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SUMARIO

  1. Referencias

Es bastante común hallar en los manuales sobre ideologías políticas la afirmación del historiador H. Stuart Hughes (1916-1999) de que el conservadurismo se podría definir sencillamente como la simple negación de la ideología. Mucho más conocido sea tal vez el aserto del filósofo Michael Oakeshott (1901-1990) de que el conservadurismo sería una particular disposición o actitud humana y no un constructo ideológico. Sin embargo, aunque siempre ha habido voces que negarían semejantes extremos, en la actualidad se podría tal vez afirmar que estaríamos ante un contexto de pleno debilitamiento de la concepción oakeshottiana, tanto para el estudioso académico como para el ideólogo conservador, enterrando así un largo período jalonado por tajantes negaciones del carácter ideológico del conservadurismo.

Y es que, el verdadero problema hoy podría ser no tanto el dirimir si el conservadurismo tiene o no los atributos de una ideología política, como el de saber definir el propio concepto de conservadurismo, algo que preocupa, sin duda, a todo estudioso de las ideologías políticas. Con este planteamiento da comienzo y se adentra la obra a la que intentamos acercarnos a través de esta reseña; un libro que sobresale por tratar de ofrecer una respuesta a tal cuestión desde una pluralidad de enfoques metodológicos y teóricos. Siendo en su mayor parte el resultado de la edición de versiones modificadas de artículos publicados en un número especial de la revista Global Discourse del año 2015 –vol. 5, núm. 1–, su atractivo inicial radica en haber reunido los trabajos de un gran número de especialistas estudiosos del conservadurismo (muchos de los cuales son miembros del Conservatism and Conservative Specialist Group de la Asociación de Ciencia Política Británica (Political Studies Association) como es el caso de Özsel (Özsel, Do˘gancan (ed.). 2011. Reflections on Conservatism. Newcastle: Cambridge Scholars Publishing.2011), Dorey (Dorey, Peter. 2010. British conservatism: the politics and philosophy of inequality. London: IB Tauris.2010) o Garnett y Hickson (Garnett, Mark y Kevin Hickson. 2009. Conservative thinkers: the key contributors to the political thought of the modern Conservative Party. Manchester: Manchester University Press.2009). Desde una perspectiva global, esta obra se suma a una línea de estudios sobre las ideologías políticas en general, y sobre la ideología conservadora en particular, como la obra de Andrew Vincent (Vincent, Andrew. (2010). Modern Political Ideologies. Oxford: Blackwell.2010) o la más conocida, por su propuesta de análisis morfológico, de Michael Freeden (Freeden, Michael. 1998. Ideologies and political theory: a conceptual approach. Oxford: Clarendon Press. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1093/019829414X.001. 0001.1998), que nos mostrarían las herramientas existentes para poder abordar el estudio de las ideologías políticas evitando el hacer ideología. Esto es algo que, en el caso del conservadurismo, una ideología política particularmente estudiada desde la parcialidad de defensas o ataques proselitistas, es encomiable.

La obra se estructura en diez capítulos cada uno de los cuales es seguido de una breve réplica, elaborada por un autor diferente, que refuta de un modo constructivo los principales argumentos de cada uno de ellos. Los dos últimos capítulos estarían dedicados a la reseña y comentario de dos libros recientes sobre el partido conservador británico escritos por Richard Hayton y Tim Bale, respectivamente. En primer lugar, destacan un conjunto de aportaciones que podríamos encuadrar en la discusión sobre la posibilidad de un núcleo teórico esencial y común a toda manifestación de la ideología política del conservadurismo. Ello entronca con la necesidad de lidiar con la polisemia de dicho concepto y, con ello, no solo aprehender la amplitud de significados políticos con los que se habría nutrido históricamente el término «conservador», sino también tratar de explicar las transformaciones acontecidas en su morfología ideológica. Unas transformaciones que, si bien siempre han estado presentes a lo largo de su dilatada historia, habrían dado tanto que hablar en las democracias occidentales desde finales de la década de los setenta, en un contexto de constante reorganización del espacio ideológico. Desde el desarrollo del thatcherismo y la expansión de su estilo al resto de democracias no anglosajonas –un estilo tan alejado del que caracterizaría a ese fenómeno anglosajón del liberalismo conservador (Rivero, Ángel. 1998. “Liberalismo conservador (de Burke a Nozick)”, en Joan A. Mellón (ed.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos. Madrid: Tecnos.Rivero, 1998)– hasta los más actuales fenómenos ligados al surgimiento de liderazgos políticos sui generis como el de Palin o Trump, irrumpe la cuestión que atañe a dilucidar la esencia o el núcleo de esta ideología. Todo ello en la creencia de que, si fuese posible hallarlo, las diversas disyuntivas que emergieron en las últimas décadas de su decante histórico, de las que sobresale la de un conservadurismo tradicional y otro neoliberal, así como las controversias acerca de si es preciso evitar expandir semánticamente el término «conservador» y abogar por denominaciones como «neoliberalismo» u otras, se podrían tal vez solucionar.

En el tercer capítulo de este libro, “The conservative minimum: historical and transcendent subject”, Özsel propone la noción de «sujeto histórico y trascendente» como núcleo universal de dicha ideología (Özsel, Do˘gancan (ed.). 2011. Reflections on Conservatism. Newcastle: Cambridge Scholars Publishing.pp. 24-38). En la naturaleza de ese sujeto histórico trascendente, se conjugarían, a juicio de este autor, una dimensión histórica relacionada no tanto con la pura contingencia como con un proceso evolutivo y no deliberado, así como una dimensión trascendente, que a diferencia de la eternidad no se separa irremediablemente de las obras humanas, pero sí se manifiesta en un plano colectivo alejándose así de una intencionalidad puramente individual. En sus diversas denominaciones de sociedad, nación, cultura, volk, comunidad, civilización, constitución y otras muchas, las diversas variantes de lo que ha dado en englobarse en el término de «ideología política conservadora» habrían ido construyendo sus postulados teóricos. De este modo, según este autor, tanto el conservadurismo que rechaza como el que acepta el cambio radical compartirían no obstante dicha noción a la hora de justificar sus diferentes afirmaciones. Se conciben así como conservadores fenómenos aparentemente radicales como el conservadurismo alemán en la República de Weimar, el conservadurismo turco de Erdogan o la propia retórica y práctica radical de la refundación thatcheriana del conservadurismo británico. Una propuesta encaminada a preservar la unidad del fenómeno ideológico con su irrebatible diversidad empírica, logrando a su vez trascender las frecuentes definiciones en forma de tipos ideales basadas en listas exhaustivas de principios de escasa utilidad contextual.

Otras contribuciones contenidas en el libro como las réplicas que elaboran Femia y McAnulla al segundo y tercer capítulo respectivamente, opondrían, en contra de las propuestas de descubrimiento de un núcleo, la idea de que el conservadurismo político ha de ser estudiado exclusivamente desde el puro entendimiento histórico del fenómeno. El optar por definiciones contextuales implicaría, para algunos autores, el refutar la utilidad empírica de postular un núcleo conceptual universal formulado en términos de condiciones necesarias y suficientes. Esta tensión que se plantea entre estudiar el anclaje histórico del fenómeno ideológico sin un asidero conceptual universal compartido por todas sus manifestaciones geográfico-históricas o, por el contrario, enfocar el análisis de estas diversas manifestaciones partiendo desde la seguridad de tal concepto, es algo que, pese a la convincente estela de propuestas en la línea freedeniana, sigue atenazando los debates académicos al respecto. De este modo, la disparidad de núcleos posibles para esta ideología que se desprenden del estudio de casos concretos de conservadurismos, geográfica y temporalmente localizados, es algo bien presente y, a la par, respecto a una misma propuesta de núcleo cabrían dudas legítimas sobre cómo trazar la línea que separa una diferente «despolemización» de un mismo concepto de la existencia de diferentes conceptos, todo lo cual dificultaría el encontrar una noción nuclear universal.

En segundo lugar, los capítulos cuarto, quinto, sexto y séptimo de esta obra se centran en analizar el fenómeno conservador en su manifestación más empírica de la acción política directa. Estas aportaciones también nos ayudarán a continuar perfilando la anterior disyuntiva.

En el capítulo quinto, “The weaker-willed the craven-hearted’: the decline of One nation Conservatism”, Dorey y Garnett nos revelan cómo en un determinado momento los Gobiernos conservadores, pese a rechazar retóricamente las políticas sociales llevadas a cabo por los Gobiernos laboristas del período 1945-1951, sin embargo, en la práctica, habrían continuado con ellas. Ello nos indica cómo, al fijarnos en el nivel de las políticas públicas, se vuelve insoslayable la frecuente desconexión entre, por una parte, los principios y su envoltorio retórico y, por otra, la práctica política real. Otras veces, en cambio, como plantea la aportación de Scott Crines en “The rethoric of neoliberalism in the politics of crisis(capítulo séptimo), el estudio de la acción política conservadora nos reflejaría cómo un mismo argumento, proveniente de una misma fuente teórica, se puede presentar, en función de diversos condicionantes contextuales, de diferente modo. Es el caso de los diferentes estilos retóricos de Thatcher y Cameron otorgados a argumentos neoliberales en distintos contextos históricos de crisis económica. Por otro lado, Ashbee, en el capítulo sexto de título “Neoliberalism, conservative politics and social recapitalization”, nos muestra cómo la adopción del discurso de la Big Society por parte de los Gobiernos de Cameron, se explicaría por su utilidad a la legitimación de las políticas neoliberales, siendo así las propuestas comunitaristas un corolario de los discursos neoliberales. Esta búsqueda de discursos útiles para la legitimación de ciertas políticas en la contemporaneidad, discursos que parecerían estar en contradicción con lo que serían postulados tradicionales de ciertos partidos conservadores, tendría otro ejemplo en fenómenos como la extensión del discurso del pluralismo, evidente incluso en entornos no occidentales como el ejemplificado, a juicio de Goldstein, en el capítulo cuarto dedicado al conservadurismo indio.

Una reflexión personal a partir del conjunto de estudios incluidos en esta obra nos permitiría concluir que existen toda una variedad de manifestaciones que conformarían los afluentes que convergerían en el caudaloso río de cualquier ideología política; es decir, una pluralidad de fuentes que impedirían según Freeden (Freeden, Michael. 2009. Liberal languages: ideological imaginations and twentieth-century progressive thought. Princeton: Princeton University Press. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1515/9781400826353.2009: 239) una simple disyuntiva entre la teoría y práctica de una ideología, siendo estas así una suerte de political thought practices. Unas de estas contribuciones ideológicas parecerían tener más vocación de permanencia y otras en cambio estarían en cambio más sometidas a la fugacidad. Ello podría tener, a mi juicio, unas innegables consecuencias a la hora de tratar de hallar un núcleo conceptual de la ideología. De este modo, los productos ideológicos de los conservadores encargados de sistematizar y teorizar su pensamiento se podrían caracterizar por la búsqueda o descubrimiento de la coherencia intelectual, mientras que los de los actores de la ideología más ligados a la acción política directa, de entre los que destacan los propios partidos conservadores, estarían en cambio más enfocados a otro tipo de objetivos. Así, además cómo difícilmente existiría una convergencia absoluta de todas estas diversas manifestaciones en torno a un núcleo estable. Así lo indicarían las disparidades que, por ejemplo, se darían entre la ideología oficial de un partido y los asertos de pensadores destacados de dicha ideología. Ello implicaría ser conscientes de que, de ser posible, una definición en torno a un núcleo será necesariamente a un nivel muy abstracto, con lo que la tarea de dirimir qué manifestaciones concretas del fenómeno se podrían clasificar como «conservadoras» a menudo discurrirá en la indeterminación. Esta idea habría llevado a muchos a apostar por definiciones en términos de «parecidos de familia», un argumento más a la hora de señalar la dificultad de establecer fronteras entre las diferentes ideologías políticas, por naturaleza porosas y abiertas.

En definitiva, y a modo de conclusión final, habremos de subrayar que, en un contexto en el que los escritos académicos en torno al conservadurismo son muy escasos frente a otras ideologías políticas, los estudiosos de aquel encuentran en este libro una destacable contribución desde una perspectiva actual, desapasionada y no proselitista ni superficial. Una aportación que supone un importante avance y que, marcada por una fecunda disparidad de criterios intelectuales, sienta unas bases analíticas desde las cuales poder continuar perfilando, desde una perspectiva multidisciplinar, el estudio del espectro conceptual de dicha ideología. A la par, si habremos de condensar una enseñanza global que este libro nos ofrece para el estudio de cualquier ideología política, esta bien podría ser la necesidad de compatibilizar la atención a las coordenadas histórico-geográficas específicas con el manejo de una noción nuclear que, más o menos consensuada a nivel académico, sirva de herramienta heurística. Solo así el estudio de la diversidad del fenómeno y el pulimiento de un concepto abstracto podrían ir acompasados. A su vez, ello llevaría implícito el desterrar cualquier anhelo de hallar una definición absoluta y científica de una ideología, en la convicción de que un concepto político bebe necesariamente de la parcialidad de los significados políticos, siempre cambiantes y en conflicto, así como contextualmente dependientes. En definitiva, un enfoque que no ceja en el empeño de hallar una definición conceptual de cualquiera de las ideologías políticas, pero que es consciente de que esta lo será sin pretensiones de abarcar toda su complejidad fenoménica tanto a nivel sincrónico como diacrónico.

Referencias[Subir]

[1] 

Dorey, Peter. 2010. British conservatism: the politics and philosophy of inequality. London: IB Tauris.

[2] 

Freeden, Michael. 1998. Ideologies and political theory: a conceptual approach. Oxford: Clarendon Press. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1093/019829414X.001. 0001.

[3] 

Freeden, Michael. 2009. Liberal languages: ideological imaginations and twentieth-century progressive thought. Princeton: Princeton University Press. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1515/9781400826353.

[4] 

Garnett, Mark y Kevin Hickson. 2009. Conservative thinkers: the key contributors to the political thought of the modern Conservative Party. Manchester: Manchester University Press.

[5] 

Oakeshott, Michael. 2000. El racionalismo en la política y otros ensayos. México: Fondo de Cultura Económica.

[6] 

Özsel, Do˘gancan (ed.). 2011. Reflections on Conservatism. Newcastle: Cambridge Scholars Publishing.

[7] 

Rivero, Ángel. 1998. “Liberalismo conservador (de Burke a Nozick)”, en Joan A. Mellón (ed.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos. Madrid: Tecnos.

[8] 

Vincent, Andrew. (2010). Modern Political Ideologies. Oxford: Blackwell.