El cambio de paradigma económico operado a escala global durante la década de los setenta y ochenta del siglo xx tuvo una repercusión indiscutible sobre la fuerza que el movimiento obrero mantuvo durante el periodo de crecimiento redistributivo a partir del fin de la II Guerra Mundial. La densidad sindical (tasa de afiliación sindical sobre población económicamente activa) disminuyó dramáticamente en todos los países de la OCDE, a excepción de los que contaban con un modelo organizativo de carácter corporativo societal (Dinamarca, Finlandia y Suecia).

La obra de Roberto Zepeda plantea un análisis en profundidad en torno a los factores que provocaron la citada disminución de la fuerza sindical a nivel global, a modo de contextualización para, posteriormente, poner el foco en las características del modelo neoliberal y su impacto en el trabajo organizado en México. Esta aproximación a la realidad mexicana enmarcándola en un proceso de carácter global constituye, junto a la profusión de datos estadísticos, la mayor potencialidad del libro, pues permite identificar con mayor claridad las características y peculiaridades, no solo del sindicalismo sino de todo el sistema político de México en su conjunto.

Entendiendo como características del modelo neoliberal la reducción y el control de la inflación, la desregulación y flexibilización de los mercados laborales, la privatización y la liberalización del comercio o la globalización económica, el autor, a partir del enfoque de Ebbinghaus y Visser, identifica tres tipos de factores por los que estas características impactaron sobre la densidad sindical en la OCDE: factores cíclicos, que atañen a los ciclos económicos y a la subida o bajada del desempleo; factores estructurales, referidos como tales los cambios de modelos productivos y el peso del sector público en las economías de los países, y, por último, los factores político-institucionales, los cuales explican que la flexibilización de los mercados laborales requiere de modificaciones de las legislaciones laborales que incluyen la individualización de las relaciones laborales.

Desde esta perspectiva global, el autor introduce el concepto de transición dual característico de la región latinoamericana, para emprender el análisis del caso mexicano. Dicho concepto se refiere al proceso de conversión a un modelo económico neoliberal, sumado a la transición del sistema político hacia un sistema de gobierno más democrático.

Con la consolidación de las instituciones emanadas del proceso revolucionario y la incorporación del movimiento obrero a las dinámicas estatales durante las presidencias de Lázaro Cárdenas y Ávila Camacho (1934-‍1948), se instituyó en México un modelo político que Schmitter definiría como corporativismo de Estado, por el cual, las principales organizaciones del movimiento obrero y el sector popular quedaban ligadas orgánicamente a la institución política hegemónica del país, el Partido Revolucionario Institucional. De esta forma, quedó constituido un bloque de poder de carácter autoritario del que los sindicatos mayoritarios formaban parte, por lo que pasaron a denominarse «sindicatos oficiales».

El fuerte crecimiento económico que experimentó México durante las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, basado en la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) y por las divisas emanadas de la exportación petrolífera, provocó el auge y consolidación del sindicalismo oficialista como un pilar fundamental del régimen. La dinámica corporativa hacía que el sindicalismo oficialista gozara del trato de favor por parte del Estado a cambio del apoyo sindical a las políticas implementadas por los gobiernos de turno.

El autor señala la crisis de la deuda de 1982, momento en el que Miguel de la Madrid se disponía a sustituir a José López Portillo como presidente de la República, como el punto de inflexión que marcó el cambio de modelo económico. Ante la crisis económica provocada por el excesivo endeudamiento público y la bajada de los precios del petróleo, el nuevo presidente abandona el modelo de desarrollo económico proteccionista y apuesta por el libre comercio y las políticas neoliberales sintetizadas en el Consenso de Washington. La apertura económica se produjo de forma paulatina y si bien fue de la Madrid quien dio los primeros pasos, no fue hasta la llegada de Salinas de Gortari a la Presidencia (1988-‍1994) cuando se profundizó en la nueva política económica llegando a su culminación en 1994 con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), completando de esta forma la transición a un nuevo modelo que siguió vigente hasta nuestros días.

Como señala Zepeda, la transición hacia un modelo de industrialización orientado hacia la exportación, impactó notablemente en el modelo de relaciones industriales. La apertura económica requería la disminución de los costos laborales para hacer competitivos los productos mexicanos, lo que llevó al Estado a fomentar políticas de flexibilización laboral, repercutiendo en la bajada salarial y la precarización de las condiciones laborales de los trabajadores mexicanos. La entrada en el TLCAN, si bien atrajo inversiones extranjeras y provocó el aumento de las exportaciones, no creó puestos de trabajo al ritmo suficiente como para absorber el número de personas que se incorporaron a la población activa, generando un importante número de desempleados que pasaron a la economía informal.

Cumpliendo con una de las premisas neoliberales, el adelgazamiento del Estado a través de la privatización de empresas paraestatales fue una prioridad de los Gobiernos mexicanos durante la era neoliberal. Los datos aportados en el libro reflejan que, de las 1156 empresas paraestatales existentes en México en 1982, tan solo 252 permanecieron en 1994.

Como complemento a la transformación del modelo económico comenzaron a tomarse medidas para facilitar un camino hacia la democratización política del país, en línea con el modelo de transición dual señalado anteriormente. El proceso, que comenzó con la creación de organismos electorales que fueron adquiriendo cierta independencia, se dio por concluido con la victoria electoral de Vicente Fox del Partido Acción Nacional (PAN) en las elecciones presidenciales del año 2000, lo que suponía que, por primera vez, un representante de un partido ajeno al PRI llegase a la Presidencia de la República después de casi ochenta años.

Este conjunto de factores cíclicos, estructurales y político-institucionales son los que el autor identifica como los causantes de la bajada de la tasa de densidad sindical en México en el periodo neoliberal, en línea con la tendencia a nivel global. Si bien las peculiaridades del sistema político mexicano originaron que el impacto de los factores referidos fuera más allá de la mera bajada de la densidad sindical. En efecto, la flexibilización del mercado laboral, la disminución del empleo público o el aumento del trabajo informal a consecuencia de las medidas adoptadas impactaron negativamente en la afiliación sindical, por cuanto que la flexibilidad implicaba la disminución de la contratación colectiva y, por ende, la bajada de la afiliación sindical; la disminución del empleo público suponía la pérdida de empleos en uno de los sectores con mayor tasa de sindicación, mientras que los trabajadores informales carecían de la posibilidad de afiliarse a un sindicato.

Pero más allá de las consecuencias que las medidas adoptadas provocaron, uno de los aspectos más interesantes señalados en el libro es el proceso mediante el cual se fueron implementando las medidas. Parecería lógico que la transición de modelo económico y apertura democrática acabara con el sistema corporativo; sin embargo, como señala el autor, los operadores del cambio se valieron del propio modelo corporativo para implementar las reformas. La resistencia sindical ante el proceso de reformas iniciado en 1982, pronto fue apaciguada mediante una combinación de acción coercitiva e impulso del sindicalismo independiente por parte del Estado. El papel del sindicalismo oficial quedó relegado a la legitimación de las reformas y a seguir brindando apoyo político a los Gobiernos priistas, a cambio del mantenimiento de su posición en el sistema, aunque fuera con menor peso específico. Por lo tanto, como señala Zepeda, el proceso de transformación económica no vino acompañado de un proceso de democratización, sino de una reconfiguración del propio sistema corporativo.

De esta forma, ni la privatización de las empresas públicas que destruían parte de la afiliación sindical, ni la aparición de sindicatos blancos que firmaban contratos de protección (contratos colectivos firmados a conveniencia de los patronos), ni la continua devaluación salarial de los trabajadores, fueron nunca contestados contundentemente por el sindicalismo oficial mayoritario, encarnado por la Confederación de Trabajadores de México (CTM) o el Congreso del Trabajo (CT).

La transición política ocasionada por la victoria del PAN en el año 2000 no supuso una modificación del sistema corporativo vigente, y la mejor prueba de ello es la incapacidad de los gobiernos de Fox (2000-‍2006) y de Calderón (2006-‍2012) de hacer una reforma laboral que modificase sustantivamente los artículos de la Ley Federal del Trabajo que daban soporte jurídico al sistema. Los Gobiernos panistas y la vuelta del priismo de la mano del presidente Peña Nieto (2012-‍2018) continuaron aplicando políticas neoliberales sin modificar la estructura corporativa.

El libro apenas menciona de forma muy somera la reforma laboral llevada a cabo por el actual Gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador (elegido presidente en 2018), lo cual limita el alcance de la propia obra. Las reformas aprobadas el 29 de abril de 2019 incorporan modificaciones que afectan a la libertad sindical y ponen en jaque la viabilidad a largo plazo del sindicalismo oficial, abriendo la posibilidad de completar la democratización del país.

En cuanto a la estructura del libro aquí reseñado, los ocho capítulos de los que consta no mantienen una línea argumental característica en las monografías; más bien, la obra se asemeja más a una colección de artículos en torno a una temática concreta. Sin embargo, de la lectura completa del libro se infiere una tesis que otorga coherencia al conjunto del trabajo. Además, Zepeda hace dos aportaciones muy significativas. En primer lugar, en el terreno empírico, por la contextualización y la profusión de datos que muestra, el libro es una magnífica herramienta de trabajo para futuros estudios que aborden el análisis y alcance de las reformas implementadas por el actual Gobierno de López Obrador en materia de legislación laboral, así como su repercusión en la democratización del sistema político mexicano. En segundo lugar, y desde una perspectiva más teórica, la obra de Zepeda plantea de forma indirecta la relación existente entre los distintos sistemas de representación de intereses y la posibilidad de que se produzca o no una revitalización sindical en los distintos países en la era neoliberal, cuestión de sumo interés para los científicos sociales que abordan la problemática del movimiento sindical. Estas dos contribuciones hacen de este volumen una obra necesaria para comprender el papel de las organizaciones sindicales y del movimiento obrero como agentes de vital importancia en los procesos de cambio político.