SUMARIO

  1. Referencias

Este libro, fruto de la tesis doctoral del autor, se encuadra dentro del campo de investigación sobre el nacionalismo en España, que vivió un renacimiento durante la Transición. Desde entonces, se ha mantenido más o menos activo, hasta experimentar una nueva explosión en la última década, al hilo de los procesos políticos vividos en el país con el fin de ETA, el 15M o el procés catalán (Núñez Seixas, Xosé M. 2007. «Historiografía y nacionalismo en la España del siglo xxi», Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S.A. Segreti, 7 (17): 329-346.‍Núñez Seixas, 2007). Este renacimiento de la historiografía española sobre nacionalismo ha venido marcado por enfoques constructivistas del concepto de nación (Álvarez Junco, José. 1995. «Elites y nacionalismo español», Política y Sociedad, 18: 93-105.‍Álvarez Junco, 1995) y, especialmente en la última década, por el interés por la cuestión de los símbolos en la articulación de fenómenos nacionalistas (Moreno Luzón, Javier y Xosé M. Núñez Seixas. 2013. «Rojigualda y sin letra. Los símbolos oficiales de la nación», en J. Moreno Luzón y Xosé M. Núñez Seixas (eds.), Ser españoles. Imaginarios nacionalistas en el siglo xx. Barcelona: RBA.‍Moreno Luzón y Núñez Seixas, 2013). Dentro de estas líneas podemos encajar a la perfección el libro de Diego Díaz.

Ni el autor ni su prologuista (el historiador Juan Andrade) ocultan que su interés sea más «por la cuestión y no por el estado de la cuestión» (p. 16), ni tampoco su simpatía por buena parte del discurso que estudia en el libro (p. 31). Pero esta implicación política no parece restar rigurosidad al análisis histórico, y sí aportar cierta frescura que le permite tratar un tema mayormente olvidado por la historiografía española sobre nacionalismo: el comunismo, que durante todo el siglo xx dedicó muchas páginas a la cuestión. Díaz contribuye a recolocarlas en el foco, lo que constituye la principal aportación del libro a un debate en el que, por lo demás, encaja a la perfección al seguir las líneas principales de discusión e investigación del momento, especialmente referidas a la importancia de los símbolos nacionales.

El libro está dividido en siete capítulos y un octavo de conclusiones, estructurados en torno a la relación del discurso comunista con las demandas nacionalistas. El libro comienza en la década de 1920, en la que el nexo del comunismo con cualquier tipo de patriotismo era de una frialdad absoluta. Tras un recorrido de cinco décadas, termina en la Transición, donde el PCE vivió una crisis en medio de la proliferación de identidades autonómicas y la construcción del nuevo imaginario democrático del nacionalismo español. Este proceso estuvo condicionado por el fortalecimiento de la alianza entre democratismo y nacionalismos subestatales durante el franquismo, en la que los comunistas jugaron roles distintos a lo largo de todo el país.

El primer capítulo se centra en los inicios del movimiento comunista en España y su desarrollo hasta la Guerra Civil, un periodo marcado para los comunistas españoles por el fin del desprecio por la cuestión nacional y su incorporación al nuevo discurso antifascista, especialmente en Cataluña. En el segundo capítulo, Díaz estudia el recorrido del discurso comunista durante la Guerra Civil, perfilado por el viraje frentepopulista y el encuentro de distintas corrientes de nacionalismo, republicanismo, federalismo e internacionalismo, cuyas tensiones se vieron exacerbadas por el conflicto bélico. El tercer capítulo aborda los primeros años del franquismo, que supusieron una reacción defensiva en los comunistas, cristalizada en la importancia de los frentes nacionales (como sucesores de los frentes populares) y el patriotismo resistente contra un enemigo visto, ya desde la Guerra Civil, como representante de un invasor extranjero antipatriota. El cuarto capítulo muestra cómo esa línea discursiva se focalizó en la oposición al imperialismo, encarnado entonces en las relaciones entre los Estados Unidos y el Gobierno de Franco.

En el quinto capítulo, el autor analiza la evolución del antifranquismo, donde las demandas nacionalistas y democratizadoras fueron alineándose, pero más asociadas a los nacionalismos subestatales, percibidos como comunidades oprimidas bajo el yugo del españolismo franquista, que al patriotismo español. Hasta tal punto fue así que, tal y como analiza en el sexto capítulo, la cuestión nacional constituyó uno de los protagonistas de los últimos años de la dictadura, condicionando así la Transición, que es el objeto del séptimo capítulo. En este proceso, los comunistas se verían superados por las disputas en juego y experimentarían el fin de su papel como actor principal mediante la tortuosa búsqueda de posibilidades de identificación con unos referentes nacionales que se irguieron como hegemónicos en el nuevo sistema, pero respecto a los cuales la mayoría de la militancia comunista solo sentía desprecio por su asociación al régimen de Franco. Así, en la conclusión del libro, Díaz ubica al comunismo español en lo que él denomina «una zona de disconfort nacional» (p. 387), marcada por el uso del nombre Estado español como eufemismo de España; lo que muestra un extrañamiento y relación complicada con la cuestión nacional.

Disputar las banderas supone un interesante estudio acerca de la relación del comunismo español con el nacionalismo y, a través de ello, de su encuentro con las construcciones identitarias vasca, gallega y catalana. Ayuda a reflexionar sobre la cuestión nacional más allá del binomio españolismo/independentismo, ofreciendo un amplio abanico de posicionamientos capaces de pensar España, Cataluña, Galicia o el País Vasco de diversas maneras y en relaciones distintas de las que comúnmente suelen barajarse en el debate público. Por ejemplo, un proyecto español conducido por Cataluña frente a la tradicional propuesta de Castilla como soporte de la nación, la aceptación de la libertad de un sujeto catalán, pero de manera inevitablemente ligada a la del resto de España, o la genuina propuesta del doble patriotismo catalán y español que ERC y PSUC reivindicaron durante la Guerra Civil y también después de la misma, con Cataluña como referente afectivo, pero subsumido en la defensa de una España popular y republicana capaz de despertar más emotividad que el concepto de república o de Estado.

Ofrece distintos casos sobre nacionalismos subestatales que se conciben como parte de un ente superior llamado España, al que incluso se pueden hacer concesiones centralistas en periodos de amenaza. Se trata de una concepción de la unidad fundamentada en la libertad de separación, y que propició no poca reflexión, como la que hacían los comunistas gallegos ya en 1975, cuando se preguntaban «para qué necesitamos la libertad de separarnos si no queremos separarnos» (p. 291). Todo ello permite explorar posibilidades de concebir España tanto como sujeto único como en forma de unión de sujetos, con distintos encajes y graduaciones entre esas formas.

En ello es importante la asociación de conceptos y el alineamiento de movimientos que han ido fraguándose a lo largo de los dos últimos siglos. Por ejemplo, no es baladí que los dos hitos fundacionales de la II República tuvieran lugar en el País Vasco y Cataluña, con la primera bandera tricolor izada en Éibar y con la proclamación del Estado catalán en Barcelona. Esto permite observar un momento clave en uno de esos procesos de alineamiento, como es el que se produce entre demandas democráticas y demandas regionalistas y nacionalistas subestatales, muy imbricado con otro que se puede seguir a lo largo de todo el libro: la asociación entre reivindicaciones democráticas, obreristas y españolistas.

En esta línea, el libro ofrece una interesante historia del encuentro progresivo entre esas demandas, que acabará desembocando en su mayor expresión en el proceso de construcción del Estado autonómico en el caso del regionalismo/nacionalismo y la democratización, y durante la Guerra Civil en el caso de la asociación entre obrerismo y patriotismo. Un ejemplo del segundo, que proporciona el libro, es la reivindicación del idioma gallego como una cuestión de clase, de dignificación de la cultura de las clases subalternas, que se avergonzaban por hablar o escribir mal el castellano (p. 237). En cuanto al primero, el libro, al comenzar en la década de 1920, no puede abordar los primeros pasos de ese alineamiento. Estos fueron dados por tres corrientes: los liberales progresistas, que se refugiaron en los poderes locales frente al centralismo de los moderados; los carlistas, desde los que luego evolucionarán los nacionalismos vasco y catalán, y una variante del regeneracionismo, que apostó por la revitalización de Cataluña y el País Vasco como forma de regenerar España. Pero, al comenzar en esa década su historia, sí aprovecha la oportunidad de aportar material sobre un periodo que suele pasarse por alto en este tema, como es la dictadura de Primo de Rivera.

Por otro lado, prácticamente la totalidad de las construcciones identitarias en la historia reciente de España han utilizado a Europa como referente democrático y de modernización, contrastando con un muy minoritario euroescepticismo. Díaz cuenta que los comunistas comenzaron a usarlo en un intento de mostrar la necesidad histórica de acabar con el franquismo para ponerse al día de una Europa democrática y abierta. Pero el encuentro más esclarecedor que presenta se dio en Cataluña, donde el intento del franquismo por asociar castellanismo y modernización europea a través de la alfabetización (aprender castellano permitiría salir del subdesarrollo a los habitantes de las zonas atrasadas) chocó con el esfuerzo de los catalanistas por equiparar lo catalán con lo moderno, lo democrático y lo europeo.

Tanto en este enfrentamiento como en todos los que van materializando el hilo conductor de la obra, se observan dos rasgos fundamentales para la cuestión. Por un lado, el factor económico, presente especialmente en la parte que el autor dedica a la inmigración en Cataluña y el País Vasco, que ayuda a entender un país roto debido a los desequilibrios económicos. Esta tesis del autor es especialmente interesante si seguimos la propuesta por Álvarez Junco, según la cual lo específico del problema nacional español no sería tanto el atraso del país como su desigual desarrollo, que produjo a su vez una modernización cultural también desequilibrada. De esta manera, las tensiones entre territorios se deberían a la falta de correspondencia entre el lugar de procedencia del poder económico y el del poder político (Álvarez Junco, José. 2001. Mater Dolorosa. Barcelona: Taurus.‍Álvarez Junco, 2001: 595-‍596). Ello explicaría que fuese en las comunidades desarrolladas como Cataluña y el País Vasco donde surgieron construcciones nacionalistas fuertes; seguidamente, esto facilitó el alineamiento entre demandas nacionalistas y democráticas en esos territorios con nacionalismos más consolidados frente al resto de España que aparece caracterizado como atrasado y antidemocrático.

El segundo hilo conductor de la obra es la tendencia a presentar todo como conflicto, con su mayor expresión en la Guerra Civil, como una batalla por decidir una pregunta tan sencilla como irresoluble: qué es España. Aquí Díaz comparte la tesis ya defendida por autores como Núñez Seixas, según la cual la guerra no fue meramente un enfrentamiento entre fascismo y antifascismo, sino también entre tipos de nacionalismo: izquierda/derecha y centro/periferia (Núñez Seixas, Xosé M. 2018. Suspiros de España. Barcelona: Crítica.‍Núñez Seixas, 2018: 65).

En resumen, la fortaleza del trabajo de Díaz descansa, sobre todo, en su focalización en temas no tratados de manera principal por la historiografía sobre el nacionalismo en España, tanto en el hilo conductor general del libro —la relación del comunismo con la cuestión nacional— como en algunos de los momentos donde se aborda esa relación, como es la década de 1920 y la dictadura de Primo de Rivera. Pese a esos logros, quizás se echa en falta un debate más explícito sobre premisas teóricas y modos de tratamiento de la cuestión frente a las corrientes historiográficas a las que el libro se contrapone al rescatar un asunto tenido por olvidado por ellas. Se entiende que el autor deja que la obra «hable por sí misma» respecto a la importancia del tema tratado, pero no hay que olvidar que el debate es la sangre que anima todo campo de investigación, pues lo contrario corre el peligro de derivar en una sucesión de monólogos aislados y burbujas especializadas en un enfoque, pero desconocedoras del resto. Por otro lado, algunas partes del texto resultan de difícil comprensión sin una adecuada contextualización histórica que se da por sabida, quizás prematuramente en un libro destinado, como el autor parece proponerse, también a un público menos especializado. Por último, habría sido útil para sus propósitos un pequeño repaso de los precedentes históricos de algunos de los temas tratados, que anclan sus orígenes, y por lo tanto su posibilidad de comprensión, en el siglo xix.

En cualquier caso, el libro cumple su papel en ambos sentidos: constituye una notable obra de historia política, de recomendado interés para los investigadores del nacionalismo en España, por un lado, y del movimiento comunista, por otro, y a su vez es un libro con un estilo literario accesible —libre de demasiados tecnicismos— y un tema de innegable actualidad, que puede ser leído por un receptor menos especializado y atraído por el tema debido a su militancia política o a mera curiosidad no profesional o académica. De esta manera, el libro aporta material interesante, tanto para pensar el momento actual de la cuestión nacional en España a través de su historia, como para, desde la teoría política, reflexionar sobre el concepto de nación y la construcción de identidades. Además, permite una recepción más allá de la academia, capaz de dotar a algunos sectores políticos de herramientas con las que pensar su relación con su comunidad y los símbolos que la constituyen.

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[1] 

Álvarez Junco, José. 1995. «Elites y nacionalismo español», Política y Sociedad, 18: 93-‍105.

[2] 

Álvarez Junco, José. 2001. Mater Dolorosa. Barcelona: Taurus.

[3] 

Moreno Luzón, Javier y Xosé M. Núñez Seixas. 2013. «Rojigualda y sin letra. Los símbolos oficiales de la nación», en J. Moreno Luzón y Xosé M. Núñez Seixas (eds.), Ser españoles. Imaginarios nacionalistas en el siglo xx. Barcelona: RBA.

[4] 

Núñez Seixas, Xosé M. 2007. «Historiografía y nacionalismo en la España del siglo xxi», Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S.A. Segreti, 7 (17): 329-‍346.

[5] 

Núñez Seixas, Xosé M. 2018. Suspiros de España. Barcelona: Crítica.