RESUMEN
En el Foro Económico Mundial de 2016, Ciudad Juárez destacó como una de las ciudades latinoamericanas que lograron una notable reducción del crimen y la violencia asociada al narcotráfico, dejando atrás el estigma de ser la ciudad más peligrosa del mundo. Ante lo anterior cabe preguntarse: ¿cómo se generó tal cambio? Durante la guerra contra el narcotráfico (2006-2012), el expresidente Felipe Calderón desplegó al ejército en zonas críticas asediadas por los cárteles de la droga. No obstante, tras una masacre ocurrida en Juárez –urbe fronteriza sacudida por la violencia asociada al narcotráfico–, el Gobierno federal dio un giro en su enfoque militarizado. Como resultado, las operaciones fueron acompañadas por un inédito programa de ayuda socioeconómica: Todos Somos Juárez, cuyo objetivo era construir comunidades resistentes a la penetración del crimen organizado. A partir del concepto de «construcción competitiva de Estado» (competition in state-making), el presente trabajo analiza en primer lugar el diseño e implementación de la mencionada iniciativa, luego realiza un balance de los resultados obtenidos tras su ejecución y, por último, identifica las principales lecciones que se pueden extraer del caso mexicano. La principal conclusión del artículo es que la instrumentación de Todos somos Juárez se fundamentó en tres pilares estratégicos: enfoque holístico, activa participación ciudadana y coordinación entre los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal).
Palabras clave: construcción competitiva de Estado; guerra contra el narcotráfico; crimen organizado; comunidades resistentes; México.
ABSTRACT
In the 2016 World Economic Forum, Ciudad Juarez stood out as one of the Latin American cities that achieved a remarkable reduction of drug trafficking-related crimes and violence, leaving thus behind the stigma of being the most dangerous city in the world. Taking this into consideration, the question could be raised: how did such change emerge? During the war on drugs (2006-2012), former President Felipe Calderon deployed the army in critical areas besieged by drug cartels. However, and following a massacre in Juarez –a border city shaken by drug trafficking-violence–, the Federal Government took a new turn in its militarized approach. As a result, the military operations were accompanied by an unprecedented socio-economic aid program: Todos Somos Juarez aimed at building resilient communities to the penetration of organized crime. Based on the concept of «competition in state-making», this paper first analyzes the design and implementation of the above-mentioned initiative; then, it performs an assessment of the results obtained after his execution; and finally, it identifies some key lessons that can be drawn from the Mexican experience. The amin conclusion of the article is that Todos Somos Juarez was based on three strategic pillars: holistic approach, active citizen participation and coordination between the three levels of Government (federal, state and municipal).
Keywords: competition in state-making; war on drugs; organized crime; resilient communities; Mexico.
SUMARIO
Según un informe elaborado por el Centre for the Democratic Control of Armed Forces titulado Armed Non-State Actors: Current Trends & Future Challenges, el crimen organizado es un fenómeno económico que puede asumir roles institucionales y transformarse en poder paralelo capaz de proveer no solo oportunidades económicas, sino también regular la estructura social de comunidades enteras, ofreciendo múltiples bienes y servicios públicos a la población en aquellas áreas donde su presencia es más significativa. El resultado de este proceso es la construcción de legitimidad, particularmente en Estados que atraviesan por situaciones de conflicto o propensos a devenir Estados fallidos (Geneva Centre for the Democratic Control of Armed Forces (DCAF). 2012. Armed Non-State Actors: Current Trends and Future Challenges. Geneva: DCAF and Geneva Call.DCAF, 2012).
En el caso de México, el principal vacío radica en la incapacidad del Estado para
restablecer su presencia en los territorios, no solo desde la perspectiva de la seguridad,
sino también con una oferta integral de bienes y servicios, o sea, «la presencia integral
del Estado tiene dos niveles: el primero son las acciones sociales que servirán para
restablecer la confianza entre el poder coercitivo del Estado y los ciudadanos, y
en un segundo nivel están las acciones que tienen que ver con las responsabilidades
específicas del Estado en dichos lugares. Las primeras tienen un valor operacional
inmediato para ocupar el terreno, motivar a las fuerzas sobre su rol pacificador y
modificar la actitud de los habitantes hacia los policías. Las segundas se proponen
transformar los factores que reproducen la violencia y los delitos» (Villalobos, Joaquín. 2015. «Bandidos, Estado y ciudadanía», Nexos, 01-01-2015. Disponible en:
Así, «mientras más ausente se encuentre el Estado o mientras más deficientes sean
los servicios públicos que proporciona más susceptibles serán las comunidades de depender
de las organizaciones delictivas que promueven el tráfico de drogas y otras economías
ilegales y de convertirse en sus partidarios» (Felbab-Brown, Vanda. 2013. «Crime–War Battlefields», Survival, 55 (3): 147-66. Disponible en:
Desde esa perspectiva, Felbab-Brown (Felbab-Brown, Vanda. 2010. «Conceptualizing crime as competition in state-making and
designing an effective response». Brookings. On the Record, 21-05-2010. Disponible en:
En otras palabras, la participación estratégica de estos actores no estatales afecta el propósito fundamental del Estado y tiene implicaciones políticas pues actúan como constructores competitivos de Estado, mermando su funcionalidad y legitimidad. De ese modo, mientras más orden, seguridad y bienes económicos brinden para ganarse los corazones y mentes de la población local, mayor es la posibilidad de convertirse en gobernantes protoestatales de facto con un alto grado de capital político gracias a «la aceptación y legitimidad suficiente de la población para asegurar su tolerancia, si no directamente, su preferencia por encima del Estado, e incluso su negativa a cooperar con él en el combate contra los criminales, reduciendo la capacidad de respuesta institucional» (Felbab-Brown, Vanda. 2011a. Bringing the State to the Slum: Confronting Organized Crime and Urban Violence in Latin America. Washington, D. C.: The Brookings Institution.Felbab-Brown, 2011a: 6). Por lo tanto, la promoción de apoyo masivo se asocia al concepto de construcción competitiva de Estado, que se traduce en una entidad gubernamental con un grado de legitimidad y capital político.
No obstante, los programas socioeconómicos para disminuir la violencia no son un sustituto
de la seguridad. Por tal motivo es que previo a la reconstrucción de Estado debiera
aplicarse un enfoque militarizado de la seguridad para recuperar ese territorio[1], romper el poder intimidatorio de las organizaciones criminales, restablecer la autoridad
del Estado y disponerlo a la correcta implementación de programas gubernamentales.
O sea, las intervenciones sociales preventivas en lugares dominados por delincuentes
fracasan si no se recupera antes la autoridad del Estado. Recuperar el terreno implica
que los criminales deben perder estabilidad, confort, movilidad, poder de intimidación
y capacidad de concentrarse para actuar impunemente. Como asegura Villalobos (Villalobos, Joaquín. 2010. «Doce mitos de la guerra contra el narco», Nexos, 01-01-2010. Disponible en:
Un ensayo de este modelo durante el periodo examinado fue el proyecto Todos Somos Juárez (en adelante, TSJ) desarrollado en la ciudad homónima. De esa manera, a partir del concepto de «construcción competitiva de Estado» (competition in state-making), el presente trabajo analiza en primer lugar el origen del programa; luego analiza el diseño e implementación de la mencionada iniciativa; a continuación se realiza un balance de los resultados obtenidos tras su ejecución y, con posterioridad, evalúa su posible emulación en otras zonas afectadas por la violencia asociada al narcotráfico. Finalmente, identifica las principales lecciones que pueden extraerse del caso mexicano.
Ciudad Juárez, situada en el estado de Chihuahua, es una ciudad con mucho patrimonio histórico, donde habitan aproximadamente 1,3 millones de personas. Apodada como Paso del Norte, fue escenario de la ofensiva triunfal del presidente Benito Juárez ante el Imperio de Maximiliano y del triunfo de Francisco Madero que puso fin al Porfiriato (1830-1915). Pero en las últimas décadas, el libre comercio creó una fuerte expansión del sector manufacturero de exportación en México. En ese sentido, Juárez se convirtió en una meca para las maquiladoras, cuya producción se centra en el mercado estadounidense.
Desde los años ochenta del pasado siglo, gente de todo el país emigró a urbes fronterizas
industriales como Ciudad Juárez, en busca de mejores oportunidades laborales. En efecto,
su población aumentó el doble entre 1985 y 2010 (Calderón, Felipe. 2013. «Todos Somos Juarez: An innovative strategy to tackle violence
and crime», Latin America Policy Journal Harvard Kennedy School of Government, 21-10-2013. Disponible en:
Fuente:Meyer (Meyer, Maureen. 2010. Abuso y miedo en Ciudad Juárez. Washington D. C.: WOLA.2010: 3).
A inicios del sexenio calderonista, México atravesaba una crisis de seguridad. Tras
décadas de pasividad estatal, los grupos criminales ganaron fuerza, afectando gravemente
la vida de ciudadanos en diversas zonas del país. Sin embargo, la situación de Juárez
fue particularmente crítica durante gran parte del mandato del expresidente panista,
superando más de 3000 homicidios en 2010, es decir, una tasa de más de 200 por cada
100 000 habitantes, peor que la registrada en ciudades como Kandahar, Caracas o Bagdad;
cifra más de diez veces superior a la tasa nacional de México y treinta veces el promedio
global, situación que llevó a la ciudad a ganarse el honroso título de «la ciudad
más violenta del mundo» entre 2008 y 2010 (Redacción. 2011. «Ciudad Juárez, por tercer año consecutivo, la urbe más violenta
del planeta», Seguridad Justicia y Paz, 12-01-2011. Disponible en:
en primer lugar, el arresto de Alfredo Beltrán Leyva, alias el Mochomo: la división entre dos viejos aliados que habían cooperado en el control de lucrativas rutas de narcotráfico tras el desprendimiento de la organización Beltrán Leyva del Cártel de Sinaloa, sumado a una coalición de organizaciones (Beltrán Leyva-Zetas-Juárez) para desplazar al Cártel de Sinaloa del paso transfronterizo Ciudad Juárez-El Paso. Esta secuencia de hechos actuó como combustible que encendió el conflicto en Juárez.
En segundo término, los cárteles contrataron sicarios para sostener la guerra, lo que causó un enrolamiento masivo de pandilleros. Las pandillas de Ciudad Juárez se alinean con los bandos en conflicto y los cárteles proveen de armas a las pandillas. Esta secuencia de hechos tiene el efecto de amplificar el conflicto, al engrosar los recursos humanos y el armamento con que cuentan los bandos en disputa.
En tercer lugar, ningún bando tiene capacidad suficiente para derrotar al otro y las autoridades locales no intervienen en la confrontación directa de los bandos: las instituciones de seguridad y procuración de justicia no tienen capacidad para prevenir, detectar e investigar la gran mayoría de hechos violentos, ni para sancionar a culpables. Se registran pocas aprehensiones y estas son de carácter aleatorio, lo cual permite que prevalezca un clima de impunidad. Estos hechos contribuyen a acelerar la intensidad del conflicto intercartel a gran escala, generando un efecto de escalamiento y multiplicador.
Por último, al acentuarse, la violencia incorpora más organizaciones criminales y más pandillas en las filas de cada bando. El descabezamiento de tales organizaciones y pandillas propicia su fragmentación, lo que da paso al desplazamiento territorial de algunas organizaciones y pandillas por la dinámica de las disputas. Estos hechos tienen el efecto de derramar o contagiar la violencia a espacios donde no existía previamente, con lo que aumenta el número de localidades o municipios con violencia, por lo que se ensancha el área en que se registran ejecuciones.
Las cuatro secuencias descritas con anterioridad ayudan a entender la dinámica de la violencia en Juárez. Empero, conviene no subestimar los siguientes factores explicativos en relación con su crecimiento sistemático:
Ubicación geoestratégica. Ciudad Juárez es un municipio muy codiciado por las organizaciones narcotraficantes, pues es el punto de cruce fronterizo mejor ubicado para mover droga desde El Paso (Texas), tanto a ciudades del este como del oeste de Estados Unidos.
Rezago socioeconómico. Pese a que Juárez domina la economía y la demografía en Chihuahua, se caracteriza por altos índices de polarización social, exclusión educativa y extrema pobreza. Existe a su vez un tremendo déficit habitacional y de desarrollo urbano, y elevados niveles de drogadicción y prostitución. Alrededor de 120 000 jóvenes de entre 15 y 26 años no tienen acceso al aparato escolar ni al mercado laboral, situación que parece ser un campo abonado para el surgimiento de los denominados Ninis.
Baja calidad de vida y desarrollo humano. El número de colonias afectadas por la violencia y el crimen en Ciudad Juárez ha aumentado gradualmente en los últimos diez años. En este sentido, catorce puntos críticos han sido identificados con más altos niveles de crimen y violencia. No es mera coincidencia que en estas zonas se encuentren las colonias con las calificaciones más bajas en los indicadores de vivienda e infraestructura de servicios públicos. Además, en estas colonias se constata también la mayor carencia de escuelas, de instituciones de educación media superior y de áreas verdes y recreativas.
Alta concentración de pandillas. Se estima que en Juárez existen cerca de quinientas pandillas con una membresía total aproximada que fluctúa entre las 15 000 y 25 000 personas. Treinta pandillas son consideradas de alta peligrosidad por su actuación extremadamente violenta. Entre estas destacan: Barrio Azteca, Los Mexicles, Los Bufones, Los Artistas Asesinos, Killer 13, Los Lobos, Los Veteranos, La Quinta y Los Diablos. Cientos de pequeñas pandillas barriales fueron absorbidas por pandillas más grandes, que a su vez fueron reclutadas como asesinos a sueldo por grandes cárteles. En algunos casos a los jóvenes se les paga mil pesos mexicanos (78 dólares) por cada ejecución (International Crisis Group (ICC). 2013. El desafío de Peña Nieto: los cárteles criminales y el Estado de derecho en México. Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2013:15). Particularmente, Barrio Azteca y Los Mexicles, las pandillas más poderosas, mantienen alianzas con los cárteles de Juárez y Sinaloa, respectivamente. De tal suerte que, las pandillas sacaron la violencia de la clandestinidad pues, a medida que se intensificaban los conflictos territoriales, los miembros de las pandillas y sus potentes armas se hicieron más visibles.
Ineficacia policial. Históricamente, la alta presencia policial que registra Ciudad Juárez no ha podido
frenar el ímpetu de la violencia criminal. En 2010, el municipio contaba con 4,3 policías
federales por cada mil personas, estadística muy por encima del promedio de 2,8 policías
por cada mil habitantes recomendado por Naciones Unidas. Pese a ello, estaba controlada
por el narco mediante la corrupción y amenazas a sus agentes. Al tener que decidir
entre estar en la nómina de carteles o morir, y sin el apoyo de sus superiores, los oficiales de policía ya
no protegían a las personas frente al crimen (Guerrero, Eduardo. 2010. «Cómo reducir la violencia en México», Nexos, 1-11-2010. Disponible en:
Particularmente, la violencia asociada al narcotráfico en Juárez alcanzó su punto
más alto en 2008, después de que el Cártel de Sinaloa, el Cártel de Juárez y sus respectivos
servidores declararon una guerra abierta contra el otro, con Juárez como punto focal
del enfrentamiento al ser la franja fronteriza por la que entra más droga a Estados
Unidos. En ese momento, la tasa de homicidios fue de 130 por cada 100 000 habitantes,
lo cual representa un 35 % de los asesinatos a nivel nacional (Pachico, Elyssa. 2013. «Tasa de homicidios en Juárez llega a su nivel más bajo en
cinco años», Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 04-01-2013. Disponible en:
Como en otras zonas del país, la ofensiva militar llevó a un contragolpe criminal y a una escalada de violencia sin precedentes pues, a pesar de la presencia masiva de militares en Chihuahua durante más de dos años, especialmente en Ciudad Juárez, los niveles de violencia delictiva no decayeron; por el contrario, entre 2006 y 2009 se cometieron alrededor de 4500 ejecuciones, es decir, tan solo en tres años el número de asesinatos en esa localidad creció quince veces (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2015: 1). No obstante, las autoridades federales y subnacionales se recriminaron mutuamente por la escalada de violencia y la cooperación inicial se quebró.
Un horrible acontecimiento provocó un vuelco inesperado en la estrategia trazada originalmente por el Gobierno federal para esta convulsionada capital norteña. Villas de Salvárcar, ubicada al sur de Juárez, es un barrio obrero de pequeñas casas subsidiadas por el Gobierno que alberga a los trabajadores de las maquilas y sus familias. El 30 de enero de 2010, un grupo de jóvenes deportistas tenía una celebración en una de las casas que fueron abandonadas como consecuencia de la crisis subprime de 2008. Poco antes de la medianoche, una docena de hombres con armas de asalto irrumpieron en la vivienda dejando un saldo de dieciséis muertos.
Si bien antes de esta masacre existía una creciente preocupación por los altos niveles de violencia, que se manifestaba mediante protestas contra la presencia militar, esta tragedia en particular causó indignación local y nacional pues simbolizaba no solo la brutalidad de los sicarios, sino también la incompetencia y negligencia de las autoridades locales. Los juarenses no lograban entender cómo un grupo de «hombres fuertemente armados habían podido cometer un asesinato en masa y luego desaparecer en una ciudad bajo ocupación militar, con numerosos retenes. Aunque había un puesto médico y policial a pocas cuadras, el personal de emergencia y policía tardaron más de media hora en llegar, a pesar de las repetidas llamadas de auxilio» (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2015: 8).
A ello se sumó el mal manejo comunicacional demostrado por el expresidente Calderón,
quien en varias ocasiones había calificado las muertes de civiles como un «daño colateral
en la Guerra contra el narcotráfico». Así, durante una rueda de prensa en Tokio reaccionó
frente a la muerte de los dieciséis adolescentes sugiriendo que las víctimas eran
pandilleros, al afirmar que «probablemente fueron asesinados por otro grupo con el
que tenían cierta rivalidad» (EFE. 2010. «Calderón condena el «cobarde» asesinato de 16 jóvenes en Ciudad Juárez»,
ABC. Disponible en:
Si bien al comienzo Calderón hizo oídos sordos a los llamados a desmilitarizar Ciudad
Juárez, el exmandatario debió retroceder en su política original y cambió su discurso
en materia de seguridad, reconociendo la imperiosa necesidad de reformular la intervención
federal mediante la implementación de una política integral orientada a minar, desde
las raíces, la penetración del narcotráfico y la violencia que se vivía en el otrora
Paso del Norte: «Necesitamos un enfoque más integrado […] que incluya iniciativas
de naturaleza social». De ese modo, el mismo presidente, quien en 2006 había anunciado
su ofensiva contra cárteles vestido con una chamarra verde olivo, ahora admitía que
«la acción militar no es suficiente por sí sola» (Wilkinson, Tracy. 2010. «Calderon visits Ciudad Juarez», Los Angeles Times, 12-02-2010. Disponible en:
Precisamente, Ciudad Juárez era un símbolo visible del enfoque aplicado durante la
guerra contra el narcotráfico, basado fundamentalmente en la ocupación policiaco-militar.
Juárez era una plaza ocupada permanentemente con miles de efectivos desde el Operativo Conjunto Chihuahua
en 2008. Nadie podía negar que en Ciudad Juárez, como en ningún otro sitio, se ejecutara
a cabalidad y plenitud la visión, diagnóstico y estrategia originalmente concebida
por el expresidente panista. Como plantea Lorenzo Córdova, académico del Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, el principal error cometido por la administración
Calderón radicó justamente en su «visión unidimensional sobre seguridad pública. [Entendieron]
el problema desde una perspectiva netamente policiaca y, en consecuencia, las políticas
públicas al respecto [respondieron] a esa lógica. Pero en realidad el tema [poseía]
una dimensión múltiple: existen factores sociales y económicos que inevitablemente
inciden e influyen en el fenómeno de la delincuencia organizada, pero [fueron] descuidados
y olvidados desde el punto de vista de la política pública» (Olivares, Emir. 2009. «Ineficientes, las políticas de Calderón en rubros prioritarios»,
La Jornada, 23-07-2009. Disponible en:
En respuesta a la creciente presión pública, el exmandatario panista había ordenado a su equipo que diseñara una estrategia social para complementar los despliegues militares. El objetivo era crear un modelo de intervención que pudiera expandirse a todo el país. De hecho, hacia fines de 2009, expertos de seis secretarías llevaban meses trabajando en un plan de rescate para Juárez, con proyectos para mejorar los espacios públicos, ampliar el acceso a la educación y promover la salud, incluido el tratamiento de la drogadicción. No obstante, la ola nacional de ira y frustración que causó la masacre de Villas de Salvárcar colocó al Gobierno federal en una posición políticamente más vulnerable y, con ello, forzó a imprimirle mayor sentido de urgencia en su actuación.
Felipe Calderón, acompañado por siete secretarios de Estado y por el titular de la PGR, emprendió tres viajes a Juárez a lo largo de un mes. Como resultado de estas visitas, el Gobierno federal anunció el 17 de febrero de 2010 la iniciativa TSJ con el objetivo de reducir la violencia desatada en la ciudad fronteriza mediante la reconstrucción del tejido social. Este programa integral, que requería una inversión aproximada de cincuenta millones de dólares, contemplaba la utilización de todo el conjunto de herramientas a disposición del Estado para abordar la problemática de la seguridad en Juárez. Se concibió como una ambiciosa intervención social que incluía la expansión de la infraestructura pública, transporte, guarderías y oportunidades culturales para la comunidad.
Según la hoja informativa del proyecto, el Gobierno federal plantea que la inseguridad, la falta de oportunidades sociales y económicas, la descomposición del tejido social y la proliferación de conductas antisociales son fenómenos entrelazados que no permiten el desarrollo pleno de los juarenses. Por ello, TSJ atiende el problema de forma integral, atacando no solo los efectos sino también las causas de la violencia (Muggah y Szabó de Carvalho, 2016: 33-34). Se estima que aproximadamente tres cuartas partes de los recursos (74 %) se destinaros a salud pública y educación, y a programas de fomento de la cultura, el deporte y el desarrollo. En contraste, tan solo una cuarta parte de las partidas se dirigió al ítem seguridad, como la instalación de dispositivos de seguimiento por satélite en vehículos policiales, más investigadores especializados en extorsión o secuestro, y asesores de crisis para víctimas (véase el gráfico 1).
Fuente: elaboración propia a partir de Calderón (Calderón, Felipe. 2013. «Todos Somos Juarez: An innovative strategy to tackle violence
and crime», Latin America Policy Journal Harvard Kennedy School of Government, 21-10-2013. Disponible en:
Dicho de otra forma, la mayoría de los recursos fueron dedicados a inversión social o, alternativamente, a proyectos de prevención social de la violencia. Bajo esa lógica, cabe destacar que el volumen de inversión en Juárez fue muy significativo considerando que, en años posteriores, el presupuesto federal de prevención de la violencia para todo México ascendió a menos de 3000 millones de pesos, es decir, menos de lo que había sido gastado en Juárez entre 2010 y 2011. Igualmente, la declaración de Juárez como «emergencia nacional» ayudó a simplificar los procedimientos administrativos y a agilizar las inversiones. En suma, toda esa inversión venía a compensar una percepción de abandono histórico de la ciudad por parte de los Gobiernos federales y estatales.
Aunque el expresidente no tuvo en cuenta a los Gobiernos estatal y local en el desarrollo de las primeras fases de TSJ, la creciente presión de la sociedad civil obligó al Gobierno federal a cooperar con las autoridades subnacionales en la ejecución del programa y a considerar también la voz de los juarenses, pues constituían la población objetivo, en tanto podían influir mayormente en ella. De este modo, académicos, organizaciones no gubernamentales, empresarios, trabajadores y dirigentes comunitarios formaron parte fundamental de la formulación, implementación y seguimiento de este proyecto, que contempló ciento sesenta compromisos para cumplir en 2012, agrupados en cinco categorías: seguridad, economía, empleo, salud, educación-cultura y desarrollo social (véase la tabla 1). El cumplimiento de estos compromisos fue vigilado por mesas ciudadanas, cuestión fundamental en el éxito de TSJ.
Área de política pública | Número de compromisos |
---|---|
Seguridad | 12 |
Economía | 11 |
Empleo | 5 |
Salud | 40 |
Educación-Cultura | 72 |
Desarrollo Social | 20 |
Total | 160 |
Fuente: elaboración propia a partir de Calderón (Calderón, Felipe. 2013. «Todos Somos Juarez: An innovative strategy to tackle violence
and crime», Latin America Policy Journal Harvard Kennedy School of Government, 21-10-2013. Disponible en:
Los objetivos generales de la estrategia implementada en 2010 por el Gobierno del expresidente Felipe Calderón fueron los siguientes:
combatir las causas que generan la violencia;
recuperar la paz y tranquilidad de los habitantes de la ciudad mediante la restauración del orden público;
generar lazos de confianza entre los juarenses para reconstruir el tejido social.
Por otra parte, los objetivos específicos fueron los siguientes:
establecer una comunicación directa con las autoridades para tratar asuntos en materia de seguridad;
atender, promover y generar propuestas de proyectos e ideas que tengan como objetivo disminuir la delincuencia y promover la cultura de la legalidad;
promover la confianza entre sociedad y autoridades con base en hechos;
informar verazmente a la comunidad sobre el resultado de los indicadores de seguridad y su análisis;
fortalecer las instituciones de seguridad municipales, estatales y federales;
garantizar la permanencia y continuidad de programas y proyectos de seguridad, más allá de la culminación de las diferentes administraciones;
reconocimiento institucional de la mesa por las tres esferas gubernamentales.
La sociedad civil se organizó y, junto a los tres niveles de gobierno (municipal, estatal y federal), se creó un canal de diálogo permanente con la Mesa de Seguridad y Justicia, con reuniones periódicas para discutir los avances y obstáculos de la seguridad juarense. El principal objetivo de la mesa consiste en reducir las tasas de criminalidad, de la que hace un seguimiento mensual mediante seis indicadores: número de homicidios, robos de vehículos con y sin violencia, secuestro, extorsión y robos a comercios. Sin embargo, el grupo no solo observa el comportamiento delictual: «La Mesa no tiene autoridad formal […], pero actúa como un órgano ejecutivo: se llega a acuerdos, alguien se hace responsable […] y en la siguiente reunión se evalúa el progreso» (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2015: 22).
Cabe subrayar que la mesa es autónoma y voluntaria y está integrada por catorce organizaciones,
entre ellas asociaciones empresariales, grupos profesionales, la comisión de derechos
humanos, una asociación de jóvenes y la universidad local. Si bien recibió críticas
por no ser plenamente representativa, sus miembros afirman que se esfuerza por ser
inclusiva y fomentar la expresión de diversos puntos de vista. La mesa se reúne dos
veces cada mes, en sesiones plenarias con autoridades municipales, federales y estatales,
incluido el alcalde, los jefes de la policía municipal y de tránsito, los comandantes
locales de policía estatal y federal, y el fiscal del distrito de Juárez. Igualmente,
conviene puntualizar que en dicha instancia se conformaron las siguientes comisiones:
Centro de Atención Inmediata; Corredores de Seguros; Cultura de Legalidad; Identificación
de Autos; Denuncias de Incidentes en Centros de Entretenimiento; Inteligencia Ciudadana;
Sistema de Indicadores; Secuestro y Extorsión; Comunicación y Difusión, y Grupo de
Participación con PGR (Milo, Alexis. 2011. «Todos Somos Juárez: una estrategia integral», Presidencia de la República, 26-05-2011. Disponible en:
A partir de lo anterior, es posible afirmar que la ejecución de Todos Somos Juárez estuvo fundamentada en los siguientes pilares:
Participación ciudadana. Son los mismos ciudadanos juarenses quienes conocen mejor su realidad, por lo que, organizados en mesas de trabajo, fueron convocados para dar sus impresiones y así poderse elaborar una solución más efectiva de esta problemática. Fueron las recomendaciones realizadas por estas mesas las que sirvieron como insumos o inputs de los ciento sesenta compromisos gubernamentales y también las que definieron a los representantes ciudadanos que vigilarían el cumplimiento de los objetivos trazados.
Integralidad de las políticas públicas. La complejidad de la situación vivida en Juárez ameritaba que la política pública diseñada para solucionar el problema fuera una estrategia que articulara distintas instituciones y áreas de gestión pública.
Corresponsabilidad y participación de los tres niveles de gobierno, que se materializa en el trabajo de dependencias y secretarías federales junto a entes municipales y estatales para asegurar el alto impacto de TSJ.
Según Calderón (Calderón, Felipe. 2013. «Todos Somos Juarez: An innovative strategy to tackle violence
and crime», Latin America Policy Journal Harvard Kennedy School of Government, 21-10-2013. Disponible en:
un millar de escuelas se incorporaron al programa Escuelas Seguras, que promueve un ambiente seguro a través de la prevención de la drogadicción y la violencia;
el número de becas también aumentó de manera espectacular, y la infraestructura educacional mejoró, especialmente en partes previamente desatendidas. Se otorgaron 14 552 nuevas becas a estudiantes secundarios y universitarios, lo que equivale a más de diez veces las concedidas en 2010. Además, se mejoró la infraestructura básica de doscientas cinco escuelas y se construyeron cinco nuevas escuelas preparatorias y una universidad;
se dio cobertura universal de salud a través de la afiliación de más de 341 000 familias al Seguro Popular, programa gratuito del Gobierno federal de seguro médico. Cuatro grandes centros de salud fueron construidos y uno remodelado, incluyendo el Hospital Infantil y la conclusión del Hospital Psiquiátrico;
se concedieron créditos blandos a 1379 pequeñas y medianas empresas, lo que permitió la creación de 835 empleos y la preservación de 18 073 puestos de trabajo. Además, 10 240 solicitantes de empleo han recibido becas de capacitación;
se incorporaron más de catorce mil familias al programa federal contra la pobreza Oportunidades, llegando así a más de veinticinco mil familias. Se hizo otorgando subsidios en efectivo a hogares vulnerables, condicionados a que inscriban a sus hijos en la escuela y los lleven a chequeos médicos regulares.
En paralelo, los principales índices de criminalidad mostraron claras mejorías. Como se mencionó con anterioridad, se decidió priorizar la atención en seis delitos: homicidios, robos de vehículos con y sin violencia, secuestro, extorsión (cobro para el derecho a piso), y robos a comercios. Los gráficos que se incluyen a continuación son aportados por la Mesa de Seguridad y Justicia, con datos que comprenden desde el mes previo a la puesta en marcha de TSJ, enero de 2010, a diciembre de 2012. Cabe aclarar que el marco temporal obedece a que, si bien la administración sucesora, Peña Nieto (2012-2018), continuó algunas de las políticas, no se apropió del programa TSJ en su totalidad.
Y aunque la intervención no estuvo dirigida única ni exclusivamente a los homicidios, todos los actores involucrados en el proyecto consideraban la reducción de los homicidios como la primera meta, tanto por su importancia en sí como por su vinculación con otros delitos. Como puede apreciarse, la cantidad de homicidios diarios se redujo dramáticamente, pasando de 9,9 en 2010 a tan solo dos en 2012.
Fuente: elaboración propia a partir de Pachico (Pachico, Elyssa. 2013. «Tasa de homicidios en Juárez llega a su nivel más bajo en
cinco años», Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 04-01-2013. Disponible en:
Del mismo modo, en el gráfico 3 se aprecia que la tasa de homicidios en diciembre de 2012 cayó un 90 % en relación con el mes más violento desde el inicio de TSJ (enero de 2011 con 269). En esa línea, la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes disminuyó en forma notable, pasando de 145 en enero de 2010 a tan solo veintiocho en diciembre de 2012, como se observa en el gráfico 4.
Fuente: Mesa de Seguridad (Mesa de Seguridad. 2012. Comisión Indicadores. Cd. Juárez, Chihuahua: Gobierno de México.2012: 6).
Fuente: Mesa de Seguridad (Mesa de Seguridad. 2012. Comisión Indicadores. Cd. Juárez, Chihuahua: Gobierno de México.2012: 7).
Además, Juárez ha logrado un éxito notable en la disminución de otros indicadores delictivos. Por ejemplo, el robo de autos con violencia y sin violencia está cercano a los niveles presupuestados como meta para el tiempo límite y la disminución en el tiempo ha sido significativa. Como se aprecia en el gráfico 5, desde enero de 2011 a diciembre de 2012 se registró una caída del 88 % en el robo de vehículos, y el robo a mano armada en negocios comerciales decreció en um 75 % entre mayo de 2011 y diciembre de 2012 (véase el gráfico 7).
Fuente: Mesa de Seguridad (Mesa de Seguridad. 2012. Comisión Indicadores. Cd. Juárez, Chihuahua: Gobierno de México.2012: 8).
Fuente: Mesa de Seguridad (Mesa de Seguridad. 2012. Comisión Indicadores. Cd. Juárez, Chihuahua: Gobierno de México.2012: 9).
Fuente: Mesa de Seguridad (Mesa de Seguridad. 2012. Comisión Indicadores. Cd. Juárez, Chihuahua: Gobierno de México.2012: 10).
Si bien no logró cumplirse completamente la meta en relación con la extorsión, también las denuncias por este delito disminuyeron considerablemente (véase el gráfico 8). Además, como se observa en el gráfico 9, Ciudad Juárez consiguió apartarse de la tendencia nacional en índices como el número de secuestros: en diciembre de 2012 aumentó cerca de un 20 % en todo el país, mientras que en Juárez disminuyó un 100 %, o sea, no se informó sobre ningún secuestro.
Fuente: Mesa de Seguridad (Mesa de Seguridad. 2012. Comisión Indicadores. Cd. Juárez, Chihuahua: Gobierno de México.2012: 11).
Fuente: Mesa de Seguridad (Mesa de Seguridad. 2012. Comisión Indicadores. Cd. Juárez, Chihuahua: Gobierno de México.2012: 12).
Estos datos reflejan el cambio de tendencia originado por la inclusión de la perspectiva
ciudadana y una aproximación integral de las políticas destinadas a Ciudad Juárez,
llegando a cumplirse gran parte de las metas propuestas por la Mesa de Seguridad y
Justicia. Así, TSJ se convirtió en el mayor triunfo de la administración calderonista
en materia de seguridad. En efecto, Calderón (Calderón, Felipe. 2012. «Todos Somos Juárez, dos años después», Presidencia de la República, 17-02-2012. Disponible en:
Pese a que existe consenso sobre el desenlace final, la reducción de la violencia, han surgido una gran variedad de hipótesis sobre los factores que incidieron en el resultado. En ausencia de una evaluación oficial del impacto, es natural que las interpretaciones sobre un proceso tan complejo y con tantas dimensiones diverjan en función de los actores. Sin embargo, es posible identificar algunos elementos de las políticas de Calderón que pudieron haber ayudado a que la crítica situación en Ciudad Juárez cambiara de rumbo.
En primer lugar, según International Crisis Group (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.2015), TSJ en tanto política pública significó una cuantiosa inyección de recursos provenientes del nivel federal, dando oportunidades a la juventud en riesgo para ayudarle a evitar la tentación de entrar a formar parte de las pandillas callejeras. En palabras de Sandra Ramírez, trabajadora del proyecto comunitario no gubernamental Plan Estratégico de Juárez: «De repente hubo una cascada de financiamiento para programas como nunca habíamos visto». Desde ese ángulo, cabe destacar que: «El Gobierno de Juárez emprendió una campaña sin precedentes para crear centros comunitarios, especialmente en las zonas más desfavorecidas, aumentando su número de doce, en octubre 2010, a 44 para fines de 2012. Estos centros tienen como objetivo ganarse los corazones y las mentes de los residentes y alejarlos de los cárteles, ofreciendo programas de desarrollo personal, instalaciones deportivas y esquemas para la reconstrucción de barrios. Gran parte del dinero para su construcción fue proporcionado por el Gobierno federal, a través de Secretaría de Desarrollo Social» (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2015: 14).
En segundo lugar, antes de anunciar su intención de poner más énfasis en la inversión
social mediante TSJ, en enero de 2010 el Gobierno federal declaró que efectuaría un
cambio en su estrategia de seguridad: el repliegue gradual del ejército junto al traspaso
del control del Operativo Conjunto Chihuahua a la Policía federal, bajo el nuevo nombre
de Operación Coordinada Chihuahua. En abril de 2010, aproximadamente 5000 policías
federales fueron enviados para sustituir a los militares en la ciudad, con el apoyo
de 3000 policías municipales (Stevenson, Mark. 2010. «Police take over from army in Mexico border city», Ventura County Star, 08-04-2010. Disponible en web:
Vinculado a lo anterior, se encuentra la reconstrucción de la Policía municipal bajo
el liderazgo de Julián Leyzaola, un coronel retirado del Ejército que en marzo de 2011
tomó las riendas como secretario de Seguridad Pública de Juárez, después de haber
liderado un cambio brutal pero efectivo en Tijuana. De esa manera, el exmilitar no
reemplazó a los oficiales de policía por soldados como sucedió en Guadalupe, Nuevo
León (Corcoran, Patrick. 2011. «Juarez Police Boss promises change in 6 months», Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 8-07-2011. Disponible en:
En noviembre de 2010, la Secretaría de Seguridad Pública juarense dio a conocer la
puesta en marcha de una nueva política para el control total de las calles: la construcción de islas de seguridad, un programa que divide la ciudad en secciones, y que visualiza a la ciudad como
una serie de bloques o cuadrantes, cada uno con un policía asignado para proteger
un área específica. Por lo tanto, esta iniciativa se centró en reducir los niveles
de delincuencia sección por sección, ocupando los barrios más peligrosos con agentes
policiales (Chaparro, Luis. 2013. «Juárez privada: una revolución en seguridad de un pueblo fronterizo»,
Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 10-07-2013. Disponible en:
Sin embargo, actualmente la policía juarense «comete muchos menos abusos que sus antecesores infiltrados por el crimen organizado, según los residentes. El actual jefe, César Muñoz, dice que fortalecer las relaciones comunitarias es su máxima prioridad: los agentes visitan las escuelas frecuentemente y se les alienta a hablar con los residentes en lugar de permanecer en sus vehículos» (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2015: 14). Por lo demás, la dirección de Leyzaola contribuyó a mejorar la seguridad y dificultó las operaciones de los cárteles y sus soldados. Respaldado por estos favorables resultados, Leyzaola insistió en que podía hacerse cargo de la seguridad pública empleando únicamente a la policía municipal.
En quinto lugar, la crisis impulsó reformas orientadas al fortalecimiento institucional
de los Gobiernos estatal y municipal mediante medidas legislativas y administrativas
en el sector de la seguridad y la justicia. Bajo esa premisa, el código penal estatal
fue endurecido; entre otras cosas, se estableció la sentencia máxima de cadena perpetua
para los delitos de secuestro, extorsión, homicidios múltiples y el asesinato de policías
o periodistas. Se purgó a fiscales del Estado, y se investigaron periódicamente sus
antecedentes; además se mejoraron su formación y condiciones laborales. «Antes, los
malos estaban tanto fuera como dentro. La Fiscalía estaba infiltrada», indica un fiscal
de Juárez. Vale decir, la mayoría de mandos policiales estaban en la nómina de los cárteles, y que trabajar para el narco no era una opción, sino un imperativo.
«O entrabas al juego o te chingaban: plata o plomo» (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2015:13). Paralelamente, se registraron aumentos sustanciales en los presupuestos para las
autoridades judiciales de mayor rango en el ámbito estatal, quienes tienen a su cargo
el enjuiciamiento de muchos de los denominados «crímenes de alto impacto» asociados
con grupos criminales, incluyendo homicidio, secuestro y extorsión. En Juárez, el
incremento correspondiente fue de 2100 millones en 2010 a 4100 millones de pesos mexicanos
en 2013. En otras palabras, un incremento del casi 100 % en solo tres años, durante
los cuales la economía mexicana solo creció un 12 %, aproximadamente (Corcoran, Patrick. 2016. «Lecciones para México en la baja de la violencia en dos
estados fronterizos», Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 19-02-2016. Disponible en:
No obstante, existiría otra explicación, menos alentadora por cierto, para la disminución
de la violencia en Ciudad Juárez que poco o nada tiene que ver con las acciones del
Gobierno federal, sino con la dinámica del crimen organizado. De acuerdo a esa línea
argumental, las mejoras en seguridad obedecerían principalmente a que la batalla campal
entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel de Juárez por el control de las rutas que cruzan
la ciudad, la cual comenzó en 2008, supuestamente habría llegado a su fin, teniendo
el siguiente desenlace: la victoria del Cártel de Sinaloa, liderado por Joaquín el Chapo Guzmán, sobre el Cártel de Juárez. Dado que esa disputa fue el catalizador de violencia
más importante durante diez años, podría ser una hipótesis plausible (Corcoran, Patrick. 2012. «¿Es Juárez más segura porque el Chapo ganó la guerra?»,
Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 18-08-2012. Disponible en:
Bajo esa lógica, tras superar en armas a su principal rival, Sinaloa supuestamente habría forzado un pacto de no agresión a fin de dividirse el territorio y así garantizar que el corredor para drogas ilegales a Estados Unidos permaneciera abierto. Conforme a lo señalado por un agente federal mexicano, un muy debilitado Cártel de Juárez pasó a operar en el centro y oeste de la urbe, controlando las ventas de drogas más importantes y la prostitución, así como el acceso a dos puentes internacionales, mientras que el Cártel de Sinaloa controlaría la zona menos poblada al oeste, que tradicionalmente ha sido una ruta principal de tráfico (International Crisis Group (ICC). 2013. El desafío de Peña Nieto: los cárteles criminales y el Estado de derecho en México. Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2013: 43-45).
Existen ciertos indicios que apoyarían esta teoría: un elemento clave sería el declive
de La Línea, el principal brazo armado del Cártel de Juárez, que durante varios años
repelió las fuerzas leales a Guzmán. Y pese a que alguna vez fue un jugador importante
en el panorama del narcotráfico en el país, sus conexiones con Colombia y Estados
Unidos se han perdido, y el grupo claramente se ha subyugado a los sinaloenses. El
cártel no solo ya no constituía una red transnacional real, sino que debería considerarse
como una organización criminal de dos niveles, al igual que algunas bandas regionales como Los Aztecas. Por último, como era de
esperar, el Cártel de Sinaloa se habría mantenido fiel a su bajo perfil. Esta organización
narcotraficante se caracteriza por usar tácticas más suaves y pragmáticas como el
soborno y el cobro de comisiones, en lugar de espantosas matanzas (Ramsey, Geoffrey. 2012. «A pesar de la agitación del bajo mundo en México, la paz
seguirá siendo incierta en Juárez», Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 26-10-2012. Disponible en:
La mejora fue sustancial, aunque la ciudad siguió siendo un lugar relativamente violento.
Lo cierto es que en comparación con los tiempos más duros, podría decirse que la zona
se ha pacificado. «Juárez ha conseguido un logro incomparable; que ciudades como Medellín y Palermo
tardaron diez años en hacer lo que acá se ha hecho en tres», indica el fiscal local
Enrique Villarreal (Llano, Pablo. 2013. «Ciudad Juárez, paz entre cadáveres», El País Internacional, 8-12-2013. Disponible en:
Ahora bien, no puede explicarse lo sucedido en Juárez sin considerar el contexto más
amplio de guerra contra el narcotráfico impulsada por el expresidente Felipe Calderón
en diciembre de 2006, estrategia para la cual TSJ significó un punto de inflexión.
A partir de ese momento, Calderón, sin desarticular plenamente el enfoque militarizado,
comenzó a pensar en una política de prevención de la violencia que fuera aplicada
simultáneamente. Existen versiones diferentes sobre esta nueva orientación, pues algunos
piensan que Calderón había percibido los límites de su estrategia y estaba buscando
un cambio de rumbo, mientras otros creen que la crisis juarense precipitó este viraje
estratégico (Vilalta, Carlos y Robert Muggah. 2014. «Violent disorder in Ciudad Juarez: a spatial
analysis of homicide», Trends in Organized Crime, 17 (3): 161-180. Disponible en:
En esa línea, Bastidas (Bastidas, Sabino. 2010. «Ciudad Juárez, resiste». El País Internacional, 9-02-2010. Disponible en:
TSJ ilustra un exitoso caso en el cual circunstancias excepcionales llevaron a las autoridades municipales a trabajar coordinadamente con sus homólogos federales y estatales, de modo que los esfuerzos oficiales (sumado a una activa sociedad civil, dirigida por líderes empresariales y comunitarios locales que apoyaron los cambios gubernamentales) tuvieron un efecto multiplicador, logrando disminuir la epidemia de violencia criminal hasta niveles previos a la crisis en Juárez, en lugar de trabajar con fines contrapuestos de manera que obstaculice la provisión de seguridad. Como sostiene Héctor Murguía, quien se convirtió en alcalde de aquella urbe en octubre de 2010, cuando el número de asesinatos llegó a su nivel más alto: «No fue una sola acción en especial. Primero, fue la coordinación entre los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal […]. Luego lo podemos dividir en dos vertientes: la policíaca y otra, el desarrollo social» (International Crisis Group (ICC). 2015. Ciudad Juárez: ¿Transitando del abismo a la redención? Bruselas: International Crisis Group.ICC, 2015: 41).
Considerando los favorables resultados obtenidos en Juárez surge naturalmente la interrogante: ¿es posible replicar tales logros en otras ciudades del país? Más allá de las lecciones anteriormente enunciadas, sin embargo, aún no queda muy claro lo que TSJ les enseñó a los policy-makers que buscan replicar la misma fórmula en otras ciudades mexicanas que experimentan crisis de seguridad, tales como Acapulco, Monterrey y Culiacán.
Pese a que la iniciativa culminó con la presidencia de Calderón en diciembre de 2012,
todavía se desconoce su impacto a largo plazo pues «estos esfuerzos nunca fueron evaluados,
por lo que en gran parte se desaprovechó la oportunidad de crear programas innovadores
y sostenibles, sujetos a revisión y evaluación externas» (Gagne, David. 2015. «¿Por qué será difícil duplicar los logros de seguridad en Juárez?»Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 24-03-2015. Disponible en:
De esa manera, al no realizarse evaluaciones de impacto del programa, el Gobierno
federal lamentablemente desaprovechó una valiosa oportunidad para entender mejor qué
iniciativas preventivas fueron efectivas y cuáles tuvieron un efecto insignificante
sobre la seguridad ciudadana. Sin estos valiosos inputs para la toma de decisiones, es muy difícil determinar con exactitud cómo aplicar políticas
eficaces en otras ciudades. En ese sentido, las autoridades mexicanas fallaron en
Ciudad Juárez, pues el objetivo era aplicar el aprendizaje obtenido en otras urbes
sacudidas por la violencia. Como sostiene Enrique Betancourt, quien dirigió el Centro
Nacional de Prevención del Delito y Participación Ciudadana durante la administración
Calderón: «El objetivo era Juárez, pero la idea hubiera sido desarrollar un plan de
impacto colectivo que pudiera ser utilizado en todo el país» (Gagne, David. 2015. «¿Por qué será difícil duplicar los logros de seguridad en Juárez?»Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 24-03-2015. Disponible en:
Como se ha dicho, naturalmente existen múltiples variables que influyen en la violencia
urbana, desde problemas socioeconómicos, pasando por dinámicas criminales, hasta la
forma en que las autoridades persiguen a los capos. Por ende, la confluencia de muchos
de estos factores en Juárez (como la reactivación económica tras la crisis subprime y el aparente término de la guerra entre los cárteles de Sinaloa y Juárez) puede complicar
la evaluación de la magnitud del impacto de las acciones gubernamentales en la reducción
de violencia, aunque se hayan llevado a cabo seguimientos rigurosos e independientes.
Pese a ello, cabe subrayar que en noviembre de 2014 se han creado mesas de trabajo
similares a la instrumentada en Juárez en otras diez ciudades de la república mexicana:
Tijuana, Cancún, Puebla, León, Coatzacoalcos, Córdoba, Jalapa, Los Cabos, La Paz,
Valle de Bravo, Morelia y Villahermosa (Orquiz, Martín. 2014. «Crean aquí Red Nacional de Mesas de Seguridad», El Diario, 05-11-2014 Disponible en:
En el Foro Económico Mundial de 2016, Ciudad Juárez destacó como una de las ciudades latinoamericanas que lograron una notable reducción del crimen y la violencia asociada al narcotráfico, dejando atrás el estigma de ser «la ciudad más peligrosa del mundo». Ante lo anterior cabe preguntarse: ¿cómo se generó tal cambio?
Juárez fue un caso paradigmático del enfoque aplicado durante la Guerra contra el narcotráfico, basado fundamentalmente en la ocupación policiaco-militar. Juárez era una plaza ocupada permanentemente con miles de efectivos desde el Operativo Conjunto Chihuahua en 2008. Nadie puede negar que en Ciudad Juárez, como en ningún otro sitio, se ejecutara a cabalidad y plenitud la visión, diagnóstico y estrategia originalmente concebida por Felipe Calderón ante la crisis de seguridad que vivía México al inicio de su administración. En Juárez, el crimen y la violencia crecieron de forma sistemática debido al rezago social, político y económico de su población, sumado a la creciente desocupación –generada principalmente por la pérdida de empleos en el sector maquilador–, la ineficacia policial, los cambios en el narcotráfico y la ubicación geoestratégica al ser una ciudad fronteriza.
Sin embargo, el Gobierno federal dio un giro en su enfoque militarizado tras una masacre ocurrida en Villas de Salvárcar, reconociendo que, incluso en la ciudad más violenta del mundo, un ataque frontal a través del despliegue de soldados constituye una medida insuficiente para reducir la violencia criminal. A raíz de este trágico episodio, los operativos fueron acompañados por un inédito programa de ayuda socioeconómica (TSJ), cuyo objetivo era construir comunidades resistentes a la penetración del crimen organizado. De ese modo, la ciudad fronteriza se convirtió no solo en un termómetro de la eficacia de la estrategia de seguridad calderonista, sino también en laboratorio para el diseño de opciones de política alternativas destinadas a abordar esta problemática.
La instrumentación de TSJ se fundamentó en tres pilares estratégicos: enfoque holístico, activa participación ciudadana y coordinación entre los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal). Pueden extraerse varias lecciones.
En primer lugar, en este programa se observa cómo las autoridades locales cayeron en la cuenta e que la violencia criminal tiene muchas causas. Por tal razón, es preciso realizar una competencia en construcción de Estado (competition in state-making). Si bien el elemento represivo es un componente crucial en la respuesta, a menudo debe complementarse con políticas socioeconómicas orientadas a dar igualdad de oportunidades y atender las necesidades básicas de las comunidades a fin de restaurar el contrato social entre el Estado y los residentes de estas zonas, de modo que se rompa la dependencia de las poblaciones en relación con los enclaves criminales creados por grupos criminales. Esto es debido a que, como se indicó previamente, los grupos criminales se empoderan en barrios marginales, aprovechándose de que los habitantes ven poca presencia gubernamental, con excepción de agentes policiales o efectivos militares. Por ende, las dos variables clave en escenarios tan complejos como el juarense son: la autoridad efectiva del Estado, acompañada de la provisión de bienes y servicios públicos con el objetivo de que la escala de la economía ilícita disminuya y su capacidad de daño se minimice.
En segundo lugar, la activa participación ciudadana es un factor crítico para que cualquier iniciativa contra el crimen sea exitosa. En el caso de TSJ se actuó bajo esa premisa: son los propios juarenses quienes mejor conocen la situación de su ciudad y, por lo tanto, se organizaron mesas de trabajo con representantes de la sociedad civil para conocer sus opiniones y propuestas acerca de la problemática. De hecho, fueron las recomendaciones realizadas por estas mesas las que sirvieron como insumo de los ciento sesenta compromisos gubernamentales, y también las que eligieron a los representantes ciudadanos que vigilarían y harían seguimiento del cumplimiento de los objetivos trazados. Por tanto, la comunidad estaba bien organizada y dispuesta a participar en la reconstrucción de su ciudad. No obstante, en zonas donde este valioso activo escasea, se deben fortalecer las organizaciones sociales. Otro punto importante que debe ser tomado en cuenta es que los jóvenes desocupados son particularmente vulnerables a la delincuencia y la violencia, por lo que deben asumir un protagonismo en el proceso de toma de decisiones para identificar sus propias necesidades y contribuir a desarrollar soluciones innovadoras.
Finalmente, la coordinación entre los diversos niveles de gobierno es un componente vital para asegurar el alto impacto de cualquier esfuerzo orientado a reducir la violencia criminal. El régimen federal vigente en México es un intrincado conjunto de reglas e instituciones que otorga a las autoridades federales, estatales y municipales responsabilidades específicas. Por tanto, la alineación de los esfuerzos de todas autoridades en un contexto de transición democrática continúa siendo un desafío, sobre todo a lo que seguridad pública se refiere. TSJ demostró que la integración vertical resulta imprescindible si el país pretende tener éxito en la implementación de políticas públicas contra el crimen y la violencia.
Este artículo es un producto del Proyecto IN201503, «¿Tropas en la calle? Fuerzas Armadas en seguridad pública en México y El Salvador: Una visión comparada», financiado por la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE).
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Recuperación del control territorial es el despliegue, en un espacio determinado,
de fuerzas militares y/o policiales que, combinando posiciones fijas, patrullas móviles,
fuerzas de reacción, redes de inteligencia ciudadana y, en algunos casos, vigilancia
aérea, se propone disuadir delincuentes, detectar delitos en fase temprana, frustrarlos
en flagrancia o lograr capturas por persecución inmediata a quienes los hayan cometido
(Villalobos, Joaquín. 2015. «Bandidos, Estado y ciudadanía», Nexos, 01-01-2015. Disponible en:
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Postulado que busca aplicar medidas desde el momento en que surgen los primeros indicios
de disfunción social, de forma que no se dé oportunidad al deterioro del clima social.
No obstante, la eficacia de estos enfoques ha sido ampliamente cuestionada, sobre
todo en el momento de su aplicación en el contexto latinoamericano (Lohmuller, Michelle. 2015. «Teoría de ventanas rotas de Giuliani no servirá en Centroamérica»,
Insight Crime. Centro de Investigación de Crimen Organizado, 19-03-2015. Disponible en web:
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