SUMARIO
Para el científico y para el teórico social los conceptos no son meras palabras que puedan utilizarse de manera ligera. Lejos de ello, estas son los instrumentos con los que trabajan las ciencias sociales y, en muchas ocasiones, también su objeto de estudio. Definir nos permite empezar a comprender los acontecimientos de la vida política, encuadrarlos para posteriormente aproximarnos a su explicación. Esta dinámica epistémica es la que ha seguido José Luis Villacañas en su libro sobre el populismo. El académico español, catedrático en la Universidad Complutense, se acerca al fenómeno del populismo, tan presente en el debate público, para intentar definirlo y explicarlo. Villacañas se aproxima al objeto de estudio a través de los principales ideólogos del mismo, sin dejar de lado la praxis histórica del populismo, partiendo de la idea que plantea que este no oculta sus postulados doctrinales. Así, el libro avanza por 15 breves capítulos que abordan distintos aspectos del populismo y que, en conjunto, permiten al lector comprender los fundamentos ideológicos del pensamiento populista.
Villacañas comienza con una introducción y una llamada a acercarse de manera precisa y desde múltiples disciplinas al fenómeno populista. Para el autor, el populismo es un fenómeno complejo en el que influyen unos postulados doctrinales y una realización concreta, que no ha sido suficientemente estudiado en las universidades españolas. Este cuenta con el desarrollo teórico de intelectuales tan importantes como Ernesto Laclau o Chantal Mouffe, quienes dialogan con psicoanalistas como Freud o Lacan, con teóricos de la izquierda como Badiou, Zizek o Rancière o con otros filósofos como Blumenberg y Kripke, así como Nietzsche, Heidegger o Foucault. Es esa complejidad y esa ausencia de estudios la que motiva a Villacañas a ofrecer esta aproximación al populismo.
El desarrollo teórico del libro comienza en el segundo capítulo, titulado «Fenomenología provisional del populismo». En estas páginas, Villacañas ofrece una primera definición del populismo, que no actúa como tipo ideal del mismo, sino que sirve para comenzar a indagar sobre el fenómeno a través de una crítica al libro El Populismo (Zanatta, Loris. 2015. El Populismo. Buenos Aires: Katz Editores.2015) del historiador italiano Loris Zanatta. En esencia, Villacañas objeta a Zanatta haber confundido «pueblo» con «nación» (Villacañas, 2015: 25), transfiriendo a aquel elementos de esta, afirmando, en consecuencia, que el populismo surge como reacción a la modernidad invocando una soberanía originaria. Frente a esto, Villacañas define al pueblo como una «comunidad construida mediante una operación hegemónica basada en el conflicto, que diferencia en el seno de una comunidad nacional o estatal entre amigos/enemigos como salida a la anomia política y fundación de un nuevo orden» (Villacañas, 2015: 28). Dicho de otra forma, el populismo, según esta definición, concibe el pueblo como algo que hay que construir, no una comunidad originaria, mediante la lucha por la hegemonía, teniendo en cuenta la importancia del conflicto y de la diferenciación entre amigos y enemigos en el marco de crisis de carácter político.
La discusión con Zanatta continúa en el tercer capítulo, en el que Villacañas critica su «visión complaciente de la modernidad» (Villacañas, 2015: 33), que le lleva a afirmar que el populismo es una reacción de las comunidades de tradición católica respecto a esta. Sin embargo, aplicando los criterios con los que Zanatta define el populismo tendríamos que concluir que Estados Unidos forma parte de la tradición populista, lo cual invalidaría la tesis de que el populismo es una reacción con carácter católico, como plantea el autor. Según Villacañas, lejos de ser una reacción católica contra la modernidad, el populismo es una respuesta a los problemas que la modernidad neoliberal encierra, a las crisis generadas por el liberalismo moderno. Por otro lado, esta aproximación a la teología política (el populismo como reacción secular de las comunidades católicas) tiene a su vez otro problema, y es que considera que la acción se arraiga en el «inconsciente de la mentalidad de las masas» (Zanatta, Loris. 2015. El Populismo. Buenos Aires: Katz Editores.Zanatta, 2015:18) como cita Villacañas (2015: 34). Sin embargo, los fenómenos que movilizan a las masas, como los sentimientos, hábitos o identificaciones pueden forjarse y moldearse de manera consciente. En definitiva, no es necesario el reconocimiento de elementos no explicitados por los sujetos, como el inconsciente, para pensar cómo el populismo moviliza a las masas.
Una vez que ha definido el concepto de populismo, Villacañas se ocupa de los problemas a los que este se enfrenta. Así, en el capítulo cuarto estudia la construcción de la comunidad desde las masas. El pueblo es el fin de la política populista, para lo que hace falta una política que convierta a las masas en una comunidad políticamente operativa. Se trata, en fin, de convertir las diferencias sociales en una homogeneidad. Es un proyecto que está siempre realizándose a través de una política del lenguaje, de secuencias discursivas, en palabras de Laclau, que movilice afectos, sentimientos etc. Es decir, el populismo toma conciencia de que la batalla es por el lenguaje y ahí centra toda su capacidad, en la política comunicativa.
Además, el populismo acepta la noción liberal de demanda como elemento fundamental para que se plantee una oferta política determinada. En el capítulo cinco, Villacañas analiza esta equivalencia de un modo muy original: comparando el dinero y el pueblo. El autor lo explica de la siguiente forma: «Hay infinitas demandas sociales. Pero se trata de crear un circulante que ofrezca la clave equivalencial de que, de atender a esta, se pueden atender todas. La clave de este valor equivalencial reside en que circule, y ello significa que nunca se concrete su valor oro» (Villacañas, 2015: 51). De esta forma, las demandas sociales ya no tienen un reflejo exacto en la vida política, ni están prefijadas por nuestra clase social, sino que lo común se crea simbólicamente, como el dinero, eliminando las diferencias sociales.
Por otro lado, el capítulo sexto comienza señalando que el populismo no es nacionalismo. Para el populismo no existe la homogeneidad que pretende el nacionalismo. Sin embargo, cuando las instituciones funcionan ordenadamente pueden atender las demandas de una en una, de manera que no se produce una demanda general. Cuando no hay instituciones especializadas en responder a ciertas demandas, o las mismas existen, pero no responden a las demandas populares, y esto coincide con una crisis económica, se produce una crisis orgánica en la que el populismo puede convertir las demandas democráticas en un reclamo, en una exigencia popular. Así, cuando muchas demandas se ven insatisfechas, se puede empezar a construir pueblo. En consecuencia, para el populismo no se trata de crear instituciones que respondan a las demandas, sino de crear un orden institucional nuevo.
En el capítulo séptimo, Villacañas estudia la «totalidad», otra cuestión central del populismo. Este es consciente de que la totalidad es imposible, de que las demandas son heterogéneas, pero trata de mostrar que no son respondidas por las instituciones en su totalidad. Esto implica la existencia de dos kosmoi diferentes: la casta y el pueblo. Frente a esto, el populismo lleva todas esas demandas a una sola en la que convergen, pero de forma metafórica.
En el capítulo octavo se analiza la dinámica amigo/enemigo, propia del populismo, heredada de Carl Schmitt a través de Chantal Mouffe. Dado que el populismo no puede hacer uso de la maquinaria del Estado, necesita convencer a uno de los dos kosmoi de que es el pueblo, el soberano, produciendo un antagonismo político que no puede ser remediado. Dicho de otra forma, la relación amigo/enemigo siempre debe estar presente y, por tanto, debe ser alimentada. Ahora bien, si el populismo necesita que las demandas realizadas se vean como una totalidad unida por un vínculo, este vínculo debe concretarse. Esta concreción es el líder carismático, que resuelve las demandas en conjunto y que es analizado en el capítulo noveno. «Solo por el líder el pueblo opera» (Villacañas, 2015: 77), pero lo hace a través del afecto. El líder populista debe ser carismático, pero no en el sentido weberiano, sino mediante la representación de todas las demandas. El líder debe ser lo suficientemente amplio y tener un significado lo suficientemente vacío como para dar cabida a todas las demandas. Es más, «cualquier enemigo puede entrar en el ámbito de la amistad si pone su demanda en el seno de la realidad vacía del líder» (Villacañas, 2015: 79).
En el capítulo décimo, titulado «Gramsci», el autor analiza lo que quiere el populismo en la práctica. Aquí cobra importancia una cita de Laclau: «Cualquier desplazamiento hegemónico debería ser concebido como un cambio en la configuración del Estado, siempre que este no sea concebido, en un sentido jurídico restringido, como la esfera pública, sino en un sentido gramsciano, como el momento ético-político de la comunidad» –Laclau (Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2005: 138); en Villacañas (2015: 82)–. Esto quiere decir que el populismo debe mantener siempre una dimensión antinstitucional, incorporando cada vez más demandas y manteniendo activa la dinámica amigo/enemigo. De esta forma, el populismo acepta la teoría de la hegemonía de Gramsci, pero rechaza su visión teleológica (lo cual también le separa de las teorías del fin de la historia), aceptando que en el seno de cada comunidad se dan los enfrentamientos entre una casta neoliberal y el pueblo. La superación de las instituciones liberales sin perder el marco demócrata es la democracia popular.
En el capítulo décimo primero, Villacañas se centra en «la cuestión del poder». Queda claro que el populismo tiene como objetivo construir pueblo, pero tiene que hacerlo sin especializarse en resolver ciertas demandas. Obtener el poder es clave para construir pueblo, pero el populismo mantiene siempre la construcción del pueblo incompleta, al tiempo que piensa que las instituciones liberales ya no sirven y que, por tanto, las estrategias populistas pueden trasladarse desde países periféricos (América Latina) hasta el núcleo de poder mundial (Estados Unidos y Reino Unido).
En el capítulo decimosegundo, el autor investiga al hombre al que está dirigido el populismo. Mediante referencias al psicoanálisis, Villacañas muestra cómo el populismo se enfoca a un ser humano narcisista y humillado, que no somete su personalidad a crítica y que se identifica con un líder primario en el que ve representadas todas sus características. No obstante, el populismo elimina el carácter patológico de este narcisismo para favorecer la identificación con el líder carismático. Sin embargo, el populismo es consciente de que su aliado más natural en el ámbito psicológico no es Freud, sino el neoliberalismo que genera un hombre que vive necesitado de vínculos en la llamada sociedad líquida como señala Bauman (Bauman, Zygmunt. 2002. Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.2002). Este es el objeto de análisis del capítulo decimotercero.
Por último, encontramos dos capítulos que van más allá de la caracterización del populismo. En el capítulo decimocuarto se realiza una defensa del republicanismo cívico. Si Jean-Fabien Spitz planteaba que el republicanismo podía ser una alternativa al liberalismo y al comunitarismo (Spitz, Jean-Fabien. 1995. «Le républicanisme, une troisième voie entre libéralisme et communautarisme?», Revue Le Banquet, 7: 215-238.Spitz, 1995), Villacañas defiende al republicanismo como una alternativa al neoliberalismo (y al nacionalismo como reacción más probable) y al populismo.
Finalmente, en el capítulo decimoquinto se ocupa del fenómeno del populismo en España. Aquí se presta atención a las condiciones sociales y políticas que hacen posible y probable el surgimiento de movimientos y posiciones populistas. Se pone el foco en la corrupción, como elemento político (y en menor medida económico) que causa la aparición de movimientos políticos populistas. Asimismo, sería relevante para el autor el empeoramiento de las condiciones económicas sociales para buena parte de la ciudadanía, especialmente el desempleo y las reformas en servicios sociales y públicos. Para el autor, el nacionalismo catalán ha actuado como movimiento populista, si bien en España las reclamaciones se siguen realizando institucionalmente y, por tanto, no se ha forjado un reclamo populista. También, en referencia a lo político, junto a la propuesta secesionista catalana, los movimientos surgidos el 15 de mayo de 2011 son considerados factores clave. Ante esto, Villacañas retoma su apuesta política orientada hacia el republicanismo.
La obra de Villacañas se encuadra como una crítica a las definiciones de populismo
que se han realizado. El autor nos avisa desde el principio que carecemos de un concepto
claro de «populismo», criticando, como hemos visto, la obra de Zanatta e indirectamente
de Isaiah Berlin et al. (Berlin, Isaiah, Richard Hofstadter y Donald MacRae. 1968. «To define populism», Government and Opposition, 3: 137-79. Disponible en:
En este sentido, se trata en principio de una obra divulgativa, accesible a un público no experto, algo que el autor consigue gracias a una prosa sencilla. Al mismo tiempo, sin embargo, el texto no renuncia a dialogar con la academia, sirviendo como análisis crítico del populismo e indirectamente de sus teóricos. Así, llena el hueco dejado por muchos de los estudios realizados hasta ahora, cuyas definiciones de populismo sólo eran operativas para contextos determinados. La obra de Villacañas, analizando el populismo como pura forma, permite comprender la lógica de este, cómo y en qué contextos opera.
Del mismo modo, debe ser tenido en cuenta que, a lo largo del texto, pero especialmente en los últimos capítulos, Villacañas ofrece una mirada abiertamente política. Esta puede ser entendida como una relación arbitraria con el populismo, ya que el punto de partida desde el que enarbola su análisis es de una puesta en cuestión explícita del populismo.
También es necesario plantear que, a pesar de las bondades de esta obra, a lo largo del texto se sugieren ideas y ejemplos sobre lo que el autor plantea que no se hacen explícitas, lo que puede llevarnos en ocasiones a la confusión. Esto es, sin embargo, una ventaja para el autor, dado que le permite atenerse a la consecución de hechos futuros y no caer en aseveraciones definitivas sobre procesos que se encuentran en movimiento en el momento de escribir el libro. Ejemplo de ello es la ausencia de menciones a Podemos en el último capítulo.
En definitiva, el libro de José Luis Villacañas es una aproximación integral al fenómeno del populismo. El autor analiza tanto los fundamentos teóricos de este como las concreciones del mismo, la praxis del populismo en la historia. La influencia de Ernesto Laclau en el texto es constante, no solo por la multitud de referencias que se dan cita en el libro, sino también porque Villacañas toma al pensador argentino como el referente del populismo. En este sentido, sería interesante ver cómo encaja esa definición con otros movimientos habitualmente calificados como populistas, lo cual no hace dudar del mérito del estudio reseñado. Todo lo contrario. El libro de Villacañas intenta llenar un vacío en la literatura sobre populismo, intentando definirlo para poder clasificar y analizar, posteriormente, a los movimientos populistas.
Bauman, Zygmunt. 2002. Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. |
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Berlin, Isaiah, Richard Hofstadter y Donald MacRae. 1968. «To define populism», Government and Opposition, 3: 137-79. Disponible en: https://doi.org/10.1111/ j.1477-7053.1968.tb01332.x. |
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Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. |
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Mouffe, Chantal. 2013. Agonistics: Thinking the world politically. Londres: Verso. |
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Spitz, Jean-Fabien. 1995. «Le républicanisme, une troisième voie entre libéralisme et communautarisme?», Revue Le Banquet, 7: 215-238. |
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Zanatta, Loris. 2015. El Populismo. Buenos Aires: Katz Editores. |