RESUMEN
La teoría neofuncionalista considera que una colaboración entre Estados en ciertas áreas de interés común posibilitará el avance hacia la integración regional y la resolución pacífica de los conflictos al percibirse las ventajas derivadas de dicha integración. De hecho, esta inspiración neofuncionalista ha estado presente en las políticas de la Unión Europea (UE) hacia el Mediterráneo. La tesis defendida en este artículo consiste en que, a diferencia de las expectativas neofuncionalistas, la aparición de importantes yacimientos de hidrocarburos a ambos lados de la división marítima entre Israel y el Líbano ha contribuido a generar una mayor inestabilidad en un área en el que las rivalidades existentes son especialmente sensibles a cualquier alteración en los equilibrios de poder. Además, el tradicional papel hegemónico de Estados Unidos se halla claramente debilitado y no puede realizar una mediación efectiva. Por su parte, los mecanismos de cooperación regional de la UE no constituyen un instrumento adecuado para superar este conflicto al no dar respuesta a las preocupaciones de seguridad existentes, de acuerdo con lo que predice la teoría realista.
Palabras clave: neofuncionalismo, desbordamiento, Unión por el Mediterráneo, Israel, Líbano, gas natural, seguridad energética.
ABSTRACT
The neofunctionalist theory considers that cooperation among states in certain areas of common interest will make it possible an advance towards regional integration and the peaceful resolution of conflicts, due to the perception of the advantages derived from such integration. In reality, this neofunctionalist inspiration has been present in the European Union (EU) policies towards the Mediterranean Sea. The thesis moved forward in this article is that, in contrast to neofunctionalist expectations, the discovery of important hydrocarbon deposits that straddle the maritime boundary between Israel and Lebanon has contributed to foster more instability in an area where existing rivalries are especially sensitive to any shift in the balance of power. Moreover, the traditional US hegemonic role is clearly weakened and it cannot provide an effective mediation. As for the EU mechanisms for regional cooperation, they are not the appropriate tool to overcome this conflict due to the fact that they do not meet the existing security concerns, as the realist theory predicts.
Keywords: neofunctionalism, spillover, Union for the Mediterranean, Israel, Lebanon, natural gas, energy security.
SUMARIO
La teoría neofuncionalista considera que el desarrollo de una colaboración entre Estados en ciertas áreas de interés común y de un marco institucional propio que canalice la misma facilitarán el avance hacia la integración regional y el debilitamiento de las tensiones entre países. Esta dinámica debería en el futuro ayudar a la resolución pacífica de los conflictos, existentes entre ellos al percibir las ventajas derivadas de la integración. De hecho, esta inspiración neofuncionalista ha estado presente en la evolución histórica de la Unión Europea y en sus políticas hacia el Mediterráneo, si bien los conflictos existentes en dicha área han supuesto un importante obstáculo en ese camino.
Siguiendo esta tesis, la aparición de importantes recursos gasísticos en el Mediterráneo Oriental podría constituir una ocasión favorable para aplicar esta visión neofuncionalista, ya que serviría para elevar las expectativas de beneficios económicos para las distintas poblaciones y facilitar así la creación de un clima social favorable para la paz. La Unión Europea (UE) ha tratado de fomentar un proyecto de gestión de dichos recursos a través de mecanismos de colaboración integrados en su política mediterránea. Sin embargo, numerosos obstáculos políticos han surgido para bloquear esta posibilidad, de manera que la inflamable situación que caracteriza la región se proyecta en el surgimiento de contenciosos relativos a la delimitación de las respectivas zonas económicas exclusivas (ZEE).
Estas dificultades se acrecientan en el caso israelo-libanés, puesto que se trata de dos países que se encuentran técnicamente en situación de beligerancia, entre los que perviven algunos contenciosos territoriales y, sobre todo, un clima que no augura un apaciguamiento en sus relaciones. Por otra parte, las propias disputas de la vida política nacional complican su coexistencia, de tal manera que cualquier paso en el tema energético debe tener en cuenta las posibles repercusiones en los equilibrios internos de poder. Finalmente, las tensiones regionales entre distintas potencias (Israel, Irán, Arabia Saudí, Estados Unidos…) se filtran inevitablemente en la arena libanesa, de tal modo que lo que aparentemente es un contencioso bilateral se transforma en una batalla más por la hegemonía regional[1]. El descubrimiento de yacimientos de hidrocarburos en los límites de sus respectivas ZEE ha suscitado una notable controversia, ya que estas no se hallan delimitadas. El contencioso dura ya varios años, sin que se registren avances significativos en su resolución a pesar de los distintos intentos de mediación, con el riesgo de que se produzcan incidentes armados.
El objetivo de este trabajo consiste en evaluar cuál ha sido el impacto del descubrimiento de recursos gasísticos en el Mediterráneo Oriental sobre las relaciones entre Israel y Líbano, y hasta qué punto el mismo ha favorecido la resolución de su conflicto a través de la cooperación bilateral. La metodología aplicada consiste en analizar dicho impacto en el período que va desde el descubrimiento de esos recursos hasta la actualidad, con la aplicación tanto de la perspectiva neofuncionalista como de la neorrealista.
La tesis defendida en este artículo consiste en que, a diferencia de lo expuesto por la teoría neofuncionalista, la aparición de importantes yacimientos de hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental ha contribuido a generar una mayor inestabilidad en un área en el que las rivalidades existentes son especialmente sensibles a cualquier alteración en los equilibrios de poder y en donde el tradicional papel hegemónico de Estados Unidos se halla claramente debilitado, por lo que es incapaz de realizar una mediación efectiva, mientras que los mecanismos de la Unión para el Mediterráneo (UPM) no constituyen un instrumento adecuado para el fomento de la cooperación entre los actores implicados. Para analizar este problema, en primer término se expondrán los elementos centrales de las teorías neofuncionalista-liberal y neorrealista, como puntos de vista alternativos para tratar este conflicto. En segundo lugar, se describirán las peculiaridades de la frontera israelo-libanesa y se explicarán las características del contencioso sobre la ZEE. En el tercer apartado se estudiarán los intentos de mediación hasta ahora llevados a cabo y su impacto hasta hoy. A continuación, se tratarán de explicar las razones del actual bloqueo desde las perspectivas neofuncionalista y realista. Finalmente, se extraerán algunas conclusiones.
El neofuncionalismo constituye una corriente teórica que pretendió otorgar una explicación
tanto al proceso de integración europea como a otros proyectos de integración regional
( Rosamond, Ben. 2005. «The Uniting of Europe and the Foundation of EU Studies: Revisiting
the Neofunctionalism of Ernst B. Haas», Journal of European Public Policy, 12 (2): 237-264. Disponible en:
No obstante, se podrían distinguir varias modalidades de desbordamiento. El «desbordamiento
funcional» (functional spillover) es el resultado de la fuerte interdependencia existente en el ámbito económico,
de tal manera que los problemas surgidos en un determinado sector pueden tratar de
ser solucionados a partir de la extensión de la integración a nuevas áreas funcionales.
El “desbordamiento político” (political spillover) implica que las élites dirigentes han tomado conciencia de la necesidad de acometer
la integración como instrumento para satisfacer intereses comunes a través de procesos
como la socialización o el aprendizaje social. Finalmente, el «desbordamiento cultivado»
(cultivated spillover) sería el resultado de la capacidad de las instituciones supranacionales para promover
por sí mismas la integración reflejando la pluralidad de intereses existentes en la
sociedad y favoreciendo la formación de una élite internacional que eleve el nivel
de los intereses comunes. La acción de estas instituciones requiere una «especificidad
de tareas», de modo que las decisiones tomadas se centren en determinadas áreas concretas,
que al mismo tiempo sean lo suficientemente relevantes desde un punto de vista económico
( Tranholm-Mikkelsen, Jeppe. 1991. «Obstinate or Obsolete? A Reappraisal in the Light
of the New Dynamism of the EC», Millenium, 20 (1): 1-22. Disponible en:
Sin embargo, la crisis de la integración europea en los sesenta y setenta condujo
a un importante descrédito de las tesis neofuncionalistas, que quedaron arrinconadas
por la relevancia que alcanzó el neoliberalismo (con autores como Robert Keohane y
Joseph Nye) que explicaba la integración europea o la de otras regiones dentro de
un contexto de progresivo avance de la interdependencia y de una decreciente importancia
de las cuestiones de seguridad, si bien al mismo tiempo rechazaba la idea de que el
Estado nación estuviera perdiendo relevancia y criticaba el carácter teleológico del
neofuncionalismo. Desde este punto de vista, en el mundo se iba abriendo paso una
«interdependencia compleja», caracterizada por la existencia de múltiples canales
de comunicación, la ausencia de jerarquía entre los diferentes objetivos (la seguridad
no sería siempre el área prioritaria) y el papel más limitado del uso de la fuerza
militar por parte de los Estados, que sin embargo seguirían siendo los principales
protagonistas de la agenda internacional ( Keohane, Robert O. y Nye, Joseph S. 1977. Power and Interdependence: World Politics in Transition. Boston: Little, Brown.Keohane y Nye, 1977, Keohane, Robert O. y Joseph S. Nye. 1987. «Power and Interdependence Revisited», International Organization, 41 (4): 725-753. Disponible en:
Algunos autores neoliberales explicaron la propensión a la cooperación dentro del paradigma de la teoría de la estabilidad hegemónica, la cual implicaría que la existencia de un control hegemónico por parte de una potencia permitiría la creación de regímenes internacionales que encaucen dicha cooperación (eliminando el problema de garantizar el cumplimiento de las normas), además de aportar beneficios a todos los participantes, aunque no necesariamente de manera equilibrada. No obstante, al debilitarse la jerarquía de intereses existente, las acciones de los Estados tenderían a resultar diversas e incluso contradictorias en las diferentes áreas de cooperación, con lo que los regímenes no serían simplemente un reflejo de la estructura de poder existente y cobrarían una cierta capacidad de acción más allá de la misma ( Keohane, Robert O. 1984. After Hegemony: Cooperation and Discord in the World Political Economy. Princeton: Princeton University Press.Keohane, 1984; Hasenclever, Andreas, Peter Mayer y Volker Rittberger. 2002. Theories of International Regimes. Cambridge: Cambridge University Press.Hasenclever et al., 2002: 86-90).
Las críticas recibidas y el bloqueo de la integración europea condujeron a algunos
autores neofuncionalistas a tratar de refinar sus predicciones y reconocer que el
desarrollo de procesos de integración regional resultaba más complejo de lo esperado.
Así, por un lado se resaltó que la integración regional precisaba de unas condiciones
favorables, tales como la necesidad de que los países implicados poseyeran regímenes
democráticos y sociedades plurales, que los beneficios de la integración alcanzaran
a buena parte de las sociedades afectadas y que alguna organización internacional
garantizara la seguridad regional. Por otro, se trató de desarrollar una teoría basada
no solo en el progreso de la integración, sino también en la posibilidad de su estancamiento
y retroceso, de manera que factores como el cambio en el liderazgo político o en la
composición de las coaliciones socioeconómicas preponderantes, o el nivel de desarrollo
y tamaño de los países implicados podían ser todos ellos factores que condujeran al
estancamiento o al retroceso en la integración ( Schmitter, Philippe C. 2003. «Neo-neofunctionalism», en Ante Wiener y Thomas Diez
(eds.), European Integration Theory. Oxford: Oxford University Press. Schmitter, 2003; Rosamond, Ben. 2005. «The Uniting of Europe and the Foundation of EU Studies: Revisiting
the Neofunctionalism of Ernst B. Haas», Journal of European Public Policy, 12 (2): 237-264. Disponible en:
Frente a las posiciones neofuncionalistas, la corriente neorrealista ha resaltado
que en la arena internacional prevalece un contexto de anarquía que impulsa a los
Estados a adoptar como primer objetivo el garantizar su propia seguridad, lo que limitaría
seriamente sus posibilidades de cooperación e integración, por lo que sus esfuerzos
se concentrarían precisamente en acumular un poder creciente. De hecho, la política
exterior quedaría condicionada por el equilibrio de poder existente en cada momento,
y cobra importancia el papel explicativo del sistema internacional, de manera que
las alianzas exteriores responderían a un intento bien de contrapesar el poder de
otros actores (balancing), bien de apoyar a potencias hegemónicas con vistas a que estas otorguen a cambio
ciertas ventajas (bandwagoning). Sin embargo, hay que destacar que si para autores como Kenneth Waltz el comportamiento
de los Estados queda condicionado por la mera posibilidad de conflicto, otros como
Robert Gilpin limitan ese condicionamiento a la probabilidad de conflicto, lo que
aumenta el espacio para la cooperación, ya que los Estados no serían simples maximizadores
de su propia seguridad, sino que atenderían a otros objetivos ( Waltz, Kenneth. 1979. Theory of International Politics. Nueva York: McGraw-Hill.Waltz, 1979; Wohlforth, William C. 2011. «Gilpinian Realism and International Relations», International Relations, 25 (4): 499-511. Disponible en:
En concreto, Robert Gilpin se opuso firmemente a las corrientes liberales y neofuncionalistas
al considerar que la interdependencia existente en los mercados no podía ser entendida
sin la intervención de los Estados, de tal manera que un mercado nunca sería neutral,
sino que favorecería los intereses de unos actores frente a otros. A partir de ahí,
se basó en la teoría de la estabilidad hegemónica para vincular poder económico y
poder político, llegando a afirmar que el incremento de poder de una potencia se veía
reflejado en su voluntad de modificar las reglas del juego ( Gilpin, Robert. 1981. War and Change in World Politics. Nueva York: Cambridge University Press. Disponible en:
La política de la UE hacia el Mediterráneo plasmada en la Declaración de Barcelona
(1995) ha sido fuertemente influida por el neofuncionalismo, plasmado en el objetivo
de construcción de una región mediterránea que abarcara tanto a la propia UE como
a sus vecinos. La forma de construir esa región ha estado tradicionalmente focalizada
en extender hacia ella unos mecanismos similares a los de la integración europea.
Con la aprobación del llamado Proceso de Barcelona y de la Asociación Euromediterránea,
se esperaba que los vecinos del Sur fueran capaces de abordar una progresiva integración
económica mediante una mayor apertura de sus mercados, además de extender los contactos
humanos y de avanzar hacia la democratización. En este marco sería posible la superación
de los contenciosos existentes, especialmente el conflicto árabe-israelí ( Bicchi, Federica. 2007. European Foreign Policy Making towards the Mediterranean. Basingstoke: Palgrave. Disponible en:
Sin embargo, las interpretaciones de esta política han resultado ser bastante contrapuestas,
y se puede diferenciar entre aquellas que se acercan a una perspectiva liberal (entendiendo
por esta un punto de vista que destaca las posibilidades de cooperación para el beneficio
de todos los actores implicados) y aquellas que se acercan al punto de vista realista,
en el que se considera el proyecto como un intento europeo de garantizar bien su propia
seguridad o bien como una forma de hegemonía económica ( Attinà, Fulvio. 2003. «The Euro-Mediterranean Partnership Assessed: The Realist and
Liberal Views», European Foreign Affairs Review, 8: 181-199. Attinà, 2003). De hecho, la literatura sobre integración regional suele hacer referencia a la
importancia de que la misma tenga lugar en regiones donde se compartan una serie de
principios e identidades que faciliten dicho proceso, siendo también deseable la existencia
de comunidades de seguridad, de tal modo que los países miembros no se sientan amenazados
por los otros integrantes y superen así el problema de los beneficios relativos y
sus consecuencias. Pero este no sería el caso de la región euromediterránea, la cual
se caracterizaría por importantes divisiones internas. En otras palabras, no se trataba
de una zona especialmente propicia para el tipo de construcción regional previsto
en los estudios sobre la materia. Por el contrario, para Emanuel Adler y Beverly Crawford
el Proceso de Barcelona trataba de utilizar la construcción regional como instrumento
para la superación de unos problemas comunes, de tal modo que sus beneficios potenciales
pudieran vencer los numerosos obstáculos existentes. Con ello, la UE se habría implicado
en la extensión de su poder normativo hacia el Mediterráneo, dando lugar a largo plazo
a la construcción de una verdadera comunidad de seguridad ( Adler, Emanuel y Beverly Crawford. 2006. «Normative Power: The European Practice of
Region_Building and the Case of the Euro-Mediterranean Partnership», en Emanuel Adler,
Federica Bicchi, Beverly Crawford y Raffaella A. Del Sarto (eds.), The Convergence of Civilizations: Constructing a Mediterranean Region. Toronto: University of Toronto Press. Disponible en:
Los escasos resultados del Proceso de Barcelona y la percepción de una creciente amenaza
a su seguridad llevaron a la UE a rebajar las expectativas de avance regional e inclinarse
por una aproximación mucho más bilateral (la Política Europea de Vecindad, PEV), basada
en que la UE promovería reformas en aquellos vecinos que de forma individual quisieran
adaptarse al marco europeo y que colaboraran en la lucha contra las amenazas existentes.
Sin embargo, el problema de esta iniciativa era que la PEV no impulsaba el desarrollo
de lazos entre estos terceros países, por lo que no contribuía a la superación de
los contenciosos existentes entre ellos ( Emerson, Michael y Gergana Noutcheva. 2005. From Barcelona Process to Neighbourhood Policy. Assessments and Open Issues. CEPS Working Document, 220. Bruselas: CEPS. Disponible en:
Sarkozy, Nicolas. 2007. “Déclaration à Tanger”, 23 de octubre.
La política de cooperación energética estaba ya incluida originalmente en la Asociación
Euromediterránea, pero no fue hasta 2008 cuando esta dimensión alcanzó un fuerte desarrollo
mediante la aprobación del Plan de Acción Prioritario para el período 2008-13, dedicado
a promover la integración de los mercados nacionales energéticos, las iniciativas
de interés común y el desarrollo sostenible. El objetivo final consistiría en crear
una Comunidad de la Energía, dentro de la cual se garantizaría un elevado nivel de
seguridad energética tanto para productores como para consumidores ( Ben-Abdallah, Moncef, Samir Allalk, Jacques Kappauf y Mourad Preure. 2013. Vers une communauté Euro-Méditerranée de l´énergie. IPEMED. Disponible en:
El acuerdo de alto el fuego de Rodas que puso fin a la primera guerra árabe-israelí
(1949) marcó una línea de separación entre Israel y el Líbano, pero siempre ha carecido
del carácter de una frontera reconocida por ambas partes ( Zisser, Eyal. 2000. Lebanon. The Challenge of Independence. Londres: I. B. Tauris.Zisser, 2000: 153-159). Además, los enfrentamientos entre militantes palestinos, y posteriormente de Hezbollah,
contra las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se hicieron habituales en esa zona,
lo que explica la larga presencia de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas para
el Líbano (FINUL), reforzada tras en conflicto de 2006 y dotada de un componente marítimo
encargado de impedir el contrabando de armas. La FINUL ha cooperado con las partes
en delimitar con claridad la frontera terrestre, trazando la llamada “Línea Azul”,
pero han quedado pendientes algunos contenciosos territoriales y no se llevó a cabo
ninguna negociación con vistas a delimitar las respectivas ZEE United Nations. 2017. “Report of the Secretary General on the Implementation of Security
Council Resolution 1701”. S/2017/1964. Disponible en:
El Ejecutivo de Beirut (compuesto por miembros de las coaliciones 8 de Marzo y 14
de Marzo) presenta grandes dificultades a la hora de articular una línea de acción
respecto a Israel, dadas sus distintas orientaciones en política exterior. El 14 de
Marzo es una coalición creada en torno al suní Movimiento de Futuro junto a algunos
partidos cristianos como la Falange o las Fuerzas Libanesas, que posee fuertes lazos
con Arabia Saudí y Estados Unidos. Por su parte, el 8 de Marzo tiene como núcleo a
los partidos chiíes Hezbollah y Amal, aliados a grupos cristianos entre los que destaca
el Movimiento Patriótico Libre del Presidente Michel Aoun. En este caso, sus principales
apoyos exteriores son Irán y Siria. Mientras la coalición 14 de Marzo propone evitar
incidentes en el Sur y no inmiscuirse en el conflicto palestino-israelí, el 8 de Marzo
considera que Israel constituye la principal amenaza para la soberanía e independencia
del Líbano, por lo que el país debería estar preparado para continuar con su política
de resistencia y para disuadir cualquier agresión, papel encomendado a Hezbollah en
ausencia de unas Fuerzas Armadas capaces de desempeñar esa tarea. El único punto de
acuerdo entre ambas coaliciones ha sido el compromiso gubernamental para no firmar
ningún tratado de paz bilateral con Tel Aviv. Por su parte, Israel responsabiliza
crecientemente a las autoridades de Beirut de cualquier ataque protagonizado por Hezbollah,
al tiempo que han proliferado los incidentes entre las tropas israelíes y las libanesas.
En estas circunstancias, los políticos del 14 de Marzo no pueden promover un acercamiento
a Israel, ya que parecerían blandos frente a un vecino que a menudo ha recurrido a
la fuerza en suelo libanés. Por su lado, Hezbollah mantiene una retórica de resistencia,
pero tampoco puede extralimitarse en sus desafíos, ya que muchos ciudadanos le responsabilizarían
por los efectos de las represalias israelíes ( Staff, Toi. 2018a. «Hezbollah Issues Fresh Threat against Israel´s Offshore Gas Riggs»,
Times of Israel, 18-2-2018. Disponible en:
Si la prioridad de Tel Aviv hacia el Líbano radica en el desmantelamiento del aparato militar de Hezbollah, su segundo objetivo sería desarrollar unos vínculos políticos que condujeran al establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos. Sin embargo, el Líbano es un país con instituciones de gobierno representativas, de manera que no resultaría sencillo para ningún Gobierno el firmar un acuerdo de paz cuestionado por buena parte de la población. Por otra parte, si un gobierno en el que continuara participando Hezbollah fuera capaz de explotar sus recursos en hidrocarburos, sería percibido en Tel Aviv como una amenaza directa, ya que esto podría permitirle un reforzamiento de las capacidades de su milicia, así como las de las propias Fuerzas Armadas Libanesas, elevando el umbral de disuasión libanés con respecto a Israel. En definitiva, las autoridades israelíes solo estarían interesadas en una cooperación que debilite a Hezbollah ( O´Connor, Tom. 2018. «Middle East Next Oil War? Israel Threatens Lebanon over Hezbollah and Natural Gas», Newsweek, 1-2-2018.O´Connor, 2018).
Tradicionalmente, la región del Mediterráneo Oriental se ha caracterizado por su escasa
producción de hidrocarburos, mientras el consumo de gas natural alcanzaba cifras bastante
bajas, que eran cubiertas mediante el recurso a la importación procedente de Egipto.
Sin embargo, desde comienzos de este siglo una serie de estudios y prospecciones realizados
en esas aguas revelaron unas grandes expectativas para que países como Chipre, Israel
o el Líbano pasaran a convertirse en importantes productores. No obstante, dado que
las ZEE entre ellos no se encontraban aún demarcadas, las circunstancias resultaban
propicias para el posible surgimiento de contenciosos ( Vogler, Sarah y Eric V. Thompson. 2015. Gas Discoveries in the Eastern Mediterranean. Implications for Regional Maritime Security.
German Marshall Fund Policy Brief. Washington: German Marshall Fund. Disponible en:
Respecto a la cuestión energética, las posiciones de Israel y el Líbano se hallan
fuertemente condicionadas por una visión basada en preservar su seguridad. En el caso
israelí, dado su carácter de país dependiente del suministro energético procedente
del exterior y estar rodeado de Estados con los que en el pasado no mantenía relaciones
diplomáticas, su gran objetivo ha consistido en alcanzar la autosuficiencia energética
como forma de reforzar su soberanía política. Este mismo objetivo ha estado motivado
por el deseo de no depender demasiado de Estados Unidos con el fin de evitar las presiones
en torno a las posibles concesiones en el marco del proceso de paz regional. Desde
1999 los resultados de las exploraciones han sido positivos. Así, destacan los yacimientos
de gas natural hallados en la franja septentrional, como Tamar y Leviathan, ambos
puestos en explotación por un consorcio controlado por la compañía estadounidense
Nobel ( Bahdat, Gawdat. 2015. «Israel´s Energy Security: Regional Implications», Middle East Policy Council Journal Essay, 28. Disponible en:
Por su parte, el Líbano ha realizado pocos esfuerzos en ese terreno debido precisamente
a lo complejo de su sistema de toma de decisiones, basado en amplios acuerdos. Aquí,
el problema reside en que el control de nuevos recursos podría desequilibrar la actual
relación de fuerzas dentro del país. Por ello, el manejo de su política energética
ha sido muy pobre, con el resultado de una insuficiencia estructural paliada en parte
mediante importaciones de los países árabes, que refuerzan una balanza comercial negativa.
Sin embargo, distintos estudios han comenzado en los últimos años a revelar las potencialidades
de las aguas vecinas para la explotación de hidrocarburos ( Vogler, Sarah y Eric V. Thompson. 2015. Gas Discoveries in the Eastern Mediterranean. Implications for Regional Maritime Security.
German Marshall Fund Policy Brief. Washington: German Marshall Fund. Disponible en:
La chispa que desató el conflicto territorial fue curiosamente el descubrimiento de
gas natural y la concesión de licencias para su explotación en las aguas meridionales
de Chipre. La Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar establece en su art. 58.1
que los Estados tienen el derecho a explorar y explotar los recursos de las aguas
situadas en su ZEE, así como en el subsuelo de esta, si bien la misma debe ser delimitada
mediante proclamación expresa del Estado en cuestión, que además debe reflejar esta
voluntad en su legislación. La extensión de dicha ZEE no podrá ser superior a una
distancia de 200 millas marítimas a contar desde la línea de costa. Sin embargo, cabe
la posibilidad de que la proyección de los límites de la ZEE de diversos Estados provoque
el que haya espacios que se superpongan, por lo que la propia Convención prevé la
obligación de las partes de buscar un acuerdo basándose en el derecho internacional
y en el principio de equidad. Si tal compromiso no se alcanza, los Estados pueden
trazar los límites de su ZEE tomando como inicio las líneas de base de la costa y
terminando en una línea equidistante de estas. Dado que las costas chipriotas se encuentran
a menos de 400 millas de las de Israel y el Líbano, resultaba evidente que era necesaria
una negociación para el trazado de su ZEE Naciones Unidas. 1982. «Convención sobre Derecho del Mar». Disponible en
Así, en 2007 Beirut y Nicosia acordaron una demarcación de sus respectivas ZEE, pero
con la salvedad por parte libanesa de dejar en el aire los límites superior e inferior
de su propia ZEE (es decir, con respecto a Siria e Israel), dado que por esas fechas
no existía ningún tipo de acuerdo de demarcación de fronteras entre el Líbano y sus
dos vecinos, con los cuales mantenía además una compleja relación. Cuando en mayo
de 2008 se alcanzó un compromiso entre las dos grandes coaliciones políticas libanesas
para compartir el poder, el camino quedó despejado para abordar la cuestión fronteriza.
El Parlamento no ratificó el acuerdo de 2007, sino que el Gobierno aprobó en 2010
una demarcación más precisa, estableciendo las coordenadas correspondientes, que fueron
luego comunicadas a la ONU. Por su parte, también en 2010 los gobiernos de Chipre
e Israel pactaron la delimitación de sus ZEE, la cual se basaba en el acuerdo chipriota-libanés
e ignoraba la nueva posición de Beirut. La demarcación fue aquí mucho más precisa,
estableciendo no solamente una línea intermedia entre ambas ZEE, sino también una
línea oeste-este que fijaría los límites entre las ZEE del Líbano e Israel. El aspecto
que contradecía de forma más nítida la posición de Beirut consistía en que la proyección
de la línea de demarcación adoptaba en la interpretación israelí un ángulo distinto
que en la libanesa, por lo que se conformaba así un espacio en disputa de forma triangular Governments of Cyprus and Israel. 2010. “Agreement Between the Government of the State
of Israel and the Government of the Republic of Cyprus on Delimitation of the Exclusive
Economic Zone”. Disponible en:
Fuente: Ministerio de Energía y Agua del Líbano y Lebanon Gas News (2018), disponible en: http://bit.ly/2xhFge8.
La vía adoptada por el Líbano para defender sus intereses fue la del recurso a las
instituciones internacionales. Así, oficiales de las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL)
presentaron en las reuniones tripartitas que mantuvieron con mandos israelíes y de
la FINUL la idea de trazar en el mar una línea provisional (una especie de Línea Azul
marítima) que delimitara la ZEE entre ambos Estados para evitar posibles incidentes.
La parte israelí rechazó esta propuesta, mientras que la ONU consideró que la Resolución
1701 en la que se funda la presencia de la FINUL no permitía acometer dicha tarea
( Abdel-Kader, Nizah. 2011. «Potential Conflict Between Lebanon and Israel over Oil
and Gas Resources. A Lebanese Perspective», Defence Magazine. Disponible en:
Dada la tensión existente entre los dos países, la retórica nacionalista ha proliferado
en ambos Gobiernos, lo que no ha contribuido a calmar los ánimos y abordar el tema
de forma constructiva. Tras anunciarse los descubrimientos de los yacimientos Tamar
y Leviathan, algunos políticos, especialmente pertenecientes a Hezbollah, declararon
que Israel pretendía robar los recursos libaneses y mostraron su disposición a hacer
frente por la fuerza a ese desafío. En cualquier caso, todos los partidos del país
respaldaron unánimemente la declaración del Parlamento demarcando la ZEE en 2011.
Por su parte, el ministro israelí de infraestructuras Uzi Landau calificó la postura
libanesa de amenaza para la seguridad nacional y afirmó que su país no vacilaría en
el empleo de sus recursos militares para asegurar la posesión de esas aguas. De hecho,
el discurso político de las autoridades israelíes ha oscilado entre las ofertas para
establecer un diálogo bilateral que permita la explotación de los recursos en beneficio
de ambos y las expresiones de temor ante la posibilidad de que los mismos puedan ser
explotados con participación iraní o que parte de los beneficios logrados acaben en
manos de Hezbollah ( Raz, Hila y Avi Bar-Eli. 2010. «Hizballah: Offshore Gas Is Lebanese», Haaretz, 15-6-2010. Disponible en:
Esta retórica ha sido también respaldada mediante el recurso a los medios militares.
Las autoridades de Tel Aviv, aprovechando su clara ventaja en poder coercitivo, optaron
en 2011 por colocar una línea de boyas en el límite de lo que consideran su ZEE, protegidas
mediante unidades de la Marina y drones que también se encuentran en las instalaciones
gasísticas ya en funcionamiento ( Katz, Yaacob. 2011. «IDF Deploy Drones to Protect Gas Fields from Hezbollah», Jerusalem Post, 9-8-2011. Disponible en:
Un misil C-802 lanzado por Hezbollah durante la Guerra de 2006 causó graves daños
a la moderna corbeta israelí Hanit.
Ante el cariz que tomaba esta disputa, las autoridades de Washington decidieron tomar
cartas en el asunto y ejercer una discreta labor de mediación que permitiera moderar
la tensión y acordar una solución para el conflicto. Para Estados Unidos resultaban
de vital importancia tres objetivos: situar a sus empresas en el reparto de concesiones;
contribuir al reforzamiento de Israel, y consolidar la posición interna de sus aliados
libaneses. Con respecto a Israel, Estados Unidos aparecía como un mediador especialmente
dotado para influir sobre ese país, debido a su gran ayuda financiera, su apoyo a
Tel Aviv en los foros internacionales y sus transferencias de armamento. Por el lado
libanés, se trata de un país receptor de la ayuda de Washington, cuyos suministros
militares y donaciones son imprescindibles para mantener operativas a las FAL, cuyo
anticuado arsenal es principalmente de procedencia norteamericana. Esa debilidad es
esgrimida por Hezbollah para justificar el mantenimiento de su milicia, ya que alega
que la suya sería la única fuerza de disuasión creíble frente a un ataque exterior.
Las autoridades de Tel Aviv se niegan en redondo a que Washington proporcione a las
FAL unos equipos más modernos que puedan ser empleados en un futuro contra las FDI.
Para la Administración Obama, la clave radicaba en reforzar a nivel interno a los
políticos libaneses más cercanos, evitando que la bandera de la defensa de los intereses
nacionales quedara monopolizada por la organización de Hassan Nasrallah. El problema
era que ese objetivo tenía que ser conciliado con los intereses de las autoridades
israelíes ( Vogler, Sarah y Eric V. Thompson. 2015. Gas Discoveries in the Eastern Mediterranean. Implications for Regional Maritime Security.
German Marshall Fund Policy Brief. Washington: German Marshall Fund. Disponible en:
El primer paso de mediación fue llevado a cabo por el coordinador especial para Asuntos Regionales del Departamento de Estado, Frederic Hof, quien propuso el establecimiento de una línea provisional de separación de las dos ZEE, a lo que se añadiría una zona a ambos lados de la misma, en la que se excluiría temporalmente la realización de actividades de explotación de recursos. Esa línea implicaba otorgar al Líbano la mayoría de las aguas en disputa (en torno a 500 km² de un total de 850). La propuesta fue vista como insuficiente por los libaneses, aunque tampoco la rechazaron. Posteriormente, fueron otros altos funcionarios como Amos Hochstein y Lawrence Silverman quienes continuaron la mediación sin resultados tangibles ( Hof, Frederick C. 2014. «Lebanon and Israel. A Line on the Water», en Sami Andoura y David Koranyi (eds.), Energy in the Eastern Mediterranean: Promise or Peril? Egmont Paper, 65. Bruselas: Royal Institute of International Affairs.Hof, 2014).
Sin embargo, la tensión continuó siendo elevada, ya que a comienzos de julio de 2013
Tel Aviv anunció el descubrimiento del yacimiento Karish-1, muy cercano a las aguas
libanesas. El ministro libanés de Energía, Gebran Bassil, consideró que esta situación
debía propiciar una aceleración del desarrollo de la explotación de sus propios recursos,
lo que desató una reacción nacionalista que incluyó a todo el espectro político. Con
el fin de estabilizar la situación en un momento especialmente convulso en el que
el Estado Islámico extendía su influencia por el Oriente Medio, el secretario de Estado
John Kerry visitó la capital libanesa para impulsar su mediación, lo que se tradujo
en una serie de propuestas a las partes, no tanto dirigidas a la resolución definitiva
del contencioso sino a ganar tiempo rebajando la tensión, mientras el objetivo a medio
plazo era promover entre los países de la región una serie de acuerdos que reforzaran
la interdependencia energética, una idea acogida con poco entusiasmo en Israel, que
dio prioridad a su seguridad nacional ( Sukkarieh, Mona. 2015. «Thinking Ahead: Lebanon Can Learn from Israel´s Bumbling Regulatory
Changes for Offshore Gas», Executive Magazine, 15-4-2015. Disponible en: Disponible en:
En contraste con el interés de Tel Aviv y Beirut por las propuestas de Washington,
ambas partes han sido poco sensibles a la posibilidad de una solución europea. Así,
tanto Chipre como Grecia han tratado de jugar un papel de mediación en razón de sus
importantes intereses económicos y políticos en juego. Mientras Chipre podría beneficiarse
enormemente en el terreno económico de un arreglo regional, desde una perspectiva
política esto le permitiría reforzar su posición en su contencioso con Turquía, lo
que explica también el apoyo del Gobierno de Atenas. Al propio tiempo, ambos países
no desean que su actual acercamiento a Israel destruya su tradicional buena relación
con el mundo árabe. Por último, la propia UE está interesada en diversificar sus fuentes
de abastecimiento de gas natural en una época de relaciones difíciles con Rusia ( Meletti, Giorgio. 2003. «L´Union pour la Méditerranée : la paix energétique», Outre-Terre, 23: 203-223. Disponible en:
Según algunos estudios, los Estados poseedores de grandes recursos energéticos mostrarían
una mayor estabilidad política. Este debate puede verse en Muradova ( Muradova, Lala. 2016. «Oil Wealth and Authoritarianism: Algeria in the Arab Spring»,
Revista Española de Ciencia Política, 40: 63-89.
La confirmación del escepticismo por ambas partes hacia la cooperación regional ha
llegado en los últimos meses con el desbloqueo de la situación política en el Líbano
a partir de 2017, lo cual no ha generado en absoluto un clima propicio para afrontar
pacíficamente el contencioso con Israel. Así, Hezbollah ha hablado de un posible ataque
contra las plataformas de extracción de hidrocarburos si Israel «roba» los recursos
libaneses. Igualmente, otros políticos libaneses como el propio primer ministro Hariri
o el presidente Aoun han subrayado la necesidad de defender la integridad territorial
del país. Por su parte, Tel Aviv ha afirmado que las aguas en litigio serían exclusivamente
israelíes y ha amenazado con respuestas contundentes contra objetivos civiles en el
caso de ataques contra sus plataformas Permanent Mission of Israel to the United Nations. 2017. “Communication to the Office
of the Secretary General of United Nations”, 2 de febrero. Disponible en:
Sin embargo, el problema básico radica en que esa interdependencia no solventaría
los problemas de seguridad existentes. La UE no es un actor militar relevante con
credibilidad a la hora de garantizar el cumplimiento de los acuerdos establecidos.
Por el contrario, la percepción en Tel Aviv y Beirut es la de que la otra parte tratará
de eludir sus obligaciones, al tiempo que a nivel interno cualquier Gobierno partidario
de hacer concesiones sería percibido como un actor débil y recibiría un enorme caudal
de críticas en la opinión pública; de ahí que ambos sean reticentes ante una mediación
como la europea, carente de un respaldo militar creíble, y prefieran a un actor como
Estados Unidos cuyas garantías de seguridad resultan más sólidas. Por su parte, Israel
ha tratado de utilizar su mejora de relaciones con Chipre y Grecia (interesados en
el apoyo israelí frente a Turquía) para reforzar su relación con la UE al convertirse
en un importante abastecedor de gas. En este sentido, Israel no ha estado nunca demasiado
interesado en las fórmulas de integración globales para el Mediterráneo, sino que
ve en Bruselas un socio económico importante y un actor al que convencer para que
modifique su política hacia el conflicto israelo-palestino ( Del Sarto, Raffaella. 2011. «Plus ça change...? Israel, the EU and the Union for the
Mediterranean», Mediterranean Politics, 16 (19): 117-134. Disponible en:
Ante la falta de una solución para la disputa israelo-libanesa, la UE ha preferido
seguir adelante con su política de coaliciones ad hoc para garantizar esa diversificación del abastecimiento, lo que se ha plasmado en la
creación en El Cairo del Foro Gasístico del Oriente Medio en enero de 2019, que ha
reunido a la UE y a algunos socios mediterráneos junto a empresas privadas del sector,
con el objetivo de avanzar en la cooperación regional. Sin embargo, el Líbano no participa
en esta iniciativa, al igual que Turquía y Siria, lo que abre el camino a la posibilidad
de que la UE, en lugar de contribuir a integrar la política energética de los socios
mediterráneos, facilite el surgimiento de dos bloques enfrentados que enconen más
las rivalidades geopolíticas existentes en la zona ( Valori, Giancarlo. 2019. «The Lebanon, Natural Gas and Local Political Equilibria»,
Modern Diplomacy, 13-2-2019. Disponible en:
El acuerdo implica la construcción del gaseoducto más largo del mundo (2200 kilómetros
de longitud), con una inversión de 6200 millones de euros y graves desafíos técnicos.
La UE financiaría un estudio inicial.
El descubrimiento de importantes recursos gasísticos en Israel y el Líbano ha suscitado
unas enormes expectativas en torno a sus posibles efectos tanto a nivel interno como
con respecto a su posición en el conjunto de la región. Por un lado, en ambos países
se ha hablado de un futuro en el que el abastecimiento energético de los mercados
nacionales quedaría plenamente asegurado durante un amplio espacio de tiempo, mientras
que los precios resultarían claramente inferiores a los actuales, lo que haría más
competitivas a sus economías. Sin embargo, estas previsiones fueron pronto contestadas,
ya que los hidrocarburos se hallaban en general en puntos de la plataforma continental
situados a una gran profundidad, lo que encarecería notablemente su explotación, por
lo que no habría un abaratamiento significativo de la energía en los mercados nacionales.
En esas circunstancias, la búsqueda de la rentabilidad aconsejaría que buena parte
del gas extraído se exportara, especialmente hacia los mercados europeos, en los que
los precios son más elevados, con lo que su balanza comercial se beneficiaría, especialmente
si se creaba una red de interconexión que uniera el Mediterráneo Oriental con Chipre,
Grecia y el conjunto de los Balcanes ( Darbouche, Hakim, Laura El-Katiri y Bassam Fattouh. 2012. East Mediterranean Gas: What Kind of Game-Changer? The Oxford Institute for Energy Studies, NG 71. Disponible en:
Sin embargo, para otros observadores la clave no estaría en la rentabilidad económica,
sino en la vertiente de la seguridad nacional. Así, en el caso israelí, dado que los
recursos descubiertos no eran demasiado abundantes y que el país siempre había buscado
una mayor seguridad energética, el destino más apropiado debería ser el mercado interior,
olvidando la dimensión exportadora, idea confirmada por el Comité Tzemach de la Knesset,
que decidió en 2013 restringir las exportaciones ( Udasin, Sharon. 2012. «Experts: Israel Should Not Export Natural Gas». Jerusalem Post, 19-3-2012. Disponible en:
Netanyahu declaró: “The ability to export gas makes us more immune to international
pressure” ( Gostoli, Ylenia. 2017. «Israel-Europe Gas Deal Sparks Criticism», Al Jazeera, 23-4-2017. Disponible en: http://bit.ly/2KHX238
En este sentido, es importante explorar qué posibilidades de compromiso relativas
a la cooperación energética pueden existir en un caso como el que nos ocupa, más allá
del propio reparto de las aguas territoriales. Según Brenda Shaffer ( Shaffer, Brenda. 2013. «Natural Gas Supply Stability and Foreign Policy», Energy Policy, 56: 114-125. Disponible en:
Un segundo aspecto que considerar sería el nivel global de relaciones entre los países implicados, tanto en el ámbito político como en el económico. En el caso israelo-libanés, ambos Estados carecen de cualquier tipo de relaciones y existen serios obstáculos para su desarrollo, tales como el que las autoridades de Beirut rechacen ese paso hasta que los contenciosos bilaterales hayan sido solucionados, el que Hezbollah considere a Israel como una identidad carente de legitimidad ante la que es preciso desarrollar una cultura de resistencia o el que Israel catalogue a Hezbollah como organización terrorista que tiene ser eliminada y que no debe formar parte de las instituciones libanesas. En este sentido, la posesión en manos de Hezbollah de una fuerza de disuasión basada en cohetes y misiles convencionales es percibida en Israel como una amenaza, algo similar a lo que sucede en el Líbano ante la enorme superioridad militar israelí y la incapacidad de las FAL para disuadir a Israel de violar su soberanía. Por otro lado, si tanto Israel como el Líbano se convierten en países exportadores de hidrocarburos, este paso fortalecería la posición de ambos en el sistema regional, pero el problema es que ello podría traer consecuencias no deseadas. Para muchos políticos libaneses, un Israel más poderoso constituiría una amenaza creciente, ya que las autoridades de Tel Aviv estarían menos dispuestas a aceptar los avisos moderadores de Washington. Por su parte, para Israel los recursos financieros procedentes de los hidrocarburos libaneses podrían ser empleados para fortalecer las capacidades militares del país (algo que se rechaza), además de para reforzar a Hezbollah. Asimismo, al no existir relaciones económicas, una ruptura en el suministro de gas entre ambos países no sería susceptible de provocar problemas económicos en Israel, por lo que la dependencia libanesa sería así enorme.
Otros factores relevantes son el nivel de abastecimiento del país productor y los beneficios comerciales esperados de la exportación de gas. Respecto al primero, si el productor tiene ciertas dificultades para asegurar los recursos esperados para su mercado interno, tenderá a recortar su exportación. En el caso del Mediterráneo Oriental, los recursos existentes no parecen ser tan grandes como se creyó en un principio, por lo que el Líbano dependería en su abastecimiento de la evolución de la producción y la demanda israelí. Por último, un acuerdo comercial o de explotación conjunta de hidrocarburos puede en ambos casos entrañar riesgos a largo plazo de tipo puramente comercial (los beneficios son muy volátiles en función de la evolución de los precios), lo que generaría entre ellos importantes controversias.
En otras palabras, estaríamos ante un caso en el que, aunque la cooperación podría aportar claros beneficios absolutos a ambas partes, los beneficios relativos parecen ser enormemente favorables a Israel en una primera etapa, lo que explica la reticencia libanesa a integrarse inmediatamente en la red de cooperación promovida por la UE. Por su parte, a largo plazo el desarrollo de una producción gasística de relevancia en el Líbano es interpretada en Tel Aviv como una amenaza de seguridad ante la probable participación de empresas iraníes y el también probable beneficio que esta explotación aportaría al partido Hezbollah. En otras palabras, el análisis realista (siguiendo las tesis de Gilpin) resultaría más adecuado en este caso, ya que pondría el énfasis en que el fracaso de las fórmulas de colaboración entre los dos países se deben a la ausencia de una potencia hegemónica que garantice tanto el cumplimiento de los acuerdos que puedan suscribir Israel y el Líbano como de un orden de seguridad regional que impida que actores que ven reforzado su poder relativo puedan emplearlo contra sus socios en el futuro. De hecho, la fuerte rivalidad entre potencias regionales (Israel, Arabia Saudí, Irán y Turquía), las repercusiones de la misma en la zona y la incapacidad estadounidense de crear un marco global de seguridad en el que participen todas ellas constituye el auténtico obstáculo que frena la cooperación energética global en el Mediterráneo Oriental, a pesar de los beneficios absolutos que pudiera aportar.
Por el contrario, la capacidad de generar un efecto de desbordamiento que permita
superar los contenciosos existentes (tal como era el propósito de la UPM) ha demostrado
unos resultados decepcionantes. La interdependencia entre la economía y la política
no ha creado un “desbordamiento funcional” que haya empujado a los Gobiernos de Israel
y Líbano a buscar alguna fórmula de cooperación (por discreta que fuera) para al menos
poder explotar sus reservas de hidrocarburos, a pesar de los importantes incentivos
económicos existentes. Esto muestra igualmente la ausencia de un “desbordamiento político”,
ya que las élites de ambos países no consideran que la integración regional sea la
vía para solucionar sus dificultades a escala nacional. Sus líderes identifican como
principales problemas no los relativos al ámbito socioeconómico, sino los basados
en la seguridad nacional, el equilibrio demográfico entre comunidades y la relación
con otros Estados. En este sentido, los estudios neofuncionalistas que subrayaron
la necesidad de unas condiciones previas, en concreto, la existencia de una organización
de seguridad regional, han mostrado que dichos prerrequisitos eran necesarios en este
caso ( Schmitter, Philippe C. 2003. «Neo-neofunctionalism», en Ante Wiener y Thomas Diez
(eds.), European Integration Theory. Oxford: Oxford University Press. Schmitter, 2003). Por ello, incluso una solución pactada al problema de los límites de las respectivas
ZEE entre el Líbano e Israel difícilmente conduciría a una auténtica cooperación regional
en la gestión de los recursos gasísticos en tanto no se solucionen los problemas políticos
entre ambos. Esto muestra a las claras los límites de la política mediterránea de
la UE, cuya proyección en la cooperación energética a la carta con algunos países
de la zona puede conducirla de ser un hipotético promotor de la paz a ser percibida
como un actor parcial en las disputas regionales El ministro israelí de Energía Juval Steinitz afirmó durante la firma del reciente
acuerdo con algunos países europeos para la construcción de un gaseoducto: “For decades,
we have complained about the Arab influence in Europe due to oil and gas. The export
of gas to Europe will moderate this influence to a certain extent and be a counterweight
to Arab power” ( Staff, Toi. 2018b. «Israel, Cyprus, Greece and Italy Agree on 7$b. East Mediterranean
Gas Pipeline to Europe», Times of Israel. 24-11-2018. Disponible en: http://bit.ly/2J3NhJ2
El paradigma neofuncionalista obtuvo un gran éxito en un contexto como el de la posguerra europea, en el que las élites de Francia y la RFA sentían la necesidad de colaborar entre sí ante la percepción de una amenaza a su soberanía y a su orden político-social por parte de la URSS, en tanto que ambos países se encontraban en un contexto de fuerte debilidad y precisaban del apoyo de Washington, que además ofrecía una garantía de seguridad dentro de un orden hegemónico consolidado. En esas circunstancias, la colaboración económica propició un clima de confianza al generar recursos que sirvieron para mejorar el nivel de vida de las respectivas poblaciones y para reforzar la posición de poder de las autoridades, además de aportar incentivos para la resolución de los contenciosos pendientes. Sin embargo, el contexto entre el Líbano e Israel es muy distinto, ya que no existe la percepción de una amenaza común compartida, sino que muchos israelíes ven en Hezbollah una amenaza existencial directa para su seguridad, en tanto que un buen número de libaneses sigue considerando a Israel como un Estado expansionista que no respeta la soberanía libanesa.
Estaríamos, por tanto, dentro de un escenario en el que el predominio correspondería
a la «alta política», la cual casa mal con los principios neofuncionalistas ( Hoffmann, Stanley. 1966. «Obstinate or Obsolete: The Fate of the Nation State and
the Core of Western Europe», Daedalus, 95 (3): 862-915.Hoffmann, 1966), hecho que de nuevo se ha puesto en evidencia en el ámbito de la UPM En un entorno en el que la guerra es vista como un instrumento para dirimir conflictos
territoriales, el neofuncionalismo no tendría posibilidades de éxito ( Panebianco, Stefania. 2010. «Volatile Regionalism in the Mediterranean Area», L´Europe en Formation, 356: 153-167. Disponible en: https://doi.org/10.3917/eufor.356.0153
Este artículo se inscribe en el marco del proyecto de investigación dirigido por la Laura Feliú Martínez y Ferrán Izquierdo Brichs, «Dinámicas y actores transnacionales en Oriente Medio y Norte de África (MENA): una genealogía histórica de élites y movimientos sociales entre lo local y lo global» (Ministerio de Economía y Competitividad, Agencia Estatal de Investigación y Fondo Europeo de Desarrollo Regional, HAR2016- 77876-P).
[1] |
Los partidos libaneses dependen a menudo del apoyo de diferentes países, a los que demandan a veces su intervención en la política nacional como medio para acrecentar su poder. Este sería un claro ejemplo de lo que L. Carl Brown denominó el «juego del Oriente Medio», caracterizado por unos sistemas políticos en los que la frontera entre los asuntos internos e internacionales resultaría confusa. Esto consolida el statu quo, mientras cualquier cambio se convierte en un juego de suma cero ( Brown, L. Carl. 1984. International Politics and the Middle East: Old Rules, Dangerous Game. Princeton: Princeton University Press.Brown, 1984: 4-18). |
[2] |
Sarkozy, Nicolas. 2007. “Déclaration à Tanger”, 23 de octubre. |
[3] |
United Nations. 2017. “Report of the Secretary General on the Implementation of Security Council Resolution 1701”. S/2017/1964. Disponible en: http://bit.ly/2FwEj6n. |
[4] |
Naciones Unidas. 1982. «Convención sobre Derecho del Mar». Disponible en http://bit.ly/2Yiqfob. |
[5] |
Governments of Cyprus and Israel. 2010. “Agreement Between the Government of the State of Israel and the Government of the Republic of Cyprus on Delimitation of the Exclusive Economic Zone”. Disponible en: http://bit.ly/2FOXfxt. |
[6] |
Un misil C-802 lanzado por Hezbollah durante la Guerra de 2006 causó graves daños a la moderna corbeta israelí Hanit. |
[7] |
Según algunos estudios, los Estados poseedores de grandes recursos energéticos mostrarían una mayor estabilidad política. Este debate puede verse en Muradova ( Muradova, Lala. 2016. «Oil Wealth and Authoritarianism: Algeria in the Arab Spring», Revista Española de Ciencia Política, 40: 63-89.2016). |
[8] |
Permanent Mission of Israel to the United Nations. 2017. “Communication to the Office of the Secretary General of United Nations”, 2 de febrero. Disponible en: http://bit.ly/2Xd81bw. |
[9] |
El acuerdo implica la construcción del gaseoducto más largo del mundo (2200 kilómetros de longitud), con una inversión de 6200 millones de euros y graves desafíos técnicos. La UE financiaría un estudio inicial. |
[10] |
Netanyahu declaró: “The ability to export gas makes us more immune to international
pressure” ( Gostoli, Ylenia. 2017. «Israel-Europe Gas Deal Sparks Criticism», Al Jazeera, 23-4-2017. Disponible en:
|
[11] |
El ministro israelí de Energía Juval Steinitz afirmó durante la firma del reciente
acuerdo con algunos países europeos para la construcción de un gaseoducto: “For decades,
we have complained about the Arab influence in Europe due to oil and gas. The export
of gas to Europe will moderate this influence to a certain extent and be a counterweight
to Arab power” ( Staff, Toi. 2018b. «Israel, Cyprus, Greece and Italy Agree on 7$b. East Mediterranean
Gas Pipeline to Europe», Times of Israel. 24-11-2018. Disponible en:
|
[12] |
En un entorno en el que la guerra es vista como un instrumento para dirimir conflictos
territoriales, el neofuncionalismo no tendría posibilidades de éxito ( Panebianco, Stefania. 2010. «Volatile Regionalism in the Mediterranean Area», L´Europe en Formation, 356: 153-167. Disponible en:
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Profesor asociado en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas de
la Universidad Complutense y en el Departamento de Relaciones Internacionales de la
Universidad Pontificia de Comillas/ICADE. Doctor en Historia por la Universidad de
Cádiz y máster en Política y Gobierno en la UE por la London School of Economics.
Ha sido profesor visitante en la Universidad de Coimbra e investigador visitante en
la London School of Economics. Sus líneas de investigación son la historia del siglo
xx, las relaciones internacionales en Europa y el Mediterráneo y los estudios de paz
y conflictos. |