RESUMEN
Este artículo ofrece una teorización del conflicto internacional en la zona gris, un término reciente en la literatura de estudios estratégicos. Para ello se delimita el concepto, identificando sus rasgos definitorios a partir de una revisión de la literatura existente. En segundo lugar, se enmarca el conflicto en la zona gris en la teoría del realismo ofensivo de John Mearsheimer, que estudia la política conflictiva entre grandes potencias y las estrategias utilizadas para incrementar el poder relativo. En tercer lugar, se identifican las líneas de acción estratégica desarrolladas en la zona gris, analizando sus pros y contras. Este tercer objetivo complementa y amplía la propuesta teórica de Mearsheimer, que explica el origen de la rivalidad entre grandes potencias, pero presta menos atención a cómo se desarrolla. De esta forma, el concepto de zona gris halla acomodo en la teoría realista de la política internacional y al mismo tiempo la enriquece.
Palabras clave: relaciones internacionales, estudios estratégicos, conflicto político, zona gris, realismo.
ABSTRACT
This article offers a theorization of the international conflict in the gray zone, a recent term within the literature of strategic studies. To this end, the concept is settled by identifying its defining features based on a review of the existing literature. Secondly, the conflict in the gray zone is framed in John Mearsheimer’s theory of Offensive Realism. It studies the conflictual politics between great powers politics and the strategies they use to increase their power relative to one another. Thirdly, the strategic lines of action developed in the gray zone are identified, and their pros and cons are also analyzed. This third objective complements and extends Mearsheimer’s theoretical proposal, which explains the origin of the rivalry between great powers but pays less attention to the development of this rivalry. Thus, the concept of gray zone finds accommodation within the realist theory of international politics and, at the same time, enriches it.
Keywords: international relations, strategic studies, political conflict, gray zone, realism.
En la comunidad de defensa norteamericana existe cierta indisciplina conceptual —criticada
a menudo por ellos mismos— que lleva a la proliferación de buzzwords, términos de moda de utilidad analítica cuestionable y recorrido habitualmente efímero
( Haass, Richard N. 2017. «13 International Relations Buzzwords That Need to Get Taken
to the Woodshed», Foreign Policy, February 3. Disponible en web:
La idea de fondo es simple y al mismo tiempo oportuna. Son cada vez más frecuentes las alusiones a un retorno a la Guerra Fría, cuando en realidad lo que se señalan son estrategias propias del conflicto en la zona gris, una de cuyas manifestaciones históricas fue precisamente el enfrentamiento bipolar ( Green, Michael, Kathleen Hicks, Zack Cooper, John Schaus y Jake Douglas. 2017. Countering coercion in maritime asia. The theory and practice of gray zone deterrence. Washington D.C.: Center for Strategic and International Studies.Green et al., 2017: 22). El conflicto en la zona gris es un fenómeno antiguo en la política internacional. Que reciba atención bajo ese término es un síntoma más de la creciente rivalidad entre grandes potencias.
La conceptualización del conflicto en la zona gris —al que en adelante nos referiremos
simplemente como «zona gris»— es una tarea en curso. La literatura especializada —en
su mayoría de carácter profesional (militar), no académica— aporta conceptualizaciones
orientadas a la acción y no siempre bien definidas ( Oldham, Chuck. 2015. «SOCOM: navigating the gray zone», Defense Media Network, 23-6-2015. Disponible en web:
Este artículo se propone tres objetivos con el fin de que el término «zona gris» gane en potencia analítica. A tal fin, el trabajo se articula en cuatro apartados: en primer lugar, se delimita el concepto identificando sus rasgos definitorios a partir de una revisión de la literatura existente. En segundo lugar, se enmarca el concepto en una teoría superior en el ámbito de las relaciones internacionales. Para ello se recurre al realismo ofensivo de John Mearsheimer ( Mearsheimer, John J. 2003. The tragedy of great power politics. Nueva York: Norton.2003), que estudia la política conflictiva entre grandes potencias y las estrategias utilizadas para incrementar el poder relativo. En tercer lugar, y siguiendo con la revisión de la literatura sobre zona gris, se identifican las líneas de acción estratégica desarrolladas en él, analizando sus pros y contras. Este tercer objetivo complementa y amplía la propuesta teórica de Mearsheimer, que explica el origen de la rivalidad entre grandes potencias, pero presta menos atención al modo como se desarrolla. De esta forma, el concepto de zona gris halla encaje en la teoría realista de la política internacional y al mismo tiempo la enriquece. Por último, se presentan brevemente los costes y riesgos que entraña el conflicto en la zona gris, sugiriendo a partir de ellos futuras líneas de investigación.
La literatura sobre la zona gris es reciente, apenas tiene cinco años de antigüedad, y en muchos casos no ofrece una definición explícita del concepto, limitándose a señalar sus características principales. Por ello, antes de proponer una definición en este artículo, conviene identificar y sintetizar esos aspectos comunes.
Ambigüedad: ni relaciones pacíficas ni conflicto armado. En el conflicto en la zona gris la competición estratégica entre dos o más Estados
(con sus respectivas diadas conflictivas) discurre por debajo del umbral de violencia
política del conflicto armado menor ( Baqués, Josep. 2017. Hacia una definición del concepto «Gray Zone» (GZ), Documento de Investigación 2/2017. Instituto Español de Estudios Estratégicos.Baqués, 2017: 26). Según la definición del Uppsala Conflict Data Program ( Uppsala Conflict Data Program. 2018. Definitions, Department of Peace and Conflict
Research, Disponible en:
En la zona gris el rol de la fuerza militar puede ir desde lo simbólico —celebración
de grandes maniobras terrestres o vulneraciones del espacio aéreo que constituyan
un show of force con finalidad intimidatoria— hasta acciones que bordean el conflicto armado abierto.
Por ejemplo, el envío de «voluntarios» o de fuerzas militares con nacionalidad oculta en una situación prebélica
o directamente de conflicto armado: desde los famosos «hombrecillos verdes» que ocuparon Crimea en febrero de 2014 a los pilotos rusos en
la guerra de desgaste entre egipcios e israelíes en 1971 o en la de Corea en 1951
( Altman, Daniel W. 2016. «The long history of «green men» tactics and how they were
defeated», War on the Rocks, March 17. Disponible en:
Utilizando como criterio cuantitativo el número de muertes en combate del Uppsala Conflict Data Program resultaría relativamente sencillo delimitar el conflicto en la zona gris del conflicto armado en un año concreto. La verdadera dificultad se encuentra en el otro extremo, en diferenciarlo de lo que se podría entender como decoro internacional, politics as usual, competencia bona fide, etc. En definitiva, de la política que discurre dentro de parámetros ampliamente aceptados. Nos topamos así con criterios inevitablemente subjetivos, y en ello radica precisamente una gran ventaja de esta opción estratégica: su ambigüedad. Una ambigüedad intencionada que dificulta tanto la identificación de las actividades hostiles propias de la zona gris como la articulación de estrategias de respuesta ( Mazarr, Michael J. 2015. Mastering the gray zone: understanding a changing era of conflict. Carlisle: U. S. Army War College Press.Mazarr, 2015: 109-110).
Estrategias multidimensionales. En la literatura actual el conflicto en la zona gris es el espacio por excelencia
del hybrid warfare, otro buzzword nacido en la comunidad de defensa norteamericana, aceptado en su variante de «amenaza híbrida» en declaraciones oficiales de la Alianza Atlántica y de la Unión
Europea ( Colom, Guillem. 2018. «Análisis de la actualidad internacional: contextualizando la
guerra híbrida», Ciber Elcano, 32: 4-9.Colom, 2018). El significado del hybrid warfare ha ido mutando —y abarcando realidades cada vez más diversas— a lo largo de los últimos
años ( Mansoor, Peter R. 2012. «Introduction: hybrid warfare in history», en Williamson Murray
y Peter R. Mansoor (eds.), Hybrid warfare: fighting complex opponents from the ancient world to the present.
Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en:
Pero yendo a lo esencial, en efecto un elemento definitorio del conflicto en la zona
gris es ese empleo intencionado, multidimensional e integrado de diversos instrumentos
de poder: políticos económicos, sociales, informacionales, diplomáticos y también
militares ( Adamsky, Dmitry. 2015. Cross-domain coercion: the current Russian art of strategy. Institut Français des Relations Internationales. Proliferation Papers, 54. Disponible en:
Intereses sustanciales en juego. El conflicto gira en torno a intereses altamente valorados por quien se adentra en
la zona gris. Los beneficios esperados superan los costes de abandonar la vía diplomática
convencional, de cruzar eventuales líneas rojas o de testearlas. Dicha determinación
constituye una ventaja si coincide con una «asimetría de intereses», gracias a la cual el Estado con menor cuota de poder relativo
puede llegar a imponerse al asumir mayores sacrificios y riesgos que los que está
dispuesto a soportar su rival por unos objetivos que no valora de la misma manera
( Green, Michael, Kathleen Hicks, Zack Cooper, John Schaus y Jake Douglas. 2017. Countering coercion in maritime asia. The theory and practice of gray zone deterrence.
Washington D.C.: Center for Strategic and International Studies.Green et al., 2017: 30). El efecto de la asimetría de intereses también se aprecia fuera de la zona gris,
en conflictos armados donde el débil vence al fuerte por razones similares ( Mack, Andrew. 1975. «Why big nations lose small wars: the politics of asymmetric conflict»,
World Politics, 27 (2): 175-200. Disponible en:
Gradualismo. Se trata de un conflicto a largo plazo donde abundan las acciones concebidas e interconectadas
para lograr progresos de manera paulatina ( Kapusta, Philip. 2015. «The gray zone», Special Warfare, 28 (2): 19-25.Kapusta, 2015: 22). Ese gradualismo es una adaptación táctica que pretende evitar respuestas contundentes
al tiempo que va modificando la situación estratégica por suma de efectos ( Mazarr, Michael J. 2015. Mastering the gray zone: understanding a changing era of conflict. Carlisle: U. S. Army War College Press.Mazarr, 2015: 38; Echevarria, Antulio J. 2016. Operating in the gray zone: an alternative paradigm for U.S. military strategy. Carlisle: U. S. Army War College Press.Echevarría, 2016: 11). El gradualismo refuerza la ambigüedad, pues la gravedad última y la interrelación
de las distintas acciones no siempre resulta obvia a los decisores políticos del rival,
a sus aliados y a sus respectivas opiniones públicas ( Schadlow, Nadia. 2014. «Peace and War: The Space Between», War on the Rocks, 18-8-2014. Disponible en:
A partir de estos cuatro elementos comunes en la literatura, se puede deducir la siguiente definición: la zona gris es un espacio intermedio en el espectro de conflicto político que separa la competición acorde con las pautas convencionales de hacer política, del enfrentamiento armado directo y continuado. El conflicto en la zona gris gira en torno a una incompatibilidad relevante para al menos uno de los actores. Las estrategias utilizadas son multidimensionales, de implementación gradual y con objetivos a largo plazo.
La literatura sobre el conflicto en la zona gris apenas profundiza sobre sus causas estructurales. Se entienden por ellas los factores del sistema internacional que impulsan o desincentivan que la competencia entre Estados discurra en dicha franja del conflicto; no las causas específicas de un conflicto concreto en los niveles del individuo y del Estado —primera y segunda imagen de Kenneth Waltz ( Waltz, Kenneth N. 2001. Man, the state and war. a theoretical analysis. Nueva York: Columbia University Press. 2001: 1-15), fundamentales en estudios de caso, pero con menos utilidad para la generalización de la teoría—.
Para estudiar ese origen en este artículo se ha optado por el realismo estructural, y en concreto por el realismo ofensivo de John Mearsheimer ( Mearsheimer, John J. 2003. The tragedy of great power politics. Nueva York: Norton.2003). Llamativamente apenas se hace referencia a él en la literatura consultada sobre zona gris, lo cual es destacable porque, si bien el auge de la cooperación entre Estados y el mayor rol de las organizaciones internacionales en los años posteriores a la Guerra Fría invita a aplicar enfoques propios de la tradición liberal —como la paz democrática, la interdependencia compleja o el neoinstitucionalismo—, el carácter crecientemente competitivo de la política internacional en nuestros días recuerda la validez de los principales postulados realistas.
Como es lógico, en política internacional no existe una «teoría del todo» que explique satisfactoriamente la enorme complejidad de las interacciones
que se producen en ella, y por tanto se ha de recurrir a teorías concretas que ayudan
a entender determinadas dimensiones de dicha complejidad. El realismo ofensivo es
una de las teorías con mayor capacidad explicativa en lo que se refiere al conflicto
entre grandes potencias ( Toft, Peter. 2005. «John J. Mearsheimer: an offensive realist between geopolitics
and power», Journal of International Relations and Development, 8: 381-408. Disponible en:
Para los realistas estructurales, el sistema internacional se encuentra determinado
por dos factores: 1) la anarquía internacional —ausencia de una autoridad supranacional
que garantice de manera efectiva la seguridad de los Estados— y 2) la distribución
de poder relativo entre los Estados. Según Waltz ( Waltz, Kenneth N. 2010. Theory of international politics. Long Grove, Illinois: Waveland Press Inc.2010: 127-128), los Estados permanecen atentos al equilibrio de poder para evitar la aparición
de potencias hegemónicas. Cuando el equilibrio se rompe, los Estados con menos cuota
de poder tienden a coaligarse para restaurarlo, por lo que una estrategia que persiga
la hegemonía resulta a la larga contraproducente pues provocará el contrapeso del
resto de actores. La estructura del sistema ofrece pocos incentivos para incrementar
el poder sin medida. Este razonamiento de Waltz es compartido por otros autores realistas
como Barry R. Posen ( Posen, Barry R. 1984. The sources of military doctrine: France, Britain, and Germany between the World Wars.
Ithaca, N.Y.: Cornell University Press.1984), Jack Snyder ( Snyder, Jack. 1991. Myths of empire. Domestic politics and international ambition. Nueva York: Cornell University.1991), Charles L. Glaser ( Glaser, Charles L. 1994. «Realists as optimists: cooperation as self-help», International Security, 19 (3): 50-90. Disponible en:
Mearsheimer cuestiona este planteamiento, al que califica de «realismo defensivo», y ofrece una explicación alternativa a la que da el nombre de
«realismo ofensivo» ( Mearsheimer, John J. 2003. The tragedy of great power politics. Nueva York: Norton.2003: 1-5; Mearsheimer, John J. 2011. «Realists as idealists», Security Studies, 20 (3): 424-430. Disponible en:
Tras identificar la unidad de análisis, Mearsheimer establece cinco principios ( Mearsheimer, John J. 2003. The tragedy of great power politics. Nueva York: Norton.2003: 30-32):
El sistema internacional es anárquico; lo cual no es sinónimo de caos y desorden, sino ausencia de una autoridad centralizada por encima de los diferentes Estados.
Por definición, las grandes potencias disponen de capacidades militares ofensivas con las que dañar gravemente a las demás.
Los Estados no conocen con seguridad las intenciones de los otros Estados. Quizás no sean hostiles, pero la incertidumbre resulta inevitable. A la vez, las intenciones benignas pueden tornarse inamistosas al cabo del tiempo.
La supervivencia constituye el objetivo básico de cualquier gran potencia, y más en concreto conservar su integridad territorial y su soberanía política.
Las grandes potencias se comportan como actores racionales, son conscientes de lo que ocurre en su entorno y calculan estratégicamente para sobrevivir en él.
Según Mearsheimer, la interrelación de estos cinco principios agudiza la competición y el recelo mutuo (ibid.: 32-34). Las grandes potencias pueden dañarse entre sí, no conocen con certeza las intenciones ajenas y no hay una autoridad externa de la que esperar protección. Ante una agresión, otros Estados ayudarán o no al atacado en función de sus respectivos intereses. El miedo los lleva a prestar atención a la distribución de poder en el sistema. Las grandes potencias solo se sienten seguras cuando son más poderosas que el resto, y como resulta difícil calcular el nivel «adecuado» de poder —no solo ahora sino en el medio y largo plazo—, cada una se siente impulsada a maximizar su cuota, a convertirse en abrumadoramente superior al resto de países o, dicho de otro modo, a erigirse en la potencia hegemónica de su región geográfica.
A su vez, las potencias que alcanzan la hegemonía procuran evitar la aparición de competidores dentro de su misma región, así como de potencias hegemónicas en otras regiones que les hagan sombra en el sistema internacional global o que puedan inmiscuirse en su área de influencia ( Mearsheimer, John J. 2014. «Why the Ukraine crisis is the West»s fault», Foreign Affairs, 93 (5): 1-12.Mearsheimer, 2014: 5-6). Para abortar el surgimiento de esos peer competitors las grandes potencias pueden actuar como «equilibradores de ultramar» (offshore balancers). Esa ha sido en parte —y debería ser aún más según Mearsheimer— la política seguida por Washington al fomentar el equilibrio contra Irán en Oriente Medio, contra Rusia en su antigua esfera de influencia en Europa del Este y Asia Central, y frente a China en Asia Pacífico ( Mearsheimer, John J. y Stephen M. Walt. 2016. «The case for offshore balancing. A superior U.S. grand strategy», Foreign Affairs, 95 (4): 70-83.Mearsheimer y Walt, 2016: 82-83). Desde este punto de vista, podríamos sospechar que una Unión Europa cohesionada y con voz única en el plano exterior tampoco resultaría acorde con los intereses norteamericanos.
Para el realismo ofensivo la competición es permanente. Las potencias que han alcanzado
la hegemonía regional procuran aumentar la distancia frente a potenciales competidores
regionales y hacen lo posible para que no surjan pares en otras regiones del planeta.
Es importante destacar este punto ya que la mayoría de la literatura norteamericana
sobre el conflicto en la zona gris atribuye su ejercicio a potencias revisionistas
—con nombre y apellidos: Rusia, China, Irán y Corea del Norte—, cuando lo cierto es
que Estados Unidos también emplea estrategias propias de la zona gris ( Robinson, Linda, Todd C. Helmus, Raphael S. Cohen, Alireza Nader, Andrew Radin, Madeline
Magnuson y Katya Migacheva. 2018. Modern political warfare. Current practices and possible responses. Santa Monica, CA: RAND Corporation. Disponible en:
Pasando a las estrategias, Mearsheimer señala que la guerra ha sido el principal medio
de expansión territorial y de aumento de poder relativo a lo largo de la historia
(ibid.: 168-233), aunque también reconoce que cada vez resulta más excepcional (ibid.: 147-152). No espera que una potencia en ascenso como China vaya a recurrir a la guerra
de conquista contra sus vecinos en las próximas décadas ( Brzezinski, Zbigniew y John J. Mearsheimer. 2005. «Clash of the Titans», Foreign Policy, 146: 46-51.Brzezinski y Mearsheimer, 2005: 48). Coincide así, en líneas generales, con los autores realistas defensivos, para quienes
la expansión territorial por la fuerza constituye una estrategia contraproducente,
por la destrucción que provoca —y el enorme riesgo que entraña si los contendientes
poseen armas nucleares— y por la resistencia que ofrecen las poblaciones a la ocupación
( Snyder, Jack. 1991. Myths of empire. Domestic politics and international ambition. Nueva York: Cornell University.Snyder, 1991; Walt, Stephen M. 2011. «Nationalism rules», Foreign Policy, 15-7-2011. Disponible en:
Pero lo habitual es que las potencias recurran a modos menos violentos. A veces frenan el ascenso de otras potencias —que tratan de incrementar el poder a su costa o de terceros— mediante estrategias de disuasión y de contención. En ese rol defensivo —pero explicable dentro del marco teórico del realismo ofensivo— los Estados pueden optar por el equilibrio de poder o por pasar la carga a otros (buck-passing). Con el primero, un Estado se suma a una coalición, mientras que en el segundo da un paso atrás para que otros asuman el contrapeso. El buck-passing es una estrategia eficiente porque desgasta al resto de potencias de manera indirecta —aumentando el poder relativo propio sin asumir costes— y porque permite secuenciar los esfuerzos en caso de que haya que hacer frente a varios rivales. No obstante, entraña riesgos políticos por pérdida de influencia y por la posibilidad de que el contrapeso de los demás no logre frenar el ascenso de un rival (ibid.: 157-159).
Las grandes potencias también pueden recurrir al chantaje, tratando de obtener ganancias mediante la coerción sin emplear la fuerza a gran escala (ibid.: 138-139). En la literatura de estudios estratégicos es conocido como compellence ( Schelling. Thomas C. 1966. Arms and influence. New Haven, CT: Yale University Press.Schelling, 1966: 100). Puede funcionar en la interacción entre una gran potencia y un Estado menos poderoso, pero no tanto entre grandes potencias. Mearsheimer habla por último de una estrategia de desgaste del rival (bloodletting), generalmente en conflictos armados por delegación (proxy war). Es fácil recordar ejemplos de la Guerra Fría en Corea, Vietnam y Afganistán. Ambas estrategias —chantaje y desgaste— son perfectamente encuadrables en el conflicto en la zona gris aunque Mearsheimer no utilice explícitamente el término.
Se ha criticado a Mearsheimer por reducir demasiado el análisis al poder militar,
descuidando otras herramientas de coerción, como por ejemplo las de carácter económico
( Toft, Peter. 2005. «John J. Mearsheimer: an offensive realist between geopolitics
and power», Journal of International Relations and Development, 8: 381-408. Disponible en:
Y, viceversa, la propuesta de Mearsheimer explica desde el nivel de análisis del sistema internacional —con la capacidad de generalización que esto entraña— por qué los Estados recurren al conflicto en la zona gris. Como se ha señalado al principio del epígrafe, se trata de un aspecto relevante no cubierto por la mayor parte de esta literatura, que tiende a ver esa competencia internacional como algo dado sin atender a su origen. La teorización del conflicto en la zona gris gana en profundidad explicativa desde el punto de vista causal al enmarcarse en el realismo ofensivo.
Toda estrategia debe ajustarse a un equilibrio entre fines, modos y medios ( Gray, Colin S. 2013. Perspectives on strategy. Oxford: Oxford University Press. Disponible en:
Respaldo a la oposición política del Gobierno adversario para generar confusión, agudizar fracturas y perturbar sus procesos de toma de decisiones. A día de hoy puede observarse en el respaldo mediático de Moscú a diversos partidos de extrema derecha anti-UE ( Kramer, Franklin D. y Lauren M. Speranza. 2017. Meeting the Russian hybrid challenge a comprehensive strategic framework. Washington, D. C.: Atlantic Council.Kramer y Speranza, 2017: 13-14). En la historia del siglo xx abundan ejemplos más burdos de subversión política, y no solo durante el periodo de la Guerra Fría. Así, en 1901 Estados Unidos instigó una revuelta armada en los territorios colombianos del actual Panamá para favorecer su independencia y asegurar la construcción del Canal y el control de su área adyacente ( Freier, Nathan. 2016. Outplayed: regaining strategic initiative in the gray zone. Carlisle: U. S. Army War College Press. Freier, 2016: 65).
En el nivel de menor intensidad de esta línea estratégica el apoyo se traduce en el mero respaldo político y mediático, y en el nivel más elevado en ayuda financiera o suministro de otro tipo de recursos necesarios para la actividad política opositora. Aquí se observa una vez más la ambigüedad. Objetivamente, en su nivel inferior, este tipo de actividades no tendrían por qué ser necesariamente hostiles, ni considerarse una injerencia en los asuntos internos de otro país. Pero en la zona gris cumplen un rol en combinación con otras líneas de acción estratégica.
No es ningún secreto que la multiplicidad de actores y la complejidad de los problemas
dificultan cada vez más la labor de gobierno democrático tanto a nivel estatal como
supranacional, por ejemplo, en la Unión Europea o la Alianza Atlántica. Al mismo tiempo,
la consabida urgencia del presente —con ciclos de información ininterrumpidos durante
las veinticuatro horas del día—, unida al cortoplacismo marcado por el calendario
electoral lleva a descuidar la planificación y el compromiso a largo plazo ( European Strategy and Policy Analysis System. 2015. Global trends to 2030: Can the EU meet the challenges ahead? Luxemburgo: Publications Office of the European Union.ESPAS, 2015: 63). Estas circunstancias favorecen las acciones de zona gris destinadas a provocar
disfunciones en los procesos de decisión política rivales. La ventaja es mayor cuando
el actor que opta por el conflicto en la zona gris posee un proceso de toma de decisiones
débilmente institucionalizado —sin controles y contrapesos propios de los sistemas
democráticos— y no se siente constreñido por consideraciones éticas o legales ( Kofman, Michael. 2017. «The Moscow school of hard knocks: key pillars of Russian strategy»,
War on the Rocks, 17-1-2017. Disponible en:
Operaciones de influencia sobre la opinión pública internacional y sobre la opinión
pública del adversario, construyendo y difundiendo metanarrativas —en lo posible de manera encubierta, a través
de terceros— que afecten a los procesos políticos de otros Estados, favoreciendo los
intereses de quien las promueve y deslegitimando las instituciones del bando rival.
Es una línea de acción estratégica estrechamente vinculada a la anterior. Dichos metarelatos
se difunden en el espacio público mediante informaciones sesgadas o falsas dirigidas
a audiencias objetivo, favorables a esos puntos de vista. Este empeño puede verse
amplificado en las redes sociales por la sinergia con otros individuos y grupos que
compartan un adversario común o una causa semejante ( Kragh, Martin y Sebastian Åsberg. 2017. «Russia’s strategy for influence through public
diplomacy and active measures: the Swedish case», Journal of Strategic Studies, 40 (6): 773-816. Disponible en:
Al igual que en el punto anterior, las circunstancias del presente y las tendencias
futuras ofrecen nuevas oportunidades en comparación con situaciones previas de zona
gris, como la ya mencionada Guerra Fría, donde Estados Unidos y la Unión Soviética
hicieron amplio uso de las operaciones de influencia ( Snyder, Alvin A. 1997. Warriors of disinformation: American propaganda, soviet lies, and the winning of the
cold war: an insider»s account. Nueva York: Arcade Publishing.Snyder, 1997; Cull, Nicholas J. 2008. The Cold War and the United States information agency: American propaganda and public
diplomacy, 1945-1989. Nueva York: Cambridge University Press. Disponible en:
Coerción económica, mediante prácticas comerciales y financieras que refuercen la presión política. De
nuevo se constata una gradación que va desde decisiones perfectamente legales y legítimas
sobre la compra o venta de ciertos productos, a medidas de mayor calado como sanciones
económicas o bloqueos ( Mazarr, Michael J. 2015. Mastering the gray zone: understanding a changing era of conflict. Carlisle: U. S. Army War College Press.Mazarr, 2015: 59). Por ejemplo, en 2010 China suspendió temporalmente las ventas de minerales raros
a Japón después de que los guardacostas nipones detuvieran a unos pescadores chinos
en el marco de una disputa por aguas territoriales ( Lai, Christina. 2018. «Acting one way and talking another: china»s coercive economic
diplomacy in East Asia and beyond», The Pacific Review, 31 (2): 169-187. Disponible en:
Ciberataques contra entidades públicas y privadas, que además de amedrentar y generar confusión en el proceso de toma de decisiones políticas,
airean la vulnerabilidad del adversario ( Baqués, Josep. 2017. Hacia una definición del concepto «Gray Zone» (GZ), Documento de Investigación 2/2017. Instituto Español de Estudios Estratégicos.Baqués, 2017: 22; Wirtz, James J. 2017. «Life in the “gray zone”: observations for contemporary strategists»,
Defense and Security Analysis, 33 (2), 106-114. Disponible en:
Acciones agresivas de inteligencia. Por extraño que suene, las actividades de inteligencia de unos Estados sobre otros
forman parte de la política normal pues por estrechas que sean las relaciones suele
haber terrenos de competencia política o económica donde la inteligencia proporciona
ventaja competitiva ( Lowenthal, Mark M. 2012. Intelligence: from secrets to policy. Washington, D. C.: CQ Press.Lowenthal, 2012: 2-4). Sin embargo, en la zona gris esas actividades se tornan más agresivas: numerosos
intentos de infiltración de los servicios rivales, campañas extensivas de ciberespionaje
de entidades públicas y privadas del rival, acoso y expulsión de agentes, asesinato
de defectores, etc. ( Freier, Nathan. 2016. Outplayed: regaining strategic initiative in the gray zone. Carlisle: U. S. Army War College Press. Freier, 2016: 39). El envenenamiento con un arma química de un antiguo agente de los servicios de
inteligencia rusos y de su hija en Reino Unido en marzo de 2018 sería un ejemplo de
ese tipo de prácticas ( Stewart, Scott. 2018. «Russia sends a chilling message with its latest chemical attack»,
Stratfor, 13-3-2018. Disponible en:
Disuasión militar coercitiva. Tradicionalmente en los estudios estratégicos coerción (compellence) y disuasión (deterrence) se han entendido como conceptos en cierto modo contrapuestos: amenaza o empleo limitado
de la fuerza para que otro actor haga una cosa (coerción) o no haga otra (disuasión).
Sin embargo, son complementarios pues dicha amenaza o empleo limitado de la fuerza
puede incluir esa doble finalidad ( Echevarria, Antulio J. 2016. Operating in the gray zone: an alternative paradigm for U.S. military strategy. Carlisle: U. S. Army War College Press.Echevarría, 2016: 201-21). Aquí se aprecia una vez más la ambigüedad: lo que objetivamente es presentado como
una medida puramente disuasoria y defensiva contiene además un sutil mensaje coercitivo.
Por ejemplo, publicitando maniobras a gran escala cerca de la frontera de otro país,
probando ostensiblemente nuevos sistemas de armas (misiles balísticos por parte de
Irán), o violando repetidamente el espacio marítimo o aéreo de los vecinos, como por
ejemplo hace Rusia en el Báltico ( Adamsky, Dmitry. 2015. Cross-domain coercion: the current Russian art of strategy. Institut Français des Relations Internationales. Proliferation Papers, 54. Disponible en:
Hechos consumados, obteniendo una determinada ganancia en un solo paso y sin intención de retroceder. Alteran súbitamente el statu quo y colocan al adversario en una posición incómoda: ya no se trata de que las cosas sigan como siempre, sino de forzar un retorno a la situación previa. El fait accompli constituye además un fracaso puntual de la disuasión y un cuestionamiento de su validez en futuras ocasiones. La voluntad política y la capacidad militar que parecían firmes quedan en tela de juicio ( Schelling. Thomas C. 1966. Arms and influence. New Haven, CT: Yale University Press.Schelling, 1966: 44-45).
Para que el hecho consumado funcione la ganancia obtenida ha de ser limitada, de modo
que la víctima prefiera dejarlo pasar a iniciar una escalada que puede acabar en guerra.
Los hechos consumados son una estrategia común a la hora de ocupar territorios disputados
entre dos o más Estados: entre 1918 y 2007 se produjeron 88 casos de ocupación militar
unilateral de determinados territorios (63 de ellos después de 1945), 44 de los cuales
dieron lugar a ganancias territoriales permanentes ( Altman Daniel W. 2018. «Advancing without attacking: the strategic game around the
use of force», Security Studies, 27 (1): 58-88. Disponible en:
Sliced salami tactics, concatenando acciones de bajo perfil que proporcionan ganancias graduales y que a
la vez dificultan una reacción severa por parte del adversario ( Mazarr, Michael J. 2015. Mastering the gray zone: understanding a changing era of conflict. Carlisle: U. S. Army War College Press.Mazarr, 2015: 34-36). En cierto modo, son una suma de pequeños hechos consumados. Su reducida entidad
no justifica el empleo de la fuerza y deja margen al arreglo diplomático de las diferencias;
mientras que si se ejecutasen de una vez abocarían a una crisis o incluso a una guerra.
Son tácticas de erosión que además de generar ganancias degradan la credibilidad de
la disuasión contraria. Con cada movimiento disminuye la probabilidad de que el adversario
reaccione si no ha hecho nada hasta ese momento ( Schelling. Thomas C. 1966. Arms and influence. New Haven, CT: Yale University Press.Schelling, 1966: 66-68). Un ejemplo sería la construcción de islas artificiales con instalaciones militares
y la creación de zonas de identificación de defensa aérea por parte de Pekín en el
mar del Sur de China tratando de afirmar su soberanía sobre esos espacios ( Cooper, Zack y Andrew Shearer. 2017. «Thinking clearly about China»s layered Indo-Pacific
strategy», Bulletin of the Atomic Scientists, 73 (5): 305-311. Disponible en:
Los hechos consumados y las tácticas salami son aún más atractivos si quien los protagoniza
tiene el control de la escalada y cuenta con capacidades militares suficientes para
imponerse en el nivel superior de conflicto. Siguiendo con el ejemplo anterior, el
desarrollo de capacidades militares antiacceso y de denegación de área (A2/AD en sus
iniciales anglosajonas) por parte de China en el mar del Sur incrementa las probabilidades
de victoria en un conflicto limitado con la US Navy en la región y da más margen a
la asertividad de China en la zona gris ( Gompert, David C., Astrid Stuth Cevallos y Cristina L. Garafola. 2016. War with China. Thinking through the unthinkable. Santa Monica CA: RAND Corporation. Disponible en:
Guerras por delegación (proxy wars), donde se apoya militarmente a un Gobierno o a un actor armado no estatal en contra
de un rival estratégico. La diada conflictiva tiene lugar en la zona gris porque no
hay combates directos entre ambos Estados. Al igual que en las otras líneas de acción
estratégica es posible una gradación de menos a más, que iría desde apoyar financieramente
y prestar refugio a un tercero, a desplegar fuerzas militares propias como asesores
no combatientes —o incluso combatiendo como «voluntarios» o con nacionalidad falsa— en el propio teatro de operaciones ( Altman, Daniel W. 2016. «The long history of «green men» tactics and how they were
defeated», War on the Rocks, March 17. Disponible en:
El empleo coordinado, integral y sincronizado de las líneas de acción estratégica
que se acaban de exponer proporciona ventaja frente un rival cuya estrategia defensiva
se base fundamentalmente en la disuasión militar clásica, lineal y poco flexible frente
al gradualismo y ambigüedad de las actividades en la zona gris. En el corto plazo
las pérdidas no son de tal calado ni la amenaza se presenta con la suficiente nitidez
y magnitud como para dar por fracasada la disuasión y abandonar la diplomacia ( Wirtz, James J. 2017. «Life in the “gray zone”: observations for contemporary strategists»,
Defense and Security Analysis, 33 (2), 106-114. Disponible en:
Pero adentrarse en la zona gris tampoco es una opción sin costes ni libre de riesgos. De hecho, sus líneas de acción pueden acabar generando reacciones por parte del resto de países que en último término debiliten la posición militar, política y económica de quien recurre a ellas ( Mazarr, Michael J. 2015. Mastering the gray zone: understanding a changing era of conflict. Carlisle: U. S. Army War College Press.Mazarr, 2015: 71). En los casos más extremos las ganancias obtenidas mediante la ambigüedad y gradualismo pueden llevar a errores de cálculo sobre la seriedad de las líneas rojas del contrario y sobre la credibilidad de su disuasión ( Freier, Nathan. 2016. Outplayed: regaining strategic initiative in the gray zone. Carlisle: U. S. Army War College Press. Freier, 2016: 27). Un ejemplo histórico fue la sorpresa de Hitler ante la declaración de guerra de Reino Unido y Francia tras la invasión de Polonia. Las acciones graduales del Tercer Reich en Austria, los Sudetes y Checoslovaquia alimentaron una peligrosa autocomplacencia en los mandatarios nazis que les llevó a malinterpretar las advertencias francesas y británicas en las últimas semanas de agosto de 1939 ( Mazarr, Michael J. 2015. Mastering the gray zone: understanding a changing era of conflict. Carlisle: U. S. Army War College Press.Mazarr, 2015: 109-111).
Con el fin de sistematizar los riesgos de la zona gris, en la tabla 1 se comparan las posibles líneas de actuación con eventuales réplicas.
Acciones y respuestas en la zona gris
Estrategias propias del conflicto en la zona gris | Posibles réplicas de los otros Estados |
---|---|
Respaldo a la oposición política del Gobierno rival para generar confusión, agudizar fracturas y perturbar sus procesos de toma de decisiones | Contrainteligencia sobre actividades subversivas; fomentar la transparencia de la financiación de partidos y otros actores políticos: desenmascaramiento público del apoyo a grupos o partidos antisistema; apoyo a grupos de oposición del rival como represalia; denunciar públicamente la eventual corrupción y déficits democráticos del rival |
Operaciones de influencia sobre la opinión pública internacional y sobre la opinión pública del adversario | Desenmascaramiento rápido y continuado de las noticias falsas dañando la imagen del Gobierno que las promueve; descrédito de los medios de comunicación —sobre todo estatales— que las difunden; formación de las élites políticas y de la Administración frente a las operaciones de influencia; fomentar la conciencia social frente a la desinformación |
Coerción económica | Diversificación en otros mercados para evitar dependencia estratégica; fortalecer la interdependencia económica con países aliados |
Ciberataques contra entidades públicas y privadas | Condena política pública; represalias legales; mejora de los sistemas de protección de TIC frente a nuevos ataques |
Acciones agresivas de inteligencia | Contrainteligencia; expulsión de diplomáticos |
Demostraciones de fuerza con intención coercitiva | Rearme para equilibrar las capacidades militares; formación y/o fortalecimiento de alianzas de contrapeso |
Hecho consumado | Condena por parte de organizaciones internacionales: diplomacia coercitiva a través de sanciones económicas e incluso de empleo limitado de la fuerza para obligar el retorno al statu quo |
Tácticas salami | No reconocimiento de las ganancias a través de medidas diplomáticas o militares de carácter simbólico; trazado de líneas rojas; fortalecimiento de las alianzas ante conductas percibidas como agresivas |
Guerra por delegación | Condena por parte de organizaciones internacionales; sanciones económicas; ataques armados contra fuerzas desplegadas sobre el terreno; pérdida de control de los proxies |
Fuente: elaboración propia.
Es importante destacar que las diversas estrategias de respuestas, que aparecen separadas en la tabla por razones de claridad expositiva, han de tener un carácter integral y sinérgico al aplicarse en la realidad, acorde con el conocido como comprehensive approach ( Aaronson, Michael, Sverre Diessen, Yves De Kermabon, Mary Beth Long y Michael Miklaucic. 2011. «NATO Countering the Hybrid Threat», PRISM, 2 (4): 111-124.Aaronson et al., 2011: 116-121). Sería objeto de otro artículo desarrollar cada una de las estrategias de réplica a las acciones en la zona gris. No obstante, conviene comentar, aunque sea brevemente, las posibles respuestas a las cuatro últimas por tratarse de las más reconocibles y las que mayor riesgo entrañan de que un conflicto en la zona gris escale a otro de naturaleza armada.
La demostración de fuerza coercitiva puede acabar incrementando el poder relativo
del rival, incentivando su rearme o la mejora de su política de alianzas. Por ejemplo,
las repetidas violaciones del espacio aéreo de los Países Bálticos por aviones militares
rusos motivaron hace años el despliegue permanente de una fuerza de policía aérea
de la OTAN que se mantiene en la actualidad, lo cual supone ciertamente un coste para
los aliados, pero a la vez una presencia incómoda para el propio Kremlin. En casos
extremos las demostraciones de fuerza coercitivas pueden provocar una escalada por
parte del otro actor con riesgo asumido —conocida en la literatura de los estudios
estratégicos como brinkmanship ( Altman Daniel W. 2018. «Advancing without attacking: the strategic game around the
use of force», Security Studies, 27 (1): 58-88. Disponible en:
Más peligrosos resultan los hechos consumados ( Van Evera, Stephen.1998. «Offense, defense, and the causes of war», International Security, 22 (4): 5-43. Disponible en:
Por otro lado, la respuesta canónica al fait accompli es la diplomacia coercitiva, que consiste en el empleo de la amenaza y, llegado el caso, de un nivel limitado de fuerza con el propósito de que un actor interrumpa una línea de acción y/o vuelva a la situación previa a la alteración del statu quo ( George, Alexander. 1994. «Coercive Diplomacy: Definition and Characteristics», en Alexander George y William E. Simons (eds.). The Limits of Coercive Diplomacy. Boulder CO: Westview Press.George, 1994: 8). Si el transgresor no cede y la otra parte aumenta el nivel de fuerza, la situación puede acabar en un conflicto armado en toda regla. Según Peter Viggo Jakobsen ( Jakobsen, Peter V. 2007. «Coercive Diplomacy», en Alan Collins (ed.), Contemporary Security Studies. Oxford: Oxford University Press.2007: 235-244), de veintiún casos de diplomacia coercitiva entre Estados occidentales y diversos actores que traspasaron el statu quo, cuatro acabaron en guerra y tres tuvieron éxito, pero con empleo limitado de la fuerza. El resto fracasó o cosecharon éxitos parciales con reincidencias posteriores; solo uno terminó con un retorno al statu quo sin requerir empleo alguno de violencia.
Cuando el objeto de la diplomacia coercitiva es una gran potencia el riesgo de guerra
disminuye —por las graves consecuencias que entraña—, pero aun así los costes pueden
ser elevados, por ejemplo, en forma de sanciones económicas. El presidente Putin reconocía
en 2016 que las sanciones estaban perjudicando seriamente al acceso a los mercados
financieros internacionales y a muy grandes rasgos —hay otros factores como el bajo
precio del petróleo— se estima que han reducido entre un 2 % y un 0,5 % el crecimiento
del PIB ruso ( Nelson Rebecca M. 2017. «U. S. Sanctions and Russia’s Economy», Congressional Research Service, 17-2-2017. Disponible en:
Por otra parte, el trazado de líneas rojas precisas y reconocibles desincentiva los
hechos consumados. Lo mismo se puede aplicar a las tácticas salami si dichas líneas
abarcan aspectos parciales cuya defensa uno a uno no resulta creíble. En cuanto a
estas últimas, se pueden contrarrestar mediante pequeñas acciones que, sin suponer
una escalada del conflicto, transmitan un mensaje de no reconocimiento de los pequeños
avances y reafirman el mantenimiento del statu quo. Por ejemplo, de vez en cuando buques de la US Navy navegan y realizan ejercicios a
una incómoda distancia de los islotes artificiales chinos en el mar del Sur —en concreto,
dentro de las doce millas— con el fin de negar el estatus de territorio de soberanía
que pretende concederles Pekín ( Holmes, James R. y Toshi Yoshihara. 2017. «Deterring China in the ‘gray zone’: lessons
of the South China Sea for U.S. alliances», Orbis, 61 (3): 322-339. Disponible en:
Por todo ello, el aparente éxito de las tácticas salami —y más aún de los hechos consumados— puede activar y reforzar a la larga los mecanismos de disuasión del oponente, en conformidad con lo que Luttwak ( Luttwak, Edward N. 2005. Para bellum: la estrategia de la paz y de la guerra. Madrid: Siglo xxi.2005: 7-9) denomina la lógica paradójica de la estrategia. Precisamente porque esas medidas funcionan el rival tratará de contrarrestar su efectividad. Y un modo de hacerlo consiste en mantener o recuperar el control de la escalada en el nivel superior a la zona gris mediante el desarrollo de capacidades militares que favorezcan la victoria en un conflicto armado limitado o incluso a gran escala.
Finalmente, la guerra por delegación es la línea de acción estratégica, si no más arriesgada —aunque también entrañe peligros—, sí la que mayor coste supone. Son varios los motivos: la elevada factura de un esfuerzo militar sostenido, el path dependency que obliga a seguir invirtiendo para justificar los esfuerzos realizados y evitar la imagen de derrota o debilidad, lo difícil de trabajar con aliados que persiguen su propia agenda y la posibilidad de que la potencia oponente responda con otra proxy war en otro escenario de conflicto ( Dalton, Melissa G. 2017. «How Iran’s hybrid-war tactics help and hurt it», Bulletin of the Atomic Scientists, 73 (5): 312-315.Dalton, 2017: 314).
Poco después de que Rusia se anexionase Crimea, Walter Russell Mead ( Mead, Walter Russell. 2014. «The return of geopolitics: the revenge of the revisionist powers», Foreign Affairs, 93 (3): 69-79.2014) escribía sobre «el retorno de la geopolítica» o, dicho de otro modo, la vuelta a una multipolaridad donde las grandes potencias se conducen de manera acorde con el realismo ofensivo. En cierta manera, las dos décadas posteriores al fin de la Guerra Fría constituyen una excepción histórica, con una gran potencia muy superior militarmente al resto. La creciente distribución de poder relativo —que muy probablemente se agudizará en los próximos años— supone una vuelta a la «normalidad» de la política internacional. Desde esta perspectiva no sorprende que grandes potencias como Rusia y China traten de afianzar sus respectivas esferas de influencia y quieran alterar el statu quo global construido por Estados Unidos.
Ese retorno a la multipolaridad no está exento de riesgos. En un libro reciente Graham T. Allison ( Allison, Graham. 2017. Destined for war. Can America and China escape Thucydides»s trap? Nueva York: Houghton Mifflin Harcourt.2017: 154-184) advierte del peligro que conllevan las grandes transiciones de poder —la «trampa de Tucídides»— y plantea un escenario plausible de conflicto armado entre China y Estados Unidos en el horizonte de las dos próximas décadas. Allison no es determinista. Considera que ambas potencias pueden evitar la colisión si aplican las lecciones del pasado y aprenden de casos donde esas transiciones se resolvieron de manera pacífica.
A este respecto, Mearsheimer ( Mearsheimer, John J. 2010. «The gathering storm: China»s challenge to US power in
Asia», The Chinese Journal of International Politics, 3: 381-396. Disponible en:
En este artículo se ha delimitado conceptualmente la zona gris y se han trazado las grandes líneas de los conflictos short of war entre grandes potencias; conflictos activos en la actualidad y que muy probablemente continuarán a medio y largo plazo. De este modo, la zona gris complementa de manera casi natural la teoría realista ofensiva, y es compatible con otras versiones del realismo como el clásico y el neoclásico, particularmente útiles a la hora de analizar casos concretos.
La contrastación empírica con la que Mearsheimer ( Mearsheimer, John J. 2003. The tragedy of great power politics. Nueva York: Norton.2003: 168-233) respaldó en su momento la teoría del realismo ofensivo abarcaba la política entre grandes potencias de los últimos ciento cincuenta años, un periodo donde la guerra desempeñó un rol destacado. Sin embargo, el último capítulo del libro dedicado a las relaciones entre grandes potencias en el siglo xxi se centraba en los cambios futuros en la distribución de poder y las tensiones asociadas a ellos, mientras que las estrategias de las grandes potencias apenas recibían atención (ibid.: 360-402). Este artículo contribuye a rellenar ese vacío ofreciendo un marco teórico para analizar el modo como se materializa la rivalidad entre grandes potencias a día de hoy. Su empleo puede enriquecer líneas de investigación ya abiertas, como por ejemplo el estudio de las relaciones entre Rusia, Estados Unidos y los países europeos, la rivalidad creciente en la región de Asia Pacífico o la pugna por la primacía en Oriente Medio entre Arabia Saudí, Irán y Turquía.
Por último, el artículo responde a una carencia de la literatura actual sobre zona gris: da por hecho la competición entre grandes potencias, pero no se detiene a explicar sus motivos últimos. Enmarcándolo en el realismo ofensivo, el conflicto en la zona gris adquiere una explicación estructural coherente que, aplicada a estudios de caso, es compatible además con la atención a las variables internas contempladas por el enfoque realista neoclásico.
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Profesor titular de Ciencia Política y director del Máster en Estudios Estratégicos
y Seguridad Internacional de la Universidad de Granada. Es miembro del Grupo de Estudios
en Seguridad Internacional (GESI). Ha sido investigador invitado en el Centro de Estudios
Internacionales de la Universidad de Oxford (2001), en el Instituto Europeo de la
London School of Economics (2002 y 2004), en el Instituto de Política Internacional
del King’s College of London (2003), así como en el Leonard Davis Institute for International
Relations (2013) de la Universidad Hebrea de Jerusalén y en el Instituto Español de
Estudios Estratégicos (2015-2016). Ha sido investigador principal del proyecto PIN
4-2017 «Sistema de análisis del entorno operativo del Ejército de Tierra», concedido
por el Centro Mixto UGR-MADOC. Forma parte del equipo español en la Campaña de Desarrollo
de Capacidades Multinacionales (MCDC) 2017-2018 «Countering Hybrid Warfare» (CHW2). |