Las elecciones celebradas en Italia el 4 de marzo de 2018 han resultado históricas y abren una nueva fase en la política italiana. El resultado de las elecciones ha llevado a la formación del primer Gobierno populista y euroescéptico en un país fundador de la Unión Europea. Este artículo toma como referencia cuatro nuevas publicaciones académicas sobre el populismo italiano con el objeto de señalar dos de las principales evoluciones del sistema italiano de partidos: el declinar de los dos principales partidos que habían hegemonizado la política italiana en la última década —Partito Democratico y Forza Italia— y la emergencia de un nuevo consenso populista en torno al M5S y la Lega.
The elections held in Italy on March 4 2018 have been historic and have opened a new stage in Italian politics. The electoral results led to the formation of the first populist and euroesceptic government in one of the founding members of the European Union. This review article takes on the publication of four new volumes on Italian populism to highlight two key developments in the Italian party system. First, the decline of the two main parties —Partito Democratico and Forza Italia— that dominated Italian politics during the last decade, and second, the emergence of a new populist consensus led by M5S and Lega Nord.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Italia ha sido uno de los escenarios privilegiados por la ciencia política como campo de investigación. En la posguerra, precisamente, la ciencia política se profesionaliza y da los primeros pasos hacia su institucionalización como una disciplina diferenciada dentro del ámbito de las ciencias sociales. Su maduración como disciplina, por tanto, coincide con el descubrimiento de Italia como una suerte de «zona cero» de la política.
Los elementos que han hecho de Italia una suerte de laboratorio único para la ciencia política son varios. Entre ellos cabe destacar el interés temprano de la ciencia política por las transiciones a la democracia desde regímenes autoritarios, por entender los procesos de modernización y democratización o por analizar las dinámicas evolutivas de los sistemas de partidos. En este campo sobresale la contribución de Giovanni Sartori, también uno de los padres de la ciencia política moderna, que bautizó el sistema de partidos italiano como «pluralismo extremo polarizado» debido a la presencia, entre otros elementos, de partidos antisistema como el Partido Comunista Italiano o el Movimiento Social Italiano en el marco de un contexto internacional marcado por la Guerra Fría.
El paso del tiempo no ha disminuido el interés de los politólogos y, en general, del mundo de las ciencias jurídicas y sociales por el sistema político italiano que nace tras la Segunda Guerra Mundial. Al contrario, desde el hundimiento del sistema de partidos fundado en la posguerra, en los años noventa, dinámica que culmina con el proceso judicial conocido como Tangentopoli, la democracia italiana no ha dejado de prefigurar procesos políticos e ideológicos que, con posterioridad, se han convertido en pauta general de desarrollo para las democracias occidentales, al menos en Europa. Vale enunciar aquí la tendencia natural de los partidos a ocupar el Estado y la sociedad civil —la «partitocrazia»—; las formas y motivos de la degeneración de los tradicionales partidos de masas; la personalización de la política llevada hasta el extremo del «partido personal», como podría calificarse Forza Italia de Berlusconi; la desaparición de las ideologías decimonónicas como puntos de anclaje de la cultura política; o una fuerte presencia del discurso antipolítico, entendido como crítica de la clase política profesional. Merece la pena tomar en consideración este último punto pues ayuda a explicar, en buena medida, por qué el populismo tiene unas raíces robustas en Italia.
El resultado de las elecciones celebradas el 4 de marzo de 2018 ha consagrado al Movimento Cinque Stelle y la Lega, dos partidos con evidente perfil populista, como los partidos más votados en detrimento de Forza Italia y el Partito Democratico. Este hecho no es fruto de la casualidad ni de un estado de opinión circunstancial. Al contrario, se trata de la culminación de un proceso degenerativo de la vida democrática que ha llevado al populismo ha convertirse en el discurso hegemónico que comparte la mayoría de los partidos italianos. Si bien debe precisarse que con distintas intensidades y con una variedad de matices que debe ser tenida en consideración. De aquí que las elecciones del 4 de marzo, a pesar de su cercanía en el tiempo y los problemas que de aquí se derivan a la hora de formular cualquier generalización, son un fenómeno político que permite valorar el alcance de toda una serie de procesos
El avance del populismo en Italia enciende las primeras alarmas en las elecciones de 2013, en las que el M5S emerge como el partido más votado al lograr el 25,5 % de los votos. Rompiendo, así, el esquema de competición bipolar que presidía la política italiana desde 1994. Este avance del populismo y su contagio al resto de partidos del arco parlamentario no ha sido un fenómeno ajeno al interés de la academia italiana, que tradicionalmente ha mostrado buenos reflejos y un notable interés práctico a la hora de tratar de interpretar los fenómenos contemporáneos. En este sentido, algunos de los trabajos de ciencia política más sobresalientes publicados en Italia en los últimos años han centrado su interés en el análisis tanto de los fenómenos ideológicos y culturales que se encuentran en la base del fortalecimiento del populismo como en los cambios sufridos por el sistema de partidos, por los partidos y su organización, así como por los estilos de liderazgo y comunicación que pueden explicar su arraigo. El objeto de este trabajo, precisamente, es analizar de la mano de algunos de los trabajos más relevantes publicados recientemente en Italia la serie de mutaciones y cambios políticos que ha convertido a Italia en la tierra prometida del populismo.
Una de las publicaciones de referencia sobre las elecciones celebradas el 4 de marzo y sus consecuencias para el sistema político italiano es la obra coral
A pesar de su carácter extraordinario desde una perspectiva nacional italiana, las elecciones del 4 de marzo no lo son tanto si se evalúan desde una visión internacional comparada. En este sentido, los autores del libro inscriben el resultado que ha aupado a la Lega y al M5S en la ola de elecciones que, a lo largo del mundo, han sido expresión de un voto contra las élites políticas, económicas y culturales: desde Estados Unidos, con la victoria de Trump, hasta el Brexit. De hecho, tanto Valbruzzi como Vignati catalogan estas elecciones como una verdadera «rebelión de las masas», haciendo buena la idea orteguiana, que ha llevado a los llamados «perdedores de la globalización» a expresar un voto contrario a los partidos en el poder. Tanto es así que para Valbruzzi y Vignati el éxito del M5S y la Lega reside en su capacidad para articular un mensaje político que responde a una demanda de protección en un contexto de creciente inseguridad. En el caso del M5S se trataría de una protección de carácter material, que encuentra su mejor concreción en la promesa electoral de una renta de ciudadanía. Por el contrario, en el caso de la Lega se trataría de una demanda de protección cultural, materializada en la promesa electoral de endurecer la política del Estado contra la inmigración ilegal (
¿Qué consecuencias sistémicas ha tenido el resultado electoral? Tal y como señala la profesora Sofia Ventura en el capítulo que cierra el libro, «la morfología del sistema de partidos italiano que sale de las urnas del 4 de marzo de 2018 no es claramente definible». Y añade: «Se muestra todavía más complejo y escurridizo respecto al que emerge de las elecciones de febrero de 2013» (Ventura, 2018: 267). Ciertamente, las elecciones de 2013 que dieron al M5S el 25,5 % de los votos se tradujeron en un nuevo sistema tripolar que situaba al polo populista —caracterizado por su discurso anti-
La profesora Ventura subraya en su trabajo el carácter aún magmático y no estructurado del sistema que sale de los comicios de 2018. A falta de una perspectiva temporal que permita una sistematización más precisa, adelanta dos posibles vías de evolución para el sistema de partidos italiano. La primera, formulada por el profesor Sergio Fabbrini en un artículo publicado en el periódico
Precisamente, si hay un dato que marca estas elecciones como históricas es el hundimiento de las dos fuerzas hegemónicas de la Segunda República, período 1994-2013, FI y PD (con sus respectivas variaciones de nombre). Como señala el capítulo de Marco Valbruzzi, ambos partidos pierden más de cinco millones de votos en conjunto respecto a las elecciones de 2013. FI/PdL pierde 2 739 929 y pasa del 21,5 % de los votos en 2013 al 13,9 % en 2018. Mientras que el PD pierde 2 492 953, pasando del 25,4 % de los votos en 2013 al 19,2 % en 2018. Los ganadores netos de esta erosión de FI y PD han sido la Lega, que ha ganado más de cuatro millones de votos pasando del 4,3 % de los votos en 2013 al 17,6 % en 2018, y, por supuesto, el M5S, que incrementa su saldo de votos en más de dos millones y pasa de un consenso del 25,5 % en las elecciones de 2013 al 32,6 % en 2018 (
El análisis de Valbruzzi resulta esclarecedor porque los resultados electorales, asociados a los discursos de los partidos, señalan una relación directa entre el éxito en las elecciones de 2018 y la utilización de una retórica anti-
La erosión de los dos grandes partidos del sistema, FI/PdL y PD, resulta eficaz para entender la radicalización de la política italiana y el auge, en particular, del populismo. Nótese que tanto Forza Italia como el Partito Democratico cumplían una función moderadora en el sistema: canalizaban hacia el centro las diversas expresiones del voto de derecha e izquierda que representaban, respectivamente. Es decir, introducían una dinámica centrípeta que se materializaba en torno a una serie de consensos básicos sobre el sistema. Sin embargo, la fortaleza del M5S y la Lega ejerce una fuerza centrípeta sobre el sistema político que tiene como resultado el vaciamiento del centro como espacio de consenso y, por tanto, la radicalización de la competición política (
Esta dinámica de competición centrífuga que han introducido en la competición política italiana el M5S y la Lega no se ha traducido en una radicalización de posiciones de izquierda y derecha. Al contrario, fieles a la desconfianza original del populismo para con el eje espacial clásico izquierda-derecha, los mensajes de la Lega y el M5S han buscado superar esa fractura articulando un discurso de protesta que explica la política a través del enfrentamiento entre élite y pueblo. Un enfrentamiento en el que la élite puede ser nacional o internacional. La efectividad de la retórica populista puesta en juego por la Lega y el M5S no solo puede apreciarse en la factura de su discurso, sino en los flujos de voto que se han producido en las elecciones del 4 de marzo de 2018. Unos flujos que rompen con la lógica de circuito cerrado del voto de izquierda y derecha, que podía moverse dentro de las distintas propuestas dentro de la coalición, para inaugurar nuevos circuitos.
En este punto resulta de gran valor el capítulo sobre comportamiento electoral del profesor Rinaldo Vignati. El análisis del voto viene a certificar que, en términos globales, el M5S crece principalmente a costa del PD y que la Lega lo hace a costa del FI de Berlusconi. Sin embargo, los datos desagregados sobre el flujo del voto nos ofrecen una situación mucho más compleja que merece ser analizada en detalle. Por ejemplo, resulta interesante observar el crecimiento que la Lega logra en el históricamente denominado «cinturón rojo», donde la fragmentación social y la erosión de las identidades políticas en un sentido ideológico han beneficiado a un partido que mira, para inspirarse, al Frente Nacional francés. En ciudades tan simbólicas como Módena, Bolonia o Florencia el 22,2 %, el 21,9 % y el 24,3 % de los votantes que en 2013 había votado al PD han optado por la Lega en 2018. En Nápoles, por ejemplo, esa relación de cambio se eleva al 53,2 %. En importantes ciudades industriales del norte de Italia, como Turín o Padua, el 37,8 % y 37,4 % de los votantes que en 2013 dieron su confianza al PD —cuando este partido aún ejercía de polo de referencia para la izquierda— han votado a la Lega. Por señalar algunos ejemplos en la dirección opuesta, el gran crecimiento del M5S también tiene como base el flujo de voto desde Forza Italia. Desde Roma a Palermo, en las grandes ciudades el M5S recibe entre el 10 % y el 19 % de su voto de ciudadanos que en las elecciones de 2013 dieron su confianza al PdL (
La ola de populismo que llega a Europa tras el estallido de la crisis económica de 2008 nos ha permitido familiarizarnos con un fenómeno que hasta no hace mucho tiempo las ciencias sociales localizaban, al menos en su forma contemporánea, en América Latina y asociado a procesos de modernización disfuncionales. La abundante literatura sobre el fenómeno coincide, al menos, en definir el populismo como una ideología o discurso político que afirma un conflicto radical que atraviesa toda sociedad: el conflicto entre pueblo y élite, donde el pueblo se refleja como un colectivo homogéneo y bondadoso frente a una élite corrupta que tiene secuestrada la soberanía popular. De aquí la íntima conexión entre el populismo y el discurso de regeneración democrática.
El populismo, en cuanto que ideología, no ofrece por tanto una gran sofisticación intelectual respecto a las ideas que pone en juego. Sin embargo, la ola de populismo que aún mantiene Europa en vilo nos ha permitido aprender que parte de su éxito radica en la capacidad que muestra para aprovechar las fracturas políticas preexistentes en cada sistema político e interpretarlas a través de ese núcleo ideológico. De aquí la lección que puede extraerse del caso del éxito del populismo italiano: su fortaleza se basa en haber encontrado el terreno preparado por la presencia de un fuerte consenso antipolítico, donde antipolítica no se refiere al rechazo de la política en sentido pleno, como en las tradiciones libertarias, sino rechazo frente a la clase dirigente profesional o los partidos tradicionales.
Una de las publicaciones más recientes que atiende la trayectoria italiana de la antipolítica es el libro del historiador Giovanni Orsina
Señala Orsina que el famoso discurso del histórico líder comunista Enrico Berlinguer sobre la «cuestión moral» en el que denuncia la corrupción de los partidos se inscribe en esta línea. Esta estrategia de relegitimación vía crítica del sistema encuentra su máxima expresión con el caso Tangentopoli, que provoca el hundimiento de un sistema de partidos, y que convierte a la clase política en el chivo expiatorio de la sociedad italiana. Aún más, muchos políticos del sistema advierten las posibilidades que ofrece ponerse al frente de la manifestación. Como Mario Segni, notable exponente de la democracia cristiana, que llamó a entender el referéndum de 1991 como un instrumento «per dare un calcio nel sedere» (dar una patada en el culo) a la partitocracia. La imagen más potente de la conversión de la clase política en chivo expiatorio de la sociedad sigue siendo la del líder socialista Bettino Craxi saliendo del hotel Raphäel de Roma en medio de una lluvia de monedas mientras una muchedumbre le cantaba «vuoi pure queste, Bettino vuoi pure queste» al son de la canción «Guantanamera».
Una de las tesis más relevantes que ofrece el libro de Giovanni Orsina es que, a su juicio, el consenso antipolítico no decae con la desaparición de los partidos nacidos en la posguerra. Al contrario, se introduce en la lógica de competición electoral bipolar que nace tras las elecciones de 1994 llegando hasta el presente. Entre otros factores, debido a que las coaliciones de derecha e izquierda que estructurarán las elecciones hasta 2013 buscarán aprovecharlo y hacerlo funcional a la competición política. Y para ello lo recogerán y traducirán a un lenguaje política y culturalmente reconocible para el mundo de la izquierda y derecha. De ahí que en la coalición de la derecha liderada por Berlusconi la antipolítica esté presente en sus referencias liberales —menos Estado, menos partido, menos ideología: menos política—, y en la izquierda a través de la subordinación de la política a la moral, como ejemplifica el hecho de que buena parte de las críticas al berlusconismo se hayan producido en un plano ético y no político. El problema, como señala Orsina, es que esta antipolítica no fue finalmente absorbida por el sistema. Al contrario, ha sido simplemente canalizada. De modo que la crisis económica desatada en 2008 ha llevado a su explosión final en las elecciones de 2013 con el nacimiento de un nuevo movimiento. Y esta vez sí, capaz de trascender el eje izquierda-derecha para convertirse en representante de una suerte de populismo puro (
La explosión de populismo que vive Italia también es la culpable de la reedición de un libro clásico sobre el fenómeno:
En combinación con las tesis del libro de Orsina, el trabajo de Marco Tarchi permite trazar la penetración y evolución del populismo en Italia desde la implosión del sistema de partidos en el período crítico 1992-1994 que marca el caso Tangentopoli. A la luz de las elecciones del 4 de marzo, el valor del libro de Tarchi radica en el protagonismo que desde su primera edición ofrece a la Lega. Traza sus inicios como partido de protesta que en el contexto de descomposición del sistema de la Primera República explota a fondo dos fracturas: centro-periferia y política-antipolítica, siendo el primer movimiento de masas, después partido, en capitalizar la denuncia de la corrupción de la clase política italiana. Ambas fracturas quedaban perfectamente sintetizadas en el sonoro lema «Roma ladrona, la Lega non perdona» (
Sin embargo, el trabajo de Tarchi sobre la Lega resulta esclarecedor porque registra la incorporación progresiva, a partir de 2001, de la Unión Europea y el islam en el catálogo de enemigos del partido. Se trata de una apreciación fundamental, porque si bien es cierto que la proyección nacional, en sentido italiano, que Salvini ha impreso a la Lega señala una fuerte ruptura con el pasado regionalista/independentista del partido, el análisis de Tarchi también señala un ámbito de continuidad entre ambos proyectos. Pues no es Salvini quien incorpora la defensa de Occidente como emblema de la civilización cristiana para justificar su oposición al islam —a un partido que, en su origen, abrazaba posición política laica y secularizada—, sino que la recibe en herencia y profundiza al calor de la nueva ola populista.
Sin embargo, el partido populista que ha desestabilizado el equilibrio de la política italiana de una forma radical ha sido el M5S. El único partido nuevo en la historia electoral de Europa que tras haber obtenido un resultado espectacular en las primeras elecciones, fruto de su capacidad para interceptar el voto de protesta contra los partidos tradicionales, logra mejorar sus registros en las segundas elecciones: si en 2013 logró un 25,5 % de los votos, en 2018 consigue el 32,7 %. Dentro del catálogo de obras que se han publicado sobre el M5S destaca, sobre todas ellas, el libro colectivo dirigido por el profesor Piergiorgio Corbetta y publicado por Il Mulino a finales de 2017:
En todo caso, el complejo proceso de formación del Gobierno Lega-M5S ha servido para evidenciar que el populismo, además de un contenido programático traducible en políticas públicas, también incorpora un estilo de lenguaje y liderazgo que proyecta y concreta su idea de política como desafío a las élites. La tesis principal de la obra
Como se decía al inicio de este ensayo bibliográfico, Italia ha cumplido con creces el papel de laboratorio de las ciencias sociales y jurídicas desde la posguerra. Y el éxito electoral del populismo en las elecciones del 4 de marzo de 2018, que ha cristalizado en el Gobierno Lega-M5S, permite pensar que en los próximos años el interés por la política italiana no va a disminuir.