RESUMEN

Este trabajo presenta los resultados de una investigación sobre cómo se resignifica la política y la democracia en los discursos de estudiantes universitarios chilenos que participan en distintas formas de organización. Se ha empleado una metodología cualitativa, utilizando el grupo de discusión como técnica de producción de datos y el análisis de discurso como enfoque analítico principal. Los participantes fueron militantes de juventudes políticas, activistas de colectivos no partidistas, participantes de grupos de voluntariado e integrantes de grupos artísticos-culturales de las ciudades de Valparaíso, Santiago y Concepción. Los resultados muestran tres discursos acerca de la política y la democracia: (1) «el discurso de la politización» de los colectivos no partidistas; (2) «el discurso experiencial de la política» de los grupos voluntarios y grupos artístico-culturales, y (3) «el discurso del realismo político» de los militantes en juventudes políticas. Se concluye que los tres discursos convergen en el rechazo de las instituciones, pero se diferencian en los modos de entender la política y la democracia a partir de distintas maneras de relacionarse con el poder y la participación.

Palabras clave: participación política; organizaciones juveniles; juventud; Chile; democracia; análisis de discurso.

ABSTRACT

This research note presents the results of a research on how Chilean university students participating in different forms of social organization re-signify politics and democracy in their discourses of. A qualitative design was implemented using group discussion to yield data and discourse analysis as the main analytic approach. Participants were young political party members, non-political activists, volunteers of a variety of social organizations and members of cultural-artistic groups from the cities of Valparaíso, Santiago and Concepción. The results show three different discourses on politics and democracy: (1) a «politicization discourse» among non-political activists; an «experiential discourse on politics» among volunteers and cultural-artistic groups; and (3) a «discourse of political realism» among young political party members. The article concludes that the three discourses converge in rejecting institutions, although they differ in their understandings of politics and democracy, according to different ways they relate to power and participation.

Keywords: political participation; youth organizations; young people; Chile; democracy; discourse analysis.

Cómo citar este artículo / Citation: Sandoval, J. y Carvallo, V. (2017). Discursos sobre política y democracia de estudiantes universitarios chilenos de distintas organizaciones juveniles. Revista Española de Ciencia Política, 43, 137-160. Doi: https://doi.org/10.21308/recp.43.06

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SUMARIO

  1. Resumen
  2. Abstract
  3. INTRODUCCIÓN
  4. MARCO TEÓRICO
    1. Los jóvenes y la política
    2. La democracia, la política y lo político
  5. METODOLOGÍA
    1. Técnica de producción de información
    2. Participantes
    3. Procedimiento
    4. Análisis de datos
  6. RESULTADOS
    1. El discurso de la politización
    2. El discurso experiencial
    3. Discurso del realismo
  7. DISCUSIÓN
  8. CONCLUSIONES
  9. AGRADECIMIENTOS
  10. Referencias

INTRODUCCIÓN[Subir]

A partir del ciclo de movilizaciones ocurridas en Chile el año 2011, el estudio de la relación entre los jóvenes y la política ha adquirido cada vez más relevancia. Las acciones de protesta de los estudiantes chilenos pusieron en entredicho los estereotipos dominantes sobre los jóvenes como actores despolitizados. Además, este ciclo de movilizaciones se transformó en un hito que adquirió relevancia internacional por sus coincidencias con procesos de movilización política ocurridos en otros países ese mismo año (Arditi, Benjamin. 2012. «Las insurgencias no tienen un plan, ellas son el plan: performativos políticos y mediadores evanescentes en 2011», Debate Feminista, 23 (42): 146-169.Arditi, 2012; Roitman, Marcos. 2012. Los indignados. El rescate de la política. Madrid: Ediciones Akal.Roitman, 2012), con los cuales compartió el uso intensivo de las nuevas tecnologías y la apropiación expresiva de los espacios públicos (García, Oscar y Félix Aguirre. 2014. «Spatial practices and narratives: The GenkiDama for education by Chilean students», Journal of Language and Politics, 13 (4): 732-754.García y Aguirre, 2014; Vommaro, Pablo. 2014. «La disputa por lo público en América Latina. Las juventudes en las protestas y en la construcción de lo común», Nueva Sociedad, 251: 55-69.Vommaro, 2014). Para algunos autores, los hechos del 2011 cuestionaron las bases del modelo político chileno, caracterizado por una radical neoliberalización material y subjetiva (Mayol, Alberto. 2012. El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo. Santiago: LOM.Mayol, 2012), y otorgaron a los estudiantes universitarios el rol de catalizadores de un proceso de progresiva politización de la sociedad chilena que se extiende hasta nuestros días (PNUD. 2015. Desarrollo humano en Chile. Los tiempos de la politización. Santiago: Programa Naciones Unidas para el Desarrollo.PNUD, 2015).

Sin embargo, mientras los jóvenes, especialmente los estudiantes universitarios, han protagonizado este proceso de politización, diversas fuentes nos indican que también se ha intensificado su distanciamiento de las dimensiones formales de la política. Ejemplo de lo anterior es la drástica disminución de la participación electoral juvenil que ha experimentado Chile desde el retorno a la democracia. Esta tendencia no cambió con la implementación del nuevo sistema de inscripción automática y voto voluntario a partir del año 2012; por el contrario, esta se agudizó aún más y se mantuvo un «sesgo de clase» en la emisión del voto (Corvalán, Alejandro, Andrés Zahler y Paulo Cox. 2012. Voto voluntario: ¡y votaron más los ricos! Disponible en: http://ciperchile.cl/2012/11/05/voto-voluntario-%E2%80%A6-%C2%A1y-votaron-mas-los-ricos/ [Consulta: 10 de julio de 2016].Corvalán et al., 2012; Contreras, Gonzalo y Mauricio Morales. 2014. «Jóvenes y participación electoral en Chile 1989-2013. Analizando el efecto del voto voluntario», Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 12 (2): 597-615.Contreras y Morales, 2014). Del mismo modo, varios estudios sociológicos realizados en Chile y otros países han argumentado, a partir de enfoques y perspectivas teóricas diferentes, la existencia de una crisis de confianza, sentido y legitimidad de la política y la democracia entre los jóvenes (Segovia, Carolina y Ricardo Gamboa. 2012. «Chile: El año en que salimos a la calle», Revista de Ciencia Política, 32 (1): 65-85.Segovia y Gamboa, 2012), describiendo un juicio negativo de la política (Bruno, Daniela y Alicia Barreiro. 2014. «La política como representación social», Psicología Política, 48: 69-80.Bruno y Barreiro, 2014) y problematizando los efectos que tiene esta valoración sobre la cohesión social (Sandoval, Mario. 2012. «La desconfianza de los jóvenes: sustrato del malestar social», Última década, 20 (36): 43-70.Sandoval, 2012), la cultura política universitaria (Iturrate, Diana. 2014. «Un acercamiento al análisis de la cultura política de la juventud Universitaria», RASE, 7 (1): 190-206.Iturrate, 2014) y la sociabilidad juvenil (Baeza, Jorge. 2013. «Ellos» y «Nosotros»: la (des)confianza de los jóvenes en Chile», Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 11 (1): 273-286.Baeza, 2013).

Para abordar esta aparente contradicción que surge entre el aumento del activismo de protesta y la agudización de la desafección institucional, debemos entender que los jóvenes se han distanciado de las estructuras políticas tradicionales, pero han mantenido su interés por temas sociales y políticos por otros medios (Harris, Anita, Johanna Wyn y Salem Youne. 2010. «Beyond apathetic or activist youth: ‘Ordinary’ young people and contemporary forms of participation», Young, 18 (1): 9-32. Disponible en: https://doi.org/10.1177/110330880901800103.Harris et al., 2010), promoviendo formas de organización en las cuales se redefine la idea tradicional de política y democracia. Si bien hay interesantes aproximaciones bibliográficas a este problema (Vommaro, Pablo. 2014. «La disputa por lo público en América Latina. Las juventudes en las protestas y en la construcción de lo común», Nueva Sociedad, 251: 55-69.Vommaro, 2014; Aguirre, Félix y Oscar García. 2015. «Más allá del malestar. Una hipótesis sociológica sobre el significado político del movimiento estudiantil chileno», Revista de Sociologia e Politica, 23(53):147-162. Disponible en: https://doi.org/10.1590/1678-987315235308.Aguirre y García, 2015), resulta relevante realizar un análisis empírico de esta realidad, a partir de los discursos de los propios jóvenes que participan en distintas formas de organización. Con el propósito de abordar este problema, el presente trabajo analiza los significados de las nociones de política y democracia que se articulan en los discursos de jóvenes universitarios chilenos que participan en organizaciones no tradicionales como los colectivos no partidistas, grupos voluntarios y grupos artístico-culturales; y en organizaciones tradicionales como las juventudes de los partidos políticos.

El trabajo se organiza del siguiente modo: en el siguiente apartado se analizan las categorías conceptuales con las cuales se aborda teóricamente el problema de investigación. Luego se describen las técnicas y procedimientos de producción y análisis de datos. Posteriormente se presentan los resultados del análisis como una topología de tres discursos sobre la política y la democracia. Seguidamente, en la discusión se abordan las relaciones de sentido que establecen los discursos entre sí y con el contexto social en el cual se inscriben. Finalmente, se presentan las conclusiones del estudio.

MARCO TEÓRICO[Subir]

Los jóvenes y la política [Subir]

En la actualidad observamos una transformación significativa de la relación de los jóvenes con la política. Si bien el distanciamiento de las instituciones y de los actores políticos tradicionales ha sido interpretado como un proceso de despolitización de los jóvenes (Kimberlee, Richard. 2002. «Why don’t British young people vote at general elections?», Journal of Youth Studies, 5 (1): 85-98. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13676260120111788.Kimberlee, 2002), cada vez hay más evidencia de que, más que desafección, los jóvenes contemporáneos experimentan una resignificación de la política a partir de sus trayectorias vitales (O’Toole, Therese, David Marsh y Su Jones. 2003. «Political literacy cuts both ways: The politics of non-participation among young people», The Political Quarterly, 73 (3): 349-360. Disponible en: https://doi.org/10.1111/1467-923X.00544.O’Toole et al., 2003) y sus nuevas formas de organización (Ocampo, Angélica y Ángela Robledo. 2009. «Significados de la política en mundos barriales populares en Bogotá», Cuadernos del Cendes, 26 (70): 25-50.Ocampo y Robledo, 2009). Es decir, la disminución de la implicación juvenil con la política tradicional vendría acompañada de un mayor interés por formas no tradicionales de participación y organización social (Benedicto, Jorge. 2008. «La juventud frente a la política: ¿desenganchada, escéptica, alternativa o las tres cosas a la vez?», Revista de Estudios de Juventud INJUVE, 81: 13-28.Benedicto, 2008).

Por ejemplo, en España se ha descrito una progresiva inclinación de los jóvenes hacia las prácticas no convencionales de participación y organización política (Francés, Francisco y Oscar Santacreu. 2014. «Crisis política y juventud en España: el declive del bipartidismo electoral», SocietàMutamentoPolitica, 5 (10): 107-128.Francés y Santacreu, 2014), tendencia que también ha sido descrita de manera consistente en otros países. (Quaranta, Mario. 2012. «The rise of unconventional political participation in Italy: Measurement equivalence and trends, 1976-2009», Bulletin of Italian Politics, 4 (2), 251-276.Quaranta, 2012; DiGrazia, Joseph. 2014. «Individual protest participation in the United State: conventional and Unconventional Activism», Social Science Quarterly, 95 (1), 111-131. Disponible en: https://doi.org/10.1111/ssqu.12048.DiGrazia, 2014; Abdalla, Nadine. 2016. «Youth movements in the Egyptian transformation: strategies and repertoires of political participation», Mediterranean Politics, 21 (1): 44-63. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13629395.2015.1081445.Abdalla, 2016). Estas nuevas prácticas políticas se ponen en juego en organizaciones juveniles que redefinen la política y la democracia a partir de las dimensiones de la vida cotidiana, tal como quedó en evidencia durante el ciclo de movilizaciones de los últimos años en Europa y otras partes del mundo (Arditi, Benjamin. 2012. «Las insurgencias no tienen un plan, ellas son el plan: performativos políticos y mediadores evanescentes en 2011», Debate Feminista, 23 (42): 146-169.Arditi, 2012; Sampedro, Víctor y Josep Lobera. 2014. «The Spanish 15-M movement: a consensual dissent?», Journal of Spanish Cultural Studies, 15 (1): 68-80. Disponible en: https://doi.org/10.1080/14636204.2014.938466.Sampedro y Lobera, 2014).

Esta nueva relación con la política y la democracia también la podemos observar en diversas organizaciones juveniles en América Latina. Por ejemplo, en los colectivos autónomos en Perú (Pajares, Jorge, Antonella Zegarra, Gerson Vásquez, Kees de la Cruz y Ela Pérez. 2014. «Colectivos autónomos de adolescentes en Lima, Perú: las adolescencias como sujeto político», en Marcelo Rodríguez y Gino Grondona (coord.), Juventud y Política. Cambios sociopolíticos en América del Sur. Quito: Universidad Politécnica Salesiana.Pajares et al., 2014), las organizaciones juveniles que participaron en el proceso constituyente de Ecuador (Siavichay, Isabel. 2014. «Sueños que construyen certeza, experiencia del Acuerdo Nacional de Jóvenes ANJ-Ecuador», en Marcelo Rodríguez y Gino Grondona (coord.), Juventud y política. Cambios sociopolíticos en América del Sur. Quito: Universidad Politecnica Salesiana.Siavichay, 2014) y los colectivos políticos juveniles en Bolivia (Carrasco, Daniela. 2015. «Presencia y visibilización de las organizaciones juveniles en la política boliviana», en Faviana Espíndola (coord.), Jóvenes en movimientos: experiencias y sentidos de las movilizaciones en la América Latina contemporánea. Buenos Aires: CLACSO.Carrasco, 2015). Estas formas de organización constituyen colectivos que posibilitan la construcción de una forma de ciudadanía activa (Pabón, Rafael. 2013. «Colectivos juveniles como formas participativas de construcción de ciudadanía activa», Encuentros, 11 (2): 169-180.Pabón, 2013) y que según Kriger y Daiban (Kriger, Miriam y Cynthia Daiban. 2015. «Del ideal del ciudadano al ciudadano en-situación: un estudio sobre los modelos de ciudadanía y los posicionamientos subjetivos de jóvenes ciudadanos en la Argentina actual (Buenos Aires y Conurbano, 2011-13)», Revista Folios, 0 (41): 87-102. Disponible en: https://doi.org/10.17227/01234870.41folios87.102.2015), darían cuenta de un proceso de repolitización que se experimenta en los más diversos planos de la vida social de los jóvenes.

En Chile, también existen antecedentes que confirmarían este proceso de resignificación de la política y la democracia. Al respecto, Velásquez et al. (Velásquez, Elda, Loreto Martínez y Patricio Cumsille. 2004. «Expectativas de autoeficacia y actitud prosocial asociadas a participación ciudadana en jóvenes», Psykhe, 13 (2): 85-98. Disponible en: https://doi.org/10.4067/S0718-22282004000200007.2004) proponen que una de las vías más importantes de participación que reconocen los jóvenes son las acciones de solidaridad y voluntariado. Gaete (Gaete, Ricardo. 2015. «El voluntariado universitario como ámbito de aprendizaje servicio y emprendimiento social. Un estudio de caso», Última Década, 23 (43): 235-260. Disponible en: https://doi.org/10.4067/S0718-22362015000200009.2015) describe el voluntariado como una iniciativa mayoritariamente universitaria que fortalece la sensibilidad social y la ciudadana entre los estudiantes. Cárdenas et al. (Cárdenas, Manuel, Luis Parra, Juan Picón, Héctor Pineda y Rodrigo Rojas. 2007. «Las representaciones sociales de la política y la democracia», Última Década, 15 (26): 53-78.2007) proponen que existe un conjunto de actividades (grupos culturales, colectivos artísticos, clubes deportivos y espacios comunitarios) no consideradas tradicionalmente como parte de la política y que hoy se constituyen en un laboratorio práctico para una nueva forma de entender la democracia y la política por parte de los jóvenes. Desde otra perspectiva, Aguilera (Aguilera, Oscar. 2010. «Acción colectiva juvenil: de movidas y finalidades de adscripción», Nómada, 32: 81-97.2010) describe diferentes maneras de actuar políticamente a partir de las distintas adscripciones que tendrían los jóvenes, proponiendo diferencias entre las formas de acción que articulan los grupos políticos, grupos culturales, grupos de voluntariado y las llamadas «tribus urbanas». Hatibovic et al. (Hatibovic, Fuad, Juan Sandoval y Manuel Cárdenas. 2012. «Posiciones de sujeto» y acción política universitaria: análisis de discurso de estudiantes de universidades de la región de Valparaíso, Última Década, 20 (37): 111-134.2012) también han mostrado que se constituyen distintos sujetos políticos a partir de formas de organización estudiantil diferentes, como el voluntariado y los colectivos políticos o culturales, en las cuales se ponen en juego nuevas representaciones de la política y la democracia. Por otro lado, Espinoza y Madrid (Espinoza, Vicente y Sebastián Madrid. 2010. Trayectoria y eficacia política de militantes en juventudes políticas. Santiago: Universidad de Santiago de Chile.2010) describieron un sentido cívico especial en los jóvenes que militan en partidos políticos, lo que explicaría su compromiso con organizaciones formales. Al respecto, Davis (Davis, Giselle. 2012. «La generación de recambio político y la nueva sociedad civil: ¿quién lidera a quién?», Polis, 11 (32): 67-89. Disponible en: https://doi.org/10.4067/S0718-65682012000200005.2012) propone que la generación de recambio de los partidos políticos promueve una democracia capaz de conectar con las expectativas de la sociedad civil, mostrando que también experimentan cambios en sus maneras de entender la política y la democracia.

Estos antecedentes describen cómo los jóvenes interesados en temas políticos y sociales han implementado formas de participación y organización tales como los colectivos políticos no partidistas, el voluntariado y los grupos artístico-culturales, pero también muestran que un grupo de jóvenes mantiene un compromiso con la militancia política tradicional. Si bien hay argumentos que insisten en describir una desafección política que afectaría incluso a quienes participan en estas formas de organización (Mardones, Roberto. 2014. «La encrucijada de la democracia chilena: una aproximación conceptual a la desafección política», Papel Político, 19 (1): 39-59. Disponible en: https://doi.org/10.11144/Javeriana.PAPO19-1.edca.Mardones, 2014), existe evidencia en la literatura internacional de la relación entre la pertenencia a estas formas de organización y la actividad política (Pabón, Rafael. 2013. «Colectivos juveniles como formas participativas de construcción de ciudadanía activa», Encuentros, 11 (2): 169-180.Pabón, 2013). Por ejemplo, se ha propuesto que los mecanismos de formación de capital social derivados de la adscripción a organizaciones de este tipo son relevantes en la explicación de la actividad política de los individuos (Teorell, Jan. 2003. «Linking social capital to political participation: Voluntary associations and networks of recruitment in Sweden», Scandinavian Political Studies, 26 (1): 49-66. Disponible en: https://doi.org/10.1111/1467-9477.00079.Teorell, 2003). También se ha descrito que la participación de los jóvenes se potencia cuando las organizaciones están vinculadas a otros ámbitos de su experiencia juvenil (Tsekoura, Maria. 2016. «Spaces for youth participation and youth empowerment case studies from the UK and Greece», Young, 24 (4): 326-341. Disponible en: https://doi.org/10.1177/1103308815618505.Tsekoura, 2016). De este modo, parece razonable sostener según los antecedentes disponibles, que los jóvenes que se adscriben a estas formas de organización, operarían una redefinición de las categorías de política y democracia.

La democracia, la política y lo político [Subir]

La política y la democracia son categorías fundamentales de la cultura occidental y su definición constituye uno de los debates más significativos de la sociedad contemporánea. Como señala Sartori (Sartori, Giovani. 2000. Teoría de la democracia 1: el debate contemporáneo. Madrid: Alianza Editorial.2000), la democracia se refiere al poder del pueblo, y según Bobbio, ha sido definida tradicionalmente «como la forma de gobierno directa del pueblo o controlado por el pueblo» (Bobbio, Norberto. 2001. El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.2001: 98). La noción de democracia, y la relación política que en ella se produce, es de carácter dinámico y evoluciona a través del tiempo. La categoría moderna de democracia se ha construido a partir de la influencia sucesiva de diversos discursos históricos, desde el discurso ateniense hasta el discurso del liberalismo político que se ha hecho hegemónico en las sociedades modernas (Vargas, José. 2007. «Del gobierno por el pueblo a la posdemocracia económica trasnacional, global y cosmopolita», Reflexión Política, 5 (15): 108-124.Vargas, 2007). Así, la democracia se define canónicamente como un sistema de reglas que garantiza el ejercicio del poder de la mayoría a través de elecciones de autoridades, respetando los derechos de las minorías (García, Elena. 2003. «El discurso liberal: democracia y representación», en Rafael del Águila, José A. de Gabriel, Elena García, Ángel Rivero y Fernando Vallespín, La democracia en sus textos. Madrid: Alianza.García, 2003).

En las sociedades contemporáneas, el discurso liberal que está en la base de la democracia representativa ha sido criticado por haberse convertido en un sistema que limita la participación de los ciudadanos (Rosanvallon, Pierre. 2007. La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial.Rosanvallon, 2007) y promueve un individualismo que contradice el sentido de su propia definición (Rancière, Jacques. 2007. En los bordes de lo político. Buenos Aires: Ediciones La Cebra.Rancière, 2007). Lo anterior, se ha traducido en la búsqueda de una suerte de «nuevo espíritu de la democracia» (Blondiaux, Loïc. 2013. El nuevo espíritu de la democracia. Buenos Aires: Prometeo.Blondiaux, 2013). Nos referimos al cuestionamiento de los sistemas de representación a partir del requerimiento de más participación para los ciudadanos, que «se manifiesta en la demanda de que la democracia representativa sea acompañada e incluso sustituida por la democracia directa» (Bobbio, Norberto. 2001. El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.Bobbio, 2001: 49). Este discurso sostiene que la representación destruye la participación y la ciudadanía, promoviendo como contrapartida una «democracia fuerte» (Barber, Benjamin. 2004. Strong democracy. Participatory politics for new age. Los Angeles: University of California Press.Barber, 2004). Como señala Blondiaux, la «democracia participativa parece tener que englobar todo lo que en la vida política de las democracias contemporáneas no reenvía estrictamente a la lógica del gobierno representativo» (Blondiaux, Loïc. 2013. El nuevo espíritu de la democracia. Buenos Aires: Prometeo.2013: 60).

Este debate pone en tensión las bases del discurso de la democracia liberal y la propia definición de la política. En efecto, la demanda por más participación supone una crítica radical al «Zeitgeist postpolítico» del discurso liberal y a la erradicación del antagonismo de su concepción de lo social (Mouffe, Chantal. 2009. En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Mouffe, 2009). Como proponen Laclau y Mouffe (Laclau, Ernesto y Chantal Mouffe. 1987. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una política democrática radical. Madrid: Siglo XXI.1987), para abordar este problema es necesario distinguir entre «la política» y «lo político». En palabras de Mouffe: «Concibo «lo político» como la dimensión de antagonismo que considero constitutiva de las sociedades humanas, mientras que entiendo a «la política» como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político» (Mouffe, Chantal. 2009. En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2009: 16). Podemos decir que el sustantivo «política», nombra, define y delimita un conjunto de prácticas; mientras que el adjetivo «político» muestra una cualidad: el carácter inerradicable de la contingencia, el poder y el conflicto.

De estas dos visiones se derivan diferentes maneras de concebir la participación en el orden democrático. Por un lado, de «la política» se deriva una visión vinculada a las dimensiones del consenso y la administración institucional, y de «lo político» una perspectiva ligada a la autoorganización de los grupos y la configuración de un «espacio público oposicional» (Blondiaux, Loïc. 2013. El nuevo espíritu de la democracia. Buenos Aires: Prometeo.Blondiaux, 2013). Podemos sostener que «lo político» subvierte y cuestiona «la política» al impedir el cierre definitivo del orden social que esta pretende gobernar, permitiendo pensar prácticas que operan por fuera de un escenario institucional. Como «lo político» se juega más allá de las instituciones, nos permite abordar procesos de radicalización de la democracia, haciendo visible «nuevos «juegos de lenguaje» que hacen posible el surgimiento de prácticas e instituciones en las que podrían inscribirse múltiples formas de democracia» (Mouffe, Chantal. 2009. En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Mouffe, 1999: 23).

Esta ampliación del discurso sobre la política y la democracia facilita el reconocimiento de las formas convencionales y no convencionales de participación política (Sabucedo, José M. y Constantino Arce. 1991. «Types of political participation: A multidimentional analysis», European Journal of Political Research, 20 (1): 93-102. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1475-6765.1991.tb00257.x.Sabucedo y Arce, 1991). En el ya clásico trabajo de Barnes y Kaase (Barnes, Samuel H. y Max Kaase. 1979. Political action: mass participation in five western democracies. Beverly Hills: Sage.1979) se propone esta distinción: la participación convencional se relacionaba con los procesos electorales, mientras que la no convencional tiene que ver con actuaciones como hacer peticiones, manifestaciones legales, daños a la propiedad o acciones de violencia. Más recientemente, Rucht (Rucht, Dieter. 1992. «Estrategias y formas de acción de los nuevos movimientos sociales», en Russell J. Dalton y Manfred Kuechler (eds.), Los nuevos movimientos sociales. Valencia: Alfons el Magnánim.1992) establece que la acción política convencional se refiere a comportamientos que se circunscriben a la regulación normativa de la participación institucional, mientras que la no convencional no se corresponde necesariamente con el orden normativo y puede incluir diversas prácticas sociales. Podemos decir que ambas formas de participación política se diferencian atendiendo al criterio al que demandan: al poder constituido en la acción convencional, al enfrentamiento con la legalidad en la acción no convencional.

No obstante, si bien se han utilizado ampliamente los términos convencional y no convencional como medio de clasificación de la acción política, nos parece que la distinción entre la dimensión constituida de las instituciones y constituyente de la acción, puede ser abordada de mejor manera a partir de la diferencia propuesta entre «la política» y «lo político». Desde esta distinción, el problema no sería la convencionalidad de una organización o práctica social, «sino los momentos de constitución de lo social a los cuales las acciones refieren: la política a la sociedad constituida, mientras que lo político a la sociedad constituyente» (Sandoval, Mario. 2012. «La desconfianza de los jóvenes: sustrato del malestar social», Última década, 20 (36): 43-70.Sandoval et al., 2012: 456). Es decir, la distinción de «la política» y «lo político» nos permitiría entender mejor los modos por medio de los cuales se define la sociedad, sus instituciones y las relaciones que establecen los actores a partir de dichas definiciones.

En este trabajo, lo que nos interesa es problematizar esta relación entre la política y lo político, es decir, interrogarnos por los modos en los que se constituyen los significados que le dan los propios actores a la política y la democracia, en el marco de sus formas de organización. Lo anterior es relevante para el caso que nos proponemos estudiar, porque los estudiantes universitarios son uno de los actores que han tensionado con más fuerza las dimensiones institucionales de la política, diversificando sus formas de organización más allá de los partidos políticos y los sindicatos, promoviendo colectivos sociales en diversos ámbitos de la sociedad (Salinas, Sergio. 2016. Conflictos y nuevos movimientos sociales. Santiago: RILSalinas, 2016). La importancia de estas organizaciones se ha hecho patente en los movimientos políticos y ciudadanos de los últimos años, como el llamado movimiento 15M (Sampedro, Víctor y Josep Lobera. 2014. «The Spanish 15-M movement: a consensual dissent?», Journal of Spanish Cultural Studies, 15 (1): 68-80. Disponible en: https://doi.org/10.1080/14636204.2014.938466.Sampedro y Lobera, 2014), la Primavera Árabe (Abdalla, Nadine. 2016. «Youth movements in the Egyptian transformation: strategies and repertoires of political participation», Mediterranean Politics, 21 (1): 44-63. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13629395.2015.1081445.Abdalla, 2016), o los ciclos de movilizaciones de estudiantes en Colombia (Archila, Mauricio. 2012. «El movimiento estudiantil en Colombia, una mirada histórica», Revista Observatorio Social América Latina, 13 (31): 71-103.Archila, 2012) o Chile (Aguirre, Félix y Oscar García. 2015. «Más allá del malestar. Una hipótesis sociológica sobre el significado político del movimiento estudiantil chileno», Revista de Sociologia e Politica, 23(53):147-162. Disponible en: https://doi.org/10.1590/1678-987315235308.Aguirre y García, 2015). En todos ellos podemos reconocer el protagonismo de múltiples formas de organización, como los colectivos no partidistas, los grupos artístico-culturales, los grupos de voluntariados, que junto a la militancia clásica en las juventudes políticas, constituyen los casos de estudio de esta investigación.

METODOLOGÍA[Subir]

Se llevó a cabo un estudio cualitativo enmarcado en la investigación social de discursos (Ibáñez, Jesús. 1992. Más Allá de la Sociología. Madrid: Siglo XXI Editores.Ibáñez, 1992). El diseño fue de tipo descriptivo y analítico. Descriptivo porque la investigación se pregunta por el cómo se manifiestan los procesos de resignificación de la política y la democracia en una población específica: los jóvenes universitarios. Analítico porque el estudio se propone construir un modelo comprensivo de los significados de la política y la democracia a partir de los discursos de los jóvenes incluidos en la investigación.

Técnica de producción de información [Subir]

Para producir los discursos se utilizó el grupo de discusión (Ibáñez, Jesús. 1992. Más Allá de la Sociología. Madrid: Siglo XXI Editores.Ibáñez, 1992), técnica conversacional que se propone reconstruir a nivel micro el discurso social presente a nivel macro desde un enfoque no directivo, permitiendo identificar la estructura de sentido de los discursos sociales que los sujetos reconstruyen en la conversación

Participantes [Subir]

Se trabajó con un muestreo no probabilístico, de tipo intencionado y orientado teóricamente. Para definir la muestra se consideró como eje de estructuración el que los jóvenes hayan participado por más de un año en alguna de las siguientes formas de organización juvenil:

  1. Colectivos no partidistas (GNP). Son grupos de carácter plural que se proponen objetivos políticos explícitos e implementan formas de organización distintas a la militancia partidista (Pabón, Rafael. 2013. «Colectivos juveniles como formas participativas de construcción de ciudadanía activa», Encuentros, 11 (2): 169-180.Pabón, 2013); por ejemplo: grupos ecologistas, autonomistas, libertarios o de autogestión política.

  2. Grupos voluntarios (GV). Se trata de grupos que realizan acciones de ayuda y solidaridad en espacios territoriales definidos y que mantienen una forma de organización regular y permanente en el tiempo (Gaete, Ricardo. 2015. «El voluntariado universitario como ámbito de aprendizaje servicio y emprendimiento social. Un estudio de caso», Última Década, 23 (43): 235-260. Disponible en: https://doi.org/10.4067/S0718-22362015000200009.Gaete, 2015).

  3. Grupos artístico-culturales (GAC). Colectivos que realizan actividades artísticas y culturales como medio de expresión de su politicidad (Aguilera, Oscar. 2010. «Acción colectiva juvenil: de movidas y finalidades de adscripción», Nómada, 32: 81-97.Aguilera, 2010); por ejemplo: grupos de serigrafía, teatro popular, grafiteros o hip-hoperos.

  4. Juventudes políticas (JP). Corresponden a las orgánicas juveniles de los partidos políticos tradicionales (Espinoza, Vicente y Sebastián Madrid. 2010. Trayectoria y eficacia política de militantes en juventudes políticas. Santiago: Universidad de Santiago de Chile.Espinoza y Madrid, 2010).

Cada una de estas formas de organización, se estudiaron en las ciudades de Santiago, Valparaíso y Concepción. Estas ciudades fueron seleccionadas por su importancia desde el punto de vista demográfico, económico, cultural y político; además, por ser las ciudades donde se concentra la mayor cantidad de estudiantes universitarios del país (Mineduc. 2015. Informe de Matrícula 2015. Disponible en: http://www.mifuturo.cl/index.php/informes-sies/matriculados [Consulta: 05 de julio de 2016].MINEDUC, 2015). Las cuatro formas de organización replicadas en cada una de las tres ciudades, generaron doce posiciones, en cada una de las cuales se realizó un grupo de discusión. Se consideró como una dimensión de heterogeneidad interna de los grupos el género y el tipo de institución universitaria, pero sin considerar estas dimensiones como ejes de análisis, toda vez que la investigación interpelaba a los jóvenes a partir de su experiencia como integrantes de nuevas formas de organización juvenil.

En total, participaron ciento dos jóvenes de ambos sexos, de entre dieciocho y veintisiete años, estudiantes universitarios de las ciudades consideradas en el estudio y que tenían una antigüedad mínima de un año como integrantes de una organización juvenil (tabla 1). Se definió como criterio de exclusión a los jóvenes que no mantienen ninguna experiencia de participación social o política. Si bien los grupos se mantuvieron en los límites de participantes que recomienda la técnica, se cuidaron los efectos de las diferencias de la cantidad de integrantes entre los grupos a través del control del tiempo y el análisis de la riqueza semántica de los mismos.

Procedimiento [Subir]

La selección de los participantes se realizó a partir de un mapeo de las organizaciones presentes en las universidades de cada ciudad. El reclutamiento se llevó a cabo a través de pares simétricos que garantizaron que los participantes cumplieran el requisito de antigüedad mínima en una organización juvenil. Los grupos de discusión comenzaron con una provocación inicial en la cual se invitó a los participantes a conversar abiertamente sobre la política y la democracia en Chile. El preceptor no introdujo preguntas directas en la conversación y su participación se centró en la «provocación continuada», es decir, en el mantenimiento y control de la discusión (Ibáñez, Jesús. 1992. Más Allá de la Sociología. Madrid: Siglo XXI Editores.Ibáñez, 1992). Los grupos se realizaron entre mayo y julio de 2014, en dependencias universitarias que garantizaron un acceso expedito a los jóvenes. Tuvieron una duración aproximada de dos horas y fueron grabados en audio, previa aprobación y firma por parte de los participantes de una carta de consentimiento informado.

Tabla 1.

Grupos de discusión

Tipo de organización Ciudad N H/M
GD 1 Colectivos no partidistas Valparaíso 10 6 H /4 M
GD 2 Grupos voluntarios Valparaíso  9 5 H /4 M
GD 3 Grupos artístico-culturales Valparaíso  9 5 H /4 M
GD 4 Juventudes políticas Valparaíso  9 8 H /1 M
GD 5 Colectivos no partidistas Santiago 10 6 H /4 M
GD 6 Grupos voluntarios Santiago  8 5 H /3 M
GD 7 Grupos artístico-culturales Santiago  5 2 H /3 M
GD 8 Juventudes políticas Santiago 10 8 H /2 M
GD 9 Colectivos no partidistas Concepción 11 7 H /4 M
GD 10 Grupos voluntarios Concepción  9 4 H /5 M
GD 11 Grupos artístico-culturales Concepción  5 2 H/ 3 M
GD 12 Juventudes políticas Concepción  7 6 H/ 1 M

Fuente: elaboración propia.

Análisis de datos [Subir]

Los grupos de discusión fueron sometidos a un plan de análisis tomando como base el enfoque sociológico del discurso (Alonso, Luís Enrique y Javier Callejo.1999. «El análisis del discurso: del postmodernismo a las razones prácticas», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 88: 37-74. Disponible en: https://doi.org/10.2307/40184203.Alonso y Callejo, 1999; Canales, Manuel (coord.). 2013. Escucha de la escucha. Análisis e interpretación en la investigación cualitativa. Santiago: Lom.Canales, 2013; Ibáñez, Jesús. 1992. Más Allá de la Sociología. Madrid: Siglo XXI Editores.Ibáñez, 1992). La estrategia analítica utilizada supuso en primer lugar transcribir de manera literal cada grupo de discusión. Seguidamente se aplicó un procedimiento de análisis en cuatro pasos. En primer lugar se realizó un ejercicio de paráfrasis de los temas presentes en cada conversación, con el propósito de descomponer los elementos básicos de los discursos y así poder identificar y ordenar los principales temas presentes en cada grupo. En segundo lugar se realizó un análisis transversal de las similitudes y diferencias, tanto entre los grupos de un mismo tipo de organización juvenil, como entre todos los grupos de discusión. En tercer lugar se identificaron estructuras discursivas a partir de las relaciones internas que establecen los elementos identificados en el nivel anterior. De este modo se articularon por similitud o diferencia semántica los distintos temas en discursos específicos, los cuales fueron etiquetados según la posición subjetiva y objetiva que cada grupo ocupaba en relación a los demás (Alonso, Luís Enrique y Javier Callejo.1999. «El análisis del discurso: del postmodernismo a las razones prácticas», Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 88: 37-74. Disponible en: https://doi.org/10.2307/40184203.Alonso y Callejo, 1999; Ibáñez, Jesús. 1992. Más Allá de la Sociología. Madrid: Siglo XXI Editores.Ibáñez, 1992). En cuarto lugar, los discursos identificados fueron sometidos a un segundo nivel de análisis, donde se interpreta lo comprendido (Canales, Manuel (coord.). 2013. Escucha de la escucha. Análisis e interpretación en la investigación cualitativa. Santiago: Lom.Canales, 2013), es decir, se busca entender el sentido que cada tipo de agrupación juvenil le asigna a la política y democracia y cómo este se relaciona con las posiciones que estos grupos ocupan en la estructura de relaciones sociales. Este último paso supuso integrar en el análisis los antecedentes del contexto social, así como la experiencia del equipo de investigación.

RESULTADOS[Subir]

El discurso de la politización [Subir]

La primera posición la constituye el discurso de la politización, y estaría representada por los colectivos no partidistas (CNP). La visión sobre la política y la democracia en esta posición se estructura a partir del rechazo de la institucionalidad, pero sin renunciar definitivamente a su transformación política. Es decir, estos colectivos no descartan disputar el poder institucional en el medio o largo plazo, por lo que se enfrentan a la tensión de cómo construir una nueva forma de poder que contribuya a los procesos de transformación social que promueven. Para referirse a esta «otra política» utilizan elementos referenciales como la «colectividad», la «crítica» o la «integración de todos». Para estos jóvenes, esta nueva forma de hacer política supone promover una discusión informada y crítica entre los ciudadanos, a partir del establecimiento de una relación política definida por la horizontalidad y la reciprocidad:

Estos espacios no convencionales a nosotros mismos nos entregan otras herramientas, como es la retroalimentación. Yo no creo que soy un iluminado y tengo que ir a cambiar la realidad de las personas. Yo creo que puedo entregar cosas y a la vez ellos también me las entregan a mí, o sea, si no partimos de esa base creo que estamos pasando máquina como se dice, o sea la retroalimentación es una cuestión fundamental y eso parte de una base de que yo considero que el otro me pueda entregar algo, y eso ya rompe un esquema con lo institucional (GD 9).

Destaca el uso de metáforas como «iluminado» y «máquina» para hacer referencia a los males de la política institucional, cuyas formas de acción tenderían a no considerar la participación de los jóvenes, marcando con dichas figuras retóricas una disyunción entre sus formas de actuar y las prácticas tradicionales de los políticos profesionales. Es interesante destacar que a partir de este discurso, las prácticas políticas de los jóvenes serían efectivamente transformadoras cuando establecen un antagonismo con la base del orden institucional heredado, estableciendo una operación de equivalencia entre politización y transformación social:

Siento que el punto de partida está mucho antes, y está en la negación, en el no, en el grito, en la necesidad de organizarse frente a algo, o sea, no simplemente participamos porque sí, o nos organizamos porque sí, sino de qué manera entendemos la instancia y la necesidad de participación como una forma de transformar la realidad. Por eso mismo creo que el punto de partida es cuando encontramos algo que nosotros queremos modificar, y por eso hablo del no, del grito, de la negación… de algo que no nos gusta, que no nos parece bien (GD 9).

En este discurso se promueve la democracia directa como un sistema que garantizaría la participación de todos sin mediación, estableciendo una disyunción entre democracia representativa y democracia directa. Sin embargo, dentro de este discurso también se expresa una visión minoritaria que pone en valor los mecanismos electorales de participación y su capacidad de convertirse en herramientas para ser usadas en aras de un proceso de ampliación de la democracia:

El voto es algo que se utiliza en función de las luchas de la población, en pos de más derechos y así progresivamente, pero resulta que cuando dejamos al voto actuar solo por actuar y nos fiamos de la buena voluntad de aquellos… nos pisamos un poco la cola (GD 5).

Con todo, estos jóvenes reconocen que, en comparación con la democracia representativa, la democracia directa implica mayores desafíos para sus propias formas de organización, al demandar un interés y compromiso permanente por parte de quienes participan en ella:

Por eso igual es importante hacer la distinción entre la democracia representativa y la democracia directa. Porque a pesar de que las dos tienen la misma base, que al final es someter un tema y que la mayoría decida a mano alzada o en la urna. Es la misma base que se comparte, pero en expresiones totalmente distintas, que conllevan consecuencias también distintas. La democracia representativa que es la que tenemos, hace que la sociedad se convierta en una oligarquía. Y la democracia directa es mucho más […] hay que reconocer que es mucho más difícil de llevar a cabo que el sistema de urnas y que requiere participación e interés de la misma gente, en decidir sus problemas (GD 1).

Una característica diferenciadora de este discurso es el uso de una retórica intelectualizadora que los diferencia de los grupos que apelan al discurso experiencial de la política. Por otro lado, este discurso también establece una relación de oposición con los grupos de la militancia política tradicional en el plano de la representación del sistema democrático, realizando una operación discursiva por medio de la cual transforma el exceso de burocracia, verticalidad, desconfianza y lejanía de las instituciones de la democracia representativa, en horizontalidad, descentralización, reciprocidad, transformación y participación incidente a través de formas no convencionales de hacer política. De ahí que en esta posición el rechazo de la institucionalidad no se articule en desafección o inmovilismo, sino que se transforme en una búsqueda activa de otras formas de organización para actuar políticamente (Pabón, Rafael. 2013. «Colectivos juveniles como formas participativas de construcción de ciudadanía activa», Encuentros, 11 (2): 169-180.Pabón, 2013). Como señala acertadamente Beck (Beck, Ulrich. 1997. Hijos de la libertad. México: Fondo de Cultura Económica.1997), «[estos] jóvenes practican una denegación de la política altamente política» (Beck, Ulrich. 1997. Hijos de la libertad. México: Fondo de Cultura Económica.1997: 9).

El discurso experiencial [Subir]

La segunda posición la constituye el discurso experiencial y estaría representado por los grupos voluntarios (GV) y los grupos artístico-culturales (GAC). La visión sobre la política y la democracia institucional de esta posición es radicalmente negativa y se centra en la desconfianza que tienen estos jóvenes del sistema político en general. Estos grupos promueven la democracia directa, pero a través de un discurso enfocado en los aspectos prácticos que demanda implementar esta forma de participación en experiencias de organización y trabajo directo con comunidades, relevando así el sentido experiencial de esta forma de democracia. Esto se refleja en la propia visión que tienen estos jóvenes del poder en sus propios trabajos, criticando la «verticalidad», valorando la «horizontalidad» y definiendo «la política» como una experiencia que se ejerce diariamente:

Podemos hacer mil consultas, pero si la gente no es educada o no tiene una orientación política o ciertos valores… por más que hagas mil consultas, no te va a funcionar ninguna, porque va a ser mucho más importante el marketing político, el populismo… entonces yo partiría de eso, primero educando, después hacer consultas, y aunque tenemos una democracia representativa que a lo mejor no nos convence, y obviamente esperamos tener una democracia mucho más como participativa, y no solamente [….] la participación, como la formal, que es la que yo voy y dejo mi voto, y la informal, que es la que yo participo en mis comunidades. Yo haría esa distinción, y entre comillas […] (GD 6).

Para esta posición, la política la hacen las personas, no los partidos políticos, de modo que sería un elemento constitutivo de las vidas cotidianas de los sujetos. Sin embargo, el límite de la política en la cotidianidad constituye un punto de controversia dentro de este discurso, porque algunos jóvenes expresan un desacuerdo con el exceso de politización de los espacios, apelando a la autonomía de aquellos discursos que pretenderían dominar el pensamiento de los sujetos. Los jóvenes centran esta crítica en los partidos políticos, pero también en otras instituciones como la Iglesia, describiendo los efectos negativos que tendrían estas instituciones en sus prácticas como voluntarios y artistas:

No me gusta el concepto de que todo sea tan politizado, no me gusta que todo sea tan politizable…. yo creo que es muy, es muy peligroso que todo se politice, que todo tenga un fin político… o sea, no tienen que estar todas las esferas de la vida de la persona politizadas o guiadas por un pensamiento político, influenciadas por una organización política (GD 6).

En esta tensión se expresa la relación de desconfianza radical que establecen algunos de estos jóvenes con el poder político, expresando el temor de que aún puedan existir vestigios de las prácticas de la política institucional incubados en sus experiencias de organización. La tensión se tiende a resolver a partir de la promoción de una visión de la política menos ideologizada, más alejada del poder formal y más cercana a las comunidades donde estos jóvenes desarrollan sus actividades.

A partir de esta visión, estos grupos proponen una trasformación cultural a través del trabajo social y la creación artística. Bajo esta premisa, la democracia directa y la política cotidiana serían los mejores vehículos para establecer vínculos con las comunidades, posibilitando una «solidaridad orgánica» entre los ciudadanos. Este discurso buscaría cambiar el modelo a través de un trabajo que tendría un impacto a pequeña escala a través de dimensiones vivenciales, más que a través de la elaboración de un proyecto de largo plazo que se proponga disputar el poder institucional.

Porque para nosotros es superimportante el trabajo final, que es cuando vemos las alegrías de las personas, cuando ves la alegría de los niños, en mi caso particular, de las mamás. Pero también es superimportante el trabajo en equipo, que se da cuando todos nos juntamos y todos somos como una familia para llegar a la meta. Entonces, desde ahí empezamos a hacer política, desde las pequeñas acciones que nosotros empezamos a hacer para cambiar la realidad, porque a veces esperamos que otros la cambien, pero no nos damos cuenta que el poder está en nosotros mismos (GD 10).

Esta visión de la política cotidiana demanda a los jóvenes constituirse ellos mismos en el terreno de articulación de los cambios que proponen, dando cuenta de un discurso que transita entre el nivel comunitario e individual. Estaríamos frente a una nueva forma de entender la política y la democracia en la cual nociones como cotidianidad, comunidad, experiencia y creación, serían los contenidos estructuradores de este discurso, en oposición a nociones como representación, institucionalidad y partidos políticos. Esta diferencia se manifiesta de manera concreta en los modos prácticos como se hacen las cosas:

Cuando nosotros hacemos una reunión, por ejemplo, en vez de quedarnos horas conversando, tengo unos amigos que les gusta conversar, que son «cabezones», que les gusta estar toda la noche en la teoría, ellos hablan y hablan, y anotan y anotan, y también es bueno, pero nosotros queremos aunar fuerza hacia donde van las ideas del proyecto y actuar […] (GD 7).

De este modo, este discurso establece una relación de oposición con los grupos tradicionales en el modo de entender y ejercer el poder y la participación. Esto sería una evidencia que confirma que estamos frente a jóvenes que se adhieren a prácticas y formas de organización cada vez más autónomas de las estructuras partidistas, en donde predomina la horizontalidad en sus formas de participación y el trabajo directo con las comunidades (Aguilera, Oscar. 2010. «Acción colectiva juvenil: de movidas y finalidades de adscripción», Nómada, 32: 81-97.Aguilera, 2010). Lo anterior, sin embargo, no significa que estos grupos se asimilen al discurso de la politización, por el contrario, también entablan con este una relación de oposición en el plano del poder, al renunciar a competir por la administración de la política, incluso allí donde esta se define como alternativa al sistema tradicional. Estaríamos frente a una transición profunda en las formas de entender y practicar la política a partir de las dimensiones singulares de la experiencia de estos grupos juveniles.

Discurso del realismo [Subir]

La tercera posición la constituye el discurso del realismo y estaría representado por los militantes en juventudes políticas (MJP). Este discurso reconoce las limitaciones de la democracia y la política institucional, pero asume que sete es el único campo para realizar una acción política realista. De lo anterior, se sigue la importancia que este discurso le asigna a la participación electoral, definiendo a los jóvenes que militan en partidos políticos como los «herederos» del deber cívico de votar. El valor del voto constituye un contenido articulador de este discurso, porque la capacidad que tendría esta forma de participación de generar igualdad política entre todos los votantes, compensaría todos los males del sistema político formal:

En ese sentido, para mí la democracia tiene una manifestación sustancial que es a través del voto… más allá de lo que se diga de que el concepto de democracia está degastado porque las personas van a votar cada cuatro años. Yo creo que ese es el ejercicio por excelencia de una democracia, donde el joven que quizás ni siquiera está interesado en el sistema político o ni siquiera está interesado en lo que está pasando en su entorno, puede soberanamente expresar su opinión y valer efectivamente lo mismo que aquel que tiene un doctorado en el tema en particular. Yo creo que finalmente eso es lo que consagra de alguna manera la igualdad entre los hombres» (GD 8).

Sin embargo, el tema del voto también produce tensiones dentro de este discurso, puesto que para algunos jóvenes representa una instancia demasiado acotada para el desarrollo de la democracia. Esto se conjuga con el argumento de que una sociedad sin educación cívica difícilmente será una sociedad participativa, pero también con la advertencia sobre las limitaciones de un discurso centrado exclusivamente en las dimensiones tradicionales de la política:

Porque esa sociedad no entiende lo que es la educación cívica. Esa sociedad, lo que entiende es que prácticamente se vota cada cuatro años para hacer un trámite, nada más» (GD 4).

Yo creo que nos anquilosamos en esta visión estado-céntrica y partido-céntrica, y hoy en día no estamos dando respuesta y hay que dar espacio a otras visiones que quieren ver la participación de otra manera, pero la participación, insisto, tiene que ver con devolverle el sentido a la política (GD 8).

Esta visión resuelve la tensión entre participación y democracia formal al reconocer la necesidad de avanzar en la generación de condiciones para una mayor y mejor participación, pero a través de un proceso dirigido desde el Estado; no reemplazando, sino perfeccionando las reglas del juego democrático. Los jóvenes que comparten este discurso del realismo político se perciben a sí mismos como sujetos que median entre la ciudadanía y el Estado, hasta el punto de que si el Estado no resuelve las problemáticas ciudadanas, ellos deberían asumir la tarea de encausar dichas necesidades dentro de las vías institucionales disponibles para perfeccionar la democracia:

Pero en términos de lo que es Chile, lo que falta, como decías tú, es perfeccionar la democracia. ¿Y qué es perfeccionar la democracia según yo? Es tratar de hacer que la mayor cantidad de gente participe de la toma de decisiones, o sea, hay herramientas, como son el sistema electoral, que en estos momentos está representado por las elecciones parlamentarias al menos […] (GD 12).

A diferencia de las otras posiciones, este discurso se propone recuperar una mirada institucional sobre la política y la democracia, entablando una relación de oposición con los otros grupos en los modos de entender la participación y definiendo una especial relación de competencia con los colectivos no partidistas en el campo del poder. Para estos jóvenes, el problema de la institucionalidad política radica en la pérdida del sentido cívico de los ciudadanos, demandando más formación para las nuevas generaciones, como una manera de enfrentar el individualismo, la apatía comunitaria y la «crisis de civismo» (Jordan, Josép.1995. «Concepto y objeto de la educación cívica», Pedagogía Social, 10: 7-18.Jordan, 1995). Sin perjuicio de lo anterior, los jóvenes militantes también valoran las prácticas que sobrepasan los límites de la política institucional, especialmente en el campo concreto de las manifestaciones públicas y las protestas ciudadanas, pero definiéndolas como un momento de activismo que carecería de posibilidades reales de llegar al poder y que necesariamente requiere de una administración política para transformarse en realidad. Lo anterior podría ser indicio de una nueva cultura política en la generación de recambio de los partidos políticos chilenos (Davis, Giselle. 2012. «La generación de recambio político y la nueva sociedad civil: ¿quién lidera a quién?», Polis, 11 (32): 67-89. Disponible en: https://doi.org/10.4067/S0718-65682012000200005.Davis, 2012).

DISCUSIÓN[Subir]

La relación entre los jóvenes y la política tradicional se encuentra visiblemente desgastada. En consecuencia, en los relatos de los distintos grupos considerados en esta investigación se identifica como telón de fondo una crítica a la institucionalidad política. Este rechazo a la política y la democracia institucional, encuentra su fundamento en la alta desconfianza que existe hacia los actores que asumen el rol de representar a los demás y que ha sido ampliamente descrita en la literatura (Sandoval, Mario. 2012. «La desconfianza de los jóvenes: sustrato del malestar social», Última década, 20 (36): 43-70.Sandoval, 2012; Segovia, Carolina y Ricardo Gamboa. 2012. «Chile: El año en que salimos a la calle», Revista de Ciencia Política, 32 (1): 65-85.Segovia y Gamboa, 2012; Baeza, Jorge. 2013. «Ellos» y «Nosotros»: la (des)confianza de los jóvenes en Chile», Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 11 (1): 273-286.Baeza, 2013). Pero también se relaciona con la creciente necesidad que sienten los jóvenes de ser ciudadanos más vigilantes de las autoridades y a la vez más participativos de la sociedad (Rosanvallon, Pierre. 2007. La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Buenos Aires: Manantial.Rosanvallon, 2007; Salinas, Sergio. 2016. Conflictos y nuevos movimientos sociales. Santiago: RILSalinas, 2016). Sin embargo, lo relevante de los hallazgos de este trabajo es que la visión crítica sobre la institucionalidad no es homogénea entre los distintos tipos de jóvenes, tomando ribetes diferentes en cada una de las posiciones discursivas acerca de la política y la democracia.

Los jóvenes que participaron en este estudio no articulan linealmente la oposición tradicional/no tradicional en sus discursos sobre la política y la democracia. Más bien, sus discursos se organizan en torno a dos ejes de sentido fundamentales, a saber: la disyunción entre «disputar el poder/rechazar el poder» y la oposición entre «representación/participación». Como se ilustra en el gráfico 1, la disposición que establece cada discurso con dichos ejes, lo ubican en un plano específico a partir del cual se relaciona con las demás posiciones discursivas, mostrando que cuando interactúan entre sí, ponen en tensión los modos como se entiende la política y democracia, incluso en aquellos ámbitos que podemos llamar no tradicional.

Gráfico 1.

Relaciones entre posiciones discursivas

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Fuente: elaboración propia.

A partir de este esquema, los jóvenes que se proponen la reconstrucción de la política y la democracia entablan una tensión básica con el discurso del realismo en el eje de la representación-participación, dando cuenta de la búsqueda de ese «nuevo espíritu de la democracia» del que nos habla Blondiaux (Blondiaux, Loïc. 2013. El nuevo espíritu de la democracia. Buenos Aires: Prometeo.2013). Tanto el discurso de la politización como el discurso experiencial están comprometidos con la democracia directa, reconociendo que esta forma de democracia les demanda a los sujetos participar activamente en sus comunidades y organizaciones. Lo anterior, porque entienden la democracia directa como una forma de vida, más que como una pura organización del gobierno, asumiendo que las demandas que esta implica son indisociable de la vida cotidiana de cada ciudadano. Con todo, estos jóvenes no elaboran un discurso explícito sobre las posibilidades reales de implementación de esta forma de democracia en contextos más complejos, y parecen asumir implícitamente el planteamiento de Bobbio (Bobbio, Norberto. 2001. El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica.2001), para quien el funcionamiento óptimo de la democracia directa plantea la necesidad de contar con una suerte de «ciudadano total». Sin embargo, si bien el discurso de la politización y el discurso experiencial apelan a la profundización de la democracia, no lo hacen de manera similar, ya que entre sí también entablan una relación de oposición, a partir de sus diferentes modos de concebir y relacionarse con el poder.

Los grupos que articulan el discurso experiencial se inscriben en un proceso mayor que ha sido estudiado tradicionalmente desde las llamadas subculturas juveniles (Aguilera, Oscar. 2010. «Acción colectiva juvenil: de movidas y finalidades de adscripción», Nómada, 32: 81-97.Aguilera, 2010; Zarzuri, Raúl. 2010. «Tensiones y desafíos en la participación política juvenil en Chile», Utopía y Praxis Latinoamericana, 15 (50): 103-115.Zarzuri, 2010), pero que a nuestro juicio debe ser analizado como la configuración de una nueva cultura política, en la cual se daría mayor importancia a la vinculación y coherencia de los valores de la vida cotidiana. El predominio de estos elementos experienciales daría cuenta de una saturación de la política institucional, a partir de lo cual se despliegan nuevas estrategias conformadas por microgrupos y microsolidaridades que ocupan los espacios vacíos donde no llega la política institucional, pero que tampoco la política no tradicional ha sido capaz de afectar. Hablamos de un discurso que define el poder formal como el revés de la participación real, como un dispositivo que «desde fuera de la experiencia» define aquello que es posible o no hacer. Este discurso promueve estrategias de vida en común que actúan de una manera específica «no haciendo aquello que es posible, sino más bien redefiniendo lo que se puede hacer» (Arditi, Benjamin. 2011. La política en los bordes del liberalismo. Diferencia, populismo, revolución, emancipación. Barcelona: Gedisa.Arditi, 2011: 170).

Por su parte, los grupos que articulan el discurso de la politización se enfrentan con el desafío de redefinir una idea alternativa de poder a partir de sus experiencias de ejercitación de la democracia participativa. La idea fundamental y diferenciadora de estos grupos es ser capaces de crear «otra política», produciendo un discurso que pueda armonizar la tensión que se produce por estar al mismo tiempo «dentro» y «fuera» de la institucionalidad (Subirats, Joan. 2015. «Todo se mueve. Acción colectiva. Movimientos, partidos e instituciones», Revista Española de Sociología, 24: 123-131.Subirats, 2015). Siguiendo la distinción de Laclau (Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2005), podríamos decir que estos grupos se empeñan en superar la falta total de articulación para poder incidir en la política, pero en dicho proceso deben lidiar con los «efectos fosilizadores» que genera la institucionalización de sus organizaciones. Así es como el rechazo de toda forma de representación mantiene a varios colectivos políticos no partidistas en una suerte de «eterno retorno» del cual no pueden salir, siempre comenzando un nuevo proyecto que nunca se logra estabilizar; mientras otros colectivos que han optado por la institucionalización, actuando incluso en el terreno de la política formal, enfrentan el desafío de la fosilización de sus organizaciones políticas.

En este contexto, el discurso del realismo que articulan los jóvenes que militan en juventudes políticas se ubica en una relación de exterioridad con respecto a estas dos posiciones discursivas, pero no porque encarnen la pura convencionalidad de un discurso tradicional, porque en este grupo también se constata la influencia de las nuevas formas de hacer política (Davis, Giselle. 2012. «La generación de recambio político y la nueva sociedad civil: ¿quién lidera a quién?», Polis, 11 (32): 67-89. Disponible en: https://doi.org/10.4067/S0718-65682012000200005.Davis, 2012). Más bien, esta posición pasa a representar en el sistema de significación que construyen estos jóvenes la negatividad de los otros dos discursos (Laclau, Ernesto y Chantal Mouffe. 1987. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una política democrática radical. Madrid: Siglo XXI.Laclau y Mouffe, 1987). Por ejemplo, la valoración del voto como principio de igualación democrática que hace el discurso del realismo político es exterior al sistema de significación que construyen los otros discursos, no ocupa el mismo lugar dentro de ellos, es su pura negatividad. Para pensar esta relación debemos recuperar la distinción entre «la política» y «lo político» (Mouffe, Chantal. 2009. En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.Mouffe, 2009) porque precisamente dicha distinción desplaza la tensión que se establece entre estos discursos desde el campo de la convencionalidad/no convencionalidad al ámbito de lo constituyente y lo constituido. De ahí que proponemos que el discurso de la politización y el discurso experiencial articulan el proceso constituyente de «lo político» al relacionarse con el sistema institucional desde su exterioridad, de modo que ambos discursos se hacen equivalentes entre sí a partir de dicha oposición, promoviendo dos maneras diferentes de «hacer política contraponiéndose exactamente a ella» (Espósito, Roberto.1988. Categorías de lo impolítico. Buenos Aires: Katz.Espósito, 1988: 12). En cambio, el discurso del realismo articula el momento constituido de «la política», es decir, se ubica en la administración del sistema institucional para cambiarlo desde sus propias reglas.

CONCLUSIONES[Subir]

Podemos concluir que los tres discursos sobre la política y la democracia identificados en esta investigación, representan diferentes maneras de relacionarse con el sistema democrático a partir de sus distintos modos de entender el poder y la participación. El discurso del realismo se ubica dentro del sistema institucional para modificarlo desde dentro; el discurso de la politización se enfrenta con el sistema institucional para modificarlo desde fuera, y el discurso experiencial se ubica totalmente fuera del sistema institucional. Sin embargo, más allá de sus diferencias, en los tres discursos se confirma que estamos frente a un proceso de resignificación de la política y la democracia por parte de los jóvenes considerados en este trabajo. También se constata que la radicalización de la participación y las nuevas formas de ejercer el poder se transforman en los contenidos fundamentales de este proceso de transformación. Es más, podemos sostener que estas conclusiones son indicios de que estos jóvenes pertenecen a una generación que lentamente empiezan a dejar atrás el legado político-cultural del Chile postdictatorial.

Como este trabajo se centró exclusivamente en jóvenes universitarios organizados, sus conclusiones se limitan a un grupo acotado de la población. A partir de este límite surge la necesidad de proyectar esta investigación con otros tipos de sujetos, como pueden ser trabajadores que participan en organizaciones sindicales y poblacionales, integrantes de colectivos de mujeres o jóvenes que no participan en ninguna organización. Lo anterior permitiría evaluar el grado de generalización de este proceso de resignificación de la política y la democracia y su influencia en la evolución de la cultura política del país. Con todo, vale destacar que en los últimos años podemos encontrar indicios de un cambio en la cultura política general del país (PNUD. 2015. Desarrollo humano en Chile. Los tiempos de la politización. Santiago: Programa Naciones Unidas para el Desarrollo.PNUD, 2015), en el cual, la influencia de grupos juveniles como los considerados en este trabajo es evidente, especialmente en la renovación de la clase política y en la diversificación del sistema de partidos. Muestra de lo anterior, es la proyección de actores del movimiento estudiantil chileno como dirigentes políticos elegidos en cargos de representación popular y la incorporación de jóvenes a los nuevos partidos y movimientos cuyo origen está en las movilizaciones estudiantiles de los últimos años.

Lo anterior es teóricamente relevante porque nos invita a entender que en la experiencia de estas organizaciones juveniles la relación entre las dimensiones de «lo político» y «la política» no es lineal, la primera no es la superación dialéctica de la segunda. Más bien, ambos momentos son dinámicos y dependen de las condiciones contextuales. Por ello, jóvenes que se alejan de las instituciones forman parte de federaciones de estudiantes o jóvenes que participan en la política institucional promueven asambleas como método de toma de decisiones. Podríamos decir que algunos jóvenes que participaron en este trabajo se proponen reconquistar «la política» a partir de formas de relación que han sido construidas fuera de ella, mientras que otros se proponen politizar la vida cotidiana a partir una nueva visión del poder. Una pregunta relevante para evaluar la proyección de este proceso es cómo van articular de manera coherente estos jóvenes la redefinición permanente de lo social que caracteriza a sus organizaciones con las demandas institucionales que algunos han asumido a partir de la administración política de la sociedad.

AGRADECIMIENTOS[Subir]

Los autores quieren agradecer el apoyo para la realización de este estudio del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, proyecto FONDECYT núm. 11130690.

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Biografía[Subir]

[a]

Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor titular de la Escuela de Psicología de la Universidad de Valparaíso e investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre Cultura Política, Memoria y Derechos Humanos de la misma universidad. Sus líneas de investigación se centran en los discursos políticos de diversos actores sociales, las nuevas formas de acción política de colectivos juveniles y en las consecuencias de las transformaciones de la sociedad contemporánea en la subjetividad política.

[b]

Socióloga por la Universidad de Valparaíso. Asistente de investigación del proyecto FONDECYT núm. 11130690. Diplomada en Metodologías de Investigación e Intervención Social en la Universidad Alberto Hurtado y magistranda en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos en la misma universidad.