RESUMEN
Este artículo propone una definición de populismo a partir de la diferenciación hecha por Karl R. Popper entre los conceptos de sociedad abierta y sociedad cerrada, y considera la globalización como una nueva formulación de la sociedad abierta y el populismo como una nueva reacción de la sociedad cerrada. Popper concibe la sociedad abierta como aquella tolerante y pluralista, mientras que la sociedad cerrada es lo contrario y tiende a darse como respuesta a la primera. Para Popper, la sociedad cerrada ha adoptado diversas formas a lo largo de la historia, incluyendo tanto la reacción aristocrática platónica a la democracia ateniense como el totalitarismo nazi a la democracia de Weimar. Se argumenta aquí que es posible definir el populismo según los tres elementos que caracterizan a las sociedades cerradas según Popper: historicismo, colectivismo y antirracionalismo. El populismo puede entenderse como una ideología política opuesta a la democracia liberal, que surge como respuesta a algunas consecuencias del desarrollo de las sociedades demócrata liberales contemporáneas, especialmente como reacción al fenómeno de la globalización. Tomando la globalización como la sociedad abierta contemporánea, el populismo puede ser definido como la actual sociedad cerrada.
Palabras clave: populismo, Popper, sociedad abierta, sociedad cerrada.
ABSTRACT
This paper proposes a definition of populism from the distinction made by Karl R. Popper between the concepts of open and closed society, considering globalization as a new formulation of the open society and populism as a new reaction to the closed society. Popper conceives the open society as a tolerant and pluralist one, whereas the closed society is the opposite and tends to take place as a response to the first one. For Popper, the closed society has taken various forms throughout history, including both the platonic aristocratic reaction to the Athenian democracy and the Nazi totalitarianism reaction to Weimar democracy. It is here argued that it is possible to define populism based on the three elements that characterize closed societies according to Popper: historicism, collectivism and anti-rationalism. Populism can be understood as a political ideology opposed to liberal democracy, which arises as a response to some consequences of the development of contemporary liberal democratic societies, particularly as a reaction to the phenomenon of globalization. Taking globalization as the contemporary open society, populism can thus be defined as the current closed society.
Keywords: populism, Popper, open society, closed society.
SUMARIO
El populismo es una de las cuestiones más recurrentes del presente no solo en el ámbito
jurídico o de la ciencia política, sino también en otros como el de la prensa de opinión
e incluso en el coloquial. Tratar de entender el populismo, sus orígenes, sus motivaciones,
sus rasgos, sus consecuencias, se ha convertido en recientes fechas en un lugar común
que habitualmente supone plantearlo más desde la acumulación de sus características,
generalmente vistas como reactivas a la democracia liberal ( Weyland, Kurt. 2013. «Latin America´s authoritarian drift. The threat from the populist
left», Journal of Democracy, 24 (3): 18-32. Disponible en:
En este artículo, y a modo de propuesta sujeta a debate, se busca formular una definición del populismo que, partiendo del pensamiento de Karl R. Popper, lo concibe no solamente como un conjunto de prácticas carentes de unidad más allá de constituir todas una degeneración del modelo demócrata liberal, sino como una auténtica ideología alternativa a la democracia liberal que, en función de las características que la conforman, puede ser considerada como manifestación contemporánea del modelo de sociedad cerrada que Popper describe en su libro La sociedad abierta y sus enemigos ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a). Desde la teoría de Popper, los tres elementos que configuran la sociedad cerrada, historicismo, colectivismo y antirracionalismo, se han manifestado en diversos momentos de la historia en ideologías tales como aquella que supusiera el gran adversario de Popper, el totalitarismo. En estas líneas se sostiene que dichos elementos pueden ser rastreados en el actual populismo, lo que permite a partir de ellos elaborar una propuesta de definición del mismo que parta del pensamiento de Popper.
¿Qué actualidad tiene en el siglo xxi la caracterización que Popper hiciera en el xx sobre el totalitarismo como manifestación de la sociedad cerrada? La consideración de que los rasgos que permitieron a Popper definir la sociedad cerrada y tener como manifestación de ella al totalitarismo, permiten en el presente definir al populismo como contemporánea materialización de la sociedad cerrada.
No significa esto establecer un paralelismo entre populismo y totalitarismo que lleve a considerarlos sinónimos, pero sí entre diversas de sus características que pueden ser rastreadas en ambos conceptos al servirse de las categorías elaboradas por Popper. Carecería de sentido tener por idénticos movimientos políticos propios de épocas diferentes, pero del mismo modo que Popper establecía un nexo conceptual entre la reacción aristocrática platónica a la democracia ateniense y la reacción totalitaria a la democracia liberal de principios del xx, basada en los puntos en común de ambos movimientos aglutinados alrededor del historicismo, el colectivismo y el antirracionalismo, cabe establecer un nexo entre el totalitarismo y el populismo, como también entre la reacción platónica y el populismo, pues lo relevante no es la forma concreta, con los orígenes, motivaciones y efectos concretos que cada movimiento asuma, sino el hecho de que todos coincidan en poseer distintas manifestaciones de las tres características citadas por Popper como identificadoras de la sociedad cerrada. No es, en fin, que totalitarismo y populismo sean la misma cosa, pero sí que forman parte de un mismo todo conceptual al que se puede llamar sociedad cerrada y que en diferentes momentos históricos ha reaccionado frente a otras tantas manifestaciones de la sociedad abierta.
En este texto, en primer lugar, se exponen los conceptos de sociedad abierta y sociedad cerrada de Popper. A continuación, se plantea la globalización como actual forma de la sociedad abierta para, finalmente, desarrollar una propuesta de caracterización del populismo que, desde los paralelismos existentes entre las características del mismo y las de la sociedad cerrada de Popper, culmine ofreciendo una definición de populismo que lo entienda como un nuevo modelo de sociedad cerrada.
Para definir el populismo como actual forma de la sociedad cerrada, se parte de la hipótesis de interpretar la globalización como la presente formulación de la sociedad abierta. Así, se propone ver el populismo como una ideología alternativa a la democracia liberal, pero que, en última instancia, surge como una reacción a la globalización, entendida ésta como la expansión mundial tanto de la democracia liberal, como del modelo económico basado en el libre mercado. No se busca desarrollar en profundidad qué es la globalización, lo cual excedería los objetivos y el espacio de estas líneas, sino tan solo verla desde una perspectiva general que permita concebirla como el fenómeno frente al que reacciona el populismo, cuya definición es el objetivo último de este trabajo. Para ello, se la caracteriza sucintamente para conectar sus elementos principales con aquellos que para Popper dan vida a la sociedad abierta.
No se pretende, en definitiva, con este texto establecer una verdad inamovible sobre qué es el populismo, sino plantear una propuesta de definición del mismo abierta a discusión, que promueva el debate y que sitúe al populismo en un marco conceptual concreto desde el cual poder contribuir a la que posiblemente sea una de las polémicas jurídicas y políticas más relevantes del presente.
Popper no escribió sobre el populismo. Popper escribió sobre y contra el totalitarismo. Él mismo insistió tanto en La sociedad abierta como en escritos posteriores que dicho libro es un libro de guerra; de guerra no solo porque lo escribe durante la Segunda Guerra Mundial, sino porque lo escribe como personal esfuerzo de guerra, como su contribución para derrotar al totalitarismo nazi ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.Popper, 2010b: 233-234).
La idea central de La sociedad abierta consiste en afirmar que frente a un original modelo social mágico y tribal, llamado sociedad cerrada, desde los tiempos de la Atenas clásica, particularmente, desde la Gran Generación ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a: 181) formada por Sócrates, Demócrito o Pericles y en la que surgen los principios de igualdad ante la ley y el individualismo político, el mundo asiste a una revolución (ibid.: 173) aún no terminada en la que éste modelo original es substituido por otro denominado sociedad abierta ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.Popper, 2010b: 191). Esta se caracteriza por ser racional, pluralista, tolerante, respetuosa con el otro y que permite cambiar de gobernantes sin derramamiento de sangre, definición esta que caracteriza a la democracia (ibid.: 313). Contra la sociedad abierta se han sucedido las reacciones tribales y primitivas de los defensores de la sociedad cerrada ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a: 407), y la reacción que él vive y denuncia es la protagonizada por el totalitarismo, tanto nazi como socialista.
La sociedad cerrada gira alrededor de tres elementos: el historicismo, el colectivismo y el antirracionalismo. El historicismo es aquella concepción según la cual la historia posee un desarrollo predeterminado que puede llegar a ser conocido por el estudioso experto, el cual, de un modo científico, puede descubrir cuáles van a ser los desarrollos futuros de la misma (ibid.: 23). La historia no sucede al azar ni es fruto de las acciones de los hombres, sino que se rige por leyes propias, que evolucionan y que son comprensibles si se las analiza. La historia tiene personalidad en los términos de un ser con entidad propia. El ser humano no es libre ni para determinar su devenir ni para cambiar o alterar el curso de los acontecimientos, sino que no es más que una marioneta de la historia, un sujeto sometido al desarrollo de esta y que asiste, sean cuales sean sus actos, al desarrollo inevitable de la misma. El historicismo supone, pues, una concepción determinista de la historia que niega toda posibilidad a la libertad humana. Ante esto, Popper ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.2010b: 127-128) indica que la historia no tiene significado y que creer lo contrario procede de la pérdida de fe en la racionalidad y responsabilidad humana.
El colectivismo es el sometimiento del individuo al todo, mientras que la democracia moderna es individualista: el zón politikón cede el protagonismo al homo oeconomicus ( Bobbio, Norberto. 2014. El futuro de la democracia. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.Bobbio, 2014: 28-29). La colectividad es superior al sujeto. Los derechos individuales son irrelevantes frente al interés de la comunidad, de la cual se predica una realidad dotada de características propias que excede la de sus miembros y que adquiere personalidad propia, casi divina. Se habla de los intereses del Estado, de la nación, del país, pero también de la clase social, de la raza o del pueblo elegido ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.Popper, 2010b: 188). El grupo o estructura social colectiva de la que se trate se impone a sus miembros, cuya función no es otra que la de servir al todo y someterse a sus necesidades. El individuo pierde su naturaleza individual y pasa a ser una pieza de un gran mecanismo que es el poseedor de la verdadera existencia y el protagonista del auténtico desarrollo, progreso y evolución histórica. El sujeto no puede oponerse al todo, pues es el todo el que dota de existencia y sentido al sujeto. Si lo hace, no se asume su disenso como algo tolerable, sino como un ataque inasumible que debe ser extirpado. O se forma parte del todo o se es su enemigo. El colectivismo supone una regresión a concepciones que, en la raíz, no son más que tribalismo y disolución del individuo responsable en el grupo ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a: 241).
El antirracionalismo se enfrenta a la aplicación del método científico a la política. El progreso social debe proceder de la intuición del líder, el caudillo, el «gran hombre» (ibid.: 261), o de un grupo de líderes (héroes aristocráticos) cuya mente superior les habilita para discernir qué es lo mejor para la sociedad en su conjunto y que en sí representan al pueblo entendido como todo unitario y monolítico, en cuyo nombre hablan, de lo que se deduce que lo que el líder quiera es la voluntad del pueblo. Se niega la posibilidad de transformar la comunidad política progresivamente y se asume que los únicos cambios posibles y deseables son los cambios holísticos, aquellos que impliquen una transformación total de la sociedad. Frente a esto, y en defensa de la ingeniería social gradual, Popper conecta con Parsons y el funcionalismo, que, como dice Bobbio ( Bobbio, Norberto. 2016. Estado, gobierno y sociedad. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.2016: 77), está interesado en cambios que se presentan dentro del sistema y que este puede absorber con pequeños ajustes. El antirracionalismo, cuyos argumentos tienen mucho más de emocional que de racional, con lo que genera una peligrosa apertura no solo a los sentimientos positivos como el amor, sino también a los negativos como el odio ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper 2010a: 400-402), choca con toda política que signifique negociación y acuerdo entre rivales, pues se niega la existencia de rivales dignos de respeto, dado que la sociedad se divide entre los que forman parte de ella y sus enemigos irreconciliables, y no es concebible que haya más que una única solución para todo problema, la cual debe surgir del líder que habla en nombre del pueblo.
Popper destaca a varios autores como grandes teóricos de la sociedad cerrada: Platón, Hegel y Marx. Todos comparten un rasgo común que les lleva a elaborar sus diferentes concepciones de la sociedad cerrada: o viven en realidades sociales que no les gustan y que consideran fruto de la pérdida de los valores que ha de tener una sociedad justa (Platón y Marx), o sienten amenazado el modelo social en el que viven por idéntica pérdida de valores y su sustitución por otros (Hegel). En el caso de Platón, sería su identificación con el modelo tribal aristocrático ateniense y la crisis de este a manos de la democracia lo que le lleva a construir su modelo de sociedad cerrada opuesto a la democracia. En el de Hegel, el intento de justificar el absolutismo de la monarquía prusiana frente a las ideas de la Ilustración y de la Revolución francesa ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a: 224-225). En el de Marx, su horror ante las que él denuncia como injusticias sociales del modelo económico del siglo xix (ibid.: 268-269).
Popper (ibid.: 26) cita como defensores de la sociedad cerrada a otros autores como Heráclito, pero es en los tres indicados donde centra su análisis, acusando a Marx y especialmente a Hegel de ser el origen del totalitarismo del siglo xx (ibid.: 248 y 251) y elaborando una ecuación en la que concluye que, en función de su pensamiento y de las transformaciones que implican sus modelos de sociedad, Platón equivale a Hitler ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.Popper, 2010b: 189). Con esta afirmación, que no le evita considerar a Platón el más grande pensador que haya existido, Popper ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.2010a: 94) trata de transmitir que Platón y el nazismo pertenecieron a momentos históricos dispares, pero que el ánimo que late detrás de la reacción platónica no era tan diferente del que hay detrás del totalitarismo alemán del siglo xx: en ambos casos, la destrucción de un modelo de sociedad abierta considerado degenerado y el retorno a la sociedad cerrada.
El modelo de sociedad abierta que defiende Popper y ante el que surge la reacción totalitaria del siglo xx es la democracia liberal, entendiendo por tal aquella que procede de las revoluciones de los siglos xvii y xviii, y de entre las cuales la revolución americana constituye su expresión más exitosa ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.Popper 2010b: 362). Partiendo de elementos liberales como son la limitación del poder del Estado, la garantía de los derechos individuales, la separación de poderes, el pluralismo o la existencia de un parlamento representativo, dichas democracias liberales incorporan entre finales del xix y principios del xx ideales democráticos como el sufragio universal (masculino en primer lugar, femenino conforme avanza el siglo xx), e incluso las primeras concepciones sociales constitucionalizadas en textos como la Constitución de Weimar de 1919. Es este modelo,que parte del ideal liberal, pero que posteriormente incorpora el democrático y que comienza a asumir el social frente al cual surge la reacción totalitaria alemana de los años veinte a cuarenta del siglo xx, contra el que Popper escribe. Paradójicamente y por la demora en su publicación, La sociedad abierta se hizo popular en un tiempo en el que el totalitarismo nazi ya había sido derrotado y Occidente se enfrentaba al totalitarismo soviético.
En esta obra, como en escritos posteriores, se percibe la hostilidad, casi animadversión, de Popper hacia Hegel como origen de la mentalidad que alumbró la versión alemana del totalitarismo: le llama deshonesto, irresponsable intelectual y moral, charlatán, sin talento, carente de brillo, indigerible, de palabras altisonantes y autor de jerigonza ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper 2010a: 221-225). Frente a esto, y sin que ello evite calificarlo como origen del totalitarismo socialista, Marx es tratado más amablemente, considerándolo un pensador errado, un falso profeta, pero de buenas intenciones y sincero (ibid.: 269). En cualquier caso, ambos totalitarismos son para Popper enemigos de la sociedad abierta, de la democracia liberal, y en ambos es posible encontrar los tres elementos de la sociedad cerrada.
El historicismo puede rastrearse tanto en la visión hegeliana del desarrollo dialéctico de la historia, como en la concepción marxista del necesario advenimiento del socialismo: en el primer caso una nación está llamada por las leyes de la historia a dominar a las otras, y en el segundo es una clase social la que, por idéntico imperativo histórico, ha de imponerse a las demás. Ambas son construcciones deterministas que nacen del miedo que produce asumir responsabilidades sobre el propio destino y que reducen la libertad del individuo a la nada, sometiéndolo a los supuestamente inevitables ciclos de la historia, frente a los cuales nada cabe hacer (ibid.: 439-440).
El colectivismo se muestra en el totalitarismo nazi a través de la raza elegida que debe dominar el mundo (no pudiendo sus miembros más que asumirlo o ser considerados traidores y por ello purgados), así como en la asunción socialista del proletariado como clase social igualmente elegida para acabar con la lucha de clases, convertirse en la única existente y abocar a idéntico destino de obediencia o purga. Raza o clase, da igual, son los verdaderos sujetos de derechos, en su nombre habla el líder y para su bien es asumible sacrificar cuantos individuos sea necesario.
El antirracionalismo aparece en ambos totalitarismos. En el nazi, el héroe que ha de guiar a la raza elegida es el caudillo, aclamado más que elegido. En el soviético, puede ser un líder, una pequeña colectividad situada en la cúspide de la jerarquía burocrática o, formalmente, considerarse que es el pueblo (la clase obrera) en su conjunto. En cualquier caso, las decisiones tomadas por quien ostente el liderazgo no están sometidas a debate, pues son la voluntad del pueblo (o de la razón, o de la historia) verbalizada mediante las órdenes de la dirección. No se puede refutar o confrontar alternativas y nunca se plantea una progresiva transformación social, sino que se prevé primero derrumbar la anterior sociedad, a la que se considera decadente y corrupta, para después construir una nueva sociedad paradigma de virtudes. Quien no apoye estos cambios no es visto como un divergente digno de tolerancia, sino como un enemigo del pueblo, de la verdad, siendo no solo necesario, sino imprescindible, eliminarlo para garantizar la higiene social. Así, la búsqueda del cielo, paradójicamente, lleva al infierno ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a: 403).
Para Popper, cualquier tratamiento que se haga del totalitarismo debe verse no tanto como una ideología estrictamente civil, sino como postulados dotados de una fuerte carga religiosa. Coincide en esto con Duverger ( Duverger, Maurice. 2014. Los partidos políticos. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.2014: 152), para quien las religiones políticas como los totalitarismos surgen ante la decadencia de las religiones metafísicas. El totalitarismo, si no es en sí una religión, sí que comparte mucho con las religiones y sus seguidores, más que como miembros de un partido o una corriente política, ya que no pocas veces se comportan como prosélitos de una fe religiosa. La sociedad cerrada, en cualquiera de sus formas, ya sea la remota reacción aristocrática de Platón, ya el totalitarismo del siglo xx, ya, como se sostiene en estas páginas, el populismo del presente, posee mucho de credo que no puede ser debatido o discutido, sino aceptado y obedecido como solo cabe hacerlo con una verdad revelada, cerrándose a todo argumento racional ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a: 364).
El modelo de sociedad cerrada surge de pensadores que se sienten frustrados en un mundo que no les gusta y que les resulta depravado comparado con el ideal perdido (o aun no alcanzado). Además, es un modelo que triunfa en pueblos que han perdido sus antiguas fes y que, incapaces de asumir la razón de la sociedad abierta, optan por tomar una nuevo credo que les reconforta con su concepción total de la sociedad y que les devuelve las seguridades perdidas. Platón o Hitler no serían más que reacciones al cambio social, respuestas a la tensión que genera el desarrollo de la civilización ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.Popper, 2010b: 236-237). La sociedad cerrada sería un intento de vuelta a «las seguridades de la infancia o de los valores absolutos de nuestro pasado primitivo» ( Berlin, Isaías. 2010. Dos conceptos de libertad y otros escritos. Madrid: Alianza.Berlin, 2010: 114).
Popper no da una definición expresa de la sociedad abierta ( Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.Popper, 2010b: 321). Prefiere describirla por oposición a la sociedad cerrada y caracterizarla en función de rasgos como la tolerancia, la razón o el humanismo. Asume que estos rasgos son valores cuya preferencia sobre otros es una decisión moral, si bien una no basada en la cultura, el azar o el relativismo, sino fundada en la razón, en la experiencia, en el acervo de siglos de prueba y error, de aplicación del método científico a la construcción de la convivencia social ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.Popper, 2010a: 421; Popper, Karl. 2010b. Después de la sociedad abierta. Escritos sociales y políticos. Barcelona: Paidós.2010b: 359-360). La sociedad abierta no surge ni como fruto de determinismos históricos, ni por la acción de líderes o pueblos elegidos, sino como resultado de las elecciones de los seres humanos, de todos ellos individualmente entendidos, que desde su racionalidad, conocedores de su pasado, dueños de su destino, se dotan de instituciones de uno u otro tipo.
La sociedad abierta, aunque tiene unas raíces históricas concretas que Popper sitúa
en la Atenas clásica, no es para él un fenómeno cultural necesariamente occidental,
sino el resultado de la aplicación de la razón a la convivencia social, lo cual lo
convierte en universal, pues todos los seres humanos comparten la capacidad de usar
la razón. Por ello, la garantía de los derechos individuales, el Estado de derecho,
la democracia, como manifestaciones de la sociedad abierta, no son un producto occidental
sometido a relativismo cultural, o un juego de lenguaje político ( Mouffe, Chantal. 2016. «Democracia, derechos humanos y cosmopolitismo: un enfoque
agonístico», Revista de la Academia, 22: 6-19. Disponible en:
Si para Popper sociedad abierta y sociedad cerrada encuentran sus equivalentes en democracia liberal y totalitarismo, cabe plantear que en el presente, y en función de los rasgos citados de ambos modelos, sea posible proponer que se considere la globalización como forma actual de la sociedad abierta y el populismo como forma actual de la sociedad cerrada. Para tratar de probar esta hipótesis, y con el objetivo último de aportar una propuesta de definición del populismo partiendo de las categorías de Popper, resulta necesario caracterizar mínimamente la globalización. A continuación, habría que hacer lo mismo con el populismo, entendiéndolo como la versión contemporánea de la sociedad cerrada; es decir, la reacción a la globalización vista como la expansión mundial del ideal democrático liberal en política y del librecambio en economía.
Sin ánimo de exhaustividad, y prestando una atención especial a los elementos jurídico-políticos
y sociales de la misma, es posible citar algunos rasgos de la globalización Quepa una caracterización alternativa: tendencia a un mercado único, gradual liberalización
y desarrollo del comercio internacional, incremento y aceleración en el movimiento
de capitales, crecimiento de tamaño e influencia de las empresas multinacionales,
grandes cambios en las condiciones de vida de los países así como en sus culturas,
difusión de la democracia liberal, empequeñecimiento del Estado y aumento de la importancia
del mercado ( León Lázaro, Guillermo. 2010. «La globalización y su impacto en América Latina», Anuario Jurídico y Económico Escurialense, 43: 355-372.
Expansión de la democracia liberal: La globalización supone la difusión mundial del
modelo demócrata liberal occidental, difusión que puede entenderse como triunfo y
que genera acusaciones contra Occidente, las más duras de las cuales, según Bobbio
( Bobbio, Norberto. 1992. «La hegemonía de Occidente: ¿esperanza o apocalipsis?», Ciencia Política, 28: 41-45.1992: 43), suelen proceder de la extrema derecha y la extrema izquierda, que usan los mismos
argumentos. Regiones del mundo sometidas a autocracias o a democracias meramente nominales,
asisten a la aparición y consolidación de la democracia. Ejemplo de ello son Europa
del Este y la antigua URSS, aunque no en todos estos países se pueda hablar de democracias
plenas o ni siquiera verdaderas: «Desde 1945, un número cada vez mayor de países,
incluidos, desde 1989, la mayoría de los antiguos países comunistas, ha adoptado la
democracia y el capitalismo. El resultado está a la vista: a lo largo de los últimos
cincuenta años la libertad económica y política ha florecido a la par de la prosperidad»
( FMI. 2002. Globalización: marco para la participación del FMI. Disponible en:
Internacionalismo, multilateralismo y desaparición de fronteras: La globalización
asiste al final del orden bipolar de la Guerra Fría y de las luchas previas entre
imperios, y lo sustituye por el auge de múltiples poderes regionales que compiten
entre ellos, que ponen en duda la hegemonía de cualquier país y que hacen necesario
contar con grandes apoyos para aprobar acuerdos internacionales. Las organizaciones
e incluso los tribunales internacionales adquieren un poder e influencia cada vez
mayores, capaces de influir decisivamente en la vida interna de los países, lo cual
supone el progresivo vaciamiento de competencias de los Estados, que las ceden a organizaciones
internacionales cuya legitimidad democrática suele ser discutida. Ante esto y la imposibilidad
actual de crear un Estado, constitución o derecho constitucional mundiales, hay autores
como Balaguer Callejón ( Balaguer Callejón, Francisco. 2015. «Constitución y Estado en el contexto de la integración
supranacional y de la globalización», en Miguel Carbonell, Héctor Fix Fierro, Luís
R. González Pérez y Diego Valadés (coords.), Estado constitucional, derechos humanos, justicia y vida universitaria: Estudios en
homenaje a Jorge Carpizo, IV (1). México: UNAM1.2015: 198-199) que apuestan por un derecho constitucional supranacional regional que recupere en
ese nivel lo cedido por los Estados. Surgen bloques regionales dentro de los cuales
se facilita la circulación de personas, se desdibujan las fronteras, se integran las
sociedades y se genera una suerte de civilización transnacional ( Laporta San Miguel, Francisco J. 2005. «Globalización e imperio de la ley. Algunas
dudas westfalianas», Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 39: 243-265.Laporta San Miguel, 2005: 245). En este sentido, para el FMI ( FMI. 2002. Globalización: marco para la participación del FMI. Disponible en:
Debilitamiento de los liderazgos políticos carismáticos y aumento de las acciones
de gobierno técnicas y consensuadas: La globalización convierte tanto a las economías
como a las estructuras políticas de los diferentes países en un todo cada vez más
interdependiente. Esto hace complejas las acciones de gobierno, tanto internas como
externas, que no cuenten con un mínimo consenso internacional. Ejemplo de esto fue
el referendo griego de 2015 sobre las condiciones del rescate de su economía por la
troika, rechazadas por un 61 %, pero que el Gobierno tuvo que aceptar ( Pérez, Claudi. 2015. «Grecia acepta el plan europeo que rechazó en el referéndum»,
El País, Disponible en:
Homogeneización cultural alrededor de un ideal pluralista: La globalización implica una mayor interconexión cultural entre los ciudadanos de todo el mundo, o más exactamente, «obligados» a ser ciudadanos del mundo ( De Vega, Pedro. 1998. «Mundialización y derecho constitucional: la crisis del principio democrático en el constitucionalismo actual», Revista de Estudios Políticos, 100: 13-56.De Vega, 1998: 13-14). Así, al igual que los trabajadores y las empresas compiten en un mercado global, también lo hacen las culturas, de manera que algunas consiguen popularizar planetariamente algunos de sus aspectos: lingüísticos, musicales, cinematográficos, culinarios, etc. Esto hace surgir un ideal cultural pluralista y tolerante, pues se asume cada vez con más naturalidad la mezcla y el eclecticismo, así como el desarrollo mundial de formas culturales, si no comunes, sí gradualmente más cercanas. Sin embargo, esto puede generar efectos encontrados: asumir una cultura global desconectada de elementos identitarios o intentar volver a valores y tradiciones etnocráticos ( Jáuregui Bereciartu, Gurutz. 2002. «Globalización y poder: los retos políticos», en Ciencia y Cultura Vasca y Redes Telemáticas. Actas XV Congreso de Estudios Vascos, San Sebastián: Sociedad de Estudios Vascos (pp. 377-386).Jáuregui Bereciartu, 2002: 378). Convendría, por tanto, plantearse cuánto de reacción hay en el terrorismo yihadista, es decir, de reacción de quienes ven las concepciones más rigoristas del islam desplazadas por las ideas liberales occidentales ( Aznar Fernández-Montesinos, Federico. 2015. «Los componentes ideológicos del yihadismo», Cuadernos de Estrategia, 173: 71-108.Aznar Fernández-Montesinos, 2015: 73).
Liberalismo económico: La globalización supone el apogeo del modelo económico liberal, lo cual lleva a un menor intervencionismo estatal de la economía, que se traduce en una mayor apertura de fronteras y facilidad de circulación internacional para los capitales y las mercancías, y también en un Estado más pequeño y menos dispuesto o capaz de proporcionar derechos sociales. Este fenómeno implica un intercambio comercial mucho más intenso entre los países, con el cual va aparejada una mayor interconexión tanto entre los territorios como entre las personas. El elemento económico de la globalización acostumbra a ser el más asociado a ella y también el más criticado: conocido es el trilema de Rodrik ( Rodrik, Dani. 2012. La paradoja de la globalización. Barcelona: Antoni Bosch Editor.2012: 20) de la incompatibilidad de globalización económica, autodeterminación nacional y democracia, por el cual cuanto más se potencie alguno o algunos de los tres elementos más se debilitarán los otros.
Es posible relacionar estos rasgos con aquellos que para Popper definen la sociedad abierta: tolerancia, pluralismo, racionalidad o humanismo. Así, la progresiva universalización de la democracia liberal o el debilitamiento de los liderazgos políticos carismáticos, unido al aumento de las decisiones de gobierno técnicas y consensuadas, podría entenderse como ejemplos de racionalidad en el gobierno, desterrando la figura de los héroes-líderes y de las medidas políticas providenciales y holísticas a favor de un modelo decisional coordinado, racional y que promueve reformas progresivas. Cabría considerar al internacionalismo y al multilateralismo como una manifestación tanto de pluralismo como de humanismo, pues la multiplicidad de actores de la comunidad internacional no tienen más remedio que aceptar el pluralismo como herramienta imprescindible para relacionarse y llegar a acuerdos, si bien dentro de unas reglas generales mínimas entre las cuales tiende a imponerse el respeto a los derechos y a la dignidad del ser humano (el humanismo). También dentro del pluralismo y la tolerancia ha de entenderse la progresiva homogeneización cultural que propicia la globalización, pues aunque pudiera considerarse que dicho proceso lleva a laminar las culturas menos influyentes, también es cierto que requiere de manera previa una alta capacidad de tolerancia hacia el otro en su diferencia y de pluralismo cultural para aceptar e, incluso, practicar elementos de una cultura ajena. Por su parte, el liberalismo económico y su generalización mundial merced a la globalización conduce a mayores intercambios materiales entre las personas, pero también a una mayor circulación de esas personas al abrirse las fronteras. Esto requiere tolerancia con la diferencia y un esfuerzo pluralista. La globalización supone un mayor movimiento e interrelación de los seres humanos mediante los flujos migratorios, siendo ejemplo de ello la Europa actual ( Jáuregui Bereciartu, Gurutz. 2002. «Globalización y poder: los retos políticos», en Ciencia y Cultura Vasca y Redes Telemáticas. Actas XV Congreso de Estudios Vascos, San Sebastián: Sociedad de Estudios Vascos (pp. 377-386).Jáuregui Bereciartu, 2002: 383).
Vistos en conjunto, es posible considerar que todos los rasgos de la globalización encajan en la idea general que Popper tiene de la sociedad abierta. La misma concepción a la que remite la expresión «sociedad abierta» es aquella que resume la globalización: un mundo más abierto, más plural, más tolerante y menos encerrado en las peculiaridades nacionales, regionales y locales. Un mundo en el que la organización social es más racional al extenderse la democracia, el librecambio, el internacionalismo y el multilateralismo, y donde los regímenes autoritarios y las culturas ancladas en el tribalismo colectivista y el determinismo historicista son poco a poco permeadas por el progreso. Ahora bien, que la globalización sea planteada, como lo es aquí, como un fenómeno positivo no es sinónimo de que toda forma de globalización sea positiva. Debe haber un control jurídico-moral de la globalización y que no se abandone la democracia al dinamismo globalizador ( Garzón Valdés, Ernesto. 2003. «Algunas consideraciones sobre globalización y democracia», Quorum: Revista de Pensamiento Iberoamericano, 7: 22-31.Garzón Valdés, 2003: 30).
Cabe, en definitiva, entender la globalización como la forma actual que mundialmente adopta la sociedad abierta. Un modelo social que abre las fronteras, más plural y diverso, que asume con mayor naturalidad el multiculturalismo, el multilateralismo y el internacionalismo, en el que la democracia se generaliza, el libre mercado se universaliza e incluso los Estados aun no democráticos asumen la necesidad de integrarse en la comunidad internacional y adoptar, aunque solo sea estéticamente, usos y formas democráticos.
La globalización no es vista unánimemente como un fenómeno positivo; de hecho, autores
como Mouffe ( Mouffe, Chantal. 2010. «Política agonística en un mundo multipolar», Documentos CIDOB, Dinámicas interculturales, 15: 5-19.2010: 18-19) afirman que existe el peligro de que una globalización que pretenda la unidad mundial
partiendo del modelo occidental provoque un choque de civilizaciones. Se indica que
diversos elementos de la globalización, particularmente económicos como la apertura
de los mercados internacionales, la cada vez más intensa y veloz circulación de capitales,
el auge de las multinacionales y la entrada en el gran juego económico de nuevos actores
antes ajenos al mismo, como China De ella dijo Trump: «Hay gente que desearía que no me refiriese a China como nuestro
enemigo. Pero eso es exactamente lo que son» (citado por Stracqualursi, Veronica. 2017. «10 times Trump attacked China and its trade relations
with the US», ABC News. Disponible en: https://abcn.ws/2yKQ0Fa [consulta: 7 de noviembre de 2017].
La oposición a la globalización es recogida por movimientos y partidos políticos a los que en este texto se llama populistas. Esta denominación es un opción doctrinal que parte de la hipótesis alrededor de la que giran estas líneas, esto es, que la globalización es la manifestación contemporánea de la sociedad abierta y que aquellos movimientos y partidos aquí denominados populistas y que defienden una oposición general a la globalización se constituyen en una nueva forma de la sociedad cerrada. No se considera aquí populistas a quienes proponen una globalización diferente (las críticas a la globalización no suelen ser tanto sobre la globalización en sí, sino sobre un determinado tipo de globalización, la llamada «neoliberal» —giran alrededor de dos ideas: la pérdida de soberanía y calidad democrática de los Estados, que se traslada a organismos internacionales sin legitimidad democrática, y el carácter ultraliberal de la globalización, que hace crecer las desigualdades económicas y desaparecer los derechos sociales y, con ellos, la democracia ( Ferrajoli, Luigi. 2005. «La crisis de la democracia en la era de la globalización», Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 39: 37-51.Ferrajoli, 2005: 40-43)—, sino a los que se oponen a la globalización en sí misma, los que se oponen a esta entendida como la generalización mundial de la democracia liberal y el libre mercado y que lo hacen desde posturas que en estas líneas se considera que materializan los tres rasgos de la sociedad cerrada.
El populismo ve la globalización como una transformación económica, social y política
negativa que vacía la democracia como participación popular ( Monedero, Juan C. 2009. Disfraces del Leviatán. El papel del Estado en la globalización neoliberal. Madrid: AKAL.Monedero, 2009: 144), que beneficia a las élites económicas e intelectuales, pero que perjudica a la
ciudadanía, a la que condena a la pobreza en enormes proporciones (ibid.: 117-118), ya porque le hurta la posibilidad de acceder a trabajos bien pagados, ya
porque abre las fronteras a grupos humanos (inmigrantes) que cambian el perfil de
sus sociedades y la empobrecen. El populismo acusa a las élites de no hacer nada por
proteger a las clases populares, salvo enrocarse en la legalidad, ignorar el malestar
popular y actuar movidas por sus intereses promundialización ( Le Pen, Marine. 2017. 144 Engagements présidentiels Marine 2017. Disponible en:
Sea el populismo el que genera este malestar frente a la globalización, sea que se
aprovecha de él —o que se aprovecha del malestar ante las promesas rotas de la democracia
a las que se refería Bobbio ( Müller, Jan-Werner. 2016. What is populism? Filadelfia: University of Pennsylvania Press. Disponible en:
Quepa proponer que si la globalización puede considerarse la formulación contemporánea de la sociedad abierta, el populismo puede entenderse como un nuevo modelo de la sociedad cerrada que apuesta por cerrar (en mayor o menor medida) aquello que la globalización abre. ¿Cuáles serían los rasgos del populismo? Algunos de los más recurrentemente citados en la literatura académica son:
Uno de los rasgos más habituales de los partidos populistas es la posesión de liderazgos
fuertes, muy personalistas, en ocasiones mesiánicos ( Mudde, Cas. 2004. «The populist zeitgeist», Government and Opposition, 4: 541-563. Disponible en:
El populismo parte de la fantasía o ilusión ( Müller, Jan-Werner. 2016. What is populism? Filadelfia: University of Pennsylvania Press. Disponible en:
El populismo dice hacerlo todo en función de la voluntad de un pueblo al que llama
constantemente a ser fuente de legitimidad. Así, por ejemplo, la primera promesa electoral
de Le Pen para las elecciones presidenciales de 2017 fue la convocatoria de un referendo
sobre la permanencia en la UE, y las siguientes iban orientadas a devolver la palabra
al pueblo y crear una democracia de proximidad ( Le Pen, Marine. 2017. 144 Engagements présidentiels Marine 2017. Disponible en:
El populismo es reactivo, necesita un «otro» frente al que luchar ( Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Laclau, 2005: 150-151). Esencialmente dialéctico, necesita mantenerse en constante oposición a algo o a
alguien, lo que justifica su existencia y sus acciones siempre cruciales, trascendentales
y vitales para garantizar la supervivencia del pueblo. Este alguien es el enemigo
del pueblo ( Weyland, Kurt. 2013. «Latin America´s authoritarian drift. The threat from the populist
left», Journal of Democracy, 24 (3): 18-32. Disponible en:
El populismo concibe la sociedad como un todo monolítico con un destino común. Dentro
del pueblo no existe la fragmentación, ni los intereses contrapuestos. Existe el buen
pueblo y los enemigos del pueblo —la lógica schmittiana del populismo ( De la Torre, Carlos. 2017. «Los populismos refundadores. Promesas democratizadoras,
prácticas autoritarias», Nueva Sociedad, 267: 129-141.De la Torre, 2017: 140)—. No es posible negociar ni alcanzar acuerdos que impliquen una cesión mutua entre
quienes no son iguales dignos de respeto y tolerancia, sino opuestos irreconciliables
entre los cuales solo puede existir la victoria y la derrota —«Such a nasty woman».
Este insulto de Trump a Clinton mostró que el rival ya no era un sujeto merecedor
de respeto, sino un antagonista despreciable ( Krieg, Gergory y Daniella Diaz. 2016. «Donald Trump vs. Hillary Clinton III: The most
memorable lines», CNN Politics. Disponible en web:
El populismo no se conforma con modificaciones o reformas del modelo político, sino
que busca la transformación total, que considera inevitable ( Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Laclau, 2005: 283), de un sistema al que ve corrupto en su esencia. El populismo crea una esperanza,
fija un destino ideal, una utopía alcanzable a la que dirige todos sus esfuerzos y
que le lleva a derrumbar la realidad previa y construir una nueva desde cero (ibid.: 221). El populismo entra en conflicto con las reglas del modelo democrático liberal,
las cuales le parecen frenos en la búsqueda de su ideal, barreras del poder establecido
para impedirle cumplir sus objetivos. Ejemplo de esto es la recurrente oposición que
el populismo plantea entre voluntad popular y legalidad, viendo a la segunda no como
parte de un todo —la democracia— con la primera, sino como una herramienta del poder
establecido para coartar la capacidad de la primera para cambiar el modelo político.
Late en esta oposición la no necesaria identificación que el populismo plantea entre
democracia y liberalismo, pues para el populismo son posibles otras relaciones diferentes
a la de democracia y liberalismo y existen modelos de democracia fuera del marco liberal
ibid.: 211; Mouffe, Chantal. 2000. The democratic paradox. Londres: Verso.Mouffe, 2000: 2-3). Frente a la tantas veces frustrante democracia representativa, que rara vez consigue
resultados plenos y que acostumbra a avanzar poco a poco, el populismo ofrece respuestas
sencillas y absolutas que permiten superar las insatisfactorias respuestas de la democracia
representativa, siempre sometidas a corrección futura y nunca permanentes —diría Schumpeter
( Schumpeter, Joseph A. 2015. Capitalismo, socialismo y democracia, 2. Barcelona: Página Indómita.2015: 26) que «darse cuenta de la validez relativa de las convicciones propias y, no obstante,
defenderlas resueltamente es lo que distingue a un hombre civilizado de un bárbaro»—,
alcanzado así el ideal. En esta dirección es recurrente la propuesta de cambiar las
reglas del juego: iniciar un proceso constituyente en nombre de la voluntad popular,
pero con el objetivo de crear un texto partisano orientado a garantizar la perpetuación
del líder o su movimiento en el poder ( Müller, Jan-Werner. 2016. What is populism? Filadelfia: University of Pennsylvania Press. Disponible en:
El populismo no acostumbra a apelar a la razón, sino a la emoción, pues es esta la
que moviliza ( Vallespín, Fernando. 2015. «Las transformaciones de la democracia», Actualidad Jurídica Uría Menéndez, 41: 7-17.Vallespín, 2015: 16). El líder populista, más que argumentos racionales demostrables con hechos, recurre
a emociones y sentimientos que estimula conscientemente en sus electores, aun cuando
esto suponga alentar sus bajas pasiones, como el racismo y la xenofobia —Trump afirmó
que los inmigrantes mejicanos traían drogas, crimen y eran violadores; había que echar
los cerrojos a las puertas porque el Gobierno dejaba entrar inmigrantes a miles y
podrían ser del ISIS ( Politico Magazine. 2016. The 155 craziest things Trump said this election. Disponible en:
El populismo apela al pueblo como fuente de legitimidad. Un pueblo visto como un todo
uniforme en cuyo nombre habla un líder carismático. Las instituciones que en la democracia
liberal pueden controlar a ese líder, como el legislativo o el judicial, molestan
al populismo, que las considera instrumentos en manos de los enemigos del pueblo.
El populismo es hostil a las instituciones de la democracia liberal ( Mudde, Cas. 2004. «The populist zeitgeist», Government and Opposition, 4: 541-563. Disponible en:
El populismo considera que uno de los efectos más perniciosos de la globalización
es la extensión y generalización del modelo librecambista por los efectos que sobre
la calidad de vida de las clases medias y populares (reducción de salarios, pérdida
de derechos laborales, etc.) se le atribuyen. Defiende oponerse a los nuevos tratados
de libre comercio (TTIP, TISA o CETA ( AfD. 2017. Manifesto for Germany. Disponible en:
Correlato de la concepción unitaria del pueblo permanentemente enfrentado a enemigos
es la concepción de la nación como un todo previo y superior al Estado —late aquí
la diferenciación de Tönnies ( Tönnies, Ferdinand. 2009. Comunidad y asociación. Granada: Comares.2009) entre comunidad/Gemeinschaft y sociedad/Gesellschaft: el totalitarismo antes y el populismo ahora, al considerar los vínculos entre las
personas creados por la primera más intensos que los creados por la segunda, ven a
la primera superior a la segunda—, que es homogéneo cultural —llamativas son las críticas
del Manifiesto de la AfD contra el multiculturalismo ( AfD. 2017. Manifesto for Germany. Disponible en:
El populismo no puede ser definido en términos de derechas o izquierdas ( Judis, John B. 2016. The populist explosion. Nueva York: Columbia Global Reports.Judis, 2016: 14) más allá de un nivel formal y en función de las características del país en que
se desarrolle. El populismo asume una retórica que toma elementos de cualquiera o
simultáneamente de ambos espectros ideológicos tradicionales, buscando una transversalidad
que le permita conseguir la identificación con el pueblo como todo. Por ello el populismo
es voluntariamente impreciso, para así operar en la realidad social heterogénea ( Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Laclau, 2005: 151 y 157). En algunos países adopta una estética racista y xenófoba cercana a la extrema derecha
y en otros una apariencia popular cercana a la extrema izquierda. Concretamente, en
Latinoamérica defiende un discurso estatista de los derechos y en Europa del Este
es étnico, pues ideologías de todo tipo, desde el comunismo al fascismo, pueden adoptar
un sesgo populista (ibid.: 240; Laclau, Ernesto. 2006. «La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana»,
Nueva sociedad, 205: 56-61.Laclau, 2006: 57). El «populismo de derechas» puede atacar a los inmigrantes y el de «izquierdas»
a las élites políticas y económicas ( Judis, John B. 2016. The populist explosion. Nueva York: Columbia Global Reports.Judis, 2016: 15), pero su característica esencial se mantiene en todas partes donde surge, esto es,
la reacción frente a la globalización y sus efectos ( Ramírez Nárdiz, Alfredo. 2017. Guía urgente para entender y curar el populismo. Barcelona: J. M. Bosch.Ramírez Nárdiz, 2017: 23-25). El populismo se enmarca en una nueva dialéctica que, aunque pueda asumir las formas
de las tradicionales derechas e izquierdas, las trasciende para situarse en una nueva
oposición entre favorables y contrarios a la democracia liberal y a la globalización En el presente se vive una reordenación de las fuerzas políticas en intrasistémicas
y extrasistémicas. Las primeras aceptan la globalización y tratan de adaptarse a ella
desde distintas perspectivas más o menos sociales, mientras que las segundas no aceptan
el cambio supuesto por la globalización y buscan revertirla, encastillándose en concepciones
idealizadas del pasado o del futuro. Son intrasistémicos los tradicionales partidos
de centro-derecha y centro-izquierda. Son extrasistémicos los partidos populistas.
Esta nueva ordenación surge del aparente triunfo de la democracia liberal y el librecambio,
generalizados con la globalización. Los tradicionales partidos de derechas e izquierdas
tienden a coincidir en los elementos generales de sus posturas diluyendo las diferencias
ideológicas, dificultando que el ciudadano distinga entre unos y otros y dejando libre
un espacio político que es ocupado por otros partidos y movimientos que se posicionan
frente a lo que, en la práctica, es una gran acuerdo de las antiguas derechas e izquierdas
—en política todo vacío se cubre y, frente a la coalición de facto entre derecha e
izquierda, aparece el populismo para llenar el vacío dejado ( Vallespín, Fernando. 2015. «Las transformaciones de la democracia», Actualidad Jurídica Uría Menéndez, 41: 7-17.
Expuestos los rasgos más recurrentemente citados del populismo, ¿con cuáles de los tres elementos de la sociedad cerrada de Popper es posible considerar que coinciden estos rasgos para así poder establecer la existencia de un paralelismo entre sociedad cerrada y populismo? Si bien suelen tener bastante de transversalidad, la mayoría de ellos son fácilmente ubicables en alguno de los tres elementos de la sociedad cerrada de Popper:
El historicismo. Puede rastrearse en la búsqueda populista del ideal social, que inevitablemente, si se acaba con el mundo del presente (sus instituciones políticas, su modelo económico), ha de lograrse volviendo a un pasado glorioso y perdido o alcanzado un futuro fabuloso y soñado. Todas las dificultades que impiden lograr este destino se han de hundir como fantasmagorías ante la voluntad del pueblo dirigido por el líder. Entre estas dificultades, los enemigos del pueblo, ajenos a su destino, han de ser purgados. El populismo es historicista pues en él se dan los distintos elementos del destino manifiesto, de la concepción inevitable del desarrollo de la historia: el ideal como meta, el líder como guía, el pueblo conducido a dicha meta y los enemigos que solo cabe destruir. El carácter historicista del populismo es percibible en el discurso de los líderes populistas, en el cual se asume que, una vez el movimiento populista y su líder alcancen el poder, todos los problemas previos se desharán inevitablemente y de modo inmediato al caer las mentiras de los enemigos del pueblo (particularmente de las élites) e imponerse la voluntad del pueblo encarnada en el líder. Para el populismo no cabe otra posible resolución de los acontecimientos una vez el poder resida en sus manos.
El colectivismo. Puede encontrarse este elemento de la sociedad cerrada de Popper en diversos de los rasgos propuestos del populismo tales como la concepción del pueblo como un todo uniforme —superior y prioritario al ciudadano y a sus derechos individuales—, la hipertrofia nacionalista —derivada de la concepción de grupo elegido superior a cualquier otra colectividad humana—, la existencia de enemigos internos y externos —frente a los cuales el pueblo ha de galvanizarse y que se constituyen en instrumento para que el pueblo se autoidentifique y tome conciencia de sí mismo por oposición al enemigo—, y la oposición al librecambio y al internacionalismo —pues la comunidad debe mantenerse pura y cerrada, ya que abrirse al exterior solo lleva a que entren elementos extraños, se debilite la soberanía y se rompa la unidad de la comunidad—. El populismo identifica un grupo al cual debe someterse el individuo, formando parte del cual se alcanza el destino inevitable siempre que, guiado por el líder, se derrote a sus enemigos (el otro ajeno al grupo) ante los que no cabe otra opción salvo la unidad y uniformidad del grupo.
El antirracionalismo. Se muestra en diversos rasgos del populismo tales como la existencia de un líder héroe
—llamado a conducir al pueblo al ideal buscado— y la desconfianza hacia la política
del acuerdo y la transacción, que no es más que un instrumento de las élites para
perjudicar al pueblo impidiéndole ejercer un verdadero gobierno popular. También se
caracteriza por el desprestigio de la razón y la apuesta por la emoción, que lleva
a emprender procesos políticos objetivamente irracionales y perjudiciales para los
propios interesados pero que, aun así, se emprenden En este sentido, cabe recordar la definición de «estúpido» propuesta por Cipolla ( Cipolla, Carlo M. 1996. «Las leyes fundamentales de la estupidez humana», Cuadernos de economía, 15 (25): 200-216.
Partiendo de lo indicado, considerando que es posible establecer una identificación entre los elementos de la sociedad cerrada y los rasgos del populismo, concibiéndolo como una nueva y contemporánea formulación de la sociedad cerrada, quepa proponer la siguiente definición del populismo: aquella ideología alternativa a la democracia liberal que, surgiendo como reacción a los cambios producidos por la globalización, apuesta por un modelo político antirracionalista, por un ideal social colectivista y por una concepción historicista del devenir público.
Desde esta perspectiva, podría considerarse que existe una notable identificación
entre populismo y totalitarismo ( Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Laclau, 2005: 209), pues ambos aparecerían como manifestaciones de la sociedad cerrada. Diversos serían
los aspectos comunes: desde la figura del líder héroe —que en el totalitarismo podía
ser un Mussolini y que en el populismo un Putin, habitualmente representado como un
héroe de acción ( Walker, Maxton. 2014. «Putin the action man in pictures», The Guardian. Disponible en:
Si se asume la definición propuesta, no es posible concebir al populismo solo como
una mera perversión o degradación de la democracia liberal ( Müller, Jan-Werner. 2016. What is populism? Filadelfia: University of Pennsylvania Press. Disponible en:
Desde el pensamiento de Popper, desde las características del mismo aplicadas al presente, el populismo puede plantearse como un verdadero modelo político alternativo a la democracia liberal, como una auténtica ideología reactiva que emerge como respuesta a la globalización y a sus efectos y que, nuevamente como ya pasara en el pasado con reacciones como la totalitaria, propone un modelo de sociedad cerrada que entra en conflicto con la sociedad abierta materializada en la democracia liberal.
La conceptualización de Popper de la sociedad cerrada como aquella caracterizada por el historicismo, el colectivismo y el antirracionalismo, aquella que reacciona a la apertura que supone la sociedad abierta, puede aplicarse a la identificación de diversas ideologías y modelos sociales en los que se dan estos rasgos. Así lo hizo, él considerando que el totalitarismo era una manifestación de la sociedad cerrada; y así es posible hacerlo en el presente afirmando que el populismo es una expresión contemporánea de la sociedad cerrada.
Ambos movimientos —totalitarismo y populismo—, pese a las diferencias derivadas de ser propios de épocas y circunstancias diferentes, pueden ser planteados, desde un análisis procedente del pensamiento de Popper, como modelos de sociedad cerrada que surgieron como reacciones a procesos de apertura social: en el primer caso se trataría de una reacción a la democracia liberal en su formulación de la primera mitad del siglo xx; en el segundo, una reacción a esa misma democracia liberal sometida a los efectos de la globalización. Los paralelismos existentes y las similitudes observables permiten extrapolar los conceptos de Popper de su contexto histórico y aplicarlos al presente para elaborar desde ellos una propuesta de definición del populismo.
El populismo aparece como una reacción a la globalización, entendida como el intento más reciente de apertura e interconexión social. Sus rasgos definitorios lo enfrentan a la democracia liberal, en cuyo marco aparece, y más particularmente al modelo que de democracia liberal que surge con la globalización: una democracia internacionalista, en la que los ciudadanos de los diferentes Estados se mezclan; en la que el libre comercio se universaliza, y en la que las fronteras y las naciones se desvanecen ante una concepción cada vez más universalista del ser humano. El populismo es el intento de frenar, incluso revertir, estos cambios. La voluntad de detener la apertura de este nuevo mundo por parte de aquellos perjudicados o atemorizados.
Tal vez, el rasgo definitorio del populismo sea que hace una apelación tan intensa a la soberabía popular que mitifica al pueblo. Es comprensible sentir simpatía por este deseo de darle poder el pueblo, más aun si se acuerda total o parcialmente en la denuncia de que la democracia ha sido «robada» por las élites políticas y económicas. No obstante, esa idealización del pueblo suele llevar a un desmantelamiento de los mecanismos de limitación del poder propios de la democracia liberal, especialmente cuando dicha idealización acaba con una transmisión del poder del pueblo a un líder que dice representarlo y hablar en su nombre. Este debilitamiento del elemento liberal en nombre del fortalecimiento del democrático por la vía de apelar a la soberanía ilimitada del colectivo (materializada en un líder héroe) frente a los límites al poder político que pretenden proteger al individuo, es lo que hace que populismo ahora y totalitarismo antes aparezcan como fenómenos separados en el tiempo, pero de gran cercanía en su contenido. Al indicar Popper que la sociedad cerrada no es un episodio concreto personificado en el totalitarismo de su tiempo, sino que es una reacción que se repite en sucesivos momentos históricos, y siendo posible identificar al populismo con el totalitarismo, es factible afirmar que si este es sociedad cerrada, aquel también ha de serlo. De este modo se aplican las categorías de Popper a las circunstancias del presente.
Desde las concepciones de Popper cabe plantear una definición del populismo que no lo vea como una mera acumulación de rasgos reactivos frente a la democracia liberal, la globalización y sus efectos, ni mucho menos como una especie de exacerbación de la demagogia política, sino como un todo con personalidad propia, una verdadera ideología, con capacidad para desplazar a la sociedad abierta frente a la que surge substituyéndola por un nuevo, y sin embargo tan similar a los anteriores, modelo de sociedad cerrada.
Excede de los objetivos de este texto plantear remedios frente al populismo, más allá de insistir en la defensa de la democracia liberal (particularmente los límites al poder político, sea cual sea la fuente de este), el libre mercado y la globalización. Como Popper consideraría, no cabe más que asumir que todo es posible, que la historia no está escrita, que no existe un destino inevitable y que el devenir político será el que los hombres generen con sus decisiones. Parafraseando a Popper ( Popper, Karl. 2010a. La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidos Ibérica.2010a: 11), cabe expresar un deseo: que el populismo solo sea «un episodio, uno de los tantos errores cometidos por la humanidad en su permanente y peligrosa lucha para construir un mundo mejor y más libre».
[1] |
El populismo no siempre ha tenido connotaciones negativas ( Mudde, Cas y Cristóbal Rovira. 2017. Populism. A very short introduction. Nueva York: Oxford University Press. Disponible en:
|
[2] |
Quepa una caracterización alternativa: tendencia a un mercado único, gradual liberalización y desarrollo del comercio internacional, incremento y aceleración en el movimiento de capitales, crecimiento de tamaño e influencia de las empresas multinacionales, grandes cambios en las condiciones de vida de los países así como en sus culturas, difusión de la democracia liberal, empequeñecimiento del Estado y aumento de la importancia del mercado ( León Lázaro, Guillermo. 2010. «La globalización y su impacto en América Latina», Anuario Jurídico y Económico Escurialense, 43: 355-372.León Lázaro, 2010: 358-360). |
[3] |
De ella dijo Trump: «Hay gente que desearía que no me refiriese a China como nuestro
enemigo. Pero eso es exactamente lo que son» (citado por Stracqualursi, Veronica. 2017. «10 times Trump attacked China and its trade relations
with the US», ABC News. Disponible en:
|
[4] |
En el presente se vive una reordenación de las fuerzas políticas en intrasistémicas y extrasistémicas. Las primeras aceptan la globalización y tratan de adaptarse a ella desde distintas perspectivas más o menos sociales, mientras que las segundas no aceptan el cambio supuesto por la globalización y buscan revertirla, encastillándose en concepciones idealizadas del pasado o del futuro. Son intrasistémicos los tradicionales partidos de centro-derecha y centro-izquierda. Son extrasistémicos los partidos populistas. Esta nueva ordenación surge del aparente triunfo de la democracia liberal y el librecambio, generalizados con la globalización. Los tradicionales partidos de derechas e izquierdas tienden a coincidir en los elementos generales de sus posturas diluyendo las diferencias ideológicas, dificultando que el ciudadano distinga entre unos y otros y dejando libre un espacio político que es ocupado por otros partidos y movimientos que se posicionan frente a lo que, en la práctica, es una gran acuerdo de las antiguas derechas e izquierdas —en política todo vacío se cubre y, frente a la coalición de facto entre derecha e izquierda, aparece el populismo para llenar el vacío dejado ( Vallespín, Fernando. 2015. «Las transformaciones de la democracia», Actualidad Jurídica Uría Menéndez, 41: 7-17.Vallespín: 2015: 15)—. El auge del populismo procede del éxito de la democracia liberal y el librecambio, que provoca la desaparición de las diferencias profundas entre derechas e izquierdas y le deja un espacio libre. Por ello, situar al populismo en la derecha o en la izquierda supone clasificarlo en función de categorías cuya desparición es justamente lo que hace nacer al populismo. |
[5] |
En este sentido, cabe recordar la definición de «estúpido» propuesta por Cipolla ( Cipolla, Carlo M. 1996. «Las leyes fundamentales de la estupidez humana», Cuadernos de economía, 15 (25): 200-216.1996: 200-216), como «una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio». |
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Doctor en Derecho por la Universidad de Alicante. Profesor de Derecho Constitucional
en la Universidad Libre, Barranquilla. Acreditado como profesor contratado doctor
(ANECA) y como investigador asociado (Colciencias). Autor de más de treinta publicaciones
académicas, entre ellas ocho libros. Ha impartido más de sesenta conferencias nacionales
e internacionales. Participante en diez proyectos de investigación. Columnista de
opinión de El Heraldo de Barranquilla y La Opinión de Murcia. |