RESUMEN

Este trabajo tiene como objetivo ahondar en las dos principales fuentes teóricas que se sitúan detrás de la «obsesión» de la derecha radical por la «batalla cultural»: la Nueva Derecha Europea y la Alt-Right norteamericana. Así, estudiaremos su propuesta metapolítica desde el punto de vista de su conceptualización de la hegemonía, alejada de la idea original de Antonio Gramsci y más cercana a los planteamientos populistas de Ernesto Laclau. Su objetivo será la superación de una modernidad decadente y el renacimiento de la civilización occidental a través de una propuesta etnodiferencialista. El artículo se divide en dos partes. Primero analizaremos la estrategia metapolítica de la Nueva Derecha Europea, la cual acuña el concepto de la mano de Alain de Benoist, de forma que, tras estudiar sus ideas-fuerza y visión del mundo, se procederá al desglose de su estrategia ideológico-cultural confrontándola con Gramsci y Laclau. En la segunda se analizará la Alt-Right, cuya estrategia bebe directamente de los planteamientos metapolíticos la Nueva Derecha, aunque con una táctica enfocada hacia Internet y las redes sociales.

Palabras clave: Alt-Right, Gramsci, hegemonía, metapolítica, Nueva Derecha.

ABSTRACT

The aim of this work is to delve into the two main theoretical sources behind the radical right’s «obsession» with the «cultural battle»: the Nouvelle Droite and the American Alt-Right. Thus, this article will examine their metapolitical proposal focusing on their conceptualization of hegemony, departing from Antonio Gramsci’s original idea and aligning more closely with the populist approaches of Ernesto Laclau. The focus will be on overcoming a decadent modernity and reviving Western civilization through an ethnodifferentialist proposal. The article is divided into two parts. In the first part, we will analyze the metapolitical proposal of the Nouvelle Droite, which introduces the concept coined by Alain de Benoist. After examining its core ideas, we will proceed to break down its ideological-cultural strategy contrasted with the ideas of Gramsci and Laclau. In the second part, we will analyze the Alt-Right, whose strategy directly draws from the metapolitical approaches of the Nouvelle Droite, albeit with a tactic focused on the Internet and social networks.

Keywords: Alt-Right, Gramsci, hegemony, metapolitics, Nouvelle Droite.

Cómo citar este artículo / Citation: Seijo Boado, I. y Gómez Solano, L. (2024). Hegemonía cultural y estrategia metapolítica en la derecha radical: los casos de la Nueva Derecha Europea y de la Alt-Right. Revista Española de Ciencia Política, 65, 89-‍112. Doi: https://doi.org/10.21308/recp.65.04

INTRODUCCIÓN[Subir]

La llamada «cuarta ola de la ultraderecha», comenzada en los albores del siglo xxi ha traído aparejada un consiguiente auge de su discurso xenófobo, ultranacionalista y decadentista en la esfera pública (‍Mudde, 2021). No en vano, como apunta Casals (‍2019), la «progresión comporta normalización». Sin embargo, esta búsqueda de la normalización mediática obedece a una estrategia más refinada, de carácter metapolítico, a saber: «que el cambio cultural e ideológico es una precondición para las transformaciones políticas» (‍Benoist y Mellado, 2020). Esta estrategia, también llamada «gramscismo de derechas» (‍Forti, 2023), sería, según los ideólogos de la derecha radical, uno de los elementos fundamentales que la diferenciaría de la derecha conservadora. Como sintetizaría al respecto Quintana Paz (‍2023: 13), uno de los principales ideólogos de Vox y director académico del ISSEP[1]: «La mentada obsesión por moderarse, esta inveterada manía por centrarse, ha caminado todos estos lustros de la mano de un desprecio por las ideas».

En cierta medida, esta estrategia ideológico-cultural ha contribuido al devenir de la derecha radical en la familia política más relevante dentro del abanico de la ultraderecha y, a su vez, a debilitar a la derecha liberal-conservadora a lo largo y ancho del globo. Siguiendo la división que establece Mudde (‍2021), la derecha radical se diferenciaría de la extrema derecha neofascista por su aceptación parcial del imperio de la ley y la alternancia de partidos, de modo que no supondría, como tal, una amenaza a la democracia liberal en su dimensión puramente formal, si bien bajo una concepción de la misma mucho más estrecha y autoritaria. De esta forma, la derecha radical se ve obligada en su lucha por alcanzar el poder a aceptar grosso modo las reglas de juego de la democracia constitucional y, consecuentemente, a abandonar el modelo fascista del partido-milicia y el uso de la violencia política como método (y como ideal sacralizado) en pos de una estrategia atrapalotodo y reformista[2].

El presente trabajo tiene como objetivo precisamente ahondar desde una perspectiva teórico-política en las dos principales fuentes teóricas que se hallan detrás de esta obsesión de la derecha radical por la «batalla cultural»: la «Nouvelle Droite» o Nueva Derecha Europea (ND) y la Alt-Right (Derecha alternativa) norteamericana. Estas corrientes se caracterizan por intentar desarrollar un ideario supremacista blanco (una forma de racismo que interpreta a la población blanca como superior a otros grupos étnicos) capaz de ser aceptable para amplias capas de las sociedades contemporáneas[3]. Si bien sus ideas-fuerza y la conexión de estas con el fascismo clásico ya ha sido analizada en otras ocasiones (‍Antón-Mellón y Seijo Boado, 2023), en este artículo estudiaremos su propuesta metapolítica desde el punto de vista de su conceptualización de la hegemonía, alejada de la idea original de Antonio Gramsci —cuyo pensamiento es reiteradamente tergiversado— y más cercana a los planteamientos populistas de Ernesto Laclau; y con el objetivo puesto en la superación de una modernidad decadente y en el renacimiento de la civilización occidental a través de una propuesta etnodiferencialista, esto es, la reivindicación de que los distintos territorios deben permanecer étnica y culturalmente homogéneos (‍Taguieff, 1993). El artículo, por tanto, se centra en la concepción de la hegemonía que fundamenta estas corrientes. Así pues, este se divide en dos partes. Primero analizaremos la propuesta metapolítica de la ND, la cual acuña el concepto de la mano de Alain de Benoist, de forma que tras estudiar brevemente sus ideas-fuerza y visión del mundo, se procederá al desglose de su estrategia ideológico-cultural, actualizada en clave populista, confrontándola con Gramsci y Laclau. Posteriormente, se analizará la Alt-Right —en sus vertientes «moderada» (Breitbart News) y «extrema» (Radix)—, cuya estrategia bebe directamente de los planteamientos metapolíticos de la ND —y, en consecuencia, de sus vicios y sesgos—, aunque con una táctica mucho más enfocada hacia Internet y las redes sociales.

LA NUEVA DERECHA EUROPEA[Subir]

Una visión del mundo fundada en el decadentismo y en la xenofobia [Subir]

La ND se ha constituido, al menos desde los años sesenta, en la principal fuente ideológico-cultural de la derecha radical. Sus postulados se han articulado principalmente alrededor de la asociación cultural «Groupment de Recherche et d’Études pour la Civilisation Européene» (GRECE), fundada en 1968 como máximo exponente teórico del «Mayo blanco», esto es, la reacción neofascista al Mayo del 68 (‍Forti, 2023); y teniendo desde entonces como principal representante a Alain de Benoist. Otro autor de relevancia destacada en la ND es Guillaume Faye, el cual, sin embargo, abandonaría el grupo en 1986.

No obstante, la ND no parte de tabula rasa. Su visión del mundo se fundamenta en las ideas decadentistas de Friedrich Nietzsche, Georges Sorel, Charles Maurras, Julius Evola o de pensadores de la Revolución Conservadora como Ernst Jünger, Oswald Spengler, Carl Schmitt o Arthur Moeller van den Bruck (‍Simón, 2007)[4]; en un intento por mantener y rearticular las ideas-fuerza del fascismo clásico con el objetivo el renacimiento étnico de Europa (‍Griffin, 2007: 81-‍83). En este sentido, tampoco debemos olvidar el rol que jugó la Revolución Conservadora a la hora de combatir desde el plano ideológico-cultural los valores democráticos de la República de Weimar; combate presentado a través de la oposición de las «ideas extranjeras de 1789» frente a las «nacionales de 1914» (‍Losurdo, 2012: 73).

Comenzando por el diagnóstico de la situación que llevan a cabo, los miembros de la ND entienden que su época, la modernidad, está marcada por la decadencia, pero esta situación tiene un origen anterior. La Ilustración sería un ejemplo de esta decadencia, ya que heredaría los idearios universalistas e igualitaristas del cristianismo, que estaría marcado por el dualismo y funcionaría de matriz para el hedonismo liberal: tener el cielo en la tierra (‍Antón-Mellón, 2012: 248). Sin embargo, a juicio de Benoist, esa «ideología del progreso» habría fracasado históricamente en la gran «crisis radical» de finales del siglo xx (‍Soto Carrasco, 2022). Frente a ello, la propuesta de Benoist rechaza el dualismo cristiano y le opone el paganismo, que constituiría una unidad inseparable de lo divino y lo humano, de modo que la realidad es la unión con la tierra de nacimiento y, en lugar de considerar blasfemo pretender ser Dios (como en el cristianismo), ofrece una vía de alcanzar la divinidad mediante la acción humana: someter el mundo a su voluntad y convertirse en el guerrero mítico (‍Meilán Pena, 2022).

La decadencia de Europa se manifestaría en tres aspectos. El primero es la subordinación del Estado a la economía, a los valores igualitarios —lo que se expresa en el «Estado dinosaurio», como llaman a los Estados de bienestar— y a una tecnoestructura mundial que dirige el mundo (‍Antón-Mellón, 2012: 248-‍249). El segundo es la hegemonía del liberalismo como sistema de valores y de Estados Unidos (EEUU) («nueva Cartago») como líder político occidental, lo que conduce a la destrucción de las identidades y a la uniformidad. Benoist (‍2020: 106) entiende que la historia de la modernidad es «un despliegue continuo de la ideología de lo Mismo», es decir, una relegación, reducción y supresión de las relaciones orgánicas, de los valores jerárquicos, de la diversidad, de las castas, de los Estados, de las diferencias sexuales, de las diferencias jurídicas y de las diferencias lingüísticas. Todo ello se percibe como una pérdida de un orden natural, jerárquico, armónico y orgánico por un sistema uniformado y artificial. El tercero y punto culminante de la decadencia sería la colonización de Europa por la población musulmana. Los factores que demostrarían la situación de colonización son, de acuerdo a la ND, la elevada presencia de población musulmana en Europa y las tasas de natalidad bajas de la población europea, lo que se entiende como un proceso de sustitución étnica. Ante ello, solo hay dos escenarios posibles: la desaparición o el inicio de la reconquista. Faye (‍2016) entiende que esta situación estaría provocando, en la actualidad, una guerra étnica, pero no se lamenta, porque la entiende como para que aparezca un orden nuevo que regenere a Europa de la decadencia. Estas ideas se relacionan con las teorías conspirativas del Gran Reemplazo, según el cual la población blanca europea estaría siendo progresivamente sustituida por población foránea (generalmente se señala a la población musulmana) mediante la inmigración y la mayor natalidad de este grupo étnico-cultural. Cabe señalar que para Pierre Vial, cofundador de GRECE, el grupo no estaría lo suficientemente centrado en la dimensión étnica, lo que le llevó a la creación de «Terre et Peuple», una organización cultural desde la que difundir estas tesis de forma más directa (‍Camus y Lebourg, 2020).

Esta regeneración de Europa frente a la decadencia de la modernidad comenzaría por el objetivo que se marca la ND: «aportar ideas a un mundo que no tiene ninguna» (‍Benoist y Faye, 1986: 157-‍158). Esto implica la sustitución del liberalismo como ideología dominante por los preceptos de la ND: la preferencia por unas sociedades orgánicas, jerárquicas, competitivas y étnicamente homogéneas. Un ejemplo claro del tipo de sociedad al que aspira la ND es la propuesta arqueofuturista de Faye (‍2007), donde un cúmulo de crisis —de tipo económico, social, político y ecológico— conducirá a las sociedades a su máxima decadencia, la cual se superaría por la división del mundo en bloques étnicamente homogéneos. Estos se dividirían en los habitantes de las ciudades, que disfrutarían de un elevado nivel tecnológico y calidad de vida, y los habitantes de las poblaciones pequeñas, que dispondrían de una tecnología primitiva que permita el avanzado nivel tecnológico de la población urbana. Esta desigualdad sería un mal necesario, un sacrificio para garantizar el bien común, es decir, la sostenibilidad ecológica del sistema social.

La división del mundo en comunidades étnicamente homogéneas que plantea la ND no se realiza desde la territorialidad del Estado-nación, sino desde la forma del Imperio, donde se constituye una Europa federal con una unidad soberana (‍Bar-On, 2013). Por tanto, la ND articula su propuesta alrededor de la civilización europea, y no alrededor de la civilización occidental. Esta propuesta defiende la biodiversidad étnica bajo el paraguas del «derecho a la diferencia» (o la «unión sin confusión», como lo denomina en ocasiones Benoist). Este concepto pretende denunciar las acusaciones de racismo que experimentan los movimientos ultraderechistas, planteando que no existen hombres iguales porque existen razas distintas, pero no hay ninguna jerarquía entre ellas. Cada raza tiene una misión particular, y para cumplirla cada raza es superior al resto (‍Sanromán, 2008: 179-‍180). Esta premisa lleva a sostener el derecho de cada raza (o pueblo, o etnia) a preservar su identidad y existencia colectiva, la cual se garantiza exclusivamente por el derecho «al territorio y a la autodeterminación, derecho a vivir y trabajar en el propio país» (‍Benoist, 2022). El corolario del «derecho a la diferencia» es la separación étnico-racial de la población.

La ND se presenta como una tercera vía superadora de la distinción entre izquierda y derecha, ya que ofrecería una unión armonicista de la sociedad mediante la etnia por encima de las divisiones sociales, sean estas de clase, ideológicas, políticas, etc. Sin embargo, este «ninismo» es un recurso habitual de la ultraderecha, no pudiendo aceptarse que supongan un nuevo paradigma (‍Antón-Mellón, 2012; ‍Bar-On, 2013: 70-‍71). Para ello, teóricos como Benoist se apoyan en la idea schmittiana de que, para neutralizar lo político (entendido en un sentido conflictivo como el grado máximo de disociación de la dialéctica amigo-enemigo) en el seno de la comunidad política, es preciso expulsar todo elemento heterogéneo de esta, a la vez que proyectar una enemigo público (hostis) que se sitúe fuera de la misma (‍Soto Carrasco, 2022)[5]. Una realidad eminentemente conflictiva que, como se ha dicho, el liberalismo se empeñaría en negar.

La estrategia metapolítica de la ND: del «gramscismo de derechas» al populismo de Laclau [Subir]

Para alcanzar este ideal, la ND plantea un combate existencial de los pueblos contra el liberalismo, la igualdad, la universalidad y EEUU, donde se promueva una resurrección de los valores aristocráticos de Europa, la separación de los conceptos de nacionalidad y ciudadanía[6] y la biodiversidad étnica, orientándose hacia sociedades armónicas (‍Antón-Mellón, 2012: 253-‍254). Este combate por la resurrección de Europa se lleva a cabo en términos metapolíticos, es decir, mediante la lucha cultural. Benoist (‍s.a.: 8), en una lectura libre del pensamiento de Antonio Gramsci, sostiene que la conquista del poder político es consecuencia por la previa conquista de la hegemonía cultural: «allí donde reina una atmósfera cultural específica a la que se adhiere espontáneamente la mayoría de la sociedad, no hay toma del poder político sin una toma previa del poder cultural». De ahí se lanzaría la «guerra de posiciones por la hegemonía cultural», un rol reservado a los «intelectuales orgánicos» de la ND (‍Benoist, s.a.: 7). Para Benoist (‍s.a.: 8), Gramsci habría dado con un hallazgo esencial: «que la mayoría ideológica es más importante que la mayoría parlamentaria y que la primera siempre anuncia la segunda, en tanto la segunda, sin la primera, está llamada a derrumbarse».

No obstante, merece la pena detenerse en cómo difiere la concepción de hegemonía de Benoist de la que realmente sostiene Gramsci. Como veremos, esto es algo que también heredan de forma tergiversada los planteamientos de la Alt-Right. No en vano, como apunta Forti (‍2023), esta sería una ecléctica manera de «encontrar una legitimidad intelectual en la izquierda». Para el sardo, a diferencia del «apartidista» Benoist, el vehículo de construcción de hegemonía es el partido político, que en realidad no es otro que el Partido Comunista. Como sostiene en Maquiavelo y el moderno príncipe, esto quiere decir que hace falta combinar la capacidad creadora y movilizadora del mito soreliano[7] con estructuras organizativas estables, conformadas en torno a los principios del centralismo democrático y dirigidas a la construcción de una voluntad «nacional-popular» y, en última instancia, a la fundación de un «Estado nuevo» proletario (‍Garrido, 2022: 146). Para ello, es preciso que el Partido actúe como vanguardia, es decir, como expresión de una nueva hegemonía nacional-popular donde la clase obrera actúa como grupo dirigente aliado junto con otras clases subalternas, especialmente las masas campesinas.

De ahí la importancia concedida a la mediación de los cuadros intelectuales como correa de transmisión entre la espontaneidad de las masas y la disciplina consciente del Partido; estimulando la creación de un sentido del bien común coherente, aunque esta vaya en contra de los intereses corporativos e inmediatos de algunas de esas clases subalternas (‍Garrido, 2022: 164). Es así cómo, a medida que se va consolidando la nueva hegemonía nacional-popular, se van limando progresivamente en el seno del movimiento las diferencias de clase. Lejos de la concepción metapolítica de la hegemonía que propugna Benoist, para Gramsci cualquier proyecto de «reforma moral e intelectual» estará intrínsecamente ligado a una «reforma económica» impulsada por y para los «estratos deprimidos de la sociedad» (‍Gramsci, 2017: 264). Eso es lo que da lugar al «bloque histórico» proletario como articulación conjunta (y conflictiva) entre una estructura productiva y una superestructura política e ideológico-cultural propias (‍Rendueles, 2017: 23). En definitiva, como concluye Garrido (‍2022: 134), el centralismo democrático constituye la llave para la

«creación y recreación constante de una cultura e institucionalidad compartida en la que se reconozcan los diferentes grupos sociales subalternos, la tendencial abolición de la división social —que no técnica— del trabajo y la creación de aparatos de hegemonía cualitativamente diferentes a los del dominio burgués».

Dicho todo esto, es llamativo cómo, años más tarde, sería precisamente Faye (‍2007) quien haría autocrítica de las oportunidades perdidas por la ND debido a una interpretación pobre de la hegemonía gramsciana:

El Frente Nacional fue, a partir del final de los años ochenta, una especie de pantalla mediática para la ND, y ella no supo reaccionar ni encender los oportunos cortafuegos. Uno de los handicaps de la ND fue una mala interpretación del gramscismo mediante la adopción de la estrategia del todo-cultural y del todo-intelectual. La estrategia metapolítica «gramsciana», que fue la nuestra, simplemente había olvidado que el combate cultural teorizado por Gramsci no es nada sin el combate político y económico, el del Partido Comunista Italiano de la época. Pero, desgraciadamente, nunca habíamos leído a Gramsci… Aquello no era serio, era un pseudogramscismo. Para ser eficiente, toda acción cultural tiene que apoyarse sobre fuerzas concretas, políticas, de la que es complementaria.

En este sentido, y como han apuntado autores como Soto Carrasco (‍2022), la concepción metapolítica de la hegemonía de la ND guarda un parecido mucho mayor con la estrategia populista de Ernesto Laclau —quien, dicho sea de paso, también elabora su concepto de hegemonía a partir de una interpretación libre de Gramsci— que con el comunista italiano. No, en vano, Benoist (‍2016) alaba a Laclau como «el único y verdadero teórico del populismo de izquierdas» y asegura que, hoy en día, el debate entre izquierda y derecha está superado: solamente cabe hablar del combate entre neoliberales y populistas (‍Carrasco, 2022). No obstante, ¿en qué consiste el populismo para Laclau? Como señala al inicio de La razón populista (‍2005: 9), este constituye una «lógica de formación de las identidades colectivas» propia. El populismo es desde ese punto de vista una categoría ontológica, no óntica: tiene que ver con la forma de articulación de esos contenidos sociales, políticos e ideológicos; de cómo se constituyen discursivamente. Es, pues, una forma de construcción de lo político, que, como bien sintetiza Retamozo (‍2017), «pone en el centro de la escena la función de la retórica como aquella lógica ontológica que permite comprender la configuración de la sociedad». De esa forma, lo político, concebido como una ontología radical basada en la existencia ineludible del conflicto, aparece escindido de lo social (y de la política como subsistema social) como aquello lo «que funda y refunda desde afuera», como aquello que, en definitiva, lo instituye y destituye (‍Marchart, 2009: 180).

Dicha necesidad de articular contenidos dispersos parte, para Laclau, de una asimetría entre la sociedad-comunidad y los distintos grupos sociales que la integran. La sociedad como un todo es, pues, un imposible. Ello forma parte de un intento de deconstrucción del marxismo (que no es otra cosa que su renuncia implícita) y de su concepción de la totalidad social fundada en torno a la división de clases. Como expone Marchart (‍2009: 181-‍183), Laclau invierte esto a través de un gesto negativo, aceptando la ausencia de fundamento como rasgo característico de lo político y adentrándose en una forma de pensamiento posfundacional. De esta tesis se deduce que todo proyecto político destinado a recomponer el espacio entre comunidad y esos grupos sociales está destinado en última instancia al fracaso. Lo cual no quita que los intentos por recomponer ese vínculo tengan relevancia: de lo que se trata en este punto es de ir un paso más allá a través de la construcción discursiva de un sujeto, el pueblo, que devenga «hegemónico».

Para ello se debe partir de una hipotética situación inicial en la que, desde cada grupo social se producen una serie de demandas sociales que deben ser satisfechas de una instancia diferente de la que produce la demanda. No en vano, demanda, como el mismo Laclau reconoce, tiene una doble acepción: significa exigir, pero, sobre todo, pedir (‍Laclau, 2009: 54-‍55). Estas son de la más diversa heterogeneidad, ya que la complejidad social del capitalismo globalizado hace de multitud de esferas puntos potenciales de antagonismo (‍Retamozo, 2017). Lo importante es que sean tratadas de forma separada desde la administración pública o desde la empresa privada; en una palabra, que sean canalizadas institucionalmente. Esto es lo que Laclau llama «lógicas de la diferencia», pues presuponen que no hay división social y que toda demanda legítima puede satisfacerse de un modo administrativo, no antagónico. Y de ahí que el sujeto político que se conforma en esa situación adquiera el adjetivo de «democrático» (‍Laclau, 2009: 57).

No obstante, en una hipotética crisis orgánica de dicho sistema las demandas resultarían insatisfechas, dando lugar a una enorme frustración social, con su consiguiente pérdida de legitimidad. Como hemos visto, Benoist (‍2016) comparte este diagnóstico de crisis del liberalismo, provocado por la globalización, pero, como se ha dicho, desde un punto de vista decadentista. Es entonces cuando, desde un punto cualquiera del sistema político en crisis, se activa el dispositivo populista. Se pasa a un nuevo tipo de solidaridad entre los insatisfechos: la dimensión negativa de las demandas insatisfechas da lugar a las llamadas «lógicas de equivalencia», agrupadas a través de un mismo significante. Por consiguiente, se trata lograr una equiparación de demandas que conformen la voluntad popular, que construyan un auténtico «sujeto popular» (‍Laclau, 2009: 57). De ahí que el concepto laclausiano por antonomasia sea el del pueblo constantemente movilizado en pos de un proceso constituyente. Y para que esto suceda, una demanda particular ha de convertirse en un significante que se haga representativa de todas las demás, que asuma, «sin abandonar su condición particular, una función universal» (‍Retamozo, 2017). Para ello, este debe estar tendencialmente vacío de contenidos concretos. Cuanto más pobre, mejor. Ese proceso es el que constituye la construcción de hegemonía en el sentido laclausiano, al que, sin embargo, Benoist pone un pero: no hay algo así como un «pueblo universal», sino que este parte siempre de un sustrato étnico homogéneo; no se trata del demos, sino del ethnos (‍Soto Carrasco, 2022).

Como discípulos de Schmitt, Laclau y Benoist comparten la necesidad de un enemigo construido discursivamente, de una «frontera interna» que separe la sociedad en dos campos y que transforme las demandas en reivindicaciones. La operación hegemónica, pues, está basada en el conflicto (‍Villacañas, 2015: 28), pero desde una división desustancializada: los de abajo frente a los de arriba; el pueblo frente a las élites. O, en otras palabras, el pueblo, como una categoría vaciada de contenido concreto, versus el anti-pueblo. Pero, mientras que el demos de Laclau requiere de una movilización constante bajo un hiperliderazgo que actúe como último significante vacío homogeneizando la heterogeneidad de demandas sociales, para Benoist, el ethnos, al estar basado en una tradición cultural y simbólica diferenciada, se mostraría superior en la «guerra cultural» entre populismos y contra el liberalismo (‍Soto Carrasco, 2022).

Finalmente, es importante recalcar que, además de metapolítico, el combate que propugna la ND tiene fuertes componentes voluntaristas, donde cada individuo puede convertirse en héroe mediante la lucha por dominar su destino (‍Meilán Pena, 2022: 6). Héroes que actuarían como una suerte de «vanguardia aristocrática», al estilo de aquellos marcados por la «raza del espíritu» de Evola o de la figura del Trabajador de Jünger (‍Soto Carrasco, 2022). Es desde esta perspectiva como debe entenderse la idea de Faye (‍2007) de que, en la confluencia de catástrofes civilizatorias que espera a la humanidad, un conjunto de guerreros regeneradores de la comunidad europea acabará con la decadencia por medio de un pensamiento radical desarrollado por una minoría de intelectuales. En suma, para la ND la estrategia metapolítica —actualizada en clave populista— y el voluntarismo representan las formas constitutivas de una palingenesia etnonacionalista superadora de la modernidad decadente.

LA ALT-RIGHT[Subir]

La cosmovisión de la Alt-Right: decadencia y renacimiento de la América blanca [Subir]

Otra corriente intelectual que ha influido en la ideología y estrategia de la derecha radical contemporánea es la autodenominada Alt-Right, vinculada al éxito electoral de Donald Trump en Estados Unidos en 2016. Esta corriente se configura en la década de 2010 por parte de sectores derechistas estadounidenses que reaccionan ante la hegemonía de valores liberales, tolerantes y cosmopolitas de la presidencia de Barack Obama (2008-‍2016). Esta reacción recoge y radicaliza los postulados del paleoconservadurismo: el rechazo de la democracia liberal como una dictadura encubierta, la creencia en que una élite difusa domina el poder en las sombras, la apuesta por el nacionalismo económico, la defensa del aislacionismo en política exterior y una visión racialista del mundo (‍Rueda Toledano, 2021). La Alt-Right se divide en dos facciones: una más extrema, asociada a la revista Radix, y otra más moderada, asociada al sitio web Breitbart News. La primera se identifica propiamente como Alt-Right, con Richard B. Spencer, Greg Johnson, Jared Taylor o Daniel Friberg como principales exponentes. En la segunda destacan Steve Bannon (ex-asesor de Trump hasta 2017), Milo Yiannopoulos o Mike Cernovich. Aunque esta también se identifica como Alt-Right, la facción radical los ha calificado de «Alt-Lite» (Alternativa ligera) al entender que presentan de forma diluida las ideas de la Alt-Right, sobre todo en la cuestión racial y antisemita (afirmada por la facción Radix y evitada por la facción Breitbart) (‍Reguera Mateo, 2017). Esta división devino ruptura tras la Manifestación «Unite the Right» en Charlottesville en 2017, con presencia destacada de grupos de extrema derecha (neonazis, confederados, miembros del Ku Klux Klan, etc.) y el asesinato de una joven antifascista después de que un ultraderechista atropellase a un grupo de contramanifestantes.

Ambas facciones comparten un diagnóstico de la sociedad centrado en la decadencia de EEUU, aunque mantienen diferencias. Bannon señala la crisis de 2008 como una causada por las élites, pero pagada por «el tipo normal», que experimenta una situación de precariedad y conformaría la base del movimiento populista nacionalista que apoyaría a Trump (‍Griffiths, 2019: 9-‍10). Con esto, Bannon da por hecho que la era del populismo ha llegado, siendo la única duda de si tomará una forma socialista, dirigida a aumentar el intervencionismo estatal, como representarían Bernie Sanders o Jeremy Corbyn, o una nacionalista y conservadora, que reducirá el tamaño del Estado y desplegará el poder del capitalismo, como Trump o Viktor Orbán (‍Griffiths, 2019: 34). Esta distinción remite a la suposición de Benoist de que el combate de la actualidad es entre liberales y populistas, pero yendo un paso más allá: Bannon sostiene que el populismo ya ha vencido. La única disputa a resolver es el contenido de ese populismo: capitalista o socialista. Si Benoist anunció la muerte de las luchas entre izquierdas y derechas, Bannon, en cambio, tras anunciar el triunfo populista, la resucita.

Este análisis encaja en una lectura típicamente populista (tal como se autodefine Bannon) que opone a los tipos normales (el pueblo) frente a los poderosos que especulan con sus condiciones de vida (la élite). Bannon señala a la élite como el «Partido de Davos», en referencia al Foro Económico Mundial de celebración anual en Davos, Suiza, reuniendo a personalidades políticas, empresariales e intelectuales internacionales. «El tipo normal», en cambio, es presentado como el ciudadano estadounidense promedio, pero en realidad lo presenta como aquel que ha perdido su empleo industrial por la deslocalización de empleos manufacturados y/o su capacidad de ahorro, elemento fundamental de la familia judeocristiana occidental según Bannon (‍Griffiths, 2019: 39). La oposición populista de Bannon entre pueblo y élite tiene por contenido una oposición nativista entre lo propio y lo ajeno, lo estadounidense y lo internacional. «El tipo normal» refleja la población nativa estadounidense, mientras el «Partido de Davos» sería una amalgama cosmopolita de personas poderosas (‍Alexander, 2018: 141-‍142). Además, el nativo americano está definido por su cultura, judeocristiana occidental, lo que construye la identidad con elementos civilizatorios, además de nacionales. Esto amplía el sujeto al que apela la Alt-Lite, pero sobre todo centra la atención sobre el «Otro», quien queda fuera de esta definición y contra quien se justifican medidas discriminatorias, siendo la población musulmana la más claramente excluida por Bannon, como evidencian las prohibiciones de entrada de población inmigrante y refugiada de países de mayoría musulmana llevadas a cabo por el gobierno de Trump (‍Betz, 2017). Como Benoist, Bannon ofrece una actualización populista del pensamiento ultraderechista al distinguir entre un pueblo puro y una élite corrupta, manteniendo el contenido xenófobo de su ideología matriz, al mezclar esa distinción con la de nativo-extranjero.

La Alt-Lite apuesta por un populismo nacionalista que, sin cuestionar el modo de producción capitalista, desmantele el Estado administrativo (el «Leviatán», en sus palabras) para que los tipos normales (siempre estadounidenses) obtengan una parte de los beneficios (‍Griffiths, 2019: 8-‍9). Este objetivo se acompaña de la recuperación de la soberanía nacional y la primacía del Estado-nación en la política internacional, ahora perdidas ante las entidades supranacionales (el BCE o la UE) (‍Griffiths, 2019: 44-‍45). Por eso la política de «America First», es decir, que EEUU priorice sus intereses en seguridad y exija al resto de miembros de la OTAN una mayor contribución en la alianza militar. El objetivo es recuperar la primacía de EEUU en el mundo, que se considera debilitada, de ahí el lema de la campaña presidencial de 2016 de Trump: «Make America Great Again». Ello pasa por ajustar cuentas con las élites nacionales (desmantelando el Estado administrativo) e internacionales (recuperando la soberanía nacional). A pesar de la apariencia populista y centrada en cuestiones económicas, para Bannon, el bienestar de los «tipos normales» es secundario y en su discurso siempre subyace el conflicto étnico entre la población nativa (blanca) y la foránea. De hecho, el declive estadounidense se entiende como uno de la población blanca, como se aprecia con el contraste entre la población nativa americana y la élite cosmopolita. Resulta acertado, entonces, entender el lema trumpista como un «Make America White Again» (‍Alejo, 2018: 198). Recuperar la grandeza de la nación pasaría por recuperar su blanquitud. En las propuestas de Bannon se camufla el etnonacionalismo como proyecto de (re)construir unos EEUU blancos, algo más claro cuando se observan las políticas aplicadas por la Administración Trump.

En la facción Radix, el diagnóstico decadentista es más pronunciado y alude directamente a la pérdida de identidad de la población blanca estadounidense. La principal diferencia es esta: la facción Radix no camufla al sujeto al que apela en una tensión populista, sino que lo menciona abiertamente. Este sujeto está racialmente definido, como señala Spencer (‍2017) al decir que «La raza es el fundamento de la identidad» y, polemizando con Bannon, que «Los ‘valores judeocristianos’ pueden ser un eslogan político pintoresco, pero son una distorsión de la realidad histórica y metafísica tanto de judíos como de europeos». Siendo el fundamento de su sujeto racial, la decadencia se refiere al futuro de la población blanca, por ello Vox Day (un activista de la Alt-Right) señala que «La Alt-Right cree que debemos asegurar la existencia del pueblo blanco y un futuro para los niños blancos» (‍Aurini, 2016). De nuevo, las ideas del Gran Reemplazo están presentes, entendiendo la Alt-Right que la diversidad cultural en un territorio conduce necesariamente al conflicto[8]. El pueblo blanco estaría, dice la Alt-Right, al borde de la guerra racial por la «invasión» en los «campos de la raza, la religión, el sexo y la moralidad» que supone la crisis de refugiados (‍Spender, 2017), a lo que habrían contribuido el conservadurismo y la democracia liberal, portadores de una «moralidad esclava» que antepone la debilidad a la fuerza. Esta lectura de Spencer recupera las valoraciones de Nietzsche sobre el cristianismo, pero aplicándola a la modernidad y no a esta religión, elemento clave de la identidad racial blanca para la Alt-Right (‍Molas, 2022). Para Taylor (‍2016), la decadencia viene de no asumir que la raza «no solo es real: es central para la identidad grupal e individual», lo que ha llevado a que prácticamente toda la población blanca del mundo se enfrente a una «crisis de desposesión». Según considera, «Se espera que todos los no-blancos tengan una identidad racial fuerte; solo los blancos no deben».

Spencer (‍2017) señala que el objetivo de la Alt-Right es construir un Etnoestado, ya que «El Estado es una entidad existencial y, en el mejor de los casos, una manifestación física del ser, el orden y la voluntad de supervivencia de un pueblo», a lo que añade: «Los estados definidos racial o étnicamente son legítimos y necesarios». El Etnoestado respondería a la decadencia de la raza blanca, acabando con el Gran Reemplazo y evitando que estalle el conflicto racial latente (‍Caro Morente, 2022). Pero, ¿qué define al Etnoestado? Johnson (‍2017) señala que «Un Etnoestado es una nación soberana racial y étnicamente homogénea» fundamentada en el etnonacionalismo y opuesta al nacionalismo cívico. Su principio es la unidad étnica y orgánica de la población, lo cual permitiría la evolución y desarrollo de las razas sin conflictos, que siempre aparecen cuando hay mezcla racial. El Etnoestado, además, garantiza la pervivencia de las distintas razas, ya que se fundamenta en la afirmación de la diversidad racial y cultural, de modo que cada pueblo tiene derecho a su propio Etnoestado. Esto sería especialmente válido para la población blanca pues se enfrentan al riesgo de extinción, derivado de sus menores tasas de natalidad en Estados multiculturales y de la existencia de «regímenes hostiles» que promueven el «genocidio blanco». Además, la población blanca está más expuesta a conflictos derivados de la diversidad, ya que, como considera Vox Day, «La Alt-Right cree que la civilización occidental es el pináculo de los logros humanos y apoya sus tres pilares fundamentales: el cristianismo, las naciones europeas y el legado grecorromano» (‍Aurini, 2016). Igual piensa Spencer: la población blanca no necesita a otras razas, pero ellas a la blanca sí (‍Molas, 2022: 82-‍83).

Esto plantea una contradicción en la Alt-Right. En principio, defienden la diversidad racial y cultural, así como de la igualdad entre razas[9]. La razón de que la población blanca sufra más los conflictos raciales por ser el grupo humano más desarrollado, en cambio, parece contradecirlo. Aunque parecen afirmar el etnopluralismo y el derecho a la diferencia propios de la ND (véase, por ejemplo, ‍Caro Morente, 2022), lo cierto es que no esconden el supremacismo de sus postulados (‍Molas, 2022). Por ejemplo, Johnson (‍2017) sostiene que, a falta del Etnoestado, una solución deseable es «la supremacía indiscutible de un grupo dominante, en el que las minorías simplemente aceptan ser ciudadanos de segunda clase o extranjeros residentes», lo que provocaría que «todo el poder político estaría en manos del pueblo dominante». Además, sostiene que el etnonacionalismo no es válido para todos, en algunos casos por la extensión de la mezcla racial (como América Latina), para los que propone un «supremacismo blanco benevolente», y en otros por su incapacidad de autogobernarse en tanto que primitivos (como África o regiones del Océano Índico y del Océano Pacífico), cuyo «orden político ideal se parece más a una reserva de vida silvestre que a un estado soberano» en el que sería necesario un «paternalismo benévolo».

Aunque el Etnoestado blanco se plantee como el fin de los conflictos raciales y una solución para que todas las razas desarrollen sus potencialidades, ello se combina con un imaginario de jerarquías raciales donde la supremacía blanca esté garantizada. Aquí, el lema «Make America Great Again» del trumpismo no vacila en ser «Make America White Again», pues las medidas de separación racial por la vía de la autodeterminación (o sea, creando Estados étnica y racialmente homogéneos a partir de los existentes) o por la vía de la limpieza étnica son aceptadas (‍Johnson, 2017). Estas dos facciones difieren en la centralidad que otorga a lo cultural la Alt-Lite, mientras la Alt-Right afirma el carácter racial de su sujeto, apelando directamente a la población blanca. Además, la primera despliega un proyecto «negativo», orientado a evitar la población musulmana o no-occidental, desplegando la segunda una agenda propositiva condensada en la apuesta por el Etnoestado blanco (‍Hermansson, Lawrence, Mulhall y Murdoch, 2020: 31-‍32). Entonces, las dos facciones plantean la regeneración de la nación en clave étnica, pero la intensidad (apostando la Alt-Right por una mayor homogeneidad, al incorporar el elemento racial) y la claridad (la Alt-Lite oscurece su objetivo evitando señalar directamente al conflicto étnico que late en su retórica populista) de una y otra varían significativamente, lo que termina por fundamentar esa distinción entre la «moderación» de Breitbart y el extremismo de Radix.

La estrategia metapolítica de la Alt-Right: la lucha por la hegemonía en internet [Subir]

Si el diagnóstico es el de una sociedad en decadencia y el objetivo la purificación de la misma, en línea con la cosmovisión del fascismo clásico (coincidiendo, además, numerosos postulados de ambas ideologías), son los medios utilizados los que difieren. La Alt-Right, en este sentido, ha adoptado la estrategia metapolítica de la ND, siendo Johnson quien otorgó este elemento a esta corriente (‍Rueda Toledano, 2021: 16). La implementación de esta estrategia contó con la particularidad de la alta capacidad de diseminar las ideas de la Alt-Right utilizando los medios de comunicación que controlaban sus miembros, internet y las redes sociales (‍Taylor, 2021).

La estrategia metapolítica de la Alt-Right consiste en una lucha por la hegemonía, entendiendo que esta es la clave para poder acceder al poder y realizar sus objetivos. El caso de Bannon es un ejemplo claro de agitación metapolítica como preludio a la toma del poder, intentando popularizar las consignas de la derecha radical, aún si ello requiere diluirlas para hacerlas más aceptables al gran público. De ello se podría derivar una mayoría electoral que abriese las puertas del poder a la derecha radical, como sería el caso de la victoria de Trump en 2016. No obstante, Bannon ha dado más claves en qué hacer cuando se llega al gobierno que en cómo llegar a él (con su programa reformista y con la creación de «The Movement» para coordinar los esfuerzos de la ultraderecha europea junto al trumpismo), donde la actividad de la facción Radix ha sido más notable.

En el popular Manifiesto metapolítico para el movimiento de la Alt-Right de Spencer (‍2017) se señala como la política es resultado de la cultura, cuya fuente es el espíritu, en una alusión a los pasos que debería tomar el movimiento para alcanzar el poder político. De la misma forma, Vox Day (2016) reza «La Alt-Right cree que identidad > cultura > política», de forma que antes de alcanzar el poder es necesario disponer del poder cultural, que se funda en la identidad, que debe ser fuerte. Como ha señalado Bar-On (‍2021b: 198), la identidad a fortalecer es la identidad blanca y europea restringiendo el contacto con otras razas y cuestionando (y si es posible deshaciendo) el multiculturalismo.

Quien mejor ha expuesto el concepto de hegemonía y de metapolítica en el movimiento de la Alt-Right es el pensador sueco Friberg, que ha ido entrando en contacto con Spencer o Johnson desde la década de 2010, pero su actividad es anterior (‍Teitelbaum, 2019: 272-‍273). La apuesta por la metapolítica de la Alt-Right conecta con su diagnóstico de la sociedad. El declive percibido es, a su vez, el auge de las ideas modernas, liberales y socialistas, a lo que Friberg (‍2015) da un papel destacado a la actuación de la Escuela de Frankfurt (al igual que Johnson) y a las propuestas de Gramsci, quien, según el pensador de la Alt-Right, al detectar que la hegemonía cultural burguesa en Europa imposibilitaba la toma del poder por los comunistas, habría recurrido a la agitación metapolítica y a la «larga marcha por las instituciones» como forma de cambiar la mentalidad de la sociedad europea, pasando a un segundo plano, cuando no a la irrelevancia, la violencia política o la política parlamentaria. La metapolítica queda definida como «el proceso de difundir y anclar un conjunto particular de ideas, actitudes y valores culturales en una sociedad, lo que eventualmente conduce a un cambio político más profundo».

Tal como lo ve Friberg (‍2015), la agitación metapolítica no necesita vincularse a ningún partido ni programa, hasta cierto punto perjudicial. La metapolítica es la herramienta utilizada para hegemonizar sus ideas políticas, el método para «la transformación gradual de la sociedad en una dirección que sea beneficiosa para nosotros y, lo que es más importante, para la población en general» (‍Friberg, 2017). La estrategia metapolítica rechaza el parlamentarismo, así como el aventurerismo revolucionario. Respecto al primero, Friberg insiste en que es una vía complementaria y nada más, la clave es el trabajo cultural en un sentido amplio. De hecho, considera que «Los resultados de las elecciones no son más que productos de cómo se ha formado la opinión pública y de cómo, qué y de qué manera se ha difundido la información entre estas elecciones» (‍Friberg, 2017). Respecto al segundo, imaginando una revolución anarquista o comunista, señala que el poder de los aparatos de Estado es suficiente para «borrarlos de la faz de la Tierra en cuestión de días y nadie los echaría de menos» (‍Friberg, 2017). El recurso a la violencia política y a la estrategia revolucionaria, además de ineficaz, sería ridículo: «El parloteo revolucionario no puede hacer más que agitar a los mentalmente inestables para que cometan actos de violencia que son a la vez inmorales y no pueden tener valor práctico alguno» (‍Friberg, 2017). Todo esto es el fruto de más de dos décadas enfrascado en detectar la mejor forma de conseguir sus objetivos políticos, durante las cuales desplegó un amplio conjunto de medios digitales para difundir sus ideas y las de pensadores afines (especialmente su admirada Nouvelle Droite), aplicando las lecciones de la metapolítica y la guerra cultural al activismo en internet (‍Teitelbaum, 2019: 267).

Johnson (‍2018) también ha discutido sobre la cuestión de la metapolítica, apuntando que son «las condiciones apolíticas y extrapolíticas las que hacen posible la política», pudiéndose dividir en ideas y comunidades, redes e instituciones extrapolíticas. Según sostiene, la metapolítica es el «poder blando», ya que consiste en la «persuasión»[10], pudiendo dar forma a lo que cree la gente sobre lo políticamente posible e imposible, lo deseable e indeseable. Este poder blando también serían las organizaciones que, desde fuera de la política, intentan darle forma. Un sinónimo de poder blando, y por tanto de metapolítica, sería «hegemonía», que es básicamente «control remoto». Esto queda claro con el siguiente ejemplo que ofrece Johnson:

Por ejemplo, la hegemonía de las ideas antiblancas y promulticulturales en la política estadounidense actual significa que realmente no importa qué partido tenga el poder, ya que su poder se utilizará contra los intereses blancos. Pero lo contrario también es posible: si las ideas nacionalistas blancas logran hegemonía cultural, no importará qué partido tenga el poder político, ya que todos tratarán los intereses blancos como sacrosantos. (‍Johnson, 2018).

Sin apenas mediaciones, el conquistar la hegemonía cultural abre de par en par las puertas del poder político, según los pensadores de la Alt-Right. En una visión etapista, Johnson (‍2018) sostiene que «La política real llega más tarde, una vez que hemos sentado las bases metapolíticas». Estas bases, claro está, son la deconstrucción de la hegemonía antiblanca y su reemplazo por una contrahegemonía problanca, donde la creación de organizaciones propias como «nuevos medios, nuevas instituciones educativas y nuevas formas de comunidad» capaces de sustituir las existentes. La radicalidad de este etapismo se advierte especialmente cuando sostiene que una política sin metapolítica es absurdo, pero no así una metapolítica sin política (a pesar de que él defiende la utilización de ambos medios), porque una hipotética hegemonía de las ideas del nacionalismo blanco haría irrelevante quién gobernarse, ya que todos serían problancos. Si Marx y Engels (‍1974: 50) sostenían que «Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante», la Alt-Right invierte el proceso en una regresión hacia el idealismo, eliminando por el camino el carácter clasista del mismo: según ellos, se podría decir que «las ideas dominantes en cada época constituyen al grupo dominante».

La distinción de Johnson sobre las formas de poder es equiparable a la distinción clásica entre coerción (poder duro) y consenso (poder blando). A pesar de que la Alt-Right señala, como hacen Frieberg o el propio Johnson, el origen gramsciano de su concepción de hegemonía, lo cierto es que proceden como la ND, con una tergiversación de sus posiciones. La teoría gramsciana de la hegemonía no sitúa en una relación antinómica la coerción y el consenso, sino que los considera dialécticamente interrelacionados. Además, la hegemonía no se puede reducir simplemente al consentimiento, sino que es un aspecto de la dominación. Esto supone que, para Gramsci, siguiendo a Lenin, la hegemonía no solo actúa antes del acceso al poder, sino que también lo hace después, en tanto que la clase que gobierna debe dominar (a las clases adversarias) y dirigir (a las clases aliadas). Igualmente, Gramsci no confina la lucha a la sociedad civil y a la conquista por las ideas (como hace la Alt-Right, dejando indeterminado el momento en que se pasaría a la conquista del poder político), sino que considera fundamental la lucha al nivel de las formas políticas del Estado, por lo que el concepto de hegemonía es eminentemente político (‍Ruiz Sanjuán, 2016). Finalmente, la teoría de Gramsci de la hegemonía se despliega al nivel de la lucha de clases, en un claro sentido materialista. Como ya se ha señalado, la Alt-Right sistemáticamente obvia esta cuestión, centrándose en la lucha entre ideologías, sin un anclaje material en la estructura de la sociedad.

La estrategia que prefiere la Alt-Right para implementar sus objetivos es, en lugar de asaltar el poder o ganar elecciones, ganarse los corazones y las mentes de la población, ofrecer un nuevo vocabulario para interpretar el mundo y poder discutir sobre los temas que les preocupan (la raza blanca, el multiculturalismo, el poder judío o el Etnoestado) (‍Bar-On, 2019: 232). Esto es tarea para la metapolítica, que se concibe como una aproximación prepolítica indispensable para emprender cambios sociales profundos (‍Stern, 2019: 10), cuyo medio principal es la cultura (‍Stern, 2019: 28), es decir, ideas, valores y organizaciones no-políticas. Además, es en internet donde esta agitación metapolítica ha tenido más impacto y donde más esfuerzos han dedicado por crear plataformas en las que discutir y propagar sus ideas, atendiendo a la creación de memes y una estética propia y reconocible (lo cual no han logrado del todo, aunque sí han podido apelar a nuevas audiencias), así como a la presencia en videojuegos online (‍Hermansson, Lawrence, Muhall y Murdoch, 2020: 107 y ss.; ‍Stern, 2019: 30-‍31). Es importante tener presente, como ha apuntado Marantz (‍2021), la relación entre la estructura tecnológica y la diseminación de las ideas y vocabulario de la Alt-Right. Esta estructura premia las interacciones, que es lo que produce beneficios, y el discurso de la Alt-Right contaba con la capacidad de generar muchas interacciones, a favor o en contra, como consecuencia de su estilo polémico, directo, sensacionalista y poco renuente a hacerse eco de noticias falsas. Este tipo de discurso en un medio que favorece la acumulación de interacciones ha provocado una retroalimentación que, a la larga, ha permitido popularizar el contenido de la Alt-Right, mostrando la capacidad de su estrategia metapolítica.

CONCLUSIONES[Subir]

A lo largo del texto se ha analizado la estrategia diseñada por dos fuentes intelectuales de la derecha radical: la ND y la Alt-Right. Para llevar a cabo el análisis, en primer lugar se ha discutido la cosmovisión y los objetivos políticos de ambas corrientes. La ND elabora un diagnóstico decadentista de la sociedad, entendiendo que los valores liberales e ilustrados son los dominantes en la actualidad, pervirtiendo la esencia de las comunidades europeas. Concretamente, la igualdad o «ideología de lo Mismo» (por usar las categorías de Alain de Benoist) sería uno de los factores principales de esa decadencia, al no respetar las diferencias naturales entre seres humanos, especialmente visibles en lo que refiere a la etnicidad. Por ello, la ND enarbola el «derecho a la diferencia» como una forma de renacer de las sociedades europeas del proceso de decadencia. Esta apelación remite a la creación de un sistema internacional de comunidades étnicamente homogéneas marcadas por la separación étnico-racial, lo que, según los autores de esta corriente, es lo que garantiza la pervivencia de la diversidad de culturas.

En cuanto a la Alt-Right, sus dos facciones tienen una cosmovisión que también se puede caracterizar como decadentista, centrándose ambas en una supuesta pérdida de centralidad de EEUU como una pérdida de centralidad de la población blanca en el país. Mientras Bannon y la Alt-Lite señalan a la pérdida de los valores judeocristianos, Spencer y la Alt-Right apuntan a la ortodoxia dominante que niega la raza como una forma de preparar la sumisión del pueblo blanco. Igualmente, en lo que respecta a sus objetivos, la facción Breitbart despliega un programa esencialmente negativo que, mediante reformas, frene el proceso de decadencia que detecta, con medidas como la prohibición de entrada de población de países de mayoría musulmana en EEUU. Spencer, Taylor y Johnson, en cambio, tienen como objetivo un proyecto más definido: la instauración del Etnoestado blanco. Ambas facciones se distinguen en la intensidad de sus demandas, siendo mucho más transparentes Spencer y compañía, tanto en el sujeto al que apelan como en la sociedad a la que aspiran. De todas formas, ambas plantean un proceso de regeneración nacional en clave étnica donde la población blanca recupere su papel de dominio total en la sociedad.

Esta cosmovisión y estos objetivos, compartidos por ambas corrientes, son enlazados mediante una misma estrategia de actuación: la metapolítica. La formulación de este tipo de estrategia es llevada a cabo por la ND con Benoist a la cabeza, señalando, de forma genérica, que para alcanzar el poder político, primero es necesario obtener el poder cultural en una sociedad. Por tanto, la estrategia no debe centrarse tanto en la lucha partidista y política por alcanzar el gobierno, sino en diseminar las ideas propias y hacerlas hegemónicas entre la población. Una vez logrado, la conquista del poder político no solo es posible, sino que es prácticamente un hecho. La Alt-Right comparte plenamente esta lectura, entendiendo que la hegemonía es un «poder blando» que, una vez conquistado, permite que la sociedad funcione de acuerdo a las premisas fundamentales del grupo hegemónico, independientemente del partido gobernante. Esta concepción de la hegemonía ha tenido variaciones entre las dos corrientes a la hora de llevarse a la práctica, ya que la ND se ha centrado más en difundir sus ideas en los círculos intelectuales, mientras la Alt-Right ha hecho una importante incursión en internet y las redes sociales, lo que ha popularizado sus temas en amplios sectores de la población (lo que no significa que estos sean mayoritariamente aceptados, sino que resultan conocidos para un público más amplio) con, por ejemplo, la llamada guerra memética.

En el texto, además, se ha atendido al supuesto origen gramsciano de esta concepción de la hegemonía. Tanto Benoist como Friberg insisten en que la metapolítica la desarrolló inicialmente Antonio Gramsci, pero esta afirmación no resiste una comparación con la obra del comunista italiano. En el caso de Gramsci, la hegemonía no es vista como un campo de lucha separado de la esfera política y de la actividad partidista. Gramsci vincula la transformación de las ideas y valores de la sociedad a la transformación de su estructura económica, por lo que comprende la lucha cultural como parte de un proceso más amplio, algo ausente en las concepciones de la ND y la Alt-Right. Más apropiado sería vincular la revisión ejercida sobre Gramsci por estas corrientes a la llevada a cabo por Laclau (quien, debe señalarse, era más consciente de sus diferencias con Gramsci en el concepto de hegemonía de lo que lo eran Benoist o Friberg). Esta revisión se centra en una actualización populista donde, aun reconociéndose el conflicto en la lucha por la hegemonía, este pierde toda sustancia, siendo una lucha entre el pueblo y la élite (el anti-pueblo) como construcciones discursivas.

La concepción de la hegemonía de la ND y de la Alt-Right se puede considerar como compartida, centrada en una interpretación etapista de la lucha por el poder donde la conquista del poder cultural es un paso previo necesario para la conquista del poder político, que se produciría de forma cuasi-automática una vez «conquistadas las mentes y corazones» de la población. Ambas corrientes de ultraderecha emprenden una actualización populista de la lucha cultural, marcada por una revisión idealista y anti-política de las concepciones originales de Gramsci. Los miembros de la ND y la Alt-Right darían cuenta, así, de la nueva y diferenciada concepción culturalista de la hegemonía política imperante en la estrategia de la ultraderecha contemporánea.

NOTAS[Subir]

[1]

El Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) es un think tank ultraderechista español asociado a Vox y surgido por iniciativa de Marion Maréchal Le Pen, quien dirige una entidad homónima en Francia.

[2]

Por supuesto, existen muchas más diferencias entre la extrema derecha y la derecha radical en cuanto a métodos y objetivos. Para profundizar en ello, véase Mudde (‍2021), Traverso (‍2018) o Forti (‍2021), entre otros.

[3]

Como recuerdan Mondon y Winter (‍2023), la ultraderecha no puede encargarse por sí sola de difundir y hegemonizar sus ideas, sino que necesitan un contexto favorable que ha proporcionado el orden liberal. Esto se refleja especialmente en la relación entre el “racismo iliberal” (que aboga explícitamente por institucionalizar la discriminación racial) y el “racismo liberal” (que no es conscientemente racista, pero constituye un conjunto de prácticas que reproducen la desigualdad racial), ya que las sociedades liberales dicen rechazar y antagonizar con el primero, ocultando la existencia y legitimando al segundo. Además, al legitimarse así el racismo liberal, lo que provoca es un crecimiento de discriminaciones violentas que tienden a normalizar la existencia del racismo iliberal en las sociedades liberales.

[4]

La Revolución Conservadora (1918-‍1932) acoge a un conjunto de pensadores que, durante los años de la República de Weimar, intentaron revitalizar el campo nacionalista contrario a la incipipiente democracia tomando formulas alejadas del conservadurismo tradicional e inspirandose en el ejemplo del fascismo italiano.

[5]

De ahí también que Benoist comparta con Schmitt la noción de «grandes espacios» geopolíticos, solo que Benoist añada a esto la idea de que estos tengan un carácter etnodiferencial.

[6]

«El pueblo entendido como asamblea de ciudadanos (demos) debe distinguirse de la asamblea de hombres de un mismo origen (ethnos)» (Élements 64, 1988, como se cita en ‍Antón-Mellón, 2012: 252).

[7]

Gramsci (‍2017: 257) otorga a la comprensión del mito político de Georges Sorel un papel fundamental en su teoría del partido como moderno príncipe, entendiendo este como «una ideología política que no se presenta ni como fría utopía ni como racionalidad doctrinaria, sino como una creación de fantasía concreta que actúa sobre un pueblo disperso y pulverizado para despertar y organizar la voluntad colectiva». Curiosamente, Sorel también jugó un papel fundamental en la conformación ideológica del fascismo y de la Revolución Conservadora; alcanzando su legado, como se ha dicho, a la ND. Para profundizar en ello véase Solano (‍2023).

[8]

Véase Vox Day: «La Alt-Right entiende que diversidad + proximidad = guerra» (‍Aurini, 2016).

[9]

Véase Vox Day: «La Alt-Right es abierta y decididamente nacionalista. Apoya todos los nacionalismos y el derecho de todas las naciones a existir, homogéneas y no adulteradas por la invasión y la inmigración extranjeras»; y «La Alt-Right se opone al gobierno o dominación de cualquier grupo étnico nativo por otro, particularmente en las tierras soberanas de los pueblos dominados» (‍Aurini, 2016)

[10]

El «poder duro» sería el poder político, que básicamente aquel respaldado por la fuerza.

Referencias[Subir]

[1] 

Antón-Mellón, Joan. 2012. “La sangre vale más que el oro. ¿Son fascistas las ideas-fuerza de la Nueva Derecha Europa?”, en Joan Antón-Mellón, (coord.), El fascismo clásico (1919-‍1945) y sus epígonos. Madrid: Tecnos.

[2] 

Antón-Mellón, Joan, y Ismael Seijo Boado. 2023. “La teoría política de la Derecha Radical”, Revista de Estudios Globales. Análisis histórico y cambio social, 2 (4): 61-99. https://doi.org/10.6018/reg.559591

[3] 

Alejo, Antonio. 2018. “«Make America Great Again»: ¿expresión de un nativismo blanco contemporáneo?”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 119: 185-207. http://dx.doi.org/10.24241/rcai.2018.119.2.185

[4] 

Alexander, Jeffrey C. 2018. “Raging against the enlightment: the ideology of Steve Bannon”, en Jason L. Mast y Jeffrey C. Alexander (eds.), Politics of Meaning/Meaning of Politics. Londres: Palgrave MacMillan.

[5] 

Aurini, Leo M. J. 2016. Introduction to the Alt Right Part 2: Vox Day’s Sixteen Points. Stares at the World. Disponible en la web: https://staresattheworld.com/2016/11/3079/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[6] 

Bar-On, Tamir. 2013. “Fascism to the Nouvelle Droite. The quest for pan-European empire”, en Andrea Mammone, Emmanuel Godin y Brian Jenkins (eds.), Varieties of right-wing extremism in Europe. Londres: Routledge.

[7] 

Bar-On, Tamir. 2019. “Richard B. Spencer and the Alt Right”, en Mark Sedgwick (ed.), Key Thinkers of the Radical Right. Behind the New Threat to Liberal Democracy. Nueva York: Oxford University Press.

[8] 

Bar-On, Tamir. 2021a. “The Alt-Right’s continuation of the ‘cultural war’ in Euro-American societies”, Thesis Eleven, 163 (1): 43-70. https://doi.org/10.1177/ 07255136211005988

[9] 

Bar-On, Tamir. 2021b. “The Metapolitics of the Alt-Right: A ‘Cultural War’ for the United States, European Identity and the ‘White Race’”, en Tamir Bar-On y Bàrbara Molas (ed.), The Right and the Radical Right in the Americas. Ideological Currents from Interwar Canada to Contemporary Chile. Londres: Lexington Books.

[10] 

de Benoist, Alain. 2016. “Ernesto Laclau: le seul et vrai théoricien du populisme de gauche”, Éléments, 160.

[11] 

de Benoist, Alain. 2020. Contra el liberalismo. Madrid: Ediciones Insólitas.

[12] 

de Benoist, Alain. s.a. “Antonio Gramsci, marxista independiente”, Elementos de Metapolítica para una Civilización Europea, 40: 4-‍8. https://archive.org/details/elementos_201907/40.%20ELEMENTOS%20ANTONIO%20GRAMSCI %20Y%20EL%20PODER%20CULTURAL.%20POR%20UN%20GRAMCISMO%20DE%20DERECHA/page/n1/mode/2up [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[13] 

de Benoist, Alain. 2022. Inmigración, identidad y diferencia. Ignacio Carrera Pinto Ediciones. Disponible en la web: https://blog.ignaciocarreraediciones.cl/inmigracion-identidad-y-diferencia-por-alain-de-benoist/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[14] 

de Benoist, Alain y Guillaume Faye. 1986. Las ideas de la Nueva Derecha: una respuesta al colonialismo cultural. Barcelona: Ediciones de Nuevo Arte Thor.

[15] 

Benoist, Lise Isabelle y Yago Mellado. 2020. “La ecología en la metapolítica de la extrema derecha francesa actual”, Ecología Política, 59: 45-56. https://www.ecologiapolitica.info/la-ecologia-en-la-metapolitica-de-la-extrema-derecha-francesa-actual/

[16] 

Betz, Hans G. 2017. “El nativismo y el éxito de la movilización populista”, Revista Inter-nacional de Pensamiento Político, 12: 169-188. https://doi.org/10.46661/revintpensampolit.3232

[17] 

Camus, Jean Y. y Nicolas Lebourg. 2020. Las extremas derechas en Europa. Nacionalismo, populismo y xenofobia. Madrid: Clave Intelectual

[18] 

Caro Morente, Jaime. 2022. “Trump y la Alt-Right: el discurso de la «identity politics» blanca”. Más Poder Local, 49: 43-59. https://www.maspoderlocal.com/index.php/mpl/article/view/110

[19] 

Casals, Xavier. 2019. “La normalización de la ultraderecha”, Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, 45: 105-14. https://www.fuhem.es/papeles_articulo/la-normalizacion-de-la-ultraderecha/

[20] 

Faye, Guillaume. 2007. El arqueofuturismo. Disponible en la web: https://guillaumefayearchive.wordpress.com/2007/07/07/el-arqueofuturismo/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[21] 

Faye, Guillaume. 2016. Will our Reconquista be a Spanish Symphony?. AltRight.com. Disponible en la web: https://altright.com/2016/11/08/will-our-reconquista-be-a-spanish-symphony/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[22] 

Forti, Steven. 2021. Extrema derecha 2.0: qué es y cómo combatirla. Madrid: Siglo xxi.

[23] 

Forti, Steven. 2023. “El parasitismo ideológico de las nuevas extremas derechas: Gramscistas de derechas y rojipardos en Francia, Italia y España (1968-‍2022)”, Estudos Ibero-Americanos, 49 (1). http://dx.doi.org/10.15448/1980-864X.2023.1. 44161

[24] 

Friberg, Daniel. 2015. The Real Right Returns. AltRight.com. Disponible en la web: https://altright.com/2015/09/20/the-real-right-returns/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[25] 

Friberg, Daniel. 2017. Ideological Principles for the European Alt-Right. AltRight.com. Disponible en la web: https://altright.com/2017/10/03/ideological-principles-for-the-european-alt-right/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[26] 

Garrido, Anxo. 2022. “El príncipe y el démos: “Folklore” jurídico, centralismo democrático, filología viviente”, en José L. Villacañas y Anxo Garrido, Efecto Gramsci: De la renovación del marxismo al populismo contemporáneo. Madrid: Lengua de Trapo.

[27] 

Gramsci, Antonio. 2017. Escritos (Antología). Madrid: Alianza.

[28] 

Griffin, Roger. 2007. “Plus ça change! El pedigrí fascista de la Nueva Derecha”, en Miguel Á. Simón (ed.), La extrema derecha en Europa desde 1945 a nuestros días. Madrid: Tecnos.

[29] 

Griffiths, Rudyard (ed.). 2019. The rise of populism. Stephen K. Bannon vs. David Frum. The Munk Debates. Canadá: House of Anansi Press.

[30] 

Hermansson, Patrick, David Lawrence, Joe Mulhall y Simon Murdoch. 2020. The International Alt-Right. Fascism for the 21stCentury? Nueva York: Oxford.

[31] 

Johnson, Greg. 2017. Notes on the Ethnostate. Counter-Currents. Disponible en la web: https://counter-currents.com/2017/09/the-ethnostate/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[32] 

Johnson, Greg. 2018. Politics, Metapolitics, & Hegemony. Counter-Currents. Disponible en la web: https://counter-currents.com/2018/02/politics-metapolitics-and-hegemony/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[33] 

Laclau, Ernesto. 2005. La razón populista. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

[34] 

Laclau, Ernesto. 2009. Populismo: ¿qué nos dice el nombre?, en Francisco Panizza (comp.), El populismo como espejo de la democracia. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

[35] 

Losurdo, Domenico. 2012. Hegel y la catástrofe alemana. Madrid: Escolar y Mayo.

[36] 

Marantz, Andrew. 2021. Antisocial. La extrema derecha y la libertad de expresión en internet. Madrid: Capitán Swing.

[37] 

Marchart, Oliver. 2009. El pensamiento político posfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

[38] 

Marx, Karl y Friedrich Engels. 1974. La ideología alemana. Barcelona: Grijalbo.

[39] 

Meilán Pena, Yoel. 2022. “El neopaganismo en Alain de Benoist: análisis de una reestructuración ideológica de la derecha radical europea”, Política y Sociedad, 60 (1). https://doi.org/10.5209/poso.79050

[40] 

Molas, Bàrbara. 2022. “«Con suerte, llegará el día de Nietzsche»: las raíces iliberales de la Alt-Right”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 132, http://dx.doi.org/10.24241/rcai.2022.132.3.73

[41] 

Mondon, Aurelien y Aaron Winter. 2023. La democracia reaccionaria. La hegemonización del racismo y la ultraderecha populista. Madrid: Ediciones Morata.

[42] 

Mudde, Cas. 2021. La ultraderecha hoy. Barcelona: Paidós.

[43] 

Quintana Paz, Miguel Á. 2023. ¡Menos ideas y más moderación! De cómo buena parte de la no izquierda dejó de pensar y acabó por cifrar su gran propuesta político-ideológica en “moderarse”. Madrid: Fundación Disenso. https://fundaciondisenso.org/wp-content/uploads/2023/07/20230705_MenosIdeasYMasModeracion.pdf

[44] 

Reguera Mateo, Marcos. 2017. “La ideología de la Alt Right: Orígenes, pensadores e ideas de la nueva extrema derecha estadounidense”, en AA.VV. La Fortaleza de Europa: vallas y puentes. XIII Congreso de la Asociación de Ciencia Política y de la Administración, Santiago de Compostela, España. https://aecpa.es/files/view/pdf/congress-papers/13-0/1462/

[45] 

Rendueles, César. 2017. “Introducción”, en Antonio Gramsci, Escritos (Antología). Madrid: Alianza.

[46] 

Retamozo, Martín. 2017. “La teoría del populismo de Ernesto Laclau: una introducción”, Estudios políticos, 41: 157-184. http://dx.doi.org/10.1016/j.espol.2017.02.002

[47] 

Rueda Toledano, Daniel. 2021. “Los fundamentos ideológicos de la Alt-Right: del paleo-conservadurismo a la fascistización”, Encrucijadas, 21 (2). https://recyt.fecyt.es/index.php/encrucijadas/article/view/81470

[48] 

Ruiz Sanjuán, César. 2016. “Estado, sociedad civil y hegemonía en el pensamiento político de Gramsci”, Revista de Filosofía y Teoría Política, 47. https://www.rfytp.fahce.unlp.edu.ar/article/view/RFyTPe002/pdf

[49] 

Sanromán, Diego L. 2008. La Nueva Derecha. Cuarenta años de agitación metapolítica. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

[50] 

Simón, Miguel Á. 2007. “El decadentismo en la derecha radical contemporánea”, Política y Sociedad, 44 (1): 175-198. https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO0707130175A/22402

[51] 

Solano, Lorién G. 2023. “La teoría política del mito de Sorel: de la revisión del marxismo a la derecha autoritaria de entreguerras”, Hastapenak: Revista de Historia Contemporánea y Tiempo Presente-Gaurko Historiaren Aldizkari Kritikoa, 5: 1-24. https://www.hastapenak.com/uploads/9/1/9/2/91924678/estudio_1__h5__-_ g%C3%B3mez.pdf

[52] 

Soto Carrasco, David. 2022. “Alain de Benoist en la estela de la Revolución conservadora: antiliberalismo y búsqueda del pueblo auténtico”, Pensamiento al margen. Revista Digital de Ideas Políticas, 16: 41-56. https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/123076/1/04_PaM16_Derechas_SOTO.pdf

[53] 

Spencer, Richard B. 2017. What it Means To Be Alt-Right. AltRight.com. Disponible en la web: https://altright.com/2017/08/11/what-it-means-to-be-alt-right/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[54] 

Stern, Alexandra M. 2019. Proud Boys and the White Ethnostate. How the Alt-Right is Warping the American Imagination. Boston: Beacon Press.

[55] 

Taguieff, Pierre A. 1993. From race to culture: The New Right’s view of European identity. Telos, 1993 (98-99), 99-125. https://doi.org/10.3817/0393099099

[56] 

Taylor, Jared. 2016. What is the Alt Right? American Renaissance. Disponible en la web: https://www.amren.com/news/2016/10/what-is-the-alt-right-jared-taylor/ [Consulta: 6 de febrero de 2024]

[57] 

Taylor, Blair. 2021. “Alt-Right”, en Zachary A. Casey (ed.), Encyclopedia of Critical Whiteness Studies in Education. Boston: Brill. https://doi.org/10.1163/97890044 44836_003

[58] 

Teitelbaum, Benjamin R. 2019. “Daniel Friberg and Metapolitics in Action”, en Mark Sedgwick (ed.), Key Thinkers of the Radical Right. Behind the New Threat to Liberal Democracy. Nueva York: Oxford University Press.

[59] 

Traverso, Enzo. 2018. Las nuevas caras de la derecha. Buenos Aires: Siglo xxi.

[60] 

Villacañas, José L. 2015. Populismo. Madrid: La Huerta Grande.

Biografía[Subir]

[a]

Graduado en Sociología por la Universidad de A Coruña y doctorando en Ciencia Política en la Universitat de Barcelona

[b]

Graduado en Filosofía, Política y Economía por la Universitat Pompeu Fabra