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SUMARIO

  1. Referencias

Este libro, Political change in the Middle East and North Africa: After the Arab Spring, merece una valoración extraordinariamente positiva por varios motivos. El primero es su oportunidad, pues como sabe todo investigador en el ámbito de las ciencias sociales (y de los estudios internacionales en particular) hacer un libro con sus exigencias académicas, que responda a la actualidad, pero en perspectiva histórica y evitando el coyunturalismo, tiene su dificultad. Mucho tiempo, mucha energía y gran dedicación. Lo que el mundo anglosajón denomina current affairs para referirnos a temas de gran actualidad, es un campo de minas. La realidad cambia rápidamente, hay que evitar la tentación de hacer lo que algunos historiadores llaman «hacer historia del presente». En este sentido este libro evita muchos escollos, y además abarca diversos campos de lo que su objeto de estudio plantea objetivamente, y que pertenecen a subdisciplinas bastante diferentes en el ámbito de la ciencia política y los estudios internacionales, pero, sobre todo, supone una gran aportación a los estudios de democratización en la región del Norte de África y Oriente Próximo ( ‍Cavatorta, Francesco. 2015. «No democratic Change… and Yet No Authoritarian Continuity: The Inter-paradigm Debate and North Africa After the Uprisings», British Journal of Middle Eastern Studies, 42 (1): 135-‍145. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13530194.2015.973200.Cavatorta, 2015;  ‍Ahmed, Amel and Giovanni Capoccia. 2014. «The Study of Democratization and the Arab Spring», Middle East Law and Governance, 6: 1-‍31. Disponible en: https://doi.org/10.1163/18763375-00601002.Ahmed y Capocia, 2014;  ‍Bellin, Eva. 2012. «Reconsidering the Robustness of Authoritarianism in the Middle East: Lessons from the Arab Spring», Comparative Politics, 44 (2): 127-‍149. Disponible en: https://doi.org/10.5129/001041512798838021.Bellin, 2012). Analicemos brevemente su estructura y contenidos.

La parte primera aborda el marco de análisis del objeto de estudio desde el método comparativo (en nuestra opinión uno de los núcleos esenciales de nuestra metodología, junto con el análisis sistémico) a partir del concepto de «régimen político». Presenta una innovadora propuesta de tipología de regímenes políticos basada en las dimensiones de pluralismo y competencia política, funcionamiento del Gobierno y derechos políticos y libertades públicas. Por otro lado, se expone una igualmente original tipología de procesos de cambio político: de carácter general (democratización y autocratización), y de carácter específico, que afectan a las democracias (instauración democrática, profundización democrática, regresión democrática, consolidación democrática) y a los autoritarismos (liberalización política y progresión autoritaria). Esta conceptualización se entrecruza además con la de las «transiciones regionales», subdisciplina que en nuestra comunidad académica se ha tenido que meter a fondo a partir de la transformación del sistema político mundial en la posguerra fría. Y no es fácil construir un nuevo instrumental a partir del activo (importante, pero de aplicación limitada a ciertos espacios geopolíticos) de las transiciones regionales del Sur de Europa Occidental (1974-‍1975) o del Cono Sur Latinoamericano (1982-‍1990). El esfuerzo es meritorio en una zona geopolítica en la que es de aplicación el concepto de regional conflict complex («complejo regional de conflictos») del Peace Research Institute de Oslo. Es decir, un área geopolítica con continuidad geográfica en la que podemos identificar varios conflictos, cada uno de ellos con autonomía propia suficiente para retroalimentarse, de distinta duración en el tiempo, con amplia capacidad de solapamiento y mutua contaminación, y en la que intervienen con agenda propia poderosos actores regionales o de proyección global.

La parte segunda aborda, de modo clásico y muy sistemático, el análisis de los componentes internos al sistema político de tipo estatal, es decir, a cada régimen político de tipo gubernamental, en función de las dimensiones establecidas en la primera parte teórica-metodológica del libro: pluralismo y competencia política (partidos políticos, procesos electorales); funcionamiento del Gobierno (reformas constitucionales, Gobierno y relaciones de poder y buena gobernanza), y derechos políticos y libertades públicas (sociedad civil y tejido asociativo, libertades y derechos de los ciudadanos y el papel de los medios de comunicación).

La tercera parte, por su lado, completa la aproximación al tema del cambio político con el análisis desde la dimensión internacional, la política exterior, su dimensión regional, y la proyección de actores externos como la Unión Europea y Estados Unidos. Esto es especialmente útil dado que es fundamental no desligar los cambios políticos internos del contexto regional e internacional ( ‍Korany, Bahgat. 2013. «The Middle East Since the Cold War», en Louise Fawcett (ed.), International Relations of the Middle East. Oxford: Oxford University Press.Korany, 2013). A modo de sugerencia constructiva, en una continuación de los trabajos del grupo de autores de este libro, será útil prestar una atención específica al caso de Rusia y el incremento de su peso específico en el conflicto de Siria, dinámica esta cada vez más visible.

Finalmente la cuarta parte aborda sus conclusiones en torno, de nuevo, a una tentativa de balance de las transiciones hoy fallidas en el área geopolítica del mundo árabe o, en concreto, aquella parte que entre 2011 y la actualidad ha conocido diversas variantes del fenómeno de las primaveras árabes (liberalización política, progresiones autoritarias, fragmentación del Estado).

El aparato bibliográfico y de referencias y notas es abrumadoramente completo (en el mejor sentido del término), así como la serie de mapas y tablas. En cuanto a los anexos del apéndice, las tablas de clasificación de Freedom House, Bertelsman, The Economist, etc., tienen en nuestra opinión una utilidad orientativa cierta, ya que hay que valorar el esfuerzo de las instituciones que las han elaborado, pero, como es bien sabido, hay en la academia sectores que nos alertan sobre el (potencialmente) excesivo formalismo de la reducción a tablas numéricas. Se trata, sin embargo, de un debate legítimo que responde al pluralismo metodológico inherente a las ciencias sociales, y que debe ser integrado de modo permanente en nuestro quehacer ( ‍Bogaards, Matthijs. 2009. «How to classify hybrid regimes? Defective democracy and electoral authoritarianism», Democratization, 16 (2): 399-‍423. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13510340902777800.Boogards, 2009;  ‍Munk, Gerardo L. y Jay Verkuilen. 2002. «Conceptualizing and Measuring Democracy. Evaluating Alternative Index», Comparative Political Studies, 1: 5-‍34.Munck and Verkuilen, 2002).

Intentemos proyectar este marco conceptual a los acontecimientos que sacudieron desde principios de 2011 todo el mundo árabe (con muy pocas excepciones), y que plantearon una serie de debates y reflexiones que los especialistas, académicos y analistas no pudieron eludir. Ante todo, y por encima de cualquier otra consideración, pusieron de nuevo sobre la mesa la imprevisibilidad en el terreno de la política, que es una de sus características sustantivas, pero, sobre todo, de la política internacional en el más amplio sentido del término. Las ciencias sociales, la teoría de las relaciones internacionales, la ciencia política o la economía tienen algunas debilidades metodológicas y analíticas, y algunas de ellas son difíciles de corregir o modificar, pero, al menos, hemos de ser conscientes de ellas: lo que estalló en todo el mundo árabe en su día no lo había previsto nadie, ni dentro de los regímenes políticos afectados ni en las sociedades civiles respectivas ni en el mundo occidental ni entre los académicos internacionales más reputados. Esta imprevisibilidad es comparable —puesto el argumento en la perspectiva histórica adecuada y relativizando algunos de sus contenidos— con la caída del Muro de Berlín de 1989, o la simple posibilidad de que la Perestroika de Gorbachev en sus inicios acabara no solo con el mundo bipolar y la guerra fría, sino con el propio régimen político soviético. Atención, la comparación es de valor relativo, y no la hacemos extensiva por supuesto a que las consecuencias hayan de ser las mismas a escala global, mundial. Pero sí vale para reafirmar la imprevisibilidad de la política.

En segundo lugar, llamó la atención en su origen la naturaleza secular, laica, de todos estos movimientos espontáneos en su disparidad, con sus diversas expresiones. Es decir, no solo exigían (de Túnez a El Cairo) libertad, amnistía, elecciones, separación de poderes, prensa libre, legalización de partidos, o lo que es lo mismo, una democracia representativa abierta. Los movimientos que vimos durante meses, eran sobre todo urbanos, lo cual indica que el cleavage (la línea de fractura, divisoria) entre medio urbano y medio rural, o los flujos de creciente urbanización de estos países, han acabado siendo más importantes de lo que parecía inicialmente o que era estudiado solo como un fenómeno de movimientos sociológicos poblacionales. Estos movimientos de revuelta construyeron su legitimidad interna e internacional a partir de ese lenguaje secular de la política antes mencionado: el equivalente de las reivindicaciones de las grandes revoluciones de matriz europea de los últimos dos siglos y medio.

También llamó poderosamente la atención que estos movimientos fueron en su inicio muy transparentes en su simplicidad estructural y organizativa. Eran espontáneos, no parecían previamente organizados (clandestinamente, al tratarse de dictaduras el entorno en que se hubieran movido de haber existido). No estaban encuadrados, preparados, con programa, táctica y estrategia previas, y ninguna organización (islamista o laica) pudo pretender haberlos liderado y encuadrado. Si acaso, como ha sucedido en el caso de crisis de otros regímenes autoritarios y en otras transiciones, fueron apareciendo nuevos partidos y liderazgos diversos, algunos de los cuales han tenido su papel (los Hermanos Musulmanes en Egipto y poco más). Naturalmente, cabía pensar que esta fragmentada pluralidad de opciones políticas buscase un espacio relativo de presencia institucional. Pero hubo un proceso de «selección natural» país por país, y todas las derivaciones, con la excepción de Túnez, han acabado enterrando —de momento—aquella expectativa transnacional inicial.

Cierto, el movimiento tuvo expresiones diversas, pero con un formato subyacente similar: el ya mencionado medio urbano (como marco de actuación), jóvenes, activismo femenino (doblemente significativo en la tradición social del mundo árabe), utilización exhaustiva de las famosas redes sociales y de internet en toda su potencialidad, etc. En algunos casos, el régimen recuperó la iniciativa después de las primeras semanas (como Argelia); en otros, la caída del dictador fue vertiginosa (como Túnez y Egipto); en otros más hubo un interminable forcejeo, y la dictadura devino en guerra civil, actuando, además, como proxy war entre actores regionales, como son el caso de Siria o Yemen para Arabia Saudí e Irán. En ocasiones, finalmente el régimen reconduce su propia autorreforma, como en los casos de Marruecos y Jordania, donde parece jugar un papel esencial el hecho de que la monarquía está muy arraigada socialmente, tiene una alta dosis de legitimidad histórica, sus sociedades civiles son (relativa pero realmente) más autónomas, más «densas» en su expresión.

Finalmente, estamos ante una transición regional en toda regla, sea cual sea la variedad de salidas que veamos caso por caso. El concepto es parecido, pero no idéntico, al de «transición política» en sentido clásico. En ciencia política, existe una larga y sólida tradición de estudios de transiciones entendidas como un cambio de sistema político estatal (gubernamental en sentido amplio), normalmente desde formas autoritarias o dictatoriales a formas de democracia representativa convencional. Las transiciones como cambio de régimen pueden y suelen adoptar variedades distintas y ritmos de consolidación también distintos. El concepto de transición regional tiene otra dimensión, va más allá. Es el caso cuando varios países con continuidad geopolítica entran en transiciones más o menos simultáneas, pero lo hacen por causas internas específicas en cada uno de ellos. El último cuarto del siglo xx fue generoso en transiciones regionales: las del Sur de Europa (España, Grecia y Portugal en 1974 y 1975), las del Cono Sur Latinoamericano (Chile, Argentina y Uruguay entre 1982 y 1990) y, hasta cierto punto, la del bloque postsoviético o bloque del Este (en el mundo bipolar), cuyos efectos se dejan sentir todavía en la actualidad.

Desde nuestro punto de vista, una de las mayores contribuciones de este libro a la temática que aborda, es la de haberse situado en la primera línea de las nuevas formulaciones relativas a los estudios sobre el Mediterráneo y Oriente Medio. Nos referimos al concepto MENA (Middle East and North Africa), que cada vez más think tanks, centros de estudios especializados y departamentos universitarios han incorporado a su aproximación analítica. En efecto, y aunque pueda parecer una obviedad, nuestros estudios sobre la materia venían tradicionalmente lastrados por una línea de fractura o de separación entre el Mediterráneo (al que adjudicábamos una supuesta unidad de estudio que en puridad era más que incierta) y Oriente Medio (que englobaba a la vez la idea de «Próximo Oriente» y un «Oriente Medio» más amplio). La realidad de lo acaecido desde 2011, dentro de la perspectiva de un último cuarto de siglo etiquetado como postbipolar, describe un mundo en mutación constante y nos está espoleando para revisar, profundizar y actualizar nuestros instrumentos de análisis en estudios internacionales (concepto académicamente más amplio y más integrador que el de relaciones internacionales), y con especial atención a la perspectiva de la geopolítica. Este libro es ya una referencia renovadora de calidad indiscutible.

Referencias[Subir]

[1] 

Ahmed, Amel and Giovanni Capoccia. 2014. «The Study of Democratization and the Arab Spring», Middle East Law and Governance, 6: 1-‍31. Disponible en: https://doi.org/10.1163/18763375-00601002.

[2] 

Bellin, Eva. 2012. «Reconsidering the Robustness of Authoritarianism in the Middle East: Lessons from the Arab Spring», Comparative Politics, 44 (2): 127-‍149. Disponible en: https://doi.org/10.5129/001041512798838021.

[3] 

Bogaards, Matthijs. 2009. «How to classify hybrid regimes? Defective democracy and electoral authoritarianism», Democratization, 16 (2): 399-‍423. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13510340902777800.

[4] 

Cavatorta, Francesco. 2015. «No democratic Change… and Yet No Authoritarian Continuity: The Inter-paradigm Debate and North Africa After the Uprisings», British Journal of Middle Eastern Studies, 42 (1): 135-‍145. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13530194.2015.973200.

[5] 

Gause, Gregory F. 2011. «Why Middle East Studies Missed the Arab Spring?» Disponible en: https://fam.ag/1OXAyGB.

[6] 

Korany, Bahgat. 2013. «The Middle East Since the Cold War», en Louise Fawcett (ed.), International Relations of the Middle East. Oxford: Oxford University Press.

[7] 

Munk, Gerardo L. y Jay Verkuilen. 2002. «Conceptualizing and Measuring Democracy. Evaluating Alternative Index», Comparative Political Studies, 1: 5-‍34.