimentos aliados no eran concluyentes y que Able Archer parecía realmente un ejercicio, Moscú no quería repetir el error de 1941. Entre la noche del 10 y la mañana del 11 el país se mantuvo expectante, con los aviones armados y los motores encendidos, las lanzadoras móviles en posición de disparo y los misiles basados en tierra esperando la secuencia de lanzamiento. Sin embargo, nunca llegó la orden de ataque. Bien porque Andropov esperaba una prueba irrefutable antes de iniciar el apocalipsis o porque estaba gravemente enfermo, bien porque Rainer Rupp —el espía que poseía la más alta habilitación de seguridad aliada— transmitió a Berlín un mensaje a la desesperada certificando que la Alianza no estaba preparando ningún ataque, bien porque Oleg Gordievsky —agente doble británico y jefe de la KGB en la representación diplomática ante Gran Bretaña— alertó al MI5 y a la CIA que Moscú había entrado en pánico, bien porque los oficiales aliados al mando del ejercicio actuaron en contra de los protocolos establecidos y no respondieron a la movilización soviética, bien porque el Kremlin intentó mandar un mensaje de tranquilidad a la Casa Blanca suspendiendo el ataque preventivo, bien porque el generalato soviético no podía creer que se tratara de un ataque, bien porque funcionaron los protocolos o una combinación de todas ellas, mediaron para que Moscú no apretara el botón nuclear. Comprobaría que todo había sido una falsa alarma —o, mejor dicho, una escalada no calculada que se estabilizó cuando ni Moscú ni Washington respondieron a las equívocas provocaciones del contrario (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.Cimbala, 2014: 250-52)— cuando el mediodía del día 11 el ejercicio terminó, la alerta nuclear cesó y las fuerzas regresaron a su alistamiento normal.
Aunque numerosas fuentes minimizan el impacto de las crisis nucleares porque las salvaguardas
existentes —en materia de mando y control, protocolos de actuación o procesos de decisión—
han impedido que se perdiera el control de la escalada y ninguna de ellas ha provocado
un holocausto (Sagan, Scott. 1993. The Limits of Safety: Organization, Accidents, and Nuclear Weapons. Princeton: Princeton University Press. Disponible en:
El mismo día en que concluían las maniobras, el ministro de Defensa Ustinov acusó
a Washington de «“imprudente” y “temerario” al dirigir el mundo hacia “una catástrofe
nuclear” […] porque estas acciones habían sido lo suficientemente realistas como para
situar a la URSS en alerta máxima» (Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en:
Las opciones selectivas tenían, a priori, todo lo necesario para disuadir con éxito a Moscú: eran un protomodelo de disuasión a medida que aprovechaba las ventajas competitivas estadounidenses y explotaba las debilidades soviéticas. Se hicieron específicamente para enfrentarse a unas amenazas, escenarios y capacidades concretas, profundizaban en la cultura estratégica soviética para conocer sus valores, descubrir sus motivaciones, comprender sus racionalidades y explotar sus temores y resultaron en un catálogo de capacidades y una comunicación de las intenciones que no dejaban duda sobre los efectos que tendría cualquier alteración del statu quo. Sin embargo, un cúmulo de fallos provocados por la errónea estimación de las capacidades, la incorrecta interpretación de las intenciones, la omisión de ciertos condicionantes de su cultura estratégica o la imposibilidad de conocer la psicología de sus líderes degradaron la estabilidad estratégica e incrementaron la brecha militar hasta culminar en un fallo de disuasión que, afortunadamente, no culminó. Aunque ello permite validar las hipótesis, este estudio de caso también sugiere otra conclusión preocupante: Washington no fue capaz de detectar la ventana de vulnerabilidad soviética ni de reconocer la legitimidad de sus miedos ni de percibir la escalada durante Able Archer ni, tampoco, de identificar el potencial fallo de disuasión. Estos hechos ejemplifican el impacto de las percepciones en los procesos de toma de decisiones, la inherente dificultad de interpretar datos confusos, la imposibilidad de conocer la psicología del oponente y, sobre todo, los límites de la disuasión.
Precisamente, el estudio de las opciones selectivas proporciona lecciones, reflexiones e ideas susceptibles de contribuir a los debates de la cuarta ola de disuasión en relación con los modelos a medida (fundamentales para orientar las relaciones con actores de distinta naturaleza, intereses y capacidades, pero incapaces de predecir las acciones del disuadido por las múltiples variables en juego), la cultura estratégica (importante para perfilar la disuasión, pero cuya comprensión no determina el éxito de la misma) o la credibilidad de la amenaza (difícilmente cuantificable en escenarios bipolares relativamente estables y potencialmente imposible de valorar en marcos multipolares con actores relacionados y tecnologías disruptivas). También permite reflexionar sobre la necesidad de combinar enfoques realistas (centrados en las capacidades militares) y constructivistas (basados en la cultura estratégica) para construir la disuasión, la relevancia que tienen las intenciones, motivaciones o percepciones de los actores para explicar su éxito, los nocivos efectos del intervencionismo político en la estimación de las amenazas y, sobre todo, el relativismo de la disuasión.
Queda para futuros trabajos estudiar otras crisis nucleares motivadas por fallos de disuasión para intentar establecer correlaciones que permitan mejorar la comprensión de este fenómeno que ha vuelto, por méritos propios, a un puesto central de los estudios estratégicos como subcampo de la ciencia política.
[1] |
Atribuidos originalmente al funcionario del Pentágono James Wade (Pringle, Peter y William Arkin. 1983. SlOP: The Secret U.S. Plan for Nuclear War. Nueva York: Norton.Pringle y Arkin, 1983: 196), los conceptos ventana de oportunidad (window of opportunity) y de vulnerabilidad (window of vulnerability) son centrales en los estudios estratégicos. Estas ventanas, que se abren cuando el
poder relativo de un Estado disminuye respecto a otro, constituyen uno de los factores
que explican por qué un actor puede tomar una posición ofensiva. Más específicamente,
una ventana de oportunidad «is a fading offensive opportunity, the latter [una ventana
de vulnerabilidad] is a growing defensive vulnerability. A single window can be a
window of both opportunity and vulnerability, if the declining sate expects to fall
all the way from dominance to helpless incapacity» (Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.Van Evera, 1999: 74). Estas ventanas pueden ser reales, como las que motivaron las guerras del Peloponeso
o Pearl Harbor, o percibidas, como el bomber gap (1955-1957) y el missile gap (1957-1961) o la ventana que estudia este trabajo. Para conocer con más detalle esta
idea, véase Van Evera (Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en:
|
[2] |
Se tiene constancia de 37 casos, 25 de ellos susceptibles de considerarse crisis nucleares
y 12 motivados por errores técnicos. Aunque el análisis no arroja resultados concluyentes,
plantea dos grandes opciones: escalada debida a errores de cálculo o pérdida del control
en el proceso de toma de decisiones (Tetrais, Bruno. 2017. «On The Brink-Really? Revisiting Nuclear Close Calls Since 1945»,
The Washington Quarterly, 40 (2): 51-66. Disponible en:
|
[3] |
Sin embargo, ello no significa que el SALT o las negociaciones que culminaron en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) tuvieran efectos directos sobre la estabilidad estratégica entre ambas potencias. Aunque mejoraron la transparencia y la predictibilidad en materia nuclear, ambos contendientes tenían distintas percepciones sobre el significado de la estabilidad estratégica o de la misma MAD (Yost, David. 2011. Strategic Stability in the Cold War. Lessons for Continuing Challenges. París: Institut Français des Relations Internationales.Yost, 2011). |
[4] |
También debería añadirse la Iglesia ortodoxa, que desde 1991 se ha convertido en un
actor esencial en el ecosistema nuclear ruso al alzarse como guardiana del arsenal
atómico y legitimadora de su doctrina de seguridad nacional (Adamsky, Dima. 2019. Russian Nuclear Orthodoxy: Religion, Politics and Strategy. Stanford: Stanford University Press. Disponible en:
|
[5] |
Precisamente, este enfoque cooperativo justificó la doctrina de no ciudades. Esta pretendía que Moscú descartara atacar los centros económicos, políticos o de población norteamericanos y reforzar la capacidad negociadora de Washington con una baza que Moscú intentaría conservar. Sin embargo, debido a la dispersión geográfica de su población, la URSS no valoraba tanto como EE. UU. las ciudades (Snyder, Jack. 1977. The Soviet Strategic Culture: Implications for Limited Nuclear Options. Santa Monica: RAND.Snyder, 1977). |
[6] |
Sin embargo, las ciberarmas no lo son debido a su intangibilidad y especificidad (la
mayoría son de un solo uso y su utilidad está condicionada al desconocimiento del
adversario de debilidades concretas de sus sistemas). En consecuencia, la credibilidad
de la ciberdisuasión —más vinculada al castigo que a la negación y cada vez más integrada
con la disuasión convencional y nuclear— está condicionada por la ambigüedad sobre
las capacidades propias y la comunicación indirecta. Ello está obligando a replantear
los criterios tradicionales de la disuasión (Welburn, Jonathan, Justin Grana y Karen Schwindt. 2019. Cyber Deterrence or How We Learned to Stop Worrying and Love the Signal. Santa Monica: RAND. Disponible en:
|
[7] |
Muchos de estos estudios centrados en la disuasión convencional han revelado que las
motivaciones del agresor —especialmente las expectativas inmediatas de sus élites—
pueden influir más que las perspectivas de victoria o las consecuencias de alterar
el statu quo. Por lo tanto, su éxito parece estar más condicionado por las percepciones del adversario
que por la persuasión de la disuasión. Estas motivaciones no solo se relacionan con
el tradicional oportunismo táctico o agresividad del régimen, sino también por la
insatisfacción por el statu quo existente (tal y como está sucediendo con China y Rusia), el riesgo de colapso de
un régimen (Japón en la Segunda Guerra Mundial) o cualquier otra situación que sus
élites perciban como peligrosa e imposible de resolver por otros medios y que les
puede llevar a aceptar más riesgos de los que, en situaciones normales, podrían aceptar
(Morgan, Patrick. 2003. Deterrence Now. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
|
[8] |
Este documento, cuya primera edición data de 1994, muestra tanto pautas de continuidad
(como puede ser la modernización del arsenal nuclear) como de cambio (adoptando un
marco de competición entre potencias, planteando aumentar las tipologías y empleabilidad
de los ingenios nucleares, ampliando los supuestos de disuasión y refinando la política
de primer uso tras haberla limitado contra potencias nucleares). Asimismo, mantiene
las limitaciones del nuevo START (2010) mientras este continúe en vigor hasta principios
de 2021 (aunque si Washington y Moscú lo desean, su vigencia podría mantenerse cinco
años más). Para un análisis más detallado de la revisión y de sus implicaciones, Lonsdale
(Lonsdale, David. 2019. «The 2018 Nuclear Posture Review: A return to nuclear warfighting?»,
Comparative Strategy, 38 (2): 98-117. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2019.1573074.2019) o Kistensen y Korda (Kristensen, Hans y Matt Korda. 2020. «United States nuclear forces, 2020», Bulletin of the Atomic Scientists, 76 (1): 46-60. Disponible en:
|
[9] |
De hecho, entre las medidas para mejorar la flexibilidad de esta disuasión a medida podría hallarse la modificación de un número indeterminado de ojivas termonucleares W76-1 de 90 kilotones al estándar W76-2 con 5-7 kilotones. Aunque pueda parecer extraño, este tipo de decisiones técnicas influyen sobre la disuasión a medida, reforzando la relación entre el avance de la teoría de la disuasión nuclear y la práctica estratégica. |
[10] |
Podría argumentarse que sus orígenes se hallan en el informe que Nixon presentó al Congreso en 1970, donde se podía leer lo siguiente: «Should a President […] be left with the single option of ordering the mass destruction of enemy civilians, in the face of the certainty that it would be followed by the mass slaughter of Americans? Should the concept of assured destruction […] be the only measure of our ability to deter the variety of threats we may face?» (Nixon, 1970: 122). Tras cuatro años trabajando en ampliar las alternativas estratégicas a ataques nucleares contrafuerza, en enero de 1974 se presentó el Memorándum Decisorio de Seguridad Nacional 242 (NSDM 242). Este solicitaba el desarrollo de opciones «[…] which enable the United States to conduct selected nuclear operations» (Nixon, Richard. 1974. National Security Decision Memorandum 242. Disponible en: https://www.nixonlibrary.gov/virtuallibrary/documents/nsdm/nsdm_242.pdf. Nixon, 1974: 2). Ello se traduciría en la Guía política para el empleo de armas nucleares que el secretario de Defensa James Schlesinger presentaría tres meses después. Había nacido la doctrina Schlesinger. |
[11] |
No obstante, EE. UU. siempre consideró necesario mantener una superioridad cualitativa frente a la URSS. De hecho, esta era percibida como un elemento clave de la estabilidad estratégica y, por lo tanto, de la destrucción asegurada. Sin embargo, ello no implica que Washington intentara dejar de lado la MAD por la primacía nuclear (Petrelli, Niccolò y Pulcini Giordana. 2018. «Nuclear Superiority in the Age of Parity: US Planning, Intelligence Analysis, Weapons Innovation and the Search for a Qualitative Edge 1969-1976», The International History Review, 40 (5): 1191-1209. Disponible en: https://doi.org/10.1080/07075332.2017.1420675.Petrelli y Pulcini, 2018). |
[12] |
Tal y como se expone en la nota 10, este trabajo del Pentágono respondía al requerimiento del NSDM-242. Este solicitaba una nueva guía para el empleo limitado y selectivo de armas nucleares, ya que los planes existentes ofrecían respuestas limitadas que no llegaban a la respuesta total, pero cuyos daños directos y colaterales eran muy elevados (Lambeth, Benjamin. 1976. Selective Nuclear Options in American and Soviet Strategic Policy. Santa Monica: RAND.Lambeth, 1976). |
[13] |
La Administración Kennedy había calificado la concepción estratégica de Eisenhower basada en la represalia masiva —o, mejor dicho, de convertir cualquier contingencia limitada en una guerra nuclear— de «suicidio o rendición» y que el incremento de las capacidades nucleares soviéticas fue lo que llevó a los demócratas a buscar otras opciones más flexibles y realistas. |
[14] |
Harold Brown (Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/.
2012) sugiere que uno de los indicadores para evaluar estos miedos era la construcción
de búnkeres para proteger a los líderes soviéticos, algo que ratifica Adamsky (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice»,
Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en:
|
[15] |
Los blancos prioritarios eran las fuerzas nucleares estratégicas y de teatro, los sistemas de mando, control, comunicaciones e inteligencia y el resto de fuerzas y las infraestructuras industriales que apoyaran el esfuerzo militar en caso de guerra (Presidente de los Estados Unidos. 1981. National Security Decision Directive 13. Nuclear Weapons Employment Policy. Washington DC: Government Printing Office.Presidente de los Estados Unidos, 1981: 4). |
[16] |
Las orientaciones planteadas en las directivas presidenciales tienen que traducirse en planes de contingencia concretos. Durante la mayor parte de la Guerra Fría, esto se realizaba mediante la elaboración —por parte del Pentágono— de la Política Nacional de Selección de Blancos y Ataque Estratégico (NSTAP), que planteaba el concepto de operaciones, y el Plan Operativo Único Integrado (SIOP) que detallaba los objetivos y los medios para batirlos. |
[17] |
Discurso de Reagan sobre la Iniciativa de Defensa Estratégica, 23 de marzo de 1983, disponible en: http://www.atomicarchive.com/Docs/Missile/Starwars.shtml |
[18] |
Ello podría dar lugar a múltiples interpretaciones relacionadas con la degradación
de la situación de dominio de la defensa (defense-dominance situation) consolidada cuando ambas potencias se dotaron de capacidades de contragolpe (Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.Van Evera, 1998, Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.1999) o con un falso dilema de seguridad derivado de la modernización militar estadounidense
(Booth, Ken y Nicholas Wheeler. 2007. The Security Dilemma: Fear, Competition, and Trust in World Politics. Londres: Palgrave.Booth y Wheeler, 2007). Pero, quizás, Moscú interpretaba las maniobras, las operaciones psicológicas o
las «misiones hurón» para probar los sistemas de alerta temprana soviéticos como sondas
limitadas (limited probe) para buscar el umbral de respuesta (Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en:
|
[19] |
Quizás por ello, cuando Moscú empezó a barajar seriamente la posibilidad de que la
OTAN lanzara un ataque preventivo, redujo el proceso de armado de los SLBM a 20 minutos,
el montaje de bombas nucleares tácticas en aviones a 25 minutos y la transmisión de
la orden de lanzamiento de los cohetes a 13 segundos, y desplegara cazabombarderos
capaces de montar armas nucleares en Alemania, Polonia o Hungría y piezas de artillería
equipadas con proyectiles atómicos (Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en:
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Profesor del Área de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Pablo de Olavide, investigador asociado de la Universidad Autónoma de Chile y codirector de THIBER (The Cybersecurity Think Tank). Antes de incorporarse a la universidad, trabajó en la Unidad de Transformación de las Fuerzas Armadas del Estado Mayor de la Defensa, apoyando el diseño de capacidades militares. Actualmente continúa combinando las labores académicas con la participación en la generación de capacidades y la ejecución del planeamiento de la defensa, la pertenencia al Innovation Hub del Mando Aliado de Transformación o la participación en grupos de trabajo internacionales en asuntos de defensa. Ha recibido el primer premio (2015 y 2019) y el tercero (2005) de la Revista Ejército y el primer premio de la Revista Aeronáutica y Astronáutica (2016). |