Martínez Domínguez, L.M. Educación Sensible. Marco pedagógico y espíritu educativo. Córdoba: 179 pp. ISBN: 978-84-11312-93-6.

El libro que nos ocupa no es un texto divulgativo, sino una breve pero interesante obra sobre un concepto que merece la pena considerar en el marco del debate en torno a la educación.

En este texto, el autor nos acerca al verdadero marco pedagógico de una nueva forma de pensar la educación, lo que él mismo denomina “educación sensible”. Vaya por delante que con este término no pretende hacer referencia a cuestiones “sentimentales”; es decir, no busca apelar a aspectos que tienen que ver con la emotividad. Más bien al contrario, el autor se focaliza en indicar que se trata de un modo de pensar la educación que busca acompañar y descubrir a los seres humanos cómo relacionarse de forma sana con lo que son.

Una vez aclarado mínimamente el concepto, la estructura del libro presenta tres partes: una breve introducción, los fundamentos de la educación sensible en el primer capítulo y sus principios pedagógicos en el segundo, cerrando el libro un breve espacio para las conclusiones, donde se recogen las perspectivas de futuro de este modelo pedagógico.

En el primer capítulo, se explican los fundamentos de la educación sensible. El autor hace una revisión desde lo que la educación sensible es y busca, en este caso, destacar la originalidad del ser humano y la necesidad de que este sea consciente de ella. Así, a través de la autoconciencia, del autoaprendizaje y de la apertura consciente hacia uno mismo y hacia el “origen”, sea este el que sea, el individuo se conformará atendiendo a aquello para lo que sirve realmente. Para esta fundamentación, no se duda en apelar a una visión antropológica del ser humano a través de diversas escuelas de pensamiento como la de Viena, tratando de reflejar cómo la búsqueda del sentido impregna en muchas ocasiones la forma que tenemos de enfrentarnos a la vida.

Lo interesante de las ideas que se recogen en la obra, es que el autor no indica de qué modo se debe abrir uno a ese supuesto origen, sino que lo que busca es destacar la necesidad de lograr que cada cual, guiado y aconsejado por individuos a su vez “sensibilizados”, pueda alcanzar su máximo potencial sin ser necesariamente víctima del entorno. De esta manera, se sostiene la idea de que la originalidad se desplegaría a pesar de todas aquellas circunstancias que pudieran, de alguna forma, haber perjudicado al individuo. Con todo esto, no se busca como decimos, que la implicación del sujeto sea menor por medio de facilidades, ni dar con una versión dulce, delicada o suave de la educación, sino que, más bien al contrario, persigue hacer que el educando salga de su zona de confort, indague y busque la vía para poder desplegar esa originalidad que, según el autor, no solo nos haría únicos, sino que nos orientaría a la plenitud.

En cuanto a la segunda parte de la obra, los principios pedagógicos, se incide de nuevo en que no es una metodología. Es decir, no se busca explicar cómo hacer las cosas de una determinada manera para observar un resultado concreto. De hecho, unos de los pilares básicos es que, si así fuera, si se tratara de una metodología per se, del mismo modo que si se vinculara a una creencia, una religión o una ideología concreta, habría que empezar por asumir unos principios y, por tanto, dejaría de ser universal, de ahí que no tenga cabida esta categorización. Por ello, se recogen todo tipo de aspectos, empezando por el maestro, que pueden emplearse como recursos de esa educación sensible.

El elemento más reseñable es el poder aperturista que el autor atribuye a la educación sensible, en tanto en cuanto es un marco que busca la autenticidad de cada uno. Se destaca el peligro que se corre cuando los individuos, independientemente de su edad, se limitan a reaccionar ante las circunstancias que les rodean, buscando enfrentarse a lo que viven y no vivirlo en realidad. Por este motivo, se señalan las posibles ventajas que se darían si todos, aquellos dedicados a la educación directamente o no, tratamos de reflexionar acerca del poder del acompañamiento, del silencio, de la propia originalidad de cada uno de nosotros. Para buscar, si no sanar las heridas cada vez más presentes en los individuos, percatarnos de que existen, de dónde proceden y en qué modo podemos solventarlas. Una vez logrado ese acercamiento a la originalidad de cada uno, podríamos, con mayor o menor fortuna, aplicar las metodologías educativas que se consideren más adecuadas.

En definitiva, lo que se pretende con esta obra es ir ahondando en la posibilidad de una educación diferente, más humana y menos seriada, donde se apele a la profundidad y la particularidad de uno mismo para enfrentarse con las situaciones de la sociedad. No pretende poner en marcha un modelo que prime la particularidad en el sentido negativo de la palabra. Al contrario, que se reconozca la originalidad de los individuos y la sitúe como prioridad, con una visión antropológica del sujeto como auténtico agente de su propio aprendizaje; sirviéndose de todas las herramientas de las que ya disponemos, aplicándoles otra mirada que permita una forma más “sensible” de hacer las cosas.

Mª Isabel de la Rubia Rivas