Levantarse temprano, encender el móvil, y ver, en la portada de su periódico digital de confianza, una noticia titulada «Me gusta la fruta». Quizás podría ser un adoquín que represente la amenaza de la democracia española, quizás un insulto, una burla, un zasca e incluso todo un teatro. Esta es la forma de la política visible, la de los plenos y las ruedas de prensa. Sin embargo, si esta fuera la dinámica en todos los escenarios ¿cómo podríamos explicar la cantidad de acuerdos legislativos alcanzados hasta la fecha? No deja de ser contradictorio que detrás de todo este ruido y conflicto en la escena pública, el consenso predomine en los espacios más discretos de la actividad parlamentaria. De forma sintética, podríamos decir que surge una paradoja entre alto grado de cooperación en el parlamento en relación a la tan conflictiva percepción de la política. Esta es la situación bajo la que se plantea «La teatralización de la política en España» cuyo objetivo principal es dar a conocer tanto la política invisible, la que acontece en las comisiones o en las ponencias donde se negocian las leyes, como los efectos perversos del espectáculo público que protagonizan los representantes políticos en España.

Xavier Coller, reputado sociólogo y periodista, especialista en élites políticas, identidades colectivas y en las organizaciones complejas, ofrece en este libro los resultados de una línea de investigación a la que, junto con un grupo numeroso de investigadores, ha dedicado años de trabajo. Prueba de ello es la ingente y valiosa evidencia empírica sobre la que construye su relato. La publicación deriva de una encuesta a una muestra de 557 representantes de diferentes niveles territoriales, así como 59 entrevistas semiestructuradas a políticos de diversos partidos de la administración. Se ha de resaltar que el haber obtenido información directa de las élites políticas, teniendo éstas extrema dificultad de acceso, ya cuenta de por sí con un valor incalculable. A lo anterior se suma el análisis documental de las 9785 leyes aprobadas en los parlamentos españoles desde 1977 hasta 2023, que demuestra el predominio del consenso y también cierta inflexión en los últimos años. La obra está compuesta por siete partes, partiendo de una contundente introducción que permite comprender la necesidad de su investigación y seguida de seis capítulos que dan pie a profundizar en la problemática.

El capítulo introductorio constituye la exposición de la mencionada paradoja mientras que el segundo defiende la idoneidad, e incluso necesidad, de que se incluyan en las leyes las perspectivas de los rivales ideológicos. El tercero argumenta que la teatralización está normalizada como un recurso más dentro del repertorio de la acción política, llegando a ser una herramienta crucial para ejercer el oficio en las cámaras de representación. El cuarto analiza las condiciones y escenarios bajo los que es más probable que se produzca el fenómeno. El quinto expone los factores externos que contribuyen a las algaradas, entre éstos destacan las elecciones, la competencia intra e ínter bloques y los propios medios de comunicación. Finalmente, el sexto, analiza las consecuencias negativas de la dramatización en el ejercicio de la actividad representativa, aportando reflexiones sobre las mismas así como algunas soluciones o alternativas.

Así, en el primer capítulo, se clarifica la idea de la paradoja de la interacción entre las élites políticas en España. Aunque la percepción generalizada de los ciudadanos es la de un ambiente tenso y conflictivo[1], los parlamentos exhiben una colaboración intensa entre partidos que a menudo pasa desapercibida. El registro histórico de la evolución del grado de apoyo medio anual, entendido como el grado de acuerdo sobre las leyes del congreso y las cámaras autonómicas, muestra que aun habiendo descendido desde 1977 alrededor de un 14%, se mantuvo en 2021 por encima del 80% (‍Coller, 2024). Esta discrepancia entre la percepción pública y la realidad parlamentaria plantea que los políticos, conscientes del atractivo mediático de la confrontación, tienden a resaltar estratégicamente los aspectos oposicionales en el proceso de toma de decisiones. De hecho, incluso cuando se alcanzan acuerdos, éstos se dramatizan para enfatizar las diferencias, alimentando de ello a la ciudadanía. Por tanto, el lector podría interpretar lo narrado como un ejemplo de la vigencia de la teoría espacial del voto desarrollada por Downs (‍1957). Bajo esta perspectiva, los partidos estarían fluctuando dentro del espectro ideológico con el objetivo de maximizar los resultados, ejerciendo una influencia de arriba a abajo mediante la que buscan mover a sus electorados hacia sus propias posiciones, favoreciendo divisiones sociales previamente inexistentes.

Una frase que bien podría sintetizar el siguiente capítulo sería que, para poder llegar a acuerdos es necesaria la confianza en el rival, pero más aún es necesario que se le reconozca al rival el derecho a ser escuchado. Ciertamente, el Congreso de los Diputados ha demostrado una capacidad moderada pero constante para atraer a los oponentes hacia la creación y aprobación de legislación ya que, al final el consenso es necesario para asegurar su perdurabilidad. Sin embargo, se reconoce que existen limitaciones en el acuerdo, especialmente cuando se trata de cuestiones vinculadas a la identidad, la religión o las creencias profundas de un grupo. Estos temas suelen ser considerados como líneas rojas en las negociaciones políticas. De la misma forma, según Coller, el temor a ser percibido como un traidor al programa electoral puede actuar como una barrera para inclinarse hacia el camino del acuerdo.

La tercera parte expone lo que es la teatralización para el autor, definiéndose como «la representación de un papel exagerando o fingiendo un conflicto o una controversia entre varios actores rivales» (‍Coller, 2024, p.78), que no se interpreta como un engaño. Según Boal, esta visión del teatro se enmarcaría en la poética de la virtú en la que «interesa transmitir aquel conocimiento que lo ayude a mantener el poder, si ya lo posee en forma absoluta o, en caso contrario, que lo ayude a conquistarlo.»(‍Boal, 1980, p.157). De este modo, en la medida que es un factor de movilización ciudadana, acaba constituyéndose como un elemento consustancial a la política democrática. Circunstancia que sin embargo no debe eximir a los representantes de la responsabilidad de normalizar ciertos comportamientos potencialmente dañinos sobre la calidad democrática, conocedores de que sus acciones y palabras trascienden los muros de las cámaras de representación. Un caso muy ilustrativo sería el eslogan de algunas de las pancartas utilizadas durante las recientes huelgas de los agricultores en España en las que se podía leer «Me gusta la fruta», en honor a la frase pronunciada durante un pleno por la presidenta de la comunidad madrileña.

El cuarto capítulo comienza argumentando que en muchas ocasiones es la propia sociedad la que demanda los zascas y burlas, pero, además, los propios parlamentarios consideran que en el caso de no adecuarse a las expectativas no serán vistos como buenos representantes. Esta dinámica se alimenta de la necesidad de visibilidad y de repercusión mediática, siempre teniendo en cuenta que los plenos están dirigidos a un auditorio no presencial, a un público inespecífico que en un caso determinado podría visualizar la intervención. En esta línea, el capítulo cinco explica que las elecciones intensifican el espectáculo, y las cámaras se convierten en un escenario donde se marca «·territorio electoral», hasta el punto de que la teatralización puede llegar a generar desapego, descreimiento y deslegitimación de las propias instituciones. En este efecto adverso tienen gran influencia los medios de comunicación ya que en éstos vende más la guerra que el acuerdo y son los que generan la imagen de la realidad política. Sin embargo, el ir progresivamente erosionado su papel mediador es sumamente destructivo. Esta idea nos recuerda a los experimentos de Hunt Allcott (‍2020), en los que concluyeron que las redes sociales y medios de comunicación permiten comprender mejor el punto de vista del ideológicamente opuesto, por lo que privar a las personas del interés por la actualidad no puede más que contribuir a la polarización afectiva.

Por último, ¿Qué hacer? ¿Qué hacer frente al clima de crispación que se traslada a la ciudadanía? Si la teatralización en el escenario acaba autorizando a los electores a comportarse de manera violenta, las consecuencias lógicas de la práctica son la polarización y radicalización. Por ello se plantean una serie de propuestas que incluyen desde la implementación de protocolos que promuevan un clima organizativo propicio, tomando ejemplo de prácticas como los seminarios abiertos al público en el Reino Unido, hasta prohibir el uso de lenguaje ofensivo o condescendiente, como se hace en el parlamento de Suecia. Por otro lado, Coller propone en diferentes canales, bajo el pretexto de la presentación de su libro, reforzar la autoridad del presidente o presidenta de la cámara o la creación de un código ético que pueda tener efectos simbólicos. No obstante, la más atractiva tras todo lo expuesto sería mostrar que las rivalidades políticas no implican necesariamente enemistades personales, y que, a pesar de los conflictos, se pueden alcanzar acuerdos entre rivales. Sería, en esencia, mostrar la política que usualmente permanece oculta, la política invisible, más aún conociendo que, como las encuestas a sus señorías señalan, un sólido 74% admite tener amistades entre las filas opuestas del espectro político.

Convendría a su vez destacar que los representantes políticos tienen la responsabilidad de actuar con integridad y ética en el ejercicio de sus funciones, siendo esencial que reconozcan el impacto de su comportamiento en la percepción pública y en la calidad democrática. La teatralización excesiva y la dramatización de los conflictos políticos pueden alimentar la polarización y el desapego ciudadano hacia las instituciones democráticas, tal y como demuestra la inflexión en la tendencia de los datos de los últimos años. En este sentido, los políticos deben ser conscientes del poder de sus palabras y acciones, asumir su responsabilidad en la salud democrática de las instituciones, tratando de evitar contribuir a la erosión de la confianza en el sistema político.

La política invisible recuerda a las ideas Bobbio (‍2013). El autor considera que el secreto es la esencia del poder, un instrumento utilizado para aumentar la influencia de los gobernantes. Además, el uso del secreto crea una narrativa específica, un discurso público[2], como lo denominaría Scott (‍2003), que permite ocultar ciertos aspectos y resaltar otros, con el propósito de influir en la percepción pública y en la aceptación de las decisiones políticas. En este sentido, desvelar los entramados de la política invisible sería todo un acto de confianza en la capacidad de la ciudadanía para comprender la gestión política del interés colectivo. Eso es precisamente lo que nos devuelve este libro. Así pues, en homenaje al autor de la obra finalizaremos preguntándole al lector o lectora ¿Y usted qué haría?

NOTAS[Subir]

[1]

El estudio 3273 del Centro de Investigaciones Sociológicas revela que nueve de cada diez españoles perciben que la política tiene un estado de ánimo crispado, sumado a que cuatro de cada diez percibe la política como un problema.

[2]

Podría definirse como un halagador autorretrato de las élites que se usa en el abierto ejercicio del poder.

Bibliografía[Subir]

[1] 

Boal, A. (1980). Teatro del oprimido: teoría y práctica, trad. Graciela Schmilchuk (México DF: Nueva Imagen, 1980 [1ª ed. en portugués 1973]), 30.

[2] 

Bobbio, N. (2013). Democracia y secreto. México: Fondo de Cultura Económica.

[3] 

Coller, X. (2024). La teatralización de la política en España: Broncas, trifulcas, algaradas. Los Libros de la Catarata.

[4] 

Downs, A. (1957). An economic theory of democracy. Harper and Row, 28.

[5] 

Allcott, Hunt, Luca Braghieri, Sarah Eichmeyer, and Matthew Gentzkow. 2020. «The Welfare Effects of Social Media.»American Economic Review, 110 (3): 629-‍76. https://pubs.aeaweb.org/doi/pdfplus/10.1257/aer.20190658

[6] 

Scott, J. C. (2003). Los dominados y el arte de la resistencia. Ediciones Era.