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Sobre la banda terrorista ETA se ha escrito mucho prácticamente a partir del mismo momento en que fue creada en 1958, y se ha hecho desde todos los puntos de vista imaginables, sea el periodístico, el del análisis político, el ético-moral, el de denuncia, el militante o el del cálculo del coste de su actividad. Nunca han faltado analistas e historiadores que hayan empeñado esfuerzos en esta tarea de desentrañar las profundidades del fenómeno de la violencia vasca del último medio siglo. Ello no obstante, puede afirmarse que en tiempos recientes se ha producido una feliz evolución hacia un tipo de análisis histórico más profesional y riguroso. Han salido al mercado nuevos títulos que analizan el recorrido de ETA revisando lo escrito hasta la fecha y empleando herramientas propias de la historiografía profesional, como el criterio del largo plazo, el recurso a documentación y testimonios de primera mano y la asunción del principio de objetividad, que no imparcialidad, en torno a los hechos estudiados. Este auge de trabajos rigurosos sobre el fenómeno terrorista vasco coincide con el proceso de decadencia y agónico final de ETA, cuya fecha oficial parece que puede establecerse con cierta seguridad en 2011. Así, de una ETA como tema de actualidad se ha pasado, cada vez en mayor medida, a una ETA como tema histórico de especial relevancia para entender el curso de los acontecimientos vividos en los últimos cincuenta años en el País Vasco y en España en su conjunto.

Uno de los máximos exponentes de esta nueva corriente historiográfica es Gaizka Fernández Soldevilla, autor del libro que aquí reseñamos. Su tesis doctoral, elaborada durante ocho años bajo la supervisión del catedrático de la Universidad del País Vasco José Luis de la Granja y defendida en 2012, versó sobre la historia de ETA político-militar y Euskadiko Ezkerra y una adaptación de la misma fue publicada, también por Tecnos, al año siguiente (Héroes, heterodoxos y traidores. Historia de Euskadiko Ezkerra, 1974-‍1994). Antes había publicado en la misma editorial Sangre, votos, manifestaciones: ETA y el nacionalismo vasco radical (1958-‍2011), junto a Raúl López Romo (otro de los jóvenes historiadores que ha destacado en los últimos tiempos por su rigor académico y seriedad profesional en el estudio de ETA), y después ha llegado La calle es nuestra: la transición en el País Vasco (1973-‍1982). Por consiguiente, la obra objeto de esta reseña es el cuarto título que Fernández Soldevilla ofrece al lector y constituye su consagración definitiva como uno de los principales estudiosos de la historia terrorista y política del País Vasco en tiempos recientes. Así, La voluntad del gudari supone un extraordinario esfuerzo de investigación histórica acerca de los orígenes de la violencia de ETA.

El libro posee una unidad temática que conviene subrayar desde un primer momento, ya que los capítulos que lo forman tienen su origen en los artículos publicados por el autor en diversas revistas académicas entre 2012 y 2015. Tal y como explica en la presentación, Fernández Soldevilla se acercó a la tarea investigadora tratando de dar respuesta a las siguientes preguntas: «¿Cuándo y dónde había nacido el fanatismo? ¿Cuáles eran las raíces del odio? ¿Cómo y por qué había aparecido ETA? ¿Entroncaba con el nacionalismo radical anterior a la Guerra Civil? ¿Había nacido por generación espontánea? ¿Qué papel había ejercido la narrativa histórica iniciada por Sabino Arana? ¿Y el recuerdo de la contienda? ¿A qué respondía la opción de ETA por la violencia? ¿Cómo explicar la metástasis del terrorismo en el País Vasco? ¿Y que no ocurriera lo mismo en otras zonas de España?».

El resultado de sus indagaciones se recoge en ocho capítulos. El primero estudia las consecuencias de los mitos y la narrativa que han envuelto desde hace décadas el denominado «conflicto vasco». La cita de Martín Alonso en la página 25 resulta pertinente: «Las historias ficticias producen emociones reales y las emociones tienen consecuencias». El segundo intenta establecer los verdaderos antecedentes históricos de ETA, limitando su influencia en la configuración de la ideología y la estrategia violenta de la banda. El tercero ahonda en la derrota del nacionalismo vasco en la Guerra Civil española como parte relevante del imaginario (falso en buena medida) de los jóvenes que crearon ETA dos décadas después como respuesta a la inactividad del PNV. El cuarto retorna a un aspecto de la historia de ETA ya estudiado por el autor, el del traidor a la sagrada causa, figura que sirve para potenciar y encauzar el odio de los integrantes del colectivo hacia un mismo objetivo común, convertido en el imprescindible chivo expiatorio que aglutina voluntades. El quinto insiste en una idea que atraviesa toda la obra, y es que la decisión de matar no resultaba inevitable cuando se tomó en la década de 1960 (Raúl López Romo lo sintetiza en una frase que el autor cita en la página 257: «Todo podía haber sido diferente»), sino que fue el resultado de la libre elección de los miembros de ETA por muy condicionada que estuviera por las circunstancias más diversas, entre las que Fernández Soldevilla indica la represión y el centralismo franquistas, la falta de libertad política, el sentimiento agónico provocado por el retroceso del euskera y el auge de la inmigración, los modelos insurgentes ofrecidos por el tercer mundo y la descolonización, el relato distorsionado de la historia vasca y el choque intergeneracional con el PNV. El sexto capítulo analiza el origen y desarrollo durante el tardofranquismo y la transición de la estrecha dependencia («orgánica y emocional») de la denominada «izquierda abertzale» con respecto a ETA, con la consecuencia perniciosa de que el entorno civil de la banda terrorista jamás fue capaz de independizarse de esta. El séptimo viaja a otras regiones españolas para estudiar la evolución de los nacionalismos radicales periféricos ajenos al vasco pero influidos por su ejemplo. El último capítulo cierra el libro con un análisis de las diversas versiones que fueron surgiendo durante el siglo xx del nacionalismo vasco «heterodoxo», como ANV, ESEI y Euskadiko Ezkerra, que a pesar de su fracaso político realizaron aportaciones dignas de tener en cuenta.

La obra posee un indudable interés tanto para los estudiosos del fenómeno terrorista (vasco o de otras latitudes) como para un público amplio deseoso de conocer y entender los auténticos motivos y las circunstancias históricas del origen y primer desarrollo («metástasis») de la violencia de ETA. Las fuentes empleadas son muy extensas y variadas, tanto las de primera mano (nada menos que catorce archivos consultados) como las periodísticas y bibliográficas. Además, el libro ofrece anexos con datos electorales y un índice onomástico final que resulta muy útil para una historia con tantos protagonistas. El material gráfico con el que termina cada capítulo es también muy atractivo, pues recoge fotografías y, sobre todo, portadas y artículos pertenecientes a publicaciones cercanas al mundo del nacionalismo radical vasco de las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta. Por último, tal vez una de las aportaciones más enriquecedoras de la obra sea el uso intensivo que el autor hace de las memorias y testimonios de antiguos militantes de ETA, que sirven para conocer en profundidad el ambiente vivido en el interior de la banda terrorista.

El lector únicamente echará en falta unas conclusiones generales que cierren el gran trabajo de erudición, recopilación de información y análisis que constituye la obra (tal vez porque el autor las considerara redundantes al contar cada capítulo con las suyas). Quizá no sea este el lugar adecuado para exponerlas todas, pero sí resultará conveniente reiterar una que ya hemos indicado antes y que también subraya Florencio Domínguez en el magnífico prólogo con que presenta el libro (y que supone, por sí mismo, otro motivo para leerlo): la de que la decisión de matar no fue en absoluto inevitable ni vino determinada por las circunstancias de la dictadura, pues otras muchas organizaciones creadas o activas en la misma época que ETA optaron por caminos diferentes al de la violencia. Cuando la banda terrorista vasca decidió asesinar, lo hizo llevada por una consideración estratégica de eficacia y no forzada por condicionantes ajenos a su voluntad. ETA vivió de esa supuesta eficacia de la «lucha armada» durante las décadas que siguieron a su primer asesinato, el del guardia civil de tráfico José Antonio Pardines, cometido por Txabi Etxebarrieta en 1968. La empleó en los momentos de debilidad para esquivar las dudas de sus militantes y simpatizantes. El atentado que acabó con la vida del almirante y presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco, la paralización de la central nuclear de Lemóniz o la desviación del trazado de la autovía de Leizarán fueron presentados como éxitos indudables de su actividad terrorista y alimentaron su continuidad hasta fechas recientes.

Junto a la consideración de la eficacia de la violencia, las influencias ideológicas y doctrinales y, por encima de todo, la asunción acrítica de una imagen distorsionada de la historia que presenta a dos entidades opuestas, la vasca y la española, condenadas a elegir entre un enfrentamiento permanente o su separación definitiva, constituyen la materia de estudio del libro de Gaizka Fernández Soldevilla. Muchos vascos han asimilado una historia propia compuesta por mitos y leyendas cuya coincidencia con la realidad es inexistente o, cuando menos, enormemente conflictiva. La tarea que ha asumido esta nueva corriente historiográfica de la que el autor forma parte es, por ello mismo, más urgente y necesaria que nunca. Pues, en definitiva, es del todo cierto que solo acercándonos a la verdad histórica seremos capaces de enfrentarnos a los retos del futuro en lo concerniente a la asunción de la pluralidad identitaria y de asegurar, por esta vía, una paz entre vascos duradera.