RESUMEN

El artículo estudia las opciones selectivas, una doctrina de empleo de armas nucleares planteada por Estados Unidos en 1974 para reforzar su postura disuasoria y que posibilitaba una guerra nuclear limitada. Sin embargo, al ampliar la brecha estratégica con la Unión Soviética y explotar sus peores miedos, la implementación de esta doctrina casi provocó una crisis nuclear en 1983. Constituyendo uno de los escasos fallos de disuasión nuclear conocidos, el estudio de este caso histórico puede contribuir a explicar el funcionamiento de este proceso que está volviendo a adquirir un papel central en los estudios estratégicos. El artículo se divide en dos partes: una primera parte teórica profundiza en la literatura sobre la disuasión hasta la actual cuarta ola de estudios sobre este fenómeno y la consolidación de los modelos de disuasión a medida. La segunda, a modo de estudio de caso histórico, tratará sobre las opciones selectivas. Se plantea que esta doctrina vigente durante la última etapa de la Guerra Fría no solo constituye un protomodelo de disuasión a medida, sino que también su ejecución provocó un fallo de disuasión que, afortunadamente, no culminó en catástrofe. Aunque los escasos casos de fallos de disuasión nuclear impiden establecer conclusiones generales, el artículo concluye alertando sobre la contextualidad, credibilidad y relativismo de la disuasión.

Palabras clave: opciones selectivas, disuasión, estrategia competitiva, cultura estratégica, Able Archer, crisis nuclear, fallo de disuasión, ventana de vulnerabilidad.

ABSTRACT

The article is aimed at studying the selective options, a nuclear weapons employment doctrine launched by the United States in 1974 to reinforce its deterrent position by enabling a limited nuclear war. However, by widening the military gap with the Soviet Union and exploiting its worst fears, the implementation of this doctrine almost caused a nuclear crisis in 1983. Since this constitutes one of the few known nuclear deterrence failures, the study of this historical case may contribute to explaining the working of this process which is regaining its central role in the field of Strategic Studies. The article is divided into two parts: the first theoretical part delves into the literature on deterrence up to the fourth wave of studies on the phenomenon and the consolidation of tailored deterrence models. The second one, as a historical case study, analyzes the selective options. It is argued that this doctrine, in force during the last stage of the Cold War, does not only constitute a proto-model of tailor-made deterrence, but its realization also caused a failure of deterrence that fortunately did not culminate in catastrophe. Even if the few cases of nuclear deterrence failures prevent drawing general conclusions, the article concludes by warning about the contextuality, credibility and relativism of deterrence.

Keywords: selective options, deterrence, competitive strategy, strategic culture, Able Archer, nuclear crisis, deterrence failure, window of vulnerability.

Cómo citar este artículo / Citation: Colom-Piella, G. (2020). Haciendo posible lo impensable: opciones selectivas, disuasión a medida y fallos en la disuasión nuclear (1974-‍1994). Revista Española de Ciencia Política, 54, 121-‍148. Doi: https://doi.org/10.21308/recp.54.05

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. INTRODUCCIÓN
  4. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
  5. LA EVOLUCIÓN DE LAS TEORÍAS DE LA DISUASIÓN
  6. LAS OPCIONES SELECTIVAS
  7. LA OPERACIÓN RYAN Y ABLE ARCHER 83
  8. CONCLUSIONES
  9. NOTAS
  10. Referencias

INTRODUCCIÓN[Subir]

Considerada como uno de los pilares de los estudios estratégicos, la disuasión (deterrence) fundamentó los debates de este subcampo de la ciencia política durante la Guerra Fría. En los años noventa del pasado siglo, la agenda investigadora en esta materia mutó hacia los estudios sobre la proliferación de armamento de destrucción masiva y sus vectores de lanzamiento hasta que los sucesos del 11-S motivaron tanto su redefinición (centrándose en el potencial uso de estas armas por parte de actores no estatales) como el resurgimiento de la disuasión (contra actores no estatales con motivaciones ideológicas y religiosas). Hoy en día, la degradación del régimen de no proliferación y una paulatina proliferación vertical y horizontal, la maduración de tecnologías susceptibles de alterar los parámetros clásicos de la disuasión, doctrinas nucleares cada vez más asertivas y planteamientos disuasorios tendientes al multidominio e interdominio, han vuelto a situar la disuasión nuclear en un puesto central de los estudios estratégicos.

A pesar del renovado interés en la disuasión nuclear y la ampliación del objeto de estudio al dominio cibernético o la zona gris del conflicto, en nuestro país existe una escasa conciencia sobre su relevancia que se traduce en una insignificante producción científica. Ello puede deberse tanto a la propia situación embrionaria de los estudios estratégicos en España y las agendas de investigación en el campo de la seguridad y defensa, como al hecho de que nuestro país carezca de estas capacidades (Bueno, Alberto. 2019. «La evolución de los estudios estratégicos en la comunidad académica española: análisis de su agenda de investigación (1978-2018)», Revista Española de Ciencia Política, 51: 177-203. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00396338.2016.1257176.‍Bueno, 2019: 189).

Más concretamente, en la década de los ochenta existió un cierto interés por estos asuntos debido a los euromisiles y la guerra de las galaxias, de los que Bardají (Bardají, Rafael. 1986. La Guerra de las galaxias. Problemas y perspectivas de la nueva doctrina militar de la administración Reagan. Madrid: INAPPS.‍1986) era su principal exponente. En los 2000, este se centró en la proliferación de armamento de destrucción masiva y la posibilidad de que actores no estatales se dotaran de ingenios de este tipo, entre los que Garrido (2001, 2012) es el más destacado. Pueden hallarse referencias más recientes sobre disuasión y doctrina nuclear, en su mayoría procedentes del Instituto Español de Estudios Estratégicos del Ministerio de Defensa o de la revista de divulgación militar Ejércitos. En este sentido, es posible destacar a Frías (Frías, Carlos. 2016. «La disuasión convencional», Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, 8: 103-125.‍2016) sobre disuasión convencional; Rajmil (Rajmil, Daniel. 2015. «Oriente próximo; disuasión y disuasión nuclear», Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, 6: 1-23.‍2015) sobre estos procesos en Oriente Medio; Pulido (Pulido, Guillermo. 2019. «Supremacía nuclear. ¿Es posible ganar un enfrentamiento nuclear?», Ejércitos. Disponible en: https://www.revistaejercitos.com/2019/01/09/supremacia-nuclear.‍2019) sobre doctrina y tecnología o Frías et al. (2020) sobre no proliferación y control de armamentos. Además, debería citarse La evolución de la estrategia nuclear de Lawrence Freedman (1992 [1981]) que, a pesar de su antigüedad, continúa siendo un trabajo de referencia para cualquiera que desee adentrarse en estas temáticas. El único manual de estudios estratégicos escrito en lengua española también contiene dos capítulos que introducen las teorías sobre la disuasión y las doctrinas nucleares de las principales potencias (Jordán, Javier (ed.) 2013. Manual de estudios estratégicos y seguridad internacional. Barcelona: Plaza y Valdés.‍Jordán, 2013).

En otras palabras, la escasa madurez de los estudios estratégicos como subcampo académico en nuestro país puede explicar el limitado interés intelectual y significativo desconocimiento práctico de todos los asuntos que rodean la disuasión en sus múltiples concepciones. Precisamente, este trabajo pretende contribuir al avance de los estudios estratégicos como subcampo de la ciencia política española, analizando las opciones selectivas (selective options). Para ello, el artículo empezará repasando la evolución de la disuasión nuclear desde sus inicios hasta hoy, para trazar las grandes líneas del debate académico. Continuará analizando este protomodelo de disuasión a medida que, vigente entre 1974 y 1994, pretendía reforzar la postura disuasoria de EE. UU. posibilitando una guerra nuclear limitada, pero cuyos efectos desestabilizadores casi provocaron un fallo de disuasión.

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA[Subir]

Aunque la disuasión existe desde la antigüedad clásica, fue durante la Guerra Fría cuando alcanzó su plena madurez. Muchos académicos, militares, técnicos y políticos estudiaron cómo impedir una guerra atómica entre EE. UU. y la URSS, cómo evitar que una guerra convencional escalara hacia una nuclear y, coincidiendo con los primeros casos de proliferación horizontal, cómo afrontar la disuasión múltiple con arsenales asimétricos. En palabras de Brodie (Brodie, Bernard. 1946. The Absolute Weapon: Atomic Power and World Order. Nueva York: Harcourt Brace.‍1946: 76), uno de los padres de la estrategia nuclear, «hasta ahora el principal objetivo de los ejércitos era ganar guerras. Desde ahora, su prioridad será evitarlas. No pueden tener ningún otro propósito útil». Sin embargo, estaba equivocado. A pesar del punto de equilibrio estratégico alcanzado con la destrucción mutua asegurada (MAD), existieron numerosos intentos para superar esta situación que ambos contendientes percibían de manera distinta. Las opciones selectivas son uno de ellos.

Fundamentadas en unas estimaciones alarmantes sobre las capacidades e intenciones soviéticas, las opciones selectivas pretendían cerrar una ventana de vulnerabilidad que parecía haberse abierto en la defensa estadounidense

Atribuidos originalmente al funcionario del Pentágono James Wade (

Pringle, Peter y William Arkin. 1983. SlOP: The Secret U.S. Plan for Nuclear War. Nueva York: Norton.

Pringle y Arkin, 1983: 196
), los conceptos ventana de oportunidad (window of opportunity) y de vulnerabilidad (window of vulnerability) son centrales en los estudios estratégicos. Estas ventanas, que se abren cuando el poder relativo de un Estado disminuye respecto a otro, constituyen uno de los factores que explican por qué un actor puede tomar una posición ofensiva. Más específicamente, una ventana de oportunidad «is a fading offensive opportunity, the latter [una ventana de vulnerabilidad] is a growing defensive vulnerability. A single window can be a window of both opportunity and vulnerability, if the declining sate expects to fall all the way from dominance to helpless incapacity» (

Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.

Van Evera, 1999: 74
). Estas ventanas pueden ser reales, como las que motivaron las guerras del Peloponeso o Pearl Harbor, o percibidas, como el bomber gap (1955-‍1957) y el missile gap (1957-‍1961) o la ventana que estudia este trabajo. Para conocer con más detalle esta idea, véase Van Evera (

Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en: https://doi.org/ 10.2307/2539239.

1998
,

Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.

1999
); mientras que para observar su utilización en la década de 1970 por muchos críticos con la distensión y el control de armamentos para solicitar una posición más asertiva en materia nuclear o por el presidente Ronald Reagan para justificar sus acciones en materia estratégica, véase: Intelligence Community Experiment in Competitive Analysis (

Intelligence Community Experiment in Competitive Analysis. 1976. Soviet Strategic Objectives: An Alternative View: Report of Team B. Washington DC: CIA.

1976
); Pringle y Arkin (

Pringle, Peter y William Arkin. 1983. SlOP: The Secret U.S. Plan for Nuclear War. Nueva York: Norton.

1983
) o Salman et al. (

Salman, Michael; Kelvin Sullivan y Stephen Van Evera. 1989. «Analysis or Propaganda? Measuring American Strategic Nuclear Capability, 1969-1988», en Lynn Eden y Steven Miller (eds.), Nuclear Arguments: Understanding the Strategic Nuclear Arms and Arms Control Debates. Ithaca: Cornell University Press.

1989
).

‍[1]
. Sin embargo, a diferencia de los modelos clásicos de disuasión de naturaleza racionalista, mecanicista y universalista, las opciones selectivas propusieron adaptar la disuasión general al contexto específico soviético. Integrando los primeros análisis sobre cultura estratégica, sus creadores intentaron descubrir los miedos del liderazgo soviético para diseñar una disuasión a medida. Sin plantearlo, estaban sentando las bases del modelo disuasorio actual, adaptado al contexto y especificidades de cada actor que disuadir.

Aunque las opciones selectivas reforzaron la disuasión, las recientes desclasificaciones también han revelado sus enormes efectos indeseados. Al sobrevalorar las capacidades, malinterpretar las intenciones y explotar los miedos soviéticos, Washington aumentó la brecha de capacidades con Moscú y abrió una ventana de vulnerabilidad que la URSS consideraba imposible de cerrar. Ello parecía corroborar sus peores miedos: que EE. UU. intentaría aprovechar esta ventaja para realizar un ataque nuclear preventivo y así acabar con la Guerra Fría.

Tradicionalmente considerado como algo infundado y absurdo, producto de la paranoia soviética, o una operación de desinformación para evitar el despliegue de los euromisiles en suelo alemán e incrementar las tensiones en la OTAN (Central Intelligence Agency (CIA).1983b. U.S. and Soviet Strategic Forces (NI-83-10002X). Washington DC: CIA.‍Central Intelligence Agency, 1983b, Central Intelligence Agency (CIA). 1984. Implications of Recent Soviet Military-Political Activities (SNIE-11-10-84). Washington DC: CIA.‍1984), el miedo a un ataque estadounidense por sorpresa condicionó el pensamiento soviético desde 1941. Sin embargo, fue esta ventana de vulnerabilidad la que indujo al Kremlin a concluir que la única solución para sobrevivir era anticiparse. Aunque Washington no parecía percibir su dominio ofensivo ni tampoco su aparente ventana de oportunidad, Moscú percibía que se había abierto una ventana de vulnerabilidad. En consecuencia, interpretaba esta situación como una espiral ofensiva que solo podía resolverse atacando previamente y por sorpresa.

Estas razones motivaron la operación RYAN. Condicionada por los intereses en juego y por la determinación del Kremlin por no repetir la debacle de 1941, esta operación pretendía descubrir los preparativos del ataque nuclear estadounidense. Esta paranoia culminó en los ejercicios Able Archer 83, cuando se produjo una crisis nuclear que, por poco, no se convierte en una profecía autocumplida. Durante años se ha minimizado este suceso. Sin embargo, las desclasificaciones documentales que se han ido produciendo desde 2009 sugieren lo contrario.

¿Qué interés puede tener el estudio de la configuración de las opciones selectivas y su contribución a la escalada que culminó en Able Archer hace casi cuarenta años? Aunque existe un creciente número de trabajos historiográficos sobre la Directiva Presidencial 59 (PD-59) que establecía las opciones selectivas o los ejercicios Able Archer 83, pocos estudian ambos sucesos en conjunto para extraer relaciones de causalidad (Jones, Nate. 2009. One misstep could trigger a great war: Operation RYAN, Able Archer 83, and the 1983 war scare. Washington DC: George Washington University Press.‍Jones, 2009, Jones, Nate. 2016. Able Archer 83: The Secret History of the NATO Exercise That Almost Triggered Nuclear War. Nueva York: New Press.‍2016). Y por extraño que pueda parecer, son prácticamente inexistentes —exceptuando las aportaciones de Cimbala (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.‍2014, Cimbala, Stephen. 2016. The New Nuclear Disorder: Challenges to Deterrence and Strategy. Nueva York: Routledge. Disponible en: https://doi.org/10.4324/9781315555133‍2016) o Adamsky (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍2013)— los trabajos que intentan examinar estos hechos en clave de fallo de disuasión. Este aparente desinterés choca con la realidad empírica, puesto que de las veinticinco crisis nucleares que se han producido desde 1945 (Tetrais, Bruno. 2017. «On The Brink-Really? Revisiting Nuclear Close Calls Since 1945», The Washington Quarterly, 40 (2): 51-66. Disponible en: https://doi.org/10.1080/0163660X.2017.1328922‍Tetrais, 2017), esta es una de las pocas que no puede calificarse como un cuasi fallo de disuasión. Ante la escasez de casos de estudio, las opciones selectivas pueden proporcionar varias lecciones para comprender el funcionamiento del proceso de disuasión, identificar sus potenciales fallos y constatar que los factores objetivos no permiten explicar, por sí solos, ni su credibilidad ni su éxito.

En consecuencia, este artículo pretende responder a la siguiente pregunta: ¿por qué las opciones selectivas, un modelo que a priori tenía todos los elementos necesarios para ser un éxito, casi provocaron un fallo de disuasión? Para ello, se plantearán tres hipótesis:

  • H1. Las opciones selectivas constituyen el primer modelo de disuasión a medida (taylored deterrence) de la historia. Este enfoque se planteó varias décadas antes de que la teoría y la doctrina de la disuasión concibieran este modelo.

  • H2. Las opciones selectivas generaron una situación de dominio ofensivo y abrieron una insalvable ventana de vulnerabilidad en la Unión Soviética que condujo a un fallo de disuasión.

  • H3. Las opciones selectivas corroboran la contextualidad de la disuasión, donde los elementos objetivos pesan menos que las percepciones, motivaciones e intenciones de los actores.

Para alcanzar estos objetivos, el trabajo se dividirá en dos partes: la primera, a modo de marco teórico, describirá brevemente la evolución de la disuasión nuclear desde sus inicios hasta la actualidad para trazar las grandes líneas del debate académico en la materia y exponer la consolidación de nuevos enfoques como la disuasión a medida. La segunda estudiará las opciones selectivas. Codificada en 1974, esta doctrina de empleo de las armas nucleares debía proporcionar a EE. UU. una amplia gama de opciones limitadas para evitar el wargasm (el lanzamiento de todo el arsenal nuclear de primer golpe y, con ello, acabar en un escenario de MAD). Este caso es relevante por dos grandes razones: por un lado, se trata de un protomodelo de disuasión a medida, y por el otro, su implementación desestabilizó el equilibrio entre EE. UU. y la URSS hasta culminar en un cuasi fallo de disuasión.

LA EVOLUCIÓN DE LAS TEORÍAS DE LA DISUASIÓN[Subir]

Aunque existen múltiples formas de definir la disuasión, existe un amplio consenso en reconocer que su principal finalidad es desincentivar que un potencial agresor altere el statu quo mostrando las capacidades propias y la determinación de utilizarlas. Contrapuesta a la imposición (compellence), donde un actor fuerza a otro para que actúe conforme a sus pretensiones, esta persuasión se consigue con la amenaza (Schelling, Thomas. 1966. Arms and Influence. New Haven: Yale University Press.‍Schelling, 1966). Ambas estrategias —indistinguibles en la concepción china (weishe), que combina disuasión, persuasión y coerción, y complementarias en la visión rusa de prevención (sderzhivanie) e intimidación (ustrashenie)— pueden combinarse para ejercer la diplomacia coercitiva. En este sentido, la disuasión es ejercida por un actor para manejar sus relaciones políticas, desincentivar que estalle un conflicto o evitar que una crisis escale militarmente. Convenciendo al adversario de que no alcanzará sus objetivos o que pagará un alto precio por ellos (negación) y que la represalia por alterar el statu quo será implacable (castigo), la disuasión busca modificar el cálculo de costes, beneficios y riesgos o influir sobre las percepciones del agresor. Si el disuasor logra que el disuadido se ajuste a sus parámetros, este dominará la escalada y logrará, hipotéticamente, el éxito de la disuasión (Payne, Keith. 2011. «Understanding Deterrence», Comparative Strategy, 30 (5): 393-427. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2011.624814.‍Payne, 2011).

En consecuencia, la disuasión se construye sobre tres pilares (Snyder, Glenn. 1961. Deterrence and Defense. Princeton: Princeton University Press.‍Snyder, 1961: 10-‍13): a) capacidad (disponiendo de los medios necesarios para evitar que el adversario alcance sus objetivos y poder responder de forma implacable); b) credibilidad (demostrando su determinación a cumplir con la amenaza), y c) comunicación (exponiendo los supuestos de disuasión y las respuestas que se adoptarán en cada caso para que el potencial agresor comprenda las consecuencias de sus acciones) (Montgomery, Evan. 2020. «Signals of strength: Capability demonstrations and perceptions of military power», Journal of Strategic Studies, 43 (2): 309-30. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01402390.2019.1626724.‍Montgomery, 2020).

Las teorías sobre la disuasión podrían remontarse hasta la antigüedad clásica. Sin embargo, fue durante la Guerra Fría cuando la disuasión nuclear se consolidó como el pilar de los estudios estratégicos y el fundamento de las políticas de defensa y militares de las principales potencias. Tras permanecer en un segundo plano durante los noventa, el 11-S motivó su resurgimiento para estudiar la disuasión de actores no estatales cuya racionalidad parecía condicionada por motivos ideológicos y religiosos. Coincidiendo con la degradación del régimen de no proliferación, el potencial desestabilizador de los ciberataques, las actividades en las zonas grises del conflicto o la nueva era de competición entre potencias, la disuasión ha vuelto a adquirir un papel relevante en los estudios estratégicos. No obstante, este resurgimiento ha coincidido con la consolidación de una concepción menos racionalista-mecanicista y más adaptada al contexto estratégico.

Tradicionalmente, la disuasión fue considerada como una función racional, universal y fundamentada en la interacción entre ambiciones, objetivos, beneficios, costes y riegos del disuasor y disuadido (Schelling, Thomas. 1980. The Strategy of Conflict. Cambridge: Harvard University Press.‍Schelling, 1980: 16). Vinculada con el realismo clásico y la noción de equilibrio de poder, este enfoque asumía la posibilidad de gestionar las rivalidades interestatales mediante un modelo de coste-beneficio basado en la teoría de juegos (Wohlstetter, Andrew. 1959. «The Delicate Balance of Terror». Foreign Affairs, 37 (2): 211-34. Disponible en: https://doi.org/10.2307/20029345‍Wohlstetter, 1959). Así, la disuasión era el producto de una ecuación con cuatro variables en las que la credibilidad es su incógnita: a) el beneficio en caso de éxito; b) el coste de la respuesta del agredido; c) la probabilidad de que éste cumpla con la amenaza, y d) la probabilidad de que el agresor acabe con la capacidad de represalia del disuasor (Snyder, Glenn. 1961. Deterrence and Defense. Princeton: Princeton University Press.‍Snyder, 1961: 10-‍12). Así, la credibilidad se basaría en elementos objetivos como la capacidad militar y en elementos subjetivos como la persuasión del disuasor y la percepción del adversario sobre la amenaza (Guthe, Kurt. 2011. «Nuclear Weapons Acquisition and Deterrence», Comparative Strategy, 30 (5): 481-507. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2011.622192.‍Guthe, 2011: 485). Esta realidad queda patente cuando Thomas Schelling afirmó que era un proceso para «influir en las decisiones que tomará el adversario incidiendo en las expectativas que este tiene sobre nuestro comportamiento» (Schelling, Thomas. 1963. Strategy of Conflict. Nueva York: Oxford University Press.‍1963: 13). En teoría, esta influencia puede lograrse cuando a) el disuadido percibe que el disuasor cumplirá con la amenaza; b) el disuasor tenga suficiente apoyo interno para cumplir la amenaza; c) la respuesta es proporcionada, y d) los beneficios de ejecutar la represalia son menores que los costes de no hacerlo (Kaufmann, William. 1956. «The Requirements of Deterrence», en William Kaufmann (ed.), Military Policy and National Security. Princeton: Princeton University Press.‍Kauffman, 1956: 12-‍38).

Sin embargo, a pesar de constituir uno de los fundamentos de la disuasión, cómo conseguir que el agresor perciba que la amenaza lanzada por el disuasor es real todavía no ha sido resuelto y posiblemente nunca lo será (Press, Daniel. 2005. Calculating Credibility. Ithaca: Cornell University Press.‍Press, 2005). No solo por la falta de casos de estudio sobre la disuasión nuclear ‍[2], la limitada información disponible, el desconocimiento de la estructura de valores y normas del adversario o la imposibilidad de introducirse en su mente, sino porque muchas de las enseñanzas sobre la disuasión convencional sugieren que las motivaciones, la ambición o la tolerancia al riesgo condicionan la disuasión (Payne, Keith. 2011. «Understanding Deterrence», Comparative Strategy, 30 (5): 393-427. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2011.624814.‍Payne, 2011; Morgan, Patrick. 2003. Deterrence Now. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511491573‍Morgan, 2003; Huth, Paul y Bruce Russett. 1988. «Deterrence Failure and Crisis Escalation», International Studies Quarterly, 32 (1): 29-47. Disponible en: https://doi.org/10.2307/ 2600411‍Huth y Russet, 1988; Zagare, Frank. 1994. «Classical deterrence theory: A critical assessment», International Interactions, 21 (4): 365-87. Disponible en: https://doi.org/10.1080/ 03050629608434873‍Zagare, 1994).

El corolario de este enfoque clásico-racional sería la disuasión asegurada, posibilitada por la capacidad de responder de forma masiva e inequívoca a la agresión (Kahn, Herman. 1961. On Thermonuclear War. Princeton: Princeton University Press.‍Kahn, 1961). Fundamentada en el equilibrio del terror que proporcionaba la MAD, este punto de equilibrio se alcanzó cuando los arsenales estadounidense y soviético alcanzaron la paridad, sus fuerzas nucleares se integraron en una tríada que garantizaba la capacidad de contragolpe efectivo y la disuasión unilateral dejó paso a la disuasión mutua. Sin embargo, también proporcionó la racionalidad necesaria para promover iniciativas de control de armamentos y fijó el marco estratégico sobre el que se definieron las opciones selectivas. Aunque el Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) y las Conversaciones para la Limitación de Armas Estratégicas (SALT) limitaban la carrera armamentística entre Washington y Moscú y permitían avanzar interpretaciones institucionalistas de la disuasión (Nye, Joseph. 1987. «Nuclear Learning and the U.S.-Soviet Security Regime», International Organization, 41 (3): 371-402. Disponible en: https://doi.org/10.1017/S0020818300027521‍Nye, 1987), también reforzaron —regulando el número de vectores o aceptando el despliegue de misiles con ojivas múltiples— el equilibrio del terror

Sin embargo, ello no significa que el SALT o las negociaciones que culminaron en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) tuvieran efectos directos sobre la estabilidad estratégica entre ambas potencias. Aunque mejoraron la transparencia y la predictibilidad en materia nuclear, ambos contendientes tenían distintas percepciones sobre el significado de la estabilidad estratégica o de la misma MAD (

Yost, David. 2011. Strategic Stability in the Cold War. Lessons for Continuing Challenges. París: Institut Français des Relations Internationales.

Yost, 2011
).

‍[3]
. No obstante, las opciones selectivas que se analizarán en este trabajo pretendían, precisamente, posibilitar un intercambio nuclear manteniendo el marco conceptual de la disuasión asegurada.

Actualmente se concibe la disuasión como algo menos mecánico y racional. Ello se debe a las contribuciones de los estudiosos de la cultura estratégica. Entendida como el conjunto de factores objetivos (geográficos, sociodemográficos, económicos, históricos o tecnológicos) y subjetivos (creencias, actitudes, valores, ideas o tradiciones militares derivadas tanto de la cultura como de experiencias pasadas) que explican las percepciones nacionales acerca del empleo de la fuerza o su predilección por un estilo militar concreto, la cultura estratégica condiciona la configuración de las políticas de defensa nacionales (Gray, Colin. 1999. «Strategic Culture as Context: The First Generation of Theory Strikes Back», Review of International Studies, 25 (1): 49-69. Disponible en: https://doi.org/10.1017/S0260210599000492‍Gray, 1999).

Sus orígenes se sitúan en 1977, cuando Jack Snyder publicó La cultura estratégica rusa: implicaciones para las operaciones nucleares limitadas. Este informe, elaborado para la RAND Corporation para apoyar las opciones selectivas, cuestionaba el existencialismo y la lógica de la disuasión. Lo hizo explotando el marco histórico, organizativo, político o tecnológico de la doctrina nuclear soviética y sus potenciales efectos sobre la disuasión. Concluyó que factores como el equilibrio de fuerzas europeo, la superposición del teatro de operaciones europeo con el soviético, la dispersión de la población o la percepción de inferioridad estratégica junto con el materialismo histórico y su determinismo tecnológico, las experiencias de Segunda Guerra Mundial y el estalinismo habían generado unas dinámicas burocráticas y unos intereses corporativos entre sus élites distintos de los estadounidenses

También debería añadirse la Iglesia ortodoxa, que desde 1991 se ha convertido en un actor esencial en el ecosistema nuclear ruso al alzarse como guardiana del arsenal atómico y legitimadora de su doctrina de seguridad nacional (

Adamsky, Dima. 2019. Russian Nuclear Orthodoxy: Religion, Politics and Strategy. Stanford: Stanford University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/ 9781503608658

Adamsky, 2019
).

‍[4]
. Ello resultaba en una doctrina nuclear asertiva, que posibilitaba el empleo de armas atómicas, relativamente inmune a la lógica disuasora estadounidense y con un enfoque unilateral a la represalia

Precisamente, este enfoque cooperativo justificó la doctrina de no ciudades. Esta pretendía que Moscú descartara atacar los centros económicos, políticos o de población norteamericanos y reforzar la capacidad negociadora de Washington con una baza que Moscú intentaría conservar. Sin embargo, debido a la dispersión geográfica de su población, la URSS no valoraba tanto como EE. UU. las ciudades (

Snyder, Jack. 1977. The Soviet Strategic Culture: Implications for Limited Nuclear Options. Santa Monica: RAND.

Snyder, 1977
).

‍[5]
.

En otras palabras, la disuasión no solo estaba condicionada por distintas concepciones que no tenían por qué ceñirse a los parámetros estadounidenses (a pesar de que Moscú era un actor racional), sino que los factores sociales, culturales o psicológicos tenían, junto con las capacidades militares, un importante papel para influir sobre el potencial agresor (Ermath, Fritz. 2006. Russia’s Strategic Culture: Past, present, and…in transition? Washington: Defense Threat Reduction Agency.‍Ermath, 2006). En consecuencia, la disuasión sería algo contextual en el que si bien las capacidades militares son objetivables

Sin embargo, las ciberarmas no lo son debido a su intangibilidad y especificidad (la mayoría son de un solo uso y su utilidad está condicionada al desconocimiento del adversario de debilidades concretas de sus sistemas). En consecuencia, la credibilidad de la ciberdisuasión —más vinculada al castigo que a la negación y cada vez más integrada con la disuasión convencional y nuclear— está condicionada por la ambigüedad sobre las capacidades propias y la comunicación indirecta. Ello está obligando a replantear los criterios tradicionales de la disuasión (

Welburn, Jonathan, Justin Grana y Karen Schwindt. 2019. Cyber Deterrence or How We Learned to Stop Worrying and Love the Signal. Santa Monica: RAND. Disponible en: https://doi.org/10.7249/WR1294

Welburn et al., 2019
).

‍[6]
, la credibilidad y la comunicación deberán adaptarse al sistema de valores, creencias o símbolos del actor que disuadir (Gray, Colin. 1981. «National Style in Strategy: The American Example», International Security, 6 (2): 21-47. Disponible en: https://doi.org/10.2307/2538645.‍Gray, 1981). Precisamente, las relaciones entre disuasión y cultura estratégica han orientado la agenda investigadora del enfoque constructivista a las relaciones internacionales, ayudado a consolidar la cuarta ola en los estudios de disuasión (Lupovici, Amir. 2010. «The Emerging Fourth Wave of Deterrence Theory: Toward a New Research Agenda». International Studies Quarterly, 54 (1): 705-32. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1468-2478.2010.00606.x‍Lupovici, 2010; Knopf, Jeffrey. 2010. «The Fourth Wave in Deterrence Research». Contemporary Security Policy, 31(1): 1-33. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13523261003640819.‍Knopf, 2010) y configurar la disuasión a medida en su doble vertiente académica y prescriptiva (Lantis, Jeffrey. 2009. «Strategic Culture and Tailored Deterrence: Bridging the Gap between Theory and Practice», Contemporary Security Policy, 30 (3): 467-485. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13523260903326677.‍Lantis, 2009).

Esta cuarta ola ya no estudia solamente las relaciones de disuasión simétrica entre Estados, sino también otros modelos menos institucionalizados que los tradicionales de la Guerra Fría y de naturaleza asimétrica. De esta manera, analiza la disuasión sobre Estados canallas con ambiciones nucleares (Irán o Corea del Norte) u organizaciones terroristas (desde Hizbolah a Daesh) o interacciones con múltiples actores (desde alianzas como la OTAN a las negociaciones P5+1 con Teherán). También replantea sus supuestos clásicos para acomodarlos al ciberespacio, donde la disuasión por negación es inviable, la credibilidad no puede sustentarse en la comunicación de capacidades, la dificultad de atribuir responsabilidades degrada la posibilidad de respuesta y la disuasión por castigo puede tener efectos escalatorios (Paul, T. V., Patrick Morgan y James Wirtz (eds.). 2009. Complex Deterrence: Strategy in the Global Age. Chicago: University of Chicago. Disponible en: https://doi.org/10.7208/chicago/9780226650043.001.0001‍Paul et al., 2009; Welburn, Jonathan, Justin Grana y Karen Schwindt. 2019. Cyber Deterrence or How We Learned to Stop Worrying and Love the Signal. Santa Monica: RAND. Disponible en: https://doi.org/10.7249/WR1294‍Welburn et al., 2019). Recientemente, asuntos como la proliferación de zonas grises, la conjunción entre ciberataques y degradación del contragolpe nuclear o el potencial desestabilizador de las armas hipersónicas también se están integrando en la agenda investigadora de la disuasión (Krepinevich, Andrew. 2019. «The Eroding Balance of Terror: The Decline of Deterrence», Foreign Affairs, 98 (1): 62-74.‍Krepinevich, 2019).

Paralelamente, la ampliación de la agenda a actores, procesos, modelos y dinámicas que escapan a la lógica bipolar, los debates sobre la psicología de la disuasión

Muchos de estos estudios centrados en la disuasión convencional han revelado que las motivaciones del agresor —especialmente las expectativas inmediatas de sus élites— pueden influir más que las perspectivas de victoria o las consecuencias de alterar el statu quo. Por lo tanto, su éxito parece estar más condicionado por las percepciones del adversario que por la persuasión de la disuasión. Estas motivaciones no solo se relacionan con el tradicional oportunismo táctico o agresividad del régimen, sino también por la insatisfacción por el statu quo existente (tal y como está sucediendo con China y Rusia), el riesgo de colapso de un régimen (Japón en la Segunda Guerra Mundial) o cualquier otra situación que sus élites perciban como peligrosa e imposible de resolver por otros medios y que les puede llevar a aceptar más riesgos de los que, en situaciones normales, podrían aceptar (

Morgan, Patrick. 2003. Deterrence Now. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511491573

Morgan, 2003: 162-‍65
).

‍[7]
y las aportaciones de los estudiosos sobre cultura estratégica han servido para popularizar la disuasión a medida. Para Payne (Payne, Keith. 1996. Deterrence in the Second Nuclear Age. Lexington: University of Kentucky.‍1996: 117), la lógica subyacente de este enfoque es que si la disuasión «consiste en influir sobre las percepciones y, en última instancia, sobre las decisiones y acciones de otro actor, parece evidente que los requisitos de disuasión difieran entre cada actor, circunstancia o escenario». Asumiendo que las capacidades son necesarias pero insuficientes para garantizar la disuasión, que las percepciones, motivaciones e intenciones del agresor pueden determinar su fracaso y que su éxito no depende de reglas universalmente aplicables, la disuasión a medida pretende estudiar las variables socioculturales, tecnológicas, psicológicas o históricas que influyen sobre los cálculos estratégicos de los actores y que pueden condicionar la disuasión.

La disuasión a medida se interesa por toda la gama de supuestos planteados por la cuarta ola de estudios de disuasión y combina las enseñanzas de la disuasión clásica con aportaciones de la cultura estratégica —especialmente, el papel de la identidad nacional, la tradición histórica y la cultura militar en la disuasión (Lantis, Jeffrey. 2009. «Strategic Culture and Tailored Deterrence: Bridging the Gap between Theory and Practice», Contemporary Security Policy, 30 (3): 467-485. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13523260903326677.‍Lantis, 2009: 471-‍473)— y los debates sobre la psicología de la disuasión para elaborar modelos específicos para cada actor, circunstancia o escenario. Más concretamente, la disuasión a medida pretende conocer la estructura de valores y normas del adversario para descubrir las razones e incentivos que pueden llevarle a alterar el statu quo, identificar los condicionantes y funcionamiento de su toma de decisiones y determinar los actores y relaciones clave para aplicar la disuasión (Kartchner, Kerry. 2009. «Strategic Culture and WMD Decision Making», en Jeannie Johnson, Kerry Kartchner y Jeffrey Larsen (eds.), Strategic Culture and Weapons of Mass Destruction. Culturally Based Insights into Comparative National Security Policymaking. Nueva York: Springer. Disponible en: https://doi.org/10.1057/9780230618305_4‍Kartchner, 2009).

Además de mejorar la comprensión de la disuasión como objeto de investigación, estos estudios también tienen una aplicación práctica para elaborar estrategias adaptadas a cada adversario y contingencia. De hecho, tras constatar que un actor no estatal como Al Qaeda era inmune al modelo disuasorio planteado en la inmediata posguerra fría, en 2004 el Pentágono ya propuso adaptar la disuasión general a las percepciones, cálculos estratégicos y contexto cultural de sus competidores (Joint Chiefs of Staff. 2004. Strategic Deterrence Joint Operating Concept. Washington DC: Government Printing Office.‍Joint Chiefs of Staff, 2004: 17-‍18). En este sentido, la última Revisión de la Postura Nuclear (Nuclear Posture Review) estadounidense contempla específicamente la disuasión a medida. Elaborada por la administración Trump en 2018 para adecuar la estrategia vigente de la era Obama

Este documento, cuya primera edición data de 1994, muestra tanto pautas de continuidad (como puede ser la modernización del arsenal nuclear) como de cambio (adoptando un marco de competición entre potencias, planteando aumentar las tipologías y empleabilidad de los ingenios nucleares, ampliando los supuestos de disuasión y refinando la política de primer uso tras haberla limitado contra potencias nucleares). Asimismo, mantiene las limitaciones del nuevo START (2010) mientras este continúe en vigor hasta principios de 2021 (aunque si Washington y Moscú lo desean, su vigencia podría mantenerse cinco años más). Para un análisis más detallado de la revisión y de sus implicaciones, Lonsdale (

Lonsdale, David. 2019. «The 2018 Nuclear Posture Review: A return to nuclear warfighting?», Comparative Strategy, 38 (2): 98-117. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2019.1573074.

2019
) o Kistensen y Korda (

Kristensen, Hans y Matt Korda. 2020. «United States nuclear forces, 2020», Bulletin of the Atomic Scientists, 76 (1): 46-60. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00963402.2019.1701286

2020
).

‍[8]
, argumenta que: «No existen modelos universales. Las necesidades varían dependiendo de las percepciones, objetivos, intereses, fortalezas, estrategias y vulnerabilidades de los potenciales adversarios. Una estrategia disuasoria efectiva contra un potencial adversario puede no ser de utilidad contra otro» (Office of the Secretary of Defense. 2018. Nuclear Posture Review. Washington DC: Government Printing Office.‍Office of the Secretary of Defense, 2018: 26)

De hecho, entre las medidas para mejorar la flexibilidad de esta disuasión a medida podría hallarse la modificación de un número indeterminado de ojivas termonucleares W76-1 de 90 kilotones al estándar W76-2 con 5-‍7 kilotones. Aunque pueda parecer extraño, este tipo de decisiones técnicas influyen sobre la disuasión a medida, reforzando la relación entre el avance de la teoría de la disuasión nuclear y la práctica estratégica.

‍[9]
. En la práctica, este modelo requiere conocer la cultura estratégica del adversario para comprender su racionalidad y percepción del riesgo, identificar los actores clave en la toma de decisiones y determinar los activos que más valoran. Ello debe servir para trazar la disuasión que mejor explote sus miedos, aproveche sus temores y condicione sus cálculos estratégicos, y comunicarla de la manera más efectiva para que conozca de antemano las consecuencias de sus acciones (Guthe, Kurt. 2011. «Nuclear Weapons Acquisition and Deterrence», Comparative Strategy, 30 (5): 481-507. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2011.622192.‍Guthe, 2011).

En un escenario nuclear cada vez más complejo por la confluencia de muchos factores —la degradación del régimen de no proliferación y la demolición de los últimos vestigios de la Guerra Fría, el incremento de actores que requieren ser disuadidos, la proliferación de nuevos vectores y tecnologías, una creciente asertividad de las doctrinas nucleares, aparentes reducciones en el umbral nuclear, una creciente competición entre potencias y un entorno de disuasión cada vez más multipolar (Loss, Rafael, Lesley Kucharski, Andrew Reddie y Jaceck Durkalec. 2018. Annotated Bibliography for Workshop: «Adapting Deterrence Strategies to a Changing Security Environment», LLNL-TR-752761. Livermore: Lawrence Livermore National Lab. Disponible en: https://www.osti.gov/servlets/purl/1465277/.‍Loss et al., 2018)— es posible pronosticar un incremento de las disuasiones a medida. De la misma manera, es muy probable que se produzcan grandes avances en las teorías sobre la disuasión, dejando atrás la cuarta ola y entrando en una nueva etapa de desarrollo teórico para mejorar la comprensión y praxis de este proceso.

Tras haber repasado la evolución y desarrollos actuales de la teoría de la disuasión, a continuación se regresará a la época dorada del pensamiento nuclear para analizar las opciones selectivas. En vigor desde 1974 hasta el final de la Guerra Fría, las opciones selectivas constituyen el primer caso práctico de disuasión a medida décadas antes de su consolidación técnica y académica. Además, el estudio de esta doctrina que casi provoca una crisis nuclear de consecuencias imprevisibles puede arrojar interesantes conclusiones susceptibles de utilizarse en los modelos disuasorios actuales.

LAS OPCIONES SELECTIVAS[Subir]

Aunque las opciones selectivas tienen su génesis durante la Administración Nixon (1969-‍1974)

Podría argumentarse que sus orígenes se hallan en el informe que Nixon presentó al Congreso en 1970, donde se podía leer lo siguiente: «Should a President […] be left with the single option of ordering the mass destruction of enemy civilians, in the face of the certainty that it would be followed by the mass slaughter of Americans? Should the concept of assured destruction […] be the only measure of our ability to deter the variety of threats we may face?» (Nixon, 1970: 122). Tras cuatro años trabajando en ampliar las alternativas estratégicas a ataques nucleares contrafuerza, en enero de 1974 se presentó el Memorándum Decisorio de Seguridad Nacional 242 (NSDM 242). Este solicitaba el desarrollo de opciones «[…] which enable the United States to conduct selected nuclear operations» (

Nixon, Richard. 1974. National Security Decision Memorandum 242. Disponible en: https://www.nixonlibrary.gov/virtuallibrary/documents/nsdm/nsdm_242.pdf.

Nixon, 1974: 2
). Ello se traduciría en la Guía política para el empleo de armas nucleares que el secretario de Defensa James Schlesinger presentaría tres meses después. Había nacido la doctrina Schlesinger.

‍[10]
, los condicionantes que explican su implementación práctica en un modelo de disuasión a medida se sitúan en la segunda mitad de los setenta. En el año 1976, el denominado equipo B —un grupo multidisciplinar creado para responder a las críticas del neoconservador Comité de Peligros Presentes a la Agencia Central de Inteligencia por subestimar el poder soviético— presentó un controvertido informe que alertaba de los potenciales efectos de la modernización de su arsenal nuclear (Intelligence Community Experiment in Competitive Analysis. 1976. Soviet Strategic Objectives: An Alternative View: Report of Team B. Washington DC: CIA. ‍Intelligence Community Experiment in Competitive Analysis, 1976). Más concretamente, esta interpretación alternativa a las estimaciones de inteligencia existentes argumentaba que Moscú estaba montando ojivas múltiples de precisión (no limitadas por el Tratado SALT) en sus vectores, instalando misiles balísticos intercontinentales (ICBM) en silos fuertemente protegidos y acumulando armas nucleares para sobrepasar a EE. UU. en un lustro (Podvig, Pavel. 2008. «The Window of Vulnerability That Wasn’t: Soviet Military Buildup in the 1970s», International Security, 33 (1): 118-138. Disponible en: https://doi.org/10.1162/isec.2008.33.1.118.‍Podvig, 2008: 119-‍24). Aceptando que en 1985 la URSS dispondría de 14 000 ojivas para sus ICBM, estos movimientos aparentemente conducentes a fortalecer las capacidades de primer golpe y contrafuerza podían sugerir que el Kremlin no estaba cómodo con la disuasión asegurada y estaba planeando «luchar, sobrevivir y triunfar en una guerra nuclear» (Central Intelligence Agency (CIA). 1978. Soviet Capabilities for Strategic Nuclear Conflict Through the Late 1980s (NIE-11-3/8-77). Washington DC: CIA. ‍Central Intelligence Agency, 1978: 4). Al sobrevalorar las capacidades y malinterpretar las intenciones soviéticas, los estrategas estadounidenses confundieron un dilema de seguridad con una espiral ofensiva. Así, concluyeron que estaba produciéndose un missile gap como el que aparentemente tuvo lugar en la década anterior y muchos temieron que esta ventana de vulnerabilidad sería aprovechada por Moscú para atacar EE. UU. (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.‍Cimbala, 2014: 244-‍50; Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 9-‍11; Podvig, Pavel. 2008. «The Window of Vulnerability That Wasn’t: Soviet Military Buildup in the 1970s», International Security, 33 (1): 118-138. Disponible en: https://doi.org/10.1162/isec.2008.33.1.118.‍Podvig, 2008).

Estas valoraciones desataron la alarma en Washington y mediaron para que Jimmy Carter (1977-‍1981) solicitara en la Directiva Presidencial 18 (PD-18) de 1977 revisar la política de selección de objetivos nucleares. Materializada en la PD-59, su objetivo era «garantizar —y dejarlo claro— que ni los líderes soviéticos ni su régimen sobreviviría a una guerra termonuclear general; que no había posibilidad de victoria en tal guerra porque el resultado sería una destrucción total» (Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/. ‍Brown, 2012). Estudios posteriores con fuentes soviéticas argumentan que el Kremlin creía imposible triunfar en un conflicto nuclear, apenas había considerado utilizar opciones limitadas y sabía que no sobreviviría a una guerra atómica (Cimbala, Stephen. 2016. The New Nuclear Disorder: Challenges to Deterrence and Strategy. Nueva York: Routledge. Disponible en: https://doi.org/10.4324/9781315555133‍Cimbala, 2016: 179-‍181; Battliega, John. 2004. «Soviet Views of Nuclear Warfare: The Post-Cold War Interviews», en Henry Sokolski (ed.), Getting MAD: Nuclear Mutual Assured Destruction, Its Origins and Practice. Carlisle: SSI-USAWC.‍Battliega, 2004). Sin embargo, esta revisión se basaba en estos supuestos erróneos para trazar una estrategia que compensara (countervailing strategy) esta aparente superioridad. EE. UU. no solo se aprovecharía de su potencial tecnológico en sensores, sistemas informáticos, redes de comunicaciones o nodos de mando y control para suplir la percibida superioridad rusa, sino que también propondría una original fórmula para disuadir a Moscú sin desembocar en un escenario de MAD (Salman, Michael; Kelvin Sullivan y Stephen Van Evera. 1989. «Analysis or Propaganda? Measuring American Strategic Nuclear Capability, 1969-1988», en Lynn Eden y Steven Miller (eds.), Nuclear Arguments: Understanding the Strategic Nuclear Arms and Arms Control Debates. Ithaca: Cornell University Press.‍Salman et al., 1989)

No obstante, EE. UU. siempre consideró necesario mantener una superioridad cualitativa frente a la URSS. De hecho, esta era percibida como un elemento clave de la estabilidad estratégica y, por lo tanto, de la destrucción asegurada. Sin embargo, ello no implica que Washington intentara dejar de lado la MAD por la primacía nuclear (

Petrelli, Niccolò y Pulcini Giordana. 2018. «Nuclear Superiority in the Age of Parity: US Planning, Intelligence Analysis, Weapons Innovation and the Search for a Qualitative Edge 1969-1976», The International History Review, 40 (5): 1191-1209. Disponible en: https://doi.org/10.1080/07075332.2017.1420675.

Petrelli y Pulcini, 2018
).

‍[11]
. Para ello, se tomaron como base las opciones selectivas que había concebido el secretario de Defensa James Schlesinger en 1974 para desarrollar —décadas antes de que esta idea se consolidara en el ámbito académico y doctrinal— un modelo de disuasión a medida.

Planteadas en la nueva Política de Empleo de Armas Nucleares

Tal y como se expone en la nota 10, este trabajo del Pentágono respondía al requerimiento del NSDM-242. Este solicitaba una nueva guía para el empleo limitado y selectivo de armas nucleares, ya que los planes existentes ofrecían respuestas limitadas que no llegaban a la respuesta total, pero cuyos daños directos y colaterales eran muy elevados (

Lambeth, Benjamin. 1976. Selective Nuclear Options in American and Soviet Strategic Policy. Santa Monica: RAND.

Lambeth, 1976
).

‍[12]
para ampliar las opciones de respuesta estadounidenses frente a ataques nucleares limitados y reducir el riesgo de producirse una escalada incontrolada en caso de que esta fallara, las opciones selectivas pretendían reforzar la credibilidad de la disuasión (Snyder, Jack. 1977. The Soviet Strategic Culture: Implications for Limited Nuclear Options. Santa Monica: RAND.‍Snyder, 1977: 1). Eludiendo la contradicción de amenazar con armas atómicas en un escenario de paridad nuclear y MAD con Moscú, esta doctrina pretendía refinar la disuasión asegurada posibilitando una guerra nuclear limitada (Odom, William. 2004. «The Origins and Design of Presidential Decision-59: A Memoir», en Henry Sokolski (ed.), Getting MAD: Nuclear Mutual Assured Destruction, Its Origins and Practice. Carlisle: Strategic Studies Institute, United States Army War College.‍Odom, 2004) y manteniendo el control de la escalada (Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/. ‍Brown, 2012). Para ello, esta doctrina «para el empleo de las fuerzas estratégicas y de teatro en ataques nucleares contra el territorio o las fuerzas de la Unión Soviética, la República Popular de la China y de sus aliados» (Office of the Secretary of Defense. 1974. Nuclear Weapons Employment Policy. Disponible en: https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB173/SIOP-25.pdf. ‍Office of the Secretary of Defense, 1974: 1) proponía un modelo disuasorio de rendición (una desescalada vinculada con la capitulación enemiga) o suicidio (una escalada conducente a un conflicto general) (Richelson, Jeffrey. 1979. «Soviet Strategic Doctrine and Limited Nuclear Operations: A Metagame Analysis», Journal of Conflict Resolution, 23 (2): 326-36. Disponible en: https://doi.org/10.1177/002200277902300205‍Richelson, 1979)

La Administración Kennedy había calificado la concepción estratégica de Eisenhower basada en la represalia masiva —o, mejor dicho, de convertir cualquier contingencia limitada en una guerra nuclear— de «suicidio o rendición» y que el incremento de las capacidades nucleares soviéticas fue lo que llevó a los demócratas a buscar otras opciones más flexibles y realistas.

‍[13]
. Se pretendía que, en caso de ataque nuclear limitado enemigo, EE. UU. lanzara ataques selectivos contra objetivos económicos y bélicos vitales adversarios para degradar sus capacidades presentes y dilatar su recuperación futura; contra el liderazgo político y la estructura de mando militar para erosionar el control interno y dificultar la conducción de operaciones; contra las fuerzas nucleares ofensivas para degradar su primer golpe, y contra el resto de las fuerzas para neutralizar su capacidad de maniobra (Office of the Secretary of Defense. 1974. Nuclear Weapons Employment Policy. Disponible en: https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB173/SIOP-25.pdf. ‍Office of the Secretary of Defense, 1974: 4-‍5). En otras palabras, se asumía que la incorporación de opciones limitadas en el planeamiento de contingencia permitiría luchar en una guerra nuclear limitada conservando la MAD (Lambeth, Benjamin. 1976. Selective Nuclear Options in American and Soviet Strategic Policy. Santa Monica: RAND.‍Lambeth, 1976: 10-‍16).

Asumiendo que la disuasión a medida «implica la identificación de los líderes y élites políticas, así como los individuos en el mando militar nacional que deberían ser los blancos de los mensajes de las amenazas e incentivos» (Lantis, Jeffrey. 2009. «Strategic Culture and Tailored Deterrence: Bridging the Gap between Theory and Practice», Contemporary Security Policy, 30 (3): 467-485. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13523260903326677.‍Lantis, 2009: 474), Andrew Marshall y Walter Slocombe adaptaron las opciones selectivas a las especificidades soviéticas creando un modelo a medida. Para ello, se adentraron en la mentalidad de su liderazgo para descubrir que la racionalidad soviética difería de la estadounidense, que los instintos jugaban un papel central en su toma de decisiones y que la supervivencia del régimen, la vida de los mandatarios y el control del país eran los elementos que más valoraba el liderazgo soviético (Barrass, Gordon. 2009. The Great Cold War. Stanford: Stanford University Press.‍Barrass, 2009: 208) ‍[14]. En resumen, se pretendía que «anticipando un daño severo a sus valores más preciados, el liderazgo soviético evitaría combatir» (Gray, en Payne, Keith. 2011. «Understanding Deterrence», Comparative Strategy, 30 (5): 393-427. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2011.624814.‍Payne, 2011: 184-‍85). Tras deducir la mentalidad, prioridades y miedos de sus líderes, el Pentágono procedió a relacionar las amenazas con los temores confeccionando una nueva política de selección de objetivos planteada específicamente para decapitar el Kremlin (Odom, William. 2004. «The Origins and Design of Presidential Decision-59: A Memoir», en Henry Sokolski (ed.), Getting MAD: Nuclear Mutual Assured Destruction, Its Origins and Practice. Carlisle: Strategic Studies Institute, United States Army War College.‍Odom, 2004).

Oficializada en la PD-59 que Carter firmó en 1980 y refinada en la Directiva de Seguridad Nacional 13 (NSDD-13) que Reagan ratificó un año después, esta estrategia de compensación refinaba las opciones selectivas «a la luz del creciente arsenal estratégico soviético y del incremento de sus capacidades» (Presidente de los Estados Unidos. 1981. National Security Decision Directive 13. Nuclear Weapons Employment Policy. Washington DC: Government Printing Office.‍Presidente de los Estados Unidos, 1981: 1).

Basada en la flexibilidad, el control de la escalada, la supervivencia y la resiliencia de las fuerzas nucleares (Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/. ‍Brown, 2012), esta contemplaba la posibilidad de mantener una guerra limitada que no escalara hacia un conflicto total que amenazando —de forma precisa, graduada y exhaustiva— el aparato político y militar soviético (Burr, William. 2012. «How to Fight a Nuclear War», Foreign Policy. 14-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/14/how-to-fight-a-nuclear-war. ‍Burr, 2012). Ello suponía un importante cambio doctrinal, ya que los objetivos contravalor (centros urbanos, económicos e industriales) dejaban paso a la decapitación de la élite político-militar y la destrucción de los objetivos contrafuerza (silos de misiles, bases de bombarderos, atraques de submarinos o nodos de mando y control) como blancos de la respuesta estadounidense

Los blancos prioritarios eran las fuerzas nucleares estratégicas y de teatro, los sistemas de mando, control, comunicaciones e inteligencia y el resto de fuerzas y las infraestructuras industriales que apoyaran el esfuerzo militar en caso de guerra (

Presidente de los Estados Unidos. 1981. National Security Decision Directive 13. Nuclear Weapons Employment Policy. Washington DC: Government Printing Office.

Presidente de los Estados Unidos, 1981: 4
).

‍[15]
. La NSDD-13 de Reagan iba un paso más allá en la voluntad de decapitación del liderazgo soviético (Fischer, Benjamin. 2006. «The Soviet-American War Scare of the 1980s», International Journal of Intelligence and Counterintelligence, 19 (3): 480-518. Disponible en: https://doi.org/10.1080/08850600600656400.‍Fischer, 2006: 483) al plantear «la destrucción de los recursos políticos, económicos y militares críticos para conservar el poder, la influencia o la capacidad de recuperación tras la guerra» (Presidente de los Estados Unidos. 1981. National Security Decision Directive 13. Nuclear Weapons Employment Policy. Washington DC: Government Printing Office.‍Presidente de los Estados Unidos, 1981: 4).

Tras haber identificado aquello que más valoraba el Kremlin y diseñado una doctrina que explotaba estos miedos, ahora se hacía necesario ejecutar la disuasión incidiendo sobre la capacidad (para posibilitar su ejecución), la credibilidad (para certificar su cumplimiento) y la comunicación (para advertir a Moscú de las consecuencias de alterar el statu quo).

Para generar la capacidad, el Pentágono elaboró un catálogo de opciones de respuesta que se integrarían en un nuevo Plan Operativo Único Integrado para guiar el planeamiento de contingencia y la selección de blancos nucleares

Las orientaciones planteadas en las directivas presidenciales tienen que traducirse en planes de contingencia concretos. Durante la mayor parte de la Guerra Fría, esto se realizaba mediante la elaboración —por parte del Pentágono— de la Política Nacional de Selección de Blancos y Ataque Estratégico (NSTAP), que planteaba el concepto de operaciones, y el Plan Operativo Único Integrado (SIOP) que detallaba los objetivos y los medios para batirlos.

‍[16]
. También adquirió sistemas —los ICBM Peacekeeper y Trident, los misiles de crucero Tomahawk y Gryphon o los bombarderos B-1 Lancer— capaces de realizar ataques contrafuerza de precisión. Por último, desarrolló sofisticados sistemas de reconocimiento para identificar cualquier actividad soviética en tiempo de paz y posibilitar la selección de blancos móviles —como las lanzaderas de ICBM— en tiempo de guerra (Ball, Desmond y Robert Toth. 1990. «Revising the SIOP: Taking War-Fighting to Dangerous Extremes», International Security, 14 (4): 65-92. Disponible en: https://doi.org/10.2307/2538751‍Ball y Toth, 1990; Colom-Piella, Guillem. 2015. «La segunda Guerra Fría y el desplazamiento del balance de fuerzas en Europa», Ayer, 99: 175-198.‍Colom-Piella, 2015, Colom-Piella, Guillem. 2018. «Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)», Ayer, 112: 265-293.‍2018).

Para comunicar la disuasión, Washington filtró las secciones de la PD-59 y NSDD-13 que detallaban la selección de los blancos para que el Kremlin advirtiera que era el primer objetivo de Washington y que su decapitación comprometería la continuidad del régimen, erosionaría el control interno y colapsaría la defensa nacional (Barrass, Gordon. 2009. The Great Cold War. Stanford: Stanford University Press.‍Barrass, 2009: 234). Segundo, en un discurso televisado propuso desarrollar una guerra de las galaxias que «proporcionaría los medios necesarios para convertir a estas armas nucleares en impotentes y obsoletas»

Discurso de Reagan sobre la Iniciativa de Defensa Estratégica, 23 de marzo de 1983, disponible en: http://www.atomicarchive.com/Docs/Missile/Starwars.shtml

‍[17]
. De tener éxito, este proyecto habría acabado con el equilibrio del terror, incrementado la disuasión y reforzado las opciones selectivas. Por último, filtrando la reducción del umbral atómico aliado sustituyendo el principio de no first use por el no early first use. Combinado con el desarrollo de armas de precisión y sensores avanzados, la elaboración de doctrinas de maniobra para batir las fuerzas de apoyo o la modernización de los ejércitos aliados, esta decisión apuntaba a que la Alianza Atlántica podría normalizar el uso de armamento nuclear táctico para multiplicar el poder de las fuerzas convencionales y proporcionar una variada gama de respuestas para apoyar las opciones selectivas (Colom-Piella, Guillem. 2015. «La segunda Guerra Fría y el desplazamiento del balance de fuerzas en Europa», Ayer, 99: 175-198.‍Colom-Piella, 2015). Para Moscú, estos desarrollos permitirían conducir ataques quirúrgicos a grandes distancias contra cuarteles generales, nodos de mando y control o lanzaderas móviles de ICBM (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 16).

Finalmente, para demostrar su credibilidad, Washington implementó varias medidas —especialmente tras el nombramiento de Reagan— para demostrar su determinación de combatir. Primero, mediante el repunte de la monitorización de las comunicaciones cerca de la URSS y aumentando las incursiones sobre su espacio aéreo para identificar las vulnerabilidades de sus sistemas de defensa. Segundo, autorizando operaciones navales tras la brecha GIUK (Groenlandia, Islandia, Reino Unido) y en los mares Báltico, Negro, Noruego y de Barents para negar el control del mar a la flota soviética y obligarla a replegar los submarinos lanzamisiles a sus costas y el mar Negro. Tercero, mediante maniobras aeronavales agresivas como el ejercicio Magic Sword North con el despliegue de dos portaaviones al Báltico, el FleetEx 82 con la proyección de dos grupos aeronavales en la costa oriental soviética, o el FleetEx 83 con la participación de tres grupos aeronavales a setecientos kilómetros de Kamchatka, ejercicios cerca de la base de submarinos de Petropavlovsk o incursiones aéreas en las islas Kuriles. Estos movimientos revelaban la capacidad estadounidense para proyectar fuerzas aeronavales cerca de las costas soviéticas sin oposición, eludiendo sus sistemas de observación y superando sus defensas (Central Intelligence Agency (CIA). 1982. Soviet Naval Strategy and Programs (NIE-11-15/82D). Washington DC: CIA. ‍Central Intelligence Agency, 1982: 12-‍14). También ponían de manifiesto su capacidad para evitar que los submarinos lanzamisiles soviéticos —objetivos prioritarios en la PD-59 y NSDD-13, ya que su destrucción degradaría la capacidad de contragolpe soviética— pudieran salir de sus bastiones defensivos en caso de conflicto (Colom-Piella, Guillem. 2018. «Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)», Ayer, 112: 265-293.‍Colom-Piella, 2018).

En resumen, la estrategia de compensación que culminó en las opciones selectivas fue un éxito: Moscú advirtió que esta doctrina permitiría a Washington librar una guerra nuclear limitada (Starudubov, en Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 13). Sin embargo, también provocó efectos indeseados por la equivocada valoración de las capacidades militares soviéticas, la errónea interpretación de los textos doctrinales y la dificultad de introducirse en la mente de sus líderes. Habiendo sobreestimado su arsenal nuclear (Podvig, Pavel. 2008. «The Window of Vulnerability That Wasn’t: Soviet Military Buildup in the 1970s», International Security, 33 (1): 118-138. Disponible en: https://doi.org/10.1162/isec.2008.33.1.118.‍Podvig, 2008: 118-‍22), interpretado que Moscú creía posible triunfar en una guerra nuclear, que disponía de una política de primer uso y que había desarrollado una amplia gama de opciones limitadas o que la aparente superioridad militar soviética había abierto una ventana de oportunidad para atacar EE. UU. (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 13), las opciones selectivas habían abierto una ventana de vulnerabilidad en la URSS.

En otras palabras, el dilema de seguridad erróneamente percibido por EE. UU. como una espiral ofensiva había generado una falsa ventana de vulnerabilidad en Washington y otra de oportunidad para Moscú. Para cerrarla, el Pentágono desarrolló esta estrategia de compensación que abrió una ventana de vulnerabilidad en el ejército rojo. Enfrentándose a una imaginaria espiral ofensiva y desconociendo las intenciones reales de Washington, Moscú concluyó que estos movimientos podrían anticipar un ataque preventivo (Barrass, Gordon. 2009. The Great Cold War. Stanford: Stanford University Press.‍Barrass, 2009: 234-‍235)

Ello podría dar lugar a múltiples interpretaciones relacionadas con la degradación de la situación de dominio de la defensa (defense-dominance situation) consolidada cuando ambas potencias se dotaron de capacidades de contragolpe (

Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.

Van Evera, 1998
,

Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.

1999
) o con un falso dilema de seguridad derivado de la modernización militar estadounidense (

Booth, Ken y Nicholas Wheeler. 2007. The Security Dilemma: Fear, Competition, and Trust in World Politics. Londres: Palgrave.

Booth y Wheeler, 2007
). Pero, quizás, Moscú interpretaba las maniobras, las operaciones psicológicas o las «misiones hurón» para probar los sistemas de alerta temprana soviéticos como sondas limitadas (limited probe) para buscar el umbral de respuesta (

Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en: https://doi.org/ 10.2307/2539239.

Van Evera, 1998
) y prepararse para atacar.

‍[18]
.

Esta preocupación no era injustificada: el temor a un ataque por sorpresa estaba presente en su pensamiento estratégico desde el final de la Segunda Guerra Mundial (Sidorenko, Andreï. 1970. The Offensive (A Soviet View). Washington DC: Government Printing Office.‍Sidorenko, 1970: 115). Condicionado por la debacle de 1941, la vulnerabilidad de sus silos de misiles, el tiempo requerido para completar su ciclo de lanzamiento y la limitada efectividad de sus sistemas de mando y control para garantizar el contragolpe, Moscú siempre imaginó que Washington atacaría primero y que la única opción para sobrevivir era adelantarse (Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during the Cold War. McLean: BDM Federal.‍Hines, 1995: 22-‍47). Aunque en la década de 1960 la URSS se había decantado por la disuasión mutua —incrementando el número de ojivas, acorazando los silos de misiles para protegerlos de ataques contrafuerza, aumentando la redundancia y resiliencia de los sistemas de mando y control para garantizar su supervivencia o desarrollando una tríada nuclear que facilitara el contragolpe— siempre continuó percibiéndose inferior a EE. UU. Disponía de menos ojivas (9002 frente a 10 619 en 1983), poseía una tríada pesada, poco flexible y basada en ICBM (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.‍Cimbala, 2014: 247) y tanto sus sistemas de alerta temprana como sus nodos de mando y control eran inferiores a los estadounidenses (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 14-‍16; Podvig, Pavel. 2002. «History and the Current Status of the Russian Early-Warning System», Science and Global Security, 10: 21-60. Disponible en: https://doi.org/10.1080/08929880290008395‍Podvig, 2002). Considerando que estos no permitían responder con suficiente rapidez al ataque ni garantizar la represalia, Moscú continuó prefiriendo los ataques preventivos contrafuerza e implementar la doctrina de lanzamiento en alerta para iniciar el contragolpe (Battliega, John. 2004. «Soviet Views of Nuclear Warfare: The Post-Cold War Interviews», en Henry Sokolski (ed.), Getting MAD: Nuclear Mutual Assured Destruction, Its Origins and Practice. Carlisle: SSI-USAWC.‍Battliega, 2004: 160-‍161).

Cuando Washington lanzó las opciones selectivas, la alerta temprana soviética se basaba en los obsoletos radares Duga, capaces de identificar misiles lanzados desde EE. UU. diez minutos antes de alcanzar sus objetivos. Aunque el flamante sistema orbital Oko doblaba este lapso, tenía importantes limitaciones (Podvig, Pavel. 2002. «History and the Current Status of the Russian Early-Warning System», Science and Global Security, 10: 21-60. Disponible en: https://doi.org/10.1080/08929880290008395‍Podvig, 2002; Danilevich, en Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during the Cold War. McLean: BDM Federal.‍Hines, 1995: 61-‍63). A la dificultad de detectar los misiles atacantes se le añadía la limitada fiabilidad del sistema de mando y control, incapaz de transmitir con suficiente celeridad la alerta de lanzamiento enemiga y comunicar las órdenes de represalia de las autoridades político-militares a las fuerzas nucleares (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 14-‍15). Aunque Moscú adoptó medidas para reducir el ciclo de decisión —desplegando una infraestructura única para recibir la alerta y comunicar las órdenes de lanzamiento o desarrollando los célebres maletines nucleares entregados al secretario general, ministro de Defensa y jefe de Estado Mayor—, también apreciaba que un ataque preventivo ni daría tiempo al lanzamiento en alerta ni ordenar la represalia. La respuesta fue el 15A11 Perimeter, un sistema que automatizaba la represalia si se producía la tan temida decapitación del liderazgo soviético o la destrucción de los nodos de mando y control nuclear (Podvig, Pavel. 2002. «History and the Current Status of the Russian Early-Warning System», Science and Global Security, 10: 21-60. Disponible en: https://doi.org/10.1080/08929880290008395‍Podvig, 2002: 65-‍66; Danilevich, en Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during the Cold War. McLean: BDM Federal.‍Hines et al., 1995: 62-‍64). A pesar de estas mejoras, el generalato soviético sabía que no disponía de ninguna capacidad efectiva (Podvig, Pavel. 2008. «The Window of Vulnerability That Wasn’t: Soviet Military Buildup in the 1970s», International Security, 33 (1): 118-138. Disponible en: https://doi.org/10.1162/isec.2008.33.1.118.‍Podvig, 2008: 133-‍135)

Quizás por ello, cuando Moscú empezó a barajar seriamente la posibilidad de que la OTAN lanzara un ataque preventivo, redujo el proceso de armado de los SLBM a 20 minutos, el montaje de bombas nucleares tácticas en aviones a 25 minutos y la transmisión de la orden de lanzamiento de los cohetes a 13 segundos, y desplegara cazabombarderos capaces de montar armas nucleares en Alemania, Polonia o Hungría y piezas de artillería equipadas con proyectiles atómicos (

Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en: https://bit.ly/3kLi8uJ

Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente, 1990: 29-‍30
;

Fischer, Benjamin. 1997. A Cold War Conundrum: the 1983 Soviet War Scare. Langley: CIA.

Fischer, 1997
).

‍[19]
. La única esperanza pasaba por identificar con tiempo suficiente los preparativos del ataque y así poder lanzar un ataque preventivo.

Todavía faltaba un último elemento para que afloraran los más profundos miedos de Moscú: el despliegue de las fuerzas nucleares de alcance intermedio previsto para 1983. Para responder al emplazamiento de los misiles balísticos de alcance intermedio SS-20 Saber en la frontera occidental soviética en 1977, la OTAN amenazó con desplegar 464 misiles de crucero BGM-109G Gryphon y 108 misiles balísticos de alcance medio Pershing II si la URSS no cancelaba el despliegue de sus cohetes. Moscú temía que mientras los primeros incrementaban el riesgo de conflicto en Europa, los segundos eran una amenaza existencial para el régimen. Con un alcance de 1770 kilómetros y un error circular de 30 metros, estos misiles equipados con ojivas nucleares de 5 a 80 kilotones no solo podían enviar más carga bélica a más distancia y más precisión que sus predecesores Pershing I, sino que sus lanzaderas móviles también los convertían en objetivos difíciles de detectar y destruir. Washington había previsto desplegar estos misiles en la retaguardia alemana para evitar que los centros de poder y los estados mayores de las fuerzas estratégicas estuvieran dentro de su alcance para evitar que fueran percibidos por Moscú como armas de decapitación (Santese, Angela. 2016. «Ronald Reagan, the Nuclear Weapons Freeze Campaign and the Nuclear scare of the 1980s», International History Review 39 (3): 496-520. Disponible en: https://doi.org/10.1080/07075332.2016.1220403‍Santese, 2016; Scott, Len. 2013. «Intelligence and the Risk of Nuclear War: Able Archer-83 Revisited», en Michael Herman y Gwilyn Hughes (eds.), Intelligence in the Cold War: What Difference did it Make? Abingdon: Routledge.‍Scott, 2013: 8-‍9).

Aunque los euromisiles apoyaban las opciones selectivas, Washington inicialmente habían planteado ambas iniciativas de manera aislada. Sin embargo, para Moscú los Pershing II, los Gryphon y la PD-59 formaban parte del mismo plan (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 17). También estimó erróneamente que los Pershing II tenían una autonomía de 2500 kilómetros, por lo que un misil situado en la República Federal de Alemania alcanzaría Moscú en seis minutos (catorce menos que uno lanzado desde EE. UU.), proporcionando a EE. UU. una capacidad de primer golpe nunca vista hasta entonces (Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en: https://bit.ly/3kLi8uJ‍Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente, 1990: 9). El Kremlin temía que un ataque de estas características decapitaría su poder político, cortaría la comunicación entre los cuarteles generales y las fuerzas nucleares y destruiría sus silos de misiles (Danilevich, en Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during the Cold War. McLean: BDM Federal.‍Hines et al., 1995: 34; Andrew, Christopher y Oleg Gordievsky. 1993. Instructions from the Centre: Top Secret Files on KGB Foreign Operations 1975-85. Londres: Hodder and Stoughton.‍Andrew y Gordievsky, 1993: 174). Resumiendo, aunque los Pershing proporcionaban a la OTAN el dominio de la escalada bajo el umbral del conflicto nuclear generalizado (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.‍Cimbala, 2014: 237), Moscú interpretó que se trataban de armas de decapitación. Si finalmente Washington desplegaba estos misiles, la URSS podía ser atacada sin alerta previa y sin posibilidad de respuesta (Central Intelligence Agency (CIA). 1983a. Soviet Thinking on the Possibility of an Armed Confrontation with the United States (SOV-M-84-10013X). Washington DC: CIA.‍Central Intelligence Agency, 1983a: 3).

Junto con la codificación de las opciones selectivas, el repunte del gasto militar tras la llegada de Reagan a la Casa Blanca y el inminente despliegue de los euromisiles parecían ratificar los peores temores soviéticos (Barrass, Gordon. 2016. «Able Archer 83: What Were the Soviets Thinking?», Survival 58 (6): 7-30. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00396338.2016.1257176‍Barrass, 2016: 8-‍9; Kataev, en Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during the Cold War. McLean: BDM Federal.‍Hines et al., 1995: 106). La imaginaria ventana de vulnerabilidad que motivó la estrategia de compensación no solo había abierto otra ventana, esta vez real, en la URSS, sino que había creado una situación de dominio ofensivo (offense dominance). Esta puede deberse a una amplia gama de factores tecnológicos, doctrinales, geográficos, sociales, económicos o diplomáticos (Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en: https://doi.org/ 10.2307/2539239.‍Van Evera, 1998: 6; Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.‍1999). Sin embargo, en este caso los elementos tecnológicos (la capacidad de realizar ataques contra-fuerza de precisión, los potenciales efectos de la guerra de las galaxias, los euromisiles o el armamento convencional de precisión) y doctrinales (las opciones selectivas) explican la situación. Aunque Washington no percibía este dominio ofensivo por la errónea estimación de su inteligencia, Moscú sí lo hacía.

En un contexto de dominio ofensivo y ventana de oportunidad, la teoría pronostica que el sistema será altamente inestable al existir una elevada probabilidad de que desemboque en conflicto. Aunque el actor que disfrute de esta superioridad tendrá grandes incentivos para atacar porque podrá alcanzar sus objetivos a un coste aceptable, la potencial víctima también estará tentada en cerrar la ventana de vulnerabilidad atacando preventivamente, explotando así la ventaja estratégica que le otorga la sorpresa y la iniciativa (Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en: https://doi.org/ 10.2307/2539239.‍Van Evera, 1998: 9; Schelling, Thomas. 1966. Arms and Influence. New Haven: Yale University Press.‍Schelling, 1966: 221-‍259).

En consecuencia, operando bajo tres ventanas de vulnerabilidad —sus sistemas de alerta temprana no podían detectar con suficiente rapidez el lanzamiento de los Pershing II, sus nodos de mando y control no podían garantizar la represalia y los complejos de ataque automatizados podían batir con precisión sus blancos (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍Adamsky, 2013: 13-‍16)— Moscú interpretaba que Washington podría estar preparándose para lanzar un primer ataque. En consecuencia, la única solución para sobrevivir era identificar sus preparativos para adelantase.

LA OPERACIÓN RYAN Y ABLE ARCHER 83[Subir]

RYAN (Raketno Yadernoye Napadenie —Ataque con Misiles Nucleares—) fue la mayor operación de inteligencia de la historia soviética. Activa entre 1981 y 1991, pretendía detectar y neutralizar un ataque aliado por sorpresa. RYAN se basaba en el temor que despertaban «las aspiraciones estadounidenses y aliadas de alterar el equilibrio estratégico-militar existente mediante un ataque termonuclear» (Chebrikov, Victor. 1983. Informe anual de trabajo del KGB en 1982 (547-CH/OB). Moscú: KGB.‍Chebrikov, 1983: 3). Consciente de su incapacidad para reducir la brecha militar con EE. UU., con una enorme ventana vulnerabilidad imposible de cerrar y con un presidente estadounidense aparentemente determinado a ganar la Guerra Fría, Moscú temía que Washington aprovecharía su ventana de oportunidad para asestar el golpe definitivo a la URSS (Colom-Piella, Guillem. 2018. «Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)», Ayer, 112: 265-293.‍Colom-Piella, 2018).

Moscú entendía que Washington, consciente de la vulnerabilidad soviética frente a un ataque de decapitación, intentaría burlar a sus servicios de inteligencia con una operación de engaño (maskirovka) encubriendo el ataque como unas maniobras (Shvets, Yuri. 1994. Washington Station: My Life as a KGB Spy in America. Nueva York: Simon y Schuster.‍Shvets, 1994: 74). El Kremlin asumía que si RYAN podía detectar los preparativos del ataque, dispondría de una ventana de oportunidad de 36 horas entre la orden de ataque y su lanzamiento. En consecuencia, si Moscú detectaba a tiempo estos preparativos todavía podía anticiparse y atacar primero. Estos miedos —ampliados tras el derribo de un vuelo comercial surcoreano en la costa oriental soviética tras confundirlo con un avión militar estadounidense o el falso positivo del sistema orbital Oko— convergieron en noviembre de 1983, coincidiendo con el ejercicio Able Archer. Realizado para evaluar los protocolos de empleo de armas atómicas, simulaba una crisis entre la Alianza Atlántica y el Pacto de Varsovia que escalaba hasta un guerra nuclear. Able Archer 83 transcurrió entre el 7 y 11 de noviembre de 1983. Su escenario contemplaba una crisis en Yugoslavia que motivaba una intervención del Pacto de Varsovia y desembocaba en la invasión de Finlandia, Noruega, Grecia, Alemania y Austria y el empleo de armas químicas contra la OTAN.

En esta coyuntura comenzaba el ejercicio: incapaz de detener el avance enemigo, el el jefe supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa solicitaba emplear armas nucleares tácticas contra blancos fijos de los países satélites. Tras las consultas políticas, se atacaban 25 objetivos de Europa Oriental sin detener la ofensiva. Ello motivaba la aprobación de un nuevo ataque contra las fuerzas de segundo escalón y la retaguardia enemiga, que se realizaría el día 11 por la mañana con un centenar de armas nucleares contra blancos soviéticos situados en los países satélites. El ejercicio terminaba el 11 por la tarde con el cese de las operaciones.

A diferencia de otros juegos de guerra, este parecía tener ciertas características —la participación de altos funcionarios y líderes políticos aliados, la movilización de un número inusial de fuerzas, el transporte de armas nucelares simuladas, el aumento del nivel de alerta, el empleo de un nuevo cifrado de las comunicaciones o la puesta en práctica de nuevos protocolos para el lanzamiento de armas nucleares— que lo hacían más realista (Colom-Piella, Guillem. 2018. «Cuando la realidad supera la ficción: la operación RYAN (1981-1991)», Ayer, 112: 265-293.‍Colom-Piella, 2018; Pry, Peter. 1999. War Scare: Russia and America on the nuclear brink. Westport: Greenwood Publishing Group.‍Pry, 1999: 37; Fischer, Benjamin. 1997. A Cold War Conundrum: the 1983 Soviet War Scare. Langley: CIA.‍Fischer, 1997). Moscú interpretó que Washington podía estar aprovechando estas maniobras para encubrir el ataque preventivo (Andrew, Christopher y Oleg Gordievsky. 1990. KGB: The Inside Story of Its Foreign Operations from Lenin to Gorbachev. Nueva York: Harper Collins.‍Andrew y Gordievsky, 1990: 599-‍601).

Asumiendo que los preparativos se dilatarían durante 36 horas, Moscú solicitó a los servicios de información del Pacto de Varsovia que confirmaran la alerta, a sus unidades de inteligencia electrónica que interceptaran las comunicaciones aliadas y a los aviones de reconocimiento disponibles que monitorizaran cualquier movimiento de tropas (Jones, Nate. 2016. Able Archer 83: The Secret History of the NATO Exercise That Almost Triggered Nuclear War. Nueva York: New Press.‍Jones, 2016: 26-‍34). Aunque el generalato soviético consideraba la situación alarmante pero no creía que el ataque fuera inminente (Danilevich, en Hines, John. 1995. Soviet Intentions, 1965-1985. An Analytical Comparison of US-Soviet Assessments during the Cold War. McLean: BDM Federal.‍Hines et al., 1995: 26), Moscú se preparó para atacar (Barrass, Gordon. 2016. «Able Archer 83: What Were the Soviets Thinking?», Survival 58 (6): 7-30. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00396338.2016.1257176‍Barass, 2016: 9, 20; Jones, Nate. 2009. One misstep could trigger a great war: Operation RYAN, Able Archer 83, and the 1983 war scare. Washington DC: George Washington University Press.‍Jones, 2009: 45; Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en: https://bit.ly/3kLi8uJ‍Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente, 1990: 71-‍74; Pry, Peter. 1999. War Scare: Russia and America on the nuclear brink. Westport: Greenwood Publishing Group.‍Pry, 1999: 44).

Aunque los informes de inteligencia advertían de que los movimentos aliados no eran concluyentes y que Able Archer parecía realmente un ejercicio, Moscú no quería repetir el error de 1941. Entre la noche del 10 y la mañana del 11 el país se mantuvo expectante, con los aviones armados y los motores encendidos, las lanzadoras móviles en posición de disparo y los misiles basados en tierra esperando la secuencia de lanzamiento. Sin embargo, nunca llegó la orden de ataque. Bien porque Andropov esperaba una prueba irrefutable antes de iniciar el apocalipsis o porque estaba gravemente enfermo, bien porque Rainer Rupp —el espía que poseía la más alta habilitación de seguridad aliada— transmitió a Berlín un mensaje a la desesperada certificando que la Alianza no estaba preparando ningún ataque, bien porque Oleg Gordievsky —agente doble británico y jefe de la KGB en la representación diplomática ante Gran Bretaña— alertó al MI5 y a la CIA que Moscú había entrado en pánico, bien porque los oficiales aliados al mando del ejercicio actuaron en contra de los protocolos establecidos y no respondieron a la movilización soviética, bien porque el Kremlin intentó mandar un mensaje de tranquilidad a la Casa Blanca suspendiendo el ataque preventivo, bien porque el generalato soviético no podía creer que se tratara de un ataque, bien porque funcionaron los protocolos o una combinación de todas ellas, mediaron para que Moscú no apretara el botón nuclear. Comprobaría que todo había sido una falsa alarma —o, mejor dicho, una escalada no calculada que se estabilizó cuando ni Moscú ni Washington respondieron a las equívocas provocaciones del contrario (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.‍Cimbala, 2014: 250-‍52)— cuando el mediodía del día 11 el ejercicio terminó, la alerta nuclear cesó y las fuerzas regresaron a su alistamiento normal.

Aunque numerosas fuentes minimizan el impacto de las crisis nucleares porque las salvaguardas existentes —en materia de mando y control, protocolos de actuación o procesos de decisión— han impedido que se perdiera el control de la escalada y ninguna de ellas ha provocado un holocausto (Sagan, Scott. 1993. The Limits of Safety: Organization, Accidents, and Nuclear Weapons. Princeton: Princeton University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/ 9780691213064‍Sagan, 1993), para uno de sus protagonistas «el mundo no cruzó el abismo nuclear durante la Operación RYAN, pero con ABLE ARCHER 83 estuvimos peligrosamente cerca» (Andrew, Christopher y Oleg Gordievsky. 1990. KGB: The Inside Story of Its Foreign Operations from Lenin to Gorbachev. Nueva York: Harper Collins.‍Andrew y Gordievsky, 1990: 605).

El mismo día en que concluían las maniobras, el ministro de Defensa Ustinov acusó a Washington de «“imprudente” y “temerario” al dirigir el mundo hacia “una catástrofe nuclear” […] porque estas acciones habían sido lo suficientemente realistas como para situar a la URSS en alerta máxima» (Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en: https://bit.ly/3kLi8uJ‍Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente, 1990: 74). Dos días después, EE. UU. descartaba que se hubiera producido una escalada no controlada por errores de cálculo e ignoraba «qué pudo convencer a los soviéticos de que un ataque estadounidense era inminente» (Central Intelligence Agency (CIA).1983c. Why is the World So Dangerous (RDP88B00443R001404110060-8). Washington DC: CIA. ‍Central Intelligence Agency, 1983c: 21). Asumiendo que todo había sido una acción propagandística soviética, Washington mantuvo sus planes iniciales y emplazó cerca de Stuttgart sus Pershing II tres semanas después. También mantuvo las opciones selectivas que, con algunos ajustes en los planes de contingencia, continuaron orientando la doctrina nuclear estadounidense hasta el fin de la Guerra Fría, certificándose su desaparición definitiva con la publicación, en el año 1994, de la primera Revisión de la Postura Nuclear del país. Por la parte soviética, RYAN permanecería abierta hasta noviembre de 1991, un mes antes de la caída de la URSS.

CONCLUSIONES[Subir]

Las opciones selectivas tenían, a priori, todo lo necesario para disuadir con éxito a Moscú: eran un protomodelo de disuasión a medida que aprovechaba las ventajas competitivas estadounidenses y explotaba las debilidades soviéticas. Se hicieron específicamente para enfrentarse a unas amenazas, escenarios y capacidades concretas, profundizaban en la cultura estratégica soviética para conocer sus valores, descubrir sus motivaciones, comprender sus racionalidades y explotar sus temores y resultaron en un catálogo de capacidades y una comunicación de las intenciones que no dejaban duda sobre los efectos que tendría cualquier alteración del statu quo. Sin embargo, un cúmulo de fallos provocados por la errónea estimación de las capacidades, la incorrecta interpretación de las intenciones, la omisión de ciertos condicionantes de su cultura estratégica o la imposibilidad de conocer la psicología de sus líderes degradaron la estabilidad estratégica e incrementaron la brecha militar hasta culminar en un fallo de disuasión que, afortunadamente, no culminó. Aunque ello permite validar las hipótesis, este estudio de caso también sugiere otra conclusión preocupante: Washington no fue capaz de detectar la ventana de vulnerabilidad soviética ni de reconocer la legitimidad de sus miedos ni de percibir la escalada durante Able Archer ni, tampoco, de identificar el potencial fallo de disuasión. Estos hechos ejemplifican el impacto de las percepciones en los procesos de toma de decisiones, la inherente dificultad de interpretar datos confusos, la imposibilidad de conocer la psicología del oponente y, sobre todo, los límites de la disuasión.

Precisamente, el estudio de las opciones selectivas proporciona lecciones, reflexiones e ideas susceptibles de contribuir a los debates de la cuarta ola de disuasión en relación con los modelos a medida (fundamentales para orientar las relaciones con actores de distinta naturaleza, intereses y capacidades, pero incapaces de predecir las acciones del disuadido por las múltiples variables en juego), la cultura estratégica (importante para perfilar la disuasión, pero cuya comprensión no determina el éxito de la misma) o la credibilidad de la amenaza (difícilmente cuantificable en escenarios bipolares relativamente estables y potencialmente imposible de valorar en marcos multipolares con actores relacionados y tecnologías disruptivas). También permite reflexionar sobre la necesidad de combinar enfoques realistas (centrados en las capacidades militares) y constructivistas (basados en la cultura estratégica) para construir la disuasión, la relevancia que tienen las intenciones, motivaciones o percepciones de los actores para explicar su éxito, los nocivos efectos del intervencionismo político en la estimación de las amenazas y, sobre todo, el relativismo de la disuasión.

Queda para futuros trabajos estudiar otras crisis nucleares motivadas por fallos de disuasión para intentar establecer correlaciones que permitan mejorar la comprensión de este fenómeno que ha vuelto, por méritos propios, a un puesto central de los estudios estratégicos como subcampo de la ciencia política.

NOTAS[Subir]

[1]

Atribuidos originalmente al funcionario del Pentágono James Wade (Pringle, Peter y William Arkin. 1983. SlOP: The Secret U.S. Plan for Nuclear War. Nueva York: Norton.‍Pringle y Arkin, 1983: 196), los conceptos ventana de oportunidad (window of opportunity) y de vulnerabilidad (window of vulnerability) son centrales en los estudios estratégicos. Estas ventanas, que se abren cuando el poder relativo de un Estado disminuye respecto a otro, constituyen uno de los factores que explican por qué un actor puede tomar una posición ofensiva. Más específicamente, una ventana de oportunidad «is a fading offensive opportunity, the latter [una ventana de vulnerabilidad] is a growing defensive vulnerability. A single window can be a window of both opportunity and vulnerability, if the declining sate expects to fall all the way from dominance to helpless incapacity» (Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.‍Van Evera, 1999: 74). Estas ventanas pueden ser reales, como las que motivaron las guerras del Peloponeso o Pearl Harbor, o percibidas, como el bomber gap (1955-‍1957) y el missile gap (1957-‍1961) o la ventana que estudia este trabajo. Para conocer con más detalle esta idea, véase Van Evera (Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en: https://doi.org/ 10.2307/2539239.‍1998, Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.‍1999); mientras que para observar su utilización en la década de 1970 por muchos críticos con la distensión y el control de armamentos para solicitar una posición más asertiva en materia nuclear o por el presidente Ronald Reagan para justificar sus acciones en materia estratégica, véase: Intelligence Community Experiment in Competitive Analysis (Intelligence Community Experiment in Competitive Analysis. 1976. Soviet Strategic Objectives: An Alternative View: Report of Team B. Washington DC: CIA. ‍1976); Pringle y Arkin (Pringle, Peter y William Arkin. 1983. SlOP: The Secret U.S. Plan for Nuclear War. Nueva York: Norton.‍1983) o Salman et al. (Salman, Michael; Kelvin Sullivan y Stephen Van Evera. 1989. «Analysis or Propaganda? Measuring American Strategic Nuclear Capability, 1969-1988», en Lynn Eden y Steven Miller (eds.), Nuclear Arguments: Understanding the Strategic Nuclear Arms and Arms Control Debates. Ithaca: Cornell University Press.‍1989).

[2]

Se tiene constancia de 37 casos, 25 de ellos susceptibles de considerarse crisis nucleares y 12 motivados por errores técnicos. Aunque el análisis no arroja resultados concluyentes, plantea dos grandes opciones: escalada debida a errores de cálculo o pérdida del control en el proceso de toma de decisiones (Tetrais, Bruno. 2017. «On The Brink-Really? Revisiting Nuclear Close Calls Since 1945», The Washington Quarterly, 40 (2): 51-66. Disponible en: https://doi.org/10.1080/0163660X.2017.1328922‍Tetrais, 2017). Mientras que un completo análisis sobre el funcionamiento de los mecanismos para evitar una catástrofe nuclear puede hallarse en Sagan (Sagan, Scott. 1993. The Limits of Safety: Organization, Accidents, and Nuclear Weapons. Princeton: Princeton University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/ 9780691213064‍1993), Cimbala (Cimbala, Stephen. 2014. «Revisiting the Nuclear “War Scare” of 1983: Lessons Retro-and Prospectively», Journal of Slavic Military Studies, 27 (2): 234-253. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13518046.2013.844506.‍2014, Cimbala, Stephen. 2016. The New Nuclear Disorder: Challenges to Deterrence and Strategy. Nueva York: Routledge. Disponible en: https://doi.org/10.4324/9781315555133‍2016) reflexiona sobre el caso de Able Archer 83.

[3]

Sin embargo, ello no significa que el SALT o las negociaciones que culminaron en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) tuvieran efectos directos sobre la estabilidad estratégica entre ambas potencias. Aunque mejoraron la transparencia y la predictibilidad en materia nuclear, ambos contendientes tenían distintas percepciones sobre el significado de la estabilidad estratégica o de la misma MAD (Yost, David. 2011. Strategic Stability in the Cold War. Lessons for Continuing Challenges. París: Institut Français des Relations Internationales.‍Yost, 2011).

[4]

También debería añadirse la Iglesia ortodoxa, que desde 1991 se ha convertido en un actor esencial en el ecosistema nuclear ruso al alzarse como guardiana del arsenal atómico y legitimadora de su doctrina de seguridad nacional (Adamsky, Dima. 2019. Russian Nuclear Orthodoxy: Religion, Politics and Strategy. Stanford: Stanford University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/ 9781503608658‍Adamsky, 2019).

[5]

Precisamente, este enfoque cooperativo justificó la doctrina de no ciudades. Esta pretendía que Moscú descartara atacar los centros económicos, políticos o de población norteamericanos y reforzar la capacidad negociadora de Washington con una baza que Moscú intentaría conservar. Sin embargo, debido a la dispersión geográfica de su población, la URSS no valoraba tanto como EE. UU. las ciudades (Snyder, Jack. 1977. The Soviet Strategic Culture: Implications for Limited Nuclear Options. Santa Monica: RAND.‍Snyder, 1977).

[6]

Sin embargo, las ciberarmas no lo son debido a su intangibilidad y especificidad (la mayoría son de un solo uso y su utilidad está condicionada al desconocimiento del adversario de debilidades concretas de sus sistemas). En consecuencia, la credibilidad de la ciberdisuasión —más vinculada al castigo que a la negación y cada vez más integrada con la disuasión convencional y nuclear— está condicionada por la ambigüedad sobre las capacidades propias y la comunicación indirecta. Ello está obligando a replantear los criterios tradicionales de la disuasión (Welburn, Jonathan, Justin Grana y Karen Schwindt. 2019. Cyber Deterrence or How We Learned to Stop Worrying and Love the Signal. Santa Monica: RAND. Disponible en: https://doi.org/10.7249/WR1294‍Welburn et al., 2019).

[7]

Muchos de estos estudios centrados en la disuasión convencional han revelado que las motivaciones del agresor —especialmente las expectativas inmediatas de sus élites— pueden influir más que las perspectivas de victoria o las consecuencias de alterar el statu quo. Por lo tanto, su éxito parece estar más condicionado por las percepciones del adversario que por la persuasión de la disuasión. Estas motivaciones no solo se relacionan con el tradicional oportunismo táctico o agresividad del régimen, sino también por la insatisfacción por el statu quo existente (tal y como está sucediendo con China y Rusia), el riesgo de colapso de un régimen (Japón en la Segunda Guerra Mundial) o cualquier otra situación que sus élites perciban como peligrosa e imposible de resolver por otros medios y que les puede llevar a aceptar más riesgos de los que, en situaciones normales, podrían aceptar (Morgan, Patrick. 2003. Deterrence Now. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511491573‍Morgan, 2003: 162-‍65).

[8]

Este documento, cuya primera edición data de 1994, muestra tanto pautas de continuidad (como puede ser la modernización del arsenal nuclear) como de cambio (adoptando un marco de competición entre potencias, planteando aumentar las tipologías y empleabilidad de los ingenios nucleares, ampliando los supuestos de disuasión y refinando la política de primer uso tras haberla limitado contra potencias nucleares). Asimismo, mantiene las limitaciones del nuevo START (2010) mientras este continúe en vigor hasta principios de 2021 (aunque si Washington y Moscú lo desean, su vigencia podría mantenerse cinco años más). Para un análisis más detallado de la revisión y de sus implicaciones, Lonsdale (Lonsdale, David. 2019. «The 2018 Nuclear Posture Review: A return to nuclear warfighting?», Comparative Strategy, 38 (2): 98-117. Disponible en: https://doi.org/10.1080/01495933.2019.1573074.‍2019) o Kistensen y Korda (Kristensen, Hans y Matt Korda. 2020. «United States nuclear forces, 2020», Bulletin of the Atomic Scientists, 76 (1): 46-60. Disponible en: https://doi.org/10.1080/00963402.2019.1701286‍2020).

[9]

De hecho, entre las medidas para mejorar la flexibilidad de esta disuasión a medida podría hallarse la modificación de un número indeterminado de ojivas termonucleares W76-1 de 90 kilotones al estándar W76-2 con 5-‍7 kilotones. Aunque pueda parecer extraño, este tipo de decisiones técnicas influyen sobre la disuasión a medida, reforzando la relación entre el avance de la teoría de la disuasión nuclear y la práctica estratégica.

[10]

Podría argumentarse que sus orígenes se hallan en el informe que Nixon presentó al Congreso en 1970, donde se podía leer lo siguiente: «Should a President […] be left with the single option of ordering the mass destruction of enemy civilians, in the face of the certainty that it would be followed by the mass slaughter of Americans? Should the concept of assured destruction […] be the only measure of our ability to deter the variety of threats we may face?» (Nixon, 1970: 122). Tras cuatro años trabajando en ampliar las alternativas estratégicas a ataques nucleares contrafuerza, en enero de 1974 se presentó el Memorándum Decisorio de Seguridad Nacional 242 (NSDM 242). Este solicitaba el desarrollo de opciones «[…] which enable the United States to conduct selected nuclear operations» (Nixon, Richard. 1974. National Security Decision Memorandum 242. Disponible en: https://www.nixonlibrary.gov/virtuallibrary/documents/nsdm/nsdm_242.pdf. ‍Nixon, 1974: 2). Ello se traduciría en la Guía política para el empleo de armas nucleares que el secretario de Defensa James Schlesinger presentaría tres meses después. Había nacido la doctrina Schlesinger.

[11]

No obstante, EE. UU. siempre consideró necesario mantener una superioridad cualitativa frente a la URSS. De hecho, esta era percibida como un elemento clave de la estabilidad estratégica y, por lo tanto, de la destrucción asegurada. Sin embargo, ello no implica que Washington intentara dejar de lado la MAD por la primacía nuclear (Petrelli, Niccolò y Pulcini Giordana. 2018. «Nuclear Superiority in the Age of Parity: US Planning, Intelligence Analysis, Weapons Innovation and the Search for a Qualitative Edge 1969-1976», The International History Review, 40 (5): 1191-1209. Disponible en: https://doi.org/10.1080/07075332.2017.1420675.‍Petrelli y Pulcini, 2018).

[12]

Tal y como se expone en la nota 10, este trabajo del Pentágono respondía al requerimiento del NSDM-242. Este solicitaba una nueva guía para el empleo limitado y selectivo de armas nucleares, ya que los planes existentes ofrecían respuestas limitadas que no llegaban a la respuesta total, pero cuyos daños directos y colaterales eran muy elevados (Lambeth, Benjamin. 1976. Selective Nuclear Options in American and Soviet Strategic Policy. Santa Monica: RAND.‍Lambeth, 1976).

[13]

La Administración Kennedy había calificado la concepción estratégica de Eisenhower basada en la represalia masiva —o, mejor dicho, de convertir cualquier contingencia limitada en una guerra nuclear— de «suicidio o rendición» y que el incremento de las capacidades nucleares soviéticas fue lo que llevó a los demócratas a buscar otras opciones más flexibles y realistas.

[14]

Harold Brown (Brown, Harold. 2012. «A Countervailing View», Foreign Policy. 24-9-2012. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2012/09/24/a-countervailing-view/. ‍2012) sugiere que uno de los indicadores para evaluar estos miedos era la construcción de búnkeres para proteger a los líderes soviéticos, algo que ratifica Adamsky (Adamsky, Dima. 2013. «The 1983 Nuclear Crisis. Lessons for Deterrence Theory and Practice», Journal of Strategic Studies 36 (1): 4-41. Disponible en: https://doig.org10.1080/01402390.2012.732015‍2013: 11-‍12) y añade que su coste de construcción rozó el 2 % del producto interior bruto.

[15]

Los blancos prioritarios eran las fuerzas nucleares estratégicas y de teatro, los sistemas de mando, control, comunicaciones e inteligencia y el resto de fuerzas y las infraestructuras industriales que apoyaran el esfuerzo militar en caso de guerra (Presidente de los Estados Unidos. 1981. National Security Decision Directive 13. Nuclear Weapons Employment Policy. Washington DC: Government Printing Office.‍Presidente de los Estados Unidos, 1981: 4).

[16]

Las orientaciones planteadas en las directivas presidenciales tienen que traducirse en planes de contingencia concretos. Durante la mayor parte de la Guerra Fría, esto se realizaba mediante la elaboración —por parte del Pentágono— de la Política Nacional de Selección de Blancos y Ataque Estratégico (NSTAP), que planteaba el concepto de operaciones, y el Plan Operativo Único Integrado (SIOP) que detallaba los objetivos y los medios para batirlos.

[17]

Discurso de Reagan sobre la Iniciativa de Defensa Estratégica, 23 de marzo de 1983, disponible en: http://www.atomicarchive.com/Docs/Missile/Starwars.shtml

[18]

Ello podría dar lugar a múltiples interpretaciones relacionadas con la degradación de la situación de dominio de la defensa (defense-dominance situation) consolidada cuando ambas potencias se dotaron de capacidades de contragolpe (Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.‍Van Evera, 1998, Van Evera, Stephen. 1999. Causes of War. Power and the Roots of Conflict. Ithaca: Cornell University Press.‍1999) o con un falso dilema de seguridad derivado de la modernización militar estadounidense (Booth, Ken y Nicholas Wheeler. 2007. The Security Dilemma: Fear, Competition, and Trust in World Politics. Londres: Palgrave.‍Booth y Wheeler, 2007). Pero, quizás, Moscú interpretaba las maniobras, las operaciones psicológicas o las «misiones hurón» para probar los sistemas de alerta temprana soviéticos como sondas limitadas (limited probe) para buscar el umbral de respuesta (Van Evera, Stephen. 1998. «Offense, Defense, and the Causes of War», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en: https://doi.org/ 10.2307/2539239.‍Van Evera, 1998) y prepararse para atacar.

[19]

Quizás por ello, cuando Moscú empezó a barajar seriamente la posibilidad de que la OTAN lanzara un ataque preventivo, redujo el proceso de armado de los SLBM a 20 minutos, el montaje de bombas nucleares tácticas en aviones a 25 minutos y la transmisión de la orden de lanzamiento de los cohetes a 13 segundos, y desplegara cazabombarderos capaces de montar armas nucleares en Alemania, Polonia o Hungría y piezas de artillería equipadas con proyectiles atómicos (Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente. 1990. The Soviet «War Scare». Disponible en: https://bit.ly/3kLi8uJ‍Junta Asesora de Inteligencia Exterior del Presidente, 1990: 29-‍30; Fischer, Benjamin. 1997. A Cold War Conundrum: the 1983 Soviet War Scare. Langley: CIA.‍Fischer, 1997).

Referencias[Subir]

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Biografía[Subir]

[a]

Profesor del Área de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Pablo de Olavide, investigador asociado de la Universidad Autónoma de Chile y codirector de THIBER (The Cybersecurity Think Tank). Antes de incorporarse a la universidad, trabajó en la Unidad de Transformación de las Fuerzas Armadas del Estado Mayor de la Defensa, apoyando el diseño de capacidades militares. Actualmente continúa combinando las labores académicas con la participación en la generación de capacidades y la ejecución del planeamiento de la defensa, la pertenencia al Innovation Hub del Mando Aliado de Transformación o la participación en grupos de trabajo internacionales en asuntos de defensa. Ha recibido el primer premio (2015 y 2019) y el tercero (2005) de la Revista Ejército y el primer premio de la Revista Aeronáutica y Astronáutica (2016).