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SUMARIO

  1. Referencias

El denominado «conflicto vasco» lleva siendo objeto de atención preferente desde las diversas disciplinas de las ciencias sociales. Ciencia política, historia, sociología o antropología han puesto su granito de arena para entender este fenómeno. Sin embargo su interés ha sido claramente asimétrico, centrándose de manera abrumadora en ETA y, en general, dejando de lado a sus víctimas. Así, hace unos años el historiador José Pérez constaba que «contamos con diversos trabajos de investigación centrados en la historia de las bandas terroristas, especialmente sobre ETA [...] pero hasta hace poco tiempo sus víctimas apenas componían una rutinaria relación de esquelas» ( ‍Pérez Pérez, José Antonio. 2010. «La memoria de las víctimas del terrorismo en el País Vasco: un proyecto en marcha», en Antonio Rivera y Carlos Carnicero Herreros (eds.), Violencia Política: historia, memoria y víctimas. Madrid: Maia.Pérez, 2010: 348). Es cierto, sin embargo, que desde finales de los noventa y, sobre todo, a partir del cambio de siglo, han surgido bastantes trabajos centrados en las víctimas. En ciencia política la cuestión ha sido abordada tanto desde un punto de vista cuantitativo, con la creación de dos bases de datos para asesinados y secuestrados ( ‍De la Calle, Luis e Ignacio Sánchez-Cuenca. 2004. «La selección de víctimas en ETA», Revista Española de Ciencia Política, 10: 53-‍79.De la Calle y Sánchez-Cuenca, 2004;  ‍Llera, Francisco y Rafael Leonisio. 2015. «Los secuestros de ETA y sus organizaciones afines, 1970-‍1997: una base de datos», Revista Española de Ciencia Política, 37: 141-‍160.Llera y Leonisio, 2015), como cualitativo al hacerse una breve descripción de cada atentado ( ‍Alonso, Rogelio, Florencio Domínguez y Marcos García Rey. 2010. Vidas rotas. Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA. Madrid: Espasa-Calpe.Alonso et al., 2010). Los propios colectivos de víctimas también han recibido atención académica, como en los destacados trabajos de Alonso ( ‍Alonso, Rogelio. 2017. «Victims of ETA’s terrorism as an interest group: Evolution, influence, and impact on the political agenda of Spain», Terrorism and Political Violence, 29 (6): 985-‍1005. Disponible en: https://doi.org/10.1080/09546553.2015.1096783.2017) o Argomaniz ( ‍Argomaniz, Javier. 2018. «A battle of narratives: Spanish victims organizations international action to delegitimize terrorism and political violence», Studies in Conflict and Terrorism, 41 (7): 573-‍588. Disponible en: https://doi.org/10.1080/1057610X.2017.1311113.2018).

En general, todos los trabajos académicos que han abordado el tema de las víctimas de ETA lo han hecho desde un punto de vista colectivo. La novedad de Pardines, cuando ETA empezó a matar radica precisamente en que lo hace desde un punto de vista individual, centrando su atención en el primer asesinato cometido por la banda terrorista. Casi nadie recuerda quién fue José Pardines (solo un 1,2 % de vascos lo identifican como primera víctima de ETA, según el Euskobarómetro de octubre de 2017) y este libro quiere rescatar su historia del olvido. Pero no solo eso; como dice en la introducción Florencio Domínguez, el guardia civil asesinado por ETA es el eje central de la obra, pero a su vez es motivo de reflexión todo lo que gira alrededor de ese crimen. El contexto internacional y vasco, el verdugo, las consecuencias del asesinato, las tácticas de ETA, las víctimas más allá de Pardines o la respuesta dada por las instituciones también forman parte del libro.

En lo que respecta al contexto internacional, Juan Avilés enmarca el incipiente terrorismo de ETA en el inicio de esa tercera ola de terrorismo que asoló Europa sobre todo en los años de plomo de los años setenta del siglo pasado. Una oleada que combinó terrorismo de ultraderecha, étnico y de extrema izquierda, y en la que España tuvo el dudoso honor de combinar los tres elementos. Si bien esa oleada pudo tener como antecedente en algunos lugares la contestación de los años sesenta, es una explicación que queda coja en los lugares donde el terrorismo fue más letal: Irlanda del Norte y España. Por su parte, Santiago de Pablo disecciona el contexto sociopolítico vasco de los años sesenta, derribando muchos mitos que hoy día se repiten hasta la saciedad. Así, no hubo un pueblo vasco levantado en bloque contra el franquismo, sino que predominó la acomodación, sin olvidar la colaboración de muchos con el régimen. Tampoco puede hablarse de un genocidio cultural contra el euskera, y en este sentido se desmienten «afirmaciones categóricas, que todavía se repiten de vez en cuando, sobre la prohibición del euskera durante el franquismo». Por ejemplo, en la década de los sesenta se publicaron 592 libros en euskera, casi el mismo número que los editados los veinte años anteriores a la guerra civil (entre 1970 y 1975 serían 723). Las ikastolas tuvieron un gran auge en los años sesenta (la primera se fundó en San Sebastián en ¡1954!) y no solo fueron toleradas por el régimen, sino que algunas fueron incluso promovidas directamente por sus instituciones. La propia Diputación de Guipúzcoa apoyó en 1966 la introducción del euskera en la enseñanza, apostando incluso por extenderlo más allá de las zonas vascoparlantes.

Los tres siguientes capítulos están dedicados a José Antonio Pardines. En el cuarto, Gaizka Fernández, tras hacer un repaso a las acciones violentas de ETA anteriores a este primer asesinato (bombas, palizas, sabotajes…), narra con gran precisión la secuencia del mismo, un acontecimiento que hasta ahora no había sido narrado de forma correcta. Utilizando abundante documentación judicial, pericial y forense, el autor, en una labor casi más de peritaje que de historiador, concluye que la muerte de Pardines fue cosa de dos: tanto Etxebarrieta como Sarasketa dispararon aquel día. También lo hicieron poco después, en el tiroteo posterior en el que Etxebarrieta murió por los disparos de la Guardia Civil. Un tiroteo del que hasta ahora poco conocíamos y que Fernández también reconstruye basándose en pruebas de la época.

En el siguiente, Raúl López Romo, tras realizar un repaso bibliográfico dividiendo, acertadamente, las obras en «literatura militante» (cercana ideológicamente a ETA), ensayos periodísticos y obras académicas, constata, a través de un minucioso estudio bibliométrico, la ausencia de la figura de Pardines (con nombre y apellido) en muchas de las obras (sobre todo en la literatura cercana a la izquierda aberzale) en las que se habla de su propio asesinato. Además, odiosas comparaciones, el nombre de su asesino siempre predomina sobre el suyo: el espacio dedicado a Etxebarrieta siempre es mayor que el dedicado a Pardines. Finalmente, en el quinto capítulo José Antonio Pérez y Javier Gómez recuperan parte de la biografía de la víctima y las consecuencias que tuvo su muerte para su familia. Los autores ejemplifican con la experiencia de la familia de Pardines lo que a partir de entonces fue una realidad que se convirtió en rutina: una muerte violenta que trunca la vida de un joven (Pardines tenía 25 años), normalmente de una familia humilde que queda tras el asesinato abandonada, tanto por las instituciones como por la sociedad. Como cuentan los autores, en los años más duros del terrorismo la presencia de las víctimas de ETA en prensa, especialmente los guardias civiles, se limitaba a dos noticias: su asesinato y su funeral.

Tras la víctima, Jesús Casquete recoge en el sexto capítulo la figura del verdugo. Pasando por alto su biografía, el autor de centra en la construcción del mito en torno a su recuerdo. A pesar de que algunas de las circunstancias que rodearon su muerte podrían hacer pensar que no era un candidato idóneo para ser elevado al altar de la patria (asesinó drogado y por la espalda a José Pardines), Txabi Etxebarrieta enseguida se ganó la condición de héroe-mártir, y desde entonces se le han tributado homenajes, escrito hagiografías, hecho protagonista de diversos lugares de memoria (Basílica de Aránzazu, nombre de comandos de ETA y de alguna calle) y, en fin, glorificado su persona como el primer mártir del conflicto vasco (moderno). La glorificación comenzó poco después de su fallecimiento, como bien recuerda Casquete, con múltiples funerales, misas y homenajes en cementerios. Sin embargo, los mitos suelen chocar con la realidad. Y si bien la leyenda atribuye a la pistola que mató a Pardines un origen épico (para el nacionalismo), el capítulo revela una realidad mucho más prosaica, pero a la vez igualmente simbólica. La pistola no había pertenecido a ningún gudari de la guerra civil, sino que fue un encargo de los nazis a una fábrica de armamento de Guernica (doble simbolismo), lo que en parte también enlaza con el segundo capítulo y el derribo del mito de un pueblo vasco unánimemente antifascista.

En el séptimo capítulo, Oscar Jaime analiza en paralelo las tácticas tanto de ETA como del Estado en su combate contra la banda terrorista en el tardofranquismo y la transición. El autor constata cómo la conocida espiral acción-represión tuvo cierto éxito, ya que a cada salto cualitativo en las acciones de ETA le correspondió un incremento de la dureza de una respuesta policial que en muchas ocasiones salpicó a toda la sociedad. Así, diversos estados de excepción o el uso premeditado de incontrolados y guerra sucia hicieron que el Estado cumpliera a la perfección el guion que ETA le había asignado. Con la transición, ambos cambian de táctica. El Estado, aunque con muchas inercias del pasado autoritario que no se resolverían hasta mucho después, comenzó a ver más allá de la represión policial. Prueba de ellos son las diversas amnistías o la priorización de la jurisdicción ordinaria para juzgar delitos de terrorismo tras la muerte de Franco. ETA, por su parte, inició su particular guerra de desgaste tratando de desestabilizar el incipiente régimen democrático con la finalidad de sentar a negociar al Estado. Así, constata Oscar Jaime, una de las paradojas de la transición fue que la consolidación democrática avanzó de forma paralela al incremento de la violencia terrorista.

La lucha policial contra ETA es también el tema del octavo capítulo, escrito por Roncesvalles Labiano y Javier Marrodán. Si en el capítulo anterior se confirma en general la ineficacia en el abordaje policial del terrorismo de ETA, en este caso los autores se centran en los éxitos, que también los hubo. Aun reconociendo los errores, muchos de ellos por carecer la policía de herramientas y formación, los autores narran cómo antes del juicio de Burgos ETA era una organización prácticamente desarticulada (fue en parte la torpeza del Gobierno en dicho juicio la que le permitió recuperarse), cómo consiguieron tener dentro un infiltrado (el ya famoso Lobo), cuya colaboración permitió detener a más de 150 miembros de ETA político-militar, o cómo gracias a saber crear fuentes fiables de información se evitó un atentado contra el entonces príncipe Juan Carlos.

En el capítulo noveno, María Jiménez Ramos combina datos cuantitativos con historias de las primeras víctimas de ETA en la dictadura, algunas de ellas escalofriantes como la ya conocida de los tres jóvenes gallegos torturados y asesinados en el País Vasco francés en 1973, o la hasta este momento prácticamente desconocida muerte de Valentín Parra, asesinado en la misma zona por ETA-V, acusado de pertenecer al servicio de información del ejército español. En el apartado de datos, la autora presenta algunos inéditos respecto a los heridos por atentado terrorista en España. Al respecto, muestra una cifra que revela la dejadez institucional con las víctimas hasta hace bien poco: los heridos durante el periodo franquista tuvieron que esperar una media de treinta años para ser reconocidos como víctimas del terrorismo.

Cierra el libro un breve epílogo escrito por José María Ruiz Soroa, en el que pone el foco en la responsabilidad de esa cadena de crímenes que, como dice Fernando Aranburu en el prólogo, tuvo como desencadenante la muerte de Pardines. Utilizando sus más que amplios conocimientos de derecho, Ruiz Soroa argumenta que el nacionalismo vasco tradicional tiene una responsabilidad patrimonial (o por daños) en el surgimiento de la violencia etarra. Así, la doctrina del primer Sabino Arana (el grito agónico del apóstol, que no la praxis del político que también fue) y la memoria (falsa) de la guerra civil como un enfrentamiento entre Euskadi (la patria) y España (el agresor extranjero) crearon el caldo de cultivo necesario para que una serie de jóvenes tomaran la decisión de recurrir a la violencia, rebelándose contra la pasividad de sus mayores. Esta decisión fue tomada de manera razonada y razonable y no fruto de ningún determinismo histórico que les empujara a hacerlo, como en algún otro lugar ya ha argumentado uno de los editores de esta obra ( ‍Fernández, Gaizka. 2016. La voluntad del «gudari»: génesis y metástasis de la violencia de ETA. Madrid: Tecnos.Fernández, 2016). Un libro, en definitiva, necesario para comprender los orígenes de una organización terrorista protagonista de la vida política española durante cincuenta años y que está pensado tanto para la divulgación histórica como para un público académico especializado en violencia política en general o en terrorismo nacionalista vasco en particular.

Referencias[Subir]

[1] 

Alonso, Rogelio. 2017. «Victims of ETA’s terrorism as an interest group: Evolution, influence, and impact on the political agenda of Spain», Terrorism and Political Violence, 29 (6): 985-‍1005. Disponible en: https://doi.org/10.1080/09546553.2015.1096783.

[2] 

Alonso, Rogelio, Florencio Domínguez y Marcos García Rey. 2010. Vidas rotas. Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA. Madrid: Espasa-Calpe.

[3] 

Argomaniz, Javier. 2018. «A battle of narratives: Spanish victims organizations international action to delegitimize terrorism and political violence», Studies in Conflict and Terrorism, 41 (7): 573-‍588. Disponible en: https://doi.org/10.1080/1057610X.2017.1311113.

[4] 

De la Calle, Luis e Ignacio Sánchez-Cuenca. 2004. «La selección de víctimas en ETA», Revista Española de Ciencia Política, 10: 53-‍79.

[5] 

Fernández, Gaizka. 2016. La voluntad del «gudari»: génesis y metástasis de la violencia de ETA. Madrid: Tecnos.

[6] 

Llera, Francisco y Rafael Leonisio. 2015. «Los secuestros de ETA y sus organizaciones afines, 1970-‍1997: una base de datos», Revista Española de Ciencia Política, 37: 141-‍160.

[7] 

Pérez Pérez, José Antonio. 2010. «La memoria de las víctimas del terrorismo en el País Vasco: un proyecto en marcha», en Antonio Rivera y Carlos Carnicero Herreros (eds.), Violencia Política: historia, memoria y víctimas. Madrid: Maia.