El tema histórico, filosófico y politológico que el monográfico aborda, desde la perspectiva de la historia del pensamiento político y la historia intelectual, es el concepto de tercera España, fraguado originariamente en el contexto de la Guerra Civil española de 1936 a 1939, aunque hubo algún uso anterior, como se muestra en este mismo monográfico. El historiador portugués Fidelino de Figueiredo publicó en 1932 un libro titulado As duas Espanhas, que fue traducido al español al año siguiente y reseñado por Melchor Fernández Almagro. Autor y reseñista hablan de una «tercera» España frente a las dos tradicionalmente enfrentadas. Los primeros en usar el concepto tercera España en el contexto de la Guerra Civil fueron los integrantes del círculo católico de Alfredo Mendizábal, que promovió varias iniciativas por la paz desde el Comité Español por la Paz Civil. En ellos, el jurista ucraniano Boris Mirkine-Guetzevitch simbolizó en un artículo de 1937 esa tercera España. El expresidente de la Segunda República Niceto Alcalá-Zamora intervino también sobre el tema para intentar adueñarse del concepto y mostrar que él y sus posiciones políticas durante la República eran las que mejor representaban esa tercera España que había que recuperar. Mas si alguien acabó como representante oficioso de esa España medianera entre las otras dos que se despedazaban en el campo de batalla fue Salvador de Madariaga, quien también promovió varias iniciativas de paz durante la guerra. En la edición de 1942 de su libro Spain, cuya primera edición también en inglés data de 1930, añadió un capítulo titulado «The battle of three Franciscos», en el que simboliza la cuestión de las «tres» Españas en tres Franciscos: Largo Caballero, Franco y Giner de los Ríos, que para él representa la «verdadera» España frente a las otras dos sangrientamente enconadas.
El concepto, reutilizado especialmente a partir de los años sesenta del siglo xx —por ejemplo por el historiador Vicente Cacho Viu—, ha sufrido una suerte diversa y ha sido muy criticado, pero pensamos que sigue siendo útil para entender la historia de la España contemporánea, extendiendo su simbología incluso antes de la Guerra Civil y, sin duda, prolongándola hasta la Transición e, incluso, a episodios políticos más recientes, como la denominada hace unos años nueva política.
El monográfico quiere mostrar las dificultades para encajar bajo el término tercera España a una serie de intelectuales que, aunque en un momento se decantaran pública o privadamente por alguna de las otras dos supuestas Españas, tan heterogéneas como la tercera, no se encontraron cómodos en ninguna de ellas. Pensamos que el término de tercera España es útil para el análisis historiográfico de la política, la sociedad, el pensamiento, la literatura y otras artes en aquel contexto histórico. Es un concepto que, sin embargo, resulta difícil de aterrizar cuando intentamos agrupar bajo el mismo nombre a una serie de intelectuales que se habían movido en la órbita liberal o de un socialismo liberal en los años veinte y treinta del siglo xx, y también a otros más jóvenes que se vieron absorbidos por las nuevas ideologías totalitarias con las que, en muchos casos, acabaron rompiendo. Es difícil de precisar este concepto no solo por la dificultad de su definición o por su propia indefinición entre las otras dos Españas, sino porque, como pasa a la vez con estas, los tiempos fueron cambiando para todos a lo largo de los años y las posiciones variaron, por lo que personas que durante la guerra pudieron tener una actitud más o menos activa a favor o en contra de alguno de los dos bandos enfrentados, complejos también en su seno, luego se distanciaron de los mismos.
Estos intelectuales de la tercera España vivieron en muchos casos la experiencia del exilio, doble para muchos de ellos, pues sufrieron el del 36 y el del 39. Otros habitaron una especie de exilio interior —concepto también problemático— dentro de la España franquista. Sus obras de aquella época son testimonios de una experiencia colectiva que nos sirven para pensar aquellas Españas enfrentadas y confrontarlas con otras posibles que podemos agrupar bajo el concepto de tercera, las cuales buscaron una salida pacífica e ilustrada al conflicto bélico y la dictadura posterior.
La historiografía en torno a la concepción de la tercera España pone de manifiesto el legado diverso y en ocasiones contradictorio de estos intelectuales. La lectura entre líneas de los intelectuales que aparecen en los artículos aquí agrupados, tales como Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón —visto desde la crítica que le hace María Zambrano—, Américo Castro, José Ortega y Gasset, Azorín, Xavier Zubiri, Juan Ramón Jiménez, José Castillejo, Alberto Jiménez Fraud, Clara Campoamor, Manuel Chaves Nogales, Fernando Vela, Julián Marías, José Ortega Spottorno, entre otros, puede arrojar nueva luz en torno al concepto. Algunas de las aportaciones, especialmente las de Javier Zamora Bonilla, Santiago de Navascués y Francisco José Martín Cabrero, analizan los textos fundacionales de la idea de tercera España, que surge en el contexto del exilio parisino de varios intelectuales españoles, como Mendizábal, Zubiri, Azorín, Marañón, Ortega y Madariaga.
Asimismo, otra de las pretensiones del monográfico es la de establecer un paralelismo entre la llamada tercera España y una tercera Europa, cuyo concepto como tal no se ha estudiado, pero sí encontramos un grupo de intelectuales, en muchos casos también exiliados, que pueden representarla porque no se dejaron arrastrar por los totalitarismos y defendieron los valores de la libertad, la democracia y el Estado de derecho. Al ver la tercera España desde la tercera Europa problematizamos el primer concepto y evitamos la manida interpretación de la historia de España como una excepcionalidad frente a su entorno europeo.
El exilio, interior y exterior, la no participación en la guerra y la escritura velada como respuesta a una circunstancia de crisis de valores y principios es el marco en el que opera este monográfico, que consta de cinco aportaciones que tratan de diseñar la constelación de intelectuales que transitaron los caminos de reflexión sobre la tercera España. La aportación de Javier Zamora Bonilla abre el monográfico para situar el uso del concepto tercera España en el contexto europeo de entreguerras. La división, crisis y quiebra que se dio en los países europeos, aunque no en todos se sufriera una guerra civil como sucedió en España, propició un enfrentamiento político que desde una perspectiva ideológica sí hizo latente una guerra civil en casi todos los países europeos. Este paralelismo es un espejo interesante para trazar el uso del concepto en un marco más amplio que el español. Santiago de Navascués continúa con la segunda aportación sobre Salvador de Madariaga, quien popularizó el concepto de tercera España y describió tres momentos de este. Su artículo analiza esta evolución semántica del concepto, que nace con pretensión de anteponerse y superar la antítesis de «las dos Españas». El artículo de Esmeralda Balaguer muestra la nueva luz para la comprensión histórica de España que ofrece Américo Castro, quien siempre ha sido considerado un típico representante de la tercera España peregrina. Su pensamiento no es excluyente. Si bien es cierto que no habla de una tercera España, también lo es que niega la posibilidad de que un pueblo sea dos. La morada vital de España no se ha formado en la ruptura de «dos Españas», ni siquiera en la posibilidad de una «tercera» que recoja a los exiliados de la guerra, según Castro. Para él, esa morada se remonta a la convivencia de tres castas: moros, cristianos y judíos, que vivieron en la forma de la unidad. Francisco José Martín Cabrero analiza en su artículo el pensamiento político de María Zambrano en los años de la guerra como caso representativo de la ruptura con la generación de sus maestros, Ortega y Marañón, principalmente, para conocer el posicionamiento de la generación de 1930 frente a la problemática tercera España, que simboliza en Gregorio Marañón, quien en aquellos años hizo una defensa pública y militante a favor de la victoria de los autollamados «nacionales», aunque luego mantuvo sus ideas liberales de antes del conflicto. El debate era principalmente sobre cómo estar en la guerra, si dentro de ella, con el pueblo, o al margen, de forma neutral o apoyando más o menos explícitamente a los militares rebeldes, que se habían aliado con las fuerzas extranjeras del fascismo. Los jóvenes de la generación del 30 pasaron, en muchos casos, de compartir las posiciones liberales de sus maestros, aunque fuese críticamente, a romper con ellas en su camino hacia el antifascismo, que se conjugó de muchas maneras, algunas de ellas claramente contrarias al liberalismo democrático y ensartadas en el comunismo bolchevizante que triunfaba entonces en Rusia. La «Carta al Dr. Marañón», publicada por María Zambrano el 20 de marzo de 1937 en el diario Crítica, de Buenos Aires, y después recogida como cierre de su libro Los intelectuales en el drama de España, es uno de los puntos culminantes de esa ruptura generacional. Azucena López Cobo, en su aportación, que cierra el monográfico, aborda el tema del «exilio interior» por medio del estudio de Revista de Occidente en las décadas posteriores a la guerra con el fin de saber si los intelectuales que ahí seguían publicando participan del concepto de tercera España y forman parte del llamado exilio interior, porque son un grupo muy diverso, con vinculaciones y posiciones distintas respecto al régimen franquista. Las posiciones políticas e intelectuales de cada uno, además, fueron variando con el tiempo. La figura de José Ortega Spottorno, hijo menor de José Ortega y Gasset, fue fundamental para recuperar la empresa editorial del padre y vivificar su círculo intelectual, el cual, necesariamente, había cambiado por la guerra, empezando porque el propio Ortega y Gasset no volvió a pisar España hasta 1945 y nunca se sintió cómodo con la vida pública de su país durante la dictadura. Otros muchos integrantes de aquel círculo de preguerra estaban ahora exiliados, por lo que la recuperación de aquel legado tuvo que hacerse con viejos y nuevos mimbres. José Ortega Spottorno no solo recuperó la editorial Revista de Occidente y más tarde la publicación periódica, cuando la dictadura dejó que volviera a publicarse, sino que también fue el promotor de iniciativas como Alianza Editorial y El País, instituciones claves en la vida intelectual de la Transición.
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Este monográfico se enmarca en el proyecto de investigación «La tercera España: génesis y usos públicos de un concepto político (1936-2020)», ref. PID2020-114404GB-I00, financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación, y dirigido por el profesor Javier Muñoz Soro. |