Factores relacionados con las creencias distorsionadas sobre las mujeres y la violencia en estudiantes de Educación Secundaria1

Factors related to distorted beliefs about women and violence in secondary school students

DOI: 10.4438/1988-592X-RE-2022-395-517

Esther Rivas-Rivero

Mirian Checa-Romero

Alejandro Viuda-Serrano

Universidad de Alcalá

Resumen 

La violencia de género (VG) es un problema que afecta a todas las culturas, cuyo origen se encuentra en la socialización diferencial. El presente estudio, de corte transversal y diseño ex-post-facto y con una muestra de 777 adolescentes de Castilla-La Mancha, tiene como objetivo conocer las diferencias entre chicos y chicas respecto a las creencias distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia, así como la relación entre estos pensamientos distorsionados con la religiosidad, el posicionamiento político y el consumo de pornografía. Los resultados evidencian que los chicos presentan mayor tolerancia hacia estas creencias que las chicas. Además, las diferencias se encuentran entre quienes se consideraban personas muy religiosas, se posicionaban políticamente en la derecha política y consumían algo de pornografía, respecto a quienes se consideraban poco o nada religiosas, políticamente situadas en el centro o a la izquierda política y consumían nada o casi nada de pornografía, respectivamente. El modelo de ecuaciones estructurales muestra que el sexismo se relaciona de manera directa con los pensamientos distorsionados, mientras que la relación con la religiosidad y con el conservadurismo político es indirecta. Se subraya la importancia de identificar estos pensamientos entre adolescentes con el fin de prevenir la aceptación de la violencia en las futuras relaciones de pareja. El ámbito educativo tiene una importante labor en el desarrollo de la igualdad con el fin de construir una sociedad alejada de cualquier forma de discriminación contra las mujeres, aspecto que ha de iniciarse con la formación del profesorado y la inclusión de la perspectiva de género en las aulas.

Palabras clave: Pensamientos distorsionados, sexismo, religiosidad, conservadurismo político, consumo de pornografía, adolescentes.

Abstract 

Gender-Based Violence (GBV) is an issue facing cultures globally and its origin can be found in gender-differentiated socialisation. This paper presents a cross-sectional and ex-post-facto study among a sample of 777 adolescents of Secondary Education in Castilla-La Mancha region (Spain) analysing the differences between boys and girls regarding distorted thoughts about women and the use of violence, as well as the relationship with religiosity, political positioning and the consumption of pornography. Findings show that boys have a greater tolerance towards these thoughts. Statistically significant differences were found among those who consider themselves to be very religious, politically right-wing and pornography consumers, compared to those who consider themselves to have little or no religious feelings, to be politically left-wing and to consume little or no pornography, respectively. Furthermore, the results of structural equation modelling show that sexism is directly related to distorted thoughts, while the relationship with religiosity and political conservatism is indirect. In summary, it is essential to identify their prevalence in adolescent population in order to prevent acceptance of intimate partner violence in future relationships. Educational environment has a major role for gender equality to build a society far removed from any form of discrimination against women, what should start with teacher training programmes and the inclusion of gender perspective in the classroom.

Keywords: Distorted thoughts, sexism, religiosity, political conservatism, consumption of pornography, adolescents.

Introducción

La violencia de género (VG) constituye un grave problema de salud pública en la mayoría de las sociedades y culturas (McCarthy, Mehta y Haberland, 2018). Se entiende por VG a la violencia contra las mujeres por el hecho de serlo, por lo que tiene una naturaleza social y política teniendo en cuenta las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres que se han legitimado conforme al sistema patriarcal (Bonilla-Algovia y Rivas-Rivero, 2020). Concretamente en España, la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, realizada en el 2019 por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, reporta que la prevalencia de violencia física en mujeres que han tenido pareja es del 11.4% y el 8.9% ha sufrido violencia sexual por parte de alguna pareja actual o expareja (Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, 2020). Se ha encontrado que la tasa de violencia en las relaciones de noviazgo oscila entre el 20% al 80% para el maltrato psicológico (Rubio-Garay, López-González, Saúl y Sánchez-Elvira-Paniagua., 2012). Estos datos revelan que las conductas de violencia durante el noviazgo no son una excepción, sin embargo, se ha estudiado en menor medida que en población adulta (De la Villa, García, Cuetis y Sirvent, 2017), pese a que afecta negativamente a las adolescentes y puede condicionar la forma de vincularse a una relación de pareja en el futuro (Rodríguez-Franco y Rodríguez, 2009). Hay que añadir que en el estudio de esta prevalencia en adolescentes podría haber una subestimación teniendo en cuenta que existe una gran dificultad a la hora de identificar determinadas conductas como maltrato (Decker et al., 2015). Además, estudios previos demuestran que la violencia, como forma de resolver conflictos, ha sido un elemento frecuente en las relaciones de noviazgo (García-Carpintero, Rodríguez-Santero y Porcel-Gálvez, 2018), fruto de las desigualdades de género que se han transmitido tradicionalmente.

Se ha estudiado que un importante factor de riesgo para el mantenimiento de la VG es la aceptación de creencias distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia (Bosch y Ferrer, 2012; Fernández-Montalvo y Echeburúa, 1997). Estas distorsiones cognitivas son formas erróneas de interpretar la realidad. Además, constituyen uno de los grandes obstáculos que desvían la atención del problema, ya que legitiman la violencia como forma adecuada de resolver los conflictos (Echeburúa, Amor, Sarasua, Zubizarreta y Holgado-Tello, 2016). Algunas de estas creencias se basan en la responsabilidad de las mujeres en que se produzca, la descarga de culpa de los maltratadores, qué se entiende por VG y la resistencia a identificar este tipo de maltrato. Dichas distorsiones se basan en los roles tradicionales que consideran inferiores a las mujeres (Lorente, 2007; Torres y López-Zafra, 2010) y cuestionan que realmente se esté produciendo maltrato, minimizando sus efectos, culpando a las víctimas y exonerando a los agresores (Torres, Lemos-Giráldez y Herrero, 2013). La detección de estos sesgos cognitivos sobre las mujeres y el uso de la violencia ha sido muy importante en la intervención con hombres maltratadores, principalmente, (Echeburúa y Fernández-Montalvo, 2009), aunque también ha permitido establecer pautas para la prevención con adolescentes (Fox, Hale y Gadd, 2014). Además, la deconstrucción de estas ideas parece ser un punto de partida en la eliminación de la desigualdad de género y las distorsiones sobre los roles de hombres y mujeres en las relaciones de pareja.

Respecto a la tolerancia hacia estas distorsiones cognitivas, hay una mayor tendencia entre los hombres a aceptarlas que entre las mujeres (Bonilla-Algovia y Rivas-Rivero, 2019). Se han encontrado las mismas diferencias (Decker et al., 2015) y factores explicativos similares (Merino et al., 2021) en población adolescente, si bien, la mayoría de las investigaciones sobre estas creencias se ha realizado con población adulta y universitaria (Bonilla-Algovia y Rivas-Rivero, 2019; Echeburúa et al., 2016; Fernández-Montalvo y Echeburúa, 1997). Además, para comprender cómo los y las jóvenes construyen esas ideas irracionales es necesario conocer la aceptación de estas concepciones en la adolescencia, puesto que se van adquiriendo conductas específicas para cada sexo instauradas en cada cultura, siendo los factores de naturaleza sociocultural los que influyen en los modelos de masculinidad y feminidad (Soler, Barreto y González, 2005) y determinan las conductas orientadas hacia estas prescripciones sociales, de modo que podrían emerger comportamientos abusivos y coercitivos (Francis y Pearson, 2019)

En la construcción de estas distorsiones influyen los mandatos culturales que han ido otorgando una serie de privilegios y derechos al hombre, tanto fuera como dentro de la pareja, y han legitimado tradicionalmente un poder y una dominación sobre la mujer, aceptando el uso de la violencia para controlarla (You y Shin, 2020). Las representaciones de las identidades femenina y masculina que se forman a través de la socialización son estructuras simbólicas que dan sentido a la realidad y orientan los comportamientos de los hombres y las mujeres. Estas representaciones culturales de género son creencias compartidas generacionalmente mediante la interacción con diversos agentes e instituciones que modelan el comportamiento (González-Anleo, Cortés y Garcelán, 2018; Spruijt, Dekker, Ziermans y Swaab, 2019). Además, la discriminación hacia las mujeres procede de las expectativas colectivas de lo que se considera apropiado (Perrin et al., 2019). Por lo tanto, la normalización de la VG se encuentra en la prescripción de creencias, reglas y actitudes discriminatorias que influyen en que dicha violencia sea difícil de eliminar (Read-Hamilton y Marsh, 2016).  

Otro importante predictor de la VG es el sexismo, entendiéndose como el conjunto de “actitudes, creencias y comportamientos, así como las prácticas organizacionales, institucionales y culturales que, o bien reflejan evaluaciones negativas de las personas en función del género al que pertenecen, o bien apoyan la existencia de un estatus desigual de mujeres y hombres” (Swim y Hyers, 2009, p. 407). Es una actitud que se mantiene en el tiempo y que posee una carga afectiva que conduce al desarrollo de conductas discriminatorias. De este modo, se asienta la creencia de que hombres y mujeres son esencialmente diferentes y, por tanto, deben tener distintos roles y normas sociales (Hellmer, Stenson y Jylhä, 2018). Este constructo actitudinal se explica bajo la Teoría del Sexismo Ambivalente (Glick y Fiske, 1996). En dicha teoría coexiste un sexismo tradicional, denominado sexismo hostil, con otro sexismo mucho más sutil, aparentemente más amable, pero igual de discriminatorio, llamado sexismo benévolo. Ambas formas de sexismo perpetúan la desigualdad y la subordinación de la mujer (Montañés, Megías, De Lemus y Moya, 2015). 

Las expectativas hacia el rol de género están influenciadas por factores socioculturales (Glick et al., 2000). Concretamente, se ha abordado la relación entre la práctica religiosa con las actitudes discriminatorias hacia las niñas y las mujeres, y se ha concluido que, al comparar religiones monoteístas entre sí, no se trata de la afiliación específica, sino del alcance de la religiosidad o la fuerza a una religión lo que predice la discriminación hacia las mujeres (Hannover, Gubernath, Schultze y Zander, 2018). Esta relación podría ser directa, ya que las autoridades religiosas podrían estar enseñando de forma explícita puntos de vista estereotípicos a través de los valores que inculca la enseñanza religiosa (Mikolajczak y Pietrzak, 2014). No obstante, la religiosidad se ha relacionado en mayor medida con el sexismo benevolente que con el hostil (Haggard, Kaelen, Saroglou, Klein y Rowatt, 2019; Hellmer et al., 2018). 

Las actitudes discriminatorias hacia las mujeres también se han asociado a variables ideológicas relacionadas con el conservadurismo político (Sibley, Wilson y Duckitt, 2007), caracterizado por la necesidad de preservar y mantener las tradiciones sociales, es decir, con los roles tradicionales de género que se atribuyen a las mujeres a través de los cuales se destaca su delicadeza y necesidad de ser protegidas por los hombres (León y Aizpurúa, 2020), si bien, se ha relacionado estadísticamente con la dimensión hostil del sexismo (Christopher y Mull, 2006).

Cabe añadir que el uso normalizado de internet y las redes sociales están siendo claves en la transmisión de actitudes distorsionadas y en la forma en que se ejerce la violencia contra las mujeres en el mundo virtual (Rebollo-Catalan y Mayor-Buzon, 2020). Es relevante el vínculo entre el consumo de pornografía y las actitudes sexistas, ya que esta se basa en la visión de la mujer como objeto sexual y la justificación de la violencia contra las mujeres (Gallego y Fernández-González, 2019). La exposición a la pornografía se ha asociado con la violencia entre parejas adolescentes ya que, con la proliferación de Internet, los adolescentes acceden fácilmente a material sexualmente explícito (Rostad et al., 2019). También se ha demostrado que la exposición frecuente a la pornografía se relaciona con actos de agresión sexual y violencia en el noviazgo en la adolescencia (Wright, Tokunaga y Kraus, 2016). El contenido de las escenas representadas y la frecuencia con la que se consume podría contribuir al desarrollo de una cultura que apoye el maltrato hacia las mujeres, favoreciendo actitudes tolerantes hacia el uso de la violencia contra estas (Sun, Bridges, Johnson y Ezzell, 2016). Además, algunos estudios refieren que, a mayor uso o consumo de contenido pornográfico, mayor es la frecuencia de la violencia física y sexual contra las mujeres (Brem et al., 2020). Es relevante indicar que se han encontrado elevadas tasas de adolescentes que dependen de la pornografía para la educación sexual, siendo un colectivo susceptible de ser condicionado debido a que su identidad se encuentra en proceso de construcción al tratarse de un periodo crítico por su inexperiencia (Rothman, Kaczmarsky, Burke, Jansen y Baughman, 2015).

Con todo, la abundante aportación científica evidencia que, si bien durante las últimas décadas ha habido un gran avance en materia de igualdad entre mujeres y hombres, siguen manteniéndose actitudes discriminatorias en las sociedades desarrolladas y entre los grupos más jóvenes (Esteban y Fernández, 2017; León y Aizpurúa, 2020). Por ello, la realización de investigaciones con población adolescente resulta fundamental de cara a la prevención, puesto que existe una relación positiva entre la aceptación de tales creencias y actitudes y la VG (Ubillos-Landa, Goiburu-Moreno, Puente-Martínez, Pizarro-Ruiz y Echeburúa-Odriozola, 2016). Además, la adolescencia constituye una etapa crucial para el desarrollo de habilidades que favorezcan vínculos afectivos saludables en dichas relaciones (Muñoz-Fernández, Ortega-Rivera, Nocentini, Menesini y Sánchez-Jiménez, 2019). Dada la importancia de la socialización en el mantenimiento de las ideas distorsionadas y las actitudes discriminatorias hacia las mujeres, se ha de intervenir a través de la coeducación para desafiar estas prescripciones altamente nocivas que sustentan la desigualdad (Glass et al., 2018; Navarro-Pérez, Carbonell y Oliver, 2019). 

Por todo esto, el objetivo del presente estudio ha sido analizar las creencias distorsionadas sobre las mujeres y sobre el uso de la violencia en una muestra de adolescentes de Castilla-La Mancha. También se pretende conocer la influencia de las actitudes discriminatorias en la aceptación de las distorsiones cognitivas, así como la relación con la religiosidad, el posicionamiento político y el consumo de pornografía como factores influyentes en tales aceptaciones. Puesto que estas creencias irracionales constituyen un factor de riesgo para la VG, estudiar qué variables podrían predecir estas distorsiones podría prevenir su asimilación y que afecten a sus relaciones de pareja en el futuro. 

Método

Participantes

La muestra de la presente investigación está formada por 777 adolescentes de los cursos de 3º y 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), de los cuales, algo más de la mitad eran mujeres. La edad media de la muestra se sitúa en torno a los 14 años. El 54.3% estaba escolarizado en 3º de la ESO. Más del 90% tenían nacionalidad española. En torno al 50% vivía en localidades de más de 10.000 habitantes. Uno de cada tres participantes era de la provincia de Toledo. En torno al 50% de las personas participantes se consideraban nada o poco religiosas, se posicionaban políticamente más a la izquierda y por encima del 63% no consumían pornografía (Tabla 1). 

TABLA I. Características sociodemográficas de la muestra. 

 

%

n

M (DT)

Sexo 

Mujeres

49.5

385

Hombres

50.5

392

Edad 

14.47 (.891)

12-14

55.1

428

15-18

44.8

348

Curso

54.3

422

45.7

355

Nacionalidad 

Española 

92.1

716

Extranjeros

7.9

61

Provincia

Albacete

10.7

83

Ciudad Real

27.8

216

Cuenca

9.9

77

Guadalajara

17.8

138

Toledo

33.8

263

Ruralidad 

< 2.000 

4.2

32

De 2.000 a 9.999 

46.7

363

> 10.000 

49.1

382

Religiosidad

2.17 (1.453)

Nada/poca

53.3

414

Algo religiosa

28.6

222

Muy religiosa

18.1

141

Tendencia política

2.37 (1.345)

Izquierda

46.1

358

Centro

27.5

214

Derecha

16.1

125

Consumo de pornografía

1.27 (1.526)

Nada

63.6

494

Muy poca

12.6

98

Poca

21.4

166

Instrumentos de medida

Características sociodemográficas y de contexto. Se crearon preguntas ad hoc para conocer el sexo, la edad, el lugar de residencia y el grado de religiosidad, posicionamiento político y consumo de pornografía, codificadas en escala Likert de seis valores, siendo 0 nada a 5 muy/mucho para la religiosidad y el consumo de pornografía, y de 0 completamente a la izquierda política a 5 completamente a la derecha política. 

Inventario de pensamientos distorsionados sobre la mujer y el uso de la violencia- revisado (IPDMUV-R) (Echeburúa et al., 2016). Consta de un factor y un total de 21 reactivos que evalúan creencias irracionales sobre las mujeres y la violencia contra estas. La respuesta de cada uno de dichos reactivos es dicotómica (Sí/No) y el rango en la puntuación oscila entre 0 y 21 puntos, por lo que, a mayor puntuación, mayor es la aceptación de las creencias distorsionadas. En la validación de la escala se obtuvo un Alfa de Cronbach de .74. En el presente estudio, el Alfa de Cronbach es ligeramente inferior (.705).

Escala de Detección del Sexismo en Adolescentes (DSA) (Recio, Cuadrado y Ramos, 2007). Está formada por 26 ítems y dos factores: 16 ítems diseñados para detectar el componente hostil del sexismo (ítems 2, 4, 5, 7, 9, 10, 12, 14, 16, 18, 19, 20, 22, 23, 25, 26) y 10 ítems en relación con el componente benévolo del sexismo (ítems 1, 3, 6, 8, 11, 13, 15, 17, 21, 24), en escala Likert de seis valores (de 1, totalmente en desacuerdo, a 6, totalmente de acuerdo). En la validación de la escala se encontró un nivel excelente de consistencia interna (.90). En el presente trabajo, el Alfa de Cronbach fue de .927.

Procedimiento  

El estudio, de metodología cuantitativa y diseño ex-post-facto, se llevó a cabo en centros de Educación Secundaria de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. El Comité de Ética de la universidad dio su aprobación para llevar a cabo el proyecto (CEI/HU/2019/39).  El equipo de investigación contactó con la dirección de los centros a quienes se informó de los objetivos del estudio. Se estableció un calendario para poder administrar el instrumento en un rango de tres semanas (segunda quincena de septiembre y primera semana de octubre de 2019). Se entregó el consentimiento informado a los y las docentes responsables de los grupos, quienes firmaron las autorizaciones para la aplicación del cuestionario en las que se garantizaba el anonimato de las personas participantes, así como la confidencialidad de los datos. La cumplimentación del cuestionario tuvo una duración aproximada de 40 minutos.

Análisis de datos 

La base de datos se creó con el programa estadístico SPSS (IBM 25.0). Se utilizaron los estadísticos Chi-cuadrado para analizar las diferencias en función del sexo en cada uno de los reactivos del IPDMUV-R. Las variables continuas se analizaron con la prueba t de Student para muestras independientes. Se calculó el tamaño del efecto entre las variables a través del estadístico d de Cohen, siendo la relación pequeña si d ≤ .20, moderada si d ≤ .50 y grande si d ≥ .80. La aceptación de las ideas distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia, según las puntuaciones de los percentiles para la religiosidad, el posicionamiento político y el consumo de pornografía, se calcularon con la prueba ANOVA de un factor. Se realizaron comparaciones múltiples post-hoc para contrastar las medias de la escala de ideas distorsionadas. Para calcular qué variables predicen las distorsiones cognitivas sobre la VG se hizo un análisis de regresión lineal múltiple. Finalmente, la relación entre el sexismo, los pensamientos distorsionados sobre las mujeres y el uso de la violencia y los factores socioculturales se analizó mediante un modelo de ecuaciones estructurales (SEM, Structural Equation Models). Se utilizó el programa AMOS (IBM AMOS 24.0). El análisis del ajuste global del modelo se llevó a cabo a través de la técnica Mínimos Cuadrado Generalizados (Generalized Least Squares). Para determinar la calidad de ajuste se siguieron los siguientes indicadores: GFI, AGFI, CFI, NFI ≥ .95, RMSEA ≤ .70. 

Resultados

Como se muestra en la Tabla 2, la aceptación de las ideas distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia, en un rango de 0 a 21 punto, fue inferior a 5. En el DSA, la media fue de 48 puntos. Finalmente, se obtuvieron puntuaciones muy próximas entre el sexismo hostil y el benévolo.

TABLA II. Descriptivos respecto al sumatorio de la escala de sexismo, de los componentes del sexismo hostil y benévolo y sumatorio del IPDMUV-R. 

  

M

DT

Asimetría

e

Curtosis

e

IPDMUV-R 

4.50

2.852

.606

0.99

.318

.198

Sexismo DSA 

48.14

17.986

.945

.088

.430

.175

Sexismo hostil 

24.72

10.491

1.633

.088

2.368

.175

Sexismo Benévolo 

23.41

9.261

.489

.088

-.293

.175

En la Tabla 3 se muestran las diferencias según el sexo en cada uno de los reactivos del IPDMUV-R. En general, se aprecia mayor aceptación de las distorsiones cognitivas entre los chicos que entre las chicas de la muestra. Únicamente en el ítem 8 (para muchas mujeres, el maltrato por parte de sus parejas es una muestra de su preocupación por ellas) se ha hallado un mayor porcentaje de aceptación en el grupo de mujeres. Se encuentran diferencias estadísticamente significativas entre chicos y chicas en los sesgos relacionados con la supuesta inferioridad de las mujeres y los roles tradicionales de género (ítems 1, 2 y 4). También existen diferencias en las distorsiones que culpabilizan a la mujer de la violencia (ítems 10 y 11) y en aquellas que exoneran al agresor (ítems 16, 19, 20 y 21), con una aceptación entre los hombres cercana al 48% y al 62% para los ítems 20 y 21, respectivamente.

TABLA III. Diferencias en la aceptación del IPDMUV-R según el sexo. 

  

Hombres

Mujeres

χ2

1. Las mujeres son inferiores a los hombres. 

3.6% (13)

1.1% (4)

4.804*

2. Si el hombre es el que aporta el dinero en casa, la mujer debe estar subordinada a él. 

3.9% (14)

1.1% (4)

5.670*

3. El hombre es el responsable de la familia, por lo que la mujer le debe obedecer. 

2.2% (8)

0.8% (3)

2.252

4. La mujer debe tener la comida y la cena a punto para cuando el hombre vuelve a casa. 

7.5% (27)

3.6% (13)

5.190*

5. La obligación de una mujer es tener relaciones sexuales con su pareja, aunque en ese momento no le apetezca. 

2.5% (9)

0.8% (3)

2.984

6. Una mujer no debe llevar la contraria a su pareja. 

4.1% (15)

2.8% (10)

.979

7. Una mujer que permanece conviviendo con un hombre violento debe tener un serio problema. 

55.5% (196)

53.4% (183)

.331

8. Para muchas mujeres, el maltrato por parte de sus parejas es una muestra de su preocupación por ellas. 

20.3% (72)

30.5% (107)

9.707**

9. Cuando un hombre pega a su pareja, ella sabrá por qué. 

8.6% (31)

5.6% (20)

2.521

10. Si las mujeres realmente quisieran, sabrían cómo prevenir nuevos episodios de violencia. 

35.9% (127)

22.6% (79)

15.050***

11. Muchas mujeres provocan deliberadamente a sus parejas para que estos pierdan el control y les golpeen. 

9.4% (34)

5.6% (20)

3.717*

12. El hecho de que la mayoría de las mujeres no llame a la policía cuando están siendo maltratadas es una prueba de que quieren proteger a sus parejas. 

33.1% (118)

29.4% (104)

1.118

13. Los profesores de la escuela hacen bien en utilizar el castigo físico contra niños que son repetidamente desobedientes y rebeldes. 

18.8% (67)

11.0% (39)

8.417**

14. Los niños realmente no se dan cuenta de que sus padres maltratan a sus madres a no ser que sean testigos de una pelea. 

53.9% (192)

49.1% (169)

1.617

15. Para maltratar a una mujer hay que odiarla. 

36.1% (125)

30.9% (107)

2.101

16. La mayoría de los hombres que agreden a sus parejas se sienten avergonzados y culpables por ello. 

25.5% (89)

15.2% (53)

11.333***

17. Lo que ocurre dentro de una familia es problema únicamente de la familia. 

28.5% (102)

23.9% (84)

1.904

18. Muy pocas mujeres tienen secuelas físicas o psicológicas a causa de los malos tratos. 

15.1% (53)

13.5% (47)

.362

19. En muchas ocasiones los hombres maltratan a sus parejas porque ellas les fastidian. 

18.3% (65)

12.9% (45)

3.915*

20. La mayoría de las personas que ejercen algún tipo de violencia son personas fracasadas o “perdedoras”. 

47.4% (166)

34.7% (120)

11.678***

21. Las personas que ejercen violencia tienen graves problemas psicológicos y a menudo no saben lo que hacen. 

61.7% (211)

53.9% (186)

4.265*

Nota: *p £ .05; **p £ .01; ***p£ .001  

Los resultados también evidencian diferencias entre chicos y chicas en las puntuaciones obtenidas en el sumatorio del IPDMUV-R, así como en el DSA y en el componente hostil del sexismo (Tabla 4). Se observa un tamaño del efecto moderado en el DSA (d = .317) y, en mayor medida, en el componente hostil (= .435). Caben señalar diferencias entre ambos grupos respecto al posicionamiento político y al consumo de pornografía, siendo el tamaño del efecto en el consumo de pornografía muy elevado (d = 1.032).

TABLA IV. Diferencia de medias según el sexo respecto a los sumatorios del IPDMUV-R, el DSA, los componentes hostil y benévolo y la religiosidad.

Hombres

Mujeres

M

DT

M

DT

t

d de Cohen

IC 95%

IPDMUV-R

4.88

2.868

4.11

2.770

3.317***

.273

.131 - .414

Sexismo DSA

50.20

18.738

44.60

16.540

4.161***

.317

.175 - .458

Sexismo hostil

26.80

11.175

22.35

9.196

6.060***

.435

.292 - .577

Sexismo benévolo

23.77

9.226

22.59

9.306

1.783

.127

-.013 - .268

Religiosidad

2.09

1.519

2.26

1.379

-1.638

-.117

-.257 - .023

Tendencia política

2.50

1.407

2.23

1.264

2.736**

.201

.052 - .350

Consumo de pornografía

1.97

1.554

.57

1.123

14.252***

1.032

.881 - 1.184

Nota: *p £ .05; **p £ .01; ***p£ .001

Tras conocer la existencia de diferencias se realizaron comparaciones post-hoc mediante el método Bonferroni (Tabla 5). Los resultados confirman que las diferencias estadísticamente significativas se encuentran respecto a quienes se consideraban personas muy religiosas, se posicionaban políticamente hacia la derecha política y consumían algo de pornografía.

TABLA V. Prueba post hoc sobre los pensamientos distorsionados según la religiosidad, la tendencia política y el consumo de pornografía.

Religiosidad (I)

Religiosidad (J1)

Diferencia de medias (I-J1)

Religiosidad (J2)

Diferencia de medias (I-J2)

IPDMUV-R

Nada

Algo

-.471

Mucho

-.857*

Algo

Nada

.471

Mucho

-.385

Mucho

Nada

.857*

Algo

.385

Tendencia política (I)

Tendencia política (J1)

Diferencia de medias (I-J1)

Tendencia política (J2)

Diferencia de medias (I-J2)

IPDMUV-R

Izquierda

Centro

-.434

Derecha

-1.088**

Centro

Izquierda

.434

Derecha

-.654

Derecha

Izquierda

1.088**

Centro

.654

Consumo de pornografía (I)

Consumo de pornografía (J1)

Diferencia de medias (I-J1)

Consumo de pornografía (J2)

Diferencia de medias (I-J2)

IPDMUV-R

Nada

Casi nada

-.429

Poca

-.817*

Casi nada

Nada

.429

Poca

-.388

Poca

Nada

.817*

Casi nada

.388

Nota: *p £ .05; **p £ .01; ***p £ .001.

Se realizó un análisis de regresión lineal múltiple mediante el método de Introducción con el fin de estudiar si las variables independientes: sexismo (hostil y benévolo), el sexo, la religiosidad, el posicionamiento político y el consumo de pornografía predicen las distorsiones cognitivas medidas a través de la escala IPDMUV-R (Tabla 6). Según los resultados obtenidos, los componentes hostiles (β = .369; p < .05) y benévolo (β = .232; p < .05), explican significativamente la puntuación del IPDMUV-R de forma positiva, lo que indica que, a mayor puntuación en sexismo hostil y benévolo, mayores puntaciones se obtienen en distorsiones cognitivas. En cuanto al coeficiente de determinación, obtenemos una puntuación igual a R2 ajustado = .316. Esto indica que ambas variables (hostil y benévolo) predicen un 31.6% la variabilidad de la variable distorsiones cognitivas. Las variables sexo, religiosidad, el conservadurismo político y el consumo de pornografía no predicen las distorsiones cognitivas (p > .05).

TABLA VI. Predicción de los pensamientos distorsionados en función de los componentes del sexismo, la religiosidad, la tendencia política y consumo de pornografía

B

SE

B estandarizado

t

p

VIF

Constante

.116

.620

.187

.852

Sexismo hostil

.099

.013

.369

7.645

.000

1.863

Sexismo benévolo

.073

.015

.232

4.960

.000

1.760

Sexo

-.155

.232

-.027

-.668

.504

1.300

Religiosidad

.021

.140

.005

.147

.883

1.121

Conservadurismo político

.206

.140

.054

1.464

.144

1.083

Consumo de pornografía

.047

.138

.014

.342

.732

1.284

Nota: B = Coeficiente no estandarizado; SE = error estándar; B estandarizado = coeficiente estandarizado; t = T de Student; p = significación; VIF = factor de inflación de la varianza.

El modelo analiza las relaciones directas e indirectas entre cinco variables observables (Figura 1): el componente hostil, el componente benévolo, los pensamientos distorsionados sobre las mujeres y el uso de la violencia (IPDMUV-R), el conservadurismo político y la religiosidad. La calidad de ajuste del modelo es aceptable: χ2 = 19.872, gl = 5, valor de p = .001, GFI = .990, AGFI = .969, NFI = .930, CFI = .946, RMSEA = .62. Tal y como se puede ver, el modelo estructural explica el 25% de los pensamientos distorsionados, el 3% del conservadurismo político y el 5% de la religiosidad.

FIGURA I. Modelo estructural propuesto

Para analizar la adecuación del modelo se estudió la significación de las relaciones entre las distintas variables (Tabla 7). Todos los pesos son significativos al nivel de p < .05. Los componentes del sexismo tienen un efecto directo en los pensamientos distorsionados (βhostil = .382, p = .000 y βbenévolo = .161, p = .000), el componente hostil tiene un efecto directo en el conservadurismo político (β = .160, p = .000) y el componente benévolo tiene un impacto directo en la religiosidad (β = .217, p = .000).

TABLA VII. Pesos de regresión estandarizada en las relaciones del modelo

Relaciones causales

Pesos de regresión estandarizada

p

Sexismo hostil

ó

Sexismo benévolo

.656

.000

Sexismo hostil

ð

IPDMUV-R

.382

.000

Sexismo benévolo

ð

IPDMUV-R

.161

.000

Sexismo hostil

ð

Conservadurismo político

.160

.000

Sexismo Benévolo

ð

Religiosidad

.217

.000

Discusión y conclusiones

Identificar los sesgos cognitivos relacionados con los estereotipos de género y la justificación de la violencia es fundamental en el ámbito de la prevención primaria (Echeburúa et al., 2016). Por ello, el presente trabajo analiza la aceptación de las ideas distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia en adolescentes de Castilla-La Mancha y reporta nuevos datos sobre las diferencias en función del sexo, así como respecto a la relación entre estos sesgos cognitivos con el sexismo y otras variables como la religiosidad, el conservadurismo político y el consumo de pornografía, dado que podrían influir en las creencias que mantienen la desigualdad y la VG entre la población adolescente.

Para empezar, la media de sesgos aceptados entre los y las adolescentes de la muestra fue de 4.50 y la puntuación media respecto al sexismo fue de 48 puntos, siendo similares las puntuaciones en ambos componentes del sexismo. En cuanto a otras características de los y las participantes, más de la mitad de los y las adolescentes se consideraba poco o nada religiosos/as, en torno al 46% se posicionaba a la izquierda política y por encima del 63% afirmaron no haber consumido nada de pornografía. En línea con lo que señalan otros estudios con población adolescente (Ubillos-Landa et al., 2017), existen diferencias entre chicos y chicas, siendo superior el grado de aceptación de los sesgos cognitivos entre ellos. Únicamente se encontró un mayor porcentaje en el grupo de chicas respecto al ítem 8, relacionado con la idea de que el maltrato podría ser una muestra de su preocupación por ellas, por lo que el estudio de estas ideas distorsionadas en población adolescente es fundamental teniendo en cuenta que existen dificultades a la hora de reconocer determinados comportamientos como conductas de maltrato y no como una demostración de amor (Francis y Pearson, 2019; Rivas-Rivero y Bonilla-Algovia, 2020). En las puntuaciones del sexismo en función del sexo también se hallaron puntuaciones más altas entre los chicos que entre las chicas del estudio, de acuerdo con otras investigaciones con adolescentes (Montañés et al., 2015; Recio et al., 2007), si bien, aunque en algunos trabajos se han reportado mayores niveles de sexismo benévolo en las chicas (Recio et al., 2007), en general, los chicos de la muestra estaban más de acuerdo con las actitudes discriminatorias contra las mujeres tanto en el componente hostil, como en el benévolo.

Hay que señalar que los resultados revelan una asociación de efecto moderado en la relación entre el sexo y el componente hostil del sexismo (d = .43). También se han visto diferencias entre ambos grupos en función de la tendencia política, posicionándose más a la derecha los chicos que las chicas, así como una mayor exposición a contenido pornográfico, relación en la que los análisis evidencian un tamaño del efecto elevado (d = 1.03). Estos hallazgos son especialmente relevantes, puesto que este consumo supone un importante factor de riesgo en la perpetración de la VG (Brem et al., 2020; Sun et al., 2016; Wright et al., 2016) y en la representación de las mujeres como objetos sexuales (Gallego y Fernández-González, 2019), haciéndose evidente la necesidad de intervención, ya que parece haber elevadas tasas entre la población adolescente que recurre a la pornografía para la educación sexual (Rothman et al., 2015). No obstante, los y las adolescentes del presente trabajo reportaron que el consumo de pornografía era escaso, aunque los chicos autoinformaron de haberlo consumido en mayor medida que las chicas. Por último, no se han encontrado diferencias en la religiosidad en función del sexo, aunque la media es ligeramente superior en el grupo de las adolescentes.

Por lo tanto, los datos evidencian que hay un mayor grado de aceptación entre los chicos de la muestra respecto a los estereotipos tradicionales de género, el uso de la violencia como forma normalizada de resolver los conflictos en el ámbito de la pareja y las actitudes discriminatorias hacia las mujeres, lo que podría ser un reflejo de los privilegios que se han ido concediendo a los hombres en los que se legitima la dominación masculina (Rodríguez et al., 2006) a través de distintos agentes de socialización (Perrin et al., 2019; Spruijt et al., 2019), haciendo difícil la eliminación de la VG (Read-Hamilton y Marsh, 2016). Por esto, son necesarias las investigaciones con población adolescente para evidenciar un problema que requiere de intervención educativa inmediata (Bonilla-Algovia y Rivas-Rivero, 2019; Muñoz Fernández et al., 2019; Navarro et al., 2019), así como del desarrollo de planes de formación específica para el profesorado.

Hay que añadir la existencia de diferencias entre grupos en cuanto a la religiosidad, la tendencia política y el consumo de pornografía en el número de ideas distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia. Como indicaron las pruebas post hoc, se dieron diferencias entre quienes puntuaron más alto en religiosidad, en conservadurismo político y consumieron algo de pornografía. Estos hallazgos son relevantes, puesto que no abundan estudios que refieran diferencias en estas variables en función de las ideas distorsionadas sobre la VG, sobre todo en una etapa de desarrollo en la que los y las adolescentes están adquiriendo competencias para el desarrollo de relaciones afectivas (Muñoz-Fernández et al., 2019) en la que hay que identificar la influencia de las prescripciones que mantienen la desigualdad (Bonilla-Algovia y Rivas-Rivero, 2019; Glass et al., 2018; Navarro-Pérez et al., 2019). Aun con todo, son las actitudes discriminatorias hacia las mujeres, en su componente tanto hostil como benévolo, las que predicen las ideas distorsionadas sobre las mujeres y el uso de la violencia, tal y como se refleja en los resultados del análisis de regresión.

Según el modelo de ecuaciones estructurales, el sexismo se relaciona de manera directa con los pensamientos distorsionados sobre las mujeres y el uso de la violencia (IPDMUV-R), sin embargo, la relación con la religiosidad y con el conservadurismo político es indirecta, ya que, en la adecuación del modelo, la religiosidad se relaciona con el componente benévolo y el conservadurismo político con el componente hostil. Se eliminó el consumo de pornografía de la ecuación por la baja calidad de los índices de ajuste en su interacción con otras variables. No obstante, los y las adolescentes de la muestra reportaron bajo porcentaje de consumo de pornografía que ha podido condicionar estos resultados. Si bien se han encontrado evidencias sobre la relación entre la religiosidad y el sexismo (Haggard et al., 2019; Hellmer et al., 2018; Mikolajczak y Pietrzak, 2014), y el conservadurismo político y el sexismo (Christopher y Mull, 2006; Sibbley et al., 2007), en la presente investigación se relacionan con los pensamientos distorsionados de manera indirecta, por lo que se abren nuevos enfoques en el estudio de esta asociación.

Este trabajo cuenta con algunas limitaciones. Para empezar, el tamaño muestral habría de ampliarse, pues la muestra no es representativa del conjunto de adolescentes, aunque sí aporta información relevante para trazar otras perspectivas en la investigación con adolescentes. Por otro lado, habría de incluirse un instrumento para el estudio de la deseabilidad social, ya que la formulación explícita de algunas afirmaciones pudiera hacer que estuviesen subrepresentadas. Cabe señalar que el IPDMUV-R hace referencia a relaciones heterosexuales. A este respecto, hay que añadir que se desconocía la orientación sexual de las personas que formaban parte del estudio, aspecto que podría tenerse en cuenta en futuros trabajos. Como prospección sería interesante ampliar la muestra e incluir las dimensiones afectiva y conductual de las actitudes, así como profundizar en las variables que analizan la religiosidad, el consumo de pornografía y el posicionamiento político a través de instrumentos validados, además de incluir la orientación sexual y estudiar esta variable respecto a la cognición social analizada. Aun con todo, el trabajo presenta información relevante y permite profundizar en los sesgos cognitivos que legitiman la violencia en población adolescente, dado que el estudio de estos pensamientos distorsionados es relevante tanto para la detección de la aceptabilidad de la violencia, como en la intervención educativa (Echeburúa et al., 2016; Fox et al., 2014). Los datos ponen de manifiesto la importancia de la coeducación y de incorporar la perspectiva de género en la formación del profesorado con el fin de prevenir y erradicar cualquier tipo de actitudes sexistas (Rivas-Rivero y Bonilla-Algovia, 2020), encaminándose a la consecución de la igualdad de género propuesta en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en la conformación de sociedades y culturas que hayan erradicado toda forma de violencia y de discriminación contra las mujeres. Teniendo en cuenta que la VG constituye un grave problema de salud pública (McCarthy et al., 2018), que su tolerancia afecta a todas las edades y que las cifras de violencia en el noviazgo son alarmantes (Rubio-Garay et al., 2012), se ha de seguir contribuyendo a su eliminación a través de programas de intervención basados en la igualdad, deconstruyendo las ideas distorsionadas sobre las mujeres y los roles de género transmitidos tradicionalmente, así como detectando los factores de riesgo que favorecen la socialización de estas creencias distorsionadas que ralentizan el desarrollo y el progreso social.

Agradecimientos

Investigación financiada por la Cátedra Isabel Muñoz Caravaca de la Universidad de Alcalá y por el Programa de investigación “Estímulo a la Excelencia para profesores universitarios permanentes”, financiado por la Universidad de Alcalá y la Comunidad de Madrid, EPU-INV/2020/005.

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Información de contacto: Esther Rivas Rivero. Universidad de Alcalá. C/ San Cirilo, s/n, 28801, Alcalá de Henares (Madrid) E-mail: esther.rivas@uah.es


1 Financiación: Investigación financiada por el proyecto Percepción de la Igualdad entre hombres y mujeres adolescentes de Castilla-La Mancha” perteneciente a la Cátedra Isabel Muñoz Caravaca (convenio entre la Universidad de Alcalá y el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha) y por el Programa de investigación “Estímulo a la Excelencia para profesores universitarios permanentes”, financiado por la Universidad de Alcalá y la Comunidad de Madrid, EPU-INV/2020/005.