RESUMEN
Tanto la campaña de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 2016 como la posterior presidencia de Donald Trump han supuesto, en diversos aspectos, una ruptura con las prácticas, usos, modos y formas tradicionales en la política occidental. La apelación constante a los sentimientos (y las bajas pasiones) de los votantes, la relativización de los hechos, las declaraciones racistas, xenófobas, machistas y hostiles a las minorías, la política interior rupturista con el pasado y la política exterior grandilocuente han sido elementos de una acción de gobierno habitualmente calificada como caótica e impulsiva, cuando no infantil o irracional. Se suele acusar al presidente Trump de populista. Este artículo pretende ofrecer una aproximación a su pensamiento político y contrastarlo con una serie de elementos que se proponen como característicos del populismo. Esto permitirá valorar la medida en que el actual inquilino de la Casa Blanca puede o no ser considerado populista, y se llega a la conclusión de que es posible hacerlo.
Palabras clave: Donald Trump, pensamiento político, presidente, populismo, Estados Unidos.
ABSTRACT
Both the 2016 US presidential election campaign and Donald Trump’s later presidency have entailed, in several aspects, a break with the traditional practices, uses, modes and forms in Western politics. The constant appeal to voters´ feelings (and low passions), the relativization of facts, the racist, xenophobic, sexist statements and those others hostile to minorities, a home policy rupturist with the past and a grandiloquent foreign policy have all been elements of a government action usually described as chaotic and impulsive, or even as childish and irrational. President Trump is usually accused of being a populist. This article aims at offering an approach to Trump’s political thought checking it against a series of elements deemed characteristic of populism. This will, in turn, allow to assess the extent to which the current host of the White House can be considered as a populist or not. Ultimately, the conclusion is reached that it is certainly possible to do so.
Keywords: Donald Trump, political thinking, president, populism, United States.
¿Cuál es la ideología de Donald Trump? Ante el aparente desorden que muchas veces muestran su discurso y sus decisiones, donde no son extraños los cambios de opinión y las contradicciones, cabría pensar que Trump no posee una ideología determinada y que no hace más que adaptarse a lo que considera más apropiado para sus intereses coyunturales. Pero, salvo que se renuncie a la búsqueda de racionalidad en el pensamiento del presidente de EE. UU., parece relevante tratar de elaborar un mínimo cuadro de la ideología del actual titular de la presidencia norteamericana. En los intentos de establecer la ideología de Trump es recurrente escuchar a modo de diagnóstico la palabra populismo. Se suele describir al presidente de EE. UU. como un populista. Como tal, se le incardina en un conjunto más o menos difuso de partidos y líderes políticos de reciente aparición a ambos lados del Atlántico, en ocasiones considerados de extrema derecha, en ocasiones de extrema izquierda,
¿Pero qué es ser populista? ¿Puede serlo igualmente un partido que se identifica, o que es identificado, con la derecha y uno que lo hace con la izquierda? ¿Cuáles son los rasgos que caracterizan el populismo para poder afirmar que Trump lo es o no lo es? ¿Existe siquiera el populismo o no es más que un término peyorativo que a fuerza de repetirse se ha popularizado y que no es utilizado más que como epíteto para descalificar al rival político? ¿Se puede aceptar, como indica Laclau ( Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2005: 32), que la palabra populismo suele ser usada de modo vago, sin contenido y con afán denigratorio para referirse a movimientos dispares? Este texto pretende ofrecer una caracterización del pensamiento de Trump que permita identificar o no al presidente de los EE. UU. como un populista, tratando, además, de dar respuesta a las preguntas arriba citadas.
Es decir, se busca aportar una propuesta de definición y una enumeración de las características del populismo desde la cual calificar o no a Trump como populista. Metodológicamente, se parte de analizar tanto los principales rasgos del pensamiento de Trump como de aquellos elementos que se plantean como propios del populismo para, a continuación, enfrentar unos con otros, tratando de dilucidar la existencia o no existencia de similitudes entre los primeros y los segundos. Esto es, se elabora una sucinta enumeración de los rasgos que definen la ideología de Trump en función de sus promesas electorales presentadas a las elecciones presidenciales de 2016, de su acción de gobierno desde entonces y de las declaraciones que ha hecho en su devenir político reciente. A continuación, se ofrece una propuesta de enumeración de elementos del populismo, apoyada en un análisis de la doctrina más conocida en la materia. Finalmente, se compara la primera con la segunda, para poder concluir si el presidente de EE. UU. es o no un populista en función de que exista o no identificación entre las dos. Las respuestas que se alcanzan no prentenden ser absolutas, sino apenas una puerta abierta al debate tanto de la ideología de Trump como del concepto de populismo.
¿Cuáles son los distintos elementos de la ideología de Trump? Partiendo de sus promesas electorales, de sus declaraciones en la campaña electoral de 2016, así como de sus actuaciones durante su mandato, se pueden proponer los siguientes rasgos ideológicos de Trump.
La ideología de Trump es esencialmente reactiva; es decir, de oposición a otros movimientos
y corrientes, generalmente considerados progresistas por cuanto consistían en la ampliación
o reconocimiento de derechos de minorías (hispanos, negros, musulmanes, inmigrantes
o refugiados. Como indican Bassets y Faus ( Bassets, Marc y Joan Faus. 2017. «Trump veta la entrada de refugiados e inmigrantes
de varios países musulmanes», El País, 17-4-2017. Disponible en:
Las declaraciones y actuaciones en este sentido abundan; así, por ejemplo, son xenófobas
frente a los extranjeros, en general, y los mexicanos, latinoamericanos y procedentes
de países musulmanes más en particular. Como indica Qiu ( Qiu, Linda. 2016. «Donald Trump’s top 10 campaign promises», Politifact, 15-7-2016. Disponible en:
Este modo agresivo de expresarse se desarrolló especialmente durante la campaña electoral
de 2016 y puede enmarcarse en la actitud general de Trump hacia todos sus adversarios,
tanto rivales políticos —lo sufrieron especialmente Jeb Bush y Ted Cruz en los republicanos
( Broonfield, Matt. 2016. «9 standout quotes from the Republican debate (And Donald
Trump was responsible for five of them)», Independent, 14-2-2016 de febrero. Disponible en:
Trump ha defendido la necesidad de renegociar o salir de los tratados internacionales
de libre comercio que EE. UU. ha suscrito, al considerar que los mismos les perjudican.
No es tanto que Trump se oponga al libre comercio internacional en sí, sino que se
opone a la forma en la que este se había desarrollado hasta su llegada a la presidencia
( Smith, David. 2016. «Populism, nationalism and U.S. foreign policy», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 101-106.Smith, 2016: 104). El NAFTA con Canadá y México ha sido objeto de sus críticas; por ejemplo, en la
campaña electoral de 2016 anunciaba: «Voy a decirles a nuestros socios del NAFTA que
pretendo renegociar inmediatamente los términos de ese acuerdo para conseguir un mejor
trato para nuestros trabajadores. Y no quiero decir solo un poco mejor, quiero decir
mucho mejor» (citado en Tani, Maxwell. 2016. «I don’t mean just a little bit better: Donald Trump threatens
to leave NAFTA if elected», Business Insider, 28-6-2016. Disponible en:
Trump ha urgido a los países de la OTAN a asumir mayores gastos en defensa, sugiriendo
la posibilidad de que EE. UU. se inhiba si alguno de los miembros de la Alianza es
atacado por un tercero ( Raymond, Adam. 2018. «Trump doesn’t get why U.S. has to defend NATO allies», New York Magazine, 18-7-2018. Disponible en:
No se puede olvidar su propuesta estrella de construir un muro con México; así, desde
el comienzo de la campaña electoral en 2016, prometió «construir un gran muro en la
frontera sur» y «hacer que Méjico pague por ese muro» ( Qiu, Linda. 2016. «Donald Trump’s top 10 campaign promises», Politifact, 15-7-2016. Disponible en:
Trump se ha caracterizado por relativizar la objetividad y tratar de crear su propia
concepción subjetiva de la realidad, con la pretensión de que sea igualmente respetable
que la objetiva y procedente de los datos probados[1]. Ello puede observarse en su relación frente a la comunidad científica al negar el
cambio climático, con expresiones como «no soy un creyente en un calentamiento global
hecho por el hombre» (citado en Cillizza, Chris. 2017b. «Donald Trump doesn’t think much of climate change, in 20
quotes», CNN politics, 8-8-2017. Disponible en:
Trump no apela a la razón de los ciudadanos, sino a sus emociones (a menudo a las
negativas, como el racismo y la xenofobia) en un intento de establecer con ellos una
vinculación emocional impermeable a cualquier crítica argumentada. Apunta Lowndes
( Lowndes, Joseph. 2016. «Populism in the 2016 U. S. election», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 97-101.2016: 99) que esta vinculación que Trump establece con los votantes se construye sobre identificaciones
emocionales en las que Trump interrelaciona elementos sensibles para dichos votantes:
la ansiedad que generan los temas raciales con la precariedad económica, la masculinidad,
el abandono sufrido por las élites políticas, etc. Una manifestación del antiintelectualismo
de Trump es la consciente y constante voluntad de ser políticamente incorrecto, de enfrentarse a los usos cultos y civilizados recurriendo a expresiones groseras,
vulgares y denigrantes para las minorías, en la concepción de que así se visibiliza
el enfrentamiento con las élites y se produce la identificación con un supuesto hombre
sencillo que se expresa y comporta de un modo normal ( Almansa Pérez, Rosa M. 2019. «El populismo de extrema derecha en los Estados Unidos
de la era Trump: de la democracia “sin rostro” a la reacción identitaria», Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 53: 157-181. Disponible en:
Personalismo, caudillismo, mesianismo, paternalismo
Frente al lema de Obama, Yes, we can («Sí, podemos»), que manifestaba su propuesta de un pacto social transversal para
mejorar la sociedad estadounidense, Trump se caracterizó durante la campaña presidencial
de 2016 por presentarse a sí mismo como el único individuo capaz de solucionar todos
los problemas del país. Para ello, se identificó con el «hombre medio» americano,
víctima de los poderosos, de los medios de comunicación y de las élites económicas,
políticas e intelectuales, y se presentó como la única herramienta que tienen los
maltratados hombres buenos para recuperar sus puestos de trabajo perdidos, su sociedad
rota y su dignidad pisoteada. Así, afirmó: «Os lo daré todo. Soy el único. Yo solo
puedo arreglarlo» (citado por Politico Magazine. 2016. The 155 craziest things Trump said this election. Disponible en:
En función de estas características y asumiendo la complejidad que proporciona un
líder capaz de pasar en apenas unas pocas semanas de una opinión a la contraria —así
ocurrió en el caso de Corea del Norte que, de recibir amenazas de destrucción, «fuego
y furia como el mundo nunca ha visto», pasó a ser reconocida como interlocutor válido
con el que mantener reuniones cordiales ( Bierman, Noah. 2017. «Trump warns North Korea of fire and fury», Los Ángeles Times, 8-8-2017. Disponible en: https://lat.ms/2Q84DJd.Bierman, 2017)—, puede afirmarse que la ideología de Donald Trump se resume en una sola palabra:
reacción. Es una ideología reaccionaria, si por tal se entiende aquella que reacciona
frente a otra previa y que trata de revertir gran parte, si no la totalidad, de las
transformaciones políticas, económicas y sociales realizadas en la presidencia anterior.
Frente a los años de Obama, en los que se apostó por el internacionalismo, los derechos
sociales o la lucha contra el cambio climático, la presidencia de Trump parece en
ocasiones no tener más objeto que derrumbar todo lo hecho por su antecesor: oposición
al Obamacare ( Martín, Carolina. 2017. «Trump retira las ayudas de Obamacare para las personas con
menos recursos», El Mundo, 13-10-2017. Disponible en:
No obstante, afirmar que Trump es el opuesto perfecto a Obama sería un enfoque excesivamente centrado en el personaje, en sus filias y fobias personales porque, más allá de las personas, la ideología que Trump encarna es la respuesta frente a aquella que Obama personificó. Así, frente a una visión del mundo enmarcada en las dinámicas globalizadoras, aparece un movimiento reactivo que pretende cerrar todo lo que la globalización abre. Frente a un Obama que simboliza —incluso personalmente— el cosmopolitismo y el triunfo de las minorías, Trump defiende alzar muros, físicos, económicos y sociales, que detengan la apertura que la globalización implica. En sus propias palabras, «americanismo, no globalismo, será nuestro credo» (citado por Smith, David. 2016. «Populism, nationalism and U.S. foreign policy», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 101-106.Smith, 2016: 101).
La ideología de Trump es la reacción. La negación de los cambios producidos en las
últimas décadas, que han llevado a una mayor interconexión mundial a nivel internacional
(tanto política, como económica) y a una mayor aceptación de la heterogeneidad (racial,
sexual, religiosa) a nivel nacional. Es posible ubicar esta ideología reaccionaria
en distintas opciones políticas a ambos lados del Atlántico: Trump en los EE. UU.
o diversos partidos europeos que ya en Alemania (AfD), Francia (Frente Nacional) o
Italia (Liga) abogan por revertir gran parte de las transformaciones generadas por
la globalización en aspectos económicos (libre comercio), políticos y sociales (inmigración),
retornando a un mundo previo a dichas transformaciones. Para Trump: «La globalización
ha hecho muy rica a la élite financiera, pero ha dejado a millones de nuestros trabajadores
sin nada salvo pobreza y dolor de corazón» ( Diamond, Jeremy. 2016. «Trump slams globalization, promises to upend economic status
quo», CNN Politics, 28-6-2016. Disponible en:
La ideología de Trump puede causar estupor en gran parte del público conocedor de
los datos objetivos acerca de los progresos que el mundo está haciendo en el periodo
histórico al que genéricamente se llama globalización Frente a la conceptualización positiva que de la globalización se transmite desde
este texto, quepa recordar como contraste el conocido trilema de Rodrick ( Rodrik, Dani. 2012. La paradoja de la globalización. Barcelona: Antoni Bosch Editor.
No cabe, sin embargo, ignorar que Trump, aun y debiendo ser entendido en el contexto
histórico al que pertenece, puede ser considerado heredero de la tradición populista
estadounidense que encuentra algunos de sus hitos en figuras como la del presidente
Andrew Jackson Jackson suele citarse como origen del populismo estadounidense. Durante su mandato,
y frente al Congreso, concibió la presidencia como verdadera representación del pueblo
estadounidense; por ello, la fortaleció frente al Congreso, la judicatura y el resto
de instituciones del Estado, transformándola desde lo meramente administrativo a lo
tribunicio ( Aguilar Rivera, José A. 2019. «Tocqueville y el populismo», Noesis, 28 (55-1): 61-74. Disponible en: https://doi.org/10.20983/noesis.2019.3.4 Feller, Daniel. (2019). The Papers of Andrew Jackson. About Andrew Jackson, Knoxville: The University of Tennessee. Disponible en: http://bit.ly/39JuQWr Partido procedente mayoritariamente del sur y el oeste de los EE. UU. que ensalzaba
a los trabajadores rurales y urbanos, el «pueblo llano», mientras atacaba a las élites
de las altas finanzas y la industria por empobrecerlos. En 1892 el partido logró veintidós
votos electorales en las elecciones presidenciales con su candidato James Weaver para
declinar en los siguientes años. Posiblemente, el heredero contemporáneo del tipo
de populismo representado por este partido sea el senador Bernie Sanders, mientras
que Donald Trump encaje mejor en otro tipo de populismo racista-nacionalista también
surgido a finales del xix en estados como California, con partidos como el Workingmen´s Party of California
y su rechazo a los inmigrantes asiáticos ( Kazin, Michael. 2016. «Trump and American Populism. Old Whine, New Bottles», Foreign affairs. Disponible en: https://fam.ag/2wNaFbz
Por tanto, situar a Trump como un nuevo hito en la evolución del populismo histórico
estadounidense puede resultar apropiado No lo es, sin embargo, para autores como Cheathem ( Cheathem, Mark R. 2017. «Donald Trump is not a Twenty-First Century Andrew Jackson»,
The American Historians, Disponible en: http://bit.ly/2THTmBK
Vista sucintamente la ideología de Trump y para poder afirmar si la misma se identifica
o no con el populismo, es imprescindible tratar de caracterizar el populismo para
posteriormente compararlo con el pensamiento de Trump. Ya se considere que el populismo
surge a causa del resentimiento económico de los perdedores de la globalización, ya
se opte por verlo como una reacción conservadora ante los cambios culturales de corte
liberal introducidos en las últimas décadas, ya se afirme que es la respuesta ante
el abandono al que las élites someten al pueblo, el mal funcionamiento de la representación
y el incumplimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos, especialmente
la igualdad ante la ley ( Hawkins, Kirk. 2016. «Populism and the 2016 U.S. Presidential Election in comparative
perspective», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 91-97.Hawkins, 2016: 95-96), se puede afirmar que hay dos aproximaciones valorativas esencialmente opuestas
sobre el populismo. La primera considera que el populismo es un fenómeno positivo,
inherente a la democracia, que permite limitar el poder de las élites devolviéndoselo
al pueblo. Según la segunda, el populismo promete lo anterior, pero lleva al autoritarismo,
a la exclusión de las minorías y a la perversión de la democracia ( Bonikowski, Bart y Noam Gidron. 2016. «Multiple traditions in Populism research: toward
a theoretical synthesis», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 7-14. Disponible en:
A continuación, se ofrece una enumeración de los rasgos del populismo más recurrentemente
citados y que, sujetos a debate, permiten caracterizarlo ( Ramírez-Nárdiz, Alfredo. 2018. «Propuesta de definición del populismo desde el pensamiento
de Karl R. Popper», Revista Española de Ciencia Política, 48: 153-179. Disponible en:
El populismo se apoya en la legitimidad carismática del líder ( Mudde, Cas. 2004. «The populist zeitgeist», Government and opposition, 4: 541-563. Disponible en:
Por ello, cualquier opinión divergente —bien proceda de la oposición, de otra institución
política o de la prensa— se asumirá como contraria al pueblo y malintencionada —dice
Erdogan: «Nosotros somos el pueblo. ¿Quién eres tú?» ( Müller, Jan W. 2016b. «How to think —and how not to think— about populism», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 58-62.Müller, 2016b: 61)—. Al darse esta identificación entre líder y pueblo, cualquier ejercicio de control
sobre el líder, particularmente de la oposición parlamentaria, queda anulado a efectos
prácticos ( Weyland, Kurt. 2001. «Clarifying a contested concept: Populism in the study of Latin
American politics», Comparative politics, 34 (1): 1-22. Disponible en:
Se crea la ilusión de concebir al pueblo como una unidad sin divisiones, ni fragmentaciones ( Müller, Jan W. 2016a. What is populism? Philadelphia: University of Pennsylvania Press.Müller, 2016: 3-4, 28). No hay distintas sensibilidades ni intereses, sino un único pueblo que, en función de la idéntica racionalidad de todos sus miembros, no puede más que constituirse en una voluntad única que por necesidad debe ser buena, debe tener la razón y de la cual el líder se erige como intérprete necesario. La virtud del pueblo, frente a la maldad de la oligarquía, es uno de los pilares del populismo y puede rastrearse en los primeros partidos que recibieron la denominación de populistas, como el People´s Party de finales del xix en los EE. UU. ( Rivero, Ángel. 2017. «Populismo: ¿cómo destruir la democracia en nombre de la democracia?», en Ángel Rivero (coord.), Geografía del populismo. Un viaje por el universo del populismo desde sus orígenes hasta Trump. Madrid: Tecnos.Rivero, 2017: 33-34). La visión unitaria del pueblo, en realidad, no es otra cosa que una apariencia generada por una fracción que pretende que el todo se identifique con ella para servirse así de su legitimidad ( Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Laclau, 2005: 214).
El populismo afirma que sobre el pueblo se ciernen amenazas internas y externas que
tratan de aprovecharse de él, perjudicarlo o incluso destruirlo. Frente a estas amenazas,
el populismo y su líder se ofrecen como medio de protección. El pueblo acostumbra
a ser identificado con unos elementos determinados (dependiendo del país: idioma,
raza, religión, cultura, etc.) que llevan a que todos aquellos que no los cumplan
sean, en la práctica, expulsados o no aceptados en él. Este es el caso de los extranjeros,
inmigrantes o refugiados, que buscando integrarse en la comunidad receptora son tenidos
como extraños, como enemigos del pueblo, como no pueblo. En palabras de Trump, «la
cosa más importante es la unificación del pueblo porque el otro pueblo no vale nada»
( Müller, Jan W. 2016a. What is populism? Philadelphia: University of Pennsylvania Press.Müller, 2016a: 22; ver también De la Torre, Carlos. 2018. «Leyendo a Donald Trump desde América Latina», Revista SAAP: Sociedad Argentina de Análisis Político, 12 (1): 179-194.De la Torre, 2018: 185). Se fomenta una oposición en la que el líder dirige al pueblo contra el no pueblo
( Krauze, Enrique. 2017. «Arqueología del populismo», en Ángel Rivero (coord.), Geografía del populismo. Un viaje por el universo del populismo desde sus orígenes
hasta Trump. Madrid: Tecnos.Krauze, 2017: 17) y en la que se generan rupturas entre los grupos sociales, distinguiendo a unos
como virtuosos y a otros como corruptos ( Bonikowski, Bart y Noam Gidron. 2016. «Multiple traditions in Populism research: toward
a theoretical synthesis», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 7-14. Disponible en:
La relación entre el líder y el pueblo se materializa en la recurrente solicitud que el primero hace al segundo para que se pronuncie. Indica De la Torre ( De la Torre, Carlos. 2018. «Leyendo a Donald Trump desde América Latina», Revista SAAP: Sociedad Argentina de Análisis Político, 12 (1): 179-194.2018: 181) que Chávez, Correa y Morales «gobernaron a través de campañas y de elecciones permanentes […]. Los venezolanos votaron en dieciséis elecciones entre 1999 y 2012, los bolivianos en nueve entre 2005 y 2016 y los ecuatorianos en once entre 2006 y 2013». La apelación al pueblo se hace generalmente mediante la tergiversación de los instrumentos de la democracia participativa, particularmente las preguntas directas a la ciudadanía como referendos ( Ivarsflaten, Elisabeth. 2016. «Siren songs: reflections on contemporary populism in Europe’s old democracies». Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 50-52.Ivarsflaten, 2016: 50) y plebiscitos, para legitimar el poder del líder frente al de las restantes instituciones del Estado. Estos instrumentos participativos, especialmente en los ámbitos municipales, no se utilizan para mejorar la democracia, sino para establecer relaciones clientelares en las que los ciudadanos autónomos acaban convertidos en masas agradecidas ( De la Torre, Carlos. 2013. «El populismo latinoamericano: entre la democratización y el autoritarismo», Nueva Sociedad, 247: 120-137.De la Torre, 2013: 127-129). Dado que el populismo implica una crítica radical de la democracia representativa, a la que ve como materialización de la división entre élites y pueblo —representantes y representados— ( Rivero, Ángel. 2017. «Populismo: ¿cómo destruir la democracia en nombre de la democracia?», en Ángel Rivero (coord.), Geografía del populismo. Un viaje por el universo del populismo desde sus orígenes hasta Trump. Madrid: Tecnos.Rivero, 2017: 35), se apela al poder constituyente materializado en el pueblo y a su capacidad de refundar la sociedad, si bien con el fin último de concentrar el poder en el Ejecutivo ( De la Torre, Carlos. 2018. «Leyendo a Donald Trump desde América Latina», Revista SAAP: Sociedad Argentina de Análisis Político, 12 (1): 179-194.De la Torre, 2018: 181), permitiendo al líder superar los límites y controles que impone la representación.
Como para el populismo los representantes forman una élite corrupta, la única manera que concibe de tener una verdadera democracia es enajenar el poder de las élites y devolvérselo al pueblo, el cual, a su vez, se lo transmitirá al líder, quien materializará la voluntad popular. Por ello, el populismo, si bien afirma no tener otro objeto que darle el poder al pueblo, no hace más que servirse instrumentalmente de él para fortalecer al líder. Renegar de las instituciones representativas, apelar al pueblo reunido en la plaza pública y apoderarse de la legitimidad de él emanada para ofrecérsela por aclamación al líder no es un descubrimiento contemporáneo y puede ser rastreado, entre otros, en el fascismo o el nacionalsocialismo durante el periodo de entreguerras. Conocida es la crítica de Sartori ( Sartori, Giovanni. 2007. ¿Qué es la democracia? México, D. F.: Taurus.2007: 125-131) al recurso a referendos y plebiscitos, que, indica, multiplica los problemas y es una puerta abierta al demagogo que pone en peligro la democracia.
El populismo dota de un poder extraordinario al líder para que pueda salvar al pueblo
del enemigo. El enemigo del pueblo ( Weyland, Kurt. 2013. «Latin America´s authoritarian drift. The threat from the populist
left», Journal of Democracy, 24 (3): 18-32. Disponible en:
Dado que el pueblo es una unidad, fuera de él solo puede habitar el enemigo. Esta
es «la lógica schmittiana del populismo» ( De la Torre, Carlos. 2017. «Los populismos refundadores. Promesas democratizadoras,
prácticas autoritarias», Nueva Sociedad, 267: 129-141.De la Torre, 2017: 140; De la Torre, Carlos. 2018. «Leyendo a Donald Trump desde América Latina», Revista SAAP: Sociedad Argentina de Análisis Político, 12 (1): 179-194.2018: 192). Con el enemigo no es posible pactar. No cabe concebir la política como un proceso
de cesiones y transacciones, sino como una lucha en la que solo puede llegarse a la
victoria o a la derrota; donde uno ha de imponerse al otro, establecer su hegemonía
y materializar sus objetivos. El populismo rechaza las instituciones representativas,
instrumento para el acuerdo entre rivales, al verlas como herramienta de las élites
para hurtar el poder al pueblo ( Bonikowski, Bart y Noam Gidron. 2016. «Multiple traditions in Populism research: toward
a theoretical synthesis», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 7-14. Disponible en:
El populismo trata de volver a un pasado glorioso o alcanzar un futuro utópico. No cabe conformarse con reformas sociales parciales ni es aceptable realizar los cambios que la sociedad requiere de un modo progresivo. Hay que echar abajo la podrida sociedad actual y, desde cero, construir una nueva sociedad que carezca de todo defecto. El populismo gusta de presentarse «como subversivo del estado de cosas existente y también como el punto de partida de una reconstrucción más o menos radical de un nuevo orden» ( Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Laclau, 2005: 221). Las fuerzas populistas, tanto antes de alcanzar el poder como una vez alcanzado, acostumbran a defender la necesidad de refundar la sociedad realizando una nueva constitución que dé comienzo a una diferente etapa nacional, lo que puede desembocar no en textos de consenso, sino en textos partisanos que busquen perpetuar al líder y al movimiento populista en el poder ( Müller, Jan W. 2016a. What is populism? Philadelphia: University of Pennsylvania Press.Müller, 2016a: 4-5, 67-68). Señala Popper ( Popper, Karl. 2010. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.2010: 400 y ss.), y quepa aplicarlo al populismo, que uno de los rasgos que diferencia a la sociedad abierta de la cerrada es la concepción holística que tiene la segunda (a la que identifica con el totalitarismo) de las transformaciones sociales, a las que no ve como un proceso gradual, sino como un cambio brusco.
El populismo no apela a la razón, sino a la emoción. No se dirige al cerebro de los votantes, sino a su corazón. Es habitual representar al votante populista como aquel que responde a estímulos más emocionales que racionales, pero no debe ignorarse a Müller ( Müller, Jan W. 2016b. «How to think —and how not to think— about populism», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 58-62.2016b: 60) cuando critica la relación necesaria entre los estados psicológicos dominantes de los votantes y su opción política, pues generalizar que todos los votantes del populismo son perdedores de la globalización que sienten más que razonan sería como decir que todos los votantes socialdemócratas son trabajadores envidiosos de los ricos. El populismo no ofrece tanto argumentos racionales, como consignas maximalistas. No duda en recurrir a las pasiones, alentando en no pocas ocasiones los más bajos instintos de los ciudadanos. Se argumenta, por ejemplo, que desde que Trump llegó al poder, el tribalismo, la división de la sociedad estadounidense en grupos de carácter racial, cultural o incluso lingüístico, vive un momento de auge ( Felton, Lena. 2018. «Can America Survive Tribalism?», The Atlantic, 31-5-2018. Disponible en: http://bit.ly/2TYM37s.Felton, 2018).
Se habla de los hechos alternativos, que acostumbran a ser la versión subjetiva y generalmente falsa que de los hechos (objetivos) tienen sujetos particulares. Se relativiza la verdad, se ponen en duda las afirmaciones científicamente probadas y se deslegitima a los intelectuales a los que se acusa de engañar al pueblo y estar al servicio de poderes económicos o políticos interesados. Esta deslegitimación de los intelectuales parece encajar con la idea de que el votante populista tiene escasa formación y por ello desconfía de los que sí la tienen. Así, en el referéndum británico sobre la permanencia en la UE se comprobó que gran parte de los votantes pro brexit o no tenían cualificaciones o tenían un escaso nivel educacional: quince de las veinte áreas con menor nivel de formación del Reino Unido votaron a favor del brexit, mientras que las veinte más formadas votaron por continuar en la UE ( Goodwin, Matthew y Oliver Heath. 2016. «Brexit, populism and the 2016 UK Referendum to leave the EU», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 113-116.Goodwin y Heath, 2016: 115).
Dado que el líder habla en nombre del pueblo, no cabe limitar el poder del líder, pues hacerlo supondría limitar el poder del pueblo. El populismo erosiona los controles que existen para limitar el poder ejecutivo, tanto los ejercidos por los otros poderes del Estado como los que pueda hacer la prensa o las organizaciones de la sociedad civil. El populismo no es pluralista ( Müller, Jan W. 2016a. What is populism? Philadelphia: University of Pennsylvania Press.Müller, 2016a: 3 y 101), concentra el poder y tiene tendencia al autoritarismo ( De la Torre, Carlos. 2017. «Los populismos refundadores. Promesas democratizadoras, prácticas autoritarias», Nueva Sociedad, 267: 129-141.De la Torre, 2017: 133-134). Suele llevar a que la democracia desaparezca o quede desfigurada, si bien no súbitamente, como en un golpe de Estado militar, sino progresivamente, como un lento estrangulamiento ( De la Torre, Carlos. 2018. «Leyendo a Donald Trump desde América Latina», Revista SAAP: Sociedad Argentina de Análisis Político, 12 (1): 179-194.De la Torre, 2018: 190-191). El antagonismo entre liberalismo —como ideología que busca la limitación del poder— y populismo se sintetiza en el diferente grado de limitación del poder del líder: en el primero el líder no es más que un representante de la ciudadanía que ocupa un cargo limitado constitucionalmente en sus facultades y en el tiempo; en el segundo, el líder, como encarnación del pueblo, tiende a exceder todo límite constitucional llegando a situarse por encima de todo límite constitucional. No es extraño en el populismo demandar sucesivas reformas constitucionales que adapten el texto constitucional a la cada vez mayor ambición de poder material y temporal del líder. Sin embargo, como indica Popper ( Popper, Karl. 2010. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.2010: 339), la virtud crucial de la democracia es contener y equilibrar el poder. De ahí el imposible maridaje entre populismo y democracia liberal.
El populismo crea nuevas fronteras y las fortalece allí donde ya existen, y ello mientras
afirma proteger con ello al pueblo. Por ello, el librecambio, al permitir que el capital
y, en menor medida, los trabajadores extranjeros puedan moverse con libertad, penetrar
en el país y romper la unidad del pueblo es visto como un riesgo que debe ser controlado
y, si es posible, extirpado. De ahí que el populismo opte por renegociar los tratados
de libre comercio o salirse de ellos —Alternativa por Alemania denuncia que los tratados
de libre comercio dañan el derecho nacional y se opone a algunos como el TTIP, el
TISA y el CETA ( AfD. 2017. Manifesto for Germany. Disponible en:
El populismo plantea una concepción unitaria del pueblo y una idealización del pasado
que le lleva a interpretar la historia de un modo interesado; además, su identificación
habitual del enemigo con lo extranjero hace que el populismo sea normalmente nacionalista.
Busca recuperar la soberanía supuesta o efectivamente perdida, ya sea rompiendo los
acuerdos internacionales y aislando al país, ya tratando de independizar regiones
de un Estado al aplicar a una menor escala territorial los mismos principios. En esta
clave de recuperación de soberanía cabe entender algunas de las promesas electorales
—96 y 99— del partido Vox para las elecciones de 2019 ( Vox. 2019. 100 medidas para la España viva. Disponible en:
La afirmación de que el populismo surge a raíz del fin de las ideologías tradicionales
no ha de ser entendida como contradictoria con la consideración de que gran parte
de lo que en el presente se considera populismo hunde sus raíces en los autoritarismos
de entreguerras y en particular en el fascismo. Así, Krauze ( Krauze, Enrique. 2017. «Arqueología del populismo», en Ángel Rivero (coord.), Geografía del populismo. Un viaje por el universo del populismo desde sus orígenes
hasta Trump. Madrid: Tecnos.
El populismo no suele ordenarse alrededor de un partido político convencional, sino, al menos en principio, de un movimiento ciudadano. Acostumbra a superar la dualidad derecha/izquierda ( Judis, John B. 2016. The populist explosion. Nueva York: Columbia Global Reports.Judis, 2016: 14) para incardinarse en un binomio de pueblo/antipueblo que se puede enmarcar en la oposición intrasistema/extrasistema, entendiendo por lo primero la aceptación de la democracia liberal y del libre cambio mundializado, y por lo segundo la oposición a uno o a los dos elementos anteriores. Se vive en el presente una evolución del dualismo derecha-izquierda, propio de la segunda mitad del siglo xx, a un nuevo eje político en el que los partidos tradicionales de derecha e izquierda se coaligan formal o materialmente, mientras que frente a ellos aparecen nuevos movimientos políticos populistas que proponen modificar los elementos nucleares de la estructura política y/o de la económica. Como indica Vallespín ( Vallespín, Fernando. 2015. «Las transformaciones de la democracia», Actualidad Jurídica Uría Menéndez, 41: 7-17.2015: 15), el surgimiento del populismo también puede leerse como la ocupación por nuevas fuerzas del espacio político que queda vacío al ser cada vez más similares en sus propuestas los tradicionales partidos de derecha e izquierda.
El populismo puede asumir formas de derechas o de izquierdas, en gran medida en función del país y de sus circunstancias concretas. El populismo de derechas puede atacar a los inmigrantes y el de izquierdas a las élites ( Judis, John B. 2016. The populist explosion. Nueva York: Columbia Global Reports.Judis, 2016: 15). En la práctica, el populismo no tendrá problema en salir de esos márgenes porque, realmente, nunca los habita más allá de a nivel epidérmico. En palabras de Laclau ( Laclau, Ernesto. 2006. «La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana», Nueva sociedad, 205: 56-61.2006: 57): «Ideologías de la más diversa índole —desde el comunismo hasta el fascismo— pueden adoptar un sesgo populista». Al haber cambiado el eje de ordenación de la política, no es extraño que haya identidad de objetivos e incluso coaliciones entre populismos formalmente opuestos, adscritos a la derecha y a la izquierda, del mismo modo que cada vez más se produce el mismo fenómeno entre las antiguas derechas e izquierdas. En Italia se alían La Liga y el Movimiento 5 Estrellas en una coalición extrasistema, mientras que en Alemania lo hacen la CDU y el SPD en una coalición intrasistema.
En función de las características citadas se puede dar respuesta a algunas de las
preguntas expuestas al comienzo de este texto. Así, cuando se planteaba si es posible
que un partido identificado con la derecha o con la izquierda sea populista, la respuesta
sería que sí, pero siempre que se asuma que ser de derecha o izquierda no será otra
cosa más allá de una adscripción formal tras la que se encontrará la verdadera naturaleza
populista del partido y, por tanto, ajena a esa dicotomía. Igualmente, se preguntaba
qué es ser populista y si tal denominación no sería nada sino un calificativo peyorativo
sin mayor contenido que el de ser un insulto lanzado al rival político. Indican Bonikowski
y Gidron ( Bonikowski, Bart y Noam Gidron. 2016. «Multiple traditions in Populism research: toward
a theoretical synthesis», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 7-14. Disponible en:
Dentro de la reacción a la globalización, frente a qué o quién se reaccione dependerá de cada partido populista. El enemigo debe existir, pero quién sea el enemigo es algo flexible. Lo más habitual es entender que el populismo enfrenta al pueblo con las élites ( De la Torre, Carlos. 2018. «Leyendo a Donald Trump desde América Latina», Revista SAAP: Sociedad Argentina de Análisis Político, 12 (1): 179-194.De la Torre, 2018: 180), pero en las formulaciones contemporáneas del populismo no parece que sea necesariamente así, sino que el populismo, fragmentando en dos grupos a la sociedad e indicando que una de esas dos mitades es el enemigo, puede hacer que dicho enemigo sean las élites, pero también sujetos ajenos a un grupo oligárquico, como los inmigrantes o cualquier otra minoría que sirva de chivo expiatorio para galvanizar al pueblo frente al enemigo. Puede también haber un enemigo dual: por un lado las élites, y por el otro ciertas minorías con las que esas élites sea alían (la prensa progresista con el lobby gay o con las feministas, los políticos de izquierdas con los inmigrantes, etc.). La existencia de un enemigo que permita personificar la reacción contra la globalización será una constante, pero que este sea o no la élite dependerá del partido o movimiento populista concreto, siendo la equiparación entre el enemigo y la oligarquía algo habitual, pero no imprescindible.
Aunque los enemigos sean aparentemente muy dispares, en última instancia acostumbran a no serlo tanto y tampoco hay tanta diferencia entre un populismo de izquierdas, opuesto al gran capital que deslocaliza empresas, y un populismo de derechas que denuncie a los trabajadores extranjeros. En última instancia ya las empresas, ya los extranjeros, son dos aspectos de la misma cosa: la globalización y sus efectos. Por ello, si algo es el populismo, es una reacción frente a la globalización. Si la globalización supone apertura de fronteras, multiculturalismo y extensión del librecambio y de la democracia liberal, el populismo es la respuesta a ello de todos los (que se consideran) perjudicados: desempleados, culturas minoritarias, grupos sociales dominantes que ven menguar su poder, etc. Como indica Müller ( Müller, Jan W. 2016b. «How to think —and how not to think— about populism», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 58-62.2016b: 59), no siempre los votantes del populismo encajan en el perfil de hombres blancos, pobres y de escasa educación. El votante populista puede tener una buena situación económica y votar populista no por el desempleo, sino por otros factores como su visión crítica de las élites y de la evolución nacional. Además, los partidos populistas pueden llegar a ser tan grandes que acaben siendo partidos atrápalo todo votados por todo tipo de ciudadanos.
El populismo no sería tanto un algo, sino un antialgo, pero ser un antialgo no es contradictorio con ser una ideología; por ello, es posible
definir al populismo como una ideología reactiva cuya razón de ser es oponerse a la
globalización y a sus efectos. Esta concepción del populismo como una ideología reactiva
a la globalización como forma contemporánea de la democracia liberal y del liberalismo
económico ( Ramírez-Nárdiz, Alfredo. 2018. «Propuesta de definición del populismo desde el pensamiento
de Karl R. Popper», Revista Española de Ciencia Política, 48: 153-179. Disponible en:
Como reacción frente a la globalización, frente a la apertura de sociedades y economías, el populismo aparece como una regresión con tintes tribales, el intento de cerrar fronteras, purificar racial, religiosa o culturalmente un país y volver a un pasado edénico o alcanzar un futuro utópico en el que la comunidad se realice merced a una uniformización en la que fuera solo haya enemigos y dentro una única masa de individuos sometidos a la voluntad de un líder que dice hablar en su nombre. Entendido así y aplicándole las categorías de Popper ( Popper, Karl. 2010. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.2010: 407), el populismo, como en su día el totalitarismo, podría explicarse como una nueva reacción de la sociedad cerrada (tribal, irracional, mágica) frente a la globalización como último progreso de la sociedad abierta (democrática, racional, científica). Pero estas reflexiones exceden los objetivos de este texto y no deben ir más allá.
Expuestos los rasgos más significativos del pensamiento de Trump y propuestas las características más relevantes del populismo, corresponde compararlos tratando de discernir si existe o no identidad entre unos y otras y, en el caso de que exista, si dicha identidad es tal que permita considerar a Trump un populista.
De la comparativa realizada puede concluirse que sí existe una identidad bastante marcada entre la ideología de Trump y la propuesta de características que se hace en este texto del populismo. Por supuesto, no todos los elementos de la ideología de Trump han de ser necesariamente populistas o exclusivamente populistas, pero sí que parece manifiesto que gran parte de los elementos del pensamiento de Trump encuentran su equivalente en el populismo. El populismo se adapta al contexto nacional de cada Estado, pudiendo llegar a adoptar formas aparentemente contradictorias entre sí, pero siempre tiene una serie de rasgos definitorios comunes (el líder, el buen pueblo, el enemigo, la reacción a la apertura económica, social y cultural que la globalización supone, etc.) que en el caso Trump no parece errado considerar que se dan. Trump ha llevado al populismo al centro de la política estadounidense y a la presidencia de las EE. UU. ( De la Torre, Carlos. 2018. «Leyendo a Donald Trump desde América Latina», Revista SAAP: Sociedad Argentina de Análisis Político, 12 (1): 179-194.De la Torre, 2018: 179), pero, si bien pudiera considerarse que el populismo de Trump no es más que una forma de «anti-establishment» ( Müller, Jan W. 2016b. «How to think —and how not to think— about populism», Comparative Politics Newsletter, 26 (2): 58-62.Müller, 2016b: 58), lo que se extrae del análisis precedente es que, pudiendo ser tenido por tal cosa en la forma, en el fondo es algo que va más allá, algo que, de hecho, tiene fondo y no solo forma, y que es una ideología.
Ideología de Donald Trump | Características del populismo |
---|---|
La reacción: supremacismo cultural, xenofobia, racismo, machismo | El pueblo como unidad; el enemigo; el ideal; fin de las ideologías tradicionales; nacionalismo |
Relación: Trump identifica al pueblo de los EE. UU. con una unidad de gente buena —WASP—, amenazada por enemigos internos (élites económicas, políticas y culturales en cooperación con parte de la prensa) y por enemigos externos (extranjero, inmigrantes, refugiados, terroristas, México, China o Alemania). Se afirma buscar la recuperación de un pasado ideal en el que el trabajador industrial (hombre, blanco, anglosajón) era el grupo dominante. Trump supone la reacción del grupo tradicionalmente dominante frente a los otros grupos (mujeres, otras nacionalidades, razas, religiones) que ponen en peligro su dominio merced a los cambios introducidos por la globalización. Se rompe la dualidad derecha/izquierda y se pasa a una nueva ordenación ideológica que enfrenta a intrasistémicos (apoyan la democracia liberal y los cambios generados por la globalización) y extrasistémicos (se oponen a los cambios que la globalización supone y reaccionan proponiendo un nuevo modelo político que se tiene por democrático, pero que es populista), entre los cuales se encuentra Trump. | |
Proteccionismo económico | Rechazo del librecambio |
Relación: Trump indica que el librecambio internacional perjudica a EE. UU. China, Alemania, México o Canadá son los culpables. La respuesta es renegociar los tratados de libre comercio (amenazando con salir de ellos) haciéndolos más restrictivos, imponer aranceles —en ocasiones, como forma de represalia— y exigir a las grandes empresas deslocalizadas su vuelta a EE. UU. bajo amenaza de multas y subidas de impuestos. Se apuesta por el proteccionismo y por privilegiar a las empresas nacionales. El resultado es el aumento de los precios de los productos de consumo, la pérdida de empleos y la caída del comercio internacional. | |
Aislacionismo, unilateralismo, militarismo | Rechazo del acuerdo; nacionalismo; el enemigo |
Relación: Trump tensa las relaciones con los aliados tradicionales de EE. UU., practica una política internacional de imposiciones (subida de gasto militar de sus aliados, construcción del muro con México), sale de tratados internacionales como el Acuerdo del Clima, amenaza con salir de otros como los de libre comercio, realiza ataques (Siria) de modo unilateral, amenaza a países con la destrucción (Corea del Norte). Su lema America First es la materialización del nacionalismo. Un nacionalismo en el que se denuncia que EE. UU. lleva mucho tiempo perdiendo y que es hora de que gane, es decir, que deje de llegar a acuerdos (con beneficios para ambas partes) y comience a logar victorias. Plantea las relaciones internacionales como una herramienta para ubicar al enemigo y enfrentarse a él, no por la necesidad nacional, sino por la suya como líder populista que requiere de la existencia de un enemigo para justificar su acción de gobierno. | |
Negacionismo, antiintelectualismo | La emoción; el fin de las ideologías tradicionales; el ideal; apelación al pueblo; pueblo como unidad |
Relación: Trump apela a los sentimientos de los ciudadanos, no a su razón, despreciando a los intelectuales y los estudios científicos (ej. cambio climático), relativizando los hechos al contraponerlos con los hechos alternativos. Se encuadra en el Partido Republicano, pero no encaja en la ortodoxia del partido, trasciende la dualidad tradicional entre republicanos y demócratas y se dirige al americano medio empobrecido por los cambios sociales de las últimas décadas, al que le promete la sociedad ideal perdida, aquella en la que el pueblo era una unidad, gente buena, los WASP monopolizando el poder. Ofrece la felicidad perdida (un sentimiento, un ideal), rechaza la razón, los hechos y busca identificarse con la ciudadanía como un todo uniforme. | |
Personalismo en la acción política, caudillismo, mesianismo | El líder carismático; la apelación al pueblo; la negación de la limitación del poder |
Relación: tanto en el personaje que encarna (triunfador, hecho a sí mismo, rebelde frente a los poderosos, sincero en su relación con la gente, políticamente incorrecto), como en el tipo de líderes por los que expresa respeto y admiración (Putin, Xi, Erdogan), Trump muestra una concepción de la política caudillista en la que el líder excede el marco de administrador elegido por los ciudadanos y se convierte en un guía, un mesías de su pueblo. Pueblo en el cual se legitima para justificar su resistencia a someterse a la separación de poderes y a la limitación del poder que exige la democracia liberal. Pueblo al que solo él representa (al menos, al pueblo al que desde su perspectiva merece la pena considerar por tal: pueblo WASP), en cuyo nombre él habla y que protege frente al enemigo. |
Fuente: elaboración propia.
Comparados los rasgos examinados de la ideología de Donald Trump y la propuesta realizada de características del populismo es posible afirmar que sí existe una identidad entre ambos que permite afirmar que el actual presidente de EE. UU. es populista. Incluso en algunos aspectos podría ser considerado el paradigma mismo del populista si se acepta por tal aquel que focaliza el poder en su persona; que debilita las instituciones representativas; que divide y polariza el país; que encona las disputas buscando enemigos reales o ficticios; que se opone a la apertura tanto de fronteras sociales como culturales; que en sí supone una reacción a la globalización, y que, aunque formalmente asume una determinada ideología clásica, en la práctica se enmarca en una nueva dicotomía en la que el eje ideológico ya no es el de derecha e izquierda, sino el de favorables o no a la democracia liberal y al libre mercado globalizado, es decir, intra o extrasistémicos. El populismo de Trump no puede ser considerado como una postura de mercadotecnia, un artificio de un promotor inmobiliario y hombre del espectáculo reconvertido en líder político; incluso pese a que el propio personaje lo pueda creer así. De hecho, más allá de las palabras y de las opiniones están los hechos, y los hechos del presidente de EE. UU., sus medidas, sus propuestas y decisiones son claramente populistas en función de lo aquí analizado.
¿Por qué se puede afirmar que Trump es populista? Más allá de una identificación de los distintos elementos de su ideología con las características propuestas del populismo, lo que permite identificar al hombre con el movimiento es la coincidencia esencial en el núcleo del discurso de ambos, que no es otra que la oposición a la globalización y sus efectos. Trump no solo es populista porque sus actuaciones coinciden con varios de los rasgos del populismo, sino porque la esencia de su propuesta es la misma que la del populismo: la reacción a la democracia liberal y a su forma contemporánea (multicultural, internacional, plural, abierta) en la globalización. Esto es lo que hace que diversos partidos y líderes alrededor del mundo con ideologías aparentemente contradictorias puedan ser considerados como populistas. Más allá del destino concreto de sus iras, todos tienen un enemigo común que es la apertura económica, política y social que supone la globalización en la que vive el mundo en las últimas décadas. Por eso, el Movimiento 5 Estrellas y la Liga pueden gobernar en coalición en Italia; porque aunque ambos procedan de orígenes aparentemente distintos, son populistas como Trump; es decir, enemigos de la globalización.
¿Cuál es el remedio frente a figuras como Trump y ante el auge del populismo en Europa y América? Sin voluntad de desarrollar tal cuestión, que excede el espacio de este texto, es posible destacar que la solución, pese a no ser una ni sencilla, ha de pasar necesariamente por la defensa y la profundización de la democracia liberal; es decir, una defensa de sus valores, particularmente la limitación del poder y el pluralismo (anatemas para el populismo) y una profundización en su ejercicio efectivo, quizá mediante instrumentos participativos y sin renunciar al alma social de las actuales democracias, la cual ha demostrado su utilidad para evitar que parte de la ciudadanía opte por opciones alternativas a la democracia liberal. No se debe olvidar que el populismo entendido como una ideología no es compatible con la democracia liberal. Sus características no encajan, sus elementos chocan. El populismo no es una mera forma que se superponga sin transformar el fondo democrático; al contrario, su naturaleza le lleva a desvirtuar primero y deshacer después el acervo democrático, llevando a un modelo que no comparte nada con la democracia liberal, salvo el nombre. Si se desea defender la democracia, no queda más opción que denunciar el populismo.
[1] |
Si dicho antiintelectualismo se debe a una consciente voluntad de identificarse con
el pueblo frente a la élite o si es algo derivado de la escasa preparación intelectual
de Trump, hace de interés el análisis de Mena ( Mena, Tomás. 2018. «Donald J. Trump: A critical discourse analysis», Estudios Institucionales, 5 (8): 47-73. Disponible en:
|
[2] | |
[3] |
Frente a la conceptualización positiva que de la globalización se transmite desde este texto, quepa recordar como contraste el conocido trilema de Rodrick ( Rodrik, Dani. 2012. La paradoja de la globalización. Barcelona: Antoni Bosch Editor.2012: 20), que señala que no se puede conseguir simultáneamente democracia, autodeterminación nacional y globalización económica. |
[4] |
Jackson suele citarse como origen del populismo estadounidense. Durante su mandato,
y frente al Congreso, concibió la presidencia como verdadera representación del pueblo
estadounidense; por ello, la fortaleció frente al Congreso, la judicatura y el resto
de instituciones del Estado, transformándola desde lo meramente administrativo a lo
tribunicio ( Aguilar Rivera, José A. 2019. «Tocqueville y el populismo», Noesis, 28 (55-1): 61-74. Disponible en:
|
[5] |
Partido procedente mayoritariamente del sur y el oeste de los EE. UU. que ensalzaba
a los trabajadores rurales y urbanos, el «pueblo llano», mientras atacaba a las élites
de las altas finanzas y la industria por empobrecerlos. En 1892 el partido logró veintidós
votos electorales en las elecciones presidenciales con su candidato James Weaver para
declinar en los siguientes años. Posiblemente, el heredero contemporáneo del tipo
de populismo representado por este partido sea el senador Bernie Sanders, mientras
que Donald Trump encaje mejor en otro tipo de populismo racista-nacionalista también
surgido a finales del xix en estados como California, con partidos como el Workingmen´s Party of California
y su rechazo a los inmigrantes asiáticos ( Kazin, Michael. 2016. «Trump and American Populism. Old Whine, New Bottles», Foreign affairs. Disponible en:
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[6] |
No lo es, sin embargo, para autores como Cheathem ( Cheathem, Mark R. 2017. «Donald Trump is not a Twenty-First Century Andrew Jackson»,
The American Historians, Disponible en:
|
[7] |
La afirmación de que el populismo surge a raíz del fin de las ideologías tradicionales no ha de ser entendida como contradictoria con la consideración de que gran parte de lo que en el presente se considera populismo hunde sus raíces en los autoritarismos de entreguerras y en particular en el fascismo. Así, Krauze ( Krauze, Enrique. 2017. «Arqueología del populismo», en Ángel Rivero (coord.), Geografía del populismo. Un viaje por el universo del populismo desde sus orígenes hasta Trump. Madrid: Tecnos.2017: 19) indica que durante el siglo xx se produjo la transformación del caudillismo patriarcal típicamente latinoamericano en populismo a causa de la penetración de las ideas del fascismo italiano en el continente, personificando este fenómeno figuras como Getulio Vargas en Brasil o Perón en Argentina. |
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[a] |
Es doctor en Derecho de la Universidad de Alicante y profesor de Derecho Constitucional
de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Libre, Barranquilla,
Colombia. Está acreditado como profesor contratado doctor por la ANECA (España) y
como investigador senior por Colciencias (Colombia). Ha realizado más de cuarenta
publicaciones académicas y presentado más de ochenta ponencias a congresos nacionales
e internacionales. Es colomunista de opinion de El Heraldo de Barranquilla. |