PRESENTACIÓN
El día 10 de octubre de 2024 se celebró en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales el seminario Genealogía Feminista: Debates Actuales, con el que comenzó la andadura de la segunda época del Laboratorio de Igualdad de este Centro. Este seminario, inaugurado por la directora del CEPC, Rosario García Mahamut, contó con las ponencias de prestigiosas representantes actuales del feminismo español: Rosa Cobo Bedía, Luisa Posada Kubissa y Tasia Aránguez Sánchez, que se recogen en la Sección de Debates de esta revista.
El feminismo es un movimiento filosófico y político que tiene más de tres siglos de vida. En la actualidad se comporta, por tercera vez en su historia, como un movimiento de masas. Pero, debido seguramente a la globalización y a la expansión de las redes sociales, en este primer cuarto del siglo xxi está adquiriendo unas dimensiones mundiales. Las manifestaciones feministas de 2018 tuvieron unas dimensiones nunca vistas antes, reunieron a mujeres y hombres de varias generaciones y se produjeron en casi todos los países del mundo, aunque fundamentalmente en Europa y las Américas.
Pero, debido a este innegable éxito, han surgido también poderosos ataques y críticas al feminismo desde distintos frentes. La intención a la hora de organizar este seminario era reivindicar el legado del feminismo frente a los ataques y retos a los que se enfrenta el movimiento feminista en la actualidad. Como dice Rosa Cobo, el feminismo tiene que ofrecer a la sociedad su propio relato, en lugar de que lo haga la cultura patriarcal. En sus propias palabras, «blindar nuestra memoria colectiva como movimiento social y como tradición intelectual, como teoría y como práctica política, es fundamental para influir en la vida colectiva y transformar las estructuras patriarcales».
El artículo de Rosa Cobo realiza un rápido repaso de las distintas olas feministas, para centrarse en la cuarta ola, la que vivimos en la actualidad. Las características esenciales de esta cuarta ola son la globalización del feminismo y la entrada masiva de mujeres muy jóvenes, fenómenos ambos potenciados por la rápida expansión de las redes sociales. A los grandes avances propiciados por el feminismo radical de los años setenta del pasado siglo le siguió una potente reacción patriarcal que propugnaba la vuelta de las mujeres al espacio doméstico y a una posición subordinada a los varones. Contra esta reacción patriarcal, las feministas de la cuarta ola pasan a la ofensiva. Una de las grandes reivindicaciones es ahora la lucha contra la violencia sexual, la conquista del espacio público en las mismas condiciones que los hombres, sin que las mujeres teman ser agredidas. Pero también se conceptualizan y se politizan otros fenómenos sociales típicos del patriarcado, como los cuidados, el amor romántico, la maternidad, la sexualidad, la pornografía y la explotación sexual y reproductiva.
Ahora bien, la cultura patriarcal se está redefiniendo para hacer frente a estas nuevas realidades. El patriarcado acepta la incorporación de las mujeres al mundo laboral (normalmente en puestos inferiores y menos remunerados que los varones), pero hay un fuerte movimiento por la sumisión de las mujeres en el ámbito íntimo y de la pareja. Las redes sociales, las series, las revistas y otros medios de comunicación están repletos de figuras de mujeres jóvenes hipersexualizadas. Las niñas y adolescentes vuelven a encontrarse prototipos de mujeres con figuras imposibles, muy maquilladas, con una indumentaria que pretende sobre todo llamar la atención sexual de los varones.
Otro de los grandes retos a los que se enfrenta el feminismo en la actualidad, que describe muy bien Rosa Cobo, es el acento en la diversidad dentro del sujeto político del feminismo. Mientras que antes se hablaba de las mujeres de forma genérica como subordinadas a los varones en la sociedad patriarcal, ahora se incide en que dentro del colectivo mujeres hay grandes diferencias. Se habla, entonces, de la diferencia entre las mujeres de países desarrollados y las mujeres de países en vías de desarrollo o del mundo colonial, de mujeres racializadas que son víctimas de una discriminación múltiple o interseccional, de mujeres ricas y cultas frente a mujeres pobres.
Y en este contexto se abren también las reivindicaciones del movimiento LGTBI y las teorías queer. Con ello, las políticas del reconocimiento adquieren más presencia frente al movimiento por la igualdad de derechos de mujeres y hombres. Surge también el concepto de heteropatriarcado, con el que se quiere afirmar que el sujeto del movimiento feminista son las mujeres y las minorías sexuales. Se difumina el concepto de las mujeres como sujeto del movimiento feminista. A este respecto, Rosa Cobo expresa claramente que «el feminismo puede solidarizarse y acompañar la discriminación sexual, pero esta no es una vindicación feminista».
Otro tanto ha sucedido con las vindicaciones de los movimientos anticapitalistas y de izquierdas. Han convergido con el feminismo y, sin duda, tienen muchas cosas en común con este, pero el feminismo tiene que preservar su autonomía teórica y política.
El trabajo de Luisa Posada incide también en la importancia de poner de relieve la genealogía feminista como proyecto emancipatorio y del sujeto político «mujeres» como sujeto de esa genealogía. En sus propias palabras, «pretender hoy la irrelevancia o, incluso, la obsolescencia de tal sujeto solo puede favorecer a los propios intereses del patriarcado».
Posada recuerda que la genealogía del feminismo (aunque hay precedentes anteriores) hunde sus raíces en las mujeres ilustradas del siglo xviii. Autoras como Olimpe de Gouges o Mary Wollstonecraft reivindicaban que la igualdad como proyecto de la Ilustración estaba incompleto si no se incluía a las mujeres. Posteriormente, han surgido corrientes dentro del feminismo que hacen que se haya hablado de feminismo liberal, feminismo socialista y feminismo radical, por ejemplo, como distinguía Alison Jaggar en los años ochenta del pasado siglo. Después, en el tránsito al siglo xxi, se han aplicado muchos otros apellidos al feminismo: negro, postcolonial, decolonial, lesbiano… O se habla de ecofeminismo o de transfeminismo. El éxito del feminismo de la cuarta ola hace que muchos movimientos emancipatorios quieran sumarse a esta potente fuerza arrolladora. Por ello, hay autoras que hablan de feminismos, en plural. Pero Luisa Posada es clara: «Yo sigo creyendo que el feminismo es uno y que se define como la lucha por erradicar el patriarcado, sin más, como lo decía tajantemente Kate Millett».
Por otra parte, Posada analiza algunas corrientes filosóficas actuales que tienden a borrar el sujeto mujeres como sujeto del feminismo o a equiparar a las mujeres con otras categorías de personas que sufren opresión. Así, la filósofa Rosi Braidotti propugna la supresión del binarismo «hombres-mujeres» y plantea «su visión de un posthumanismo feminista, para el cual ya no tendría sentido hablar de un sujeto prioritario mujeres, en tanto en cuanto el objeto de estudio no es el patriarcado ni la opresión de las mujeres, sino los múltiples sistemas zoe/geo/tecnológicos». Parafraseando a Braidotti, Posada enumera los sujetos de su nueva propuesta feminista: «Mujeres, personas LGTBQ+, pueblos colonizados, indígenas, personas que sufren racismos y una multitud de personas no europeas que históricamente tuvieron que luchar por el derecho básico a ser consideradas y tratadas como humanas».
Analiza también Luisa Posada las tesis de Judith Butler, que, por un lado, cuestiona y deconstruye el sujeto «mujeres» como sujeto político del feminismo y, por otro, entiende el sexo como algo construido y no naturalmente dado. Esta construcción ha abierto una línea de posiciones que se autodenominan postfeministas. Para este postfeminismo, el sujeto ya no serían las mujeres, sino una coalición de posiciones sexuales diversas, variables y contingentes, que se crean y se alían en su resistencia al orden que llaman «heteropatriarcal» (transexuales, transgénero, bisexuales, etc.). Es la denominada teoría queer.
Uno de los grandes debates que tiene planteados hoy el feminismo es si las diferencias raciales, culturales, de clase, de riqueza, de orientación o identidad sexual entre las mujeres, que son innegables, permiten hablar del sujeto político mujeres como sujeto del feminismo. Luisa Posada piensa que sí porque «un sujeto político se define por tener objetivos políticos de lucha comunes. Y las mujeres tenemos objetivos políticos comunes porque, más allá de nuestras diferencias, que nadie niega, padecemos dominaciones comunes por el hecho de ser mujeres». Termina Luisa Posada recordando a Celia Amorós cuando afirmaba que todo movimiento emancipatorio necesita un sujeto y, si se difumina el sujeto político del feminismo, este perderá toda su fuerza vindicativa.
Finalmente, el trabajo de Tasia Aránguez aborda una problemática muy actual a la que ya se ha hecho referencia en esta presentación: las luces y sombras que presenta la cultura digital para los derechos de las mujeres. Por un parte, la red ha facilitado enormemente la organización de las protestas, favoreciendo la autonomía y la creación de una comunidad horizontal entre mujeres. De esta forma, se han creado redes feministas en los ámbitos local, nacional e internacional como nunca antes se había soñado.
Pero, por otra parte, se han agudizado problemas como la brecha digital entre hombres y mujeres, tanto en el uso de las redes sociales como en la creación de programas y contenidos y la desigual distribución de las tareas de cuidado en los casos de teletrabajo. Y lo que es más preocupante, la alianza del patriarcado con el capitalismo neoliberal ha agudizado problemas, como la cosificación del cuerpo femenino, la pornografía o la imposición de estándares de belleza a las mujeres. También ha originado nuevas manifestaciones de violencia machista, como el control digital, el acoso en línea y la agresión ejercida por desconocidos bajo el anonimato en las redes. Tasia Aránguez realiza un agudo estudio de estos problemas y de su mayor impacto en las niñas, adolescentes y mujeres más jóvenes.