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SUMARIO

  1. Referencias

¿Quién le iba a decir a Peter Mair allá por 2007 que el libro que por entonces comenzaba a escribir –a la postre, desafortunadamente, su último libro– llegaría a convertirse en todo un bestseller, más allá del mundo académico en el que era ya una celebridad? Estoy convencido que si Mair estuviese todavía vivo, se sorprendería del éxito que su profético título, publicado por primera vez en el número 42 de la New Left Review a finales de 2006, iba a tener. Y eso para una persona que nos ha aclarado como ninguno el concepto de «clivaje» (Bartolini, Stefano y Peter Mair. 1990. Identity, competition, and electoral availability: The stabilization of European electorates 1885–1985. Cambridge: Cambridge University Press.Bartolini y Mair, 1990), nos ha introducido a un nuevo tipo de partido («cartel») (Katz, Richard S. y Peter Mair. 1995. «Changing models of party organization and party democracy: The emergence of the cartel party», Party Politics, 1 (1): 5–28. Disponible en: https://doi.org/10.1177/1354068895001001001.Katz y Mair, 1995) y nos ha explicado mejor que nadie los entresijos del «cambio en el sistema de partidos» (Mair, Peter. 1997. Party system change. Approaches and interpretations. Oxford: Oxford University Press.Mair, 1997), ya es mucho decir.

Los argumentos expuestos en Gobernando el vacío han sido empleados para explicar desde el éxito de la democracia no liberal en Hungría hasta la aparición de Podemos en nuestro país, pasando por el brexit o la elección de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista en el Reino Unido e incluso la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos. Si bien, conociendo la obsesión de Mair por la precisión conceptual –no en vano era discípulo de Giovanni Sartori (Mair, Peter. 2008. «Concepts and concept formation», en Michael Keating y Donatella Della Porta (eds.), Approaches and methodologies in the social sciences. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511801938.011.Mair, 2008)− algunas de estas aplicaciones de sus teorías le hubiesen parecido exageradas, lo cierto es que la obra que aquí comentamos se centra en una cuestión esencial para entender la inestabilidad política que actualmente padecemos: a saber, la crisis de la democracia representativa en general, y los partidos políticos (y su gobierno) en particular.

En Gobernando el Vacío, Mair adopta una visión ciertamente pesimista del modo en que las democracias representativas han venido evolucionado en los últimos años. En este sentido, y como ya quedó claramente explicado en la introducción de nuestro «libro homenaje», Mair difiere así de la escuela americana, encabezada por Russell Dalton, para quien los partidos políticos no corren peligro dado que: a) su desaparición requeriría una reconstrucción demasiada dolorosa del sistema democrático tal y como lo conocemos; b) su monopolio en materia de movilización por el poder no ha encontrado todavía parangón, y c) su capacidad de adaptación es ilimitada (Müller-Rommel, Ferdinand y Fernando Casal Bértoa (eds.). 2016. Party politics and democracy in Europe: Essays in honour of Peter Mair. Abingdon/New York: Routledge.Müller-Rommel y Casal Bértoa, 2016: 4).

Por su parte, Mair pone de relieve en el libro aquí analizado cómo los partidos políticos, principal sustento de la democracia actual, han ido decayendo con el paso de los años. Como buen meteorólogo que observa las corrientes de aire, los patrones de lluvia o las olas de calor a fin de predecir el tiempo, Mair parte de un análisis histórico de las pautas de comportamiento electoral y partidista desde finales de la Segunda Guerra Mundial para poner de relieve el mutuo alejamiento experimentado entre unos (votantes) y otros (partidos). Y es que, como bien queda demostrado en los primeros tres capítulos del libro, el futuro ya no es lo que era.

Por un lado, los ciudadanos ni confían en los partidos políticos en general ni se identifican con alguno en particular. Contrariamente a lo que ocurría en la época dorada del «partido de masas» (Casal Bértoa, Fernando. 2016. «New Parties in Old Party Systems» (recensión), Perspectives on Politics, 14 (4): 1234-‍1236. Disponible en: https://doi.org/10.1017/S1537592716003753Casal Bértoa, 2016), cuando los partidos articulaban la vida social de los individuos prácticamente desde la cuna hasta el ataúd, en la actualidad los partidos políticos ni representan ni movilizan, o al menos no en la medida que lo venían haciendo hasta hace tan sólo unas dos o tres décadas. No es ya que el número de miembros con carnet haya declinado estrepitosamente, sino que además el porcentaje de votantes que se abstienen de acudir a votar elección tras elección ha aumentado sustancialmente, poniendo en tela de juicio el tradicional rol de los partidos como elemento de transmisión de los intereses ciudadanos ante el Estado.

Para más inri, aquellos individuos que siguen acudiendo a las urnas para hacer valer su voz tienden a cambiar sus preferencias de una elección a otra, dejando de lado su apoyo a partidos tradicionales y optando por soluciones nuevas cada vez. O lo que es aún peor, votando a partidos anti establishment o antisistema cuyo principal objetivo es acabar ora con el status quo, ora con el sistema democrático y liberal. Con las consecuencias (negativas) que esto pueda tener para la estabilidad del sistema de partidos en general, y del denominado «gobierno de partido» en particular.

Y es que uno de los principales efectos de este declive partidista es la crisis del sistema de gobierno que ha venido caracterizando a la mayoría de democracias occidentales desde finales del siglo xix. Si bien hasta hace unos años el gobierno era ejercido por líderes partidistas y estaba formado por uno o varios partidos políticos –dependiendo de los resultados electorales– que representaban opciones ideológicas diversas y decidían implementar diferentes políticas públicas de acuerdo a las mismas, siendo «juzgados» electoralmente conforme a su desempeño, a día de hoy ninguno de estos elementos es del todo cierto.

En primer lugar, si bien es verdad que los líderes gubernamentales siguen siendo reclutados por los partidos, es dudoso que tal reclutamiento siga teniendo lugar a través de ellos. Trump es el ejemplo más claro en este sentido, aunque no el único. De hecho, hoy en día son los medios y no tanto el partido, o sus miembros, los que en verdad deciden.

En segundo lugar, y debido a la cartelización del sistema de partidos, las elecciones han dejado de ser una contienda entre opciones políticas contrapuestas para convertirse en una simple selección de gestores públicos que, fuertemente limitados por las directivas impuestas desde organismos internacionales (Fondo Monetario International, Banco Central Europeo, Comisión Europea, etc.), han de decidir simplemente la mejor forma de implementar aquellas.

En tercer lugar, en un mundo globalizado en el que los asuntos de Estado se han vuelto extremadamente complicados y en el que el rol de los «expertos» es cada vez mayor, la capacidad de los votantes, e incluso de los partidos mismos, para exigir responsabilidades se ha visto reducida. Es más, no ya solo el número de Gobiernos «técnicos» (Italia, Grecia, Rumanía, Bulgaria, etc.) ha ido en aumento, sino que también la aplicación del calificativo de «partidos» para muchos de los grupos políticos con posibilidades de gobernar en el futuro (M5S, Podemos, PVV, etc.) resulta cuanto menos arriesgada. Por último, y no menos importante, la incertidumbre de los resultados electorales es cada vez mayor, tal y como demuestran las últimas elecciones generales en Islandia, Macedonia o España (y antes en Croacia o Turquía). Aspectos estos no señalados por Mair, aunque para ser justos, la mayoría de esos Gobiernos/partidos y todas las elecciones mencionadas tuvieron lugar después de su fallecimiento.

Pero, y este es quizás el aspecto más interesante del argumento de Mair, los partidos políticos mismos son en gran medida responsables de su propio declive y, por ende, de la crisis del sistema democrático actual. Esto se explica fundamentalmente porque ante la erosión de los estrechos lazos que solían unir a votantes y partidos como uña y carne −debida principalmente a procesos de secularización y globalización que han tenido lugar en las últimas tres décadas−, estos últimos renunciaron a afrontar el desafío prefiriendo refugiarse en «papá Estado», el cual les proporciona amparo (financiero, legislativo, funcionarial, etc.) a cambio de convertirse en «utilidades públicas», como muy acertadamente señaló ya Ingrid van Biezen (Biezen, Ingrid van. 2004. «Political parties as public utilities», Party Politics, 10 (6): 701-‍722. Disponible en: https://doi.org/10.1177/1354068804046914.2004), otra discípula de Mair.

Como hemos podido observar en los últimos años, las consecuencias de este alejamiento mutuo han sido desastrosas. Por un lado, los partidos cómodos en su papel de adláteres del Estado, y provistos de autonomía financiera (subsidios públicos), fuerza legislativa (leyes de partidos) y mano de obra (mecenazgo), entre otros privilegios, han terminado por descuidar sus funciones (agregación de intereses, representación, movilización) con respecto al electorado. Un electorado que, sintiéndose abandonado por una «partidocracia» egoísta y en muchos casos corrupta, ha decidido bien dar su apoyo a fuerzas políticas críticas con el «sistema» (populismos), bien acudir a foros alternativos de participación (movimientos antiglobalización, 15M, etc.), bien abandonar totalmente la esfera pública, con los problemas para la legitimidad democrática que ello conlleva.

¿Hay solución? ¿Es posible una «democracia sin partidos»? Es aquí donde el libro de Mair no nos resulta de gran ayuda. Desafortunadamente, un ataque al corazón mientras practicaba unos de sus hobbies preferidos (la pesca) el 15 de agosto de 2011 nos dejó a todos sin su respuesta. Sin embargo, y teniendo en cuenta su posición crítica, esbozada también en el libro −aunque brevemente− en relación con el sistema político de la Unión Europea, así como con otros modelos alternativos (no mayoritarios) de «democracia», me atrevería a decir que no. Para Mair, tanto antes como después de su «giro copernicano» (de una visión optimista pasó a una pesimista) a principios de siglo, los partidos políticos seguían siendo la esencia del sistema democrático. Estudioso de la historia como pocos y devoto institucionalista, Mair sabía de la voluntad de supervivencia de los partidos políticos que, cual organismos, sabrían adaptarse a la nueva situación, e intuía que el «partido cartel» −que tanta fama le reportó− no constituía, ni supondría, «el fin de la historia».

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[1] 

Bartolini, Stefano y Peter Mair. 1990. Identity, competition, and electoral availability: The stabilization of European electorates 1885–1985. Cambridge: Cambridge University Press.

[2] 

Biezen, Ingrid van. 2004. «Political parties as public utilities», Party Politics, 10 (6): 701-‍722. Disponible en: https://doi.org/10.1177/1354068804046914.

[3] 

Casal Bértoa, Fernando. 2016. «New Parties in Old Party Systems» (recensión), Perspectives on Politics, 14 (4): 1234-‍1236. Disponible en: https://doi.org/10.1017/S1537592716003753

[4] 

Katz, Richard S. y Peter Mair. 1995. «Changing models of party organization and party democracy: The emergence of the cartel party», Party Politics, 1 (1): 5–28. Disponible en: https://doi.org/10.1177/1354068895001001001.

[5] 

Mair, Peter. 1997. Party system change. Approaches and interpretations. Oxford: Oxford University Press.

[6] 

Mair, Peter. 2007. «¿Gobernar el vacío?», New Left Review, 42: 22-‍48.

[7] 

Mair, Peter. 2008. «Concepts and concept formation», en Michael Keating y Donatella Della Porta (eds.), Approaches and methodologies in the social sciences. Cambridge: Cambridge University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1017/CBO9780511801938.011.

[8] 

Müller-Rommel, Ferdinand y Fernando Casal Bértoa (eds.). 2016. Party politics and democracy in Europe: Essays in honour of Peter Mair. Abingdon/New York: Routledge.